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“Yo, mí, me, conmigo.”, por Josean Villalabeitia

Lunes, 15 de mayo de 2017
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bigstock-handsome-narcissistic-young-ma-9354638-2244x1496Mis alumnos no dejan de sorprenderme, aunque en asuntos de religión creo que los tengo ya un poco calados. Es sencillo. Por lo general se muestran combativos frente a las costumbres de sus abuelos, pero les seduce cualquier otra manifestación religiosa, sobre todo si es exótica, rara o desconocida por estos lares. Cuando proponemos en clase algún trabajo de grupo o exposición oral, nunca faltan las energías, chacras, karmas, reencarnaciones y temas por el estilo.

Estaba convencido de que eran más bien, cosas de jóvenes secularizados y un poco atolondrados hasta que, hace poco, en un conocido monasterio me percaté de mi error. Compartí mesa de hospedería con una persona de cierta edad que hablaba de la energía que desprendía el lugar, que parecía colocarle en una situación espiritual privilegiada. Algo iba a comentar yo al respecto cuando otro comensal confirmaba la experiencia, a la vez que citaba otros manantiales energéticos espirituales más potentes. Se trataba de gente bastante más madura que mis alumnos, y suficientemente implicada en asuntos religiosos como para frecuentar conventos y rincones parecidos. La cosa era como para preocuparse.

Casi todas las corrientes pseudomísticas coinciden en varios puntos. Si no aseguran vivencias fuertes no interesan; y tienen que garantizar sentirse bien, sin tensiones. A menudo ofrecen técnicas cuasimilagrosas, con efectos increíbles sin apenas otra condición que practicarlas al pie de la letra. Y no suelen llevar aparejado compromiso alguno hacia los demás, o para transformar el mundo. Recomiendan, sencillamente, una suerte de ‘abstinencia ética’ que las vuelve cómodas de practicar. Pero lo que mejor las caracteriza es el lugar de honor exclusivo que reservan al individuo, al yo, que se erige en el único dios que, según sus criterios, merece entrega absoluta. Nos hallaríamos así ante un ‘monoteísmo yoico’, exacerbada forma de ‘autoreferencialidad’.

Conocida es la interpretación del filósofo que entendía la religión como religación; pues bien, en este caso sería religación con uno mismo, una manifestación más del omnipresente narcisismo contemporáneo, cuya expresión más evidente quizás sean los selfies y las redes sociales. Parece novedosa esta corriente de espiritualidad, pero en realidad participa de un fenómeno muy conocido: la ‘comprensión espiritualista de la religión’. La misma que, dicen, promovía la norteamericana CIA entre las comunidades cristianas latinoamericanas para contrarrestar el compromiso social al que las empujaba la Teología de la Liberación. La misma que anima a tantas iglesias independientes africanas, entretenidas y felices con sus danzas, mientras la injusticia campa a su alrededor.

A los cristianos aficionados a estas corrientes espiritualistas, egocéntricas y moralmente aletargadas, habría que recordarles la pregunta que la Biblia lanza en sus primeras páginas: “¿Dónde está tu hermano?”, para cuya búsqueda el rey de la parábola del juicio final aporta una pista sugerente: “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. De ahí la condena de Epulón, ciego ante las penurias de Lázaro; o la de los funcionarios religiosos de la parábola del Buen Samaritano, que anteponen sus deberes de culto al socorro del malherido.

La humanidad ha tratado de buscar a Dios en sitios diversos, pero nuestra fe cristiana lo ha encontrado siempre en el hermano. Los creyentes seguimos el ejemplo del Hijo de Dios, que predicó la solidaridad, el amor servicial al pobre y al necesitado, la lucha contra la injusticia y la miseria. Por eso admiramos a los que se han distinguido por su entrega generosa a los demás. Todo lo que nos distraiga de este objetivo fundamental tendría que resultarnos sospechoso, por lo menos. Y es que alejarse del prójimo, de sus necesidades y solicitudes, para enrocarnos en nuestro interior, en nuestra plenitud personal, en nuestra propia felicidad, puede que resulte agradable y hasta fascinante, pero no es cristiano.

Josean Villalabeitia

Mundo Negro – Boletín semanal Enrique Martínez Lozano

Espiritualidad , ,

Camino, Verdad y Vida.

Domingo, 14 de mayo de 2017
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Debemos siempre estar muy seguros de hacer la distinción entra la Iglesia invisible, universal y espiritual (Ecclesia) y la organización religiosa sin ánimo de lucro que se reúne en un edificio coronado por un campanario. La diferencia es inestimable, y no tenemos derecho a cometer el error de confundir las dos. Comprende por favor que no cuestionamos el derecho de cualquier grupo religioso de reunirse en paz, de elegir a sus líderes, de recibir dinero, de tener criterios para llegar a ser miembro, de administrarse del modo que le parezca justo – hace tiempo que comprendemos que tal derecho es un derecho civil y no es  en ningún caso inalienable,  escrito o autorizado por el mismo Dios. Esto no significa que sea malo, pero esto no lo hace espiritual. La Ecclesia no es una organización o una invención humana, sino un organismo lleno de Vida, y que adorarlo “en Jerusalén o sobre esta montaña” es menos importante para Dios que  adorarlo “en Espíritu y de verdad“.

¿Entonces dónde es la diferencia? ¿Dónde está el problema? Esto se convierte en un problema cuando el significado espiritual y escriturario  es falsamente relacionado con las costumbres sociales, con una norma cultural, con una religión de tradiciones, con una organización o con un lugar para reunirse. Cuando la línea de demarcación si difumina entre, por  una parte, la expectativa social, la tradición o las costumbres de la Religión Organizada y por otra parte, la verdadera vida espiritual, la misma esencia de la Ecclesia o del creyente individual, entonces tal sistema tiene la posibilidad de evolucionar en una forma peligrosa de abuso espiritual o de elitismo religioso.

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Chip Brogden

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– “No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí.En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.”

Tomás le dice:

“Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”

Jesús le responde:

“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.”

Felipe le dice:

-“Señor, muéstranos al Padre y nos basta.”

Jesús le replica:

-“Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.”

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Juan 14,1-12

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“¿Obispos investigados o imputados por la Justicia?”, por José María Castillo

Sábado, 6 de mayo de 2017
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img888751sDe su blog Teología sin Censura:

Se sabe que, en este momento, hay en España media docena de obispos investigados o imputados por los tribunales de justicia. No es mi intención pronunciarme sobre la verdad o falsedad de los hechos que investigan los jueces, fiscales y abogados, que intervienen en cada uno de estos casos. Lo que pretendo es plantear, con este motivo, una reflexión que me parece importante, no sólo para los encausados, sino para los cristianos en general y los ciudadanos interesados en estos asuntos.

Ante todo, es un hecho, afirmado como dato de la fe de la Iglesia, que los obispos son “los sucesores de los apóstoles”. Así consta desde el siglo primero hasta nuestros días. Teniendo en cuenta que esta sucesión no es un simple hecho de validez sacramental. Quiero decir, para que un obispo sea “sucesor de los apóstoles” no basta el hecho de la “ordenación sacramental”. O sea, no basta que haya recibido el rito o la ceremonia de su ordenación como obispo. Además de eso, se necesita que el que ha sido ordenado en una ceremonia religiosa, transmita – mediante sus enseñanzas y su forma de vida – la doctrina que nos enseñaron los apóstoles de Jesús (Y. Congar, E. Molland, V. Fluchs, G. Bardy…).

Por eso, la Iglesia, durante más de diez siglos, a los obispos (y clérigos en general) que tenían comportamientos escandalosos, les quitaba todos sus poderes y dignidades. Y les obligaba a vivir, el resto de su vida, como laicos (“laica communione contentus”), ganándose la vida como se la gana todo el mundo: ganándose un jornal para tener el pan de cada día (abundan estudios serios y documentados sobre esto: C. Vogel, P. M. Seriski, E. Herman, P. Hinschius, F. Kolber, K. Hofmann, J. M. Castillo…).

Pero hay algo más importante, que normalmente no se tiene en cuenta. Según los evangelios, lo primero que Jesús les exigió a los apóstoles no fue le “fe”, que creyeran en él, sino el “seguimiento”, que vivieran con él y como él. La teología, por desgracia, no ha tenido debidamente en cuenta este dato capital, a saber: que antes que las creencias, está la forma de vivir. Baste pensar que, en los evangelios sinópticos, mientras que la fe se menciona 36 veces, del seguimiento de Jesús se trata en 57 ocasiones.

No voy a hacer aquí un estudio sobre el “seguimiento” de Jesús. Me limito a señalar que los relatos de “seguimiento” destacan sobre todo esto: cuando Jesús llamaba a alguien a seguirle, no presentaba ningún programa de vida, ningún objetivo, ningún ideal. Sólo una llamada: “Sígueme”. Esto era todo (D. Bonhoeffer). Pero esto exigía dejarlo todo: familia, bienes, casa, trabajo… El que era llamado, perdía toda seguridad humana. ¿Por qué? ¿Para qué? Para ser libre de verdad. No estar atado a nada. Ni a nadie. Aunque quienes eran llamados no tuvieran claro lo de la fe, como queda patente en la cantidad de veces, que, según los sinópticos, los que le seguían fueron reprendidos, tantas veces, por el mismo Jesús, que les llamó “hombres de poca fe” (“oligo-pistoi”) o incluso les echó en cara su incredulidad (“a-pistía”).

Con el paso del tiempo, en la Iglesia se dio más importancia a la fe que al seguimiento, sin duda por la influencia creciente que tuvo la teología de Pablo, que, no conoció al Jesús histórico, ni menciona el seguimiento de Jesús. Pablo habla de la “imitación”, pero es para que le imiten a él (1 Cor 4, 16; Fil 3, 17), haciendo una vez referencia a Cristo (1 Cor 11, 1).

En cuanto a los obispos, en lo que más se ha insistido ha sido en la “autoridad”, que, desde el s. IX (con el papa Nicolás I), empezó a considerarse como “potestad”. Y que pronto fue calificada como “sagrada”. Así, el clero centró su interés, más en exigir sumisión a la fe, explicada por los propios clérigos, que en la libertad que nace del seguimiento de Jesús. La Religión, con sus ritos y observancias, le ganó (en importancia y presencia social) al Evangelio. Jesús fue objeto de culto, devoción y arte. De la vida de la gente, de los ricos y de los pobres, se encargaban los poderes públicos, con frecuencia en lucha, para ver quién mandaba más, si el poder civil o el poder sagrado.

