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“La falta de la justa medida: el ADN de nuestra cultura “, por Leonardo Boff

Martes, 30 de julio de 2024
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IMG_6200Del blog de Leonardo Boff: La  fuerza de los pequeños:


“La justa medida y el cuidado podrán salvar el futuro de nuestra civilización y de nuestra permanencia en la Tierra”

“La justa medida está atestiguada en todas las grandes tradiciones éticas de las culturas mundiales”

“Eso se nota claramente en el sistema económico-político-social-comunicacional dominante. La más flagrante muestra de falta de la justa medida es el capitalismo”

“Esa falta de medida caracteriza igualmente a los grandes medios de comunicación mundiales, sean escritos, digitales”

“¿Tenemos aún tiempo y sabiduría suficientes para realizar esta conversión? La esperanza nunca muere y no deberá defraudarnos”

A donde quiera que dirijamos nuestra mirada lo que más salta a la vista es la falta de medida, el exceso, la exageración, la ausencia del camino del medio, no lo de más ni lo de menos, el desequilibrio en prácticamente todos los campos.

La justa medida está atestiguada en todas las grandes tradiciones éticas de las culturas mundiales. En el pórtico del gran templo de Delfos estaba escrito en letras enormes: méden ágan, que quiere decir:  “nada de exceso”. Lo mismo se veía en los pórticos de los templos romanos: ne quid nimis: “nada de menos ni de más”. La justa medida se opone a toda ambición exacerbada (hybris). Requiere autocontrol, el sentido de equilibrio dinámico y la capacidad de imponer límites a nuestros impulsos. Pues bien, eso es exactamente lo que nos falta a nivel mundial. La falta de la justa medida forma parte del ADN de nuestra cultura hoy planetizada.

Eso se nota claramente en el sistema económico-político-social-comunicacional dominante. La más flagrante muestra de falta de la justa medida es el capitalismo. Donde se instala surge inmediatamente la desigualdad entre los dueños del capital, que poseen todo y deciden, y los trabajadores que solo venden sus capacidades, es decir, se instala inmediatamente la ruptura de la justa medida. Los mantras del capitalismo en sus distintas versiones se mantienen inalterados: búsqueda de la acumulación ilimitada para beneficio individual o corporativo. Aun sabiendo los límites de nuestro planeta, su motor es la competencia sin la más mínima cooperación, el saqueo de los bienes y servicios de la naturaleza sin tener en cuenta la sostenibilidad necesaria, la flexibilización de todas las leyes para abrir de par en par todas las puertas al proceso de explotación y de enriquecimiento, la presión para crear un estado mínimo, pues este es visto como un impedimento para la dinámica de la expansión del capital.

IMG_6201El efecto de este proceso es lo que recoge el economista Eduardo Moreira, exbanquero, transformado en uno de los mayores formuladores de conciencia crítica de nuestro país y el principal ideador del Instituto Conhecimento Liberta (ICL) que ofrece cerca de 270 cursos de excelencia en las más variadas áreas del saber al precio de un sandwich, con una asistencia de cerca de 100 mil personas. Dice: “El 1% de los dueños de tierras concentran más del 50% de las tierras cultivables del país; cuando consideramos el volumen de dinero, el 1% más rico del mundo posee más reservas acumuladas que el 90% más pobre; una verdadera catástrofe social (Desigualdade, Rio 2024)”. Este es un ejemplo clamoroso de nuestra absoluta falta de medida.

Esa falta de medida caracteriza igualmente a los grandes medios de comunicación mundiales, sean escritos, digitales y la media docena de plataformas de internet (Google, Meta, Facebook, Instagram, TikTok, X, Youtube y otras) en manos de un puñado de personas poderosísimas.

La falta de medida se revela profundamente brutal en la relación con la naturaleza, explotada desde hace siglos y en las últimas décadas devastada hasta tal punto que algunos científicos han propuesto la inauguración de una nueva era geológica, el antropoceno (el ser humano como factor principal de la destrucción de la naturaleza), radicalizado en el necroceno (la biodeversidad es diezmada) y últimamente en el piroceno (el aumento creciente de los grandes incendios en casi todas partes del planeta).

Tal vez una de las mayores demostraciones de la falta de justa medida nos es dada por el cambio climático, ya instalado hasta el punto de ser  considerado por los grandes órganos mundiales como irreversible. La emisión de gases de efecto invernadero en vez de disminuir está aumentando. Debido a la crisis energética hemos vuelto al uso del carbón, petróleo y gas, altamente contaminantes, a ellos se añade la insuficiencia de energías alternativas. El cambio climático no frenado, agravado por el aumento poblacional, puede llevar el futuro de la vida humana a un impasse y volver el planeta inhabitable.

