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“Si ser homosexual no fuese un crimen en África, nosotros no estaríamos en España”

Miércoles, 12 de abril de 2023
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9DA4EEF1-903C-46E4-B075-A494898C665CAlex, el joven camerunés, escapó de casa a los 13 años por sufrir maltrato físico y psicológico por parte de su tía. Se puso a pedir dinero en la calle, luego acabó trabajando en un restaurante. Sou Harris

El joven actor camerunés Ali Useni, que prefiere ser llamado Alex, se vio obligado a escapar de su país tras sufrir años de ataques homófobos

Sou Harris

Ali Useni se vio obligado a abandonar a los 10 años su escuela, en Camerún, para no “contaminar” a sus compañeros. Le había dicho a su tía, con quien vivía tras la muerte de su madre, que de mayor le gustaría casarse con un hombre. Ahora Useni, de 21 años, que prefiere ser llamado Alex, vive en España, donde trabaja como actor y está a punto de estrenar El Salto, una película que ha rodado con el director Benito Zambrano. Sin embargo, hasta llegar a este momento, sufrió lo que define como un “calvario”. Porque Alex no sabía que aquella confesión que hizo de niño, la de que quería casarse con un hombre, sería el principio de años de maltrato físico y psicológico que le empujaron a emprender una peligrosa travesía para cruzar el norte de África hasta arribar a España en busca de refugio.

Camerún, uno de los 69 países que, según el último informe de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex (ILGA, por sus siglas en inglés), criminaliza la homosexualidad, contempla penas de prisión de seis meses a cinco años para quienes mantengan relaciones sexuales consentidas con otra persona de su mismo sexo. Pero las condenas no proceden exclusivamente de las leyes. “Mi tía sabía que era homosexual y me echaba la bronca, me pegaba, me insultaba, me cortaba con navajas o me ponía pimienta en la sangre, perdí su confianza, y la mía propia”, relata Alex.

 La primera condena que sufrió el joven fue la de negarle el derecho a la educación. “Era un niño… me sacaron de la escuela porque decían que a lo mejor podía contaminar a los otros. Porque es una enfermedad, que tenía el demonio, que estaba en mí”, cuenta durante una entrevista en Madrid, en la que relata que su tía le obligó a vender zumos en la calle.

D8FBE4CF-8501-47E3-9602-4D435E27B516Alex (Camerún, 21 años) vivía con su tía desde que murió su madre. Un día, ella le preguntó por las chicas; él contestó que prefería los chicos. “Me sacó de la escuela y me puso a vender zumos en la calle. Me cambió la vida”, recuerda. Sou Harris

 A los 13 años decidió escapar de la casa de su tía, porque no podía aguantar más y no quería acabar muerto. Viajó a Duala, la ciudad con mayor población de Camerún y centro económico del país, donde estuvo viviendo en una casa abandonada. Tuvo que pedir en la calle para sobrevivir. Según narra, una señora musulmana se fijó en él y le ofreció un techo y trabajo en su restaurante. “Durante los primeros dos meses me estuvo pagando y todo parecía que iba bien, hasta que a partir del tercer mes dejó de hacerlo y el trato ya no era el mismo del principio”, recuerda. Pero en aquel restaurante conoció a un cliente que se convertiría en su “gran amor”.

Camerún contempla penas de prisión de seis meses a cinco años para quienes mantengan relaciones sexuales consentidas con otra persona de su mismo sexo

Alex y su pareja decidieron emprender un viaje hacia Europa para poder vivir su amor en libertad. Su objetivo era llegar a Francia, donde vivían los padres de su novio. Sin embargo, al final del camino, el novio de Alex intentó cruzar el Estrecho por su cuenta, pero nunca lo consiguió. “Mi madre se me apareció en sueños. Me dijo que me quedase, que el mar estaba peligroso. Se lo dije a mi chico. Se fue sin mí. Tras dos semanas sin noticias, me enteré de que había muerto en el viaje”, rememora.

1EB60F0D-1AD0-4ABA-8B9A-9B5F34795AAEAlex sí lo logró. Llegó a España con su única posesión, un libro del Corán —mi fe es lo único que me ha ayudado a seguir adelante”—, pidió asilo y pasó un tiempo en un centro de menores en Almería. Las primeras palabras que aprendió en español, según recuerda, fueron “negro” y “maricón”. Después, llegó a Madrid con el apoyo de la ONG Rescate, una asociación dedicada desde 1960 a ayudar a personas refugiadas y que atiende además las necesidades específicas del colectivo LGTBIQ.

Vosotros [en alusión a los españoles] habéis podido luchar en vuestro país, pero es importante entender que, si ser homosexual no fuese un crimen en África, nosotros no estaríamos en España”, comenta Alex. Y añade, desde una posición en la que es consciente del privilegio de estar cumpliendo el sueño de dedicarse a la actuación: “Ahora sé que hay un camino. Lo que más me interesa es ayudar a otras personas”.

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Fuente Planeta Futuro (El País)

General, Homofobia/ Transfobia., Islam , , , , ,

El calvario sin fin de huir de la transfobia: “Me dispararon siete veces porque mis vecinos no querían tener a un maricón en el barrio”

Martes, 28 de marzo de 2023
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DF183E29-C197-4379-87C5-D8712B342C72Las amenazas de muerte, el rechazo, el acoso y la estigmatización contra las personas trans en gran parte del mundo les obligan a exiliarse a países donde se respete su identidad de género

La coordinadora del proyecto de acogida e inclusión de solicitantes de asilo discriminados por su orientación sexual, Welcome Diversity, Fabiana Castro, durante una charla de introducción sobre los derechos LGTBIQ, en la Fundación La Merced Migraciones en Madrid. Luis Sevillano

Paula Herrera

“Cuando mi madre supo que yo me vestía de mujer por la noche, dijo que prefería verme muerto a tener un hijo transexual. Me amenazó con llamar a la policía… Iba a morir, por eso me fui”, relata Olivia, que prefiere mantener su apellido oculto por seguridad. Aunque las leyes en su país, Camerún, no criminalizan directamente a las personas trans, en la práctica, son perseguidas mediante otras disposiciones legales, como la prohibición de relaciones sexuales entre personas del mismo sexo. De haberse quedado en su país, Olivia, mujer trans, hubiera sido condenada por mantener relaciones sexuales con hombres al amparo de una legislación que no la considera una mujer. “Cuando tenía alguna cita [con hombres], yo evitaba tener relaciones sexuales, decía que estaba con la regla. Si se daban cuenta de que no tenía la asignación de sexo, me podían denunciar”, cuenta Olivia. Por eso decidió emprender su ruta hacia España a los 18 años. Tuvo que atravesar Nigeria, Níger, Argelia, Marruecos y, desde allí, se trasladó en patera hasta llegar a las Islas Canarias.

Olivia es una de los 89 millones de personas desplazadas que, de acuerdo con los datos de Naciones Unidas, han tenido que salir de sus países huyendo de las guerras, violencia, persecución y violaciones a los derechos humanos. En un comunicado conjunto, medio centenar de expertos en derechos humanos de la ONU, denunciaron que las personas LGTBIQ en situación de desplazamiento forzoso se ven expuestas a una “violencia exacerbada”. Y agregan que “al huir de la persecución y la exclusión socioeconómica, residen en países que no ofrecen una sólida protección de los derechos humanos, o que los discriminan activamente por su orientación sexual e identidad de género”. Olivia decidió irse de Camerún tras vivir una discriminación constante por su identidad de género. “En los países que recorrí debía disfrazarme de hombre, pero también me discriminaban por mi piel oscura, sobre todo en Argelia. Tenía mucho miedo y corría todo el tiempo”, relata.

En la actualidad, 69 países criminalizan las relaciones sexuales consentidas entre personas adultas del mismo sexo. En 11 de ellos, se castiga con pena de muerte

Como Olivia, Dina también huyó tras ser perseguida por las autoridades de su país por hablar públicamente sobre los derechos de las personas LGBTIQ y defender la libertad de las personas trans a ocupar los espacios públicos de Marruecos, un país en donde las leyes sí prohíben identificarse con un género distinto al registrado en los documentos oficiales tras nacer.

