Marc Serena: “La homofobia en África frena la lucha contra el VIH”.
El periodista Marc Serena viajó siete meses por África para retratar la persecución a gays y lesbianas.
Una interesantísima entrevista que hemos leido en Público:
“Una de las injusticias que me parecen más terribles es que por amar te pueda pasar algo malo”
“La ley está del lado de las personas que extorsionan, que amenazan, que agreden, que son homófobas”
“En África hay un islam reaccionario, patriarcal y represivo, que utiliza el Corán como arma arrojadiza contra los gays”
El periodista catalán denuncia en ‘¡Esto no es africano! De El Cairo a Ciudad del Cabo a través de los amores prohibidos’ la “violencia orquestada y silenciada” que ejerce el poder contra los derechos de los homosexuales en el continente más pobre del mundo.
Dice Marc Serena (Manresa, 1983) que la gente valiente le inspira. Hace tres años se fue rumbo a África en busca de musas y encontró al primer imán africano que salió del armario, un argelino que canta al amor entre hombres en un cabaret, tres mujeres transexuales visitando a Cesária Évora horas antes de morir en Cabo Verde y el bloguero gay más popular de Egipto a quien nadie ha visto la cara. Ellos, ellas y otros muchos valientes sobreviven en el continente más pobre del planeta luchando por ser lo que son a pesar de que, por ello, les persigan, les amenacen y les ajusticien leyes violentas que entienden la homosexualidad como una perversión occidental. ¡Esto no es africano! De El Cairo a Ciudad del Cabo a través de los amores prohibidos (Editorial Xplora, 2014) denuncia que la agresión sin precedentes a los derechos de los gays en África está “orquestada” impunemente desde el poder, “silenciada” por los medios de comunicación y hasta obviada por muchas ONG.
¿Por qué decide emprender este viaje por África centrado en la diversidad sexual?
Después de haber viajado y conocido a mucha gente con mi primer libro [La vuelta de los 25, Ediciones B], me interesó no centrarme tanto en cómo está el mundo sino en qué hay en el mundo que deba denunciarse y cambiar. Pensando en injusticias, me di cuenta de que una de las más terribles es que por amar te pueda pasar algo malo. Que con lo bonito que es amar y con lo que nos tendríamos que amar todos, mucho más, haya sitios en los que tu amor pueda llevarte a la cárcel e incluso a la muerte. Me parece una injusticia sistemática que, en muchos países, tu forma de amar y tu sexualidad condicionen tu vida. Un 40% de los 200 países que hay en el mundo (78) tiene leyes que reprimen la orientación sexual o la identidad de género. De hecho, un informe del Pew Research Centre que compara la aceptación de la homosexualidad en distintos países, reflejó que si nuestro país está en el 80%, hay zonas en el norte de África que están en el 1%. Esto me pareció muy sorprendente, quería leer sobre ello, pero no encontré ningún libro que hablara de una manera actualizada sobre sexo y amores prohibidos en África. Por eso decidí coger la maleta y empezar el viaje.
Dice que gays, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales son las personas más desamparadas y perseguidas de África. ¿Por qué nadie habla de ello?
La homofobia en África tiene muchas caras distintas, pero uno de los mayores problemas, que además es común en todo el continente, es el silencio que los medios de comunicación intentan imponer sobre esta cuestión. Es muy difícil seguir la actualidad si no estás ahí, si no conoces la red de activistas. Hay informaciones que incluso ahora, teniendo contactos, no me llegan si no las pregunto a las personas específicas. Por ejemplo, un activista me contó hace poco que en Marruecos ha habido seis asesinatos de personas LGTB en los últimos meses.
Los medios callan, pero la familia, la Iglesia, los gobiernos y los jueces siguen atentando contra la diversidad sexual. ¿Qué hacen las ONG?
Es complicado. Se está trabajando mucho y bien, pero hay cosas que pueden mejorar. Por ejemplo, Amnistía Internacional hizo un informe sobre los diez años de abusos en Irak y en 300 páginas apenas hay menciones sobre este tema, cuando se han llevado a cabo violaciones y ahorcamientos por orientación sexual. Aun así, en algunas partes de África hay un movimiento activista cada vez más fuerte. En otras, no. Por ejemplo, Marruecos es uno de los países con una red de activismo más débil, espontánea, sumergida y desestructurada. Pero luego hay otros países más mediáticos (Uganda para los anglosajones y Camerún para los franceses) en los que hay organizaciones muy fuertes con sus páginas web, sus medios, sus newsletters, con una fuerza de movilización importante. La gente vive de forma clandestina. Hay bodas clandestinas, discotecas, bares, revistas, páginas web clandestinas, grupos de Facebook secretos… Existe una lucha que me recuerda a la hubo aquí durante el franquismo, con gente que hace las cosas por debajo y acaba encontrando sus alternativas.
[El Ministerio de Exteriores ha eliminado la orientación sexual de las prioridades en protección de Derechos Humanos, según publica Cáscara Amarga].
Poner voz a esas vidas clandestinas, como hace el libro, ¿es un acto de denuncia para concienciar o una acto de concienciación para denunciar?
