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Jesús Lozano Pino: El último Vattimo. ¿Puede un filósofo ser homosexual, de izquierdas, posmoderno y, a la vez, católico?

Martes, 23 de mayo de 2023
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vattimoGianni Vattimo es conocido por ser el “padre” del llamado “Pensamiento débil” y uno de los filósofos de la Postmodernidad. Como sabemos, fue discípulo de Hans-Georg Gadamer y es un gran conocedor de la filosofía de F. Nietzsche y M. Heidegger. Ejerció varios años como eurodiputado sumergiéndose en los entresijos de las políticas europeas y sus reivindicaciones sociales como crítico comunista y anticapitalista han sido más que evidentes en las redes sociales.

Aunque se le den todos estos calificativos, es oportuno observar que no es Vattimo un autor que se deje atrapar fácilmente por clichés simplistas. Las cosas siempre son tan complejas que cuestan dejarse encerrar por definiciones excluyentes. Admirado por muchas personas con distintas sensibilidades e ideologías, se le ha querido encorsetar bajo el palio de un pensamiento arquetípico, por ejemplo, como un simple autor ateo, marxista, excluyendo otras posibilidades que, a priori, parecen contradictorias… No han faltado quienes han intentado mediante preguntas insidiosas dejar en evidencia y atrapar al filósofo cuando éste ha comunicado algo difícil de aceptar para una mente estereotipada y cerrada, especialmente cuando ofrecía interpretaciones occidentalizadas y cristianizadas. Pero hábilmente ha logrado escabullirse una y otra vez dando respuestas abiertas para que el que tenga oídos interprete, sin huir, pero tampoco dejándose reducir a meros esquemas preconcebidos.

Ahora bien, ¿cuál, dentro de su trayectoria como pensador, podríamos decir es el “último Vattimo”? Lo que muchos desconocen (y otros olvidan) es que Vattimo, que por supuesto incluye al comunista, al posmoderno, al debolista y hermeneuta y al activista por los derechos de los homosexuales fue un militante católico cristiano en su juventud. Llegó a ser presidente de Acción Católica, testigo que, curiosamente,  recogió de un tal Umberto Eco. Curiosidades de la vida, por más que alguno se sorprenda…

Gianni, siempre crítico ante toda estructura de poder y especialmente atento para desenmascarar cualquier restricción a una posible nueva pregunta que necesita ser respondida (lo que podríamos definir como “dogma”) fue distanciándose poco a poco de una praxis eclesial que proclamaba un mensaje institucional rancio, a base de adoctrinamientos huecos que no lograban ser buena noticia para el pueblo ni motivo de esperanza para los caídos. No comprendía la actitud no acogedora de la Iglesia hacia el diferente, especialmente hacia los homosexuales.

Pero ocurre que, tras unos años de separación y desconexión “religiosa”, se produce un punto de inflexión en el pensamiento de nuestro autor: hacia el año dos mil, en concreto a finales de los años 90, la filosofía hermenéutica de Gianni Vattimo da un giro explícito hacia el cristianismo. Tal y como afirma Teresa Oñate en El retorno griego de lo divino en la Posmodernidad, a partir de Historia de salvación, historia de la interpretación Vattimo comienza a ir gestando «un paso que se opera sin titubeo- hacia un retorno de lo divino plural». A raíz de aquí, su posición será cada vez más sugerente y polémica, como se traduce en las mil y una discusiones filosófico-hermenéuticas que sostiene con teólogos y filósofos en gran parte de su obra. Podemos afirmar que estamos en una de las épocas más ricas de su pensamiento aunque la historia aún no se lo haya reconocido: Credere di credere (Creer que se cree),   Después de la cristiandad y –El futuro de la religión, esta última escrita junto a Richard Rorty, son un legado inmejorable para la postmodernidad y una nueva interpretación religiosa para el siglo XXI que no cierra respuestas sino que más bien propone y suscita preguntas.

Desde entonces Vattimo supo escarbar en lo más hondo de la cristiandad: la kénosis. Esta, en cierto modo, le vale de punto de partida para una filosofía política debolista: expuesta pero activamente encarnada, hecha de pequeños gestos pero universalmente posible. Vattimo plantea que la kénosis de Dios en la encarnación es la única manera de hablar de Dios en la posmodernidad, en la edad de la comunidad del espíritu.

