Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu tiempo,
entre estremecida, asustada, aturdida,
expectante… enamorada,
percibiendo cómo avivas en mi pobre corazón
los rescoldos del deseo de otros tiempos.
Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu tiempo,
sintiendo cómo despiertas, con un toque de nostalgia,
mi esperanza que se despereza y abre los ojos,
entre asustada y confiada,
deslumbrada por el agradecimiento.
Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu casa,
enfrentada a las paradojas de esperar lo inesperable,
de amar lo caduco y débil,
de confiar en quien se hace humilde,
de enriquecerse entregándose.
Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu casa,
con la mirada clavada en tus ojos que me miran
con el anhelo encendido y el deseo en ascuas,
luchando contra mis miedos,
queriendo entrar en las estancias.
Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu tiempo y casa,
medio cautiva, medio avergonzada,
a veces pienso que enamorada,
queriendo despojarme de tanto peso, inercia y susto…
para entrar descalza en este espacio y tiempo de gracia.
Aquí estoy, Señor,
¡tú sabes cómo, mejor que nadie!,
intentando traspasar la niebla que nos separa,
rogándote que enjugues tú mis lágrimas,
queriendo responder a tu llamada con alegría
y salir de mí misma hacia el alba.
Aquí estoy, Señor,
orientando cuerpo y alma
hacia el lugar de la promesa que no veo,
aguardando lo que no siempre quiero,
lo que desconozco,
lo que, sin embargo, es mi mayor certeza y anhelo.
Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu tiempo y casa.
¡No te canses de llamar, Señor!
¡No te canses de llegar!
¡No te canses de venir, Señor!
Yo continuaré aquí confiado en tu Palabra.
La Gracia, que es considerada por el hombre natural como un don que le llega de una Divinidad externa, es para el hombre iniciático el acceso a la conciencia del Dios interior, de su propio ser.
*
Karlfried Graf Durckheim, (1896 – 1988), místico y filósofo alemán, La experiencia de la trascendencia.
Del blog de Alfonso J. Olaz El Rincón del Peregrino:
¡Señor, en tu presencia dejé mi ausencia,
En la ausencia del mundo me hice presencia, para ser uno contigo!
No te dejes creer en lo que digan
Ni te dejes hacer en lo que hacen
Cree sin medida en lo que tienes
Ama sin cesar con lo que llevas
Que tienes al amor entre tus manos
Que todo de Él lo has recibido
Para darlo a todos, a todos
Si confio en Ti, ya todo me da igual
Y ya nada será igual
Entre los iguales serás el último
Siendo el primero en servirte
Para ser distinto con los indiferentes
Respirando en un instante
Lo respirado por TÍ
Para ser Respiro permanente con el hermano
Para ser respiro para siempre con todos
Entender que recibes lo mejor de su vida, para ser ya vida
Viviendo en la presencia del amado y dejando toda tu ausencia ausente
Viviendo en sus mismos sentimientos
Palpando con sus mismas actitudes
Entendiendo el amor de las criaturas que solo aman,
Y aman y te alaban en gratuidad eterna
Viviendo con el hermano Sol y la hermana Luna
Y siendo ya hermano de la creación toda entera
Vibrando entre la hojarasca del amanecer
En la humildad y alegría de la mariposa por ser mariposa
Calentándome con tus dedos, con los rayos del sol mientras comienza el día
Padre
Dame la gracia de saberte por tenido desde siempre
Para teniéndote amarte en el presente
Y amarte sabiendo que siempre te tengo,
Pues nunca más podré dejarte
Porque tú nunca me dejaste
Padre
Dame la gracia de amarte
Y no espantarme
en lo que tú quieres
Aunque nada entienda y nada sepa
Que nada hay que entender, ni saber,
Para amar verdaderamente
Solo dejarse llevar por el amor del amado
En la confianza de pasar por donde tú pasaste
En la alegría de amar, por donde tú amaste
Padre
El hombre está hecho para TI
Para hacer lo que tú quieras
Llevarle, Traerle, Esconderte
Hasta que crea que todo es de Él, todo
Que nada es nuestro
Padre
Nada tengo
Nada soy
Todo es tuyo, gratuidad y alegría
Todo me lo das
De ti alegre lo recibo
Nada puedo dar, nada
Si de ti nada quiero
Y si de ti quiero
Todo podrá ser
Tú eres el Ser
Porque tú así lo has querido
Ya ni mis planes no seran mios
Ni mis noches, ni mis días
Todos serán tuyos
Y dejándome amar todo, todo
Seré ya amigo tuyo que sirve a todos
Testigo de tu vida
Testigo tuyo
Testigo para siempre
Para todo
Para todos
Comentarios desactivados en Cristo es la Transparencia
Dios mismo vino sobre la tierra como un pobre,
como un humilde.
Vino a través de Cristo Jesús.
Dios permanecería lejos de nosotros si
Cristo no fuera la transparencia.
Desde el comienzo Cristo estaba en Dios.
Desde el nacimiento de la humanidad,
era palabra viva.
Vino sobre la tierra para hacer accesible
la confianza de la fe.
Resucitado, hace su morada en nosotros,
nos habita por el Espíritu Santo.
Y descubrimos que el amor de Cristo se expresa ante todo
por su perdón y por su presencia continua dentro de nosotros.
*
“15 días con el Hermano Roger de Taizé “
escrito por Sofía Laplane
Editorial Ciudad Nueva
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Juan y a Santiago y subió al monte para orar.
Mientras oraba, cambió el aspecto de su rostro y sus vestidos se volvieron de una blancura resplandeciente.
