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Una “llave del reino” para la liberación queer

Martes, 29 de agosto de 2023
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IMG_9978La reflexión de hoy es de Ariell Watson Simon, colaborador de Bondings 2.0, cuya breve biografía y publicaciones anteriores se pueden encontrar aquí.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el XXI Domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

Mi escuela de posgrado estaba ubicada en un gran edificio de ladrillo de cuatro pisos con pasillos largos y puertas pesadas. Cuando una amiga se graduó, me hizo un regalo inusual: una única llave de oro.

No era lo que probablemente te imaginas: ni dorado ni ornamentado. A simple vista, era simplemente una llave de puerta moderna y corriente. Pero mi amigo explicó su poder: era la llave maestra del edificio de nuestra escuela. Años antes, un estudiante había pedido prestada la llave y alguien de Servicios de Construcción se había olvidado de recuperarla.

Desde entonces, esta “llave del reino”, como la llamábamos, se había transmitido de generación en generación de estudiantes. Cuando me gradué unos años más tarde, le pasé la llave a otro amigo que sabía que la usaría como yo: no para beneficio personal, sino para servir a nuestra comunidad escolar en pequeñas formas, como cerrar con llave fuera de horario o tomar tazas extra. del armario de suministros cuando se acabó un evento nocturno. Sólo confiaría esta “llave del reino” a alguien que reconociera su valor, la usara con responsabilidad y cuidara de nuestra comunidad escolar como lo hice yo. La clave era una muestra de poder, pero más importante aún, de confianza.

Cuando Jesús promete las “llaves del reino de los cielos” al apóstol Pedro en la lectura del evangelio de hoy de Mateo 16, creo que quiere decir algo similar. Es una declaración de la más profunda confianza en el juicio y las acciones de Pedro. El simbolismo se basa en una tradición israelita mencionada en Isaías 22 según la cual un administrador real especialmente elegido que tenía la “llave” de la Casa de David tenía la autoridad para actuar en nombre del rey.

IMG_0387“Te daré las llaves del reino de los cielos”, le dice Jesús a su amigo. “Todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mateo 16:18-19). Esta es una profunda declaración de confianza en Pedro.

Es fácil olvidar que ésta no fue una declaración formal hecha en una conferencia de prensa programada previamente. Fue la respuesta espontánea y sincera de Jesús a un momento decisivo en su amistad. Jesús acababa de preguntar a sus discípulos: “¿Quién decís que soy yo?” (Mateo 16:15). Habían estado discutiendo las diversas teorías sobre la identidad de Jesús que circulaban en ese momento. La respuesta de Pedro atravesó todas las especulaciones y controversias: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo” (Mateo 16:16).

Pedro reconoció a Jesús por quién era realmente en un nivel fundamental. Vio la identidad de Jesús cuando nadie más la vio. Comprendió lo más verdadero y profundo de Jesús: es un hijo de Dios.

Sólo puedo imaginar lo que sintió Jesús en ese momento, al escuchar a su amigo hablar en voz alta la verdad sobre él. Ver el reconocimiento aparecer en los ojos de Peter. Sintiendo que su verdadero yo ya no era un secreto guardado dentro de él, sino hablado al mundo. Me parece la emoción de salir del armario que experimentan las personas LGBTQ+.

La respuesta de Jesús es efusiva. “¡Bendito seas!” dice, bendiciendo a Pedro con las llaves del reino de los cielos. Creo que Jesús confió en Pedro exactamente en ese momento porque sabía que Pedro realmente lo “atrapó“. En esencia, esta no es una historia sobre poder o autoridad. Es una historia sobre identidad, reconocimiento y confianza.

Jesús tuvo cuidado con quién le confiaba las llaves de su reino. Sólo extendió esa confianza a un verdadero amigo, uno que conocía su identidad más profunda. Más adelante en el Evangelio de Mateo, extendió esta autoridad a más amigos suyos después de que vislumbraron su verdadera naturaleza durante la Transfiguración. Creo que esta discreción es una lección para todos nosotros, especialmente para las personas LGBTQ: no le des a los demás poder sobre ti a la ligera. Sólo alguien que realmente te ve y te reconoce puede tener esa confianza.

Todos hemos estado atados por las expectativas, juicios, suposiciones u opiniones de los demás en algún momento de nuestras vidas. Todos, sin darnos cuenta, renunciamos a la autoridad que nos obliga. Es fácil descartar estas “vinculaciones” como tontas y temporales, y asumir que eventualmente las superaremos, ya sea en esta vida o en la próxima. Lamentablemente, con demasiada frecuencia es cierto que lo que está atado en la tierra quedará atado en el cielo. Demasiadas personas LGBTQ se han sentido tan atadas por los juicios de la Iglesia que no se atreven a acercarse a Dios. Es una versión espiritual del desamparo aprendido; Si estamos atados por el tiempo suficiente, eventualmente dejaremos de alcanzar el cielo. Esta no es una intención divina, sino una realidad práctica.

Afortunadamente, ese no es el final de la historia. Jesús también le prometió a Pedro que todo lo que desató en la tierra quedará desatado en el cielo. Este principio tiene un tremendo potencial de liberación. La Iglesia tiene el poder de proclamar la libertad, y si predicamos, escuchamos y promulgamos ese mensaje de liberación durante el tiempo suficiente, seguramente experimentaremos la libertad del amor de Dios.

—Ariell Watson Simon (ella/ella), Ministerio New Ways, 27 de agosto de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“Nuestra imagen de Jesús”, 21 Tiempo ordinario – A (Mateo 16,13-20)

Domingo, 27 de agosto de 2023
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b9eea6d5973bb9580b1be4a38a7ebf0d502089705bf52bb27b5a255eb565741bLa pregunta de Jesús: «¿Quién decís que soy yo?», sigue pidiendo todavía una respuesta a los creyentes de nuestro tiempo. No todos tenemos la misma imagen de Jesús. Y esto no solo por el carácter inagotable de su personalidad, sino, sobre todo, porque cada uno vamos elaborando nuestra imagen de Jesús a partir de nuestros intereses y preocupaciones, condicionados por nuestra psicología personal y el medio social al que pertenecemos, y marcados por la formación religiosa que hemos recibido.

Y, sin embargo, la imagen de Cristo que podamos tener cada uno tiene importancia decisiva para nuestra vida, pues condiciona nuestra manera de entender y vivir la fe. Una imagen empobrecida, unilateral, parcial o falsa de Jesús nos conducirá a una vivencia empobrecida, unilateral, parcial o falsa de la fe. De ahí la importancia de evitar posibles deformaciones de nuestra visión de Jesús y de purificar nuestra adhesión a él.

Por otra parte, es pura ilusión pensar que uno cree en Jesucristo porque «cree» en un dogma o porque está dispuesto a creer «en lo que la santa Madre Iglesia cree». En realidad, cada creyente cree en lo que cree él, es decir, en lo que personalmente va descubriendo en su seguimiento a Jesucristo, aunque, naturalmente, lo haga dentro de la comunidad cristiana.

Por desgracia, son bastantes los cristianos que entienden y viven su religión de tal manera que, probablemente, nunca podrán tener una experiencia un poco viva de lo que es encontrarse personalmente con Cristo.

Ya en una época muy temprana de su vida se han hecho una idea infantil de Jesús, cuando quizá no se habían planteado todavía con suficiente lucidez las cuestiones y preguntas a las que Cristo puede responder.

Más tarde ya no han vuelto a repensar su fe en Jesucristo, bien porque la consideran algo trivial y sin importancia alguna para sus vidas, bien porque no se atreven a examinarla con seriedad y rigor, bien porque se contentan con conservarla de manera indiferente y apática, sin eco alguno en su ser.

Desgraciadamente no sospechan lo que Jesús podría ser para ellos. Marcel Légaut escribía esta frase dura, pero quizá muy real: «Esos cristianos ignoran quién es Jesús y están condenados por su misma religión a no descubrirlo jamás».

José Antonio Pagola

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“Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos”. Domingo 27 de agosto de 2023. 21º domingo de tiempo ordinario

Domingo, 27 de agosto de 2023
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44-OrdinarioA21De Koinonia:

Isaías 22,19-23: Colgaré de su hombro la llave del palacio de David
Salmo responsorial: 137:
Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.
Romanos 11,33-36: Él es el origen, guía y meta del universo
Mateo 16,13-20:
Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos

El texto de Isaías se refiere, con mucha probabilidad, a la época inmediatamente anterior a la primera deportación. Recordemos que como represalia a un intento de rebelión, el imperio babilónico exilió, en el año 597 a.e.c, a los miembros más prestantes de la sociedad y los trasladó a varias ciudades y campos de Mesopotamia. Esto significó un duro golpe para las pretensiones de la familia monárquica que se consideraba inamovible del trono.

La profecía de Natán que, en realidad, era una exhortación para que el rey se mantuviera fiel a la voluntad del Señor, se había convertido ya en la época salomónica en un recurso ideológico para legitimar el monopolio del poder. Al inicio del siglo VI la situación de Judá cambió completamente, con la entrada en escena del imperio babilónico, que pretendió crear un imperio mediante el sometimiento de todos los pequeños reinos y el control de las tribus dispersas por toda el llamado «Creciente Fértil». Jerusalén era sólo una fortaleza más a conquistar.

La profecía de David se dirige contra las pretensiones de la clase dirigente que se consideraba la propietaria perpetua del trono. El caso más patético era el de los primeros ministros, que remplazaban al rey en su ausencia. Estos personajes, casi siempre provenientes de la alta aristocracia, cobraban singular importancia cuando podían gobernar el país y darse todos los honores regularmente reservados al rey.

Parece que el mayordomo del palacio real de Jerusalén, llamado Sobna, se excedió en sus pretensiones y no se contentó con ostentar la ‘banda’ del rey sino que convirtió las llaves del palacio en símbolo de su creciente poder. Todas estas manifestaciones de arrogancia ponían en evidencia cuán arruinadas estaban las instituciones monárquicas y el grado extremo de decadencia en el que había caído la corte. Isaías pronuncia un oráculo de condenación contra este ministro presuntuoso, denunciando todas las arbitrariedades que había cometido y anunciándole cuál sería el final de todas sus hazañas. El que se había construido una tumba elegante moriría en un campo desolado en tierras extranjeras. La llave que el primer ministro ostentaba, terminaría en manos de otra persona más capaz. Los caminos del Señor no son los del individuo engreído y alienado. Todo lo que un sistema social construye sobre la explotación, el abuso del derecho y la falsedad, termina irremediablemente condenado a la insignificancia.

Pablo, haciendo eco de los himnos a la sabiduría, recuerda la distancia enorme que hay entre las absurdas pretensiones individualistas y megalómanas, y el sabio designio de Dios que dispone únicamente lo que es provechoso para el ser humano.

Esa contraposición entre las desmedidas pretensiones de ciertos individuos y grupos sedientos de poder y los insondables caminos del Señor, se hace patente en el episodio del evangelio. A la mitad del camino de Jerusalén, o sea, en la exacta mitad del proceso de formación de los discípulos, Jesús los interroga sobre aquello que han podido captar en el tiempo en que los ha acompañado y orientado.

Las respuestas nos sorprenden. De una parte el gentío que sigue a Jesús lo identifica correctamente como uno de los profetas. De otra, el grupo en la voz de Pedro lo reconoce correctamente como Mesías e Hijo de Dios. Pero, subsiste un problema de fondo: tanto la multitud como los discípulos quieren imponerle a Jesús un estilo de ser profeta y una manera de ser Mesías. Discípulos y muchedumbre piden lo que es contrario a la voluntad de Dios e inconsecuente con la enseñanza de Jesús. Parecería que el enorme esfuerzo de Jesús no hubiese surtido el efecto esperado, y que los discípulos, en lugar de cambiar de mentalidad, hubieran afianzado sus antiguas y erráticas ideas. Sin embargo, el evangelio nos quiere mostrar que los discípulos aún deben pasar por la experiencia de la cruz para comprender el verdadero alcance de las palabras y obras de Jesús.

Jesús sí es el Mesías, pero no el Mesías triunfalista y prepotente del nacionalismo exacerbado, sino una persona al servicio de las más hondas y profundas Causas humanas. Jesús sí es el profeta; pero no el profeta que anuncia la supremacía de la propia religión o de la ideología de su grupo, sino el profeta del amor, la justicia y la paz.

Las tres lecturas nos muestran cuán impredecibles y certeras son las sendas de Dios y cuán caducos y esquemáticos son nuestros trillados caminos. El evangelio nos invita a aprender de Jesús cuál es el camino auténtico que nos conduce al Padre, porque «no todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos». Leer más…

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27.8. 23 ¿Quién dicen que soy? Y tú ¿qué dices que soy? Eres compañero y amigo del alma (cf. Mt 16, 13-16)

Domingo, 27 de agosto de 2023
Comentarios desactivados en 27.8. 23 ¿Quién dicen que soy? Y tú ¿qué dices que soy? Eres compañero y amigo del alma (cf. Mt 16, 13-16)

historia-de-jesusDel blog de Xabier Pikaza:

Ésta es la pregunta clave: ¿Y tú ¿quién dices que soy?. En diversos lugares he querido responder a ella. Aquí lo hago  de manera nueva, conforme a  mi próximo libro: “Compañeros y amigos de Jesús” (Sal Terrae, Santander 2023, en prensa).