Jesús es la encarnación tan esperada del amor, porque como reza el título de mi artículo publicado en 2018 en Pensamiento al margen (Revista sobre las ideas políticas) y en la pág. 2 de mi obra de 2015 El amor es el límite, si Dios existe, es amor (1 Jn 4,8) y, si no, merece que lo matemos…

Para el turinés el secreto está en saber leer los signos de los tiempos y el proceso de secularización, no necesariamente como una negación y oposición al verdadero espíritu de Dios que se contrapone al mundo (como si el mundo siempre fuera el enemigo), sino más bien como parte del proceso de la pedagogía divina –a través de la tradición occidental cristiana.

Es, precisamente, la oportunidad de la kénosis, de un Dios humano y débil y de una religión libre de dogmas que expone su máxima en el amor y servicio al hombre, la que se expresa como bandera en los nuevos tiempos como única y posible alternativa racional a la violencia metafísica. Sólo desde ahí tendrá futuro la religión. Sólo si es capaz de hacer de ella una verdadera historia de salvación humana.

Nuestro hábil pensador de izquierdas retoma, pues, la experiencia cristiana que andaba en él siempre  latente, pero incorporando una nueva perspectiva: la que proporciona interpretar y mirar desde el final de la metafísica y la caída de los grandes relatos. Esta pre comprensión, junto a su pasado en continua evolución como creyente, dan como resultado una interpretación del mundo y de la Palabra de Dios novedosa e impactante cuyos reflejos teológicos y políticos en el mundo actual mantienen una especial relación con el Concilio Vat. II, la teología de la liberación y, en los últimos años, con el nuevo e ilusionante Pontificado que ha abierto el Papa Francisco.

Pero aunque nuestro filósofo ha aportado muchos datos respecto a su posición cristiana y ha mostrado desde el principio cierta curiosidad y simpatía por el nuevo Papa argentino, no es hasta hace muy poco que Vattimo está mostrando claramente una postura en su pensamiento que podríamos aceptar, creo, reconocidamente cercana a Francisco en su dimensión teológico-política, que, bajo mi criterio, es definitoria del último proceso existencial del filósofo. Bergoglio ha rescatado al Vattimo cristiano y ha dado respuesta a la mayoría de las dudas que la Iglesia suscitaba en el  maestro. Recuerdo que, aunque tuve el honor de contar con él en mi tribunal de tesis, era quizá algo precipitado allá por el año 2013-14 conectar a Gianni Vattimo con el recién llegado por aquellas fechas a la Cátedra de Pedro y, por supuesto, hilvanar conexiones interpretativas teológicas, filosóficas y políticas.

Fue un atrevimiento por mi parte tomar cartas en este asunto pero cada día veo más claramente que fue una sabia intuición. Mi único mérito fue dejar hablar a cada uno de ellos y unir los puntos. Sabía que un día haría oficial Gianni su cristianismo débil, que no su débil cristianismo. Sabía que algún día podría decir en un único y distinto sentido “gracias a Dios soy (puedo ser, si quisiera,) ateo” (¿qué otra “religión” que no sea la del amor, la de Jesús, es capaz de ofrecer tanta libertad como para poner a la persona por delante de la institución?). Sabía que haría explícito lo que andaba implícito en su manera de concebir el mundo, porque para Vattimo – no podemos decirnos no cristianos. Y así se atreve a proclamar que “Francisco es una gran ocasión para la renovación y transformación de la Iglesia (…) es una amenaza para la Iglesia tradicionalista”, como afirmó en 2019 en Religión Digital. Jorge Mª Bergoglio “es uno que recorta, que purifica un poco, que hace cosas no necesariamente placenteras”. No, señores, Gianni Vattimo no es ateo, es cato-comunista… Se sale de nuestros clichés, de nuestros esquemas, pero hoy por hoy vuelve a sentirse “católico“, a pesar de tantas cosas que no comprende o que haría de otro modo. Gianni Vattimo cree en una nueva Iglesia fuertemente débil que vuelva su mirada hacia la caridad y la misericordia. En gran medida, el mérito de Bergoglio está en dar respuesta a aquellos que andaban sin esperanza de encontrarla. Cuando ya parecía que los estamentos eclesiales se situaban en la estratosfera de Gianni Vattimo, de la teología de la liberación, y de tantos enfadados con la Institución, aparece el obispo argentino para tender una mano. Son muchos los que piensan que Francisco ha conseguido preservar a la Iglesia de su propio e imparable proceso de autoexclusión y desaparición.

