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“Mayor atención a lo emocional”, por Gabriel Mª Otalora

Jueves, 3 de octubre de 2024
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jesus-resucitadoDe su blog Punto de Encuentro:

Con tantos cambios y crisis, los sentimientos (negativos) a veces nos desbordan. La solución a corto plazo parece la más sencilla: centrarnos en lo racional para intentar salir del agujero afectivo. El problema es que esta es la manera de reprimir muchas emociones y de olvidarnos de que así es difícil desarrollar una parte muy importante de la inteligencia. No en vano, nuestros sentimientos condicionan todas nuestras percepciones, pensamientos y acciones además de afectar a las relaciones con quienes nos rodean.

La incapacidad o “analfabetismo emocional” para reconocer los propios sentimientos impide actuar adecuadamente sobre los sentimientos negativos. Lo bueno es que los sentimientos son controlables, y de ahí viene la expresión “inteligencia emocional”. Así, cuando decidimos traer al presente sentimientos positivos, no hay sitio para que afloren a la vez los sentimientos negativos; y viceversa. O unos, u otros. Cuando siento agradecimiento no puedo sentirme resentido. Precisamente una de las bases de la madurez humana es la capacidad de tender a sentir en positivo dominando la tendencia a regodearnos en lo negativo, tan ligada a la peligrosa autocompasión.

Si no le damos importancia al conocimiento de nuestras emociones, tampoco llegaremos al conocimiento de nuestras limitaciones y recursos, y acabaremos siendo refractarios al aprendizaje que da la experiencia, en este caso emocional. Y solo cuando conectamos con nuestras fortalezas y nuestras debilidades, es posible trabajar la confianza sobre pilares seguros, lo que somos de verdad con nuestras capacidades; y entre las más importantes, está la de reconocer las emociones y sus efectos positivos para conjugar la razón con nuestro lado emocional.

Los Evangelios presentan un retrato muy humano de Jesús. Sin embargo, su faceta emocional ha sido puesta en duda por no pocos que le presentan casi como un estoico o un ser hierático; por ejemplo, san Juan Crisóstomo, nada menos, fue uno de los que dijo “Cristo nunca se rio”. Afirmación tan rotunda pone en duda su misma humanidad en algo tan esencial como la emoción primaria de reírse. No pocos cristianos prefieren todavía imaginar a Cristo desprovisto de las pasiones, es decir, sin el gozo y la alegría tan esenciales en cualquier buena noticia; más aun si se trata de “la mejor Noticia”.

Jesús invitó a reír en las Bienaventuranzas (Mt 5; Lc 6), y contó parábolas que acababan en regocijo (Lc 15) Incluso a veces le reprendieron por mostrarse muy alegre (Lc 7, 34). Hay bastantes más ejemplos: a nadie que se le acusa de comilón y borracho (Mt 11, 19) se le imagina con semblante adusto y refractario a la risa. Lo que ha ocurrido es que algunos mal iluminados de la Iglesia decidieron encauzar la piedad popular desde el dolorismo que no tienen nada de Buena Noticia: a través de un discurso de permanente seriedad, arrepentimiento y dolor, la imagen de Jesús aparece como un ser capaz de sufrir mas no de sonreír. Pero no siempre fue así…

Ya existió en el mundo católico una costumbre llamada “la risa de Pascua” (risus Paschalis). Los fieles se reían durante la celebración del culto de la Pascua en algunos países del norte de Europa (al menos hasta el siglo XVI). Los propios predicadores, durante la Misa de Pascua, sí. El clero provocando deliberadamente la risa de sus fieles en el interior del templo para así celebrar la resurrección de Cristo.

Finalmente vencerá el freno a esta manifestación de alegría pascual comunitaria desenfadada cuando la religión se convierte en un asunto más privado que público, y ritos como la risa pascual quedaban fuera de lugar. Pero san Pablo preguntaba: “¿Dónde está muerte tu victoria? ¿Dónde está muerte tu aguijón?” (1Cor 15,55).

