Teólogos latinoamericanos exigen una Iglesia “al servicio de la humanidad y la creación entera”.
“El mundo en este momento es un paciente crónico que requiere toda la atención”.
El Dios de Jesús se dedica ante todo a los que no tienen posibilidad de tener posibilidades, los dejados fuera, las personas descartables.
***
(Proyecto Iberoamericano de Teología).- Profundizando el camino iniciado en el Primer Encuentro Iberoamericano de Teología realizado en la Escuela de Teología y Ministerio de Boston College, en los Estados Unidos del 6 al 10 de febrero de 2017, teólogas y teólogos católicos provenientes de diversos contextos del continente americano y la península ibérica nos hemos reunidos en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, en Colombia del 3 al 5 de abril de 2018, con el fin de continuar el diálogo teológico-pastoral entre América Latina, España y la comunidad latina en los Estados Unidos. Hemos reflexionado sobre La dimensión pastoral o evangelizadora de la teología.
Por medio de este comunicado, dirigido a la opinión pública internacional y a la comunidad eclesial en general, reafirmamos la importancia de continuar con la recepción creativa del Concilio Vaticano II, profundizando el principio de pastoralidad propuesto por san Juan XXIII para que ilumine nuestra labor teológica, manteniendo la actitud y la mirada promovidas por la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano celebrada en Medellín hace cincuenta años. En este sentido:
1. Advertimos con claridad que la teología católica en el continente americano y en la península ibérica se enfrenta hoy a una nueva fase de su desarrollo científico y eclesial, a partir de una continuidad creativa con las opciones de Medellín, que representan una profundización conciliar con claras repercusiones eclesiológicas para la identidad y la misión de la Iglesia universal, y para el modo en que se hace teología. En esta fase, la teología, como pensar creyente, debe redescubrir, nuevamente, la pregunta que la ha de orientar y dotar de identidad específica con relación a la filosofía, las humanidades y las otras ciencias.
Para este fin, las comunidades teológicas insertas en esta región de la casa común están llamadas a reconocer y promover la primacía de la unidad de la historia humana donde acontece el Reinado de Dios iniciado por Jesús de Nazaret y sostenido por su Espíritu que “ha sido derramado sobre toda carne” (Isaías 65,17; Hechos 2,17). A partir de este rumbo teológico claro, la teología elabora hoy la recién mencionada interpretación de los signos de los tiempos en los contextos y escenarios nuevos de la globalización, donde las víctimas de diversa índole son la nueva expresión de la exclusión global.
2. La teología, como reflexión de y desde la fe, es acto segundo que procede de la praxis teologal e histórica del reinado de Dios anunciado por Jesús en Galilea hace dos mil años. Desde ese horizonte fundacional, no podemos dejar de denunciar las condiciones indignas de vida a las que queda sometida hoy una buena parte de la humanidad. Estas realidades están ligadas a la impunidad, la corrupción, el tráfico de personas, órganos, armas y drogas, fenómenos atravesados por la violencia étnica y de género, por la que se imponen estructuras de poder que favorecen la formación de un mundo global injusto.
El estudio de la desigualdad socio-económica y cultural tan evidente demanda una re-significación de la categoría pobre, en cada país y en cada situación, porque esta descompensación entre pobreza y riqueza viene instalando a la violencia como un fenómeno social transversal cuyas formas hemos ya denunciado en la Declaración de Boston. Se puede afirmar que el mundo en este momento es un paciente crónico que requiere toda la atención.
3. De ahí que una pregunta teológica fundamental que dota de identidad y sentido propios a este quehacer, sea el discernimiento del paso salvífico de Dios hoy, es decir, cómo experimentar, pensar y anunciar al Dios de la vida en estos procesos y escenarios de muerte en los que la liberación se traduce hoy como la búsqueda de la reconciliación de la humanidad dividida y de la creación sometida al despojo por medio de la práctica de la justicia. Tarea ésta que sólo se puede lograr al interior de la vida del Pueblo de Dios y en referencia intrínseca a la praxis histórica de los pueblos, desde una eclesiología de comunidades de seguimiento de Cristo que se expresan, en la compartición de bienes civilizatorios, la siempre nueva escucha de los signos de los tiempos en diálogo con los actores plurales en el espacio público de hoy.