Lo dije al comienzo, Vattimo no juega al despiste sino que no se deja fácilmente encasillar por estereotipos o clichés. Así pues, siendo consecuente con ello no puedo creer que mi conclusión sea definitiva y mucho menos que contente a tod@s. Pero, por ahora, hoy por hoy y hasta que alguien no muestre lo contrario, este es el “último Vattimo”. Este Vattimo no excluye a los anteriores pero propone un necesario andamiaje hermenéutico-cristiano que todo filósofo debe tener en cuenta, si quiere ser fiel en su acercamiento al maestro.

Así pues, si partimos de que cayeron los grandes relatos y decimos, con Nietzsche, que “no existen hechos, sólo interpretaciones”, ésta, la mía, será simple y débilmente eso: una interpretación. No esperes más. Como dice Vattimo, “nosotros somos únicamente intérpretes de un hilo conductor”.

Algunas fechas señaladas en la trayectoria de G. Vattimo: 

http://www.giannivattimo.es/crono/

Algunos datos y obras de Vattimo y sobre Vattimo: 

https://es.wikipedia.org/wiki/Gianni_Vattimo

 

Jesús Lozano Pino

Fuente Fe Adulta

Espiritualidad, General, Historia LGTBI, Iglesia Católica , , , , ,

De la Simple Experiencia Espiritual a la Existencia Cristiana, para crecer en Humanidad

Lunes, 14 de octubre de 2019
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existencia-cristianaEn estos tiempos de postmodernidad y postcristianismo (tiempos en realidad de regresión espiritual) es habitual, en el ámbito de la espiritualidad, escuchar discursos que oponen la “experiencia espiritual” a la fe (confundida con la creencia), dando a entender que la experiencia espiritual es más profunda que la fe.

En 1959 Jung fue uno de los primeros en expresar esta misma idea en una entrevista en la BBC, en la que al preguntarle si creía en Dios, respondió: “No necesito creer en Dios; lo conozco”. Hoy se ha generalizado esta idea de que la espiritualidad es ante todo un conocimiento, si bien un conocimiento no de tipo teórico sino experiencial, con el riesgo de reducir la espiritualidad al acceso subjetivo (aspecto esencial, a la vez que no el único) que el ser humano tiene de lo espiritual.

Como señaló Leonardo Boff el término “experiencia” hace referencia a un tipo de conocimiento. La etimología de la palabra expresa bien a que conocimiento se refiere: “ex – peri – ciencia”, siendo “ex” una partícula latina que indica “salir de sí”, “peri”, un prefijo griego que significa “alrededor de, por todos los lados” y “ciencia” un modo de hablar del conocimiento. Para Boff el término experiencia haría referencia a un tipo de conocimiento (ciencia) que se logra al salir el ser humano de sí (inmediatez, superación de la separación objeto-sujeto) y abrirse al objeto por todos sus lados o aspectos (no solo los aspectos racionales). La experiencia hace referencia a un tipo de conocimiento, el conocimiento más pleno, de aquello que se manifiesta o muestra a la conciencia (órgano del conocimiento).

En las espiritualidades anteriores a la tradición judeocristiana, la espiritualidad era entendida como un conocimiento, que, o bien, abría a la persona al universo espiritual (valores- arquetipos suprahistóricos) para que guiaran su conducta sin fusionarse con ellos (humanismo espiritual o exoterismo); o bien, llevaba a una supuesta salida de la historia y a la fusión con esas realidades espirituales (gnosis, esoterismo). La forma más plena de experiencia espiritual, la mística (Presencia de la Transcendencia en el seno más profundo de la inmanencia en comunión sin fusión) también se daba en el núcleo de las espiritualidades esotéricas o humanistas precristianas, transcendiéndolas, sin llegar todavía esta mística a poder reconocer la plena realidad y valor espiritual de la historia (la alteridad), como hará la tradición judeocristiana.

El judaísmo será la primera tradición que entenderá la espiritualidad como fe, es decir, más que como una experiencia (conocimiento) como una existencia, un modo de existir (una salida de sí para encontrarse con el Misterio en la historia, al que el corazón- toda la persona- libremente se adhiere). La fe tiene una dimensión experiencial (conocimiento inmediato) y, a la vez, la conciencia de que la experiencia subjetiva es siempre limitada, que hay una realidad más allá de nuestra experiencia, a la que solo la confianza en lo Real (el Misterio) nos permite acceder. La fe tiene en cuenta la realidad de la historia, la realidad de la alteridad más allá de mi interioridad, y eso le hace tomar conciencia de la alteridad del Misterio no reducible a mi experiencia de él, a la vez que accesible a mí porque así Él (el Misterio) lo desea en la Historia de Salvación. La fe se realiza en el cumplimiento de la Ley para el judaísmo.

