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Aún así, el arco en la iglesia continúa doblándose

Martes, 3 de mayo de 2022
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Breakfast_at_Dawn_webLa reflexión de hoy (III Domingo de Pascua), es del colaborador de Bondings 2.0 Michaelangelo Allocca, cuya breve biografía se puede encontrar haciendo clic aquí.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el tercer domingo de Pascua se pueden encontrar aquí.

“¿Qué eres, un masoquista?” Nosotros, en la comunidad LGBTQ católica, a veces escuchamos esta pregunta de amigos no católicos bien intencionados, que se preguntan cómo podemos permanecer en una Iglesia que parece, en muchos sentidos, no querernos. Para obtener evidencia de que esto es común, no busque más allá de la guía de comentarios de este blog. No habría necesidad de una regla en contra de decirle a alguien que abandone la Iglesia, si esa sugerencia no se hiciera con frecuencia por la razón que mencioné al comienzo de este párrafo.

Esa pregunta me persigue cuando reflexiono sobre las lecturas de hoy. Siento una similitud entre nuestra comunidad y los Apóstoles en la primera lectura de hoy de Hechos 5. Con respecto al abuso y la persecución que experimentaron los Apóstoles, se nos dice que abandonaron el Sanedrín, “gozándose de haber sido hallados dignos de sufrir deshonra por por el bien del nombre.” ¿No deberíamos, como ellos, regocijarnos de ser encontrados dignos de sufrir la deshonra por el nombre de Jesús, quien siempre fue a los márgenes para encontrar a todos los que lo necesitaban, y siempre incluidos en lugar de excluidos? Y, sin embargo, ¿no es masoquista alegrarse del propio rechazo o persecución?

Tengo una reacción similar a la segunda lectura, de Apocalipsis, donde la hueste celestial canta: “Digno es el Cordero que fue inmolado, de recibir el poder y las riquezas (… completa el resto del Mesías de Haendel)”. Escucho, “sí, bueno: los que son asesinados son dignos de recibir, etc…” Pero luego el persistente “¿qué eres, masoquista?” la voz habla de nuevo: en realidad no dice que el Cordero es digno porque fue inmolado; y además, ¿desde cuándo soy el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo?

En definitiva, sigo creyendo que es espiritualmente saludable identificarse y consolarse con el sufrimiento de los Apóstoles, y del mismo Jesús, y finalmente alabar a Dios, que con las palabras del salmo de hoy, “no permitió que mi los enemigos se regocijan por mí.” El salmista nos recuerda que los perseguidores pueden tener la ventaja por un tiempo, pero que no tienen la última palabra.

Y entonces mi sentimiento no es masoquismo, sino esperanza. No en el sentido de optimismo barato del “después de todo, mañana será otro día” de Scarlett O’Hara, sino en el sentido de la virtud teológica que le dijo al Dr. Martin Luther King que “el arco del universo moral es largo, pero se inclina hacia la justicia.” Veo esta larga flexión en la Iglesia tratando, centímetro a centímetro, de ponerse al día con el amor nutritivo y acogedor de Jesús, y abandonar la necesidad similar a la del Sanedrín de controlar y obligar.

En ese frente, tenemos palabras alentadoras de dos prelados europeos. El cardenal Jean-Claude Hollerich de Luxemburgo le dijo recientemente a un entrevistador que consideraba que la enseñanza actual sobre la homosexualidad “ya no es correcta” y no se basa en la ciencia, y recomendó una “revisión fundamental de la doctrina”. Luego, el obispo Georg Bätzing, jefe de la conferencia episcopal alemana, también dijo a una revista que la enseñanza de la Iglesia debe cambiar. Y cuando le preguntaron si las relaciones entre personas del mismo sexo estaban permitidas, dijo: “Sí, está bien si se hace con fidelidad y responsabilidad. No afecta la relación con Dios”. Si bien algunos podrían argumentar que tales declaraciones son demasiado escasas y demasiado tardías, tengo la edad suficiente para recordar cuando el concepto de un obispo, no importa un cardenal, hablando así era inconcebible.

Y, sin embargo, la curvatura del arco es siempre lenta, solo pulgada a pulgada: poco después, el cardenal George Pell le dijo a otro entrevistador que estos dos obispos deberían ser reprendidos, tal vez incluso silenciados, por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Me pregunto si Pell se dio cuenta de lo bien que funcionó un intento de silenciar a los Apóstoles (Hechos 5:27-28) cuando el sumo sacerdote “les dio órdenes de dejar de enseñar”, y continuaron haciéndolo aún más audazmente. Pell estuvo una vez en el consejo de cardenales asesores del Papa Francisco, y muchos todavía notan sus declaraciones.

Aún así, el arco continúa doblándose. ¿Fueron reprendidos los obispos queer-positivos? ¿Se echaron atrás o se retractaron? No, en cambio, hubo repetición con énfasis. El cardenal Reinhard Marx de Munich-Freising (irónicamente, la misma diócesis que una vez estuvo encabezada por un cardenal llamado Ratzinger) repitió el llamado de Hollerich y Bätzing a un cambio en la enseñanza de la iglesia y su respaldo a la santidad potencial en las relaciones entre personas del mismo sexo. Lo más sorprendente de todo es que también anunció que él mismo había bendecido a parejas del mismo sexo. Marx nunca mencionó a Pell, pero es sorprendente, y dudo que sea una coincidencia, que hiciera sus declaraciones solo dos semanas después del ataque de Pell a los otros dos obispos. Marx (a diferencia de Pell) sigue siendo miembro del consejo de cardenales asesores del Papa Francisco, lo que sugiere que la influencia del lado de Pell puede estar disminuyendo.

 Mi prueba final de que veo a través de la lente de la esperanza, no del masoquismo, se encuentra en el evangelio de hoy. Juan 21 contiene dos episodios distintos, unidos por la idea de liderazgo como alimentación, no dictado; cuidar, no dar órdenes. La tercera vez que Jesús se encuentra con los apóstoles después de la Resurrección, los encuentra de regreso en sus trabajos de pesca, como si sus experiencias con él no hubieran cambiado. Sin embargo, no comienza con “aclaremos algunas cosas” (lo cual, en el evangelio de Juan, podría no ser sorprendente), sino con “Ven y almorza”. Él los encuentra donde están, atiende sus necesidades y pacientemente los deja andar a tientas hacia la verdad.

Luego selecciona al que tenía más motivos para avergonzarse y arrepentirse, y lo pone a cargo. En caso de que aún no esté claro de qué lado se pone Jesús, la comisión viene como “apacienta mis corderos… apacienta mis ovejas… apacienta mis ovejas”, y no corregirlos, dominarlos, reprenderlos. Así es como Jesús entiende el liderazgo, y eso es todo lo que necesito para tener la esperanza de que las voces amorosas y acogedoras finalmente triunfen.

—Michael Ángel Allocca, 1 de mayo de 2022

Fuente New Ways Ministry

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“Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.”

Domingo, 1 de mayo de 2022
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No te he negado

Por causa de Tú causa me destrozo
como un navío, viejo de aventura,
pero arbolando ya el joven gozo
de quien corona fiel la singladura.

Fiel, fiel…, es un decir. El tiempo dura
y el puerto todavía es un esbozo
entre las brumas de esta Edad oscura
que anega el mar en sangre y en sollozo.

Siempre esperé Tú paz. No Te he negado,
aunque negué el amor de muchos modos
y zozobré teniéndote a mi lado.

No pagaré mis deudas; no me cobres.
Si no he sabido hallarte siempre en todos,
nunca dejé de amarte en los más pobres.

*

Pedro Casaldáliga,
El Tiempo y la Espera,
Sal Terrae 1986

***

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:

Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.

Simón Pedro les dice:

“Me voy a pescar.”

Ellos contestan:

“Vamos también nosotros contigo.

Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.

Jesús les dice:

“Muchachos, ¿tenéis pescado?”

Ellos contestaron:

“No.”

Él les dice:

“Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.”

La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro:

“Es el Señor.

Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.

Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice:

– “Traed de los peces que acabáis de coger.”

Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.

Jesús les dice:

“Vamos, almorzad.

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos. Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro:

“Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”

Él le contestó:

“Sí, Señor, tú sabes que te quiero.”

Jesús le dice:

“Apacienta mis corderos.”

Por segunda vez le pregunta:

“Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”

Él le contesta:

-“Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Él le dice:

“Pastorea mis ovejas.”

Por tercera vez le pregunta:

– “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?

Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó:

-“Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.

Jesús le dice:

– “Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.

Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió:

“Sígueme.”

*

Juan 21, 1-19

***

 

El amor de Cristo por Pedro tampoco tuvo límites: en el amor a Pedro mostró cómo se ama al hombre que tenemos delante. No dijo: «Pedro debe cambiar y convertirse en otro hombre antes de que yo pueda volver a amarlo». No, todo lo contrario. Dijo «Pedro es Pedro y yo le amo; es mi amor el que le ayuda para ser otro hombre». En consecuencia, no rompió la amistad

Para reemprenderla quizás cuando Pedro se hubiera convertido en otro hombre; no, conservó intacta su amistad, y precisamente eso fue lo que le ayudó a Pedro a convertirse en otro hombre. ¿Crees que, sin esa fiel amistad de Cristo, se habría recuperado Pedro? ¿A quién le toca ayudar al que se equivoca, sino a quien se considera su amigo, aun cuando la ofensa vaya dirigida contra él?

El amor de Cristo era ilimitado, como debe ser el nuestro cuando debemos cumplir el precepto de amar amando al hombre que tenemos delante. El amor puramente humano está siempre dispuesto a regular su conducta según el amado tenga o no perfecciones; el amor cristiano, sin embargo, se concilio con todas las imperfecciones y debilidades del amado y permanece con él en todos sus cambios, amando al hombre que tiene delante. Si no fuera de este modo, Cristo no habría conseguido amar nunca: en efecto, ¿dónde habría encontrado al hombre perfecto?

*

Søren Kierkegaard
Las obras del amor,
Guadarrama, Barcelona, s. f.

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“¿Me amas?”. 3 Pascua – C (Juan 21,1-19)

Domingo, 1 de mayo de 2022
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san pedro el pescadorEsta pregunta que el Resucitado dirige a Pedro nos recuerda a todos los que nos decimos creyentes que la vitalidad de la fe no es un asunto de comprensión intelectual, sino de amor a Jesucristo.

Es el amor lo que permite a Pedro entrar en una relación viva con Cristo resucitado y lo que nos puede introducir también a nosotros en el misterio cristiano. El que no ama apenas puede «entender» algo acerca de la fe cristiana.

No hemos de olvidar que el amor brota en nosotros cuando comenzamos a abrirnos a otra persona en una actitud de confianza y entrega que va siempre más allá de razones, pruebas y demostraciones. De alguna manera, amar es siempre «aventurarse» en el otro.

Así sucede también en la fe cristiana. Yo tengo razones que me invitan a creer en Jesucristo. Pero, si lo amo, no es en último término por los datos que me facilitan los investigadores ni por las explicaciones que me ofrecen los teólogos, sino porque él despierta en mí una confianza radical en su persona.

Pero hay algo más. Cuando queremos realmente a una persona concreta, pensamos en ella, la buscamos, la escuchamos, nos sentimos cerca. De alguna manera, toda nuestra vida queda tocada y transformada por ella, por su vida y su misterio.

La fe cristiana es «una experiencia de amor». Por eso, creer en Jesucristo es mucho más que «aceptar verdades» acerca de él. Creemos realmente cuando experimentamos que él se va convirtiendo en el centro de nuestro pensar, nuestro querer y todo nuestro vivir. Un teólogo tan poco sospechoso de frivolidades como Karl Rahner no duda en afirmar que solo podemos creer en Jesucristo «en el supuesto de que queramos amarlo y tengamos valor para abrazarlo».

Este amor a Jesús no reprime ni destruye nuestro amor a las personas. Al contrario, es justamente el que puede darle su verdadera hondura, liberándolo de la mediocridad y la mentira. Cuando se vive en comunión con Cristo es más fácil descubrir que eso que llamamos «amor» no es muchas veces sino el «egoísmo sensato y calculador» de quien sabe comportarse hábilmente, sin arriesgarse nunca a amar con generosidad total.

La experiencia del amor a Cristo puede darnos fuerzas para amar incluso sin esperar siempre alguna ganancia o para renunciar –al menos alguna vez– a pequeñas ventajas para servir mejor a quien nos necesita. Tal vez algo realmente nuevo se produciría en nuestras vidas si fuéramos capaces de escuchar con sinceridad la pregunta del Resucitado: «Tú, ¿me amas?».