En esto aparecieron conversando con él dos hombres. Eran Moisés y Elías, que, resplandecientes de gloria, hablaban del éxodo que Jesús había de consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros, aunque estaban cargados de sueño, se mantuvieron despiertos y vieron la gloria de Jesús y a los dos que estaban con él.
Cuando éstos se retiraban, Pedro dijo a Jesús:
–Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Vamos a hacer tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Pedro no sabía lo que decía. Mientras estaba hablando, vino una nube y los cubrió, y se asustaron al entrar en la nube. De la nube salió una voz que decía:
–Este es mi Hijo elegido; escuchadlo.
Mientras sonaba la voz, Jesús se quedó solo. Ellos guardaron silencio y no contaron a nadie por entonces nada de lo que habían visto.
*
Lucas 9,28b-36
***
Si supiéramos reconocer el don de Dios, si supiéramos experimentar estupor, como el pastor Moisés, ante todas las zarzas que arden en los bordes de nuestros caminos, comprenderíamos entonces que la transfiguración del Señor -la nuestra- empieza con un cierto cambio de nuestra mirada. Fue la mirada de los apóstoles la que fue transfigurada; el Señor permanece el mismo.
La cotidianidad de nuestra vida, trivial y extraordinaria, debería revelar entonces su deslumbrante profundidad. El mundo entero es una zarza ardiente, todo ser humano -sea cual sea la impresión que suscita en nosotros- es esta profundidad de Dios.
Todo acontecimiento lleva en él un rayo de su luz. Nosotros, que hemos aprendido a mirar hoy tantas cosas, ¿hemos aprendido los datos elementales de nuestro oficio de hombres? Se vive, en efecto, a la medida del amor, pero se ama a la medida de lo que se ve. Ahora, en la transfiguración, nuestra visión participa en el misterio, de ahí que el amor esté en condiciones de brotar de nuestros corazones como fuego que arde sin consumir, y así puede enseñarnos a vivir.
Debemos pasar de la somnolencia de la que habla el evangelio a la auténtica vela, a la vigilancia del corazón. Cuando despertemos se nos dará la alegría inagotable de la cruz. Al ver, por fin, en la fe, al hombre en Dios y a Dios en el hombre -Cristo- nos volveremos capaces de amar y el amor saldrá victorioso sobre toda muerte.
El Señor se transfiguró orando; también nosotros seremos transfigurados únicamente en la oración. Sin una oración continua, nuestra vida queda desfigurada. Ser transfigurados es aprender a ver la realidad, es decir, a nuestro Dios, a Cristo, con los ojos abiertos de par en par. Ciertamente, en este mundo de locos, siempre tendremos necesidad de cerrar los ojos y los oídos para recuperar un cierto silencio. Es necesario, es como una especie de ejercicio para la vida espiritual. Sin embargo, la vida, la que brota, la vida del Dios vivo, es contemplarlo con los ojos abiertos. Él está en el hombre, nosotros estamos en él. Toda la creación es la zarza ardiente de su parusía. Si nosotros «esperásemos con amor su venida» (2 Tim 4,8), daríamos un impulso muy diferente a nuestro servicio en este mundo .
*
J. Corbon, La alegría del Padre, Magnano 1997
***
Durante el verano, vuestras hermanas y hermanos de Cristianos Gays rezan contigo y por tí.De hecho, nuestro deseo es vivir nuestra vida cotidiana, iluminados interiomente por medio de Jesucristo. Queremos estar cerca de los que pasanlas pruebas.
¡Tengo tanto miedo de abrir mis puños cerrados! ¿Quién seré cuando ya no tenga nada a lo que aferrarme? ¿Quién seré cuando esté ante ti con las manos vacías? Ayúdame, por favor, a abrir poco a poco mis manos y a descubrir que no soy lo que tengo, sino lo que tú quieres darme. Y que lo que tú quieres darme es amor: amor incondicional y eterno.
Amén.
***
Henri Nouwen Con las manos abiertas. Editorial lumen. Argentina 2003
***
Aquel mismo domingo, por la tarde, estaban reunidos los discípulos en una casa con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo:
– La paz esté con vosotros.
Y les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús les dijo de nuevo:
– La paz esté con vosotros.
Y añadió:
– Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros.
Sopló sobre ellos y les dijo:
– Recibid el Espíritu Santo.
A quienes les perdonéis los pecados, Dios se los perdonará; y a quienes se los retengáis, Dios se los retendrá.
Tomás, uno del grupo de los doce, a quien llamaban «El Mellizo», no estaba con ellos cuando se les apareció Jesús.
Le dijeron, pues, los demás discípulos:
– Hemos visto al Señor.
Tomás les contestó:
– Si no veo las señales dejadas en sus manos por los clavos y meto mi dedo en ellas, si no meto mi mano en la herida abierta en su costado, no lo creeré.
Ocho días después, se hallaban de nuevo reunidos en casa todos los discípulos de Jesús. Estaba también Tomás. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo:
– La paz esté con vosotros.
Después dijo a Tomás:
– Acerca tu dedo y comprueba mis manos; acerca tu mano y mótela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino creyente.
Tomás contestó:
– ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
– ¿Crees porque me has visto? Dichosos los que creen sin haber visto.
Jesús hizo en presencia de sus discípulos muchos más signos de los que han sido recogidos en este libro.
Éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis en él vida eterna.