Jesús es Cristo (humanidad plena), viniendo del pasado (Hijo de Hombre). Es compañero (cum-panis), compartiendo  nuestro pan. Es amigo,se vincula  en amor y vida con nosotros.

Ilustran esta postal portadas de libros  dedicados al tema. 

Mateo 16,13-20

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos contestaron: “Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.” Él les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

1. Tu eres el Cristo

Jesús era un nombre usual, el nombre de Josué, primer conquistador israelita de la tierra de Palestina pero la tradición cristiana ha resaltado pronto su sentido mesiánico diciendo/descubriendo que significa “Dios salva” (Mt 1, 21) y añadiendo que era el Cristo, es decir, el ungido de Dios o Mesías (cf. Mc 8, 29 par).

Esa tradición ha vinculado ese título (Cristo) con el nombre propio de Jesús, de forma que ambos vienen a hacerse inseparables, como indica ya san Pablo, que dice normalmente Jesucristo.

A partir de aquí los seguidores de Jesús le han dado diversos títulos, que expresan su importancia para los creyentes, pero sin olvidar que Jesús, su nombre propio, puede entenderse ya como un programa de su vida y así puede compararse a la de Josué/Jesús, que introdujo a los hebreos en la tierra prometida, más que con Abraham o Moisés.

2. El hijo de…

  71B6pebNDuL._AC_UF1000,1000_QL80_Entre los hebreos un hombre se definía por su padre (en hebreo ben, en arameo bar, en árabe ibn) y así Jesús aparece pronto como “hijo” de una serie de personajes que definen hasta hoy su identidad:

‒ Jesús era Hijo de Abraham. Todos los judíos se consideraban hijos de Abraham, patriarca  original de los semitas occidentales, también se consideran hijos de Abraham (por línea de Agar e Ismael) los árabes… San Pablo le presenta así como Hijo de Abraham, heredero de las promesas en Gal 3‒4 y en Rom 4, lo mismo que Mt 1, 1.

‒ Hijo de David (Mc 10, 48; cf. 12, 37), heredero de las promesas mesiánicas, rey vencedor sobre los enemigos del pueblo… Pronto esa visión de Jesús como hijo de David toma matices distintos: Es sabio como Salomón, es misericordioso…    ‒ Jesús era Hijo de María (Mc 6, 3), denominación sorprendente de tipo metronímico, que le vincula con la madre más que con el padre… Esa es la visión que está en el fondo de la historia de los magos en Mt 2, lo mismo que en los evangelios de la infancia (Lc 1‒2, Mt 1‒2).Esa visión ha marcado toda la tradición cristiana.

‒ Hijo de José, hijo del carpintero… Así le llama el evangelio de Mateo 13, 55, y más el de Juan desde el principio (cf. Jn 1, 45). Ésta es una tradición y nombre que ha sido luego menos desarrollada por la Iglesia.

‒ Hijo de hombre, título que aparece en diversos contextos de poder (Mc 2, 10.28), de entrega de la vida (Mc 8, 31; 9, 31; 10, 33) y de venida escatológica (cf. Mc 13, 26; 14, 62). Jesús es Hijo de hombre porque ha nacido de otros, integrándose en una experiencia y proceso de generación. Pero, al mismo tiempo, es Hijo de Dios: proviene de la humanidad, naciendo de Dios, conforme al testimonio unánime de los evangelios. Esta solidaridad receptiva le define, desde el principio de la iglesia como Aquel que depende de otros naciendo de Dios, como aquel que ofrece a los otros la vida del amor de Dios.

‒ Hijo de Dios, como pone de relieve Marcos en el comienzo de su evangelio (Mc 1, 1).  hijo de Dios. Este título tiene una larga prehistoria, no sólo en el paganismo ambiental (donde cualquier taumaturgo o místico puede llamarse Hijo de Dios), sino en el judaísmo, donde el pueblo israelita y su rey reciben de un modo especial este nombre de hijos de Dios. Por su especial vinculación con Dios, en plano de conocimiento profundo y obediencia (cumplimiento de la voluntad divina), Jesús se llamó a sí mismo Hijo de Dios.

No es Hijo de Dios quien puede y manda, imponiéndose sobre los demás, sino quien puede y ama, obedeciendo en gesto de entrega de la vida. Siguiendo en esa línea, la comunidad cristiana le ha concebido después como el Hijo de Dios por antonomasia (el Hijo), no sólo en su vida temporal (en vocación/bautismo o nacimiento), sino en la misma intimidad de lo divino (cf. Mt 11, 25-30 par, y en todo el evangelio de Juan).

 3. Exorcista, libera del “Diablo” interno y externo

9788499450643 ‒ Exorcista, vencedor. Los evangelios le presenta como aquel que ha luchado contra el Diablo (Mc 1, 12-13), expulsando a los demonios, como indica la controversia de Mc 3, 21-30. En esa línea aparece como el gran Vencedor, el más Fuerte (Christus Victor), que libera a los hombres de la opresión (posesión) de lo diabólico.

‒ Sanador, terapeuta… Éste es quizá (con el de exorcista) el nombre más importante que le atribuye la tradición sinóptica… La verdadera libertad es la “salud”: Que los hombres, en especial los enfermos y excluidos vivan… Una tradición muy temprana, propia de los adversarios, le llamará muy pronto mago, hechicero…, hombre de fondo diabólico que cura en un sentido para oprimir mejor.  Así le presentan los adversarios dentro del mismo judaísmo como en el mundo pagano, como ha puesto de relieve el filósofo Celso en el siglo II d.C. Cristo es el gran engañador.

‒ Maestro, rabino, rabbi… (cf. Mc 4, 18; 5, 35; 9, 17.38; 10, 17.20.35; 12, 14.19.32, etc.), título que se utiliza en varios niveles, desde dentro y desde fuera de la Iglesia, presentándole como alguien que tiene autoridad para enseñar y formar discípulos. Éste es el título más utilizado por la tradición cristiana primitiva… Jesús es el gran Maestro, el que enseña (el didáskalos…). No se impone como rey, sino que dirige e ilumina a los hombres por la verdad… En esa línea, en el juicio de Pilato, según el evangelio de Juan, él es rey porque “enseña”, porque dice la verdad.

‒ Profeta y siervo de Dios. Es Profeta (Mc 6, 15; 8, 28), no se limita a enseñar como maestro, sino que proclama la palabra, en gesto de anuncio y denuncia, en una línea que puede compararse a la de Juan Bautista. Pues bien, Jesús se ha pensado y presentado a sí mismo como Profeta escatológico en quien viene a culminar la esperanza israelita. Así le han visto e invocado también tras la pascua los judeo-cristianos. Pero, al mismo tiempo, ellos le han llamado Siervo (Servidor) de Dios, porque ha realizado la tarea de Dios sobre el mundo, en la perspectiva del Siervo de Yahvé del Segundo Isaías. Muchos israelitas veneraban (e incluso esperaban) la figura de un misterioso Siervo de Dios que debía enseñarles la lección fundamental de la historia: aceptar y transformar el sufrimiento. Aprender a sufrir y sufrir por los demás: ésta es la máxima experiencia salvadora. De un modo consecuente, siendo profeta escatológico, Jesús aparece también como el Siervo sufriente de Dios. No ha realizado su tarea triunfando, imponiendo su vida sobre los demás, sino muriendo por ellos, en actitud expiatoria (cf. Hch 4, 30; Mt 12, 15-21).

‒ Compasivo, misericordioso, hombre para los demás. Así le presentan sobre todo los evangelios de Mateo y Lucas (Manso y humilde de corazón, cargó con nuestros dolores…). Así le presenta la iglesia retomando un texto de Oseas, cf. Mt 9, 10‒13; 11, 1‒6.  Según eso, la presencia de Dios en el mundo es la misericordia… Puso la misericordia por encima de un tipo de culto sacral judío o de justicia romana y por eso le mataron.

‒ Fuerte, el más. Así aparece en la tradición del bautismo y de los exorcismo así vence a los poderes del mal, conforme a palabra que hallamos en el fondo de Mc 1, 7 y 3, 27. Esa fuerza de Jesús se interpreta como amor capaz de liberar a los posesos, como presencia suprema de Dios en el camino de entrega por los demás, conforme al primer himno cristológico de Flp 2, 6‒11

‒ Pastor, pescador… En la línea anterior, desde la perspectiva de su acción, la iglesia le presentará muy pronto como buen pastor, que guía a las ovejas (Jn 10)y también como pescador paradójico, con discípulos pescadores (Mc 1, 16-20). No pesca para matar a los peces, sino para salvar a los hombres…

 4. Nombres de muerte que da vida

Jesús, el Entregado, traicionado… (cf. Mc 9, 31 y 10, 33). Ésta es una de las tradiciones más importantes de los evangelios… Jesús no ha sido sólo crucificado (ajusticiado) por los hombres de la justicia de este mundo, sino que ha sido traicionado y entregado por aquellos en quienes había confiado…

Jesús, juzgado y condenado. Así le presenta no sólo la tradición sinóptica, sino el mismo Pablo en Gálatas. El hombre judío era el que estaba bajo la ley, el romano era el que estaba bajo la justicia… Pues bien, la mejor ley del mundo, la mejor justicia le han condenado. Así aparece Jesús como la piedra rechazada por los arquitectos de la historia (Mt 21, 42 par), conforme a una acerada tradición israelita (Sal 118, 22‒23). Así es Jesús, el hombre excluido, descartado para el templo del poder y sacralidad del mundo.

Se dio a sí mismo… (Me amó y se entregó por mí: Gal 2, 20). Ésta es la experiencia que está al fondo de toda la tradición sinóptica y paulina… El camino de muerte (sacrificio) de Jesús no fue un camino de ira vengadora de Dios, ni de sacrificio expiatorio… sino de amor solidario y cercano. Jesús viene a presentarse así como el que ha amado a los demás muy en concreto, aceptando así un camino de muerte.

Torturado, Crucificado, hombre de dolores… (Mc 16, 6, en la línea de Is 53, 3). Así le llama el joven de la pascua, añadiendo que Dios le ha resucitado.  Al principio, la crucifixión era un escándalo, algo contrario a la fe, tanto en línea israelita como griega. Pero después, una vez que se ha visto a Jesús como hombre verdadero, Hijo de Dios, se puede afirmar también el valor salvador de la crucifixión, viendo en ella el testimonio más grande del amor de Dios: sólo así puede ser Mesías de Dios aquel que ofrecesu vida por todos, porque Dios es vida que se ofrece y se comparte.

Nazoreo-nazareno (Mc 14, 67; 16, 3). Así le presenta el título de la cruz… Jesús nazoreo, rey de los judíos (Jn 19, 19), que indica su procedencia y condición: su procedencia geográfica (de Nazaret de Galilea) o su origen mesiánico (forma parte del nezer o estirpe mesiánica de Jesé-David, como parece indicar Mt 2, 23 y Jn 19, 19). Es la raíz, es la semilla de la nueva humanidad

 5. Nombres de pascua y vida

‒ Resucitado. Éste es el nombre y título puede verse en el en el fondo de toda la tradición sinóptica, desde Mc 16, 6, y de 8, 31; 9, 31; 1, 34; 14, 28.  Es el título de la tradición de San Pablo, la primera conocida y desarrollada por el mensaje de la iglesia. Resucitado no es el que sale de la historia de los hombres, para habitar en un mundo distinto de cielo supracósmico, sino aquel que es semilla de nueva humanidad.

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“Pedro, entre Dios y Satanás”. Domingo 21. Ciclo A.

Domingo, 27 de agosto de 2023
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cristo-ordenando-a-sus-apostoles1Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El evangelio de este domingo y el del siguiente forman un díptico indisoluble. En el de hoy, Pedro recibe una revelación de Dios y una misión. En el siguiente, se convierte en portavoz de Satanás. De este modo, Mateo deja claro que lo importante es la misión recibida, no la santidad del receptor. El pasaje de este domingo se divide en tres partes: 1) lo que piensa la gente a propósito de Jesús; 2) lo que afirma Pedro; 3) las promesas de Jesús a Pedro.

01.- Lo que piensa la gente a propósito de Jesús

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:

― ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?

Ellos contestaron:

― Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.

¿Cómo es posible que la gente ofrezca respuestas tan extrañas? La culpa es en gran parte de Jesús por usar una expresión que se presta a equívoco: bar enosh puede entenderse de formas muy distintas, y podríamos traducirlo con minúscula o con mayúscula.

            Con minúscula, «hijo del hombre», significa «este hombre», «yo», y es frecuente en boca de Jesús para referirse a sí mismo. Por ejemplo: «Las zorras tienen madrigueras, las aves del cielo nidos, pero el hijo del hombre [este hombre] no tiene dónde recostar la cabeza» (Mt 8,20); «El hijo del hombre [este hombre, yo] tiene autoridad en la tierra para perdonar los pecados» (Mt 9,6), etc.

            Con mayúscula, «Hijo del Hombre», hace pensar en un salvador futuro, extraordinario. «Os aseguro que no habréis recorrido todas las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del Hombre» (Mt 10,23); «El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles para que recojan de su reino todos los escándalos y los malhechores» (Mt 13,41); «El Hijo del Hombre ha de venir con la gloria de su Padre y acompañado de sus ángeles» (Mt 16,27).