Solo 13 países, incluido Marruecos, tienen normativas que condenan de manera explícita la transexualidad, pero esta criminalización se produce también a través de otras leyes. Según el último informe de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex (ILGA), las personas trans son acosadas y discriminadas a través de leyes que condenan las relaciones sexuales consentidas entre personas del mismo sexo. Este tipo de normativa está vigente en 69 países, de los que en 11 se castiga con pena de muerte, y que “se suele basar en la fusión entre la identidad de género y la orientación sexual”. También son perseguidas con el recurso a los “delitos de alteración del orden público, indecencia pública y vagancia”, una normativa vigente en 11 Estados del continente africano. La criminalización de la prostitución es otra estrategia usada para arrestar y detener a las personas trans y de género diverso, aunque, de acuerdo con la ILGA, es muchas veces un prejuicio que relaciona lo trans con la prostitución.

Dina, la activista marroquí, de 25 años, cuenta que creció en un orfanato, allí vivió maltratos constantes por ser trans. “No conocí a mis padres, así que no buscaba la aprobación de nadie. Eso me dio fuerzas para hacer activismo y decir públicamente que tener otra identidad de género u orientación sexual no es una enfermedad”, afirma. Luego empezaron las amenazas de muerte, las llamadas telefónicas. Fue entonces cuando decidió salir del país y viajar Madrid, en donde reside como refugiada internacional desde hace algo más de un año.

Una discriminación prolongada

“Aunque en España los derechos de las personas LGTBIQ son tomados en cuenta, aún se vive discriminación y rechazo, sobre todo para los transexuales”, lamenta Dina, y aclara que el activismo es fundamental para visibilizar a las personas trans migrantes. Por eso, desde que llegó a Madrid ha participado en las actividades de sensibilización e información que organiza la fundación de acogida e inclusión de solicitantes de asilo y protección internacional La Merced Migraciones, a través de su proyecto Welcome Diversity.

El programa, nacido en 2016, organiza espacios seguros de encuentro para personas LGTBIQ y da talleres de convivencia y respeto a las diversidades sexuales para los residentes de los pisos de acogida. El objetivo, explica la coordinadora del proyecto, Fabiana Castro, es evitar actitudes de discriminación entre los mismos compañeros de residencia. “Todos vienen de culturas diferentes, con otros idiomas, con contextos sociales distintos. Algunos llegan de países homofóbos o tránsfobos y nunca han estado cerca de una persona transexual, así que es fundamental hablar de los derechos LGTBIQ”.

Las personas LGTBIQ migrantes han sido blanco de discriminaciones constantes que no terminan ni en los países de tránsito, ni en los de acogida

Coincide con ella María Jesús Vega, portavoz de ACNUR España, quien aclara que las personas LGTBIQ migrantes han sido blanco de discriminaciones constantes que no terminan ni en los países de tránsito, ni en los de acogida, sino que muchas veces se pueden ver agravadas con otros tipos de violencias como la xenofobia, el racismo, la misoginia o la marginación socioeconómica. “Esto les genera una desconfianza que las aísla. Muchas sufren violencia, son víctimas de tráfico de personas, de trata, torturas, pero no denuncian, sobre todo en el caso de las personas trans, porque muchas veces su identidad de género no coincide con su documento de identidad oficial. Es posible que hasta las autoridades las acusen de suplantar una identidad”, lamenta.

Vega añade que uno de los obstáculos para amparar a este colectivo es que “al salir de sus países, siguen ocultando su identidad para evitar esa estigmatización. Esto impide tener cifras concretas del número de personas LGTBIQ migrantes, así como conocer dónde están, quiénes son y ofrecerles acceso a atención humanitaria”.

La sociedad camina a pasos lentos

Almudena Valdez Pino tiene 39 años, y vive en Madrid desde hace nueve. Víctima de trata, llegó como turista junto con un par de mujeres que le ofrecieron trabajo de peluquera en Girona. Valdez cuenta que al poco tiempo de llegar a España le quitaron el pasaporte, la encerraron en un apartamento y la obligaron a prostituirse. “El calvario duró un mes hasta que logré escapar, pero no pude denunciar porque me amenazaron con llamar a extranjería. Yo no quería que me abrieran una hoja de deportación, no podía volver a Panamá”. Para esta activista, salir de su país era una garantía para sobrevivir a la transfobia. “Me dispararon siete veces, todo porque mis vecinos no querían tener a un maricón en el barrio”, desgrana.

Aunque Valdez ahora cuenta con un permiso de residencia que le permite trabajar, su vida en Madrid ha estado plagada de obstáculos. No ha logrado conseguir empleos estables y formales. “Nadie nos contrata, nos preguntan si ya nos hemos hecho la reasignación de sexo y hasta me han rechazado por ser negra. También me han dicho que me regrese a mi país. He tenido que pasar mucha hambre. La sociedad no quiere que las personas trans migrantes salgamos de ese pozo”.

Rodrigo Araneda, el fundador de la ONG Acathi, dedicada a dar residencias temporales de emergencia a personas migrantes, refugiadas y asiladas en España, lamenta que, aunque las leyes avanzan en pro de los derechos LGTBIQ, la sociedad camina lenta. Y aclara que este colectivo necesita “más que el asilo”. “Requieren garantías para poder sobrevivir, como el acceso a oportunidades de trabajo y redes de apoyo. Debemos seguir rompiendo los estigmas en torno al colectivo LGTBIQ migrante”, finaliza.

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Fuente El País

General, Homofobia/ Transfobia. , , , , , , , , , , , ,

Huyeron de Venezuela a EEUU por las violencias hacia LGBT+ y quedaron varados en Centroamérica

Viernes, 23 de diciembre de 2022
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WhatsApp-Image-2022-12-15-at-17.03.42-1186x593Venezolanos LGBTIQ están varados en diferentes países centroamericanos, expuestos a los mismos peligros que tuvieron que sufrir en la selva del Darién.

Era su cuarto día en la selva del Darién. Ismael descansaba en un campamento con otros migrantes venezolanos después de caminar entre ríos y barro cuando se enteró del anuncio del Departamento de Seguridad Nacional que les prohibía el ingreso a Estados Unidos, el famoso Título 42. Algunos dijeron a otros que se habían comunicado con sus familias y que les habían dicho que ya no había posibilidad de pedir asilo en EE.UU.

«Estaba devastado. Sentí que me había esforzado tanto para juntar el dinero, y todo el esfuerzo de atravesar la selva, todas las necesidades que pasé, el hambre que pasé, había sido en vano”, dice Ismael.

Varado en la capital costarricense, Ismael ve cada día a familias enteras de Venezuela mendigando comida y durmiendo con sus hijos en las calles. «Es muy triste». Su estado de ánimo es malo: se siente frustrado, preocupado, angustiado. Quiere salir de allí y seguir a México, pero no tiene dinero.

“En este momento tenemos 88 venezolanos LGBTIQ, migrantes, refugiados o solicitantes de refugio en nuestra base de datos. La cual representa la segunda nacionalidad con más personas dentro de IRCA CASABIERTA, solo superada por la población nicaragüense. La mayoría de las personas que ingresaron a partir de octubre están en la categoría migratoria de solicitantes de refugio”, explica Yahir Araya, director de comunicación del Instituto sobre Migración y Refugio LGBTIQ para Centroamérica (IRCA CASABIERTA).

Advierte, además, que muchas personas en tránsito han decidido quedarse en Costa Rica, pero que el país no cuenta con albergues ni planes gubernamentales para proteger a la población LGBTIQ.

Razones para huir

Durante octubre, y aún ahora, muchos venezolanos LGBTIQ están varados en diferentes países centroamericanos, expuestos a los mismos peligros que tuvieron que sufrir en la selva del Darién: agresión sexual, sexo de supervivencia, hambre y miedo, según explicaron tanto el ACNUR (la Agencia de la ONU para los Refugiados) como organizaciones y activistas de Estados Unidos, Honduras y Guatemala.

Para Ismael, la última opción era volver. Se quedó solo, su padre y su hermano regresaron a Venezuela, pero él, primero, quiso seguir. Necesitaba seguir. Trató de olvidarse de la angustia y apegarse a parte de su plan en el que estuvo trabajando durante los últimos 3 años. Pero no pudo.

