24.01.21: Día de la Palabra. Fiesta de la comunicación universal
El Papa Francisco instituyó el 30.09.2019 (Motu proprio “Aperuit illis”)la Fiesta de la Palabra,para el tercer domingo del tiempo ordinario, como día de celebración, reflexión y difusión de la Palabra de Dios. En ese contexto, quiero recordar las tras biblias, y el compromiso y tarea de comunicación (Palabra) que se encuentra al fondo de ellas.
Los cristianos confesamos que la Palabra de Dios (Jesús) se ha encarnado y que su testimonio ha sido recogido en la Biblia del Antiguo y Nuevo Testamento, como presencia y tarea universal de salvación. Pero la Palabra de Dios no es Jesús por aislado, sino en la historia de la vida humana, expresada en los “tres biblias”: Naturaleza, interioridad e historia.
Partiendo de esas biblias presentaré el sentido de la Palabra humana como revelación de Dios y principio de comunicación entre los hombres, desarrollando así el sentido de esta Fiesta de la Palabra, que celebramos el domingo, 24.01.2021.
Por mi vocación y “oficio” de teólogo he escrito diversos estudios sobre Dios-Palabra y su revelación en la historia de los hombres, como verá quien siga leyendo.
Aprovecho esta Fiesta de la Palabra para felicitar a mis amigos y editores del Verbo Divino (Palabra de Dios), agradeciéndoles en nombre de miles y miles de lectores la obra cultural y religiosa que realizan al servicio de la Palabra de Dios.
| X. Pikaza
1 Biblia de la Naturaleza: Creación, Palabra para todos
Los cristianos aceptamos la biblia de la naturaleza, entendida como Palabra de Dios, que habla por ella, como saben los que afirman que hay dos “revelaciones”, una natural (por el mundo) y otra sobrenatural (en la historia de la salvación culminada en Cristo). Desde nuestra perspectiva, esa revelación “natural” ha de entenderse también como “sobrenatural”, es decir, como expresión de la gracia universal de Dios, que actúa a través del mundo. En ese sentido, los cristianos seguimos siendo de alguna forma paganos: vemos a Dios y oímos su voz en el hermano sol, en la hermana luna, en la madre tierra y en la hermana muerte, que forman parte del libro universal de Dios.
Como puso de relieve Francisco en Lodato si (2015) y como ha destacado el Sínodo de la Amazonia (2019), el primer libro de Dios es el mundo entero, el despliegue de la vida de la que formamos parte. Esta primera Biblia de la naturaleza nos permite entender mejor la Biblia escrita más tarde, desde la perspectiva de Israel y de la Iglesia primitiva; y por su parte la Biblia del Antiguo y Nuevo Testamento, tiene que ayudarnos a reconocer el valor sagrado de la naturaleza y a dialogar con las religiones cósmicas no cristianas. En ese sentido, tenemos que hablar de una Biblia Ecológica, Biblia abierta al sentido de la creación, de toda la creación; por eso, ella empieza con el Dios creador (Gen 1‒3) y culmina con la nueva creación. Una Biblia que lo olvide no es Biblia.
De un modo consecuente, la Biblia cristiana no quiere destruir el valor de las religiones cósmicas (paganas), sino abrir con ellas un camino de humanidad, en una línea de respeto mayor hacia la naturaleza sagrada, como han puesto de relieve algunos movimientos ecológicos. En esa perspectiva debemos recuperar el carácter religioso del mundo y de la misma vida humana, el valor del varón y la mujer, en igualdad y complementariedad, el valor sagrado de la tierra, del agua, de la atmósfera, al servicio de la vida humana y de la justicia.
Sólo un Jesús que recupere y potencia la Palabra cómica y vital de Dios podrá ser inspirador y fuente de una Biblia abierta a todos los seres humanos. De un modo convergente, debemos recuperar por Jesús el valor de todos los pueblos y culturas de la tierra (con su biblia cósmica y vital), superando el exclusivismo de algunos grupos judíos que se consideraban depositarios privilegiados (y a veces únicos) de la revelación de Dios, como si ellos solos fueran dueños de la Palabra de Dios.
La Biblia de los seguidores de Jesús sólo será Palabra de Dios en la medida en que nos permita recuperar, por tanto, el valor sagrado de la naturaleza, la igualdad entre varones y mujeres y la apertura a todos los pueblos y culturas de la tierra. No será una Biblia para algunos, en contra de otros, sino Libro abierto a todos, desde el mundo (en fidelidad al cosmos), en una historia dirigida al encuentro universal. Sólo leída en esa línea puede entenderse de verdad.