Entre las muchas causas que nos han llevado a este peligroso estadio está seguramente la ruptura de la Matriz Relacional. Olvidamos que todas las cosas están inter-relacionadas. En el lenguaje poético del Papa Francisco en su encíclica sobre ecología integral (Sobre el cuidado de la Casa Común) “el sol y la luna, el cedro y la florecilla, el águila y el gorrión… significan que ninguna criatura se basta a sí misma, que no existen sino en dependencia unas de otras, para  completarse y servirse mutuamente” (n.86). Aquí aparece la justa medida natural, rota por las ciencias y por los muchos saberes.

La modernidad se funda sobre la atomización de los saberes, de las cosas consideradas sin un valor intrínseco y puestas al disfrute de los seres humanos o, en la peor tendencia, a la acumulación sin límites de bienes meramente materiales. Así surgió el mundo de las cosas; incluso las más sagradas, también los órganos humanos han sido transformados en mercancía a ser puesta en el mercado y conseguir su debido precio, cosa ya anunciada por Marx en 1847 en su Miseria de la filosofía y sistematizada en 1944 por Karl Polanyi en su obra La gran transformación.

IMG_6202¿Cómo salir de este enrocamiento de dimensiones trágicas? Si queremos continuar sobre este planeta no tenemos más salida que volver a la ética del cuidado de todas las cosas, de nuestras vidas y principalmente de la justa medida. Ella y el cuidado podrán salvar el futuro de nuestra civilización y de nuestra permanencia en la Tierra.

Preocupado con esta cuestión máxima de vida y de muerte, escribí  dos libros, fruto de una vasta investigación transcultural. El primero fue publicado en 2022 El pescador ambicioso y el pez encantado: la búsqueda de la justa medida. En él preferí el género narrativo usando  cuentos y mitos ligados a la justa medida. El segundo completa el primero, La búsqueda de la justa medida: cómo equilibrar el planeta Tierra, ambos publicados por la Editorial Vozes. En este segundo intenté de forma más científica ir a las causas que nos llevaron a olvidar la justa medida, exactamente la pérdida de la Matriz Relacional.

Por más que nos esforcemos en creer que sólo la vuelta a la justa medida y a la ética del cuidado podrán salvarnos, permanece siempre esta angustiosa pregunta: dada la universalización de la grave crisis existencial, ¿tenemos aún tiempo y sabiduría suficientes para realizar esta conversión? La esperanza nunca muere y no deberá defraudarnos.

*Leonardo Boff  ha escrito Habitar la Tierra, Vozes 2021 y El doloroso parto de la Madre Tierra, Vozes 2021.

Traducción de Mª José Gavito Milano

Fuente Religión Digital

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“En el mundo material, búsqueda del mundo espiritual”, por Leonardo Boff

Jueves, 11 de julio de 2024
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IMG_5881Vincent Van Gogh

“Merecemos un destino mejor, necesitamos beber de otras fuentes

¿Qué hacemos en este mundo? ¿Cuál es nuestro sitio en el conjunto de los seres? ¿Cómo actuar para garantizarnos un futuro que sea esperanzador para todos y para nuestra Casa Común? ¿Qué que podemos esperar más allá de esta vida?

Vivir el mundo espiritual puede mostrarnos caminos que nos saquen de la crisis de los tiempos actuales

Hay mucha gente harta de bienes materiales y del consumismo de nuestra cultura. Como contrapunto quiero situar el tema de los bienes espirituales en el contexto dramático, peligroso y esperanzador en el que se encuentra actualmente la humanidad, especialmente la humanidad humillada y ofendida que vive en el Sur Global, las víctimas de las 18 regiones en guerra, en particular en la Franja de Gaza, con visos de genocidio a cielo abierto, sin olvidar las muchas víctimas de la guerra Rusia-Ucrania.

Nuestra reflexión quiere captar la emergencia del mundo espiritual e insistir en su urgencia apremiante ante las amenazas de desaparición de la especie y de liquidación de la biosfera, ya sea por una guerra nuclear, por exceso de calor debido a cambios climáticos o por cualquier factor de desequilibrio del mismo planeta Tierra. Podrían eventualmente poner  en peligro el futuro común de la Tierra y de la humanidad.

