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Entradas Etiquetadas ‘Presencia’

Una presencia positiva y amorosa

Jueves, 24 de septiembre de 2020
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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Acerca de orar juntos, como comunidad, y en silencio:

“Cuando dos o más personas se encuentran o reúnen, existe siempre alguna forma de presencia, incluso la forma que puede provocarle a una de ellas una úlcera. Lo que a nosotros nos corresponde hacer es, por lo tanto, disponer las cosas de manera tal que la presencia sea una experiencia no negativa, sino positiva. Esto quiere decir que tal vez debamos conversar más entre nosotros para aprender a estar presentes en silencio de una manera positiva. Para que el silencio pueda ser una gracia es preciso que haya entre nosotros una mayor comunicación, un amor más profundo y, hasta tanto no se haya alcanzado esa intensidad, será vano fingir que hay amor cuando no lo hay. La justificación del silencio en nuestra vida reside en que lleguemos a amarnos los unos a los otros lo bastante como para poder estar reunidos en silencio. Una vez que alcanzamos a ver el profundo y verdadero significado de la vida en comunidad, descubrimos que en el estar juntos y en silencio hay una gracia y un deber muy especiales, pero nunca llegaremos a ello excluyendo a los demás ni tratándolos como objetos. Es una gracia que se va conquistando paulatinamente, a medida que aprendemos a amar”.

*

Thomas Merton
Los manantiales de la contemplación

***

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Cultivar la presencia en las bendiciones

Lunes, 7 de septiembre de 2020
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Por presencia entiendo la atención a las bendiciones que nos llegan día a día, año tras año. El problema de la vida moderna es que estamos demasiado ocupados, para poder darnos cuenta de que somos personas bendecidas. A menudo, la gente dice cosas buenas acerca de nosotros, pero las despreciamos con comentarios como: «No vale la pena, olvídalo, no es nada…» o cosas parecidas. Estos comentarios pueden parecer expresiones de humildad, pero de hecho, son señales de que no estábamos realmente preparados para recibir las bendiciones que se nos daban. No nos es fácil, a nosotros, personas ocupadas, recibir verdaderamente una bendición. Quizá el hecho de que pocas personas ofrecen una bendición real es el resultado triste de la ausencia de personas que quieran y sean capaces de recibir una bendición semejante. Se nos ha hecho extremadamente difícil detenernos, oír, prestar atención y recibir, agradecidos, lo que se nos ofrece“.

*

Henri Nouwen
Tú eres el amado

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Cristo es la Transparencia

Jueves, 6 de agosto de 2020
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Dios mismo vino sobre la tierra como un pobre,
como un humilde.
Vino a través de Cristo Jesús.
Dios permanecería lejos de nosotros si
Cristo no fuera la transparencia.
Desde el comienzo Cristo estaba en Dios.
Desde el nacimiento de la humanidad,
era palabra viva.
Vino sobre la tierra para hacer accesible
la confianza de la fe.
Resucitado, hace su morada en nosotros,
nos habita por el Espíritu Santo.
Y descubrimos que el amor de Cristo se expresa ante todo
por su perdón y por su presencia continua dentro de nosotros.

*

“15 días con el Hermano Roger de Taizé “
escrito por Sofía Laplane
Editorial Ciudad Nueva

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***

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:

“Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.” Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:

“Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.”

Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:

“Levantaos, no temáis.”

Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:

“No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.”

*

Mateo 17,1-9

***

***

Si supiéramos reconocer el don de Dios, si supiéramos experimentar estupor, como el pastor Moisés, ante todas las zarzas que arden en los bordes de nuestros caminos, comprenderíamos entonces que la transfiguración del Señor -la nuestra- empieza con un cierto cambio de nuestra mirada. Fue la mirada de los apóstoles la que fue transfigurada; el Señor permanece el mismo.

La cotidianidad de nuestra vida, trivial y extraordinaria, debería revelar entonces su deslumbrante profundidad. El mundo entero es una zarza ardiente, todo ser humano -sea cual sea la impresión que suscita en nosotros- es esta profundidad de Dios.

Todo acontecimiento lleva en él un rayo de su luz. Nosotros, que hemos aprendido a mirar hoy tantas cosas, ¿hemos aprendido los datos elementales de nuestro oficio de hombres? Se vive, en efecto, a la medida del amor, pero se ama a la medida de lo que se ve. Ahora, en la transfiguración, nuestra visión participa en el misterio, de ahí que el amor esté en condiciones de brotar de nuestros corazones como fuego que arde sin consumir, y así puede enseñarnos a vivir.

Debemos pasar de la somnolencia de la que habla el evangelio a la auténtica vela, a la vigilancia del corazón. Cuando despertemos se nos dará la alegría inagotable de la cruz. Al ver, por fin, en la fe, al hombre en Dios y a Dios en el hombre -Cristo- nos volveremos capaces de amar y el amor saldrá victorioso sobre toda muerte.

El Señor se transfiguró orando; también nosotros seremos transfigurados únicamente en la oración. Sin una oración continua, nuestra vida queda desfigurada. Ser transfigurados es aprender a ver la realidad, es decir, a nuestro Dios, a Cristo, con los ojos abiertos de par en par. Ciertamente, en este mundo de locos, siempre tendremos necesidad de cerrar los ojos y los oídos para recuperar un cierto silencio. Es necesario, es como una especie de ejercicio para la vida espiritual. Sin embargo, la vida, la que brota, la vida del Dios vivo, es contemplarlo con los ojos abiertos. Él está en el hombre, nosotros estamos en él. Toda la creación es la zarza ardiente de su parusía. Si nosotros «esperásemos con amor su venida» (2 Tim 4,8), daríamos un impulso muy diferente a nuestro servicio en este mundo .

*

J. Corbon,
La alegría del Padre, Magnano 1997

***

Durante el verano, vuestras hermanas y hermanos de Cristianos Gays rezan contigo y por tí. De hecho, nuestro deseo es vivir nuestra vida cotidiana, iluminados interiomente por medio de Jesucristo. Queremos estar cerca de los que pasan las pruebas.