Cuando supo que era peligroso para él como varón gay pasar solo por Honduras, decidió salir de Costa Rica para regresar a Panamá y de allí conseguir un vuelo más barato de regreso a Venezuela. Esperó ayuda en un refugio en Panamá y consiguió un vuelo de 200 dólares. “El albergue está colapsado, las condiciones son realmente inhumanas”, dice Ismael antes de irse. Ahora ha llegado a Maracaibo y está tratando de conseguir dinero para volver a su ciudad, en la frontera con Colombia.

Ismael está de vuelta en su país, del que salió buscando asilo.

Venezolanxs en las calles de Honduras y Guatemala

Osman Lara, líder y defensor de los derechos LGBTIQ+ del comité LGBTIQ+ del Valle de Sula, Honduras, dice que hay más venezolanos en las calles de Honduras, gente que antes del 12 de octubre sólo estaban en tránsito por un día máximo. “Hay más personas varadas, jóvenes más que nada, y algunos practicando el trabajo sexual, otros mendigando en las calles con carteles”, explica Lara. Además, han aumentado las extorsiones por parte de agentes de la Policía Nacional. 

Judith Ramírez coordina la Casa del Migrante San José en Esquipulas, en Guatemala, donde se brinda asistencia humanitaria a todos los inmigrantes en tránsito. También desde el 12 de octubre notó una situación mucho más desesperada de la habitual. “Ahora recibimos inmigrantes agotados, cansados, sin recursos económicos, enfermos, con necesidades humanitarias inmediatas”, dice Ramírez.

El contexto de la migración cambió radicalmente este año en Guatemala: en la Casa del Migrante pasaron de atender a 80 personas a atender hasta 500 personas por día, y el 90% de Venezuela. La organización les ha proporcionado cobijo, comida, llamadas telefónicas, ropa, un kit de higiene. Pero solo los pueden albergar por 3 días; es un espacio de tránsito y deben hacer lugar para los que siguen llegando.

“Realmente se han quedado en nada, sin poder irse a Estados Unidos ni regresar a su país Venezuela”, advierte Ramírez.

Sin tratamiento para VIH 

Pedro* está varado en la frontera de Costa Rica con Panamá. Le quedan siete pastillas de su tratamiento antirretroviral, que le durarán siete días. Después de eso, el VIH continuará dañando su sistema inmunológico y lo pondrá en mayor riesgo.

Lucha por sobrevivir con el poco dinero que le manda su marido desde Nueva York. Cuando sale del hotel que logra pagar a duras penas, ve otros migrantes durmiendo en la calle,  buscando qué hacer después de que el gobierno de Estados Unidos, a cargo de Joe Biden, ampliara el Título 42 para los venezolanos. Esto significa que desde el 12 de octubre, los únicos venezolanos que pueden solicitar el estatus de asilo tienen que contar con alguien que pueda patrocinarlos económicamente durante dos años. Y eso es muy difícil para la mayoría de ellxs, porque son primera generación de migrantes hacia el norte. Por esa política, según la ONU más de 5.300 venezolanxs han sido expulsadxs de Estados Unidos.

Pedro no tiene patrocinador. Así que en octubre Manuel, su pareja, se dedicó a trabajar muy duro en Nueva York, tratando de limpiar la mayor cantidad de casas posible para poder enviarle dinero a Costa Rica. En septiembre, ambos habían decidido que Manuel migrara primero a los Estados Unidos. No habían logrado conseguir plata suficiente para viajar juntos, así que primero iría uno, trabajaría, y en octubre saldría el otro. Así lo hicieron, pero esa política estadounidense los separó y dejó a Pedro sin salida.

“Soy un paciente con VIH y allí es casi imposible comprar medicamentos. En Chile gracias a dios pude conseguir la medicina pero cuesta mucho”, dice Manuel desde Nueva York. Primero migró a Chile, tres años antes, para juntar dinero y entonces sí viajar definitivamente a Nueva York.

¿Por qué migran las personas LGBTIQ?

WhatsApp-Image-2022-12-15-at-17.23.46“En Venezuela una vez hasta me golpearon por mi condición sexual. Me dieron un golpe en el ojo, que me dejaron viendo literalmente estrellitas. Tuve que salir corriendo porque capaz que me masacraban allí. Yo tenía como 21 años. Siempre estaba como escondiéndome, caminando con cuidando, tratando de verme lo más hombre posible, tenía que ser una persona que no soy yo. Porque o llamaba la atención o me empezaban a gritar cosas. Me robaban porque siempre somos presa fácil de robar”, cuenta Manuel.

En septiembre, cuando estaba en México caminando hacia Estados Unidos, Manuel empezó a buscar una organización LGBTIQ que pudiera ayudarlo. Encontró América Diversa, una organización que apoya a personas inmigrantes LGBTIQ de origen latino.

Dice Yonatan Matheus, uno de los fundadores de América Diversa, que las personas LGBTIQ que migran lo hacen por tres razones básicas: “La primera, porque no pueden encontrar protección para sus derechos en su país de origen o han sido víctimas de violencia; la segunda es que muchas veces en sus países no cuentan con sistemas democráticos que puedan garantizar acciones de incidencia y movilización para que sus derechos sean reconocidos; y el último son personas LGBTIQ que están pasando por problemas de salud”.

Por ejemplo, quienes están viviendo con VIH o quienes son personas trans o géneros no binarios que no reciben protección o apoyo para sus procesos de terapia antirretroviral para VIH o personas trans de terapias de adaptación hormonal y crecimiento genital en su momento. Esos son como los tres grupos en los que nos estamos enfocando como las cosas en las que estamos haciendo nuestro trabajo”, explica Yonatan.

 Pero su trabajo comienza cuando los inmigrantes llegan a Nueva York. En el camino, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, trabaja tratando de ayudar a los inmigrantes a superar las miles de dificultades que enfrentan. Pero ni ACNUR ni el gobierno de Estados Unidos tienen datos sobre cuántos inmigrantes forman parte de la comunidad LGBTIQ.

“Uno de los ejes de ACNUR es identificar a las personas que han sido víctimas de violencia de género o han tenido que tener sexo de supervivencia. Los equipos en el territorio están identificando personas con necesidades específicas en esos grupos. No pudimos cuantificarlo, pero está documentada la prevalencia de violaciones y otras violencias de género en el paso por el Tapón de Darién”, indica Sibylla Brodzinsky, portavoz de ACNUR.

De acuerdo con datos de ACNUR, hay 7,1 millones de venezolanos refugiados o con otras necesidades de protección en el mundo, y la gran mayoría están en esta región de todas las Américas.

Desde el 12 de octubre, quienes estaban en tránsito ya no lo están, no tiene dinero ni dónde ir. “Estamos viendo personas que pasan la noche en las calles, cerca de los refugios, también con niños”, apunta Brodzinsky.

Cambian las políticas, sigue la incertidumbre

El martes 15 de noviembre, un mes después de que se ampliara el Título 42 a los venezolanos, el juez federal estadounidense Emmet Sullivan ordenó el fin de esa política, y dijo que era “arbitraria y caprichosa”. El Título 42 había sido creado por el gobierno de Donald Trump como una regla sanitaria, “para evitar la propagación del Covid-19” con la entrada de inmigrantes a los Estados Unidos, y entonces frenar su ingreso.

Ahora, con la decisión del juez, la administración de Joe Biden tiene hasta el 21 de diciembre para prepararse para el fin de la política. Pero la incertidumbre prevalece entre inmigrantes. Es que quince estados con gobiernos republicanos ya han pedido a la Corte Federal que mantuviera el Título 42.

Cuando supieron de la decisión del juez, Pedro ya se había vuelto a Venezuela. Cumplieron un año de casados a la distancia, con un futuro plagado de incertidumbre.

Manuel, desde un albergue en Nueva York, piensa si volverse o no, si abandonar su proyecto, lo que habían estado planeando desde que se conocieron. Dice que lo extraña mucho a su marido, muestra el tatuaje en el brazo con su nombre y se tapa la cara.

*Su nombre ha sido cambiado por motivos de protección.