            La gente que escuchaba a Jesús podía sentirse desconcertada. Cuando usaba la expresión «el Hijo del Hombre», ¿hablaba de sí mismo, de un salvador futuro o de un gran personaje religioso? Por eso no extrañan las respuestas que recogen los discípulos. Para unos, el Hijo del Hombre es Juan Bautista; para otros, de mayor formación teológica, Elías, porque está profetizado que volverá al final de los tiempos; para otros, no sabemos por qué motivo, Jeremías o alguno de los grandes profetas. Lo común a todas las respuestas es que ninguna identifica al Hijo del Hombre con Jesús, y todas lo identifican con un profeta, pero un profeta muerto, bien hace nueve siglos (Elías) o recientemente (Juan Bautista). Es obvio que Jesús no se explicaba en este caso con suficiente claridad o era intencionadamente ambiguo.

02.- Lo que afirma Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».

Él les preguntó:

― Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Simón Pedro tomó la palabra y dijo:

― Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

Estamos tan acostumbrados a escuchar la respuesta de Pedro que nos parece normal. Sin embargo, de normal no tiene nada. Los grupos que esperaban al Mesías lo concebían como un personaje extraordinario, que traería una situación maravillosa desde el punto de vista político (liberación de los romanos), económico (prosperidad), social (justicia) y religioso (plena entrega del pueblo a Dios). Jesús es un galileo mal vestido, sin residencia fija, que vive de limosna, acompañado de un grupo de pescadores, campesinos, un recaudador de impuestos y diversas mujeres. Para confesarlo como Mesías hace falta estar loco o tener una inspiración divina.

03.- Las promesas de Jesús a Pedro

Jesús le respondió:

― ¡Dichoso tú, Simón hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.

Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

Esta tercera parte, exclusiva de Mateo (falta en los evangelios de Marcos y Lucas), comienza con una bendición, que subraya la importancia del título de Mesías que Pedro acaba de conceder a Jesús. El discípulo no es un hereje ni un loco, sus palabras son fruto de una revelación del Padre. Viene a la memoria lo dicho en 11,25-30: «Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y aquel a quien el Padre se lo quiere revelar».

Basándose en esta revelación, no en los méritos de Pedro, Jesús le comunica tres promesas: 1) sobre él, esta roca, edificará su Iglesia; 2) le dará las llaves del Reino de Dios; 3) como consecuencia de lo anterior, lo que él decida en la tierra será refrendado en el cielo.

Las afirmaciones más sorprendentes son la primera y la tercera. En el AT, la “roca” es Dios. En el NT, la imagen se aplica a Jesús. Que el mismo Jesús diga que la roca es Pedro supone algo inimaginable, que difícilmente podrían haber inventado los cristianos posteriores. (La escapatoria de quienes afirman que Jesús, al pronunciar las palabras «y sobre esta piedra edificaré mi iglesia» se refiere a él mismo, no a Pedro, es poco seria).

La segunda afirmación («te daré las llaves del Reino de Dios») se entiende recordando la promesa de Is 22,22 al mayordomo de palacio Eliaquín, tema de la primera lectura de hoy: «Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá». Se concede al personaje una autoridad absoluta en su campo de actividad. Curiosamente, el texto de Mateo cambia de imagen, y no habla luego de abrir y cerrar, sino de atar y desatar. Pero la idea de fondo es la misma.

El texto contiene otra afirmación importantísima: la intención de Jesús de formar una nueva comunidad, que se mantendrá eternamente. Todo lo que se dice a Pedro está en función de esta idea.

¿Por qué pone de relieve Mateo este papel de Pedro? ¿Desea indicar cómo concibe Jesús a su comunidad? ¿O tiene una finalidad más práctica? Ambas ideas no se excluyen, y la teología católica ha insistido básicamente en la primera: Jesús, consciente de que su comunidad necesita un responsable último, encomienda esta misión a Pedro y a sus sucesores.

Es posible que haya también de fondo una idea más práctica, relacionada con el papel de Pedro en la iglesia primitiva. Uno de los mayores conflictos que se plantearon desde el primer momento fue el de la aceptación o rechazo de los paganos en la comunidad, y las condiciones requeridas para ello. Los Hechos de los Apóstoles dan testimonio de estos problemas. En su solución desempeñó un papel capital Pedro, enfrentándose a la postura de otros grupos cristianos conservadores (Hechos 10-11; 15). En aquella época, en la que Pedro no era «el Papa», ni gozaba de la «infalibilidad pontificia», las palabras de Mateo suponen un espaldarazo a su postura en favor de los paganos. «Lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo». Es Pedro el que ha recibido la máxima autoridad y el que tiene la decisión última.

Apéndice 1. El papel de Pedro en la iglesia primitiva

            Un detalle común a las más diversas tradiciones del Nuevo Testamento es la importancia que se concede a Pedro. El dato más antiguo y valioso, desde el punto de vista histórico, lo ofrece Pablo en su carta a los Gálatas, donde escribe que tres años después de su conversión subió a Jerusalén «a conocer a Cefas [Pedro] y me quedé quince días con él» (Gálatas 1,18). Este simple detalle demuestra la importancia excepcional de Pedro. Y catorce años más tarde, cuando se plantea el problema de la predicación del evangelio a los paganos, escribe Pablo: «reconocieron que me habían confiado anunciar la buena noticia a los paganos, igual que Pedro a los judíos; pues el que asistía a Pedro en su apostolado con los judíos, me asistía a mí en el mío con los paganos» (Gálatas 2,7).

            Esta primacía de Pedro queda reflejada en diversos episodios de los distintos evangelios. Por no alargarme, basta recordar el triple encargo («apacienta mis corderos», «apacientas mis ovejas», «apacientas mis ovejas») en el evangelio de Juan (21,15-17), equivalente a lo que acabamos de leer en Mateo.

            Lo mismo ocurre en los Hechos de los Apóstoles. Después de la ascensión, es Pedro quien toma la palabra y propone elegir un sustituto de Judas. El día de Pentecostés, es Pedro quien se dirige a todos los presentes. Su autoridad será decisiva para la aceptación de los paganos en la iglesia (Hechos 10-11). Este episodio capital es el mejor ejemplo práctico de la promesa: «lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo».

Apéndice 2. Mateo: ¿falsario o teólogo?

            Lo anterior ayuda a responder una pregunta elemental desde el punto de vista histórico: si las promesas de Jesús a Pedro sólo se encuentran en el evangelio de Mateo, ¿no serán un invento del evangelista? Así piensan muchos autores.

            Pero el término «invento» se presta a confusión, como si todo lo que se cuenta fuera mentira. Los escritores antiguos tenían un concepto de verdad histórica muy distinto del nuestro, como he intentado demostrar en mi libro Satán contra los evangelistas. Para nosotros, la verdad debe ir envuelta en la verdad. Todo, lo que se cuenta y la forma de contarlo, debe ser cierto (esto en teoría, porque infinitos libros de historia se presentan como verdaderos, aunque mienten en lo que cuentan y en la forma de contarlo). Para los antiguos, la verdad se podía envolver en un ropaje de ficción.

La verdad, testimoniada por autores tan distintos como Pablo, Juan, Lucas, Marcos, es que Pedro ocupaba un puesto de especial responsabilidad en la iglesia primitiva, y que ese encargo se lo había hecho el mismo Dios, como reconocen Pablo y Juan. Lo único que hace Mateo es envolver esa verdad en unas palabras distintas, quizá inventadas por él, para dejar claro que la primacía de Pedro no es cuestión de inteligencia, ni de osadía, se debe a una decisión de Jesús.

Y para corroborar que no son los méritos de Pedro, añade el episodio que leeremos el próximo domingo.

 

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Domingo XXI del Tiempo Ordinario. 27 Agosto, 2023

Domingo, 27 de agosto de 2023
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“En aquel tiempo llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo y preguntaba a sus discípulos: -¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?”

Mt 16, 13-20

Nos encontramos al final de la segunda parte del Evangelio de Mateo. En torno a Jesús aumenta el rechazo y la incomprensión. Entonces, Jesús pregunta a sus discípulos: “-¿Quién dice la gente es el Hijo del Hombre?” Y los discípulos lo reconocen como el Mesías y el Hijo del Dios vivo.

Las dificultades, los fracasos y las crisis nos ayudan a plantearnos la vida y las opciones de una manera seria y decidida. En realidad, nos llevan a esas dos preguntas fundamentales: ¿quién soy?, ¿qué hago aquí? Dos preguntas que no acabamos de cerrar nunca, que crecen y evolucionan con nosotras. Pueden pasar temporadas como dormidas pero despiertan de vez en cuando cuestionando nuestra identidad y nuestra misión.

Jesús, que fue plenamente humano, también se cuestionó, en más de una ocasión, su identidad y su misión. Se preguntaba quién era y qué hacía y por eso le preguntaba a sus discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”

Las personas que tenemos cerca nos ayudan a vernos a nosotras mismas con más claridad. Nos devuelven la imagen que proyectamos, nos hacen de espejo. Nos encaran con nuestra verdad y con las mentiras que usamos de armadura protectora. Por eso necesitamos otros puntos de vista para crecer. En ocasiones son las otras personas las que nos descubren partes de nosotras mismas que no alcanzamos a ver con claridad.

Así, con lo que nos dicen y lo que conocemos de nosotras mismas vamos creciendo en el camino de la vida, en el camino del seguimiento de Jesús.

Oración

Danos, Trinidad Santa, la audacia de confrontarnos y cuestionar lo que somos y lo que hacemos para poder continuar nuestro camino desde la autenticidad. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Descubrirás quién es Jesús solo si vives lo que hay de divino en ti.

Domingo, 27 de agosto de 2023
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DOMINGO 21 (A)

Mt 16,13-20

Dos temas nos proponen hoy las lecturas: Quién es Jesús y el poder de las llaves. Lo primero que hay que tener en cuenta es que los evangelios están escritos mucho después de la muerte de Jesús, y por lo tanto reflejan, no lo que entendieron mientras vivieron con él sino lo que las primeras comunidades pensaban de él. También es lógico que se preocuparan por la estructura de la nueva comunidad: El texto expresa vivencias pascuales de la primera comunidad. Esto no le quita importancia, sino que se la da.

Se quiere diferenciar la opinión de la gente de la de los discípulos para poder manifestar una fórmula de la fe primitiva. Mejor sería decir que la diferencia estaría entre lo que la gente y los discípulos pensaron de Jesús mientras vivía y lo que pensaron de él después de la experiencia pascual. Mientras vivieron con él le mostraron una gran admiración y estima, pero no se dieron cuenta de toda la novedad que aportaba. A los discípulos les costó Dios y ayuda dar el paso de una interpretación nacionalista del Mesías, al mesianismo de Jesús. Solo después de la experiencia pascual consiguieron dar ese paso.

De Jesús, como ser humano concreto, sí podemos hablar adecuadamente, porque cae dentro de las posibilidades de nuestros conceptos. De lo divino que hay en Jesús, nada podemos decir con propiedad, porque escapa a nuestra capacidad intelectual. Pero lo divino se manifestó en su humanidad y aunque no podemos definirlo, podemos intuirlo. Si nos empeñamos en pensar lo divino y lo humano como diferentes, imposibilitamos una respuesta coherente. Si Jesús fue Dios es porque es hombre, y si es hombre cabal es porque es divino. No hay incompatibilidad entre ambas realidades. Todo lo contrario, Dios está en lo humano y el hombre solo puede llegar a su plenitud en lo divino, que ya es.

La respuesta que pone Mt en boca de Pedro parece certera, aunque no supone ninguna novedad, porque todos los evangelistas lo dan por supuesto desde las primeras líneas de los evangelios. Está claro que el objetivo del relato es afianzar una profesión de fe pascual. Si Pedro hubiera pronunciado esa frase antes de la experiencia pascual, lo hubiera hecho pensando en un “hijo de Dios” en el sentido en que lo entendían los judíos; como persona muy cercana a Dios o que tiene un encargo especial de Él.

No podemos definir con dogmas a Jesús, pero tampoco podemos dejar de hacernos la pregunta. Lo que es Jesús, nunca lo descubriremos del todo. ¿Quién es este hombre? Todo intento de responder con fórmulas racionales no solucionará el problema. La respuesta tiene que ser práctica, no teórica. Mi vida es la que tiene que decir quién es Jesús para mí. Del esfuerzo de los primeros siglos por comprender a Jesús, debemos hacer nuestras, no las respuestas que dieron sino las preguntas que se hicieron.

Dar por completas y definitivas las respuestas de los primeros concilios nos ha llevado a la ruina. Lo que nos debe importar es descubrir la calidad humana de Jesús en la que queda reflejada su divinidad. Nuestra tarea será descubrir la manera de llegar nosotros a esa misma plenitud. Se trata de responder con la propia vida a la pregunta ¿quién es Jesús? Y tú, ¿quién dices que soy yo? Si creemos que lo importante es la respuesta teórica racional, como ya está dada, todos quedaremos en paz. Eso es lo que nos tiene bloqueados e impide que de verdad resolvamos el problema de lo que Jesús es.

Desde el punto de vista doctrinal, la historia se encarga de demostrarnos que nunca nos aclararemos del todo. O exageramos su divinidad convirtiéndole en un extraterrestre o limitamos su humanidad y entonces se nos hace muy difícil aceptar que sea plenamente hombre y a la vez divino. Una vez más tenemos que decir que la solución nunca la encontraremos a nivel teórico. Solo desde la vivencia interior podremos descubrir lo que significa Jesús como manifestación de Dios. Solo si nos identificamos con Jesús, haciendo nuestra su vivencia de Dios comprenderemos lo que fue Jesús.