Julien Green escribe en suautobiografía cuando le rondaba la conversión al catolicismo: lo que frenaba dar el paso era la poca fe de los cristianos en la fuerza viva de sus sacramentos. “Entraba en las iglesias y observaba las caras aburridas de los asistentes. ¿Creían aquellos hombres en lo que decían creer?” Examinaba a la salida de Misa los gestos frívolos y el escritor francés resume su experiencia en una frase terrible, “Bajan del Calvario y… hablan del tiempo”.

¿Cómo nos ven ahora?, ¿qué emociones nos transparentan? Examen de conciencia emocional…

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“Una ojeada a la Razón. Una reflexión muy personal”, por Mariano Álvarez Valenzuela.

Martes, 23 de abril de 2024
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Desde siempre se nos ha dicho que el ser humano es un animal racional, es decir, dos realidades en una, y siempre me he preguntado cómo es posible lograr tal equilibrio. Por lo pronto lo animal no define a la razón y la razón si define a lo animal además de definirse a ella misma, aspecto éste último algo contradictorio, pues es ella misma quien afirma que lo definido no debe entrar en la definición bajo el riesgo de caer en una tautología, y que en este caso sería además una pedante egología:” Esto es así porque lo digo yo”.

Mal empezamos si la propia razón empieza contradiciéndose e imponiéndose autoritariamente. La razón-sujeto (definidora) es a su vez razón-objeto (definida), es decir, juez y parte, y ya se sabe que quien parte y reparte se queda con la mejor parte. Pero la situación no queda aquí, todavía se complica más al entrar la razón en una esquizofrenia múltiple, pues en todo juicio (ámbito exclusivo de la razón), además del juez, intervienen el fiscal que acusa y el defensor que se justifica ante dicha acusación. Es como si el acelerador y el freno de un vehículo fuesen el mismo pedal, derraparíamos constantemente, y no digamos nada si además queremos que tome parte el jurado, dejémoslo aparte de momento.

Así las cosas, la razón dista mucho de ser una destiladora de equilibrios. Pero la cosa no queda tampoco aquí si su prepotencia le lleva a querer universalizarse como agente clarificador y ordenador de toda realidad. ¿Será esta la causa de que en su interior surja una inconsciente razón llamada duda? ¿Quién hará de juez entre ambas?

Así resulta que este animal racional, el ser humano, asume un cierto pragmatismo dual, el de convivir con su razón científica objetiva sin dudas y a la vez con su razón filosófica llena de dudas. Es como no acabar de fiarse uno mismo de sí mismo. ¡Menudo desasosiego! Con todo esto, la razón resulta ser ya de entrada un principio de diferenciación social, autoclasificándonos unos como de letras y otros como de ciencias, pero no nos preocupemos, nuestra realidad va mucho más allá de las ciencias y las letras, incluso más allá de la razón que en este caso sería de las razones.

Este más allá de toda razón en la persona, reside en una facultad suprarracional, pero muy anclada a su materialidad, aunque la razón en su papel de agente clarificador y ordenador no se haya podido negar a ponerle nombre con el calificativo de “voluntad”. No hay razón que se le resista. Cuando a alguien se le pide explicaciones sobre ciertos actos y decisiones inexplicables, acaba exclamando: ¡Porque me lo pide el cuerpo! ¡Porque me da la gana!…

Si la razón se afana en limpiar, abrillantar y dar esplendor creando un orden enmarcado por leyes, la voluntad muchas veces actúa reactivamente contra dicho marco legal, confirmando así el principio de la dinámica de toda realidad física y que la propia razón expresa diciendo que: “A toda acción se le opone una reacción igual y de sentido contrario”.

Pero este aparente irracionalismo que emerge desde los sentimientos, no se ve exento de tener que dar razón de lo que su cuerpo le pide como bien apuntaba B. Pascal en su conocida expresión de: “El corazón tiene razones que no entiende la razón”.

Por lo que la cuestión que nos debemos plantear no reside tanto en considerar a una como la buena y la otra como la contraria. Hay que procurar limpiar y esclarecer, pero sin renegar de lo emotivo, de lo pulsional, lo pasional, y en definitiva de lo que nos pide el cuerpo o nos dé la gana, pero ambas han de aproximarse en una dinámica de complementariedad que las unifique.

