80 años del asesinato de Dietrich Bonhoeffer por los nazis

Dietrich Bonhoeffer
“Este es el final; para mí, el comienzo de la vida”
Su fe fue más fuerte que el miedo
No se puede ser nacionalsocialista y cristiano al mismo tiempo: esta opinión determinó la vida de Dietrich Bonhoeffer. El teólogo fue asesinado por los nazis el 9 de abril de 1945.
Dietrich Bonhoeffer se atrevió a resistir al régimen de Hitler y pagó por ello con su vida. El legado del teólogo continúa inspirando hoy, incluso de manera inesperada.
“La estupidez es un enemigo más peligroso que la maldad”,
El teólogo y militante en la resistencia Dietrich Bonhoeffer es hoy una de las figuras más importantes del siglo XX y representa sobre todo un cristianismo comprometido políticamente. En la mañana del 9 de abril de 1945, a Dietrich Bonhoeffer lo sacaron de su celda en el campo de concentración de Flossenbürg, en Baviera, para ser ejecutado. Apenas unas horas antes, el pastor protestante había estado orando con sus compañeros de prisión.
Su última frase registrada fue: “Este es el final; para mí, el comienzo de la vida“. Fue ahorcado justo un mes antes del colapso definitivo de la dictadura nacionalsocialista en la Segunda Guerra Mundial.
Nacido el 4 de febrero de 1906 en Breslavia, creció con siete hermanos en una familia de clase media alta. Su padre, Karl Bonhoeffer, profesor de psiquiatría, fue destinado al hospital universitario Charité de Berlín en 1912 y la familia se mudó a una mansión en el lujoso barrio de Grunewald. Los Bonhoeffer no tenían mucho que ver con la Iglesia, por lo que les sorprendió que el hijo menor, Dietrich, decidiera estudiar Teología protestante cuando terminó el bachillerato. La familia esperaba que su aspiración fuera una carrera académica. Se doctoró a los 21 años y a los 24 era el docente más joven de la facultad de Teología. Más tarde se arrepintió de su excesiva ambición y creía que se había convertido en un buen teólogo, pero no en un cristiano. A este cambio contribuyó también el año que pasó en el Seminario Teológico Unión en Nueva York. Allí aprendió cómo pueden contribuir los cristianos a resolver problemas sociales como la pobreza y la injusticia.
Cuando los nacionalsocialistas tomaron el poder, Bonhoeffer no tardó en advertir de los peligros del nuevo régimen y del culto al Führer. No estaba de acuerdo con la opinión generalizada de que la Iglesia no debía inmiscuirse en política. Para él, la leyes de los nazis contra los judíos, como el “párrafo ario”, no eran compatibles con la visión bíblica de la humanidad. Y no reconocía la Iglesia del Reich instalada por el régimen nazi con su obispo Ludwig Müller. Estaba convencido de que no se podía ser nacionalsocialista y cristiano al mismo tiempo. Cuando defendió ante los párrocos berlineses que en caso necesario la Iglesia también tendría que “parar la rueda bloqueando los radios”, es decir, ofrecer resistencia política, muchos abandonaron la sala.
Bonhoeffer desempeñó un papel decisivo en la creación de una contraiglesia, la llamada “Iglesia Confesante”, un movimiento de oposición de los cristianos protestantes fundada en 1934 como reacción a los esfuerzos de los nazis para controlar la Iglesia protestante, pero criticó que esta no adoptara una postura más firme en sus declaraciones contra el “párrafo ario” y la pretensión de poder total de Hitler. Creer que la Iglesia podría mantener su independencia en el marco de un sistema totalitario le parecía una ilusión peligrosa. Cuando exigió que todos los párrocos críticos con el régimen se declararan en huelga, también quedó marginado dentro de la Iglesia Confesante. Para poner distancia, asumió la dirección de dos congregaciones en Londres. Estando allí, recibió una petición de la Iglesia Confesante para que regresara a Alemania y asumiera la dirección de un seminario de predicadores. En estos seminarios se preparaba a los futuros párrocos para su ministerio. Estaban pensados como “centros de poder” de una contraiglesia. Bonhoeffer asumió esta tarea. Su enseñanza era una mezcla de formación espiritual, conocimientos teológicos y educación política.