Esto es fundamental para la elaboración de una teología de la praxis surgida de la capilaridad de la acción humana en diálogo con la presencia vivificante de Dios en la única historia humana, que reconoce las prácticas de dignidad, resiliencia y esperanza de las que ya brotan experiencias, lenguajes y símbolos de Iglesia-comunidad, y en donde se vive y celebra anticipadamente la auto-comunicación de Dios y su designio salvífico para la creación entera.
4. Al reflexionar sobre la naturaleza misma de la teología, su especificidad y su lugar, reafirmamos que su quehacer, como parte del seguimiento de Jesús bajo el impulso del Espíritu y como un servicio eclesial y social, brota de la cotidianeidad mancomunada del pueblo y necesita del diálogo permanente con diversas formas de sabiduría popular y de saberes disciplinares. De estas características de la teología se deducen múltiples consideraciones sobre la forma de vida, el lugar de ejercicio, el estilo de reflexión, la atención a los destinatarios preferenciales. El Dios de Jesús se dedica ante todo a los que no tienen posibilidad de tener posibilidades, los dejados fuera, las personas descartables. Por eso, se requiere hoy una teología de ojos abiertos, que perciba la realidad mirando desde las periferias y los márgenes.
Sin esta lucidez situada, la teología cristiana pierde su carácter encarnatorio y profético. Pero reconocemos, con tristeza, que en muchos contextos no se concreta esa conexión con la realidad, cuando el teólogo o la teóloga se desvincula del trato personal y cotidiano con sus interlocutores preferenciales. La carencia de este vínculo compromete la misma naturaleza “científica” del ministerio teológico y convierte al destinatario en objeto de estudio, antes que en sujeto y protagonista de su propio proceso de liberación integral.
5. En este marco hemos considerado en nuestra reflexión teológica compartida la dimensión pastoral de toda teología, sus diversas figuras conceptuales a lo largo de la historia, la importancia de la comunicación como una operación que consuma el método teológico y el llamado a una integración entre la espiritualidad, la pastoral y la teología. Por ello, partimos del llamado principio de pastoralidad, una expresión no exenta de posibles limitaciones, pero que el mismo Francisco ha empleado en 2017 al decir que “la exhortación Evangelii gaudium brinda el marco de la pastoralidad” que él quiere dar a la Iglesia actual. A la luz de la intención pastoral que san Juan XXIII quiso para el Concilio Vaticano II, aquella expresión puede designar la “nueva manera de proceder” empleada por la Constitución pastoral Gaudium et spes.
Esta se caracteriza, entre otras cosas, como un discernimiento sinodal de los signos de los tiempos bajo la autoridad de la Palabra de Dios recibida y vivida en la fe de la Iglesia. No es posible escuchar la voz de Dios sin escuchar “las múltiples voces de nuestro tiempo” (GS 44) a través de las cuales el mismo Dios se auto-comunica a la humanidad presente. Estas dos prácticas -interpretación de la Biblia y de la tradición cristiana (DV) e interpretación del momento presente (GS)- no pueden separarse. En este sentido, si somos fieles a este principio conciliar, hoy no es posible seguir hablando de una separación entre una teología académica y profesional, y otra pastoral y práctica, sino de una interacción fecunda de diversas formas de hacer teología al servicio de la inteligencia de la fe y la misión evangelizadora de la Iglesia en la historia.
6. Consideramos que la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano celebrada en 1968 en Medellín representó, entre otros valores eclesiales, un “salto cualitativo” al asumir esta metodología de reflexión como hilo conductor no solo de sus textos, sino de toda la dinámica de trabajo de esa Conferencia. En las décadas siguientes, con limitaciones en su comprensión y con repetidas resistencias, esta forma de racionalidad teológica, histórica e inductiva ha sido la base de varias de las más típicas expresiones del catolicismo postconciliar latinoamericano, caribeño y latino estadounidense, como la opción por los pobres, el acompañamiento a la piedad popular, las comunidades de base, la lectura popular de la Biblia, el surgimiento de las teologías contextuales, el compromiso social desde la fe, la misión paradigmática permanente. Estas expresiones eclesiales ayudan a comprender el proceso de conversión pastoral puesto en marcha por el actual pontificado.