¿Nos sorprende o nos escandaliza que haya obispos que se ven denunciados ante la Justicia? Yo no soy quién para decir si son o no son culpables. Lo que se puede – y se debe – decir es que en la Iglesia hay demasiada gente que la da más importancia a la Religión que al Evangelio. Porque es más fácil ir a misa o decir “yo creo en la fe que enseña la Iglesia”, que tomar en serio el seguimiento de Jesús. Quiero decir: lo que nos da miedo y no soportamos es pensar que, si queremos ser cristianos, tenemos que asumir, ante todo, el seguimiento de Jesús. Es decir, el proyecto de vida que nos plantea el Evangelio. Si no empezamos por ahí, ¿qué cristianismo es el nuestro?

Yo no quiero, ni tengo por qué, enjuiciar a los obispos. Muchos de ellos son excelentes personas y hombres ejemplares. Lo que me duele, y no puedo aceptar, es que la Iglesia que tenemos y su teología le hayan dado más importancia a lo que más valora la Religión: creencias, leyes, ritos y jerarquías. Mientras que la forma de vivir y el proyecto de vida, que nos marcó Jesús, tal como consta en los evangelios, no es precisamente ni lo determinante, ni lo que la gente ve y palpa en la vida y en la presencia de la Iglesia.

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“Jesucristo Verdaderamente Vive”

Domingo, 16 de abril de 2017
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Cristo, resucitado y glorioso
es la fuente profunda de nuestra esperanza.
Su resurrección no es algo del pasado;
Entraña una fuerza de vida
que ha penetrado el mundo.

Donde parece que todo ha muerto,
por todas partes vuelven a aparecer
Brotes de la resurrección.
Es una fuerza imparable.

Verdad que muchas veces
parece que Dios no existiera:
Vemos injusticias, maldades, indiferencias
y crueldades que no ceden.

Pero también es cierto
que en medio de la oscuridad
siempre comienza a brotar algo nuevo,
que tarde o temprano produce un fruto.

En un campo arrasado
Vuelve a aparecer la vida,
tozuda e invencible.
Habrá muchas cosas negras,
Pero el bien siempre tiende
A volver a brotar y difundirse.

Cada día en el mundo renace la belleza,
Que resucita transformada
A través de los tormentos de la historia…
esta es la fuerza de la resurrección
y cada evangelizador
es un instrumento de este dinamismo.

*

Papa Francisco

 Exhortación Apostólica  “La alegría del Evangelio” n.276.

Fuente: Red Mundial de Comunidades Eclesiales

***

¡Cristo verdaderamente ha resucitado!

¡Feliz Pascua!

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***

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo a quien quería Jesús, y le dijo:

– “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.”

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro. Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no había entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

*

Juan 20, 1-9

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“La vida y Dios me premiaron con un hijo gay”

Lunes, 10 de abril de 2017
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sergio-4“A los heterosexuales no nos están cuestionando quién nos atrae o de quién nos enamoramos, entonces por qué nos vamos a sentir con el derecho de hacerlo. Amor es amor”,
Adriana Iannini.

Aprendan, señores obispos y gentes varias de HazteOir y similares… Al contrario que muchos padres que sienten desilusión o rabia cuando se enteran de que tienen un hijo LGBT, para Adriana Iannini esto es un don. No duda de que la relación entre padres e hijos está fundamentada en el amor, un sentimiento que no discrimina.

El domingo 3 de julio de 2016 Adriana Iannini, de 57 años, participó por primera vez en la marcha LGBT de Bogotá. Ella no es lesbiana, gay, bisexual ni trans, pero su único hijo, Sergio Camacho, es homosexual. Y Adriana siempre había querido ir a este evento que para ella es sinónimo de libertad, solidaridad y de “la unión hace la fuerza”.

No había asistido porque su hijo no participaba y a ella le aburría ir sola. Pero este año Sergio celebró su cumpleaños número 30 en esta fiesta de la diversidad. Así que el sábado anterior le preguntó a su mamá “¿te gustaría ir?”. “Que él me dijera que quería ir conmigo fue lo máximo”, recuerda Adriana.

La marcha le gustó más de lo que imaginaba. “Me encantaron las arengas, admiré los cuerpos de muchas mujeres trans y los tambores que invitaban a moverse. Fue un ambiente de fiesta que me gocé al máximo”.

Adriana, psicopedagoga y diseñadora, siempre supo que Sergio era homosexual. “En la adolescencia mucha gente le preguntaba ‘¿y tú novia?’. Y yo decía qué jartera la presión de por qué no tienes novia”, señala Adriana.

Un día Sergio le dijo que quería hablar con ella. “Yo pensaba: no puede ser que perdió el año porque acababa de graduarse. Así que sí alcancé a preguntarme ‘¿será que me va a decir que es gay?’”. El momento llegó y, en medio de un almuerzo, Sergio le dijo lo que ella sospechó. Su respuesta fue un abrazo y las palabras “hoy te amo más que nunca”. “Para mí es un premio ser su mamá”. Así que le dio las gracias no por contarle sino por ser quien es. “Uno de mamá siempre lo sabe. Solo le confirman una información”.

La única preocupación que le surgió era que alguien le fuera a hacer daño a Checho, como le dice a Sergio, miedo que ya superó. “Me acuerdo que alguna vez, antes de eso, él me contó que en el colegio le habían dicho ‘marica’ porque no jugaba fútbol. Yo le respondí que la orientación sexual no depende de si a una persona le gusta o no un deporte. A mí no me gusta y soy heterosexual”, le explicó Adriana.

Después de enterarse de que Sergio era gay, la relación entre ellos se fortaleció aún más. Finalmente Adriana se separó de Eduardo, el papá de Sergio, cuando él tenía 12 años y desde entonces viven juntos con Lorenzo (el gato). Adriana dice que Sergio vive muy ocupado con su trabajo como periodista en Presidencia de la República y con el diplomado que cursa, pero que siempre saca el espacio para decirle que vayan a tomarse algo, a almorzar o a cine.

Para ella, tener un hijo gay es un don. “Yo veo su forma de ser y de trabajar y pienso que si hubiera sido heterosexual no tendría esa sensibilidad tan bonita que lo caracteriza. Habla de las mujeres con un profundo respeto y se siente muy mal cuando escucha casos de violencia contra ellas. La vida y Dios me premiaron con un hijo gay ¿por qué? No sé”.

sergio-2Adriana nunca pasó por los sentimientos de culpa por los que suelen atravesar algunos papás cuando se enteran de que uno de sus hijos es LGBT. Jamás pasaron por su mente frases como “qué habré hecho mal” o “en qué fallé para que mi hijo fuera homosexual”. Adriana no tiene la menor duda de que mucha gente quiere a Sergio porque es un ser de luz. “De qué iba a sentir culpa si ser homosexual no es un defecto ni una enfermedad. Ningún papá se cuestiona por qué su hijo es heterosexual, entonces por qué habría de cuestionarme si es homosexual”. Tampoco pasó por la fase de “es una etapa que se le pasará” o “eso se debe a ser una mamá sobreprotectora”.

De hecho, al poco tiempo de enterarse, le dijo feliz a una amiga “¡Sergio es gay!”. “A mí me pasa algo: si una pareja heterosexual está enamorada, me parece bien, pero si es una pareja del mismo sexo me inspira una ternura infinita”.

Poco después de esa conversación, Sergio empezó a presentarle a sus amigos a quienes ahora ella considera sus hijos. “Ellos saben que pueden ir a la casa cuando quieran. Acá se pueden dar besos, a mí no me importa lo que hagan”. Hace unos días Sergio le mostró que un amigo suyo que vive en Francia se casó con su pareja. “Me parecieron divinos y pensé que el día que Sergio se case, moriré de la emoción y de la ternura”. Aunque hasta ahora, agrega, su hijo solamente ha tenido dos novios. “Él busca una persona con muy buena conversación, un hombre profundo, para él la parte intelectual es muy importante. Yo le digo que cuando tenga novio, no olvide presentarme a mi ‘nuero’”, con quienes siempre se ha llevado muy bien.

Una de las cosas que Adriana más admira de su hijo, es el respeto que siente por las mujeres. Según Sergio, él es así por su mamá, pero ella dice que Sergio llegó así a este mundo.

Adriana se sorprende cuando escucha casos de papás que rechazan a sus hijos por ser quienes son. Por ejemplo, un buen amigo de Sergio del colegio salió del clóset con su mamá y ella lo echó de la casa. “¿Cómo puede hacer eso?”, se pregunta. También sabe de casos de papás que sienten desilusión, tristeza o rabia cuando se enteran de que uno de sus hijos es LGBT. Aquellos que dicen: “esto es terrible”, “su vida va a ser un fracaso” o “va a sufrir”. “No juzgo a esos papás ni me siento lo máximo porque no diferencio entre tener un hijo homosexual, heterosexual o bisexual, pero sí siento que esta es una relación fundamentada en el amor y este es un sentimiento que no discrimina”.

Sabe que detrás de esas ideas de rechazo se oculta una educación tradicional, conservadora y fundamentada en principios religiosos. Justo como la que Adriana recibió, pero que no logró influenciarla.

sergio-5“Yo formo parte de una familia católica, donde me obligaban a ir a misa. Recuerdo que a los 9 años, cuando iba a hacer la primera comunión, me dijeron que fuera a confesar mis pecados. Como yo ni siquiera entendía qué era un pecado, me inventé cualquier cosa”, recuerda Adriana.

En su casa, como en muchas otras, jamás se habló de sexo y mucho menos de homosexualidad. “Eran temas prohibidos. Y en el colegio la educación sexual se limitaba a explicar cuáles eran los órganos genitales masculinos, cuáles los femeninos, cómo se hace un bebé y cómo nace”. Aunque su mamá era una mujer que se fijaba en los apellidos de la gente para ubicar su clase social, Adriana nunca ha sido así. “Por el contrario, mi base es el amor en todos los aspectos de la vida”. Por tanto, nunca le aterró ni se sorprendió cuando sabía que alguien era gay. Siempre ha tenido muy claro que todas las personas son iguales, sin importar la clase social u orientación sexual. “Nunca me pregunto si una persona es o no homosexual”.