Razón y corazón no funcionan por separado. El pensamiento meramente espiritual, descansa en su base cerebral, que se extiende por todo el entramado neuronal del sistema nervioso conformando su base somática, de ahí que somos también inteligencia sintiente, pero, así como una exaltación de la razón sobre el corazón se traduce en una “cabezo-nada”, también una exaltación del sentimiento sobre la razón se traduce en una “corazo-nada”. En definitiva, ambas por separado quedan en nada. En este contexto, no hemos hecho nada más que un intento de resucitar la vieja filosofía de la doble verdad, que algunos filósofos árabes, en su día, trataron de introducir en contraposición a la verdad filosófica y teológica.

La buscada sabiduría se aviene cuando empezamos a trabajar en ese buscado equilibrio dinámico “racio-cordial”, equilibrio que demanda la presencia de la sabiduría hebrea y de la razón helénica. La primera empieza diciendo “tú”, para poder reflejarse en él y percibirse. La segunda empieza por un “yo” que duda hasta de sí mismo.

La primera se encuentra a “” por un acontecimiento que le viene de fuera de “”. La segunda se busca a “” sin querer salir de “”.

El mundo griego comienza con el “yo” de la duda, que es como un “no yo”, pues esa es su esencia, la de negarse continuamente y reafirmarse a partir de su negación, que también por necesidad lógica debería ser una negación dudosa. El mundo hebreo comienza con el “creo”, te creo, te veo, me fio, es el “fiat” del asentimiento. Son dos cosmovisiones que o se reclaman en una complementariedad o se contraponen, no hay más opciones.

Kant que era un pensador de oficio, decía que la razón no es solamente un pensar invadido por la duda que no nos permite salir de un hiperbólico racionalismo, sino también un querer práctico que busca su norte, su sentido, en donde el riesgo, la apuesta, la voluntad, el tanteo, el instinto y podríamos añadir el sufrimiento, las alegrías y en definitiva a toda pulsión inconsciente.

También Wittgenstein, un gran apasionado por la filosofía y la matemática, considerado un gran pensador metafísico de este siglo pasado (ayer), desmitificaba la razón diciendo que cualquier decir racional es un decir paradójico. Recordemos que toda paradoja es una idea contradictoria, pero sin contradicción lógica, lo que la convertiría en un sofisma. Toda paradoja es un razonamiento en apariencia válido, pero que contraviene al sentido común. ¡Cuántas paradojas se nos cuelan inconscientemente en nuestro llamado sentido común simplemente porque no rompen las reglas de la lógica!

La presencia que acontece al “yo” del mundo hebreo que razona para poder reconocerse y poder responderle, le dice: Heme aquí dispuesto y abierto a tu palabra para acogerte y para ser acogido, pues sin “ti” no podría decir “yo”, y sin mí, tú tampoco podrías pronunciarte y no se produciría ni encuentro ni acontecimiento alguno.

Del saber al querer y del querer al saber, cuanto no sea así, no pasaría de ser un absurdo Kafkiano.

La racionalidad humana es a su vez ética y metafísica, carne y espíritu, animal y racional, y ambas acaban siendo el substrato de una voluntad bien informada para poder afrontar el reto de su existencia en libertad.

En este punto, primigenio y último, nada separa al creyente del no creyente sino la fe. Para creer y tener fe, la voluntad es quien tiene la última palabra para poder enfrentarse a ese abismo que supera a toda razón y a todo querer. Ante este abismo llamado libertad, la voluntad no solo está sola, sino que debe renunciar a su soledad para abandonarse libremente en la alteridad de en Quien se puede ver reflejado y ya pueda decir “yo” sin dudas…… ¡Qué riesgo!

La vida humana tiene su singular riesgo llamado libertad, que nos singulariza uno a uno sin límites espacio-temporales. Solamente la voluntad es quien asume en última instancia dicho riesgo, por muchas “cabezo-nadas” y “corazo-nadas” que le vengan en forma de hipótesis o en forma de ganas, ya que siempre la tesis, su tesis, la confirma su voluntad.