Con la Encarnación de Jesucristo, toda la historia se vuelve lugar de salvación si vivimos en ella desde Cristo. La fe se libera (integrándola y transcendiéndola) de la Ley para poder vivirse en toda la historia desde la Gracia. La Iglesia será el signo y el instrumento de esa salvación para tod@s en la historia (sin monopolizarla). De este modo, la espiritualidad cristiana será ante todo un modo de vivir, de existir y no solo una “experiencia”, un conocimiento, una gnosis. Pablo llamará a la espiritualidad cristiana una “epignosis”, un conocimiento por encima de la gnosis, que en realidad es una praxis, una manera de existir. No es pues solo una realidad interior, es una realidad interior y exterior, histórica y suprahistórica, individual y colectiva, humana y divina.

La fe cristiana no es una simple creencia, pues supone un encuentro personal con el Misterio (y desde ese encuentro una apertura a las enseñanzas que el Misterio transmite- creencias-) y tampoco es una simple experiencia o conocimiento– aun el de la experiencia mística es limitado-, pues transciende el conocimiento que podamos tener del Misterio; es una existencia vivida en la confianza por y desde Cristo abriéndose al Espíritu que se expresa en toda la realidad ( interior y exterior, “sopla donde quiere”…) que nos lleva al Padre, lo Real.

Las antiguas experiencias religiosas eran concebidas como experiencias de gnosis (conocimiento); con el judeocristianismo la espiritualidad es concebida como fe, que integra la experiencia (conocimiento) y lo que va más allá de mi experiencia, a través de la confianza (fe). Es una espiritualidad manifestada de un modo más pleno, pues se muestra explícitamente esa dimensión que va más allá de la experiencia. En las antiguas experiencias espirituales (más allá de su discurso gnóstico) también podemos encontrar la fe, pero de un modo implícito, por ello, menos pleno.

La fe cristiana, al concebir la espiritualidad como una existencia en relación con un Misterio (Dios) que se hace como nosotros (encarnación) dándonos una dignidad que las viejas religiones nos negaban, nos ayuda a liberarnos de dos de los peligros que tiene la religión:

  1.  El utilizar la religión para dar satisfacción imaginaria a los deseos de omnipotencia infantil que busca la fusión (dominación del Otro) liberándonos imaginariamente de todo límite.  La fe judeocristiana al descubrir la realidad de la historia, de la alteridad, pone límites a ese deseo infantil.
  2. El utilizar la religión para promover la dominación de las personas haciéndolas sentir culpables por no ser perfectas, divinas, atemporales… La fe cristiana ha supuesto la liberación de la culpa y el miedo a la historia, a la existencia, al descubrir que Dios mismo se hace historia, se abaja por amor, liberando y dignificando la existencia, animándonos a nosotros a contribuir a dignificar la existencia de todos, en especial, de los más pequeños y vulnerables (por desgracia, muchas veces el cristianismo ha sido enseñado promoviendo todo lo contrario, la culpa y la dominación).

La fe puede decirse que sería la espiritualidad más plena, pues integra y transciende la experiencia religiosa anterior y alcanza su cumbre en la Mística Cristiana, que es una fe pura o simple en Cristo, en la que se produce la unión con Dios (el Misterio) sin fusionarse con él y en él la unión con toda la realidad.

Una Mística que es una praxis, una existencia, que integra lo interno y lo externo, y no una simple experiencia interna que termina experimentándose en lo externo (vuelta al mercado al final del camino que se dice en el zen) sin llegar a descubrir el valor en sí de lo externo (no solo el valor por su carácter de manifestación del Misterio) como ocurría en la vieja mística.

Olvidar las novedades del cristianismo, que han dignificado al ser humano y le han liberado de miedos y culpas, para construir un mundo más humano y, por ello, más divino, supondría un retroceso a formas más autoritarias y deshumanizadas de vivir la espiritualidad. De ahí, la importancia de recordarlas.

Fuente Cristianía

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, Judaísmo , , , , , , ,

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