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Vivir en presencia.

Martes, 5 de mayo de 2020
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featuredImage-21166-psicoterratica-el-trauma-que-nos-produce-estar-lejos-de-la-naturaleza-992x558@LaVanguardia-WebEl tiempo junto con el espacio es una de las coordenadas que condicionan nuestra vida y sin embargo nos damos cuenta de lo relativo que es. El tiempo, nos pasa volando o parece que no se “mueve” dependiendo de lo ocupados, distraídos atareados que estemos.

No es que no tengamos tiempo, como estamos acostumbrados a decir, sino más bien que vivimos abocados hacia afuera sin notar lo que se cuece por dentro y cuando hay poca actividad hacia afuera, empezamos a vislumbrar que cuanto más trabajamos nuestro interior lo que exteriorizamos es de mejor calidad, más auténtico.

Estamos en el tiempo de Pascua, un tiempo que en general no sabemos cómo vivirlo porque se nos escapa lo atemporal. Nos cuesta entender los relatos de la Resurrección de Jesús y sus apariciones porque como el resto de los pasajes evangélicos no se narran desde lo histórico sino desde la experiencia.

Esa experiencia no es un privilegio de unos pocos: nace del deseo de encontrar la Vida dentro de nosotros y de darle espacio para que se expanda. Y tiempo…tiempo al silencio, tiempo para conectar con nuestro propio centro y ahí nace la certeza, se siente la presencia, la unidad con todo y con todos, una emoción difícil de describir, diferente para cada persona porque todos somos distintos, como los seguidores de Jesús, mujeres y hombres de su tiempo.

Una experiencia que no se puede “probar” pero que es personal y comunitaria. Personal porque somos únicos y diferentes como lo es toda la creación; ese es precisamente uno de los principios del Universo: LA DIVERSIDAD. La inimaginable expansión de la creación hace que aunque nos parezcamos cada cual sea único y diferente. Por eso también cada persona experimenta ese “encuentro” de forma personal y va ganando en profundidad a medida que vamos evolucionando.

Yo también soy única en el universo, como cualquier otra forma de vida. ¿Por qué compararme con otras personas? ¿Por qué deseo lo que tienen otros si  a mí se me llama a aportar desde lo que se me ha regalado?

Es a la vez una experiencia comunitaria. Es precisamente en el compartir las experiencias donde nuestra fe se fortalece y se confirma. La comunidad es el lugar de la presencia de Jesús resucitado en la que experimentamos el amor, la aceptación y donde sentimos esa fuerza que se expande en el universo de comunión. Somos seres interdependientes y nuestra tendencia natural es hacia la común unión, hacia la UNIDAD (segundo principio del Universo)

La vida es una y todos provenimos de esa vida única. Somos seres interdependientes unos de otros y constantemente nos posibilitamos el vivir en esa cadena sin fin. Existimos porque existen todos los otros elementos, no hemos venido de fuera, surgimos de la Tierra.

¿Cómo trabajo esa unificación en mí y en todo lo que me rodea?

El tercer principio es el de la INTERIORIDAD. Hasta ahora habíamos creído que sólo los humanos sabíamos dar hondura a nuestras vivencias a través de  nuestra dimensión espiritual. El mundo natural podía ser admirado y entendido como reflejo de la Creación de Dios, pero no habíamos captado esa dimensión sagrada de cada átomo, cada célula cada ser en su complejidad. Nos situábamos como seres superiores observando, estudiando la creación, cosificándola…

Todo es sagrado. Lo aprendemos ahora de nuestros hermanos y hermanas indígenas que han estado durante siglos en contacto con la tierra, respetándola, amándola, cuidándola como ella hace con nosotros.

Es verdad que nosotros tenemos la consciencia y eso nos hace no superiores sino responsables de las decisiones que tomamos, de lo que priorizamos…

Ya no hay diferencia entre sagrado y profano. El Universo camina hacia una evolución que es espiritual más allá de lo religioso.

Nos pueden dividir las ideologías pero no la búsqueda de sentido, de nuevos estilos de vida más acorde con el respeto mutuo, el respeto a la Tierra, el Misterio que nos envuelve.

Tenemos un tiempo maravilloso, este tiempo de Pascua en el que se nos invita a soñar con una vida nueva, renovada, invadida por la presencia del Resucitado en medio de nosotros.

Carmen Notario, sfcc

Fuente Fe Adulta

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Felices los que creen sin haber visto ( Jn 20, 29)

Domingo, 19 de abril de 2020
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Domingo de la Misericodia

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Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacedlos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre de ellos,
y sólo para ti quiero tenerlos.

Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.

*

San Juan de la Cruz,

Cántico Espiritual, estrofas 10 y 11

***

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

“Paz a vosotros.”

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

“Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.”

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

-“Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.”

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

-“Hemos visto al Señor.”

Pero él les contestó:

Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.”

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomas con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

-“Paz a vosotros.”

Luego dijo a Tomás:

-“Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.”

Contestó Tomás:

-“¡Señor mío y Dios mío!

Jesús le dijo:

-“¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.”

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

*

Juan 20,19-31

***

En el evangelio de hoy encontramos un cenáculo y una puerta cerrada. Una puerta cerrada por temor a alguien es una historia de todos los días, anticipada en el siervo de la parábola que entierro el talento por miedo a perderlo. Afortunadamente, al Señor no le importan nada nuestros cerrojos, y entra y sale como quiere su caridad. Camina o se detiene, trabaja y descansa, habla o se calla, sin que le importen nuestros temores. El Señor muestra que no se ofende por la incredulidad de Tomás, incluso la convierte en un argumento para nuestra fe. No es verdad que al Señor le disgusten ciertas resistencias. Cuando se trata de resistencias razonables, cuando el hombre obra con lealtad, con honestidad, como un hombre que, antes de fiarse de otro, prueba si puede hacerlo por sí solo, entonces el Señor no puede estar descontento. Basta con profundizar un poco en el episodio de Tomás.