7. Creemos oportuno tomar una renovada conciencia y ahondar el aporte insustituible que esta forma de proceder conciliar, profundizada y avanzada en Medellín, brinda a la configuración de la identidad, diversa y plural, de la Iglesia Universal. El pontificado de Francisco representa un eslabón en esta larga cadena de una Iglesia regional que dejó de ser mero reflejo para ser una fuente. Por ello, el potencial eclesio-genético, que entiende a la identidad eclesial a partir de su misión de colaboración con la construcción de comunidades humanas, se muestra como un instrumento apropiado para una renovación actual, frente a un modelo eclesial que no está respondiendo a la erosión del aspecto comunitario en nuestras sociedades. La construcción de nuevos espacios donde pueda hacerse esa experiencia real y cristiana de comunidad es fundamental para el futuro y la credibilidad de la Iglesia, así como para la identidad católica del quehacer teológico.
8. No podemos ocultar las muchas limitaciones, e incluso los factores de involución, que hubo en los procesos de recepción conciliar de estas décadas. Precisamente, la relectura actual de Medellín, hito irreversible en el proceso eclesial latinoamericano y caribeño, desenmascara la gravedad de nuestros errores, la resistencia para concretar las necesarias reformas personales y estructurales de la Iglesia ya advertidas entonces, la negligencia para remover los “pecados estructurales” que oscurecen el Evangelio, escandalizan a los creyentes y perjudican a los pobres y las víctimas de nuestras sociedades. La agenda de trabajo planteada entonces y retomada en acontecimientos posteriores, hasta la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe celebrada en Aparecida (2007), es bien conocida. Vale aquí la advertencia formulada en la introducción a los documentos de Medellín: “No ha dejado de ser esta la hora de la palabra, pero se ha tornado, con dramática urgencia, la hora de la acción.”
9. Una de las principales experiencias de estas décadas, que nos ilumina y compromete a nuevas profundizaciones de esta forma de proceder del Concilio Vaticano II y de Medellín, es la irrupción de los pobres en la vida de la Iglesia. Cuando ella se ha dado, se ha logrado suscitar en la comunidad eclesial un redescubrimiento del carácter liberador de la Buena Noticia de Jesús, el Cristo, una inédita apropiación de la Palabra de Dios ‒la Biblia en las manos de la gente‒, una nueva creatividad en la construcción de comunidades cristianas al servicio de la liberación de todas las formas de esclavitud. También se ha dado una verdadera eclesiogénesis que lleva a un compromiso responsable de la institución eclesial con los cambios necesarios de nuestras sociedades, lo que, a su vez, impulsa procesos de evolución en la doctrina.
Por todo esto nos comprometemos, de manera personal e institucional, y estimulamos a colegas de la comunidad teológica del continente americano y de la península ibérica, a caminar juntos por las sendas de una teología con sustento teologal e histórico, orante y liberadora, sapiencial y científica, sistemática y pastoral, contemplativa y profética, sinodal y servicial, situada y universal al servicio de la humanidad y la creación entera.
– Coordinadores del Proyecto Iberoamericano de Teología
Rafael Luciani (Venezuela, Boston College); Carlos María Galli (Argentina, Pontificia Universidad Católica Argentina); Luis Guillermo Sarasa, SJ (Colombia, Pontificia Universidad Javeriana); Félix Palazzi (Venezuela, Boston College).
– Otros miembros participantes en este encuentro
Agenor Brighenti (Brasil, Pontificia Universidad Católica do Paraná); Raúl González Fabre, SJ (España, Pontificia Universidad Comillas); Gustavo Gutiérrez, OP (Perú, Universidad de Notre Dame); Mary Jo Iozzio (EE.UU., Boston College); José de Jesús Legorreta (México, Universidad Iberoamericana); Carmen Márquez Beunza (España, Universidad Pontificia Comillas); Carlos Mendoza, OP (México, Universidad Iberoamericana); Damián Nannini (Argentina, CELAM); Hosffman Ospino (Colombia, Boston College); Rubén Pérez (México, CELAM); Ahída Pilarski (Perú, Saint Anselm College); Juan Carlos Scannone, SJ (Argentina, San Miguel); Carlos Schickendantz (Chile, Universidad Alberto Hurtado); Ángela María Sierra (Colombia, Pontificia Universidad Javeriana); Alzirinha Souza (Brasil, Universidade Católica de Pernambuco); Pedro Trigo, SJ (Venezuela, Universidad Católica Andrés Bello); O. Ernesto Valiente (El Salvador, Boston College).
Fuente Religión Digital
Comentarios recientes