*
Juan 20,19-31
***
El mundo tiene una ardiente sed de la paz de Dios, anhela ver resplandecer el arco iris de la divina gracia después de la tempestad, pero no consigue liberarse de la agitación y de la inquietud, puesto que es un mundo caído al que se le ha infligido el destino inexorable de no conocer la paz. Si se me preguntara en qué consiste esa paz, sólo podría sugerir la imagen de algo que sea transitorio para proporcionar la idea de lo que es imperecedero. Conocéis la paz de un niño adormecido, también sabéis algo de la paz que experimenta un hombre en sí mismo cuando encuentra a la mujer amada, algo de la paz que encuentra el amigo cuando mira a los ojos del amigo fiel; conocéis algo de la paz que experimenta un niño en brazos de su madre, de la paz que reposa en ciertos rostros maduros en la hora de la muerte; de la paz del sol vespertino, de la noche que lo cubre todo y de las estrellas perennes; conocéis algo de la paz de aquel que murió en la cruz. Pues bien, tomad todo eso como signo caduco, como símbolo pobre de lo que puede ser la paz de Dios. Estar en paz significa saberse seguro, saberse amado, saberse custodiado; significa poder estar tranquilo, tranquilo del todo; estar en paz con un hombre significa poder construir firmemente sobre la fidelidad, significa saberse una sola cosa con él, saberse perdonados por él. La paz de Dios es la fidelidad de Dios a pesar de nuestra infidelidad.
En la paz de Dios nos sentimos seguros, protegidos y amados. Es cierto que no nos quita del todo nuestras preocupaciones, nuestras responsabilidades, nuestras inquietudes; pero por detrás de todas nuestras agitaciones y de todas nuestras preocupaciones se ha levantado el arco iris de la paz divina: sabemos que es él quien lleva nuestra vida, que ésta forma unidad con la vida eterna de Dios.
Que Dios haga de nosotros hombres de su paz incomparable, hombres que reposen en él, aun en medio del trastorno de las cosas del mundo, que esta paz purifique y serene nuestras almas y que algo de la pureza y de la luminosidad de la paz que Dios pone en nuestros corazones irradie en otras almas sin paz; que nos convirtamos el uno para el otro, el amigo para el amigo, el esposo para la esposa, la madre para el hijo, en portadores de esta paz que viene de Dios.
*
Dietrich Bonhoeffer,
Memoria y fidelidad,
Magnano 1995, pp. 146-149, passim.
Comentarios desactivados en Fides publica la ‘foto’ del catolicismo mundial: 16 millones más de fieles, Europa con menos creyentes
En el mundo hay 1.3745 millones de católicos, el 17,67% de la población mundial
La agencia vaticana informó que, al 31 de diciembre de 2021, la cantidad de católicos creció en términos nominales. Los números continente por continente
En cuanto a los sacerdotes, el número total en el mundo ha disminuido deteniéndose a una cuota de 407.872 (-2.347). Para Fides, en ese caso, “se señala nuevamente una disminución considerable en Europa (-3.632) a la que se suma América (-963)”
América sigue siendo la región con más católicos, ya que de acuerdo a las estadísticas vaticanas hay un 64,08% de fieles. En el Viejo Continente, en donde los católicos disminuyeron en 244.00 personas, el porcentaje sigue por debajo del 40% (39,58%)
Una foto que tiene un año y medio pero que sirve para ver tendencias y analizar región por región el estado del catolicismo. La agencia Fides publicó hoy su informe anual sobre la religión y mostró con números algunas tendencias que muchos intuían: el número de católicos crece casi al compás de la población mundial en casi todo el planeta menos en Europa, donde la cantidad de fieles incluso baja en términos nominales.
Así, al 31 de diciembre de 2021, la cantidad de católicos en el mundo llegó a 1.375.852.000 personas, unos 16 millones más que en 2020, aunque el porcentaje de fieles disminuyó un 0,06% a nivel global, según el Vaticano.
“A 31 de diciembre de 2021, el número de católicos era de 1.375.852.000 personas, con un aumento total de 16.240.000 católicos respecto al año anterior”, planteó hoy un comunicado de la agencia Fides, encargada de la comunicación de las obras misioneras del Vaticano.
Sólo baja Europa
De acuerdo a la nota oficial, el único continente que no creció en cantidad de católicos es Europa, con una baja de 244.000 creyentes, mientras que África (8.312.000) y América en su conjunto (6.629.000) fueron las dos regiones con mayor crecimiento de católicos.
De todos modos, con una población mundial que alcanzó a fines de 2021 las 7.785.769.000 personas, con un aumento de 118.633.000 unidades respecto al año anterior, el porcentaje mundial de católicos disminuyó un 0,06% con respecto al año precedente.
De acuerdo al comunicado de Fides, al 31 de diciembre de 2021 el 17,67% de la población mundial era católica. En términos porcentuales, América sigue siendo la región con más católicos, ya que de acuerdo a las estadísticas vaticanas hay un 64,08% de fieles. En el Viejo Continente, en donde los católicos disminuyeron en 244.00 personas, el porcentaje sigue por debajo del 40% (39,58%).
¿Qué pasa en tanto con las vocaciones?
Además de los fieles, el informe de Fides muestra que El número de los Obispos en todo mundo ha disminuido de 23 unidades, deteniéndose en 5.340. Disminuyen los obispos diocesanos (-1) y los obispos religiosos (-22). Los obispos diocesanos en total son 4.155, mientras que los obispos religiosos son 1.185.
En cuanto a los sacerdotes, el número total en el mundo ha disminuido deteniéndose a una cuota de 407.872 (-2.347). Para Fides, en ese caso, “se señala nuevamente una disminución considerable en Europa (-3.632) a la que se suma América (-963)”.
