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“La experiencia espiritual de Martín Lutero nos interpela y nos recuerda que no podemos hacer nada sin Dios”

Martes, 1 de noviembre de 2016
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una“Nos hemos encerrado en nosotros mismos por temor o prejuicios”

“Queremos manifestar nuestro deseo común de permanecer unidos a él para tener vida”

Francisco ya está en Suecia: “Éste es un viaje importante para el ecumenismo”

Francisco, en Malmoe: “A los cristianos se nos exige protagonizar la revolución de la ternura”

¿Qué podemos esperar ante el V Centenario de la Reforma?

Las 95 tesis, aún vigentes para la Iglesia de hoy

(Guillermo Ortiz – RV).- Desde la realidad del corazón de Cristo en el Evangelio, poco antes de su entrega definitiva en la cruz, y afirmando que ahí “podemos sentir sus latidos de amor por nosotros y su deseo de unidad para todos los que creen en él”, Francisco expresó el 31 de octubre, en la Oración Ecuménica: “queremos manifestar nuestro deseo común de permanecer unidos a él para tener vida”. Y rezó: “Señor, ayúdanos con tu gracia a estar más unidos a ti para dar juntos un testimonio más eficaz de fe, esperanza y caridad”.

En su alocución el Obispo de Roma dijo que Católicos y Luteranos han empezado a caminar juntos por el camino de la reconciliación y reconoció que nos hemos encerrado en nosotros mismos por temor o prejuicios a la fe que los demás profesan con un acento y un lenguaje diferente“. Y afirmó que:

“la experiencia espiritual de Martín Lutero nos interpela y nos recuerda que no podemos hacer nada sin Dios. ‘¿Cómo puedo tener un Dios misericordioso?’. Esta es la pregunta que perseguía constantemente a Lutero. En efecto, la cuestión de la justa relación con Dios es la cuestión decisiva de la vida. Como se sabe, Lutero encontró a ese Dios misericordioso en la Buena Nueva de Jesucristo encarnado, muerto y resucitado. Con el concepto de ‘sólo por la gracia divina’, se nos recuerda que Dios tiene siempre la iniciativa y que precede cualquier respuesta humana, al mismo tiempo que busca suscitar esa respuesta. La doctrina de la justificación, por tanto, expresa la esencia de la existencia humana delante de Dios”.

El Papa continuó explicando la importancia del testimonio cristiano de unidad. Dijo que “Jesús intercede por nosotros como mediador ante el Padre, y le pide por la unidad de sus discípulos ‘para que el mundo crea’ (Jn. 17,21). Esto es lo que nos conforta, y nos mueve a unirnos a Jesús para pedirlo con insistencia: ‘Danos el don de la unidad para que el mundo crea en el poder de tu misericordia’. Este es el testimonio que el mundo está esperando de nosotros. Los cristianos seremos testimonio creíble de la misericordia en la medida en que el perdón, la renovación y reconciliación sean una experiencia cotidiana entre nosotros. Juntos podemos anunciar y manifestar de manera concreta y con alegría la misericordia de Dios, defendiendo y sirviendo la dignidad de cada persona. Sin este servicio al mundo y en el mundo, la fe cristiana es incompleta“.

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Texto completo de las palabras de Papa Francisco en la Catedral de Lund

«Permaneced en mí, y yo en vosotros» (Jn 15,4). Estas palabras, pronunciadas por Jesús en el contexto de la Última Cena, nos permiten asomarnos al corazón de Cristo poco antes de su entrega definitiva en la cruz. Podemos sentir sus latidos de amor por nosotros y su deseo de unidad para todos los que creen en él. Nos dice que él es la vid verdadera y nosotros los sarmientos; y que, como él está unido al Padre, así nosotros debemos estar unidos a él, si queremos dar fruto.

En este encuentro de oración, aquí en Lund, queremos manifestar nuestro deseo común de permanecer unidos a él para tener vida. Le pedimos: «Señor, ayúdanos con tu gracia a estar más unidos a ti para dar juntos un testimonio más eficaz de fe, esperanza y caridad». Es también un momento para dar gracias a Dios por el esfuerzo de tantos hermanos nuestros, de diferentes comunidades eclesiales, que no se resignaron a la división, sino que mantuvieron viva la esperanza de la reconciliación entre todos los que creen en el único Señor.

Católicos y luteranos hemos empezado a caminar juntos por el camino de la reconciliación. Ahora, en el contexto de la conmemoración común de la Reforma de 1517, tenemos una nueva oportunidad para acoger un camino común, que ha ido conformándose durante los últimos 50 años en el diálogo ecuménico entre la Federación Luterana Mundial y la Iglesia Católica. No podemos resignarnos a la división y al distanciamiento que la separación ha producido entre nosotros. Tenemos la oportunidad de reparar un momento crucial de nuestra historia, superando controversias y malentendidos que a menudo han impedido que nos comprendiéramos unos a otros.

Jesús nos dice que el Padre es el dueño de la vid (cf. v. 1), que la cuida y la poda para que dé más fruto (cf. v. 2). El Padre se preocupa constantemente de nuestra relación con Jesús, para ver si estamos verdaderamente unidos a él (cf. v. 4). Nos mira, y su mirada de amor nos anima a purificar nuestro pasado y a trabajar en el presente para hacer realidad ese futuro de unidad que tanto anhela.

También nosotros debemos mirar con amor y honestidad a nuestro pasado y reconocer el error y pedir perdón: solamente Dios es el juez. Se tiene que reconocer con la misma honestidad y amor que nuestra división se alejaba de la intuición originaria del pueblo de Dios, que anhela naturalmente estar unido, y ha sido perpetuada históricamente por hombres de poder de este mundo más que por la voluntad del pueblo fiel, que siempre y en todo lugar necesita estar guiado con seguridad y ternura por su Buen Pastor. Sin embargo, había una voluntad sincera por ambas partes de profesar y defender la verdadera fe, pero también somos conscientes que nos hemos encerrado en nosotros mismos por temor o prejuicios a la fe que los demás profesan con un acento y un lenguaje diferente.

El Papa Juan Pablo II decía: «No podemos dejarnos guiar por el deseo de erigirnos en jueces de la historia, sino únicamente por el de comprender mejor los acontecimientos y llegar a ser portadores de la verdad» (Mensaje al cardenal Johannes Willebrands, Presidente del Secretariado para la Unidad de los cristianos, 31 octubre 1983). Dios es el dueño de la viña, que con amor inmenso la cuida y protege; dejémonos conmover por la mirada de Dios; lo único que desea es que permanezcamos como sarmientos vivos unidos a su Hijo Jesús. Con esta nueva mirada al pasado no pretendemos realizar una inviable corrección de lo que pasó, sino «contar esa historia de manera diferente» (COMISIÓN LUTERANO-CATÓLICO ROMANA SOBRE LA UNIDAD, Del conflicto a la comunión, 17 junio 2013, 16).

Jesús nos recuerda: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). Él es quien nos sostiene y nos anima a buscar los modos para que la unidad sea una realidad cada vez más evidente. Sin duda la separación ha sido una fuente inmensa de sufrimientos e incomprensiones; pero también nos ha llevado a caer sinceramente en la cuenta de que sin él no podemos hacer nada, dándonos la posibilidad de entender mejor algunos aspectos de nuestra fe. Con gratitud reconocemos que la Reforma ha contribuido a dar mayor centralidad a la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia. A través de la escucha común de la Palabra de Dios en las Escrituras, el diálogo entre la Iglesia Católica y la Federación Luterana Mundial, del que celebramos el 50 aniversario, ha dado pasos importantes. Pidamos al Señor que su Palabra nos mantenga unidos, porque ella es fuente de alimento y vida; sin su inspiración no podemos hacer nada.

La experiencia espiritual de Martín Lutero nos interpela y nos recuerda que no podemos hacer nada sin Dios. «¿Cómo puedo tener un Dios misericordioso?». Esta es la pregunta que perseguía constantemente a Lutero. En efecto, la cuestión de la justa relación con Dios es la cuestión decisiva de la vida. Como se sabe, Lutero encontró a ese Dios misericordioso en la Buena Nueva de Jesucristo encarnado, muerto y resucitado. Con el concepto de «sólo por la gracia divina», se nos recuerda que Dios tiene siempre la iniciativa y que precede cualquier respuesta humana, al mismo tiempo que busca suscitar esa respuesta. La doctrina de la justificación, por tanto, expresa la esencia de la existencia humana delante de Dios.

Jesús intercede por nosotros como mediador ante el Padre, y le pide por la unidad de sus discípulos «para que el mundo crea» (Jn 17,21). Esto es lo que nos conforta, y nos mueve a unirnos a Jesús para pedirlo con insistencia: «Danos el don de la unidad para que el mundo crea en el poder de tu misericordia». Este es el testimonio que el mundo está esperando de nosotros. Los cristianos seremos testimonio creíble de la misericordia en la medida en que el perdón, la renovación y reconciliación sean una experiencia cotidiana entre nosotros. Juntos podemos anunciar y manifestar de manera concreta y con alegría la misericordia de Dios, defendiendo y sirviendo la dignidad de cada persona. Sin este servicio al mundo y en el mundo, la fe cristiana es incompleta.

Luteranos y católicos rezamos juntos en esta Catedral y somos conscientes de que sin Dios no podemos hacer nada; pedimos su auxilio para que seamos miembros vivos unidos a él, siempre necesitados de su gracia para poder llevar juntos su Palabra al mundo, que está necesitado de su ternura y su misericordia.

Fuente Religión Digital

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Oración y Reforma

Lunes, 31 de octubre de 2016
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“Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”
(Fil. 2: 12-13).

 

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“Tengo tantas cosas que hacer,

que pasaré las primeras tres horas orando”

(…)

“La oración no es para cambiar los planes de Dios.

Es para confiar,

descansar en Él,

y hallar la paz”

*

Martin Lutero

***

“Omnipotente y eterno Dios, ¡qué terrible es este mundo! ¡Cómo quiere abrir sus quijadas para devorarme! ¡Y qué débil es la confianza que pongo en ti! Dios mío, protégeme en contra de la sabiduría mundanal. Lleva a cabo la obra, puesto que no es mía; sino tuya. No tengo nada que me traiga aquí, ni tengo controversia alguna con estos grandes de la tierra. Desearía pasar los días que me quedan de vida, tranquilo, feliz y lleno de calma. Empero, la causa es tuya; es justa; es eterna. ¡Dios mío, ampárame, tú eres fiel y no cambias nunca¡ No pongo mi confianza en ningún hombre.

¡Dios mío, Dios mío!, ¿No me oyes? ¿Estás muerto? No, no estás muerto, más te escondes. Dios mío, ¿dónde estás? Ven, ven. Yo sé que me has escogido para esta obra. ¡Levántate, pues, y ayúdame! Por amor de tu amado Hijo Jesucristo, que es mi defensor, mi escudo y mi fortaleza, ponte de mi lado. Estoy listo, dispuesto a ofrecer mi vida, tan obediente como un cordero, en testimonio de la verdad. Aun cuando el mundo estuviera lleno de diablos; aunque mi cuerpo fuera descoyuntado en el ‘potro’, despedazado y reducido a cenizas, mi alma es tuya: tu Sagrada Escritura me lo dice. Amén. ¡Dios mío, ampárame! Amén.”

