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” Job y ¿Quién mató a mi padre?”, por Carlos Osma

Sábado, 10 de octubre de 2020
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father-1633655_1920De su blog Homoprotestantes:

Hace un par de semanas leí el libro de Edouard Louis ¿Quién mató a mi padre?(1), una especie de diario donde el autor hace reflexiones dirigidas a su padre. La relación con él no había sido buena, lo sabemos porque en un libro anterior: Para acabar con Eddy Bellegueule(2), Edouard narra su experiencia como gay en una familia obrera francesa, y explica el rechazo que sufrió por parte de su entorno, entre ellos su padre. Al leer el libro no pude evitar hacer conexiones con el libro de Job, y me pregunté cuáles eran las similitudes y las diferencias entre ambas reflexiones para reflejan experiencias de abuso y marginación por parte de familiares o amigos.

Lo interesante de ¿Quién mató a mi padre? es que Edouard Louis no se centra en sí mismo y en la homofobia padecida por una de las personas que debía protegerle y amarle, sino que trata de entender los poderes que habían intervenido en la vida de su padre para actuar como lo hizo. Louis no oculta su profundo dolor: “Contar la historia de tu vida es escribir la historia de mi ausencia”, pero es capaz de ver como las personas pobres como su padre han sido utilizadas por el sistema como objetos para producir beneficios. De ahí la insatisfacción, la necesidad de huir de la realidad, después la caída en el alcohol, la enfermedad, el despido por no ser productivo, y finalmente la amargura. “La historia qeu aprendíamos en la escuela no era tu historia. Nos enseñaban la historia del mundo y tú te habías quedado al margen del mundo”. Todo eso lleva a Edouard Louis a hacer una crítica de las políticas que generan tanto dolor en personas como su padre. De los políticos dirá: “La política no cambia sus vidas, o lo hace bastante poco. Esto también es curioso, ellos hacen la política, pero la política apenas tiene ningún efecto sobre sus vidas”. Sin embargo, esas políticas sí la tienen para personas como su padre: “Hollande, Valls, El Khomri, Hirsch, Sarkozy, Macron, Bertrand, Chirac. La historia de tu sufrimiento tiene nombres y apellidos. La historia de tu vida es la historia de esa gente que se ha ido turnando para acabar contigo. La historia de tu cuerpo es la historia de esos nombres que se han ido turnando para arruinarlo. La historia de tu cuerpo acusa la historia política”.

Al leer el libro de Job, nos encontramos a una persona cuya situación de sufrimiento no es atendida por los demás con empatía, sino con juicio y añadiendo culpa. ¡Algo has hecho para que te ocurra esta desgracia! Job se dirige al cielo porque sus amistades más cercanas lo abandonan, se sitúan en el bando de la ortodoxia, de quienes ostentan el poder y la influencia para convertirlo en un pecador. Y me preguntaba qué pasaría si además de dirigirse al cielo, Job hubiera reflexionado sobre las razones que llevaron a sus tres amigos a tratarlo de una forma tan inhumana. Evidentemente no puedo responder a esa pregunta, no conozco a Bildad, Sofar y Elifaz, pero sí a personas cercanas que han actuado conmigo de una forma semejante por mi orientación sexual. No quiero hacer una comparación entre el sufrimiento de Job y la bendición de mi orientación sexual, sino entre nuestros ortodoxos amigos.

Si tengo que destacar una característica, es la falta de empatía, lo cual sorprende de personas que dicen dirigir su vida con el amor de dios (el suyo es en mayúsculas claro). Y la falta de empatía, según indican muchos estudios psicológicos, está relacionada con problemas afectivos en la infancia, por ejemplo. La falta de empatía suele ir acompañada con la rigidez, con negarse ni siquiera a valorar que pueden estar equivocados. Y la rigidez de pensamiento es la materialización del miedo y la inseguridad, algo que no debería extrañarnos, porque muchos discursos religiosos están dirigidos a personas a las que les da miedo el mundo cambiante en el que viven y necesitan que les proporcionen verdades inamovibles para bajar su nivel de ansiedad. Por último, y para no alargarme, he observado también que muchas veces las personas más rígidas y menos empáticas no han tenido, o han perdido, un entorno familiar estable, a lo que suele sumarse la falta de una red de amistades fuerte, por lo que se sienten solas. Por eso, si tienen que decidir entre una amiga, un hijo, una hermana, un padre o una tía LGTBIQ, y la comunidad cristiana LGTBIQfóbica de la que forman parte y que les proporciona un entorno de relaciones personales de las que carecen, pues se decantan por la segunda opción.