José Antonio Pagola

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“Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado”. Domingo 01 de mayo de 2022. 3er Domingo de Pascua

Domingo, 1 de mayo de 2022
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28-pascuaC3 cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 5, 27b-32. 40b-41: Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo.
Salmo responsorial: 29: Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Apocalipsis 5, 11-14: Digno es el Cordero degollado de recibir el poder y la riqueza.
Juan 21, 1-19: Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado

En el pasaje de Hechos, los apóstoles son llamados a rendir indagatoria ante el Sanedrín, o Junta Suprema de los judíos. Conviene reflexionar sobre lo que implica concretamente la fe en la resurrección de Jesús; esto es, el testimonio de que él continúa vivo y actuando no ya físicamente, sino a través de la comunidad que ha asumido con el coraje y la valentía de su Maestro el proyecto del Reino. La Resurrección carece de pruebas históricas, y el creyente no las necesita. La prueba más segura y contundente nos la da, precisamente, la comunidad misma de creyentes que se fue formando alrededor de la fe en la Resurrección y que da testimonio de ella a través de una experiencia vital que ha evolucionado desde una total ignorancia e incapacidad para comprender a Jesús, hasta un cambio tan radical que ya nadie teme dar testimonio de que Jesús está vivo y que su proyecto sigue adelante. Con una valentía increíble, aquellos que habían huido abandonando al Maestro en su prendimiento, recalcan ahora que seguirán predicando porque “hay que obedecer a Dios antes que a los humanos”. Esta situación se repetirá innumerables veces en la historia de la Iglesia, cuando la autenticidad del mensaje entre en conflicto con los intereses que se le oponen.

En el evangelio Jesús se presenta a los apóstoles junto al lago Tiberíades, en medio de la vida ordinaria a la que ellos estaban acostumbrados. Habían dejado de ser los pescadores de personas a que los había llamado Jesús, y tras el supuesto fracaso del Maestro habían vuelto a su oficio de siempre. Allí se les presenta Jesús y aprovecha lo que les es familiar. Y allí Dios les manifiesta su poder y su gloria, a través del símbolo de la pesca y de la comida.

El Resucitado los invita a tirar la red, que recogerá una pesca milagrosa; una red que es símbolo de la Iglesia y de la pesca multitudinaria que harían los seguidores de Jesús después de este encuentro, cuando vuelvan a tomar el rumbo que habían perdido.

El discípulo a quien el Señor más amaba le reconoce en el milagro de la abundancia de peces, y Pedro se siente nada delante de aquel que le encomendó una tarea especifica que dejó de cumplir.

El capítulo 21 del cuarto evangelio fue agregado posteriormente. Es claro que Jn 20,30-31 era la conclusión original. Y es interesante que el capítulo 21 esté centrado en la figura de Pedro. En todo el evangelio los grandes protagonistas habían sido “el discípulo amado”, los discípulos en general y especialmente las discípulas, y entre ellas la madre de Jesús y María Magdalena. La figura de Pedro tiene relieve secundario; más aun, aparece siempre contrapuesta y subordinada a la del “discípulo amado”. Para Juan lo más importante es ser discípulo/discípula. Ahora, en el capítulo 21, se afirma a Pedro como pastor a partir de la inquietante pregunta triple de Jesús resucitado: “Simón, ¿me amas?… Apacienta mis ovejas”. Pedro es reconocido como pastor porque ahora cumple la condición de buen discípulo. Durante la Pasión negó tres veces ser discípulo de Jesús. Ahora el Señor le pide una triple confesión de su sincero amor como discípulo.

Antes que jerárquica, la Iglesia es una comunidad de discípulos. En la tradición de los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) es una iglesia fundada y dirigida por los 12 apóstoles, llamados también comúnmente los 12 discípulos. El capítulo 21 de Juan expresa la armonización de la dos tradiciones: Pedro es reconocido como pastor, pero bajo la condición de que acepte su definición fundamental como discípulo. Una vez reconocido como pastor, Jesús le anuncia la clase de muerte con la que glorificaría a Dios: su crucifixión en Roma. Después el Señor le reiterará su consigna favorita: “sígueme”, es decir, lo urge formalmente a ser su discípulo. Leer más…

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Dom 1.5.20. Pedro y el Amado, la pascua es una pesca: Echarse al agua y amar (Jn 21)

Domingo, 1 de mayo de 2022
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321867A9-7EE7-466F-8C10-1985F49DFFCDDel blog de Xabier Pikaza:

Parece que la primera iglesia, más centrada en Pedro, los Doce, los parientes de Jesús (y Pablo), tuvo dificultades en admitir el evangelio de Juan, pues no dejaba clara la identidad y función del Discípulo Amado. Parecía, además, que este evangelio defendía un cristianismo de simpe libertad interior y amor difuso, rompiendo la nervatura social del conjunto de la iglesia.

 Para subsanar en parte esas dificultades, el redactor ha incluido al fin un precioso capítulo pascual (Jn 21), elaborado en forma de “aparición” de Jesús y “pacto” misionero entre diversos (7)  grupos de cristianos.

En un primer momento, este evangelio terminaba con el testimonio de Tomás (Jn 20, 19-29) con una clara conclusión  y solemne (Jn 20, 30-31). Pues bien, sin borrar esa conclusión,  el redactor ha incluído este capítulo (Jn 21) a modo de conclusión y compendio, con cuatro temas esenciales: (1) Han de juntarse los 7, como en el G7 de Francisco, pero mucho más variados y comprometidos. (2) El Amado debe andar a todo, muy a lo libre, muy suyo y de todos. (3) Pedro tiene que ceñir los lomos y echarse al agua. (4) Hay llegar, s1 o sí, a los 153 peces/pueblos, sin quedarse en casa, sin excusas de ningún tipo.

Este fue el programa de Juan, hacia el 110 d.C. Éste ha de ser nuestro probrama XIX siglos después. Quien quiera quedarse en el texto, quede sin más y lo disfrute. Quien prefiera acompañarme siga. Buen fin de semana, este Domingo de Pascua. 

Introduzco imágenes conocidas… pero insisto en La Nave Triunfal de la Iglesia, delMuseo Nacional de arte colonial de México.  Deténgase quien quiera en los detalles, disfrute de la imagen barroca de la iglesia-nave de guerra y compare con la iglesia de los 7, con Pedro y Discípulo amado, en este evangelio.

A   LOS SIETE DE LA NAVE DE LA IGLESIA

Pedro dijo voy a pescar (21, 1-3), y el texto añade que se le juntaron  otros seis: Tomás, Natanael y los Zebedeos (Santiago y Juan) y dos discípulos más, cuyo nombre no se cita (21, 2). Significativamente, los primeros  de la lista son Pedro y Tomás, el Mellizo, que podrían forman la pareja final del evangelio: Pedro es el signo de la Iglesia Oficial; Tomás es el signo de la iglesia “mística”.

            Junto a ellos ha situado el evangelista a Natanael, de Caná de Galilea (cf. Jn 2, 1-11), lugar de las bodas del principio de la Iglesia, que había sido antes discípulo de Juan Bautista en el Jordán (cf. Jn 1, 45; Mt, 10, 3; Mc 3, 18,Lc 6, 14; Hc 1, 13). Fue, según la tradición.

Con esos tres, están los zebedeos,pareja esencial del comienzo de la iglesia, a los que se añaden otros dos, de quienes no se dice el nombre; uno de ellos podría haber sido el Discípulo amado, el otro una Discípula Amada. En total eran Siete, no Doce como los representantes de la iglesia del principio. Como sabemos ya por la segunda multiplicación de los panes (Mc 8) y por Hech 7, el número siete es signo de misión universal. En este contexto nos sitúa la escena que sigue.

El que inicia el movimiento es Pedro diciendo: ¡Me voy a pescar! (21, 3). Muchos lectores se han visto sorprendidos por el dato, como si Jesús volviera al tiempo de su historia y de su pesca pre-pascual en Galilea (Lc 5, 18-24), después que ya ha enviado a sus discípulos al mundo (cf. Jn 20, 21). Da la impresión de que Pedro y los siete han vuelto a lo anterior, al tiempo de pesca del lago, como hacían antes de haberse encontrado con el Cristo. Pero quien mire con más profundidad descubrirá en la escena un fuerte simbolismo: estamos ante el signo de la pesca escatológica.

            Es posible que en el fondo de la escena haya un recuerdo histórico. Es probable que Pedro y sus compañeros hayan descubierto algún día la ayuda de Jesús mientras se hallaban afanosos, pescando sobre el lago (como presupone en contexto vocacional Lc. 5, 1-11. Pero ahora es evidente que la pesca ha recibido un carácter pascual y misionero.

            Pedro es pescador al servicio de Jesús, como el mismo Señor lo había prometido (Mc 1, 16-20: os haré pescadores de hombres). En ese nuevo oficio, al servicio del reino, él sale a echar las redes sobre el lago de este mundo. No va solo, le acompañan los discípulos, finales, los siete creadores de la comunidad universal cristiana, los auténticos apóstoles de pascua. Siete varones para el mundo entero, no doce para Israel. Siete varones, parece que no hay mujeres, a no ser que uno de los dos del fin, sin nombre, sea mujer (o que el mismo discípulo amado sea mujer).

Van en medio de la noche, en el lago de la historia. Ha tomado la iniciativa. Le acompañan los otros y de un modo especial el discípulo querido. Para todos hay lugar en la faena. Pedro y el discípulo amado comparten un lugar en la barca y tarea pascual de Jesucristo. La experiencia pascual empieza siendo dura… Pero vengamos al texto:

Subieron a la barca y en aquella noche no pescaron nada. Apuntando ya la madrugada estaba Jesús en la orilla, pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dijo: ¡Muchachos! ¿No tenéis nada de comer? Le respondieron: ¡No! Él les dijo:¡Echad las redes a la derecha de la barca y encontrareis!

            La echaron y no podían arrastrarla por la cantidad de peces. Entonces, el discípulo al que Jesús amaba dice a Pedro: -¡Es el Señor! Y Simón Pedro, oyendo que es el Señor, se ciñó el vestido y se lanzó al mar (21, 3-7)

 B. DISCÍPULO AMADO, AMOR QUE VE EN LA NOCHE

            Este Cristo de la pascua parece oculto mientras extienden los discípulos las redes sobre el lago. Ha resucitado el Señor, pero el mar de la vida sigue pareciendo, insondable, sin pesca, sin vida. Todo parece como estaba: mar y noche, barca y pescadores sobre el lago. Sobre el enigma del mundo es inútil esforzarse. Sobre el mar de la historia no se puede conseguir la pesca escatológica que había prometido Jesús en el principio del camino misionero (cf. Mc 1, 16-20). Acaba la noche y las luces primeras del día traen a la playa a estos sufridos pescadores fracasados.

            Recordemos que son varias las escenas pascuales donde el Cristo pascual empieza siendo un desconocido: el jardinero del huerto (Jn 20, 14-15), el caminante de Emaús (Lc 24, 15-16). Con toda naturalidad el hombre de la playa pregunta a los que vuelven de vacío y respondiendo a su fracaso y les dice echad las redes a la parte derecha (Jn 21, 6). Parece que sabe más que ellos.

            Los discípulos escuchan su palabra sin poner reparo (en contra de Lc 5, 5). El inicio de la experiencia pascual se encuentra precisamente en el gesto de confianza de aquellos que han estado faenando en las vigilias de la noche. Querían descansar cuando rompe la mañana: necesitan un lecho para el sueño. Pero escuchan la voz de aquel desconocido y de pronto la red queda llena de peces.

Conocer a Jesús

             La narración llega a su centro. Está llena la red y los fornidos pescadores tienen gran dificultad en arrastrarla. Entonces, mientras los otros se encuentran ocupados en la dura faena de la pesca, el Discípulo Amado tiene tiempo de mirar. Mira y descubre la verdad, en experiencia mística de pascua. Así le dice a Pedro: Es el Señor (Jn 21, 7).

            En este reconocimiento y en los gestos que siguen se explicita el misterio y camino de pascua, interpretado ya a manera de trabajo compartido. Los dos discípulos centrales se necesitan; cada uno realiza su función, ambos son complementarios:

Pedro dirige la faena, como buen patrón del barco. Sabe manejar las redes, hace fiel trabajo. Pero, en realidad, parece un poco ciego para las cosas principales: no sabe distinguir a Jesús en la mañana, en medio de la pesca. Esta ceguera de Pedro (ministro supremo de la iglesia) queda clara en la escena. Pero el texto ha resaltado también su gran capacidad de acogida y escucha. Pedro recibe en su barca al discípulo amado y le atiende cuando dice: es el Señor. Este es el Pedro verdadero: aquel que sabe escuchar al discípulo querido para confiar en su palabra y lanzarse al agua para el encuentro con Jesús. En medio de la gran faena ha descubierto lo más grande: ha sabido que Jesús le está mirando en la orilla y necesita ir a encontrarle.

El discípulo amado está en la barca, pero no se dice que faene. Él será quien vea y distinta  a Jesús en la orilla, pero no necesita saltar para  cerciorarse de ello. Ha descubierto al Señor en el misterio más profundo de su vida, puede aguardar a que culmine la faena de la pesca, que realizan precisamente por mandato de Jesús, mientras acaba la noche y se eleva la nueva mañana de la pascua plena.