Adriana tampoco siguió la tradición católica que le enseñaron en su casa. No cree en los sacerdotes, no va a misa y no tiene una religión. De cada una toma lo que le gusta. “Soy más de filosofías de vida como el budismo y de servir a los demás”. Desde hace varios años, Adriana está dedicada a elaborar mandalas en técnica de vitral, así como móviles y pulseras inspiradas en rosarios budistas hechas con material reciclado (o recuperado, como prefiere llamarlo). “Los elaboro con la intención de tener paz interna y con esta misma intención los entrego”. Y paz interior tiene de sobra.

Fuente Sentiido

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Religión y apostasía. A propósito de “Silencio”, por José Arregi

Jueves, 30 de marzo de 2017
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1253195_silence_scorseseLeído en su blog:

Hace ya dos meses que dos matrimonios amigos fuimos a ver Silencio, de Scorsesse. Entretanto, ha desaparecido de las carteleras y de los medios que todo lo devoran. Todo lo devoramos sin haberlo saboreado y sin tiempo para digerir y nutrirnos. En cuanto a la película como tal, carezco de criterio competente para afirmar si es buena o mala, ni me interesa en este momento. Nos dio para una larga y sabrosa sobremesa, con discordancia de opiniones y concordia comensal: ¿Apostatan realmente los jesuitas Ferreira y Rodrigues o solo fingen hacerlo? Por lo demás, ¿es la película fiel a la historia? Y las grandes cuestiones de fondo: ¿Qué es fe? ¿Qué es apostasía?…

Pero antes de nada: ¿Qué movía a unos jóvenes jesuitas –o franciscanos y dominicos– europeos a embarcarse hacia las lejanas islas de Japón, con una lengua, unas tradiciones y una religión tan distintas de las suyas, mientras su propia Europa se desangraba en guerras de cristianos por cuestiones de dogmas y de poderes? Les movía sin duda la mejor voluntad, pero no la mejor inteligencia de la fe. Iban en nombre de Jesús, pero al amparo de monarcas y de ricos mercaderes. Les inspiraba el evangelio liberador de Jesús, pero estaban sujetos a su letra, convencidos de que la fe consiste en profesar el Credo, el evangelio se identifica con religión cristiana y la religión cristiana católica es la única verdadera.

Creían con razón que el mensaje del evangelio es universal, pero ignoraban que el lenguaje y todas las formas en que lo expresaban eran –siguen siendo– radicalmente particulares. Embarcaban para enseñar lo que conocían, pero no para aprender lo que desconocían. Querían salvar a aquellas gentes, pero pensaban que la salvación era cosa del cielo después de la muerte, y que solo se podrían salvar quienes abrazaran sus creencias y recibieran su bautismo. Se exponían heroicamente a la tortura y la muerte, pero les confortaba la certeza de que obtendrían la corona suprema en lo más alto del cielo.

Eran mensajeros de Jesús. Solo que Jesús nunca pretendió fundar una religión, ni jamás se le pasó por la cabeza enviar a nadie a “convertir paganos”. Él se sintió profeta de Dios, de un mundo nuevo inminente, y, con un grupo de discípulos y discípulas, se fue a anunciarlo y vivirlo por caminos y aldeas. “Convertíos a la vida”, venía a decir.

Pero muy pronto el evangelio de la vida se convirtió en religión clerical, la Iglesia se alió con el imperio y los cristianos entendieron que Jesús los enviaba a cristianizar y, sin saberlo, a helenizar, romanizar y europeizar todo el mundo. Los profetas de un mundo nuevo se volvieron misioneros de la única religión que garantizaba el perdón de los pecados aquí y la vida feliz solo en el más allá.

En la nueva religión de los misioneros cristianos, muchos encontraron consuelo y libertad, la esperanza de sus vidas, y de buena gana apostataron de sus antiguas creencias y prácticas religiosas, incluso hasta morir torturados. Otros muchos, incontables, fueron sometidos contra su voluntad a una terrible disyuntiva: o apostatar o morir. Pero la Iglesia jamás ha proclamado mártires a cristianos disidentes o a quienes ella hizo morir por no apostatar de su religión o de su ateísmo.

A veces cambiaron las tornas, como en Japón a lo largo del siglo XVII, cuando el poder político impuso el budismo como religión de Estado, igual que los reyes europeos imponían su confesión católica, protestante o anglicana en sus reinos y en las tierras conquistadas. Muchos cristianos japoneses prefirieron entonces la muerte más terrible a la apostasía, mientras los monjes budistas cantaban mantras al Buda compasivo Amida, y ellos –los cristianos– se preguntaban por qué Dios callaba, sin atreverse a pensar que un Dios así no puede existir.

Otros –como el Kichijiro del film– apostataron del cristianismo para salvar su vida, pero condenándose a vivir el resto de su vida carcomidos por la culpabilidad. El jesuita Rodrigues también apostata, pero solo por salvar a otros, y vive el resto de su vida en el remordimiento de haber pisado un fumie, una mera tablilla con la imagen de Jesús. Mucho antes que él había apostatado el padre Ferreira, y no solo para salvar a otros sino también para salvarse a sí mismo. Y no tuvo remordimientos por haberlo hecho. Vivió en paz. Vivió.

En nuestra sobremesa hubo discrepancias al respecto: ¿apostató el sabio padre Ferreira por convicción o solo fingió hacerlo? Para mí, el padre Ferreira es el modelo del cristiano maduro, libre de la religión. Es el único que no apostata en realidad. Pues toda religión, el cristianismo incluido, no es en el mejor de los casos sino una representación de la Vida, como el fumie no era sino una representación de Jesús. ¿No querría tu mujer que pisaras su imagen por salvar tu vida y la de tus hijos? Preferir la religión a la vida propia y ajena: eso es apostatar.

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Georgia incluye en un proyecto de ley de adopciones que las iglesias puedan discriminar a las familias homoparentales

Lunes, 27 de marzo de 2017
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familia2Políticos del Partido Republicano en el Estado de Georgia han hecho uso de malas prácticas legislativas añadiendo una enmienda a un proyecto de ley en avanzado estado de tramitación para permitir que los colectivos religiosos de dicho estado discriminen a las familias homoparentales sin que tengan que hacer frente a consecuencias legales por dicha discriminación.

Miembros del Partido Republicano han aprovechado el paso de un proyecto de ley de adopciones por el Comité Judicial del Senado de Georgia para incluir en el mismo una enmienda que, de ser aprobado el proyecto de ley, permitirá que las organizaciones religiosas y las iglesias, las cuales tramitan un importante porcentaje de las adopciones que se producen en el Estado, puedan rechazar las solicitudes de adopción presentadas por parejas homosexuales basándose en la orientación sexual de las mismas.

La medida busca proteger a dichos colectivos religiosos frente a la demandas y las consecuencias legales que pueden sufrir si discriminan a las parejas homosexuales basándose en la sexualidad de las mismas, dada la obligación que tiene al respecto tras la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo por parte del Tribunal Supremo de los Estados Unidos al considerar que impedir tales uniones a las parejas homosexuales, tratándolas como ciudadanos de segunda, conlleva violar la igualdad de derechos que establece la Constitución estadounidense.

Jeff Braham, activista de la organización local Georgia Unites, ha expresado al respecto que “en un vergonzoso acto de maniobra política los miembros del Comité Judicial del Senado han manchado un buen proyecto de adopciones añadiendo una enmienda que, evidentemente, es discriminatoria y busca permitir que la agencias de adopción, incluso aquellas que reciben fondos públicos, discriminen a las parejas del mismo sexo y se nieguen a trabajar con los futuros padres LGTB”.

“El dinero de los contribuyentes nunca debe ser utilizado, bajo ninguna circunstancia, para financiar la discriminación. Limitar el grupo de posibles padres para los niños en adopción supone poner en peligro a los huérfanos y a los jóvenes que necesitan acogida”, ha expresado el activista, condenando la enmienda presentada por los republicanos.

Fuente Towleroad, vía Universogay

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Palabras. (Cuaresma con Merton 3)

Sábado, 25 de marzo de 2017
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Para ser auténtica, la religión contemporánea tiene que eludir prácticamente toda definición religiosa. Porque ha habido infinitas definiciones, infinitas descripciones, y las palabras se han convertido en dioses.  Hay tantas palabras, que no podemos acercarnos a Dios mientras lo concibamos mediatizado por las palabras… Cuando se le fuerza rigurosamente a ubicarse más allá de las palabras, estas se multiplican como moscas y la religión se convierte en un enorme zumbido, muy rentable, muy sagrado, muy falso.

Tratamos de escapar con gestos de autenticidad  que no llevan a nada.

Todo nuestro ser debería ser un gesto que no pueda describirse con palabras. Esa es la esencia de la fe. La base que hace posible otras dimensiones del creer. Nada fuera de eso. Todo mi ser tiene que ser un “sí” y un “amén” y una exclamación inaudible. Solo después tiene sentido el exclamar, aunque incluso después sigue sin tener sentido. Nuestros gestos tendrían que ser parte de la misma exclamación muda. …

¡Ay! ojalá entendiéramos que no deberíamos decir nada.

Las palabras solo tienen sentido cuando son espontáneas y libres.”

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Thomas Merton,
10 de abril de 1965

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Seguimos con el libro Tropiezos celestiales de Roger Lipsey.  Editorial MAITRI.  Su segundo capítulo son 34 reflexiones tomadas de diferentes textos de TM, que acompañan algunos de sus dibujos y grabados. Resulta un buen compañero de camino para esta Cuaresma, y estamos compartiéndolas en varias entradas.

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“Da miedo la religión mal entendida”, por José Mª Castillo

Sábado, 25 de marzo de 2017
Comentarios desactivados en “Da miedo la religión mal entendida”, por José Mª Castillo

fotonoticia_20170322155317_422_93_93_0_0De su blog Teología sin Censura:

El terrorismo religioso, que la humanidad viene soportando desde que en el mundo hay religiones organizadas, se ha hecho más preocupante y peligroso desde que el desarrollo tecnológico ha posibilitado el manejo de medios de comunicación y de destrucción violenta que, hace menos de un siglo, no existían. Y, puesto que las tecnologías de la información y de la muerte avanzan a una velocidad que ya no controlamos, cada día que pasa nos da más miedo el “terrorismo religioso”. Sobre todo, si tenemos en cuenta que, con frecuencia, el hecho religioso se entiende mal. Y se vive al revés de cómo se tendría que vivir.

