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La generosa lonchera (tartera) del niño con cinco pequeños panes y dos peces secos

Lunes, 29 de julio de 2024
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fNCYa8pD_400x400La publicación de hoy es del colaborador invitado Benjamin Oh, fundador y copresidente de Rainbow Catholics InterAgency for Ministry, un organismo que reúne a grupos católicos que apoyan a la comunidad LGBTIQA+ en Australia. También es copresidente de Equal Voices, la organización ecuménica nacional australiana LGBTIQA+.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el decimoséptimo domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

Hace casi dos décadas, mientras hablábamos y soñábamos con formar nuestra propia familia, mi pareja y yo nos preguntábamos qué clase de mundo compartiríamos con nuestros hijos. Las personas LGBTIQA+ de nuestra cohorte crecimos escuchando que no éramos “suficientes” porque nuestras diferencias (ya fuera nuestra orientación sexual, nuestra identidad de género o incluso el color de nuestra piel) nos convertían en personas de segunda clase. Nos hacían sentir que no había suficiente para todos.

Las lecturas de las Sagradas Escrituras de este domingo nos señalan los milagros que son posibles cuando tenemos una fe que expande nuestra imaginación para no poner límites a la providencia divina y crear un mundo generoso y hospitalario. La bondad de Dios se manifiesta a través de quienes se atreven a amar más allá de sus miedos y ser generosos más allá de sus inseguridades. Somos capaces de hacer que ocurran milagros con Dios y con nuestro prójimo.

En lugar de aceptar una distopía de escasez de bondad, las personas queer han respondido con una imaginación queer sagrada similar a la historia del Evangelio de hoy, que a menudo llamamos “los cinco panes y los dos peces”, o un título que prefiero mucho más: “el niño generoso con una lonchera de cinco panecillos y dos peces secos”.

Cuando apenas había ejemplos generosos, historias positivas o buenas noticias sobre las realidades LGBTIQA+ para las masas, las personas LGBTIQA+ vulnerables ofrecieron sus propias historias (sus realidades vulnerables vividas y su florecimiento humano básico) para calmar los corazones ansiosos y alimentar las mentes de esas personas hambrientas, limitadas, sin educación y con miedo a lo queer.

Esta historia del Evangelio coloca a un niño vulnerable como el líder silencioso. Nos pide que prestemos atención a lo que Dios hace con los ignorados y los insignificantes. La historia del milagro se centra en la vulnerabilidad y la generosidad de un niño para proponer una forma alternativa de relacionarse con Dios y la comunidad.

Jesús pide entonces a los miles que se relajen literalmente en los pastos verdes, no como extraños, sino como un grupo de ovejas, ovejas que crecieron juntas en el mismo rebaño, descansando seguras y siendo alimentadas por la providencia de Dios el pastor, como se describe en el Salmo 23. Apoyándonos en el amor ilimitado de Dios y la generosidad del prójimo, podemos expandir la pequeñez que somos y multiplicar lo poco que tenemos para el bienestar de los demás.

RuPaul Charles, quizás la drag queen más famosa del mundo, dijo que “somos una extensión del poder que creó este universo. Si entendemos eso, entonces todo es posible”. En otras palabras, no creamos en los especuladores del odio, la escasez y el alarmismo que nos venden, sobre todo cuando se usa como excusa para “diferenciar” a nuestros vecinos. Cuando estamos abiertos a la sorprendente bondad de las personas y a la imaginación de Dios, pueden suceder cosas asombrosas.

IMG_6442Sabemos por los cuatro relatos del Evangelio que sobraron muchas cosas, pero que nada de eso se desperdició (Juan 6:13, Marcos 6:43, Mateo 14:20, Lucas 9:17). Este detalle contrasta con los banquetes derrochadores y las grandes reuniones de las sociedades opulentas y superficiales, donde las sobras a menudo se tiran a la basura sin rendir cuentas ni preocuparse por las personas y por la Tierra. Este relato extraño del Evangelio tiene quizás más relevancia que nunca para desafiar nuestras realidades sociales, económicas, políticas, ecológicas y espirituales actuales. Debemos vivir no solo de manera generosa, vulnerable y relacional, sino de manera consciente, sencilla y humilde, sin desperdiciar nunca las bendiciones que tenemos.

Jesús da lo que algunas personas podrían llamar un final anticlimático, pero tal vez sea la parte más radical de toda la historia. A diferencia de las personalidades egocéntricas que podemos ver en los medios de comunicación, que reivindican un papel heroico o mesiánico, dando la bienvenida a las fanfarrias y al triunfalismo de los fanáticos y aduladores, Jesús, consciente de que la gente buscaba un profeta, un solucionador de problemas, modela un tipo diferente de reino queer, retirándose a la presencia contemplativa de Dios, el soberano infinito.

La segunda lectura litúrgica de hoy se hace eco de la acción de Jesús al recordar a los seguidores que vivan “con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándose unos a otros por el amor, esforzándose por preservar la unidad del espíritu mediante el vínculo de la paz” (Efesios 4:1-6).

Reflexionar sobre esta historia del niño con una lonchera con cinco panecillos y dos pescados secos nos da quizás algunas ideas de qué tipo de mundo podríamos construir con todos los seres humanos y compartir con todos nuestros hijos. Podemos imaginar un mundo diferente, en el que podamos construir un reino terrenal en el que podamos arriesgarnos unos a otros sin caer en la tentación insegura del miedo, de los falsos profetas que buscan el enriquecimiento personal y de los reyes dictatoriales y extravagantes. Nuestra humanidad compartida, que se preocupa por los demás y cuida la Tierra de manera sostenible, proporcionará más que suficiente para que todos vivamos con generosidad y bondad. Si tenemos fe para conectarnos con nuestra humanidad más profunda y vivir vulnerables en relaciones para el amor y el beneficio mutuo, podríamos comenzar a reparar las fracturas de nuestro amado mundo y florecer juntos en abundancia.

—Benjamin Oh, 28 de julio de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“El gesto de un joven”. 17 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,1-15)

Domingo, 28 de julio de 2024
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17_to_b-600x441De todos los hechos realizados por Jesús durante su actividad profética, el más recordado por las primeras comunidades cristianas fue seguramente una comida multitudinaria organizada por él en medio del campo, en las cercanías del lago de Galilea. Es el único episodio recogido en todos los evangelios.

El contenido del relato es de una gran riqueza. Siguiendo su costumbre, el evangelio de Juan no lo llama«milagro», sino «signo». Con ello nos invita a no quedarnos en los hechos que se narran, sino a descubrir desde la fe un sentido más profundo.

Jesús ocupa el lugar central. Nadie le pide que intervenga. Es él mismo quien intuye el hambre de aquella gente y plantea la necesidad de alimentarla. Es conmovedor saber que Jesús no solo alimentaba a la gente con la Buena Noticia de Dios, sino que le preocupaba también el hambre de sus hijos.

¿Cómo alimentar en medio del campo a una muchedumbre? Los discípulos no encuentran ninguna solución. Felipe dice que no se puede pensar en comprar pan, pues no tienen dinero. Andrés piensa que se podría compartir lo que hay, pero solo un muchacho tiene cinco panes y un par de peces. ¿Qué es eso para tantos?

Para Jesús es suficiente. Ese joven sin nombre ni rostro va hacer posible lo que parece imposible. Su disponibilidad para compartir todo lo que tiene es el camino para alimentar a aquellas gentes. Jesús hará lo demás. Toma en sus manos los panes del joven, da gracias a Dios y comienza a «distribuirlos» entre todos.

La escena es fascinante. Una muchedumbre, sentada sobre la hierba verde del campo, compartiendo una comida gratuita un día de primavera. No es un banquete de ricos. No hay vino ni carne. Es la comida sencilla de la gente que vive junto al lago: pan de cebada y pescado en salazón. Una comida fraterna servida por Jesús a todos gracias al gesto generoso de un joven.

Esta comida compartida era para los primeros cristianos un símbolo atractivo de la comunidad nacida de Jesús para construir una humanidad nueva y fraterna. Les evocaba al mismo tiempo la eucaristía que celebraban el día del Señor para alimentarse del espíritu y la fuerza de Jesús: el Pan vivo venido de Dios.

Pero nunca olvidaron el gesto del joven. Si hay hambre en el mundo, no es por escasez de alimentos, sino por falta de solidaridad. Hay pan para todos, falta generosidad para compartirlo. Hemos dejado la marcha del mundo en manos de un poder económico inhumano, nos da miedo compartir lo que tenemos, y la gente se muere de hambre por nuestro egoísmo irracional.

José Antonio Pagola

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“Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron”. Domingo 28 de julio de 2024. Domingo 17º de tiempo ordinario.

Domingo, 28 de julio de 2024
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42-ordinarioB17 cerezoDe koinonia:

2Reyes 4,42-44: Comerán y sobrará.
Salmo responsorial: 144: Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.
Efesios 4,1-6:Un solo cuerpo, un Señor, una fe, un bautismo.
Juan 6,1-15: Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron.

2Re 4, 42-44

La actividad profética de Eliseo tuvo lugar en el Reino del Norte. Eliseo es un profeta taumaturgo, a través de sus milagros intentó conducir al pueblo a Dios. En la liturgia de hoy se nos presenta la multiplicación de los panes. Aunque parece que no van a alcanzar para tanta gente, al repartirlos alcanza y sobra. La fuerza de este pan es más de orden espiritual: basta un poco de pan compartido con gusto y con alegría, para sentir su fuerza y su energía.

Ef 4, 1-6

Este texto es una exhortación a la unidad. Pablo desde la prisión suplica a los Efesios que vivan de acuerdo con la vocación a la que han sido llamados y se esfuercen por mantener la unidad, ya que han recibido un mismo bautismo. El reconocimiento de la paternidad de Dios nos lleva a reconocer en los demás a nuestros hermanos.

Una intachable conducta de vida corresponde a la vocación que han recibido los que antes eran gentiles. La vida digna del llamamiento a la esperanza se muestra en el hecho de que los miembros de la Iglesia guarden la unidad obrada por el Espíritu en el único cuerpo.

Se habla de la relación con la Iglesia y en la Iglesia como comunión que los abraza. La desintegración de la unidad es señal de desesperanza de los miembros de la Iglesia. Presupuestos internos para la unidad son: tener en más estima a los otros que a sí mismo, saber apreciar los dones que Dios ha dado a los demás, pensar y sentir unánimemente… Todo esto presupone apartarse de todas las formas de ambición. La humildad y la modestia desempeñan un gran papel donde hay amenaza contra la unidad. La mansedumbre, la apacibilidad, la dulzura son comportamientos con el prójimo que alejan toda clase de riñas, evitan la acritud y el sentimiento de superioridad. La paciencia es un rasgo esencial del amor, hace posible y salvaguarda la unidad de la paz.

El llamamiento que se hace a los que antes eran gentiles es un llamamiento hacia los otros, a respetar el espacio interno y externo, a permitirles que sean ellos mismos y a poderles apreciar en el amor. El Espíritu es el poder que crea y conserva la unidad y esta unidad es la que hay que guardar.

Jn 6, 1-15

Mucha gente acudía a escuchar a Jesús. A veces venían de lejos, y era lógico que vinieran preparados para pasar unos días. Venían atraídos por la fama de los milagros y señales que realizaba. Jesús aprovecha el momento para dar una lección a sus oyentes. Comienza preguntándole a Felipe que con qué comprarían panes para dar de comer a la multitud. Felipe le dice que no bastarían doscientos denarios. Andrés le dice que hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero que eso no es nada para tanta gente. Es la misma pregunta que el criado le hace a Eliseo.

Jesús enseña que la dinámica del Reino es el arte de compartir. Quizá todo el dinero del mundo no fuese suficiente para comprar el alimento necesario para los que pasan hambre… El problema no se soluciona comprando, el problema se soluciona compartiendo.

La dinámica del mundo capitalista es precisamente el dinero. Creemos que sin dinero nada se puede hacer y tratamos de convertirlo todo en dinero, no sólo los recursos naturales sino también los recursos humanos y los valores: el amor, la amistad, el servicio, la justicia, la fraternidad, la fe, etc. En el mundo capitalista nada se nos da gratuitamente, todo tiene su precio, todo se tasa y se comercializa. Se nos ha olvidado que la vida acontece por pura gratuidad, por puro don de Dios.

