La generosa lonchera (tartera) del niño con cinco pequeños panes y dos peces secos
La publicación de hoy es del colaborador invitado Benjamin Oh, fundador y copresidente de Rainbow Catholics InterAgency for Ministry, un organismo que reúne a grupos católicos que apoyan a la comunidad LGBTIQA+ en Australia. También es copresidente de Equal Voices, la organización ecuménica nacional australiana LGBTIQA+.
Las lecturas litúrgicas de hoy para el decimoséptimo domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.
Hace casi dos décadas, mientras hablábamos y soñábamos con formar nuestra propia familia, mi pareja y yo nos preguntábamos qué clase de mundo compartiríamos con nuestros hijos. Las personas LGBTIQA+ de nuestra cohorte crecimos escuchando que no éramos “suficientes” porque nuestras diferencias (ya fuera nuestra orientación sexual, nuestra identidad de género o incluso el color de nuestra piel) nos convertían en personas de segunda clase. Nos hacían sentir que no había suficiente para todos.
Las lecturas de las Sagradas Escrituras de este domingo nos señalan los milagros que son posibles cuando tenemos una fe que expande nuestra imaginación para no poner límites a la providencia divina y crear un mundo generoso y hospitalario. La bondad de Dios se manifiesta a través de quienes se atreven a amar más allá de sus miedos y ser generosos más allá de sus inseguridades. Somos capaces de hacer que ocurran milagros con Dios y con nuestro prójimo.
En lugar de aceptar una distopía de escasez de bondad, las personas queer han respondido con una imaginación queer sagrada similar a la historia del Evangelio de hoy, que a menudo llamamos “los cinco panes y los dos peces”, o un título que prefiero mucho más: “el niño generoso con una lonchera de cinco panecillos y dos peces secos”.
Cuando apenas había ejemplos generosos, historias positivas o buenas noticias sobre las realidades LGBTIQA+ para las masas, las personas LGBTIQA+ vulnerables ofrecieron sus propias historias (sus realidades vulnerables vividas y su florecimiento humano básico) para calmar los corazones ansiosos y alimentar las mentes de esas personas hambrientas, limitadas, sin educación y con miedo a lo queer.
Esta historia del Evangelio coloca a un niño vulnerable como el líder silencioso. Nos pide que prestemos atención a lo que Dios hace con los ignorados y los insignificantes. La historia del milagro se centra en la vulnerabilidad y la generosidad de un niño para proponer una forma alternativa de relacionarse con Dios y la comunidad.
Jesús pide entonces a los miles que se relajen literalmente en los pastos verdes, no como extraños, sino como un grupo de ovejas, ovejas que crecieron juntas en el mismo rebaño, descansando seguras y siendo alimentadas por la providencia de Dios el pastor, como se describe en el Salmo 23. Apoyándonos en el amor ilimitado de Dios y la generosidad del prójimo, podemos expandir la pequeñez que somos y multiplicar lo poco que tenemos para el bienestar de los demás.
RuPaul Charles, quizás la drag queen más famosa del mundo, dijo que “somos una extensión del poder que creó este universo. Si entendemos eso, entonces todo es posible”. En otras palabras, no creamos en los especuladores del odio, la escasez y el alarmismo que nos venden, sobre todo cuando se usa como excusa para “diferenciar” a nuestros vecinos. Cuando estamos abiertos a la sorprendente bondad de las personas y a la imaginación de Dios, pueden suceder cosas asombrosas.
Sabemos por los cuatro relatos del Evangelio que sobraron muchas cosas, pero que nada de eso se desperdició (Juan 6:13, Marcos 6:43, Mateo 14:20, Lucas 9:17). Este detalle contrasta con los banquetes derrochadores y las grandes reuniones de las sociedades opulentas y superficiales, donde las sobras a menudo se tiran a la basura sin rendir cuentas ni preocuparse por las personas y por la Tierra. Este relato extraño del Evangelio tiene quizás más relevancia que nunca para desafiar nuestras realidades sociales, económicas, políticas, ecológicas y espirituales actuales. Debemos vivir no solo de manera generosa, vulnerable y relacional, sino de manera consciente, sencilla y humilde, sin desperdiciar nunca las bendiciones que tenemos.
Jesús da lo que algunas personas podrían llamar un final anticlimático, pero tal vez sea la parte más radical de toda la historia. A diferencia de las personalidades egocéntricas que podemos ver en los medios de comunicación, que reivindican un papel heroico o mesiánico, dando la bienvenida a las fanfarrias y al triunfalismo de los fanáticos y aduladores, Jesús, consciente de que la gente buscaba un profeta, un solucionador de problemas, modela un tipo diferente de reino queer, retirándose a la presencia contemplativa de Dios, el soberano infinito.
La segunda lectura litúrgica de hoy se hace eco de la acción de Jesús al recordar a los seguidores que vivan “con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándose unos a otros por el amor, esforzándose por preservar la unidad del espíritu mediante el vínculo de la paz” (Efesios 4:1-6).
Reflexionar sobre esta historia del niño con una lonchera con cinco panecillos y dos pescados secos nos da quizás algunas ideas de qué tipo de mundo podríamos construir con todos los seres humanos y compartir con todos nuestros hijos. Podemos imaginar un mundo diferente, en el que podamos construir un reino terrenal en el que podamos arriesgarnos unos a otros sin caer en la tentación insegura del miedo, de los falsos profetas que buscan el enriquecimiento personal y de los reyes dictatoriales y extravagantes. Nuestra humanidad compartida, que se preocupa por los demás y cuida la Tierra de manera sostenible, proporcionará más que suficiente para que todos vivamos con generosidad y bondad. Si tenemos fe para conectarnos con nuestra humanidad más profunda y vivir vulnerables en relaciones para el amor y el beneficio mutuo, podríamos comenzar a reparar las fracturas de nuestro amado mundo y florecer juntos en abundancia.
—Benjamin Oh, 28 de julio de 2024
Fuente New Ways Ministry
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