Comentarios desactivados en Cristo es la Transparencia
Del mismo modo que el episodio de la transfiguración prepara en el evangelio a los apóstoles para entrar en la comprensión del misterio de la pasión-muerte de Jesús, así también en la Iglesia, casi con el mismo propósito, se celebra la fiesta de la Transfiguración cuarenta días antes de la correspondiente a la Exaltación de la Cruz. La fiesta de la Transfiguración ya aparece desde el siglo V en el calendario de la liturgia oriental para recordar la subida de Jesús al monte Tabor con Pedro, Santiago y Juan, testigos privilegiados de su gloria. El episodio está atestiguado de manera concorde por los evangelios sinópticos. La fiesta se difundió rápidamente también en la Iglesia romana, pero no fue introducida oficialmente hasta el año 1457, con ocasión de una victoria obtenida contra los turcos.
Dios mismo vino sobre la tierra como un pobre,
como un humilde.
Vino a través de Cristo Jesús.
Dios permanecería lejos de nosotros si
Cristo no fuera la transparencia.
Desde el comienzo Cristo estaba en Dios.
Desde el nacimiento de la humanidad,
era palabra viva.
Vino sobre la tierra para hacer accesible
la confianza de la fe.
Resucitado, hace su morada en nosotros,
nos habita por el Espíritu Santo.
Y descubrimos que el amor de Cristo se expresa ante todo
por su perdón y por su presencia continua dentro de nosotros.
*
“15 días con el Hermano Roger de Taizé “
escrito por Sofía Laplane
Editorial Ciudad Nueva
***
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:
“Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.” Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:
– “Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.”
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:
– “Levantaos, no temáis.”
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
– “No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.”
*
Mateo 17,1-9
***
***
Si supiéramos reconocer el don de Dios, si supiéramos experimentar estupor, como el pastor Moisés, ante todas las zarzas que arden en los bordes de nuestros caminos, comprenderíamos entonces que la transfiguración del Señor -la nuestra- empieza con un cierto cambio de nuestra mirada. Fue la mirada de los apóstoles la que fue transfigurada; el Señor permanece el mismo.
La cotidianidad de nuestra vida, trivial y extraordinaria, debería revelar entonces su deslumbrante profundidad. El mundo entero es una zarza ardiente, todo ser humano -sea cual sea la impresión que suscita en nosotros- es esta profundidad de Dios.
Todo acontecimiento lleva en él un rayo de su luz. Nosotros, que hemos aprendido a mirar hoy tantas cosas, ¿hemos aprendido los datos elementales de nuestro oficio de hombres? Se vive, en efecto, a la medida del amor, pero se ama a la medida de lo que se ve. Ahora, en la transfiguración, nuestra visión participa en el misterio, de ahí que el amor esté en condiciones de brotar de nuestros corazones como fuego que arde sin consumir, y así puede enseñarnos a vivir.
Debemos pasar de la somnolencia de la que habla el evangelio a la auténtica vela, a la vigilancia del corazón. Cuando despertemos se nos dará la alegría inagotable de la cruz. Al ver, por fin, en la fe, al hombre en Dios y a Dios en el hombre -Cristo- nos volveremos capaces de amar y el amor saldrá victorioso sobre toda muerte.
El Señor se transfiguró orando; también nosotros seremos transfigurados únicamente en la oración. Sin una oración continua, nuestra vida queda desfigurada. Ser transfigurados es aprender a ver la realidad, es decir, a nuestro Dios, a Cristo, con los ojos abiertos de par en par. Ciertamente, en este mundo de locos, siempre tendremos necesidad de cerrar los ojos y los oídos para recuperar un cierto silencio. Es necesario, es como una especie de ejercicio para la vida espiritual. Sin embargo, la vida, la que brota, la vida del Dios vivo, es contemplarlo con los ojos abiertos. Él está en el hombre, nosotros estamos en él. Toda la creación es la zarza ardiente de su parusía. Si nosotros «esperásemos con amor su venida» (2 Tim 4,8), daríamos un impulso muy diferente a nuestro servicio en este mundo .
*
J. Corbon, La alegría del Padre, Magnano 1997
***
Durante el verano, vuestras hermanas y hermanos de Cristianos Gays rezan contigo y por tí.De hecho, nuestro deseo es vivir nuestra vida cotidiana, iluminados interiomente por medio de Jesucristo. Queremos estar cerca de los que pasanlas pruebas.
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
–“Paz a vosotros.”
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
–“Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.”
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
-“Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.”
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
-“Hemos visto al Señor.”
Pero él les contestó:
“Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.”
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomas con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
-“Paz a vosotros.”
Luego dijo a Tomás:
-“Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.”
Contestó Tomás:
-“¡Señor mío y Dios mío!“
Jesús le dijo:
-“¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.”
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
*
Juan 20,19-31
***
En el evangelio de hoy encontramos un cenáculo y una puerta cerrada. Una puerta cerrada por temor a alguien es una historia de todos los días, anticipada en el siervo de la parábola que entierro el talento por miedo a perderlo. Afortunadamente, al Señor no le importan nada nuestros cerrojos, y entra y sale como quiere su caridad. Camina o se detiene, trabaja y descansa, habla o se calla, sin que le importen nuestros temores. El Señor muestra que no se ofende por la incredulidad de Tomás, incluso la convierte en un argumento para nuestra fe. No es verdad que al Señor le disgusten ciertas resistencias. Cuando se trata de resistencias razonables, cuando el hombre obra con lealtad, con honestidad, como un hombre que, antes de fiarse de otro, prueba si puede hacerlo por sí solo, entonces el Señor no puede estar descontento. Basta con profundizar un poco en el episodio de Tomás.