*

Martín Lutero
Oración antes de presentarse ante la dieta de Worms. Salmo 43

***

Lutero, orante de gran fe, visitó a Melanchton en una ocasión en que éste se encontraba en estado agonizante. Su muerte parecía tan próxima como inevitable. Entre sollozos, oró Lutero pidiendo a Dios la recuperación física de su más íntimo colaborador. Una exclamación vehemente al final de la oración hizo salir a Melanchton de su estupor. Sólo pronunció unas palabras: «Martín, ¿por qué no me dejas partir en paz?» «No podemos prescindir de ti, Felipe», fue la respuesta. Lutero, de rodillas junto al lecho del moribundo, continuó orando por espacio de una hora. Después persuadió a su amigo para que comiera una sopa. Melanchton empezó a mejorar y pronto se restableció totalmente. La explicación la daba Lutero con estas palabras: «Dios me ha devuelto a mi hermano Melanchton en respuesta directa a mis oraciones»

*

José M. Martínez
Pensamiento Cristiano, Octubre 2011

***

calvino

“Concede, Dios Todopoderoso, que desde que estamos bajo la dirección de tu Hijo hemos sido unidos al cuerpo de tu Iglesia que, en muchas ocasiones se ha dispersado o desgarrado en pedazos; permite que podamos continuar en la unidad de la fe, y que luchemos con perseverancia en contra de todas las tentaciones de este mundo y que nunca nos desviemos del camino correcto, sin importar los nuevos problemas que se presenten diariamente; y aunque estemos expuestos a muchas muertes, permite que el temor no se apodere de nosotros/as de manera tal que extinga la esperanza de nuestros corazones; sino que, al contrario, levantemos nuestros ojos y nuestras mentes y todos nuestros pensamientos a tu gran poder, por el cual aligeraste la muerte, y levantaste de la nada cosas que no existían, para que así, aunque estamos expuestos a ruina diariamente, nuestras almas puedan aspirar a la salvación eterna hasta que verdaderamente te reveles como la fuente de vida, cuando podamos disfrutar de esa dicha sin fin que ha sido obtenida para nosotros por la sangre de tu único Hijo nuestro Señor. Amén.”

*

Juan Calvino

***

«Acostumbro a definir este libro como una anatomía de todas las partes del alma, porque no hay sentimiento en el ser humano que no esté ahí representado como en un espejo. Diría que el Espíritu Santo colocó allí, a lo vivo, todos los dolores, todas las tristezas, todos los temores, todas las dudas, todas las esperanzas, todas las preocupaciones, todas las perplejidades hasta las emociones más confusas que agitan habitualmente el espíritu humano».

*

Juan Calvino (1509-1564)
prefacio de su comentario a los salmos

***

““El Señor nos mandó a orar. El lo ordenó, no tanto para su propio bien, sino para el nuestro. El actúa –como es correcto– para que la gloria sea para él, el reconocimiento de que todo lo que deseamos y consideramos para nuestro beneficio, viene de él.”

Dispuestos en la mente y el corazón, como corresponde a aquellos que entran en conversación con Dios… desde  el fondo de nuestro corazón… las únicas personas que debida y correctamente se ceñirán para orar son los que están tan conmovidos por la majestad de Dios, que, libre de cuidados y afectos terrenales, llegan a la misma… manteniendo la disposición de un mendigo… con afecto sincero de corazón, y al mismo tiempo el deseo de obtenerlo de él… pedir con fe, no dudando nada…”

“… A menos que nos fijemos ciertas horas en el día para la oración, fácilmente se deslizará de nuestra memoria… A pesar de que nuestras mentes siempre deben estar levantadas a Dios, hay ciertas horas que no debemos dejar pasar sin oración- cuando nos levantamos en la mañana; cuando comenzamos y terminamos los alimentos cuando nos vamos a la cama. Pero también cuando nosotros u otros estamos siendo amenazados de cerca por peligro debemos volvernos a Dios por ayuda; cuando el bien nos llega debemos volvernos a Él en acción de gracias. De nuevo, debemos siempre dejar a Dios Su libertad y no decirle lo que debe hacer. Dejamos nuestra voluntad a Su disposición, y paciencia, no debemos cansarnos de orar.”

*

Juan Calvino
en T. H. L. Parker. John Calvin. A Biography. Página 62.

***

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V Centenario de la Reforma

Lunes, 31 de octubre de 2016
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monumento-lutero-wittenberg-alemaniaHoy día 31 de octubre comienzan los actos conmemorativos del V centenario de la Reforma impulsada por Martin Lutero. Queremos compartir hoy con vosotros la carta que al respecto ha publicado la Comunidad Apostólica Fronteras Abiertas (CAFA) a la cual pertenecemos algunos de los miembros de esta comunidad de Cristianos Gays:

En el año 2017 se cumplirán 500 años de un hecho que cambió la historia de la humanidad: el 31 de octubre de 1517 Martín Lutero colgaba en Wittemberg sus 95 tesis de denuncia contra la corrupción religiosa y moral de su tiempo; eso fue el inicio de un profundo movimiento de liberación cuyas consecuencias siguen vivas en nuestros días.

Ante el comienzo de la celebración de este Centenario el próximo 31 de octubre de 2016 la Comunidad Apostólica Fronteras Abiertas se une a esta acción de gracias al Señor mostrando la cercanía y unidad de espíritu, deseando que sea un año de gracia que nos acerque más a Dios nuestro Padre.

Fruto de esto creemos que la unidad en el sentido de la comunión plena no significa uniformidad, sino unidad en la diversidad y diversidad en la unidad. Dentro de la única Iglesia, comunidad de bautizados, hay lugar para una diversidad legítima de mentalidades, de tradiciones, de ritos, de reglas canónicas, de teologías y de espiritualidades. Podemos decir también que la esencia de la unidad, concebida como comunión, es la catolicidad en su significado originario, que no es confesional sino cualitativo; indica la realización de todos los dones que pueden aportar las Iglesias particulares y confesionales.

En definitiva, la unidad es una aventura del Espíritu. Por eso, concluimos tomando prestadas las palabras del apóstol: “La esperanza no quedará defraudada, pues el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por la virtud del Espíritu Santo, que nos ha sido dado” (Rm 5, 5)

Fuente: Comunidad Apostólica Fronteras Abiertas

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Francisco prepara la rehabilitación de Martín Lutero: “Lutero fue un reformador en un momento difícil, puso la Palabra de Dios en manos de los hombres”

Lunes, 31 de octubre de 2016
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lut_560x280El Papa Francisco, junto a la estatua de Martín Lutero

Francisco defiende la reforma en una entrevista a La Civilità Cattolica antes de viajar a Suecia

El Papa podría proponer la fórmula de la “intercomunión” con los luteranos

Para Bergoglio, el agustino “era un reformador, y en aquel tiempo la Iglesia no era un ejemplo a imitar”

El proselitismo es una actitud pecaminosa, que pretende convertir la iglesia en una organización

De Lutero a Francisco, en Sal Terrae

(Jesús Bastante).- El 31 de octubre de 1517, el agustino Martín Lutero clavaba en la puerta de la iglesia de Wittemberg sus famosas 95 tesis, en las que denunciaba la corrupción y la venta de indulgencias en la Iglesia de Roma. Este fue el germen del segundo gran cisma de la Historia de la Cristiandad, tras el que en 1054 separó a católicos y ortodoxos. Ahora, 499 años después, Francisco quiere sentar las bases para acabar con la división entre católicos y luteranos.

Francisco ha querido viajar a Suecia para abrir la conmemoración del “Año Lutero”, que culminará justo dentro de un año, cuando se cumpla en V Centenario de la Reforma. Aunque oficialmente no se quiere hablar de “celebración”, lo cierto es que el camino a seguir sugiere un momento histórico para el ecumenismo.

Y es que el Papa prevé rehabilitar a Martín Lutero”. No es posible, como recordó recientemente Kurt Koch, responsable de Ecumenismo de la Santa Sede, levantar la excomunión al fraile (esto solo puede hacerse en vida), pero sí reconocer -el Papa ya lo ha hecho- que las intenciones de Martín Lutero no estaban erradas, tal y como afirmó a su vuelta del viaje a Armenia, y ha vuelto a repetir en una entrevista, intencionadamente concedida a La Civiltà Cattolica, días antes de su visita a Suecia.

Era un reformador, tal vez algunos métodos no fueron correctos, más en aquel tiempo, si leemos la historia del pastor alemán luterano que se convirtió y se hizo católico, vemos que la Iglesia no era precisamente un modelo a imitar: había corrupción, mundanismo, el apego a la riqueza y el poder“, subrayó Bergoglio.

Reconocer que Lutero tenía razón en muchas de las cosas que defendió, y que el futuro ecuménico no depende tanto de anatemas y condenas anteriores, sino de comprensión y fe compartida en el presente y el futuro, supone un paso adelante histórico, pues implica reconocer que no fue un hereje y, sobre todo, que su gesto fue necesario.

“La diversidad es lo que quizá nos hizo tanto daño a todos y hoy procuramos la manera de encontrarnos después de 500 años. Creo que lo primero que hay que hacer es orar juntos. Después debemos trabajar por los pobres, los refugiados, tantas personas sufriendo, y, por último, que los teólogos procuren estudiar juntos… Se trata de un largo camino”, reconocía Francisco, quien esta misma semana se encontraba con teólogos protestantes en el Vaticano, y posaba sonriente ante una efigie de Martín Lutero.

“No todos los días un papa conmemora a Lutero”, comentaba esta semana el portavoz del Vaticano, Greg Burke, al recalcar la importancia histórica de la visita que se inicia mañana. Bergoglio, desde hace décadas, mantiene relaciones de hermandad con líderes ortodoxos y evangélicos, en una suerte de “ecumenismo real” que puede llevar a toda la Iglesia a romper definitivamente con las diferencias doctrinales y centrarse no tanto en una unidad física de confesiones, sino en una unión en el camino de construir un mundo según los designios del Evangelio.

“El proselitismo es pecado”, ha vuelto a decir el Papa. Y es que el futuro no parece estar en una unidad de iglesias, sino en un trabajo común, y en la confesión mutua al mismo Dios. Algo que, en la práctica, ya se hace. Especialmente en aquellos rincones del mundo donde, a día de hoy, ser cristiano supone estar cerca de la muerte y del martirio. “Es el ecumenismo de la sangre”, ha dicho en más de una ocasión Bergoglio.

El lema del viaje a Suecia no ha sido escogido al azar. “Juntos en la esperanza”, es toda una declaración de intenciones. Para ponerlo más claro, el Papa ha anunciado que hablará en español en todas sus intervenciones, lo que sugiere que tiene previsto improvisar en su lengua materna, y nadie descarta que pueda realizar algún “anuncio sorpresa”.

¿Cuál podría ser? Fuentes vaticanas apuntan a la posibilidad de permitir la llamada “intercomunión”, un término que suele utilizarse para designar la participación común en la eucaristía entre cristianos cuyas iglesias no están en comunión entre sí. La mera posibilidad de que ésto pueda producirse ha llevado a los cardenales más ultraconservadores, como Raymond Burke, a amenazar con otro cisma si esto se produce.

Obispos luteranos y católicos han expresado su deseo de que el Papa permita la intercomunión, por lo menos, en un primer momento, para los luteranos casados con católicos. El Papa ha mostrado apertura a que los luteranos reciban la Comunión junto con los católicos y el año pasado dijo a una mujer luterana que «siguiera adelante» guiada por su conciencia. También el año pasado, un pastor luterano de Roma insistió en que el Papa había «abierto la puerta» a la intercomunión entre católicos y luteranos después de que el Papa visitara una comunidad luterana y afirmara que las dos religiones «debían caminar juntas».

El viaje del pontífice para conmemorar uno de los momentos más difíciles de la historia católica, suscita críticas entre los sectores más conservadores, que la consideran inadecuada. Para Koche,Lutero no quería dividir la Iglesia. No quería crear dos iglesias. Quería reformar la Iglesia Católica, pero en aquel momento no era posible, y dio lugar a la división de los cristianos y ha terribles guerras de religión”, resumió el purpurado.

