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¿Multiplicar los panes?: solidaridad

Domingo, 25 de julio de 2021
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CincoPanesYDosPecesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. Nota previa

         San Juan sitúa en la Última Cena el mandamiento del amor y el lavatorio de los pies, pero la Eucaristía: Yo soy el pan de vida, lo ubica S Juan en el capítulo 6º de su Evangelio: en el relato de la multiplicación de los panes: Yo soy el pan que ha bajado del cielo.

  1. Memoria de la multiplicación de los panes.

         Sea como fuere, el relato -el acontecimiento- de la multiplicación de los panes, quedó muy grabado en la mente y en el corazón de los primeros cristianos, pues aparece seis veces en los cuatro evangelios.

         Jesús se preocupa de las necesidades, de los enfermos, de los marginados, en el caso de hoy del hambre de aquella multitud que había acudido a escucharle. La gente, el ser humano necesita comer, en el amplio sentido del término alimentarse.

v 5. Estaba cerca la Pascua de los judíos. No es un dato cronológico, sino teológico. La Pascua de los judíos ni alimenta ni salva. La gente no sube ya a Jerusalén, como era su obligación, sino que busca en Jesús el alimento y la liberación que ni el templo ni la religión pueden dar.

Necesitamos comer: pan, cultura, higiene, medicina, fe. espíritu, etc…

  1. ¿De dónde sacaremos dinero para comprar pan?

         Esta pregunta, ¿de dónde? Es constante en el evangelio de S Juan:

         La samaritana (Jn 4,11) le pregunta a Jesús: ¿De dónde vas a sacar tú agua?

         El maestresala de las bodas de Caná le dice al novio: De dónde has sacado este vino nuevo? (Jn 2,9)

         Jesús le dice a Nicodemo: El viento sopla donde quiere y, aunque oyes su sonido, no sabes de dónde viene ni a dónde va. (Jn 3,8).

         El pan de vida no viene del dinero o de la compra abundante, que no sacia, sino que el pan de vida viene del corazón, de la buena relación y solidaridad entre los seres humanos. El pan de vida es un don, una gracia (gratuidad) del Señor.

  1. La multiplicación de los panes no es magia.

         Era evidente que Jesús ni sus discípulos podían comprar pan para toda aquella gente.

Jesús lo sabe. Los que tienen dinero no resolverán nunca el problema del hambre en el mundo, porque para resolver el problema del hambre (crisis, tercer mundo, Grecia, etc.) se necesita algo más que dinero: se necesita querer a los demás: solidaridad y buena voluntad.

La multiplicación de los panes es multiplicar el trabajo, acoger a los emigrantes, a los que pasan en pateras. En la tierra hay alimento, medicinas y medios de educación para todos, incluso sobra si es que no acaparamos y los laboratorios no especulan con las vacunas, etc…

Había un muchacho que tenía cinco panes y dos peces. Pero el muchacho no se los queda para él: los reparte.

v 8    Jesús propone una solución distinta a la del comprar. Habla de los panes y los peces que tiene el muchacho y que pone al servicio de los demás, sus pocos panes y peces son algo de lo que se puede disponer. El muchacho(en griego: siervo) pone su poca comida al servicio de los demás, como la pobre viuda del evangelio que echa “veinte céntimos” en el cepillo del Templo: todo lo que tenía para vivir. Es como José, el hermano menor vendido por sus hermanos mayores, que luego será quien alimente a su familia y al pueblo.

El hambre del tercer mundo, el paro se resuelve cuando nadie acapara lo suyo habiendo otros que pasan hambre.

Decía D Ricardo Alberdi que mientras exista paro y hambre en el mundo es más que discutible que lo que decimos que es nuestro, lo sea.

La Iglesia y la humanidad habremos de aprender a poner a disposición de los hambrientos lo que tengamos, aunque sólo sea “cinco panes de cebada y un par de peces”.

5 panes y dos peces: 5+2: 7. Siete es número de plenitud. Hay alimento de sobra para todos.

         Es muy difícil enseñar a compartir cuando únicamente sabemos comprar con ansiedad. Los criterios hondamente insolidarios, que rigen nuestras sociedades difícilmente resolverán el problema del hambre.

El milagro de la multiplicación de los panes consiste en liberarnos de nuestra indiferencia ante quienes mueren de miseria y hambre y compartir el pan con quienes lo necesitan.

Cuando somos solidarios, hay pan para todos, incluso sobra.          Llenaron doce canastas, que hacen referencia a las doce tribus de Israel, es decir: todo el pueblo.

  1. v 10 Jesús mandó que se sentaran (recostaran) todos.

Las verdes praderas del Reino es una evocación mesiánica del salmo 22: en verdes praderas me hace recostar. Comer recostadoera signo de personas libres. La solidaridad crea personas que viven en común y libres. La Eucaristía -cuando es tal- crea fraternidad. El cristianismo no crea “clases sociales”, estamentos, no quiere servidumbres ni dependencias de ninguna clase.  Todos vosotros sois hermanos, (Mt 23,8).

  1. Multiplicar los panes es Eucaristía.

         Hoy hemos comenzado a leer el cp. 6º de san Juan, que seguiremos leyendo durante un mes, más o menos. Es un largo texto que nos habla de la multiplicación de los panes, después pasa al pan de vida: Yo soy el pan de vida.

Este capítulo sexto de Juan nos habla de la Eucaristía:

Jesús alzó los ojos, tomó el pan, dijo la acción de gracias: “habiendo dado gracias y lo repartió.”.  Es la Eucaristía. Se trata de conectar la comida y la solidaridad con el ámbito del Señor. Es la Eucaristía. Una vez liberado del acaparamiento egoísta, todos tendrán acceso al alimento, bien necesario

         Es la Eucaristía.

         Baste por hoy terminar con que: la solidaridad, multiplicar los panes es Eucaristía y la Eucaristía nos ha de llevar a la solidaridad.

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“El gesto de un joven”. 17 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,1-15)

Domingo, 29 de julio de 2018
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17_to_b-600x441De todos los hechos realizados por Jesús durante su actividad profética, el más recordado por las primeras comunidades cristianas fue seguramente una comida multitudinaria organizada por él en medio del campo, en las cercanías del lago de Galilea. Es el único episodio recogido en todos los evangelios.

El contenido del relato es de una gran riqueza. Siguiendo su costumbre, el evangelio de Juan no lo llama «milagro», sino «signo». Con ello nos invita a no quedarnos en los hechos que se narran, sino a descubrir desde la fe un sentido más profundo.

Jesús ocupa el lugar central. Nadie le pide que intervenga. Es él mismo quien intuye el hambre de aquella gente y plantea la necesidad de alimentarla. Es conmovedor saber que Jesús no solo alimentaba a la gente con la Buena Noticia de Dios, sino que le preocupaba también el hambre de sus hijos.

¿Cómo alimentar en medio del campo a una muchedumbre? Los discípulos no encuentran ninguna solución. Felipe dice que no se puede pensar en comprar pan, pues no tienen dinero. Andrés piensa que se podría compartir lo que hay, pero solo un muchacho tiene cinco panes y un par de peces. ¿Qué es eso para tantos?

Para Jesús es suficiente. Ese joven sin nombre ni rostro va hacer posible lo que parece imposible. Su disponibilidad para compartir todo lo que tiene es el camino para alimentar a aquellas gentes. Jesús hará lo demás. Toma en sus manos los panes del joven, da gracias a Dios y comienza a «distribuirlos» entre todos.

La escena es fascinante. Una muchedumbre, sentada sobre la hierba verde del campo, compartiendo una comida gratuita un día de primavera. No es un banquete de ricos. No hay vino ni carne. Es la comida sencilla de la gente que vive junto al lago: pan de cebada y pescado en salazón. Una comida fraterna servida por Jesús a todos gracias al gesto generoso de un joven.

Esta comida compartida era para los primeros cristianos un símbolo atractivo de la comunidad nacida de Jesús para construir una humanidad nueva y fraterna. Les evocaba al mismo tiempo la eucaristía que celebraban el día del Señor para alimentarse del espíritu y la fuerza de Jesús: el Pan vivo venido de Dios.

Pero nunca olvidaron el gesto del joven. Si hay hambre en el mundo, no es por escasez de alimentos, sino por falta de solidaridad. Hay pan para todos, falta generosidad para compartirlo. Hemos dejado la marcha del mundo en manos de un poder económico inhumano, nos da miedo compartir lo que tenemos, y la gente se muere de hambre por nuestro egoísmo irracional.

José Antonio Pagola

 

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“Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron”. Domingo 29 de julio de 2018. Domingo 17º de tiempo ordinario.

Domingo, 29 de julio de 2018
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42-ordinarioB17 cerezoDe koinonia:

2Reyes 4,42-44: Comerán y sobrará.
Salmo responsorial: 144: Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.
Efesios 4,1-6:Un solo cuerpo, un Señor, una fe, un bautismo.
Juan 6,1-15: Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron.

2Re 4, 42-44

La actividad profética de Eliseo tuvo lugar en el Reino del Norte. Eliseo es un profeta taumaturgo, a través de sus milagros intentó conducir al pueblo a Dios. En la liturgia de hoy se nos presenta la multiplicación de los panes. Aunque parece que no van a alcanzar para tanta gente, al repartirlos alcanza y sobra. La fuerza de este pan es más de orden espiritual: basta un poco de pan compartido con gusto y con alegría, para sentir su fuerza y su energía.

Ef 4, 1-6

Este texto es una exhortación a la unidad. Pablo desde la prisión suplica a los Efesios que vivan de acuerdo con la vocación a la que han sido llamados y se esfuercen por mantener la unidad, ya que han recibido un mismo bautismo. El reconocimiento de la paternidad de Dios nos lleva a reconocer en los demás a nuestros hermanos.

Una intachable conducta de vida corresponde a la vocación que han recibido los que antes eran gentiles. La vida digna del llamamiento a la esperanza se muestra en el hecho de que los miembros de la Iglesia guarden la unidad obrada por el Espíritu en el único cuerpo.

Se habla de la relación con la Iglesia y en la Iglesia como comunión que los abraza. La desintegración de la unidad es señal de desesperanza de los miembros de la Iglesia. Presupuestos internos para la unidad son: tener en más estima a los otros que a sí mismo, saber apreciar los dones que Dios ha dado a los demás, pensar y sentir unánimemente… Todo esto presupone apartarse de todas las formas de ambición. La humildad y la modestia desempeñan un gran papel donde hay amenaza contra la unidad. La mansedumbre, la apacibilidad, la dulzura son comportamientos con el prójimo que alejan toda clase de riñas, evitan la acritud y el sentimiento de superioridad. La paciencia es un rasgo esencial del amor, hace posible y salvaguarda la unidad de la paz.

El llamamiento que se hace a los que antes eran gentiles es un llamamiento hacia los otros, a respetar el espacio interno y externo, a permitirles que sean ellos mismos y a poderles apreciar en el amor. El Espíritu es el poder que crea y conserva la unidad y esta unidad es la que hay que guardar.

Jn 6, 1-15

Mucha gente acudía a escuchar a Jesús. A veces venían de lejos, y era lógico que vinieran preparados para pasar unos días. Venían atraídos por la fama de los milagros y señales que realizaba. Jesús aprovecha el momento para dar una lección a sus oyentes. Comienza preguntándole a Felipe que con qué comprarían panes para dar de comer a la multitud. Felipe le dice que no bastarían doscientos denarios. Andrés le dice que hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero que eso no es nada para tanta gente. Es la misma pregunta que el criado le hace a Eliseo.

Jesús enseña que la dinámica del Reino es el arte de compartir. Quizá todo el dinero del mundo no fuese suficiente para comprar el alimento necesario para los que pasan hambre… El problema no se soluciona comprando, el problema se soluciona compartiendo.

La dinámica del mundo capitalista es precisamente el dinero. Creemos que sin dinero nada se puede hacer y tratamos de convertirlo todo en dinero, no sólo los recursos naturales sino también los recursos humanos y los valores: el amor, la amistad, el servicio, la justicia, la fraternidad, la fe, etc. En el mundo capitalista nada se nos da gratuitamente, todo tiene su precio, todo se tasa y se comercializa. Se nos ha olvidado que la vida acontece por pura gratuidad, por puro don de Dios.

Jesús en esta multiplicación de los panes y de los peces parte de lo que la gente tiene en el momento. El milagro no es tanto la multiplicación del alimento, sino lo que ocurre en el interior de sus oyentes: se sintieron interpelados por la palabra de Jesús y, dejando a un lado el egoísmo, cada cual colocó lo poco que aún le quedaba, y se maravillaron después de que vieron que al alimento se multiplicó y sobró. Comprendieron entonces que si el pueblo pasaba hambre y necesidad, no era tanto por la situación de pobreza, sino por el egoísmo de los hombres y mujeres que conformados con lo que tenían, no les importaba que los demás pasaran necesidad. El gesto de compartir marca profundamente la vida de la primeras comunidades que siguieron a Jesús. Compartir el pan se convierte en un gesto que prolonga y mantiene la vida, un gesto de pascua y de resurrección. Al partir el pan se descubre la presencia nueva del resucitado.

Si somos hijos de un mismo Padre como reconoce Pablo en la lectura que hemos hecho, no se entiende por qué tantos hombres y mujeres viven en extrema pobreza mientras unos cuantos viven en abundancia y no saben qué hacer con lo que tienen. En el mundo actual es mucho el dinero que se invierte en guerra, en viajes extraterrestres, en tratamientos para adelgazar. Los que tienen el capital crean condiciones cada vez más injustas y pretenden hacer más dinero, explotando los recursos que quedan, aunque destruyan todo y acaben con las condiciones de vida sobre la tierra. Ningún ser humano debiera morir de hambre, pues la tierra tiene suficiente para albergarnos a todos. Los cristianos no debemos olvidar el compartir: ésta es la clave para hacer realidad la fraternidad, para reconocernos hijos de un mismo Padre. Cuando se comparte con gusto y con alegría el alimento se multiplica y sobra. La multitud, al ver lo que Jesús ha hecho, intenta llevárselo para proclamarlo rey pero Jesús huye solo a la montaña. Leer más…

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29.7.18 No quiso ser rey, pues quería que reinaran todos

Domingo, 29 de julio de 2018
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7c4c5088-dbba-439f-ad3b-3eca273b2962Del blog de Xabier Pikaza:

Dom17, tiempo ordinario, ciclo B. Jn 6, 1-15. La liturgia nos deja por unos domingos sin Marcos e introduce temas de Jn 6, con la multiplicación de los panes y el discurso del pan de vida.