Mariano Álvarez Valenzuela

Fuente Atrio

Espiritualidad

La razón del poder y el poder de la razón

Sábado, 7 de octubre de 2023
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dialogo_cLa razón del poder y el poder de la razón; esta combinación se llama quiasmo. Un quiasmo es una figura retórica utilizada en literatura y en la retórica para crear un efecto de estilo y expresar una idea o concepto de forma simétrica e inversa. Consiste en una estructura de frases o cláusulas en la que las palabras o ideas se presentan en un orden específico y después se repiten en orden inverso. Esta simetría en la estructura ayuda a destacar y enfatizar las palabras o ideas que se quieren comunicar. Sólo cito alguna más: La necesidad de la libertad y la libertad de la necesidad. La razón o poder del amor y el amor de la razón o poder…. Y así podemos hacer muchas más. Lo importante es dar pie a pensar y reflexionar, aspectos muy ausentes en la actualidad donde se intenta imponer el pensamiento único.

  La frase La razón del poder y el poder de la razón debe remarcarse con otras palabras como poder/autoridad y racional/razonable. Lo indico por las dificultades que puedan emerger en la reflexión o lectura personal por los términos.

Bien sabemos, por experiencia social, cómo el poder hace uso de la razón para imponer, y no dialogar; eso sí dando razones que nadie ha pedido: La razón del poder. Y si ese poder fuera la autoridad y presentará razones razonables, no racionales, podríamos ver la fuerza de la razón en la autoridad, que es al mismo tiempo poder. La autoridad puede ser lógica, es decir, una concatenación de razones a través de silogismos que encadenados llevan a una situación injusta, por lógica que sea. No en vano, existe en el derecho romano el aforismo: Maximum ius, máxima iniusticia.

La racionalidad no contempla las circunstancias. Es como un piñón fijo. La conclusión es ésta. En cambio, la razonabilidad, que no excluye la lógica, tiene en cuenta no sólo las circunstancias exteriores sino también la comprensión emocional del sujeto dentro de su contexto. Y entonces se comprende mejor el sentido del quiasmo: La razón del poder (que no la autoridad) puede ser abusivo, parcial. Es la actitud de omnipotencia de los vencedores. Una postura de este tipo remueve conscientemente, no digamos inconscientemente, la figura divina, la perfección de la ley. Por eso indicaba anterior el aforismo romano: “La ley máxima, la mayor injusticia”. Y podríamos percibir que es una forma de gobernanza en ciertos lugarees. Se me pasa por la cabeza, la zona del Sahel, donde en pocos años ha habido una veintena de golpes de estado militar. Aquí entra de lleno la razón del poder. Y en esos casos, militar.

   Pero el poder o la autoridad de la razón o razonabilidad no tiene fuerza de imposición porque carece de los recursos que la razón del poder tiene, como es la coacción, aplicación de leyes y otros. Pero habría que dar fuerza a la razonabilidad. Esto permite que un entendimiento democrático pueda existir y avanzar, pero cuando es percibido como disruptivo, la razón del poder lo elimina. Es evidente que conlleva toda una madurez el poder de la razón. Una profunda dialéctica por un sano diálogo en el que las razones debaten como en un duelo de espadas. Y también la historia está llena. Pienso en una figura lejana, entre otras, como Sócrates que aceptó la eutanasia o autocidio, no el suicidio, para ser coherente con el poder de la razonabilidad. No engañaba ni abducía a los jóvenes. Todo lo contrario, les hacía aprender a pensar por sí mismos con el método de la comadrona, que ayuda a salir el bebé del sí materno. Pero esto hoy en día  sería como formar a disidentes. Y así sabemos por la historia que la razón o racionalidad del poder no aceptó el poder de la razón.

    Este recuerdo de Sócrates me lleva a recordar dos frases de Aristóteles:

Platón es amigo mío o la razón del poder (=maestro), pero aún lo es más la verdad o el poder de la razón (=razonabilidad).

                 Y la siguiente que es muy actual: Cualquiera puede enfadarse, esto es muy fácil. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y de forma correcta, esto ciertamente no resulta tan fácil.