Además del diálogo interreligioso, Francisco aprovechará para lanzar desde el estadio Malmö un nuevo llamamiento de solidaridad con los refugiados y por la paz, dos temas que unen a católicos y protestantes. Entre los invitados a narrar el propio testimonio en el estadio figura el religioso colombiano Hector Fabio Henao, quien hablará del proceso de paz en Colombia, así como el Obispo de Alepo, la ciudad siria que sufre constantes bombardeos.

***

(Jesús Bastante).- Lutero fue un reformador en un momento difícil, dio un gran paso para poner la Palabra de Dios en manos de los hombres”. Pocos días antes de su viaje a Suecia para participar en la conmemoración ecuménica de los 500 años de la Reforma luterana, el Papa Francisco ha concedido una entrevista a La Civilità Cattolica, en la que habla de los retos del ecumenismo, las tentaciones del proselitismo y el martirio de los cristianos en Oriente Medio.

“A mí me viene una sola palabra, cercanía. Mi esperanza es poder estar más cerca de mis hermanos y hermanas. La cercanía hace bien a todos. La distancia nos hace daño. Cuando nos alejamos, nos cerramos en nosotros mismos, y no hay unidad, somos incapaces de encontrarnos. Debemos empezar a encontrarnos unos a otros. Si no lo hacemos, enfermaremos de división. Mi esperanza es poder dar un paso hacia adelante, para estar más cerca de mis hermanos y hermanas, que viven en Suecia”, incide el Papa cuando se le pregunta por los objetivos de su visita.

Sobre Lutero, Francisco confiesa que “sólo puedo pensar en dos palabras: Reforma y Escritura. Y es que, para el Papa, “Lutero fue un reformador en un momento difícil para la Iglesia. Lutero quiso poner remedio a una situación compleja. Después, en parte por situaciones políticas, y también religiosas, esa reforma se convirtió en separación y no en un proceso de reforma de toda la Iglesia, porque la Iglesia es semper reformanda. Del mismo modo, Bergoglio asegura queLutero dio un gran paso para poner la Palabra de Dios en manos de los hombres.

Para el Papa, “la reforma y la escritura son fundamentales para profundizar en la tradición luterana”, como él mismo pudo comprobar “en las congregaciones previas al cónclave”, en las que “los deseos de reforma estaban vivos y presentes en nuestros debates”.

El diálogo teológico debe continuar, es un camino a seguir” sostiene, rotundo, el Papa, que recuerda el “gran documento ecuménico sobre la Justificación”. “Por supuesto, hay dificultades, pero hay que continuar el diálogo teológico”, añade Bergoglio, quien insiste en que “debemos perseverar en el entusiasmo por la oración y las obras de misericordia en común, es decir, el trabajo para ayudar a los enfermos, los pobres, los que están en prisión. Hacer algo juntos es una forma alta y eficaz de diálogo. También creo que la educación. Es importante trabajar juntos y no forma sectaria”.

En todo, caso, “debemos tener muy claro que el proselitismo es pecado, subraya Francisco, quien recuerda cómo “Benedicto XVI ya dijo que la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción. El proselitismo es una actitud pecaminosa, que pretende convertir la iglesia en una organización.

Frente a esta actitud, el Santo Padre propone otra: “Hablar, rezar, trabajar juntos: este es el camino que debemos tomar. Cuando los cristianos son perseguidos y asesinados lo son por ser cristianos, no porque sean luteranos, calvinistas, anglicanos, católicos u ortodoxos. Hay un ecumenismo de la sangre“.

Sobre la matanza de Niza, el Papa recordó la reciente reunón de Asís, en la que “todos hemos dicho que no se puede hacer la guerra en nombre de la religión, o de Dios. Eso es una blasfemia, es satánico”.

Sobre el terrorismo, Francisco incidió en que “toda persona es capaz de convertirse en un terrorista con el simple uso de la lengua. No hablo de los conflictos que se hacen abiertamente, como la guerra. Estoy hablando de un terrorismo solapado, oculto, que tira palabras como bombas”, y eso duele mucho (…) Es necesario un cambio profundo de corazón para vencer esta tentación.

Sobre la situación de los cristianos en Oriente Medio, el Papa se mostró convencido de que “el Señor no abandonará a su pueblo”. En su opinión Oriente Medio es una tierra de mártires.

Recordando su visita a Lesbos, Bergoglio narró cómo “me encontré con un padre con dos hijos. Me dijo que estaba enamorado de su esposa. Él es musulmán y ella era cristiana. Cuando llegaron los terroristas, querían llevarse la cruz, y ella se negó, y fue sacrificada delante de su marido y sus hijos. Y siguió diciéndome: ‘Yo la amo tanto, que la quiero tanto’. Sí, es una mártir. Pero el cristiano sabe que hay esperanza. La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos.

Fuente Religión Digital

 

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La recuperación católica de Martín Lutero

Jueves, 1 de septiembre de 2016
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lutero_03De su blog El Catalejo del Pepe:

Algo está cambiando

“Hay signos de superación de las tensiones emocionales y doctrinales”

(José Agustín Cabré).- Andaban los funcionarios enviados por el Vaticano (Roma, en ese entonces) vendiendo documentos que aseguraban el cielo a quienes los compraran a buen precio. Se trataba de juntar dinero para los gastos de la corte papal, de las guerras entre los estados del centro de Europa, y para enfrentar a la armada turca. La venta de “indulgencias” era un negocio redondo: aumentaba el ingreso para la jerarquía católica y dejaba a los compradores con el alma más limpia que un recién bautizado.

Observando esa situación, un cura dominico llamado Martín Lutero, se indignó. Escribió pergaminos con 95 proposiciones que señalaban las incongruencias de la predicación católica, las hizo públicas pegándolas en las puertas del templo de Todos los Santos, en la ciudad de Wittenburg, y tuvo que salir huyendo en busca de protección por parte de príncipes y gobernantes peleados con Roma.

Desde ese momento Lutero fue considerado un réprobo por parte de la iglesia católica. Su actuación marcó el inicio de la llamada Reforma Protestante que exigía más biblia que palabrería desde Roma, y más fe que acciones interesadas en “merecer” la salvación. La respuesta católica fue la declaración de guerra, tanto mental, doctrinal como también física: los diversos gobiernos europeos tomaron arcabuces y espadas y se pusieron a pelear entre ellos por asuntos de religión.

Católicos y protestantes diversificados en muchas tradiciones mas o menos parecidas, se consideraron enemigos, aunque ambas corrientes aseguraban fundarse en la persona y el mensaje de Jesús de Nazaret. Se trató de una de las calamidades más tontas en la historia de occidente.

Lutero y sus seguidores fueron marcados como demonios por la parte católica. La iglesia romana fue detestada como la gran prostituta de Babilonia por las tradiciones protestantes. Por 500 años no ha habido entendimiento, aunque desde hace un tiempo las cúpulas pensantes han estado trabajando en un plan común de acercamiento.

Esa tarea no llega aún a las bases que se siguen ignorando y despreciando mutuamente.

Pero algo está cambiando. El reconocimiento que han hecho los obispos católicos de Alemania expresando que Martín Lutero ha sido “un pionero religioso, un testigo del evangelio y un maestro de la fe”, indica que nuevos aires están limpiando el ambiente de ese clima de enfrentamiento que ha durado tanto tiempo. La iglesia católica está recuperando a Martín Lutero al reconocer la razón de su protesta por los abusos que denunciaba, por promover la Sagrada Escritura como centro orientador de toda la vida cristiana, y por proclamar a Jesús, como único mediador entre Dios y la humanidad.

Al cumplirse en el 2017 los 500 años de la Reforma, hay signos de superación de las tensiones emocionales y doctrinales. Se stá trabajando en la “sanación del recuerdo” y en la búsqueda de una unidad más visible y no solamente en una reconciliación de abrazos y promesas.

Fuente Religión Digital

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Los obispo alemanes dicen que Lutero fue “un pionero religioso, testigo del Evangelio y maestro de la fe”

Lunes, 15 de agosto de 2016
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500-jahre-reformation-luther-2017La Conferencia Episcopal germana publica “La Reforma en perspectiva ecuménica”

Admitir nuestra culpa y arrepentirnos en ambos lados por los últimos 500 años

“Sostienen que el “desafío teológico y espiritual” del reformador tiene “consecuencias eclesiales y políticas” para el catolicismo de hoy “

El Papa anuncia que luteranos y católicos conmemorarán juntos, en 2017, el V Centenario de la Reforma

Cardenal Marx pide “leer con respeto los textos de Lutero y sacar provecho de sus ideas”

Protestantes alemanes piden que se retire la excomunión a Lutero

Merkel agradece a Lutero el logro de una sociedad “madura y responsable”

(Cameron Doody).- Como parte de los preparativos para el 500 aniversario de la Reforma que se celebrará el año que viene, los obispos católicos de Alemania han publicado esta semana un informe –“La Reforma en perspectiva ecuménica”-, en el que describen a Martín Lutero como “un pionero religioso, testigo del Evangelio y maestro de la fe”, además de invitar a que las diferencias doctrinales que aún persisten entre la Iglesia católica y la luterana no tengan ya “un efecto de división” visible.

El presidente de la Comisión Ecuménica de la Conferencia Episcopal alemana, el obispo Gerhard Feige de Magdeburgo, sostiene en este informe sobre el diálogo católico-luterano que Lutero (autor de las 95 Tesis colgadas en 1517 en la puerta de la Iglesia de Todos Los Santos en Wittenburg que condenaban, entre otras cosas, la venta de indulgencias o la fundación poco bíblica de la autoridad papal) se preocupaba solo por renovar la fuerza teológica del arrepentimiento y de la conversión.

Pero no solo no recibió el reformador, de la Iglesia de aquel entonces, la audiencia y acogida que sus ideas merecían -en opinión de la comisión ecuménica- sino que el “desafío teológico y espiritual” que planteó en su momento tiene “consecuencias eclesiales y políticas para la comprensión de la Iglesia y del Magisterio”.

Como ejemplo de la vigencia continuada de la teología luterana para la Iglesia católica de hoy, los obispos alemanes citan la convicción protestante de que “la Sagrada Escritura es el centro y estándar para toda la vida cristiana”, y, a su vez, la creencia de que “Jesucristo es el centro de la Escritura y el único mediador”.

Tal énfasis en la Biblia y la mediación de un único Salvador más allá de las interferencias de la Iglesia sería perfectamente asumible por la Iglesia católica, según afirma el informe. Es más: la reevaluación de los puntos comunes entre católicos y luteranos ayudarían a ambas Iglesias a “afrontar el reto de hablar con una sola voz como cristianos cuando todos nos vemos desafiados” por los retos del mundo actual, como el ateísmo, laicismo o el islam.

“Mientras que las heridas” de la Reforma protestante “se dejan sentir hasta nuestros días”, afirma el documento de los obispos alemanes, “es gratificante que la teología católica haya tenido éxito, durante este tiempo, en reexaminar con seriedad los acontecimientos del siglo XVI”. Ya no prevalece, a juicio de los prelados germanos, la “luz negativa y despectiva” con la que se valoró tradicionalmente el cisma, y que ha contribuido, en los últimos 500 años, a tensiones familiares, políticas y socioculturales, tanto en Alemania como en el mundo entero.

La nueva declaración de la Conferencia Episcopal alemana viene a ser, por consiguiente, una llamada a que el aniversario de la Reforma en 2017 (aprovechando la “implicación intensiva” que ambas Iglesia han demostrado hasta el momento en la causa del acercamiento) sea ocasión no solo de “la sanación del recuerdo” sino de la “unidad visible”, más allá de una mera “diversidad reconciliada”.

En una entrevista al Catholic News Service esta semana el vicepresidente de la comisión ecuménica germana, el obispo Heinz Algermissen de Fulda, dio voz a tal sentimiento cuando dijo que las conmemoraciones que se acercan no pueden tomarse como una mera efeméride. “También hay que admitir nuestra culpa por los errores del pasado y arrepentirnos en ambos lados por los últimos 500 años”, señaló el prelado al CNS.

