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Para que puedan vivir.

Sábado, 17 de noviembre de 2018
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A man sleeps on a sculpture of a figure called 'Homeless Jesus' in front of the Archdiocese of Washington Catholic Charities offices in Washington, on September 16, 2015. Photo courtesy of REUTERS/Jonathan Ernst *Editors: This photo may only be republished with RNS-POPE-HOMELESS, originally transmitted on Sept. 24, 2015. Empezamos a ver a personas durmiendo o pasando la noche en los portales, cajeros, puentes…

Todos los cristianos queremos ofrecer signos para que las personas puedan sentirse llamadas a seguir a Jesús de Nazaret.

Y hay un signo –significativo- que hoy veo sencillo y expresivo.

En casi todas las diócesis hay locales, pisos, habitaciones, que no estamos usando como comunidad cristiana y que se están envejeciendo en la soledad y el silencio. Pensemos la cantidad de habitaciones que tenemos en los seminarios, casas de monjas, antiguos colegios, casas parroquiales…

Vería un gesto muy positivo el compartir esos pisos con las personas sin techo, por lo menos hasta que puedan ser personas empadronadas y cobrar la renta ciudadana. En el proceso de acompañar a los refugiados o a los inmigrantes a ser ciudadanos con todos los derechos y obligaciones, hay que empezar porque tengan empadronamiento. Y para ello, necesitan un piso donde vivir. Qué buena operación por parte de los cristianos.

Es cierto que son los gobiernos los principales responsables de dar esa vivienda. Pero en la iglesia no podemos seguir teniendo pisos vacíos. Si queremos vivir el espíritu de Jesús, podemos ceder los pisos.

Sé por propia experiencia lo que cuesta encontrar una vivienda para una familia así. Y mientras, los pisos diocesanos, vacíos.

Buscamos signos evangelizadores. Ahí tenemos uno muy importante. Obras son amores. Alabamos cuando alguna parroquia deja sus locales para que puedan comer y dormir los empobrecidos. Mucho más cuando se trata de locales que están vacíos, abandonados, sin usar.

Incluso todos los cristianos, todas las personas que lo deseemos, podemos unirnos y poner cada uno al mes una cantidad pequeña y entre todos pagar durante seis meses la cuota de alquiler. Luego ya cobrarán como ciudadanos empadronados los 430 euros.

Nuestra misión es crear vida digna para todos. Y quien más lo necesita es quien peor lo pasa.

No se encuentran pisos baratos. Es una necesidad urgente. Podemos prestar nuestras huertas y locales para edificarlos. Y podemos prestarlos a las rentas bajas. El Reino exige la entrega total hacia una sociedad nueva. Y este es un signo urgente.

La principal responsabilidad es del gobierno, pero, en caso de no hacerlo y mientras lo seguimos exigiendo, hay personas que tienen que vivir en la calle. Sería un buen gesto por nuestra parte. Hasta me atrevería a decir: ni un euro más gastado en arreglo de templos, mientras todos los hijos de Dios no tengan casa.

Las personas que piden a la puerta de nuestras iglesias, nos lanzan un SOS. ¿Cómo entrar nosotros en el templo y dejar fuera sin morada a tantas personas?

Entramos en el templo y rezamos alegremente “por los que no tienen vivienda, roguemos al Señor” Y siento que Dios me dice: “pues haz algo, pon siquiera un ladrillo para que encuentren dónde vivir “

No faltan viviendas, falta reparto y uso de las viviendas. Hay para todos.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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Volvernos hacia los pobres

Jueves, 15 de noviembre de 2018
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Durante mucho tiempo, busqué firmeza y seguridad entre los sabios e inteligentes, apenas consciente de que las cosas del Reino son reveladas a los niños, y que Dios ha escogido – para avergonzar a los sabios – a aquellos que son necios según las convenciones humanas. Pero cuando experimente la cálida acogida, sin pretensiones, de los que no tienen nada de que jactarse; cuando recibí el abrazo cariñoso de personas que no hacían preguntas, entonces descubrí poco a poco que el verdadero retorno a nuestro hogar espiritual significa volvernos hacia los pobres de espíritu, a quienes pertenece el Reino de los Cielos”.

*

Henri Nouwen

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Opción preferencial

Sábado, 10 de noviembre de 2018
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Del blog Nova Bella:

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“Es inconcebible que se diga a alguien “cristiano”

y no tome como Cristo

una opción preferencial por los pobres”

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San Romero de América

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Vino nuevo en odres nuevos.

Miércoles, 26 de septiembre de 2018
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La imagen de Jesús es ésta: «Os daré una nueva visión del mundo que vosotros gustaréis como un vino nuevo, pero esta novedad quedará completamente frustrada si no tenéis odres nuevos. Si no existen estructuras nuevas que reflejen la nueva actitud mental, entonces también se habrá perdido la actitud mental. Ambos deben ser renovados: el continente y el contenido; de otro modo, ambos se perderán».

Nosotros, tradicionalmente, hemos intentado predicar un Evangelio hecho en gran parte de palabras, de modos de pensar y de experiencias de salvación interiores. La gente dice que está salvada, que está «regenerada»; ahora bien, ¿cómo hacemos para saber si alguien está salvado? ¿Aman a los pobres? ¿Se han liberado de su yo? ¿Se muestran pacientes ante las persecuciones? Estos podrían ser los verdaderos indicadores […].

Todos somos un poco iguales. Es más fácil hablar del vino sin nombrar los odres; hablar de la salvación de una manera teórica, sin instaurar un nuevo orden en el mundo. Honestamente, las naciones europeas que se definen como cristianas fundamentan su sociedad -tal como hacemos todos nosotros- enteramente sobre estructuras de dominio y de control: racismo, sexismo, clase social, poder y dinero. Se fundamentan en todas esas cosas en las que Jesús nos dijo que no fundamentáramos nuestra vida. Hay un poco de vino nuevo en algunos odres muy viejos.

*

R. Rohr,
Il piano di Gesú per un mondo nuovo,
Brescia 1 999

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Domingo de Guzmán, un cristiano libre

Miércoles, 8 de agosto de 2018
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En la Fiesta de Santo Domingo de Guzmán, recordemos a este hombre providencial, amante de la pobreza y de la libertad en el compromiso…

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(imagen Saint Dominic of Guzman ora pro nobis by DCJBeeers)

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Nació en Caleruega (Burgos), en España, en 1172. Hacia 1196 se convirtió en canónigo del capítulo de la catedral de El Burgo de Osma (Soria). Acompañó al obispo Diego en una importante misión por el norte de Europa. Al pasar por el sur de Francia, vio claramente el daño que la herejía cátara estaba haciendo entre los fieles y maduró el designio de reunir a algunas personas que se dedicaran a la evangelización a través de la predicación pobre, estable y organizada del Evangelio.

Este proyecto, aprobado por vez primera por Inocencio III, fue reconocido definitivamente por Honorio III el 22 de diciembre de 1216. Este último llamó «Hermanos Predicadores» a sus miembros. Domingo diseminó de inmediato a los hermanos que le siguieron por las regiones más remotas de Europa. Solía decir: «No es bueno que el grano se amontone y se pudra».

Precisó en dos congregaciones generales los fundamentos y los elementos arquitectónicos de su familia religiosa: vida en común pobre y obediente, la oración litúrgica, el estudio asiduo de la Verdad ordenado a la predicación, entendida como contemplación en voz alta, participación en la misión propia de la Iglesia, sobre todo en las tierras todavía no  evangelizadas.

Hombre genial, sabio, misericordioso, era «tierno como una madre y fuerte como el diamante» (Lacordaire). Murió en Bolonia el 6 de agosto de 1221. Gregorio IX lo canonizó el 3 de julio de 1234.

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“¿Cómo podré yo seguir estudiando en pieles muertas, en pergaminos, cuando hermanos míos en carne viva se mueren de hambre?”

“Con los pies descalzos salgamos a predicar”.

“Si alguien enseña a los frailes que faltar a las observancias es pecado, yo mismo iré sin demora por los claustros raspando todas las reglas con su cuchillo”.

“El trigo amontonado se pudre”.

“Tened caridad, conservad la humildad, poseed la pobreza voluntaria”.

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“Domingo de Guzmán, varón compasivo”, por Martín Gelabert Ballester, OP

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El primer modo de orar consistía en humillarse ante el altar como si Cristo, representado en él, estuviera allí real y personalmente, y no sólo a través del símbolo. Se comportaba así en conformidad al siguiente fragmento del libro de Judit: Te ha agradado siempre la oración de los mansos y humildes (Jdt 9,1 ó). Por la humildad obtuvo la cananea cuanto deseaba (Mt 15,21-28), y lo mismo el hijo pródigo (Le 15,11-32). También se inspiraba en estas palabras: Yo no soy digno de que entres en mi casa (Mt 8,8); Señor, ante ti me he humillado siempre (Sal 146,61). Y así, nuestro Padre, manteniendo el cuerpo erguido, inclinaba la cabeza y, mirando humildemente a Cristo, le reverenciaba con todo su ser, considerando su condición de siervo y la excelencia de Cristo. Enseñaba a hacerlo así a los frailes cuando pasaban delante del crucifijo, para que Cristo, humillado por nosotros hasta el extremo, nos viera humillados ante su majestad.

Mandaba también a los frailes que se humillaran de este modo ante el misterio de la Santísima Trinidad, cuando se cantara el Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. […]

Después de esto, santo Domingo, ante el altar de la iglesia o en la sala capitular, se volvía hacia el crucifijo, lo miraba con suma atención y se arrodillaba una y otra vez; hacía muchas genuflexiones, a veces, tras el rezo de completas y hasta la media noche, ora se levantaba, ora se arrodillaba, como hacía el apóstol Santiago, o el leproso del evangelio que decía, hincado de rodillas: Señor, si quieres, puedes curarme (Mt 8,2); o como Esteban, que, arrodillado, clamaba con fuerte voz: No les tengas en cuenta este pecado (Hcfi7,60). El padre santo Domingo tenía una gran confianza en l a misericordia de Dios, en favor suyo,  en bien de todos los pecadores y en el amparo de los frailes jóvenes que enviaba a predicar. […] Enseñaba a los frailes a orar de esta misma manera, más con el ejemplo que con las palabras.

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I. Taurisano,
Il nove modi di pregare di san Dominico,
ASOP 1922, pp. 96ss.

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¿La Navidad es una buena noticia?

Viernes, 5 de enero de 2018
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Cochabamba (Bolivia).

ECLESALIA, 22/12/17.- Navidad ya no es para los cristianos creyentes una buena noticia, es una fiesta con mucho consumo. Es la gran fiesta del dios mercado y aunque se llenan todavía los templos para este día, más se llenan los supermercados.

Y si no es buena noticia para los creyentes menos lo es para los que no lo son y menos para los no cristianos. Sin embargo quisiera hablar de la novedad de la Navidad, aunque sea más allá de la fe religiosa.