No comentaré la multiplicación o, mejor dicho, “alimentación”, pues he tratado varias veces de ella en este blog, aunque en la segunda imagen presento una figura casi inocente (¿burlesca?) de “Jesús” Rey Panadero.

Un tema clave de la política es hoy (como en el tiempo de Jesús) el de aquellos que prometen pan/dinero (casi siempre con circo añadido, aunque sea de mentiras).

Estamos como en tiempo de Jesús, a quien al fin de este pasaje le llaman “profeta del pan”, y quieren hacerle rey, pues ha empezado a compartir a campo abierto la comida. Pero Jesús quiere que el pan sea más que pan (sea libertad y gratuidad, sea justicia y comunión de vida, acogida de los pobres, todo el evangelio…), y por eso sube el monte, pues no quiere ser rey a la manera de aquellos que gritan en su calle. Éste es el tema: como ser rey compartiendo el pan, en un gesto que contiene todo el evangelio.

30d41e80-1c24-40e7-973b-dd5791acad50Este relato contiene sin duda, un recuerdo histórico (Jesús no se dejó manipular por los que intentaban coronarle rey por el pan, pero sin evangelio).No quiso entonces el reino de un pan que se impone en forma de poder… Pero siguió buscando el pan total del evangelio, con gratuidad, con ayuda a los más pobres, sin poder sobre los otros… y así bajando del monte subió a Jerusalén para “anunciar y preparar la llegada de ese reino sin poder coactivo, pero con pan gratuito, sin imperios militares, sin templos como el de aquellos sacerdotes.

Ésta es la gran paradoja del texto, que nos sitúa ante el tema actual del evangelio, este mismo año (2018), con millones de personas saltando vallas por pan, con grandes imperios de pan que se niega a los más pobres… mientras Jesús sube al monte (y quizá partes de su iglesia esconden de su egoísmo, diciendo que se dedican a Dios).

b345ecf4-d511-4253-9dac-b374f4d45091No es nada fácil resolver el tema de este evangelio y aplicarlo a nuestro tiempo, pero intentaré hacerlo, de un modo ingenuo, pensando sobre aquello que hizo Jesús cuando subió al monte para no ser rey como algunos querían… y vino más tarde a Jerusalén, para ser rey a su manera.

Rey de un reino sin vallas
Rey de un reino sin pan para unos pocos, mientras otros tienen hambre
Rey donde nadie (ni él mismo) reina sobre nadie, sino todos con todos..

Es evidente que mi propuesta no convencerá a todos. Pero pienso que merece la pena pensarla, desde el evangelio. Buen domingo a todos.

Texto.Juan 6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.
Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: “¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?” Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.

Felipe contestó: “Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.” Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?”

Jesús dijo: “Decid a la gente que se siente en el suelo.” Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: “Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.”

Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: “Éste sí que es el Profeta que tenía que venir la mundo.” Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

Subió a Jerusalén para que reinara Dios

Precisamente para trazar su Paz de Reino, Jesús renunció a la guerra, subiendo desarmado a Jerusalén, realizando el gesto supremo de “insumisión” social y militar. No negoció con Roma ni con los sacerdotes de Jerusalén (en línea de pacto/reparto de poderes), pues no quería pactos, sino alianza de amor. Imaginemos por un momento qué hubiera pasado si romanos y judíos le hubieran escuchado:

1. Si Jerusalén se hubiera “convertido”,

y no lo hubieran impedido los romanos, Jesús no habría actuado como rey o jefe militar, es decir, pues no hubiera tomado el poder, ni habría sido emperador o regente político. Ciertamente, habría actuado como delegado y representante de Dios, pero de un Dios que no necesita “reyes”, de forma que no hubiera sido rey, sino madre-hermano-hermana, es decir, amigo, a fin de que todos fueran entre sí hermanos y amigos (cf. Mc 3, 31-35). Así anunció la llegada de un Reino sin Rey o, mejor dicho, de un Reino donde todos son reyes, siendo simplemente humanos, hijos de Dios, hermanos.

En esa línea podemos añadir que él habría venido a presentarse como signo y representante del Hijo del Hombre, de una humanidad reconciliada y fraterna. Nos faltan modelos para imaginar su reinado, que sería el reinado de todos, pues nuestras categorías mentales y sociales se encuentran marcadas por dinámicas de poder militar, político, sagrado. Pero el evangelio de Juan nos ayuda a trazar su perfil, diciendo que vino a “dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37), una verdad que no sería la de unos sabios platónicos que se imponían sobre militares y trabajadores (cf. República VI), sino la del amor compartido, desde los más pobres.

Por eso los que convierten a Jesús en más rey que los otros… o en Señor sobre los otros van en contra del evangelio.

2. El Reino de Jesús se expresaría en unas relaciones humanas de amor directo, gratuito y gozoso, sin violencia armada.

No harían falta instituciones militares de dominio, ni estructuras económicas de poder. En un primer momento, Roma podría haber seguido funcionando con sus medios militares y administrativos, en un nivel externo, pues Jesús no habría promovido un alzamiento armado, ni habría destruido con violencia las redes de dominio imperial, sino que habría suscitado formas de convivencia y colaboración directa y pacífica entre hombres y mujeres, de manera que, poco a poco (o por una mutación rápida), el orden político impositivo de Roma se habría vuelto cada vez menos necesario, teniendo que limitarse a organizar el orden exterior (en línea de sistema), mientras los cristianos habrían desplegado con autonomía sus formas de vida alternativa (a no ser que Roma respondiera, imponiendo su violencia de muerte, como supone el Apocalipsis).
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29.7.17 Dar pan, ser rey (Jn 6, 1-15)

Domingo, 29 de julio de 2018
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37967742_1039281106249081_7075186281960964096_nDel blog de Xabier Pikaza:

Este evangelio trata de dar pan y ser o no ser rey, y de qué manera (¿hacerse rey por darlo… o por robarlo?)

De manera muy significativa, a partir del siglo XIV d.C. el pan consagrado se ha convertido en signo del Reino de Cristo, de forma que las dos grandes fiestas de la nueva Cristiandad barroca han sido, y en algún sentido siguen siendo, el Corpus (pan adorado, no compartido, detalle de procesión en la imagen) y Cristo Rey (reinado de cielo y obediencia en la tierra).

Quizá esa visión puede y debe cambiarse… Jesús no hizo procesiones tras un pequeñito pan (por más santo que sea), pues el pan ea y es él mismo, la vida de todos los hombres… No quiso ser rey de esa manera.

¿Cómo quiso serlo o no serlo? Sigue leyendo el evangelio y comentario.

Texto.Juan 6, 1-15: Dar pan, no ser rey

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.
Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: “¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?” Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe contestó: “Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.” Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?”
Jesús dijo: “Decid a la gente que se siente en el suelo.” Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: “Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.”

Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: “Éste sí que es el Profeta que tenía que venir la mundo.” Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

Subió a Jerusalén para que reinara Dios

Precisamente para trazar su Paz de Reino, Jesús renunció a la guerra, subiendo desarmado a Jerusalén, realizando el gesto supremo de “insumisión” social y militar. No negoció con Roma ni con los sacerdotes de Jerusalén (en línea de pacto/reparto de poderes), pues no quería pactos, sino alianza de amor. Imaginemos por un momento qué hubiera pasado si romanos y judíos le hubieran escuchado:

1. Si Jerusalén se hubiera “convertido”,

y no lo hubieran impedido los romanos, Jesús no habría actuado como rey o jefe militar, es decir, pues no hubiera tomado el poder, ni habría sido emperador o regente político. Ciertamente, habría actuado como delegado y representante de Dios, pero de un Dios que no necesita “reyes”, de forma que no hubiera sido rey, sino madre-hermano-hermana, es decir, amigo, a fin de que todos fueran entre sí hermanos y amigos (cf. Mc 3, 31-35). Así anunció la llegada de un Reino sin Rey o, mejor dicho, de un Reino donde todos son reyes, siendo simplemente humanos, hijos de Dios, hermanos.

En esa línea podemos añadir que él habría venido a presentarse como signo y representante del Hijo del Hombre, de una humanidad reconciliada y fraterna. Nos faltan modelos para imaginar su reinado, que sería el reinado de todos, pues nuestras categorías mentales y sociales se encuentran marcadas por dinámicas de poder militar, político, sagrado. Pero el evangelio de Juan nos ayuda a trazar su perfil, diciendo que vino a “dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37), una verdad que no sería la de unos sabios platónicos que se imponían sobre militares y trabajadores (cf. República VI), sino la del amor compartido, desde los más pobres.

Por eso los que convierten a Jesús en más rey que los otros… o en Señor sobre los otros van en contra del evangelio.

2. El Reino de Jesús se expresaría en unas relaciones humanas de amor directo, gratuito y gozoso, sin violencia armada.

No harían falta instituciones militares de dominio, ni estructuras económicas de poder. En un primer momento, Roma podría haber seguido funcionando con sus medios militares y administrativos, en un nivel externo, pues Jesús no habría promovido un alzamiento armado, ni habría destruido con violencia las redes de dominio imperial, sino que habría suscitado formas de convivencia y colaboración directa y pacífica entre hombres y mujeres, de manera que, poco a poco (o por una mutación rápida), el orden político impositivo de Roma se habría vuelto cada vez menos necesario, teniendo que limitarse a organizar el orden exterior (en línea de sistema), mientras los cristianos habrían desplegado con autonomía sus formas de vida alternativa (a no ser que Roma respondiera, imponiendo su violencia de muerte, como supone el Apocalipsis). Leer más…

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Jesús alimenta a su comunidad y prepara un discurso. Domingo 17. Ciclo B

Domingo, 29 de julio de 2018
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2b14ce820a97d72e5ed859301597e95c513f21087e6aadfa8c357180578255c9Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado, el evangelio de Marcos nos presentaba a Jesús enseñando a su pueblo, reunido de muy distintos lugares. Inmediatamente después, lo presenta alimentado a su pueblo mediante la multiplicación de los panes y peces. Pero este relato no se ha tomado hoy de Marcos, sino de Juan, porque los cuatro domingos siguientes los dedica la liturgia a la lectura del discurso del pan de vida, que solo cuenta Juan.

Después de esto, se fue a Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima a la Pascua, la fiesta de los judíos.

Al levantar Jesús ;os ojos y ver que venía mucha gente, dice a Felipe:

“Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?”

Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó:

-”Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.”

Le uno de los discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro:

“Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero qué es eso para tantos?”

Dijo Jesús:

-“Haced que se recueste la gente.

Había en un lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los partió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron.

Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:

-“Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.

Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía:

”Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.

Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.

Un caso extraño

            Es raro que Juan coincida con los Sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas) en algún relato. Este de la multiplicación de los panes y los peces es uno de los pocos casos, pero conviene advertir los matices propios de Juan. El primero es la fecha: «Estaba próxima a la Pascua, la fiesta de los judíos.» Ninguno de los Sinópticos ofrece esta indicación, que para Juan es muy importante: hace referencia al momento de la muerte de Jesús. Juan no cuenta la institución de la Eucaristía, pero este milagro, ocurrido en la misma fiesta, simboliza la idea de que Jesús alimenta a su pueblo.

Jesús y Eliseo

            Uno de los grandes obradores de milagros en el Antiguo Testamento es el profeta Eliseo. La 1ª lectura recoge cómo alimentó con veinte panes de cebada a cien personas (teniendo en cuenta las dimensiones de los antiguos panes, no era demasiado difícil sacar un bocadillo para cada uno). En contra de las dudas de su criado, comieron todos y sobró.

Vino un hombre de Baal Salisa y llevó al hombre de Dios primicias de pan, veinte panes de cebada y grano fresco de espiga; y dijo Eliseo:

-“Dáselo a la gente para que coman.”

Su servidor dijo:

-“Cómo voy a dar esto a cien hombres?

Él dijo:

-“Dáselo a la gente para que coman, porque así dice Yahveh: Comerán y sobrará.”

Se lo dio, comieron y dejaron de sobra, según la palabra de Yahveh.

            El milagro de la multiplicación de los panes y los peces está calcado sobre el de Eliseo, pero aumentando las dificultades. En vez de cien personas son cinco mil (los Sinópticos añaden “sin contar mujeres y niños”, Juan sólo menciona a los varones). Y en vez de veinte panes, Jesús sólo dispone de cinco. Para dejar clara la dificultad se indica lo que costaría alimentar a esa gente: 200 denarios. El denario era el salario diario de un campesino; 200 denarios suponen una cantidad muy grande para un grupo que vive de limosna, como el de Jesús.

            A pesar de todo, igual que Eliseo dijo: «comerán y sobrará», los comensales de Jesús comen «todo lo que quisieron» y, para demostrar la abundancia, se recogen doce canastos de sobras.

            La relación entre el milagro de Jesús y el de Eliseo queda especialmente clara en Juan, ya que mientras los Sinópticos hablan simplemente de “cinco panes”, Juan indica que son “panes de cebada”, como los que regalan a Eliseo.

Simbolismo eucarístico

Mateo, al contar este milagro, omite la referencia a los peces en el momento de la multiplicación, para subrayar la importancia del pan como símbolo eucarístico.

Juan lo sugiere de forma distinta. La orden de Jesús: “Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda”, la refieren los discípulos sólo a los panes, no se preocupan de los peces. Es probable que estas palabras de Jesús reflejen la práctica litúrgica posterior, cuando se pensó que el pan eucarístico no podía ser tratado como otro cualquiera.