En momentos así, dramáticos, el ser humano se sumerge en lo más profundo de sí y se plantea cuestiones básicas: ¿Qué hacemos en este mundo? ¿Cuál es nuestro sitio en el conjunto de los seres? ¿Cómo actuar para garantizarnos un futuro que sea esperanzadorpara todos y para nuestra Casa Común? ¿Qué que podemos esperar más allá de esta vida? Todas estas preguntas pertenecen al mundo espiritual.

En este contexto debemos plantearnos la cuestión del mundo espiritual, en otras palabras, de la espiritualidad. El mundo espiritual es una de las fuentes principales, aunque no la única, de inspiración de lo nuevo, de esperanza de buenos resultados, de generación de un sentido plenificador y de capacidad de autotrascendencia del ser humano, pues el ser humano sólo se siente plenamente humano cuando busca autosuperarse. La razón radica en que el ser humano se vivencia como proyecto infinito, repleto de virtualidades que, en parte, se realizan en la historia, y, en su totalidad, más allá de ella.

La razón radica en que el ser humano se vivencia como proyecto infinito, repleto de virtualidades que, en parte, se realizan en la historia, y, en su totalidad, más allá de ella

IMG_5880Comunidad Mario Purisic

Esa preocupación por el mundo espiritual es recurrente en nuestra cultura, no sólo en el ámbito de las religiones, que es su lugar natural, sino también en el ámbito de las búsquedas humanas tanto de los jóvenes como de los intelectuales, de famosos científicos y –para nuestra sorpresa– de grandes empresarios. En los últimos años he dado charlas aquí y fuera del país, a personas pertenecientes a esos grupos.

Que grandes empresarios se planteen cuestiones ligadas al mundo espiritual, o sea, a la espiritualidad confirma las dimensiones  de la crisis que nos asola. Significa que los bienes materiales que ellos producen, las lógicas productivistas y competitivas que incentivan, el universo de valores comerciales (todo se ha vuelto mercancía) que inspira sus prácticas no abordan los interrogantes referidos. Hay un vacío profundo, un hueco inmenso dentro de su ser. Por eso, pienso, que sólo el mundo espiritual puede llenarlo.

Es importante, sin embargo, mantener siempre nuestro espíritu crítico, porque con el mundo espiritual, con la espiritualidad, también se puede hacer mucho dinero. Hay verdaderas empresas que manejan discursos de espiritualidad, que no es raro que hablen más a los bolsillos que a los corazones. Hay líderes neopentecostales que son expresión del mercado con su predicación del evangelio de la prosperidad material y, recientemente, del dominio. Conquistan para los intereses de sus pastores a los fieles, religiosos y de buena fe.

Pero los portadores permanentes del mundo espiritual son las personas consideradas comunes, que viven la rectitud de la vida, el sentido de solidaridad y cultivan el espacio de lo Sagrado, ya sea en sus religiones e iglesias, ya sea en el modo como piensan, obran, interpretan la vida y cuidan de la naturaleza.

Lo que importa es que mundialmente hay una demanda de valores no materiales, de una redefinición del ser humano como un ser que busca un sentido plenificador, que está en busca de valores que propician alegría de vivir. En todas partes encontramos seres humanos, especialmente jóvenes, indignados con el destino previamente definido en términos de economía, cuando se dice que “no hay alternativa” (TINA=There is no Alternative), con el sistema de mercado bajo el cual estamos obligados a vivir, que se niegan a aceptar los caminos que los poderosos obligan a seguir a la humanidad. Esos jóvenes dicen: “No permitiremos que nos roben el futuro. Merecemos un destino mejor, necesitamos beber de otras fuentes para encontrar una luz que ilumine nuestro camino y nos de esperanza”.

IMG_5879¿Qué espiritualidad para afrontar el nuevo paradigma en el que estamos?

Por eso resulta importante introducir desde el principio una distinción –no para separar, sino para distinguir– entre el mundo religioso, la religión, y el mundo espiritual, la espiritualidad. Lo ha hecho el Dalai Lama de forma extremadamente brillante y esclarecedora en el libro Una Ética para el Nuevo Milenio (Sextante, Rio de Janeiro 2000). Son términos que usamos sin saber con certeza lo que significan. Me permito citar un tema del libro cuya comprensión comparto y hago mía.