Fuente Religión Digital

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Teólogos de todo el mundo reclaman cambios sobre homosexualidad, aborto, celibato, sacerdocio femenino y divorciados

Jueves, 15 de octubre de 2015
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la-iglesia-y-los-gays“La enseñanza del Magisterio está condicionada por cada momento histórico”

Aun antes del Sínodo dedicado a la Familia, se venían tratando por parte de biblistas, teólogos, juristas y pastoralistas diversos temas dentro de la Iglesia católica, que reclamaban un nuevo planteamiento. La involución posconciliar los consideró descartables de toda posible renovación.

Con el anuncio del Sínodo se acentuó la necesidad de abordarlos de una vez, de manera que se pudieran ajustar a una nueva comprensión y solución en el momento actual. Estamos ya metidos en el Sínodo y vemos cómo ha reaccionado un sector eclesial en contra de todo intento de apertura, como si la renovación cuestionara no sólo ciertos presupuestos de la enseñanza tradicional sino la fidelidad a la doctrina auténtica de la Iglesia y al mismo Evangelio.

En este sentido, con respeto y ponderación, el presente Documento pretende presentar fundadamente la legitimidad de un cambio. No es un tratado ni un mero extracto de conclusiones, sino una exposición suficientemente argumentada, para quienes sufren de cerca el problema y quienes están interesados en su desarrollo histórico hasta el momento actual..

Entendemos que el Documento es resultado de investigaciones, reflexiones y experiencias que vienen de muy atrás y muestran la necesidad de un cambio.

En la Iglesia y Sociedad de hoy, dentro de un marco ético y evangélico, pretendemos aportar fundamentación al replanteamiento y solución de problemas, que parecieran intocables, y sobre los que mucha gente espera urgente renovación:

– La Homosexualidad
– El Aborto
– El Celibato opcional: los curas casados
– El sacerdocio de la mujer
– Los divorciados en la Iglesia.

I -Dos premisas necesarias

1.Norma primera: el seguimiento de Jesús
La Iglesia católica siempre se ha ocupado de la familia por ser parte integrante de su misión. Como asegura el Instrumentum Laboris del Sínodo ” El fundamento del anuncio de la iglesia acerca de la familia radica en la predicación y vida de Jesús”. Procede, por tanto, volver a la norma fundamental del seguimiento de Jesús, que nos propone vivir como él y hacer nuestro su proyecto y que debe guiar la vida de todo matrimonio y familia.

El seguimiento de Jesús, norma simple y universal, conlleva unos valores propios, pero que hoy se nos han diluido en la marea ingobernable de un neoliberalismo consumista. “La moral cristiana, recalca el Papa Francisco, no es una moral estoica, es más que una ascesis , no es una mera filosofía , ni un catálogo de pecados y errores…Sin amor, el edificio moral de la Iglesia puede convertirse en un castillo de naipes” (GE, cfr, 25-39).

Este seguimiento supone abrazar el proyecto de Jesús, apostando por los valores que él luchó y vivió, y que resultan incompatibles con los de otros proyectos. Dichos valores, que nos harán entrar en conflicto por causa de este Hombre, están a la vista en las páginas del Evangelio: todos vosotros sois hermanos; el que aspire a ser el mayor, que sea servidor de todos; los últimos serán los primeros; hacer un bien a los más pequeños es como hacerlo a mí mismo, de modo que al final se os juzgará en base a cómo os habéis portado con los más pequeños.

2.Norma primera y ética universal

El seguimiento de Jesús incluye, como es natural, la ética humana asentada sobre la dignidad de la persona: ” Los pueblos reafirman su fe en los derechos del hombre, en la dignidad y valor de la persona humana y en la igualdad de hombres y mujeres” (Declaración universal de los Derechos Humanos, Preámbulo).

Por donde los que nos profesamos seguidores de Jesús, nos consideramos identificados en esa dignidad fundamental, que nos permite caminar unidos coincidiendo en valores, criterios y actitudes vinculantes para todos. Haciendo uso de nuestra razón y responsabilidad, asumimos la herencia histórica de unas y otras culturas ,de unas y otras religiones, que nos provee de ese hilo que sostiene, teje y entrega esa “dignidad y valor de la persona y de los derechos que de ella derivan”.

Compartimos, por tanto, el hecho innegable de la unidad de la familia humana, que tiene como quicio el respeto total a la persona humana , con el imperativo de procurar a todos un trato humano, -obligatorio para individuos y Estados- y que queda esculpido en la llamada regla de oro: “No hagas a los demás, lo que no quieras para ti”.
Esta unidad no niega las diferencias entre los pueblos, pero que no se sobreponen a lo que es sustantivo y esencial a todos: la dignidad de persona. Sobre esa base, surgen y se elaboran normas -hoy convertidas en Derechos- que posibilitan un consenso universal.

II – Norma evangélica y ética universal ante el reto de problemas de los matrimonios y familias actuales.

1.La enseñanza del Magisterio está condicionada por cada momento histórico, según la evolución de las diversas ciencias

A la norma primera del seguimiento, siguieron en el transcurso de los siglos, multitud de otras normas. Todas ellas se hicieron desde unas circunstancias y razones históricas concretas. Pero, muchas de ellas quedaron obsoletas y fueron impugnadas, porque se mantuvieron contra viento y marea, al margen de la ciencia, del sentir del pueblo, de las nuevas propuestas de numerosos teólogos y moralistas que ya las habían formulado antes, durante y después del concilio Vaticano II y al margen sobre todo del Evangelio.

La indiferencia y alejamiento provenían de estar elaboradas desde paradigmas culturales que no respondían al conocimiento actual – científico y bíblicoteológico- de esos temas . La formulación doctrinal hecha por la Patrística y la Edad Media pudo servir a muchas generaciones para vivir su fe, pero no todas son expresión adecuada y definitiva del Evangelio, siempre universal, sino de presupuestos científicos, antropológicos y cosmológicos evolutivos y perfeccionables.

Quiere esto decir, que la Iglesia debe compartir la verdad del Evangelio sobre la familia con la verdad de la ciencia respetando su autonomía y método propios , así como el significado de la propia investigación bíblico teológica. Esta colaboración no se ha dado como se debiera en el pasado y ha llevado a la Iglesia a deificar muchas veces su magisterio considerándose poseedora de toda verdad.

2.La tarea menospreciada de los teólogos

El concilio Vaticano II se celebró hace 50 años; en él tuvieron parte decisiva muchos teólogos, posteriormente represaliados; de él salieron orientaciones como éstas: “Las recientes adquisiciones científicas, históricas o filosóficas platean nuevos problemas que arrastran consecuencias para la vida y reclaman investigaciones nuevas por parte de los teólogos” (GS, 62), “En el cuidado pastoral deben conocerse suficientemente las conquistas de las ciencias profanas de modo que también los fieles sean conducidos a una vida de fe más genuina y más madura” (GS, 62) .

Sin duda, los obispos deben velar y exponer la doctrina cristiana, de acuerdo con la Revelación, pero ” según lo requiere el cargo y la importancia del asunto, celosamente trabajan con los medios adecuados a fin de que se estudie como se debe esta Revelación y se la proponga apropiadamente ” (LG, 25).

Gratamente reconocemos que el Papa Francisco asume y reafirma lo que durante el largo período posconciliar fue claramente desatendido provocando un desfase de su doctrina y normas con relación al mundo actual:

“El mensaje que anunciamos , siempre tiene algún ropaje cultural, pero a veces en la Iglesia caemos en la vanidosa sacralización de la propia cultura, con lo cual podemos mostrar más fanatismo que auténtico fervor evangelizador” (GE, 117). “La teología -no sólo la teología pastoral- en diálogo con otras ciencias y experiencias humanas, tiene gran importancia para pensar cómo hacer llegar las propuesta del Evangelio a la diversidad de contextos culturales y destinatarios. La Iglesia, empeñada en la evangelización , aprecia y alienta el carisma de los teólogos y su esfuerzo por la investigación teológica, que promueve el diálogo con el mundo de las culturas y de las ciencias. Convoco a los teólogos a cumplir este servicio como parte de la misión salvífica de la Iglesia” ( GE, 131). “Más que el temor a equivocarnos , espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos dice: `¡ Dales vosotros de comer ¡`(Mc 6-37), ( G.E., 46-49).

Desde estas premisas, pensamos que se puede dar solución a problemas ( la homosexualidad, el aborto, el celibato opcional, la ordenación sacerdotal de la mujer, los divorciados en la Iglesia) que hasta el presente se los ha considerado como resueltos desde normas tradicionales inamovibles, sin reconocer las aportaciones de las ciencias ni el cambio y adaptaciones exigidas por la Exégesis y Teología en sus nuevos avances.

El Papa Francisco, si miramos a lo hecho y dicho hasta ahora, se mueve en esta actitud de respeto, colaboración e integración del saber. Muchos queremos las reformas, por ellas hemos luchado fieles al Evangelio y al espíritu del Vaticano II, pero las resistencias pertinaces a nadie como a él le va a tocar verlas, sufrirlas y resolverlas.

Sobre los temas citados, la Exégesis y Teología modernas aportan luces y principios que difícilmente puede ignorar un cristiano de hoy. El Papa Francisco, con la libertad y coherencia que le caracterizan, trata de abordarlos distinguiendo lo que es y pertenece al Evangelio y lo que es y pertenece al bagaje cultural relativo de la humanidad. Ambas cosas -Evangelio y Culturas- se han necesitado y relacionado siempre y en cada momento se han implicado para dar respuesta a la búsqueda y problemas del hombre. Hoy, sin desestimar la herencia del pasado, la cribamos y la enriquecemos con los nuevos conocimientos, que nos alumbran espacios o aspectos inéditos de la realidad.

1.El tema de la Homosexualidad

“Cuando uno se encuentra con una persona gay, debe distinguir entre el hecho de ser gay del hecho de hacer lobby, porque ningún lobby es bueno. Si una persona es gay y busca al Señor, y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo? (Papa Francisco, a los periodistas en el avión).

En Occidente la homosexualidad ha recibido una valoración muy variada. El Dr. John Boswell en su libro “Las bodas de la semejanza” ( 640 páginas) documenta cómo en la Iglesia católica del siglo VI al XII existía como normal la celebración litúrgica de parejas homosexuales, según ritos y oraciones propias, presididas por un sacerdote. Es, a partir del siglo XIII, que la homosexualidad va revistiendo un carácter de vicio horrible (pecado nefandum= innombrable), tan horrible que lo de innombrable no se aplica a otros hechos más graves: “Asesinato, matricidio, abuso de menores, incesto, canibalismo, genocidio e incluso deicidio son mencionables”. ¿Por qué este horror que convierte la homosexualidad en el peor de los pecados?

Es también muy común la opinión de que se elaboró una construcción bíblico- teológica moral justificatoria de la gravedad de este pecado, hoy demostrada como precientífica y opuesta al contexto y sentido de los textos bíblicos y que la dejan desprovista de este tipo de argumentos para condenarla.

Son de consenso generalizado las conclusiones científicas de que: “Ni desde la medicina, la psicología, la pedagogía, ni con medidas sociales o legales, ha sido posible cambiar la orientación sexual, aunque intentos no han faltado” (Juan L. T. Herreros, Aproximación a la realidad homosexual” pp. 133-134). Los estudios más diversos confluyen en la tesis de no poder calificar la homosexualidad como enfermedad, desviación psicosopática o perversión sexual. La orientación homosexual no afecta a la sanidad mental ni al recto comportamiento en el grupo social.

En razón de ello, la OMS ha suprimido la homosexualidad de la relación de enfermedades. Y el Consejo de Europa insta a los gobiernos a suprimir cualquier tipo de discriminación en razón de la tendencia sexual.