El conocimiento racional de Jesús no me va a servir para conocer lo que de verdad importa. Lo que es Jesús no se puede apreciar por los sentidos ni será consecuencia de ningún razonamiento discursivo. Lo que es Jesús ni se puede pensar ni se puede expresar con palabras porque es lo que hay de Dios en él y a Dios no se le puede pensar ni decir. Todo lo que podemos decir de lo trascendente será siempre símbolo y metáfora. Al conocimiento de Jesús solo se puede llegar descubriendo lo que hay de Dios en mí. Aquí está el motivo por el que fracasamos a la hora de hablar de Jesús.

Respecto a la segunda cuestión, tenemos que aclarar algunos puntos. En primer lugar, los textos paralelos de Mc y de Lc no dicen nada de la promesa de Jesús a Pedro. Es éste un dato muy interesante, que tiene que hacernos pensar. Marcos es anterior a Mateo. Lucas es posterior. Tanto la confesión de Hijo de Dios como la promesa de Jesús a Pedro, es un texto exclusivo de Mt. Si tenemos en cuenta que Mt y Lc copian de Mc, descubriremos el verdadero alcance del relato de Mt. Lo añadido está colocado ahí con una intención: Revestir a Pedro de una autoridad especial frente a los demás apóstoles.

Es la primera vez que encontramos el término “Iglesia” para determinar la nueva comunidad cristiana. Utiliza la palabra que en la traducción de los setenta se emplea para designar la asamblea (ekklesian). El texto intenta afianzar a Pedro en la presidencia de esa organización, pero es exagerado deducir de él lo que después significó el papado. Hay que tener en cuenta que existe otro texto paralelo, también de Mt, que leeremos dentro de dos domingos, que va dirigido a la comunidad: “Porque lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo; y lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo”.

Es curioso que en dos lugares tan próximos del mismo evangelio dé el poder de atar y desatar a Pedro y a la comunidad. Los textos no se contradicen, se complementan. La última palabra la tiene siempre la comunidad, pero esta tiene que tener un portavoz. Pedro o su sucesor, cuando hablan expresando el común sentir de la comunidad, tienen la garantía de acertar en los asuntos importantes para la comunidad. No es la comunidad la que tiene que doblegarse ante lo que diga una persona, sino que es el representante de la comunidad el que tiene que saber expresar el común sentir de ésta.

A Jesús nunca le pudo pasar por la cabeza el fundar una Iglesia. Él era judío por los cuatro costados y no podía pensar en una religión distinta. Lo que quiso hacer con su mensaje fue purificar la religión judía de todas las adheren­cias que la hacían incompatible con el verdadero Dios. Tampoco los primeros seguidores de Jesús pensaron en apartarse del judaísmo. Fue el rechazo frontal de las autoridades judías, sobre todo de los fariseos después de la destrucción del templo, lo que les obligó a emprender su propio camino. Entonces se consideraron el verdadero Israel y rechazaron la religión tradicional.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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¿Quién es ese hombre?

Domingo, 27 de agosto de 2023
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Mt 16, 13-20

«Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo»

¿Quién es ese hombre?… se preguntaban los galileos cuando asistían atónitos a los hechos asombrosos de Jesús, o cuando le veían dedicar su vida a enseñar y curar, o enfrentarse a los poderosos en defensa de los débiles, o en compañía de pecadores públicos, o salir airoso de sus constantes polémicas con doctores y letrados tan duchos en esas lides, o esquivar una a una las trampas que urdían para desacreditarle, o hablar de Dios con tal familiaridad que les desconcertaba, o cuando escuchaban fascinados sus enseñanzas… «Jamás hombre alguno habló como éste»

¿Quién es ese hombre?… nos hemos preguntado también los cristianos de todos los tiempos, y unas veces hemos respondido desde la fe, otras desde la metafísica y otras (cada vez con más frecuencia) desde postulados culturales al uso. A lo largo de muchas generaciones, Jesús lo ha sido todo para los cristianos: ha sido su conexión con Dios, el que ha dado sentido a su vida, el que les ha proporcionado fortaleza para afrontar sus reveses, el que les ha librado del miedo a la muerte… Ha sido también su modelo de conducta y la meta a alcanzar en esta vida…

Pero esta actitud, antes normal, comienza a no serlo tanto. Mejor dicho, sigue siendo normal entre los sencillos, y comienza a ser excepción entre los sabios a los que Jesús dirigió aquella frase que tanto nos atañe y que tanto nos afanamos en ignorar: «Te doy gracias Padre porque has ocultado estas cosas»

Es probable que este cambio de actitud sea el fruto de nuestro espíritu ilustrado, que condiciona, y no poco, nuestra forma de creer: que nos empuja con fuerza a poner en duda toda creencia heredada de nuestros padres. Es cada vez más frecuente cuestionar al Dios de Jesús —Abbá—, un Dios personal que nos ama, nos acompaña en nuestro caminar por la vida y nos espera al otro lado de la muerte. Comienza a ser habitual rechazar que Dios nos haya salido al encuentro y que ese punto de encuentro entre Dios y los hombres sea Jesús…

Como consecuencia de esta pérdida de fe en Jesús, vamos derivando hacia filosofías propias de otras culturas que conciben de manera distinta a Dios y al ser humano, y que plantean una forma distinta de relación con Él; unas filosofías sin duda respetables y enriquecedoras, pero que no son de Jesús; lo de Jesús es otra cosa.

Una característica destacada de la ilustración es su afán por romper con todo lo anterior, por rechazar lo antiguo por el hecho de ser antiguo. Y este espíritu es el que nos mueve a desacreditar el propio concepto de religión por considerar que aliena a la gente sencilla que carece de nuestro conocimiento de “la realidad”; el que nos lleva a buscar nuevos modelos de espiritualidad porque el nuestro ya no nos sirve… Jesús se vio como vino nuevo llamado a romper los odres viejos del ritualismo judaico, y nosotros corremos el riesgo de vernos también como vino nuevo llamado a romper los odres viejos de Jesús.

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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¿Y tú que dices de mí?

Domingo, 27 de agosto de 2023
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med-2Mt 16, 13-20

Leí el texto y lo dejé. Lo volví a tomar y lo subrayé. El silencio, compañero de camino en la lectura y la oración, se hizo presente. Agradecida, volví al texto: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. Pregunta comprensible para aquellos hombres judíos que esperaban al Mesías.

Pero das un paso más a modo de reto directo a los tuyos, a tus discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Debió haber un impasse que rápidamente resolvió el impetuoso Simón Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Tenía cerca la profunda experiencia del mar revuelto sacudiendo la barca (Mt 14, 22-33).

¡Ay, Pedro, cómo te entiendo! La experiencia de conocer y tener cerca a Jesús parece que siempre te lleva a creer que ya has entendido, que ya no vas a sentir miedo, que ya es el tiempo de permanecer erguido, disponible… pero te quedaba mucho camino que recorrer. Como a todos.

Menos mal que veías a Pedro mucho más al fondo de lo que él se veía. Sabías quien era y de donde salía lo que te dijo. Pero también sabías lo que le faltaba por vivir. Le diste las llaves, las del Reino de los cielos. Confiaste: “Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos”.

Tu mensaje era de servicio en las labores del Reino, pero ha habido a lo largo de los tiempos, (desde los inicios, se ve en los Hechos), confusión y dolor en el uso de las llaves, usadas más que para el servicio, para el poder. Y esto va por todos, los de arriba y los del pueblo llano.

“A veces hemos hecho de las llaves el monopolio y la vestimenta de nuestro propio ser como creyentes, o como cristianos ‘comprometidos’, y las hemos utilizado como un instrumento de poder o como un afán de hacer que los demás hagan las cosas ‘como yo las veo’ y piensen las cosas ‘como yo las pienso’. ¡Eso no es el Evangelio!” (Sergio Delmar Junco) (1)

Volví al texto y me sobresaltó una pregunta que no estaba escrita:

– ¿Y tú que dices de mí?
– Te digo, como Pedro en otro momento, que “Tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero” (2) y que confío en tu paciencia para seguir adelante.

 Mari Paz López Santos

FEADULTA, Domingo, 27 agosto 2023

 

(1)El sonido de la luz”, Sergio Delmar Junco, misionero del Espíritu Santo, pág. 240

(2) Jn 21, 17

Fuente Fe Adulta

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Qué somos.

Domingo, 27 de agosto de 2023
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41_TO_21_A_1698207Domingo XXI del Tiempo Ordinario

27 agosto 2023

Mt 16, 13-20

 

La gran pregunta del ser humano -a la que han intentado responder todas las mitologías, religiones y filosofías- es la que se refiere a su identidad: “¿quién soy yo?”.

En realidad, desde una comprensión profunda, la pregunta se desdobla para dar razón de la paradoja que nos constituye: en el nivel psicológico indagamos sobre nuestra personalidad y nos preguntamos quién soy yo; en el plano profundo (espiritual) nos abrimos a nuestra identidad y nos preguntamos qué soy yo.

La respuesta de Pedro a Jesús –“Tú eres el Hijo de Dios”-, más allá del contexto teísta en que se produce, apunta a nuestra identidad, por lo que resulta válida para todo ser humano. Lo que es Jesús lo somos todos, aunque -como señala Javier Melloni- “nos da miedo reconocerlo”.

En nuestra personalidad somos todos y todas diferentes; la identidad, sin embargo, es una y compartida. Somos -toda realidad es- consciencia pura, expresándose o desplegándose en formas (y personas) particulares.

Nuestra identidad, por tanto, no es “personal” -ahí estaríamos hablando de nuestra personalidad-, sino en todo caso “transpersonal”, en el sentido de que trasciende la forma concreta en la que nos experimentamos. Y en eso consiste la sabiduría: en captar-comprender la consciencia que somos y vivirnos desde ella en la forma personal y concreta de cada cual.

Esta es la comprensión no-dual. Si el evangelio no se expresa en ella -a excepción de algunos textos de Juan y del apócrifo de Tomás-, no es porque en aquel tiempo no hubiera un lenguaje no-dual apropiado, sino porque la tradición bíblica es dualista.

La comprensión no-dual, así como los textos en que se expresa, pueden encontrarse al menos seiscientos años antes de que se redactaran los evangelios: en India (hinduismo), en China (taoísmo) y hasta en Grecia (Parménides). Que la tradición bíblica sea dualista no quita nada a la sabiduría que contiene, ya que la comprensión no-dual permite hacer una “relectura” en consonancia con la experiencia vital de la persona que lee esos textos.

Somos “hijos e hijas de Dios”: uno con el Fondo de todo lo que es –“el Padre y yo somos uno”, dirá el evangelio de Juan-, plenitud de consciencia, de presencia y de vida.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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¿A mayor desarrollo y progreso, menos religión?

Domingo, 27 de agosto de 2023
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icono_cristo_pantocratorDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.-   ¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre? y vosotros ¿Quién decís que soy yo?

En tiempos de Jesús algunos esperaban un mesías político-militar, que expulsara de Israel a los romanos. Otros esperaban un mesías sacerdotal que restaurase el esplendor del templo de Jerusalén. Otros intuían un Mesías parecido a un monje, que se retirara al desierto para llevar una vida contemplativa, tipo Qumrám. Los fariseos esperaban un Mesías que restaurase la ley y el sentimiento nacional.

Jesús provocó no pocas expectativas entre la gente de su tiempo. Sus contemporáneos sin duda que se preguntaron quién era aquel hombre tan libre y polémico con los fariseos, sacerdotes, saduceos, con la ley, con las instituciones, el Templo, etc…

A los coetáneos de Jesús no les resultó sencillo creer que aquel hombre, Jesús, que convivía con ellos, fuese expresión, palabra, sacramento de Dios, Mesías e Hijo de Dios.

¿Y vosotros quién creéis que soy yo?

02.- Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

Unos decían que Jesús era Juan Bautista, otros que Elías o algún profeta.

Hoy en día dicen que la verdad de Cristo la tiene tal papa o tal línea ideológica, tal movimiento religioso, determinados obispos, etc.

Sin embargo solamente Cristo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

La respuesta de Pedro, así como la fe del primer grupo creyentes fue fruto de mucha reflexión, discusiones,  oración  y  después de Pascua. Era ya una comunidad creyente en JesuCristo

El relato de la Transfiguración de Jesús [1], (Lc 9,28.-36) refleja bien este tránsito de Jesús (hombre) a Cristo (expresión-sacramento de Dios). Pedro, Santiago y Juan terminan por ver (fe) en Jesús al Hijo de Dios. Los discípulos llegan a creer en Cristo resucitado y así comienza la Iglesia.

03.- ¿Quién es Cristo para nosotros?

      El cristianismo no es una ideología, ni una doctrina, ni una moral. El cristianismo es una relación personal y amable con Jesús.

      Muchos cristianos somos o estamos en la Iglesia pero como quien va a la “farmacia de guardia”, (así lo decía el obispo Robinson).

Los cristianos no tenemos relación con JesuCristo, sino con su “agencia”, que es la Iglesia.

Ser cristiano es una experiencia profunda con el Señor. Luego se plasmará como Dios buenamente nos dé a entender. Pero somos cristianos, disfrutamos de ser cristianos porque tenemos una amable relación personal con Cristo, el hijo de Dios vivo.