                 En estas frases como en los quiasmos entra de forma plena, total y profunda toda la impulsividad y emotividad llevándonos a una empatía, compatía o la ecpatía. Y recordando ya que no lo he indicado en ningún momento que la etimología de autoridad viene del latín que significa “hacer crecer”. Y se crece, se madura con la razonabilidad responsable de que sería el otro quiasmo: La necesidad de la libertad y la libertad de la necesidad o la razón de la autoridad y la autoridad de la razón. Una dialéctica de pueblo e imperio.

             Muy buen trabajo, tarea o trabajo en las escuelas y universidades. Mi cuodlibeto es: ¿Pueden hacerlo o quieren hacerlo? Porque la razón del poder quiere ganar y vencer, pero el poder de la razón quiere dialogar y convencer.

Jaume PATUEL, pedapsicogogo

Fuente (Remitido por el autor)

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De la cabeza al corazón

Viernes, 26 de febrero de 2021
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Nosotros racionalizamos y verbalizamos en exceso. Estamos acostumbrados a hacerlo por el tipo de educación que hemos recibido. Tarde o temprano, en la vida que llevamos, cada uno de nosotros comprende que debe explorar a fondo, más allá de la superficie de las cosas. Pero hay quienes nunca lo hacen, quienes se quedan estancados en el nivel de lo racional. Se aferran a esa forma de meditación racional y no se sueltan de ella porque de otro modo no se sienten seguros.

 Las cosas tienen necesariamente que descender «de la cabeza al corazón». Esta es una expresión más o menos consagrada. Si para ti una cosa no se convierte realmente en una segunda naturaleza, esa cosa sigue siendo solo una idea. Esto es aplicable también a las cosas que vienen del exterior. Adoptar las normas sociales, o las normas ajenas, o las normas de la autoridad, es alienante. Se puede hacer y está bien. Pero no nace del corazón. Es el caso de muchos buenos religiosos que observan todas las reglas, pero esta observancia nunca tiene demasiado valor. Ellos están convencidos y son sinceros. Sin embargo, dales una oportunidad, y harán algo completamente contrario, siempre y cuando no esté previsto por una regla particular.

Es como tocar el piano. Cuando nace de lo profundo del ser, la persona se sienta y toca. Otros se preocuparán por el estilo y la técnica y lo que pueda opinar el maestro. También en esto se trata, simplemente, de hacer lo que se está haciendo“.

*

Thomas Merton

Los manantiales de la contemplación

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“El Yo y los sentimientos (II)”, por Enrique Martínez Lozano.

Viernes, 10 de noviembre de 2017
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sentimientos-el-lenguaje-del-almaEn forma de esquema, la gestión adecuada de los sentimientos podría expresarse de este modo: la actitud inteligente y constructiva se sitúa en el centro de dos extremos igualmente peligrosos: la represión y la reducción. La inteligencia emocional no reprime los sentimientos ni se reduce a ellos.

La represión es siempre peligrosa y dañina. Porque reprime los sentimientos –los oculta, los camufla, los niega o los disimula–, pero no los elimina. Dado que un sentimiento es una carga de energía, la represión acarrea estas consecuencias nefastas: desgasta a la persona, al consumir no poca energía para mantener reprimido el sentimiento; provoca que el sentimiento aparezca por otra vía, particularmente el cuerpo, en forma de somatizaciones (“el cuerpo dice lo que la mente calla”); el sentimiento reprimido se convierte en un volcán tan peligroso como oculto, que en cualquier momento puede estallar de forma inesperada y violenta, haciendo verdad el dicho de que “quien se empeña en vivir como un ángel, termina comportándose como una bestia“.

Ahora bien, en el extremo opuesto, la reducción no es mejor, ya que termina infantilizando y hundiendo a la persona. En efecto, al reducirme al sentimiento, no solo me convierto en una marioneta en sus manos, a merced de sus altibajos, sino que termino desconectado de mi verdadera identidad: esta es la mayor ignorancia, fuente de todo sufrimiento.

La actitud sabia, por tanto, consiste en reconocer, aceptar y nombrar todos nuestros sentimientos, acogiéndolos desde nuestra identidad profunda, sin negarlos ni reprimirlos y sin dejarnos conducir por ellos.