No vale contraponer a estas indicaciones, la existencia de una ética cristiana que las contradice y calificaría la homosexualidad como desordenada e intrínsecamente perversa. Sobre este particular, escribe el superreconocido teólogo E. Schillebeeckx: “En lo que respecta a la homosexualidad no existe una ética cristiana. Es un problema humano, que debe ser resuelto de forma humana. No hay normas específicamente cristianas para juzgar la homosexualidad” (Soy un teólogo felíz, p. 109).

Y, desde la perspectiva teológica, es bien fundada la posición de quienes sostienen que la sexualidad humana no tiene como modelo natural exclusivo la heterosexualidad -ese es un presupuesto no probado- sino que se da también la homosexualidad como una variante natural legítima, minoritaria.

Ciertamente, es un progreso recomendar respeto a los homosexuales, con exclusión de todo lo que sea despectivo o vejatorio. Los homosexuales son personas y, como tales, merecen el mismo respeto que todos los demás.

Pero, la inculcación de ese respeto carece de base, es en cierto modo aparente, si luego se sigue manteniendo que la homosexualidad y la relación entre homosexuales es desviada, intrínsecamente perversa. Por más que se proclame, si yo mantengo que el homosexual es un desviado y un perverso, en el fondo seguiré abrigando distancia, temor y desconfianza.

2. El tema del aborto

El tema del aborto requiere una mirada atenta a todos sus aspectos. No obstante, consideramos posible un acuerdo común en puntos éticos de valor universal. El primero: considerar básico el derecho de todo ser humano a la vida.

Pero defender el derecho a la vida no se identifica con la defensa del proceso embrionario desde su comienzo ni siquiera en pasos posteriores de su ciclo intrauterino. Es una cuestión abierta, científicamente hablando, en el sentido de que unos ponen un ser humano constituido desde el comienzo y otros no lo ponen hasta las ocho semanas, justo cuando el embrión pasa a ser feto.

Muchos estamos convencidos de que, en este punto, puede haber un acuerdo racional, científico y ético prepolíticos, porque la puerta de que disponemos para entrar en esa “realidad” es común a todos, y no es otra que la de la ciencia, de la filosofía y de la ética.

Puerta que vale también para los que se profesan creyentes. La fe, del tipo que sea, no sirve aquí para aclarar el problema del aborto. “No está en el ámbito del Magisterio de la Iglesia el resolver el problema del momento preciso después del cual nos encontramos frente a un ser humano en el pleno sentido de la palabra” (Bernhard Häring, autor de la famosa obra “La ley de Cristo”, y acaso el más reconocido moralista de la Iglesia católica).

“Todo individuo tiene derecho a la vida”, proclama la Declaración Universal de los Derechos Humanos (Art. 3). Y todo individuo tiene el deber de respetar ese derecho. Sin embargo, ¿se puede afirmar con seguridad que el proceso embrionario es desde el inicio un individuo humano? Resulta, por tanto, crucial averiguar si el proceso del embrión varía en su desarrollo, admite establecer dentro de él un antes y un después, un antes en que no es individuo y un después en que lo es. Teoría discutida y discutible, no dogma.

De hecho, siempre existieron en la tradición cristiana teorías diferentes (teoría de la animación sucesiva defendida por Sto. Tomás y teoría de la animación simultánea, defendida por San Alberto Magno) sobre el momento de constitución de la vida humana. Pero, la teología postridentina a la hora de resolver los problemas de la moral práctica ha partido siempre de la animación inmediata.

Las teorías más modernas afirman que el embrión no es propiamente individuo humano hasta después de algunas semanas.

Como escribe el catedrático Diego Gracia:”La mentalidad clásica , que sobrevalora el genoma como esencia del ser vivo, de tal manera que todo lo demás sería mero despliegue de las virtualidades allí contenidas, es la responsable de que la investigación biológica se haya concentrado de modo casi obsesivo en la genética, y haya postergado de modo característico el estudio del desarrollo, es decir, la embriología. Este estado de cosas no ha venido a resolverlo más que la biología molecular. La biología molecular ha llevado a su máximo esplendor el desarrollo de la genética, en forma de genética molecular. Pero, a la vez, ha permitido comprender que el desarrollo de las moléculas vivas no depende sólo de los genes”. (Diego Gracia, Etica de los confines de la vida, III, p.106).

El aserto clásico de que “todo está en los genes” es verdad sólo en parte y se hizo en detrimento de los factores morfológicos y espaciales, tan importantes en el desarrollo del embrión. Sin estos factores, los genes quedarían sin efecto. Los genes tienen capacidad para formar determinados órganos pero no si no hay inducción, lo cual viene a demostrar que el embrión actúa como un gran campo de fuerzas, en el que cada parte es un momento que está codeterminado por otros y a la vez los codetermina.

Se entiende por tanto que, desde este enfoque, el embrión requiera tiempo y espacio para la maduración de su sistema neuroendocrino y que no se halle constituido desde el primer momento como realidad sustantiva. Los genes no son una miniatura de persona. La biología molecular deja bien claro que, para el desarrollo y la ética del embrión, la información extragenética es tan importante como la información genética, que ella es también constitutiva de la sustantividad humana y que la constitución de esa sustantividad no se da antes de la organización (organogénesis) primaria e incluso secundaria del embrión, es decir, hasta la octava semana.

Queda claro de esta manera que quien siga esta teoría puede sostener razonablemente que la interrupción del embrión antes de la octava semana no puede ser considerada como atentado contra la vida humana, ni pueden considerarse abortivos aquellos métodos anticonceptivos que impiden el desarrollo embrionario antes de esa fecha. Esto es lo que, por lo menos, defienden no pocos científicos de primer orden (Diego Gracia, A. García-Bellido, Alonso Bedate , J.M. Genis-Gálvez, etc).

Esta hipótesis, suficientemente demostrada permite, a quien se apoya en ella, defender como no atentatorias contra la vida y como respetuosas de la vida aquellas acciones que se producen en el proceso constituyente del embrión antes de constituirse en feto, es decir, en estructura clausurada.

La teoría expuesta modifica notablemente muchos puntos de vista y establece un punto de partida común para entendemos, para orientar la conciencia de los ciudadanos, para fijar el momento del derecho a la vida del prenacido y para legislar con un mínimo de inteligencia, consenso y obligatoriedad para todos ante el conflicto de situaciones concretas.

Y en un Estado democrático, ninguna instancia civil o religiosa puede atribuirse el poder legislativo, como si dimanase de sí misma al margen de la realidad personal de los ciudadanos. La ética debe determinarse en cada tiempo mediando la racional y responsable participación de los ciudadanos, pues la razón con todo el abanico de sus recursos investigativos es la que, por tratarse de la dignidad humana y de sus derechos, nos habilita para llegar a ellos, explorarlos, entenderlos, valorarlos y acordarlos democráticamente.

Por lo mismo, aunque en el tema del aborto intervengan instancias civiles y religiosas, en este caso desde instancias científico-éticas se recorre un camino común, compartible por todos. Sin negar validez a los credos religiosos, podemos de esta manera convivir acordando entre todos lo mejor y lo más ético para cualquiera de los problemas que se planteen a toda Comunidad civil.

4. El tema de la ordenación sacerdotal de la mujer

“Creo que aún no hemos hecho una teología profunda de la mujer en la Iglesia. En cuanto a la ordenación de las mujeres la Iglesia ha hablado ciertamente y dice no. Lo ha dicho Juan Pablo II, pero con una formulación definitiva. Esa puerta está cerrada. Pero quiero decirles algo: la mujer en la Iglesia es más importante que los obispos y los curas. ¿Cómo? Esto es lo que debemos tratar de explicar mejor. Creo que falta una explicación teológica sobre esto”. (En el encuentro con los periodistas en el avión).
¡Esa es una puerta cerrada! Ciertamente lo es desde hace más de 20 siglos y lo sigue siendo. Pero, en el hoy del siglo XXI, es momento de preguntarse por qué está cerrada y si hay motivos para que siga cerrada.

Todos entendemos que haya podido ser así por razones de una situación histórico-cultural muy distinta a la nuestra. Situación que ha perdurado hasta hoy, pero no porque fuera una tradición “divino-apostólica” sino por ser una praxis introducida desde el principio por motivos hoy bien conocidos y explicables, pero que en modo alguno permitan elevar esta praxis a categoría divina y deducir que la no ordenación de la mujer “forma parte de la constitución divina de la Iglesia”. Las diferencias entre varón y mujer no son razón para someter la mujer al dominio del varón y excluirla de algunas tareas eclesiales.

La Carta Apostólica del Papa Juan Pablo II (30 de mayo de 1994), no aporta nada nuevo, su enseñanza estaba incluida en documentos anteriores, sobre todo en la Declaración del Papa Pablo VI Inter insigniores de 1976. Ni cuestiona para nada las investigaciones históricas o bíblicas. Juan Pablo II tuvo, es cierto, la voluntad de zanjar definitivamente la cuestión entre los fieles de la Iglesia católica. Pero, de inmediato, muchos comentaristas católicos le replicaron que esta es una cuestión abierta, una doctrina ajena a la Escritura y una verdad no revelada.

Por todo ello, no ha podido ser propuesta como una verdad de fe, ni definida como una verdad de magisterio infalible o ex – cathedra.

Los argumentos aducidos por la Carta son más que débiles: el hecho de que Jesús eligiera entonces únicamente a varones, no quiere decir que lo hiciera exclusivamente y para siempre. Esa exclusión a perpetuidad no va incluida en la acción de Jesús. Muchos teólogos y teólogas han probado que no existen objeciones dogmáticas para la admisión de la mujer a la ordenación sacerdotal. Y los obispos alemanes advirtieron al Papa de la “no oportunidad” de la publicación de esa Carta.

No es objeto de esta declaración entrar a describir la enorme literatura teológica que siguió a la publicación de la Carta. Pero queremos destacar algunos aspectos fundamentales.

El sacerdocio más que un derecho personal es una vocación y un servicio a Dios y a la Iglesia. Y queda fuera de toda duda que excluir a la mujer por razón de su sexo del ministerio sacerdotal supone de hecho una grave discriminación dentro de la Iglesia. Cristo no excluyó a la mujer del sacerdocio. Dios no hace distinción de personas.

Como muy bien ha escrito el teólogo Domiciano Fernández: “En la Iglesia católica se ha decidido desde arriba, entre las Congregaciones romanas y el Papa. No se ha tenido suficientemente en cuenta las opiniones de las diferentes Conferencias Episcopales y de los sínodos de los obispos celebrados en Roma. Con los documentos pontificios por delante, se ha limitado la libertad de reflexión y de expresión de las Iglesias locales y de los teólogos” (Ministerios de la mujer en la Iglesia, Nueva Utopía, 2002, pg. 235).

Es precisamente este teólogo, que murió sin que le dejaran publicar su libro. En opinión de teólogos que lo han leído, es un libro espléndido para conocer a fondo esta cuestión, por su rigurosa documentación histórica y por su mesura e imparcialidad en valorar las razones de una y otra parte.

Citamos como conclusión estas sus palabras: “Mi actitud fue desde el principio la de estudiar e investigar estas cuestiones sin prejuicios y sin tomar partido de antemano por ninguna opción concreta, sobre todo en el problema de la posible o no posible ordenación de la mujer. Sin prisas y sin intereses personales de ninguna clase, comencé a estudiar la cuestión de la Sagrada Escritura y en la tradición de la Iglesia, valiéndome las monografías y amplios estudios que han hecho otros autores sobre estos temas y confrontando las fuentes siempre que me fue posible.
Pronto me convencí de que no existía una dificultad dogmática seria que impida la ordenación sacerdotal de la mujer. No existen argumentos serios sacados de la Sagrada Escritura, donde no se plantea esta cuestión. Los argumentos teológicos deducidos de que el sacerdote representa a Cristo varón y el de alianza nupcial entre Cristo y su Iglesia (de los que me ocupo en el capítulo VII) no me parecen convincentes.