16 de diciembre de 2022
Rosario Marina
Edición: Ana Fornaro

Fuente Agencia Presentes

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Alex, refugiado LGBTIQ+ en España: “Por fin me siento libre y con ganas de comerme el mundo”

Jueves, 10 de noviembre de 2022
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6EBDBD38-0124-48EA-A8E4-ABDDE79144F1El joven camerunés Alex. ONG Rescate / Olmo Calvo

 ACNUR apunta que la tasa de protección internacional para personas del colectivo suele ser más alta que en relación a otros motivos de persecución que contempla la Convención de Ginebra

Por Fabiola Barranco

28 de octubre de 2022 05:00h

Alex aprendió demasiado pronto el significado de la palabra supervivencia. Cuando todavía era un niño se topó con la discriminación y el estigma social que su entorno más cercano volcaba contra él cuando descubrieron que se sentía atraído por personas de su mismo sexo. “Me sacaron de la escuela porque decían que podía contaminar a los demás”, recuerda este joven camerunés. Pronto se vio encerrado en una jaula de la que quería escapar. “Allí no me sentía libre”, recuerda el joven desde su exilio. No sólo no podía vivir libremente su sexualidad, sino que además corría el riesgo de ser encarcelado.

Y es que, en Camerún, el país que le vio nacer y crecer, condena con hasta cinco años de cárcel la homosexualidad. Es uno de los 69 países que, según el informe de La Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex  (ILGA, por sus siglas en inglés), las leyes criminalizan a las personas que forman parte del colectivo LGTBIQ+. Un castigo que el propio Alex se resistía a creer pero que la constitución de Camerún recoge. “Yo no sabía que ser quien soy era un delito”, dice con cierta ironía y rabia.

Y así fue cómo decidió escapar. Primero huyó de su casa y conoció a su primera pareja, un amor que vivió en la clandestinidad y el exilio pero que las fronteras arrebataron. “De Camerún cruzamos a Nigeria, Níger, Argelia y Marruecos”, fue entonces, en la otra orilla del Mediterráneo, cuando Alex y su pareja se embarcaron en una patera. “El murió, no consiguió llegar” recuerda siempre con la voz quebrada.

Así, con esa mochila a cuestas llegó a España, país de acogida y donde vive desde finales de año de 2018. La primera etapa de su vida aquí la pasó en un centro de acogida para menores que, como él, viajaban sin la compañía de una persona adulta, donde también asegura que sufrió fuerte discriminación por parte de los compañeros que hacían mella en unas heridas invisibles que Alex no ha cesado esfuerzos en curar. No fue fácil. Un idioma nuevo, un lugar nuevo y una sensación de no poder mirar atrás. Alex, que se mostraba siempre tímido e introvertido, hoy presume ser otra persona que ha logrado vivir su vida.

La aceptación como camino a la libertad

“Por fin me siento libre y con ganas de comerme el mundo. Primero conseguí aceptarme a mí mismo tal como soy, no como la sociedad me quiere ver. Aprendí a amarme, a respetarme, a perdonarme, a reconocer que no tengo culpa de ser como soy y sentirme orgulloso de ser yo mismo”, celebra.

Después de cuatro años desde que llegara a España y presentara su solicitud de protección internacional por motivos de persecución por género, Alex ha conseguido una respuesta favorable a su expediente. “¡Estoy muy contento!” no para de repetir con emoción, es una pequeña victoria en este camino de obstáculos. Sabe que, por desgracia, su historia no es un caso aislado. Es perfectamente consciente de que muchas personas también han tenido que abandonar sus hogares después de que sus vidas corrieran peligro, no por ser parte del colectivo LGTBIQ+ sino por venir de contextos en los que están perseguidos y o sufren una fuerte discriminación. Cuenta que ya ha terminado el borrador de un libro con sus vivencias, donde denuncia la persecución LGTBIQ+, pone en valor a los supervivientes de las fronteras y la lgtbifobia. “Quiero ayudar a otras personas que han pasado por lo mismo que yo y que vean que no están solas”, confiesa ilusionado.

Si bien es cierto que las cifras oficiales no especifican el número de peticiones de protección internacional entre las personas LGTBIQ+ que llegan a España, las organizaciones involucradas en el sistema de acogida han percibido un aumento en los último años y, desde ACNUR, la Agencia de la ONU para los refugiados, confirman que “hay muchas solicitudes basadas en este motivo y también la tasa de protección suele ser más alta que en relación a otros motivos de la Convención de Ginebra”.

Una respuesta adaptada a las necesidades

En España ha habido algunos avances en materia de  protección internacional para las personas que huyen en busca de refugio tras sufrir persecución  por el hecho de formar parte del colectivo LGTBIQ+. Por ejemplo, la importancia de promover un tratamiento diferenciado a lo largo de todo el procedimiento y una intervención adecuada a sus necesidades de acogida, siendo importante la formación específica en la materia de todo el personal en contacto o que trabaja con personas solicitantes LGTBIQ+, o la existencia de más recursos y de  espacios seguros con equipo de profesionales especializados a cargo.

ACNUR es uno de los organismos que juega un papel importante para que estos avances sigan su curso. Entre muchas funciones, Eva Menéndez, punto focal en temas LGTBIQ+ de la Oficina de ACNUR en España, destaca el apoyo que brindan a las autoridades competentes en materia de asilo “para que refuercen sus capacidades y se puedan identificar las necesidades de protección internacional de dicho colectivo”.

“Es muy importante que se garantice el acceso seguro al procedimiento de asilo de estas personas, que se valoren correctamente sus solicitudes y se les proporcione una acogida adecuada para evitar no sólo que vuelvan a pasar por situaciones traumáticas, sino para que se promueva su autonomía, participación y empoderamiento”, asegura Ménéndez. También trabajan en contextos de gestión de llegadas irregulares donde hay que tener una mirada de protección “porque entre quienes llegan puede haber personas del colectivo LGTBIQ+ que no pueden retornar a sus países de origen en condiciones de seguridad. Por eso es fundamental desarrollar mecanismos para su correcta identificación y asegurar que reciben información sobre el derecho de asilo de una forma y en una lengua y lenguaje adaptado a su perfil”.

Se trata de un recorrido en el que cada vez tienen más protagonismo y participación las propias personas afectadas. Gente que, como Alex, comparten su historia para que no se repita y se avance en derechos.

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Fuente El Diario

La dura realidad de la comunidad LGTBI camerunesa

A finales de 2012, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos expresaba su preocupación por la complicada situación de las personas LGTB en Camerún, uno de los países con una LGTBIfobia social y de Estado más pujante. Y es que cada poco tiempo se producen noticias de detenciones y abusos policiales, algunas de las cuales hemos recogido a lo largo de los últimos años.

En noviembre de 2011 tres hombres fueron condenados a prisión acusados de mantener relaciones homosexuales en un coche (una de las “pruebas” que el juez tuvo en cuenta fue que los acusados habían estado bebiendo Baileys, una bebida poco masculina. Por fortuna este caso fue luego reconsiderado). En octubre de 2011 se condenó a tres años de cárcel a Jean-Claude Roger Mbédé por declararse a otro hombre por SMS, pena que fue confirmada en diciembre de 2012. Lamentablemente, en enero de 2014 Jean-Claude fallecíaabandonado por su familia, por las complicaciones derivadas del maltrato sufrido.

En julio de 2013 se conoció la sentencia a prisión de dos hombres detenidos dos años antes por mantener relaciones homosexuales. También en 2013, fue sentenciado a nueve años de cárcel Cornelius Fonya, acusado de mantener relaciones con un joven de 19 años, en un juicio plagado de irregularidades. Su abogado, Walter Atoh, ha debido huir del país tras ser amenazado de muerte, mientras se dilucida la apelación. Un año después, en junio de 2014, se dio a conocer la historia de una pareja homosexual que se vio obligada a huir de su localidad tras ser ataca por sus vecinos y detenida por la policía.

A finales de 2015, Joshua Mbarga, un activista LGTB, sufrió la invasión de su hogar por unos delincuentes que intentaron matarle tras robarle con total impunidad. Alertada por los vecinos, la Policía intervino hasta que los asaltantes decidieron acusar a Mbarga de pretender mantener relaciones sexuales con uno de ellos. En ese momento la víctima se convirtió en objeto de investigación.

