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“ ‘Fratelli tutti’ como manual de resistencia: una guía para los derechos humanos”, por Juan José Tamayo

Viernes, 26 de julio de 2024
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IMG_6196Leído en su blog:

“Las políticas públicas constituyen una de las herramientas fundamentales”

“Las políticas públicas constituyen una de las herramientas fundamentales y más eficaces para el reconocimiento, el respeto, la salvaguarda y la realización de los derechos humanos”

“Es a través de ellas como se pasa de los derechos humanos como ideales retóricos, proclamas solemnes y obligaciones jurídicas exigibles a acciones afirmativas concretas y a realidades tangibles en la mejora de la vida de todos los seres humanos”

“Las políticas públicas deben orientarse al bien común y a la consecución del bienestar de todos los ciudadanos y las ciudadanas a todos los niveles”

“Una buena guía para el ejercicio de prácticas políticas en favor de los derechos humanos se encuentra en la encíclica del papa Francisco Fratelli tutti. Sobre la fraternidad y la amistad social”

Con motivo de la celebración de la Mesa redonda Políticas públicas para la protección y promoción de los derechos humanos, la Asociación Pro Derechos Humanos de España (APDHE) que ha convocado el acto, me ha pedido un artículo que acaba de publicar el diario Infolibre para motivar la participación en tan importante acto y reflexionar sobre un tema de necesario tratamiento ante la ola privatizadora de los servicios públicos y la limitación de los derechos humanos en no pocos programas de partidos que ponen en práctica políticas sociales y económicas neoliberales y dejan sin efecto el discurso sobre los derechos humanos.

Lo ofrezco a las lectoras y los lectores de RD por si fuera de su utilidad para pensar la política y la economía en favor del bien común y asumir el compromiso sociopolítico de la ciudadanía en clave de solidaridad con las personas y los colectivos más vulnerables, de justicia y equidad sociales y de hospitalidad y acogida para quienes llegan a nuestras costas en busca de una vida digna de la que carecen en sus países de origen. Un ejemplo que demanda políticas públicas urgentes de hospitalidad es el de niños, niñas y adolescentes migrantes no acompañados que llegan a nuestro territorio y chocan con el rechazo de no pocas comunidades autónomas.

No conozco a ningún gobierno como tampoco a ninguna de las organizaciones internacionales que hayan pedido perdón por no reconocer ni practicar los derechos humanos. Todo lo contrario. Por lo general presumen de defenderlos e incluso se enorgullecen de su cumplimiento presentándose como ejemplo al resto de los gobiernos y organizaciones internacionales. Es verdad que el discurso de los derechos humanos lo tienen en un lugar destacado de sus programas y lo proclaman en sus intervenciones públicas: mítines, comparecencias parlamentarias, ruedas de prensa, etc., pero no es menos cierto que, como dice el refrán, “del dicho al hecho hay un gran trecho”.

Este artículo tiene como objetivo mostrar que, para paliar tamaño desequilibrio entre la teoría y la práctica, las políticas públicas constituyen una de las herramientas fundamentales y más eficaces para el reconocimiento, el respeto, la salvaguarda y la realización de los derechos humanos. Es a través de ellas como se pasa de los derechos humanos como ideales retóricos, proclamas solemnes y obligaciones jurídicas exigibles a acciones afirmativas concretas y a realidades tangibles en la mejora de la vida de todos los seres humanos. Las políticas públicas deben orientarse al bien común y a la consecución del bienestar de todos los ciudadanos y las ciudadanas a todos los niveles.

Seguridad, desarrollo y derechos humanos

Como afirma Mireya Maritza Peña Guzmán, la relación entre derechos humanos y políticas públicas es multiforme. Por una parte, es necesario incluir el enfoque de los derechos humanos en las políticas públicas y conseguir que sea su factor determinante, su inspiración, su marco de orientación y “el eje articulador de toda acción gubernamental”. Por otra, la realización de los derechos humanos requiere políticas públicas generales y específicas. Y es ahí donde los gobiernos suelen fallar. Como afirmaba Kofi Anan, cuando era secretario general de la ONU, no tendremos desarrollo sin seguridad, no tendremos seguridad sin desarrollo y no tendremos ni seguridad ni desarrollo si no se respetan los derechos humanos”.

Concretando, creo que hay que poner en práctica políticas públicas en favor de los derechos humanos en aquellos ámbitos en los que más se transgreden, entre los cuales voy a fijarme en cuatro: la inmigración, las mujeres, el colectivo LGTBI+ y la pobreza.