La reacción del pueblo y la reacción de Jesús

En los Sinópticos, la gente no es consciente del milagro ocurrido. En Juan, el pueblo se sorprende de lo hecho por Jesús y deduce que es el profeta esperado, semejante a Moisés, que alimentó al pueblo en el desierto. A primera vista, extraña que identifiquen a ese «profeta que iba a venir al mundo» con el futuro rey de Israel. Pero Flavio Josefo habla de profetas que se presentaban en el siglo I con pretensiones regias, mesiánicas.

La intención del pueblo es claramente revolucionaria, nombrar un rey que los gobierne distinto del César romano, un rey que los libere. Pero Jesús no comparte ese punto de vista y huye. «Mi reino no es de este mundo», dirá a Pilato.

Un milagro que continúa en un discurso

            En los Sinópticos, el milagro está cerrado en sí mismo. En Juan, el milagro supone el punto de partida para un largo discurso, que se leerá en los próximos domingos. Es importante recordar este detalle al comentar el texto: se puede subrayar la preocupación de Jesús por la gente, su poder infinitamente superior al de Eliseo, el simbolismo eucarístico, la oposición de Jesús a un mesianismo político… pero hay que dejar claro que el relato es sólo la puerta a un discurso. «Ahora viene lo bueno». El milagro de los panes sirve para presentar a Jesús como el verdadero pan de vida.

Juan, al escribir los discursos de Jesús, los concebía como un desafío para el lector: no se debían entender a la primera, sino tras diversas lecturas y continua reflexión. Por desgracia, la mayoría de los fieles, al menos en España, no está para muchos desafíos en el mes de agosto.

Receta para conseguir la unidad (2ª lectura: Efesios 4,1-6)

El domingo pasado, la carta a los Efesios recordaba que Dios reconcilió a judíos y paganos mediante la muerte de Jesús. Pero esa unidad puede resquebrajarse fácilmente. Nos solo entre los dos pueblos, sino también dentro de las comunidades del mismo origen. La experiencia de veinte siglos lo demuestra. Pablo, desde la cárcel, aconseja las actitudes que ayudan a mantener la unidad: humildad, amabilidad, comprensión, sobrellevarse mutuamente, esforzarse en mantener el vínculo de la paz. Así se llegará a ser un solo cuerpo y un solo espíritu, basados en «un Señor, una fe, un bautismo». Este texto recuerda, con palabras muy distintas, el gran deseo de Jesús en su despedida: «Padre, que todos sean uno, como tú en mí y yo en ti». Y, en relación con el evangelio, nos recuerda que somos uno todos los que comemos el mismo pan.

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Domingo XVII del Tiempo Ordinario. 29 de julio de 2018

Domingo, 29 de julio de 2018
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d-xvii

“Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente dijo a Felipe: -¿Con qué compraremos panes para que coman estos?”

(Jn 6, 1-15)

Estos relatos de las multiplicaciones de los panes tienen un cierto peligro. Nos puede suceder a nosotras como les sucedió a aquellas gentes que comieron hasta saciarse. ¿Qué nos puede ocurrir? Que busquemos a Dios para que nos solucione la vida.

Pero la intención de Jesús es otra. Jesús está interpelando a sus discípulos:  “¿con qué compraremos panes para que coman éstos?”

Es una pregunta incómoda, hasta diría que es del todo molesta. Dan ganas de contestar como lo hizo Caín. Con otra pregunta: ¿soy yo acaso el guardián de mi hermano?

Es incómoda y molesta porque quiere hacernos vivir “levantando los ojos”. Solo cuando levantamos los ojos vemos a las demás personas. Mientras llevamos la mirada baja solo nos vemos a nosotras mismas. Y si la bajamos un poquito más entonces lo que vemos es nuestro ombligo.

La contemplación asidua de nuestro ombligo nos lleva a vivir pensando exclusivamente en nosotras mismas. En “mi” felicidad, “mi” autonomía, “mi” comodidad, “mis” derechos…

Este es el motor de nuestra sociedad de consumo. La sociedad del “bien estar”. Esta sociedad necesita individuos cada vez más centrados en sus propias necesidades, cada vez más recelosos de los demás.

Nuestra vieja Europa es una antigua y virtuosa contemplativa del propio ombligo, y quienes vivimos aquí somos hijas de esta madre. Llevamos en nuestro ADN muchos genes exclusivistas. Toda una información genética que nos hace difícil vivir levantando los ojos.

A fin de cuentas eso de levantar los ojos trae consigo muchos problemas. Si levantamos los ojos vemos a quienes huyen de países en guerra, pero también vemos a quienes huyen del hambre. Al levantar los ojos vemos a un sinfín de personas utilizadas como objetos sexuales. Si vivimos con los ojos levantados vemos a los niños soldado, a los trabajadores explotados… en fin, que al levantar la mirada vemos la injusticia de nuestra propia comodidad. Y entonces se nos complica la vida.

Nos pasa como al bueno de Andrés, que ve que tiene cinco panes y dos peces, “pero ¿qué es eso para tantos?”

No tenemos, todavía, la audacia de Jesús. ¿Quién se atreve a dar las gracias y repartir lo que tiene? Nos da miedo. Miedo a hacer el ridículo y miedo a quedarnos sin lo que teníamos.

Hoy es Santa Marta. Ella también tuvo miedo a quedarse sola sirviendo. Pero el trato con Jesús convirtió su miedo en confianza. “-Sí, Señor, yo creo que tu eres el Mesías, el Hijo de Dios que tenía que venir a este mundo.” (Jn 11, 27)

Oremos

Complícamos la vida, Trinidad Santa, llena nuestros ojos, nuestra mirada con los rostros de todos tus hijas e hijos. Haznos así hermanas y hermanos. Amén.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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La gente solo busca la salvación material.

Domingo, 29 de julio de 2018
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multiplicacion_panesJn 6, 1-15

El domingo pasado nos dejaba el relato evangélico de Mc ante la multiplicación de los panes. En su lugar, la liturgia inserta, a partir de este domingo, todo el c. 6 de Jn. Es el más largo y denso de todos los evangelios, y que nos va a ocupar cinco domingos. En sus 71 versículos, partiendo de la multiplicación de los panes, elabora toda una teología del seguimiento. En el fondo, se trata de un proceso de iniciación catequética, que en la comunidad duraba varios años y que, al final, obligaba a tomar una decisión definitiva: el bautismo.

El evangelio de Jn fue escrito en una comunidad de iniciados para su uso personal. Todos comprenden los signos que en él se emplean. Este evangelio es esotérico. La numerología, la cábala, el tarot, lo impregnan todo. Los 21 capítulos del evangelio se corresponden con cada una de las cartas del tarot. La 6ª (el enamorado) representa un joven en un cruce de caminos, ante dos doncellas. Una, de amarillo y verde, representa la vida sensitiva. Otra, de azul, representa la vida espiritual. El joven tiene que elegir uno de los dos caminos.

Como siempre en Jn, todo son símbolos. El pan es el signo del alimento espiritual. El monte es el lugar donde habita la divinidad. Jesús subió al lugar que le es propio. Sentarse es el símbolo de enseñanza rabínica. Estaba cerca la Pascua” no es un dato cronológico, sino teológico. La gente no sube a Jerusalén, como era su obligación, sino que busca en Jesús la liberación, que el templo no puede darles. Proclamarle Rey es buscar seguridades.

El dinero es lo que había desplazado a Dios del templo. Utilizado por el sistema opresor, es el causante de la injusticia. Comprar pan es obtener un bien necesario para la vida a cambio de dinero, inventado para dominar. El vendedor dispone del alimento; lo cede solo bajo ciertas condiciones dictadas por él. La vida no está al alcance de todos, sino mediatizada por el poder. Jesús no acepta tal estructura, pero quiere saber si sus discípulos la aceptan. Felipe no ve solución. Doscientos denarios era el salario de medio año.

Andrés muestra una solución distinta. Habla de los panes y los peces que descubre como algo de lo que se puede disponer. El muchacho (muchachito, doble diminutivo) representa al insignificante grupo de los discípulos. Los números simbólicos 5+2=7 indican totalidad. Todo se pone a disposición de los demás. Al ser de cebada, pone en relación este episodio con el de Eliseo. Eliseo dio de comer a cien, con veinte panes. Jesús da de comer a cinco mil con cinco. La propuesta de Andrés es la adecuada pero no hay medios suficientes.

Comer recostado era signo de hombres libres. Jesús quiere que todos se sientan personas con su propia responsabilidad. No quiere servidumbres ni dependencias de ninguna clase. Aquí está ya apuntando a la falsa interpretación que van a hacer del signo. El lugar (con artículo determinado) era el modo de designar el templo. Dios no está ya en el templo sino donde está Jesús. La mucha hierba, signo de la abundancia de los tiempos mesiánicos.

Pronunció la acción de gracias (eucaristhsaV=eucaristizó). Este dato tiene mucha miga. Se trata  de conectar la comida con el ámbito de lo divino (los sinópticos hablan de elevar la mirada al cielo). Se reconoce que el alimento es don de Dios a todos; nadie puede apropiárselo para después sacar provecho de su venta. Una vez liberado del acaparamiento egoísta, todos tendrán acceso a ese bien necesario. Su finalidad primera, alimentar, se eleva para convertirlo en signo de Vida. Solo en este nuevo espacio es posible el compartir.

Recoged los pedazos que han sobrado. Lo sobrado, no tiene sentido de resto, desperdicio sino de sobrante, sobreabun­dante. En la Didaché se llama al pan eucarístico “los trozos” (klasma). Deben recogerlos porque la comunidad tiene que continuar la obra de la entrega. Otra gran diferencia con la experiencia del Éxodo. El maná no duraba de un día para otro; lo que Jesús ofrece tiene valor permanente y hay que cuidarlo. Recordemos que en los Hch se llama a la eucaristía “la fracción del pan”. No es pan, sino pan partido.

Llenaron doce canastas. “doce” no hace referencia a los apóstoles sino a las doce tribus de Israel, como símbolo de todo el pueblo que había acompañado a Moisés por el desierto. El profeta que tenía que venir al mundo estaba anunciado en (Dt 18,15). Se trata de un profeta como Moisés que haría los mismos prodigios que él. No reconocen la novedad de Jesús. Siguen creyendo en una salvación venida de fuera, al estilo del A T. Más tarde se establece una clara distinción entre el alimento que les da Jesús y el maná.

El intentar hacerle rey demuestra que no han entendido nada. La multitud queda satisfecha con haber comido. La identificación con Jesús y su mensaje no les interesa. Jesús quiere liberarles; ellos prefieren seguir dependiendo de otro. Jesús les pide generosidad; ellos prefieren recibir gratis. Jesús quiere asociarlos a su obra; ellos quieren descargar en un jefe su responsabilidad. La solución no es un milagro externo, sino el saber compartir todo con todos. La salvación no está en que alguien solucione mi problema sino en superar el egoísmo y estar dispuesto a dar a los demás lo que uno tiene y lo que uno es.

Se retiró a la montaña él solo. Jesús sube a lo alto, mientras los discípulos bajan. Ante la total incomprensión de la gente, Jesús no tiene alternativa, se vuelve al monte (lugar de la divinidad). Completamente solo, como Moisés después que el pueblo traicionó a su Dios, haciéndose un ídolo. Este paralelo con Moisés, muestra la gravedad de lo sucedido. Haciendo de Jesús un Mesías poderoso, repiten la idolatría de los israelitas en el desierto. En ambos casos quieren adorar a Dios, pero bajo la falsa imagen que ellos habían hecho de Él.

El dinero sigue siendo la causa de toda desigualdad. Todo tiene un precio. La gratuidad y el compartir han desaparecido de nuestra sociedad. Seguimos ante la encrucijada pero aún no hemos tomado una decisión. No somos conscientes de que no tomar el camino espiritual, es ya dejarnos llevar por el hedonismo. La búsqueda de placer a cualquier precio es la tónica de nuestra sociedad. En el mejor de los casos, nos empeñamos en ir por dos caminos opuestos al mismo tiempo. La religión como la mayoría la entiende, nos lleva a la esquizofrenia.

Jesús pudo escapar de la pretensión de aquella gente, pero de nosotros, no puede escapar y lo hemos proclamado rey del universo. Cada uno de nosotros debemos examinar los motivos que nos mantienen unidos a Jesús. ¿Por qué somos cristianos? ¿Por qué venimos a misa? Yo os lo voy a decir: Para asegurarnos sus favores aquí abajo y además, garantizar una eternidad dichosa en el cielo. ¡Poco han cambiado las cosas! También nosotros seguimos sin querer saber nada del servicio y la entrega a los demás. El evangelio sigue sin estrenar.

Seguimos poniendo lo espiritual al servicio de lo material. No nos interesa lo que Dios quiere sino nuestro placer. Solo nos interesa que Dios se ponga a nuestro servicio. Si todos los que nos llamamos cristianos empezáramos a compartir, como Jesús nos pide, se produciría la mayor revolución de la historia humana. Si esperamos a compartir cuando hayamos cubierto todas nuestras necesidades, nunca compartiremos nada, porque la técnica del capitalismo hedonista es precisamente aumentar las necesidades a medida que se van satisfaciendo.

Meditación

Jesús no quiere estar por encima de los demás.
Tampoco quiere que la gente se esclavice.
La auténtica salvación no puede venir de fuera.
El horizonte de tu plenitud está dentro de ti.
Lo externo: ni te tiene que atar, ni te puede liberar.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Silencio sonoro.

Domingo, 29 de julio de 2018
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sermon-on-the-mountain“¿Cómo podemos entender bien el silencio exterior? Dios es amigo del silencio. Mira cómo la naturaleza, los árboles, la hierba, crecen en silencio; mira las estrellas, la luna y el sol, cómo se mueven en silencio” (Teresa de Calcuta)

29 de julio. Domingo XVII del TO

Jn 6, 1-15

Jesús se retiró a un monte, y allí se sentó con sus discípulos

Romano Guardini (1885-1968) uno de los teólogos más acreditados del siglo XX, desarrolla en su obra El Señor: meditaciones sobre la persona y la vida de Jesucristo, las siguientes ideas: En el silencio es donde suceden los grandes acontecimientos. No en el tumultuoso derroche del acontecer externo, sino en la augusta claridad de la visión interior, en el sigiloso movimiento de las decisiones, en el sacrificio oculto y en la abnegación, es decir, cuando el corazón, tocado por el amor, convoca la libertad de espíritu para entrar en acción, y su seno es fecundado para dar fruto. Los poderes silenciosos son los auténticamente creativos.

