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Lienzo en blanco

Lunes, 7 de octubre de 2019
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lienzo-blanco-e1432890033852bote3-e1568446295968Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén,
Estrasburgo (Francia).

ECLESALIA, 20/09/19.- Anoche soñé con un maravilloso lienzo en blanco. Sin quererlo, de tal manera se grabó en mi retina que al despertar no podía olvidarlo, pues lo seguía viendo. Me paré a pensar en el mensaje que, esta imagen del lienzo blanco, como la nieve, quería decirme.

Sabemos que los sueños en la Biblia tienen un gran significado y están llenos de simbología. Pero seguía sin descubrir el mensaje de este sueño… Cerré los ojos y empecé a soñar despierta. En este sueño, que no era sueño, se me abrió la inteligencia y pude intuir el mensaje que el lienzo me traía. El lienzo me decía: este lienzo es un regalo del Altísimo, es tu vida misma y de ti depende la belleza de la obra de arte que sobre mí vas a pintar. ¿Cómo?, ¿pintar yo? ¡Cuando no sé hacer una raya derecha! Poco importa, me decía el lienzo, tú empieza a hacer rayas, círculos, a poner nombres, escribe lo que tu corazón te diga, deja de lado la inteligencia. No tengas prisa, date tu tiempo, hazlo con mucha serenidad, paz y armonía; desde el silencio y la oración. Porque lo que vivas en el interior, eso es lo que vas a plasmar.

Pasaron los días y mi lienzo continuaba con toda su belleza luminosa y pura; yo tenía miedo de mancharlo con mis garabatos mal trazados y prefería contemplarlo en toda su belleza, como una página en blanco. Pero una voz me decía: “Esa no es la belleza que al lienzo le gusta. El lienzo ha sido creado para que el artista realice su obra sobre él. Él es feliz cumpliendo su misión: servir de soporte y desaparecer detrás de la obra del artista, esto le basta”. ¡Qué lección de vida tan bonita y profunda! Desaparecer para que el artista realice su creación y sea contemplada, admirada. Pero detrás de la creación, sigue estando el lienzo, sin el cual difícilmente el pintor hubiese podido pintar su obra. Entonces comprendí la necesidad que tenemos unos de otros, lo importante que es la complementariedad y cómo cada elemento y persona tiene su misión propia en este mundo. Basta con descubrirla y amarla para ser feliz.

Mi miedo a estropear el lienzo me paralizaba y el lienzo insistía diciendo: “Pierde el miedo, ponte manos a la obra, coge los pinceles y empieza a trazar lo que tu corazón te dicte”. Me quedé en silencio profundo, yo diría que en contemplación y en ese instante las ideas brotaban y brotaban de mi corazón; pero eso, eran ideas para la prosa, no para formar una imagen. Entonces, me dije: ¿cómo formar una imagen con la prosa, es decir con palabras? Las palabras escritas tienen que tener un mensaje para quienes contemplen este lienzo. Y empecé a escribir con diversos colores y puse: amor, libertad, comprensión, empatía, escucha, paciencia, hospitalidad, generosidad, entrega, olvido de si, perdón, solidaridad, respeto a la diversidad, amar la diferencia, paz, basta ya de violencia de la clase que sea, cesen las armas, armonía, unidad, tolerancia, fraternidad, justicia, igualdad, bendecir, no juzgar, desear siempre el bien para los demás y ser agradecidos, humildad. Construir puentes entre los pueblos que acorten las distancias y tejan la relación; puentes que derriben los muros de la exclusión y la explotación. Y como broche de oro: compartir con el más necesitado, con aquellas personas marginadas que no cuentan para la sociedad: los pobres, los incultos, los ancianos, los enfermos y las personas discapacitadas. Todas estas palabras, con colores muy diversos y escrituras diferentes, formaron un rostro: el rostro de Jesús. Lo que él nos enseña con su propia vida plasmada en los evangelios. Con esta bella imagen mi lienzo recobró nueva vida y se sentía feliz

Al terminar mi “obra”, le pedí disculpas a mi querido lienzo por tanta chapuza; le dije que me perdonara, era lo que intentaba hacer todos los días y lo único que sabía pintar. No había tenido la dicha de estudiar bellas artes. El lienzo me sonrió y se mostró sumamente feliz y agradecido; pues le agradaban mis garabatos y atrevimiento y se sentía orgulloso de tener la ocasión de recordar a los humanos esos valores evangélicos, tan esenciales para la convivencia humana; para juntos y unidos formar un mundo mejor, más humano y más fraterno; donde cada persona encuentre su lugar, tenga lo necesario para llevar una vida digna, sea querida y pueda querer sin miedo; formando así la familia universal donde el color de la piel, la raza, la religión, la cultura y las diferentes lenguas formen un lienzo maravilloso que nos de vida, colorido, alegría y orgullo de formar todos juntos la Humanidad Universal que es la nuestra.

Me atreví a decirle al lienzo, eso está muy bien y me gozo contigo, pues yo también pienso que urge recobrar los valores humanos y espirituales que Jesús nos enseñó si queremos construir una sociedad distinta de la que vivimos, donde cada persona pueda ser ella misma y se sienta feliz; pero ahora, dime: ¿Dónde voy a colocarte para que te contemplen? Empezando por los míos, estoy segura que no les gustará verte continuamente en la casa; no digamos a los extraños y mucho menos puedo llevarte a una exposición. La verdad que me has causado problemas desde el principio y todavía más grandes al final. ¿Qué hacer contigo? A lo que el lienzo, dulcemente y calmadamente, contestó: “Esto que has pintado es para grabarlo en tu interior y vivirlo día a día y para que muchas otras personas lo graben también; porque cada persona está llamada a ser un lienzo blanco donde se refleje la belleza que habita en su interior y sea para el mundo el mismo rostro de Jesús: el Rostro de los rostros, el anticipo de la nueva Jerusalén que nos espera”.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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La primera urgencia de hoy es volver a Jesús (2)

Miércoles, 17 de agosto de 2016
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volver-a-jesusSegunda parte de una entrevista realizada por la Revista ADSIS a José Antonio Pagola sobre la necesidad de “volver a Jesús”.