             Pedro tiene que saltar de la barca. Es incapaz de permanecer en el trabajo mientras sabe que Jesús está mirando y aguardando allá en la orilla. Esta impaciencia de Pedro, que antes no ha sabido distinguir a Jesús, es signo de gran amor (lo pone todo en riesgo por hallarle); pero es, al mismo tiempo, el resultado de una posible desconfianza (quien ama de verdad no necesita correr de esa manera hacia el amado, porque sabe que él le mira y acompaña en todos los momentos de su vida).

C. ECHAD LA RED AL OTRO LADO. PEDRO TIENE QUE ARROJARSE AL AGUA. 

           1A76404E-24CD-43F4-AF22-73CE9EDDC5E9  Volvamos a la escena. Como un desconocido, a la orilla del agua, Jesús les ha dicho que echen las redes por el otro lado (a la derecha, cf. 21, 6). Pero veamos con más cuidado la escena, retomando algunos motivos ya indicados:

Él les dice: “Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.” La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: “Es el Señor.” Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: “Traed de los peces que acabáis de coger. “Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.Jesús les dice: “Vamos, almorzad.”

             Como hemos indicado ya, la escena es misteriosa, y en ella aparecen no sólo Pedro con (entre) los siete, Pedro y el discípulo amado sino otros rasgos importantes, que es bueno destacar:

– Echad la red a la derecha…Puede tratarse de una indicación banal, pero todo nos indica que se trata de algo muy importante.  Hasta ahora, Pedro y su gente (incluidos los siete) habían estado pescando en la parte equivocada, en un contexto de ley convertida en “izquierda”, mano “falsa” de Dios y su promesa. Eso significa que la misión anterior de la iglesia había sido una equivocación inútil. Ha sido necesario que Jesús venga a la orilla y le diga que echen la red por el otro lado, por el lado bueno de la humanidad entera que es la “derecha de Dios”, en el amanecer de la nueva historia.

– Y pescaron tanto que tenían fuerzas para sacar la red, para traerla a tierra.La nueva pesca (la pesca de la derecha universal de Dios) les sorprende… Eran expertos pescadores pero no saben cómo “sacar” la red sin romperla, sin matar o estropear a los peces. Han pescado, están pescando, pero no saben qué hacer con su redada…Éste es el momento clave: Tienen una inmensa redada, pero no saben qué hacer con ella, como tratarla. Tienen un mensaje, tiene una oportunidad de oro (de Reino de Dios) en la madrugada, pero no saben qué hacer, no pueden llevar sus peces a la tierra de la vida.

El Discípulo amado le dice (a Pedro) “es el Señor”, el Señor de la derecha. La pesca que han logrado no es suya (no la han capturado ellos, no les pertenece…). Por eso interviene el Discípulo amado, que ve en la oscuridad de la mañana y dice a Pedro “es el Señor”. Sólo entonces reacciona Pedro, se viste, se ciñe. No es un mero pescador desnudo del lago del mundo, es un “delegado de Cristo”.

Pedro Se viste y se tira al agua (al agua de la pesca de Dios). Esta escena de Pedro tirándose al fin al agua, ante Cristo, por Dios superando sus miedos y reticencias antiguas responde a la más honda tradición de los sinópticos, que aparece en Mt 12, 22-23. Pedro se tira ahora del todo a las grandes aguas, se compromete plenamente por Jesús, bajo la  guía y la palabra del Discípulo amado.  Esta es la verdadera conversión de Pedro.

Los demás discípulos se acercaron en la barca, remolcando la red con los peces. Sólo ahora, cuando Pedro se ha echado al agua, sin miedo, por Jesús, ante Jesús, los cinco restantes (con el Discípulo amado de guía) pueden remolcar la red con los redes. No se dice cómo hacen, si van a ritmo y trabajo de remo, tres en cada lado, tres a babor, tres a estribor, o si van a viento de vela. Lo cierto es que se acercan a la orilla de Jesús donde está Pedro con él. Esta es la barca, remolcando de red con todos los peces del mundo, como seguiremos viendo.

Sigue la escena del pez y del pan…

            La escena culmina hablando del gran número de peces y de la comida de Jesús, hecha precisamente de panes y peces, lo mismo que en la escena de las multiplicaciones, con panes y peces (Mc 6; Mc 8). Pero con la diferencia de que hay un pan y pez que es el mismo Jesús. Sigamos  viendo el texto:

                Cuando llegaron a tierra (los seis de la barca, remolcando la red inmensa de los pueblos) vieron brasas y sobre ellas pez y pan. Jesús les dijo: ¡Traed de los peces que habéis pescado ahora! Subió Pedro y arrastró a la orilla la red llena de ciento cincuenta y tres peces grandes; y siendo tantos no se rompió la red.Y Jesús les dijo: Venid a comer! Ninguno de sus discípulos se atrevió a preguntarle ¿quién eres?, aunque sabían que era Jesús. Vino Jesús, tomo el pan y se lo dio y de un modo semejante el pez (21, 9- 14)

             La escena está llena de fuertes y bellos contrastes: los peces de la gran pesca de la iglesia, el pan y pez que Jesús a sus sufridos pescadores en la orilla. En el comienzo y final está el pan y pez de Jesús, la comida que ofrece a los cansados pescadores; en el centro habla el texto del número grande de peces que ha pescado la red de los discípulos.

            Comencemos por este segundo motivo. Jesús ha escogido a Pedro y sus amigos como pescadores de hombres (cf. Mc 1, 116-20). Eso es lo que ahora han hecho, por fin: han echado la red del mensaje en el mar de este mundo, en una noche larga, y al final pueden traerla llena de peces. El tiempo pascual se presenta así lleno de pesca: siempre que unos seguidores de Jesús, representados por Pedro (jerarquía) y el discípulo amado (libertad), se esfuercen por predicar el evangelio sobre el mundo, sigue habiendo pascua.

            Signo de Jesús resucitado son los pescadores, ministros de esta gran tarea, que echan la red en nombre de Jesús, mientras le siguen percibiendo a lo lejos, en la orilla del gran lago. Pero también los “peces” representan al Señor: son el conjunto de la humanidad que debe ser transfigurada por la pascua, en camino de salvación escatológica. En esta perspectiva han de entenderse dos señales que son complementarias.

D. FUERON 153 PECES, TODOS LOS PUEBLOS

Por un lado, se dice que los discípulos de Cristo han recogido ciento cincuenta y tres pecesque representan el conjunto de los pueblos de la tierra a lo largo de la historia. Son la nueva humanidad que Jesús quiere llevar hasta su meta por medio de la pascua, a través de la acción misionera de la iglesia. La tarea que realizan juntos Pedro y el discípulo amado, con el resto de los seguidores, se muestra de esa forma como expresión y contenido de la pascua.

0D3F2920-EF1C-4D65-A6B1-D6D5261E6813Jesús les ofrece un pan y un pez asados en la brasa, en gesto de comida compartida (ese pan y pescado que es él mismo, su eucaristía de misión universal). Los discípulos recogen todos los peces de la historia, para ponerlos ante Cristo, en la playa del reino de los cielos. Jesús, en cambio, les ha esperado con su pan y su pez, es decir, con los signos de su propia presencia: se hace pan y pez de pascua para los creyentes; es pan de vida (cf. Jn 6, sermón de Cafarnaúm), pez de plenitud para los suyos.

Por un lado están los ciento cincuenta y tres peces de la historia. Son muchos los peces. La red de la iglesia parece pequeña y muy frágil; pero en ella caben todos los varones y mujeres de la tierra. Por eso, el tiempo de la pascua continúa hasta que Cristo, a través de sus enviados, consiga reunir sobre su playa a todos los pueblos de la tierra.

            Pero ese gesto de pesca resulta inseparable del don de Cristo que, esperando en la orilla, ofrece a sus discípulos el pan y pez de su propia vida hecha alimento, cercanía pascual, compromiso de solidaridad permanente. Jesús mismo es el pez que se ofrece a sus discípulos, en donación de eucaristía, representada , como en los relatos de las multiplicaciones, con el pan y el pez, no por el pan y vino de los relatos de la última cena.

 Pescar los peces de la gran faena misionera y comer el pez y pan de Cristo son signos complementarios, momentos integrantes de la vida de la comunidad pascual cristiana. Es evidente que el Cristo pascual sigue guiando a los discípulos en la gran tarea de la pesca, en el camino misionero de la iglesia, de tal forma que podemos afirmar que misión y experiencia pascual se identifican. Pero, al mismo tiempo, debemos recordar que la experiencia de la pascua es el mismo Cristo hecho pan y pez, comida compartida de la comunidad, en la orilla del mar, al final de la jornada misionera de la iglesia. Leer más…

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La aparición más extraña en el sitio más inesperado. Domingo 3º de Pascua. Ciclo C.

Domingo, 1 de mayo de 2022
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pedro-me-amas1Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El cuarto evangelio tuvo dos ediciones. La primera terminaba en el c.20. Más tarde, no sabemos cuándo, se añadió un nuevo relato, el que leemos hoy (Jn 21,1-19). El hecho de que se añadiese a un evangelio ya terminado significa que su autor le daba especial importancia.

Un comienzo sorprendente

            Según el cuarto evangelio, cuando Jesús se aparece a los discípulos al atardecer del primer día de la semana, les dice: “Como el Padre me ha enviado, así os envío yo”. Pero ellos no deben tener muy claro a dónde los envía ni cuándo deben partir. Vuelven a Galilea, a su oficio de pescadores; en todo caso, resulta interesante que Natanael, el de Caná, no se dirige a su pueblo; se queda con los otros. Pero no son once, solo siete. Pedro propone ir a pescar, y se advierte su capacidad de liderazgo: todos le siguen, se embarcan… y no pescan nada.

Algunos comentaristas han destacado las curiosas semejanzas entre los evangelios de Lucas y Juan. Aquí tendríamos una de ellas. En el momento de la vocación de los cuatro primeros discípulos, también han pasado toda la noche bregando sin pescar nada, y una orden de Jesús basta para que tengan una pesca abundantísima. Por otra parte, en la propuesta de Pedro: “Me voy a pescar”, resuenan las palabras de Jesús: “Yo os haré pescadores del hombres”.

       En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: 

            Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: 

            – Me voy a pescar.

            Ellos contestan: 

            – Vamos también nosotros contigo.

            Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada.

Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. 

            Jesús les dice: 

            – Muchachos, ¿tenéis pescado?

            Ellos contestaron: 

            – No.

            Él les dice: 

            – Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.

            La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces.

            Dos reacciones: el impulsivo y el creyente

El relato de lo que sigue es tan escueto que parece invitar al lector a imaginar la escena y completar lo que falta.

Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: 

            – Es el Señor.

            Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: 

            – Traed de los peces que acabáis de coger.

            Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. 

            El contraste más marcado es entre el discípulo al que Jesús tanto quería y Pedro. El primero reconoce de inmediato a Jesús, pero se queda en la barca con los demás. Pedro, al que no se le pasado por la cabeza que se trate de Jesús, se lanza de inmediato al agua… pero no sabemos qué hace cuando llega a la orilla. Tampoco Jesús le dirige la palabra. Espera a que lleguen todos para decir que traigan los peces, y de nuevo es Pedro el que sube a la barca y arrastra la red hasta la orilla. Hay dos formas de protagonismo en este relato: el de la intuición y la fe, representado por el discípulo al que quería Jesús, y el de la acción impetuosa representado por Pedro.

            [La cantidad de 153 peces se ha prestado a numerosas teorías, pero ninguna ha conseguido imponerse. Según Plinio el Viejo, existían ciento cincuenta y tres variedades de peces. El evangelista habría querido decir que la pesca se extendió al mundo entero, abarcando a toda clase de personas.]

El misterio de la fe: seguridad sin certeza

Jesús les dice:

            – Vamos, almorzad.

            Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.

          Durante la comida extraña nadie dice nada, ni siquiera Jesús. En ese silencio resalta uno de los mensaje más importantes del relato: “Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.” Lo saben, pero no pueden estar seguros, porque su aspecto es totalmente distinto. Es otro de los puntos de contacto entre Lucas y Juan. Los dos insisten en que Jesús resucitado es irreconocible a primera vista: María Magdalena lo confunde con el hortelano, los discípulos de Emaús hablan largo rato con él sin reconocerlo, los once piensan en un primer momento que es un fantasma.

            Frente a la apologética barata que nos enseñaban de pequeños, donde la resurrección de Jesús parecía tan demostrable como el teorema de Pitágoras, los evangelistas son mucho más profundos y honrados. Sabemos, pero no nos atrevemos a preguntar.

¿Un final eucarístico?

Jesús no dice nada, pero hace mucho. Los gestos de dar el pan y el pescado recuerda a la multiplicación de los panes y los peces, con su claro mensaje eucarístico. La escena también recuerda a la de los discípulos de Emaús, que no reconocen a Jesús, pero lo descubren al partir el pan, aunque aquí no se habla de reconocimiento. Lo esencial es que Jesús alimenta a sus apóstoles, dándoles de comer uno a uno.

Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. 

            Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos. 

