Pius Hendricks: el cura norteamericano que abusó de niños durante décadas en Filipinas, ante el silencio de todos
Una veintena de víctimas denuncian al clérigo, de 78 años, conocido por su generosidad
El clérigo reconstruyó la capilla de Talustusan e instaló parlantes en los techos para llamar a los feligreses a misa. Presionó a los funcionarios para pavimentar la ruta de la ciudad. Llevaba a los enfermos al hospital, y pagaba las cuotas escolares para los niños pobres
Un joven grabó la confesión del clérigo, que lleva cuarenta años en Filipinas, y ha sido detenido por la Policía tras su denuncia
Las víctimas dicen que el abuso con frecuencia comenzaba cuando Hendricks los bañaba, y avanzaba hacia el sexo oral y anal. A menudo los muchachos eran apartados una vez que llegaban al final de la adolescencia o se involucraban con chicas.
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Tim Sullivan, Associated Press
La voz del sacerdote estadounidense resonaba por el teléfono, su acento del Medio Oeste se suavizó durante décadas y se transformó en una cadencia filipina amable. Del otro lado, grabando la llamada, estaba un hombre joven abatido por la vergüenza, pero ansioso de que el cura describiera exactamente lo que había sucedido en esta pequeña ciudad en la isla.
“Debería haber comprendido mejor en lugar de intentar simplemente tener una vida”, dijo el cura en la llamada telefónica de noviembre de 2018. “Los días felices ya no están. Se terminó todo”.
Aunque, más tarde, el joven le dijo a Associated Press que esos días solamente fueron felices para el cura. Fueron años miserables para él y para los otros chicos de quienes los investigadores dicen fueron abusados sexualmente por el Padre Pius Hendricks.
Sus acusaciones encendieron un escándalo que sacudiría a la ciudad y revelaría mucho sobre la manera en la cual las acusaciones de delitos sexuales por parte de los sacerdotes son manejadas en uno de los países más católicos del mundo: Filipinas.
Apenas tenía 12 años y era un monaguillo proveniente de una familia de agricultores arrendatarios, ansioso por obtener un dólar por ayudar en la misa, cuando Hendricks lo llevó al baño por primera vez en la pequeña rectoría de Talustusan y lo abusó sexualmente.
“Le pregunté por qué me estaba haciendo esto a mí”, dijo el muchacho, hoy de 23 años, en una entrevista. Años más tarde, la confusión todavía la confusión reina en su mente.
″‘Es algo natural’”, le dijo el cura, es parte de hacerse adulto’”.
El abuso continuó durante más de tres años, aunque él no le contó a nadie hasta que un extranjero comenzó a hacerle preguntas acerca de la generosidad extravagante del cura estadounidense con los muchachos locales, y hasta que temió que su hermano fuera la próxima víctima.
En noviembre, fue a la policía y les contó lo que sabía.
La policía filipina escolta al padre Pius Hendricks. (AP)
Inmediatamente después, las autoridades locales arrestaron a Hendricks, de 78 años, y lo acusaron de abuso infantil. Desde entonces, según los investigadores, aproximadamente 20 chicos y hombres, inclusive uno de 7 años, informaron que el sacerdote los abusó sexualmente.
Los investigadores afirman que las acusaciones se remontan a hace más de una década, aunque muchos creen que data de generaciones, y que podría involucrar a varias decenas de jóvenes, y que continuó hasta hace semanas antes del arresto en diciembre. Los abogados de Hendricks insisten en que es inocente.
AP, que no identifica a las supuestas víctimas de abuso sexual, se reunió con cinco de los acusadores.
El cura del pueblo
El arresto de Hendricks fue una caída repentina para el cura que había dirigido esta comunidad durante cuatro décadas. Reconstruyó la capilla de Talustusan e instaló parlantes en los techos para llamar a los feligreses a misa. Presionó a los funcionarios para pavimentar la ruta de la ciudad. Llevaba a los enfermos al hospital, y pagaba las cuotas escolares para los niños pobres. Aquí muchos cuentan lo mucho que hizo.
La capilla construida por el cura Pius Hendricks en Talustusan. (AP)
Pero el caso solamente refleja en gran medida lo que ocurre en Filipinas; un país donde la iglesia se ha desentendido durante mucho tiempo de la presencia de sus abusadores sexuales y donde el sistema judicial penal con frecuencia ignora el problema.
“Es una cultura de ocultamiento, una cultura del silencio, una cultura de la autoprotección”, dijo el Rev. Shay Cullen, sacerdote irlandés que pasó décadas en Filipinas y trabaja con víctimas de abuso sexual.
“Hay un silencio consentido del abuso infantil”.
En 2018, después de que el muchacho acudiera a la policía, aunque antes de que arrestaran a Hendricks, grabó una llamada telefónica con el cura.
En extractos de la conversación que AP escuchó, Hendricks se lamenta por que aquellos días felices no vuelven más y admite un “error de mi parte” no especificado.
“Bueno, es verdad. No digo que no. ¿Dije que no fuera verdad?”, dice Hendricks, con una voz que expresa una combinación de autocompasión y resignación.
Dijo también que era probable que se retirara.
“Tengo que aprender”, continuó. “Tengo que aceptar lo bueno y lo malo”.
Promesas y revelaciones
Durante casi dos décadas, la iglesia filipina prometió enfrentar a la sombra del abuso por parte de miembros de la iglesia.