P: La polémica generada en torno a tu libro Jesús, una aproximación histórica dejó desconcertados a muchos. ¿Qué fue lo que ocurrió y cómo están las cosas ahora?

R: Jesús siempre provocará interrogantes y desafíos. No es tampoco extraño que surjan polémicas y disensiones. Pero pienso que alimentar polémicas como la que se ha provocado con mi libro, nos distraen de lo esencial y no nos conducen a la conversión a Jesucristo… Yo estoy contento porque la polémica ha logrado que muchas personas se hayan planteado la necesidad de conocer y de seguir mejor a Jesús.

P: En todo caso, son más los que han oído hablar de tu libro que los que lo han leído. ¿Cuál crees que es su aporte principal, entre tantos otros que ya se habían escrito?

R: He recibido miles de testimonios de personas que, al leer el libro, se han sentido «tocadas» por Jesús. En muchos momentos he sentido que Jesús está vivo, que su Espíritu sigue actuando en los corazones, que su Evangelio tiene fuerza transformadora… El testimonio de estas personas ha reforzado mi fe, me ha hecho sentir la presencia viva de Jesús. Ha sido una gozada. Lo que más impacta a los lectores es encontrarse con un Jesús tan humano, cercano y accesible. En contra de lo que se ha dicho, el libro no hace daño. Es exactamente lo contrario. La reacción generalizada es esta: Jesús es tan humano que no es como nosotros. Algún misterio debe encerrarse en él. Solo Dios encarnado puede ser tan humano, tan compasivo, tan sincero y auténtico, tan fiel, tan interesado por el ser humano. Muchos me escriben diciendo que ahora creen más en el Dios encarnado en Jesús.

P: Según nos decías en el encuentro que compartimos, «conocer a Jesús nos tendría que llevar a hacer nuestra su espiritualidad». Según tu parecer, ¿cuáles son las claves de la espiritualidad de Jesús?

R: Lo primero que diría es que el centro de la espiritualidad de Jesús no lo ocupa propiamente Dios, sino «el reino de Dios». Jesús no separa nunca a Dios de su proyecto de transformar el mundo. No invita a la gente a «buscar» a Dios, sino a «buscar el reino de Dios y su justicia». No pide simplemente «convertirse» a Dios sino «entrar» en la dinámica del reino de Dios.

En segundo lugar diría que su experiencia de Dios como Padre lleva a Jesús a vivir dos actitudes fundamentales: la confianza total y absoluta en Dios, que le hace vivir de manera innovadora, creativa y audaz al servicio del reino de Dios; y la docilidad incondicional para cumplir su voluntad que consiste en trabajar por una vida más digna y dichosa para todos, empezando por los últimos.

Por eso, según Lucas. Jesús, ungido por el Espíritu de Dios, se siente «enviado a anunciar a los pobres la Buena Noticia». Vivir ungidos por el Espíritu de Jesús es vivir cambiando la vida, haciéndola mejor y más humana. Es estar siempre a favor de las personas y en contra del sufrimiento, del mal y de la injusticia. Vivir la espiritualidad de Jesús es vivir curando heridas, haciendo el bien, potenciando la vida. Dejarse conducir por su Espíritu es vivir defendiendo a los débiles, acogiendo a los excluidos, creando siempre comunión, igualdad, acogida y fraternidad. Nunca separación, exclusión o excomunión.

P: Aterrizando en el contexto de crisis múltiples que vivimos hoy, hay una pregunta inevitable: ¿cómo se mira el futuro «como Jesús» cuando parece que no hay futuro?

R: Con una confianza absoluta en la acción de Dios que sigue trabajando con amor infinito el corazón y la conciencia de todos sus hijos e hijas. Dios no está bloqueado por ninguna crisis. Sigue buscando caminos que solo él conoce para encontrarse con cada persona, esté donde esté. Nadie vive olvidado o abandonado por Dios. Este es el dato decisivo, no nuestros proyectos o planes pastorales.

P: En concreto, ¿cómo crees que podríamos alentar, en nuestro entorno social y eclesial, la esperanza que brota de Jesús?

R: Hemos de abandonar ya una lectura del momento actual en términos casi exclusivos de crisis, secularización, desaparición de la fe, etc. Cristo resucitado tiene fuerza para engendrar una fe nueva. No sabemos qué nacerá ni cómo será. El cristianismo es mucho más que lo que ha podido dar en veinte siglos. Jesucristo no ha dado todavía lo mejor. Puede ser una verdadera sorpresa en la sociedad que está emergiendo.

P: También nos has animado a preguntarnos «por qué caminos quiere encontrarse Dios con las personas que se alejan de la Iglesia hoy». ¿Desde tu experiencia y tu reflexión, qué intuiciones nos puedes compartir?

R: A mi juicio, es un grave error «volver hacia atrás», hacia una cultura pasada, para vivir la fe desde formas, concepciones y sensibilidades nacidas, pensadas y configuradas en otras épocas y para otras épocas que no son la nuestra. Para acoger y comunicar hoy el Evangelio de Jesús hemos de aprender a creer desde la sensibilidad, la inteligencia y la libertad de esta nueva cultura; poner el Evangelio de Jesús en contacto con las preguntas, miedos, aspiraciones, sufrimientos y gozos de nuestros tiempos. La fe nueva que necesita la cultura moderna no nacerá como «clonación» de la fe pasada. Brotará de la fuerza que tiene el Evangelio para engendrar «vida evangélica» en medio de esta sociedad. La fe renace constantemente cuando hay fidelidad al Espíritu de Jesús.