Jesús de Nazaret fue más allá de la fe religiosa de su tiempo y los religiosos de entonces, los sacerdotes, el sumo sacerdote y los grupos piadosos como eran los saduceos y los fariseos lo condenaron a muerte

Y su novedad, su mensaje liberador, como buena noticia para los pobres, se lo fue dejando en el olvido, preocupados los poderes políticos y religiosos en la definición de dogmas y de otros intereses menos dignos.

De la Navidad no nos pudo hablar Jesús, la que si nos habla es su madre. Es sólo por la fe católica que creemos en su virginidad, lo que se ha convertido en muro de separación entre cristianos y en una exaltación hasta divinizar a María, como una diosa, como madre de Dios y Virgen, con el fin de pedirle favores, pero no para conocer su vida y su buena noticia.

Sin embargo nuestra María de la Navidad es buena noticia, pues ella  se pone del lado las mujeres humilladas, como ella lo fue por sus contemporáneos, para quienes no fue más que una madre soltera y para algunos violada por algún soldado romano desconocido, como ocurría frecuentemente. José su prometido después de serias dudas la recibió con amor como esposa, cuando supo de su sufrimiento y de su verdad.

María, esperando a Jesús en su visita a su prima también embarazada, le dice que está muy alegre, porque Dios ha mirado su humillación, y que su misericordia llegará a todas las generaciones (sobre todo a las generaciones de mujeres, violadas, prostituidas, abandonadas, maltratadas y postergadas, aun por los que se dicen guardianes de la religión). Y añade además que Dios derriba a los soberbios y a los poderosos de sus tronos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. (Lucas 1,50-51)

Esta es su buena noticia, para los pobres y sobre todo para todas las mujeres.

 (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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“No se puede resolver el problema de los pobres sin la participación de los propios pobres”, por Leonardo Boff.

Sábado, 18 de noviembre de 2017
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bajarcruzpobresSiempre que se celebra un Foro Social Mundial, tres días antes, se celebra también un Foro Mundial de la Teología de la Liberación. Participan más de dos mil personas de todos los Continentes (Corea del Sur, varios países de África, Estados Unidos, Europa y de toda América Latina) que practican en sus trabajos este tipo de teología. Ella implica tener siempre un pie en la realidad de la pobreza y de la miseria y otro pie en la reflexión teológica y pastoral. Sin este maridaje no existe Teología de la Liberación que merezca ese nombre.

Cada cierto tiempo hacemos nuestras evaluaciones. La primera pregunta es: ¿cómo está el Reino de Dios aquí en nuestra realidad contradictoria? ¿Dónde están las señales del Reino en nuestro Continente, pero también en China, en África crucificada, especialmente en medio de los pequeños de nuestros países?

Preguntar por el Reino no es preguntar cómo está la Iglesia, sino cómo va el sueño de Jesús, hecho de amor incondicional, de solidaridad, de compasión, de justicia social, de apertura a lo Sagrado y qué centralidad se da a los oprimidos. Estos y otros valores forman el contenido de lo que llamamos Reino de Dios, el mensaje central de Jesús. El nombre es religioso pero su contenido es humanístico y universal. Él vino a enseñarnos a vivir esos valores y no simplemente a trasmitirnos doctrinas sobre ellos.

Igualmente, cuando se pregunta cómo va la Teología de la Liberación, la respuesta está contenida en esta pregunta: ¿cómo están siendo tratados los pobres y los oprimidos, las mujeres, los desempleados, los pueblos originarios, los afrodescendientes y otros excluidos? ¿Cómo entran en la práctica liberadora de los cristianos? Conviene subrayar que lo importante no es la Teología de la Liberación sino la liberación concreta de los oprimidos. Esta es una presencia del Reino y no la reflexión que se hace.

Del 12 al 14 de octubre unos 50 teólogos y teólogas de toda América Latina tuvimos un encuentro en Puebla (México). Fue organizado por Amerindia, una red de organizaciones y de personas comprometidas con los procesos de transformación y de liberación de nuestros pueblos. Esta reunión, hecha en clave cristiana y crítica, analiza el momento histórico en que vivimos, con una perspectiva holística, enfatizando los contenidos místicos/proféticos y metodológicos de la Teología de la Liberación, hecha a partir de esa realidad.

Allí estaban algunos de los “padres fundadores” de este tipo de teología (a principios de la década de 1970), todos entre 75-80 años, que se encontraban con la nueva generación de jóvenes teólogos (indígenas entre ellos) y teólogas (algunas negras e indígenas). Con un sentido profundamente igualitario y fraterno, queríamos identificar nuevas sensibilidades, nuevos enfoques y maneras de procesar ese tipo de teología, qué dignidad atribuimos a los que no cuentan y son invisibilizados en nuestra sociedad de corte neoliberal y capitalista.

En vez de conferencias -hubo solo dos introductorias en la apertura- preferimos trabajar en mesas redondas, en pequeños grupos y hacer intercambios en conjunto. De esta forma todos podían participar en un enriquecimiento fecundo.

Había teólogos/as que trabajaban en medio de indígenas, otros en las periferias pobres de las ciudades, otros en la cuestión de género (como superar relaciones de poder desiguales entre hombres y mujeres) en toda una región, otros eran profesores e investigadores universitarios pero orgánicamente vinculados a los movimientos sociales. Todos venían de experiencias fuertes y hasta peligrosas, especialmente en América Central con los cárteles del narcotráfico, las desapariciones, las “maras” (crimen  organizado de jóvenes violentos) y la violencia policial. Todos los trabajos fueron transmitidos por internet y había miles de seguidores en todo el Continente.

No se puede resumir la densidad reflexiva de tres días de trabajo intenso, pero quedó claro que hay distintas formas de entender la realidad (epistemologías), ya sea de los pueblos originarios, sea de los afrodescendientes, sea de hombres y mujeres marginados e integrados. Para todos era evidente que no se puede resolver el problema de los pobres sin la participación de los propios pobres. Ellos deben ser los sujetos y protagonistas de su liberación. Nosotros estamos dispuestos a ser aliados y fuerza secundaria.

La Teología de la Liberación de los “viejos” y de los nuevos es como una semilla que representa la “fuerza de los pequeños”, lema del encuentro. Esa semilla no murió. Seguirá viva mientras haya un único ser humano oprimido que grite por liberación.

Recordamos el poema de Pablo Neruda: “¿Cómo saben las raíces que deben subir a la luz y luego saludar al aire con tantas flores y colores?” Con Dostoievsky y con el Papa Francisco creemos también que fundamentalmente lo que salvará al mundo es la belleza, fruto del amor a la vida y a aquellos que injustamente menos vida tienen.

Leonardo Boff

Fuente Koinonía

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Dom 29. X. 2017. Dios sólo no basta… y al prójimo amarás como a ti, pero recuerda que es otro

Domingo, 29 de octubre de 2017
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sanserafindesarov1Del blog de Xabier Pikaza:

Dom 30, ciclo a. Mt 22, 34-40. Amarás a Dios con todo tu corazón y el prójimo como a ti mismo. Éstos son los dos primeros (y únicos) artículos del “mandamiento” o credo de Jesús, las marcas que señalan la identidad del cristiano, no para separarle de los demás, sino para unirle con todos los que se dejan amar y aman, de cualquier estado o raza que sean, varones o mujeres, judíos o romanos, de un estado político o de otro.

Dejarse amar de corazón por Dios (¡la vida!) y acompañar al prójimo en amor, esto es, en vida, no en ideología de política o de raza, esto es el evangelio, ésta es la fe de Cristo. Todo lo demás es apostilla, nota a pie de página, simple consecuencia.

Éste es el tema: Ser en amor, caminando así entre dos amantes – amados, que son el mismo (Dios “y” prójimo), inseparables ambos, siendo, al mismo tiempo, distintos en su unidad, como iré indicando, pues no basta con decir que yo amo a Dios si no amo al prójimo en concreto.

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Según eso, la fe es dejarse amar por Dios (y por los otros) y amar a Dios y al prójimo en concreto, pero siempre en apertura a todos, sabiendo que en general los prójimos son distintos de tí, y que sólo en respeto a la distinción puedes amarñes, superando fronteras de religión y tendencia sexual de raza o cultura, como enseñó Jesús, pero siempre dialogando, respetando, buscando caminos de encuentro en la distinción. Aquí no basta con decir (como algunos dicen en la misa, que hay que amar “a muchos”). Muchos no basta, hay que decir de un modo universal “a todos”, siendo distintos.

No hay por una parte fe y por otra vida, sino que la misma vida de amor (el mandamiento) es fe. No hay por tanto una “ortodoxia” separada de la vida, una especie de creencia que vale aunque no se cumpla… El acto mayor de fe creer en el amor (que soy amado) y amar en concreto, con el riesgo y la gracia que eso implica

22730047_876732299170630_916379361150345561_nLa ortodoxia es la “ortopraxia”, si vale la palabra. Creer es amar, no es otra cosa, pues en el fondo fe y amor se identifican: Creer a los demás, ser fiable para ellos. De esa forma el amor en que se unen Dios y el prójimo, según la respuesta de Jesús, es el único dogma del credo de la iglesia, de manera que todo lo demás (iglesia e instituciones eclesiales, jerarquía y dogmas, otros mandamientos) resulta secundario.

Imágenes:
1. San Serfín de Sarov y el oso. El amor al otro integrado en un sentimiento cósmico de amor sagrado
2. Cita de Machado: Ama al prójimo como a ti, pero sabiendo que es distinto y respetando su distinción, en línea personal y social, de ideas y de sentimiento.
3. Riesgo de que el prójimo sea sólo una imagen de ti mismo… no te veas sólo a ti mismo cuando le quieres… Es como tú, pero es él.

Buen día a todos, y como “ciervos de espesura” (San Juan de la Cruz) brindemos por el amor, que es siempre uno, siendo a la vez siempre doblo, como verá quien siga leyendo.

Texto. Mateo 22,34-40

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?”
Él le dijo: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.” Este mandamiento es el principal y primero.
El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los Profetas.”

Organizar los mandamientos

evangelio-de-mateoSe suele decir que este doble mandamiento recoge la experiencia más profunda de la teología israelita, que se funda en el Shema, amar a Dios con todo el corazón (Dt 6, 4-9; cf. Dt 11, 13-21 y Num 15, 37-41), y en el principio de amar al prójimo como a uno mismo (Lev 19, 18). Muchos habían hablado de estos “dos amores”, pero parece que Jesús fue el primero en formularlos de esta forma (cf. J. P. Meier, Judío marginal IV, 483-505).

Los que preguntan le piden a Jesús que diga cuál es el primer mandamiento, y lo hacen con autoridad, para ver si es ortodoxo en su doctrina. Le piden que diga el primero, pero él responde diciendo que hay dos, no basta uno:
1. Amar a Dios (dejarse amar por Dios), por encima de todas las cosas.
2. Amar al prójimo como a sí mismo”…

Le preguntan por uno, y Jesús responde con dos, como indicando que al principio no hay un tipo de monismo (sólo Dios o sólo el hombre) sino un dualismo básico,
una unidad y distinción entre Dios (fundamento del que brota la vida del hombre, a quien hay que escuchar y acoger) y el prójimo a quien uno debe amar como a sí mismo, como si formara parte de la Vida de su vida.