Es cierto que este último se mostró reservado y reacio y que, antes de exclamar «¡Señor mío y Dios mío!», quiso asegurarse con la pequeña garantía que ofrecen los sentidos, pero añora el Señor sabe que puede contar con él más que con los otros, que ese grito es un credo que continuará también ante el martirio. Los tipos como Tomás tardan algo en arrodillarse, pero cuando lo hacen se arrodillan de verdad, cuando aman lo hacen de verdad. Cuando Tomás se ofrece, es un hombre el que se ofrece. Y si ofrece a Cristo su propio corazón, es un corazón de hombre el que le ofrece. Y si inclina su cabeza ante él, es una cabeza de hombre la que se inclina. De este modo comienza la adoración «en espíritu y en verdad» (P. Mazzolari, La parola che non passa, Vicenza 1984, pp. 138s, passim

***

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Cristo es la Transparencia

Martes, 6 de agosto de 2019
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Dios mismo vino sobre la tierra como un pobre,
como un humilde.
Vino a través de Cristo Jesús.
Dios permanecería lejos de nosotros si
Cristo no fuera la transparencia.
Desde el comienzo Cristo estaba en Dios.
Desde el nacimiento de la humanidad,
era palabra viva.
Vino sobre la tierra para hacer accesible
la confianza de la fe.
Resucitado, hace su morada en nosotros,
nos habita por el Espíritu Santo.
Y descubrimos que el amor de Cristo se expresa ante todo
por su perdón y por su presencia continua dentro de nosotros.

*

“15 días con el Hermano Roger de Taizé “
escrito por Sofía Laplane
Editorial Ciudad Nueva

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En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Juan y a Santiago y subió al monte para orar.

Mientras oraba, cambió el aspecto de su rostro y sus vestidos se volvieron de una blancura resplandeciente.

En esto aparecieron conversando con él dos hombres. Eran Moisés y Elías,  que, resplandecientes de gloria, hablaban del éxodo que Jesús había de consumar en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros, aunque estaban cargados de sueño, se mantuvieron despiertos y vieron la gloria de Jesús y a los dos que estaban con él.

Cuando éstos se retiraban, Pedro dijo a Jesús:

Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Vamos a hacer tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Pedro no sabía lo que decía. Mientras estaba hablando, vino una nube y los cubrió, y se asustaron al entrar en la nube. De la nube salió una voz que decía:

Este es mi Hijo elegido; escuchadlo.

Mientras sonaba la voz, Jesús se quedó solo. Ellos guardaron silencio y no contaron a nadie por entonces nada de lo que habían visto.

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Lucas 9,28b-36

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Si supiéramos reconocer el don de Dios, si supiéramos experimentar estupor, como el pastor Moisés, ante todas las zarzas que arden en los bordes de nuestros caminos, comprenderíamos entonces que la transfiguración del Señor -la nuestra- empieza con un cierto cambio de nuestra mirada. Fue la mirada de los apóstoles la que fue transfigurada; el Señor permanece el mismo.

La cotidianidad de nuestra vida, trivial y extraordinaria, debería revelar entonces su deslumbrante profundidad. El mundo entero es una zarza ardiente, todo ser humano -sea cual sea la impresión que suscita en nosotros- es esta profundidad de Dios.

Todo acontecimiento lleva en él un rayo de su luz. Nosotros, que hemos aprendido a mirar hoy tantas cosas, ¿hemos aprendido los datos elementales de nuestro oficio de hombres? Se vive, en efecto, a la medida del amor, pero se ama a la medida de lo que se ve. Ahora, en la transfiguración, nuestra visión participa en el misterio, de ahí que el amor esté en condiciones de brotar de nuestros corazones como fuego que arde sin consumir, y así puede enseñarnos a vivir.

Debemos pasar de la somnolencia de la que habla el evangelio a la auténtica vela, a la vigilancia del corazón. Cuando despertemos se nos dará la alegría inagotable de la cruz. Al ver, por fin, en la fe, al hombre en Dios y a Dios en el hombre -Cristo- nos volveremos capaces de amar y el amor saldrá victorioso sobre toda muerte.

El Señor se transfiguró orando; también nosotros seremos transfigurados únicamente en la oración. Sin una oración continua, nuestra vida queda desfigurada. Ser transfigurados es aprender a ver la realidad, es decir, a nuestro Dios, a Cristo, con los ojos abiertos de par en par. Ciertamente, en este mundo de locos, siempre tendremos necesidad de cerrar los ojos y los oídos para recuperar un cierto silencio. Es necesario, es como una especie de ejercicio para la vida espiritual. Sin embargo, la vida, la que brota, la vida del Dios vivo, es contemplarlo con los ojos abiertos. Él está en el hombre, nosotros estamos en él. Toda la creación es la zarza ardiente de su parusía. Si nosotros «esperásemos con amor su venida» (2 Tim 4,8), daríamos un impulso muy diferente a nuestro servicio en este mundo .

*

J. Corbon,
La alegría del Padre, Magnano 1997

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Durante el verano, vuestras hermanas y hermanos de Cristianos Gays rezan contigo y por tí. De hecho, nuestro deseo es vivir nuestra vida cotidiana, iluminados interiomente por medio de Jesucristo. Queremos estar cerca de los que pasan las pruebas.

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“Elogio de la Presencia”, por Enrique Martínez Lozano

Martes, 30 de abril de 2019
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Thomas-Millet-ResurrectionMientras vivimos en la mente, fuera del aquí y ahora, nos pasamos el tiempo buscándole un significado a la vida; basta venir al instante presente para disfrutar de una vida plena de significado. La Presencia es sentido.

Mientras estamos en la mente, permanecemos enredados en cavilaciones incesantes, alejados de la vida. Al venir al presente, empezamos a sentir la vida interna. La Presencia es energía.

Mientras estamos en la mente, es imposible detener la cavilación agotadora. Basta venir al presente, para que la mente se aquiete. La Presencia es descanso.