2. Biblia de la interioridad: Palabra de todos
Hay una Biblia de la interioridad, como ha sabido San Pablo cuando dice que la Escritura o Carta de Dios está escrita en nuestros propios corazones (cf. 2 Cor 3-4). Sin esa voz interior, sin la Palabra/Dios que resuena en la intimidad de cada ser humano, no se puede hablar después de una Biblia de Jesús. La primera Palabra de Dios no es un libro exterior (que puede escribirse con tinta o grabarse en un soporte electrónico), sino aquella Voz que se graba de una forma viva en cada corazón de hombre o mujer que la escucha o responde.
Según eso, el libro exterior del mundo está al servicio de ese “libro interior de la vida humana”, que es la verdadera Biblia de Dios, escrita en la conciencia y corazón, en la libertad y tarea personal cada uno de los hombres y mujeres. De esa Biblia interior (del Dios que inscribe su vida en aquellos que le acogen) han hablado no sólo las religiones orientales (budismo, hinduismo…), sino también los judíos y los musulmanes, que saben que existen un “libro celeste” que es la Voz del único Dios en la altura que se expresa en la vida y palabra de los hombres y mujeres que le escuchan y dialogan con él. Ésta es la Biblia de la Libertad de los pueblos y los individuos, la Biblia del diálogo con las religiones orientales y con la modernidad…, pero sin olvidar que ella es, al mismo tiempo, Biblia de la naturaleza y de la justicia social, Biblia de la resurrección de todas las cosas (Ap 21, 5).
Ésta es la biblia del Tao y de las Analectas de Confucio, lo mismo que el canon Pali del budismo, con los Vedas, las Upanshadas o la Vagavad Gita del hinduísmo…En muchos libros y formas se expresado la Palabra de Dios en los miles y millones de palabras de los hombres, que son distintas para iluminarse mutuamente y dialogar. Por eso, este domingo de la Palabra es, al mismo tiempo, el Domingo del Diálogo de todos los que escuchan y comparten la Palabra de Dios en la historia.
No tiene sentido hablar de un libro externo (de una Biblia multiplicada en miles y miles de letras hebreas o arameas, griegas o árabes, castellanas o inglesas…) si es que no hablamos primero del libro o Biblia interior, universal, que se expresa y se despliega en cada ser humano en la medida en que es capaz de escuchar la gran “Voz” y de dejarse llenar por la presencia sagrada. Al servicio de esa Biblia interior está la Toráh de los judíos, lo mismo que el Nuevo Testamento de los cristianos y el Corán de los musulmanes. Por eso, antes que hablar de disputa entre libros, debemos hablar de la unidad del Libro de Dios que se expresa en aquellos que le acogen en su interior, en una línea que vincula a todos los pueblos de oriente y occidente. Sólo leída así se entiende y aplica de verdad la Biblia cristiana.
3. Biblia profética: Palabra hecha historia (carne de todos)
Las tres religiones “proféticas” (judaísmo, cristianismo, Islam) condensan su experiencia la revelación o Palabra de Dios hecha “libro sagrado”,testimonio de la verdad definitiva (biblia judía, biblia cristiana, Corán). Pero a pesar de tener una revelación histórica (o, mejor dicho, por tenerla) o pueden negar ni rechazar las biblias anteriores, sino que suponen su existencia, pues su Dios se manifiesta también por la naturaleza (como saben las religiones cósmica) y por la vida interior de cada ser humano (como saben las religiones de la interioridad, Tao, budismo, hinduísmo).
A veces se ha pensado que este “revelación especial” inutiliza (o condena) las revelaciones, como si fueran menores, imperfectas o perversas. Así, los magos y sacerdotes paganos, que conciben a Dios como poder del cosmos, serían impostores, puros idólatras a quienes se debe “convertir” por la fuerza o exterminar. Por su parte, los místicos de la interioridad, que buscan a Dios dentro de sí mismos, estarían al fin equivocados, pues Dios no habla en el interior de cada uno, sino que lo ha hecho sólo a través de un profeta especial (Moisés, Cristo, Mahoma).
Pues bien, en contra de eso, los auténticos cristianos (y judíos y musulmanes) saben que sus profetas y sus “biblias” no van en contra de los libros de la naturaleza y de la interioridad, sino que nos ayudan a entenderlos, descubriendo y desarrollando mejor su sentido. Los profetas (autores de los libros sagrados de las religiones monoteístas) no son puros sacerdotes cósmicos, ni expertos en mística interior, sino hombres y mujeres que se atreven a escuchar y recoger la palabra de Dios en la historia, asumiendo así un camino y tarea de revelación que se expresa en la liberación de los oprimidos (judaísmo), de los pobres (Jesús) y de los marginados de su tiempo (Mahoma).
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