Jesús forma parte del Israel mesiánico (Cristiano), de la Comunidad de aquellos que “escuchan” a Dios, es la Iglesia de Jesús, con la totalidad de los hombres y mujeres capaces de recoger amor (dejarse amar, naciendo en amor a la vida). Éste es el nuevo Israel, sin necesidad de templo ni de ley, de circuncisión ni de mandatos más concretos. Hay un único mandato, que vincula al “Israel de Dios”, formado por aquellos que se saben nacidod por amor y quieren expresarlo en su vida.

Este mandamiento dice “amarás…”. Dios habla desde su propia transcendencia gratificante, como amor… Habla Dios amando todo, y haciendo así que todos sean (como sabe y dice el libro de la Sabiduría, comentando el Shema y el principio de la creación). Pues bien, Dios ha creado al ser humano de tal forma que le hace capaz de responderle amando.

Al lado de ese ese “primer” mandamiento Jesús ha situado un segundo, que ya era conocido, pero que no había recibido la importancia que le da Jesús. Un mandamiento que es segundo (deuteros) y por tanto distinto, pero semejante al primero: “Amarás a tu prójimo…”.

Amores consubstanciales

Como el amor es “uno” (agapêseis) y el “objeto” del amor son dos (Dios y el prójimo) se plantea aquí una especie de “consustancialidad”, esto es, de identificación entre Dios y el prójimo. Éste es en el fondo el mismo tema que plantearán más tarde los concilios de Nicea (325 d.C.) y Calcedonia (451): Jesús es Dios y hombre… Siendo un hombre, Jesús es consubstancial a Dios, “homo-ousios”, de la misma ousía, de forma que en Jesús amamos, al mismo tiempo a Dios y al prójimo (dejándonos amar por Dios y el prójimo).

Mt 22, 39 dice que “el segundo mandamiento (amar al prójimo) es igual al primero… (amar a Dios)”. Ciertamente, la palabra que emplea el evangelio es “homoios” (semejante) y no “homo-“ igual), de manera que, según las controversias teológicas posteriores, podríamos hablar de un “homoiousios” en vez de un “homoousios”, como se dijo una y otra vez en la disputas arrianas, pero Mateo no ha planteado estos temas posteriores, sino que dado la misma dignidad a las dos mandamientos, pues en ellos se expresa y vive un mismo amor.

Un desbordamiento: del Amor a Dios (Shema) al amor al Prójimo

En este lugar de desbordamiento creador (donde Dios se hace prójimo) nos sitúa Jesús. Si sólo hubiera la primera parte (escuchar a Dios y responderle) el ser humano podría acabar en un espiritualismo teológico. Pues bien, para superar ese “riesgo”, retomando, pero situando en un lugar nuevo una palabra clave del judaísmo de su tiempo (Lev 19, 18), Jesús interpreta y amplia el amor a Dios diciendo: amarás a tu prójimo como a ti mismo.

La novedad de Jesús está en la fuerza que ha dado al término común agapêseis (amarás: hebreo ‘ahabta) de Dt 6, 5 y Lev 19, 18, uniendo los dos mandamientos (amores) y diciendo que no hay “otro” mayor que estos. Son dos amores, pero forman uno solo, son aquello que el escriba llamaba el primero de todos (prôte pantôn de 12, 28). Leer más…

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“Aprenda a salvarse en treinta segundos”. Domingo 30. Ciclo A.

Domingo, 29 de octubre de 2017
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pobrezaDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj: 

¿Cuál es el mandamiento principal? Muchos católicos responderían: «Ir a misa el domingo». Los que piensan así probablemente no irán a misa este domingo. A los que piensen de otro modo y vayan, les gustará recordar lo que pensaba Jesús.

El problema de los contemporáneos de Jesús

En los domingos anteriores, diversos grupos religiosos se han ido enfrentado a Jesús, y no han salido bien parados. Los fariseos envían ahora a un especialista, un doctor de la Ley, que le plantea la pregunta sobre el mandamiento principal. Para comprenderla, debemos recordar que la antigua sinagoga contaba 613 mandamientos (248 preceptos y 365 prohibiciones), que se dividían en fáciles y difíciles: fáciles, los que exigían poco esfuer­zo o poco dinero; difíciles, los que exigían mucho dinero (como honrar padre y madre) o ponían en peligro la vida (la circuncisión). Generalmente se pensaba que los importantes eran los difíciles, y entre ellos estaban los relativos a la idolatría, la lascivia, el asesinato, la profanación del nombre divino, la santificación del sábado, la calumnia, el estudio de la Torá.

¿Se puede reducir todo a uno?

Ante este cúmulo de mandamientos, es lógico que surgiese el deseo de sintetizar, de saber qué era lo más importante. Este deseo se encuentra en una anécdota a propósito de los famosos rabinos Shammai y Hillel, que vivie­ron pocos años antes de Jesús. Una vez llegó un pagano a Shammai y le dijo: «Me haré prosélito con la condición de que me enseñes toda la Torá mien­tras aguanto a pata coja». Shammai lo despidió amenazándolo con una vara de medir que tenía en la mano. El pagano acudió entonces a Hillel, que le dijo: «Lo que no te guste, no se lo hagas a tu prójimo. En esto consiste toda la Ley, lo demás es interpreta­ción” (Schabat 31a). También el Rabí Aquiba (+ hacia 135 d.C.) sintetizó toda la Ley en una sola frase: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo; este es un gran princi­pio general en la Torá».

La novedad de Jesús

Mateo había puesto en boca de Jesús una síntesis parecida al final del Sermón del Monte: «Todo lo que querríais que hicieran los demás por vosotros, hacedlo vosotros por ellos, porque eso significan la Ley y los Profetas» (Mt 7,12). Pero en el evangelio de hoy Jesús responde con una cita expresa de la Escritura:

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús habla hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:

̶ Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?

Él le dijo:

̶  Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.

            «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente» (Deuteronomio 6,5). Son parte de las palabras que cualquier judío piadoso recita todos los días, al levantarse y al ponerse el sol. En este sentido, la respuesta de Jesús es irreprochable. No peca de originalidad, sino que aduce lo que la fe está confesando continuamente.

            La novedad de la respuesta de Jesús radica en que le han preguntado por el manda­miento principal, y añade un segundo, tan importante como el primero: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Levítico 19,18). Una vez más, su respuesta entronca en la más auténtica tradición profética. Los profetas denunciaron continuamente el deseo del hombre de llegar a Dios por un camino individual e intimista, que olvida fácilmente al prójimo. Durante siglos, muchos israelitas, igual que muchos cristianos, pensaron que a Dios se llegaba a través de actos de culto, peregrinaciones, ofrendas para el templo, sacrificios costosos… Sin embargo, los profetas les enseñaban que, para llegar a Dios, hay que dar necesariamente el rodeo del prójimo, preocuparse por los pobres y oprimidos, buscar una sociedad justa. Dios y el prójimo no son magnitudes separables. Tampoco se puede decir que el amor a Dios es más importante que el amor al prójimo. Ambos preceptos, en la mentalidad de los profetas y de Jesús, están al mismo nivel, deben ir siempre unidos. «De estos dos mandamientos penden la Ley entera y los Profetas» (v.40).

El prójimo son los más pobres (1ª lectura)

            En esta misma línea, la primera lectura es muy significativa. Podían haber elegido el texto de Deuteronomio 6,4ss donde se dice lo mismo que Jesús al principio: «Escucha, Israel, el Señor tu Dios es uno. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón…» Sin embargo, han elegido un texto del Éxodo que subraya la preocupación por los inmigrantes, viudas y huérfanos, que son los grupos más débiles de la sociedad (la traducción que se usa en España dice los «forasteros», pero en realidad son los inmigrantes, los obligados a abandonar su patria en busca de la supervivencia, marroquíes, senegaleses, rumanos, etc.). Luego habla del préstamo, indicando dos normas: si se presta dinero, no se pueden cobrar intereses; si se pide el manto como garantía, hay que devolverlo antes de ponerse ponerse el sol, para que el pobre no pase frío. Es una forma de acentuar lo que dice Jesús: sin amor al prójimo, sobre todo sin amor y preocupación por los más pobres, no se puede amar a Dios.

Así dice el Señor: «No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto. No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé. Se encenderá mi ira y os haré morir a espada, dejando a vuestras mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos. Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a acostar? Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo.»

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Domingo XXX. 29 Octubre, 2017

Domingo, 29 de octubre de 2017
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d30

“Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los Profetas.”

(Mt 22, 34-40)

“Amarás al Señor tu Dios… y a tu prójimo.” Nos sabemos “el mandamiento del amor” de memoria, lo hemos escuchado cientos de veces y, como pasa con todo lo que se repite… ¡nos hemos acostumbrado!

Lo oímos o lo leemos y apenas nos llama la atención. Ya no nos hace pensar. Pero, probablemente, estas palabras tuvieron una resonancia muy distinta en los oídos de los fariseos que preguntaron, y también en los primeros judíos que escucharon las palabras de Jesús.

Los judíos del tiempo de Jesús, fariseos, saduceos o de cualquier otra escuela, ya sabían que tenían que amar a Dios. También sabían que tenían que amar al prójimo. Entonces, ¿dónde está la novedad?

Amar a Dios y amar al prójimo se había convertido en un mandamiento más, dentro de una lista excesivamente larga de mandamientos y preceptos. Con el paso del tiempo los judíos acabaron creyendo que amar a Dios era cumplir la Ley. Jesús les dice que cuando se ama de verdad a Dios y a las demás personas la Ley deja de tener importancia. El amor supera toda Ley.

Esta fue la gran novedad, la radicalidad del mensaje de Jesús. Pero, claro, con el correr de los años la fuerza de aquella novedad se tuvo que acomodar, y se fue institucionalizando. Los primeros discípulos dieron paso a las primeras comunidades, las cuales necesitaban organizarse. El mensaje se propagaba y con él hacía falta una “hoja de ruta”. Y el Amor tuvo que dejar espacio, de nuevo, a otras leyes.

Aquellos seiscientos preceptos que agobiaban a los judíos del tiempo de Jesús parecen poca cosa cuando te enfrentas con el Código de Derecho Canónico… Es así, necesitamos normas. Ya es difícil la convivencia habiendo leyes, ¡cómo sería si faltaran!

Las leyes son necesarias, pero no son absolutas. Absoluto es el AMOR, así, con mayúsculas, el verdadero, el que nace de lo más profundo y sincero del corazón humano.

Cuando alguien es capaz de vivir desde ahí las leyes se le quedan pequeñas. No necesita que le digan que no debe dañar a nadie, ya lo sabe. En el Reino ya no habrá normas, ni leyes. Habrá amor en grandes cantidades.

Oración

Trinidad Santa, ensancha nuestro corazón y llénalo de tu Amor para que empecemos a gustar ya ahora la felicidad del Reino.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Solo un mandamiento, amar. Solo un pecado, ignorar al otro.