Mientras estamos en la mente (identificados con ella), no podemos sino reaccionar, siguiendo las pautas grabadas en ella. Al venir al presente, esas pautas se desvanecen y respondemos desde lo que se nos regala y fluye. La Presencia es libertad.

Mientras estamos en la mente, vivimos reaccionando, en un drama de defensa o ataque, desde el miedo, la culpa o la venganza. Al venir al presente, notaremos que lo que sale de nosotros es una respuesta adecuada, caracterizada en todo momento por la responsabilidad. La Presencia es responsablemente ajustada.

Mientras estamos en la mente, no podemos ir por la vida sino como vencedores o como víctimas. Al venir al presente, no hay papeles que representar. La Presencia es certeza de que todo está bien.

Mientras estamos en la mente, nos percibimos separados y alejados de todo y de todos; la mente nos mantiene en la superficie y en la distancia de lo real. Al venir al presente, percibimos la interconexión de todo y sentimos la vida que se manifiesta en todo y en todos como “energía en movimiento”. La Presencia es plenamente integradora.

Mientras estamos en la mente, nos hallaremos convencidos de que todo lo que nos ocurre es efecto de algo que, pensamos, no depende de nosotros. Basta venir al presente, para empezar a percibir con claridad que la calidad de nuestra experiencia vital en este mismo instante es una consecuencia de nuestro propio sistema de creencias, generado por las experiencias no elaboradas o integradas de nuestra infancia. Y que, en la medida en que venimos al instante presente, nos sentimos crecer en libertad frente a ellas. La Presencia es liberadora.

Mientras estamos en la mente, tendemos a evitar todo aquello que nos haga sentir mal, lo que la propia mente etiquete como “desagradable”. Al venir al presente, nos vamos viendo capaces de no evitar nuestros “malestares”, sino de acogerlos y de integrarlos progresivamente, creciendo a partir de ellos y responsabilizándonos de toda nuestra vida. La Presencia es sanadora.

Mientras estamos en la mente, toda nuestra vida es regida por los principios: “yo debo” o/y “yo quiero”, que se traducen en un “yo hago o haré”. Al venir al presente, experimentamos por nosotros mismos que se trata, sencillamente, de estar, en una consciencia sin pensamientos, y que, en ese “estar”, no falta absolutamente nada, sino que todo lo demás “se nos da por añadidura” (evangelio de Mateo 6,33). La Presencia es plenitud.

Mientras estamos en la mente, habremos de movernos necesariamente entre reflejos –algo ocurre que nos “recuerda” algo– y proyecciones –nuestra reacción ante aquel recuerdo activado–; entre “el despertador” y “lo despertado”. Al venir al presente, nos vamos haciendo conscientes de que todo lo que nos ocurre es sólo un mensajero, una oportunidad de crecimiento. La Presencia es ecuanimidad.

Mientras estamos en la mente, pensamos que todo es casual e incluso caótico, en un mundo caracterizado por la aparente distancia y separación entre todo y entre todos. Al venir al presente, nos descubrimos interconectados con todo, compartiendo la misma Vida, la misma Energía, el mismo Ser…, la misma identidad. La Presencia es compartida.

Mientras estamos en la mente, nos sentimos solos y separados, por lo que los sentimientos de soledad, miedo y ansiedad son inevitables. Al venir al presente, nos apercibimos del engaño. La Presencia es unidad.

Mientras estamos en la mente, nos vemos a nosotros mismos como seres “pensadores” y “hacedores”, movidos por la ansiedad e incluso por la compulsión. Al venir al presente, nos situamos como “observadores”, testigos de todas las películas que ocurren en nosotros. La Presencia es realista.

Mientras estamos en la mente, nos hallamos en el “modo hacer”, en estado permanente de “piloto automático”, con todo el cansancio, la ignorancia y el sufrimiento que ello supone. Al venir al presente, se activa el “modo ser”, se desconecta el piloto automático, y se manifiesta la plenitud en la que todo fluye sabiamente. La Presencia es sabiduría.

Mientras estamos en la mente, permanecemos en un estado inconsciente, dormidos. Al venir al presente, despertamos a la experiencia emocional consciente que nos permite percibir nuestro propio flujo de energía. La Presencia es lucidez.

Mientras estamos en la mente, nuestros movimientos son egocéntricos. Al venir al presente, nos abrimos a todos los seres. La Presencia es amor.

Mientras estamos en la mente, tendemos a reducirnos a nuestro ego y a vivir en función de él. Al venir al presente, descubrimos que somos Presencia. La Presencia es nuestra identidad más profunda.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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Buscando la presencia de Dios en el mundo

Lunes, 21 de enero de 2019
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Del blog de Henri Nouwen:

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“En la modalidad de contemplación de Nouwen, la imaginación no campa libremente por sus fueros, ni se produce una retracción de la realidad. Era importante para Henri que la contemplación no se viera como una forma de evasión. Vincent van Gogh, Thomas Merton y Henri Nouwen no estaban mirando más allá de este mundo en busca de un reino celestial. Los tres buscaban la presencia de Dios en el mundo que hay a nuestro alrededor. Esta era la razón de que Vincent, a pesar de ser un hombre tan espiritual, evitara los motivos religiosos, tales como las escenas sacadas de la Biblia. Le parecía que ello era pura imaginación. Vincent quería mostrar que Dios está presente en el mero hecho de pintar unos huertos de olivo de forma tal que pudiera conducir al espectador hacia cosas más elevadas. Merton y Nouwen sostenían este mismo principio

La forma que tenía Henri de lograr que las cosas no dejaran de parecer reales era evitando la intelectualización, y de hecho no solía hacer referencia a las autoridades espirituales e incluso ni tan siquiera a la doctrina. Nouwen evitaba el lenguaje religioso y las referencias religiosas. Sorprendentemente, mostró de hecho escaso interés por algunas de las figuras clásicas de la tradición espiritual cristiana. A pesar de centrarse en la Biblia y la eucaristía, prefirió analizar los elementos más corrientes de la existencia y la evolución que trazaban sus propias emociones”.