«Juzgo que la religión (mundo religioso) está relacionada con la creencia en el derecho a la salvación predicada por cualquier tradición de fe, creencia que tiene como uno de sus aspectos principales la aceptación de alguna forma de realidad metafísica o sobrenatural, incluyendo posiblemente una idea de paraíso o nirvana. Asociado a esto hay enseñanzas o dogmas religiosos, rituales, oraciones, etc».

«Considero que la espiritualidad (mundo espiritual) está relacionada con aquellas cualidades del espíritu humano –tales como amor y compasión, paciencia y tolerancia, capacidad de perdonar, contentamiento, noción de responsabilidad, noción de armonía– que traen felicidad tanto a la propia persona como a los demás».

«Ritual y oración, junto con las cuestiones de nirvana y salvación, están directamente ligados a la fe religiosa, pero esas cualidades no precisan ser interiores. No existe por tanto ninguna razón por la que un individuo no pueda desarrollarlas, incluso en alto grado, sin recurrir a cualquier sistema religioso o metafísico» (p.32-33).

Como se deduce, esas reflexiones son cristalinas pues muestran la distinción necesaria entre el mundo religioso, la religión y el mundo espiritual, espiritualidad. Una vez distinguidas, pueden relacionarse y  convivir, pero sin depender necesariamente una de otra. Vivir el mundo espiritual puede mostrarnos caminos que nos saquen de la crisis de los tiempos actuales.

*Leonardo Boff, teólogo y filósofo ha escrito Espiritualidad: camino de transformación, Rio 2001; Meditación de la luz: camino de la sencillez, Vozes 2010.

Traducción de MªJosé Gavito Milano

Fuente Religión Digital

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“Guardianes y custodios”, por Dolores Aleixandre

Martes, 18 de octubre de 2022
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Para custodiar hay que saber cuidar de uno mismo

La recomendación es del papa Francisco en una de sus primeras homilías y vuelve a resonar en los alrededores de la fiesta de san Francisco. “Seamos «custodios» de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro. Pero, para «custodiar», también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura. Y aquí añado entonces una ulterior anotación: el preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura”.

Una observación: “¡Cuídate!” se ha convertido en la forma de despedida más frecuente. Al principio me parecía una manera de evitar el “A-Diós” de toda la vida, pero me estoy acostumbrando a recibirla como si me dijeran “cuídate de manera razonable para servir mejor…”

Una constatación: me gusta que me cuiden pero si siento que “se pasan” en los cuidados (recomendaciones, atenciones, consejos…), me asalta el deseo violento de que “me dejen en paz”. Tendré que trabajarme esto para cuando me lleguen tiempos de dependencia.

Una perplejidad: ¿Cómo encontrar el punto justo entre el cuidado y aquello de san Juan de la Cruz: “dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado”? O lo de una de sus cartas: “Déjese y huélguese. ¿Quién es ella para tener cuidado de sí? ¡Buena se pararía!”.  Mi maestra de novicias decía allá por los años 60: “Hermanas, recuerden que no han venido ustedes al convento para demostrar lo que puede durar una monja bien cuidada…”. O sea que a esto del cuidado/des-cuido hay que aprender a cogerle el punto.

Una referencia evangélica: en la parábola del samaritano éste se despide así del posadero al que ha confiado al herido: “Cuida de él…”.  Creo que es una encomienda que hoy  recibimos abarcando a toda la creación y nos sigue estando dirigida con muy intensa gravedad.

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Luis Miguel Modino: El palpitar de la Vida: “Comprender la Creación como Palabra de Vida y no como un insumo productivo”

Miércoles, 1 de septiembre de 2021
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Cuidar-Creacion_2362273756_15661173_660x371Leído en su blog:

Progreso y desarrollo no son mejores que agua limpia y tierra para plantar

Se trata de descubrir que nuestro corazón late al ritmo del Planeta, al ritmo del Dios Creador, que hizo que en el principio “todo era hermoso, todo era bueno, en el universo y en la libertad. Todo era uno y diverso, interconectadamente. Todo era esplendor”

Han conseguido que sea asumido que “nuestra felicidad consiste en consumir todo lo que ellos producen”, que las cosas llenan nuestros vacíos

“La eco-espiritualidad nos ayuda a pensar que, si nosotros habitamos una casa común, ¿cuál es nuestra idea común de casa?”

Tomar conciencia de que todo viene de Dios, que Él es la fuente de la vida, que nada fue hecho sin el palpitar de Dios. Ese puede ser considerado el propósito, o al menos uno de ellos, del documental de Iglesias y Minería producido por la Verbo Films, que acaba de ser lanzado.

