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“La familia según San Marcos”, por Carlos Osma.

Martes, 28 de enero de 2014
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Interesante artículo publicado en Homoprotestantes:

Es bastante habitual, cuando pensamos en la familia de Jesús, que vengan a nuestra mente las tradicionales imágenes de un bebé en la cuna de un pesebre, rodeado de su madre María, y su padre José. Pero por poco que observemos, nos damos cuenta de que Jesús llamó familia a otro tipo de relaciones, no necesariamente biológicas. Por eso me gustaría reflexionar sobre la visión de la familia que se desprende del evangelio de Marcos, a partir de palabras como padre, madre, hija, hijo, hermana o hermano. Y de las relaciones que aparecen en el evangelio entre Dios, Jesús y sus seguidores.

Comienza el evangelio afirmando que Jesús es el Hijo de Dios(1). En otros momentos es Dios mismo quien llama a Jesús Hijo amado(2), e incluso los demonios quienes le reconocen su filiación divina(3), aunque Jesús les mande callar. Pero nadie más se atreve a decirlo, hasta que al final de la tercera parte, cuando la acción se sitúa en Jerusalén y el desenlace fatal está próximo, Jesús se lo confirma al sumo sacerdote(4). Casi al terminar el evangelio, el centurión, al lado de la cruz en el momento de la muerte de Jesús, será la primera persona que le reconocerá como Hijo de Dios(5).

Parece claro que el evangelio de Marcos utiliza la relación paterno-filial para subrayar la relación única de Jesús con Dios. Podríamos pensar que esta manera de expresarla no tiene su origen en el Jesús histórico, ya que sólo la encontramos en boca de Jesús una vez. Pero si tenemos en cuenta que el secreto mesiánico es característico de Marcos, y que hay muchas tradiciones diferentes e independientes que dicen que Jesús afirmaba ser El Hijo de Dios, podemos suponer que ésta era su autocomprensión(6). Además observamos que en Getsemaní la expresión utilizada por Jesús es “Abba”, palabra de origen arameo que utilizaban los niños para dirigirse a sus padres, algo no muy usual para referirse a Dios, y que tiene visos de remitir al Jesús histórico. Por lo tanto es lógico pensar que Jesús mostró a Dios como su Padre cercano.

Por otro lado observamos que en este evangelio no aparece el padre biológico de Jesús. A diferencia de otros familiares, éste parece no existir. Se han propuesto varias posibilidades, incluso un oficial romano(7), pero la más aceptada es que José, su padre, habría muerto antes de que Jesús comenzara su ministerio.

No aparece la relación padre/hijo referida explícitamente a Dios y los discípulos, sin embargo dos veces viene referida a Jesús y otro ser humano(8). En ambas ocasiones Jesús parece blasfemar mostrándose como algo más que un hombre, ¿está la comunidad marcana comparando la relación Dios-Jesús, con la de Jesús-seguidores? ¿O realmente Jesús se sentía padre de sus discípulos?

Las relaciones humanas entre padre/hijo o madre/hija aparecen recogidas por ejemplo en dos casos de milagros o exorcismos(9). En ambas los progenitores interceden por sus descendientes, siendo capaces de enfrentarse a los condicionantes sociales e incluso a la muerte, por el bien del hija/o. El padre y la madre están con su hijo/a hasta el final, su fe, intercede por ellos. Aunque la fe es un elemento principal, salta a la vista que las relaciones familiares también juegan un papel relevante. Este padre y esta madre que se comportan de forma ejemplar, ayudan a potenciar las estructuras familiares del siglo primero. Sin embargo existe una tensión muy grande entre estos textos, y la llamada de Jesús a sus discípulos que parece romper la estructura de la familia(10). Santiago y Juan, como otras mujeres y hombres, dejan su familia para seguir a Jesús. “Con esta llamada a abandonar todo, Jesús desafió los valores del parentesco(11)”. Y como es de suponer, produciría un conflicto entre sus seguidores y sus familias. Éstos se ponen en movimiento y salen de la seguridad que les ofrecía el entorno familiar y la comunidad de la que formaban parte, para convertirse en discípulos.