Pedro de nuevo: humildad y misión

La última parte, que se puede suprimir en la liturgia, vuelve a centrarse en Pedro. Va a recibir la imponente misión de sustituir a Jesús, de apacentar su rebaño. Hoy día, cuando se va a nombrar a un obispo, Roma pide un informe muy detallado sobre sus opiniones políticas, lo que piensa del aborto, del matrimonio homosexual, el sacerdocio de la mujer… Jesús también examina a Pedro. Pero solo de su amor. Tres veces lo ha negado, tres veces deberá responder con una triple confesión, culminando en esas palabras que todos podemos aplicarnos: “Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero”. A pesar de las traiciones y debilidades.

            Y Jesús le repite por tres veces la nueva misión: “pastorea mis ovejas”. Cuando escuchamos esta frase pensamos de inmediato en la misión de Pedro, y no advertimos la novedad que encierra “mis ovejas”. La imagen del pueblo como un rebaño es típica del Antiguo Testamento, pero ese rebaño es “de Dios”. Cuando Jesús habla de “mis ovejas” está atribuyéndose ese poder y autoridad, semejantes a los del Padre, de los que tanto habla el cuarto evangelio.

Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: 

            – Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?

Él le contestó: 

            – Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Jesús le dice: 

            – Apacienta mis corderos.

Por segunda vez le pregunta: 

            – Simón, hijo de Juan, ¿me amas?

Él le contesta: 

            – Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Él le dice: 

            – Pastorea mis ovejas. 

Por tercera vez le pregunta: 

            – Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?

Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó:
– Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.

Jesús le dice: 

            – Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.» 

Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: 

            – Sígueme.

La alegría en la persecución (Hechos 5,27b-32.40b-41)

            [Nota previa muy importante: La traducción litúrgica ha suprimido algo esencial: los azotes a los apóstoles. El texto griego dice: “llamando a los apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron”. En el leccionario, al faltar los azotes, no se comprende por qué se marchan “contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús”].

En la lectura podemos distinguir tres secciones: 1) el sumo sacerdote interroga a los apóstoles y los acusa de seguir hablando de Jesús, haciendo responsables a las autoridades judías de su muerte. 2) Pedro responde que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres, e insiste en que Dios resucitó a Jesús. 3) Final: los azotan, les prohíben nuevamente hablar de Jesús y ellos salen contentos de haber merecido ese ultraje.

En aquellos días, el sumo sacerdote interrogó a los apóstoles y les dijo: «¿No os hablamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.»

Pedro y los apóstoles replicaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.»

Prohibieron a los apóstoles hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Los apóstoles salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús.

Dos detalles llaman la atención: a) la necesidad que tienen los apóstoles de hablar de Jesús, aunque se lo prohíban y los castiguen; así se explica la difusión del cristianismo en el ámbito del siglo I por las regiones más distintas. b) La alegría en medio de las persecuciones, que no tiene nada que ver con el masoquismo, sino como forma de revivir el destino de Jesús.

Jesús exaltado (Apocalipsis 5,11-14)

            Este tema lo ha tratado Pedro ante el sumo sacerdote cuando dice: “La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador”.  El Apocalipsis desarrolla este aspecto hablando del Cristo glorioso del final de los tiempos.

         Yo, Juan, en la visión escuché la voz de muchos ángeles: eran millares y millones alrededor del trono y de los vivientes y de los ancianos, y decían con voz potente: «Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.» Y oí a todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el mar -todo lo que hay en ellos, que decían: «Al que se sienta en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos.» Y los cuatro vivientes respondían: «Amén.» Y los ancianos se postraron rindiendo homenaje.

Reflexión final

            Las lecturas de este domingo son muy actuales. Además de la persecución sangrienta de Jesús a través de los cristianos, está el intento de silenciarlo, como pretendía el sumo sacerdote. Aunque a veces, el problema no es que nos prohíban hablar de Jesús, sino que no hablamos de él por miedo o por vergüenza.

            Otras veces nos resulta difícil, casi imposible, identificarlo en la persona que tenemos enfrente. O admitir ese triunfo suyo del que habla el Apocalipsis. Las lecturas nos invitan a reflexionar y rezar para vivir de acuerdo con la experiencia de Jesús resucitado.

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III Domingo de Pascua. 01 mayo, 2022

Domingo, 1 de mayo de 2022
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3Do-Pascua

 

“Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla;

pero los discípulos no sabían que era Jesús…”

(Jn 21, 1-19)

 

El tiempo de Pascua es el tiempo de las sorpresas del Resucitado. Los discípulos y discípulas de la primera hora nos han legado su experiencia de encuentro con el Resucitado. En cada uno de esos encuentros hay un algo de sorpresa.

Siempre les cuesta descubrir quién es el personaje que irrumpe en la escena, da igual que se haya aparecido otras veces, es difícil de reconocer. El texto nos dice que era “la tercera vez que Jesús se aparecía a sus discípulos, después de resucitar de entre los muertos.”

Parece que los discípulos se han quedado tan sobrepasados tras la muerte violenta de su maestro que no pueden reconocerle resucitado, pero recuerdan sus gestos. Porque ya en otras ocasiones les había invitado a echar las redes o había bendecido con ellos los alimentos.

La apariencia del Resucitado es distinta, desconocida, pero sus gestos son inconfundibles, en ellos sus discípulos reconocen al Crucificado. Lo que la lógica es incapaz de razonar lo descubre el amor en los gestos pequeños.

Un pequeño gesto es capaz de cambiar por completo la dirección de una vida. Cuenta el autor de un libro que se titula “La guerra no es santa: Relato del infierno Muyahidin”, cómo la ternura de un gesto le hizo conectar con la luz que después de toda la violencia vivida, aún quedaba en su corazón. Invitado en casa de un amigo se puso enfermo con una fiebre muy alta, entonces la madre de su amigo se acercó a su cama y le tomó la fiebre poniéndole la mano sobre su frente. Ese gesto le recordó lo que solía hacer su propia madre cuando él era pequeño y enfermaba.

Ese gesto le hizo descubrir la ternura en las personas que siempre había considerado enemigas, infieles y a las que deseaba eliminar. Había crecido en un país lleno de violencia y con la creencia de que matar “infieles” era la llave de entrada al Paraíso.

Él, que había crecido viendo semanalmente como los infieles eran castigados con la muerte de una manera pública, a modo de espectáculo y con ello se había ido oscureciendo su corazón, afirma que aquel gesto, unido a otros, hizo que el pequeño punto blanco que todavía quedaba en su corazón fuera ganando espacio.

Los gestos, nuestros gestos como los del Resucitado pueden transformar la realidad. Claro que no vale con cualquier gesto, son los gestos nacidos del amor, aquellos que brotan de lo más puro, de nuestra misma esencia. Gestos que no siempre son fáciles porque en nosotros también hay violencia y oscuridad.

Oración

Ayúdanos, Trinidad Santa, a vivir conectadas a nuestra propia esencia, ese lugar bondadoso e inviolable, del que nace el amor que nos hace semejantes a Ti.

 

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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El relato es fantástico: maravilloso y simbólico.

Domingo, 1 de mayo de 2022
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11E9CD87-F275-45F8-8BD6-FA4AE7257E6DDOMINGO III DE PASCUA  (C)

Jn 21,1-19

Nuestro problema sigue siendo la falta de experiencia pascual. Se trata de una vivencia interior que, o se tiene y entones no hay que explicar nada, o no se tiene y entonces no hay manera de explicarla. Esta simple constatación es la clave para afrontar los textos evangélicos que quieren transmitir dicha experiencia. No hay ni palabras ni conceptos en los que poder meter la vivencia, por eso los textos acuden a los relatos simbólicos.

El objeto de estos textos no es explicar ni convencer, sino invitar a la misma experiencia que hizo posible la absoluta seguridad de que Jesús estaba vivo. Descubriremos la fuerza arrolladora de esa Vida y podremos intuir la profundidad del cambio operado en ellos. Las autoridades religiosas y romanas no solo pretendieron matar a Jesús, sino borrarle de la memoria de los vivos. La crucifixión llevaba implícita la absoluta degradación del condenado y la práctica imposibilidad de que esa persona pudiera ser rehabilitada de ninguna manera.

La probabilidad de que Pilato condenara a la cruz a Jesús por la mañana y por la tarde permitiera que fuera enterrado con aromas y ungüentos, en un sepulcro nuevo, es prácticamente inexistente. Pero es lógico, que los primeros cristianos tratasen de eliminar las connotaciones aniquilantes de la muerte de Jesús. También es natural que, al contar lo sucedido a los que no conocieron lo hechos, tratasen de omitir todo aquello que había sido inaceptable para ellos mismos y los sustituyeran por relatos más de acuerdo con su deseo.

En el relato que hoy leemos, nada es lo que parece. Todo es mucho más de lo que parece. Responde a un esquema teológico definido, que se repite en todas las apariciones. No pretenden decirnos lo que pasó en un lugar y momento determinado, sino transmitirnos la experiencia de una comunidad que está deseando que otros seres humanos vivan la misma realidad que ellos estaban viviendo. En aquella cultura, la manera de transmitir ideas era a través de relatos, que podían estar tomados de la vida real o construidos para el caso.

“Se manifestó” (ephanerôsen) tiene el significado de “surgir de la oscuridad”. Implica una manifestación de lo celeste en un marco terreno. “Al amanecer”, cuando se está pasando de la noche al día, los discípulos pasan de una visión terrena de Jesús a través de los sentidos, a una experiencia interna que les permite descubrir en él lo que no se puede ver, ni oír, ni tocar. Seguimos el esquema en todas las apariciones, de que hablábamos el domingo pasado.

1º Situación dada.- Habían vuelto a su tarea habitual. Lo que les va a pasar, ni lo esperan ni lo buscan. Los discípulos están juntos, forman comunidad. No se hace alusión a los doce sino los siete, signo de plenitud, (todas las naciones paganas). Misión universal de la nueva comunidad. La noche significa la ausencia de Jesús. Sin él, la misión es estéril. El relato distorsiona la realidad a favor del simbolismo. La pesca se hace de noche, no de día, pero aquella a la que se refiere el relato, se consigue cuando se siguen las directrices de Jesús.

2º Jesús se hace presente.- Toma la iniciativa y, sin que ellos lo esperen, aparece. La primera luz de la mañana es señal de la presencia de Jesús. Continúa el lenguaje simbólico. Jesús es la luz que permite trabajar y dar fruto. Jesús no les acompaña; ahora su acción en el mundo se ejerce por medio de los discípulos. Las palabras de Jesús son la clave para dar fruto. Cuando siguen sus instrucciones, encuen­tran pesca y le descubren a él mismo.

3º Saludo.- Una conversación que pretende acentuar la cercanía. “Muchachos” (paidion) diminutivo de (pais) = niño. Es el “chiquillo de la tienda”. Al darles ese nombre, está exigiéndoles una disponibilidad total. Por parte de Jesús la obra está terminada. Él tiene ya pan y pescado. Ellos tienen que seguir buscando y compartiendo ese alimento. Jesús sigue en la comunidad, pero sin actuar directamente en la acción que ellos tienen que realizar.

4º Lo reconocen.- La dificultad de reconocerle se manifiesta en que solo uno lo descubre, el que está más identificado con Jesús. Reconoce al Señor en la abundancia de peces, es decir, en el fruto de la misión. Solo el que tiene experiencia del amor, sabe leer las señales. El éxito es señal de la presencia del Señor. El fracaso delataba la ausencia del mismo. Juan Comunica su intuición a Pedro. Así se centra la atención en éste para introducir lo siguiente.

Pedro no había percibido la presencia, pero al oír al otro discípulo comprendió enseguida. El cambio de actitud de Pedro se refleja en el verbo “se ató”. La misma que utilizó Jn para designar la actitud de servicio cuando Jesús se ató el delantal en la última cena. Se tira al agua después, dispuesto a la entrega. Solo Pedro se tira al agua, porque solo él necesita cambiar de actitud. Jesús no responde al gesto de Pedro; responderá un poco más tarde.

No ven primero a Jesús, sino fuego y la comida, expresión de su amor a ellos. Son los mismos alimentos que dio Jesús antes de hablar del pan de vida. Allí el pan lo identificó con su carne, dada para que el mundo viva. Es lo que ahora les ofrece. El alimento que les da él se distingue del que ellos logran por su indicación. Hay dos alimentos: uno es don gratuito, otro se consigue con el esfuerzo. El primero lo aporta Jesús. El segundo lo deben poner ellos.

El don de sí mismo queda patente por la invitación a comer y es tan perceptible que no deja lugar a duda. Recuerda la multiplicación de los panes. Es el mismo alimento, pan y pescado. Jesús es ahora el centro de la comunidad, donde irradia la fuerza de Vida y amor. Esa presencia hace capaces a los suyos de entregarse como él. Al decirnos que es la tercera vez que se aparece, significa que es la definitiva. No tiene sentido esperar nuevas apariciones.

5º La misión.– Hoy se personaliza la misión en Pedro. Había reconocido a Jesús como Señor, pero no lo aceptaba como servidor a imitar. Con su pregunta, Jesús trata de enfrentar a Pedro con su actitud. Solo una entrega a los demás, como la de Jesús, podrá manifestar su amor. La respuesta es afirmativa, pero evita toda comparación. Solo él lo había negado. Jesús usa el verbo “agapaô” = amar. Pedro contesta con “phileô” = querer, amistad.