En 13 minutos, en un juego de imágenes y sonidos, intercalados con diferentes reflexiones y testimonios, somos llamados a reflexionar con una serie audiovisual que tiene por título “Caminos de la Eco-espiritualidad”. Se trata de descubrir que nuestro corazón late al ritmo del Planeta, al ritmo del Dios Creador, que hizo que en el principio “todo era hermoso, todo era bueno, en el universo y en la libertad. Todo era uno y diverso, interconectadamente. Todo era esplendor”, como nos relata el documental en sus primeras imágenes.

El documental es una oportunidad para entender que “somos tierra, humus”, pero también para descubrir que somos nosotros, género humano, quienes hemos arruinado el sueño de Dios. Por eso, el video hace una invitación a descubrir que “una de las enseñanzas de los pueblos indígenas, desde su experiencia espiritual, es que la creación es espiritual”, en palabras de José Fernando Díaz, de la Coordinación de Justicia, Paz e Integración de la Creación en Chile.

Frente a eso denuncia una civilización que trata todo como un objeto”, haciendo la propuesta de releer el Evangelio a la luz de la espiritualidad indígena”, llamando a “una verdadera conversión desde una espiritualidad que es capaz de comprender la Creación como Palabra de Vida y no como un insumo productivo.

Vivimos en una realidad donde “un pequeño grupo de poder económico dirige al mundo desde sus intereses y sin importarle la vida humana”, según Alberto Franco Giraldo, de la Comunidad Eco-espiritual de Colombia, convenciendo a todos de que “sus intereses son los intereses de la humanidad, y que la visión de progreso que ellos tienen es la que nos conviene a todos y todas. Han conseguido que sea asumido que “nuestra felicidad consiste en consumir todo lo que ellos producen”, que las cosas llenan nuestros vacíos.

Ante esta realidad el Papa Francisco propone la sobriedad feliz”, fundamentada en “una espiritualidad de interacción con toda la Creación y los demás sin dominio, sin imposiciones”. Por eso, el padre Franco insiste en que una sobriedad consciente y profunda es liberadora.

La Eco-espiritualidad nos lleva a sentirnos parte del todo, a sentirnos dentro del todo, pues todo y todos están interligados. Desde esa perspectiva, Moema Miranda reconoce la importancia de la encíclica Laudato Sí, que llevó a entender “el sentido de que nos reconectemos con el concepto de Casa Común, que revivamos la idea de que somos parte de una casa más grande que nosotros y que es común a toda la vida”.

La antropóloga brasileña afirma que “la eco-espiritualidad nos ayuda a pensar que, si nosotros habitamos una casa común, ¿cuál es nuestra idea común de casa?, haciendo ver que el lugar donde cada uno vive nos hace entender el concepto de casa desde una perspectiva diferente. En un mundo devastado, “la eco-espiritualidad nos llama a la idea de la reconexión, a la idea de que existe más allá de la ecología, un discurso, una comprensión de la articulación del mundo como un ecosistema, además de una idea de economía, que debería adecuarse a la casa, de una ecosofía”.

Estamos ante “una espiritualidad que conecta, que une, en el Espíritu de Dios Creador, Padre y Madre, que nos hermana, que nos construye como seres que son hermanos y hermanas de todo lo creado, de esta casa que es toda ella criatura, que es toda amorosidad”, afirma Moema Miranda. Por eso, hace una llamada a regresar como hijos e hijas pródigos para disculparnos por lo que hemos hecho de devastación y reanudar la conexión. La propuesta es aprender “de los pueblos que siempre supieron, que nunca se engañaron a sí mismos que el progreso y el desarrollo eran mejores que el agua limpia y la tierra para plantar y cosechar.

No olvidemos, como relata el documental, que “en su vientre siempre hay la posibilidad de vida, porque la tierra es Gaia, la Tierra es Madre. ¡Su corazón late, late fuerte! Si prestamos atención y conectamos nuestra mente con el corazón del vientre de la tierra escucharemos un gemido, un gemido frágil, un gemido que es suyo, un gemido que es nuestro”.

Fuente Religión Digital

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“Madres y padres del planeta”, por Magdalena Bennásar.

Viernes, 16 de noviembre de 2018
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mundo-en-la-caraEstamos viviendo un momento de mucha trascendencia para el futuro del planeta, nuestro hogar, y como consecuencia para el presente-futuro de millones de personas ya ahora y sobre todo para las generaciones futuras.