Fray Marcos maneja magistralmente, como buen miembro de la Orden de Predicadores, estos silencios poderosos y fecundos en sus misas dominicales de Parquelagos. Yo he podido contabilizarle al menos cuatro y apuntan a una reflexión profunda -casi una oración- sobre lo que está diciendo o haciendo en la eucaristía. Otros, abundantes, aunque más breves, los hace cuando cree que es necesario que los feligreses interioricemos algo de lo que allí está sucediendo. La oración, dijo en una ocasión, es una conversación, un diálogo con Dios Trino: mientras que en algunos momentos nos dirigimos a Dios, en otros guardamos silencio para escucharle.

Me encanta observar el vuelo de la tórtola europea o el pato canadiense en sus anuales emigraciones. No dejan huellas en el aire, pues caminan tras ellos. Pero me embrujan más las de las aves o animales que dejan sus pisadas en la arena; también las de los seres humanos. Puedo contemplarlas, distinguirlas y disfrutar de la belleza de sus plantas: sublimes momentos de silencio sonoro y de diálogo conmigo mismo, con los restantes seres y con la naturaleza.

Lo dijo poéticamente Teresa de Calcuta, mística y santa, en su discurso el día en que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1979: “¿Cómo podemos entender bien el silencio exterior? Dios es amigo del silencio. Mira cómo la naturaleza, los árboles, la hierba, crecen en silencio; mira las estrellas, la luna y el sol, cómo se mueven en silencio”. Tú sí dejaste profundas huellas marcadas en el camino de tu diario vivir que, justo con las de Jesús, nos están ayudando a encontrar las nuestras.

En cualquier espacio de la naturaleza, en pleno bosque centenario de robles, castaños y abedules, por ejemplo, el arte, la vida de todos los días y la naturaleza en su estado más puro se mezclan en idílicos paisajes, dando lugar a encuentros culturales participativos, abierto a diversas propuestas creativas y al bienestar personal. “Haga un lugar al silencio, a este gran maestro. Dentro de sus actividades, sin interrumpir nada, abra el oído de la mente y, detrás del ruido, en ausencia de meditación, escuche el silencio. Piense en la presencia del silencio, comience a percibir porque el pensamiento es una evocación. Una evocación cuyo mágico significado de este término llama a la manifestación de la causa referida. En el silencio se disuelve el pensamiento, y el ser real reaparece. Cada día contemple en varias ocasiones la corriente de la inmensidad del silencio interior, y así a lo largo de los años podrá establecer y hacer crecer su intimidad con el silencio. El silencio es el espacio que contiene el conocimiento y, llegado a ese punto de sí mismo, el silencio y usted estarán en conocimiento de lo inefable. Debemos aprender a guardar silencio”, escribió el maestro espiritual hinduista indio Ramana Ramarishi (1870-1950).

En Jn 6, 3 se nos dice que “Jesús se retiró a un monte, y allí se sentó con sus discípulos”. Se sentó para compartir con ellos en silencio, para escuchar el viento, para enseñar a nuestras manos a respetar las cosas, para hacernos sabios y comprender los secretos de cada hoja y cada roca, como rezan los indios norteamericanos.

ORACIÓN DE LOS INDIOS SIOUX

Oh gran espíritu, cuya voz oigo en el viento y cuyo respiro da vida a todo el universo. Óyeme, soy pequeño y débil, uno de tus muchos hijos.  Déjame pasear en la belleza y permíteme que mis ojos siempre puedan contemplar el rojo y el púrpura de la puesta de sol. Haz que mis manos respeten las muchas cosas que tus has creado y agudiza mis oídos para oír tu voz. Hazme sabio para comprender todas las lecciones que tu has escondido detrás de cada hoja y de cada roca. Dame fuerza no para ser más fuerte que mi hermano sino para luchar contra mi peor enemigo: yo mismo. Y hazme siempre listo para ir ante ti con las manos limpias y la mirada recta para que cuando la luz se desvanezca como se desvanece la puesta de sol mi espíritu pueda llegar ante ti sin ninguna vergüenza.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¿Comprar?… compartir.

Domingo, 29 de julio de 2018
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jesus-y-ninos1(Jn 6, 1-15)

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte  del mar de Galilea… en este tiempo se acerca a la orilla del mar Mediterráneo.

Lo seguía mucha gente…  buscando el sentido de la vida en forma de sanación física, psíquica, económica y espiritual. También hoy se acerca a la desolación de quienes sólo tienen la herramienta de sus pies en marcha y la voluntad de sobrevivir con dignidad.

Subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. La montaña como lugar de visión en perspectiva y de espacio comunitario. Estaba cerca la Pascua, el paso, gentes en movimiento, de camino.

Levantó los ojos… allí estaban. No hay obstáculos que detengan a quienes huyen de la violencia y del hambre; ni altas montañas que no se atrevan escalar, ni mares que les detengan si se trata de encontrar una vida plena, asumiendo el riesgo de una muerte rápida. Hoy.

¿Recordaste al profeta Eliseo dando las primicias de pan? (2 Reyes 4, 42-44): “Dáselo a la gente y que coman… comerán y sobrará”. Seguramente. Aquel texto lo habrías escuchado muchas veces en la sinagoga. Tus discípulos también, pero no parece que relacionaran el asunto.

“Felipe, ¿con qué compraremos panes para que coman estos? Preguntaste a modo de prueba sabiendo que no se trata de comprar sino de compartir, punto de partida para que haya milagros.

Felipe debió quedar boquiabierto con tu pregunta y para remate, aparece Andrés proponiendo soluciones imposibles sin fe alguna en el proyecto: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero ¿qué es eso para tantos?”.

En los textos de los otros evangelios, sin preámbulo alguno, planteas a tus discípulos el reto: “Dadles vosotros de comer” (Mt 14, 16; Mc 6, 37 y Lc 9,13). Quizás Juan, que te conocía más de cerca, con su amplia mirada contemplativa, intuyó que les estabas poniendo a prueba, más allá de que te dieran ideas para enviar a casa a todo el personal que empezaba a ser un problema de logística.

¡Manos a la obra!, no te queda otra, tu compasión te pone en marcha pensando en el cansancio de aquella masa humana. Lo primero que descansen: “Haced que se recueste la gente”. Por suerte era un lugar mullido, tenía hierba, eso dice Juan.

Cuando alguien llega a una casa, si los de dentro practican la hospitalidad y están atentos, sabiendo que ha hecho un largo camino, ha sudado y no ha comido a sus horas, no piden explicaciones. Ofrecen sitio para descansar y alimento lo más rápido posible.

Jesús toma lo que hay, cinco panes y dos peces, y da gracias porque lo haya. El milagro se vuelve cotidiano: se parte, se reparte, se comparte y, contra todo pronóstico inicial, las sobras se recogen en doce canastos.

Sabías que no iban a entender ni los sentados en la hierba ni los discípulos. Sabías que se transmitiría lo ocurrido como algo mágico y que vendrían a por ti para nombrarte rey y quitarse de problemas.

¡Espera, no te retires todavía a la soledad de la montaña! ¡Vuélvete hacia nosotros con tus pies en la arena bañados por las olas a la orilla del Mediterráneo! ¿No vas a decirnos algo para probarnos?

La brisa del mar es tu aliada: “Dadles vosotros de comer”… y comed juntos, compartiendo el pan que os dejo día a día; es de todos porque lleva la levadura del Amor de Dios a toda la humanidad.

Mari Paz López Santos

Domingo, 29 julio 2018

Fuente Fe Adulta

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La Eucaristía nos ha de llevar a la solidaridad

Domingo, 29 de julio de 2018
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imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. MEMORIA DE LA MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES.

Sea como fuere, el relato -el acontecimiento- de la multiplicación de los panes, quedó muy grabado en la mente y en el corazón de los primeros cristianos. Es uno de los acontecimientos-relatos que lo narran los cuatro evangelistas.

Jesús se preocupa de las necesidades, de las enfermedades, de las marginaciones, en el caso de hoy del hambre de aquella multitud que había acudido a escucharle. La gente, el ser humano necesita comer.

v 5. Estaba cerca la Pascua de los judíos”, No es un dato cronológico, sino teológico. La Pascua de los judíos ni alimenta ni salva. La gente no sube ya a Jerusalén, como era su obligación, sino que busca en Jesús la liberación que ni el templo ni la religión pueden dar.

Necesitamos comer en el sentido más amplio de la palabra: pan, cultura, higiene, medicina, fe.

02. LA MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES NO ES MAGIA.

Era evidente que Jesús ni sus discípulos podían comprar pan para toda aquella gente

Jesús lo sabe. Los que tienen dinero no resolverán nunca el problema del hambre en el mundo, porque para resolver el problema del hambre (crisis, tercer mundo, Grecia, etc.) se necesita algo más que dinero: solidaridad y buena voluntad.

Había un muchacho que tenía cinco panes y dos peces. Pero el muchacho no se los queda para él: los reparte.

v 8 Andrés una solución distinta a la del comprar. Habla de los panes y los peces que descubre, como algo de lo que se puede disponer. El muchacho (un chaval débil) representa al insignificante grupo de los discípulos.

El hambre, la crisis, el tercer mundo se resuelve cuando nadie acapara lo suyo habiendo otros que pasan hambre.

La Iglesia y la humanidad habremos de aprender a poner a disposición de los hambrientos lo que tengamos, aunque sólo sea “cinco panes de cebada y un par de peces”.

5 panes y dos peces: 5+2: 7. Siete es número de plenitud. Hay alimento de sobra para todos.

Llama la atención en el papa Francisco esta preocupación por “multiplicar los panes”. En el fondo es lo que ha hecho en sus viajes, aunque no faltan quienes también le han criticado por la defensa de los pueblos débiles y oprimidos.

Es muy difícil enseñar a compartir cuando únicamente sabemos comprar con ansiedad. Los criterios hondamente insolidarios, que rigen nuestras sociedades difícilmente resolverán el problema del hambre.

El milagro de la multiplicación de los panes consiste en liberarnos de nuestra indiferencia ante quienes mueren de miseria y hambre.

Cuando somos solidarios, hay pana para todos, incluso sobra. Llenaron doce canastas, que hacen referencia a las doce tribus de Israel, es decir: todo el pueblo.


03. v 10 JESÚS MANDÓ QUE SE SENTARAN (RECOSTARAN) TODOS.

orcx_maizasdadComer recostado era signo de personas libres. La solidaridad crea personas solidarias y libres. La Eucaristía -cuando es tal- crea fraternidad. El cristianismo no crea “clases sociales”, estamentos, no quiere servidumbres ni dependencias de ninguna clase. Todos vosotros sois hermanos, (Mt 23,8).

04. MULTIPLICAR LOS PANES ES EUCARISTÍA.

Hoy hemos comenzado a leer el cp. 6º de san Juan, que seguiremos leyendo durante un mes, más o menos. Es un largo texto que nos habla de la multiplicación de los panes, después pasa al pan de vida: Yo soy el pan de vida. Nos habla de la Eucaristía:

Jesús Dijo la acción de gracias. Eucaristhesas: “habiendo dado gracias”. Este dato tiene mucha miga. Se trata de conectar la comida y la solidaridad con el ámbito del Señor. Es la Eucaristía. Una vez liberado del acaparamiento egoísta, todos tendrán acceso a ese bien necesario

Es la Eucaristía, (que vamos a continuar celebrando)

Baste por hoy terminar con que: la solidaridad, multiplicar los panes es Eucaristía y la Eucaristía nos ha de llevar a la solidaridad.

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Reflexión del Jueves Santo. 13 de Abril, 2017

Jueves, 13 de abril de 2017
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jueves-santo

Algunas ideas  para centrar estos días que comenzamos a vivir.

Muchas veces nos acercamos a las celebraciones litúrgicas  casi por costumbre o con la esperanza de que se nos conmueva el corazón con algunas de las cosas que vemos, escuchamos,…

No está de más saber un poquito sobre lo que significan estos días, y, en este caso, lo que expresa esta fiesta de jueves santo.

La Semana santa no existió siempre, qué va.  Durante algún tiempo se celebró la Pascua solo durante un día. Andando el tiempo se va viendo la necesidad de celebrar también el viernes y el sábado. Así nos encontramos con el triduo Pascual.

El viernes recordamos con intensidad la pasión y muerte del Maestro. En la celebración encontramos puntos importantes como son la lectura de la Palabra de Dios, principalmente el relato evangélico de la Pasión, la adoración de la Cruz,  expresión máxima del Amor de Jesús por la humanidad , y la comunión. Este día no hay consagración, se comulga con el pan reservado del jueves santo.

El sábado santo es un día “alitúrgico”, es decir, no hay sacramentos, solo tenemos la liturgia de las horas (laudes, vísperas, etc.). Es un día de silencio, de espera, tenemos la Palabra de Dios y la promesa de la resurrección.

El sábado termina con la gran fiesta de la Vigilia Pascual, la gran noche de vela festiva que nos recuerda a aquella primera noche de vela de María de Magdala, cuando, al amanecer vivió el encuentro transformador con el Resucitado.

En esta celebración toman protagonismo la Luz, la Palabra de Dios, el Agua y el Pan y el Vino. En nuestro monasterio procuramos “tirar la casa por la ventana” y vivimos una celebración larga, con mucho símbolo, movimiento, música, pequeñajos que a ratos corretean y a ratos se duermen,  silencio, hondura, fe y compromiso. La noche se prolonga tras la liturgia con otra liturgia en torno a un chocolate.

¿Y el jueves? El jueves se introdujo como preparación al Triduo pascual. Siempre hay una preparación previa para la vivencia de los grandes acontecimientos que marcan nuestra fe.

El jueves se celebra tradicionalmente el día del Amor fraterno y el día de la Institución de la Eucaristía. Las empresas comerciales quizás no lo saben aún y por eso no ha hecho campaña para vender quién sabe qué.