IMG_6197Valla Fronteriza entre Melilla y Nador

En cuanto a la inmigración, es necesario superar la identificación de la ciudadanía y de los derechos humanos con la nación. Tal identificación excluye a las personas migrantes, refugiadas y desplazadas de la ciudadanía y del reconocimiento de los derechos humanos, y poner en práctica políticas públicas que defiendan la igual dignidad y los derechos de todos los seres humanos, independientemente de su procedencia geográfica, el color de la piel, la etnia, la cultura, la religión, la clase social, el género, la identidad sexual: derechos de reunión, expresión, asociación, residencia, trabajo, derecho a la vivienda, al trabajo, a la cultura, a la educación, a los servicios sociales, sanitarios, derechos políticos, sociales y económicos, sin restricción alguna.

Es la mejor manera de deconstruir y dejar sin argumentos los discursos de odio contra las personas migrantes y las prácticas xenófobas y racistas, así como de evitar las muertes y los sufrimientos de una parte de la humanidad que requiere socorro, acogida y solidaridad que, como afirma Pedro Casaldáliga, es la ternura de los pueblos.

IMG_6198En lo referente a la discriminación y la violencia contra las mujeres que se produce en todos los ámbitos de la vida: político, económico, laboral, familiar, social, lúdica, medios de comunicación, internet, robótica, espacios lúdicos, es necesario eliminar las políticas provocadas por el “neoliberalismo sexual” y apoyadas en el “mito de la libre elección” (Ana de Miguel) y activar políticas de igualdad y justicia de género en los ámbitos donde se transgreden sistemáticamente, de paridad en los órganos representativos de las instituciones  y de reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Así mismo, es necesario luchar contra las prácticas que las humillan y degradan como la prostitución, los vientres de alquiler, la trata, la discriminación salarial, la falta de conciliación familiar, etc.

Con tales políticas, que han de inspirarse en el feminismo, se contribuye a deconstruir los discursos de odio contra las mujeres, defender su vida contra la violencia de género, que desemboca en feminicidios, eliminar sus sufrimientos multiseculares e imponer las sanciones acordes a la gravedad de las violencias y discriminaciones ejercidas contra ellas.

IMG_6199Otra de los colectivos que sufre una de las mayores transgresiones de los derechos humanos es el LGTBI+, que son objeto de los discursos y delitos de odio que se traducen en violencia moral y física. Dichos discursos son promovidos y alentados por la extrema derecha política y cultural, por un sector importante de la jerarquía católica y por los movimientos religiosos fundamentalistas e integristas, todos ellos en alianza y complicidad.

En 2023 los delitos de odio contra el colectivo LGTBI+ se incrementaron un 33.1% en España. Los derechos de este colectivo se sienten seriamente amenazados, cuando no negados a nivel legal, y condenados a penas de cárcel e incluso a la pena de muerte en varios países. La Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea advierte de que “la intimidación, el acoso y la violencia [contra este coletivo] continúan siendo amenazas constantes”. Por ello son más necesarias que nunca las políticas públicas que defiendan la diversidad afectivo sexual, más allá de la heteronormatividad y de la binariedad sexual, den seguridad y garantías al colectivo en el ejercicio de sus derechos y eviten los sufrimientos vividos durante siglos.

Dichas políticas deben comenzar en la escuela con la educación en la diversidad, que “es una herramienta fundamental para combatir el odio”, como afirma el Manifiesto de las organizaciones convocantes de la marcha del Orgullo celebrada el 6 de julio en Madrid. La actual presidenta de la LGTBI+ ha pedido un Pacto de Estado contra los discursos de odio.

El ámbito donde quizá con más urgencia se requiere la aplicación de políticas públicas para la protección y el ejercicio de los derechos humanos, el principal de los cuales es el derecho a una vida eco-humana digna, es el de la pobreza estructural

El ámbito donde quizá con más urgencia se requiere la aplicación de políticas públicas para la protección y el ejercicio de los derechos humanos, el principal de los cuales es el derecho a una vida eco-humana digna, es el de la pobreza estructural, que se traduce en desigualdades cada vez más crecientes entre ricos y pobres en todo el planeta, generadas por el modelo económico neoliberal, calificado por el papa Francisco de injusto en su raíz. La pervivencia y el avance de la pobreza constituyen el mayor mentís a las cumbres mundiales y a las declaraciones sobre derechos humanos y el mayor fracaso de las políticas neoliberales tanto a nivel local como mundial.