¿Qué planeta encontramos los que tenemos más de 40 años? Recuerdo como mi padre, recién jubilado, se dedicaba en Pto Colom, Mallorca -donde teníamos casa de verano que se convirtió en su residencia habitual hasta que murió- se dedicaba en su barquita a pescar auténticas delicias y a coger cangrejos, otra delicia que cuidadosamente guardaban para el sábado y domingo donde habitualmente íbamos apareciendo.

El mar estaba limpio, los plásticos se doblaban cuidadosamente y guardaban para reusar. No se tiraba comida, no se salía a comer fuera más que para grandes celebraciones, y algo que me parece precioso, se recogía el agua de lluvia en un sistema de tejado preparado para ello, el agua, iba a una cisterna de uso exclusivamente potable.

Echo de menos aquellos cangrejos ¡pobres! y también aquella fruta del árbol de los tíos que también en su jubilación cuidaban y compartían.

Y el mar tenía algas, en cantidad, y las rocas tenían hierba y erizos y… y los niños y las niñas disfrutábamos de aquella naturaleza viva y hermosa. Y sí, a la playa los jóvenes no íbamos en coche o en yate, íbamos en bici o remando, y no hacía falta ir al gimnasio porque todo el día te movías, me refiero en vacaciones o fines de semana.

Estoy segura que cada una recuerda su infancia y juventud, la de excursiones por parajes indescriptibles con vegetación y animales maravillosos. Ya veis por donde voy, no paréis vuestra mente… dejadla recordar lo bello. Y lo sencillo. Eso queremos para nuestros hijos y nietos y biznietos.

Pero nuestros hijos y sus hijos tendrán que luchar con una realidad distinta, prácticamente varias ya generaciones desde la universidad dedican un montón de energía y creatividad para investigar como limpiar lo que nuestra generación ha destruido en unos pocos años. Miles de años para formarse un fondo marino con unos grados de acidez, temperatura y salubridad concreta, maravillosamente lograda a través de procesos imperceptibles, milagros continuos del Planeta, cuna, casa de todos.

Esa precisa temperatura del agua para que todo el sistema ecológico delicadísimo acoja y nutra la multiplicidad de vida. Hoy las mentes más brillantes, en lugar de investigar para erradicar enfermedades, tienen que descubrir como liberar esa maravilla de la manta de plásticos y polución que los cubre ahogando la vida, cambiando así el hábitat.

Estas mentes están hoy completamente involucradas en limpiar nuestra inconsciencia y egoísmo.

Recibía ayer unas fotos desoladoras del Yosemite Park en California. Hace 17 años estuve ahí cuando trabajaba cerca, y aquello era indescriptiblemente maravilloso, hoy sigue siendo precioso, pero resulta que se ha secado el río y por supuesto las cataratas cuyas cascadas eran las más altas de América del Norte y las quintas más altas del mundo. Hoy están secas. (????)

“Padre-Madre, que te conozcan” ¡Cómo entiendo la oración de Jesús, su deseo, su necesidad, sus ganas de compartir la experiencia de amor que él vive, que él siente y que le posibilita vivir distinto!

Jesús consigue un cambio en unos pocos, que aún pervive y es la historia más cautivadora que conocemos. No es un dios de la mitología, con poderes. Es un joven, un hombre, que ante lo que no le gusta, porque le duele en el alma la injusticia, la falsa religiosidad, se pone a dialogar con su padre-madre. Así de normal, humano es nuestro Dios, tanto que le llamamos Hijo de Dios.

En plena naturaleza, en contacto con el monte y el mar, Jesús desarrolla su alma contemplativa y de esa oración unificada: su Padre-Dios, sus montes, los campos y sobre todo su querido mar, brotan sus metáforas para explicar a los que tienen sed de un mundo más justo y de Amor, lo que él ya está viviendo. Ese mar hoy tumba de tantos.

“Padre, que te conozcan”. Y a partir de él, algo ocurre entre Dios y nosotros. A partir de esa relación cordial (de corazón a corazón) con el Abba nace en nosotras la capacidad de crecer y madurar y “ser” hijas e hijos, de la familia, de la comunidad. Es la comunidad cristiana porque por nuestras venas corre la sangre de Cristo. Si viéramos la oración como la circulación veríamos como el corazón (que es él) bombea, con cada latido, Vida y se expande por todo el cuerpo, en cada célula…y da vida y tú y yo vivimos con amor, con mimo, cuando acogemos su latido.