Todo sentimiento tiene “derecho” a vivir: es un “objeto” dentro de nuestro campo de consciencia; como tal, necesita ser reconocido y aceptado, sin demonizarlo: los sentimientos son moralmente neutros, ni “buenos” ni “malos”. Es una energía que siempre tiene una causa, aunque nos resulte desconocida. Al reconocerlos y aceptarlos, dejamos de resistirlos; solo entonces evitaremos fracturarnos.

Pero si bien todo sentimiento tiene “derecho” a vivir, no es menos cierto que ningún sentimiento constituye nuestra identidad. De ahí que identificarnos con cualquiera de ellos nos introduzca en la confusión y la impotencia. Nos identificamos con ellos cuando somos incapaces de tomar distancia o, peor aún, los alimentamos con nuestras cavilaciones mentales o rumiaciones. Y todos tenemos experiencia de que, al alimentar cualquier sentimiento o pensamiento, terminamos dramatizando la situación, enjaulados dentro de sus propios barrotes.

Enrique Martínez Lozano

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“El yo y los sentimientos (I)”, por Enrique Martínez Lozano.

Miércoles, 25 de octubre de 2017
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sentimientos-el-lenguaje-del-almaSabemos que el yo (o ego) no es otra cosa que la identificación que la mente hace con sus propios contenidos. No es, por tanto, sino la suma de pensamientos y sentimientos, más o menos armonizados o integrados.

Creer que eso constituye nuestra identidad nos sume en la ignorancia y, simultáneamente, en el sufrimiento.

Sin embargo, por otro lado, aunque no nos identifiquemos con ellos, necesitamos aprender a gestionar los sentimientos y las emociones de un modo adecuado. Es algo similar a lo que hacemos con el cuerpo: no se nos ocurre identificarnos con él, pero comprendemos que necesitamos atenderlo y responder adecuadamente a sus necesidades.

La gestión adecuada de pensamientos y de sentimientos nos permite la integración del psiquismo, con todo lo que se deriva de ello. Una integración armónica favorece el gusto de vivir, la serenidad, la apertura, el amor… Por el contrario, la carencia de integración se manifiesta como neurosis o psicosis y lleva a funcionamientos y mecanismos más o menos destructivos y siempre dolorosos.

En resumen, el yo es únicamente una ficción mental; pensamientos y sentimientos son algo que tenemos, no lo que somos. Sin embargo, es necesario cuidar nuestro psiquismo. Solo en este sentido podría hablarse del “yo”, no como identidad, sino como el centro operativo de la vida cognitiva y emocional de la persona.

¿Qué hacer, pues, con los sentimientos? La primera dificultad que encontramos consiste en el no fácil diálogo entre la “razón” y el “corazón”; dificultad que tiene una base neurológica en el “contraste” entre el cerebro límbico (emocional) y el cerebro cognitivo (neocórtex).

Debido a ello, se puede caer en una doble trampa. En un caso, las emociones pueden desbordarnos, hasta el punto de bloquear el discernimiento lúcido e incluso la libertad ante ellas: es lo que conocemos como “cortocircuito emocional” o “secuestro cerebral”, y es lo que ocurre, por ejemplo –aunque no solo-, en los diferentes casos de estrés postraumático. En el otro, la mente bloquea y reprime los sentimientos, a causa de miedos, prohibiciones o sufrimiento: se produce entonces una especie de “asfixia cognitiva”, con dos consecuencias nocivas: la persona queda “cortada” de su mundo interior y crece la probabilidad de cualquier tipo de somatización, como único medio que les queda a los sentimientos para expresarse.

Frente a esa doble trampa, es necesario el cuidado de la inteligencia emocional, por la que entendemos la capacidad para identificar, comprender, razonar y gestionar las emociones, pasando de la lejanía e ignorancia a una consciencia cada vez más lúcida de los propios estados emocionales, sus causas y su gestión adecuada.