En octubre de 2016, tuvo lugar una redada masiva en un local de ambiente LGTB de Yaundé, con un fuerte dispositivo policial que detuvo a todos los clientes y trabajadores presentes en el local. En diciembre del mismo año, fueron detenidos otros doce hombres por posesión de lubricantes y preservativos, algo considerado por las autoridades como prueba de comportamiento homosexual. A finales de 2017, tres jóvenes fueron detenidos tras caer en una trampa tendida por miembros del ejército, por lo que deberán ser juzgados por un tribunal militar. Y en enero de 2018, el asalto a un local de ambiente homosexual por un grupo de militares se saldaba con muerto y varios heridos graves.

En mayo de 2021, fueron condenadas a cinco años de cárcel dos mujeres trans acusadas de «tentativa de homosexualidad». Y en noviembre del mismo año, Una persona intersexual era agredida por un grupo de hombres.

Como explicábamos más arriba, las relaciones homosexuales están penadas con hasta cinco años de cárcel en Camerún, pero según la activista LGTB Alice Nkom solo se puede detener a una persona si se la encuentra en situación de «flagrante delito». Desgraciadamente, tal y como corrobora Human Rights Watch, son cada vez más los casos en los que la policía ignora este requerimiento.

Fuente Cristianos Gays

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Mihai, el activista que por fin puede ser y amar libremente

Sábado, 29 de octubre de 2022
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WhatsApp-Image-2022-10-11-at-10.50.40-AM-400x250Treinta y tres años tenía Mihai cuando consiguió migrar a España con una maleta y muchos miedos. Atrás dejaba un país del que solo había recibido rechazo, estigma y odio: Rumanía.

La vida de Mihai nunca fue fácil. Si bien ocultó su orientación sexual por presión social, siempre fue repudiado por ser gitano. Su familia, de clase obrera, intentó darle el mejor de los cuidados, pero desde muy pequeño se vio obligado a pedir limosna en las calles de Craiova para poder sobrevivir.

Siempre tuvo alma activista. Aunque tenía que esconder que le gustaban los hombres por miedo a las represalias, recuerda cómo a principios de los años 2000, cuando la Unión Europea presionaba al país para despenalizar la homosexualidad, él era de los pocos que defendía a la comunidad LGTBI en su instituto.

Creció rodeado de personas que perpetuaban el discurso homófobo y afirmaban que la homosexualidad era un cáncer que estaba destrozando la sociedad.

A pesar del miedo y la inseguridad, Mihai salió a las calles rumanas en 2018 para celebrar el Orgullo LGTBI, una fecha que no olvidará nunca puesto que la contramanifestación convocada por el grupo de extrema derecha “La nueva Derecha” le roció (a él y a muchas personas) de gasolina. Pero este acto violento no es un caso aislado. Poco tiempo después, en un cine de ambiente social donde se reproducían películas educativas LGTBI, un grupo de personas entraron y agredieron a todos los presentes.

Cuando le preguntamos que por qué vino a España, Mihai sonríe y recuerda una frase que le dijo una trabajadora social en Rumanía: “¿cuándo tienes pensado morir?”. La sensación de soledad y desasosiego era abrumadora. A veces pensamos que en Europa no existe la LGTBIfobia, pero no hace falta cruzar ningún mar para encontrarnos este tipo de situaciones discriminatorias.

No dudó ni un segundo el migrar a España cuando tuvo la oportunidad. Asegura encontrarse mejor aquí, aunque reconoce que también hay mucho por hacer. Él forma parte de la red de apoyo de Kifkif y participa en la mayoría de acciones que llevamos a cabo: “Hay que luchar por nuestros derechos”, “La exclusión sanitaria es vergonzosa”. Dice que, a pesar de todos los obstáculos por los que ha pasado, aquí “al menos nos tiene a nosotres, las personas de Kifkif” y a personas que le escuchan y le respetan.

Esta es la historia de Mihai, pero es a la vez la historia de millones de personas que huyen de sus países por ser elles mismes, por el miedo, la violencia y la discriminación a la que se ven sometides por el simple hecho de existir.

Fuente KifKif

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Las personas refugiadas LGTBI ucranianas comparten historias de apoyo y discriminación en Polonia

Viernes, 21 de octubre de 2022
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DD2B4834-665A-43F3-A24A-C47FF292B9FAVarsovia, Junio 2020. Photo: Shutterstock

La invasión sin precedentes de Ucrania por parte de Rusia ha provocado la mayor crisis de refugiados de Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Más de 2 millones de personas han entrado en Polonia desde Ucrania buscando un refugio seguro desde que comenzó la guerra.

Abandonar sus hogares bajo el sonido de las sirenas aéreas para embarcarse en un viaje que a menudo dura días a través de Europa es profundamente traumático para todas las personas refugiadas ucranianas. Para los miembros de la comunidad LGTBI de Ucrania que huyen de la guerra, el entorno homófobo de Polonia puede suponer nuevos retos.

La homosexualidad es legal en Polonia, pero la nación ha sido clasificada sistemáticamente como el país más homófobo de la Unión Europea. Más de 100 municipios, un tercio del país, han adoptado las llamadas “zonas libres de LGTBI”, que declaran estar libres de aspectos de la ideología LGTBI.

Lo más preocupante para las personas refugiadas LGTBI ucranianas es que estas regiones están situadas predominantemente en el este y el sur de Polonia, que son las zonas exactas donde se producen la mayoría de los cruces de frontera.

“Para muchas personas que huyen de Ucrania, resulta que cruzan la frontera y aparecen en las zonas libres de LGTBI”, explica Vyacheslav Melnyk, director ejecutivo de la entidad polaca de derechos LGTBI, Campaña contra la Homofobia (Kampania Przeciw Homofobii o KPH).

Vyacheslav ha visto de primera mano los problemas creados por estas zonas. Cuando su equipo distribuyó carteles informativos con banderas del arco iris en los pasos fronterizos y centros de acogida de refugiados, algunos empleados se negaron a colocarlos.

“Temían enfrentarse a las consecuencias que imaginaban que podrían aplicarse por el hecho de que su región se declarara como zona libre de LGTBI”, añade Vyacheslav.

Un activista LGTBI encuentra apoyo internacional mientras sigue adelante

En cuanto Rusia invadió Ucrania, Vyacheslav y el personal de KPH empezaron a apoyar inmediatamente a las personas LGTBI que cruzaban la frontera entre Polonia y Ucrania, proporcionándoles transporte y alojamiento seguro.

“Empezamos a emparejar a las personas que ofrecían lugares seguros para las personas LGTBI refugiadas y las que buscaban refugio, así como a apoyar las necesidades médicas y sanitarias de las personas, especialmente de las personas trans e intersexuales”, afirma.

Con la guerra de agresión que dura ya más de seis meses, la KPH sigue comprometida a ayudar a las personas LGTBI refugiadas a tener una transición sin problemas a la sociedad polaca, a pesar de los retos a los que se enfrentan.

Edward Reese, activista LGTBI que trabajaba con el Orgullo de Kiev en Ucrania, tomó la decisión de abandonar el país a principios de marzo. Tras un largo viaje en autobús hasta la ciudad ucraniana occidental de Lviv, Edward fue escoltado hasta la frontera polaca por trabajadores humanitarios.

Empezó a tomar testosterona para apoyar su transición a finales del año pasado, pero Edward afirma que el cruce de la frontera fue tranquilo.

“No se produjeron cambios visibles, así que pasé por una mujer y tengo documentos femeninos, aunque soy trans. En realidad no tuve ninguna pregunta de nadie”, dice. El 5 de julio, el ejército ucraniano promulgó una prohibición de viajar para los hombres de entre 18 y 60 años, lo que significa que Edward podría haber tenido dificultades para salir del país.

Una vez dentro de Polonia, Edward pasó la primera noche en un pequeño pueblo cercano a la frontera, durmiendo en un enorme salón con mucha otra gente. A la mañana siguiente, tomó un autobús para ir a Varsovia. Gracias al apoyo de una entidad LGTBI polaca, Edward se puso en contacto con un anfitrión de la capital que le alojó durante tres días.

“La razón principal para irme era que no podía continuar mi transición en Ucrania. Pero sabía que Polonia, Hungría o Rumania, que están más cerca de Ucrania, no son las mejores en cuanto a derechos LGTBI y derechos trans”.

Ahora que vive en Dinamarca, Edward cuenta con una fuerte comunidad de apoyo. Quizá no sea una sorpresa que los ucranianos LGTBI, como Edward, no pasen mucho tiempo en Polonia. Se trasladan a naciones de Europa Occidental más progresistas cuando es posible.