Somos cristianos cuando confiamos en el Señor no cuando nos sometemos a determinadas personas y leyes.

¿Tenemos la buena experiencia de Cristo o nos limitamos a decir que estamos de acuerdo o en desacuerdo con tal papa u obispo?

04.- ¿Y quién se pregunta hoy por Cristo?

Nuestro problema hoy no es tanto la multiplicidad de interpretaciones acerca de la identidad de Jesús – Cristo.

Nuestro problema de fondo hoy es la irrelevancia –si no desaparición- de Cristo (de lo religioso) de la sociedad. Esto ocurre al menos en Occidente.

En otras latitudes geográficas y culturales como África, Latinoamérica, el Oriente lejano las cosas parece que –a este respecto-transcurren de otro modo.

Desde el siglo XVIII y más desde el XIX la cultura, la política, la vida social, el mundo del deporte se han secularizado. El régimen de cristiandad ha ido desdibujándose y desapareciendo. Los parlamentos, universidades, medios de comunicación, etc… “trabajan y viven perfectamente” sin la hipótesis de trabajo “Dios”.

Lo digo como pregunta, como problema: ¿Será cierto que a mayor desarrollo y progreso económico-social, tecnológico disminuye, si no desaparece, la religión, la fe, el cristianismo?

Las iglesias se van vaciando. En Italia va a Misa 1 de cada 5 italianos y entre nosotros las cifras serán parecidas. Bautismos, catequesis, primeras comuniones, confirmaciones, matrimonios y ya hasta los mismos funerales van descendiendo.

¿Cuál será el futuro de la fe, del cristianismo, de la Iglesia? Y ¿Cuál será el futuro del mismo ser humano, de la sociedad?

Dios lo sabe.

De todos modos la fe no volverá porque la Iglesia facilite las cosas y se convierta en unas rebajas religiosas de verano. Mucho menos  llegaremos a la fe en una Iglesia férrea y hostil que imponga embistiendo una normativa litúrgica, moral  y una dogmática fanática.

Llegaremos a la fe cuando “veamos” en Jesús a Cristo y en él la amabilidad de Dios.

05.- La pregunta por JesuCristo se nos vuelve a nosotros mismos.

Y el asunto está en que, detrás -o al mismo tiempo- de la pregunta por JesuCristo, está la pregunta por nosotros mismos. Lo que está en juego no es tanto la identidad de Jesús, sino la nuestra, la del ser humano.

En última instancia se trata de dejarse preguntar por Dios (Cristo) y desde Dios nos estamos contestando ¿quién soy yo? ¿quién es el ser humano? ¿Qué es el ser humano?

No es lo mismo configurar y construir la vida desde Cristo, que construir el ser humano y la sociedad desde determinadas ideologías.

Se puede configurar la vida del ser humano y de la sociedad desde la patria, desde el dinero (capitalismo – narcotráfico), desde una religión fanática… Y eso da de sí lo que estamos viendo.

También se puede estructurar la existencia desde el buen samaritano,  desde las bienaventuranzas: justicia, paz…, desde la esperanza.

06.- Algunas preguntas para terminar.

  • ¿Quién decís vosotros que es el Hijo del Hombre?
  • ¿Quién y qué es el ser humano?
  • ¿El prójimo es para mí sacramento de Cristo, y por tanto sacramento de Dios?
  • ¿La única forma de construir la vida y la sociedad es según la carne y la sangre?
  • ¿Cómo ser bienaventurado y dichosos en la vida?

[1] Celebrábamos esta fiesta el pasado día 6 de agosto.

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“Adhesión viva a Jesucristo”, 21 Tiempo ordinario – A (Mateo 16,13-20)

Domingo, 23 de agosto de 2020
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b9eea6d5973bb9580b1be4a38a7ebf0d502089705bf52bb27b5a255eb565741bNo es fácil intentar responder con sinceridad a la pregunta de Jesús: «¿Quién decís que soy yo?». En realidad, ¿quién es Jesús para nosotros? Su persona nos llega a través de veinte siglos de imágenes, fórmulas, devociones, experiencias, interpretaciones culturales… que van desvelando y velando al mismo tiempo su riqueza insondable.

Pero, además, cada uno de nosotros vamos revistiendo a Jesús de lo que somos nosotros. Y proyectamos en él nuestros deseos, aspiraciones, intereses y limitaciones. Y casi sin darnos cuenta lo empequeñecemos y desfiguramos, incluso cuando tratamos de exaltarlo.

Pero Jesús sigue vivo. Los cristianos no lo hemos podido disecar con nuestra mediocridad. No permite que lo disfracemos. No se deja etiquetar ni reducir a unos ritos, unas fórmulas o unas costumbres.

Jesús siempre desconcierta a quien se acerca a él con postura abierta y sincera. Siempre es distinto de lo que esperábamos. Siempre abre nuevas brechas en nuestra vida, rompe nuestros esquemas y nos atrae a una vida nueva. Cuanto más se le conoce, más sabe uno que todavía está empezando a descubrirlo.

Jesús es peligroso. Percibimos en él una entrega a los hombres que desenmascara nuestro egoísmo. Una pasión por la justicia que sacude nuestras seguridades, privilegios y egoísmos. Una ternura que deja al descubierto nuestra mezquindad. Una libertad que rasga nuestras mil esclavitudes y servidumbres.

Y, sobre todo, intuimos en él un misterio de apertura, cercanía y proximidad a Dios que nos atrae y nos invita a abrir nuestra existencia al Padre. A Jesús lo iremos conociendo en la medida en que nos entreguemos a él. Solo hay un camino para ahondar en su misterio: seguirlo.

Seguir humildemente sus pasos, abrirnos con él al Padre, reproducir sus gestos de amor y ternura, mirar la vida con sus ojos, compartir su destino doloroso, esperar su resurrección. Y, sin duda, orar muchas veces desde el fondo de nuestro corazón: «Creo, Señor, ayuda a mi incredulidad».

José Antonio Pagola

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“Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos”. Domingo 23 de agosto de 2020. 21º domingo de tiempo ordinario

Domingo, 23 de agosto de 2020
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44-OrdinarioA21De Koinonia:

Isaías 22,19-23: Colgaré de su hombro la llave del palacio de David
Salmo responsorial: 137:
Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.
Romanos 11,33-36: Él es el origen, guía y meta del universo
Mateo 16,13-20:
Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos

El texto de Isaías se refiere, con mucha probabilidad, a la época inmediatamente anterior a la primera deportación. Recordemos que como represalia a un intento de rebelión, el imperio babilónico exilió, en el año 597 a.e.c, a los miembros más prestantes de la sociedad y los trasladó a varias ciudades y campos de Mesopotamia. Esto significó un duro golpe para las pretensiones de la familia monárquica que se consideraba inamovible del trono.

La profecía de Natán que, en realidad, era una exhortación para que el rey se mantuviera fiel a la voluntad del Señor, se había convertido ya en la época salomónica en un recurso ideológico para legitimar el monopolio del poder. Al inicio del siglo VI la situación de Judá cambió completamente, con la entrada en escena del imperio babilónico, que pretendió crear un imperio mediante el sometimiento de todos los pequeños reinos y el control de las tribus dispersas por toda el llamado «Creciente Fértil». Jerusalén era sólo una fortaleza más a conquistar.

La profecía de David se dirige contra las pretensiones de la clase dirigente que se consideraba la propietaria perpetua del trono. El caso más patético era el de los primeros ministros, que remplazaban al rey en su ausencia. Estos personajes, casi siempre provenientes de la alta aristocracia, cobraban singular importancia cuando podían gobernar el país y darse todos los honores regularmente reservados al rey.

Parece que el mayordomo del palacio real de Jerusalén, llamado Sobna, se excedió en sus pretensiones y no se contentó con ostentar la ‘banda’ del rey sino que convirtió las llaves del palacio en símbolo de su creciente poder. Todas estas manifestaciones de arrogancia ponían en evidencia cuán arruinadas estaban las instituciones monárquicas y el grado extremo de decadencia en el que había caído la corte. Isaías pronuncia un oráculo de condenación contra este ministro presuntuoso, denunciando todas las arbitrariedades que había cometido y anunciándole cuál sería el final de todas sus hazañas. El que se había construido una tumba elegante moriría en un campo desolado en tierras extranjeras. La llave que el primer ministro ostentaba, terminaría en manos de otra persona más capaz. Los caminos del Señor no son los del individuo engreído y alienado. Todo lo que un sistema social construye sobre la explotación, el abuso del derecho y la falsedad, termina irremediablemente condenado a la insignificancia.

Pablo, haciendo eco de los himnos a la sabiduría, recuerda la distancia enorme que hay entre las absurdas pretensiones individualistas y megalómanas, y el sabio designio de Dios que dispone únicamente lo que es provechoso para el ser humano.

Esa contraposición entre las desmedidas pretensiones de ciertos individuos y grupos sedientos de poder y los insondables caminos del Señor, se hace patente en el episodio del evangelio. A la mitad del camino de Jerusalén, o sea, en la exacta mitad del proceso de formación de los discípulos, Jesús los interroga sobre aquello que han podido captar en el tiempo en que los ha acompañado y orientado.

Las respuestas nos sorprenden. De una parte el gentío que sigue a Jesús lo identifica correctamente como uno de los profetas. De otra, el grupo en la voz de Pedro lo reconoce correctamente como Mesías e Hijo de Dios. Pero, subsiste un problema de fondo: tanto la multitud como los discípulos quieren imponerle a Jesús un estilo de ser profeta y una manera de ser Mesías. Discípulos y muchedumbre piden lo que es contrario a la voluntad de Dios e inconsecuente con la enseñanza de Jesús. Parecería que el enorme esfuerzo de Jesús no hubiese surtido el efecto esperado, y que los discípulos, en lugar de cambiar de mentalidad, hubieran afianzado sus antiguas y erráticas ideas. Sin embargo, el evangelio nos quiere mostrar que los discípulos aún deben pasar por la experiencia de la cruz para comprender el verdadero alcance de las palabras y obras de Jesús.

Jesús sí es el Mesías, pero no el Mesías triunfalista y prepotente del nacionalismo exacerbado, sino una persona al servicio de las más hondas y profundas Causas humanas. Jesús sí es el profeta; pero no el profeta que anuncia la supremacía de la propia religión o de la ideología de su grupo, sino el profeta del amor, la justicia y la paz.

Las tres lecturas nos muestran cuán impredecibles y certeras son las sendas de Dios y cuán caducos y esquemáticos son nuestros trillados caminos. El evangelio nos invita a aprender de Jesús cuál es el camino auténtico que nos conduce al Padre, porque «no todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos». Leer más…

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Teólogos e historiadores españoles responden a la pregunta: “¿Y vosotros, quién decís que soy yo?”

Domingo, 23 de agosto de 2020
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Teologos-historiadores-espanoles-responden-pregunta_2261183899_14849216_660x371Del blog de Xabier Pikaza:

 Así pregunta Jesús este domingo (23.8.20) según el evangelio:“Al llegar a la región de Cesarea, Jesús preguntó a sus discípulos:”¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”…Y vosotros, ¿quién decís que soy?” (Mt 16, 13-14).

Mañana responderé por mi. Hoy quiero dar la palabra a los teólogos de España, pues deberían saber quién es Jesús. No es para que respondan por nosotros, sino para ayudarnos a pensar y decidir. Perdonen los teólogos si les interpreto mal. Éste es una encuesta principal para los creyentes (y también para los no creyentes).

Entre los autores que destaco están Sobrino y O. de Cardedal, Faus y J. M. Vigil, Pagola y Senén Vidal, Rico y Aguirre, Espeja, Estrada y M. Navarro, Piñero y Montserrat, Bermejo y Puente Ojea, Sayés, Arregi y Tamayo, con otros que han marcado y siguen marcando la vida cristiana y el pensamiento de España, en estos momentos de gran cambio. Otros han quedado en la tinta… Perdonan los que vean mi lista menguada o excesiva.

1. EL TEMA VIENE DE ATRÁS, LA DISPUTA DE LOS AÑOS SETENTA

El año 1977, J. Galot SJ, profesor “consagrado” de la Universidad Gregoriano, publicó un trabajo acusando de herejes (no calcedonianos) a tres teólogos de España, y levantando su sospecha contra un cuarto. El trabajo apareció en la revista oficial de aquella  universidad (La Filiation divine du Christ. Foi et interprétation”: Gregorianum 58,1977, 239-275.Los teólogos eran J Sobrino, y J. I. G. Faus (con un servidor), y el cuarto sospechoso O. González de C.:

Tres ensayos recientes, publicados en lengua española, llaman la atención por su orientación no calcedonense y por la posición que adoptan con respecto a la divinidad de Cristo, que se puede llamar la de una divinidad antropológica”.  

 Empezaré ofreciendo la respuesta de esos tres “acusados” (la mía la daré mañana, en la línea del libro que pongo en la imagen), para ocuparme después de otros teólogos hispanos, situados ante la pregunta de Jesús: ¿Y vosotros quién decís que soy yo?