Enrique Martínez Lozano

Boletín Semanal

Fuente Fe Adulta

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Somos lo que sentimos

Miércoles, 2 de agosto de 2017
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No somos lo que pensamos,

somos lo que sentimos,

tras cada pensamiento racional

subyace una emoción.

*

Elsa Punset

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Duelo entre Dios y la ciencia en un monasterio. En el 155 aniversario de ‘El origen de las especies’

Miércoles, 26 de noviembre de 2014
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14166927202786El prior Lluc Torcal y el físico Carles Urdina, en el Monasterio de Poblet. RAMÓN ORGA

POLÉMICA HISTÓRICA En el 155 aniversario de ‘El origen de las especies

ESTHER PANIAGUAPoblet (Tarragona)

Cuando Charles Darwin publicó El origen de las especies el 24 de noviembre de 1859, las reacciones a favor y en contra de su pionera teoría evolucionista no se hicieron esperar. Tan sólo unos meses después, el fiel darwinista Thomas Huxley y el entonces obispo de Oxford Samuel Wilbesforce se batieron en duelo en un debate multitudinario entre ciencia y fe del que la prensa dio como ganadores a los darwinistas frente a los creacionistas.

A falta de una verdad absoluta, la discusión sigue viva a día de hoy. Hace poco más de dos años el evolucionista ateo Richard Dawkins y el obispo de Canterbury Rowan Williams revivieron ese debate entre Huxley y Wilbesforce con la misma vehemencia que los protagonistas originales. La expectación fue tal que tuvieron que habilitar dos espacios adicionales en teatros para dar cabida a todos los asistentes, y la retransmisión online congregó a decenas de miles de personas. Ayer, la historia se repetía de nuevo, coincidiendo con el 155 aniversario de la publicación de la biblia evolutiva de Darwin, que se celebra mañana.

Esta vez el lugar escogido fue el monasterio catalán de Poblet. El propio prior del monasterio, que además es físico y hombre de ciencia, instó este duelo a raíz de una provocación vía e-mail de un físico alarmado por las recientes declaraciones del Papa Francisco, en las que aseguró que el Big Bang no contradice a Dios, sino que lo exige. El prior, Lluc Torcal, respondió en seguida a este mensaje para justificar la postura del Papa y retó al físico -Carles Udina- a defender su postura en cara a cara en suelo sagrado, en el mismísimo monasterio de Poblet.

¿Creación o inicio?

Ante el sí de Udina, menos de un mes después llegaba el día de la batalla dialéctica entre el prior científico y el físico ateo. En este caso contaron con un número reducido de espectadores -aproximadamente 50-, en un encuentro privado reservado solo a miembros de la comunidad IP, presidida por el pionero de internet Andreu Veà y compuesta por expertos de ámbitos muy diversos.

El primer dardo del cara a cara lo lanzaba Torcal, sacando a la palestra desde el primer momento el debate entre Dios y la ciencia: «Estas cosas pasan cuando se meten con el Papa: a uno le tocan la fibra y contesta», comenzaba Torcal con visible excitación. Acto seguido, el prior entraba en materia. En opinión de Torcal, conciliar razón y fe no es una cuestión material sino «de sentido, del porqué de todo esto». Desde su punto de vista «crear significa dar la existencia, y no es lo mismo que dar inicio a las cosas».

Esta existencia -según Torcal- o nos viene dada [punto de vista científico] o es una emanación de algo que está en el origen de todo [punto de vista religioso]. “La segunda concepción implica una unidad de todas las cosas en la que no hay diferencia entre lo que yo soy y el mundo que descubrimos o se nos va dando a conocer, ya que desde el origen estaba todo allí”, explicaba Torcal.

El problema es cómo llamar a ese “todo”. Para la religión, es un Dios con conciencia y entidad propia que se presenta fundido en el maremágnum del universo; para la ciencia es simplemente la realidad. Udina va más allá y lo define como “un nivel de información desconocido para la física, un mecanismo que calcula todas las informaciones”. Según su teoría, “el éter que siempre han buscado los físicos no es material sino información independiente de la materia”.

Udina aseguró que la acción de ese nivel de información inicial -desconocido y anterior a la materialización del universo- es lo que propicia «el mal llamado Big Bang» y esa creación que los religiosos atribuyen a Dios.