Es cierto que este último se mostró reservado y reacio y que, antes de exclamar «¡Señor mío y Dios mío!», quiso asegurarse con la pequeña garantía que ofrecen los sentidos, pero añora el Señor sabe que puede contar con él más que con los otros, que ese grito es un credo que continuará también ante el martirio. Los tipos como Tomás tardan algo en arrodillarse, pero cuando lo hacen se arrodillan de verdad, cuando aman lo hacen de verdad. Cuando Tomás se ofrece, es un hombre el que se ofrece. Y si ofrece a Cristo su propio corazón, es un corazón de hombre el que le ofrece. Y si inclina su cabeza ante él, es una cabeza de hombre la que se inclina. De este modo comienza la adoración «en espíritu y en verdad».
*
P. Mazzolari,
La parola che non passa,
Vicenza 1984, pp. 138s, passim
Comentarios desactivados en Inicio de un tiempo evangélico.
Son tantas y tantas las veces
que has pasado a mi vera
silbando tus canciones,
rozándome con tu brisa,
haciéndome guiños y risas,
deteniendo tu presencia…,
que me siento sin respuesta.
Y son tantas y tantas las veces
que he visto bajar al Espíritu
y posarse en personas anónimas
que caminan por este mundo
buscando la verdad a tientas,
a solas o en compañía fraterna…,
que me avergüenzo de mi inercia.
Por eso, al escuchar de nuevo
esa voz que anuncia tu presencia,
hago un alto en mis sendas,
abro mis entrañas yermas,
me despojo de toda pertenencia
y permanezco atento por si llegas…
y quieres hacerme de tu cuadrilla nazarena.
Comentarios desactivados en Cristo es la Transparencia
Dios mismo vino sobre la tierra como un pobre,
como un humilde.
Vino a través de Cristo Jesús.
Dios permanecería lejos de nosotros si
Cristo no fuera la transparencia.
Desde el comienzo Cristo estaba en Dios.
Desde el nacimiento de la humanidad,
era palabra viva.
Vino sobre la tierra para hacer accesible
la confianza de la fe.
Resucitado, hace su morada en nosotros,
nos habita por el Espíritu Santo.
Y descubrimos que el amor de Cristo se expresa ante todo
por su perdón y por su presencia continua dentro de nosotros.
*
“15 días con el Hermano Roger de Taizé “
escrito por Sofía Laplane
Editorial Ciudad Nueva
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Juan y a Santiago y subió al monte para orar.
Mientras oraba, cambió el aspecto de su rostro y sus vestidos se volvieron de una blancura resplandeciente.
En esto aparecieron conversando con él dos hombres. Eran Moisés y Elías, que, resplandecientes de gloria, hablaban del éxodo que Jesús había de consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros, aunque estaban cargados de sueño, se mantuvieron despiertos y vieron la gloria de Jesús y a los dos que estaban con él.
Cuando éstos se retiraban, Pedro dijo a Jesús:
–Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Vamos a hacer tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Pedro no sabía lo que decía. Mientras estaba hablando, vino una nube y los cubrió, y se asustaron al entrar en la nube. De la nube salió una voz que decía:
–Este es mi Hijo elegido; escuchadlo.
Mientras sonaba la voz, Jesús se quedó solo. Ellos guardaron silencio y no contaron a nadie por entonces nada de lo que habían visto.
*
Lucas 9,28b-36
***
Si supiéramos reconocer el don de Dios, si supiéramos experimentar estupor, como el pastor Moisés, ante todas las zarzas que arden en los bordes de nuestros caminos, comprenderíamos entonces que la transfiguración del Señor -la nuestra- empieza con un cierto cambio de nuestra mirada. Fue la mirada de los apóstoles la que fue transfigurada; el Señor permanece el mismo.
La cotidianidad de nuestra vida, trivial y extraordinaria, debería revelar entonces su deslumbrante profundidad. El mundo entero es una zarza ardiente, todo ser humano -sea cual sea la impresión que suscita en nosotros- es esta profundidad de Dios.
Todo acontecimiento lleva en él un rayo de su luz. Nosotros, que hemos aprendido a mirar hoy tantas cosas, ¿hemos aprendido los datos elementales de nuestro oficio de hombres? Se vive, en efecto, a la medida del amor, pero se ama a la medida de lo que se ve. Ahora, en la transfiguración, nuestra visión participa en el misterio, de ahí que el amor esté en condiciones de brotar de nuestros corazones como fuego que arde sin consumir, y así puede enseñarnos a vivir.
Debemos pasar de la somnolencia de la que habla el evangelio a la auténtica vela, a la vigilancia del corazón. Cuando despertemos se nos dará la alegría inagotable de la cruz. Al ver, por fin, en la fe, al hombre en Dios y a Dios en el hombre -Cristo- nos volveremos capaces de amar y el amor saldrá victorioso sobre toda muerte.
El Señor se transfiguró orando; también nosotros seremos transfigurados únicamente en la oración. Sin una oración continua, nuestra vida queda desfigurada. Ser transfigurados es aprender a ver la realidad, es decir, a nuestro Dios, a Cristo, con los ojos abiertos de par en par. Ciertamente, en este mundo de locos, siempre tendremos necesidad de cerrar los ojos y los oídos para recuperar un cierto silencio. Es necesario, es como una especie de ejercicio para la vida espiritual. Sin embargo, la vida, la que brota, la vida del Dios vivo, es contemplarlo con los ojos abiertos. Él está en el hombre, nosotros estamos en él. Toda la creación es la zarza ardiente de su parusía. Si nosotros «esperásemos con amor su venida» (2 Tim 4,8), daríamos un impulso muy diferente a nuestro servicio en este mundo .