La religión no es Dios. La religión es el medio para relacionarnos con Dios. El problema está en que Dios, por definición, es “trascendente”. Es decir, Dios no está a nuestro alcance, ya que la “trascendencia” constituye un ámbito de la realidad que no es el nuestro. “A Dios nadie lo ha visto jamás”, dice el Evangelio (Jn 1, 18). El cristianismo ha resuelto este problema viendo en Jesús, el Señor, la revelación de Dios. Otras religiones encuentran distintas “representaciones” de Dios. Pero – insisto – ninguna religión puede asegurar que ve a Dios y sabe lo que Dios quiere en cada momento y en cada situación.

Todo esto supuesto, se comprende el peligro que entraña la religión. Porque las creencias religiosas nos pueden llevar al convencimiento de que lo que a mí me conviene o a mí me interesa, eso es lo que Dios quiere. Y si hago lo que Dios quiere, ese Dios (que puede ser una “representación” mía) me puede “mandar que mate” o que “robe” o que “odie” o “utilice” a otras personas, etc. Y lo que es peor, si mato o robo…, “mi Dios” me dará el premio del paraíso de la gloria y los placeres.

Con lo cual, ya tenemos el montaje ideológico perfecto para odiar, robar, matar, no sólo con la conciencia tranquila, sino que la convicción del deber cumplido y el futuro ideal asegurado. Si a semejante tinglado mental le añadimos la fuerza del “deseo”, la pasión, los sentimientos y las ambiciones que son tan frecuentes en la vida, ya podemos echarnos a temblar.

Todo esto viene de lejos. Cuando san Bernardo (s. XII) organizaba las cruzadas, publicó un libro en el que decía que matar al infiel sarraceno no era un “homicidio”, sino un “malicidio”. O sea, se podía matar con buena conciencia. Cuando el papa Nicolás V (s. XV) le mando una bula al rey de Portugal en la que “le hacía donación” de toda Africa, de forma que sus habitantes fueran sus esclavos, puso la primera piedra del esperpento y los horrores del negocio de la esclavitud. Cuando Alejandro VI concedió a los Reyes Católicos la bula para invadir y apoderarse de los territorios y riquezas de América, justificó el colonialismo.

La desigualdad, en dignidad y derechos, que las religiones han establecido entre hombres y mujeres, entre homosexuales y heterosexuales, han acarreado humillaciones y sufrimientos indecibles. Los horrores de los terroristas religiosos actuales, que matan matándose ellos mismos, porque así se van derechos al paraíso, convierten en un acto heroico lo que es un acto criminal.

Es evidente que, con la experiencia de estas atrocidades (y tantas otras…), necesitamos gobernantes, policías y jueces que nos protejan. Pero este fenómeno, tan arraigado en la historia y tan fundido (y confundido) en las creencias más hondas de millones de seres humanos, sólo se puede resolver mediante la educación. Y con el replanteamiento del hecho religioso, con su fuerza genial. Y con se peligrosidad aterradora.

Como creyente cristiano, termino recordando que, según el Evangelio, las tres grandes preocupaciones de Jesús fueron: 1) el problema de la salud (relatos de curaciones), 2) el hambre y sus consecuencias (relatos de comidas); 3) las relaciones humanas, centradas en la bondad con todos y siempre. ¿No es esto lo que más necesitamos para que este mundo y esta vida resulten más soportables? Y que cada cual lo viva con religión o sin ella. O en la religión que mejor le lleve a vivir así.

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Religión y Espiritualidad

Jueves, 23 de marzo de 2017
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Hermoso texto de Pierre Teilhard de Chardin (nacido en Orcines, 1 de mayo, 1881 – Murió en Nueva York 10 de abril de1955),  sacerdote jesuita, teólogo, filósofo y paleontólogo francés que intentó construir una visión integrada de la ciencia y la teología. Gracias hermano Abdías por el regalo…:

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“La religión no es sólo una, hay cientos.
La Espiritualidad es una.
La religión es para los que duermen.
La Espiritualidad es para los que están despiertos.
La religión es para aquellos que necesitan que alguien les diga qué hacer y quieren ser guiados.
La Espiritualidad es para aquellos que prestan atención a su voz interior.
La religión tiene un conjunto de reglas dogmáticas.
La Espiritualidad invita a razonar sobre todo, a cuestionar todo.
La religión amenaza y asusta.
La Espiritualidad da Paz interior.
La religión habla de pecado y culpa.
La Espiritualidad dice, “aprender del error” ..
La religión reprime todo, y en algunos casos es falsa.
La Espiritualidad trasciende todo, te muestra la diferencia entre la realidad y la Verdad!
La religión no es Dios.
La Espiritualidad es todo y, por tanto, es Dios.
La religión inventa.
La Espiritualidad encuentra.
La religión no pide ninguna pregunta.
La Espiritualidad cuestiona todo.
La religión es humana, es una organización con reglas.
La Espiritualidad es Divina, sin reglas.
La religión es la causa de las divisiones.
La Espiritualidad es la causa de la Unión.
La religión te busca para que creas.
La Espiritualidad necesita que investigues que busques.
La religión sigue los preceptos de un libro sagrado.
La Espiritualidad busca lo sagrado en todos los libros.
La religión se alimenta del miedo.
La Espiritualidad verifica y se alimenta de la confianza y la fe.
La religión está viviendo en el pensamiento.
La Espiritualidad es vivir en la conciencia ..
La religión se ocupa de hacer.
La Espiritualidad tiene que ver con el ser.
La religión se alimenta el ego.
La Espiritualidad nos permite trascender.
La religión nos hace renunciar al mundo.
La Espiritualidad nos permite vivir en Dios, no se da a él.
La religión es el culto.
La Espiritualidad es la meditación.
La religión nos hace soñar la gloria y el paraíso en el futuro.
La Espiritualidad nos permite vivir la gloria y el paraíso aquí y ahora.
La religión vive en el pasado y en el futuro.
La Espiritualidad vive en el presente.
La religión en-claustra nuestra memoria.
La Espiritualidad libera nuestra conciencia.
La religión cree en la vida eterna.
La Espiritualidad nos hace conscientes de la vida eterna.
La religión promete después de la muerte.
La Espiritualidad es encontrar a Dios en nuestro interior durante toda la vida.

No somos seres humanos que pasan por una experiencia espiritual …
Somos seres espirituales que pasan por una experiencia humana … “”

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Pierre Teilhard de Chardin

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“El lenguaje religioso: desmitologización y cambio cultural”, por Andrés Torres Queiruga

Jueves, 23 de marzo de 2017
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nena_aburrida_en_misaEn un artículo anterior trate el tema del lenguaje religioso atendiendo sobre todo a los problemas planteados por lo que Richard Rorty  bautizó como giro lingüístico del pensamiento moderno [1]. Aquí lo doy por supuesto y tatar de tocar dos temas complementarios: el suscitado por el programa de la desmitologización defendido por el escriturista protestante Rudolf Bultmann, y el más hondo y englobante que nace de la magnitud del cambio causado por la entrada de la Modernidad [2].

1. La alerta de la desmitologización

1.1 La necesidad del cambio

“No se puede usar la luz eléctrica y el aparato de radio, o echar mano de modernos medios clínicos y módicos cuando estamos enfermos, y al mismo tiempo creer en el mundo de espiritas y milagros del Nuevo Testamento”[3].

Esta frase, que impresiona por su contundencia, no fue escrita ayer por uno de los nuevos ateos, sino hace ya bastantes años, el año 48 del siglo pasado, por uno de los grandes exégetas cristianos, el alemán Rudolf Bultmann. Y no la escribió para atacar a la fe cristiana, sino para defender su vigencia, aunque, eso sí, llamando a la necesaria y urgente actualización en el modo de comprenderla y anunciarla. Fue lo que el llama el problema de la desmitologización. No hace falta estar de acuerdo en todo con él, demasiado influido por un fuerte radicalismo exegético y por un claro reduccionismo teológico (muy marcado por el concepto de autenticidad en la filosofa de Heidegger) para comprender la seriedad del desafío y la justicia de su llamada de atención.

En el agudo y profundo prólogo a la traducción francesa de su pequeño e influyente libro sobre Jesús, Paul Ricoeur señala bien sus límites, pero también sus méritos irrenunciables [4]. Hace una distinción, tan obvia como fundamental, entre dos niveles. Cuando su lectura invade los dominios de la ciencia, confiriendo valor de solución científica a la cosmología primitiva de la cultura bíblica la concepción de un mundo estratificado en tres pisos: cielo, tierra, infierno, poblado de poderes sobrenaturales que descienden aquí abajo desde allá arriba, el mito debe ser pura y simplemente eliminado (383). Pero el mito es algo distinto de una explicación del mundo, de la historia y del destino; expresa, en términos de mundo, o ms bien de ultra-mundo o segundo mundo, la comprensión que el ser humano hace de sí mismo en relación con el fundamento y con el límite de su existencia [5]. Por eso, ante el mito, de lo que verdaderamente debe tratarse es de interpretar su intención genuina, eliminando las explicaciones objetivantes, y buscando en cambio lo que revela acerca del sentido último de la existencia.

Confrontados pues con la envoltura mítica en la que en ocasiones viene presentado el mensaje del Nuevo Testamento, es necesario tomar muy en serio la necesidad de una traducción que vaya al fondo de lo que allí se nos revela. Nada será más opuesto a esto que una banalización que, sin estudio serio ni meditación profunda, se quedase en un barniz superficial. Ya sea despreciando todo y tirando el niño con el agua sucia de la bañera, o ya sea con una acomodación puramente formal, pudiendo llegar al ridículo de una anécdota que ya he contado: en cierta ocasión o por casualidad a un locutor radiofónico que, pretendiendo modernizar el mensaje de la Ascensión, tuvo la brillante ocurrencia de describir a Cristo como el divino astronauta.

1.2 La seriedad del desafío

Ante expresiones como esa, cuando se supera una cierta e irremediable sensación de ridículo, surge enseguida la sospecha de estar ante un problema muy grave. El ejemplo muestra, en efecto, como la urgencia de la reinterpretación en la comprensión y expresión de la fe enlaza con el enorme cambio cultural que desde la entrada de la Modernidad ha sacudido las raíces ms hondas del pensamiento y de la expresión de la experiencia cristiana.