Jesús en esta multiplicación de los panes y de los peces parte de lo que la gente tiene en el momento. El milagro no es tanto la multiplicación del alimento, sino lo que ocurre en el interior de sus oyentes: se sintieron interpelados por la palabra de Jesús y, dejando a un lado el egoísmo, cada cual colocó lo poco que aún le quedaba, y se maravillaron después de que vieron que al alimento se multiplicó y sobró. Comprendieron entonces que si el pueblo pasaba hambre y necesidad, no era tanto por la situación de pobreza, sino por el egoísmo de los hombres y mujeres que conformados con lo que tenían, no les importaba que los demás pasaran necesidad. El gesto de compartir marca profundamente la vida de la primeras comunidades que siguieron a Jesús. Compartir el pan se convierte en un gesto que prolonga y mantiene la vida, un gesto de pascua y de resurrección. Al partir el pan se descubre la presencia nueva del resucitado.

Si somos hijos de un mismo Padre como reconoce Pablo en la lectura que hemos hecho, no se entiende por qué tantos hombres y mujeres viven en extrema pobreza mientras unos cuantos viven en abundancia y no saben qué hacer con lo que tienen. En el mundo actual es mucho el dinero que se invierte en guerra, en viajes extraterrestres, en tratamientos para adelgazar. Los que tienen el capital crean condiciones cada vez más injustas y pretenden hacer más dinero, explotando los recursos que quedan, aunque destruyan todo y acaben con las condiciones de vida sobre la tierra. Ningún ser humano debiera morir de hambre, pues la tierra tiene suficiente para albergarnos a todos. Los cristianos no debemos olvidar el compartir: ésta es la clave para hacer realidad la fraternidad, para reconocernos hijos de un mismo Padre. Cuando se comparte con gusto y con alegría el alimento se multiplica y sobra. La multitud, al ver lo que Jesús ha hecho, intenta llevárselo para proclamarlo rey pero Jesús huye solo a la montaña. Leer más…

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Jesús alimenta a su comunidad y prepara un discurso. Domingo 17. Ciclo B

Domingo, 28 de julio de 2024
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Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado, el evangelio de Marcos nos presentaba a Jesús enseñando al pueblo, reunido de muy distintos lugares. Inmediatamente después, lo presenta alimentándolo mediante la multiplicación de los panes y peces. Pero este relato no se ha toma hoy de Marcos, sino de Juan, porque los cuatro domingos siguientes los dedica la liturgia a la lectura del discurso del pan de vida, que solo cuenta Juan.

Jesús y Eliseo

            IMG_6394Es raro que Juan coincida con los Sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas) en algún relato. Este de la multiplicación de los panes y los peces es uno de los pocos casos. Y los cuatro evangelios toman como punto de referencia el milagro atribuido a Eliseo en el Antiguo Testamento. Este profeta, rodeado de una comunidad de unos cien hombres, muy pobres, recibió un día como regalo veinte panes de cebada y cierta cantidad de espigas. Teniendo en cuenta las dimensiones de los antiguos panes, no era demasiado difícil sacar un bocadillo para cada uno. Al criado le parecen pocos; pero, en contra de sus dudas, comieron todos y sobró.

En aquellos días un hombre llegó de Baal Salisá, trayendo al hombre de Dios el pan de las primicias, veinte panes de cebada y espigas nuevas en su alforja. Eliseo ordenó:

Dalo a las gentes para que coman».

Pero su criado replicó:

¿Cómo voy a poner esto delante de cien hombres?».

Él dijo:

Dalo a la gente para que coman, pues esto dice el Señor: Comerán, y sobrará».

Se lo sirvió y comieron; y sobró, como había dicho el Señor.

            El milagro de la multiplicación de los panes y los peces está calcado sobre el de Eliseo, pero aumentando las dificultades. En vez de cien personas son cinco mil (según Mc, Lc y Jn; Mt añade «sin contar mujeres y niños», lo cual obligaría a pensar en unos veinte mil). Y en vez de veinte panes, Jesús sólo dispone de cinco.

            A pesar de todo, igual que Eliseo dijo: «comerán y sobrará», los comensales de Jesús comen «todo lo que quisieron» y, para demostrar la abundancia, se recogen doce canastos de sobras de los cinco panes.

            Queda claro el poder superior de Jesús. Pero los Sinópticos añaden un detalle importante: este milagro ocurre «en un lugar desierto», y esto trae a la memoria la marcha del pueblo por el desierto, cuando Dios lo alimenta con el maná. Jesús, nuevo Moisés y superior a él, también alimenta a su comunidad (quizá por eso Mt hace mención expresa de las mujeres y niños). Jn desarrollará en el discurso posterior la relación con el maná y con Moisés.

La multiplicación de los panes y peces según Juan

Después de esto, se fue a Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima a la Pascua, la fiesta de los judíos.

Al levantar Jesús ;os ojos y ver que venía mucha gente, dice a Felipe:

“Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?”

Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó:

-”Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.”

Le uno de los discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro:

“Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero qué es eso para tantos?”

Dijo Jesús:

-“Haced que se recueste la gente.

Había en un lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los partió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron.

Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:

-“Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.

Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía:

”Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.

Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.

A pesar de las semejanzas, el relato de Juan ofrece notables diferencias con el de los Sinópticos.

  1. La indicación temporal falta en los Sinópticos: «Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.» De este modo, Jn relaciona la multiplicación de los panes con la fecha de la muerte de Jesús. Jn no cuenta la institución de la Eucaristía, pero este milagro, ocurrido en la misma fiesta, simboliza la idea de que Jesús alimenta a su pueblo.
  2. La preocupación por la gente no parte de los discípulos, sino de Jesús. En los Sinópticos, son ellos quienes se acercan a decirle que despida a la gente para que se busque algo de comer. En Jn es el mismo Jesús quien toma la iniciativa preguntando a Felipe cómo resolverán el problema.
  3. Lo anterior demuestra que los discípulos descargan la responsabilidad en el pueblo: son ellos los que tiene que buscarse de comer. En cambio, Jesús se encarga de darles de comer.
  4. Para dejar clara la dificultad del problema, Felipe indica lo que costaría alimentar a esa gente: 200 denarios. El denario era el jornal de un campesino; 200 denarios suponen una cantidad muy grande para un grupo que vive de limosna, como el de Jesús.
  5. La relación entre el milagro de Jesús y el de Eliseo queda especialmente clara en Juan, ya que, mientras los Sinópticos hablan simplemente de «cinco panes», Juan indica que son «panes de cebada», como los que regalan a Eliseo.
  6. El momento culminante difiere de manera notable. Los Sinópticos dicen que Jesús «levantando los ojos al cielo, los bendijo, los partió y los dio a los discípulos para que los repartieran a la gente». Tres acciones (alzar la mirada, bendecir, partir), pero quienes reparten el pan a la gente son los discípulos. En Jn, Jesús solo realiza una acción, dar gracias (euvcaristh,saj); pero lo más importante es que es él mismo quien distribuye el pan a todos los presentes. Es claro que se trata de un dato simbólico. Un camarero para cinco mil personas es imposible. Jn quiere indicar que, en la eucaristía, es Jesús mismo quien nos alimenta.
  7. Mateo, al contar este milagro, omite la referencia a los peces en el momento de la multiplicación, para subrayar la importancia del pan como símbolo eucarístico. Juan lo sugiere de forma distinta. La orden de Jesús: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda», la refieren los discípulos sólo a los panes, no se preocupan de los peces. Es probable que estas palabras de Jesús reflejen la práctica litúrgica posterior, cuando se pensó que el pan eucarístico no podía ser tratado como otro cualquiera.
  8. La reacción del pueblo y la de Jesús. En los Sinópticos, la gente no es consciente del milagro ocurrido. En Juan, el pueblo se sorprende de lo hecho por Jesús y deduce que es el profeta esperado, semejante a Moisés, que alimentó al pueblo en el desierto. A primera vista, extraña que identifiquen a ese «profeta que iba a venir al mundo» con el futuro rey de Israel. Pero Flavio Josefo habla de profetas que se presentaban en el siglo I con pretensiones regias, mesiánicas. La intención del pueblo es claramente revolucionaria, nombrar un rey que los gobierne distinto del César romano, un rey que los libere. Pero Jesús no comparte ese punto de vista y huye. «Mi reino no es de este mundo», dirá a Pilato.

Un milagro que continúa en un discurso

            En los Sinópticos, el milagro está cerrado en sí mismo. En Juan, el milagro supone el punto de partida para el largo discurso que se leerá en los próximos domingos. Es importante recordar este detalle al comentar el texto: se puede subrayar la preocupación de Jesús por la gente, su poder infinitamente superior al de Eliseo, el simbolismo eucarístico, la oposición de Jesús a un mesianismo político… pero hay que dejar claro que el relato es sólo la puerta a un discurso. «Ahora viene lo bueno».  El milagro de los panes sirve para presentar a Jesús como el verdadero pan de vida.

Receta para conseguir la unidad (2ª lectura: Efesios 4,1-6)

El domingo pasado, la carta a los Efesios recordaba que Dios reconcilió a judíos y paganos mediante la muerte de Jesús. Pero esa unidad puede resquebrajarse fácilmente. Nos solo entre los dos pueblos, sino también dentro de las comunidades del mismo origen. La experiencia de veinte siglos lo demuestra. Pablo, desde la cárcel, aconseja las actitudes que ayudan a mantener la unidad: humildad, amabilidad, comprensión, sobrellevarse mutuamente, esforzarse en mantener el vínculo de la paz. Así se llegará a ser un solo cuerpo y un solo espíritu, basados en «un Señor, una fe, un bautismo». Este texto recuerda, con palabras muy distintas, el gran deseo de Jesús en su despedida, según el evangelio de Juan: «Padre, que todos sean uno, como tú en mí y yo en ti». Y, en relación con el evangelio, nos recuerda que somos uno todos los que comemos el mismo pan.

 

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Domingo XVII del Tiempo Ordinario. 28 de julio de 2018

Domingo, 28 de julio de 2024
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d-xvii

Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente dijo a Felipe: -¿Con qué compraremos panes para que coman estos?”

(Jn 6, 1-15)

Estos relatos de las multiplicaciones de los panes tienen un cierto peligro. Nos puede suceder a nosotras como les sucedió a aquellas gentes que comieron hasta saciarse. ¿Qué nos puede ocurrir? Que busquemos a Dios para que nos solucione la vida.

Pero la intención de Jesús es otra. Jesús está interpelando a sus discípulos:  “¿con qué compraremos panes para que coman éstos?”

Es una pregunta incómoda, hasta diría que es del todo molesta. Dan ganas de contestar como lo hizo Caín. Con otra pregunta: ¿soy yo acaso el guardián de mi hermano?

Es incómoda y molesta porque quiere hacernos vivir “levantando los ojos”. Solo cuando levantamos los ojos vemos a las demás personas. Mientras llevamos la mirada baja solo nos vemos a nosotras mismas. Y si la bajamos un poquito más entonces lo que vemos es nuestro ombligo.

La contemplación asidua de nuestro ombligo nos lleva a vivir pensando exclusivamente en nosotras mismas. En “mi” felicidad, “mi” autonomía, “mi” comodidad, “mis” derechos…

Este es el motor de nuestra sociedad de consumo. La sociedad del “bien estar”. Esta sociedad necesita individuos cada vez más centrados en sus propias necesidades, cada vez más recelosos de los demás.

Nuestra vieja Europa es una antigua y virtuosa contemplativa del propio ombligo, y quienes vivimos aquí somos hijas de esta madre. Llevamos en nuestro ADN muchos genes exclusivistas. Toda una información genética que nos hace difícil vivir levantando los ojos.

A fin de cuentas eso de levantar los ojos trae consigo muchos problemas. Si levantamos los ojos vemos a quienes huyen de países en guerra, pero también vemos a quienes huyen del hambre. Al levantar los ojos vemos a un sinfín de personas utilizadas como objetos sexuales. Si vivimos con los ojos levantados vemos a los niños soldado, a los trabajadores explotados… en fin, que al levantar la mirada vemos la injusticia de nuestra propia comodidad. Y entonces se nos complica la vida.

Nos pasa como al bueno de Andrés, que ve que tiene cinco panes y dos peces, “pero ¿qué es eso para tantos?”

No tenemos, todavía, la audacia de Jesús. ¿Quién se atreve a dar las gracias y repartir lo que tiene? Nos da miedo. Miedo a hacer el ridículo y miedo a quedarnos sin lo que teníamos.

Hoy es Santa Marta. Ella también tuvo miedo a quedarse sola sirviendo. Pero el trato con Jesús convirtió su miedo en confianza. “-Sí, Señor, yo creo que tu eres el Mesías, el Hijo de Dios que tenía que venir a este mundo.” (Jn 11, 27)

Oremos

Complícamos la vida, Trinidad Santa, llena nuestros ojos, nuestra mirada con los rostros de todos tus hijas e hijos. Haznos así hermanas y hermanos. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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La gente busca la solución de sus problemas.