P: Te agradecemos por el tiempo que nos has dedicado, José Antonio. Después de este encuentro y desde lo que nos conoces, ¿qué mensaje nos dejarías a los que buscamos a Jesús desde las comunidades Adsis?

R: No me siento con autoridad para dejaros mensaje alguno. Solo desearos que viváis vuestro carisma de manera creativa y audaz. Leed el Evangelio de Jesús en vuestras comunidades como una llamada que os invita cada día al gozo de la conversión a él. Vuestra vida se decidirá en los próximos años en vuestra capacidad para «volver a Jesús» con más radicalidad y más gozo.

Fuente: Revista ADSIS, Entrevista a José Antonio Pagola (Junio 200

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La primera urgencia de hoy es volver a Jesús (1)

Martes, 16 de agosto de 2016
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volver-a-jesusPrimera parte de una entrevista realizada por la Revista ADSIS a José Antonio Pagola sobre la necesidad de “volver a Jesús”.

P: José Antonio, en el encuentro que compartimos contigo fue una gozada escucharte hablar de Jesús con tanta hondura y esperanza… Tú nos insistes en «no seguir lamentándonos, sino a pasar una a nueva fase de nuestro seguir a Jesús». ¿Qué quieres decir con eso?

R: Están creciendo entre nosotros algunos hechos y actitudes que, a mi juicio, no nos van a conducir a la renovación que la Iglesia necesita para promover hoy el proyecto de Jesús en la sociedad contemporánea. Pienso en el desencanto y la pasividad de muchos cristianos buenos y sencillos que viven este momento con desconcierto y pena; el clima creciente de enfrentamientos y descalificaciones mutuas entre colectivos de sensibilidades opuestas; la asfixia de vivir envueltos en lamentaciones y críticas estériles que no abren caminos hacia el evangelio; el miedo a la creatividad a la que nos llama el Espíritu de Jesús, que siempre es creador de vida nueva; el restauracionismo hacia el que parece tender de manera cada vez más firme la jerarquía…

A mi juicio, el giro que necesita el cristianismo actual consiste sencillamente en volver a Jesucristo. Necesitamos que la Iglesia se centre con más verdad y fidelidad en la persona de Jesús y en su proyecto del reino de Dios. No es exagerado afirmar que esta conversión radical a Jesús, el Cristo, es lo más importante que puede ocurrir en la Iglesia en los próximos años. Muchas cosas habrá que hacer en estos momentos, pero ninguna más importante que esta conversión.

P: Varias veces expresas que «la primera urgencia de hoy en la Iglesia es volver a Jesús». ¿Qué es para ti volver a Jesús?

R: «Volver a Jesús» no es simplemente impulsar un «aggiornammento», una adaptación pastoral a los tiempos de hoy. Es volver al que es el origen y la razón de ser de la Iglesia. El único que justifica su presencia en el mundo y en la historia. Dejar al Dios encarnado en Jesús ser el único Dios de la Iglesia, el Dios amigo de la vida y del ser humano.

Volver a Jesús es mucho más que introducir unos cambios en la celebración ritual de la liturgia o algunas innovaciones en la organización pastoral. Naturalmente, todo esto es necesario y no se debería retrasar más, pero lo que necesitamos es una conversión a Jesús a un nivel más profundo. Volver a las raíces, a lo esencial, a lo que Jesús vivió y contagió.

Esta conversión a Jesucristo es mucho más que una adhesión doctrinal o cultual a Jesucristo. No basta con adherirnos a una doctrina, cristología, o profesar nuestra fe en Jesús como Mesías e Hijo de Dios en la liturgia. En esta conversión es determinante el seguimiento vital a Jesús, la comunión mística con su persona, y el servicio a su proyecto del reino de Dios.

P: Desde tu visión, ¿qué trazos esenciales identifican a Jesús y su mensaje?

R: Yo destacaría sobre todo lo siguiente:

En el centro del mensaje y de la actuación de Jesús está lo que él llamaba «reino de Dios». Esto es decisivo. Jesús no expone propiamente una doctrina sobre Dios sino que anuncia un acontecimiento: «Dios está llegando. Solo quiere una vida más digna, más sana, más dichosa y justa para todos, empezando por los últimos. Hemos de cambiar».

Dios es Amigo de la vida. Lo dice Jesús en sus parábolas, en sus curaciones y en toda su trayectoria al servicio de la vida. Jesús es el impulsor de una fe curadora. Podemos decir que puso en marcha un proceso sanador de las personas y de la sociedad entera. Su crítica a las patologías religiosas (legalismo, hipocresía cultual, liturgia vacía de amor, etc.), su acogida a los últimos, su ofrecimiento gratuito del perdón de Dios, su empeño en liberar a las personas del miedo, su afán por generar fe y confianza en un Dios Amigo… son actuaciones que responden a su voluntad de curar la vida y hacerla más humana. Las «curaciones» de los enfermos son el mejor símbolo de su trayectoria. Esto es lo nuevo y decisivo: Jesús anuncia la «salvación» de Dios poniendo «salud» entre los hombres y mujeres.

Jesús le vive a Dios como un misterio de compasión. Dios es compasión. Su primera reacción, lo primero que le brota en el corazón ante sus criaturas es la ternura, la comprensión, la compasión, el perdón… Por eso la compasión no es una virtud más, sino la única manera de parecernos al Padre. «Sed compasivos como es vuestro Padre del cielo».

En el centro de toda la actuación de Jesús están los últimos, los desvalidos, los indefensos, los olvidados por la religión… Él ha venido para los enfermos, no para los sanos; se ha acercado a los pecadores e indeseables, no a los santos.

Jesús ha imaginado su movimiento de discípulos y discípulas como un espacio sin dominación masculina del varón sobre la mujer. En su seguimiento nadie está sobre nadie; el que quiera ser importante se ha de poner a servir. Solo desde esta actitud es posible ser signo del reinado de Dios y abrir caminos a una sociedad tal como es querida por él.