El libro, en primer lugar, es un elogio a estos activistas tan valientes que se están jugando la vida, y en algunos casos hasta muriendo, por defender sus derechos. Son valientes y conocer a gente valiente me inspira y me da fuerzas. Por otra parte, el libro es un elogio a la diversidad de África, que es un continente muy rico en cultura, en lengua, en medioambiente y también en su diversidad sexual, en sus maneras de vivir y de ser. En Sudáfrica, por ejemplo, hay un concepto propio que se llama Lesbian Men, que no existe en otras zonas. Y por último, el libro es una crítica muy dura al hecho de que por culpa de unas leyes —de origen colonial en la mayoría de casos— ahora haya normas que ejercen una violencia sin precedentes contra las personas LGTB.
Parece, además, que estas normas se están endureciendo.
Sí, los últimos cambios han ido a peor. En Etiopía, por ejemplo, ya había una legislación que perseguía la homosexualidad, pero hace meses se ha aprobado una nueva ley que prohíbe los indultos a homosexuales. Les dan el mismo trato que a los terroristas. Como Egipto, que ha aprobado una ley que equipara la homosexualidad al terrorismo. Y Uganda y Nigeria también han endurecido sus leyes recientemente. El problema es que eso es la punta del iceberg. En estos países hay mucha extorsión porque la ley está del lado de las personas que extorsionan, que amenazan, que agreden, que son homófobas.
Las leyes que criminalizan la homosexualidad se basan en la creencia de que las relaciones entre personas del mismo sexo, como dice el título del libro, no son algo africano. ¿Por qué cala esa idea si hay investigaciones que reflejan en la historia de África una diversidad que ahora no existe?
Aunque ahora el tema esté de actualidad, aparezca en los medios de comunicación y parezca que haya cierto debate, no lo hay. Lo que hay es una parte de la población que está apisonando a la otra. No hay dos partes. No hay una persona que piensa una cosa y otra que piensa otra. Una parte (la iglesia, los gobiernos, los jueces) lanza todo tipo de mentiras contra esas personas y una de ellas es que la homosexualidad es una perversión occidental, cuando eso no es verdad y además es justo esta homofobia la que no es africana. Es mentira pero no hay nadie que se atreva a rebatir esa mentira. En muchos países no hay personas públicas que puedan aparecer en los medios defendiendo esta opción porque serían agredidos o acabarían en la cárcel. Por ejemplo, hubo un ataque terrorista en Uganda y antes de saber quién era el responsable, un periódico publicó que los autores eran homosexuales.
Otra de las mentiras que denuncia el libro es que los homosexuales están promoviendo el VIH en África.
Sí. Porque la homofobia en África está teniendo consecuencias sobre la salud pública. Está haciendo menos eficaz la lucha contra el VIH y el sida. En África subsahariana vive el 69% de las personas con VIH de todo el mundo. Y el 75% de las muertes anuales de personas por VIH se concentran en el continente africano. A alguien le puede parecer que el tema del libro es menor, pero yo creo que no. La persecución por la orientación sexual es una de las injusticias más bestias que conozco, pero por si eso no fuera suficiente, esta criminalización está frenando la lucha contra el VIH. En África es difícil tener una relación de pareja estable, no puedes hablar de tu sexualidad a tu médico, hay presidentes que prohíben la entrada de lubricantes en su país porque dicen que eso fomenta actitudes no africanas… Hay expertos que hablan de genocidio y otros, de apartheid. Las comparaciones siempre son terribles, injustas y seguramente traumáticas, pero hay algo de genocidio y apartheid porque es una represión sistemática y orquestada que se da en muchos países a la vez.
El libro intercala relatos amargos con otros incluso alegres. ¿Cuál de todas las historias que conoció de primera mano le impresionó más?
El último. Muhsin, el imán de Ciudad del Cabo. En el libro aparecen personas valientes que luchan por sus derechos y otras que son un referente en esa lucha y también un referente moral y espiritual para mí. Muhsin fue el primer imán de África en salir del armario y uno de los pocos del mundo. Me marcó muchísimo. En África hay un islam y una religión católica que poco tienen que ver con las religiones ancestrales africanas que había hace años, pero poco tienen que ver también con el islam que había tradicionalmente en África. Cuando aquí estaba perseguida la homosexualidad, había mucha gente que se refugiaba en el norte de África. Ahora hay un islam reaccionario, patriarcal, represivo, que se ha apoderado de la situación y que está utilizando el Corán como arma arrojadiza contra un grupo de gente. Me gusta cómo Muhsin desarticula la argumentación de muchas personas en contra de los homosexuales, nos acerca a otro islam, lejos del que está al mando de la situación.
‘Esto no es africano’ tiene un mensaje para España?
Creo que el libro nos tiene que hacer reflexionar sobre en qué punto estamos nosotros, cómo vamos, qué estamos haciendo y si aún hay cosas por reivindicar o ya no. Debemos pensar si es normal que haya un niño que vaya a la escuela y escuche 40 veces la palabra maricón en una mañana.
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