En comparación con las naciones de Europa Occidental -como Alemania, Francia y Suecia-, la falta de políticas contra los delitos de odio, de leyes contra la discriminación, de uniones civiles y de derechos matrimoniales en Polonia puede hacer que encontrar un trabajo o una vivienda sea un reto.

Pequeños focos de relativa seguridad cerca de la frontera

A finales de junio, KyivPride y Warsaw Pride unieron sus fuerzas para crear la Marcha por la Paz, que pedía el fin de la guerra y el apoyo a la comunidad LGTBI de Ucrania. Casi una docena de representantes de grupos LGTBI ucranianos se manifestaron, y el alcalde de Varsovia, Rafał Trzaskowski, dio todo su apoyo a la marcha.

En Polonia existen pequeños focos en los que las personas LGTBI ucranianas pueden sentirse seguras, gracias en gran parte al duro trabajo de los activistas y las entidades LGTBI polacas. En 2020, Filip Kijowski se trasladó de Londres a Lublin -ciudad polaca situada a unas dos horas en coche de la frontera ucraniana- para iniciar una residencia en la Galería Labirynt.

Cuando empezó la guerra, Filip y el antiguo director de la Galería Labirynt, Waldemar Tatarczuk, decidieron pasar a la acción y crear un centro de apoyo para las personas refugiadas LGTBI ucranianas llamado Biblioteca de Asilo (Biblioteka Azyl). Una de las salas de exposición de la Galería Labirynt se convirtió en un espacio de acogida donde las personas refugiadas podían recibir apoyo, tomar una copa o simplemente charlar con las voluntarias.

Recaudando más de 8.000 dólares en GoFundMe, el pequeño grupo de voluntarias pudo organizar el transporte desde la frontera, ayudar a las personas refugiadas a encontrar trabajo e incluso ayudarles a navegar por la ciudad de Lublin. Concebido como un espacio para ayudar a los huéspedes a recuperarse y a trasladarse a otros países europeos, Filip aún mantiene el contacto con algunos antiguos residentes por Internet.

“Casi todas las personas LGTBI+ a las que ayudamos viajaron enseguida a Berlín, Canadá u otros países, no se detuvieron aquí”, dice Filip. “Organizamos un programa específico, invitando a algunas personas a dar una clase y ofrecer sus experiencias. La biblioteca sigue funcionando a tiempo completo, y en septiembre ofreceremos más apoyo a nuestros vecinos”.

Fuente LGBTQ Nation

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Activistas reclaman el compromiso de Canadá para reasentar a 300 personas refugiadas afganas LGTBI “listas para volar”

Martes, 27 de septiembre de 2022
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canada-rainbow-flagUna entidad que defiende a las personas LGTBI+ afirma que una asociación formal con el gobierno canadiense ayudaría inmediatamente a evacuar a 300 refugiados afganos que están “listos para volar” pero “atrapados” en los países vecinos.

Pero hasta ahora, la respuesta del gobierno ha sido vaga y poco clara, dice Devon Matthews, director de programas de Rainbow Railroad, una entidad mundial sin ánimo de lucro que ayuda a las personas refugiadas LGTBI a ponerse a salvo, incluso mediante la reubicación de emergencia.

“Ciertamente estamos en comunicación con ellos. Pero lo que estamos buscando es un ‘Sí’ realmente sólido y afirmativo a la petición que tenemos para poder continuar el trabajo que estamos haciendo, y eso, todavía no lo hemos recibido”, dijo a NCM.

La petición, explica Matthews, es bastante sencilla. A través de su campaña “Safe Way Out”, la entidad se encarga de todo el trabajo preliminar: identificar, verificar y clasificar los casos, así como apoyar a las personas refugiadas mientras se finalizan sus trámites. En este momento, no están pidiendo fondos.

“Realmente sólo necesitamos la vía y el mecanismo y el compromiso del gobierno canadiense para permitirles la entrada en Canadá y ofrecerles opciones de reasentamiento una vez que estén aquí”, afirma.

Cuando se le preguntó si se comprometería con la asociación, un portavoz del Ministerio de Inmigración, Refugiados y Ciudadanía de Canadá (IRCC) dijo que “Rainbow Railroad no es un socio de remisión en este momento”.

Cuando se le preguntó por los 300 afganos que, según Matthews, están listos para volar, el portavoz Aidan Strickland señaló que “en Afganistán nos enfrentamos a obstáculos que no estaban presentes en otros esfuerzos de reasentamiento a gran escala”, que están “planteando retos importantes para el flete de vuelos”, como las recientes inundaciones en Pakistán. “Además, cada país establece sus propios requisitos de entrada y salida y determina cuándo y si estos requisitos se modifican”, escribió Strickland. “La ausencia de condiciones estables y las circunstancias siempre cambiantes en torno a los requisitos de documentación de salida afectan a nuestra capacidad de trasladar a las personas con rapidez”, continuó Strickland

Para cada persona y familia que quiera viajar, debemos considerar si tiene los documentos adecuados y la capacidad para hacerlo. Seguimos trabajando individualmente con cada persona y grupo para verificar que tienen los documentos necesarios, y cooperamos con las autoridades de los países vecinos para facilitar el paso seguro y el viaje hacia Canadá.”

Strickland afirma que el departamento también ha “añadido más empleados y recursos” en Pakistán, y está “tramitando las solicitudes lo más rápidamente posible, tanto a distancia como digitalmente, a través de nuestra red de funcionarios de visados globales.”

Hasta ahora, Canadá ha acogido 14 vuelos fletados con refugiados afganos procedentes de Pakistán desde principios de año y más de 19.000 refugiados afganos desde la toma del poder por los talibanes hace un año.

En “triple riesgo”

Hasta la fecha, Rainbow Railroad ha ayudado a evacuar a más de 250 afganos LGTBI+, aunque Matthews afirma que, hasta el 15 de septiembre, 5.547 se han puesto en contacto con ellos pidiendo ayuda.

Los 300 que están “listos para volar” son personas que han conseguido salir de Afganistán y se encuentran actualmente en los vecinos Turquía, Pakistán y Emiratos Árabes Unidos.

Pero como estos países también criminalizan las relaciones entre personas del mismo sexo, siguen siendo “inseguros… y necesitan opciones de protección a largo plazo”, afirma Matthews. “Siguen estando en peligro, sólo que por personas diferentes en un contexto diferente”, dice. “Así que no hay ningún lugar al que huir”.

Los abusos pueden consistir en no recibir un trato justo por parte del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (que es quien primero remite a los refugiados a Canadá); o incluso en que se les impida el acceso a un alojamiento seguro o a opciones de acampada, explica Matthews.

Un informe de enero de Human Rights Watch descubrió que los afganos LGTBI+ que se encuentran actualmente en países vecinos también corren el riesgo de enfrentarse a la pena de muerte, como en Irán. Lee el informe aquí.

Además, pueden ser devueltos para que se enfrenten a abusos a manos de los talibanes, ya que muchos “tienen visados caducados o de corta duración o llegaron sin visado, no tienen perspectivas realistas de prolongar su estancia legalmente y no pueden establecerse de forma permanente en el lugar donde se encuentran”, afirma el informe.

Aunque reconoce que todas las personas refugiadas se enfrentan a “una situación desesperada”, Matthews afirma que los miembros LGTBI corren un “triple riesgo porque son miembros de múltiples comunidades oprimidas que necesitan un apoyo especializado y comprensivo”.

Incluso antes de los talibanes, los afganos LGTBI+ solían ser condenados al ostracismo por sus familias y su comunidad. En el último año, dice Matthews, se ha producido “una verdadera escalada de amenazas, salidas públicas y violencia, incluso a nivel comunitario”.

El informe de HRW descubrió que las personas se han enfrentado a abusos “por parte de familiares, vecinos (sic) y parejas sentimentales que ahora apoyan a los talibanes o que creían que tenían que actuar contra las personas LGTBI cercanas a ellos para garantizar su propia seguridad”.

Por eso Matthews dice que sus casos necesitan tanto “priorización” como “especialización”. “El objetivo es que todas las personas que están siendo oprimidas dentro de estas comunidades reciban el acceso y las oportunidades que merecen”, afirma. “Pero las personas LGTBI+ se enfrentan sistemáticamente a amenazas continuas incluso después de huir (porque)… suelen huir a un país donde siguen siendo criminalizadas”.