¡Padre, que te conozcan! Porque si te conocen tendrán vida y la recrearán continuamente. ¿Cómo? ¿Qué es lo que se recreará? La Tierra, la Vida, la Comunidad.

Los científicos afirman que con meditación se produce un cambio incluso físico del cerebro humano. Imaginemos que a esta meditación silenciosa la seguimos con un espacio de “diálogo, personal, íntimo con el Abba que me conoce, que me confía la Vida y lo sé por su Palabra, pronunciada sobre mí en el mismo momento que la acojo en mi silencio y en mi pobreza.

El Dios bíblico, el Dios de Jesús, no es silencioso, es el Dios de la Palabra. Por eso el mandamiento judío por antonomasia es “Shemá Israel” “Escucha hijo mío-pueblo mío”.

El silencio es un regalo de Dios a la persona para que consiga escuchar, porque ahí radica la posibilidad de conocer y con el roce, de amar, y así, actuar desde ese conocimiento mutuo.

El silencio es difícil cuando no se quiere oír, cuando lo que se quiere es ser escuchado, ser importante, ser el centro… Cuando el centro va siendo Dios, el Planeta, las hermanas…se hace silencio en el corazón porque necesitamos oír.

Si le conociéramos no destruiríamos nada. Pisaríamos el planeta con pisada mínima, sin aplastar nada ni a nadie. La pisada es también la palabra bien o mal intencionada.

Y cuando un grupo de mujeres y hombres “Escuchan” empezamos a “conocer” y me atrevo a decir a “recrear”. Todo nace de nuevo porque le damos otra oportunidad. Todo se unifica y surge en nosotros ese deseo enorme de ser Uno con todo y con todos.

¿Por qué? Porque cuando “conoces” se produce el milagro. La bondad, el respeto, la alegría, la justicia brota y da vida.

Y mientras el templo viejo y falso se está desmoronando, un grupo de itinerantes alrededor de Jesús forman algo nuevo.

Me emociona ver que algo de esto estoy viviendo hoy con un grupo de unas 15 personas, todas españolas todavía, que ante un carisma de “conocerle y crear la paz y la unidad con el todo” nos hemos reunido en red para formar esa comunidad de hombres y mujeres de “Shemá”. Con los pies en el suelo y el corazón abierto iniciamos un proceso, un itinerario de compartir vida y susurro de Dios, e ir viendo, tal vez no es llegar a ningún sitio, sino disfrutar del camino juntos.

Creo que como el grupo original de Jesús somos gente de bien, normal y estamos en la tarea de recuperar el planeta, de recuperar las relaciones humanas igualitarias, de reconstruir la iglesia desde nuestra “Escucha” porque hacemos nuestra la palabra del Dios de Jesús, del Abba sobre nuestra vida “Shemá, Israel”.

Y sueño una tierra nueva, y un mar nuevo. Sueño que cuando vuelva al Puerto de mi infancia, que es como los brazos de mi madre, lo encuentre vivo, con sus aguas tranquilas limpias, con sus peces y cangrejos que huyeron, con su belleza infinita a los pies del monte donde la “Dona, la Mare de Déu de Sant Salvador” lo contempla y protege.

“Padre, que te conozcan”.

Shemá, hermanas y hermanos”. Y así iremos siendo padres y madres del Planeta, rostro de Dios y cuna-casa de todas.

Magdalena Bennásar Oliver

www.espiritualidadintegradoracrisitiana.es

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“¿Pueden las religiones ayudar a superar la crisis ecológica?”, por Leonardo Boff

Viernes, 12 de febrero de 2016
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religiones_560x280Enviado a la página web de Redes Cristianas

Por primera vez después de años, los 192 países se pusieron de acuerdo en la COP 21 de París, a finales de 2015, en que el calentamiento global es un hecho y que todos, de forma diferenciada pero efectiva, deben aportar su colaboración. Cada saber, cada institución y especialmente aquellas organizaciones que más mueven a la humanidad, las religiones, deben ofrecer lo que está en su mano. De no ser así, corremos el peligro de llegar con retraso y de enfrentarnos a catástrofes como en los tiempos de Noé.

Obviando el hecho cada religión o iglesia tiene sus patologías, sus momentos de fundamentalismo y de radicalización hasta el punto de haber crueles guerras religiosas, como hubo tantas entre musulmanes y cristianos, lo que se pide ahora es ver de qué forma, a partir de su capital religioso positivo, estas religiones pueden llegar a convergencias más allá de las diferencias y ayudar a enfrentarse a la nueva era del antropoceno (el ser humano como un meteoro rasante amenazador) y la sexta extinción masiva que ya está en curso desde hace mucho tiempo y se acelera cada vez más.

