Cadena perpetua para la pareja que torturó y mató a su hijo porque pensaban que ‘era gay’
Perla Fernández, la madre del pequeño, y su ex novio, Isauro Aguirre, han sido condenados de por vida sin posibilidad de apelar, ni obtener la libertad condicional. Han alcanzado un pacto con la fiscalía que les ha librado de la pena de muerte tras declararse ambos culpables de asesinato en primer grado y de tortura con circunstancias especiales a Gabriel, de 8 años de edad. Según los informes policiales, le insultaban llamándole marica y le sometieron a todo tipo de deleznables torturas durante meses como golpearle con la hebilla de un cinturón y un bate de béisbol porque jugaba con muñecas, le obligaron a comer heces de gato y su propio vómito, lo cubrieron con un spray de pimienta y lo encerraron en un armario con una calcetín metido en la boca para acallar sus gritos de auxilio permitiendo que se hiciera sus necesidades encima sin dejarle ir al baño.
En la foto del periódico Gabriel parece un niño feliz con una amplia sonrisa entre tímida y traviesa y en sus pequeños ojos oscuros se adivina un aire de melancolía. Vestido con un pantalón deportivo, una camiseta blanca con franjas azules y zapatos tenis, a simple vista se podría decir que se trata de un niño con una vida normal. Pero la vida de Gabriel Fernández estuvo lejos de haber sido normal. Fue un terrible suceso que conmocionó a Estados Unidos. El 22 de mayo de 2013, la madre, Perla Fernández, llamó al 911 para pedir auxilio porque su hijo Gabriel no respiraba. Cuando los servicios de emergencia llegaron al apartamento en Palmdale, al norte de Los Ángeles, se encontraron con el niño desnudo. Tenía una fractura en el cráneo, varias costillas rotas, la piel plagada de moretones, quemaduras y balines en el pulmón y en la ingle. El pequeño falleció dos días después. En agosto, Aguirre y Fernández fueron acusados de asesinato capital.
Un grupo en el Facebook llamada Justicia para Gabriel, que ha estado siguiendo el caso, publicó: ‘Se ha hecho justicia. Los dos se sentaban en el corredor de la muerte pero han apelado conmutándolo por cadena perpetua sin posibilidad de que salgan a a calle. No habrá un sitio seguro para ellos’.
Lo más traumático del caso es que, a pesar de las numerosas evidencias de que el pequeño Gabriel era víctima en su propio hogar de abusos y torturas, quienes pudieron haber hecho algo para evitar su muerte prefirieron cruzarse de brazos. Los registros del Departamento de Servicios para Niños y Familias del Condado de Los Ángeles indican que los trabajadores de esta institución recibieron varias denuncias del horrendo maltrato al que era sometido Gabriel tanto por su madre, Perla Fernández, como por el novio de ésta, Isauro Aguirre.
Las denuncias se registraron a partir de octubre de 2013, poco después de que Gabriel dejara la casa de unos parientes para irse a vivir con su madre. La maestra del niño informó que el niño se había presentado a clases con la cara llena de moretones provocados por los golpes que le había dado su mamá con la hebilla de un cinturón. Al siguiente mes, la misma maestra denunció que Gabriel había llegado con el labio inflamado porque su madre le había pegado. En enero de este año, la profesora denunció nuevamente que el pequeño tenía la cara hinchada y con hematomas. Y el pasado marzo una terapeuta advirtió que el menor había expresado deseos de suicidarse y que probablemente había sido asaltado sexualmente por un familiar.
Ninguna de estas denuncias, sin embargo, prendió la alarma en el Departamento de Servicios para Niños y Familias del Condado de Los Ángeles. Por razones inexplicables, ninguno de los trabajadores sociales a cargo del caso actuó para salvar a Gabriel a sabiendas incluso de que su mamá había pertenecido a pandillas y era adicta a las drogas.
El director del Departamento de Servicios para Niños y Familias, Philip Browning, acepta que el sistema le falló a Gabriel, pero hasta ahora no ha entablado acción alguna para castigar a los trabajadores implicados ni ha anunciado algún tipo de medida correctiva para prevenir otra tragedia. Por desgracia, el caso de Gabriel no es único. Esa institución tiene un largo historial de haberle fallado a muchos niños cuyas vidas han quedado truncadas por la ineptitud y falta de entrenamiento de sus empleados, lo cual es indignante e inadmisible. Solamente a través de un castigo ejemplar para todos los que fallaron y de la aplicación de nuevos programas de entrenamiento y supervisión se hará justicia y podrá evitarse que otro inocente sufra el mismo destino que Gabriel. Un niño al que le gustaba jugar con muñecas que sufrió la incomprensión de la violencia de unos mayores que jamás lo escucharon. Su madre y padrastro pagarán con la cárcel de por vida pero hay muchos más culpables que deberían ser relevados de sus cargos para evitar que otros niños pasen por el mismo calvario que Gabriel.
¿Cómo se puede ser tan inhumano con un crío desvalido?. Nadie se lo puede explicar. Y menos cuando se trata de tu propio hijo.
Fuente Ragap
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