*

Michael O’Laughlin
El Amado de Dios.
Biografía espiritual de Henri Nouwen.
DDB 2006, Página 170/171.

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¿Cómo estás sanando?

Domingo, 8 de abril de 2018
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Del blog Pays de Zabulon:

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Amigo,
¿Cómo pues, eres tan sanador ?

Tu presencia es un bálsamo en mi vida,
abre espacios,
Desplaza fronteras,
Y todo esto sin palabras.

Toco tu cuerpo
Y eres tú quien me tocas sin gestos.
Toco tu corazón
Y mi corazón se abrasa,
se expande, crece.
Escruto tu mirada
Y tus ojos me reenvían mis profundidades.
saboreo tu sonrisa
Y todavía la aumentas para mí.

Guauu,
Esta presencia, allí, de repente,
Entre nosotros, fuera de nosotros …
Guauu,
¿ Que haces, amigo mío,
Que haces?

¿Bienamado por Dios,
Pequeño enviado del cielo,
¿Cómo pues, eres tan sanador ?

*

Zabulon

***

toucher

 

Aquel mismo domingo, por la tarde, estaban reunidos los discípulos en una casa con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo:

La paz esté con vosotros.

Y les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.

Jesús les dijo de nuevo:

– La paz esté con vosotros.

Y añadió:

– Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros.

Sopló sobre ellos y les dijo:

– Recibid el Espíritu Santo.

A quienes les perdonéis los pecados, Dios se los perdonará; y a quienes se los retengáis, Dios se los retendrá.

Tomás, uno del grupo de los doce, a quien llamaban «El Mellizo», no estaba con ellos cuando se les apareció Jesús.

Le dijeron, pues, los demás discípulos:

Hemos visto al Señor.

Tomás les contestó:

Si no veo las señales dejadas en sus manos por los clavos y meto mi dedo en ellas, si no meto mi mano en la herida abierta en su costado, no lo creeré.

Ocho días después, se hallaban de nuevo reunidos en casa todos los discípulos de Jesús. Estaba también Tomás. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo:

– La paz esté con vosotros.

Después dijo a Tomás:

– Acerca tu dedo y comprueba mis manos; acerca tu mano y mótela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino creyente.

Tomás contestó:

– ¡Señor mío y Dios mío!

Jesús le dijo:

– ¿Crees porque me has visto? Dichosos los que creen sin haber visto.

Jesús hizo en presencia de sus discípulos muchos más signos de los que han sido recogidos en este libro.

Éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis en él vida eterna.

*

Juan 20,19-31

***

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El mundo tiene una ardiente sed de la paz de Dios, anhela ver resplandecer el arco iris de la divina gracia después de la tempestad, pero no consigue liberarse de la agitación y de la inquietud, puesto que es un mundo caído al que se le ha infligido el destino inexorable de no conocer la paz. Si se me preguntara en qué consiste esa paz, sólo podría sugerir la imagen de algo que sea transitorio para proporcionar la idea de lo que es imperecedero. Conocéis la paz de un niño adormecido, también sabéis algo de la paz que experimenta un hombre en sí mismo cuando encuentra a la mujer amada, algo de la paz que encuentra el amigo cuando mira a los ojos del amigo fiel; conocéis algo de la paz que experimenta un niño en brazos de su madre, de la paz que reposa en ciertos rostros maduros en la hora de la muerte; de la paz del sol vespertino, de la noche que lo cubre todo y de las estrellas perennes; conocéis algo de la paz de aquel que murió en la cruz. Pues bien, tomad todo eso como signo caduco, como símbolo pobre de lo que puede ser la paz de Dios. Estar en paz significa saberse seguro, saberse amado, saberse custodiado; significa poder estar tranquilo, tranquilo del todo; estar en paz con un hombre significa poder construir firmemente sobre la fidelidad, significa saberse una sola cosa con él, saberse perdonados por él. La paz de Dios es la fidelidad de Dios a pesar de nuestra infidelidad.

En la paz de Dios nos sentimos seguros, protegidos y amados. Es cierto que no nos quita del todo nuestras preocupaciones, nuestras responsabilidades, nuestras inquietudes; pero por detrás de todas nuestras agitaciones y de todas nuestras preocupaciones se ha levantado el arco iris de la paz divina: sabemos que es él quien lleva nuestra vida, que ésta forma unidad con la vida eterna de Dios.

Que Dios haga de nosotros hombres de su paz incomparable, hombres que reposen en él, aun en medio del trastorno de las cosas del mundo, que esta paz purifique y serene nuestras almas y que algo de la pureza y de la luminosidad de la paz que Dios pone en nuestros corazones irradie en otras almas sin paz; que nos convirtamos el uno para el otro, el amigo para el amigo, el esposo para la esposa, la madre para el hijo, en portadores de esta paz que viene de Dios.

*

Dietrich Bonhoeffer, Memoria y fidelidad,
Magnano 1995, pp. 146-149, passim.

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“Agnósticos”. 2º de Pascua – B (Juan 20,19-31)

Domingo, 8 de abril de 2018
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821286Pocos nos han ayudado tanto como Christian Chabanis a conocer la actitud del hombre contemporáneo ante Dios. Sus famosas entrevistas son un documento imprescindible para saber qué piensan hoy los científicos y pensadores más reconocidos acerca de Dios.

Chabanis confiesa que, cuando inició sus entrevistas a los ateos más prestigiosos de nuestros días, pensaba encontrar en ellos un ateísmo riguroso y bien fundamentado. En realidad se encontró con que, detrás de graves profesiones de lucidez y honestidad intelectual, se escondía con frecuencia una «una absoluta ausencia de búsqueda de verdad».