Otras leyes y decretos fueron quitando gradualmente terreno a los seminarios, hasta que finalmente solo podían mantenerse ilegalmente. El propio Bonhoeffer estaba cada vez más en el punto de mira de la Gestapo. Le prohibieron enseñar y hablar en público. Temiendo su inminente detención, sus amigos le presionaron para que se marchara a Estado Unidos. Bonhoeffer lo hizo a regañadientes. En EE. UU., en 1930/31, se familiarizó con el movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos y se dio cuenta de que la fe no era sólo una convicción personal, sino que también consistía en oponerse activamente a las injusticias. “Bonhoeffer estaba convencido de que los cristianos compartimos la responsabilidad no solo sobre nosotros mismos, sino también sobre los demás y el mundo, (…) especialmente hacia los más débiles”, explica a DW el profesor Florian Höhne, primer presidente de la sección alemana de la Sociedad Internacional Bonhoeffer (IBG).
Solo unas pocas semanas después, en julio de 1939, regresaba de Nueva York a la Alemania nazi. Pensaba que no tenía derecho a participar en la reconstrucción de Alemania si no compartía la difícil situación del pueblo alemán. De regreso en Alemania, Bonhoeffer observó cómo la Iglesia se adaptaba al Estado nazi, pastores y clérigos juraban lealtad a Hitler.
Por medio de su cuñado, Hans von Dohnanyi, se enteró de los planes para matar a Hitler y se unió al grupo de resistencia liderado por el teniente general Hans Oster. Usaría sus contactos en el extranjero para averiguar la actitud de los políticos, sobre todo en Inglaterra, en caso de que Hitler fuera destituido y triunfara un golpe de Estado. Bonhoeffer asumió dos papeles en la resistencia: “Utilizó sus contactos con iglesias cristianas y comunidades religiosas en el extranjero para intercambiar información y que los aliados conocieran los planes golpistas. Y negociar opciones para el período posterior, para recibir una señal de los aliados de que aprobaban esos planes golpistas y no simplemente continuarían la guerra después, que estaban dispuestos a negociar la paz”, explica Höhne. Su segunda tarea era “actuar como pastor de sus conspiradores y asesorarlos en conflictos de conciencia“.
Pero las conexiones de Bonhoeffer con la resistencia fueron descubiertas y la Gestapo lo arrestó el 5 de abril de 1943. Estuvo dos años en prisión, sin juicio regular, hasta su ejecución. Allí escribió textos teológicos y sociopolíticos.
Placa conmemorativa en el antiguo campo de concentración de Flossenbürg © pa/dpa
Fue en esa época cuando Bonhoeffer conoció a Maria von Wedemeyer, de 18 años. Se comprometieron en secreto. Las conexiones de Bonhoeffer con la resistencia fueron descubiertas y la Gestapo lo arrestó el 5 de abril de 1943 Bonhoeffer, fue detenido y llevado a la prisión de Berlín-Tegel. Estuvo dos años en prisión, sin juicio regular, hasta su ejecución. Allí escribió textos teológicos y sociopolíticos. Las pruebas contra él eran escasas y había esperanzas de que lo pusieran en libertad. Tras el fallido intento de asesinato de Hitler por parte del grupo liderado por Claus Schenk Graf von Stauffenberg, se descubrió su implicación en el complot para derrocar a Hitler.
Tras los intensos bombardeos aéreos sobre Berlín, Bonhoeffer fue trasladado primero a los sótanos de la prisión de la Gestapo en la Prinz-Albrecht-Straße, después lo llevaron al campo de concentración de Buchenwald y, tras una breve estancia con otros prisioneros en una Alemania que se hundía, fue transportado por todo el sur de Alemania hasta que el grupo fue alojado provisionalmente en una escuela de Schönberg, en el bosque bávaro. La mañana siguiente fueron a recogerlo y lo llevaron al campo de concentración de Flossenbürg. Fue interrogado durante la noche, un “consejo de guerra” lo condenó a muerte y fue asesinado la madrugada del 9 de abril de 1945.