Pero entonces: ¿Qué sentido tiene esta tensión entre reforzar las estructuras familiares o relativizarlas? ¿A qué se debe? ¿Reflejan diferentes formas de seguimiento? ¿Proviene una de la comunidad marcana y la otra del mismo Jesús o de discípulos no “establecidos”? Quizás la tesis de Theissen, de que el evangelio de Marcos intenta adaptar tradiciones de los primeros carismáticos itinerantes para que sirvan de base practica para las comunidades locales, pueda ayudar a responder estas preguntas(12).

Se dice claramente en el evangelio que la madre de Jesús se llamaba María(13), y que en algún momento, quizás porque se decía que Jesús tenía un espíritu impuro, intentó venir a por él junto a sus hermanos y hermanas(14). Es destacable la manera en que Jesús la ignoró, dando la espalda a sus obligaciones como hijo, y más si María era viuda. A partir de aquí no volveremos a saber nada de ella. Él, que en una discusión con los fariseos les echó en cara que no honrasen a su padre y su madre(15), se atreve a desentenderse de la suya. Jesús con su comportamiento parece ponerse en contra de la ley de Dios, optando por la marginación y el desplazamiento a los ojos de quienes formaban su familia “natural”.

Parece claro que junto a sus discípulos, Jesús construye una nueva forma de familia, que entra en conflicto con la familia tradicional del momento. Así parece indicarlo Marcos cuando dice que Jesús reconocía como hermano, hermana y madre únicamente a quienes decidieron dejarlo todo para seguirle(16). Éste será el grupo humano que les otorga identidad, y no su antigua familia. En esa nueva forma de familia se reconocen todos como hermanos y hermanas, lo cual refleja una organización igualitaria que afirma únicamente la primacía del necesitado, de los últimos(17). El hecho de que se hable de los doce discípulos como un grupo más cercano a Jesús, podría ser histórico según algunos autores; esta elección podría mostrar la conciencia jesuática de sentirse enviado a las doce tribus de Israel. “Sin embargo, no sólo los Doce sino todos los discípulos participan en la misión de Jesús(18)”. Una misión en la que ninguna persona está por delante de otra.

Y si Jesús utilizó el modelo de familia de sustitución para dar un nuevo contexto a sus seguidores, tiene sentido pensar que bajo esa identificación, propusiera a Dios como Padre. Un Padre que no responde al modelo patriarcal del momento, sino que se atreve a salir de los roles masculinos de la época. En las parábolas, “Jesús presenta padres y amos de casa… que parecen como débiles y nada viriles porque eligen la compasión y el amor por encima del honor(19)”. En esta familia Jesús sería otro hermano más, y el Hijo Primogénito del Padre, a través de él, el resto de discípulos entraban en relación con el Padre. Ahora, sí se deduce que Dios es Padre de cualquier mujer u hombre que le siga independientemente de su origen judío o gentil. No existe para el evangelista ningún condicionante que impida entrar en esta nueva forma de familia iniciada por Jesús, sólo la llamada y el seguimiento decidido, el ponerse en camino hacia el Reino de Dios que viene. Sólo la fe que espera en Jesús, como la de una mujer extranjera(20).

Es cierto que el evangelio de Marcos nace en el contexto de una comunidad cristiana que mayoritariamente ya no sigue el modelo del discípulo “itinerante”, y quizás esto haga que en algunos momentos las estructuras familiares “tradicionales” aparezcan reforzadas. Sin embargo, aún para esta segunda generación de cristianos, convertirse al cristianismo suponía una ruptura con su entorno más cercano. Posiblemente por eso se refleja en Marcos con tanta claridad, que la llamada de Jesús significó también para los primeros discípulos el abandono de todas las cosas(21), entre ellas la familia y sus ideas sobre ella. Pero su decisión de ir tras Jesús, tenía la promesa de recibir cien veces más en este mundo(22), puesto que pasarían a formar parte de una nueva forma de familia, que no tenía su origen en la voluntad de hombres, sino de Dios. Leer más…

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Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso.

Lunes, 27 de enero de 2014
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Ya que, debido al incidente que nos tiene preocupados, no hemos podido trabajar en el blog durante esta semana, traemos hoy este precioso texto que hemos conocido gracias a Homoprotestantes ya que el objetivo de la UNIDAD de todos los cristianos bajo el ÚNICO pastor que es Jesús, el Cristo, es una carrera de fondo en la que no podemos desfallecer.