Domingo, 29 de octubre de 2017
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evangelio-mateo-22-34-40-amaras-dios-todo-corazon-projimo-ti-mismo_thumbMt 22, 34-40

La pregunta sobre el tributo al Cesar se la hicieron los fariseos y herodianos. A continuación, narra Mt otra pregunta de los saduceos sobre la resurrección de los muertos, en la que ellos no creían. Quieren ridiculizar la creencia en otra vida con el supuesto de siete hermanos que estuvieron casados con la misma mujer. Jesús desbarata sus argumentos. Por eso, a continuación, el texto de hoy dice: “Al oír que había hecho callar a los saduceos”, los fariseos vuelven a la carga: ¿Cuál es el primer mandamiento?

La pregunta no era tan sencilla como puede parecernos hoy. La mayoría de los juristas consideraba que todos los mandamientos tenían la misma importancia. Otros defendían que guardar el sábado era la primera obligación de todo israelita. También había quien defendía el amor al prójimo como el principal. A nadie se le había ocurrido que el principal mandamiento fueran dos. En Mt y en Mc, Jesús responde recitando la “shemá” (escucha), que todo israelita piadoso recitaba dos veces cada día (Dt 6, 4-9); pero en Mt Jesús añaden una referencia al (Lev 19,18) que prescribe amar al prójimo como a ti mismo.

La originalidad de Jesús está en unir los dos mandamientos. De hecho, lo único que hace es citar dos textos del AT. No se trata solo de una yuxtaposición o de una equiparación. Se trata de una identificación en toda regla, que además, prepara el terreno a Jn para poder decir con rotundidad: “un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 13,34). Es el mandamiento nuevo, que convierte la Ley en vieja. Después de 20 siglos, seguimos sin aceptar la diferencia entre AT y NT.

El valor absoluto de cada persona es una propuesta exclusiva de Jesús. Hasta entonces el individuo no contaba más que como perteneciente e integrado en el grupo. Desde esa perspectiva, lo único que interesaba eran las manifes­taciones del amor, no el amor mismo. De ese modo, el precepto recaía sobre las manifestaciones. El amor que exige Jesús, no se puede alcanzar con el cumplimiento de un precepto. Ya no se trata de una ley, sino de una actitud. “Un amor que responde a su amor”. El amor que pide Jesús no se impone.

El concepto de “prójimo” es modificado por Jesús de manera sustancial. Para un judío, prójimo era el que pertenecía al pueblo y, a lo sumo, el prosélito. Jesús desbarata esa barrera y postula que todos somos exactamente iguales para Dios. El cristianismo no siempre ha sabido trasmitir esta idea de igualdad y hemos seguido creyendo que nosotros somos los elegidos y que Dios es nuestro Dios, como los judíos de todos los tiempos

Jesús no propone un amar a Dios ni un amor a él mismo. Dios ni ama ni puede ser amado, es amor. La exigencia de Jesús no es con relación a Dios, sino con relación al hombre. Cuando seguimos proponiendo los mandamientos de la “Ley de Dios” como marco para la vida de la comunidad, es que no hemos entendido el mensaje de Jesús. S. Agustín lo entendió muy bien cuando dijo: “Ama y haz lo que quieras”. Pero Pablo lo había dicho con la misma claridad: “Quien ama ha cumplido el resto de la Ley”. No se trata de una nueva ley, sino de hacer inútil toda ley, toda norma, todo precepto.

El “como a ti mismo” (también superado por Jesús: “como yo os he amado”) necesitaría un comentario más extenso. Únicamente diré, que el amor solo se puede dar entre iguales. Si considero superior o inferior al otro, mi relación con él nunca será de amor. Desde esta perspectiva, ¿a dónde se van todas nuestras “caridades”? Lo que nos pide Jesús es que quiera para los demás todo lo que estoy deseando para mí. ¡De verdad creo hacer caridad cuando doy al mendigo la ropa vieja que ya no voy a utilizar!

Una vez más tenemos que resaltar la imposibilidad de aceptar el mensaje de Jesús sin abandonar la idea de Dios el AT. Esta es la trampa en la que cayeron los primeros cristianos que eran todos judíos. Aquí está, también, la clave para entender tantas aparentes contradicciones en los evangelios. Lo que pide Jesús es más de lo que puede enseñar cualquier institución. La excesiva fidelidad a la institución nos impide alcanzar el mandamiento nuevo. Por eso Jesús criticó tan duramente las instituciones religiosas de su tiempo (Templo, Ley, culto); se habían convertido en un obstáculo para llegar al hombre.

El amor consiste en desarrollar la capacidad que tiene un ser de salir de sí, e ir al otro para enriquecerle y enriquecerse como persona. A Dios no se le puede amar directamente ni mucho ni poco, porque no le podemos conocer. Dios no es un sujeto con el que me pueda encontrar. No es nada distinto de mí o de la creación. No está en el cielo ni en ninguna otra parte. Amar a Dios no es hacer algo por Él, sino dejar que Él, que es amor, te encuentre. Demostraré que estoy abierto al Amor, que es Dios, si amo a los demás. Si dejo de amar a una sola persona, puedo estar seguro de que lo que me mueve no es el amor, sino el egoísmo, el instinto, la pasión, el interés o la simple programación.

No responde a necesidades de algún aspecto de mi ser. Acontece en la profundidad del ser, incluyendo todos sus aspectos. Es el único camino para un crecimiento armónico del ser, impidiendo que la parte material y biológica del mismo, se imponga y arrastre a la parte más noble, malográndolo sus posibilidades de ser humano. El superar el egoísmo no significa una renuncia a nada, sino un acopio de humanidad. No suprime ninguno de los aspectos de nuestra humanidad, sino que los colma y les da su verdadero sentido.

El amor no es algo que se pueda alcanzar directamente, sino una consecuencia del conocimiento. Los escolásticos decían: “no se puede amar nada, si antes no se conoce”. Pero debemos añadir, que no basta con conocer, debo conocerlo como bueno para mí. El conocimiento racional será siempre egoísta, porque solo puede apreciar lo que es bueno para mi parte sensitiva. Solo de un conocimiento vivencial puede nacer el verdadero amor. Si necesito motivos interesados para amar, no es amor. Si amamos para hacer un favor, tampoco funciona. Tengo que descubrir que soy yo el que me enriquezco al amar. Ese enriquecimiento se produce en mi verdadero ser, y eso no nos interesa demasiado.

El mayor peligro a la hora de comprender el amor es que lo confundimos con el deseo de que el otro me quiera. El deseo de que otro me ame es instintivo y no va más allá del interés egoísta. La mayoría de las veces, cuando decimos te amo, en realidad queremos decir: “quiero que me quieras”. Esto no tiene nada que ver con el mensaje de Jesús. Cuando oímos decir a una persona: no puedo vivir sin ti; en realidad, lo que está diciendo es: no te voy a dejar vivir, porque te voy exigir que vivas solo para mí.

Es ignorancia creer que podemos amar a Dios aunque no amemos al prójimo; o peor aún, que podemos amar a uno mucho y a otro poco o nada. El amor es uno solo porque es una actitud personal. El amor queda especificado en la persona que ama, no por la persona amada. Tiene que existir antes de manifestarse. Lo que llega a los demás, lo que se percibe al exterior, son solo las manifestaciones de ese amor. La actitud vital es única en cada persona, pero el amor tengo que manifestarlo de distinta manera, a cada uno.

Meditación

La buena noticia de Jesús, es que puedo identificarme con Dios.
El amor que Jesús nos pide es fruto de un descubrimiento,
que solo puedes hacer viajando hacia tu interior.
Más allá de lo razonable, tú puedes descubrir la Vida.
La VIDA de Dios está en ti y está en todas las cosas.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Un corazón sin fronteras.

Domingo, 29 de octubre de 2017
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love-neighbor¿Tú quieres saber cómo cambiar el mundo? Se hace actuando con respeto, cariño y amor (Película Noac)

29 de octubre. Domingo XXX del TO

Mt 22, 34-40

Éste es el precepto más importante, pero el segundo es equivalente: Amarás al prójimo como a ti mismo.

Ya en el segundo libro del Pentateuco, Éxodo capítulo 22, advierte Yahvé que si explotan a las viudas y huérfanos, se encenderá su ira contra su Pueblo. Y en el segundo, Levítico 19, 1-8: “No serás vengativo ni guardarás rencor a tu propia gente. Amará a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”. También en el quinto, Deuteronomio 6, 5 insiste con un enunciado similar al de Mt 22, 38-39: “Amarás al Señor, Tu Dios, con todo tu corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas”.

Jesús califica este mandato como el más importante. Y que implica escuchar su Palabra, pero una escucha que involucra todos los aspectos de la vida y que debe ser transmitida como fuerza de vida a las nuevas generaciones. Auguste Rodin comentaba la coreografía de Nijinski para la Siesta de un fauno en el periódico parisino Le Matin: “Entre la mímica y la plástica –Jesús, entre la palabra y los hechos– el acuerdo es absoluto; el cuerpo entero significa lo que quiere el espíritu; llega el carácter a fuerza de traducir el sentimiento que lo anima; tiene la belleza de los frescos y de la estatuaria antiguos; es el modelo según el que se desearía pintar y esculpir…”

El fundamento de la relación con Dios y con el prójimo es para Jesús el amor solidario. Desde una perspectiva cristiana, sin amor al prójimo no hay amor a Dios, ni se alcanza la justicia que proclama el Sermón de la Montaña. Habitualmente ignoramos el amor práctico y solidario a quienes viven excluidos por la sociedad y olvidados por la religión. Abrazando la pobreza, Jesús, impulsado por su amor solidario, no hizo otra cosa que compartir la vida de los pobres, a quienes de modo particular vino a anunciar la Buena Nueva.

Esta idea de la solidaridad la recalcó con énfasis el Papa Francisco en la breve entrevista insertada en la página web de Feadulta el pasado once de junio:

“A mí me ayuda no mirar las cosas desde el centro. Cuando uno se va encerrando en el pequeño mundito del movimiento, de la parroquia, del arzobispado, acá mismito de la Curia, entonces no se capta la verdad. Sí se la capta quizás en teoría, pero no se capta la realidad de la verdad en Jesús. A mí me gustan más las cosas desde la periferia que desde el centro”Y en su discurso de hace un par de semanas ante la FAO, anuncia la esperanza de un horizonte fraterno y pide a la cooperación internacional que conjugue “la categoría del amor” en sus actividades.

En la película estadounidense Noac (2014), dirigida por el judío Darren Aronofsky, se hace referencia a la necesidad de la implicación del acto amoroso en nuestros comportamientos. Le dice Dios a Noé, a propósito del desastre de diluvio: “¿Tú quieres saber cómo cambiar el mundo? Se hace actuando con respeto, cariño y amor”.

Los rabinos insistían en que todos los mandamientos eran importantes y que había que prestar una gran atención al cumplimiento de las observancias más leves. En cambio para Jesús, lo principal es el “Amarás al prójimo como a ti mismo” de Mt 22, 39 -no hay diferencia entre el amor que me tengo a mí y el que tengo a los demás-, y la satisfacción del hambre de los necesitados, aún a costa del sábado Mt 12, 1.