No sorprende la constatación del escritor francés, pues algo semejante sucede entre nosotros. Gran parte de los que renuncian a creer en Dios lo hacen sin haber iniciado ningún esfuerzo para buscarlo. Pienso sobre todo en tantos que se confiesan agnósticos, a veces de manera ostentosa, cuando en realidad están muy lejos de una verdadera postura agnóstica.

El agnóstico es una persona que se plantea el problema de Dios y, al no encontrar razones para creer en él, suspende el juicio. El agnosticismo es una búsqueda que termina en frustración. Solo después de haber buscado adopta el agnóstico su postura: «No sé si existe Dios. Yo no encuentro razones ni para creer en él ni para no creer».

La postura más extendida hoy consiste sencillamente en desentenderse de la cuestión de Dios. Muchos de los que se llaman agnósticos son, en realidad, personas que no buscan. Xavier Zubiri diría que son vidas «sin voluntad de verdad real». Les resulta indiferente que Dios exista o no exista. Les da igual que la vida termine aquí o no. A ellos les basta con «dejarse vivir», abandonarse «a lo que fuere», sin ahondar en el misterio del mundo y de la vida.

Pero ¿es esa la postura más humana ante la realidad? ¿Se puede presentar como progresista una vida en la que está ausente la voluntad de buscar la verdad última de nuestra vida? ¿Se puede afirmar que es esa la única actitud legítima de todo? ¿Se puede afirmar que es esa la única actitud legítima de honestidad intelectual? ¿Cómo puede uno saber que no es posible creer si nunca ha buscado a Dios?

Querer mantenerse en esa «postura neutral» sin decidirse a favor o en contra de la fe es ya tomar una decisión. La peor de todas, pues equivale a renunciar a buscar una aproximación al misterio último de la realidad.

La postura de Tomás no es la de un agnóstico indiferente, sino la de quien busca reafirmar su fe en la propia experiencia. Por eso, cuando se encuentra con Cristo, se abre confiadamente a él: «Señor mío y Dios mío». ¡Cuánta verdad encierran las palabras de Karl Rahner!: «Es más fácil dejarse hundir en el propio vacío que en el abismo del misterio santo de Dios, pero no supone más coraje ni tampoco más verdad. En todo caso, esta verdad resplandece si se la ama, se la acepta y se la vive como verdad que libera».

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

 

Biblia, Espiritualidad , , , , , , , , , , , , ,

San José

Lunes, 19 de marzo de 2018
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Teresa de Jesús nos dice de José:

“Y tomé por abogado y señor al glorioso san José y me encomendé mucho a él. Vi claro que, tanto de esta necesidad como de otras mayores, de perder la fama y el alma, este padre y señor mío me libró mejor de lo que yo lo sabía pedir. No me acuerdo hasta hoy de haberle suplicado nada que no me lo haya concedido

(Vida 6,6).

iman-maleki-5-49524393c8San josé

En vez del hombre de poder,

prefiero al hombre de presencia y de ternura,

el compañero que da el gusto de vivir.

*

(Fuente)

***

“Explícanos, José,

cómo se es grande sin exhibirse,

cómo se lucha sin aplauso,

cómo se avanza sin publicidad,

cómo se persevera y se muere uno

sin esperanza de un póstumo homenaje,

cómo se alcanza la gloria desde el silencio,

cómo se es fiel sin enfadarse con el cielo.

Dínoslo en este tu día, buen padre José.”

*

Oración popular

***

tatuajes_padres

Escuchen qué cosa y cosa
tan maravillosa, aquesta:
un padre que no ha engendrado
un Hijo, a quien otro engendra.

Un hombre que da alimentos
al mismo que lo alimenta;
cría al que lo crió, y a mismo
sustenta que lo sustenta.

Manda a su propio Señor
y su Hijo Dios respeta;
tiene por ama a una esclava,
y por esposa a una reina.

Celos tuvo y confianza,
seguridad y sospechas,
riesgos y seguridades
necesidad y riquezas.

Tuvo, en fin, todas las cosas
que pueden pensarse buenas;
y es fin, de María esposo
y, de Dios, padre en la tierra. Amén.

*

Sor Juana Inés de la Cruz

***

Al igual que la Comunidad Anawin de Zaragoza, de quienes hemos tomado este video, desde este blog no somos de hacer publicidad pero hoy haremos una excepción por su mensaje:

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Lecturas del día de la Fiesta de San José

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Deja subsistir …

Sábado, 16 de septiembre de 2017
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Del blog Pays de Zabulon:

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Déjame sólo un poco de mí mismo
para que pueda llamarte mi todo.

Deja subsistir este poco de mi voluntad para
que pueda sentirte por todos lados,
y venir a tí en todas las cosas, y os ofrecer
mi amor en todo momento.

Deja subsistir sólamente este poco de mí
para que no pueda esconderte jamás.

Deja sólamente esta pequeña atadura
subsistir para que yo esté unido a tu voluntad,
y por donde tu designio se transmita en mi vida:

Es el apego de tu amor.

*

Rabindranath Tagore,
La ofrenda lírica.

Tagore, grand poeta indio, chantre de la inmanencia en las cosas simples de la vida, es también el descubridor de Kabir y propuso su traducción desde 1922.

Fuente foto: everydaysagreatday.tumblr.com

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¿Dónde me buscas amigo?

Miércoles, 23 de agosto de 2017
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Del blog Pays de Zabulon:

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¿Dónde me buscas amigo?
Estoy aquí contigo.

No estoy ni en el ídolo
Ni en la peregrinación
Ni en el aislamiento de los confines del mundo
Ni en el templo
Ni la mezquita
Ni en la Kaaba o sobre el
Monte Kailash
Yo estoy en ti, amigo
Estoy ahí, en ti
Ni en la oración o las austeridades
Ni en la disciplina o el ayuno.

No estoy ni en las buenas acciones
Ni en el yoga de la renuncia.

Ni en el prana ni en la pindala
Ni en el éter de Brahma
Ni en el Dharma o en el Karma.

Aquí ni los Vedas ni puja.

Yo estoy en el aliento de todo lo que respira.