Domingo, 28 de julio de 2024
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multiplicacion_panesDOMINGO 17º (B)

Jn 6,1-15

El domingo pasado nos dejaba el relato evangélico de Marcos ante la multiplicación de los panes. En su lugar, la liturgia inserta, a partir de este domingo, todo el c. 6 de Jn. Es el más largo y denso de todos los evangelios y que nos va a ocupar cinco domingos. Con diversos símbolos, nos dice quién es Jesús para nosotros, si de verdad queremos seguirlo. Partiendo de la multiplicación de los panes, elabora toda una teología del seguimiento. En el fondo, se trata de un proceso de iniciación catequética, que en la comunidad duraba varios años y que, al final, obligaba a tomar una decisión definitiva: el bautismo o abandonar.

Como siempre en Juan, todo son símbolos. El pan es el signo del alimento espiritual. El monte es el lugar donde habita la divinidad. Jesús subió al lugar que le es propio. Sentarse es el símbolo de enseñanza rabínica. Estaba cerca la Pascua”, no es un dato cronológico, sino teológico. La gente no sube a Jerusalén, como era su obligación. Busca en Jesús la liberación, que el templo no puede darles. Proclamarle Rey es buscar seguridades. En los próximos domingos iremos viendo los demás símbolos empleados en el capítulo.

El dinero es lo que había desplazado a Dios del templo, utilizado por el sistema opresor, es el causante de la injusticia. Comprar pan, es obtener un bien necesario para la vida, a cambio de dinero, inventado para dominar. El vendedor dispone del alimento; lo cede solo bajo ciertas condiciones dictadas por él. La vida no está al alcance de todos, sino mediatizada por el poder. Jesús no acepta tal estructura, pero quiere saber si sus discípulos la aceptan. Felipe no ve solución. Doscientos denarios era el salario de un año.

El dinero sigue siendo hoy la causa de toda desigualdad. Todo tiene un precio. La gratuidad ha desaparecido de nuestra sociedad. Seguimos ante la encrucijada de compartir gratuitamente o el egoísmo feroz, pero no tomamos la decisión definitiva. No tomar el camino espiritual es dejarnos llevar por el hedonismo, la búsqueda de placer a cualquier precio y la huida de todo dolor. En el mejor de los casos, nos empeñamos en ir por dos caminos opuestos al mismo tiempo. Nuestra religión nos lleva a la esquizofrenia sistémica.

Andrés muestra una solución distinta. Habla de los panes y los peces, que descubre como algo de lo que se puede disponer. El muchacho (muchachito, doble diminutivo) representa al insignificante grupo de los discípulos. Los números simbólicos 5+2=7 indican totalidad. Todo se pone a disposición de los demás. Al ser de cebada, pone en relación este episodio con el de Eliseo. Eliseo dio de comer a cien, con veinte panes. Jesús da de comer a cinco mil con cinco. La propuesta de Andrés es la adecuada pero no hay medios suficientes.

Haced que se recuesten. Comer recostado era signo de hombres libres (las mujeres y los niños no contaban para nada). Jesús quiere que todos se sientan personas con su propia responsabilidad. No quiere servidumbres ni dependencias de ninguna clase. Aquí está ya apuntando a la falsa interpretación que van a hacer del signo. El lugar (con artículo determinado) era el modo de designar el templo. Dios no está ya en el templo sino donde está Jesús. La mucha hierba, signo de la abundancia de los tiempos mesiánicos.

Pronunció la acción de gracias (eucaristhsaV=eucaristizó). Este dato tiene mucha miga. Se trata de conectar la comida con el ámbito de lo divino (los sinópticos hablan de elevar la mirada al cielo). Se reconoce que el alimento es don de Dios a todos; nadie puede apropiárselo para después sacar provecho de su venta. Una vez liberado del acaparamiento egoísta, todos tendrán acceso a ese bien necesario. Su finalidad primera, alimentar, se eleva para convertirlo en signo de Vida. Solo en este nuevo espacio es posible el compartir.

Recoged los pedazos que han sobrado. Lo sobrado no tiene sentido de resto, desperdicio, sino de sobrante, sobreabun­dante. En la Didaché se llama al pan eucarístico “los trozos” (klasma). Deben recogerlos porque la comunidad tiene que continuar la obra de la entrega. Otra gran diferencia con la experiencia del Éxodo. El maná no duraba de un día para otro; lo que Jesús ofrece tiene valor permanente y hay que cuidarlo. Recordemos que en los Hch se llama a la eucaristía “la fracción del pan”. No es pan, sino pan partido.

Llenaron doce canastas. “doce” hace referencia a las doce tribus de Israel, como símbolo del pueblo que había acompañado a Moisés. Jesús es el nuevo Moisés, el profeta que tenía que venir al mundo. Se trata de un profeta como Moisés que haría los mismos prodigios que él, ahora en beneficio de sus seguidores. Solo buscan su interés y están incapacitados para reconocer la novedad de Jesús. Siguen esperando una salvación material. Más tarde se establece la distinción entre el alimento de Jesús y el maná.

Quieren hacerle rey. No han entendido nada. La multitud queda satisfecha con haber comido, no necesita ni espera nada más. La identificación con Jesús y su mensaje no les interesa. Jesús quiere liberarles, ellos prefieren seguir dependiendo de otro. Jesús les pide generosidad; ellos prefieren recibir sin comprometerse a nada. Quiere asociarlos a su obra; ellos pretenden descargar en él su responsabilidad sin compromiso alguno. La solución que Jesús propone es compartir todo con todos. La salvación no está en que alguien solucione mi problema sino en estar dispuesto a dar a los demás lo que uno tiene y lo que uno es.

Se retiró a la montaña él solo. Es importante notar la doble imagen: Jesús sube a lo más alto, lo divino, mientras los discípulos bajan a lo más bajo, el mar. Ante la total incomprensión de la gente, Jesús no tiene alternativa, se vuelve al monte (lugar de la divinidad). Completamente solo, como Moisés después que el pueblo traicionó a Dios, haciéndose un ídolo. Este paralelo con Moisés muestra la gravedad de lo sucedido. Haciendo de Jesús un Mesías poderoso, repiten la idolatría de los israelitas en el desierto. En ambos casos quieren adorar a Dios bajo la falsa imagen que ellos habían hecho de Él.

Jesús pudo escapar de la pretensión de aquella gente, pero de nosotros, no puede escapar y lo hemos proclamado rey del universo. Debemos examinar los motivos que nos mantienen unidos a Jesús. ¿Por qué somos cristianos? ¿Por qué venimos a misa? Yo os lo voy a decir: Para asegurarnos sus favores aquí abajo y, además, garantizar una eternidad dichosa en el cielo. ¡Poco han cambiado las cosas! También nosotros seguimos sin querer saber nada del servicio y la entrega a los demás. El evangelio sigue sin estrenar.

Seguimos poniendo lo espiritual al servicio de lo material. No nos interesa lo que Dios quiere sino nuestro placer. Solo nos interesa que Dios se ponga a nuestro servicio. Si todos los que nos llamamos cristianos empezáramos a compartir, como Jesús nos pide, se produciría la mayor revolución de la historia humana. Si esperamos a compartir cuando hayamos cubierto todas nuestras necesidades, nunca compartiremos nada. La técnica del capitalismo es precisamente aumentar las necesidades a medida que se van satisfaciendo.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Inflexión

Domingo, 28 de julio de 2024
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SER HERMANO - MEMORIA PROFETICA DE JESUS - ESP - sin cintillo_resizeJn 6, 1-15

«Dándose cuenta Jesús … huyó de nuevo al monte él solo».

Algo muy extraordinario debió ocurrir en aquella comida insólita y multitudinaria para que sea éste el único milagro que recogen los cuatro evangelios. Vemos que Juan se vale de este relato para exponer su teología del Pan de Vida, pero nosotros queremos centrarnos en otro aspecto, y es que este episodio supuso un punto de inflexión importante en la predicación de Jesús en Galilea.

Jesús y sus discípulos están agotados por el ritmo frenético que han adquirido sus vidas y deciden tomarse un día de descanso en algún lugar solitario. Pero cuando llegan a él, son recibidos por un gran gentío que ha adivinado su destino y se les ha adelantado corriendo por la costa. Jesús se conmueve y comienza a enseñarles. El tiempo vuela, y Felipe se da cuenta de que se ha hecho tarde y no han comido ni tienen nada para darles de comer. Jesús coge unos panes y unos peces, los bendice, comen todos y todavía sobra.

Tras la comida se desatan las euforias. La multitud cae en la cuenta de que Jesús (que se ocupa de ellos, sana sus males y les da de comer) es el mejor candidato para regir sus destinos… y tratan de proclamarle rey. Llama la atención que la primera medida que toma Jesús sea embarcar a sus discípulos camino de Cafarnaúm, lo que nos hace sospechar que eran ellos los que estaban a la cabeza de todo el movimiento. Hecho esto, despide a la gente y se retira solo al monte a orar.

Esta actitud insólita desconcierta a la muchedumbre y decepciona profundamente a los que le veían como el Mesías libertador de Israel: Creíamos que era éste, pero…”. La decepción es tan seria que según nos dice Juan un poco más adelante: «A partir de ese momento, muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él». Otro dato de la magnitud de la desbandada es la pregunta de Jesús a sus amigos cuando se reúne de nuevo con ellos: «¿También vosotros queréis marcharos?»

Esta crisis (la crisis galilea), le obliga a replantear su “estrategia”, y a partir de entonces parece rehuir las multitudes y centrarse en el círculo íntimo que debe seguir su obra si él es detenido por las autoridades, encarcelado o ajusticiado por ellas.

Y no le falta razón al pensar así. Poco después, sube a Jerusalén para proclamar la buena Noticia, es prendido por los levitas, condenado por el sanedrín por blasfemo, acusado ante los romanos de sedicioso, torturado y ejecutado. Los profetas mueren lapidados, pero los sacerdotes ponen todo su empeño en que sea crucificado (como los esclavos y sediciosos) para acabar no sólo con él, sino también con su doctrina.

Pero fallan. Porque aquellos hombres y mujeres en los que Jesús había puesto sus esperanzas, alentados por el Espíritu, creen en él, abrazan su misión, continúan su obra y hoy, veinte siglos después, su legado sigue presente entre nosotros.

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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El milagro que necesitamos es la multiplicación de la solidaridad y el amor.

Domingo, 28 de julio de 2024
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DOMINGO 17º T.O. (B)

“Repartió a los/as que estaban sentados/as todo lo que quisieron(Jn 6,1-15)

En la vida hay momentos, situaciones en los que tomas conciencia de algo que está más allá de lo superficial, de lo habitual. Son espacios reveladores y también, celebrativos.

El evangelio de hoy nos recuerda la eucaristía. Cabría preguntarse si las experiencias significativas de los/as creyentes tienen cabida en el rito actual. El signo de liberación que realiza Jesús en el evangelio debería ser signo visible en cada persona y comunidad cristiana y debería rehuir, como él hizo, toda tentación de autosuficiencia, especialmente de orden político, social o religioso. Todo un aviso a navegantes.

Queremos ser pan en una Iglesia donde hombres y mujeres, en plano de igualdad, participemos en la vida y en el ejercicio de los distintos ministerios. La identidad cristiana tiene su origen en la gracia del Bautismo, que pone los cimientos de una nueva existencia. Es Dios mismo quien llama e invita a los hombres y mujeres cristianos por la fe y el bautismo, otorgándoles la Gracia de un nuevo nacimiento.

A partir de ahí, podemos avanzar y mucho, en ir descubriendo el carácter gratuito de la iniciativa de Dios, la libertad de la respuesta de todo ser humano, la vinculación definitiva del bautizado/a a Cristo y a su seguimiento. Sin miedos que paralizan y bloquean opciones liberadoras, no “marear la perdiz” en cuestiones vitales para la vida de las personas y colectivos descartados. No nos enredemos inútilmente en disquisiciones de pensamiento, de exégesis sesgadas, de controversias que al final, son las legalistas, las farisaicas, las que siguen marginando al Pueblo de Dios como lugar teológico, dinámico, en camino.

Donde hay miedo, no hay fe. La Iglesia católica que habla de Sinodalidad lo sabe muy bien, pero ¿lo practica? Jesús actúa con absoluta libertad, hace referencia a la nueva alianza basada en el amor, lo que le lleva a dar su propia vida por amor a todos, en fidelidad a su Abbá.

Leamos el evangelio de hoy con una mirada inclusiva, haciendo un ejercicio de comprensión sencillo, actual, sin tapujos.