El neoliberalismo niega toda fundamentación antropológica de los derechos humanos, los priva de su universalidad, que se convierten en mera retórica tras la que se esconde la defensa de sus intereses. A su vez, establece una lógica puramente economicista para su ejercicio, la de la propiedad, de la acumulación, del poder adquisitivo. En la cultura neoliberal los derechos humanos tienden a reducirse al de propiedad. El resto de los derechos está sometido a este.

IMG_6153Un sin techo en una calle de Roma John M. Bauan

La mayor negación de los derechos humanos por parte del neoliberalismo consiste en robar el derecho a la esperanza a aquellas personas y colectivos a quienes se les ha desposeído de sus bienes y el derecho a una vida digna, y se les impone la desesperanza y la renuncia a conseguir un futuro mejor.

La pervivencia de la pobreza en todos sus niveles constituye una palmaría violación de los derechos humanos fundamentales. Su erradicación no es, por tanto, un problema que se resuelva con el asistencialismo y las obras de caridad, sino que es un problema urgente a resolver con políticas públicas de derechos humanos que contribuyan a frenar la voracidad privatizadora de lo público por parte del neoliberalismo, a eliminar las desigualdades y a construir un mundo donde todas y todos los ciudadanos podamos disfrutar de los bienes comunes de la tierra y de la humanidad.

 Una buena guía para el ejercicio de prácticas políticas en favor de los derechos humanos se encuentra en la encíclica del papa Francisco Fratelli tutti. Sobre la fraternidad y la amistad social. En ella defiende “la mejor política puesta al servicio del bien común” (n. 154), considera necesario “pensar un mundo abierto que tenga lugar para todos, incorpore a los más débiles y respete la diversidad de culturas” (n. 155) y aboga por la globalización de los derechos humanos”, de la que, afirma, estamos muy lejos. (n. 189). Una de sus propuestas más originales es la de la necesidad de practicar una caridad y un amor traducidos social y políticamente (nn. 178 y 180).

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Leonardo Boff: “Sin políticas públicas, las personas serían tragadas por un destino atroz”

Viernes, 20 de noviembre de 2020
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Sororidad-solidaridad-pandemia_2286681328_15082674_660x371“La Covid-19 cuestiona el sentido de la vida”

“Los mantras del neoliberalismo fueron destrozados. ¿Sirvió para algo el lema de Wall Street “la codicia es buena”? Nadie come computadoras, ni se alimenta de los algoritmos de la inteligencia artificial”

“Todo el mundo habla de la medicina, de la técnica, de los insumos y especialmente de la búsqueda ansiosa de una vacuna contra la Covid-19. Pocos hablan de la naturaleza”

La irrupción de la Covid-19, alcanzando a todo el planeta y matando a más de un millón de vidas sin poder ser veladas ni recibir el cariño último de sus familiares, además de infectar a otros muchos millones de personas, plantea la inquietante pregunta: ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Por qué todo este sufrimiento? ¿Qué nos quiere decir la naturaleza con este virus invisible que ha puesto de rodillas a todas las potencias militares, haciendo ineficaces sus armas de destrucción masiva? La Covid-19 cayó como un meteoro sobre el sistema del capital y el neoliberalismo. Sus mantras fueron destrozados. ¿Sirvió para algo el lema de Wall Street “la codicia es buena”? Nadie come computadoras, ni se alimenta de los algoritmos de la inteligencia artificial.

¿Cuáles eran los dogmas de la fe capitalista y neoliberal?: Lo esencial es el lucro, en el menor tiempo posible, la competencia feroz, la acumulación individual o corporativa, el saqueo cruel de los recursos de la naturaleza, dejando las externalidades por cuenta del estado, la indiferencia ante la tasa de iniquidad social y ambiental, la postulación de un Estado mínimo para escapar de las leyes limitantes y poder acumular más libremente.

Si hubiésemos seguido estos mantras, el exterminio de vidas humanas habría sido incalculable. Sin políticas públicas, las personas serían tragadas por un destino atroz.¿Qué nos ha salvado? Aquellos valores y actitudes ausentes en el sistema del capital y el neoliberalismo: darnos cuenta de que no somos “dioses” sino totalmente vulnerables y mortales, expuestos a lo imprevisible. Lo que cuenta no es el lucro sino la vida; no es la competencia sino la solidaridad; no es el individualismo sino la cooperación entre todos; no el asalto a los bienes y servicios de la naturaleza sino su cuidado y protección; no un estado mínimo, sino el estado suficientemente pertrechado para atender las demandas urgentes de la población. Dicho directamente: ¿qué vale más, la vida o el lucro? ¿La naturaleza o su expoliación desenfrenada?