Los argumentos que con tanta frecuencia han dado los Santos Padres y los teólogos, fundados en la inferioridad, en la incapacidad y en la impureza de la mujer, son inadmisibles y nos debieran llenar de vergüenza y sonrojo a los crsitianos” (Idem, pp. 11 y 12).

” Muchos años de estudio no han podido convencer ni a los teólogos ni a los biblistas de que sea expresa voluntad de Cristo excluir a las mujeres del ministerio ordenado. Los ministerios los ha creado la Iglesia según las necesidades de los tiempos y según la cultura de la época. Han cambiado y siguen cambiando.

Lo que los biblistas y teólogos rechazan y no ven oportuno ni conveniente es que se quiera zanjar de un modo definitivo la cuestión de principio, cuando no hay argumentos válidos que fundamenten esta decisión. Una decisión del Papa no puede convertir en palabra revelada lo que realmente no lo es. Es un anacronismo invocar el ejemplo de Cristo o de los apóstoles para deducir que se trata de una verdad que pertenece al “depositum fidei”. Y si no se trata de una verdad revelada, el Papa no tiene autoridad para proclamarla como infalible o como verdad de fe. Me parece esencial que haya más diálogo, más libertad, más espíritu de comunión. Que Roma no se limite a proclamar verdades y dar órdenes. Es necesario es cuchar lo que otros dicen. Escuchar para reflexionar y aprender , y no sólo para enseñar. Es importante descubrir lo que Dios nos habla a través de los signos de los tiempos” (Idem, pp. 271-272).

5. El tema de los divorciados en la Iglesia

“La misericordia es más grande para el caso de los divorciados. El cambio de época, unido a otros problemas de la Iglesia, ha dejado muchos heridos. Si el Señor no se cansa de perdonar, nosotros no tenemos más elección que ésta.Y la Iglesia es madre , debe encontrar misericordia para todos. Los divorciados sí pueden hacer la comunión, esto hay que mirarlo en la totalidad de la pastoral matrimonial. Será uno de los temas a consultar con los ocho cardenales. Es además un tema antropológico y también lo es el problema judicial de la nulidad de los matrimonios. Todo esto habremos de revisar” (En el encuentro con los periodistas en el avión).

Viejo tema éste que debiera haber recibido ya solución, de haber atendido las enseñanzas de Jesús. El matrimonio, como realidad humana, existencial, puede presentar dificultades, crisis, incompatibilidades , hasta rupturas. Para estos casos, es donde Jesús habla de no ser crueles e hipócritas ensalzando hasta el absoluto una ley con detrimeto de otras leyes. El propone el proyecto del matrimonio indisoluble, como un proyecto ideal, una meta a conseguir, la mejor. Pero, sin perder de vista la condición humana que, por su debilidad e incorregibilidad, puede en ocasiones hacer imposible el logro de ese ideal.

En tal caso, no se puede seguir afirmando que la indisolubilidad es una norma siempre inderogable. La situación de millares y millares de católicos, divorciados y recasados civilmente, es un grito contra ciertas normas que los condena a vivir fuera de la Iglesia. La connatural libertad y riesgo que acompaña a todo matrimonio hace que no se lo pueda considerar como absolutamente indisoluble y que, llegado el caso de un fracaso serio, se lo pueda enmendar iniciando un nuevo camino. Es un derecho obvio, aunque relativo y condicionado. Y, en este caso, la Iglesia no puede limitarse a dar una solución excepcional para seres excepcionales.

“Todo católico tiene el derecho y la necesidad de recibir la Sagrada Comunión. Todos tienen necesidad de participar activamente en la celebración eucarística, el acto central de la Iglesia católica y a la vez el signo de unidad con Cristo. Tienen derecho a ser recibido con los brazos abiertos y sinceras muestras de bienvenida, en el seno de la comunidad católica y a tomar parte activa plenamente en las tarea s de la comunidad” (S. Keller, ¿Divorcio y nuevo matrimonio entre católicos?, Sal Tarrae, Santander, 1976, 7-8).

En el año 1980, nueve teólogos españoles (José Alonso Díaz, José María Díez Alegría, Casiano Floristan, Benjamín Forcano, Jos I.González Faus, Gregorio Ruiz, Fernando Urbina, Rufino Velasco, Marciano Vidal) hiceron público un documento “Preguntas de unos teólogos a sus obispos”, con ocasión de su publicación “Instrucción ” civil sobre el divorcio. Dichos teólogos destacaban que los obispos:

-No habían tenido en cuenta el sentir real de su comunidad católica,
-Haberse preocupado únicamente del divorcio como si se tratara de una ley meramente civil y política.
– Haber dado a entender que para los católicos no hay ninguna posibilidad de divorcio y ésta era doctrina que debía permancer inmutable.

Y decían los teólogos:
” Por supuesto que nosotros no ponemos en duda la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio tal como aparece en la revelación de Jesús. Está claro que el modelo de matrimonio que Jesús anuncia y exige, como conforme a la voluntad divina, es el matrimonio monogámico, indisoluble y que, fundado en un verdadero amor, tiende a hacerse realmente exclusivo, total e incondicional para toda la vida.
Pero esta doctrina de Jesús debe proponer como un ideal y una meta hacia la que debe aproximarse toda pareja, sin excluir riesgos, equivocaciones y fracasos y no como una ley absoluta, con la cual toda pareja, por el hecho mismo de casarse,se identifica automáticamente, sin posibilidad de conocer rupturas o incompatibilidades o, por lo menos, incompatibilidades que hagan inviable esa ley.

Como católicos deseamos que, en el interior der la Iglesia, se robustezca el derecho a proponer públicamente lo que se piensa, cuando tal pensamiento es no sólo sincero sino objetivamenete fundado., serio, y contribuye a esclarecer la verdacera doctrina de Cristo y a replantear ciertos presupuestos y normas de la Iglesia. ¿Vds. Creen personalmente, cada uno, que la actual disciplina de la Iglesia sobre este punto es la propia del Evangelio, la que responde a la vida y enseñanza de Jesús? No les parece que la Iglesia debería enfrentarse ahí, radicalmente consigo misma”? Tenemos que mirar a lo que pasa en nuestra propia Iglesia, con la realidad de tantos matrimonios fracasados, acaso sin esperanza de recuperación, y por eso ya prácticamente divorciados, pero canónicamente condenados”.

. Nota sobre firmantes

Debido a la urgencia del tiempo, no se ha prendido contar con la respuesta de otros autores, que seguramente asumirían el Documento. ( Muy a pesar nuestro, el intento de comunicación directa con 8 mujeres Teólogas no ha podido realizarse a tiempo).

Acaso pudiera añadirse una segunda remesa con nuevos firmantes.
Para nuestro objetivo, el Documento aporta y refleja fidelidad al espíritu de la Tradición y cultura cristianas, enraizadas en el Evangelio y puede servir para dialogar y determinar soluciones más acordes con la investigación y estudios actuales.
Firman el Documento

Ariel ALVAREZ

Raul LUGO
Xabier ALEGRE

Juan MASIA
José ARREGI

Antonio MONCLUS
Fernando BERMUDEZ

Guillermo MUGICA
Frei BETTO

Jesús PELAEZ
Nicolás CASTELLANOS

Xabier PIKAZA
Benjamín FORCANO

Manuel REYES MATE
Manuel FRAIJO

Julián RUIZ DIAZ

Joan GODAYOL

Manuel SUANCES

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“Las doce tesis. Llamada a una nueva reforma”, por John Shelby Spong

Viernes, 12 de junio de 2015
Comentarios desactivados en “Las doce tesis. Llamada a una nueva reforma”, por John Shelby Spong

lumic3a8redepaquesIntroducción

Cuando se acercaba el siglo XXI, con las celebraciones del milenio, me sentí cada vez más llamado a evaluar el estado de la religión cristiana en el mundo. Por todas partes había múltiples signos de su declive y quizá, incluso, de su muerte inminente. Cada vez menos personas acudían a las iglesias en Europa, y las que lo hacían eran cada vez más ancianas. Las Iglesias de Norte América se sumían, o bien en un vacío tan liberal como insulso, o bien en un fundamentalismo anti-intelectual. Las Iglesias sudamericanas se alejaban cada vez más de las preocupaciones de la gente, y ninguno de sus líderes parecía capaz de hablar a esas preocupaciones con autoridad. Nada de esto era nuevo. A lo largo de los últimos 500 años, ante cada descubrimiento procedente del mundo de la ciencia en lo que se refiere a los orígenes del universo y de la vida misma, las explicaciones ofrecidas por la Iglesia cristiana parecían cada vez más desfasadas e irrelevantes. Los líderes cristianos, incapaces de asumir la revolución en el conocimiento, parecían creer que la única forma de preservar el cristianismo era no alterar los viejos patrones y no prestar atención a los nuevos conocimientos (ni mucho menos ponerlos en práctica).

Conforme afrontaba estas cuestiones como obispo y como cristiano comprometido, llegué a convencerme de que la única forma de salvar al cristianismo como fuerza para el futuro era encontrar en la Iglesia el coraje que la hiciese capaz de renunciar a muchos esquemas del pasado. Traté de articular este desafío en mi libro Por qué el cristianismo debe cambiar o morir, publicado justo antes de la llegada del siglo XXI. En ese libro examiné en detalle los temas que –estaba convencido- el cristianismo debía afrontar.

Poco después de la publicación de ese libro reduje su contenido a doce tesis, que puse, a la manera de Lutero, en la entrada principal de la capilla del Mansfield College, en la Universidad de Oxford, en el Reino Unido. Después envié por correo copias de esas doce tesis a todos los líderes cristianos reconocidos del mundo, incluyendo al Papa, al Patriarca de la Ortodoxia Oriental, al Arzobispo de Canterbury, a los líderes del Consejo Mundial de Iglesias, a los líderes de las Iglesias protestantes tanto en Estados Unidos como en Europa, y a las más conocidas voces televisivas del cristianismo Evangélico. Fue un intento de llamarlos a un debate sobre los verdaderos problemas que -tenía la certeza- la Iglesia Cristiana tiene ante sí hoy día. Presenté mis doce tesis con un lenguaje tan audaz como me fue posible, pensado ante todo para suscitar respuestas y debate.

Recientemente, los editores de la revista Horizonte me pidieron que explicase en su publicación en América Latina, a través del mundo de habla hispana y en definitiva para los cristianos de todo el mundo, mis razones para llamar al debate sobre estas doce tesis. Estoy encantado con esta oportunidad de hacerlo. Recibo con gozo las respuestas de cristianos de todas partes. No me presento como experto ni pretendo tener certezas cuando ofrezco mis respuestas, pero confío en que entiendo los problemas que afrontamos como cristianos que quieren conectar con el siglo XXI.

 TESIS 1

El teísmo como forma de definir a Dios ha muerto. Ya no puede entenderse a Dios de forma creíble como un ser con poder sobrenatural, que vive por encima del cielo y está listo para interferir en la historia humana periódicamente, a fin de hacer cumplir su divina voluntad. Por tanto, hoy, la mayor parte de lo que se dice sobre Dios no tiene sentido. Debemos encontrar un nuevo modo de conceptualizar a Dios y de hablar sobre Él.

Dado que esta tesis es determinante para todas las demás, le dedicaré más tiempo y ocuparé más espacio tratándola que con cualquiera de las otras. Es importante que los cristianos admitamos la crisis de la fe en que vivimos, para entender así su origen y reconocer que esta no puede ser negada ni ignorada.