Se marchó a la otra parte de Galilea o de Tiberíades”. El mundo pagano. Hoy diríamos la sociedad y el mundo convulso e insolidario en el que vivimos. Ante las graves crisis sucesivas (económicas, gubernamentales, sanitarias, guerras interminables…) las naciones, las instituciones, se encierran en la política del “sálvese quien pueda” y cuanto más poder y más corrupción, mejor. Urge romper esta inercia destructiva y buscar la esencia divina sembrada en cada ser humano.

“Lo seguía mucha gente… Subió Jesús a la montaña y se sentó allí, con sus discípulos y discípulas”. El ámbito donde habita la presencia de Dios: el cuerpo, portador y templo del Espíritu-Ruah, presencia viva, diálogo íntimo de amor entre lo humano y lo divino, comunión gozosa de dos amantes.

“Jesús le pregunta a Felipe: ¿con qué compraremos panes para que coman éstos? (Lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer)”. Según él, no hay solución viable para dar de comer a tanta gente. Sin embargo, Andrés da la clave de una nueva perspectiva: se comparte lo que hay, aun con dudas de si alcanzará o no para todos. Lo que hacemos en casa, en los grupos, en la vida comunitaria.

“Jesús les manda sentar”, porque todos y todas estamos sentados en el mismo suelo de la fe (no en el sofá de la indiferencia y el individualismo), y en la misma mesa (no unos en el salón y los/as más, en el sótano), donde Él se da por entero, con un amor incondicional que no sabe de distinciones de género, raza, cultura, orientación sexual, creencias, estado social… sino mentes, manos y corazones abiertos que se abren al único mensaje válido: el pan del amor.

“Sólo los hombres eran unos cinco mil”. Los sinópticos puntualizan que se sentaron por grupos de cincuenta y de cien. Es decir, comunidades cristianas, realización histórica concreta de la comunión, que es un don del Espíritu-Ruah, y signo visible de la liberación humana. Pero cabemos “todos, todos, todos”, como dice Francisco, también las mujeres y los niños… es decir, ¡todas, todas!

El milagro que hoy necesita el mundo es la multiplicación de la solidaridad y el amor.

“Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados; lo mismo hizo con los peces. Cuando quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos/as: Recoged lo que ha sobrado, para que no se pierda nada”. Es decir, para que la comunidad cristiana sea ejemplo fiel de la invitación y misión al servicio del Reino de Dios.

El proyecto del Reino en su visibilidad eclesial se realiza en el signo del servicio o diaconía: liberación, amor-caridad, educación; se vive en el signo de la comunión o koinonía, comunidad, fraternidad-sororidad, unidad, comunicación; se proclama en el signo de la palabra o “kerigma”: anuncio, evangelización, predicación, enseñanza, homilía; se celebra en el signo de la liturgia: eucaristía o acción de gracias, oración, sacramentos, celebración… ¿Cuándo será visible para las mujeres?

Todo ello nos habla de una Iglesia-signo, sinodal, de aquellos que somos sus seguidores/as, cercana a los hombres y mujeres de hoy, no clerical, ni centrada en sí misma, sino abierta al proyecto del Reino en vías de realización, solidaria con la pobreza y la marginación, profética, fraterna-sororal, festiva y abierta al futuro. “Donde nadie sea impuro/a, discriminado/a o etiquetado/a”.

“La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: Este sí que es el Profeta que había de venir al mundo”. Pero Jesús se retiró otra vez a la montaña, él solo”.

Frente a la tentación de seguir siendo sordos y ciegos a su Palabra, nos queda la denuncia profética y el anuncio del Reino. Celebramos la festividad de María Magdalena, “apóstol de los apóstoles”, fiel seguidora, discípula, primera testigo de la resurrección del Señor, el Cristo de la Pascua, y predicadora de su mensaje.

¡Ruega por nosotras!

¡Shalom!

Mª Luisa Paret

Fuente Fe Adulta

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Un mundo nuevo

Domingo, 28 de julio de 2024
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IMG_6332Domingo XVII del Tiempo Ordinario

Domingo 28 de julio de 2024

Jn 6, 1-15

El relato llamado de la “multiplicación de los panes” constituye una parábola preciosa del mundo que anhelamos, un mundo diametralmente opuesto a la situación en la que hoy nos encontramos. Por tanto, la cuestión que plantea la parábola podría formularse de este modo: ¿cómo pasar de la situación de un mundo fracturado, dividido, injusto y extremadamente desigual a otro mundo solidario, justo, equitativo e igualitario?

Y la respuesta parece ser solo una: tal paso únicamente podrá darse cuando se produzca una transformación de la consciencia en el ser humano. Más en concreto, en la medida en que podamos pasar de una consciencia de separatividad a la consciencia de unidad.

Todo estado de consciencia nos hace ver la realidad de una manera determinada, que condiciona, de manera necesaria y decisiva, nuestro modo de relacionarnos y de actuar. La consciencia de separatividad, mental y egoica, se caracteriza por ver la realidad como una suma de objetos separados, que el yo pretende hacer girar en torno a sí mismo. El resultado es un individualismo atroz y excluyente. Tal vez, en esa consciencia quepan los seres más cercanos y queridos, con quienes el yo hace una excepción, asumiendo sus necesidades y aspiraciones como propias. Pero el círculo de los “iguales”, en la consciencia de separatividad, es siempre extremadamente reducido; son muy contados los que caben en él.

Al crecer en la consciencia de unidad, ese círculo se amplía más y más, hasta abrazar toda la realidad. Desde esa consciencia se advierte que todo ser humano es no-otro de mí. Ahora bien, el paso de aquella consciencia de separatividad, errónea y egoica, a la consciencia de unidad precisa de un requisito imprescindible: desidentificarse del propio yo, trascenderlo, hasta llegar a experimentar que no soy el yo que había creído ser, sino la consciencia (o vida) que somos todos.

Si personalizamos la parábola, la cuestión podría tomar estos términos: ¿voy dando pasos para superar la consciencia de separatividad y vivir en la consciencia de unidad?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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¿Multiplicar los panes?: Solidaridad

Domingo, 28 de julio de 2024
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65cdf97de52eb_loavesfish1170Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Nota previa

         San Juan sitúa en la Última Cena el mandamiento del amor y el lavatorio de los pies, pero la Eucaristía: Yo soy el pan de vida, lo ubica S Juan en el capítulo 6º de su Evangelio: en el relato de la multiplicación de los panes: Yo soy el pan que ha bajado del cielo.

02.- Memoria de la multiplicación de los panes.

         Sea como fuere, el relato -el acontecimiento- de la multiplicación de los panes, quedó muy grabado en la mente y en el corazón de los primeros cristianos, pues aparece seis veces en los cuatro evangelios.

         Jesús se preocupa de las necesidades, de los enfermos, de los marginados, en el caso de hoy del hambre de aquella multitud que había acudido a escucharle. La gente, el ser humano necesita comer, en el amplio sentido del término alimentarse.

v 5. Estaba cerca la Pascua de los judíos. No es un dato cronológico, sino teológico. La Pascua de los judíos ni alimenta ni salva. La gente no sube ya a Jerusalén, como era su obligación, sino que busca en Jesús el alimento y la liberación que ni el templo ni la religión pueden dar.

Necesitamos comer: pan, cultura, higiene, medicina, fe. espíritu, etc…

03.- ¿De dónde sacaremos dinero para comprar pan?

         Esta pregunta, ¿de dónde? Es constante en el evangelio de S Juan:

         La samaritana (Jn 4,11) le pregunta a Jesús: ¿De dónde vas a sacar tú agua?

         El maestresala de las bodas de Caná le dice al novio: De dónde has sacado este vino nuevo? (Jn 2,9)

         Jesús le dice a Nicodemo: El viento sopla donde quiere y, aunque oyes su sonido, no sabes de dónde viene ni a dónde va. (Jn 3,8).

         El pan de vida no viene del dinero o de la compra abundante, que no sacia, sino que el pan de vida viene del corazón, de la buena relación y solidaridad entre los seres humanos. El pan de vida es un don, una gracia (gratuidad) del Señor.

04.- La multiplicación de los panes no es magia.

         Era evidente que Jesús ni sus discípulos podían comprar pan para toda aquella gente.

Jesús lo sabe. Los que tienen dinero no resolverán nunca el problema del hambre en el mundo, porque para resolver el problema del hambre (crisis, tercer mundo, Grecia, etc.) se necesita algo más que dinero: se necesita querer a los demás: solidaridad y buena voluntad.

La multiplicación de los panes es multiplicar el trabajo, acoger a los emigrantes, a los que pasan en pateras. En la tierra hay alimento, medicinas y medios de educación para todos, incluso sobra si es que no acaparamos y los laboratorios no especulan con las vacunas, etc…

Había un muchacho que tenía cinco panes y dos peces. Pero el muchacho no se los queda para él: los reparte.

v 8    Jesús propone una solución distinta a la del comprar. Habla de los panes y los peces que tiene el muchacho y que pone al servicio de los demás, sus pocos panes y peces son algo de lo que se puede disponer. El muchacho(en griego: siervo) pone su poca comida al servicio de los demás, como la pobre viuda del evangelio que echa “veinte céntimos” en el cepillo del Templo: todo lo que tenía para vivir. Es como José, el hermano menor vendido por sus hermanos mayores, que luego será quien alimente a su familia y al pueblo.

El hambre del tercer mundo, el paro se resuelve cuando nadie acapara lo suyo habiendo otros que pasan hambre.

Decía D Ricardo Alberdi que mientras exista paro y hambre en el mundo es más que discutible que lo que decimos que es nuestro, lo sea.

La Iglesia y la humanidad habremos de aprender a poner a disposición de los hambrientos lo que tengamos, aunque sólo sea “cinco panes de cebada y un par de peces”.

5 panes y dos peces: 5+2: 7. Siete es número de plenitud. Hay alimento de sobra para todos.

         Es muy difícil enseñar a compartir cuando únicamente sabemos comprar con ansiedad. Los criterios hondamente insolidarios, que rigen nuestras sociedades difícilmente resolverán el problema del hambre.

El milagro de la multiplicación de los panes consiste en liberarnos de nuestra indiferencia ante quienes mueren de miseria y hambre y compartir el pan con quienes lo necesitan.

Cuando somos solidarios, hay pan para todos, incluso sobra.          Llenaron doce canastas, que hacen referencia a las doce tribus de Israel, es decir: todo el pueblo.

  1. v 10 Jesús mandó que se sentaran (recostaran) todos.

Las verdes praderas del Reino es una evocación mesiánica del salmo 22: en verdes praderas me hace recostar. Comer recostadoera signo de personas libres. La solidaridad crea personas que viven en común y libres. La Eucaristía -cuando es tal- crea fraternidad. El cristianismo no crea “clases sociales”, estamentos, no quiere servidumbres ni dependencias de ninguna clase.  Todos vosotros sois hermanos, (Mt 23,8).

05.- Multiplicar los panes es Eucaristía.

         Hoy hemos comenzado a leer el cp. 6º de san Juan, que seguiremos leyendo durante un mes, más o menos. Es un largo texto que nos habla de la multiplicación de los panes, después pasa al pan de vida: Yo soy el pan de vida.

Este capítulo sexto de Juan nos habla de la Eucaristía:

Jesús alzó los ojos, tomó el pan, dijo la acción de gracias: “habiendo dado gracias y lo repartió.”.  Es la Eucaristía. Se trata de conectar la comida y la solidaridad con el ámbito del Señor. Es la Eucaristía. Una vez liberado del acaparamiento egoísta, todos tendrán acceso al alimento, bien necesario

         Es la Eucaristía.

         Baste por hoy terminar con que: la solidaridad, multiplicar los panes es Eucaristía y la Eucaristía nos ha de llevar a la solidaridad.

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“ De nuestra colaboración depende que el pan se multiplique y todos queden saciados”, por Consuelo Vélez

Domingo, 28 de julio de 2024
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De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del domingo XVII del Tiempo Ordinario 28-07-2024

A Jesús no le interesa los motivos de los que están allí. Lo que Él ve, es la necesidad de la gente

Jesús los hace recostar, lo cual es signo de comensalidad y los panes y peces alcanzan para todos y, aún sobra

Sería muy fácil dejarse llevar por las multitudes, buscando reconocimiento y privilegios. Para Jesús este no es el camino.

Multiplicar el pan de la novedad y la reforma eclesial para que la iglesia pueda ser casa de todos.

Después de esto se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos.

Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: ¿dónde vamos a comprar panes para que coman éstos? Se lo decía para probarle porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco. Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero ¿qué es eso para tantos? Dijo Jesús: Hagan que se recueste la gente.

Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: Recojan los trozos sobrantes para que nada se pierda. Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía: Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.

Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo (Mc 6, 1-15).

Este domingo se interrumpe el relato del evangelio de Marcos y se introduce el evangelio de Juan que seguiremos durante varios domingos. Juan dice que está próxima la Pascua, lo cual implicaría que Jesús fuera a Jerusalén, pero, por el contrario, Jesús está en Galilea con los suyos. Para Juan ya no son tan importantes las referencias judías, él las remplaza por el mismo Jesús. Las multitudes lo siguen por lo signos que ha realizado, pero más adelante, el evangelio va a decir que lo siguen por el pan que los ha saciado. Por tanto, no es un seguimiento discipular, exactamente, es más bien, la coyuntura de encontrar en Jesús alguien que les está transformando las situaciones, concretamente curando enfermos, realidad que para los judíos significaba exclusión de la mesa del reino. Pero a Jesús no le interesa los motivos de los que están allí. Lo que él ve es la necesidad de la gente. Por eso, Jesús entabla un diálogo con Felipe preguntándole dónde van a comprar más comida para saciar el hambre de todos. La respuesta es preocupante: solo hay cinco panes y dos peces. Pero Jesús los hace recostar, lo cual es signo de comensalidad y los panes y peces alcanzan para todos y, aún sobra.

Este signo hace que muchos lo reconozcan como el profeta que había de venir al mundo. Sin embargo, otros lo quieren hacer rey, es decir, no entienden la predicación de Jesús, ni las obras que realiza. Y, a veces no hay argumentos que valgan. Tal vez por eso, Jesús se retira al monte, esta vez él solo, para mantenerse fiel a la misión encomendada. Sería muy fácil dejarse llevar por las multitudes, buscando reconocimiento y privilegios. Pero para Jesús este no es el camino. Su fidelidad al reino que anuncia lo hace aceptar el fracaso con sus seguidores y esperar que el reino de su fruto, muy por encima de las propias fuerzas.

Contemporáneamente este pasaje se interpreta como la capacidad que tiene la fraternidad/sororidad de hacer multiplicar los panes y peces, no como actos milagrosos y extraordinarios, sino como posibilidad de mover el corazón de los seres humanos para que nadie pase necesidad. Y esta interpretación es perfectamente válida. En nuestro mundo actual hace falta poner el mensaje de este día en acción hacia tantos proyectos tan urgidos de realización. Multiplicar el pan signo de la justicia social. Multiplicar el pan, aceptando la pluralidad cultural y religiosa de nuestros pueblos, signo de la inclusión en la diversidad. Multiplicar el pan de la igualdad fundamental de todos en la Iglesia. Multiplicar el pan de la novedad y la reforma eclesial para que la iglesia pueda ser casa de todos. En otras palabras, urge multiplicar el pan de la justicia y el bien. La llamada está hecha por parte de Dios, de nuestra colaboración depende que el pan se multiplique y todos queden saciados.

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“Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron”. Domingo 25 de julio de 2021. Domingo 17º de tiempo ordinario.

Domingo, 25 de julio de 2021
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42-ordinarioB17 cerezoDe koinonia:

2Reyes 4,42-44: Comerán y sobrará.
Salmo responsorial: 144: Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.
Efesios 4,1-6:Un solo cuerpo, un Señor, una fe, un bautismo.
Juan 6,1-15: Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron.

2Re 4, 42-44

La actividad profética de Eliseo tuvo lugar en el Reino del Norte. Eliseo es un profeta taumaturgo, a través de sus milagros intentó conducir al pueblo a Dios. En la liturgia de hoy se nos presenta la multiplicación de los panes. Aunque parece que no van a alcanzar para tanta gente, al repartirlos alcanza y sobra. La fuerza de este pan es más de orden espiritual: basta un poco de pan compartido con gusto y con alegría, para sentir su fuerza y su energía.

Ef 4, 1-6

Este texto es una exhortación a la unidad. Pablo desde la prisión suplica a los Efesios que vivan de acuerdo con la vocación a la que han sido llamados y se esfuercen por mantener la unidad, ya que han recibido un mismo bautismo. El reconocimiento de la paternidad de Dios nos lleva a reconocer en los demás a nuestros hermanos.

Una intachable conducta de vida corresponde a la vocación que han recibido los que antes eran gentiles. La vida digna del llamamiento a la esperanza se muestra en el hecho de que los miembros de la Iglesia guarden la unidad obrada por el Espíritu en el único cuerpo.

Se habla de la relación con la Iglesia y en la Iglesia como comunión que los abraza. La desintegración de la unidad es señal de desesperanza de los miembros de la Iglesia. Presupuestos internos para la unidad son: tener en más estima a los otros que a sí mismo, saber apreciar los dones que Dios ha dado a los demás, pensar y sentir unánimemente… Todo esto presupone apartarse de todas las formas de ambición. La humildad y la modestia desempeñan un gran papel donde hay amenaza contra la unidad. La mansedumbre, la apacibilidad, la dulzura son comportamientos con el prójimo que alejan toda clase de riñas, evitan la acritud y el sentimiento de superioridad. La paciencia es un rasgo esencial del amor, hace posible y salvaguarda la unidad de la paz.

El llamamiento que se hace a los que antes eran gentiles es un llamamiento hacia los otros, a respetar el espacio interno y externo, a permitirles que sean ellos mismos y a poderles apreciar en el amor. El Espíritu es el poder que crea y conserva la unidad y esta unidad es la que hay que guardar.

Jn 6, 1-15

Mucha gente acudía a escuchar a Jesús. A veces venían de lejos, y era lógico que vinieran preparados para pasar unos días. Venían atraídos por la fama de los milagros y señales que realizaba. Jesús aprovecha el momento para dar una lección a sus oyentes. Comienza preguntándole a Felipe que con qué comprarían panes para dar de comer a la multitud. Felipe le dice que no bastarían doscientos denarios. Andrés le dice que hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero que eso no es nada para tanta gente. Es la misma pregunta que el criado le hace a Eliseo.

Jesús enseña que la dinámica del Reino es el arte de compartir. Quizá todo el dinero del mundo no fuese suficiente para comprar el alimento necesario para los que pasan hambre… El problema no se soluciona comprando, el problema se soluciona compartiendo.

La dinámica del mundo capitalista es precisamente el dinero. Creemos que sin dinero nada se puede hacer y tratamos de convertirlo todo en dinero, no sólo los recursos naturales sino también los recursos humanos y los valores: el amor, la amistad, el servicio, la justicia, la fraternidad, la fe, etc. En el mundo capitalista nada se nos da gratuitamente, todo tiene su precio, todo se tasa y se comercializa. Se nos ha olvidado que la vida acontece por pura gratuidad, por puro don de Dios.

Jesús en esta multiplicación de los panes y de los peces parte de lo que la gente tiene en el momento. El milagro no es tanto la multiplicación del alimento, sino lo que ocurre en el interior de sus oyentes: se sintieron interpelados por la palabra de Jesús y, dejando a un lado el egoísmo, cada cual colocó lo poco que aún le quedaba, y se maravillaron después de que vieron que al alimento se multiplicó y sobró. Comprendieron entonces que si el pueblo pasaba hambre y necesidad, no era tanto por la situación de pobreza, sino por el egoísmo de los hombres y mujeres que conformados con lo que tenían, no les importaba que los demás pasaran necesidad. El gesto de compartir marca profundamente la vida de la primeras comunidades que siguieron a Jesús. Compartir el pan se convierte en un gesto que prolonga y mantiene la vida, un gesto de pascua y de resurrección. Al partir el pan se descubre la presencia nueva del resucitado.

Si somos hijos de un mismo Padre como reconoce Pablo en la lectura que hemos hecho, no se entiende por qué tantos hombres y mujeres viven en extrema pobreza mientras unos cuantos viven en abundancia y no saben qué hacer con lo que tienen. En el mundo actual es mucho el dinero que se invierte en guerra, en viajes extraterrestres, en tratamientos para adelgazar. Los que tienen el capital crean condiciones cada vez más injustas y pretenden hacer más dinero, explotando los recursos que quedan, aunque destruyan todo y acaben con las condiciones de vida sobre la tierra. Ningún ser humano debiera morir de hambre, pues la tierra tiene suficiente para albergarnos a todos. Los cristianos no debemos olvidar el compartir: ésta es la clave para hacer realidad la fraternidad, para reconocernos hijos de un mismo Padre. Cuando se comparte con gusto y con alegría el alimento se multiplica y sobra. La multitud, al ver lo que Jesús ha hecho, intenta llevárselo para proclamarlo rey pero Jesús huye solo a la montaña. Leer más…

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25.7.21. Fiesta de Santiago: Camino de conversión para una iglesia peregrina

Domingo, 25 de julio de 2021
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6258FAF1-74EC-435A-BDE6-0A0E70146C06Del blog de Xabier Pikaza:

La fiesta de Santiago es la fiesta de su conversión: Deja de ser Caballero de un Dios de Batallas (matando enemigos, sentándose en un trono de gloria), para hacerse peregrino de Jesús y caminar con él, como testigo de amor, al servicio de todos (hasta el confín de la tierra).

De esta conversión de Santiago y de su hermano Juan, que abandonan la violencia y se vuelven itinerantes pacíficos de vida,habla el evangelio de este día, que el mejor de los retratos de su vida.

En este contexto quiero presentar la galería del lugares del camino  que diseñó A. Mahourrek (entre el 1980 y 1990) y que L. Sanmillán, Arsenio Fernández y otros artistas de la Escuela del Monasterio Mercedario de Poio (Pontevedra) “convirtieron” en mosaico. Esos lugares, de París a Compostela, pasando por Roncesvalles, Pamplona etc., marcan las etapas de la “conversión” cristiana de los peregrinos de Santiago, una conversión que puede y debe realizar la Iglesia entera, desde los confines del antiguo Occidente.

En Compostela se venera todavía la imagen del Santiago Mata-moros, aún no convertido, que pide a Jesús un asiento (un trono o caballo) para matar enemigos y gobernar a su lado.  Pero el verdadero Santiago es el ya convertido, peregrino de Jesús, dispuesto a beber su cáliz y recibir su bautismo de muerte al servicio de la vida de los demás (el texto base de la reflexión que sigue está tomado de  mi comentario a Marcos.

INTRODUCCIÓN.  JESÚS LE LLAMÓ 4 VECES

(1) En el mar de Galilea, donde era pescador, con su hermano Juan, en Mc 1, 19-20. Se les  llama “zebedeos”, hijos de Zebedeo, y tras la llamada de Jesús dejaron la barca de su padre con los jornales.

(2) En el monte, cuando Jesús instituyó a los Doce (Mc 3, 17). Allí se dice que Jesús impuso a los dos (Santiago y Juan) el nombre de Boanerges, Hijos del trueno, lo que muestra que eran especialmente violentos, matadores de enemigos.

(3) De nuevo en el del Mar de Galilea, tras la resurrección, cuando Jesús les llamó a formar el primer equipo de los siete misioneros, con con Pedro, Tomás, Natanael y dos cuyo nombre no se dice (Jn 21).

 (4) Pero el texto más importante para conocer a Santiago es el de Mc 10, 35-45, que quiero presentar y comentar con cierta extensión, siguiendo el el texto Mc 10, 35-45 (aunque la liturgia de hoy sigue el paralelo de Mateo)

TEXTO DE LA CONVERSIÓN DE SANTIAGO

(a. Petición) 35 Y se le acercaron Santiago  y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: – Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte. 36 Jesús les preguntó: — ¿Qué queréis que haga por vosotros? 37 Ellos le contestaron:– Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria.

(b. Respuesta) 38 Jesús les replicó:– No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que seré bautizado? 39 Ellos le  respondieron:– Sí, podemos. Jesús entonces les dijo:– Beberéis el cáliz que yo he de beber y seréis bautizados con el bautismo con que yo seré bautizado. 40 Pero el sentarse a mi  derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado.

(c. Confirmación) 41 Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago  y Juan. 42 Jesús los llamó y les dijo:– Sabéis que los que parecen mandar a las naciones las gobiernan tiránicamente y que sus magnates las oprimen. 43 No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; 44 y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea esclavo de todos. 45 Pues tampoco el Hijo del humano ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por mucho

 Estos zebedeos, y en especial Santiago, empiezan siendo los del caballo y la espada, luchando contra los “enemigos de Dios”, que en la visión de la España medieval era los musulmanes. Cierta Iglesia les sigue venerando todavía, y quiere que vuelven (sin convertirse a Jesús) para matar enemigos.