Responder a estas preguntas inaplazables es interrogarse sobre el sentido o el absurdo de nuestra vida, personal y colectiva. El aislamiento social es una especie de retiro existencial que la situación nos ha impuesto. Se crea la oportunidad de hacer estas preguntas ineludibles. Nada es fortuito en este mundo. Todo guarda una lección o un sentido secreto que debe ser revelado, por más desconcertante que sea la realidad. Lo que no podemos permitir es que este sufrimiento colectivo sea en vano. Funciona como un crisol que purifica el oro, que acrisola nuestra mente, y pone en jaque ciertos hábitos para ser revisados y otros nuevos para ser incorporados, especialmente en lo que se refiere a nuestra relación con la naturaleza y el tipo de sociedad que queremos, menos perversa y más solidaria.

Todo el mundo habla de la medicina, de la técnica, de los insumos y especialmente de la búsqueda ansiosa de una vacuna contra la Covid-19. Pocos hablan de la naturaleza. Pero es necesario considerar el contexto del brote del coronavirus. No está aislado. Vino de la naturaleza que durante siglos fue saqueada irresponsablemente por el proceso industrial del capitalismo y también del socialismo, en la falsa suposición de que la Tierra tendría recursos infinitos. Hemos deforestado despiadadamente y destruido así los hábitats de miles de virus que viven en los animales e incluso en las plantas. Al perder su “morada natural”, buscan en nosotros un sitio para sobrevivir. Así hemos conocido una amplia gama de virus como el zica, el chikungunya, el ébola, las series derivadas del SARS, como el de la Covid-19 entre otros.

Se trata de un contraataque de la naturaleza o de la Madre Tierra contra la humanidad, con el que quiere darnos una severa advertencia: “detengan la agresión despiadada, que destruye las bases físico-químicas-ecológicas que sostienen vuestra vida; de lo contrario podríamos enviarles virus mucho más letales que podrían diezmar a miles de millones de ustedes, de la especie humana, y afectar gravemente a la biosfera, ese fino manto un poco mayor que el filo de una navaja que garantiza la continuidad de la vida”.

¿Prevalecerán estas advertencias vitales o el afán de acumular y asegurar intereses materiales? ¿Tendremos suficiente sabiduría para responder a la alternativa que el Ser que hace ser a todos los seres nos presenta?: Te propongo la vida y la muerte, la bendición y la maldición; elige la vida para que puedas vivir con tu descendencia” (Dt 30:19). Portadores de una fe en un Dios “apasionado amante de la vida” (Sab 11,26) apostamos todavía por un sentido de la historia y de la vida. Ellas escribirán la última página de la saga humana, construida con tanto esfuerzo en este planeta.

Esto sin embargo no debe desviar nuestra mirada de lo que está ocurriendo en el escenario mundial y específicamente en el brasilero, donde un jefe de estado negacionista no tiene como proyecto cuidar de su pueblo y de nuestra exuberante naturaleza. Con desprecio e ironía se comporta como Nerón que presenciaba como Roma ardía tocando la cítara.

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Destrucción Agencias

A pesar de todo esto, nuestra esperanza no muere. Como afirma la Fratelli tutti del Papa Francisco: “La esperanza nos habla de una realidad enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en los que vive” (Nº 55). Aquí resuena el principio esperanza, que es más que una virtud, es un principio, un motor interior que proyecta nuevos sueños y visiones, tan bien formulados por el filósofo alemán Ernst Bloch en El principio esperanza. Esta esperanza nos recuperará el sentido de vivir en este pequeño y amado planeta Tierra.

Aunque somos seres contradictorios, hechos simultáneamente de luz y de sombras, creemos que la luz triunfará. Muchos bioantropólogos y neurocientíficos nos confirman que somos por esencia seres de bondad y de cooperación. Prevalece una bondad fundamental en la vida.

El hombre común, que conforma la gran mayoría, se levanta, gasta un tiempo precioso en los autobuses, va al trabajo, a menudo duro y mal pagado, lucha por su familia, se preocupa por la educación de sus hijos, sueña con un país mejor. Sorprendentemente, es capaz de hacer gestos generosos, ayudar a un vecino más pobre que él y, en casos extremos, arriesgar su vida para salvar a una niña inocente amenazada de violación. En él está actuando el principio esperanza.