Como escribió Emilio Rodríguez, dominico compañero de Fray Marcos en la iglesia de Parquelagos, en su poema Universo, del libro Penúltimo cansancio (2016):

“La paloma
se lleva nuestra voz
a las montañas”.

Que todos la veamos, como señala el Texto, llevándola del Oriente al Ocaso a modo de bengalas.

LA PALOMA

Imagen de Paz te hizo Picasso.
Y yo te vi llevándola en tus alas
del Oriente al Ocaso
a modo de bengalas.
Los corazones fieros encristalas
para que el Sol les forje de ternura,
haciendo de fusiles y de balas
argumentos que sanen su locura.
Coronaste de Paz la sien del cielo
circunvalando su piel con olivos:
el Arca de Noé estaba segura.
A la sombra del calor de tu vuelo
los hijos de los hombres represivos
cambiaron por claveles su armadura.

(NATURALIA. El sueño de las criaturas. Ediciones Feadulta)

 

Vicente Martínez

 Fuente Fe Adulta

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Mandamiento principal: Amar.

Domingo, 29 de octubre de 2017
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jesus-con-gente29/10/2017. XXX TO. Mt 22,34-40.

La Ley y los Profetas se resumen en amar a Dios y al prójimo. El cómo, el por qué y hasta dónde tengo que amarlos lo marca Jesús: Como yo os he amado. Ese es el modelo. Hasta ahí llega el recorrido del amar según Jesús.

Resulta irónico y cínico que los saduceos, que no creen en la resurrección, hagan preguntas a Jesús sobre ella y que un doctor de la Ley le pregunte por el principal mandamiento de ella. Las respuestas que da Jesús van más allá de las preguntas. De hecho no responde a ellas. Son preguntas-trampa que Jesús utiliza, con maestría, para exponer su visión nueva sobre las preocupaciones profundas que las preguntas encierran. A la pregunta “Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley? Jesús responde uniendo indisolublemente lo que la Ley dice por separado en el Deuteronomio y en el Levítico: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser” y “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. En esto resume la Ley y los profetas queriendo decir que esta unión es lo fundamental en la vida.

En esta ocasión, Jesús utiliza la pregunta del doctor de la Ley para enseñar aspectos fundamentales de su mensaje, de su proyecto de Reino de Dios. Desde ahí se entiende mejor la respuesta de Jesús. Jesús responde desde la otra orilla, más allá de la Ley, desde la vida. Más allá del Deuteronomio y el Levítico. Desde “lo nuevo” de Jesús. Según Jesús lo principal es: Amar a Dios con todo tu ser y amar al prójimo como a ti mismo. (Deja para otro momento el decirnos cómo tiene que ser ese amor: amar como yo os he amado). La Ley y los Profetas se resumen en amar a Dios y al prójimo. El cómo, el por qué y hasta dónde tengo que amarlos lo marca Jesús: Como yo os he amado. Y nos lo explica mejor con un caso práctico: Parábola del samaritano. Ese es el modelo. Hasta ahí el recorrido del amar según Jesús.

En cristiano, el amor a Dios y al prójimo no son dos mandamientos, no son dos amores distintos. Los dos son “homoios”. ¡Cuidado con la traducción! Los dos amores son del mismo rango, de la misma importancia. Están al mismo nivel. Son idénticos, gemelos, siameses. Son uno, no-dos. De tal manera que no puedes amar a Dios y no amar al prójimo. O al prójimo y no a Dios. Que te equivocas si los separas. Que amas a Dios amando al hermano. Que el “a mí me lo hicisteis” nos lo dice, nos lo explica. Así nos resulta evidente que quien dice que ama a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso. Al separar lo divino de lo humano hemos vivido mucho tiempo con una religión cristiana que centraba nuestra espiritualidad en lo divino. Todo por Dios. Todo en nombre de Dios. La Encarnación la creíamos pero no sacábamos las consecuencias para nuestro cotidiano vivir. La conocíamos de memoria pero no la practicábamos. Era cosa del credo. Era un dogma que creer. No sabíamos cómo aplicar a nuestra vida esa creencia. Poco a poco vamos intentando ver que la Encarnación, es decir la humanización de Dios, es otra cosa y que tiene unas consecuencias “pragmáticas” de amplios vuelos en nuestro ser cristianos. Entre otras: Porque Dios se encarna en el hombre, en todo hombre y mujer, el amor de Dios y el amor al prójimo es el mismo. Tú puedes evaluar claramente tu amor a Dios si lo mides por el respeto, tolerancia, aceptación, que tienes hacia tu prójimo. Así el amor al hermano es el termómetro del amor a Dios. A lo invisible por lo visible. No te despistes. A lo transcendente por lo inmanente.

Además de la Encarnación Jesús nos ha dicho que Dios es amor y que nosotros somos amor. Porque estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Y esto sí que cambia todo. Esto sí que es “nuevo”, original, distintivo de Jesús. Personalmente considero que esta nueva imagen de Dios es la “revolución copernicana” de la nueva espiritualidad cristiana. El Dios de Jesús es otro Dios y la antropología cristiana es otra antropología. Nuestro ser verdadero y profundo es divino, es amor. Ahora entendemos claramente que el mandamiento principal es amar y amar como Él nos amó. No somos cualquier amor. Nuestro amor es gratuito, de entrega, servicial, para el bien, útil, eficiente. Como es el amor de Dios. Como seres evolutivos que somos, este amor es un proceso humano que se desarrolla en el tiempo. Nuestra plenitud humana la vamos consiguiendo en el grado que vamos desarrollando nuestras posibilidades amorosas, de entrega y servicio a los demás. Por eso el amar a Dios y al prójimo no es un mandamiento externo, que alguien te obliga a cumplir. Es mucho más que eso. Es una actitud humana fundamental, es tu “fondo”, tu identidad verdadera, tu ser más auténtico. Es el sentido de tu vida, la razón de tu felicidad, es tu plenitud. Por si tienes la tentación de pensar que esta es sólo una “bella teoría” te propongo que la sometas a verificación. Ensaya, varias veces, un amor gratuito y servicial a los que te rodean y luego evalúa los resultados. Enfocada nuestra existencia desde el “principio amor”, nuestra vida cobra todo su sentido. Nos da razones para levantarnos cada día con un objetivo a perseguir, con una meta que alcanzar.

Resumiendo: Iniciamos la reflexión con la premisa: Lo principal en la vida es amar. Hemos buscado alguna razón que fundamente la premisa y nos henos detenido en la humanización de Dios y en la revelación de Jesús sobre la imagen de Dios-Amor. Ahora podemos entender mejor que “Al atardecer de la vida me examinarán del amor”. Este será el “temario” del examen final. Tenemos la suerte de que sabemos las preguntas. Podemos obtener Matrícula de Honor. ¿Cómo? Aprobando cada día la prueba de oro contestando a la pregunta ¿Cuánto he servido hoy? Te deseo que seas un alumno aplicado. Tendrá cada día su afán y su alegría.

 

África de la Cruz

Fuente Fe Adulta

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El alma que anda en amor, ni cansa ni se cansa

Domingo, 29 de octubre de 2017
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4.2.7 Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. EL AMOR ES LA ACTITUD MÁS REALIZADORA Y SANANTE DEL SER HUMANO.

Podríamos decir que las personas somos un entramado de dimensiones, de elementos, que hemos de integrar bien en la vida para que resultemos equilibrados, serenos, pacíficos interiormente y en las relaciones con los demás.

Somos seres corpóreos, sexuados, sociales-políticos, libres, seres culturales, seres históricos, etc.

Probablemente todas esas dimensiones las viviremos serenamente si vivimos en amor.

Cuando otra realidad o perspectiva humana se alza como “dios”, pueden surgir graves desajustes y polarizaciones en la vida personal y comunitaria. Cuando el dios de mi vida es la patria, el poder, el sexo, el dinero, etc. entonces todo queda distorsionado.

Uno vive en bondad, una comunidad social o cristiana vive en paz, cuando vive en un clima de amor. Decía San Juan de la Cruz que el amor ni cansa, ni se cansa.

02. AMOR: EROS, FILIA, ÁGAPE.

El amor es una dimensión compleja y hermosa en todas sus perspectivas: el amor puede revestir la forma del afecto sexual (eros), de la amistad en el encuentro personal (filia), y puede ser una entrega (ágape) que es la donación personal, la caridad.

Las tres configuraciones del amor son valiosas, las tres impregnan distintos momentos de nuestra existencia.

Quizás el amor del que aquí hablamos pudiéramos decir que es BONDAD, bondad para conmigo mismo y para con los demás: sería el ágape, la caridad.

03. DIOS ES AMOR.

DIOS NOS AMA DESDE LA CREACIÓN

Dios es amor, al menos el Dios de Jesús es amor. Dios nos ha creado porque nos ha amado ya en el seno materno (salmo 138).

Dios es bueno siempre con nosotros.

Ya en el AT Dios había hecho una -muchas- ALIANZA de amor con su pueblo: Dios no abandona nunca a “su gente”, y su gente somos todos, toda la humanidad. Dios está siempre de parte de sus hijos, de la humanidad. El pueblo hacía lo que podía, que era más bien poco y regular. Pero Dios siempre es fiel, su misericordia es eterna, repite un salmo.

La seriedad de nuestra existencia humana y cristiana se entiende desde la infinita misericordia de Dios.

Los cristianos nos entendemos como tales desde el amor, desde la bondad de Dios.

Jesús no fue un monje religioso que pudiera vivir en Qumrám o en un monasterio. Jesús fue el hombre para los demás.

images104. EL AMOR NO ES LEY RELIGIOSA. (A VUELTAS CON LA RELIGIÓN).

El amor no es una norma o ley, al estilo de los 248 preceptos y de las 365 prohibiciones de la religión judía. El amor es esa fuerza que abre nuestra existencia hacia los demás.

Y el amor se realiza en lo que hemos escuchado en la primera lectura del libro del Éxodo:

No oprimirás ni vejarás al extranjero, porque extranjeros fuisteis vosotros en Egipto. No explotarás a viudas ni a huérfanos, no siendo usurero ni extorsionando al pobre.

Es muy semejante a lo que Jesús dice en el NT (Mt 25,31-46):

Amamos cuando damos de comer al hambriento, damos de beber al sediento, vestimos al desnudo, visitamos a los enfermos y encarcelados.

La tradición (los escritos) de San Juan hacen gran hincapié en el amor a los demás como criterio del amor a Dios:

Quien dice que está en la luz, pero odia a su hermano, todavía está en las tiniebla. El que ama a su hermano vive en la luz y no hay nada que le haga caer en pecado. (1Jn 2,9)

El que no ama no ha conocido a Dios, (1Jn 4,8)

El que no ama, aún está muerto. (1Jn 3,14)

El que dice: “Yo amo a Dios”, pero al mismo tiempo odia a su hermano, es un mentiroso. (1Jn 4,20)

La PERSONA RELIGIOSA pretende contentar a Dios como los fariseos y el mundo judío: cumpliendo la ley, los ritos El CRISTIANO ama a Dios a través del prójimo.