Semana de Oración para Unidad de los Cristianos
Is 49, 3.5-6/Sl 39/1 Co 1, 1-3/Jn 1, 29-34

¿Quién no ha experimentado nunca el efecto balsámico que tienen unas palabras de confianza, de coraje, de ánimo en un momento determinado de nuestra vida? Especialmente aquellas palabras que nos hacen sentir que nuestro trabajo no es en vano, que lo que hacemos – a pesar de nuestras humanas limitaciones y que aquello mismo que estamos haciendo no sea para enmarcarlo –, tiene valor para alguien, aunque sólo sea para una persona. Quien jamás ha recibido tales palabras sabe muy bien la sed que anida en su alma por oírlas alguna vez. Y eso aunque uno sepa, de tantas veces que se lo han dicho, que debe hacer las cosas para el Señor sin esperar ningún humano agradecimiento a cambio. Cuando esta palabra de ánimo, de reconocimiento, llega es como el agua fresca cuando uno tiene sed; es como el bálsamo que suaviza y cura cualquier herida.

Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso. Parece que Dios nos conoce bien, ¿no? Que conozca perfectamente que también nosotros, de vez en cuando, necesitamos oír estas palabras de ánimo y fuerza. Porque justamente es la palabra que el profeta recibe de parte de Dios para su pueblo: Estoy orgulloso de ti. Y la Palabra de Dios no es palabra muerta, en todo caso somos nosotros los que ahogamos esta Palabra o la hacemos improductiva. La Palabra de Dios es palabra viva, que invita siempre a no quedarnos contentos, a no sentirnos “sobraos”; sino que es una palabra dinámica, cargada de poder para seguir adelante, para no quedarnos anclados en tiempos pasados, aquellos que siempre pensamos que fueron mejores que los que ahora nos toca vivir.

Nos llega esta Palabra también hoy a nosotros. A todos y a cada uno de nosotros, porque Dios no hace acepción de personas. Dios te dice hoy a TI: hombre o mujer, niño o adolescente, joven, adulto o anciano, soltero, casado o viudo: Tú eres mi siervo, mi sierva, de quien estoy orgulloso. En la medida en que nos vayamos comportando como lo que somos en realidad, hijos e hijas de Dios, iremos escuchando esta palabra: Estoy orgulloso de ti… y no necesitaremos escuchar otras extrañas palabras lisonjeras y vacías que no vienen de Él. Y esta Palabra también nos llega en esta semana en la que desde ayer hemos empezado a orar, como solemos por estas fechas, por la Unidad de los Cristianos. Creo que podemos oír y tomar esta palabra de parte de Dios como su reconocimiento a todos los esfuerzos llevados a cabo desde las diferentes Iglesias, Comunidades eclesiales y denominaciones cristianas, esfuerzos hechos para acogernos mejor entre nosotros, para poder entendernos mejor desde las distintas realidades, por todo aquello que ha implicado de crecimiento y conocimiento mutuos… Con todo, justamente en este sentido, nos llega esta Palabra de la misma forma que plasma el texto de Isaías que hemos oído proclamar: Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob… te hago luz de las naciones. La Palabra nos empuja a seguir adelante, a no dormirnos, a no pensar que ya está todo hecho… sino a seguir trabajando para que tanto el escándalo de la división como la tentación de la uniformidad puedan desaparecer pronto de nuestros respectivos horizontes.

¿La solución? Hacer caso al Bautista: seguir mirando TODOS hacia el mismo lugar, hacia quien de verdad es el centro: ¡Éste es el Cordero de Dios! No podemos hacer otra cosa (si es que queremos prosperar en esta labor ecuménica común a los cristianos y cristianas de nuestro siglo XXI), que mirar al Único capaz de borrar nuestras diferencias superficiales, al Único capaz de sanar nuestras heridas históricas, nuestras grandes incomprensiones, que mirar a JESÚS para poder escuchar algún día, esperamos no muy lejano, todos juntos (como la gran familia que por el bautismo ya somos) un gran y rotundo: TÚ ERES MI SIERVO, DE QUIEN ESTOY ORGULLOSO.

Autor: Fray Ángel de Ara-Coeli

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