Tomemos como referencia las tres religiones abrahámicas.

Primero, veamos la contribución del judaísmo. La Biblia hebrea es clara al entender la Tierra como un don de Dios y que nosotros hemos sido colocados aquí para cuidarla y guardarla. “La Tierra es mía y vosotros sois huéspedes y forasteros” (Lev 25,23). No podemos como ningún huésped normal haría, ensuciarla, romper sus muebles, estropear su jardín y matar a sus animales domésticos. Pero nosotros lo hemos hecho. Por eso existe la tradición de Tikkum Olam, de la “regeneración de la Tierra”, como tarea humana por los daños que le hemos causado. Hay también sentido de responsabilidad frente a los no humanos. Así antes de comer, cada uno debe alimentar a sus animales. No se puede tirar el nido de un pájaro que está cuidando a sus pichones. “Dominar la Tierra” (Gn 1,28) debe ser entendido a la luz de “cuidar y guardar” (Gn 2,15), como quien administra una herencia recibida de Dios.

El cristianismo heredó los valores del judaísmo. Pero le añadió datos propios: el Espíritu Santo fijó su morada en María y el Hijo en Jesús. Con eso asumió de alguna forma todos los elementos de la Tierra y del universo. La Tierra es entregada a la responsabilidad de los seres humanos, pero estos no tienen un derecho absoluto sobre ella. Son huéspedes y peregrinos y deben cuidar de ella. San Francisco de Asís introdujo una actitud de fraternidad universal y de respeto a cada uno de los seres, hasta a las hierbas silvestres. Por ser el Dios cristiano un ser relacional, pues es Trinidad de Personas siempre relacionadas entre sí, el propio universo y todo lo que existe es también relacional, como tan bien lo expresó el Papa Francisco en su encíclica.

El islam sigue las huellas del judaísmo y del cristianismo. También para él la Tierra y la naturaleza son creación de Dios, y han sido entregadas a la responsabilidad del ser humano. En el Corán se dice que tenemos nuestra morada aquí y por un corto tiempo podemos disfrutar de sus bienes (Sura 2,36). El Altísimo y Misericordioso nos da señales a través de la riqueza y la diversidad de la naturaleza que nos recuerdan constantemente su misericordia, con la cual dirige el mundo (Sura 45,3). La entrega confiada a Alá (islam) y la propia jihad (lucha por la santidad interior) implican cuidar de su creación. Hoy muchos musulmanes han despertado a lo ecológico y de Singapur a Manchester pintaron sus mezquitas todas de verde.

Hay unos puntos convergentes en estas tres religiones: entender la Tierra como don y herencia y no como objeto para ser usado simplemente a su voluntad, como lo entendió la modernidad. El ser humano es responsable de lo que recibió, debiendo cuidarla y guardarla (haciéndola fructificar y dándole sostenibilidad); él no es dueño sino cuidador. La Tierra con su riqueza remite continuamente a su Creador.

Estos valores son fundamentales hoy, pues la tradición científico-técnica trata a la Tierra como mero objeto de explotación, situándose fuera y por encima de ella. Somos Tierra (Gn 1,28). Por eso hay un parentesco con ella, nuestra sustentadora.

Además, todas las religiones desarrollan actitudes que actualmente son imprescindibles: el respeto por la Tierra y por todo lo que ella contiene, pues las cosas son muy anteriores a nosotros y tienen valor por sí mismas; la veneración ante el Misterio del universo. Respeto y veneración no solo al Corán o a la hostia consagrada, sino a todos los seres, pues son sacramentos de Dios. Esta actitud impone límites al poder dominador que está hoy poniendo en peligro el equilibrio de la Tierra y amenazando nuestra supervivencia. La irracionalidad científico-técnica debe conocer límites éticos, impuestos por la propia vida que quiere seguir viviendo y mantener su identidad. Si no, ¿a dónde iremos? Seguramente no a la montaña de las bienaventuranzas sino al valle de lágrimas.


Leonardo Boff es articulista del JB online y ha escrito La Tierra en la palma de la mano: una nueva visión del planeta y de la humanidad, Vozes 2016.

Traducción de MJ Gavito Milano

Budismo, Cristianismo (Iglesias), General, Hinduísmo, Islam, Judaísmo , , , , , ,

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