Apacentar. Jesús le pide la muestra de ese amor. Procurar pasto es comunicar Vida. Solo puede hacerse en unión con Jesús. “Corderos” y “ovejas” indican a los pequeños y a los grandes. Debe renunciar a toda idea de Mesías que no coincida con lo que Jesús es. Pedro le había negado porque no estaba dispuesto a arriesgar su vida. Para la misión, Jesús es modelo de pastor, que se entrega por las ovejas. Para la comunidad, es el único pastor.

Al preguntarle por 3ª vez, pone en relación este episodio con las tres negaciones. Espera una rectificación total. Ahora es Jesús el que usa el verbo “phileô” me quieres, que había utilizado Pedro. Le hace fijarse en ello y le pregunta si está seguro de lo que ha afirmado. Ser amigo significa renunciar al ideal de Mesías que se había forjado. Jesús no pretende ser servido sino que sirva a los demás. Pedro comprende que la pregunta resume su historia de oposición.

Meditación

Solo el discípulo más cercano a Jesús lo reconoce.
Si vivo la presencia de Jesús, dentro de mí,
lo descubriré en los acontecimientos más sencillos de la vida.
No lo buscaré en personas o hechos espectaculares.
Si pongo amor en las cosas que hago,
estaré haciendo presente al Dios manifestado en Jesús.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Después de Jesús, nosotros la Iglesia.

Domingo, 1 de mayo de 2022
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Jn 21, 1-19

«Apacienta mis corderos… Apacienta mis ovejas».

Imbuidos del espíritu de Jesús, aquellos hombres y mujeres comprometidos con la misión se convierten en semilla poderosa que cae en buena tierra y da cosecha abundante. Surgen las primeras comunidades cristianas y sus miembros se reúnen en las casas para celebrar la Cena del Señor, leer las primeras recopilaciones de los hechos y los dichos de Jesús y atender las necesidades de los más necesitados. Su modo de vida es fértil y contagioso, y no dejan de crecer.

Las autoridades comienzan a recelar de su creciente influencia sobre el pueblo y llegan las persecuciones. Judíos y romanos los persiguen, los encarcelan, los torturan y los matan. Pero el espíritu que les anima, el espíritu de Dios, los mantiene firmes, y cuanto más los persiguen, más se reafirman en su fe… Y siguen creciendo.

Pero a partir del siglo segundo se abandona el estilo de Jesús. Primero se imponen las teologías cuasi gnósticas en boga y luego las metafísicas platónica y aristotélica. Se relegan las parábolas. Abbá se convierte en la Primera Persona de la Santísima Trinidad y se olvida la buena noticia. Se impone el celibato y se margina a las mujeres. Llegan las pompas señoriales de los obispos bizantinos y la monarquía absoluta del Papa. La Iglesia, antes perseguida, se convierte en perseguidora…

Y llegamos a nuestros días. Y cuando todo parecía perdido, surge una generación de gente que no está dispuesta a permitir que el Viento de Dios que empujó a la primera comunidad deje de soplar en la Iglesia actual.

Y el espíritu renace. Y hay signos evidentes de que la Iglesia, quizá por primera vez, es consciente de sus pecados y se esfuerza por salir de ellos. Y vemos que hay más la gente que se acerca a la Iglesia movida por la fe, y no por la costumbre. Que el sacerdocio deja de ser una situación de prestigio y comodidad, y se convierte en una opción de servicio. Que casi nadie piensa que fuera de la Iglesia no hay salvación; que no hay verdad; que la acción de Dios en el mundo se da solamente dentro de la Iglesia.

Y vemos también que el Santo Sacrificio de la misa va dejando paso a la eucaristía y la exégesis seria nos hace entender mejor la Palabra. Que se recupera la humanidad de Jesús —tantos siglos sometida a un docetismo indiscutido— y se redescubre a Abbá, enmascarado por ese Padre Todopoderoso caracterizado, sobre todo, por el poder y la justicia. Y que por primera vez en muchos siglos, no es el clero, sino todos los cristianos, los que podemos decir “nosotros la Iglesia”.

La Iglesia se enfrenta esperanzada al reto de responder a los desafíos de cada momento y cada cultura; de ser fiel simultáneamente a dos principios fundamentales: a lo recibido de los Testigos, y a los signos de los tiempos.

(Inspirado en el Tema del mismo nombre del curso de “cultura religiosa” de Ruiz de Galarreta)

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Perspectiva eco-feminista del evangelio.

Domingo, 1 de mayo de 2022
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EA40232D-AF96-4855-9D82-7ABC120861C7Me siento invitada por dentro a ofrecer una perspectiva eco-feminista del Evangelio de hoy, ya que otros autores ofrecen una exégesis detallada del texto.

Escribo estas líneas en estos días en que celebramos el Día de la Tierra que el papa Francisco nos invita a que se prolongue en una semana dedicada a recordar y a revivir nuestro compromiso de cuidado del Planeta.

Una primera lectura del texto de hoy me introduce en un marco completamente nuevo: no es en el templo, ni en salones parroquiales ni en una casa donde se hace presente Jesús, como tantas otras veces se hace presente en plena naturaleza.

Recientemente le hemos visto orando en el huerto, reclinado en una roca, con olivos como sus amigos y estrellas como las compañeras de sus horas más duras de sinsentido y abandono de los suyos. Es en la serenidad del huerto y en su noche que refleja la noche real, donde encuentra consuelo y libertad para dialogar abiertamente con su Abba, acogido, confortado por madre Tierra.

En otro huerto/jardín tiene lugar el encuentro con María, en plena confusión entre el hortelano y el resucitado. ¡Interesante!

Hoy le vemos a la orilla del Lago o Mar de Tiberíades en un ir y venir del mar a la playa. Habla de la noche y del amanecer, habla de redes, barcas y peces. Entendemos que cada palabra tiene un significado simbólico, pero os invito a contemplar el texto imaginando esa playa donde hay unas brasas y un almuerzo de pan y pescado preparado.

Estamos presenciando el encuentro del ego agarrado a lo suyo: la pesca de antes, con la propuesta en diálogo del maestro al discípulo. El maestro está en otra dimensión, pero se esfuerza en acercarse a sus amigos y discípulos, desde su lenguaje, desde donde ellos están. Pero, he aquí la fuerza del texto, para no dejarles donde están, sino implicarles en su misma tarea, la cual ha cambiado la historia de muchísimas vidas, la nuestra inclusive.

El marco es la naturaleza, un relajado desayuno en la playa, después de trabajar mientras era de noche, dialogando sobre la necesidad de cambiar de actitud si queremos llegar a las personas de hoy.

Es de una inteligencia y sensibilidad extraordinaria por parte de Jesús, algo difícil de encontrar entre sus ministros que se refugian bajo vestimentas anacrónicas, con la excusa de que es vestimenta litúrgica, inspirada en la vestimenta de los jerarcas romanos y en sus muebles y su arquitectura…haciéndose extrañamente diferentes e importantes, colocándose en lugares y sillas especiales, cuando el resto estamos en duros bancos con vestidos de hoy.

No así el Maestro, descalzo en la playa, con la túnica de su tiempo, pescando con los pescadores y amando, eso sí, amando sin descanso. Esa calidad de amor que cuanto más se ejerce más se energiza y aumenta.

Su trono fue la cruz, y su desnudez indicativa de un amor incondicional hasta el extremo, tanto que todo ser humano, puede siempre, desde cualquier situación de pobreza, dolor, tortura, abandono, hambre, sed, calumnia, miedo… encontrar en el Crucificado al amigo y compañero, al amor que le entiende desde la experiencia.

Jesús, con los pies en la arena, prepara unas brasas y unos peces para acercarse a ellos, donde ellos están emocionalmente y existencialmente, compartiendo sobre lo que no funciona, para despejarlo. Así hacen muchas familias alrededor de la mesa, se acercan entre ellos para despejar y aclarar situaciones y resolver problemas y tensiones.

Jesús no se sitúa en un altar, alejado de la gente y hablando un lenguaje aburrido y anacrónico, cargado de palabras y más palabras, repetidas, sin un acercamiento a la realidad de hoy, con lenguaje de hoy.

Jesús está en la arena, en la playa, en el desayuno y ahí, entre risas y miradas, saca su lado más femenino, el más tierno y cercano.

Es ese un diálogo íntimo e intimidante para los que buscan respuestas filosóficas y se esfuerzan en demostrar cuanto saben. Jesús, como hombre enamorado de la Vida y del Reino, busca esa intimidad con sus amigos. Sabe cómo se sienten después de la estampida del jueves y viernes. Pero, en lugar de sacar ese tema, saca otro: en plena intimidad con la naturaleza, valorando la pesca y al pescador, le dirige la palabra a Pedro, no para hablar del pasado…sino para devolver la intimidad que Jesús siempre quiso tener y quiere tener con lxs discípulxs.

Para que se dé el Reino, para que haya igualdad y respeto, pan y sanidad para todos, tiene que haber intimidad con Dios y con el Planeta, pues así estamos diseñados los humanos.

Saliendo al encuentro de sus amigos, Jesús recoloca su posición de amigo y maestro, que ellos han traicionado. Jesús, como una madre y amiga o amigo, devuelve su lugar en el corazón del que le dio un zarpazo al suyo.

Y en ese marco de amor y creatividad, enfrenta el lado más tierno del rudo pescador, o de la fría analítica de mí lado oscuro, no pasado por la tumba purificadora: ¿me amas?…

Esto es resurrección. Descubrir que esta relación de amistad íntima y personal con el Planeta y con Dios, es lo que devuelve la Vida a todo.

Podemos reciclar… podemos teologizar… pero mientras no intimemos con ambos, nuestra pesca será muy pobre. Por eso el Maestro nos dice mira al otro lado, echa la red donde él te dice, y parece que lo que dice es: quiero tener una relación personal de amistad contigo, y desde ahí seguir la misión, en comunidad de personas que tienen una relación de amistad entre ellas porque cuando esto se da, la pesca está asegurada.

Te invito a salir al campo o a la playa, y a tener una eucaristía allí con tus amigos e hijos, pero primero es bueno que nos demos un garbeo por la playa o campo, a solas, con el resucitado. Si es así, tendremos algo que compartir, más allá de lo de siempre, porque el fuego pascual se irá apoderando de nuestro corazón medio frío.

Feliz Tiempo de Pascua.

Magda Bennásar Oliver, SFCC (Sister for Christian Community)

Fuente www.espiritualidadintegradoracristiana.es

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El único examen es sobre el amor

Domingo, 1 de mayo de 2022
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93CB3333-BDF7-4327-97CE-5C27E55C35F8Domingo III de Pascua

1 mayo 2022

Jn 21, 1-19

“Al atardecer de la vida nos examinarán del amor”, proclamaba Juan de la Cruz. Se trata, en realidad, del único examen. Y si estamos atentos, seguramente advertiremos que somos examinados en él de manera constante, día a día. A no ser que, como «malos estudiantes», prefiramos “pasar” de esta cuestión, porque no queremos “complicarnos” la existencia o, simplemente, evitamos ver todo lo que nos falta para poder vivirlo.

Que ese sea el único examen no es debido a ningún azar caprichoso ni a ningún dios moralista. Es el único examen porque en él se resume y se ventila la verdad -o no- de lo que somos. Así que ser examinados en el amor es exactamente lo mismo que ser examinados en la verdad.

La verdad de lo que somos se manifiesta en amar. Más allá de que se vea acompañado o no de sentimientos o emociones, amor significa certeza de no separación. Y tal certeza no es sino consecuencia y expresión de aquello que realmente somos: unidad.

La unidad que somos -manifestada y desplegada en una admirable infinidad de diferencias- se concreta en la comprensión y la vivencia de que todo otro es no-otro de mí. Comprensión que han reconocido todas las tradiciones espirituales y sapienciales, y que ha quedado recogida en la universal “regla de oro”: “Trata a los demás de la misma manera como te gustaría ser tratado por ellos”, o “No hagas a los otros lo que no desearías que ellos te hicieran a ti”.

Por eso, cuando constatamos la pobreza de nuestro amor -a nivel individual y colectivo-, con tanta carencia y tanto dolor infligido a otros, nos hacemos conscientes de la ignorancia en la que nos movemos y de lo alejados que nos hallamos de la verdad.

Ignorancia, oscuridad, confusión, mentira…, son la fuente última de nuestro egocentrismo que, encerrándonos, nos hace vivirnos en actitudes defensivas y hostiles hacia los otros. Solo la verdad -la comprensión de lo que somos- aporta la luz y la fuerza necesarias para vivir en amor, aunque esto implique un trabajo psicológico que nos permita ir sanando bloqueos (miedos) que lo dificultan o, por el momento, lo hacen imposible.

¿Vivo en amor?


Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Estaba ya amaneciendo… ¿Cuándo amaneceré en la Iglesia? ¿Y en Rusia – Ucrania?