P: Y asumiendo que hay que «volver a Jesús», ¿qué actitudes de conversión a él serían más necesarias para los que somos cristianos en este momento histórico?

R: Es necesario, antes que nada, una calidad nueva de nuestra relación vital con Jesús. Una Iglesia formada por cristianos que se relacionan con un Jesús mal conocido, confesado doctrinalmente de manera abstracta, un Jesús apagado, que no enamora ni seduce, que no llama ni toca los corazones, es una Iglesia sin futuro.

Necesitamos, además, poner más verdad en nuestro cristianismo. Discernir qué hay de verdad y de mentira en nuestros templos y curias, en nuestras actividades pastorales y nuestras celebraciones. ¿Hasta cuándo podremos seguir sin hacer un examen de conciencia colectivo en la Iglesia, a todos los niveles? No hemos de aceptar vivir estos tiempos en la pasividad. No podemos resignarnos a vivir un cristianismo sin conversión. Hay que cambiar.

Hemos de recuperar el seguimiento a Jesucristo como el factor esencial del cristianismo. Hemos de «hacernos discípulos» de Jesús, vivir aprendiendo de él, entender la vida como la entendía él, mirar y tratar al ser humano como él lo hacía. Sin seguimiento fiel a Jesús, no hay Iglesia de Jesús.

Fuente: Revista ADSIS, Entrevista a José Antonio Pagola (Junio 2009)

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“¿Jesús del Reino o Jesús de la religión?”, por José M. Castillo, teólogo

Viernes, 16 de enero de 2015
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Vishal-Raj-Seduction-Burbujas-De-Deseo-02-533x800Leído en la página web de Redes Cristianas

Fe y laicidad en una sociedad que busca Espiritualidad y Justicia

1. El problema

La pregunta, que se propone como título de esta conferencia, nos sitúa de lleno ante un problema, que – según yo veo las cosas – es un asunto de enorme importancia y de consecuencias muy graves, pero que, al mismo tiempo, es un problema que no es fácil delimitar y cuyas consecuencias no son fáciles de precisar. De ahí – según creo -, la ambigüedad en que nos movemos. Una ambigüedad de la que difícilmente tomamos conciencia. Y precisamente por eso, porque vivimos siempre en esta especie de ambigüedad, por eso nunca podemos afrontar con claridad y firmeza el enorme problema de nuestra coherencia como creyentes en Jesús y como personas que tomamos en serio el Evangelio.

¿A qué me refiero al decir estas cosas? Es evidente que Jesús fue un hombre profundamente religioso. Pero, tan cierto como eso, es que la religiosidad de Jesús – la que él vivió y la que enseñó a la gente – no se ajustaba, ni coincidía, con la religiosidad establecida en su cultura y en su pueblo. Es más, no solamente no coincidía, sino que allí ocurrió algo enormemente significativo y que, por eso mismo, da mucho más que pensar. No se trata solamente de que la religiosidad “oficial” y la religiosidad de Jesús no coincidían, sino sobre todo se trata de que fueron dos religiosidades incompatibles la una con la otra. De forma que los dirigentes de la religión del templo vieron en Jesús una amenaza muy grave (de “ser o no ser”: cf. Jn 11, 47-53) para lo que ellos representaban y lo que ellos vivían. Como es igualmente cierto que, a la inversa, Jesús vio, en los sumos sacerdotes y maestros de la ley, a los responsables que, con seguridad, iban a ser los que acabarían torturando, humillando y asesinando cruelmente a Jesús (como consta por los anuncios de la pasión: Mc 8, 31 par; 9, 31 par; 10, 33-34 par).

Así las cosas, el problema está en que lo que Jesús y los sacerdotes de entonces vieron que era incompatible, nosotros lo hemos hecho compatible. Más aún, no solamente lo hemos hecho compatible, sino que además lo hemos hecho integrable. Peor todavía, necesariamente integrable. De manera que hemos llegado a la desfachatez de ir por la vida enseñando que tenemos que encontrar a Jesús y vivir su Evangelio en la religión del templo y con los sacerdotes del templo. La religión nos explica a Jesús. Y Jesús es un componente central de la religión. Con lo que, entre otras cosas, hemos logrado que el concepto tradicional de religión (según las palabras duras e irreverentes de Peter Sloterdijk) ha terminado por ser “aquel desgraciado espantajo que asoma en la escenografía de la Europa moderna” (Has de cambiar tu vida, Valencia, Pre-Textos, 2013, 18).

2. ¿Dónde está la dificultad?

La dificultad no está en Dios, que, al ser por definición “el Trascendente”, no nos es posible conocerlo, ni sabemos en qué consiste. Ser “trascendente” no significa ser “infinitamente superior”, sino simplemente ser “inconmensurable para” nosotros, ser “de un orden absolutamente distinto” del nuestro (S. Nordmann, Phénoménologie de la trascendance, Paris, Ed. D’écarts, 2012, 9-10). Por tanto, ya que Dios no está a nuestro alcance, la dificultad está en cómo nos relacionamos con Dios.

Ahora bien, en este intento de relacionarse con Dios, las religiones coinciden en dos elementos constitutivos que, de diferentes maneras, se repiten en todas las religiones que se han organizado como tales (excepto el Budismo y – después veremos en qué sentido – el Cristianismo). Estos dos elementos son los ritos y lo sagrado.