Higgs, Hawking y Dawkins

En este punto del duelo, la conocida física y divulgadora científica Sonia Fernández-Vidal, presente entre el público, afirmó que está de acuerdo con la explicación del origen del universo que proporciona el modelo de la física actual y que deposita su confianza en el incansablemente buscado bosón de Higgs. La confirmación en 2012 de la existencia de este bosón con un margen de error del 1% fue «extremadamente excitante», en opinión de la física, debido a que validaba la teoría dada ya por válida por la comunidad científica pero aún sin demostrar.

Tal y como explica Fernández-Vidal, la importancia del descubrimiento de la llamada «partícula de Dios» radica en que confirma la teoría de Higgs que explica por qué unas partículas fundamentales tienen masa y otras no, en función de si interaccionan o no con el denominado «campo de Higgs», un campo cuántico invisible presente en todo el universo.

Al prior del monasterio de Poblet no le hace ninguna gracia la denominación de «partícula de Dios», ya que esta partícula «nada tiene que ver» con el Creador. Coincide en esto con Udina, aunque por motivos diferentes. Este último califica el descubrimiento del bosón de Higgs como «un fraude científico orquestado por el CERN [la Organización Europea para la Investigación Nuclear] para conseguir financiación».

En realidad, Udina y Torcal están de acuerdo en más cosas de las que parece. Incluso Fernández-Vidal opina que ciencia y religión no son incompatibles. Además, los tres coinciden en su desacuerdo con Stephen Hawking y Richard Dawkins, que no creen en una posible concordancia entre razón y fe. «Estos científicos reduccionistas defienden que la única verdad que hay es la experimentable», explica Torcal. El prior concluía el encuentro con su justificación de por qué esto es “insostenible” y “contradictorio”: “La ciencia no puede tener las raíces en sí misma porque no cumpliría las premisas para ser una verdad científica”.

Biblia, Budismo, Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, General, Islam, Judaísmo , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

Razón y Pasión.

Sábado, 19 de julio de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

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Vuestra alma es, a menudo, un campo de batalla donde vuestra razón y vuestro juicio combaten contra vuestras pasiones y vuestros apetitos.

Ojalá pudiera yo ser el pacificador de vuestras almas, y transformar la discordia y la rivalidad de vuestros elementos en unidad y melodía.

Pero, ¿cómo podría yo hacerlo a menos que vosotros mismos fuerais también pacificadores, o mejor aún, amigos de todos vuestros elementos?.

Vuestra razón y vuestra pasión son el timón y las velas de vuestra alma navegante.

Si vuestras velas o vuestro timón se rompen, sólo podréis navegar a la deriva o permanecer inmóviles en medio del mar.

Porque la razón, si reina por sí sola, restringe todo impulso; y la pasión, abandonada a sí misma, es un fuego que arde hasta su propia destrucción.

Así, que vuestra alma eleve vuestra razón a la altura de vuestra pasión, y así esta última podrá cantar; y que dirija vuestra pasión para que ella pueda vivir una resurrección cotidiana y, como el fénix, renazca de sus propias cenizas.

Quisiera que considerarais vuestro juicio y vuestros apetitos como lo haríais con dos huéspedes queridos en vuestra casa.

Ciertamente, no honraríais a un huésped más que al otro, porque quién presta más atención a uno de los dos, pierde el amor y la confianza de ambos.

Cuando, entre las colinas os sentáis a la sombra fresca de los álamos blancos, compartiendo la paz y la serenidad de los campos y de los prados, entonces, que vuestro corazón diga en silencio: “Dios reposa en la Razón”.

Y cuando la tempestad y el viento poderoso sacudan los bosques, y el trueno y el relámpago proclamen la majestad de los cielos, entonces, que vuestro corazón diga con temor y respeto: “Dios actúa con pasión“.

Y ya que oís un soplo en la esfera de Dios y una hoja en el bosque de Dios, también vosotros deberíais reposar en la Razón y moveros en la Pasión.

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Khalil Gibran, “El Profeta

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Recordatorio

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