En la celebración de esta tarde, adquiere una intensidad importante el evangelio del día. Juan nos narra no la eucaristía, como podría esperarse sino el lavatorio de los pies. ¿Por qué? Quizás para cuando Juan escribe este texto la celebración de la eucaristía en las casa ya había empezado a desvirtuarse con los abusos que se derivan de la rutina, los conflictos por las jerarquías, etc. Juan quiere unir el gesto de la fracción del pan y del vino compartido (que es narrado por los otros evangelistas) con el gesto del lavatorio de los pies.

Jesús no es un Maestro sentado en una cátedra, en un púlpito, o en una sede, no, es un Hermano que se inclina ante los pies sucios de sus amigos y amigas para lavárselos, realizando un servicio propio de siervos y mujeres. Quizás la idea se la dio su amiga María de Betania, la hermana de Marta y Lázaro, cuando días antes, en una cena, María había derramado un perfume carísimo sobre los pies del Jesús  secándoselos con su cabello posteriormente.

¿Qué sentiría el galileo en esos momentos? Jesús reconoce en ese gesto de la mujer una profecía, un anuncio, y él lo perpetuará después en esa cena con discípulos (y, probablemente, con más gente).

Es  fácil lo que podemos deducir de la unión entre el gesto del pan/vino y el lavatorio.  Es fácil y… complicado. Tan complicado que a lo largo del tiempo el gesto ministerial (de servicio) del lavatorio ha quedado relegado a un simbolismo en un día del año.

A lo largo de la historia nos encontramos con épocas en las que se celebraba una comida fraterna los domingos, épocas en las que ya no era una comida fraterna  sino un encuentro más ritualizado, incluso épocas en las que ya ni tan siquiera se comulgaba (de ahí viene el gesto del sacerdote de elevar la hostia, cuando a los fieles se les prohibía comulgar y entonces hacían algo así como una “comunión ocular” con el pan consagrado), y más historias.

Jesús, en esa cena parte un par y vierte un vino. Jesús reparte, no ya su cuerpo y su sangre, sino su propia vida. “Haced esto”. Y esto es las dos cosas lavar los pies y entregar la vida. Las dos cosas que son una sola. “Haced esto” es un imperativo, tan imperativo como el “hágase”, que también lo es.

La última cena, es el tiempo de un Jesús “des-trozado”, hecho trozos, como el pan. De un Jesús inclinado, abajado, siervo como uno de tantos.

El misterio de la eucaristía no es solo la transformación del pan y el vino en el cuerpo y la sangre del Señor. Eso sería casi fácil, ya que es el Espíritu quien lo realiza. Lo complicado es que nos hagamos cuerpo y sangre del mismo Cristo, y que también nos des-trocemos y nos vertamos. Y eso sí que es misterio, y gracia, y promesa y deseo del Padre.

Para la reflexión:

¿Es la eucaristía para mí un momento de profunda elevación espiritual y… poco más?

¿Me hago, mejor, soy eucaristía?  Es decir, ¿lavo los pies, me parto y me derramo por los demás?

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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13.4.17. Todo el año es Jueves Santo. La próxima copa en Jerusalén

Jueves, 13 de abril de 2017
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maria_comunidaddiscipulos-maximino-cerezoDel blog de Xabier Pikaza:

Este jueves celebra la Iglesia la cena de despedida de Jesús, vinculada a la eucaristía y al amor fraterno.

Se trata de una cena enigmática y luminosa, cena de la traición y de la gran invitación de Jesús, que se despide de los suyos prometiéndoles que la próxima copa la beberá con ellos en el Reino de los Cielos.

Éstos son los aspectos que voy a desarrollar este Jueves central de la Semana de Jesús. Tiene esta fiera otros aspectos importantes:

— la Eucaristía en sí misma, el don de Dios, hecho pan y vino compartido, la fiesta de la vida;

— el lavatorio de pies, no hay amor sin servicio mutuo, sin acogida a los distintos, extraños, extranjeros;

— el mandato del amor fraterno; es el mandamiento originario de Dios, que Jesús presenta como mandamiento nuevo, experiencia de amistad;

— la invitación a repetir sus gestos los gestos de Jesús; la liturgia cristiana es una re-presentación, una renovación del camino de Cristo, como puse ayer de relieve, en la postal sobre el Retablo de Salamanca

— la “fundación” del ministerio universal de la Iglesia, un ministerio de todos los cristianos

Cada uno de esos rasgos nos podría servir de meditación, en la línea de la historia de Jesús y de la Iglesia cristiana, pero hoy quiero destacar la despedida de Jesús y su invitación al Reino de Dios, con la próxima copa en la Jerusalén del Reino.

17796521_769258236584704_4617916635520584497_nPara la Iglesia de Jesús, todo el año es Jueves Santo, día del amor fraterno… y todos los cristianos son testigos y ministros de ese amor originario y final de Jesús , mientras preparamos esperamos la Gloriosa Venida de su Reino, la Nueva Jerusalén.

En la imagen 1 (de M. Cerezo), todos son celebrantes y ministros de la Eucaristía, igual hombres que mujeres, sobre todo, las mujeres (una de ellas parece estar presidiendo…, aunque quien preside es el mismo Amor de Dios, encarnado en Jesús, un Jueves Danto).

Imagen 2. A cien metros del lugar donde vive y trabaja M. Cerezo está la imagen de la Última Cena del Retablo de la Catedral Vieja de Salamanca. De las 53 tablas del “re-tablo” he tratado estos días. Aquí presento en formato pequeño la de la Eucaristía, de mediados del siglo XV.

Buen día de Jueves Santo a todos, amigos cercanos, conocidos, todos, en la Iglesia de Jesús y fuera de la Iglesia, pues todos este día estamos invitados a la copa del amor, sabiendo que la próxima será en Jerusalén.

1. CENA DE DESPEDIDA Y RUPTURA.

Los exegetas han querido y quieren saber si la Última Cena fue o no Cena de Pascua judía. No lo sabemos. Lo que sabemos es que fue cena de despedida de Jesús y de traición de los discípulos.

1. Deseo de los Doce: que sea Pascua.

Significativamente, la celebración de la Cena de Pascua es una propuesta de los Doce (cf. Mc 14, 12. 17), que quieren sacrificar el cordero, al modo judío, es decir, formando con Jesús una comunidad limpia, de puros observantes varones (que, según Marcos) no han entendido la novedad mesiánica.

Ellos, los Doce (representantes de la esperanza nacional israelita), proponen a Jesús la celebración de la cena pascual y Jesús acepta, pero no para aclamar con ellos la gloria de la identidad ritual, de los judíos puros, sino para mostrarles, en el mismo centro de su comida, que ellos van a rechazarle (cf. Mc 14, 18-21.27-31), mostrando así que la pascua “pura” (de limpios cumplidores nacionales) ha perdido el sentido, dentro de su movimiento de Jesús. Sólo superando ese nivel de pascua (vinculado a la negación de los discípulos) podrá entenderse la afirmación de Jesús, que, a pesar de eso, abriendo un espacio nuevo de esperanzas, les invita al nuevo vino del Reino (cf. Mc 14, 25).

2. El gran contraste: Traición de los discípulos.

El evangelio de Marcos quiere mostrar la novedad de Jesús frente a las instituciones anteriores y por eso presenta esta “cena de pascua”, que los discípulos proponen a Jesús, como momento de traición y negaciones, en el que culmina y pierde su sentido el mesianismo oficial y la función intra-judía de aquellos Doce (a quienes Jesús había elegido para “ser-con-él” y proclamar el reino; cf. Mc 3, 13-19). Por eso, la misma cena de afirmación de Jesús (que mantiene y culmina su propuesta de Reino, como veremos en el apartado siguiente) viene a presentarse como reunión de ruptura mesiánica y entrega de sus discípulos. Así lo recuerda de forma dramática el texto de Pablo, el más antiguo de todos los que conservamos sobre el tema: “El Señor Jesús, en la noche en que fue entregado…” (1 Cor 15, 23).

Allí donde sus discípulos le entregan y venden, Jesús les regala su vida (eucaristía). En la misma cena de pascua que ellos quieren ofrecerle (o compartir con él en Jerusalén) los Doce en cuanto tales (discípulos varones/oficiales) rechazan a Jesús, se desmarcan de su movimiento.

3. Ruptura del movimiento de Jesús.

Los discípulos no han sido un elemento secundario, sino parte esencial de su mensaje y camino. Ellos están vinculados de un modo esencial al proyecto de Jesús y así los hemos ido viendo, a lo largo de este libro (especialmente desde cap. 16). Pues bien, ahora descubrimos que son un “proyecto fracasado”. Jesús les invita al Reino (¡la próxima copa…! Mc 14, 25) y ellos le abandonan.

Jesús les entrega su “cuerpo” (Mc 14, 22-24) y ellos le entregan a él para la muerte. En el fondo de estos signos de contraste hay un recuerdo histórico: la unidad de la trama mesiánica de Jesús, vinculada a los Doce, se ha roto precisamente en la reunión de despedida (donde Jesús quería ratificarla). Por eso, su movimiento continuará, pero de otra manera, porque él les seguirá esperando en Galilea (Mc 14, 28; 16, 7-8), para empezar otra vez desde su entrega personal (su muerte) y no en la pascua nacional judía que sus discípulos buscaban (pues ellos mismos le entregan a la muerte, le traicionan). En esa línea, la Iglesia posterior recordará que la historia de Jesús empezó otra vez a partir de unas mujeres, que permanecerán con él ante la Cruz (cf. Mc 14, 40-41 par).

Esa entrega/negación de los discípulos, que rechazan a Jesús en la misma Cena que él les ofrece, tiene en los textos del evangelio tanta importancia como la institución eucarística. En sentido redaccional (y teológico e incluso histórico) la Cena de Judas, de Pedro y los Doce culmina en la huída de Getsemaní (Mc 14, 50 par) y en las negaciones finales de Pedo (Mc 14, 66-72 par).

4. Las mujeres.

En el contexto anterior ha de entenderse la presencia y/o ausencia de las mujeres. Si aparecen con Jesús en la cruz (el día siguiente), es lógico que hayan estado la víspera a su mesa. Éste es un tema importante para algunos teólogos, porque de la presencia o ausencia histórica de las mujeres en la cena de la institución (de la que hablaremos después) deducen la posibilidad de que ellas puedan ser o no ser “ordenadas”.

Para el evangelio, el problema no está en que esas mujeres hayan estado o no en la Cena (¡puede suponerse que sí!), sino en que los varones oficiales (podríamos decir, los “ordenados”, que serían los Doce) han rechazado la pretendida ordenación, negando a Jesús y abandonándoles la muerte, de manera que la nueva historia mesiánica empezará de otra manera, desde las mujeres.

Pienso que ellas “tuvieron que estar” en la cena, pero no como los Doce, pues en todo el relato esos Doce aparecen como aquellos que van a entregar y negar a Jesús, mientras él les invita a culminar su obra (cf. Mc 14, 17-21. 25-31 par).

5. Jesús mantuvo hasta el final su proyecto,

incluso en contra de los suyos, y los suyos le abandonaron, no por simple miedo (¡cosa que sería muy respetable!), sino porque tenían otros propósitos de reino, en la línea tradicional del mesianismo nacional judío. Parece que cenaron con él, pero tuvieron que “discutir” y enfrentarse y, al final, se fueron (al final de la Cena o en Getsemaní). Ni Jesús, enviado mesiánico, pudo evitar la ruptura. Él les invitó a su Reino, de la manera más honda posible (como veremos en el próximo apartado): Leer más…

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Soy pan que me parto y me reparto. Soy Vida que me derramo para todos.

Jueves, 13 de abril de 2017
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servicio3Jn 13, 1-15

La liturgia de este día se centra en el recuerdo de la cena: el lavatorio de los pies y las palabras y gestos que dieron lugar a la eucaristía. Ni los evangelistas, ni los exégetas se ponen de acuerdo si fue o no fue una cena pascual. No tiene mayor importancia, porque para nosotros lo esencial está en lo que va más allá del rito judío de la cena pascual. Esta Pascua no es ya la pascua de los judíos. Es curioso que los tres evangelistas que narran la institución de la eucaristía, no hablen del lavatorio de los pies, y Juan que narra el lavatorio de los pies, no dice nada de la institución de la eucaristía.

Tampoco sabemos el sentido exacto que quiso dar Jesús a aquellos gestos y palabras. La protesta de Pedro deja claro que, en aquel momento, los discípulos no entendieron nada.

Sin embargo, el recuerdo de lo que Jesús hizo en la última cena se convirtió muy pronto en el sacramento de nuestra fe. Y no sin razón, porque en esos gestos, en esas palabras está encerrado lo que fue Jesús durante su vida y todo lo que tenemos que llegar a ser nosotros como cristianos. Por eso, la liturgia de hoy es de las más densas de todo el año.

Debemos tomar conciencia de la importancia de lo que celebramos, como la toma el evangelista Jn cuando ha hecho esa grandiosa obertura: “Consciente Jesús de que había llegado su “hora”, la de pasar de este mundo al Padre, él que había amado a los suyos que estaban en el mundo, les demostró su amor en el más alto grado. Pero no es menos sorprendente el final del relato: “¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis el “Maestro” y el “Señor”; y decís bien, porque lo soy. Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, sabed que también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”.

Comenzamos por el lavatorio de los pies. No porque sea más importante que la eucaristía, sino porque espero que esta reflexión nos ayude a comprenderla mejor. En ese gesto, Cristo está tan presente como en la celebración de la eucaristía. Lavar los pies era un servicio que solo hacían los esclavos. Jesús quiere manifestar que él está entre ellos como el que sirve, no como señor. Lo importante no es el hecho físico, sino el simbolismo que encierra. La plenitud de Jesús como ser humano, está en el servir a los demás. Fijaos que ese profundo simbolismo es lo que se quiere manifestar en el evangelio de Juan.