 10, 35-37 Petición. 35 Y se le acercaron Santiago  y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte. 36 Jesús les preguntó: ¿Qué queréis que haga por vosotros? 37 Ellos le contestaron: Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria.

Como representantes de la lógica del mando aparecen Santiago  y Juan, los primeros conspiradores de la iglesia, que utilizan a Jesús para saciar su sed de jerarquía. No buscan algo nuevo, insisten en la línea anterior de búsqueda de “poder”, de Pedro (es decir Pedro) o de los Doce (9, 33-34; cf. 8, 33).  Ambos son “hijos del trueno” (3, 17), en línea de fuego y violencia, pues quisieron que el fuego del cielo destruyera a lo samaritanos, un día que no quisieron recibirles (cf. Lc 9, 54).

Habían sido llamados al principio para la pesca final (1, 16-29); unidos a Pedro, acompañaron a Jesús en la “resurrección” de la hija del Archisinagogo (5, 37) y en la transfiguración (9, 2). Por eso, al pedirle ahora un puesto a la derecha e izquierda de su gloria, parecen responder con confianza a su confianza. Es lógico y bueno lo que piden (estar siempre al lado de Jesús), pero lo piden con lógica de mando, elevándose sobre el resto de los discípulos, y sobre todos los que forman el reino de Jesús, ocupando los puestos fundamentales “en su gloria” (en tê doxê sou), compartiendo su poder o su realeza.

Es evidente que, siguiendo el orden en que aparecen siempre, Santiago  (¡quizá el mayor!) ocuparía el trono o asiento a la derecha de Jesús y Juan a su izquierda. Así formarían con Jesús el triunvirato del Reino. Pueden pensar en un reino político, que se instaurará en Jerusalén, tan pronto como lleguen (a pesar de los anuncios de derrota y muerte de Jesús). Pero también pueden pensar (dentro del contexto actual de Marcos) en el Reino del Hijo del Hombre, que ha de venir de forma gloriosa, conforme al mensaje de Dan 7, 9-14, donde se dice que se prepararon unos tronos (para los compañeros, angélicos o humanos del Hijo del Hombre), y que al Hijo de Hombre en particular se le daría todo honor, gloria y poder.

Es evidente que estos zebedeos quieren reinar con Jesús, ellos dos, de un modo especial, ciertamente con los Doce (como recuerda el logion de los Doce tronos de los elegidos de Jesús: cf. Mt 19, 28; Lc 22, 30), pero por encima de los otros diez (incluido Pedro)

(2). 10, 38-40 Respuesta. Beberéis mi cáliz 38 Jesús les replicó: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que seré bautizado?39 Ellos le respondieron: Sí, podemos. Jesús entonces les dijo: Beberéis el cáliz que yo he de beber y seréis bautizados con el bautismo con que yo seré bautizado. 40 Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado.

Jesús responde cambiando el nivel de la petición. No acepta, ni rechaza lo que piden, pues de ese modo seguiría utilizando (a favor o en contra) la lógica de fuerza, sino que rechaza la misma petición como carente de sentido: ¡No sabéis lo que pedís! (10, 38). Los zebedeos han seguido a Jesús y, sin embargo, no entienden su estilo de Reino, no comprenden que Jesús no quiere el trono (¡no quiere reinar!), sino regalar la vida por los demás, para que todos los hombres y mujeres (y en especial los más necesitados) sean “reyes”.

Éstos zebedeos, que llevar largo tiempo con Jesús no saben ni lo más elemental: ¡Jesús no busca el primer trono, ni para sí, ni para los demás, pues su Reino no puede entenderse en la línea de una “toma de poder”! El verdadero Jesús (el de Marcos y Mateo) no puede ofrecer tronos, sino un camino en su seguimiento, como sabe Mc 8, 34: ¡Quien me quiera seguir, que tome su cruz y me siga! (palabra que ellos, los Doce, y de un modo especial los Zebedeos no han querido escuchar).

Jesús no puede ofrecer Tronos de Reino, sino un camino de entrega de la vida, como muestra la continuación del texto: de Jesús: Pregunta y respuesta. ¿Podéis beber mi cáliz, bautizaros con mi bautismo? (10, 38-39a). Ellos desean mandar con Jesús, para imponerse. Jesús les pregunta si pueden seguirle en su entrega, en donación de vida.

Frente a la gloria que buscan en él, Jesús les ofrece su camino de entrega, expresado en el signo del cáliz (que significa solidaridad y entrega) y en la señal del bautismo (que implica también muerte: quedar bajo el poder de las aguas destructoras).

En el fondo les pregunta si están dispuestos a morir con (como) él. Ellos responden que sí: ¡podemos! Ciertamente, no son miedosos o egoístas vulgares.

–Concesión.¡Mi cáliz lo beberéis, con mi bautismo os bautizareis! (39b). Con una anticipación que rompe el nivel temporal de la escena y adelanta algo que ha suceder más tarde, el Jesús pascual (que es el que está hablando aquí, al menos en un nivel) confirma la disposición de los zebedeos, ratificando su entrega martirial ya cumplida (todo nos permite suponer que han muerto ya por y con Jesús cuando Marcos se escribe este pasaje, en torno al 70 d.C.).

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Jesús alimenta a su comunidad y prepara un discurso. Domingo 17. Ciclo B

Domingo, 25 de julio de 2021
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2b14ce820a97d72e5ed859301597e95c513f21087e6aadfa8c357180578255c9Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado, el evangelio de Marcos nos presentaba a Jesús enseñando a su pueblo, reunido de muy distintos lugares. Inmediatamente después, lo presenta alimentado a su pueblo mediante la multiplicación de los panes y peces. Pero este relato no se ha tomado hoy de Marcos, sino de Juan, porque los cuatro domingos siguientes los dedica la liturgia a la lectura del discurso del pan de vida, que solo cuenta Juan.

Después de esto, se fue a Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima a la Pascua, la fiesta de los judíos.

Al levantar Jesús ;os ojos y ver que venía mucha gente, dice a Felipe:

“Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?”

Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó:

-”Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.”

Le uno de los discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro:

“Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero qué es eso para tantos?”

Dijo Jesús:

-“Haced que se recueste la gente.

Había en un lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los partió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron.

Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:

-“Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.

Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía:

”Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.

Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.

Un caso extraño

            Es raro que Juan coincida con los Sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas) en algún relato. Este de la multiplicación de los panes y los peces es uno de los pocos casos, pero conviene advertir los matices propios de Juan. El primero es la fecha: «Estaba próxima a la Pascua, la fiesta de los judíos.» Ninguno de los Sinópticos ofrece esta indicación, que para Juan es muy importante: hace referencia al momento de la muerte de Jesús. Juan no cuenta la institución de la Eucaristía, pero este milagro, ocurrido en la misma fiesta, simboliza la idea de que Jesús alimenta a su pueblo.

Jesús y Eliseo

            Uno de los grandes obradores de milagros en el Antiguo Testamento es el profeta Eliseo. La 1ª lectura recoge cómo alimentó con veinte panes de cebada a cien personas (teniendo en cuenta las dimensiones de los antiguos panes, no era demasiado difícil sacar un bocadillo para cada uno). En contra de las dudas de su criado, comieron todos y sobró.

Vino un hombre de Baal Salisa y llevó al hombre de Dios primicias de pan, veinte panes de cebada y grano fresco de espiga; y dijo Eliseo:

-“Dáselo a la gente para que coman.”

Su servidor dijo:

-“Cómo voy a dar esto a cien hombres?

Él dijo:

-“Dáselo a la gente para que coman, porque así dice Yahveh: Comerán y sobrará.”

Se lo dio, comieron y dejaron de sobra, según la palabra de Yahveh.

            El milagro de la multiplicación de los panes y los peces está calcado sobre el de Eliseo, pero aumentando las dificultades. En vez de cien personas son cinco mil (los Sinópticos añaden “sin contar mujeres y niños”, Juan sólo menciona a los varones). Y en vez de veinte panes, Jesús sólo dispone de cinco. Para dejar clara la dificultad se indica lo que costaría alimentar a esa gente: 200 denarios. El denario era el salario diario de un campesino; 200 denarios suponen una cantidad muy grande para un grupo que vive de limosna, como el de Jesús.

            A pesar de todo, igual que Eliseo dijo: «comerán y sobrará», los comensales de Jesús comen «todo lo que quisieron» y, para demostrar la abundancia, se recogen doce canastos de sobras.

            La relación entre el milagro de Jesús y el de Eliseo queda especialmente clara en Juan, ya que mientras los Sinópticos hablan simplemente de “cinco panes”, Juan indica que son “panes de cebada”, como los que regalan a Eliseo.

Simbolismo eucarístico

Mateo, al contar este milagro, omite la referencia a los peces en el momento de la multiplicación, para subrayar la importancia del pan como símbolo eucarístico.

Juan lo sugiere de forma distinta. La orden de Jesús: “Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda”, la refieren los discípulos sólo a los panes, no se preocupan de los peces. Es probable que estas palabras de Jesús reflejen la práctica litúrgica posterior, cuando se pensó que el pan eucarístico no podía ser tratado como otro cualquiera.

La reacción del pueblo y la reacción de Jesús

En los Sinópticos, la gente no es consciente del milagro ocurrido. En Juan, el pueblo se sorprende de lo hecho por Jesús y deduce que es el profeta esperado, semejante a Moisés, que alimentó al pueblo en el desierto. A primera vista, extraña que identifiquen a ese «profeta que iba a venir al mundo» con el futuro rey de Israel. Pero Flavio Josefo habla de profetas que se presentaban en el siglo I con pretensiones regias, mesiánicas.

La intención del pueblo es claramente revolucionaria, nombrar un rey que los gobierne distinto del César romano, un rey que los libere. Pero Jesús no comparte ese punto de vista y huye. «Mi reino no es de este mundo», dirá a Pilato.

Un milagro que continúa en un discurso

            En los Sinópticos, el milagro está cerrado en sí mismo. En Juan, el milagro supone el punto de partida para un largo discurso, que se leerá en los próximos domingos. Es importante recordar este detalle al comentar el texto: se puede subrayar la preocupación de Jesús por la gente, su poder infinitamente superior al de Eliseo, el simbolismo eucarístico, la oposición de Jesús a un mesianismo político… pero hay que dejar claro que el relato es sólo la puerta a un discurso. «Ahora viene lo bueno». El milagro de los panes sirve para presentar a Jesús como el verdadero pan de vida.

Juan, al escribir los discursos de Jesús, los concebía como un desafío para el lector: no se debían entender a la primera, sino tras diversas lecturas y continua reflexión. Por desgracia, la mayoría de los fieles, al menos en España, no está para muchos desafíos en el mes de agosto.

Receta para conseguir la unidad (2ª lectura: Efesios 4,1-6)

El domingo pasado, la carta a los Efesios recordaba que Dios reconcilió a judíos y paganos mediante la muerte de Jesús. Pero esa unidad puede resquebrajarse fácilmente. Nos solo entre los dos pueblos, sino también dentro de las comunidades del mismo origen. La experiencia de veinte siglos lo demuestra. Pablo, desde la cárcel, aconseja las actitudes que ayudan a mantener la unidad: humildad, amabilidad, comprensión, sobrellevarse mutuamente, esforzarse en mantener el vínculo de la paz. Así se llegará a ser un solo cuerpo y un solo espíritu, basados en «un Señor, una fe, un bautismo». Este texto recuerda, con palabras muy distintas, el gran deseo de Jesús en su despedida: «Padre, que todos sean uno, como tú en mí y yo en ti». Y, en relación con el evangelio, nos recuerda que somos uno todos los que comemos el mismo pan.

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25 de julio de 2021. Domingo Solemnidad de Santiago

Domingo, 25 de julio de 2021
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Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros; el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo

(Mt 20, 20-28)

Esta fiesta de Santiago que se nos cuela en pleno domingo viene a recordamos algo muy importante: somos peregrinas, peregrinos. Necesitamos que nos lo recuerden porque nos pasa como a los discípulos, que se nos olvida, y en lugar de querer caminar tras las huellas de Jesús andamos buscado lugares de privilegio. Asientos de mando. Puestos importantes.

Sea como sea, los puestos importantes junto a Jesús no son como los imaginamos. El trono de Jesús es una cruz, es decir, el último y más inhóspito lugar. Si queremos estar a su derecha o a su izquierda nos espera una cruz, un lugar marginal. Esta es su manera de ser grande. Así no los manifiesta Él mismo a lo largo de toda su vida. Y así nos lo han ransmitido las primeras comunidades de creyentes que consignaron por escrito la vida y la enseñanza de Jesús, pero cuando leemos el evangelio, además de descubrir la grandeza de la Buena Noticia, se pone de manifiesto también la torpeza humana.