Jon Sobrino:  Tú eres el liberador, el hombre crucificado y resucitado

 Sobrino, jesuita vasco (* 1937), profesor de la UCA (Salvador CA), escribió una Cristología desde América Latina (CRT, México 1976), releyendo la figura y obra de Jesús desde las sociales de América, bajando de su transcendencia ontológica, más allá de los problemas del mundo y de la historia, para introducirse, como portador de una fuerte crítica social y salvadora en el corazón de un mundo crucificado.  Él inició así (con otros teólogos americanos como G. Gutiérrez y L. Boff, y en especial con I. Ellacuría, vasco como él) una labor teológica y pastoral de gran envergadura. Entre sus libros posteriores, cf. La resurrección de la verdadera iglesia, Sal Terrae, Santander 1981; Jesucristo Liberador, I-II, Trotta, Madrid 1993/8).

La obra de Sobrino ha estado desde entonces en el centro de una gran controversia teológica (pastoral y eclesial), expresada en dos textos de la Congregación para la Doctrina de la fe (Libertatis Nuntius, 1984; Libertatis Conscientia, 1986) y en la Notificación que esa misma Congregación dictó el año 2006, sobre dos obras de Sobrino: Jesucristo liberador. Lectura histórico-teológica de Jesús de Nazaret (Madrid, 1991) y La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas (San Salvador, 1999).

La respuesta de Sobrino sigue siendo clare: Tú eres el liberador,  que actúa en la historia de los hombres. Por eso te seguimos y queremos que quieras acogernos a tu lado.

    Por decir esto y presentar así a Jesús, los soldados del “orden” sin orden ni justicia, mataron una noche a los compañeros de J. Sobrino, quien aquel día no estaba en casa.  Sobre el sentido antropológico y eclesial  de su respuesta, cf. Enrique Gómez,Pascua de Jesús, Pueblos crucificados. Antropología mesiánica de Jon Sobrino, Secretariado Trinitario, Salamanca 2012.

 J. Ignacio González Faus: Tú eres el rostro humano de Dios, principio de vida y libertad para los hombres

             González Faus, jesuita valenciano (*1935), afincado en Barcelona, es autor de La Humanidad Nueva. Ensayo de Cristología (Sal Terrae, Madrid 1974), donde interpreta la figura y obra de Jesús desde las condiciones sociales de su tiempo, destacando su libertad frente a la ley y su compromiso en favor de los más pobres. Más que la Encarnación Ontológica del Verbo (importante en su nivel) le ha interesado la encarnación histórica y social (y eclesial) de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios, en la historia de los hombres.

      En esa línea, él entiende la cristología como un proceso y camino  concreto de conversión, al servicio de la libertad y justicia, de la dignidad de los hombres… Eso significa que  no se puede hablar de la divinidad de Jesús separada de su humanidad, pues el mismo Jesús hombre es el Hijo de Dios, y sólo en su historia concreta encontramos al Hijo Eterno  (cf. El rostro humano de Dios, (Santander 2007).

La respuesta de G. Faus constituye un proyecto y programa de “encarnación”, en contra de todo escapismo gnóstico y de toda  elaboración ideológica de un poder eclesial que puede caer en la tentación de absolutizarse, en vez de ponerse al servicio de los pobres, como Cristo. Faus se ha situado en esa línea en el cruce de caminos de la Iglesia y de la vida, no para dividir, sino para recoger, desde los más pobres, a todos los hombres, compartiendo con (desde) ellos el camino de Jesús, a la luz del evangelio.

Sin su palabra y presencia a lo largo de cinco decenios (desde el 1969, en que publicó su tesis doctoral, Carne de Dios. Sobre la Encarnación en la Cristología de San Ireneo, hasta el 2018) la teología hispana hubiera sido mucho más pobre. En esa línea, él signo respondiendo a  Jesús:  Tú eres el rostro humana de Dios, y yo te veo y acompaño en el rostro y vida de los pobres.

Sobre su cristología, cf. Michael P. Moore, Creer en Jesucristo: una propuesta en diálogo con O. González de Cardedal y J.I. González Faus, Sec. Trinitario, Salamanca 2011

 O. González de Cardedal: Tú eres la conciencia humana de Dios

Galot citaba en su nota a Olegario G. de Cardedal (*1934), profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca, autor de un trabajo cardinal, titulado Jesús de Nazaret. Aproximación a la cristología (BAC, Madrid 1975), donde al parecer tampoco dejaba clara la naturaleza divina de Jesús y su constitutivo personal en línea ontológica. Aquella crítica (o, al menos, sospecha) no era justa, como el mismo O. de Cardedal ha precisado después exponiendo de un modo sistemático su pensamiento, en numerosos trabajos entre los que destaca Fundamentos de Cristología. I-II,(BAC, Madrid 2005 y 2006), por los que recibió el año 2011, de manos del mismo Benedicto XVI, el premio Ratzinger de Teología, que ratifica y consagra su fidelidad al pensamiento oficial de la Iglesia.

  G. de Cardedal, ha intentado recrear los dogmas básicos de la cristología (Nicea y Calcedonia) desde una experiencia ampliada de racionalidad, en sintonía con un tipo de pensamiento tradicional, presentando a Jesús como conciencia humana de Dios

Él ha desarrollado una cristología de la conciencia de Jesús (en una perspectiva que puede recordar la de Schleiermacher), destacando la identidad del Hijo eterno de Dios con el Cristo que nace en el tiempo. De esa forma, su cristología se expresa en categorías de encuentro personal entre el hombre y Dios en Cristo, sabiendo que la filiación divina de Jesús sólo puede decirse y proclamarse en plenitud desde la experiencia pascual de los discípulos, tal como ha sido asumida por la iglesia.

Éste es, a mi juicio, el centro de su teología, que ofrece un testimonio fuerte de coherencia intelectual y rigor académico. Si Jesús le preguntara “quién soy”, Olegario le podría responder. Tú eres la conciencia humana de Dios,  y así descubro también que en conciencia  es hogar y espejo de la identidad divina.

 . Para una presentación de su vida y obra hasta el 2006, cf. A. Cordovilla (ed.), Dios y el hombre en Cristo. Homenaje a Olegario González de Cardedal (Salamanca 2006).

 2. J. A.  PAGOLA. UN CASO DE IGLESIA. TÚ ERES LA MISERICORDIA DE DIOS

Por encima de los tres anteriores ha influido en España y en otros países la respuesta de  J-A. Pagola (*1937), teólogo vasco,  con su libro Jesús. Aproximación histórica (Madrid 2007), origen de un duro debate teológico-eclesial, que entiendo como termómetro para medir la “TEMPERATURA” de la cristología hispana, diciendo:  Tú eres la misericordia de Dios.

El debate comenzó con una crítica de Mons. Demetrio Fernández (hoy obispo de Córdoba) en el Boletín de la diócesis de Tarazona(Diciembre 2007), a la que siguieron las críticas de algunos oficialesde la Comisión de la Doctrina de la Fe (J. Rico, J. A. Sayés, J. M. Iraburu), afirmando que Pagola habría negado o silenciando afirmaciones básicas del dogma sobre la divinidad de Jesús, haciéndose de alguna forma arriano, en la línea condenada por Nicea, Éfeso y Calcedonia. Empezaré exponiendo los valores del libro de Pagola:

 Pagola ofrece una aproximación histórica de la vida de Jesús, desde una perspectiva kerigmática, de anuncio cristiano del evangelio, retomando los “acontecimientos” que van desde el Bautismo por Juan hasta el mensaje de Pascua. Lógicamente, en ese contexto, no puede tratar expresamente de temas como la Concepción por el Espíritu, la preexistencia de Jesús o su nacimiento.

Pues bien, ignorando el argumento y finalidad del libro, y a pesar del Nihil Obstat de Mons Uriarte, obispo de San Sebastián, la Comisión Episcopal de la Doctrina de la fe, con la autorización de la Comisión Permanente de la CEE, publicó el 16 de junio del 2008,  una “nota oficial y desgraciada y desagradecida” sobre la Cristología de Pagola, desde una perspectiva dogmática, acusándole de las siguientes omisiones o errores:

‒  Estas son las deficiencias y errores que la comisión ha visto en Pagola:

  • a) presentación reduccionista de Jesús como un mero profeta;
  • b) negación de su conciencia filial divina;
  • c) negación del sentido redentor dado por Jesús a su muerte;
  • d) oscurecimiento de la realidad del pecado y del sentido del perdón;
  • e) negación de la intención de Jesús de fundar la Iglesia jerárquica;
  • f) confusión sobre el carácter histórico-trascendente de la resurrección

En el origen de las cuestiones señaladas se encuentran dos presupuestos que condicionan negativamente la obra: la ruptura entre la investigación histórica de Jesús y la fe en Él, y la interpretación de la Sagrada Escritura al margen de la Tradición viva de la Iglesia. El Autor parece dar a entender que, para mostrar la historia se debe dejar de lado la fe, logrando una historia incompatible con la fe. (http://www.conferenciaepiscopal.es/doctrina/documentos/pagola.html).

      Estos acusadores de Pagola yerran de bulto, no han comprendido ni la primera ni la última página del libro, donde él responde a la pregunta de Jesús, diciéndole desde su vida y experiencia, con los evangelios: Tú eres la misericordia humana de Dios .

 Los críticos de Pagola

No han leído ni entendido a Pagola, pero tienen su respuesta preparada de ante manos.    Los dos principales responden a la pregunta de Jesús con libros muy densos:

‒ J. Rico Pavés: Tú eres el Cristo del dogma de la Iglesia.

  J. Rico (Granada *1966) (cf.Cristologia y soteriologia, BAC, Madrid 2016)ha sido Secretario de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe (2001-2013) y promotor de la “condena” de Pagola, y es desde el 2012 obispo de Mentesa y auxiliar de Getafe.  Su libro quiere ser fiel a las indicaciones del Vaticano II, pero lo hace presentando primero los  “datos” de la Escritura, Tradición y Magisterio sobre la persona y obra de Jesucristo, para ordenarlos y elaborarlos después en una segunda parte sistemática, de un modo ontológico (dogmático). El intento es bueno, pero corre el riesgo de entender la historia de Jesús como una “excusa”, para insistir en un Cristo ultra-dogmática que no se parece mucho a Jesús de Nazaret.

 — J. A. Sayés: Tú eres el Cristo ontológico

H. A. Sayés (Peralta, Navarra *1944, cf. Cristología fundamental, Cete, Madrid 1985 y Señor y Cristo. Curso de Cristología (Palabra, Madrid 2015) sigue en la línea de Rico Pavés, pero de una forma aún más insistente. Tiene una gran capacidad especulativa, como ha mostrado en la Facultad de Teología de Burgos, pero el estudio bíblico (es decir, la identidad evangélica de Jesús) desaparece casi totalmente de sus libros, apareciendo casi como excusa, para tratar después del Cristo ontológico, que sería lo que importa, en un contexto de Iglesia establecida que impone sobre los fieles actuales un tipo de enseñanza medieval.

3. LA RESPUESTA DE LOS HISTORIADORES (CREYENTES O NO CREYENTES)

                El caso Pagola remite a la Biblia, y entre los estudiosos de ella hay que empezar citando a Rafael Aguirre (*1941), que ha estudiado el entorno socio-cultural del NT, y en especial del surgimiento de la Iglesia, y es autor de docenas de trabajos sobre la vida de Jesús (cf. https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=16266), aunque no ha escrito, que yo sepa, ningún estudio de conjunto sobre su vida, a no ser uno obra en colaboración con C. Bernabé y C. Gil: Qué se sabe de… Jesús de Nazaret (VD, Estella 2009)Esta es una obra significativa por su contenido, pues condensa y reformula lo mejor que se sabe de la historia de Jesús: El contexto de Jesús (Gil). La enseñanza de Jesús (Aguirre).  Los hechos de Jesús (Gil). La experiencia religiosa de Jesús (Aguirre). El conflicto final de Jesús (Bernabé). ¿Quién es Jesús? (Aguirre). Leer más…

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“Pedro, entre Dios y Satanás”. Domingo 21. Ciclo A.

Domingo, 23 de agosto de 2020
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cristo-ordenando-a-sus-apostoles1Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El evangelio de este domingo y el del siguiente forman un díptico indisoluble. En el de hoy, Pedro recibe una revelación de Dios y una misión. En el siguiente, se convierte en portavoz de Satanás. De este modo, Mateo deja claro que lo importante es la misión recibida, no la santidad del receptor. El pasaje de este domingo se divide en tres partes: 1) lo que piensa la gente a propósito de Jesús; 2) lo que afirma Pedro; 3) las promesas de Jesús a Pedro.

  1. Lo que piensa la gente a propósito de Jesús

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:

― ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?

Ellos contestaron:

― Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.

 ¿Cómo es posible que la gente ofrezca respuestas tan extrañas? La culpa es en gran parte de Jesús por usar una expresión que se presta a equívoco: bar enosh puede entenderse de formas muy distintas, y podríamos traducirlo con minúscula o con mayúscula.

Con minúscula, «hijo del hombre», significa «este hombre», «yo», y es frecuente en boca de Jesús para referirse a sí mismo. Por ejemplo: «Las zorras tienen madrigueras, las aves del cielo nidos, pero el hijo del hombre [este hombre] no tiene dónde recostar la cabeza» (Mt 8,20); «El hijo del hombre [este hombre, yo] tiene autoridad en la tierra para perdonar los pecados» (Mt 9,6), etc.