Domingo, 1 de mayo de 2022
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2912B0A5-FD2C-45D3-BF07-5B46182B8D00Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Algunas notas previas

Simbolismos joánicos: La noche, el alba, la luz, el discípulo amado.

    En esta escena junto al lago están presentes los simbolismos clásicos de san Juan respecto de la Iglesia y de la misión: la barca, la pesca, la noche, etc.

  • En san Juan la noche es la ausencia de Cristo, que es la luz. (Yo soy la luz del mundo, (Jn 8,12; 9,5). La luz brillaba en las tinieblas, (Jn 1,5), pero los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, (Jn 3,19)
  • Aquellos primeros misioneros que salen a pescar estaban de noche, sin Cristo.
  • La coloración eclesial y la Eucaristía están muy presentes: el lago, la barca, la pesca, la Eucaristía, Pedro, el Discípulo Amado, las brasas, el pan y los peces etc.

02.- Están en el lago.

    El pasado domingo veíamos como la comunidad eclesial estaba en el cenáculo encerrada y con miedo. Hoy vemos que están ya fuera, en el lago (el mar es siempre lugar de riesgos y peligros). La Iglesia naciente se ha abierto.

    Están en el lago “Tiberíades” (de Tiberio, emperador romano). Lo normal hubiese sido que hablaran del lago de Galilea, pero quieren subrayar el aspecto de paganismo en el que se encuentran.

    No se lamentan de la situación, enseguida Pedro dirá: voy a pescar. El lugar del evangelio es el mundo, la sociedad.

Ser cristiano es vivir abiertos, en la sociedad, en diálogo con el mundo, con la vida, las gentes, la cultura, la política, etc. Es la Gaudium et Spes  del Vaticano II: la Iglesia en el mundo.

La Iglesia no ha de estar encerrada en la Curia, en las curias, sino abierta a la misión.

03.- Sobre la expresión “se ciñó”. El dichoso poder.

Pedro tiene una cierta relevancia en la vida eclesial joánica. (Este sería tema de otra homilía) Pedro toma la iniciativa de ir a pescar (v 3), se echa al mar (v 7), saca la red llena de peces (v 11), por tres veces dirá al Señor que le ama, que es su amigo: un juego de palabras entre ágape y filia: amor y amistad.

Pero en el v 7 hay un juego de palabras de lo más estrambótico: Pedro, que estaba desnudo en la barca, se viste la túnica para echarse al agua. ¿A quién se le ocurre?

La desnudez y el acto de ceñirse un vestido están intencionadamente usados en esta escena de la barca,

Están evocando lo que había hecho Jesús en la Última Cena: Jesús se ciñe una toalla, (Jn 13,4). Jesús se despojó, “se desnudó” del manto (túnica) de Señor y en actitud de servicio se hace esclavo de sus hermanos.

En la barca de Cristo, en la iglesia (y en la vida) hace falta poco bagaje y pocos mantos-túnica, casullas, capas pluviales, mitras, capellos, sotanas y clerygmans. ¡Cuidado con el poder!: no llevéis ni alforja, ni dos túnicas, ni oro ni dinero (Mt 10,10).

Fellini en aquella película “Roma” caricaturiza el poder, las “insignias” del poder eclesiástico en aquel desfile de modelos litúrgicos que resulta tan cómico como real. Y lo malo es que hoy en día gran parte de la ortodoxia eclesiástica se centra en esas cosas: estolas, casullas, mitras, báculos… Nos gusta, nos gusta el poder, sin embargo ¡es tan anti-evangélico! Los príncipes de la tierra, tiranizan, entre vosotros no ha de ser así entre vosotros…

La desnudez en algunos casos puede ser impúdica, pero en la Iglesia es evangélica.

La autoridad en la Iglesia viene del amor y es para apacentar, para pastorear la comunidad: ¿me amas? Apacienta…

Conforta que el actual obispo de Roma, que es quien lleva las sandalias del pescador, use zapatos normales como todo el mundo

04.- No pescaron nada

No pescaron nada y la razón es evidente: estaban de noche y Cristo no estaba con ellos.

    Que no se nos olvide –que se nos está olvidando- que lo lo único decisivo en la Iglesia es Cristo: infinitamente más importante que las estructuras, que los curas, las Unidades Pastorales, la jerarquía, más decisivo que todo eso, es Cristo.

    Una Iglesia en la que se da una dialéctica del poder, una búsqueda de puestos, cargos en la Curia y en las curias, una iglesia en la se discute quién manda aquí, o se discuten e imponen ten cuestiones menores: una absolución general o particular, la misa así o asá, Cristo queda relegado y, por tanto, “no tienes que ver nada conmigo” (Jn 13). Si eso sigue así, seguiremos sin pescar nada.

No hay gente en las iglesias, no hay seminaristas ni vocaciones… A lo mejor es que Cristo no va en nuestra barca.

05.- vv 9-10 En la orilla del lago les está esperando el Señor y en unas brasas les está preparando pan y pescado.

     Es la Eucaristía. Las Brasas.

    Este relato del lago es claramente una Eucaristía. Cristo celebra la Eucaristía con los suyos. Cristo es el pan de Vida. Cristo es la Vida y el calor (las brasas) de la comunidad.

Lo de las brasas tiene su retranca y su ternura: está resonando la noche de la pasión del Señor, cuando Pedro niega a Jesús tres veces: hacía frío, los soldados romanos hacen fuego ya había unas brasas, (Jn 18,18).  Resuena también el atardecer de Jesús con los dos de Emaús al calor de las brasas del hogar.

Hoy en día ya ni sabemos lo que era la lumbre, las brasas, la reunión familiar en las largas tardes-noches de invierno, la conversación y recuerdos familiares, el encuentro, el amor, el calor, la austera cena asada al calor de las brasas.

¿Y qué otra cosa es la iglesia, si no es recordar y  Eucaristía?

Jesús se acercó, tomo el pan en sus manos y se lo repartió, y lo mismo hizo con los peces.

06.- vv 3-5. estaba ya amaneciendo … jesús se presentó … ¡es el Señor!

    ¡Cuánta paz infunde en el alma “ver y estar con el Señor”: ¡es el Señor!

Celebremos la Eucaristía al calor de las brasas del lago y de  emaús

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Remar en la noche…

Domingo, 6 de febrero de 2022
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Habrá siempre que remar por la noche
contra las olas y el viento…

¡Pero por qué te asustas siempre!
¿Te toca a ti remediarlo?

¿ Por qué, infeliz,
no pides auxilio?
¿A qué esperas para hacerlo?

Tentación siempre recurrente
de bajar los brazos,
en lugar de gritar tu desconcierto …

¡No porque estés en la oscuridad
estás obligado a rechazar la luz!

No te aferres a nada, se entiende,
pero no olvides la Corriente que te lleva!

Grano de polvo en el espacio infinito,
no olvides sin embargo
de qué Cuerpo eres sólo una parte ínfima…

Que tu mirada interior
permanezca vuelta, pase lo que pase,
hacia él, más allá de tus miedos, de tu cansancio
y de tus pensamientos débiles…

Porque es de Él, y sin cesar,
De quien tienes que recibir todo…
*
Philippe,
hermano de la Communion Béthanie.
***

indios

***

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.

Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:

– “Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.”

Simón contestó:

“Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.”

Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:

– “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.”

Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Jesús dijo a Simón:

“No temas; desde ahora serás pescador de hombres.”

Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

*

Lucas 5, 1-11

***

El encuentro con Dios me hace entrever continuamente nuevos espacios de amor y no me hace pensar lo más mínimo en haber hecho bastante, porque el amor me impulsa y me hace entrar en la ecología de Dios, donde el sufrimiento del mundo se convierte en mi alforja de peregrino. En esta alforja hay un deseo continuo: «Señor, si quieres, envíame. Aquí estoy, dispuesto a liberar al hermano, a calmar su hambre, a socorrerle. Si quieres, envíame».

En un mundo tan poco humano, donde la gente llora por las guerras, por el hambre, el encuentro con Dios nos transforma, nos hace tener impresos en el rostro los rasgos de Dios, nos hace tener en el rostro el amor que hemos encontrado, junto con un poco de tristeza por no ver realizado este amor. Yo he encontrado al Señor, pero he encontrado asimismo nuestras miserias y, ante las más grandes injusticias – y muchas de ellas las he visto de manera directa-, nunca he podido ni he querido decir: «Dios, no eres Padre». Sólo me he visto obligado a decir justamente: «Hombre, hombre, no eres hermano». Y he vuelto a prometer a mi corazón el deseo de llegar a ser yo más fraterno, más hombre de Dios, más santo, a fin de propagar más el amor concreto que nos lleva a socorrer a los hambrientos, a las víctimas de la violencia, a los que no conocen ni siquiera sus derechos, a los que ya no se preguntan de dónde vienen ni a dónde se dirigen.

Es preciso vivir el carácter cotidiano del encuentro con él, cambiando nosotros mismos. He visto realizarse muchos sueños inesperados. Pero el acontecimiento más extraordinario, que todavía me sorprende, empezó cuando niños, jóvenes, personas de todas las edades, me eligieron como padre, como consejero y como cabeza de cordada. No me esperaba precisamente esto, y cada vez que un alma, un corazón, se confía a mí para que le aconseje, dentro de mí caigo de rodillas y me repito: «¿Quién soy yo, quién soy yo para ser digno de guiar a personas más buenas que yo? No, no soy digno, pero, Señor, por tu Palabra, también yo “me volveré red” para tu pesca milagrosa»

*

E. Olivero,
Amar con el corazón de Dios,
Turín 1993, pp. 7-9.

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“¿Una moral sin pecado?”. 5 Tiempo ordinario – C (Lucas 5,1-11)

Domingo, 6 de febrero de 2022
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Se dice a menudo que ha desaparecido la conciencia de pecado. No es del todo cierto. Lo que sucede es que la crisis de fe ha traído consigo una manera diferente, no siempre más sana, de enfrentarse a la propia culpabilidad. De hecho, al prescindir de Dios, no pocos viven la culpa de modo más confuso y solitario.

Algunos han quedado estancados en la forma más primitiva y arcaica de vivir el pecado. Se sienten «manchados» por su maldad. Indignos de convivir junto a sus seres queridos. No conocen la experiencia de un Dios perdonador, pero tampoco han encontrado otro camino para liberarse de su malestar interior.

Otros siguen viviendo el pecado como «transgresión». Es cierto que han borrado de su conciencia algunos «mandamientos», pero lo que no ha desaparecido en su interior es la imagen de un Dios legislador ante el que no saben cómo situarse. Sienten la culpa como una transgresión con la que no es fácil convivir.

Bastantes viven el pecado como «autoacusación». Al diluirse su fe en Dios, la culpa se va convirtiendo en una «acusación sin acusador» (Paul Ricoeur). No hace falta que nadie los condene. Ellos mismos lo hacen. Pero ¿cómo liberarse de esta autocondena?, ¿basta olvidar el pasado y tratar de eliminar la propia responsabilidad?

Se ha intentado también reducir el pecado a una «vivencia psicológica» más. Un bloqueo de la persona. El pecador sería una especie de «enfermo», víctima de su propia debilidad. Se ha llegado incluso a hablar de una «moral sin pecado». Pero ¿es posible vivir una vida moral sin vivenciar la culpabilidad?

Para el creyente, el pecado es una realidad. Inútil encubrirlo. Aunque se sabe muy condicionado en su libertad, el cristiano se siente responsable de su vida ante sí mismo y ante Dios. Por eso confiesa su pecado y lo reconoce como una «ofensa contra Dios». Pero contra un Dios que solo busca la felicidad del ser humano. Nunca hemos de olvidar que el pecado ofende a Dios en cuanto que nos daña a nosotros mismos, seres infinitamente queridos por él.

Sobrecogido por la presencia de Jesús, Pedro reacciona reconociendo su pecado: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador». Pero Jesús no se aparta de él, sino que le confía una nueva misión: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres». Reconocer el pecado e invocar el perdón es, para el creyente, la forma sana de renovarse y crecer como persona.

José Antonio Pagola

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“Dejándolo todo, le siguieron”. Domingo 06 de febrero de 2022. Domingo 5º Ordinario.

Domingo, 6 de febrero de 2022
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13-ordinario5 (C) cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 6, 1-2a. 3-8: Aquí estoy, mándame.
Salmo responsorial: 137: Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
1Corintios 15, 1-11: Esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído.
Lucas 5, 1-11: Dejándolo todo, lo siguieron.

El autor de la primera lectura ubica la escena en un tiempo concreto, año 740 a.C. que corresponde a la muerte del rey Osías (740 a.C). El relato se divide en dos partes: la visión (vv. 1-4) y la reacción del profeta (vv. 5-8). Una tercera parte, que ha sido excluida en nuestro texto litúrgico (vv. 9-13), cuenta la misión que recibe el profeta. Realmente todo el capítulo 13 forma una unidad literaria. Por su similitud con los relatos de vocación de Jeremías y Ezequiel, que tienen estas mismas tres partes, algunos consideran este relato como de vocación. Sin embargo, el contenido nos lleva a pensar en un relato de misión.