Respuesta inadecuada

En 2019, el gobierno canadiense se asoció con Rainbow Refugee, otra entidad de asentamiento centrada en las personas LGTBI, para crear la Asociación de Asistencia a Refugiados Rainbow, “que apoyará a más canadienses en el patrocinio privado de refugiados LGTBI”, según un comunicado de prensa. Consulta el comunicado de prensa aquí. El programa proporciona “costes de puesta en marcha y 3 meses de apoyo”, afirma el sitio web.

Strickland afirma que “más de 200 personas refugiadas de la comunidad LGTBIQ+ han llegado a través de esta iniciativa. “En 2021, la asociación se amplió una vez más en respuesta a la crisis de Afganistán, proporcionando 150 plazas adicionales para las personas refugiadas LGTBI+ entre 2022 y 2024”, escribió Strickland.

Matthews aplaude el esfuerzo y reconoce su importancia, calificándolo de “buen complemento” con “algunos casos que ciertamente (entran) en esa… programación”.  Sin embargo, añade, en última instancia, esa asociación es “inadecuada” para hacer frente a la situación inmediata a la que se enfrentan los afganos.

Por ejemplo, en el marco de esa asociación, se tarda entre uno y tres años en tramitar los expedientes, lo que “no es una solución eficaz para la necesidad inmediata de la emergencia que estamos viviendo”.

Además, el hecho de centrarse en las personas refugiadas con patrocinio privado deja la carga de su reasentamiento en gran medida en las entidades de asentamiento. Eso puede costar entre 20.000 y 25.000 dólares por refugiado, explica Matthews, “y eso sólo cuando están en Canadá, por no hablar de los costes en el extranjero. Así que necesitamos que ambos compromisos se produzcan a la vez, porque sirven a comunidades diferentes”, subraya.

Más allá del simbolismo

En agosto, las personas refugiadas pertenecientes a la comunidad LGTBI+ encabezaron el Desfile del Orgullo de Calgary como mariscales por primera vez en la historia del evento.

Boban Stojanovic, director de los Servicios LGTBI+ del Centro para Recién Llegados, dijo que el acto contribuyó a dar “visibilidad y atención” a personas que a menudo son estigmatizadas dentro de sus propias comunidades étnicas a causa de su orientación sexual.

Matthews reconoce la importancia de esas “victorias, en sí mismas”, ya que “ayudan a que la gente sienta que puede verse a sí misma en esos movimientos”.

Pero subraya que la inclusión debe ir más allá de los gestos simbólicos si quiere conducir a un “cambio sistémico fundamental y transformador”; de lo contrario, es mera “palabrería”.“Si vamos a celebrar y defender a la comunidad en un movimiento del Orgullo en Canadá, también tenemos que celebrar y defender a la comunidad mientras se encuentra en  tuaciones extremas y en peligro en el extranjero”, afirma Matthews. “En realidad, (necesitamos) profundizar en los lugares en los que este trabajo es más difícil de realizar y conseguir compromisos allí, porque eso será lo más transformador”.

The Penticton Herald

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Refugiados LGTB+ de Afganistán comparten sus historias de supervivencia miedo y esperanza, un año después de que los Talibanes tomaran el poder.

Viernes, 19 de agosto de 2022
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Tres hombres LGTB que huyeron de Afganistán compartieron sus historias

Hace un año que los talibanes tomaron el poder en Afganistán, sumiendo a innumerables personas en un peligro e incertidumbre desconocidos.

Basir aún recuerda el terror que sintió en los días y semanas posteriores a la caída de Kabul el 15 de agosto de 2021.

Como activista LGBTQ+, Basir sabía que estaba en peligro. Cualquier desviación de las normas sexuales y de género sería ferozmente castigada por los funcionarios talibanes. Rápidamente empezaron a circular informes sobre personas LGBTQ+ golpeadas, asesinadas, desmembradas e incluso violadas. Sabía que tenía que salir. “Cuando los talibanes tomaron Kabul, donde yo vivía, sentí que pronto vendrían a por mí“, cuenta.

Por muy dolorosa que sea la historia de Basir, es uno de los afortunados. Un año después, vive en Canadá con su mujer y sus hijos. Los traumas del pasado aún le persiguen, pero está haciendo todo lo posible para seguir adelante, para centrarse en el futuro.

No se puede decir lo mismo de todos. A día de hoy, innumerables personas LGBTQ+ siguen atrapadas en Afganistán. Los que se atreven a expresarse abiertamente se enfrentan a la violencia y a la persecución que la mayoría de la gente ni siquiera podría imaginar.

Basir llegó a Canadá, pero el trauma aún persisteLos afganos homosexuales que escaparon de los talibanes comparten historias de supervivencia, miedo y esperanza, un año después

Cuando los talibanes tomaron el poder, lo primero que hizo Basir fue buscar un escondite. Como hombre bisexual que había hecho campaña a favor de los derechos del colectivo LGBTQ+, sabía que su vida -y la de los miembros de su familia- estaba en peligro.

Rápidamente ideó un plan para ponerse a salvo con su mujer y sus dos hijos. Consiguió un visado para ir a Canadá, pero los funcionarios talibanes le impidieron embarcar en el vuelo. Se vio obligado a volver a casa.

E8BB7651-8743-40DB-8029-D7FB654872EEPoco después, tuvo su primer encuentro importante con los talibanes. “Un día, dos miembros de los talibanes me pararon en la calle“, cuenta Basir. “Registraron mi teléfono móvil. Cualquier conexión con [comunidades] internacionales, cualquier mensaje que insinuara mi tendencia sexual o mi charla con mis amigos LGBTQ provocaría literalmente que esos dos miembros abrieran fuego y me dispararan en la frente. No necesitaron ningún permiso para matarme: mis mensajes y números de teléfono fueron mi sentencia de muerte”.

Por suerte, Basir había borrado todos sus perfiles en las redes sociales cuando los talibanes tomaron el poder: sabía que algún día le detendrían y registrarían. Era mejor estar preparado.

Los oficiales talibanes no pudieron encontrar ninguna prueba que incriminara a Basir, pero eso no les impidió golpearle: le dieron bofetadas y patadas, hiriéndole en una de sus piernas. Se quedaron con su teléfono.

En las semanas siguientes, Basir intentó entrar en el aeropuerto de Kabul ocho veces. Cada vez, fue rechazado.

Finalmente, viajó por tierra a otra ciudad, donde volvió a ser golpeado por miembros talibanes. Fue allí donde él y su familia pudieron tomar un vuelo a Pakistán. Esperó en Pakistán durante dos meses antes de recibir su visado canadiense, y finalmente, en octubre de 2021, él y su familia se trasladaron.

“Toda la familia sigue luchando con las dificultades mentales de aquellos días“, dice Basir. “Todavía tengo profundos traumas de la llegada de los talibanes el año pasado, pero la verdad es que necesito empezar una nueva vida en Canadá”.

Basir se ha puesto a salvo, pero todavía no se siente cómodo hablando abiertamente de su sexualidad. Teme que salir del armario como bisexual tenga un “impacto emocional” en sus seres queridos, pero también le preocupa que la sociedad canadiense no lo acepte. Dice que un “cristiano devoto” en Canadá trató de “obligarlo moralmente” a ser heterosexual.

“Fue entonces cuando sentí que no debía hablar públicamente de mi orientación sexual, pero hablaré de LGBTQ con valentía“, dice.

6BED0F9D-E3D5-43C4-8C39-FCCE936E869DSohil llegó a Pakistán, pero sus esperanzas para el futuro se están desvaneciendo. Antes de que los talibanes tomaran el poder, Sohil tenía una buena vida en Afganistán. Estudiaba medicina en la universidad, tenía un trabajo y empezaba a pensar en cómo sería su futuro.

De la noche a la mañana, lo perdió todo. “Durante un mes estuve en estado de shock, no sabía qué hacer”, cuenta Sohil. “Sabía que un día me perdería aquí, un día moriría aquí”.

Los temores de Sohil no tardaron en hacerse realidad. Poco después de la caída de Kabul, fue quemado con agua hirviendo por un oficial talibán por llevar ropa “occidental“. Más tarde fue secuestrado y encarcelado durante tres días mientras los oficiales talibanes le golpeaban y registraban su teléfono.