            Con mayúscula, «Hijo del Hombre», hace pensar en un salvador futuro, extraordinario. «Os aseguro que no habréis recorrido todas las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del Hombre» (Mt 10,23); «El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles para que recojan de su reino todos los escándalos y los malhechores» (Mt 13,41); «El Hijo del Hombre ha de venir con la gloria de su Padre y acompañado de sus ángeles» (Mt 16,27).

            La gente que escuchaba a Jesús podía sentirse desconcertada. Cuando usaba la expresión «el Hijo del Hombre», ¿hablaba de sí mismo, de un salvador futuro o de un gran personaje religioso? Por eso no extrañan las respuestas que recogen los discípulos. Para unos, el Hijo del Hombre es Juan Bautista; para otros, de mayor formación teológica, Elías, porque está profetizado que volverá al final de los tiempos; para otros, no sabemos por qué motivo, Jeremías o alguno de los grandes profetas. Lo común a todas las respuestas es que ninguna identifica al Hijo del Hombre con Jesús, y todas lo identifican con un profeta, pero un profeta muerto, bien hace nueve siglos (Elías) o recientemente (Juan Bautista). Es obvio que Jesús no se explicaba en este caso con suficiente claridad o era intencionadamente ambiguo.

  1. Lo que afirma Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».

Él les preguntó:

― Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Simón Pedro tomó la palabra y dijo:

― Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. 

Estamos tan acostumbrados a escuchar la respuesta de Pedro que nos parece normal. Sin embargo, de normal no tiene nada. Los grupos que esperaban al Mesías lo concebían como un personaje extraordinario, que traería una situación maravillosa desde el punto de vista político (liberación de los romanos), económico (prosperidad), social (justicia) y religioso (plena entrega del pueblo a Dios). Jesús es un galileo mal vestido, sin residencia fija, que vive de limosna, acompañado de un grupo de pescadores, campesinos, un recaudador de impuestos y diversas mujeres. Para confesarlo como Mesías hace falta estar loco o tener una inspiración divina.

  1. Las promesas de Jesús a Pedro

Jesús le respondió:

― ¡Dichoso tú, Simón hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.

Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

Esta tercera parte es exclusiva de Mateo. En los evangelios de Marcos y Lucas, el pasaje de la confesión de Pedro en Cesarea de Felipe termina con las palabras: «Prohibió terminantemente a los discípulos decirle a nadie que él era el Mesías». Sin embargo, Mateo introduce aquí estas palabras de Jesús a Pedro.

Comienzan con una bendición, que subraya la importancia del título de Mesías que Pedro acaba de conceder a Jesús. No es un hereje ni un loco, sus palabras son fruto de una revelación del Padre. Nos vienen a la memoria lo dicho en 11,25-30: «Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y aquel a quien el Padre se lo quiere revelar».

Basándose en esta revelación, no en los méritos de Pedro, Jesús le comunica unas promesas: 1) sobre él, esta roca, edificará su Iglesia; 2) le dará las llaves del Reino de Dios; 3) como consecuencia de lo anterior, lo que él decida en la tierra será refrendado en el cielo.

Las afirmaciones más sorprendentes son la primera y la tercera. En el AT, la “roca” es Dios. En el NT, la imagen se aplica a Jesús. Que el mismo Jesús diga que la roca es Pedro supone algo inimaginable, que difícilmente podrían haber inventado los cristianos posteriores. (La escapatoria de quienes afirman que Jesús, al pronunciar las palabras «y sobre esta piedra edificaré mi iglesia» se refiere a él mismo, no a Pedro, es poco seria).

La segunda afirmación («te daré las llaves del Reino de Dios») se entiende recordando la promesa de Is 22,22 al mayordomo de palacio Eliaquín, tema de la primera lectura de hoy: «Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá». Se concede al personaje una autoridad absoluta en su campo de actividad. Curiosamente, el texto de Mateo cambia de imagen, y no habla luego de abrir y cerrar, sino de atar y desatar. Pero la idea de fondo es la misma.

El texto contiene otra afirmación importantísima: la intención de Jesús de formar una nueva comunidad, que se mantendrá eternamente. Todo lo que se dice a Pedro está en función de esta idea.

¿Por qué pone de relieve Mateo este papel de Pedro? ¿Le guía una intención eclesiológica, para indicar cómo concibe Jesús a su comunidad? ¿O tienen una finalidad mucho más práctica? Ambas ideas no se excluyen, y la teología católica ha insistido básicamente en la primera: Jesús, consciente de que su comunidad necesita un responsable último, encomienda esta misión a Pedro y a sus sucesores.

Es posible que haya también de fondo una idea más práctica, relacionada con el papel de Pedro en la iglesia primitiva. Uno de los mayores conflictos que se plantearon desde el primer momento fue el de la aceptación o rechazo de los paganos en la comunidad, y las condiciones requeridas para ello. Los Hechos de los Apóstoles dan testimonio de estos problemas. En su solución desempeñó un papel capital Pedro, enfrentándose a la postura de otros grupos cristianos conservadores (Hechos 10-11; 15). En aquella época, en la que Pedro no era «el Papa», ni gozaba de la «infalibilidad pontificia», las palabras de Mateo suponen un espaldarazo a su postura en favor de los paganos. «Lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo». Es Pedro el que ha recibido la máxima autoridad y el que tiene la decisión última.

Apéndice 1. El papel de Pedro en la iglesia primitiva

            Un detalle común a las más diversas tradiciones del Nuevo Testamento es la importancia que se concede a Pedro. El dato más antiguo y valioso, desde el punto de vista histórico, lo ofrece Pablo en su carta a los Gálatas, donde escribe que tres años después de su conversión subió a Jerusalén «a conocer a Cefas [Pedro] y me quedé quince días con él» (Gálatas 1,18). Este simple detalle demuestra la importancia excepcional de Pedro. Y catorce años más tarde, cuando se plantea el problema de la predicación del evangelio a los paganos, escribe Pablo: «reconocieron que me habían confiado anunciar la buena noticia a los paganos, igual que Pedro a los judíos; pues el que asistía a Pedro en su apostolado con los judíos, me asistía a mí en el mío con los paganos» (Gálatas 2,7).

            Esta primacía de Pedro queda reflejada en diversos episodios de los distintos evangelios. Por no alargarme, basta recordar el triple encargo («apacienta mis corderos», «apacientas mis ovejas», «apacientas mis ovejas») en el evangelio de Juan (21,15-17), equivalente a lo que acabamos de leer en Mateo.

            Lo mismo ocurre en los Hechos de los Apóstoles. Después de la ascensión, es Pedro quien toma la palabra y propone elegir un sustituto de Judas. El día de Pentecostés, es Pedro quien se dirige a todos los presentes. Su autoridad será decisiva para la aceptación de los paganos en la iglesia (Hechos 10-11). Este episodio capital es el mejor ejemplo práctico de la promesa: «lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo».

Apéndice 2. Mateo: ¿falsario o teólogo?

            Lo anterior ayuda a responder una pregunta elemental desde el punto de vista histórico: si las promesas de Jesús a Pedro sólo se encuentran en el evangelio de Mateo, ¿no serán un invento del evangelista? Así piensan muchos autores.

            Pero el término «invento» se presta a confusión, como si todo lo que se cuenta fuera mentira. Los escritores antiguos tenían un concepto de verdad histórica muy distinto del nuestro, como he intentado demostrar en mi libro Satán contra los evangelistas. Para nosotros, la verdad debe ir envuelta en la verdad. Todo, lo que se cuenta y la forma de contarlo, debe ser cierto (esto en teoría, porque infinitos libros de historia se presentan como verdaderos, aunque mienten en lo que cuentan y en la forma de contarlo). Para los antiguos, la verdad se podía envolver en un ropaje de ficción.

La verdad, testimoniada por autores tan distintos como Pablo, Juan, Lucas, Marcos, es que Pedro ocupaba un puesto de especial responsabilidad en la iglesia primitiva, y que ese encargo se lo había hecho el mismo Dios, como reconocen Pablo y Juan. Lo único que hace Mateo es envolver esa verdad en unas palabras distintas, quizá inventadas por él, para dejar claro que la primacía de Pedro no es cuestión de inteligencia, ni de osadía, se debe a una decisión de Jesús.

Y para corroborar que no son los méritos de Pedro, añade el episodio que leeremos el próximo domingo.

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Domingo XXI del Tiempo Ordinario. 23 Agosto, 2020

Domingo, 23 de agosto de 2020
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“En aquel tiempo llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo y preguntaba a sus discípulos: -¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?”

Mt 16, 13-20

Nos encontramos al final de la segunda parte del Evangelio de Mateo. En torno a Jesús aumenta el rechazo y la incomprensión. Entonces, Jesús pregunta a sus discípulos: “-¿Quién dice la gente es el Hijo del Hombre?” Y los discípulos lo reconocen como el Mesías y el Hijo del Dios vivo.

Las dificultades, los fracasos y las crisis nos ayudan a plantearnos la vida y las opciones de una manera seria y decidida. En realidad, nos llevan a esas dos preguntas fundamentales: ¿quién soy?, ¿qué hago aquí? Dos preguntas que no acabamos de cerrar nunca, que crecen y evolucionan con nosotras. Pueden pasar temporadas como dormidas pero despiertan de vez en cuando cuestionando nuestra identidad y nuestra misión.

Jesús, que fue plenamente humano, también se cuestionó, en más de una ocasión, su identidad y su misión. Se preguntaba quién era y qué hacía y por eso le preguntaba a sus discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”

Las personas que tenemos cerca nos ayudan a vernos a nosotras mismas con más claridad. Nos devuelven la imagen que proyectamos, nos hacen de espejo. Nos encaran con nuestra verdad y con las mentiras que usamos de armadura protectora. Por eso necesitamos otros puntos de vista para crecer. En ocasiones son las otras personas las que nos descubren partes de nosotras mismas que no alcanzamos a ver con claridad.

Así, con lo que nos dicen y lo que conocemos de nosotras mismas vamos creciendo en el camino de la vida, en el camino del seguimiento de Jesús.

Oración

Danos, Trinidad Santa, la audacia de confrontarnos y cuestionar lo que somos y lo que hacemos para poder continuar nuestro camino desde la autenticidad. Amén.

 

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Solo si descubres tu verdadero ser, conocerás a Jesús.

Domingo, 23 de agosto de 2020
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pelicula-la-vida-de-jesusMt 16,13-20

Otra vez Jesús se retira con sus discípulos; ahora a la región de Cesarea de Filipo. Se van a tratar temas que desbordan la problemática estrictamente judía, y por eso Mateo coloca la escena en territorio gentil, fuera de una concepción del Mesías demasiado nacionalista, para dar a entender que estamos en una apertura a los gentiles. Ni lo que dice sobre Jesús, ni lo que dice sobre la Iglesia podía ser aceptado por un judío normal.

Dos temas nos proponen hoy las lecturas: Quién es Jesús y el poder de las llaves. Lo primero que hay que tener en cuenta es que los evangelios están escritos mucho después de la muerte de Jesús, y por lo tanto reflejan, no lo que entendieron mientras vivieron con él, sino lo que las primeras comunidades pensaban de él. También es lógico que se preocuparan por la estructura de la nueva comunidad: El texto expresa vivencias pascuales de la primera comunidad. Esto no le quita importancia sino que se la da.

Se quiere diferenciar la opinión de la gente de la de los discípulos. Mejor sería decir que la diferencia sería entre lo que la gente y los discípulos pensaron de Jesús mientras vivía y lo que pensaron de él después de la Pascua. Mientras vivieron con él le mostraron una gran estima, pero no se dieron cuenta de la novedad que aportaba. A los discípulos les costó Dios y ayuda dar el paso de una interpretación nacionalista del Mesías, a la del verdadero mesianismo que representaba Jesús. Solo después de Pascua consiguieron dar el paso.

Antes de esa experiencia, Pedro nunca pudo decir a Jesús que era el Hijo de Dios. Los judíos no tenían un concepto de Hijo de Dios en el sentido que hoy le damos. En el AT se llamaba hijo de Dios al rey, a los ángeles, al pueblo judío, pero en sentido simbólico. Para un judío lo más que se podía decir de un ser humano es que era el Ungido (Mesías). Los griegos sí tenían un concepto de Hijo de Dios. Gracias al contacto con la cultura griega, los cristianos pudieron expresar la experiencia pascual con el término ‘Hijo de Dios’.

A Jesús nunca le pasó por la cabeza el fundar una Iglesia. Él era judío por los cuatro costados y no podía pensar en una religión distinta. Lo que quiso hacer con su mensaje, fue purificar la religión judía de todas las adheren­cias que la hacían incompatible con el verdadero Dios. Tampoco los primeros seguidores de Jesús pensaron en apartarse del judaísmo. Fue el rechazo frontal de las autoridades judías, sobre todo de los fariseos después de la destrucción del templo, lo que les obligó a emprender su propio camino.

De Jesús, como ser humano concreto, sí podemos hablar adecuadamente, porque cae dentro de las posibilidades de nuestros conceptos. De lo divino que hay en Jesús, nada podemos decir con propiedad, porque escapa a nuestra capacidad intelectual. Pero lo divino se manifestó en su humanidad y aunque no podemos definirlo, podemos intuirlo. Si nos empeñamos en pensar lo divino y lo humano como diferentes, imposibilitamos una respuesta coherente. Si Jesús fue Dios es porque es hombre, y si es hombre cabal es porque es Dios. No hay incompatibilidad entre ambas realidades. Todo lo contrario, Dios está en lo humano y el hombre solo puede llegar a su plenitud en lo divino, que ya es.