La escena comienza a desarrollarse probablemente en el templo de Jerusalén, donde el profeta recibe la visión de una liturgia celeste. El profeta ve a Yahvé con los rasgos de un rey, ejerciendo su poder. También sobresale un lenguaje de plenitud expresado en frases como “el ruedo de su manto llenaba el templo”, “su gloria llena la tierra toda”… Los serafines (serafín = ardiente), seres alados de fuego, que no son todavía los ángeles de la tradición posterior, están por encima del rey, en actitud de servicio. Los serafines entonan el canto del «santo, santo, santo». La santidad de Dios se hace visible a través de su gloria, y la gloria de Dios se manifiesta a través de sus obras en la creación y de sus acciones liberadoras a favor de su pueblo.

En los vv. 5-7 se nos muestra la reacción de Isaías ante la visión, poniendo el acento en la impureza de sus labios y los de su pueblo. Se siente perdido por que tal vez no habló en el momento que lo debía hacer, esto lo hace impuro e incapacitado para ejercer su vocación de hablar en le nombre de Yahvé. La exclamación angustiosa que expresa conversión es atendida con un serafín quien a través de un carbón encendido toca su boca para que le sean perdonados sus pecados. Isaías entonces está habilitado de nuevo como profeta, no sólo para hablar sino para escuchar la voz de Dios que busca un profeta. Pasando de la angustia del pecado a la seguridad de estar acreditado para hacer de profeta, responde de inmediato “aquí me tienes”, manifestando así su disponibilidad y pertenencia absoluta a la voluntad del Señor.

Todo el capítulo 15 de 1 Corintios tiene como eje temático la resurrección de Jesucristo, puesta en duda en el v.12: “¿cómo dice alguno que no hay resurrección de los muertos?”. Al comenzar el capítulo Pablo recuerda la Buena Nueva como el mejor regalo entregado a la comunidad de Corinto, regalo que fue recibido y mantenido con fidelidad a las palabras anunciadas. Aparece claro que el elemento común a los cristianos de todos los pueblos, culturas y tradiciones es la palabra de Dios. El contenido de la Buena Nueva lo describe Pablo citando un fragmento del primer credo cristiano que tiene como protagonista a Cristo, como testimonio de solidaridad, su muerte por nuestros pecados, como punto de referencia, las Escrituras, como respuesta solidaria humana, su sepultura, como intervención directa de Dios, su resurrección, como testigos de la resurrección, a todos los que se les apareció. El Dios de la Vida y la vida de nuestro pueblo es la razón de ser de toda vocación cristiana, que es vocación a defender y acrecentar la vida. «Para que tengan Vida y Vida en abundancia».

En el evangelio de hoy nos encontramos con un diálogo entre Jesús y Pedro, sencillo y profundo a la vez, diálogo que podríamos hacer nuestro en medio de las aguas tempestuosas de este mundo mientras nos esforzamos en nadar contra corriente. Pedro, por el oficio, era el experto en lugares y horas precisas para pescar. Sabía que en la noche y con las aguas tranquilas se pesca mejor, eso había estado haciendo toda la noche ¡y no habían cogido ni un pececito! Pero llega Jesús que sin ser pescador le dice sencillamente, que eche las redes para pescar…

Pedro, el experto, pudo haber dicho que no, que no era ni la hora ni el lugar para pescar y todo hubiera quedado ahí. Pero no, calla su experiencia y sabiduría (“hemos pasado toda la noche bregando”); reconoce su fracaso y desilusión (“no hemos cogido nada”), y “en nombre de Jesús echa las redes”. Y ya conocemos el final del relato: ¡una pesca maravillosa! Cuando Jesús le pide a Pedro que “reme mar adentro” lo está invitando a una aventura que lo lleva más allá de las playas cotidianas en busca de un horizonte mucho más amplio. Y Pedro cree en la palabra de Jesús.

Éste es el verdadero milagro: creer cuando todo parece ilógico. La abundante pesca y las redes llenas de peces son sólo la consecuencia de la fe. Todos los relatos de milagros en el evangelio comienzan con la fe o la suscitan, es la condición para ver la acción de Jesús. Cuando no la hay, Jesús simplemente se va a la otra orilla como veremos en las próximas semanas. Si creemos en Jesús entonces se realiza el milagro!

Claro, la cosa no es tan sencilla, se necesita una fe muy grande dada por Dios. Pidamos esa fe para que igual que Pedro, creamos en Jesús, obedezcamos su palabra, rememos mar adentro y echemos las redes para pescar, entonces, veremos otro milagro en nuestras vidas y en nuestra comunidad.

Y es que ser discípulos de Jesús exige confiar en su palabra. La misión a la que Jesús nos quiere enviar es osada y, hoy por hoy, con pocas probabilidades de éxito. Jesús quiere contar con nosotros y nosotras para el proyecto de Reino. Jesús convoca a los Apóstoles para que sean pescadores de personas, por eso toda vocación exige “remar mar adentro” para abandonar las seguridades de la orilla, tener un horizonte ilimitado asumir responsabilidades y meterse en una gran obra: el servicio al Reinado de Dios, es decir, una utopía de la que serán beneficiaros todos los hombres y mujeres del mundo.

Sin que desmerezca el oficio de los pescadores, lo que le propone Jesús a Pedro es una superación en el oficio que hasta ahora había desempeñado: pescar hombres y mujeres para el Reino es una empresa más noble y difícil que pescar peces, es algo más milagroso que la pesca que acaban de hacer.

Pero algunos llamados a esta nueva labor son también invitados a “dejarlo todo” para seguir a Cristo. Los necesita dedicados a tiempo completo, dedicándole a esta “misión” todas las fuerzas. Pescar hombres y mujeres para el Reino exige renunciar a todo lo demás y asumir a Jesús como única posesión. La misión a la que se llama exige desprenderse por completo, para apegarse totalmente a Jesús. En el relato de hoy se van con Jesús, que vale mucho más que las dos barcas llenas de pescados que les acaba de regalar. Dejan esa abundante pesca que los había admirado tanto porque comprenden que la vocación compromete al ser humano en un trabajo que está por encima de los trabajos humanos ordinarios. La vocación–misión es una invitación a colaborarle a Dios, un trabajo milagroso. Oremos hoy por aquellos que dejándolo todo se han ido tras el Señor. Leer más…

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6.2.22. Dejar la orilla, arriesgarse mar adentro. La tarea de Pedro y de su iglesia

Domingo, 6 de febrero de 2022
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7B489479-6C19-4072-B891-3E1C26416CE7Del blog de Xabier Pikaza:

El tema es claro: Jesús nos dice que dejemos la “orillita” donde estamos trampeando sin conseguir nada; que vayamos al mar hondo. La traducción latina dice: Duc in altum: lleva el barco a más hondura, avanza hasta el mar abierto.  El texto litúrgico castellana dicerema mar adentro”, esfuérzate, no sigas en tu orilla tranquila repitiendo los mismos erroes. 

Sea como fuere, Simón y sus compañeros tienen que arriesgar si quiren lograr algo. Parece que habían andado pescando en plan de costa, por los alrededores conocidos, al modo de siempre (como seguimos muchos ; por los caladeros de la playita particular al estilo de siempre. No hemos sigo “iglesia en salida” (en salida de mar).

El evangelio añade que en la zona donde andamos, ya no hay pesca. Debemos aventurarnos con Jesús (por Jesús) hacia profundidades y mares aún desconocidos. Esto es lo que dijo Jesús a Pedro, esto es lo que hoy nos repite,  al Papa Francisco y a todod: Arriésgate ya ¿nos arriesgamos?

Texto: Lucas 5, 1-11

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Rema mar adentro, y echad las redes para pescar. “Simón contestó: “Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.”

Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.” Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Jesús dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres.”Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Situar el texto:

Este pasaje tiene un fondo histórico. Jesús debió andar de pesca con su gente,  pero refleja al mismo tiempo la historia del cristianismo primitivo, desde la perspectiva de Pedro y a sus primeros compañeros. Éstos son algunos datos de su historia:

1. Se llamaba Simón (nombre hebreo-arameo, pero helenizado)… y era de Betsaida, de oficio pescador, casado en Cafarnaúm (y viviendo posiblemente en la casa de la madre de su mujer). Tenía un fondo laboral y familiar claro, conocido, lo mismo que  Andrés, su hermanos. Parece que vivía de su trabajo, pero no era dueño de una barca propia como los zebedeos. No parece que pudiera navegar lejos, cambiar el arte de la pesca. Pues bien, Jesús va a decirle que arriesgue más, que vaya a pescar (a buscar, a escuchar, a querer)  a otros caladeros. Ese hoy nuestro tema. Estamos haciendo una “pesca de costa”. Necesitamos arriesgar más.

2. Había sido discípulo de Juan Bautista(Jn 1, 36-42) donde Jesús le encontró probablemente, y le atrajo para su misión de Reino. Eso significa que era un hombre entrenado en cuestiones de “espíritu”, especialmente de arrepentimiento y penitencia. Conocía la espiritualidad y tarea de los de los bautista…, pero se convirtió a Jesús… y se vio obligado a cambiar el lugar y la forma de pesca. También muchos de nosotros (una parte considerable de la iglesia, somos más de Juan Bautista que de Jesús. Sabemos de arrepentimientos y de conversiones junto al río, a flor de costa, con agua tranquila…¿Estaremos dispuestos a llevar nuestra barca hacia mares lejanos, profundos…distintos?

3. El Evangelio de Marcos (Mc 1, 16-42) ha recreado la llamada de Pedro (Simón) y de sus tres compañeros (su hermano Andrés y los dos zebedeos) en forma “ideal”, en un contexto de pesca y playa. Es posible que esa recreación tenga un fondo histórico. Pedro y sus compañeros siguieron de algún modo pescando durante el tiempo del mensaje de Jesús… Jesús les conoció también en la playa, y ellos le enseñaron tareas de pesca.

Jesús llamó a Simón de un modo especial y le apellidó Pedro (Roca…), quizá de un modo irónico… confiándole una tarea especial… Pero Pedro negó a Jesús… en el momento de su detención. Tenía, sin duda, iniciativas y propuestas, quiso el poder (cf. Mc 8), no le parecían buenas algunas ideas de Jesús, que llegó a llamarle “Satanás”, aunque le conservó a su lado.

4. Pedro creyó en Jesús tras su crucifixión e inició (con las mujeres y con otros discípulos) el camino de la Iglesia, ofreciendo el mensaje en especial a los judíos. Así le ve y acepta  Pablo, que mantiene con él una relación tirante pero de reconocimiento mutuo. Pedro estaba convencido del proyecto de Jesus… Pero no supo o no quiso arriesgar. Estaba tipo convencido de Jesús, pero se mantuvo a la orilla, sin arriesgar, se llegar hasta el fondo del mensaje y camino de Jesús. Era de los de Jesús, pro no cambió lo suficiente, siguió en la vieja orilla…. Pero se mantuvo, y se fue “convirtiendo” en una historia larga de encuentros y desencuentros con Pablo (y con Santiago, el hermano de Jesús). No tuvo miedo a equivocarse, y por eso terminó acertando, y marchando a Roma con el estandarte de Jesús, donde le mataron los romanos.

5.  Pedro asumió la misión a los gentiles…, aunque con ciertos matices distintos de los de Pablo, por lo que tuvieron diferencias, que aparecen reflejadas en Gal 2 y Hch 15. Pero al fin asumió la tarea de Pablo, interpretando así el evangelio como misión universal, para lo que vino a Roma, que era un buen sitio entonces para ser universales. Pablo era necesario, fue providencial, vio las cosas como nadie… Y así abrió el camino que desembocó en la pesca de Pedro. Hoy (año 2022) hace falta una nueva “conversión” de Pedro. Los papas, sucesores de Pedro, llevan demasiados años (siglos) pescando en la orilla, sin atreverse a escuchar a Jesús de profundizar, penetrando en el mar (a remos como dice la traducción española) o a vela, como parece suponer el texto original. Lo claro es que hay que arriesgarse y salir a alta mar, como hizo Pedro. En eso tiene que andar Francisco, en eso tenemos que andar todos.

6. Pedro en Lucas y en el evangelio de Juan.  La abundancia de la misión de la Iglesia está vinculada a Pedro. En esa línea, el texto de Jn 21 y este de Lc 5 son no sólo paralelos, sino que provienen de una tradición común de “pesca milagrosa”, de abundancia de iglesia. Es evidente que Pedro ha contribuido poderosamente a la extensión del mensaje y vida de Jesús,  y así lo ratifica Jn 21, añadiendo una nota esencial a lo que dice Lc 5. En Lc 5 es Pedo el que dirige la faena y entra en la hondura del mar…Los otros, a su lado, son simples acompañantes. Por el contrario, en Jn 21, Pedro tiene que hacer lo que hace y, al mismo tiempo, tiene que aceptar el mensaje y proyecto del discípulo amado. Quedan así claros los dos proyectos: El de conducir la barca de la iglesia hasta la hondura del mar…y el de pactar con el Discípulo Amado. Pero esto es ya tema y tarea de otro dia.