La persona que, en mi opinión, dio inicio a una nueva visión de la realidad que aún hoy sigue desafiando la credibilidad de la forma tradicional de expresar la mentalidad cristiana, fue un devoto monje polaco llamado Nicolás Copérnico, que vivió en una época tan lejana como el siglo XVI. Sin embargo, pocos en aquel momento fueron conscientes de los descubrimientos de Copérnico ni de sus conclusiones, de modo que, en realidad, murió sin haber desafiado nunca la conciencia de la Iglesia. Nadie entendió la profundidad de la revolución que él había comenzado, y así fue hasta el punto de que a su muerte se le acogió en el seno de la Madre Iglesia.

Sin embargo, el sucesor intelectual inmediato de Copérnico fue un astrónomo italiano del siglo XVII llamado Galileo Galilei, el cual, como Copérnico, era profundamente católico. No sólo tenía una hija monja, sino que él mismo era conocido en los círculos más altos del Vaticano, que confiaban en él. Era un verdadero amigo del que por entonces ejercía de Papa, sentándose en la silla de Pedro. Galileo había construido su propio telescopio y, al igual que Copérnico, estudió el movimiento de los cuerpos celestes, buscando siempre entender la relación de unos con otros y de todos con la Tierra. La teoría de Copérnico de la localización del sol en el centro del Universo era algo de lo que Galileo había llegado a convencerse. Aunque pareciese radical y revolucionario, Copérnico estaba seguro de que la relación entre la Tierra y ese Sol en el centro consistía en ser un satélite que da vueltas a su alrededor, en un ciclo anual. Esta idea se ajustaba a las conclusiones a las que Galileo había llegado, y respondía a muchas de sus preguntas, lo que, lentamente pero con seguridad, le hizo aceptar lo que luego llegaría a llamarse “la revolución copernicana”. Galileo, sin embargo, a diferencia de Copérnico, no vivía en el claustro. Era un conocido científico, toda una figura pública. Ni se le ocurriría abstenerse de escribir y publicar sobre sus hallazgos. Fue precisamente al hacerlo cuando descubrió que sus escritos estaban provocando debate y controversias que inevitablemente lo llevarían a un conflicto directo con la jerarquía de la Iglesia Católica. En aquel momento histórico, la Iglesia era aún una poderosa fuerza política. Su poder estaba en su pretensión, ampliamente aceptada, de que tenía la autoridad para hablar en nombre de Dios. Eso significaba que los líderes de la Iglesia Católica tenían tanto una necesidad política como un deseo ególatra de controlar el pensamiento, para definir la verdad y para interpretar la realidad para todo el mundo. Ciertamente, una duda que –viniese de donde viniese- pareciera erosionar esa parte del papel de la Iglesia, sería un desafío a su autoridad.

La verdad poseída y preservada por la Iglesia se decía que había sido recibida como resultado de la revelación divina. Se había enseñado a la gente a creer que esta verdad no sólo se había revelado en Jesucristo, sino que también se había plasmado en términos de lo que estaban bastante seguros que era una cosmología no cuestionada e incuestionable. Esta cosmología se podía enunciar de manera simple: Dios habita por encima del cielo; la Tierra era el centro, no sólo del universo, sino también de la atención de Dios. La mirada divina que todo lo ve en el mundo desde su reino celestial asistía a Dios en la tarea de registrar todas las acciones y fechorías de cada ser humano. Se guardaban libros de registro de las acciones humanas, los cuales constituían la base sobre la que cada existencia humana se juzgaría al final de los tiempos. Ese era también el momento en que se decidiría el destino eterno de la persona. La Iglesia y su sistema de fe funcionaban así como un sistema de control increíblemente poderoso del comportamiento humano. Eso era, en esencia, lo que tanto Copérnico como Galileo parecían cuestionar directamente. Era un desafío, no sólo a lo que se percibía como la verdad, sino también al poder político. No se podía ignorar. Así, se acusó a Galileo de Herejía. Al final, fue condenado. El castigo habitual por la herejía en aquel tiempo era la muerte por el fuego, es decir, que el hereje era quemado en la hoguera.

El juicio de Galileo tuvo mucha publicidad. Sus ideas no sólo se atacaron con severidad, sino que los eclesiásticos que realizaron la investigación las ridiculizaron. Se acusaba a la visión de Galileo de ser contraria a la “Palabra de Dios” tal como se reveló en las Sagradas Escrituras, que, en aquel momento, se creía que eran las palabras de Dios dictadas con un sentido literal. Si Galileo estaba en lo cierto, la Biblia y la Iglesia se equivocaban. Esa era la conclusión eclesiástica que sellaría el destino de Galileo. Casi en cada página de la Biblia había un relato según el cual Dios vivía por encima del cielo, en el estrato superior de un universo organizado en tres niveles. Dios había mandado la lluvia desde el cielo en tiempos de Noé y el diluvio (Gen 7). En el libro del Génesis la gente quiso construir la Torre de Babel, tan alta que alcanzaría al cielo, donde se creía que vivía Dios (Gen 28). Se decía de Moisés que había recibido la Tora de Dios, que bajó del cielo a la cima del Monte Sinaí para entregarle directamente aquellas tablas de piedra que contenían los Diez Mandamientos (Ex 20). En el libro de Josué, el sucesor de Moisés había rogado a Dios, en medio de los rigores de la batalla, que detuviese el sol en su movimiento celeste alrededor de la tierra, para que su ejército dispusiese de más horas de luz en las que destruir a sus enemigos (Jos 10). Elías fue transportado al cielo, al reino de Dios, en un carro mágico ardiente tirado por caballos igualmente mágicos, y fue impulsado hacia la gloria por un poderoso torbellino que, enviado por Dios, venía del cielo (2 Re 2). Leer más…

Biblia, Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad , , ,

Reforma de la Curia Vaticana: Los “doce apóstoles” de Francisco

Lunes, 24 de noviembre de 2014
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pedro-720_560x280Exclusiva RD: así será la reforma de la Curia, que habla expresamente de “Consejo de Ministros” vaticano

El Papa aboga por un gobierno sinodal, y quiere evitar que Roma sea una “Corte” de obispos

(Jesús Bastante).- El Gobierno del Vaticano girará en torno a un “Consejo de Ministros”, formado por una docena de personas, responsables de los nuevos dicasterios que conformarán la Curia Romana, según el proyecto de reforma que el Papa Francisco presentará este lunes a los miembros de la Curia. Al frente de dicho “consejo de ministros”, pues así se denomina expresamente en el documento, al que ha tenido acceso en exclusiva RD, estarán los “doce apóstoles de Francisco, que culmina una reordenación histórica en el devenir de la Iglesia católica. Con un gobierno colegiado como no se recuerda en torno a la barca de Pedro.

El proyecto tiene algunos puntos sumamente novedosos, e incluye la práctica desaparición de los Pontificios Consejos, que se integrarán en las 12 nuevas “congregaciones” (no se conoce si el término seguirá siendo éste, o directamente se hablará de “Ministerios”): las nueve actuales (Doctrina de la Fe, Culto Divino, Causas de los Santos, Iglesias Orientales, Evangelización de los Pueblos, Clero, Institutos de Vida Consagrada, Educación Católica y Obispos), a las que habrá que sumar la de Laicos y Familia; Caridad y Justicia (que reunirá las funciones de los consejos pontificios Justicia y Paz, Cor Unum, Migrantes y Pastoral de Salud) y un ministerio de Comunicación, que sólo se creará cuando concluya el estudio encargado a Lord Patten.

Con todas las salvedades respecto a los estados democráticos, en el Vaticano también habrá una mayor separación entre poder legislativo y judicial, manteniendo los Tribunales de la Signatura Apostólica una mayor independencia, aunque los delitos graves (como en el caso de la pederastia) seguirán dependiendo de Doctrina de la Fe.
Como en todo gobierno, además del Jefe de Estado (Papa Francisco), el Secretario de Estado se convertiría en una suerte de canciller (asuntos exteriores) que también ejercería el papel de “primer ministro”.

La reforma de la Curia permitirá, también, reducir hasta el extremo la presencia de obispos y cardenales, dejando libres, casi de inmediato, hasta una quincena de puestos “cardenalicios“, que permitiría “internacionalizar” en breve el Colegio cardenalicio.

 

El Papa quiere evitar que la Santa Sede se convierta en una conferencia episcopal” con medio centenar de prelados trabajando -y murmurando-, lo que, como veremos a continuación, es definido como un peligro de “autorreferencialidad” y de “carrerismo” intraeclesial, que se quiere erradicar.

Los “principios inspiradores” en la reforma de la Curia Romana, apunta el documento, inciden en que el organismo vaticano debe “ayudar al Papa en el gobierno cotidiano de la Iglesia”, y debe ser “instrumento de la unidad de toda la Iglesia”, respetando, empero, “la potestad de los obispos diocesanos y la justa autonomía de las Iglesias particulares”.

Parece necesaria una racionalización de los organismos de la Curia, subraya el documento, que incide en que ningún dicasterio “debe atribuirse la competencia de otro”, como puede suceder en la actualidad. El texto, que este lunes será explicado a los miembros de la Curia romana, apunta que es necesaria una simplificación significativa de la Curia. Por ello, se decide “la fusión de los Pontificios Consejos siguiendo materias de competencia”, así como la “simplificación interna de los dicasterios”, o una “eventual reducción o supresión” de Consejos o dicasterios.

El primer organismo en ser modificado es la Secretaría de Estado, que pasaría a ser una suerte de “órgano de coordinación de los dicasterios”. El secretario de Estado, como “primer colaborador del Santo Padre”, debe fomentar “periódicas y frecuentes reuniones con los jefes de los dicasterios, el Consistorio ordinario o el Consejo de la Secretaría Permanente del Sínodo”. El número dos vaticano podrá además, ejercer labor de coordinación, activando “comisiones mixtas” en caso de conflicto entre “ministerios” vaticanos.

El trabajo de la Curia debe ser sinodal, afirma el documento, que consagra la necesidad de “hacer habituales las reuniones de los jefes de Dicasterio, presididas por el Romano Pontífice”, en una suerte de “Consejo de Ministros” (el texto utiliza esta expresión) de la Iglesia romana. “La reducción significativa del número de dicasterios permitirá encuentros más frecuentes y sistemáticos de cada prefecto con el Papa” dado que no serán “un grupo excesivamente numeroso“.

La “sinodalidad” también “debe ser utilizada en el interior de cada dicasterio”, dando “particular relevancia y frecuencia ” a las sesiones ordinarias, con una mayor participación de los miembros”. No obstante, el documento anima a evitar la fragmentación y la multiplicación de sectores especializados, que pueden tender a la autorreferencialidad”.

“El empeño de todo el personal de la Curia debe esta animado por una espiritualidad de servicio y de comunión: se trata de crear estructuras que eliminen el carrerismo“. La nómina de colaboradores seguirá “criterios eclesiales”, y en ellos formarán parte laicos, sacerdotes y religiosos “de probada vida cristiana”. Y no tanto obispos, pues “un modo de evitar el peligro del carrerismo” es el de conseguir que los oficiales de dicasterios no ejerzan su autoridad “porque sean obispos, sino por la autoridad concedida por el Santo Padre”.

“Deberá procurarse un acceso a un número mayor de laicos, especialmente en algunos dicasterios en los que puedan ser más competentes que los clérigos o religiosos”, como sucede (tal y como anunció ayer RD) con el macrodicasterio de Laicos y Familia.

Fuente Religión Digital

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Reforma interior

Martes, 21 de octubre de 2014
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Del blog de la Communion Béthanie:

2014 con Dios llama y Vivir por el Espíritu +

En 1932, dos mujeres entregan su existencia a Dios y reciben en su oración, día día, palabras de Vida. Dos libros van a nacer de este compañerismo con Cristo, que te proponemos descubrir a lo largo de este año.

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“Es en ti donde debe comenzar toda reforma,

toda reforma verdadera va del interior hacia el exterior.”