Por lo que se refiere a los ritos, es determinante saber que las ceremonias rituales son el elemento primero, el más primitivo, quela paleontología ha encontrado en los orígenes más remotos del fenómeno religioso. De manera que, desde el paleolítico superior hay huellas claras de prácticas religiosas que se pueden correlacionar con fenómenos religiosos documentados. Ya, desde los hombres de neanderthal, se practicaban entierros ceremoniales de los muertos. Y son muchos los especialistas convencidos de que tales actividades irían acompañadas de ideas religiosas desde hace unos cien mil años (Walter Burkert, La creación de lo sagrado, Barcelona, Acantilado, 2009, 33).
Lo que significa que lo más original, lo primero, en el hecho religioso, no es Dios, sino los rituales. Por tanto, lo primero no fue Dios, sino los ritos de la religión (cf. Para una información introductoria, J. M. Castillo, La laicidad del Evangelio, Bilbao, Desclée, 2014, 21-25). Por esto, sin duda, los niños aprenden antes los rituales que lo que es o lo que significa Dios. Y la gran mayoría de la gente religiosa tiene más claro lo de los rituales que lo de Dios. Hasta el punto de que la fe de muchas personas es, ante todo, fe en determinados rituales, no precisamente fe en Dios. Y las autoridades religiosas controlan con más exigencia la exactitud en la observancia de los ritos que la exactitud en la idea de Dios y la fe en ese Dios. Lo que hace pensar – o al menos sospechar – que, en la religión, son más importantes los ritos que Dios. Como ya dijo uno de los autores más reconocidos en todo este asunto, “Dios es un producto tardío en la historia de la religión” (G. Van der Leeuw). El “medio” (el rito) se ha sobrepuesto al “fin” (Dios).

En cuanto a lo sagrado, es el ámbito (de espacio, tiempo, personas y objetos) en el que se puede y se debe realizar el ritual. Lo característico de la religión es la “seriedad absoluta”, que deriva del trato con realidades superiores absolutas e invisibles, que son las prerrogativas de lo sagrado, que caracteriza a la religión.

Ahora bien, la dificultad con que tropezamos los cristianos es que, si “lo ritual” y “lo sagrado” son componentes esenciales de la religión, lo que encontramos en los evangelios es que lo central en la vida y el mensaje de Jesús no fue ni “lo ritual”, ni “lo sagrado”, sino “lo humano”. Jesús no centró sus preocupaciones, su mensaje y su actividad, ni en el templo, ni en los sacerdotes, ni en las observancias…., sino en la salud de los enfermos (curaciones), en la alimentación de toda clase de gentes (comidas) y en las buenas relaciones humanas (discursos). En cuanto a sus creencias, lo central para Jesús fue la relación con Dios (el Padre) y la oración (nunca en el templo o en la sinagoga, sino en la soledad de los montes y en el silencio de la noche.

El problema concreto que actualmente se nos plantea a nosotros está en que, por supuesto, somos sensibles a lo que fue central en la vida de Jesús (“lo humano”). Pero ocurre que, al mismo tiempo, “lo ritual” y “lo sagrado” (“lo religioso”) sigue teniendo en nuestras vidas más fuerza de lo que imaginamos. ¿Por qué nos siguen interesando tanto no pocas cuestiones relacionadas con templos, sacerdotes, obispos, misas, ordenación de mujeres o de hombres casados, leyes sobre el celibato o el divorcio, conductas del papado, etc, etc? Hemos nacido en una cultura religiosa, nos han educado en todo eso. Y todo eso sigue jugando un papel importante en nuestras vidas.

3. Consecuencias de este estado de cosas

La religión, es decir, los rituales y lo sagrado son realidades que están siempre asociadas a “jerarquías de poder”. Es decir, la religión es generalmente aceptada como un sistema de rangos, que implica dependencia, sumisión y subordinación a superiores invisibles, cuyos mediadores en la tierra y en la sociedad son los “jerarcas religiosos”.

De ahí que los rituales son, con frecuencia, “rituales de sumisión”: inclinarse, arrodillarse, descalzarse, bajar la voz, representar modestia, comportarse como humilde (humilis = cercano a la tierra, humus), descubrirse, tirarse al suelo…., todo esto no es, en el fondo, sino la representación ritual del sometimiento. Lo que, a la inversa, representa la exaltación ritual del poder. La relación “sometimiento-soberanía”, gestionada mediante el ritual, es constitutiva del hecho religioso.

Esto supuesto, nos encontramos con una consecuencia inevitable: la religión crea, por sus mismos constitutivos, “desigualdad” y “sometimiento”. Lo que equivale a crear las condiciones que hacen imposible la igualdad y la libertad. Los dos pilares básicos sobre los que se construye la dignidad y los derechos fundamentales de los seres humanos. Una sociedad profundamente religiosa es una sociedad desigual y es igualmente una sociedad sin libertad. Donde no hay igualdad para todos y libertad verdadera y generalizada no puede haber religión, como hecho social y público.

Ahora bien, en una persona en la que se ha integrado (en su mentalidad y en su vida) la desigualdad entre los humanos y el sometimiento a jerarquías invisibles, inevitablemente se produce un fenómeno del que mucha gente no tema conciencia, pero que es de unas consecuencias asombrosas. El fenómeno al que me refiero consiste en que, en la vida de esa persona, se rompe la conexión entre “lo ritual” y “lo ético”. ¿Por qué? Porque, como se ha dicho muy bien, “el ámbito del comportamiento primario de un mito religioso es el rito, no el ethos” (.G. Theissen, La religión de los primeros cristianos, Salamanca, Sigueme, 2002, 151). Y esto ocurre, en primer lugar, porque los ritos son acciones que, debido al rigor de la observancia de las normas y por la seriedad absoluta que eso lleva consigo, el rito se constituye en un fin en sí (B. Lang, “Ritual, Ritus”, en Handbuch religionswissenschaftlicher Grundbegriffe, Stuttgart 1988 ss, vol. IV, 442-458).