Llama la atención que hoy en día los obispos tienen la gran preocupación de la escasez de curas y, por tanto, de que no se celebre Misa en tal pueblo a tal hora. No hay preocupación por los pobres y enfermos de ese pueblo, sino por la celebración ritual de unas misas, de la confesión, etc.

Sin embargo, decía K. Rahner, el único criterio moral cristiano es el amor, el amor a los demás y, por tanto, a Dios. De otro modo: amar a Dios es ser buen samaritano, lo demás son “milongas” lucernarias.

05. EL AMOR HACE BIEN.

Probablemente la experiencia humana y cristiana más profunda sea el amor o la ausencia de amor.

Todos necesitamos en la vida amar y ser amados.

Quien ha sido y es amado, se encuentra centrado y sereno en la vida.

Hay estudios acerca de la falta de afecto inicial en los comportamientos fanáticos de tipo religiosos (Islam / ultracatólicos). Quien ha experimentado en su vida el amor, no será fundamentalista fanático. Cuando no se tiene la experiencia íntima del amor, se está tocando a vísperas de fanatismos.

El amor abre nuestra existencia a la vida, a la creatividad. El rencor entra en letargo y olvido en la medida en que somos capaces de salir de nuestro torbellino de rencor y salimos a la positividad de la vida, del trabajo, de la creatividad.

images06. SER CRISTIANO ES SENTIRSE QUERIDO POR DIOS.

Todos nos hemos encontrados con alguna o algunas personas buenas, bondadosas en la vida, personas buenas que nos quieren (sin memeces). Esa es la experiencia cristiana, sentirse amablemente querido por Dios.

Yo no sé si a Dios le preocupa ni le interesa mucho todo el tinglado eclesiástico y el cumplimiento de la normativa litúrgica y todo el tinglado ultraortodoxo, más pienso que le importan poco toda esa coreografía.

Dios siente lástima y le conmueve mucho más el hambre de los niños, el paro, la madre soltera, la chica que anda angustiada y le da vueltas la cabeza y el corazón por el aborto que le ronda. A Dios -al Dios de Jesús – le preocupan mucho más los enfermos, los deprimidos, los suicidas, los encarcelados, que si hay que ponerse casulla o cómo se celebra la penitencia.

Y es que Dios nos quiere, nos ama a los seres humanos. Dios es amor. Lo demás es “pompa y circunstancia”.
Puede ocurrir que seamos unos perfectos cumplidores, unos buenos fariseos, pero que no tengamos la experiencia de ser cristianos, ni humanos. Y esto no es que esté bien o mal jurídicamente, sino que es una pena que no sintamos en la vida la bondad de Dios.

Dios no nos ama porque nosotros seamos buenos, sino porque Él es bueno. SER CRISTIANO ES SENTIRSE QUERIDO POR DIOS Y VIVIR EN ESA BONDAD QUE TRANSMITE.

Buenos cristianos son el hijo pródigo, la pecadora que se postra a los pies de Jesús, la pobre mujer a la que quieren apedrear y a la que Jesús “no condena”, el buen samaritano, ¿Con quién trataba y comía Jesús? Pues todos esos son malos religiosos, pero excelentes cristianos, etc.

07. A VECES NO ES FÁCIL.

il_570xn-685508093_sdiwNadie dice que -a veces- sea fácil amar. En problemas serios en los que entran en juego viejos contenciosos, viejas cuestiones familiares, modos de ser y psicologías, no es tarea sencilla.

Llegar a ciertos convencimientos de bondad y amor es, en muchos casos, tarea lenta que requiere procesos y recorridos en los que se ve implicada toda la persona: la inteligencia, la libertad.

Los sentimientos negativos estarán y aflorarán -probablemente- siempre, pero habremos de aplicar la inteligencia y la razón sobre los sentimientos para saber dejar de lado, aparcar viejas cuestiones, cerrar carpetas abiertas y vivir en la mayor entereza y paz posibles.

El amor, el respeto, hacer el bien humaniza también a todo el mundo: a uno mismo y a los demás.

AMA Y HAZ LO QUE QUIERAS, O LO QUE QUIERAS (AMAS), HAZLO

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A cada uno lo suyo pero… “Yo soy el Señor; y no hay otro” (Is 45,5).

Domingo, 22 de octubre de 2017
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La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley […].

El concilio exhorta a los cristianos, ciudadanos de la ciudad temporal y de la ciudad eterna, o cumplir con fidelidad sus deberes temporales, guiados siempre por el Espíritu evangélico. Se equivocan los cristianos que, pretextando que no tenemos aquí ciudad permanente, pues buscamos la futura, consideran que pueden descuidar las tareas temporales, sin darse cuenta de que la propia fe es un motivo que les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas según la vocación personal de cada uno. Pero no es menos grave el error de quienes, por el contrario, piensan que pueden entregarse totalmente a los asuntos temporales, como si éstos fuesen ajenos del todo a la vida religiosa, pensando que éstos se reducen meramente a ciertos actos de culto y al cumplimiento de determinados obligaciones morales. El divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época. Ya en el Antiguo Testamento los profetas reprendían con vehemencia semejante escándalo. Y en el Nuevo Testamento sobre todo, Jesucristo personalmente conminaba graves penas contra él. No se creen, por consiguiente, oposiciones artificiales entre las ocupaciones profesionales y sociales, por una parte, y la vida religiosa por otro. El cristiano que falta a sus obligaciones temporales falta a sus deberes con el prójimo; falta, sobre todo, o sus obligaciones para con Dios y pone en peligro su eterna salvación.

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Concilio Vaticano II, constitución pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo octual, nn. 42-43, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1970, 319-322).

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En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron:

-“Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?”

Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:

-“Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.”

Le presentaron un denario. Él les preguntó:

-“¿De quién son esta cara y esta inscripción?”

Le respondieron:

-“Del César.”

Entonces les replicó:

-“Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.”

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Mateo 22,15-21

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , ,

“Los pobres son de Dios”. 19 de octubre de 2017. 29 Tiempo ordinario(A). Mateo 22, 15-21.

Domingo, 22 de octubre de 2017
Comentarios desactivados en “Los pobres son de Dios”. 19 de octubre de 2017. 29 Tiempo ordinario(A). Mateo 22, 15-21.

dad-al-cesarA espaldas de Jesús, los fariseos llegan a un acuerdo para prepararle una trampa decisiva. No vienen ellos mismos a encontrarse con él. Le envían a unos discípulos acompañados por unos partidarios de Herodes Antipas. Tal vez, no faltan entre estos algunos poderosos recaudadores de los tributos para Roma.

La trampa está bien pensada: “¿Es lícito pagar impuestos al César o no?”. Si responde negativamente, le podrán acusar de rebelión contra Roma. Si legitima el pago de tributos, quedará desprestigiado ante aquellos pobres campesinos que viven oprimidos por los impuestos, y a los que él ama y defiende con todas sus fuerzas.

La respuesta de Jesús ha sido resumida de manera lapidaria a lo largo de los siglos en estos términos: “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Pocas palabras de Jesús habrán sido citadas tanto como éstas. Y ninguna, tal vez, más distorsionada y manipulada desde intereses muy ajenos al Profeta, defensor de los pobres.

Jesús no está pensando en Dios y en el César de Roma como dos poderes que pueden exigir cada uno de ellos, en su propio campo, sus derechos a sus súbditos. Como todo judío fiel, Jesús sabe que a Dios “le pertenece la tierra y todo lo que contiene, el orbe y todos sus habitantes” (salmo 24). ¿Qué puede ser del César que no sea de Dios? Acaso los súbditos del emperador, ¿no son hijos e hijas de Dios?

Jesús no se detiene en las diferentes posiciones que enfrentan en aquella sociedad a herodianos, saduceos o fariseos sobre los tributos a Roma y su significado: si llevan “la moneda del impuesto” en sus bolsas, que cumplan sus obligaciones. Pero él no vive al servicio del Imperio de Roma, sino abriendo caminos al reino de Dios y su justicia.

Por eso, les recuerda algo que nadie le ha preguntado: “Dad a Dios lo que es de Dios”. Es decir, no deis a ningún César lo que solo es de Dios: la vida de sus hijos e hijas. Como ha repetido tantas veces a sus seguidores, los pobres son de Dios, los pequeños son sus predilectos, el reino de Dios les pertenece. Nadie ha de abusar de ellos.

No se ha de sacrificar la vida, la dignidad o la felicidad de las personas a ningún poder. Y, sin duda, ningún poder sacrifica hoy más vidas y causa más sufrimiento, hambre y destrucción que esa “dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano” que, según el papa Francisco, han logrado imponer los poderosos de la Tierra. No podemos permanecer pasivos e indiferentes acallando la voz de nuestra conciencia en la práctica religiosa.

José Antonio Pagola

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Dom 22.10.17. Tributo del César, “dinero” de Dios (Mt 22, 15-21)

Domingo, 22 de octubre de 2017
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a29c02aDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 29. Ciclo A. Jesús ha dicho que la viña del Reinoes para todos.

Sobre ese fondo sitúan Marcos y Mateo la pregunta y disputa sobre el tributo del César, planteada por los mismos adversarios anteriores, que quieren tenderle una trampa.

Jesús buscaba otro tipo de economía, centrada en la comunión inmediata de bienes (campos) y familia, sin un dinero divinizado en forma de capital autónomo, valioso en sí mismo. Estrictamente hablando, su proyecto se oponía (en un nivel distinto) al orden imperial de Roma, que mantenía su poder armado sobre fundamentos de dinero.

En ese contexto se sitúa y ha de entenderse este pasaje sobre el tributo del César, que los adversarios plantean a Jesús para “cazarle” en algún tipo de contradicción y así acusarle ante el pueblo (si defiende el tributo del César) o ante la administración romana (si lo rechaza). Así lo suponen, según el evangelio de Lucas, las autoridades de Jerusalén cuando llevan a Jesús ante Pilato, acusándole de presentarse como pretendiente mesiánico y de impedir el pago de los tributos del César (Lc 23, 2).

Desde ese fondo ha planteado la Iglesia antigua el tema de la relación entre la economía de Jesús (que es el Reino: es decir, la comunión gratuita de bienes) y la economía del César, que se funda y expresa en unos tributos al servicio de la administración militar del imperio y del sostenimiento de un tipo de política, que se expresa en el dominio de los ricos.

Éste es un tema antiguo, un tema actualísimo, que nos sitúa ante el ideal de una humanidad fraterna en gratuidad (signo de Dios) y la realidad de una política y economía hecha de tributos que en principio pueden y deben ponerse al servicio de todos, pero que en realidad tienden a ser controlados por algunos.

imagesComo verá quien siga, éste es un texto complejo, que Mateo ha tomado de Marcos, un texto que proviene históricamente de Jesús, pero que la Iglesia ha debido (y debe) ir adaptando según las circunstancias, aunque manteniendo siempre firme el ideal mesiánico de la comunión de bienes, distinguiendo de algún modo el plano del César y el de Dios.