En cuando a Job, si nos centramos ahora en nuestra experiencia eclesial, creo que es un ejemplo a seguir para los cristianos LGTBIQ porque él no se resigna y se convierte en insumiso de un sistema teológico que no responde a su experiencia. Job nos sitúa no solo ante la crisis de un ser humano, sino ante la crisis de una teología que producía víctimas, o que no es una ayuda para ellas. Porque Job, como Edouard Louis y su padre, “no es víctima de Dios sino de la violencia humana; es el chivo expiatorio sobre el que su grupo social carga sus propios males y expulsa fuera de su seno”(3). Y las personas LGTBIQ estamos en nuestro derecho de preguntarnos qué hemos hecho nosotros para ser el chivo expiatorio de las comunidades cristianas en las que crecimos, pero en realidad la pregunta más pertinente sería por qué nuestras comunidades necesitan chivos expiatorios. ¿Qué tapan con su LGTBIQfóbia? ¿Por qué dan la espalda al evangelio? ¿Por qué eligen la ortodoxia en vez de la empatía? Mi experiencia me dice que la respuesta es que su teología está agotada, acabada, muerta. Porque el Espíritu hace años que les abandonó.

La no resignación ante los poderes que intentan hundirnos creo que es un elemento interesante del libro de Job, algo que nos puede ayudar como cristianos LGTBIQ. “¡Lejos de mí daros la razón! No renunciaré a mi honradez hasta que muera. Me aferro a mi inocencia, no cederé libre de reproche hasta el último de mis días”(4). También el hecho de hacer discursos de contrapoder, discursos que se opongan a los que los poderes LGTBIQfóbicos han impuesto como únicos válidos. Es posible, como en Job, que esos discursos de contrapoder no sean lo más precisos posibles, o que no lleguen a encontrar una respuesta definitiva para acabar con una teología que se impone para oprimir. Pero siempre es necesario que alguien haga el primer paso para que otros puedan llegar a la meta. Y creo que eso es lo que hace Job, no ofrece todas las respuestas para hundir la doctrina de la retribución, pero es un eslabón de la cadena que acabará por hacerlo. Nosotros solos no podremos dar siempre y en todo momento respuestas a las lecturas y mensajes LGTBIQfóbicos de las iglesias que dejan caer todo su odio sobre nosotros, pero debemos seguir trabajando para que finalmente la teología de odio que muchos abrazan como divina, sea abandonada.

Para acabar diré que en Job la dependencia de dios es absoluta, nada ocurre que él no permita. Por un lado, es una actitud que podemos entender como infantil y poco reflexiva, pero por otro la veo muy acertada porque Job no se deja robar a dios. No deja a dios en manos de los poderes que le culpabilizan, sino que se dirige a él para encontrar respuesta y salvación. Edouar Louis no habla de dios en su libro, pero leído desde una óptica cristiana ¿Quién mató a mi padre? nos interpela a vivir un cristianismo con los pies en el suelo, que analice cuáles son las verdaderas causas de nuestro sufrimiento y del de las personas que tenemos alrededor, para intentar erradicarlas. Y este cristianismo real y encarnado, no se opone en ningún momento a la convicción de la absoluta dependencia del poder de dios. El mundo fue entregado al ser humano para que lo cuidara y lo protegiera, un mundo que tiene su sentido de existencia, para nosotros los creyentes LGTBIQ, en el amor de dios.

Carlos Osma

NOTAS:

(1) Louis, E. ¿Quién mató a mi padre? (Ediciones Salamandra. Barcelona, 2019).

(2) Louis, E. Para acabar con Eddy Bellegueule. (Ediciones Salamandra. Barcelona, 2015).

(3) Trebolle, J. & Pottecher, S. Job (Editorial Trotta. Madrid, 2011), p.208.

(4) Job 26,5-6.

Consulta dónde encontrar “Solo un Jesús marica puede salvarnos”

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