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16 de Octubre, Dios llama.

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Cardenales conservadores presionan al Papa para que frene su apertura

Domingo, 21 de septiembre de 2014
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papa333Un nuevo libro se posiciona contra la comunión de divorciados que vuelven a casarse

Irene Hernández Velasco: Cinco cardenales se rebelan abiertamente contra Francisco

Papa: No al clericalismo y a codificar la fe en reglas

Cardenales conservadores están presionando al Papa Francisco ante la cercanía del sínodo extraordinario de la familia, que se iniciará en octubre, para que el Vaticano no haga cambios en su postura sobre temas espinosos, como la comunión de los divorciados.

Un libro contra la apertura

Un libro con las tesis de cinco cardenales de peso, entre ellos el alemán Gerhard Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, saldrá a la venta el 5 de octubre, bajo el título “Permanecer en la verdad de Cristo. Matrimonio y comunión en la Iglesia católica,  en el que se defiende  la doctrina vigente frente a la apertura que promete Francisco.

Las primeras bodas del Papa

Para estos cardenales, readmitir a la comunión a los divorciados que ha vuelto a casarse equivaldría poner en cuestión la indisolubilidad del matrimonio y sería contrario a la Biblia. La postura de estos cardenales contradice la nueva mirada de la Iglesia bajo el mandato de Francisco. El Papa eligió al cardenal alemán Walter Kasper, para presentar una propuesta a esta problemática. Kasper ha dicho que si se expresa una voluntad muy fuerte de comulgar, las parejas de divorciados que contrajeron nuevo matrimonio civil pueden recibir la comunión.

El domingo pasado, el Papa casó a 20 parejas, entre ellas, algunas que ya tenían hijos tras años de convivencia, y una madre soltera, una pareja que aún no ha cumplido los 20 años, jóvenes desempleados… “parejas como tantas otras”, según se destacaba en una nota de prensa emitida desde el Vaticano. Aunque fue un gesto inédito de la Santa Sede,  no lo fue en  la actuación del Papa, que en su etapa como arzobispo de Buenos Aires ofició enlaces de parejas con hijos fuera del matrimonio.

Bautizaba a niños de parejas de hecho

El Papa ya sorprendió en enero, cuando en un bautizo de 32 niños incluyó al hijo de una pareja casada por lo civil y no por la Iglesia. Tampoco era nuevo para él, como arzobispo en la capital argentina había bautizado a varios hijos de parejas que ni siquiera estaban casadas por lo civil.

Un sínodo determinante para los católicos de hoy

Son pasos de Francisco encaminados a una posible apertura de la Iglesia, que se comprobará si de verdad se pone en marcha tras el Sínodo de los obispos que se celebrará entre el 5 y el 19 de octubre, para analizar la situación de la familia. Con motivo de esta celebración el Vaticano distribuyó una encuesta por todo el mundo para conocer la opinión de los fieles sobre temas polémicos y que han sido tabú en la iglesia católica hasta ahora, como el aborto, el divorcio o el matrimonio homosexual.

Fuente El Plural

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“La reforma de la Iglesia”, por José María Castillo.

Sábado, 5 de abril de 2014
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SomosIglesiaLeído en su blog Teología sin censura:

El nuevo estilo de presencia y gobierno del actual obispo de Roma, Francisco, ha suscitado, como es bien sabido, esperanza en no pocos cristianos. De la misma manera que son también bastantes los creyentes que se sienten inquietos, preocupados e incluso irritados. Porque piensan que Francisco le está haciendo daño a la Iglesia. Y le hará más daño, si el nuevo camino que ha emprendido el papado no se detiene y se orienta de acuerdo con lo que, durante tantos siglos, hicieron y dijeron los papas en la santa madre Iglesia. Así las cosas, ¿qué tendríamos que hacer los cristianos – concretamente los católicos – estando la Iglesia como está?

Lo primero que tendríamos que hacer: darnos cuenta de que la Iglesia necesita urgentemente una reforma muy profunda. La Iglesia no puede seguir como está. Desde hace siglos, la Iglesia lleva un camino equivocado. ¿Por qué? Porque en la Iglesia se vienen haciendo y diciendo muchas cosas que están literalmente en contra del Evangelio. Cosas, por tanto, que son contrarias a lo que hizo y dijo Jesús, el Hijo de Dios. Nadie tiene – ni puede tener – potestad en la Iglesia para anular lo que dice el Evangelio. Y, por tanto, nadie tiene potestad, ni siquiera un papa o un concilio, para actuar en contra de lo que dejó dispuesto Jesús.

Mientras en la Iglesia no se tenga esto muy claro, de forma que nadie tenga miedo a decirlo (y a portarse en consecuencia), esta Iglesia no tiene arreglo, por más ejemplar que sea la vida del papa o por más molestos que se sientan los clérigos, desde los curas hasta los más eminentes cardenales. Además – y como es lógico – mientras a este estado de cosas no se le ponga remedio, ¿de qué va a servir nombrar comisiones, quitar o poner oficinas, dicasterios, cargos, publicar documentos, permitir que los curas se casen o que las mujeres digan misa, publicar las cuentas del IOR, castigar a los curas pederastas, etc, etc? Todo eso – y tantas otras cosas – será todo lo importante que queramos. Pero nada de eso resuelve el problema de fondo.

Vamos a ver, ¿dónde está ese problema de fondo? La cosa está clara. O los evangelios son una sarta de tonterías y de mentiras o la Iglesia vive, habla y actúa en contra del Evangelio. No le tengamos miedo a pensarlo y decirlo así. O digamos, sin miedo, que ni creemos en el Evangelio de Jesús. Ni eso nos importa un bledo.

Concretando más: ¿dónde está el nudo del asunto? Lo diré utilizando la acertada fórmula de un importante y conocido especialista en estas cosas: Jesús aceptó la función más baja que una sociedad puede adjudicar: la de delincuente ejecutado (Gerd Theissen). Ahora bien, en la Iglesia no hemos aceptado ni esa tarea, ni ese destino. Todo lo contrario: somos los que rechazamos lo que Jesús aceptó. Y aceptamos y queremos lo que nunca quiso Jesús. En la Iglesia queremos y buscamos poder, dignidad, dinero, autoridad. Para someter a la gente y a los poderes públicos. Jesús no quiso nada de eso, Ni buscó nada de eso. Mientras la Iglesia no tome, en estas cosas tan fundamentales, el camino que siguió Jesús, la Iglesia andará perdida, extraviada. Y su presencia en el mundo será un estorbo.

Lo digo más en concreto. Jesús terminó siendo ejecutado como un delincuente porque se enfrentó a la religión y sus dirigentes. Lo primero y lo central en la vida, para Jesús, fue (y sigue siendo) la salud de los enfermos, la alimentación de los pobres, la dignidad y el respeto que merece todo ser humano. Lo primero y lo central, para los hombres de la religión, era (y sigue siendo) la observancia de los rituales sagrados. Por tanto, mientras que el centro de la religión es el “rito”, el centro del Evangelio es la “bondad”.

El problema, que tenemos los católicos, es que la Iglesia ha querido armonizar y unir ambas cosas: el rito y la bondad. En teoría, por supuesto, estas dos cosas son armonizables. En la práctica, no lo son. Porque el rito responde a una necesidad del propio sujeto, ya que el ritual fielmente cumplido nos libera de los sentimientos de culpa y nos devuelve la paz. Mientras que la bondad responde a una necesidad de los demás, ya que la persona bondadosa contagia felicidad a quienes conviven con esa persona. Por eso el peligro del rito está en que, produciendo buena conciencia, al sujeto lo divorcia de la ética. En tanto que la resistencia, que sentimos ante la bondad, se explica por el hecho de que le exige al sujeto la auto-estigmatización de la propia seguridad, de las propias conveniencias y puede ser que hasta de los propios derechos. Cuando Jesús dijo: “No hagas frente al que te ofende. Al contrario, si uno te da una bofetada en la mejilla derecha, ponle también la otra; al que te ponga pleito para quitarte la túnica, dale también la capa…; al que te pida, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda” (Mt 5, 39-42). En realidad, estos mandamientos de Jesús equivalen a renunciar a los propios derechos.

Esta auto-estigmatización es lo que tenemos que hacer los cristianos. Pero es también lo que tiene que hacer la Iglesia. La reforma de la Iglesia se basa y se hace posible a partir de la auto-estigmatización de la Iglesia. Esto no es masoquismo. Ni es un radicalismo de locos ausentes de la realidad. Es el “principio-bondad” operante en el mundo. El que, libre y voluntariamente, se auto-estigmatiza, ése es el único que desarma al contrario. Es el único que siempre contagia paz. Es el único que humaniza los ambientes y las personas. El único que hace posible la felicidad que todos anhelamos.

Mucha gente no sabe que las primeras “iglesias” se organizaron antes de que se conocieran los evangelios. Aquellas primeras “iglesias” fueron organizadas y gobernadas por el apóstol Pablo, cuyas cartas se escribieron entre los años 49 al 56. Mientras que los evangelios, en la redacción que de ellos conocemos, son posteriores al año 70. Por otra parte, Pablo no conoció a Jesús (al Jesús terreno). Sólo conoció al Señor Resucitado y glorioso, cosa que el mismo Pablo repite varias veces (Gal 1-11-16; 1 Cor 9, 1; 15, 8; 2 Cor 4, 6; cf. Hech 9, 1-19; 22, 3-21; 26, 9-18). Es más Pablo llegó a afirmar que el Cristo “según la carne” no le interesaba (2 Cor 5, 16).

Sea cual sea la interpretación que se le dé a todo esto, hay una cosa que no admite duda: la Iglesia se organizó sin conocer el Evangelio. Por tanto, la Iglesia empezó a vivir sin tener una idea clara y precisa de lo que Jesús pensó y dijo sobre dos cuestiones capitales: 1) El gobierno de la Iglesia, es decir: ¿cómo se debe ejercer el poder y la autoridad en la Iglesia? 2) El culto en la Iglesia, es decir: ¿qué presencia y qué importancia han de tener los rituales en las asambleas de la Iglesia? No es ningún atrevimiento afirmar que Pablo no sabía exactamente lo que Jesús quiso dejar claro sobre estas dos cuestiones tan fundamentales.

Lo que sabemos con seguridad es que Pablo organizó “iglesias domésticas”, que se reunían en casas y que, por tanto, se regían según el modelo de la familia, en la que el “pater-familias” era el señor, dueño y amo. Era el jefe que gozaba del poder que le otorgaba el derecho romano, no (en modo alguno) el servicio de esclavos que Jesús quiso para sus apóstoles (Mc 10, 42-45; Mt 20, 25-28; Lc 22, 24-27). Así, muy pronto se impuso en la Iglesia una forma de ejercer la potestad que nada tiene que ver con el Evangelio. Y eso dura hasta el día de hoy. Por otra parte, en aquellas asambleas domésticas, los cristianos de las “iglesias” de Pablo descubrieron el señorío de Cristo. Pero lo descubrieron en la estricta observancia de los rituales. Y así propagaron sus creencias. De forma que, según 1 Cor 14, 23-25, cuando toda la comunidad se reunía, era posible que los de fuera que asistían al ritual pudieran llegar a convertirse. Eran los rituales del bautismo (Gal 4, 6; Rom 8, 15) y de la Cena del Señor (1 Cor 11, 17-34). El “bautismo en el Espíritu” y la “cena de despedida” se vieron convertidos en ritos sagrados. Ritos en los que la mujer se calla y no puede intervenir, en los que se observa un orden detallado, etc. Se reproduce así, no la convivencia de Jesús el Nazareno con la gente, sino el ritualismo de la religión romana, en la que los dioses era lo que menos importaba; y en la que todo giraba en torno a la exactitud de los minuciosos rituales (Robert Turcan).

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