El más espiritual y místico de los evangelistas, el que más profundiza en el mensaje de Jesús, ni siquiera menciona la institución de la eucaristía. Sospecho que la eucaristía se había convertido ya en un rito mágico y formal, vacío de contenido, y Juan quiso recuperar para la última cena el carácter de recuerdo de Jesús como don, como entrega. Jesús denuncia la falsedad de la grandeza humana que se apoya en el poder o en el dominio de los demás, y proclama que la verdadera plenitud humana está en parecerse a Dios, que se da siempre y a todos sin condiciones ni reservas.

Poco después del texto que hemos leído, dice Jesús: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado”. Esta es la explicación definitiva que da Jesús a lo que acaba de hacer. Para el que quiere seguir a Jesús, todo queda reducido a esto: ¡Amaos! No dijo que debíamos amar a Dios, ni siquiera que debíamos amarle a él. Tenemos que amar a los demás, eso sí, como Dios ama, como Jesús amó. Una eucaristía celebrada como una devoción más, que comienza y termina en la iglesia, no es la eucaristía que celebró Jesús. Debemos hacer un verdadero esfuerzo por superar la tentación de seguir oyendo misa y comprometernos en la celebración de la eucaristía.

En este relato del lavatorio de los pies, no se dice nada que no se diga en el relato del pan partido y del vino derramado; pero en la eucaristía corremos el riesgo de quedarnos en una visión espiritualista y abstracta que no afecta a mi vida concreta. La presencia real de Cristo en el pan y en el vino, entendida de una manera estática y física, nos ha impedido durante siglos, descubrir el aspecto vivencial del sacramento y dejarnos al margen de la verdadera intención de Jesús al compartir esos gestos con sus discípulos.

Tenemos que hacer un esfuerzo por descubrir el verdadero signifi­cado de la eucaristía a la luz del lavatorio de los pies. Jesús toma un pan y mientras lo parte y lo reparte les dice: esto soy yo. Recordemos que “cuerpo” en la antropología judía del tiempo de Jesús, quería decir persona, no carne. Como si dijera: meteos bien en la cabeza que yo estoy aquí para partirme, para dejarme comer, para dejarme masticar, para dejarme asimilar, para desaparecer dando mi propio ser a los demás. Yo soy sangre (vida) que se derrama por todos, es decir, que da Vida a todos, que saca de la tristeza y de la muerte a todo el que me bebe. Eso soy yo. Eso tenéis que ser vosotros.

Por haber insistido exclusivamente en la presencia real de Cristo en la eucaristía, nos acercamos al sacramento como a una realidad misteriosa, pero que no tiene valor de persuasión, no me lleva a ningún compromiso con los demás. La presencia real, por el contrario, debía potenciar el verdadero significado del gesto. Nos debía de recordar en todo momento lo que Jesús fue y lo que nosotros, como cristianos, debemos ser. El haber cambiado este sentido dinámico por una adoración, ha empobrecido el sacramento hasta convertirlo en algo aséptico, que nada me exige y nada me motiva.

Lo que Jesús quiso decirnos en estos gestos es que él era un ser para los demás, que el objetivo de su existencia era darse; que había venido no para que le sirvieran, sino para servir, manifestando de esta manera que su meta, su fin, su plenitud humana solo la alcanzaría cuando llegara a la donación total en la muerte asumida y aceptada. Solo un Jesús des-trozado puede ser asimilado e integrado en nuestro propio ser. Descubrir que destrozarnos para que nos puedan comer, es también la meta para nosotros, es el primer objetivo de un seguidor de Jesús. Pero de esto hablaremos mañana, Viernes Santo.

Juan no menciona la eucaristía en el relato de la última cena, pero no se olvidó de un sacramento que tuvo tanta importancia para la primera comunidad. En el c. 6 de su evangelio, encontramos la explicación de lo que es la eucaristía. “Yo soy el pan de Vida”; y a continuación: “Quien viene a mí, nunca pasará hambre; el que me presta su adhesión, nunca pasará sed”. Está muy claro que comer materialmente el pan y beber literalmente la sangre, no es más que un signo (sacramento) de la adhesión a Jesús, que es lo importante. Se trata de identificarse con su manera de ser hombre al servicio a los demás hasta deshacerse por ellos. El mayor peligro que tenemos hoy los cristianos es acercarnos al sacramento como medio de unirnos a Dios, olvidándonos de los hombres.

En el mismo c. 6, dice un poco más adelante: “El Padre que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me “come” vivirá por mí”. No hay en todo el NT una explicación más profunda de lo que significa este sacramento. Jesús tiene la misma Vida de Dios, y todo el que le siga tendrá también esa misma Vida, la definitiva, la trascendente, la que no se verá alterada por la muerte biológica. Para hacer nuestra esa Vida, tenemos que aceptar la “muerte”, no la física, aunque también, sino la muerte a todo lo que hay en nosotros de caduco, de terreno, de transitorio, de individualismo, de egoísmo. Sin esa muerte, nunca podrá haber Vida. No se trata renunciar a nada, sino de conseguirlo todo. Todo lo que no es esa Vida, antes o después, se desvanecerá.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Carmen Soto: Lavaos los pies unas/os a otras/os.

Jueves, 13 de abril de 2017
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SNM128510 Jesus Washing the Feet of his Disciples, 1898 (oil and grisaille on paper) by Edelfelt, Albert Gustaf Aristides (1854-1905) chalk and grisaille on paper 58x47 © Nationalmuseum, Stockholm, Sweden Finnish, out of copyright El evangelio según Juan, es quizá uno de los textos más densos del Nuevo Testamento por su modo de ahondar en la figura de Jesús y su capacidad simbólica. En el relato en el que Jesús lava los pies a sus discípulos esta hondura adquiere un tono muy especial, no solo porque se realiza en los últimos momentos de la vida de Jesús, sino porque expresa una de las claves más radicales de su propuesta.

Jesús sabe que los líderes religiosos y políticos de su pueblo quieren matarlo y ha decidido que su modo de afrontar la persecución no va a ser huir, pero tampoco un enfrentamiento violento. En su respuesta quiere reflejar el perdón y la misericordia del ABBA que sostiene su vida. Su entrega no será un mero acto heroico, sino el testimonio del modo de afrontar el mal y la injusticia desde los valores el Reino, desde el sueño de Dios.

El relato de Juan, presenta a Jesús, como el anfitrión de una cena a la que ha invitado a sus amigos y amigas antes de la fiesta de la Pascua y los sorprende con un gesto que en su sociedad nunca haría una persona honorable: les lava los pies. Lavar los pies era un gesto de hospitalidad en las sociedades del mundo antiguo hacia quien llegaba a una casa de visita. Generalmente los desplazamientos se realizaban andando o en cabalgaduras y la mayor parte de las veces por caminos polvorientos, por lo que los pies de los/as visitantes llegaban sucios y cansados y por eso lavar los pies a los/as recién llegados/as era un modo de hacerlos/as sentir cómodos/as y acogidos/as en la casa a la que llegaban. Ese trabajo lo realizaban siempre las personas de menor estatus entre los habitantes de la casa, generalmente los esclavos o las mujeres.

Pedro, desde los valores aprendidos, se escandaliza de que el maestro tuviese la osadía de ponerse de rodillas ante sus discípulos/as y aparecer como un esclavo. Para él lo honesto es negarse a dejarse lavar los pies porque sería vergonzoso y una falta de respeto aceptarlo. Jesús insiste, poniéndolo en una situación comprometida: o acepta o deja de ser su seguidor. La respuesta de Pedro es rápida y decidida, aunque exagerada. Jesús lo invita a la moderación en las formas, pero a la hondura en la fe y en el compromiso: “Quien se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, pues el resto está limpio” (Jn 13,10).

Con un gesto aparentemente insignificante Jesús rompe las fronteras que los seres humanos construimos para diferenciarnos, para mostrarnos superiores. Lavando los pies a sus amigos los invita a entrar en un espacio nuevo, para construir relaciones diferentes, en las que desaparecen las barreras de género, estatus, poder, religión y se construye desde el respeto, el encuentro y la equidad.

De este modo, Juan, recuerda a su comunidad que la actitud más importante para seguir a Jesús es el servicio; pero no cualquier servicio, sino el que no da prestigio, ni honorabilidad, y el realizarlo, suponía igualarse con la gente más pobre e insignificante. Ver a Jesús lavando los pies a sus compañeros y compañeras de mesa, sonaba a subversivo, aun para los y las que le habían seguido. Escucharlo preguntándoles si entendían el gesto que acababa de realizar desafiaba lo aprendido, urgía a construir la comunidad desde otros criterios, desde otra mirada, desde otro lugar.

Lavar los pies es hacer memoria de la vida y misión de Jesús, es dejarse seducir por lo pequeño de la historia, por la debilidad del amor, por la grandeza del perdón, por la hondura de la gratuidad como la de aquella mujer anónima que derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús reconociéndolo como mesías (Mc 14, 1-9) y de la que el mismo Jesús dijo: Os aseguro que en cualquier parte del mundo donde se proclame la Buena Noticia, se mencionará también lo que ella ha hecho. (Mc 14,9).

Un nuevo jueves santo más, pongámonos a los pies del mundo, apostemos por vivir de otra manera, hagamos del amor el origen de todas nuestras acciones y del servicio el modo de mirar el mundo y así, seremos como la mujer del perfume, memoria de la Buena Noticia de Jesús que aquella noche se puso de rodillas para lavar los pies a sus compañeros/as de mesa.

Carmen Soto, ssj

Fuente Fe Adulta

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Tratémonos como hermanos.

Jueves, 13 de abril de 2017
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el-abrazo-1976-juan-genoves-custom2Hermanos, hoy recordamos la cena de Jesús con sus discípulos. Jesús sabe que su “hora” ha llegado, que es el momento de “pasar de este mundo al Padre”. Y mientras cenaba, se levanta y se pone a lavar los pies a sus discípulos. Su amor por los suyos le lleva al servicio. Oremos.

Jesús, que nos tratemos como hermanos

• Padre, que nuestra Iglesia tome conciencia de lo que es su primera misión y su razón de ser: servir siempre hasta la entrega de la propia vida. Y servir con sencillez, sin valerse de su condición y de su misión para ponerse por encima de los demás.

Jesús, que nos tratemos como hermanos

• Padre, que todos los seguidores de Jesús, seamos capaces de captar la hondura de la propuesta que hoy nos hace y con valentía optemos por una vida que se gaste sirviendo a los más desfavorecidos.

Jesús, que nos tratemos como hermanos

• Padre, sacúdenos de nuestros acomodamientos, cambia nuestra mirada para que sepamos ver y responder a tantas necesidades como se viven en nuestros entornos.

Jesús, que nos tratemos como hermanos

• Padre, que todos los hombres y mujeres que viven en situaciones exclavizantes encuentren cómo salir de esos contextos y así conocer que otra vida más digna, justa y humana es posible.

Jesús, que nos tratemos como hermanos

Padre bueno, en este día del amor fraterno, te damos las gracias por el amor con que en tu hijo nos has amado, que su entrega aliente nuestra vida y su ser servicio nuestro modo de vida. Te damos las gracias porque en Jesús te reconocemos como Padre que nos quieres y sostienes.

Vicky Irigaray

Fuente Fe Adulta

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“Nuestro gran pecado”. 17 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,1-15)

Domingo, 26 de julio de 2015
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17-852853El episodio de la multiplicación de los panes gozó de gran popularidad entre los seguidores de Jesús. Todos los evangelistas lo recuerdan. Seguramente, les conmovía pensar que aquel hombre de Dios se había preocupado de alimentar a una muchedumbre que se había quedado sin lo necesario para comer.

Según la versión de Juan, el primero que piensa en el hambre de aquel gentío que ha acudido a escucharlo es Jesús. Esta gente necesita comer; hay que hacer algo por ellos. Así era Jesús. Vivía pensando en las necesidades básicas del ser humano.

Felipe le hace ver que no tienen dinero. Entre los discípulos, todos son pobres: no pueden comprar pan para tantos. Jesús lo sabe. Los que tienen dinero no resolverán nunca el problema del hambre en el mundo. Se necesita algo más que dinero.

Jesús les va a ayudar a vislumbrar un camino diferente. Antes que nada, es necesario que nadie acapare lo suyo para sí mismo si hay otros que pasan hambre. Sus discípulos tendrán que aprender a poner a disposición de los hambrientos lo que tengan, aunque solo sea «cinco panes de cebada y un par de peces».

La actitud de Jesús es la más sencilla y humana que podemos imaginar. Pero, ¿quién nos va enseñar a nosotros a compartir, si solo sabemos comprar? ¿Quién nos va a liberar de nuestra indiferencia ante los que mueren de hambre? ¿Hay algo que nos pueda hacer más humanos? ¿Se producirá algún día ese «milagro» de la solidaridad real entre todos?

Jesús piensa en Dios. No es posible creer en él como Padre de todos, y vivir dejando que sus hijos e hijas mueran de hambre. Por eso, toma los alimentos que han recogido en el grupo, «levanta los ojos al cielo y dice la acción de gracias». La Tierra y todo lo que nos alimenta lo hemos recibido de Dios. Es regalo del Padre destinado a todos sus hijos e hijas. Si vivimos privando a otros de lo que necesitan para vivir es que lo hemos olvidado. Es nuestro gran pecado aunque casi nunca lo confesemos.

Al compartir el pan de la eucaristía, los primeros cristianos se sentían alimentados por Cristo resucitado, pero, al mismo tiempo, recordaban el gesto de Jesús y compartían sus bienes con los más necesitados. Se sentían hermanos. No habían olvidado todavía el Espíritu de Jesús.

José Antonio Pagola

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“Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron”. Domingo 26 de julio de 2015. Domingo 17º de tiempo ordinario.

Domingo, 26 de julio de 2015
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42-ordinarioB17 cerezoLeído en Koinonia:

2Reyes 4,42-44: Comerán y sobrará.
Salmo responsorial: 144: Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.
Efesios 4,1-6:Un solo cuerpo, un Señor, una fe, un bautismo.
Juan 6,1-15: Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron.

2Re 4, 42-44

La actividad profética de Eliseo tuvo lugar en el Reino del Norte. Eliseo es un profeta taumaturgo, a través de sus milagros intentó conducir al pueblo a Dios. En la liturgia de hoy se nos presenta la multiplicación de los panes. Aunque parece que no van a alcanzar para tanta gente, al repartirlos alcanza y sobra. La fuerza de este pan es más de orden espiritual: basta un poco de pan compartido con gusto y con alegría, para sentir su fuerza y su energía.