Porque resulta evidente que la descripción neotestamentaria no encaja en la nueva visión de un mundo que no tiene ya un arriba ni un abajo, que no se divide en lo terrenal (imperfecto, mutable y corrupto) como opuesto a lo supralunar o celestial (impoluto, circular, perfecto y divino). Por eso, intentar, como en la anécdota, forzar el encaje mediante un superficial ajuste linguístico, lleva al absurdo; y, lo que es peor, confirma la acusación, tan extendida, de que la religión pertenece irremediablemente a una mitología pasada.

Y, una vez alertados, basta una simple mirada para comprender que no se trata de un caso aislado, sino que el problema afecta profundamente al marco mismo de las formulaciones en que se expresan las grandes verdades de nuestra fe. ¿Quién, a la vista de los datos proporcionados por la historia humana y la evolución biológica, es capaz de pensar hoy el comienzo de la humanidad a partir de una pareja perfecta, en un paraíso sin fieras y sin hambre, sin enfermedades y sin muerte? Ms grave aún: quién, siendo incapaz, como toda persona normal, de golpear a un niño para castigar una ofensa de su padre, puede creer en un dios que será capaz de castigar durante milenios a miles de millones de hombres y mujeres, sólo porque sus primeros padres lo desobedecieron comiéndose una fruta prohibida?

Esto puede parecer una caricatura, y lo es en realidad; pero todos sabemos que fantasmas iguales o parecidos habitan de manera muy eficaz el imaginario religioso de nuestra cultura. Y la enumeración podrá continuar, en asuntos, si cabe, ms graves. As, por ejemplo, se sigue hablando con demasiada facilidad de un dios que castigara por toda una eternidad y con tormentos infinitos culpas de seres tan pequeños y frágiles como, en definitiva, somos todos los humanos. O que exigió la muerte de su Hijo para perdonar nuestros pecados; y grandes teólogos, desde Karl Barth a Jrgen Moltmann y Hans Urbs von Balthasar, no se recatan de hacer afirmaciones que recuerdan demasiado aquellas teologías y aquella predicación que hablaban de la cruz como el castigo con el que Deus descargó sobre Jesús su ira hacia nosotros [6]…

Bien sabemos que bajo estas expresiones palpita una honda experiencia religiosa, y que, incluso, con esfuerzo y buena voluntad, resulta posible llegar a entenderlas de una manera ms o menos correcta. Pero será pastoral y teológicamente suicida no ver que el mensaje que de verdad llega a la gente normal es el sugerido por el significado directo de esas expresiones, puesto que las palabras significan dentro del contexto cultural en el que son pro.

De otro modo, se incurre en lo que alguien llamó con acierto una traición semántica[7], que acaba haciendo inútil y aun contradictorio el recurso a procedimientos hermenéuticos, artificios oratorios o refinamientos teológicos, para lograr una significatividad actual, pretendiendo al mismo tiempo conservar palabras y expresiones que son deudoras del contexto anterior. Como en esos diques cuya estructura ha cedido ya a la presión de la riada, los muros de contención y los remedios provisionales son incapaces de contener la hemorragia de sentido provocada por las numerosas y crecientes rupturas del contexto tradicional. O se renueva la estructura, o el resultado sólo puede ser el desbordamiento y la catástrofe.

Como queda dicho, será lamentable que, por culpa de ciertas exageraciones por parte de Bultmann y de ciertos alambicamientos teológicos de muchos críticos, se descuidase su grito de alerta. Piénsese que, por mucho que lo diga el libro de Josué, ninguno de nosotros es capaz de creer que el sol se mueve alrededor de la tierra; y si a nuestro lado alguien se cae al suelo por un ataque epiléptico, no podemos creer que la causa fue un demonio, aunque que así se pensase en tiempo de Jesús, o, mejor, aunque así lo dijese culturalmente por supuesto el mismo Jesús.

Afirmar esto no implica de ningún modo negar el contenido religioso ni el valor simbolice (Bultmann hablaba de significado existencial) de esas narraciones. Lo que se cuestiona no es el significado, sino la aptitud de aquellas expresiones para vehicularlo en el nuevo contexto.

Digámoslo con un ejemplo concreto: la creación del ser humano en el capítulo 2 del Génesis sigue conservando todo su valor religioso y toda su fuerza existencial para una lectura que trate de ver ahí la relación única, íntima y amorosa de Dios con el hombre y la mujer, a diferencia de la que mantiene con las demás criaturas. Pero para verlo así, resulta indispensable traspasar la letra de las expresiones. Por el contrario, si nos mantenemos en querer leer en esos textos, de evidente carácter mítico, una explicación científica del funcionamiento real del proceso evolutivo de la vida, todo se convierte en un puro disparate [8]. De hecho, sabemos muy bien que durante casi un siglo, en este caso concreto, la fidelidad a la letra se convirtió en una terrible fábrica de ateísmo, haciendo verdad la advertencia paulina de que la letra mata, mientras que el Espíritu vivifica (2 Cor 3,6).

2. La Modernidad como cambio de paradigma cultural

Pero reducir el problema a la desmitologización será minimizarlo, porque su necesidad se enmarca en el proceso ms amplio y profundo de cambio de paradigma cultural, que, afectando al conjunto de la cultura, modifica profundamente la función del lenguaje. Resulta obvio que eso lleva consigo la urgencia de una remodelación y una retraducción del conjunto de conceptos y expresiones en que culturalmente se encarna la fe.

2.1 La hondura y la transcendencia de la mutación cultural

La afirmación es grave y comprometida. No cabe desconocer que tomarla en serio implica para el cristianismo una reconfiguración profunda muchas veces incómoda e incluso dolorosa de los hábitos mentales, de los usos linguísticos y de las pautas piadosas. Basta pensar en un dato simple y evidente: la inmensa mayora de los conceptos y buena parte de las expresiones en que nos llega verbalizada la fe en la piedad y en liturgia, en la predicación y en la teología pertenecen al contexto cultural anterior a la Ilustración. Tienen por tanto sus raíces vitales en el mundo bíblico, fueron reconfiguradas culturalmente durante los cinco o seis primeros siglos de nuestra era, y recibieron su formulación más estable a lo largo de la Edad Media. Posteriormente hubo, desde luego, actualizaciones; pero sobre todo en el catolicismo, por su mayor control magisterial tuvieron por lo general un marcado carácter restauracionista (neo-escolástica barroca y decimonónica, neo-tomismo y reacción antimodernista). Leer más…

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“Teología de la desigualdad”, por José Mª Castillo

Sábado, 11 de marzo de 2017
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31536679513_cc495acb3bDe su blog Teología sin Censura:

Una teología de la desigualdad, nunca definida pero claramente aplicada, se encuentra bien formulada en el vigente Código de Derecho Canónico de la Iglesia católica. En el Código, como sabemos, las mujeres no son iguales en derechos a los hombres. Ni los laicos son iguales a los clérigos. Ni los presbíteros tienen los mismos derechos que los obispos. Ni los obispos se igualan con los cardenales. Y conste que no hablo de los poderes inherentes al gobernante, sino de los derechos que son propios de las personas. Ya sé que todo esto necesitaría una serie de precisiones jurídicas y teológicas, que aquí no tengo espacio para explicar. Para lo que en esta reflexión quiero indicar, valga lo dicho como mera introducción a la teología de la desigualdad en la Iglesia.

Como punto de partida, no olvidemos que la religión es generalmente aceptada como un sistema de rangos, que implican dependencia, sumisión y subordinación a superiores invisibles (W, Burkert). Superiores que se hacen visibles en jerarquías que hacen cumplir los rituales de sumisión, según las diversas religiones y sus estructuras correspondientes. En el caso de la Iglesia, durante los tres primeros siglos, las originales comunidades evangélicas fueron derivando hacia un “sistema de dominación”, con las consiguientes desigualdades, que todo sistema de dominación produce, y que quedó establecido en la Antigüedad Tardía (J. Fernández Ubiña, ed.).

Este sistema, como es bien sabido, alcanzó la cumbre de su fortaleza en su expresión máxima, la “potestad plena” (ss. XI al XIII). Un poder que se ejercía conforme a la normativa del Derecho romano (Peter G. Stein), que no reconoció la igualdad “en dignidad y derechos” de mujeres, esclavos y extranjeros.

Como es lógico, este sistema, no ya basado en las “diferencias”, sino en las “desigualdades”, sufrió el golpe más duro, que podía soportar, en las ideas y las leyes que produjo la Ilustración, concretamente en la Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano, que aprobó la Asamblea Francesa, en 1789. Un documento que fue denunciado y rechazado por el papa Pío VI. Lo que fue el punto de partida del duro enfrentamiento entre la Iglesia y la cultura de la Modernidad. Un enfrentamiento que se prolongó durante más de siglo y medio, hasta después de la segunda guerra mundial.

Naturalmente, esta legislación y esta forma de entender la presencia de la Iglesia en la sociedad se tenía que justificar desde una determinada teología. La teología de la desigualdad, que el papa León XIII recogió de una tradición de siglos, para rechazar las enseñanzas de los socialistas, que, a juicio de aquel papa “no dejan de enseñar… que todos los hombres son entre sí iguales por naturaleza” (Enc. Quod Apostolici. ASS XI, 1878, 372). Cuando en realidad, para León XIII, “La desigualdad, en derechos y poderes, dimana del mismo Autor de la naturaleza”. Y tiene que ser así, “para que la razón de ser de la obediencia resulte fácil, firme y lo más noble” (ASS XI, 372).

Así, el papado de aquellos tiempos pretendió aplicar a la sociedad civil el principio determinante del sistema eclesiástico, que quedó formulado por el papa Pío X, en 1906: “En la sola jerarquía residen el derecho y la autoridad necesaria para promover y dirigir a todos los miembros hacia el fin de la sociedad. En cuanto a la multitud, no tiene otro derecho que el de dejarse conducir y, dócilmente, el de seguir a sus pastores” (Enc. Vehementer Nos, II-II. ASS 39 (1906) 8-9). La teología de la desigualdad quedó bien formulada, como una teoría y una práctica que, con otras palabras, ya había sido formulada desde Gregorio VII (s. XI) y afianzada por Inocencio III (ss. XII-XIII).

Uno de los componentes determinantes de la cultura es la religión. Por eso, una cultura como es el caso de lo que ha ocurrido en Occidente durante tantos siglos, la teología de la desigualdad ha marcado la mentalidad, el Derecho, la política, las costumbres y las convicciones, de la cultura occidental, mucho más de lo que seguramente imaginamos.