Al no encontrar ninguna prueba incriminatoria, los oficiales talibanes dejaron ir a Sohil, pero la experiencia le hizo comprender que no podía quedarse en Afganistán. Consiguió un visado para ir a Pakistán y cruzó la frontera.

Meses después, Sohil sigue en Pakistán. Ha solicitado asilo en otro lugar con la esperanza de poder trasladarse a un país en el que pueda ser abiertamente gay, pero sigue esperando una decisión. Actualmente vive en un albergue.

“Ahora mismo no tengo ninguna esperanza“, dice Sohil. “Es lo mismo que en Afganistán, todo el mundo nos trata como una mierda. Hoy en día me da mucho miedo la gente. Si me quedo aquí, no sobreviviré. No hay apoyo para nosotros: no sé qué hacer.  Creo que ya no tengo ningún futuro”, dice. “Mi vida se ha detenido aquí: no tengo ninguna libertad”.

Sohil sigue soñando con volver algún día a la universidad para poder ser médico. Su sueño sería llegar a un país en el que pudiera estudiar y ser abierto sobre su sexualidad. “Quiero volver a ser yo mismo, no quiero vivir en la sombra. Espero que suceda, pero ahora no tengo ninguna esperanza. No sé qué pasará porque nada ha cambiado, ha pasado más de un año y sigo estancada. Un año de mi vida perdido para nada”.

Sulaiman puede respirar tranquilo en Inglaterra

C50F8AD3-8473-49AD-865E-42D821EE9F1ASulaiman había declarado su homosexualidad a dos amigos antes de que los talibanes tomaran el poder. Tras la caída de Kabul, se dio cuenta de que si uno de ellos decidía sacarlo del armario, lo matarían. “Fue muy aterrador para mí. En todo momento temí que me mataran los talibanes”, dice.

Como tantos otros, Sulaiman no tardó en urdir un plan para salir. Un amigo suyo estadounidense le puso en contacto con Rainbow Railroad, una organización benéfica que ayuda a los solicitantes de asilo LGBTQ+. Esperó durante meses aterrorizado hasta que en febrero recibió la noticia de que se le concedía el acceso al Reino Unido.

A Sulaiman le dijeron que viajara a Islamabad, en Pakistán. Desde allí, las autoridades británicas lo llevaron en avión a un lugar seguro.

Desde entonces, vive en un hotel de las Midlands, con un trabajo a tiempo parcial que le permite ganar su propio dinero. Utiliza una parte para ahorrar para su futuro y envía el resto a su familia en casa. Por las tardes, estudia un curso de administración a tiempo parcial.

Se considera afortunado: se alegra de estar a salvo. “Somos felices en el hotel”, dice. “Algunos estudian, otros van a la universidad. Yo estoy bien aquí. Cuando voy por la calle veo gente con diferentes identidades, diferentes géneros, diferentes deseos, pero en Afganistán tienes que seguir las reglas si quieres estar vivo”, explica Sulaiman. “Si no observas sus reglas, te matarán”.

Incluso ahora, mantiene su sexualidad en secreto. Todavía no se siente cómodo siendo totalmente abierto sobre quién es, y le aterra que su familia en casa lo rechace si lo descubre. “De momento no están dispuestos a aceptarme”. 

Hace dos años, perdió a su padre. Perder el apoyo de su familia es su mayor temor. “Mi familia todavía está en shock. Sé que no están preparados para aceptarlo.“Estoy solo en este país. Si pierdo a mi familia de Afganistán, si ya no me aceptan, no viviré. La vida sería muy decepcionante para mí si no me aceptan y si no responden a mis llamadas. Todavía necesito que me hablen, que estén a mi lado y me apoyen”.

Aun así, Sulaiman tiene esperanzas en el futuro. Dice que por fin puede “respirar libremente” en el Reino Unido, algo que no podía hacer en Afganistán.

“Realmente disfruto cada momento que estoy aquí”, dice. “Significa mucho para mí poder hacer lo que quiera. Cuando puse el pie en la tierra de este país respiré profundamente y me dije: ‘eres libre. Ahora puedes vivir’. “No vivíamos en Afganistán, luchábamos por sobrevivir, pero ahora aquí estamos viviendo”.

PinkNews está recaudando dinero para refugiados homosexuales desplazados por conflictos en Afganistán, Ucrania y más allá. Por favor, done lo que pueda a la campaña de Bienvenida a los Refugiados LGBTQ+ visitando su página de GoFundMe.

Fuente Pink News

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Activista LGBT+ huye de Jordania y finalmente es “apoya, vista y escuchada” en Australia

Miércoles, 26 de enero de 2022
Comentarios desactivados en Activista LGBT+ huye de Jordania y finalmente es “apoya, vista y escuchada” en Australia

7803D4BA-A1E0-4569-9257-E003D4A8BE78Después de una lucha de 18 meses, un activista LGBT+ que huyó de Jordania finalmente es “apoyada, vista y escuchada” en su nuevo hogar en Australia.

AlShaima Omama AlZubi, de 25 años, que se identifica como lesbiana no binaria, ha sido “víctima de violación, agresiones sexuales, tortura, matrimonio forzado, terapia de conversión forzada, hospitalización forzada y abuso de velo forzado que se remonta a su infancia”. según Amnistía.

AlZubi, una defensora de los derechos de las mujeres y LGBT+, proviene de una familia poderosa, con muchos miembros que trabajan para el gobierno de Jordania, y cuya “influencia se extiende por Jordania, Líbano, Siria e Irak”.

Primero huyeron a Turquía desde Jordania en julio de 2020 y luego llegaron al Líbano, planeando viajar a Australia con una visa humanitaria.

Pero en diciembre de 2021, las autoridades libanesas les quitaron el pasaporte y las detuvieron durante cinco días, y les dijeron que había una Notificación Roja de Interpol por su arresto. Durante este tiempo, Amnistía sospechó que la embajada de Jordania en el Líbano estaba trabajando para repatriarlos.

Finalmente, tras un trabajo incansable de ONG y diplomáticos australianos, AlZubi pudo embarcar en un vuelo a Australia el 30 de diciembre.

En declaraciones a SBS News, dijeron que desde que llegaron, comenzaron a ver a un terapeuta y están encontrando su lugar dentro de la comunidad LGBT+ local.

Dijeron: “Ahora me siento apoyada, vista, escuchada y tratada como un ser humano independientemente de mis creencias, identidad de género y orientación sexual.

“[Quiero] seguir adelante en mi vida, continuar mi educación, [y tener] una gran carrera e independencia.

“Finalmente tengo la oportunidad de ser yo mismo sin que la gente me avergüence y trate de matarme por ello”.

En un mensaje “a todas las mujeres y la comunidad LGBTIQ+ en Medio Oriente”, agregaron: “Siempre hay una manera de ser libres. Sólo necesitamos a las personas adecuadas para ayudarnos.

“Nunca te avergüences de ser tú mismo, nunca te arrepientas de quién eres. No dejes que la religión ni nadie controle tu ser. Nadie en la Tierra puede ser tú.”

Si bien la homosexualidad fue despenalizada en Jordania en 1951, las personas LGBT+ se enfrentan con frecuencia al acoso, la discriminación y la violencia. Hasta hace poco, las relaciones homosexuales en Jordania no eran un delito capital, pero un cambio en el código penal del país sustenta hoy en día que los acusados pueden recibir hasta 100 latigazos.  La persona “activa” ahora puede ser castigado con hasta 100 latigazos, pero si está casado,  puede aplicarse a la vez la pena de muerte. La persona “pasiva” sin embargo puede ser condenada a muerte, independientemente de su estado civil. la relación sexual entre dos mujeres se castiga con flagelación.lo que recordaba en 2016 el Príncipe Hashim bin Hussein de Jordania, quien  afirmaba: “Imploro para que comunidad gay deje de ser crucificada”.

No hay leyes para proteger a las personas LGTBI+ de la discriminación, no se reconocen las relaciones entre personas del mismo sexo, y un estudio de 2019 encontró que el 93 por ciento de los jordanos creen que la sociedad no debería aceptar la homosexualidad.

Fuente Pink News/Cristianos Gays

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Recordatorio

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