En este contexto, no me resisto a citar los sentimientos de uno de nuestros más grandes escritores modernos, Erico Veríssimo, en su famoso “Contempla los lirios del campo”.

Si en ese momento un habitante de Marte cayera a la tierra, se asombraría al ver que en un día tan hermoso y suave, con un sol tan dorado, la mayoría de los hombres estaban en oficinas, talleres, fábricas… Y si le preguntase a alguno de ellos: ‘Hombre, ¿por qué trabajas tan furiosamente durante todas las horas de sol?’ – escucharía esta singular respuesta: ‘Para ganarme la vida’. Y sin embargo, la vida allí se ofrecía a sí misma, en una milagrosa gratuidad. Los hombres vivían tan ofuscados por los deseos ambiciosos que ni siquiera se daban cuenta. Ni con todas las conquistas de la inteligencia habían descubierto una manera de trabajar menos y vivir más. Se agitaban en la tierra y no se conocían, no se amaban como debían. La competencia los convirtió en enemigos. Y hacía muchos siglos, habían crucificado a un profeta que se había esforzado por mostrarles que eran hermanos, sólo y siempre hermanos. (Ver Lírios do Campo, Civilização Brasileira, Rio de Janeiro 1973. p. 292).

La irrupción de la Covid-19 reveló estas virtudes, presentes en los humanos pero especialmente en los pobres y las periferias, porque se refugiaron allí, ya que la cultura del capital reina en las ciudades, con su individualismo y falta de sensibilidad ante el dolor y el sufrimiento de las grandes mayorías de la población. ¿Qué se esconde detrás de estos gestos diarios de solidaridad? Se esconde el principio esperanza y la confianza de que, a pesar de todo, vale la pena vivir porque la vida, en su profundidad, es buena y fue hecha para ser llevada con coraje que produce autoestima y sentido de valor.

Hay aquí una sacralidad que no viene bajo el signo de lo religioso sino bajo la perspectiva de lo ético, del vivir correctamente y del hacer lo que debe ser hecho. El reconocido sociólogo austríaco-norteamericano Peter Berger, ya fallecido, escribió un libro brillante, relativizando la tesis de Max Weber sobre la total secularización de la vida moderna con el título: Un rumor de ángeles: la sociedad moderna y el redescubrimiento de lo sobrenatural (Voces 1973/2013). Allí describe numerosos signos (los llama “rumor de ángeles”) que muestran lo sagrado de la vida y el significado secreto que siempre tiene, a pesar de todo el caos y las contradicciones históricas.

Voy a dar, siguiendo a Peter Berger, sólo un ejemplo banal, conocido por todas las madres que cuidan a sus hijos por la noche. Uno de ellos se despierta asustado. Tiene una pesadilla, se da cuenta de la oscuridad, se siente solo y se deja llevar por el miedo. Grita llamando a su madre. Esta se levanta, toma al niño en su regazo y en un gesto primordial de magna madre le acaricia y le da besos, le dice cosas dulces y le susurra: “Hijito, no tengas miedo; mamá está aquí. Todo está bien, no pasa nada, querido”. El niño deja de sollozar. Recupera su confianza y poco después se duerme, tranquilo y reconciliado con la oscuridad.

Esta escena común esconde algo radical que se manifiesta en la pregunta: ¿no está la madre engañando al niño? El mundo no está en orden, no todo está bien. Y sin embargo estamos seguros de que la madre no engaña a su hijo. Sus gestos y sus palabras revelan que, a pesar del desorden imperante, reina un orden profundo y secreto.

Así que creemos que los tiempos de la Covid-19, tan dramáticos, pasarán. Esperamos, y cómo esperamos, que por debajo y dentro de ellos se va fortaleciendo un orden escondido que irrumpirá cuando todo pase. De esta manera, la sociedad y toda la humanidad podrán caminar hacia un sentido mayor, cuyo diseño final se nos escapa. Pero siempre hemos intuido que existe y que será bueno. Él será quien escriba la última página con un final feliz. Como escribió el filósofo del Principio Esperanza, Ernst Bloch, verificaremos que el verdadero génesis no fue al principio de las cosas sino al final. Sólo entonces será verdad: “Dios vio todo lo que había hecho y le pareció muy bueno” (Gen 1:31).

Traducción de Mª José Gavito Milano

Fuente Religión Digital

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