Ef 4, 1-6

Este texto es una exhortación a la unidad. Pablo desde la prisión suplica a los Efesios que vivan de acuerdo con la vocación a la que han sido llamados y se esfuercen por mantener la unidad, ya que han recibido un mismo bautismo. El reconocimiento de la paternidad de Dios nos lleva a reconocer en los demás a nuestros hermanos.

Una intachable conducta de vida corresponde a la vocación que han recibido los que antes eran gentiles. La vida digna del llamamiento a la esperanza se muestra en el hecho de que los miembros de la Iglesia guarden la unidad obrada por el Espíritu en el único cuerpo.

Se habla de la relación con la Iglesia y en la Iglesia como comunión que los abraza. La desintegración de la unidad es señal de desesperanza de los miembros de la Iglesia. Presupuestos internos para la unidad son: tener en más estima a los otros que a sí mismo, saber apreciar los dones que Dios ha dado a los demás, pensar y sentir unánimemente… Todo esto presupone apartarse de todas las formas de ambición. La humildad y la modestia desempeñan un gran papel donde hay amenaza contra la unidad. La mansedumbre, la apacibilidad, la dulzura son comportamientos con el prójimo que alejan toda clase de riñas, evitan la acritud y el sentimiento de superioridad. La paciencia es un rasgo esencial del amor, hace posible y salvaguarda la unidad de la paz.

El llamamiento que se hace a los que antes eran gentiles es un llamamiento hacia los otros, a respetar el espacio interno y externo, a permitirles que sean ellos mismos y a poderles apreciar en el amor. El Espíritu es el poder que crea y conserva la unidad y esta unidad es la que hay que guardar.

Jn 6, 1-15

Mucha gente acudía a escuchar a Jesús. A veces venían de lejos, y era lógico que vinieran preparados para pasar unos días. Venían atraídos por la fama de los milagros y señales que realizaba. Jesús aprovecha el momento para dar una lección a sus oyentes. Comienza preguntándole a Felipe que con qué comprarían panes para dar de comer a la multitud. Felipe le dice que no bastarían doscientos denarios. Andrés le dice que hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero que eso no es nada para tanta gente. Es la misma pregunta que el criado le hace a Eliseo.

Jesús enseña que la dinámica del Reino es el arte de compartir. Quizá todo el dinero del mundo no fuese suficiente para comprar el alimento necesario para los que pasan hambre… El problema no se soluciona comprando, el problema se soluciona compartiendo.

La dinámica del mundo capitalista es precisamente el dinero. Creemos que sin dinero nada se puede hacer y tratamos de convertirlo todo en dinero, no sólo los recursos naturales sino también los recursos humanos y los valores: el amor, la amistad, el servicio, la justicia, la fraternidad, la fe, etc. En el mundo capitalista nada se nos da gratuitamente, todo tiene su precio, todo se tasa y se comercializa. Se nos ha olvidado que la vida acontece por pura gratuidad, por puro don de Dios.

Jesús en esta multiplicación de los panes y de los peces parte de lo que la gente tiene en el momento. El milagro no es tanto la multiplicación del alimento, sino lo que ocurre en el interior de sus oyentes: se sintieron interpelados por la palabra de Jesús y, dejando a un lado el egoísmo, cada cual colocó lo poco que aún le quedaba, y se maravillaron después de que vieron que al alimento se multiplicó y sobró. Comprendieron entonces que si el pueblo pasaba hambre y necesidad, no era tanto por la situación de pobreza, sino por el egoísmo de los hombres y mujeres que conformados con lo que tenían, no les importaba que los demás pasaran necesidad. El gesto de compartir marca profundamente la vida de la primeras comunidades que siguieron a Jesús. Compartir el pan se convierte en un gesto que prolonga y mantiene la vida, un gesto de pascua y de resurrección. Al partir el pan se descubre la presencia nueva del resucitado.

Si somos hijos de un mismo Padre como reconoce Pablo en la lectura que hemos hecho, no se entiende por qué tantos hombres y mujeres viven en extrema pobreza mientras unos cuantos viven en abundancia y no saben qué hacer con lo que tienen. En el mundo actual es mucho el dinero que se invierte en guerra, en viajes extraterrestres, en tratamientos para adelgazar. Los que tienen el capital crean condiciones cada vez más injustas y pretenden hacer más dinero, explotando los recursos que quedan, aunque destruyan todo y acaben con las condiciones de vida sobre la tierra. Ningún ser humano debiera morir de hambre, pues la tierra tiene suficiente para albergarnos a todos. Los cristianos no debemos olvidar el compartir: ésta es la clave para hacer realidad la fraternidad, para reconocernos hijos de un mismo Padre. Cuando se comparte con gusto y con alegría el alimento se multiplica y sobra. La multitud, al ver lo que Jesús ha hecho, intenta llevárselo para proclamarlo rey pero Jesús huye solo a la montaña. Leer más…

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Dom 25. 7. 15. ¿Por qué quisieron hacerle rey? Un cambio de sistema

Domingo, 26 de julio de 2015
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eucaristia+panes+y+pecesDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 17, tiempo ordinario b. Jn 6, 1-15. Traté ayer del hambre en la Biblia. El evangelio de hoy dice que los hambrientos a quienes Jesús dio de comer quisieron hacerle rey. Pero él se escapó al monte, pues hacerse rey como él quería exige unas grandes transformaciones de sistema. Así lo muestra este evangelio en tres actos:

Exposición: Jesús alimenta a muchos, a campo abierto, en un gesto de abundancia. Imaginaos que él viene hoy (2015) y ofrece alimento (liquidez, dinero) sin condiciones de interés, prima de riesgo, ni impuesto a políticos y gentes en general(incluida Grecia). ¿Qué pasaría?

Nudo: Quieren nombrarle Basileus (Cesar/Kaiser). Siga la imagen: Aparece Jesús Rey y van corriendo Merkel y Rajoy, Hollande y Obama (y los 7 sabios de Grecia con Varoufakis y Tsipras), para hacerle rey, resolviendo así sus problemas (Pero ¿irían de verdad o iría sólo el pueblo llano….?).

Desenlace: Jesús escapa.No deja que le agarren y coronen a su “estilo”, ni ellos, ni sus “primos” del FMI o la Troika, sino que corre al monte, pues debe resolver el tema de otra forma… En esa tarea de pensar, preparar y decidir el buen reino de Jesús podemos hallarnos nosotros.

Éste es el argumento de mi postal. El texto base es de Historia de Jesús (VD, Estella 2013). La imagen la tomo de Carlín (https://www.google.es/search?q=viñetas+Carlín&rlz=): un “eclesiástico” interpreta el programa de Francisco o de Jesús… Los “pro-hombres” de la economía reinante le critican (Jesús no reinaría como ellos quieren)… Buen domingo a todos.

Introducción

La liturgia deja unos domingos a Marcos y nos ofrecer unos temas de Jn 6, que empiezan con la multiplicación de los panes. Jesús aparece como “profeta del pan” (alimenta: enseña a compartir, da de comer a los pobres) y muchos de esos “pobres” pretenden “coronarle rey”, para tomar el poder (es decir, para comer sin problemas) y así imponer su dominio sobre el mundo. Al saber que le buscan y le quieren “utilizar” de esa manera, Jesús se retira a la montaña, es decir, no se deja utilizar por políticos y economistas.

Estamos ante un hecho histórico… Jesús ha rechazado un tipo de poder fácil, que proviene del entusiasmo de las masas (¡nunca habría aceptado el poder a partir de una elecciones como las usuales en nuestro tiempo!)… Jesús ha rechazado el poder que se alcanza a través de una de manipulación de masas y que se ejerce como imposición. Ha buscado y promovido una transformación más honda de las personas y de las relaciones sociales.

Pero también es histórico el hecho de que, al final de su vida, Jesús subió a Jerusalén para “anunciar y preparar la llegada del reino de Dios”, haciendo así (de otra manera) lo que querían las masas tras la multiplicación de los paes: ¡Que se hiciera el Rey, que panes y dineros! Jesús subió al fin a Jerusalén, para proclamar y traer el Reino, pero lo hizo “de otra manera”… como saben los que han venido leyendo este blog (y como seguiré diciendo).

Texto. Juan 16, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: “¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?” Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe contestó: “Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.”

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?” Jesús dijo: “Decid a la gente que se siente en el suelo.” Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: “Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.” Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido.

La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: “Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.” Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo (Jn 6, 1-15).

No se dejó hacer Rey, subió al monte

Precisamente para anunciar y proclamar un Reino que no era el que querían sus “supporters”, Jesús no quiso que le coronaran Rey (Manager Universal) en Galilea/Golán/Decápolis… se fue y les dejó con sus panes (él quería otro tipo de pan compartido), con sus problemas de gobierno (que terminaría en el guerra del 67-70, treinta y cinco años después de los sucesos aquí narrados).

Renunció de esa manera a un Reino de Economía monetaria y de la guerra (las riquezas deben defenderse con las armas, con muerte de los pobres), y subió más tarde desarmado a Jerusalén, realizando el gesto supremo de “insumisión” social y militar… en la línea de las bienaventuranzas. En esa línea podemos empezar destacando tres imágenes:

‒ En el principio del camino de Jesús está la exigencia dar de comer a (compartir el pan con) los hambrientos. Antes de toda teoría, de toda ley económica, de todo principio monetario está el hecho del hambre y la necesidad de dar de comer. He visto a más de cuatro “necios” economistas criticar al pobre Francisco diciendo que no sabe economía científica… No sabrá su economía de números y capitales, pero sabe que lo primero es el hombres, y que una “gran” economía que no quita el hambre es mentira, por más científica que quiera ser.

‒ En el centro del camino de Jesús está la tentación de hacerle/hacerse rey, es decir, de aprovechar el poder del pan y convertirlo/convertirse en fuente poder sobre los otros… Éste es el centro del poder del mundo: Los que tienen “mandan” e imponen su voluntad, no los sabios, ni los buenos, ni los solidarios… Ya no se puede decir que “saber (buen saber) es poder”, sino que “tener es poder”. Los ricos mandan, no parece haber más remedio.

‒ Pero Jesús se va al monte, no para armar la guerrilla, sino para meditar en lo humano, para vivir en desprendimiento, para comenzar de nuevo, desde las raíces de la tierra. En la meta está la “huída”. Jesús se va al monte, no para armar una banda de guerrilleros (como es la tradición hispana, desde Viriato hasta al Cura Merino, el Cura Santa Cruz y los carlistas del 1936)… Se va al monte para orar, para ser el mismo.

Un ejercicio de imaginación

Jesús no quiso gobernar como le pedían el pueblo de las multiplicaciones (Jn 6), pues ése el tipo de gobierno que le había ofrecido el diablo panadero de Mt 4, 1-4. Es claro que no quería ese reinado. Pero luego subió a Jerusalén para reinar o, quizá mejor, para llegara del Reino de Dios, anunciando y provocando su venida.

Imaginemos por un momento qué hubiera pasado si los judíos del templo y lo romanos de la guarnición de la Torre Antonia, empezando por Anás y Caifás, y siguiendo por Herodes Antipas y Pilato le hubiera aceptado.

Imaginemos que hubieran convocado una Asamblea Democrática de gentes en situación de perfecta democracia, de participación activa (de escucha y de propuesta argumentativa…). Imaginemos que hubiera realizado un Congreso de Sabios gurúes…. Imaginemos a Jesús como Cristo Rey, sentado sobre el Mercado del Templo de Jerusalén o en el Gran Patio del Pretorio Romano. ¿Qué habría hecho? Sigamos imaginando este domingo, leyendo de nuevo el evangelio de Jn 6. Buen fin de semana a todos.

1. Jesús no habría actuado como Rey sobre los otros

no hubiera tomado el poder administrativo, ni habría recibido una corona de emperador o regente político. Ciertamente, habría actuado como delegado y representante de Dios, pero de un Dios que no necesita “reyes”, de forma que no hubiera actuado como rey, sino como madre-hermano-hermana, es decir, como amigo universal , a fin de que todos fueran entre sí hermanos y amigos (cf. Mc 3, 31-35). Así anunció la llegada de un Reino sin Rey o, mejor dicho, de un Reino donde todos son reyes, siendo simplemente humanos, hijos de Dios, hermanos. Habría creado así lo que llamamos la anthropocracia, el poder creador del hombre-mujer que se descubre amigo y solidario de los hombres.

Nos faltan modelos para imaginar su reinado, que sería el no-reinado particular, fraternidad activa de todos… Nos faltan modelos para imaginar ese “reinado”, y así podemos hablar más fácilmente de relaciones trinitarias (tres personas que se aman) o de “señoras buenas” (como la de Lourdes…), curando a los enfermos… Nos cuesta imaginar ese reinado, pues nuestras categorías mentales y sociales se encuentran marcadas por dinámicas de poder militar, político, sagrado.

Quizá tengamos que acudir al evangelio de Juan, cuando Jesús dice ante Pilato (representante de Tiberio César) que él ha venido a “dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37), una verdad que no sería la de unos sabios platónicos, sino aquella que consiste en reconocer a todos como hermanos, para así compartir tierra, trabajo y comida…

2. El Reino de Jesús se expresaría en unas relaciones de amor directo, gratuito y gozoso, sin violencia armada.

No harían falta instituciones militares de dominio, ni estructuras económicas de poder. En un primer momento, Roma podría haber seguido funcionando con sus medios militares y administrativos, en un nivel externo, pues Jesús no habría promovido un alzamiento armado, ni habría destruido con violencia las redes de dominio imperial, sino que habría suscitado formas de convivencia y colaboración directa y pacífica entre hombres y mujeres, de manera que, poco a poco (o por una mutación rápida), el orden político impositivo de Roma se habría vuelto cada vez menos necesario, debiendo limitarse a organizar el orden exterior (en línea de sistema), mientras los cristianos habrían desplegado con autonomía sus formas de vida alternativa (a no ser que Roma respondiera, imponiendo su violencia de muerte, como supone el Apocalipsis).