Aquellos primeros seguidores no entendían a Jesús. Lo habían dejado todo y andaban por Galilea detrás del Maestro, pero a cada paso se ponía de manifiesto que ni siquiera la convivencia estrecha con Jesús es suficiente para entrar en su Reino.

Y no es que el Reino sea difícil de encontrar, somos nosotras las que nos perdemos con soberana facilidad. Queremos ser discípulas, nos ponemos en camino, pero nos cuesta abandonarnos a un amor tan gratuito, a una verdad tan profunda y a una confianza tan extrema. Nos empeñamos en adoquinar el camino e incluso nos hemos atrevido a poner peajes. Sin embargo el Reino de Jesús es insobornable. El camino único para cada persona y solo se llega cuando acogemos a las demás como hermanas. Metiendo cualquier título que nos separe en la maleta del olvido y sirviendo, que es el segundo nombre del amor.

Oremos

A tu derecha o a tu izquierda, con las manos prontas para el servicio y los pies ligeros para el camino, compartiendo tu misma suerte, tu mismo destino. Amén

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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La gente solo busca la salvación material.

Domingo, 25 de julio de 2021
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multiplicacion_panesJn 6, 1-15

El domingo pasado nos dejaba el relato evangélico de Marcos ante la multiplicación de los panes. En su lugar, la liturgia inserta, a partir de este domingo, todo el c. 6 de Jn. Es el más largo y denso de todos los evangelios y nos va a ocupar cinco domingos. Partiendo de la multiplicación de los panes, elabora toda una teología del seguimiento. En el fondo, se trata de un proceso de iniciación catequética, que en la comunidad duraba varios años y que, al final, obligaba a tomar una decisión definitiva: el bautismo o abandonar.

Como siempre en Juan, todo son símbolos. El pan es el signo del alimento espiritual. El monte es el lugar donde habita la divinidad. Jesús subió al lugar que le es propio. Sentarse es el símbolo de enseñanza rabínica. Estaba cerca la Pascua no es un dato cronológico, sino teológico. La gente no sube a Jerusalén, como era su obligación. Busca en Jesús la liberación que el templo no puede darle. Proclamarle Rey es buscar seguridades.

El dinero es lo que había desplazado a Dios del templo; utilizado por el sistema opresor, es el causante de la injusticia. Comprar pan es obtener un bien necesario para la vida, a cambio de dinero, inventado para dominar. El vendedor dispone del alimento; lo cede solo bajo ciertas condiciones dictadas por él. La vida no está al alcance de todos, sino mediatizada por el poder. Jesús no acepta tal estructura, pero quiere saber si sus discípulos la aceptan. Felipe no ve solución. Doscientos denarios era el salario de un año.

Andrés muestra una solución distinta. Habla de los panes y los peces que descubre como algo de lo que se puede disponer. El muchacho (muchachito, doble diminutivo) representa al insignificante grupo de los discípulos. Los números simbólicos 5+2=7 indican totalidad. Todo se pone a disposición de los demás. Al ser de cebada, pone en relación este episodio con el de Eliseo. Eliseo dio de comer a cien, con veinte panes. Jesús da de comer a cinco mil con cinco. La propuesta de Andrés es la adecuada pero no hay medios suficientes.

Comer recostado era signo de hombres libres. Jesús quiere que todos se sientan personas con su propia responsabilidad. No quiere servidumbres ni dependencias de ninguna clase. Aquí está ya apuntando a la falsa interpretación que van a hacer del signo. El lugar (con artículo determinado) era el modo de designar el templo. Dios no está ya en el templo sino donde está Jesús. La mucha hierba, signo de la abundancia de los tiempos mesiánicos.

Pronunció la acción de gracias (eucaristhsaV=eucaristizó). Este dato tiene mucha miga. Se trata  de conectar la comida con el ámbito de lo divino (los sinópticos hablan de elevar la mirada al cielo). Se reconoce que el alimento es don de Dios a todos; nadie puede apropiárselo para después sacar provecho de su venta. Una vez liberado del acaparamiento egoísta, todos tendrán acceso a ese bien necesario. Su finalidad primera, alimentar, se eleva para convertirlo en signo de Vida. Solo en este nuevo espacio es posible el compartir.

Recoged los pedazos que han sobrado. “Lo sobrado” no tiene sentido de resto, desperdicio sino de sobrante, sobreabun­dante. En la Didaché se llama al pan eucarístico “los trozos” (klasma). Deben recogerlos porque la comunidad tiene que continuar la obra de la entrega. Otra gran diferencia con la experiencia del Éxodo. El maná no duraba de un día para otro; lo que Jesús ofrece tiene valor permanente y hay que cuidarlo. Recordemos que en los Hch se llama a la eucaristía “la fracción del pan”. No es pan, sino pan partido.

Llenaron doce canastas. “Doce” hace referencia a las doce tribus de Israel, como símbolo del pueblo que había acompañado a Moisés, el profeta que tenía que venir al mundo. Se trata de un profeta como Moisés que haría los mismos prodigios que él. No reconocen la novedad de Jesús. Siguen creyendo en una salvación venida de fuera. Más tarde se establece una clara distinción entre el alimento que les da Jesús y el maná.

Quieren hacerle rey. No han entendido nada. La multitud queda satisfecha con haber comido. La identificación con Jesús y su mensaje no les interesa. Jesús quiere liberarles, ellos prefieren seguir dependiendo de otro. Jesús les pide generosidad; ellos prefieren recibir. Quiere asociarlos a su obra; ellos quieren descargar en él su responsabilidad. La solución es compartir todo con todos. La salvación no está en que alguien solucione mi problema sino en estar dispuesto a dar a los demás lo que uno tiene y lo que uno es.

Se retiró a la montaña él solo. Jesús sube a lo alto, mientras los discípulos bajan. Ante la total incomprensión de la gente, Jesús no tiene alternativa: se vuelve al monte (lugar de la divinidad). Completamente solo, como Moisés después que el pueblo traicionó a Dios haciéndose un ídolo. Este paralelismo con Moisés muestra la gravedad de lo sucedido. Haciendo de Jesús un Mesías poderoso, repiten la idolatría de los israelitas en el desierto. En ambos casos quieren adorar a Dios bajo la falsa imagen que ellos habían hecho de Él.

El dinero sigue siendo la causa de toda desigualdad. Todo tiene un precio. La gratuidad ha desaparecido de nuestra sociedad. Seguimos ante la encrucijada pero no tomamos una decisión. No tomar el camino espiritual es dejarnos llevar por el hedonismo, la búsqueda de placer a cualquier precio. En el mejor de los casos, nos empeñamos en ir por dos caminos opuestos al mismo tiempo. La religión, como la entendemos, nos lleva a la esquizofrenia.

Jesús pudo escapar de la pretensión de aquella gente, pero de nosotros, no puede escapar y lo hemos proclamado rey del universo. Debemos examinar los motivos que nos mantienen unidos a Jesús. ¿Por qué somos cristianos? ¿Por qué venimos a misa? Yo os lo voy a decir: Para asegurarnos sus favores aquí abajo y además, garantizar una eternidad dichosa en el cielo. ¡Poco han cambiado las cosas! También nosotros seguimos sin querer saber nada del servicio y la entrega a los demás. El evangelio sigue sin estrenar.

Seguimos poniendo lo espiritual al servicio de lo material. No nos interesa lo que Dios quiere sino nuestro placer. Solo nos interesa que Dios se ponga a nuestro servicio. Si todos los que nos llamamos cristianos empezáramos a compartir, como Jesús nos pide, se produciría la mayor revolución de la historia humana. Si esperamos a compartir cuando hayamos cubierto todas nuestras necesidades, nunca compartiremos nada. La técnica del capitalismo es precisamente aumentar las necesidades a medida que se van satisfaciendo.

Meditación

Jesús no quiere estar por encima de los demás.
Tampoco quiere que la gente se esclavice.
La auténtica salvación no puede venir de fuera.
El horizonte de tu plenitud está dentro de ti.
Lo externo, ni te tiene que atar, ni te puede liberar.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Silencio sonoro.

Domingo, 25 de julio de 2021
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sermon-on-the-mountain“¿Cómo podemos entender bien el silencio exterior? Dios es amigo del silencio. Mira cómo la naturaleza, los árboles, la hierba, crecen en silencio; mira las estrellas, la luna y el sol, cómo se mueven en silencio” (Teresa de Calcuta)

29 de julio. Domingo XVII del TO

Jn 6, 1-15

Jesús se retiró a un monte, y allí se sentó con sus discípulos

Romano Guardini (1885-1968) uno de los teólogos más acreditados del siglo XX, desarrolla en su obra El Señor: meditaciones sobre la persona y la vida de Jesucristo, las siguientes ideas: En el silencio es donde suceden los grandes acontecimientos. No en el tumultuoso derroche del acontecer externo, sino en la augusta claridad de la visión interior, en el sigiloso movimiento de las decisiones, en el sacrificio oculto y en la abnegación, es decir, cuando el corazón, tocado por el amor, convoca la libertad de espíritu para entrar en acción, y su seno es fecundado para dar fruto. Los poderes silenciosos son los auténticamente creativos.

Fray Marcos maneja magistralmente, como buen miembro de la Orden de Predicadores, estos silencios poderosos y fecundos en sus misas dominicales de Parquelagos. Yo he podido contabilizarle al menos cuatro y apuntan a una reflexión profunda -casi una oración- sobre lo que está diciendo o haciendo en la eucaristía. Otros, abundantes, aunque más breves, los hace cuando cree que es necesario que los feligreses interioricemos algo de lo que allí está sucediendo. La oración, dijo en una ocasión, es una conversación, un diálogo con Dios Trino: mientras que en algunos momentos nos dirigimos a Dios, en otros guardamos silencio para escucharle.

Me encanta observar el vuelo de la tórtola europea o el pato canadiense en sus anuales emigraciones. No dejan huellas en el aire, pues caminan tras ellos. Pero me embrujan más las de las aves o animales que dejan sus pisadas en la arena; también las de los seres humanos. Puedo contemplarlas, distinguirlas y disfrutar de la belleza de sus plantas: sublimes momentos de silencio sonoro y de diálogo conmigo mismo, con los restantes seres y con la naturaleza.

Lo dijo poéticamente Teresa de Calcuta, mística y santa, en su discurso el día en que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1979: “¿Cómo podemos entender bien el silencio exterior? Dios es amigo del silencio. Mira cómo la naturaleza, los árboles, la hierba, crecen en silencio; mira las estrellas, la luna y el sol, cómo se mueven en silencio”. Tú sí dejaste profundas huellas marcadas en el camino de tu diario vivir que, justo con las de Jesús, nos están ayudando a encontrar las nuestras.

En cualquier espacio de la naturaleza, en pleno bosque centenario de robles, castaños y abedules, por ejemplo, el arte, la vida de todos los días y la naturaleza en su estado más puro se mezclan en idílicos paisajes, dando lugar a encuentros culturales participativos, abierto a diversas propuestas creativas y al bienestar personal. “Haga un lugar al silencio, a este gran maestro. Dentro de sus actividades, sin interrumpir nada, abra el oído de la mente y, detrás del ruido, en ausencia de meditación, escuche el silencio. Piense en la presencia del silencio, comience a percibir porque el pensamiento es una evocación. Una evocación cuyo mágico significado de este término llama a la manifestación de la causa referida. En el silencio se disuelve el pensamiento, y el ser real reaparece. Cada día contemple en varias ocasiones la corriente de la inmensidad del silencio interior, y así a lo largo de los años podrá establecer y hacer crecer su intimidad con el silencio. El silencio es el espacio que contiene el conocimiento y, llegado a ese punto de sí mismo, el silencio y usted estarán en conocimiento de lo inefable. Debemos aprender a guardar silencio”, escribió el maestro espiritual hinduista indio Ramana Ramarishi (1870-1950).

En Jn 6, 3 se nos dice que “Jesús se retiró a un monte, y allí se sentó con sus discípulos”. Se sentó para compartir con ellos en silencio, para escuchar el viento, para enseñar a nuestras manos a respetar las cosas, para hacernos sabios y comprender los secretos de cada hoja y cada roca, como rezan los indios norteamericanos.