El contraste con esta teología está en el Evangelio. Jesús quiso, a toda costa, la igualdad en dignidad y derechos de todos los seres humanos. Por eso se puso de parte de los más débiles, de los más despreciados, de los más desamparados. Esto supuesto, yo me pregunto por qué hay tanta gente de la religión – o muy religiosa – que no disimula su rechazo y hasta su enfrentamiento con el papa Francisco. Más aún, yo me pregunto también si el profundo malestar, y hasta la indignación, que se está viviendo ahora mismo en España, no tendrá algo (o mucho) que ver con la teología de la desigualdad y sus defensores, los clérigos de alto rango. Es más, yo me atrevo a preguntar si España está prepara, en este momento, para aguantar un cambio tan radical, en nuestras leyes, jueces y fiscales, que no fueran los “robagallinas”, sino los más altos dirigentes de la política y de la economía los que se echaran a temblar.

¿Es o no es importante la teología de la desigualdad? En todo caso, yo no tengo soluciones. Ni esa es mi tarea en la vida. Me limito a plantear preguntas, que nos obliguen a todos a pensar.

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La religión debe levantar la cabeza de los hombres.

Viernes, 10 de marzo de 2017
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Yo no creo, como Lenín, que la religión sea el opio de los pueblos.

La religión debe ser, en cambio, la liberación de los pueblos; porque cuando el hombre se enfrenta con Dios alcanza las alturas de su extraordinaria dignidad.

Si no hubiese Dios, si no estuviésemos destinados a Dios, si no existiese religión el hombre sería un poco de polvo derramado en el abismo de la eternidad.

Pero Dios existe y por Él somos dignos, y por Él somos iguales, y ante Él nadie tiene privilegios sobre nadie.

¡Todos somos iguales!

Yo no comprendo entonces por qué, en nombre de la religión y en nombre de Dios, pueda predicarse la resignación frente a la injusticia, y porqué no puede en cambio reclamarse, en nombre de Dios y de la religión, esos supremos derechos de todos a la justicia y a la libertad.

La religión no debe ser jamás instrumento de opresión para los pueblos. Tiene que ser bandera de rebeldía. La religión está en el alma de los pueblos porque los pueblos viven cerca de Dios, en contacto con el aire puro de la inmensidad.

Nadie puede impedir que los pueblos tengan fe.

Si la perdiesen, toda la humanidad estaría perdida para siempre. Yo me rebelo contra las “religiones” que hacen agachar la frente de los hombres y el alma de los pueblos.

Eso no puede ser religión.

La religión debe levantar la cabeza de los hombres.

Yo admiro a la religión que puede hacerle decir a un humilde descamisado frente a un emperador: “¡Yo soy lo mismo que usted, hijo de Dios!”

La religión volverá a tener su pretigio entre los pueblos si sus predicadores la enseñan así: como la fuerza de rebeldía y de igualdad, no como instrumento de opresión.

Predicar la resignación es predicar la esclavitud.

Es necesario, en cambio, predicar la libertad y la justicia.

*

Eva Perón

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(Extraído de la obra de Eva Perón, Mi Mensaje -escrito entre marzo y junio de 1952-, Introducción de Fermín Chávez, Buenos Aires: Ediciones del Mundo, 1987, páginas 57-58.

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Presentan un proyecto para que los religiosos de Alabama puedan negarse a tramitar adopciones homoparentales

Jueves, 9 de marzo de 2017
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StopHomofobiaEl Senado de Alabama ha acogido la presentación de un proyecto de ley que busca impedir que las parejas homosexuales puedan acceder a las adopciones en dicho Estado, vulnerando las necesidades tanto de los niños huérfanos como de dichas parejas.

Un comité del Senado de Alabama ha aprobado un proyecto de ley elaborado e impulsado por el Partido Republicano para permitir que las organizaciones religiosas de la región estadounidense puedan negarse a tramitar las solicitudes de adopción emitidas por parejas homosexuales alegando que sus “creencias religiosas” van en contra de dicha orientación sexual y de la formación de familias homoparentales.

El Comité de Salud del Senado de Alabama ha sido la institución en la que los republicanos han aprobado la medida. De recibir las demás aprobaciones necesarias, ninguna organización religiosa perderá su licencia para tramitar adopciones, requisito imprescindible para poder trabajar en dicho ámbito, pese a la discriminación que ejerzan contra las parejas homosexuales en base a la orientación sexual de las mismas, al contar con la protección por parte del Estado gracias a la medida homófoba.

El senador republicano Bill Hightower ha defendido la medida presentada por su formación política alegando que solo buscan “proteger” a la comunidad religiosa, la cual, según ha indicado el senador republicano, estaría viendo vulnerado su derecho a la “libertad religiosa” que está amparo por la Constitución de los Estados Unidos, situando una interpretación exagerada de tal derecho por encima del derecho constitucional a la no discriminación e igualdad de derechos de todos los ciudadanos, sin filtros basados en la orientación sexual de los mismos.

“Todo lo que tratamos de hacer es asegurarnos de que el Departamento de Asuntos Sociales no discrimina a las organizaciones religiosas que tramitan adopciones”, ha expresado Hightower, pese a la importancia de que tales organizaciones tramiten las adopciones solicitadas por parejas homosexuales al hacerse cargo las mismas de más del 30% de todas las adopciones que se producen en la región estadounidense.

El Comité de Salud del Senado de Alabama ya ha dado su respaldo a la medida, aprobando la misma con 6 votos a favor y únicamente 1 en contra. El proyecto deberá recibir el aprobado de otros comités del órgano legislativo antes de ser sometido a votación por parte del pleno del Senado de Alabama.

Fuente LGBTQNation, vía Universogay

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“La religión emigrante”, Jesús Martínez.

Viernes, 24 de febrero de 2017
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tumblr_static_tumblr_static_ltm9s8k53pc0gc8c4c0w0c0o_640Intencionadamente sin duda, me quiero situar en el doble aspecto, que incluye el título de este breve artículo: La emigración religiosa por motivos religiosos de persecución u otros; y la emigración religiosa implicada en la religiosidad concreta, que emigra con cada emigrante.

Son dos aspectos inseparables de todo movimiento migratorio. Pero quiero mostrar que será fructífero considerarlos y valorarlos por separado, para darles toda su importancia y tratamiento necesario.

Porque una cosa es que muchos tengan que emigrar, porque su vivencia religiosa es demonizada y perseguida en su país. Y otra muy diferente que todo emigrante, sea cual sea la razón de su desplazamiento, lleva consigo, con su cultura y modos de vida, su religión de nacimiento.

El que emigra por necesidad de salvar su vida, o su modo de vida, puede experimentar una sensación de inevitable extrañeza, al encontrarse con gentes de otra religión. A ello puede agregarse un cierto sentido de inferioridad, sobre todo en cuanto al número. Inevitablemente encontrará mayor dificultad para seguir practicando su religión. Puede experimentar alguna forma de intrusismo o de rechazo en la relación con la religión mayoritaria del país de llegada. En el fondo, su presencia está denunciando por sí misma una irregularidad.

He llamado emigración religiosa, también, al hecho de que, con cada emigrante, la religión que vive le acompaña, le marca de manera diferente, para ayudarle o para dificultar su aclimatación a la nueva realidad.

La historia nos da, abundantes, y a veces funestas, muestras de la crudeza con que la religión ha marcado el encuentro de grupos humanos, de culturas, y la convivencia misma en zonas del planeta. No solo escisiones y rupturas; largas y encarnizadas guerras de religión han denigrado la esencia misma de lo religioso.

Solo encuentro respuesta a esta espinosa realidad en la naturaleza misma de la religión. Salvo posibles inicios de religiones, originadas en mentes torcidas y de motivación ventajista, creo que toda religión brota de la búsqueda de sentido, que el hombre de todos los tiempos experimenta en su interior. A cuya búsqueda responde alguna forma de inspiración. En todas las religiones el autor de esta inspiración es el mismo Dios.

Este hecho universal da a todas las religiones un marchamo único de legitimidad. De legitimación para abrazarlas y de motivación para fomentarlas. No entro aquí en la discusión de su verdad/falsedad, que viene después, marcada por la mentalidad de sus mentores autorizados.

Solo pretendo una sencilla incursión por el talante, que conviene y será necesario, para que cada emigrante y, con él y por medio de él, cada religión cumpla de lleno su función: ser emigrante.

Ninguna religión debe estudiarse, alabarse y menos plantearse como la mejor y, menos aún, la única. Todas son caminos del hombre a Dios. Todas son invitación de Dios a la plenitud del hombre. Lo mejor, que pueden hacer las religiones es acercarse mutuamente, conocerse, valorarse y apoyarse.

Para ello, tienen necesidad absoluta de emigrar de sí mismas. Salir de sí y entrar a fondo en la oferta de las otras. Conocer lo mejor y esencial que hay en ellas. Beneficiarse de sus riquezas; son algo que las otras guardan y no deben negar. Llegar hasta incorporar parte o toda la riqueza de otra religión es más delicado. Es lo contrario a mi planteamiento. Lo llaman conversión, pero, salvo casos especiales, ofrece muchos reparos a un análisis libre. Las motivaciones suelen ser más de índole externa que interior.

Por eso, mi propuesta es el diálogo del conocimiento y el encuentro de la búsqueda común. Es el Diálogo – Encuentro Interreligioso. Y este, en nuestro tiempo, no puede ser una encomiable decisión de unos pocos llamados a ello. Es necesidad y deber de las jerarquías, en primerísimo lugar. Tarea que no están, ni de lejos, cumpliendo. De hecho, se encargan muy bien de cerrar las puertas a este género de emigración. No les gusta que su religión sea emigrante. Les gusta más que sea misionera, predicadora de la conversión.

Jesús Martínez

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Malasia sugiere a los homosexuales que “aprender” a ser hetero es igual que iniciarse en la equitación

Lunes, 20 de febrero de 2017
Comentarios desactivados en Malasia sugiere a los homosexuales que “aprender” a ser hetero es igual que iniciarse en la equitación

malasia_equitacion-300x150Aunque las “terapias de conversión” carecen de evidencia científica y suelen acarrear consecuencias dañinas a las personas que se someten a ellas, para el Gobierno malasio son una “solución” adecuada para “curar” la homosexualidad. Así lo han reconocido representantes del ejecutivo, tras respaldar el vídeo promovido por el Departamento de Desarrollo Islámico de Malasia (JAKIM). En él se equipara la supuesta transición de la homosexualidad a la heterosexualidad con el aprendizaje de montar a caballo ya que, según dicen, ambas prácticas implican “recibir una amplia formación y orientación”. Asimismo, para reprimir la atracción hacia personas del mismo sexo recomiendan ayuno, recurrir al “amor de Dios” y el matrimonio heterosexual.