*
J. Corbon, La alegría del Padre, Magnano 1997
***
Durante el verano, vuestras hermanas y hermanos de Cristianos Gays rezan contigo y por tí.De hecho, nuestro deseo es vivir nuestra vida cotidiana, iluminados interiomente por medio de Jesucristo. Queremos estar cerca de los que pasanlaspruebas.
Comentarios desactivados en Aquí estoy, Señor, ¡tú sabes cómo!
Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu tiempo,
entre estremecida, asustada, aturdida,
expectante… enamorada,
percibiendo cómo avivas en mi pobre corazón
los rescoldos del deseo de otros tiempos.
Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu tiempo,
sintiendo cómo despiertas, con un toque de nostalgia,
mi esperanza que se despereza y abre los ojos,
entre asustada y confiada,
deslumbrada por el agradecimiento.
Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu casa,
enfrentada a las paradojas de esperar lo inesperable,
de amar lo caduco y débil,
de confiar en quien se hace humilde,
de enriquecerse entregándose.
Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu casa,
con la mirada clavada en tus ojos que me miran
con el anhelo encendido y el deseo en ascuas,
luchando contra mis miedos,
queriendo entrar en las estancias.
Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu tiempo y casa,
medio cautiva, medio avergonzada,
a veces pienso que enamorada,
queriendo despojarme de tanto peso, inercia y susto…
para entrar descalza en este espacio y tiempo de gracia.
Aquí estoy, Señor,
¡tú sabes cómo, mejor que nadie!,
intentando traspasar la niebla que nos separa,
rogándote que enjugues tú mis lágrimas,
queriendo responder a tu llamada con alegría
y salir de mí misma hacia el alba.
Aquí estoy, Señor,
orientando cuerpo y alma
hacia el lugar de la promesa que no veo,
aguardando lo que no siempre quiero,
lo que desconozco,
lo que, sin embargo, es mi mayor certeza y anhelo.
Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu tiempo y casa.
¡No te canses de llamar, Señor!
¡No te canses de llegar!
¡No te canses de venir, Señor!
Yo continuaré aquí confiado en tu Palabra.
Comentarios desactivados en Cristo es la Transparencia
Dios mismo vino sobre la tierra como un pobre,
como un humilde.
Vino a través de Cristo Jesús.
Dios permanecería lejos de nosotros si
Cristo no fuera la transparencia.
Desde el comienzo Cristo estaba en Dios.
Desde el nacimiento de la humanidad,
era palabra viva.
Vino sobre la tierra para hacer accesible
la confianza de la fe.
Resucitado, hace su morada en nosotros,
nos habita por el Espíritu Santo.
Y descubrimos que el amor de Cristo se expresa ante todo
por su perdón y por su presencia continua dentro de nosotros.
*
“15 días con el Hermano Roger de Taizé “
escrito por Sofía Laplane
Editorial Ciudad Nueva
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Juan y a Santiago y subió al monte para orar.
Mientras oraba, cambió el aspecto de su rostro y sus vestidos se volvieron de una blancura resplandeciente.
En esto aparecieron conversando con él dos hombres. Eran Moisés y Elías, que, resplandecientes de gloria, hablaban del éxodo que Jesús había de consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros, aunque estaban cargados de sueño, se mantuvieron despiertos y vieron la gloria de Jesús y a los dos que estaban con él.
Cuando éstos se retiraban, Pedro dijo a Jesús:
–Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Vamos a hacer tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Pedro no sabía lo que decía. Mientras estaba hablando, vino una nube y los cubrió, y se asustaron al entrar en la nube. De la nube salió una voz que decía:
–Este es mi Hijo elegido; escuchadlo.
Mientras sonaba la voz, Jesús se quedó solo. Ellos guardaron silencio y no contaron a nadie por entonces nada de lo que habían visto.
*
Lucas 9,28b-36
***
Si supiéramos reconocer el don de Dios, si supiéramos experimentar estupor, como el pastor Moisés, ante todas las zarzas que arden en los bordes de nuestros caminos, comprenderíamos entonces que la transfiguración del Señor -la nuestra- empieza con un cierto cambio de nuestra mirada. Fue la mirada de los apóstoles la que fue transfigurada; el Señor permanece el mismo.
La cotidianidad de nuestra vida, trivial y extraordinaria, debería revelar entonces su deslumbrante profundidad. El mundo entero es una zarza ardiente, todo ser humano -sea cual sea la impresión que suscita en nosotros- es esta profundidad de Dios.
Todo acontecimiento lleva en él un rayo de su luz. Nosotros, que hemos aprendido a mirar hoy tantas cosas, ¿hemos aprendido los datos elementales de nuestro oficio de hombres? Se vive, en efecto, a la medida del amor, pero se ama a la medida de lo que se ve. Ahora, en la transfiguración, nuestra visión participa en el misterio, de ahí que el amor esté en condiciones de brotar de nuestros corazones como fuego que arde sin consumir, y así puede enseñarnos a vivir.