ORACIÓN DE LOS INDIOS SIOUX

Oh gran espíritu, cuya voz oigo en el viento y cuyo respiro da vida a todo el universo. Óyeme, soy pequeño y débil, uno de tus muchos hijos.  Déjame pasear en la belleza y permíteme que mis ojos siempre puedan contemplar el rojo y el púrpura de la puesta de sol. Haz que mis manos respeten las muchas cosas que tus has creado y agudiza mis oídos para oír tu voz. Hazme sabio para comprender todas las lecciones que tu has escondido detrás de cada hoja y de cada roca. Dame fuerza no para ser más fuerte que mi hermano sino para luchar contra mi peor enemigo: yo mismo. Y hazme siempre listo para ir ante ti con las manos limpias y la mirada recta para que cuando la luz se desvanezca como se desvanece la puesta de sol mi espíritu pueda llegar ante ti sin ninguna vergüenza.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Creerle a Jesús.

Domingo, 25 de julio de 2021
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SER HERMANO - MEMORIA PROFETICA DE JESUS - ESP - sin cintillo_resize(Mt 20, 20-28)

«El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo».

No suele costarnos demasiado creer “en” Jesús —el hombre lleno del Espíritu—, pero nos cuesta mucho creerle “a” Jesús cuando dice cosas tan sorprendentes como ésta (o como otras tan asombrosas como ésta). Sentimos la tentación de quedarnos solo con lo que nos parece razonable; creerle a Jesús en lo que cuadra con nuestros criterios e ignorarle en el resto… porque ¿qué es eso de perdonar setenta veces siete, o hacer el bien a los que nos aborrecen, o poner la otra mejilla o ir por el mundo proclamando el evangelio…?

Nos suena raro, casi escandaloso, porque nuestra cultura nos impone unos valores que nada tienen que ver con los suyos. Pero al leerlo, no podemos olvidar que Jesús nos está hablando nada menos que de su mejor sueño; del Reino; de esa humanidad de Hijos que solo queriéndose como hermanos podrá realizarse.

Jesús no se limita a proclamar el Reino, sino que lo compara con un tesoro escondido en un campo, que cuando alguien lo encuentra —cuando alguien le cree y responde a su palabra—, vende todo cuanto tiene para comprarlo. Y lo hace “lleno de alegría” porque ya solo le interesa el tesoro que acaba de descubrir; lo demás deja de tener valor para él… Y esto es fantástico, pero no le creemos. Tampoco le creemos cuando nos asegura que «no hay quien haya dejado casa, o hermano, o hermana, o madre, o padre, o hijos, o campos por anunciar la buena noticia, que no reciba el ciento por uno aquí en esta vida, y además la vida eterna»… Y es que, como decía Jon Sobrino, nos da miedo ser felices al estilo de Jesús.

Nos llamamos cristianos, declaramos nuestra fe en Jesús, pero no le creemos cuando nos asegura que el Reino es la mejor apuesta que podemos hacer…

¿Y cómo apostar?

Ruiz de Galarreta decía que «el Reino no es huir de la realidad humana, sino dar pleno sentido a toda realidad humana. Por eso, el Reino no es esencialmente renunciar a nada, sino dirigirlo todo hacia ese fin. Ni poseer, ni casarse, ni trabajar, ni descansar, ni disfrutar, ni esforzarse, ni dimensión humana alguna, está fuera de esta categoría esencial: medios para construir el Reino».

Y una vez más vemos que el evangelio no es un ligero barniz que se añade a lo humano: es tomar al hombre desde lo más profundo, tal como es, y hacer posible que se oriente a Dios.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Fuente Fe Adulta

 

Nota de Fe Adulta:

Después de dos ciclos litúrgicos completos, es decir, más de seis años en el encargo, nuestro querido Vicente Martínez le pasa el testigo a Miguel Ángel Munárriz. No es un adiós ni mucho menos. Vicente seguirá deleitándonos con esos valores cristianos creativamente engarzados con las bellas artes, pero será en la sección de artículos. Por otro lado, tod@s conocemos a Miguel Ángel por sus artículos y sobre todo por su estrecha relación con la obra de José Enrique Galarreta, del que se considera su discípulo y del que fue buen amigo. Será una bonita forma de hacer presente a Galarreta en este portal. Y recordando las ideas de José Enrique, tenemos asegurado hablar de Jesús y hablar de Evangelio. Gracias Vicente. Gracias Miguel Ángel.

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Comerán y sobrará.

Domingo, 25 de julio de 2021
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DOMINGO 17º T.O. (B)

(Jn 6,1-15).

En la vida hay momentos que sirven para darse cuenta o tomar conciencia de algo que está más allá de lo superficial, de lo habitual. Son momentos significativos y en cierto modo celebrativos. La duda es si en el rito actual de la eucaristía (mal llamada misa) las experiencias fundantes de las personas sencillas tienen o no, cabida o acogida.

El evangelio de hoy nos recuerda de forma espontánea a la eucaristía. Relato que narran también los sinópticos pues debió ser un “signo” importante en el devenir de las comunidades cristianas. No olvidemos que Juan, que sabe mucho de eucaristía, comienza el relato de la pasión con el lavatorio de los pies. Por algo será.

La fe, que es conversión y praxis, exige que se proclame y se celebre a través de gestos humanos como es el partir y repartir el pan, puesto que en ese signo reconocemos el don supremo de Dios-con-nosotros que es Jesucristo. Así, la fe vivida es una “exigencia” de la fe celebrada, fuente gratuita que nos nutre y fluye permanentemente. La conversión es dejar una dimensión de mi persona en manos de Alguien en quien confío, sé que me busca y me quiere.

El signo de liberación humana que realiza Jesús en el evangelio debería ser signo visible en cada persona y comunidad cristiana y debería rehuir, como él hizo, toda tentación de autosuficiencia, especialmente de orden político, social o religioso. Todo un aviso a quienes ostentan cualquier poder.

Cabría preguntarse si este gesto sencillo, profundamente humano, al alcance de toda comprensión, se expresa por igual entre quienes celebramos. O más bien, y salvo honrosas excepciones, es la celebración de la mesa compartida y sillas alrededor que venimos haciendo mujeres y hombres de comunidades cristianas, grupos diversos, plurales, donde el gesto, el signo y la Palabra comunicada adquieren todo su sentido. Porque no sólo es importante lo que sentimos, pensamos y hacemos, que puede evolucionar o dejarnos anclados, sino que nos guía el Espíritu que Somos, que habita en nuestra mismidad, en nuestra interioridad y forma parte de nuestra Identidad primordial.

Jesús tiene la sensibilidad y la sabiduría de percibir, esto es, conocer en profundidad, qué está pasando por el corazón de toda persona. Su manera de hablar, mirar, enseñar y actuar con una actitud nueva, radical, transformadora y con el amor en el centro, sin hacer distinciones ni descartar a nadie. En aquella comida cada uno comparte lo que lleva, todo se pone a disposición de los demás. Jesús pronuncia la acción de gracias, es decir, se vincula la comida con el ámbito de lo divino porque el alimento es don de Dios para todos; pero también darse, entregarse, compartir nuestros “talentos”, nuestro tiempo, lo que cada uno tiene, lo que cada uno es. Ese es el milagro.

Hoy, seguimos creyendo y ¿esperando? en la sinodalidad que el papa Francisco pone en marcha hasta el 2023 con el fin de que todos los creyentes participemos en ese proceso indispensable, esencial. Sin embargo, mucho nos tememos que el clero, una vez más, siga el modelo secular de Iglesia patriarcal, jerárquica y piramidal y, al mismo tiempo,  los cristianos/as decepcionados y hastiados del inmovilismo, autoritarismo y del clericalismo, nos lleve a la indolencia y a la inacción; aquello de “otros lo harán”.

Por desgracia, los documentos finales de los sínodos siguen sin reflejar la experiencia y la realidad viva y dinámica del pueblo creyente. Como muestra, el modo en que los cristianos/as vivimos hoy la sexualidad, revisión del celibato sacerdotal, las diversas experiencias del amor en toda su riqueza y diversidad, la elección de obispos, el acceso de la mujer al presbiterado…

Si a estas alturas todavía no se entiende la sinodalidad como un caminar juntos donde la prioridad es hacer posible y creíble el Reino de Dios, hoy, y no se cambia la estructura eclesial ni la organización actual, seguiremos en un callejón sin salida.

Somos pan y queremos ser pan para los demás en una Iglesia donde mujeres y hombres, en plano de igualdad, participemos en la vida y en el ejercicio de los distintos ministerios. El bautismo es el signo de nuestra identidad original, no el sacramento del orden. Somos una Comunidad inclusiva que ha de contar también con nosotras, las mujeres, en los principales órganos consultivos y de decisión en los que hoy estamos ausentes.

Querida Iglesia: tú que eres femenina y madre, despierta y recupera todo lo que el Concilio Vaticano II supuso de apertura, comunión, fraternidad/sororidad. Sé valiente y examina las cuestiones críticas a la luz del evangelio, tomando a Cristo como referencia. Recuerda: Ecclesia semper reformanda – ¡Iglesia siempre en actitud de renovación! Una Iglesia al estilo de Francisco, Pueblo de Dios, popular, Comunidad de Iguales, comprometida con la Justicia, la Paz y la integridad de la Creación.

En toda crisis se gestan nuevas oportunidades pero no podemos permitirnos una demora más en lo esencial de tu misión: anunciar el evangelio a las gentes, darles apoyo y consuelo en sus desamparos y sufrimientos, escuchar los gritos de los inocentes.

Hermano Francisco, no estás solo. Tú lo sabes bien. Has cambiado el rostro de la Iglesia en favor de los más vulnerables y has solicitado que las mujeres sigan dando testimonio de fe y de vida en todos los ámbitos. Escucha la voz de quienes te ofrecen ayuda, trabajo y humilde consejo. Estamos en la retaguardia y no se nos ve, pero seguimos atentas compartiendo el pan de la abundancia, confiando en que todos/as tengamos cabida y se superen las divisiones entre los cristianos o de otras confesiones religiosas que hacen posible el amor en toda su riqueza y diversidad. Volverá a ser la Iglesia de la alegría y la esperanza, habrá pan para todos y aun sobrará para que la comunidad siga creciendo. Solo así reflejaremos e irradiaremos el poder del Espíritu de Dios. Nos basta su Amor y su gracia.

¡Shalom!

Mª Luisa Paret

Fuente Fe Adulta

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Poder o servicio.

Domingo, 25 de julio de 2021
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799FE176-0BDA-4EC4-8944-1B9764DDB88EFiesta de Santiago 

25 julio 2021

Mt 20, 20-28

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: “¿Qué deseas?”. Ella contestó: “Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”. Pero Jesús replicó: “No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?”. Contestaron: “Lo somos”. Él les dijo: “Mi cáliz lo beberéis, pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre”. Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: “Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos”.

 

  Parece que la búsqueda de poder, en todos los niveles, es tan antigua como la humanidad. También en el reducido grupo de Jesús, que siempre lo denunció con fuerza, afloró la lucha interna por ese motivo. El evangelista Mateo, tratando de “suavizar” la situación, pone la petición en boca de la madre de los Zebedeos, aunque sabemos por Marcos (10,35) que no fue ella, sino los propios hermanos, quienes reclamaban de Jesús los lugares de privilegio.

  ¿Qué tiene el poder que lo convierte en objeto prioritario de deseo? Fundamentalmente, promesa de autoafirmación, de bienestar y de seguridad. Veamos cada una de ellas.

  El yo se afirma en la comparación, confrontándose con los otros -si dejara de confrontarse, saldría de la consciencia de separatividad y terminaría diluyéndose- y marcando su (imaginada) superioridad. El poder le promete una posición de superioridad e incluso de dominio, sumamente golosa para él.

  El yo trata de eludir constantemente la frustración. Desde su pretensión de que la realidad responda a sus deseos, cree encontrar en el poder la posición privilegiada para conseguir todo lo que se propone.

  El yo, como vacío que es, hambrea seguridad. Ahí nace su necesidad compulsiva de aferrarse a todo aquello que puede sostenerlo: posesiones, bienes, títulos, imagen, relaciones… Pues bien, el poder promete otorgarle una aureola de fuerza y de superioridad, haciéndole creer que se encuentra a salvo de los miedos.

  Eso es lo que el poder promete. Pero la realidad es bien distinta: lo que realmente produce es división y enfrentamiento. Y es aquí donde se hace patente la sabiduría de Jesús, constatando cómo funciona el ejercicio del poder, previniendo de su trampa (“no será así entre vosotros”) y compartiendo su propio camino de servicio.

 La sabiduría -el acierto en la existencia- no pasa por acumular poder, sino por servir hasta dar la vida. La búsqueda de poder es el programa del ego, que terminará en frustración; el servicio nace de la comprensión de lo que somos.

¿Qué hay en mí de búsqueda de poder, aunque solo sea en mis relaciones más cercanas, y qué hay de servicio?


Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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