El Departamento de Desarrollo Islámico de Malasia o JAKIM (una institución oficial que desarrolla las políticas religiosas del país) considera que se puede modificar la orientación sexual a base de “paciencia” y aconseja que los amigos de las “personas no heterosexuales” les presten su “ayuda” para devolverles al “camino recto”. El vídeo que promueve el JAKIM, que cuenta con el respaldo del Gobierno, transmite el mensaje de que la homosexualidad se puede “curar”.

A pesar de todo, algunos activistas señalan que es inédito que las autoridades religiosas recomienden “apoyar” a la comunidad LGTB, aunque sea para intentar cambiarles, en lugar de recurrir al odio, la exclusión o la violencia. El vídeo, con una duración de 3 minutos y locutado en malayo, dice textualmente que “el hecho es que hay quienes están entre los musulmanes que tienen orientación no heterosexual pero permanecen firmes en el camino del Islam”. Para ellos, prosigue la voz en off, “esto es una prueba de Alá y deben elegir enfrentar la prueba con lo que el Islam exige”.

El activista Syed Azmi Alhabshi ha sido el responsable de compartir el vídeo a través de las redes sociales, ya que el JAKIM había evitado este tipo de distribución masiva. Sin embargo, el subdirector del Departamento de Desarrollo Islámico de Malasia, Mohd Izwan Yusof, confirmaba que esta institución se encuentra detrás del referido audiovisual, que insertamos a continuación:

LGTBfobia de estado en Malasia

En Malasia la homosexualidad está perseguida y se castiga con penas de hasta 20 años de cárcel (especialmente las relaciones entre hombres gais). De hecho, allá por 2011 nos hacíamos eco de las intenciones de varios líderes musulmanes malasios de endurecer las medidas contra la homosexualidad y en 2015 el primer ministro, Najib Razak, comparaba a las personas LGTB con el Estado Islámico, alegando que carecen de derechos humanos.

Malasia es un país de variada composición étnico-religiosa, aunque de mayoría musulmana, en el que conviven leyes civiles, de obligado cumplimiento para todos, y leyes islámicas, de aplicación a los ciudadanos musulmanes.

Venimos dando cuenta de la LGTBfobia social y política imperante en este pequeño estado peninsular de Asia. Algunos ejemplos son el anuncio de censura de programas con personajes homosexuales, la cancelación de un Festival que se celebraba desde 2008 para promover el respeto a la diversidad sexual o la censura de la canción Born This Way, de Lady Gaga, por su contenido LGTB. También en 2012, un joven gay musulmán recibía amenazas de muerte por difundir un vídeo en el que animaba a otros homosexuales a salir del armario. Con anterioridad, concretamente en noviembre de 2008, informábamos sobre un edicto de las autoridades musulmanas contra las “actitudes masculinas” en las mujeres, entre las que se incluía el lesbianismo y el vestir “como hombres”.

Fuente Dosmanzanas

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“Espiritualidad transreligiosa”, por Enrique Martínez Lozano

Miércoles, 15 de febrero de 2017
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12261a-errores-practicar-espiritualidadLa comprensión de la diferencia que hay entre “religión” y “espiritualidad” permite comprender que “existe una alternativa entre el ateísmo materialista y la religión tradicional, entre la concepción científico-técnica del mundo y una visión mítica preilustrada”.

Quien así se expresa es el filósofo Feliciano Mayorga, en un libro que acaba de publicar, en la editorial Kairós, con título provocativo y sugerente: “El ateísmo sagrado. Hacia una espiritualidad laica”.

Parece innegable que el imaginario colectivo de nuestro entorno sociocultural se mueve, efectivamente, en un “credo materialista”, cuyo dogma fundamental afirma que solo existe aquello que podemos experimentar. Poco importa que tal “creencia” ignore cuestiones hoy científicamente irrebatibles, como el hecho de que apenas conocemos un 4% de la realidad existente, o que, como se viene afirmando desde la física cuántica, el origen de la materia es inmaterial. Sabemos bien que cuando un dogma se asienta en el imaginario colectivo es difícil tomar distancia del mismo, someterlo a crisis y abrirse a una verdad mayor. Parece que el cerebro humano justifica con facilidad aquello a lo que previamente se ha aferrado…, por más que resulte objetivamente insostenible. Esto suele ocurrir en todo tipo de creencias –en la religión hay casos notables de dogmas “increíbles”–, y el nuevo “credo” materialista o cientificista no es una excepción. La ironía consiste en que el materialismo moderno crítica el dogmatismo religioso y su carácter mítico, sin ser consciente de sus propios pre-juicios que le mantienen encerrado en el mismo error de fondo.

Para el cientificismo materialista, todo lo que suene a espiritualidad solo se sostiene en el delirio narcisista –proyectarse en lo eterno–, que escapa al control humano. No advierte que lo que realmente constituye un delirio narcisista es la reducción de la realidad a lo que puede ser controlado por el ser humano. Este es el delirio de la razón absolutizada o del racionalismo patológico, causa de un efecto hipnótico, que obliga a creer que solo existe lo que, bajo tal hipnosis, es posible percibir. Junto con sus logros extraordinarios –entre ellos, la emergencia de la “razón crítica”–, esa fue la más triste y empobrecedora herencia de la Ilustración: la razón fascinó y hechizó al ser humano, hasta el punto de quedar hipnotizado por ella, con la consecuencia de no aceptar absolutamente nada que la propia razón no comprobara.

Nos hallamos así ante una paradoja: por una parte, la no asunción de la modernidad condena a las personas religiosas a posiciones fundamentalistas –no parece desacertado afirmar que esa es precisamente una de las carencias graves de la religión islámica, aunque no solo de ella–; por otra, su absolutización desemboca en la “cultura chata”, nihilista, vacía y carente de sentido que parece haberse enseñoreado de no pocos sectores de nuestra sociedad.

Entre ambas “creencias” –la religión preilustrada y el materialismo dogmático, dos formas “gemelas” de hipnosis mental–, la espiritualidad muestra un camino de apertura incondicional a la verdad de lo que somos.

En la auténtica espiritualidad no hay dogmas ni creencias –se valora la razón y, sin absolutizarla, se la integra y trasciende–, sino apertura lúcida a la comprensión de lo real. Así, ofrece “instrucciones”, pautas o caminos para ir más allá de la mente y, de ese modo, responder adecuadamente a la única pregunta que realmente importa: ¿Quién soy yo?

Cada vez somos más conscientes que la mente nunca podrá atrapar la verdad. Por lo que tampoco es capaz de otorgarnos certezas definitivas. Todo lo que nace de ellas son –no puede ser de otro modo– “construcciones mentales”, es decir, creencias de todo tipo, religiosas o no.

Necesitamos, por tanto, aprender a acallar la mente para poder “ver” en profundidad.

Y, dado que no tiene nada que ver con las creencias, la espiritualidad es transreligiosa, por el simple hecho de que es transmental. En esta línea, son de agradecer los intentos que están surgiendo en los últimos años favoreciendo la llamada “espiritualidad laica” o “espiritualidad atea”. En esta línea, además del libro de Mayorga, ya citado, y que me ha dado pie a esta reflexión, es obligado mencionar otros dos:

Marià CORBÍ, Una espiritualidad laica. Sin religiones, sin creencias, sin dioses, Herder, Barcelona 2007.

André COMTE-SPONVILLE, El alma del ateísmo. Introducción a una espiritualidad sin Dios, Paidós, Barcelona 2006.

Finalmente, a quien esté interesado en una visión más de conjunto de toda esta cuestión de la “espiritualidad transreligiosa”, me permito reenviarle a dos libros míos:

La botella en el océano. De la intolerancia religiosa a la liberación espiritual, Desclée De Brouwer, Bilbao 2009.

Vida en plenitud. Apuntes para una espiritualidad transreligiosa, PPC, Madrid 32013.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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Muntarbhorn, el experto nombrado por Naciones Unidas, advierte: el derecho a la libertad religiosa no puede poner en riesgo al colectivo LGTB

Jueves, 9 de febrero de 2017
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1437358680“La libertad de expresión y la libertad religiosa no son derechos absolutos y se pueden limitar si es necesario”. En estos términos y con esta contundencia se ha expresado el primer experto independiente de Naciones Unidas contra la violencia y la discriminación a las personas LGTB. El mensaje del tailandés Vitit Muntarbhorn no cuestiona el respeto a estos derechos universales pero sí deja entrever que no deben utilizarse para el fomento impune de la discriminación, el odio y la violencia hacia personas por su orientación sexual o identidad de género. Sus palabras, en todo caso, no han caído bien a todos. De hecho, se han encendido los ánimos de los sectores religiosos más ortodoxos de varios países, así como de grupos ultraconservadores.

En una comparecencia pública, celebrada hace unos días, Vitit Muntarbhorn ha defendido que “hay algunos derechos absolutos y otros que no lo son”. Entre otros, considera el experto de Naciones Unidas contra la violencia y la discriminación a las personas LGTB, “la libertad de expresión y la libertad religiosa no son derechos absolutos y podrán ser limitados si es necesario”. Muntarbhorn, como decíamos, se refería en su alocución a la necesidad de salvaguardar la integridad y el honor de todas las personas, con independencia de su orientación sexual o de su identidad de género.

Asimismo, Muntarbhorn defiende que, para evitar actitudes de odio, violencia y discriminación LGTBfóbica es imprescindible actuar desde sectores como el de la enseñanza y la educación. En este sentido, entiende que hay que “formar a los niños en actitudes correctas desde una edad temprana”. Estos son solo algunos de los puntos que el experto de la ONU expuso en relación a los objetivos de desarrollo sostenible y los derechos de la comunidad LGTB en el plano internacional.