Su familia y su prometida, Maria von Wedemeyer, no supieron de la muerte de Dietrich Bonhoeffer hasta finales de julio. Resultó que su hermano Klaus y sus cuñados, Hans von Dohnanyi y Rüdiger Schleicher, también habían sido fusilados o ahorcados. Más recientemente, círculos de la derecha religiosa y política han intentado apropiarse de la figura Bonhoeffer para sus propios fines. Una mirada a su vida y a sus escritos muestra claramente que tales reinterpretaciones pervierten todo aquello por lo que vivió y luchó este teólogo.
Lugar conmemorativo del campo de concentración Flossenbürg, en Baviera, donde ejectuaron a Bonhoeffer.
Imagen: Armin Weigel/dpa/picture alliance
Un patrimonio con múltiples facetas
Su obra y persona son veneradas, interpretadas y apropiadas en todo el mundo por teólogos liberales, activistas de derechos humanos, demócratas, activistas de izquierda, conservadores, pero también por ultraderechistas, teóricos de la conspiración y partidarios nacionalistas cristianos del presidente estadounidense, Donald Trump.
Pero ¿por qué lo invocan grupos tan diferentes? ¿Qué defendía realmente Bonhoeffer con su pensamiento y su mensaje?
Después de la guerra, Bonhoeffer se convirtió en un ícono, modelo de fe, de no darse por vencido, de actuar. Muchos de sus libros se convirtieron en éxito de ventas internacionales, e incluso se filmó una película sobre su vida.
Pero mientras los teólogos liberales, los demócratas y los activistas de derechos humanos lo celebran como un luchador por la justicia social y la responsabilidad cristiana, los círculos conservadores de ultraderecha y los nacionalistas cristianos, sobre todo, en Estados Unidos, lo veneran como un pionero contra un Estado supuestamente extralimitado. Los nacionalistas cristianos ven a su nación como elegida por Dios y quieren imponer políticamente su visión muy conservadora de los valores cristianos.
Sobre todo, para los partidarios de Trump, Bonhoeffer es un símbolo de rebelión contra el llamado Estado profundo: la idea de que existe una estructura de poder secreta detrás de un gobierno oficial, que controla la política y la sociedad. Algunos establecen paralelismos entre su lucha contra Hitler y su propia oposición al aborto, los derechos LGBTQ o las regulaciones de vacunación.
Teólogos de EE.UU. y Alemania, descendientes de Bonhoeffer y la Sociedad Internacional Bonhoeffer (IBG) se oponen firmemente a esta apropiación. En una carta abierta de octubre de 2024, el IBG denunció que la vida y la obra de Bonhoeffer estaban siendo utilizadas cada vez más, especialmente por los nacionalistas cristianos, para legitimar la violencia política.
Bonhoeffer se opuso al régimen de Adolf Hitler no con armas, sino con palabras, hechos y una fe firme: de predicador se convirtió en conspirador. “Bonhoeffer era un pacifista cristiano, que sólo consideraba la posibilidad de la violencia tras una lucha intensa. Pero su pensamiento estaba marcado por la búsqueda de la paz y la cuestión de qué une a los cristianos más allá de las fronteras nacionales”, subrayó Höhne.
Höhne considera que la influencia de Bonhoeffer tiene sus raíces en su fascinante biografía, que inspira más allá de las fronteras políticas, teológicas e ideológicas, sobre todo, porque defendió sus convicciones con su vida.
“La estupidez es un enemigo más peligroso que la maldad”,
El tiempo que pasó en prisión lo dedicó a tratar de entender y explicar la conducta de sus compatriotas, en la correspondencia que intercambió con sus padres y con un amigo, Eberhard Bethge, que luego de su muerte fue compilada y publicada bajo el título Resistencia y sumisión. No apuntaba a la ignorancia, cuyo remedio es la educación, sino al defecto moral que lleva a personas inteligentes a abandonar el pensamiento crítico. ¿Cómo fue posible que un país culto y avanzado como Alemania, la tierra de tantos poetas, científicos y filósofos trascendentes, cayera bajo el influjo del nazismo, de una doctrina cuyos fundamentos eran el racismo y el supremacismo era el interrogante que se planteaba Bonhoeffer. ¿Cómo explicar la aparente incapacidad de una inmensa porción de la población para tomar conciencia de las atrocidades que se estaban cometiendo? ¿Cómo explicar la complicidad activa o pasiva de tantos frente a acciones que violaban principios esenciales de una ética humana?