Si me buscas de veras me verás enseguida,
y llegará el momento en que me encuentres.

*

Kabir,
poeta místico indio (1440-1518)
(para saber más sobre kabir, clicar aquí)

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Citado en un foro icietmaintenant

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¿Amor, dónde estás? (2)

Viernes, 18 de agosto de 2017
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Del blog Pays de Zabulon:

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¿Amor, dónde estás?

Dónde estás,
Dónde estás,
Dónde estás …

Estás en mí,
lo sé,
lo siento,
lo he visto,
y sin embargo,
no te acojo totalmente.

Estás en mí,
y te busco
desesperadamente
fuera de mí.

¿Qué hay,
en mí,
que me dé tanto miedo,
que no esté
disponible
para acogerte,
abrirte la puerta
– las puertas –
y dejarte entrar,
sumergirme,
inundarme,
beber?

¿ Tú eres
mi vida,
toda mi vida,
¿que hay en mí
que te evita
todavía?

Amor,
Tú que no puedes no ser,
Tú que no puedes irte o huir,
espérame, vengo, llego,
estoy aquí.

Sé demasiado
que mi vida no tiene sentido
sin tu dulce presencia.

Tú eres mi origen
Tú eres mi fin,
Tú eres la razón
de mi paso
sobre esta tierra.

Ven ahora,
a esta humilde existencia ,
ven a liberarme de mis ataduras
por esta dulce presencia
y realizar
aquello para lo que me has querido
sobre esta tierra.

*

Zabulon – 28 de julio 2017

Fuente foto : Paul Freeman, fotógrafo.

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“Somos plenitud”, por Enrique Martínez Lozano.

Miércoles, 5 de julio de 2017
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johannes-m-mandelbaumNo somos el yo separado (persona) que nuestra mente piensa, sino plenitud de presencia que se expresa, manifiesta y experimenta en esta forma concreta –sumamente frágil y vulnerable– que llamamos “yo”.

¿Cómo pasar de esa creencia errónea –por más arraigada que esté– a la comprensión de nuestra verdadera identidad? En este “paso” se ventila la liberación de la ignorancia y del sufrimiento. Pedagógicamente, podría plantearse en las siguientes etapas:

La creencia: Desde niños hemos crecido pensando que éramos el “yo” que nuestra mente pensaba; creencia que es sostenida y alimentada de manera constante por nuestro entorno familiar, educacional y cultural. Tal creencia hace que nos veamos radicalmente como carencia, que necesita ser “completada” por “algo” exterior de lo que todavía carecemos. Aquella misma creencia nos lleva a pensar que “somos malos” o, al menos, que “podemos ser mejores”. Y ahí nos pasamos la vida en una ansiedad más o menos intensa, entre la autoexigencia perfeccionista y la decepción o frustración inevitable.

La realidad: No somos el yo carente que pensamos ser, sino Plenitud que se expresa en esta forma (persona) débil, frágil y sumamente limitada y vulnerable. Lo que llamamos “yo” es solo una construcción mental, que es fruto de la naturaleza apropiadora y separadora de la mente. Por eso, mientras nos pensamos, nos vemos como “yo”; sin embargo, en cuanto acallamos el pensamiento y atendemos, nos percibimos como Plenitud, una con todo lo que es. Así se explica que cuando no hay pensamiento ni memoria, no existe ningún yo; nunca había existido, salvo en la creencia mental de la que nació.

La consecuencia: No necesitamos “mejorar”, porque no nos falta nada; todo es perfecto tal como es; todo está bien. Cuando has comprendido que eres uno con todo lo que es…, cuando eres consciente de ser Plenitud, ¿qué podrías desear?

La trampa: La mente se apropia también de esta comprensión en beneficio propio, dando lugar a mecanismos de justificación y endiosamiento del yo, utilizando aquella certeza como pretexto para la indolencia y el narcisismo, que perpetúan la “zona de confort” donde el yo se refugia.

La comprensión: Somos pura Presencia –Eso que queda cuando no ponemos pensamiento–. Pero la Presencia no es “algo” que tenemos o un “objeto” del que pueda apropiarse el yo; es, sencillamente, nuestra verdadera identidad, Eso que somos en lo más profundo; una identidad compartida con todos los seres, dado que todo es Presencia o Consciencia que se despliega a través de infinitas formas.

Solo esta comprensión permite sortear las trampas de la mente y del ego. En ella se disuelve también la paradoja entre lo que somos –plenitud de presencia– y la forma (persona) que tenemos o en la que nos experimentamos.

Cuando eso se ha percibido, se comprende que todo consiste en poner consciencia, es decir, en vivir conscientemente en conexión con lo que realmente somos. De esa vivencia –que en realidad es un “fluir” en la Vida que somos– brotará la acción adecuada en cada momento.

Fuente Fe Adulta

Espiritualidad , ,

Felices los que creen sin haber visto ( Jn 20, 29)

Domingo, 23 de abril de 2017
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Domingo de la Misericordia

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Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacedlos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre de ellos,
y sólo para ti quiero tenerlos.

Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.

*

San Juan de la Cruz,

Cántico Espiritual, estrofas 10 y 11

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Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

“Paz a vosotros.”

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

“Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.”

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

-“Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.”

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

-“Hemos visto al Señor.”

Pero él les contestó:

Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.”

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomas con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

-“Paz a vosotros.”

Luego dijo a Tomás:

-“Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.”

Contestó Tomás:

-“¡Señor mío y Dios mío!

Jesús le dijo:

-“¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.”

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

*

Juan 20,19-31

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El corazón, centro del ser

Viernes, 21 de abril de 2017
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Del blog Pays de Zabulon:

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“Cuando ellos (los hijos de Jesé) se presentaron, Samuel vio a Eliab, el mayor de edad, y se dijo: «Sin duda éste será el elegido.» . Pero Yavé dijo a Samuel: «No mires su apariencia ni su gran estatura, porque lo he descartado. Pues la mirada de Dios no es la del hombre; el hombre mira las apariencias, pero Yavé mira el corazón.»”  (1 Sam 16, 6-7)

La mirada divina es libre de todos los determinismos, los pensamientos totalmente hechos o las costumbres sólidamente establecidas. La lección vale para cada tiempo y todos los hombres deseosos de seguirla. (…) El criterio para la elección del elegido jamás se basará sobre “la apariencia” – sea seductora – sino más bien en la calidad del corazón.