Pero el fenómeno que se produce, en nuestra intimidad, es mucho más profundo y llega al fondo más hondo de nuestro ser. Se trata de que los ritos, como los primeros actos religiosos que son, de los que tenemos constancia, aparecieron como ceremoniales relacionados con los sentimientos de culpa que se producían con ocasión de los sacrificios de animales, que hacían las tribus nómadas de cazadores antiguos. La función o finalidad del ritual era tranquilizar la conciencia del acto violento que obviamente había sido matar el animal. Por eso los etnólogos han podido observar que se destaca claramente el sentimiento de culpa para con el animal muerto. Y por eso el ritual entraña un simulacro de disculpa y reparación (K. Meuli, “Griegische Opferbräuche”, en Phyllobolia, Basilea, 1946, 224-252). De ahí, la experiencia que todos tenemos con frecuencia y que consiste en que la práctica religiosa tiene la extraña y eficaz capacidad de dejarnos con una extraña, profunda e inexplicable tranquilidad. Nos libera de sentimientos de culpa, nos devuelve el sosiego interior perdido y hace que nos sintamos mejor.

De lo cual resulta que la gente se siente más tranquila y mejor practicando rituales sagrados que intentando vivir el Evangelio. Por eso hay tantos católicos que van a misa, rezan rosarios, acuden a templos, cofradías, bodas, bautizos, entierros, procesiones, peregrinaciones, devociones a santos, peregrinaciones, reuniones religiosas más o menos ocultas y clandestinas, etc, etc. Hacemos todo eso con más claridad, más facilidad y más gratificación interior que unir nuestra vida y nuestro destino a la vida y al destino que sabemos vivió y sufrió Jesús de Nazaret.

Más aún. Seguramente lo más misterioso que ocurre, en todo este proceso interior, está en que, por una parte, el ritual fielmente observado, nos comunica paz, sosiego, una indefinible experiencia de sentirse mejor (que se agiganta cuando asistimos a una ceremonia estéticamente bella, solemne, quizá deslumbrante). Pero, por otra parte y además de lo dicho, ocurre que, sin darnos cuenta de lo que nos pasa, el ritual cumplido se erige y se constituye en un fin en sí mismo, de forma que desliga nuestra conciencia de componentes fundamentales – quizá los más fundamentales – de la conducta ética. Sobre todo, cuando lo que está en juego son comportamientos civiles, especialmente determinados comportamientos relacionados con la economía, con la política, con la postura personal que adoptamos ante los otros, sobre todo cuando se trata de relaciones humanas asociadas al poder, al prestigio, la estima, la autoridad y, de forma muy intensa, cuando vivimos relaciones que afectan a lo religioso, lo nacional o lo cultural. Por ejemplo, si se trata de relaciones inter-religiosas, inter-grupales o inter-nacionales.

Y queda todavía, un tema capital: la religión cuesta dinero. Normalmente, las religiones manejan mucho dinero. Templos, monasterios, conventos, personal sagrado, títulos y dignidades, propiedades, donaciones, herencias…. Con lo que, al componente de pacificación interior que produce lo ritual y lo sagrado, se suma el componente de interés económico, de seguridad y de un nivel especial en cuanto afecta a la “categoría social”. Con lo que terminamos en una conclusión que resulta ser – si pensamos todo esto desde el punto de vista del Evangelio – una conclusión aterradora: la religión, sobre todo cuando se trata de la religión “oficial”, es inevitablemente una institución y una realidad “privilegiada”. Por esto, se ha dicho con razón que “las religiones antiguas normalmente gravitan hacia las clases dominantes y los representantes del poder. Después del triunfo del cristianismo, durante muchos siglos de historia europea, ésa fue también la situación de las iglesias cristianas” (W. Burkert, La creación de lo sagrado, Barcelona, Acantilado, 2009, 36). Esto explica que, durante miles de años y en las más diversas culturas, los “hombres de la religión” han sido los “notables” y los “selectos”. ¿Qué queda aquí de los “pequeños”, de los “últimos”, de los “niños”, que son las imágenes (metáforas) preferidas por Jesús para indicar quiénes son los primeros en el “reinado de Dios”?

4. Jesús y la religión de los ritos y de lo sagrado

Fuera lo que fuera lo que aquel campesino galileo del s. I, Jesús de Nazaret, sabía de todo cuanto acabo de explicar, si leemos los evangelios como un proyecto de vida, seguramente lo que queda patente, en ese conjunto de relatos, es que Jesús vio claramente que la religión de los ritos y de lo sagrado (con sus poderes, privilegios y dignidades) es el impedimento más inmediato y más fuerte, que tenemos los seres humanos, para entender y para vivir lo que significa y lo que exige el “Reinado de Dios”.

Por esto, los evangelios son el gran relato de un conflicto. El conflicto de Jesús con los fariseos, los letrados, los sacerdotes, los sumos sacerdotes y senadores, el templo, las observancias rituales. A Jesús no lo persiguieron y mataron porque los dirigentes religiosos rechazaron la divinidad de Jesús. Es decir, porque los hombres más religiosos del s. I no quisieron aceptar los dogmas cristológicos de Nicea (325) y Calcedonia (451). El problema, para aquellos dirigentes religiosos del s. I, estaba en que Jesús no toleraba ni la desigualdad, ni la sumisión que inevitablemente se derivaba de la forma de entender y practicar la religión que consideraban intocable los “hombres del templo”.

¿Por qué esta intolerancia de Jesús hacia aquellos representantes religiosos? Porque lo primero y lo intocable, para aquellos representantes religiosos, era “lo ritual” y “lo sagrado” (con todas sus consecuencias). Mientras que, para Jesús, lo primero y lo intocable, era “lo humano” (la vida humana, el respeto a lo humano, la dignidad de todos los seres humanos por igual). De hecho, las preocupaciones de Jesús no fueron nunca: ni las observancias rituales del templo, ni la inviolabilidad de lo sagrado, ni la dignidad de los sacerdotes, ni los poderes de la religión…. Las preocupaciones de Jesús fueron: la salud de los humanos (relatos de curaciones), la comensalía de los humanos (relatos de comidas), las relaciones entre los humanos (las “bienaventuranzas” y Mt 25, 31-46).