Debemos pasar de la somnolencia de la que habla el evangelio a la auténtica vela, a la vigilancia del corazón. Cuando despertemos se nos dará la alegría inagotable de la cruz. Al ver, por fin, en la fe, al hombre en Dios y a Dios en el hombre -Cristo- nos volveremos capaces de amar y el amor saldrá victorioso sobre toda muerte.
El Señor se transfiguró orando; también nosotros seremos transfigurados únicamente en la oración. Sin una oración continua, nuestra vida queda desfigurada. Ser transfigurados es aprender a ver la realidad, es decir, a nuestro Dios, a Cristo, con los ojos abiertos de par en par. Ciertamente, en este mundo de locos, siempre tendremos necesidad de cerrar los ojos y los oídos para recuperar un cierto silencio. Es necesario, es como una especie de ejercicio para la vida espiritual. Sin embargo, la vida, la que brota, la vida del Dios vivo, es contemplarlo con los ojos abiertos. Él está en el hombre, nosotros estamos en él. Toda la creación es la zarza ardiente de su parusía. Si nosotros «esperásemos con amor su venida» (2 Tim 4,8), daríamos un impulso muy diferente a nuestro servicio en este mundo .
*
J. Corbon, La alegría del Padre, Magnano 1997
***
Durante el verano, vuestras hermanas y hermanos de Cristianos Gays rezan contigo y por tí.De hecho, nuestro deseo es vivir nuestra vida cotidiana, iluminados interiomente por medio de Jesucristo. Queremos estar cerca de los que pasanlaspruebas.
Comentarios desactivados en Hacia una presencia más profunda
Del blog Amigos de Thomas Merton:
“Somos convocados a la presencia de Dios por el hecho de nuestro nacimiento, pero nos hacemos presentes a Dios sólo por nuestro consentimiento. A medida que se desarrollan y despliegan gradualmente nuestras facultades y capacidades de relacionarnos, crece la capacidad de entrar en relación con Dios y cada paso hacia una presencia más profunda requiere un nuevo consentimiento. Cada nuevo despertar a Dios cambia nuestra relación con nosotros mismos, con todos y con todo lo demás. El crecimiento en la fe es crecimiento en la percepción correcta de toda la realidad“
Tu presencia es un bálsamo en mi vida,
abre espacios,
Desplaza fronteras,
Y todo esto sin palabras.
Toco tu cuerpo
Y eres tú quien me tocas sin gestos.
Toco tu corazón
Y mi corazón se abrasa,
se expande, crece.
Escruto tu mirada
Y tus ojos me reenvían mis profundidades.
saboreo tu sonrisa
Y todavía la aumentas para mí.
Guauu,
Esta presencia, allí, de repente,
Entre nosotros, fuera de nosotros …
Guauu,
¿ Que haces, amigo mío,
Que haces?
¿Bienamado por Dios,
Pequeño enviado del cielo,
¿Cómo pues, eres tan sanador ?
Eres pascua,
aunque tus proyectos fracasen,
si mantienes la confianza en hombres y mujeres
y dejas a Dios ser Padre y Madre.
Eres pascua,
aunque tu vida parezca estéril,
si te sientes habitado por su presencia amiga
que misteriosamente te acompaña y salva.
Eres pascua,
aunque en nada destaques,
si bebes en sus manantiales
y te conformas con ser simplemente cauce.
Eres pascua,
aunque andes errante,
si compartes lo que eres y tienes
y despiertas alegría en otros caminantes.
Eres pascua,
aunque seas débil y torpe,
si escuchas su palabra serena y abierta
–”Soy yo, no temas”– y dejas que florezca.
Eres pascua,
aunque pidas pruebas para creer,
si besas las llagas que otros tienen
y esperas entre hermanos su presencia.
Eres pascua,
aunque tus manos estén vacías,
si te abres al otro, el que sea,
y le dejas que ponga tu corazón en ascuas.
Eres pascua,
aunque no lo creas,
aunque te rompas en mil pedazos,
aunque mueras en primavera…,
porque Él pasa y te libera.
Eres pascua,
aunque tengas las puertas y ventanas cerradas,
porque Él te ama y se hace presente
para abrirte a la vida y alegrarte.
*
Florentino Ulibarri
***
Aquel mismo domingo, por la tarde, estaban reunidos los discípulos en una casa con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo:
– La paz esté con vosotros.
Y les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús les dijo de nuevo:
– La paz esté con vosotros.
Y añadió:
– Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros.
Sopló sobre ellos y les dijo:
– Recibid el Espíritu Santo.
A quienes les perdonéis los pecados, Dios se los perdonará; y a quienes se los retengáis, Dios se los retendrá.
Tomás, uno del grupo de los doce, a quien llamaban «El Mellizo», no estaba con ellos cuando se les apareció Jesús.
Le dijeron, pues, los demás discípulos:
– Hemos visto al Señor.
Tomás les contestó:
– Si no veo las señales dejadas en sus manos por los clavos y meto mi dedo en ellas, si no meto mi mano en la herida abierta en su costado, no lo creeré.
Ocho días después, se hallaban de nuevo reunidos en casa todos los discípulos de Jesús. Estaba también Tomás. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo:
– La paz esté con vosotros.
Después dijo a Tomás:
– Acerca tu dedo y comprueba mis manos; acerca tu mano y mótela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino creyente.
Tomás contestó:
– ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
– ¿Crees porque me has visto? Dichosos los que creen sin haber visto.
Jesús hizo en presencia de sus discípulos muchos más signos de los que han sido recogidos en este libro.
Éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis en él vida eterna.