Fue entonces cuando formuló su célebre tesis sobre la estupidez, una de las fases más trascendentes de su legado intelectual. Para Bonhoeffer, la respuesta a los interrogantes que suscitaba la actitud de la gente ante el régimen estaba en la estupidez y no en la maldad. Pero no se refería a la estupidez como un rasgo individual sino como un fenómeno social, colectivo y de índole moral antes que intelectual.
Tampoco lo ve como algo innato al individuo. La estupidez surge de la vida de relación porque se contagia. Por eso podemos ver a personas muy inteligentes comportarse como estúpidas, porque ello es un rasgo de personalidad y no resultado de la falta de capacidades mentales.
La persona estúpida es peligrosa pero no porque no sea inteligente, sino porque ha renunciado a razonar críticamente ya que tiende a aceptar dogmas y órdenes sin cuestionarlos.
“La estupidez es un enemigo más peligroso para el bien que la maldad”: es una de las definiciones más difundidas. El mal puede ser combatido con más facilidad porque es evidente, decía, genera reacciones contrarias, motiva a exponerlo y a enfrentarlo. En cambio la estupidez no puede ser enfrentada con la racionalidad, la lógica o las evidencias, porque no atiende a esos argumentos.
La lectura de la exposición de la hipótesis de Bonhoeffer sobre la estupidez resulta de una actualidad y vigencia sorprendentes.
“La estupidez -escribió- es un enemigo más peligroso del bien que la malicia. Se puede protestar contra el mal; éste puede ser expuesto y, si es necesario, prevenido mediante el uso de la fuerza. El mal siempre lleva en sí el germen de su propia subversión, pues deja en los seres humanos al menos una sensación de inquietud. Contra la estupidez estamos indefensos. Ni las protestas ni el uso de la fuerza sirven de nada en este caso; las razones caen en oídos sordos; los hechos que contradicen los prejuicios de uno simplemente no deben creerse —en tales momentos, la persona estúpida incluso se vuelve crítica—, y cuando los hechos son irrefutables, simplemente se descartan como intrascendentes, como incidentales. En todo esto, la persona estúpida, a diferencia de la maliciosa, está completamente satisfecha de sí misma y, al irritarse fácilmente, se vuelve peligrosa al atacar. Por eso, se recomienda mayor precaución al tratar con una persona estúpida que con una maliciosa. Nunca más intentaremos persuadir al estúpido con razones, pues es absurdo y peligroso”.
Esta alusión al peligro posiblemente se deba al fenómeno de la delación del que Bonhoeffer habrá sido testigo, por otra parte inherente a todos los regímenes totalitarios.
Bonhoeffer precisó que la estupidez no es un defecto intelectual sino moral. Tampoco es un rasgo congénito, sino que en determinadas circunstancias las personas se vuelven estúpidas o permiten que les suceda. Es menos un problema psicológico que sociológico y por eso suele ser un fenómeno de contagio.
El hecho de que una persona estúpida sea testaruda no implica que sea independiente, advierte Bonhoeffer. Al contrario, está bajo hechizo y al tratar con esa persona, la impresión que se tiene es que se está hablando con eslóganes y consignas.
La estupidez no es lo mismo que la ignorancia, por lo tanto no puede ser vencida por la vía de la instrucción, como puede serlo la ignorancia, sino por la vía de una liberación. Y eso debe darse primero por una acción externa, antes que interna. O sea, del estúpido no se puede esperar nada.
Para Bonhoeffer, este fenómeno se da bajo ciertas condiciones. Todo ascenso de un poder fuerte, ya sea político o religioso infecta de estupidez a buena parte de la Humanidad. Frente a esto, las personas, más o menos conscientemente, renuncian a su autonomía de pensamiento. El poder utiliza propaganda, intimidación o manipulación emocional para instalar un conformismo acrítico.
Fuente DW.com/Deutschland.de/Infobae
Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, General, Iglesia Luterana
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