Todo esto supuesto, repito mi pregunta de antes: por qué la Iglesia es tan detallista y exigente en materia de rituales religiosos, al tiempo que es tan escandalosamente permisiva en cuanto se refiere a tantas cuestiones de ética civil y laica? Aquí es de suma importancia recordar la prohibición terminante de Jesús: “No llaméis padre a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo” (Mt 23, 9). Como al discípulo para el que lo primero era enterrar a su padre, Jesús le respondió de manera tajante: “Tú, sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos” (Mt 8, 21-22). En última instancia, todo lo que detrás de esto es algo de lo que nunca acabamos de tomar conciencia: ¡Qué misterio tan profundo es tener un padre! ¿Por qué? Porque el padre es esa realidad, profunda y misteriosa, que nos socializa y nos integra en el Kosmos, el “orden establecido”. El orden que perpetúa el poder que nos somete, nos prohíbe, nos priva de la libertad y de la igualdad. Para Jesús, el Padre es la imagen de la bondad y de la igualdad con todos sin distinciones, buenos y malos, justos y pecadores (Mt 5, 45).

5. Conclusiones

1. Jesús desplazó el centro del hecho religioso: de “lo ritual” y “lo sagrado” a lo central y determinante de “la vida humana”. La defensa de la vida, la dignidad de la vida, el respeto a la vida, los derechos humanos que son centrales para perpetuar la vida humana.

2. La Iglesia tiene su razón de ser, su finalidad y su autoridad a partir de Jesús y en esta forma – revolucionaria y desconcertante – de entender y vivir el hecho religioso.

3. Por tanto, lo esencial y específico del cristianismo no es “el dogma” (las verdades que hay que creer), ni es “el ritual sagrado” (las prácticas y observancias propias de una religión). Lo esencial y determinante del cristianismo es “la ética”: la forma de vida que llevó Jesús, sus “obras” (“erga”) y los “frutos” (“karpoi”) que produjo. Creer en Jesús y seguir a Jesús es aceptar que, ante el Dios y Padre que se nos dio a conocer en Jesús, no podemos contar nada más que con la conducta que nos dejó descrita el mismo Jesús con su vida, sus enseñanzas y la consiguiente conflictividad que desencadenaron tal vida y tales enseñanzas. Ante el Dios de Jesús no podemos presentar nada más que nuestra forma de vida, especialmente nuestra forma de tratar a los demás.

Ponencia de José Mª Castillo en la XVII semana andaluza de Teología

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El esplendor del Reino

Martes, 14 de octubre de 2014
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Del blog de la Communion Béthanie:

2014 con Dios llama y Vivir por el Espíritu +

En 1932, dos mujeres entregan su existencia a Dios y reciben en su oración, día día, palabras de Vida. Dos libros van a nacer de este compañerismo con Cristo, que te proponemos descubrir a lo largo de este año.

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“El esplendor de mi Reino es un crecimiento infinito.

En este Reino, todo es progreso constante:

vamos de fuerza a fuerza y de gloria a gloria.”

*

El 13 de octubre, Dios llama.

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“Tiempo de la travesía del desierto”, por Oscar Fortín, Quebec- Canadá.

Domingo, 30 de marzo de 2014
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148746_10150960948513489_335581523488_9994318_1916648739_nLeído en la página web de Redes Cristianas

En la tradición cristiana, la cuaresma recuerda este momento de la travesía del desierto del pueblo hebreo, así como los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto después de su bautismo. En el primer caso, la marcha conducía a una “tierra prometida”. En el segundo caso, esta marcha conducía a las tres grandes tentaciones (Lc. 4,1-13) que amenazan a la humanidad en su marcha hacia la tierra prometida: el tener como ídolo, el parecer como fuerza de encubrimiento y engaño, el poder como potencia de dominación absoluta.

Según este simbolismo, no podría existir una tierra prometida sin sustraerse al predominio de estas tres fuerzas destructivas de la humanidad. Este fue el reto que asumió Jesús de Nazaret al decir un NO sin ambigüedades a cada una de estas tres tentaciones. El reino de su Padre que venía inaugurar tenía otros fundamentos incompatibles con ellas. Así tuvo que pagar de su vida esta elección a favor de los fundamentos del Reino de su Padre, la única permitiendo la abertura del camino hacia la tierra prometida.

Como creyente, pero también y sobre todo, como ser humano, experimento esta travesía del desierto mirando al mundo en el cual estoy. Los países más desarrollados, en términos de riquezas y poder militar, se unen en una coalición para luchar contra muchos pueblos con el fin de esclavizarlos y tomar sus riquezas. Dicen que es para salvar a vidas civiles, para hacer respetar los derechos humanos, restaurar la democracia, etc. Sin embargo, muchas vidas civiles están en riesgo en Palestina, en Yemen, en Bahréin, así como en muchas otras partes del mundo y allí no hay ninguna coalición para proteger esas vidas humanas. Por otro lado, atacan a menudo a las democracias vivas, mientras se acomodan fácilmente con los dictadores y regímenes autoritarios que los sirven muy bien.

Hace unos años, la red francesa de Radio-Canadá presentó dos informes sobre los efectos colaterales, en Irak, de los bombardeos portadores de uranio enriquecido. Podemos ver imágenes de niños nacidos totalmente deformados, caras con un sólo ojo, cuerpos con dos cabezas, etc. Sin embargo, esta guerra anunciada con gran despliegue por los medios occidentales, pretendía ser una lucha contra las armas de destrucción masiva que se juraba estar en la posesión de Saddam Hussein. La historia nos ha revelado que no había nada de eso y, además, que esa mentira había sido un total montaje cinematográfico. ¡Qué cosa no se ha dicho acerca de Saddam Hussein! Suficientemente para que la gente ordinaria que se alimenta de los medios de comunicación dominantes tenga el gusto de matarlo para liberar a su pueblo de un tal monstruo.