En 2002, la conferencia nacional de obispos de la Filipinas terminó con años de silencio y admitió que la iglesia enfrentaba casos de “inconducta sexual grave” en el clero. Un obispo estimó que 200 de los 7.000 sacerdotes del país pueden haber cometido alguna forma de conducta sexual impropia. Los obispos prometieron nueva reglas que “dieran los pasos para la renovación profunda”.
Pero en un país que cuenta con más de 80 millones de católicos e iglesias que datan de la época de Shakespeare, esas promesas han desparecido hace tiempo en una nebulosa de tradición, piedad e influencia de la iglesia que sofoca todo, desde las clases de educación sexual hasta la política nacional.
Por ejemplo, hasta aproximadamente 2013, las propias pautas de la iglesia insistían en que no era necesario que los obispos informaran a la policía sobre los curas abusadores, argumentando que tenían “una relación de confianza análoga a la que hay entre un padre y un hijo”. Los informes de los medios y las acciones legales “se agregan al sufrimiento” en casos de abuso sexual, dijo el cardenal de Manila Luis Tagle al sitio de noticias católico UCAN en 2012. En las culturas asiáticas, continuó, a menudo es común que esos casos se manejen silenciosamente, dentro del ámbito de la iglesia.
La influencia de la iglesia sigue siendo grande aquí, aun cuando su poder se vio disminuido en los últimos años, debilitado por la difusión de los misioneros evangelistas y los ataques del presidente populista de la nación, Rodrigo Duterte.
Duterte, que dice haber sido abusado sexualmente por un sacerdote cuando era estudiante, calificó públicamente a los obispos de “hijos de puta” y pidió a los filipinos que dejen de ir a misa. Los investigadores dicen que Duterte observa de cerca el caso de Hendricks.
Un secreto que todos conocían
En Biliran, la isla pobre donde Hendricks pasó casi la mitad de su vida, su afecto por los chicos había sido ampliamente debatido durante décadas por los habitantes, dijeron los funcionarios locales y, de acuerdo con un ex religioso católico, también por los miembros del clero.
Mientras muchos creyeron durante largo tiempo que era un pedófilo, no se decía casi nada abiertamente. Ni nadie actuaba sobre el sospechoso.
Esto es lo que sucede en Filipinas.
Más curas acusados
El silencio sigue siendo un escudo protector para un sacerdote tras otro.
En la isla de Bohol, el sacerdote Joseph Skelton da misa, más de 30 años después de que el entonces seminarista fuera arrestado por abuso sexual a un joven de 15 años. Las noticias locales revelan incluso a más sacerdotes: el cura fuera de Manila que reclutaba muchachos jóvenes para el sacerdocio, después de haber admitido que abusaba de chicos adolescentes; el cura que se mudó a la residencia de los obispos después de ser acusado de violar a una joven de 17 años; el compositor de música sacra acusado de abusar sexualmente a niños, incluso uno de seis años.
Los procesamientos a los curas acusados aquí son sumamente raros y el encarcelamiento aún más raro. “Ningún cura en Filipinas fue preso” por abuso sexual infantil, le dijo el Obispo Buenaventura Famadico, que supervisa una diócesis al sur de Manila, al diario católico La Croix el año pasado. En comparación, el grupo BishopAccountability.org dice que desde 1990, más de 400 curas fueron encarcelados en EE.UU. por cargos de abuso sexual infantil.
Los regalos
El joven de 23 años de Talustusan admitió que no habría podido continuar sin el aliento de un visitante estadounidense a la ciudad, el novio de una mujer relacionada con otro acusador. El estadounidense estaba asombradísimo por los regalos que el cura le había dado a él y otros muchachos locales y comenzó a hacer preguntas inquisidoras.
“Insistía en preguntar por qué el Padre Pius hacía estas cosas por los chicos en la ciudad”, dijo el muchacho de 23 años, quien comenzó a luchar con sus propios sentimientos sobre lo que tenía que contar. “Pensé que esta podía ser, podía ser la ayuda que estaba pidiendo, para que mi vida cambie”, dijo.
Finalmente, le contó del abuso a su familia, y luego a las autoridades locales.
Incluso entonces, el caso no habría avanzado sin intervención del Departamento de Seguridad Nacional de EE.UU. La agencia comenzó sus propios interrogatorios de Hendricks bajo un estatuto que permite al gobierno de EE.UU. acusar a los ciudadanos estadounidenses por abuso sexual infantil en cualquier lugar del mundo.
El caso local contra el sacerdote habría quedado estancado si las autoridades de los EE.UU. no hubiesen comenzado con las investigaciones, presionando a las autoridades filipinas para actuar, de acuerdo con un investigador involucrado en el caso, quien habló bajo condición de anonimato ya que la investigación todavía está en curso.
De Cincinnati a Talustusan
Kenneth Hendricks nació en 1941 en una familia de clase trabajadora de Cincinnati, cuando la Gran Depresión está llegando a su fin. Sus padres se divorciaron cuando era joven, y la madre de Hendricks mantuvo a sus dos hijos limpiando casas.
A fines de la adolescencia, Hendricks se interesó por los franciscanos, la orden de hermanos y sacerdotes católicos conocidos por sus largas túnicas marrones y siglos de trabajo entre los pobres.
Hendricks se transformó en un franciscano con veintitantos años y tomó el nombre de Pius. Sus nombramientos fueron desde St. Catherine Indian School en Santa Fe, Nueva México al vecindario duro en aquel momento, Over-The-Rhine en Cincinnati, donde ayudaba en un club de box para jóvenes. Leer más…
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