Por un cristianismo posteísta.
Muchas personas cristianas hoy día se encuentran incómodas con los contenidos de su fe. Sienten que responden a una cosmovisión premoderna ya superada que provoca una creciente desafección. También en otras tradiciones religiosas o humanistas y en general en la cultura de muchos países se produce un fenómeno similar. Y así nos encontramos con una humanidad desconcertada en tránsito hacia nuevas interpretaciones de la realidad y una unitaria esperanza planetaria, post-secular y posteísta.
Este desconcierto se debe en primer lugar a los nuevos modelos epistemológicos, pluralistas y relativos que cuestionan la existencia de la verdad absoluta, que admiten múltiples lenguajes y procedimientos, sean empíricos, comprensivos o simbólicos, pero que en todo caso son dialógicos y autocríticos; se alejan del dogmatismo y de la subjetividad derivados de la autoridad y de supuestas revelaciones. Estos nuevos modelos sitúan a la religión en la necesidad de revisar sus supuestos epistemológicos y sus figuras simbólicas. Y no lo hace suficientemente.
De estos nuevos modelos epistemológicos se deriva una ontología nueva. Una interpretación de la realidad como un todo complejo, unitario de materia, energía, vida y conciencia, basada en una visión no dualista, holística, donde la “materia dinámica” autoconfiguradora es fuente de sucesivas emergencias cualitativas, matriz generadora de todo lo existente. Esta interpretación se opone al dualismo materia-espíritu y constituye un serio revés a la imagen tradicional del Dios creador, espíritu puro, omnipotente y providente.
Las religiones son construcciones sociales y tal como se construyeron se pueden deconstruir. No son creaciones eternas e inamovibles de un Dios ente supremo, exterior al mundo. Y así, en relación al cristianismo nos parece que la Biblia ya no es el principio y fundamento de la historia, el relato por antonomasia, y mucho menos exclusivo. El Misterio de la Salvación es una gran metáfora y la Historia Sagrada un relato particular cuestionado por la ciencia. La Revelación como verdad primera y superior no se sostiene. No hay un Dios previo y separado del mundo ni espíritus puros fuera de la realidad creadora; ni un Hijo de Dios que ha venido a redimirnos de la muerte y del mal, frutos de un pecado hereditario.
Otro cristianismo es posible y necesario. Es preciso liberar la divinidad de su identificación con un Ente Supremo dominante, a Jesús de su sacralización como Hijo de Dios único, encarnado en un judío de la especie Homo Sapiens, y a la Iglesia del sistema cognitivo obsoleto que la aprisiona y de su estructura jerárquica derivada en gran parte de la imagen de un Dios único y todopoderoso. Es preciso converger en una práctica secular de liberación en torno a los derechos humanos y a la justicia ecológica inspirada en Jesús de Nazaret y eventualmente en otros profetismos y espiritualidades. Construir un relato universal que partiendo de los modelos científicos más contrastados, como por ej. la Teoría de la Gran Historia, incorpore la inspiración y el ánimo de las metáforas y los símbolos religiosos; un relato que sea a la vez universal, particular y provisional.
En muchas ciudades de Europa y Latinoamérica, de los Estados Unidos y Canadá, de Australia y de otros países, han ido surgiendo grupos de un gran potencial renovador. Sienten este cambio de paradigma como un terremoto devastador que les provoca primero desconcierto, luego alivio y finalmente renacido ánimo. Nos gustaría caminar con vosotros en este tránsito y por eso os invitamos a esta amplia consulta.
1. LA MODERNIDAD TARDÍA, POSRELIGIONAL Y POSTSECULAR
El mundo está experimentando una mutación de largo alcance, una metamorfosis global; estamos en el ojo del huracán de un nuevo tiempo axial similar al del siglo sexto antes de nuestra era. Las ideas, las costumbres, las relaciones, la geopolítica, la tecnociencia, etc., configuran un contexto muy distinto al que se derivaba de las convicciones más profundas del cristianismo. La imagen tradicional predominante de Dios ha cambiado y su existencia lleva ya años puesta en cuestión de modo generalizado; la ciencia sustituye a las grandes respuestas religiosas; las cuestiones del mal y de la muerte, el origen y el fin de la vida se viven de manera no mitológica, y el anhelo común se orienta generalmente hacia la liberación, la autonomía y un bienestar integral y universal aquí en la tierra. La religión, pues, pierde su humus y entra en competencia con otros proyectos axiológicos que le van ganando terreno. Además, en el caso del cristianismo, el pluralismo y la globalización lo sitúan como otra religión más.
Las posiciones conservadoras en política y moral incrementan el desajuste de los contenidos religiosos, que se quedan como algo mágico, extraño y contrario a la liberación y encuentran en el viejo cristianismo la legitimación de su modelo opresor de sociedad y de persona. Finalmente parece anunciarse una nueva especie humana fruto de la info-bio-tecnología, seres humanos modificados genética o robóticamente (transhumanismo) o nuevos seres posthumanos.
La experiencia religiosa “tremenda y fascinante” de otro tiempo, construida sobre el desdoblamiento del mundo, cede hoy el relevo a una trascendencia más secular basada en la veneración, el amor y el compromiso por la liberación universal. Lo que en otro tiempo llamamos «sobrenatural» no es tal, sino que lo identificamos con la actitud de gratuidad propia de la hondura humana.
2. EL NUEVO PARADIGMA EPISTEMOLOGICO
La concepción de la verdad ha cambiado. Las teorías epistemológicas actuales, al asumir la complejidad y la perspectiva constructivista del conocimiento, son más abiertas y menos pretenciosas que en siglos pasados. Del positivismo extremo se ha pasado a una concepción empírica más suave. Para los más recientes epistemólogos no hace falta que los enunciados científicos sean estrictamente verificables o confirmados por los experimentos científicos, basta con que sean plausibles, es decir, que puedan ser sometidos a falsación. El conocimiento avanza negando el error más que afirmando la certeza, y sustituyendo aquellos paradigmas que no explican convenientemente los hechos.
Esta evolución epistemológica en el ámbito del conocimiento considerado estrictamente científico, el método positivo matemático-verificacionista, nos puede servir de pauta para el análisis de la inversión religiosa que hoy se experimenta. La concepción de la creencia ha dejado de ser dogmática y se interpreta más en términos de relato, de símbolo o metáfora. Las ciencias humanas y sociales (psicología, sociología, historia…), para ser rigurosas, se sirven de métodos científicos o al menos no han de estar en fricción con los datos científicos. La filosofía tampoco puede ignorar ni contradecir los resultados de las ciencias. Y las espiritualidades o religiones tienen muy en cuenta su carácter de construcción social y simbólica con funciones menos explicativas y más actitudinales. A las manifestaciones humanas simbólicas (de carácter ético, estético, “sapiencial”…) se las reconoce como modos de acceso a un conocimiento real, pero se les exige estar en coherencia con los datos científicos, aunque no puedan ser sometidas a los criterios de verificación-falsación de las ciencias positivas.
Comentarios recientes