Aunque estas tesis no coartan ningún derecho fundamental sino que, como ocurre en el ámbito del derecho, solo se habla de poner límites cuando derechos como el de la libertad religiosa o el de expresión colisionen con otros derechos fundamentales (como puedan ser el honor, la integridad o la intimidad), algunos sectores religiosos de línea dura y determinados grupos ultraconservadores (a los que preferimos no hacer publicidad en este caso) están poniendo el grito en el cielo a través de internet.

Primer experto en materia LGTB de Naciones Unidas

Dosmanzanas se hacía eco el pasado mes de octubre del nombramiento de Vitit Muntarbhorn como el primer experto de Naciones Unidas contra la violencia y la discriminación a las personas LGTB de la historia. Con anterioridad (concretamente el 30 de junio de 2016), el Consejo de Derechos Humanos de la ONU había aprobado la creación del cargo con 23 votos a favor, 18 en contra y 6 abstenciones. Cabe recordar que la puesta en marcha de esta figura, propuesta por varios países de América Latina, no fue precisamente fácil, y tuvo que enfrentarse, además de a numerosas enmiendas, a una propuesta de retirada promovida por Arabia Saudí, que finalmente no prosperó.

Muntarbhorn es un profesor de Derecho Internacional con una dilatada trayectoria al servicio de Naciones Unidas. Ha sido, por ejemplo, relator especial sobre la venta de niños, la prostitución infantil y la utilización de niños en la pornografía y relator especial sobre la situación de los derechos humanos en la República Democrática de Corea (Corea del Norte), por mencionar solo dos de las posiciones que ha ocupado. En estos momentos es miembro de la Comisión Internacional Independiente de las Naciones Unidas de Investigación sobre Siria.

Además, fue uno de los juristas que participaron en la elaboración de los muy importantes “Principios de Yogyakarta” sobre la aplicación de la legislación internacional de derechos humanos en relación con la orientación sexual y la identidad de género, aprobados en noviembre de 2006 (y que puedes descargar en su integridad aquí).

Fuente Dosmanzanas

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El Estado de Virginia permitirá que sus funcionarios se nieguen a celebrar matrimonios gays

Jueves, 9 de febrero de 2017
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Stop Homofobia - ICMLa Cámara de Representantes de Virginia ha aprobado un proyecto de ley que permitirá que la comunidad religiosa pueda oponerse a los derechos de la personas LGTB, discriminando a las mismas en los ámbitos que sean, sin tener que afrontar por ello la condena de los tribunales. Ello permitiría que los funcionarios se nieguen a celebrar matrimonios gays en base a sus creencias religiosas, entre otros ámbitos afectados.

La Cámara de Representantes del Estado de Virginia ha aprobado un proyecto de ley que ha sido ampliamente reclamado por los colectivos religiosos más extremistas de la región estadounidense. El gobernador Terry McAuliffe vetó una propuesta similar el año pasado.

El proyecto de ley HB2025, defendido por Nicolás Freitas, aprobado por la Cámara de Representantes de Virginia establece que los ciudadanos que discriminen a la diversidad sexual pero aleguen hacerlo en base a sus creencias religiosas no tendrán que afrontar consecuencias legales por ello.

La medida busca permitir que las organizaciones y empresas que continúan negándose a aceptar matrimonios homosexuales puedan continuar con dichas políticas contrarias a la actual legislación estadounidense favorable a la igualdad en el matrimonio de las parejas del mismo sexo.

El proyecto de ley ha podido ser aprobado en la Cámara de Representantes de Virginia gracias a que el Partido Republicano controla ampliamente la citada institución legislativa, la cual ha apoyado la medida con 57 votos a favor y 37 en contra.

Miembros del Partido Republicano en la Cámara de Representantes no han dudado en considerar que la homosexualidad representa una “pasión venérea” que puede ser discriminada por la ciudadanía que así lo considere oportuno y que las normativas contra la discriminación de las personas homosexuales suponen “cruzar una línea. Tenemos que defender a las organizaciones religiosas”.

Desde el Partido Demócrata han condenado la medida, al creer que la misma supone estigmatizar la imagen del Estado, al asociar el mismo con la ideología más extremista y desfasada del país. “Creo que la medida enviará un mensaje equivocado al resto de los Estados Unidos. Dirán que somos como Carolina del Norte, que estamos en el lado equivocado de la historia”, ha expresado el demócrata Marcus Simon. “Dirán que no estamos dando la bienvenida a todo tipo de personas, independientemente de a quienes amen. No es el mensaje que debemos enviar si queremos tener una economía del siglo XXI en Virginia”, defendió el representante demócrata ante la prensa.

Organizaciones por los derechos de las minorías sexuales de Estados Unidos ya han condenado la medida, indicando que militarán en cuantos sitios haga falta para evitar que cualquier legislación de este tipo entre en vigor en la región.

Fuente PinkNews, vía Universogay

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“La religión como amenaza: lo “divino” a costa de lo “humano””, por José Mª Castillo, teólogo

Jueves, 19 de enero de 2017
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lithographie-estampe-originale-marc-chagall-15De su blog Teología sin censura:

El miedo a los atentados terroristas de origen religioso (o reivindicados en nombre de la religión) va en aumento. Porque raro es el día que no tenemos noticias de nuevas y atroces matanzas de seres inocentes, ejecutados de forma criminal en nombre de la religión.

Obviamente, cuando se piensa en estas brutalidades, lo primero que a cualquiera le viene a la cabeza es el peligro que entraña el “hecho religioso”. Y la explicación de semejante peligro radica, según el criterio más generalizado, en que la “condición humana” nos empuja al odio, a la venganza, al egoísmo, la ambición y a todas las perversiones morales que convierten al “hombre en lobo para el hombre”.

Esto es verdad. Pero, con reconocer que la condición humana es así, no resolvemos nada. Ni aclaramos lo que realmente nos está pasando. Por otra parte, no quiero meterme aquí a analizar lo que ocurre en otras religiones, por ejemplo, en el islam. Entre otras razones, porque no lo conozco a fondo. Y es peligroso ponerse a dictaminar lo que el vecino debe hacer en su casa, para tenerla limpia, cuando tú tienes la tuya que da pena verla. Por eso, vamos a centrarnos en nuestra propia confesión religiosa, el cristianismo. ¿No será verdad que también la “religión cristiana” ha sido, y sigue siendo, una amenaza, un asunto peligroso, incluso (a veces) muy peligroso?

No voy a echar mano – una vez más – del tan manoseado asunto de las Cruzadas, la Inquisición, la condena de Galileo y, menos aún, de casos recientes, ocurridos en España hace sólo unas décadas. Vamos a ir más al fondo del asunto.

El cristianismo es una religión que pone el centro de sus creencias, no solo en “lo divino”, sino igualmente en “lo humano”. Porque el Dios de nuestra fe se nos dio a conocer en Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre. Y esto – precisamente esto – es el gran problema, que tuvo que afrontar la Iglesia desde los primeros años de su existencia. Pero – es claro – cuando se afronta este problema entre gentes, que tienen creencias “religiosas”, inevitablemente, la religión “como tal” pesa tanto, que, en la persona religiosa, “lo divino” termina siendo más determinante que “lo humano”. Y esto, ni más ni menos, es lo que le ha ocurrido, y le sigue ocurriendo, a la Iglesia.

Efectivamente, en su Teología, en su Liturgia, en su Derecho, en las convicciones más profundas de los gobernantes eclesiásticos, en la mentalidad de la mayoría de los fieles, verdaderamente fieles a la Iglesia, no sólo es que “lo divino” pesa más que “lo humano”. El problema principal está en que “lo humano” se tiene que someter a “lo divino. Por eso, los primeros cuatro concilios ecuménicos, que celebró y aprobó la Iglesia, Nicea (325), Constantinopla (381), Éfeso (430) y Calcedonia (451), se centraron en una preocupación fundamental: afirmar como dogma de fe la “divinidad” de Jesucristo. Es verdad que el concilio de Calcedonia defendió “la naturaleza humana” de Jesús: “perfecto en la divinidad y perfecto en la humanidad” (DH 301). Pero precisando, a continuación, que, en Jesucristo, las dos “naturalezas”, la divina y la humana, “confluyen en una sola persona”, que es la divina (DH 302). En última instancia, por tanto, en Jesús, “lo divino” quedó superpuesto a “lo humano”.

Es evidente que los textos de aquellos primeros concilios, distantes de nosotros en casi 1.500 años (o más), para ser entendidos correctamente, necesitan ser “interpretados” como necesita ser “interpretado” cualquier texto de la Biblia. Porque el lenguaje, y el contenido del lenguaje – el de entonces y el de ahora – ya no son lo mismo. Pero lo más importante, en todo este asunto, es que, en la historia de los siglos posteriores, la cultura ha ido evolucionando de manera que, en la mentalidad de la gran mayoría de la población de los países más desarrollados, “lo humano” ha cobrado más fuerza y tiene más presencia que “lo divino. Mientras que, por el contrario, la Iglesia ha gestionado todo esto de manera que ha defendido y ponderado con más pasión y celo “lo divino” que “lo humano”. Y por supuesto, más “lo sagrado” que “lo profano”.

Ahora bien, si aplicamos esta manera de pensar a la Liturgia, a la Espiritualidad, al Derecho, a la Moral, a la “forma de vivir” y a las “costumbres”, ya tenemos clara y patente la explicación de por qué esta Iglesia nuestra sigue atascada en la mentalidad, no digo ya de la Edad Media, sino incluso en la manera de plantear y resolver tantos y tantos problemas que afectan muy seriamente a lo que hacen y dicen no pocos curas, bastantes obispos, algunos cardenales…. Y hasta la crispación que produce, en ambientes de sacristía, el comportamiento y las enseñanzas del papa Francisco. Por la sencilla razón de que, para esta Iglesia, es más importante evitar el pecado que aliviar el sufrimiento.

Termino asegurando que el día que nos preocupe más el problema del sufrimiento humano que la creencia en el pecado (¿contra lo divino?), ese día daremos el paso decisivo para que la Iglesia se haga más amable, más creíble y, por supuesto, más acogedora. Leyendo los evangelios, lo más claro que se encuentra en ellos es que a Jesús le interesó más el sufrimiento de la gente que la vida poco ejemplar que veía aquella gente en los amigos de Jesús, los pecadores (Mc 2, 14-17; Mt 9, 9-13; Lc 5, 27-32; 15, 1-2). ¿Por qué será que Jesús andaba con malas compañías y tenía constantes conflictos con los hombres de la religión?

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