¿Quién, en efecto, puede permanecer insensible frente a estas imágenes donde se derrama la sangre y donde las madres lloran a sus hijos? En efecto y en varias veces, estas noticias con tales imágenes sensacionales fueron inventadas para crear estas emociones y para ganar el apoyo de estas buenas personas. Ahora los casos de Libia, Siria, Ucrania y Venezuela están llenos de estas mentiras de los medios de comunicación oficiales.

En esta marcha del desierto, he descubierto que las tres tentaciones, arriba mencionadas, atraen a muchas personas interesadas ante todo por el Tener, el Poder y el Parecer. Les apasiona la conquista de todas las riquezas que los pueblos puedan tener en su suelo y en sus tierras. Se trata del petróleo para algunos, de las minas para otros, del control del agua de unos y otros, etc. El Tener, convertido en “interés nacional”, justifica la corrupción, la violencia, el engaño, la tortura bajo todas sus formas.

Asimismo, debajo el manto del Parecer muy humano, del protector de la viuda, del huérfano, del defensor de las vidas civiles, como lo afirman, se dedican a guerras de conquista, de dominación que revelan la hipocresía en todo su esplendor. Tanto el mensaje, preparado por los especialistas de la desinformación, alimenta el odio en el espíritu y en el corazón de la gente contra los adversarios, convertidos, bajo su pluma, en verdaderos monstruos a hacer desaparecer de la faz de la tierra, al igual este mismo mensaje transforma al mismo tiempo todas las iniciativas guerreras en reales cruzadas al servicio de la humanidad y a los asesinos de estos opositores en auténticos misioneros.Todo ello es posible mediante un Poder central controlador de todas las fuerzas políticas, económicas, mediáticas y religiosas para convertirse en el “imperio del mundo”. Esta ahí la tercera gran tentación que acecha al futuro de la humanidad: la total dominación de los pueblos y naciones por minorías ricas y bien protegidas.

Presos de tantas mentiras y secretos, usted, yo y otros de buena voluntad nos convertimos, por nuestro silencio, en cómplices de todos estos crímenes, de todos estos engaños, de todas estas conquistas, ignorando los derechos más fundamentales de los pueblos. Obviamente, hay brechas que comienzan a hacer estremecer la broma de estos conquistadores, llegados maestros en el arte de la manipulación y del engaño.

Julian Assange con WikiLeaks, Edward Snowden con sus revelaciones sobre estas prácticas secretas violando la intimidad de las personas, son buenos ejemplos y no es por nada que aquellos y aquellas que están apuntados buscan por todos los medios a silenciarlos y a desacreditar sus acciones. Se añade también a esta ofensiva contra la desinformación todos estos sitios Web que se otorgan la misión de decodificar la información errónea que se transmite por estos maestros cantores, para dar una versión más cerca de la realidad y por el mismo hecho de la verdad.

Este vasto movimiento de información alternativa hace daño a los periodistas cómplices “de los intereses” del imperio. Según algunas fuentes, periodistas asqueados por las directrices impuestas por los patrones, serviles de las directrices editoriales de los propietarios que exigen la distorsión de la verdad, se hubieran transformado en colaboradores anónimos para obrar con esta red de información alternativa.

Esta situación dio lugar a la emergencia de una información alternativa, llevada por profesionales de la información, pero también por muchas personas interesadas por la verdad, cuyo objetivo es contrarrestar esta desinformación sistemática, utilizada desde el momento que se trata de justificar una guerra ignorando el derecho internacional y los derechos humanos. En suma, lo que Greenpeace es por el medio ambiente, la información alternativa lo es por el derecho a la verdad.

Existen sitios en el Internet, en distintos idiomas, cuya reputación no está más por hacer. En la red española no les conozco todos. Me permito unas sugerencias como la de la Red Voltaire que edita en varios idiomas, igual con el sitio Mondialisation. Muchos conocen el sitio Rebelión así que Redes cristianas, Cristianismos i Justicia. Yo invito a los lectores a proponer en sus comentarios a otros sitios de información alternativa a la que nos transmiten los medios oficiales de información.

Estas redes de información alternativa encuentran aún más su sentido desde que la Organización de las Naciones Unidas ha decretado , en diciembre de 2010, que el 24 de Marzo será consagrado Día internacional por el derecho a la verdad . La primera inspiración de esta iniciativa proviene del testimonio de este obispo del Salvador, asesinado el 24 de marzo de 1980, por haber continuado, contra viento y marea, a denunciar los crímenes cometidos por los gobiernos hipócritas, imponiendo sus leyes por la fuerza de las armas, asesinando, torturando, encarcelando a inocentes víctimas.

Un despertar de la conciencia se convierte cada vez más contagioso en todos los ambientes, disipando el humo de las mentiras como lo hace el sol naciente con la niebla de la mañana. Así minan las acciones engañosas de estos poderes de conquista y dominación. ¿Estaría ahí la verdadera vía hacia la tierra prometida: personas cuya conciencia no tiene otro premio que la verdad, la transparencia y la honestidad?

Como creyente, me permito recordar a los líderes de varias iglesias, reclamándose de Jesús de Nazaret, que los tiempos han llegado para ellos de romper los lazos de complicidad y complacencia que tienen con estos imperios que desde Constantino se alimentan del Tener, del Poder y del Parecer para esclavizar a los pueblos de la tierra. El papa Francisco, al acercarse a los pobres indica que quiere tomar sus distancias de los potentes. En las actuales circunstancias, todo gesto de su parte no puede ser otra cosa que ser radical y sin retorno. No hay más espacio para las medias medidas. Eso fue el gesto de Jesús de Nazaret ante el Emperador Supremo, simbolizado por el “Tentador”.

Ojalá que esta travesía del desierto nos permita superar esas tentaciones para llegar a este Reino de Dios de que nos habla el Evangelista San Juan en el Apocalipsis, capitulo 21.

19 de marzo de 2014

http://Humanisme.blogspot.com

traductor: Marius Morin

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