A lo largo de los años de mi blog, he tratado del tema en muchas ocasiones, desde diversas perspectivas. Ahora lo hago de forma nueva, tomando como base el texto de mi nuevo Comentario de Mateo. Verá el lector que los que quieren “tentar” a Jesús eran (y siguen siendo) los fariseos unidos a los “herodianos”, es decir aquellos que se dicen religiosos (fariseos) con los políticos realistas del poder establecido (herodianos).

Buen domingo a todos. El tema clave de religión y política sigue servido.

Texto

En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?” Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: “Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.” Le presentaron un denario. Él les preguntó: “¿De quién son esta cara y esta inscripción?” Le respondieron: “Del César.” Entonces les replicó: Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. (Mt 22, 15-21)

evangelio-de-mateoÉsta es la pregunta que plantean en Jerusalén, en el momento clave de su revelación mesiánica. El signo de fondo es el denario del tributo, que significativamente Jesús no lleva, no por casualidad (como si hubiera olvidado tomarlo), sino por principio, pues él mismo ha pedido a sus discípulos que anuncien el Reino sin dinero o vestidos de repuesto (Mc 6, 6b-13).

Por eso ha dicho al rico que venda lo que tiene, que reparta lo obtenido entre los pobres, para iniciar un camino en el que deben compartirse casas-campos y relaciones familiares (cf. Mc 10, 17-31). En este contexto fija este relato la relación entre el movimiento de Jesús y el imperio, sobre el fondo de la tensa situación de Palestina (Israel), que desembocará tras unos años (67 d.C.) en una dura guerra contra Roma:

‒ Los defensores del Imperio, tenderán a justificar la economía y política de Roma, pagando unos im-puestos que se entienden como un modo de participar en ese Imperio, en comunión con otros pueblos de aquel tiempo. El denario del tributo constituye una forma de contribuir al orden externo (mundano) de Dios.
‒ Los enemigos del Imperio, entenderán el tributo como atentado contra la sacralidad israelita. Posible-mente, identifican la familia de Dios con el grupo nacional judío y quieren acuñar moneda propia, ava-lada con el nombre de Jerusalén. Por eso rechazan al César y su impuesto. Unos u otros, diga Jesús lo que diga, podrán acusarle: si afirma, le llamarán colaboracionista; si niega, insumiso, anti-romano.

Pues bien, Jesús no defiende la oposición violenta (no pagar, guerra contra Roma), pero apoya el orden de Roma (pagar), pues sabe que le tientan, respondiendo que devuelvan el dinero el dinero al César, si es del César. En principio, podemos suponer que él era contrario al pago del tributo, no sólo por lo que ello implicaba de colaboración con el Imperio, sino también porque ese impuesto estaba al servicio de una economía fundada en el dinero.

En esa línea, su respuesta (¡devolved al César lo que es del César y dad a Dios lo que es de Dios!) no se puede entender como declaración de guerra contra Roma, pero tampoco como aceptación de su tributo, sino que nos obliga a subir nivel, invitándo-nos a un tipo distinto de comunión humana.

Jesús se sitúa por tanto “fuera de la ley”, no en contra de ella, sino al margen, pues él busca las “cosas de Dios” (cf. Mc 8, 33) más allá del dinero y de la espada, no en un plano de ideales espiritua-listas, sino de relaciones humanas (como indica en otra perspectiva el Sermón de la Montaña: Mt 5-7; Lc 6, 20-46). Las “cosas” de Dios que definen la identidad de su proyecto mesiánico, se sitúan en un espacio de gratuidad y pan compartido, no de dinero y talión, como sabe Mt 5, 21-48: “habéis oído que se ha dicho; yo, en cambio, os digo…”.

‒ ¿Es lícito pagar o no? Fariseos y herodianos quieren situar a Jesús ante la alternativa entre el sí y el no, en un plano monetario, en una sociedad campesina en la que apenas circula el dinero, de forma que, para muchos, no existe casi más moneda que la del tributos. Pero Jesús ha superado esa alternati-va. No se trata de pagar o no pagar, sino de situarse en una dimensión más alta de revelación de Dios, es decir, de humanidad solidaria, por encima de una economía y política fundada en la posesión de la moneda. Jesús no acepta el tributo ni lo rechaza, sino que supera ese plano monetario (pagar o no pa-gar), pidiendo que se devuelva a Roma el dinero de sus impuestos, para iniciar de esa manera un ca-mino distinto de evangelio.

‒ Jesús no tiene moneda, y así pide una a sus tentadores. Ellos se la traen, y él la mira, preguntando por la inscripción y la imagen grabadas en ella. Por una parte, él quiere superar el nivel de economía en que parecen situase todos. Por otra parte, él sabe que la moneda tiene valor de curso legal (económico), pero no es profana, en el sentido moderno del término, sino que lleva grabada una imagen del César, que en ella actúa como autoridad religiosa, es decir, como signo de divinidad. También la inscripción (que podía ser “Tiberio César Augusto, hijo del divino Augusto”) tenía carácter sagrado. Según eso, el tributo del César situaba a los hombre ante un “dios” que actúa por interés de dinero (Mammón), y eso Jesús no lo puede aceptar, como ha dicho en Mt 6, 24. Leer más…

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A Dios lo que es de Dios. Domingo 29. Ciclo A.

Domingo, 22 de octubre de 2017
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denario-tiberioDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Dos posturas ante el tributo al César

 Seguimos en la explanada del templo de Jerusalén, en medio de los enfrentamientos de diversos grupos con Jesús. Esta vez, fariseos y herodianos lo van a poner en un serio compromiso preguntándole sobre la licitud del tributo al emperador romano. Por entonces, además de los impuestos que se pagaban a través de peajes, aduanas, tasas de sucesión y de ventas, los judíos debían pagar el tributo al César, que era la señal por excelencia de sometimiento a él.

Fariseos y herodianos no tenían dudas sobre este tema; ambos grupos eran partida­rios de pagarlo. Los fariseos, porque no querían con­flictos con los romanos mientras les permitieran observar sus prácticas religiosas. Los herodianos, porque mantenían buenas relaciones con Roma. Como a nadie le gusta pagar, los rabinos discutían si se podía eludir el tributo. Y algunos adoptaban la postura pragmática que refleja el tratado Pesajim 112b: «… no trates de eludir el tributo, no sea que te descubran y te quiten todo lo que tienes» (consejo aplicable a otras actividades económicas, que no tuvieron presente muchos jefes de Caja Madrid).

Sin embargo, otros judíos adoptaban una postura de oposición radical, basada en motivos religiosos. Dado que el pago del tributo era signo de sometimiento al César, algunos lo interpretaban como un pecado de idolatría, ya que se reconocía a un señor distinto de Dios. Este era el punto de vista de los sicarios, grupo que comienza con Judas el Galileo, cuando el censo de Quirino, a comienzos del siglo I de nuestra era. Al narrar los comienzos del movimiento cuenta Flavio Josefo: «Durante el mandato del procurador Coponio, un hombre galileo, llamado Judas, indujo a los campesinos a rebelarse, insultándolos si consentían pagar tributo a los romanos y toleraban, junto a Dios, señores morta­les» (Guerra de los Judíos II, 118). Más adelante repite afirmaciones muy pareci­das: «Judas, llamado el galileo…, en tiempos de Quirino había atacado a los judíos por someterse a los romanos al mismo tiempo que a Dios» (Guerra de los Judíos II, 433).

 La trampa de la pregunta

 Con este presupuesto, se advierte que la pregunta que le hacen a Jesús sobre si es lícito pagar el tributo podía compro­meterlo gravemente ante las autoridades romanas (si decía que no), o ante los sectores más progresistas y politizados del país (si decía que sí). Además, la pregunta es especialmente insidiosa, porque no se mueve a nivel de hechos, sino a nivel principios, de licitud o ilicitud.

 En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron:

̶  Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?

 La respuesta de Jesús

 Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:

̶  Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.

Le presentaron un denario. Él les preguntó:

̶  ¿De quién son esta cara y esta inscripción?

Le respondieron:

̶  Del César.

Entonces les replicó:

                ̶  Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.  

 Jesús, que advierte enseguida la mala intención, ataca desde el comienzo: «¿Por qué me tentáis, hipócritas?» Pide la moneda del tributo, devuelve la pregunta y saca la conclusión. Jesús, como sus contemporáneos, acepta que el ámbito de dominio de un rey es aquel en el que vale su moneda. Si en Judá se usa el denario, con la imagen del César, significa que quien manda allí es el César, y hay que darle lo que es suyo.

Estas palabras de Jesús, tan breves, han sido de enorme trascen­dencia al elaborar la teoría de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Y se han prestado también a inter­pretaciones muy distin­tas.

 Las cosas de Dios

 Si analizamos el texto, las palabras: «Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios», no constituyen una evasiva, como algunos piensan. Van al núcleo del problema. Los fariseos y herodianos han preguntado si es lícito pagar tributo desde un punto de vista religioso, si ofende a Dios el que se pague. La respuesta contundente de Jesús es que a Dios le interesan otras cosas más importantes, y ésas no se las quieren dar. Teniendo presente el conjunto del evangelio, «las cosas de Dios», lo que le interesa, es que se escuche a Jesús, su enviado, que se acepte el mensaje del Reino, que se adopte una actitud de conversión, que se ponga término al raquitismo espiritual y religioso, que se sepa acoger a los débiles, a los menesterosos, a los marginados. Eso no interesa ni preocupa a fariseos y herodianos, pero es la cuestión principal. Si el evangelio no fuese tan escueto, podría haber parafraseado la respuesta de Jesús de esta manera: ¿Es lícito poner el sábado por encima del hombre? ¿Es lícito cargar fardos pesados sobre las espaldas de los hombres y no empujar ni con un dedo? ¿Es lícito llamar la atención de la gente para que os hagan reverencias y os llamen maestros? ¿Es lícito impedir a la gente el acceso al Reino de Dios? ¿Es lícito hacer estúpidas disquisiciones sobre los votos y juramentos? ¿Es lícito dejar morir de hambre al padre o a la madre por cumplir un voto? ¿Es lícito pagar los diezmos de la menta y del comino, y olvidar la honradez, la compasión y la sinceridad? En todo esto es donde están en juego «las cosas de Dios», no en el pago del tributo al César.

Naturalmente, la comunidad cristiana pudo sacar de aquí conse­cuencias prácticas. Frente a la postura intransigente de los sicarios, defender que no era pecado pagar tributo al César. Y, con una perspectiva más amplia, fundamentar una teoría sobre la conviven­cia del cristiano en la sociedad civil, sin necesidad de buscar por todas partes enfrentamientos inútiles. Siempre, incluso en las peores circunstancias políticas, nadie podrá arrebatarle a la iglesia y al cristiano la posibilidad de dar a Dios lo que es de Dios.