*
Juan 20,19-31
***
El mundo tiene una ardiente sed de la paz de Dios, anhela ver resplandecer el arco iris de la divina gracia después de la tempestad, pero no consigue liberarse de la agitación y de la inquietud, puesto que es un mundo caído al que se le ha infligido el destino inexorable de no conocer la paz. Si se me preguntara en qué consiste esa paz, sólo podría sugerir la imagen de algo que sea transitorio para proporcionar la idea de lo que es imperecedero. Conocéis la paz de un niño adormecido, también sabéis algo de la paz que experimenta un hombre en sí mismo cuando encuentra a la mujer amada, algo de la paz que encuentra el amigo cuando mira a los ojos del amigo fiel; conocéis algo de la paz que experimenta un niño en brazos de su madre, de la paz que reposa en ciertos rostros maduros en la hora de la muerte; de la paz del sol vespertino, de la noche que lo cubre todo y de las estrellas perennes; conocéis algo de la paz de aquel que murió en la cruz. Pues bien, tomad todo eso como signo caduco, como símbolo pobre de lo que puede ser la paz de Dios. Estar en paz significa saberse seguro, saberse amado, saberse custodiado; significa poder estar tranquilo, tranquilo del todo; estar en paz con un hombre significa poder construir firmemente sobre la fidelidad, significa saberse una sola cosa con él, saberse perdonados por él. La paz de Dios es la fidelidad de Dios a pesar de nuestra infidelidad.
En la paz de Dios nos sentimos seguros, protegidos y amados. Es cierto que no nos quita del todo nuestras preocupaciones, nuestras responsabilidades, nuestras inquietudes; pero por detrás de todas nuestras agitaciones y de todas nuestras preocupaciones se ha levantado el arco iris de la paz divina: sabemos que es él quien lleva nuestra vida, que ésta forma unidad con la vida eterna de Dios.
Que Dios haga de nosotros hombres de su paz incomparable, hombres que reposen en él, aun en medio del trastorno de las cosas del mundo, que esta paz purifique y serene nuestras almas y que algo de la pureza y de la luminosidad de la paz que Dios pone en nuestros corazones irradie en otras almas sin paz; que nos convirtamos el uno para el otro, el amigo para el amigo, el esposo para la esposa, la madre para el hijo, en portadores de esta paz que viene de Dios.
*
Dietrich Bonhoeffer,
Memoria y fidelidad,
Magnano 1995, pp. 146-149, passim.
Comentarios desactivados en Pensar y vivir en su presencia
Del blog de Henri Nouwen:
En mi concepto, orar no significa pensar en Dios en vez de pensar en otras cosas, ni dedicarle tiempo a Dios con otras personas. Más bien, la oración significa pensar y vivir en presencia de Dios. Tan pronto como comenzamos a separar nuestros pensamientos acerca de Dios de los pensamientos acerca de diversas personas y situaciones, retiramos a Dios de nuestra vida diaria y lo colocamos en un pequeño nicho de santidad, en donde pensamos cosas santas y experimentamos sentimientos también santos. Aunque es importante, e incluso indispensable, para la vida espiritual dedicar tiempo exclusivamente para Dios, la oración sólo puede convertirse en un ejercicio incesante cuando todos nuestros pensamientos -hermosos o feos, elevados o bajos, enaltecedores o vergonzosos, tristes o felices- pueden estar en la presencia de Dios. Así, convirtiendo nuestro incesante pensar en una oración para Dios, pasamos de propiciar un monólogo, centrado en nosotros mismos, a generar un diálogo, centrado en Dios.
Estaba anocheciendo, el día era gris y lluvioso. Las farolas ya encendidas iluminaban el camino húmedo y sembrado de hojas de otoño, caídas, en el suelo, pero hermosas. Como una alfombra iban suavizando el camino solitario.
Eran las hojas caídas y no el cemento lo que atraía mi mirada y animaba mi pisada a evitarlas ¡no las pises! ¡Son hermosas! Están muertas pero su presencia me acompaña en el camino.
¡Cuántos de nosotros hemos tenido que recurrir a abrazar la fe en estos últimos tiempos para despedir, con paz, a seres queridos…!
Cuando el viejo árbol de otoño, a mi paso distraído deja caer sus hojas y las deja marchar, yo puedo entristecer con ellas o sonreír porque me trasladan el guiño de los que, también muertos, me acompañan en el camino.
Parques, jardines, senderos, bosques… todos llenos de presencia de aquellos que nos invitan a entrar en el silencio de las hojas de otoño que suavemente se desprenden y danzan con el viento en su último viaje.
Luego se dejan pisar para que el crujido me hable, me recuerde el aliento de la presencia.
Todo en el universo tiene un lugar, todo en el Cosmos está vivo. Todos están presentes y es la misma madre tierra la que nos lo recuerda hoy, con sus hojas de otoño que chisporrotean bajo mi pisada.
Comentarios desactivados en Para encontrar el tesoro en la tierra que pisas
Del blog de Henri Nouwen:
“Es difícil ser paciente. No sólo significa esperar hasta que pase algo sobre lo cual no tenemos control: la llegada del autobús, el fin de la lluvia, el regreso de un amigo, la resolución de un conflicto. La paciencia no significa esperar pasivamente hasta que otra persona haga algo. La paciencia nos pide vivir el momento plenamente, estar completamente presentes en el momento, saborear el aquí y ahora, estar donde estamos. Cuando estamos impacientes, tratamos de escapar del lugar donde estamos. Nos comportamos como si lo importante sucederá mañana, luego, y en otro lugar. Sé paciente y confía que el tesoro que buscas está escondido en la tierra que pisas”.
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