La respuesta que pone Mt en boca de Pedro parece, a primera vista, certera, aunque no supone ninguna novedad, porque todos los evangelistas lo dan por supuesto desde las primeras líneas de los evangelios. Está claro que el objetivo del relato es afianzar una profesión de fe pascual. Si Pedro hubiera pronunciado esa frase antes de la experiencia pascual, lo hubiera hecho pensando en un “hijo de Dios” en el sentido en que lo entendían los judíos; como persona muy cercana a Dios o que tiene un encargo especial de su parte.

No podemos definir con dogmas a Jesús, pero tampoco podemos dejar de hacernos la pregunta. Lo que es Jesús, nunca lo descubriremos del todo. ¿Quién es este hombre? Todo intento de responder con fórmulas cerradas no solucionará el problema. La respuesta tiene que ser práctica, no teórica. Mi vida es la que tiene que decir quién es Jesús para mí. Del esfuerzo de los primeros siglos por comprender a Jesús, debemos hacer nuestras, no las respuestas que dieron sino las preguntas que se hicieron.

Dar por definitivas las respuestas de los primeros concilios nos ha sumido en la ruina. Lo que nos debe importar es descubrir la calidad humana de Jesús y descubrir la manera de llegar nosotros a esa misma plenitud. Se trata de responder con la propia vida a la pregunta de quién es Jesús. Y tú, ¿quién dices que soy yo? ¿Qué dice tu vida de mí? Si creemos que lo importante es la respuesta, como ya estaba dada, todos en paz y eso es lo grave. Hoy sabemos que lo importante es que sigamos haciéndonos la pregunta.

Desde el punto de vista doctrinal la historia se encarga de demostrarnos que nunca nos aclararemos del todo. O exageramos su divinidad convirtiéndole en un extraterrestre o afianzamos su humanidad y entonces se nos hace muy difícil aceptar que sea plenamente hombre y a la vez divino. Una vez más tenemos que decir que la solución nunca la encontraremos a nivel teórico. Solo desde la vivencia interior podremos descubrir lo que significa Jesús como manifestación de Dios. Solo si nos identificamos con Jesús, haciendo nuestra su vivencia de Dios, comprenderemos lo que fue Jesús.

Respecto a la segunda cuestión, tenemos que aclarar algunos puntos. En primer lugar, los textos paralelos de Mc y de Lc no dicen nada de la promesa de Jesús a Pedro. Es éste un dato muy interesante, que tiene que hacernos pensar. Marcos es anterior a Mateo. Lucas es posterior. Tanto la confesión de Hijo de Dios como la promesa de Jesús a Pedro, es un texto exclusivo de Mt. Si tenemos en cuenta que Mt y Lc copian de Mc, descubriremos el verdadero alcance del relato de Mt. Lo añadido está colocado ahí con una intención determinada: Revestir a Pedro de una autoridad especial frente a los demás apóstoles.

Es la primera vez que encontramos el término “Iglesia” para determinar la nueva comunidad cristiana. Utiliza la palabra que en la traducción de los setenta se emplea para designar la asamblea (ekklesian). El texto intenta afianzar a Pedro en la presidencia de esa organización, pero es exagerado deducir de él lo que después significó el papado. Hay que tener en cuenta que existe otro texto paralelo, también de Mt, que leeremos dentro de dos domingos, que va dirigido a la comunidad: “Porque lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo; y lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo”.

Es curioso que en dos lugares tan próximos del mismo evangelio dé el poder de atar y desatar a Pedro y a la comunidad. Los textos no se contradicen, se complementan. La última palabra la tiene siempre la comunidad, pero esta tiene que tener un portavoz. Pedro, o su sucesor, cuando hablan expresando el común sentir de la comunidad, tienen la garantía de acertar en los asuntos importantes para la comunidad. No es la comunidad la que tiene que doblegarse ante lo que diga una persona, sino que es el representante de la comunidad el que tiene que saber expresar el común sentir de ésta.

Meditación

Ser cristiano significa responder a la pregunta de Jesús.
No de manera teórica y aprendida,
sino con las actitudes vitales que él me exige hoy.
En el momento que deje de hacerme la pregunta,
o si tengo ya la respuesta definitiva,
me he colocado fuera del camino.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Mente abierta,

Domingo, 23 de agosto de 2020
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mente_abierta_llavesCuando una puerta a la felicidad se cierra, otra se abre, y con frecuencia nos quedamos mucho tiempo mirando la cerrada y no vemos la que se abre (Paulo Coelho).

23 de agosto. DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO.

Mt 16, 13-20

A ti te daré las llaves del reino: lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo; lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.

Un texto denso y muy elaborado, que recoge los hechos tal como los ha entendido vivido la comunidad: se trata, en primer lugar, de identificar al Maestro.

¿Quién es? Es la búsqueda de respuesta a la pregunta que Jesús hizo a sus discípulos en la región de Cesarea de Felipe: ¿Quién dice la gente que es este Hombre?

A nuestro personaje, podríamos aplicarle, en cierto modo, esta frase del Rabí Pinhas de Korets: “En cada hombre hay algo precioso que no se encuentra en otro hombre”, y en Jesús, especialmente.

Pregunta abierta, incluso en nuestros días, que se puede responder desde el punto de vista de la gente. De la apreciación humana de este personaje histórico o desde el de punto de vista de Dios, el de la revelación.

La gente buena, que ha presenciado su actividad, le considera un enviado de Dios que prepara la era mesiánica, y Simón Pedro declara que es el Mesías esperado, razón por la que el apóstol recibe una alabanza: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo ha revelado nadie de carne y sangre, sino mi Padre del cielo!

Cosa que el propio Jesús ratifica declarando que la confesión procede del Padre, como se puede ver en 11, 27: “Todo me lo ha encomendado mi Padre: nadie conoce al hijo sino el Padre sino el hijo y aquel a quien el hijo decida revelárselo”.

 

Jesús propone construir un “templo”, una comunidad nueva, Petra en griego, que significa sillar o roca donde se asienta un edificio; y en el versículo 18, Jesús emplea términos similares: “Pues yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra construiré mi Iglesia”.

Este edificio o comunidad pertenece a Jesús, “mi Iglesia”, en la que Pedro tendrá una función papel central.

Todo este texto que hemos comentado del evangelio, ha originado muchas discusiones entre católicos y protestantes sobre la figura del Papa como sucesor de Pedro.

La tradición católica sostiene que estas palabras se aplican a Pedro, y también a todos lo que le suceden en la tarea de presidir en la fe y el amor.

La tradición protestante, sin embargo, ha visto en las palabras de Jesús una alabanza referida, no a la persona de Pedro, sino a su actuación de fe.

El novelista Paulo Coelho (1947), escribió esta sugerente frase, que tiene mucho que ver con lo de desatar en el cielo del versículo 19, y con una “mente abierta”: “Cuando una puerta a la felicidad se cierra, otra se abre, y con frecuencia nos quedamos mucho tiempo mirando la cerrada y no vemos la que se abre”.

En mi libro Yo amo el Planeta, este poema:

HOSPITALIDAD VIRGEN

Te presento mis respetos
Tierra-Madre, por tu carácter sagrado
y tu cuasi divinidad en ciernes.

Me amparas en tu casa,
una hospitalidad virgen,
que da seguridad a mi sustento.

Tu generosidad rompe siempre y siempre,
más allá de los ojos y del viento,
los límites hexagonales de la mente abierta.

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Simón Pedro y sus descalabros.

Domingo, 23 de agosto de 2020
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med-2En uno de los relatos pascuales aparecen estas palabras de Jesús dirigidas a Pedro: “Cuando eras joven, te ceñías e ibas donde querías; cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieres…” (Jn 21,18). La frase suena a uno de esos lugares comunes en los que solemos coincidir cuando hablamos de lo que es propio de las edades de la vida. Es evidente: cuando eres joven te mueves con autonomía y vas donde te da la gana. De viejo, ya es otra cosa.

Sin embargo, en la escena que nos relata el Evangelio de hoy y tratándose de Jesús, los principios generales se trastocan: Pedro intenta “ceñir” a Jesús, que es joven, para impedirle seguir adelante por un camino que a su parecer es un desvarío. De manera subliminal está queriendo obligarle a “extender las manos” y a dejarse llevar por otro menos alocado (“estos jóvenes…”) y más sensato.

La reacción de Jesús es virulenta: “¡Ponte detrás de mí, Satanás!”. Si ya el apelativo “Satanás” es fuerte, el reproche que sigue, si se traduce libremente es aún peor: “Eres en mi camino una piedra en la que pretendes que me estrelle”. El diagnóstico final es demoledor: “Piensas al modo humano, no según Dios” (Mc 8,33).

El tópico joven-que-hace-lo-que-le-viene-en-gana está saltando por los aires porque el joven Jesús ni va “a su bola”, ni camina “a su aire”, ni alardea de su “indomable libertad”. Es alguien que no solo “extiende sus manos” para dejarse conducir por Otro, sino que se “extiende” todo él como un lienzo en blanco sobre el que pintar, como un tapiz por tejer, como un lacre blando sobre el que imprimir un sello. Si de niño había ido creciendo “en edad, en sabiduría y en gracia” (Lc 2,52), de mayor va ha ido ensanchando su “pensar según Dios”, ha ido sintiendo la vida y escuchándola desde más allá de sí mismo para conformar su sentir con el de su Padre. Un día le llenó de alegría reconocer esa coincidencia: Sí, Padre, así te ha parecido bien” (Lc 10, 22). Lo mismo que su antepasado Abraham, abandonaba la tierra familiar de lo que le habían dicho y enseñado y se adentraba en otra en la que solo importaba el “pensar” del Padre. Se había dado cuenta de que iban a una, como dos que caminan bajo el mismo yugo, unánimes y con-cordes en la inclinación de su corazón hacia los que carecían de saberes, de nombre y de significación. Eso le llenaba de alegría y nada vuelve tan audaz y tan determinado a alguien como el vivir en contacto con la fuente del propio júbilo.

Desconocía lo que era aferrarse a “disponer de sí” porque el deseo y la voluntad de Otro imantaban su querer y de ahí le venía esa despreocupación que, según él, había aprendido de los pájaros y de los lirios del campo que no se inquietan por el día de mañana. Había dejado de ocuparse de su propio camino, confiando en manos de Otro su trazado, su recorrido y su final y no consentía que nadie intentara desviarle de ahí. Lo habían avisado los Profetas: Su voz puede ser tan estremecedora como el rugido de un león (Am 1,3), sus celos, tan peligrosos como una osa si le quitan los cachorros (Os 13,8).

Así que Simón, hijo de Jonás, colega nuestro en la pretensión de querer torcer Sus caminos y traerle a los nuestros: más nos vale desistir en el intento porque saldremos descalabrados.

Con el Hijo hemos topado, amigo Simón.

Dolores Aleixandre

Fuente Fe Adulta

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Literalismo y verdad.

Domingo, 23 de agosto de 2020
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SoltarDomingo XXI del Tiempo Ordinario

23 agosto 2020

Mt 16, 13-20

Las respuestas que los discípulos dan a Jesús parecen expresar las diferentes opiniones de las primeras comunidades, en torno a la figura del Maestro. A pesar de sus diferencias, todas ellas coinciden en reconocer a Jesús como “profeta”, tal como este término se entendía en el pueblo judío: el que habla en nombre de Dios o hace presente a Dios en las circunstancias que vive el pueblo, en definitiva, el que vive en la verdad y la expresa.

     La respuesta que el evangelista pone en boca de Pedro constituye ya una elaborada afirmación del credo cristiano de la comunidad de Mateo, que manifiesta su fe en Jesús como el Mesías esperado y el “hijo de Dios” (aunque fuera en un sentido judío, donde el término “hijo” se aplicaba a alguien que gozaba de una especial intimidad con Dios).

    Esa misma comunidad, que considera a Pedro como el “primero” de los apóstoles, pone en boca de Jesús unas palabras que este nunca habría pronunciado. Nos encontramos, por tanto, no ante palabras del Jesús histórico, sino ante la fe de una comunidad que vive casi a finales del siglo I.

    Lo que ello pone de manifiesto es el hecho de que una comprensión adecuada de los textos libera de posturas dogmáticas y de discusiones interminables a partir de la defensa a ultranza de un literalismo –una especie de idolatría de los textos– que resulta insostenible. (Tiene su punto de ironía el hecho de que se haya querido fundamentar el “primado de Pedro” e incluso la institución del papado en palabras que Jesús nunca habría pronunciado. Superado aquel literalismo insostenible, hoy parece evidente que Jesús no instituyó ninguna iglesia ni fundó ninguna religión).

    La comprensión y la vivencia espiritual no consiste en repetir textos memorizados ni en exigir una adhesión a los mismos que, a fuerza de ser literal, termina traicionándolos en su verdadero sentido.

   La vivencia espiritual puede tener como referencia algunos textos –como “mapas” que resultan útiles para balizar el camino en un momento determinado–, pero antes o después habrá de conducir a soltar todos ellos –dejando caer todas las creencias– para apoyarse en la desnuda certeza de ser, en el silencio consciente que conduce a la verdad que se encuentra más allá (más acá) de todo concepto y de toda creencia.

¿Cómo me relaciono con las creencias?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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