Todavía es preciso no equivocarse en lo que representa el órgano cordial en el pensamiento bíblico. Más que la vida afectiva, el corazón es el centro del ser, el lugar donde el hombre dialoga consigo mismo y con Dios. Es allí y en esta presencia donde se producen sus elecciones decisivas. ¡En cierto modo, Dios mira ante todo el lugar en qué celebrará sus bodas con el hombre! Una cámara nupcial que debe ser amplia y abierta desprovista de apriorismos, de raciocinios y de mentalizaciones de todo género – aunque sean las más santas.

*

Frère Irénée,
monje en Chevretogne
La Vie, 23 marzo 2017

Fuente Foto: Photo prise par Thomas Knight

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Estando simplemente ahí…

Sábado, 1 de abril de 2017
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Del blog de la Communion Béthanie:

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Pidamos la gracia de que todo comience hoy, qué nuestra vida se eternice en un presente dado y que no haya más instrospección sobre uno mismo, sobre nuestro pasado, no más pesares de las cosas que ya no son, sino esta decisión firme e inamovible de hacer de nuestra vida una obra maestra de luz y de amor  estando simplemente ahí en medio de los hombres, en medio de nuestra familia, en medio de nuestra oficina, en medio de nuestra sociedad y en medio de sus compromisos de solidaridad,  siempre simplemente ahí, como una presencia que da testimonio de la vida del Cristo resucitado y que aporta la Luz y la sonrisa de su Amor.”

*

Maurice Zundel

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, detenerse,
Degustar una palabra
Compartir un trozo de pan,
e irse de nuevo.

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“El silencio me sostiene y me libera”, por Enrique Martínez Lozano

Miércoles, 18 de enero de 2017
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silencio-es-sinonimo-500x334Desde siempre sentí una atracción especial por el silencio, antes incluso de saber lo que era. Desde niño, sentía la necesidad de quedarme a solas; siendo joven, empecé a buscar espacios de silencio en monasterios cartujos y cistercienses. Y percibía que el silencio me “recomponía”, aquietándome por dentro y armonizando toda mi existencia.

Sin embargo, la innegable atracción se daba la mano con la dificultad que experimentaba. Buscaba el silencio, pero rara vez lograba acallar el oleaje mental y emocional. Había demasiado ruido –miedo y soledad– y demasiado ego en mi interior. Y me faltaba mucho para comprender que el silencio no tiene que ver tanto con lo exterior, cuanto con la mente y el yo. Me faltaba mucho trabajo interior –trabajo psicológico y práctica meditativa adecuada– para ir aprendiendo a aquietar la mente y silenciar el ego.

Hoy sigo experimentando dificultades y mi ego se sigue desbocando. Sin embargo, se me ha regalado una certeza impagable: que el silencio no es “algo” que vaya buscando porque me hace bien, sino que es otro nombre de la Realidad que me sostiene y, en último término, me constituye. Y ahora entiendo, finalmente, por qué me atraía con tanta intensidad: el Silencio es la “casa”, nuestra verdadera identidad. Lo contiene todo –también los ruidos, los pensamientos y las emociones con sus vaivenes–, pero no se reduce a nada de ello.

Tras ese regalo, vivo el Silencio, no como algo bienhechor, ni tampoco como una práctica beneficiosa, sino como un estado de consciencia que me permite reencontrarme conmigo mismo en profundidad y con todos los seres.

Ahora sé también que no hay nada que lo pueda romper. Y por eso vuelvo a él en medio de cualquier actividad e incluso de cualquier alteración. Volver a él es venir a casa y encontrarme con lo que soy, con lo que somos: Aquello que está siempre a salvo y no puede ser dañado. He descubierto así el Silencio como fuente de liberación.

Y no se trata de ningún esfuerzo por “construir” o “producir” ese silencio sanador. Es mucho más sencillo: se trata simplemente de dejarse atraer y aprender a descansar en él. El resto viene dado. No implica tanto esforzarse en poner atención cuanto descansar en la atención que somos.

Descansar, vivir en el Silencio significa poner consciencia en todo aquello que hago y vivo: en la tarea que estoy realizando, en la relación que mantengo, en la preocupación que aparece, en la inquietud que altera, en el dolor que desasosiega…, e incluso en la oscuridad que parece cegarme. Sea lo que sea, simplemente, pongo consciencia en aquello que está sucediendo –me introduzco en el estado de consciencia que es el Silencio– y permanezco en la Presencia que soy. Y compruebo, una y mil veces, que lo que brota de ese estado no tiene nada que ver con lo que aparece en el estado mental. El Silencio me unifica y me libera, me mantiene en casa, me otorga una capacidad cada vez más fácil de resituarme cuando mi ego ha tomado el mando y me regala el gozo de experimentar que soy uno con la Vida.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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Silencio y presencia

Martes, 23 de agosto de 2016
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Del blog Pays de Zabulon:

silence

“El silencio no es la ausencia, sino más bien la presencia de todas las cosas. Cada espacio tiene su firma sonora, su vibración única, y si a veces el oído no lo oye, el cuerpo, él, lo siente inmediatamente. El oído humano, como la de todos los demás animales, evolucionó para captar los sonidos más débiles, los más tenues los cuales, en el medio natural, dan informaciones vitales para la supervivencia de la especie: alimento, peligros, refugios … En la naturaleza, cada sonido significa algo y se armoniza con un paisaje rico y complejo.

(…) El silencio apacigua y alimenta el alma, permite sobre todo ser plenamente consciente.

*

Gordon Hempton,
bioespecialista en acústica
Télérama 3473-3474, agosto 2016

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