En esa línea podemos hablar de una “mutación social” y sistémica de Jesús, que habría transformado a los hombres en amor, no para luchar en contra del Estado, sino para crear relaciones de convivencia amorosa y solidaridad intensa, que transformarían por dentro (sin guerra) las instituciones humanas, en línea no estatal ni de mercado (esto es lo que quiere Francisco 2015, ésto es lo que niegan los poderes fácticos, que están empezando a decir que Francisco ¿Jesús? es el hombre más peligroso de la tierra).

Pero en aquel momento (como hoy, julio 2015) una mutación de ese tipo resultaba muy difícil.

(a) Por un lado, el Estado no parecía dispuesto a “ceder” sus poderes para convertirse en un “sistema administrativo” neutral, alimentado desde el mundo de la vida de los creyentes cristianos, sino que queda en manos del gran poder económico, del pan hecho dictadura de unos sobre otros.

(b) Por otra parte, de un modo lógico, los cristianos se fueron adaptando a la lógica de los poderes establecidos, dejando de ser comunidades auto-gestionadas, para iniciar un camino de constantinismo o pacto con el Estado (del que sólo ahora, en el siglo XXI, estamos saliendo).

Pero Jesús no fue constantiniano (ni tiberiano, ni USAno, ni Troikiano), ni tomó el poder para cambiar cosa ninguna (no tomó el poder político, ni tampoco el religioso). Por eso, los que quieren tomar para defender el evangelio se equivocan de “Cristo”.

3. Poder y tributos, economía mesiánica. Estado y Mercado

Jesús no habría destruido por la fuerza el orden económico del imperio romano, ni habría rechazado de un modo directo los impuestos del César (cf. Mc 12, 17), pues las “cosas” del Reino (de Dios) se realizan de un modo gratuito y por contacto personal, sin necesidad de utilizar los mecanismos actuales del Dinero/Mercado (capital), que tiende a convertirse en ídolo supremo o mamona (Mt 6, 24).

Jesús habría comenzado ocupándose de personas a las que el orden romano deja normalmente a un lado, porque están fuera del campo de intereses del poder (enfermos, mendigos…), para formar a partir de ellas comunidades fraternas, bien pacificadas. Sus itinerantes seguirían actuando como portadores de un poder de sanación que cambiaría la forma de vivir de los sedentarios (ricos), para crear así redes de economía comunitaria, como hicieron en muchos lugares en los tres primeros siglos. En esa línea, el Estado terminaría convirtiéndose de hecho en un gestor neutral de unos medios económicos al servicio de todos.

Pero nuestro Estado es inseparable del Mercado… Tengo la impresión de que ambos se han independizado y se han convertido en poderes supremos, en una especie de “diarquía” (que puso de relieve M. Weber, hablando de la racionalización de la modernidad…):
(a) El Estado-César necesita del Mercado (capital)… como bien estamos viendo (año 2012), con estados pidiendo dinero al mercado…
(b) El Mercado necesita que el Estado (los estados) realicen una serie de funciones sociales y administrativas…

Ambos son como las dos Bestias de A9 13 (o como la Bestia y la Prostituta de Ap 13-18)… o como Leviatan-Behemot del P. Hobbes… Ambos se infra-retro alimentan, creando el gran Poder

En sentido utópico (sigo en la visión), Jesús habría actuado de la siguiente manera (unificando en realidad el Estado, más social, y el Mercado, más económico): (a) Habría convertido el Estado en experiencia-lugar de comunicación personal. (b) Habría convertido el Mercado en lugar de intercambios personales gratuitos.

Pero ni el Estado parecía dispuesto a “ceder” (Pilatos no aceptó más rey que el César)… ni el Mercado (representado allí en el templo, como gran zoco sacro-monetario, al servicio de una religión de poder)… aceptó a Jesús, que vino con el látigo… Estado y Mercado económico-religioso mataron a Jesús… Pero la historia y el reto continúa. Por eso, ahora de nuevo, en este tiempo (2015, año de Tsipras, Merkel y Obama, con Rato y compañía), tras veinte siglos de cristianismo, podemos plantear el tema con radicalidad, situando la economía de Jesús al servicio de la vida (en pura gratuidad, como encuentro de personas), convirtiendo el “sistema” en aquello que siempre debía haber sido: una mediación comunicativa para que todos los hombres y mujeres pudieran compartir de hecho sus bienes y sus vida, de un modo siempre directo y gratuito.

Esta visión del reinado de Jesús implica dos correcciones:

(a) Corrección política. Jesús no tomó el poder, para realizar la gran transformación desde el Poder (como quiso Lenin o Hitler…). No quiso el poder, quiso el “amor creador”, la capacidad de transformar y curar a los hombres y mujeres, en humanidad.
(b) Corrección económica. Por eso, Jesús no necesitó dinero para realizar su obra. No convirtió el dinero en principio de dominación e intercambio reglado desde fuera. Quiso personas… Todos los que utilizan dinero para expandir el evangelio van en contra del evangelio (Jesús lo dice de manera más bonita en un lugar del evangelio: Quien quiera seguirme debe desprenderse ee todo dinero).

4. Jesús no habría aplicado un tipo de justicia legal impositiva,

ni habría apelado a la venganza contra los sacerdotes de Jerusalén o los soldados de Roma. No habría querido luchar externamente contra el templo, pero estaba convencido de que se hallaba en manos de poderes de violencia, de manera que terminaría destruyéndose a sí mismo (cf. Mc 13, 2; 14, 58; 15, 29 par). Tampoco habría luchado contra Roma, pues no quiso actuar en el nivel de la violencia romana (sustituyendo un imperio por otro).

La certeza de que Roma acabará (y con Roma los imperios que se fundan sobre bases de violencia) le permitió alimentar una esperanza de Reino (es decir, de una situación en la que todo estuviera al servicio de la vida), pues tenía la certeza de que los hombres podrían vivir ya (muy pronto) como hijos de Dios, en un plano de amistad, sin apelar a instituciones de violencia. La certeza de que el templo acabaría y de que los hombres y mujeres podrían vincularse muy pronto, en amor, sin necesidad de instituciones sacrales de tipo religioso, le impulsó a subir a Jerusalén Con ese deseo llegó a la ciudad de los sacerdotes, donde los representantes del César le mataron.

5. Jesús reina sin hacerse rey, para que todos seamos reyes y nadie “reine” sobre otro.

Los Via-Crucis normales de la tradición católica tienen catorce estaciones, que terminan con el Santo Entierro, reviviendo así el “fracaso” pascual de Jesús. Pues bien, de esa manera, yo he querido retomar el camino de Reino de Jesús, para que nosotros, los cristianos del año 2012, lo retomemos, anunciando con nuestra vida la llegada del Reino.

Ciertamente, Jesús subió a un monte para que no le hicieran rey (en la línea del mundo antiguo), como sabe el evangelio de Juan (que ayer presentamos). Pero, en otro sentido, el subió a Jerusalén para que reinara Dios, es decir, para que reinaran todos.

El triunfo de su causa no hubiera supuesto una independencia política de Israel o de su movimiento mesiánico, pues el tema de la dependencia o independencia política pertenece al orden “violento” de una realidad vinculada a guerras y pactos en línea de poder (como se mostró en la guerra del 67-70 d. C.). Lo que Jesús propuso y lo que así podemos definir como su “marcha de paz” no fue una sencilla adaptación, en el interior del sistema que había venido operando hasta ese momento, sino un mutación o cambio de nivel, de manera que, desde plano de la Vida, podrían y pueden (deben) cambiarse todas las instituciones del Sistema.

En contra de las estructuras de poder violento que han dominado sobre el mundo, Jesús y sus amigos establecerían (es decir: han de establecer hoy) unos grupos de amistad, esto es, de vida universal, que se extenderían (es decir, deben extenderse) desde Galilea, pasando por Jerusalén y Roma, al mundo entero (como resume en libro de los Hechos).

Ellos, los discípulos mesiánicos de Jesús desarrollarían (es decir, tenemos que desarrollar) unas formas de vida compartida que ya no se rigen por el talión, ni por la ley de la venganza, sino por la amistad directa, en línea de comunión gratuita. Frente al modelo actual, donde el sistema domina sobre el mundo de la vida y lo “coloniza” (esclavizando o cautivando a la mayoría de los hombres y mujeres, al servicio del mismo sistema), ha de elevarse un modelo distinto donde el mismo “amor” del mundo de la vida se expresa y expande a través de unas redes de comunicación social que están siempre al servicio de la vida.

Eso significa que el verdadero cambio de la humanidad no puede realizarse desde claves y formas de puro sistema (pues en ese caso siempre seguiría dominando el sistema y esclavizando a los hombres), sino que en clave de humanidad, desde el mundo de la vida, de manera que seamos nosotros, hombres y mujeres concretos, los que cambiemos en amor y pongamos al sistema a nuestro servicio, en una línea que hemos definido como insumisión creadora.

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Un banquete para preparar un discurso. Domingo 17. Ciclo B

Domingo, 26 de julio de 2015
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2b14ce820a97d72e5ed859301597e95c513f21087e6aadfa8c357180578255c9Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

A la tercera ola de calor que padecemos en España se añaden, por obra y gracia del zapping litúrgico, cinco domingos dedicados a la lectura del evangelio de san Juan: el discurso del pan de vida, precedido del milagro de la multiplicación de los panes y los peces.

Después de esto, se fue a Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima a la Pascua, la fiesta de los judíos.

Al levantar Jesús ;os ojos y ver que venía mucha gente, dice a Felipe: “Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?” Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: ” Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.” Le uno de los discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero qué es eso para tantos?” Dijo Jesús: “Haced que se recueste la gente.” Había en un lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los partió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron.

Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: “Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.”

Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía:” Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.” Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.

Un caso extraño

            Es raro que Juan coincida con los Sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas) en algún relato. Este de la multiplicación de los panes y los peces es uno de los pocos casos, pero conviene advertir los matices propios de Juan. El primero es la fecha: «Estaba próxima a la Pascua, la fiesta de los judíos.» Ninguno de los Sinópticos ofrece esta indicación, que para Juan es muy importante: hace referencia al momento de la muerte de Jesús. Juan no cuenta la institución de la Eucaristía, pero este milagro, ocurrido en la misma fiesta, simboliza la idea de que Jesús alimenta a su pueblo.

Jesús y Eliseo

            Uno de los grandes obradores de milagros en el Antiguo Testamento es el profeta Eliseo. La 1ª lectura recoge cómo alimentó con veinte panes de cebada a cien personas (teniendo en cuenta las dimensiones de los antiguos panes, no era demasiado difícil sacar un bocadillo para cada uno). En contra de las dudas de su criado, comieron todos y sobró.

Vino un hombre de Baal Salisa y llevó al hombre de Dios primicias de pan, veinte panes de cebada y grano fresco de espiga; y dijo Eliseo: “Dáselo a la gente para que coman.” Su servidor dijo: “Cómo voy a dar esto a cien hombres?” É dijo: “Dáselo a la gente para que coman, porque así dice Yahveh: Comerán y sobrará.” Se lo dio, comieron y dejaron de sobra, según la palabra de Yahveh.

            El milagro de la multiplicación de los panes y los peces está calcado sobre el de Eliseo, pero aumentando las dificultades. En vez de cien personas son cinco mil (los Sinópticos añaden “sin contar mujeres y niños”, Juan sólo menciona a los varones). Y en vez de veinte panes, Jesús sólo dispone de cinco. Para dejar clara la dificultad se indica lo que costaría alimentar a esa gente: 200 denarios. El denario era el salario diario de un campesino; 200 denarios suponen una cantidad muy grande para un grupo que vive de limosna, como el de Jesús.

            A pesar de todo, igual que Eliseo dijo: «comerán y sobrará», los comensales de Jesús comen «todo lo que quisieron» y, para demostrar la abundancia, se recogen doce canastos de sobras.

            La relación entre el milagro de Jesús y el de Eliseo queda especialmente clara en Juan, ya que mientras los Sinópticos hablan simplemente de “cinco panes”, Juan indica que son “panes de cebada”, como los que regalan a Eliseo.

Simbolismo eucarístico

Mateo, al contar este milagro, omite la referencia a los peces en el momento de la multiplicación, para subrayar la importancia del pan como símbolo eucarístico.

Juan lo sugiere de forma distinta. La orden de Jesús: “Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda”, la refieren los discípulos sólo a los panes, no se preocupan de los peces. Es probable que estas palabras de Jesús reflejen la práctica litúrgica posterior, cuando se pensó que el pan eucarístico no podía ser tratado como otro cualquiera.

La reacción del pueblo y la reacción de Jesús

En los Sinópticos, la gente no es consciente del milagro ocurrido. En Juan, el pueblo se sorprende de lo hecho por Jesús y deduce que es el profeta esperado, semejante a Moisés, que alimentó al pueblo en el desierto. A primera vista, extraña que identifiquen a ese «profeta que iba a venir al mundo» con el futuro rey de Israel. Pero Flavio Josefo habla de profetas que se presentaban en el siglo I con pretensiones regias, mesiánicas.

La intención del pueblo es claramente revolucionaria, nombrar un rey que los gobierne distinto del César romano, un rey que los libere. Pero Jesús no comparte ese punto de vista y huye.

Un milagro que continúa en un discurso

            En los Sinópticos, el milagro está cerrado en sí mismo. En Juan, el milagro supone el punto de partida para un largo discurso, que se leerá en los próximos domingos. Es importante recordar este detalle al comentar el texto: se puede subrayar la preocupación de Jesús por la gente, su poder infinitamente superior al de Eliseo, el simbolismo eucarístico, la oposición de Jesús a un mesianismo político… pero hay que dejar claro que el relato es sólo la puerta a un discurso. «Ahora viene lo bueno».

Pero Juan, al escribir los discurso de Jesús, los concebía como un desafío para el lector: no se debían entender a la primera, sino tras diversas lecturas y continua reflexión. Por desgracia, la mayoría de los fieles no está para muchos desafíos en el mes de agosto. Sobre todo, si continúa la tercera ola.

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