 El emperador no siempre es enemigo (1ª lectura)

 En Israel, desde los primeros siglos, hubo gente fanática y enemiga de conceder el poder político a un hombre mortal. El único rey debía ser Dios, aunque no quedaba claro cómo ejercía en la práctica esa realeza. Otros grupos, sin negarle la autoridad suprema a Dios, aceptaban el gobierno de un rey humano. Pero siempre debía tratarse de un israelita, no de un extranjero. La novedad del texto de Isaías, una auténtica revolución teológica para la época, es que Dios, aunque afirma su suprema autoridad («Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí, no hay dios»), él mismo escoge al rey persa Ciro, lo lleva de la mano, le pone la insignia y le concede la victoria. Porque Ciro, al cabo de pocos años, será quien conquiste Babilonia y libere a los judíos, permitiéndoles volver a su tierra.

Este proceso de esclavitud – liberación – vuelta a la tierra recuerda al ocurrido siglos antes, cuando el pueblo salió de Egipto. La gran novedad, escandalosa para muchos judíos, es que ahora el salvador humano no es un nuevo Moisés sino un emperador pagano.

El texto ha sido elegido para confirmar con un ejemplo histórico que se puede respetar al emperador, pagar tributo, sin por ello ofender a Dios.

 Asi dice el Señor a su Ungido, a Ciro, a quien lleva de la mano: «Doblegaré ante él las naciones, desceñiré las cinturas de los reyes, abriré ante él las puertas, los batientes no se le cerrarán. Por mi siervo Jacob, por mi escogido Israel, te llamé por tu nombre, te di un título, aunque no me conocías. Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí, no hay dios. Te pongo la insignia, aunque no me conoces, para que sepan de Oriente a Occidente que no hay otro fuera de mí. Yo soy el Señor, y no hay otro.

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Domingo XXIX. 22 Octubre, 2017

Domingo, 22 de octubre de 2017
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“Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: -¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.”

(Mt 22, 15-21)

El evangelio de este domingo nos enseña que podemos caer en la tentación de creernos mejores que los fariseos y pensar: “mira qué mala gente, cómo quería pillar a Jesús.”

Bien, precisamente esa fue la tentación en la que cayeron los fariseos. Ellos se creían mejores que Jesús y eso les llevó a buscar dejarles en evidencia.

Creernos mejores que las demás es una gran tentación y un gran peligro. De hecho está en la base de los grandes conflictos de la historia pasada y la que vamos escribiendo.

¿De dónde surgió el nazismo? De la creencia de que hay una raza superior a otras. ¿En qué consistía el apartheid? En la creencia de que la raza blanca era superior a la raza negra. Y así podríamos ir enumerando todos los grandes conflictos que siempre surgen de la creencia de que lo propio es mejor y por lo mismo nos consideramos con derecho a imponerlo o a rechazar lo diferente.

Pensemos por un momento en la situación política actual en la que cada quien repite su maravillosa idea sin escuchar la realidad ajena. ¿Cómo puede haber diálogo? No puede haberlo. Si no estamos dispuestos a dejarnos afectar por las ideas y puntos de vista ajenas no hay comunicación.

En el evangelio los fariseos se presentan como queriendo dialogar, cuando en realidad su intención es comprometer a Jesús. Jesús en lugar de entrar en su juego pone de manifiesto sus intenciones y zanja el problema sin evadirse en largas discusiones estériles, otorgando a cada cosa su lugar: “al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios.

Dialogar no es aportar una idea sino arriesgarla. Se trata de exponer mi propio punto de vista, aceptando que no es el único y ni siquiera es el mejor. Es más, quizá ni siquiera sea bueno para otras personas que ven otras cosas porque tienen diferentes realidades.

Para dialogar se necesita mucha humildad y apertura, un corazón pacífico y una mente flexible. Es una pena que en nuestras sociedades modernas, en la era de la comunicación, nos enseñen a hablar y a opinar, pero no a dialogar.

Oración

Trinidad Santa, comunión en la diferencia, enséñanos el arte de la escucha que nos abre a la realidad ajena. Danos la humildad que necesitamos para poder encontrarnos y dialogar.

 

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Si no sirvo al hombre concreto, no sirvo de nada.

Domingo, 22 de octubre de 2017
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crop_shutterstock_453166906Mt 22, 15-21

Los jefes religiosos comprendieron que las tres parábolas polémicas se referían a ellos; por eso contraatacan con tres preguntas capciosas que intentan tenderle una trampa para tener de qué acusarlo. La primera es la del tributo al César que acabamos de leer. La segunda es sobre la resurrección de los muertos. La tercera, cuál es el primer mandamiento, que leeremos el domingo que viene.

Merece atención el texto del segundo Isaías que hemos leído. Es muy interesante, porque es la primera vez que la Biblia habla de un único Dios. Estamos a mediados del s. VI a.C., y hasta ese momento, Israel tenía su Dios, pero no ponía en cuestión que otros pueblos tuvieran sus propios dioses. Esto no lo hemos tenido nunca claro. El creer en un Dios único es un salto cualitativo increíble en el proceso de maduración de la revelación.

El evangelio de hoy no es sencillo. Con la frasecita de marras, Jesús contesta a lo que no le habían preguntado. No se mete en política, pero apunta a una actitud vital que supera la disyuntiva que le proponen. Una nefasta interpretación de la frase de Jesús la convirtió en un argumento para apoyar el maniqueísmo en nombre del evangelio. Seguimos entendiendo la frase como una oposición entre lo religioso y lo profano; hoy entre la Iglesia y el Estado. Se trata de una falta absoluta de perspectiva histórica.

Moisés utilizó a Dios para agrupar a varias tribus en un solo pueblo. Fue siempre una teocracia en toda regla. Cuando se instauró la monarquía por influencia de las naciones próximas, al rey se le consideró como un representante de Dios (hijo de Dios), sin ningún poder al margen del conferido por la divinidad. Al proponer la pregunta, los fariseos no piensan en una confrontación entre el poder religioso y el poder civil, sino entre su Dios y el César divinizado. Fijaos que el texto dice: ¿De quién es la imagen y la inscripción?

El epígrafe decía: “Augusto Tiberio César, hijo del divino Augusto”. Y en el reverso: “Sumo Pontífice”. ¿Os suena? Lo que se cuestiona es, si un judío tiene que aceptar la soberanía del César o seguir teniendo a Dios como único soberano. Con su respuesta, Jesús no está proponiendo una separación del mundo civil y el religioso. En tiempo de Jesús tal cosa era impensable. No hay en el evangelio base alguna para convertir la religión en una especulación de salón o de sacristía sin ninguna influencia en la vida real.

Fariseos y herodianos, enemigos irreconciliables, se unen contra Jesús. Los fariseos eran contrarios a la ocupación, pero se habían acomodado. Los herodianos eran partidarios del poder de Roma. La pregunta era una trampa. Si decía que no, se ponía en contra de Roma. Los herodianos lo podían acusar de subversivo. Si decían sí, los fariseos podían acusarlo de contrario al judaísmo, porque se ponía en contra del sentir del pueblo.

El verbo que emplea Jesús, “apodídômi”, no significa dar sino, devolver. El que emplean los fariseos (dídomi), sí significa “dar”. Una pista interesante para comprender la respuesta. Estaban contra el César, pero utilizaban su moneda y tiene derecho de exigir que se la devuelvan. Un verdadero judío, tenían que renunciar a utilizar el dinero de Roma. Les hace ver que ya han contestado, pues han aceptado la soberanía de Roma.

Al preguntar Jesús, está haciendo clara referencia al Génesis, donde se dice que el hombre fue creado a imagen de Dios. Si el hombre es imagen de Dios, hay que devolver a Dios lo que se le ha escamoteado: el hombre. La moneda, que representa al César, tiene un valor relativo, pero el hombre tiene un valor absoluto, porque representa a Dios. Jesús no pone al mismo nivel a Dios y al César, sino que toma partido por Dios. Esta idea es una de las claves de todo el mensaje de Jesús.

Tampoco se puede utilizar la frase para justificar el poder. Si algo está claro en el evangelio es que todo poder es nefasto, porque machaca al hombre. Se ha repetido hasta la saciedad, que todo poder viene de Dios. Pues bien, según el evangelio, ningún poder puede venir de Dios, ni el político ni le religioso. En toda organización humana, el que está más arriba está allí para servir a los demás, no para dominar.

Jesús dice que el César no es Dios, pero no hemos dudado en convertir a Dios en un César (he leído una homilía: “el único César que existe es Dios”). No es fácil asimilar que tampoco Dios es un César. No se trata de repartir dependencias, ni siquiera con ventaja para Dios. Dios no hace competencia a ningún poder terreno, sencillamente porque no tiene ningún poder. Esto, bien entendido, nos evitaría toda solución falsa del problema. El problema es una trampa. No existe una alternativa entre César y Dios.

Se ha predicado que había que estar más pendiente del César religioso que del César civil. Ningún ejercicio del poder es evangélico. No hay nada más contrario al mensaje de Jesús que el poder. Siempre que pretendemos defender los derechos de Dios, estamos defendiendo nuestros propios intereses. El que te diga que está defendiendo a Dios, en realidad lo está suplantando. Tampoco el estado tiene derecho alguno que defender. Los dirigentes civiles tienen que defender siempre los derechos de los ciudadanos.

No defendemos el anarquismo. A contrario, una sociedad, aunque sea de dos personas, tiene que estar ordenada y en relaciones mutuas de dependencia. En ella, una tiene mayor responsabilidad; pero todas las relaciones humanas deben surgir del servicio y la entrega a los demás, no del dominio. Ningún ser humano es más que otro ni está por encima del otro. “No llaméis a nadie padre, no llaméis a nadie jefe, no llaméis a nadie señor…

Claro que tiene que haber un orden. Es ridículo concluir que Jesús está contra la autoridad. Pero si nos atenemos al evangelio, el primero será quien mejor sirva a los demás. El evangelio, no da pie a una “jerarquía” que significa literalmente: poder sagrado. La única autoridad que admite es el servicio. Jesús nunca mandó servir al superior. Lo que sí mandó, por activa y por pasiva, es que el superior sirva al inferior.

No existe una realidad sagrada y otra profana. En la expulsión de los vendedores del templo, Jesús está apostando por la no diferencia de lo sagrado y lo profano, para Dios todo es sagrado. Es descabellado hacer creer a la gente que tiene unas obligaciones para con Dios y otras con la sociedad civil. Dios se encuentra en todo lo terreno, pero en lo más hondo del ser. Si solo lo encontramos en la iglesia, hemos caído en la idolatría.

La única manera de entender todo el alcance del mensaje de hoy es superar la idea de un Dios fuera que arrastramos desde el neolítico. La creación no es más que la manifestación de lo divino. No hay nada que sea de Dios, porque nada hay fuera de Él. Somos imagen de Dios, pero no pintada o esculpida, sino reflejada. Para que Dios se refleje, tiene que estar ahí. No hay reflejo en un espejo si la cosa reflejada no está del otro lado.

Meditación

La diferencia no está entre una autoridad u otra
sino entre el egoísmo y el amor.
La tarea fundamental del ser humano es solo una:
reflejar con nitidez la imagen de Dios.
A medida que vaya desprendiéndome de mi falso yo,
irá apareciendo el verdadero amor.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Recordatorio

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