 Entender el texto
 .
1. Lucas recoge y recrea en este pasaje una tradición previa… que está en el fondo de Mc 1, 16-20 (la llamada a los primeros discípulos, a los que Jesús hará pescadores de hombres…). Hay un fondo histórico, pero recreado por la tradición pascual, que reconoce a Pedro y a los zebedeos (tres) o a Pedro-Andrés, con los zebedeos (cuatro) como los primeros testigos de Jesús, columnas de la Nueva Comunidad. En ese fondo se sitúa la imagen del mar y la barca, con la pesca cristiana.

2. Lucas reelabora aquí una tradición que ha sido recreada también por Jn 21 (pesca milagrosa, misión…). Hay muchos elementos comunes, pero la versión de Juan está mucho más enriquecida, como parábola total y conclusión del Evangelio: Los “pescadores” son siete (no cuatro…) y Pedro recibe una tarea especial de “pastorear” a las ovejas de Jesús (al lado del Discípulo amado).

3. La novedad del texto de Lucas (y de Juan) está en el hecho de que Jesús (que es el Jesús pascual) pide a Pedro que vuelva a iniciar la faena, en un mar más profundo, en el centro del mar, lejos de la costa. En un primer momento, Pedro y los suyos trabajaban cerca de la costa (entre judíos…); el Jesús pascual les pide que se arriesguen, que vayan más allá (que asuman en el fondo la tarea de Pablo, que es la misión de los gentiles). Sin este nuevo mandato de Jesús, y sin la “obediencia” de Pedro (que se pone en marcha, aunque tenga el riesgo de hundirse, como sabe Mt 14) no habría surgido la Iglesia (con Pablo sólo era difícil crear iglesia vinculada a la historia de Jesús).

4. Este Pedro el “aventado y arriesgado”, que va a pescar más lejos de la orilla, con sus compañeros, es el signo de la iglesia que se debe aventurar a romper los moldes hechos, la misión ya fijada… Es evidente que tiene el riesgo de fracasar y de hundirse (como en Mt 14), pero si se queda en la orilla donde no hay olas, ni hay gentes de otro tipo,… ha fracaso de antemano. Éste es el Pedro de la Iglesia que debe encontrar, en este mar-mundo del 2022, nueva “pecado”, nueva pesca. Estamos hoy discutiendo de temas menores, a la orilla del evangelio, a la orilla de la humanidad. Necesitamos que Jesús nos diga “duc in altum”, ir al centro del mar, a la nueva humanidad, para proclamar allí el evangelio.

 5. La tarea de este Pedro (la función petrina de la Iglesia) ha sido retomada de formas distintas por los evangelios (menos el de Marcos, que deja el tema sin resolver, dando casi la impresión de que Pedro no se había convertido todavía…). Mateo presenta a Jesús sacando del agua a Pedro, para que no se ahogue (Mt 14)… y confiándole después la tarea de “abrir” las puertas de la Iglesia más allá  Israel (Mt 16), apareciendo así como piedra de base de la nueva comunidad… Lucas presenta a Jesús orando por Pedro… para que pueda confortar a los hermanos (Lc 22, 32).

6. Pedro ha realizado una acción arriesgada, al servicio de la misión universal de la Iglesia, teniendo que enfrentarse para ello con los mismos discípulos de Jerusalén, que le critican de hereje y aventado (cf. Hch 10…). El buen Pedro tiene que defenderse apelando al Espíritu Santo…, pero queda ante los de Jerusalén como un hombre “peligroso”, que inicia misiones “imposibles”, fuera del cerco sagrado de la buena ley de Jesús… Éste es el fondo de nuestra escena: Por Mandato del Jesús Pascual… Pedro se arriesga a pesar mar adentro…

7. Los protestantes, en general, aceptan la misión de Pedro y le veneran como gran apóstol, junto a Pablo… Pero piensan que su misión no debe perpetuarse de manera personal en la Iglesia, a través de un papa de Roma. Por eso lo tienen más fácil: Pedro queda en el pasado, su tiempo terminó, le recordamos y agradecemos su misión… y basta. Hay algunos protestantes que se quedan con la versión de Marcos, suponiendo que Pedro lo hizo al fin mal, pero creo que su lectora no recoge la dinámica del evangelio.

8. Los católicos lo tenemos mucho más difícil,pues pensamos que la misión de Pedro continúa y está expresada, de algún modo, en el Papa y en sus compañeros… Aquí está nuestra paradoja: Los papas lleven siglos haciendo de “rémora”, impidiendo que la barca de la Iglesia se arriesgue de verdad, buscando nuevos mares… No me imagino a los últimos papas remangándose como Pedro para llevar la barca de la iglesia a nuevos mares: Duc in Altum. No me imagino al Papa echándose al agua (como Pedro en Jn 21…), ni escuchando de verdad la reprimenda de Jesús que le dice: ¡No me andes espiando al discípulo amado, que te he hecho pastor, no inquisidor!.

9. Los católicos tenemos más difícil… pues los últimos papas (desde hace siglos) se siguen quedando en la orilla de Roma,a la orilla del Derecho Canónico, en un tipo de iglesia-israel (¡quizá mal Israel!) que no ha escuchado ni ha visto, ni ha querido resolver desde el evangelio  las cosas que hay más allá… Da la impresión de que los nuevos “pedros” de la iglesia lo hacen en un sentido bien, pero no salen a pescar a nuevos mares… De manera que nadie les puede criticar como criticaron a Pedro los buenos cristianos de Jerusalén por haber aceptado en la Iglesia a un tipo raro, como el centurión de Cesarea. A pesar de ello seguimos (yo sigo) confiando en el verdadero Pedro, el arriesgado de Jesús, que se pone a pescar de nuevo allí donde había fracasado antes….

10. Habrá que recordarle a Pedro “duc in altum”… Arriésgate Pedro (arriesgaos los zebedeos…). Hay faena que hacer fuera de los mares tranquilos de vuestra Roma.

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Tres vocaciones muy distintas: Isaías, Pablo y Pedro. Domingo 5º. Ciclo C.

Domingo, 6 de febrero de 2022
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Pesca milagrosaDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Después del fracaso en Nazaret (que leímos el domingo pasado), la liturgia dominical omite algunos episodios y pasa a la vocación de los primeros discípulos, aunque el relato de Lucas podríamos titularlo, con más razón, “La vocación de Pedro”. Como paralelo del Antiguo Testamento, la primera lectura cuenta la vocación de Isaías. Y la segunda, aunque se centra en el contenido de la primera predicación cristiana, hace una referencia clara a la vocación de Pablo. Buen tema de reflexión en una época en la que tanto nos preocupa la escasez de vocaciones.

            A propósito de la visita de Jesús a Nazaret vimos que Lucas se basa en el evangelio de Marcos, pero lo modifica para enfocar el episodio de forma nueva. Hoy ocurre lo mismo con la vocación de los primeros discípulos. Para comprender el relato de Lucas conviene recordar el de Marcos.

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El escueto relato de Marcos sobre la vocación de los primeros discípulos

Caminando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban las redes al lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo:

“Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres”.

Al punto, dejando las redes, le siguieron.

Un trecho más adelante vio a Santiago de Zebedeo y a su hermano Juan, que arreglaban las redes en la barca. Inmediatamente los llamó. Y ellos dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron con él.

            El relato no puede ser más breve. Parecen simples notas para ser desarrolladas por Marcos en su comunidad. Dos parejas de hermanos, un lago, unas redes, una barca, el padre de dos de ellos, unos jornaleros. En este ambiente tan sencillo y cotidiano, Jesús se encuentra por primera vez con estos cuatro muchachos, los llama, y ellos lo siguen dejándolo todo. Una reacción que desconcierta a cualquier lector atento.

La versión de Lucas

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara, un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:

– «Remad mar adentro, y echada las redes para pescar

Simón contestó:

«Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.»

Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:

– «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.»

Y es que el asombro- se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Jesús dijo a Simón:

«No temas; desde ahora serás pescador de hombres.»

Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Los tres cambios que introduce Lucas

  1. Pretende hacer más comprensible el seguimiento de los discípulos. No es la primera vez que se encuentran con Jesús. Él ya ha estado antes en Cafarnaúm, incluso ha comido en casa de Simón y ha curado a su suegra. Luego ha seguido su vida de predicador itinerante y solitario, pero, cuando vuelve a Cafarnaúm, no es un desconocido. Es un maestro famoso y la gente se agolpa para escucharle. El lector no se extraña de que lo sigan.
  2. Centra su atención en Pedro, no en los cuatro discípulos, hasta el punto de que ni siquiera nombra a su hermano Andrés. Jesús sube a la barca de Simón, le pide que se aleje un poco de tierra; con él dialoga después de hablar a la multitud, ordenándole adentrarse en el lago y echar las redes; y Simón Pedro es el único que reacciona arrojándose a los pies de Jesús y reconociéndose pecador. Aunque luego se menciona a Santiago y Juan, que también seguirán a Jesús, las palabras finales y decisivas las dirige Jesús solo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”.
  3. Subraya la importancia de Jesús. No se limita a pasear por el lago (como cuenta Marcos) sino que está predicando a la gente, que se agolpa a su alrededor hasta el punto de necesitar subirse a una barca. Luego, Simón le da el título de “Maestro” y le obedece, volviendo a pescar, aunque parece absurdo. Finalmente, Simón cae de rodillas y lo reconoce como un personaje santo, no un pobre pecador como él. La vocación de los discípulos supone un mayor conocimiento de Jesús.

¿Qué pretende decirnos Lucas con estos cambios?

            La finalidad del primero es clara: hacer más comprensible el seguimiento de los discípulos.

            El segundo pone de relieve la figura de Pedro. Lo mismo hace Lucas al final de su evangelio, cuando pone en boca de los discípulos estas palabras: “Realmente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón” (Lc 24,34). Simón protagonista al comienzo y al final del evangelio de Lucas. Es posible que algunos cristianos, basándose en el duro ataque de Pablo a Pedro en Antioquía (contado en la carta a los Gálatas), pusiesen en discusión su autoridad, y Lucas quisiera ponerla a salvo.

            El tercero nos recuerda que cualquier vocación sirve para conocer mejor a Jesús. El relato de Marcos dice que Jesús no es un francotirador cuya obra desaparecerá con su muerte; quiere y busca colaboradores que continúen su misión. Lucas añade el aspecto de la enseñanza y la autoridad. Pero sugiere también algo mucho mayor: es un personaje santo, que provoca en Simón un sentimiento de indignidad. Para comprender este aspecto hay que recordar la vocación de Isaías, primera lectura de este domingo.

El relato de la vocación de Isaías (1ª lectura)

El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Y vi serafines en pie junto a él. Y se gritaban uno a otro, diciendo: “¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria!” Y temblaban los umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo.

            Yo dije: “¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos.”

            Y voló hacia mí uno de los serafines, con una ascua en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: “Mira; esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.”

            Entonces, escuché la voz del Señor, que decía: “¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?”

            Contesté: “Aquí estoy, mándame.”

            Retrocedamos ocho siglos, al año 739 a.C., cuando muere el rey Ozías. En ese momento sitúa Isaías su vocación. Pero la cuenta de un modo muy distinto. En ese encuentro inicial con Dios lo que más le llama la atención es su majestad y soberanía, que destaca mediante tres contrastes. El primero con Ozías, muerto; del rey mortal se pasa al rey inmortal. El segundo, con los serafines, a los que describe detenidamente, mientras de Dios solo puede decir que “la orla de su manto llenaba el templo”. El tercero, con Isaías, que se siente impuro ante el Señor. Tenemos tres binomios que subrayan la soberanía de Dios (vida-muerte, invisibilidad-visibilidad, santidad-impureza). Todo esto, enmarcado en un terremoto que hace temblar los umbrales y llena de humo el templo.

            Basándose en la queja de Isaías (“soy un hombre de labios impuros”), un serafín purifica sus labios, como símbolo de la purificación de toda la persona. Por eso, la consecuencia final no es que Isaías ya tiene los labios puros, sino que “ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado”. Cuando Dios pregunte “¿A quién mandaré? ¿Quién irá de mi parte?”, Isaías podrá ofrecerse voluntariamente: “Aquí estoy, mándame”.

La vocación de Isaías y la vocación de Simón

            Lucas, gran conocedor del Antiguo Testamento, parece ofrecer en su relato de la vocación de Simón Pedro una relectura de la vocación de Isaías. Al menos es interesante advertir las diferencias.

            El escenario. La vocación de Isaías tiene lugar en el ámbito sagrado del templo, con Dios en un trono alto y excelso, rodeado de serafines. La de Pedro, en una barca dentro del lago, rodeado de los compañeros y jornaleros.

            La persona que llama. En el caso se Isaías se subraya la majestad y santidad de Dios. A Jesús se lo presenta inicialmente de forma muy humana, aunque capaz de congregar a una multitud y de convencer a Pedro para que vuelva a pescar. Solo después de la pesca advertirá Pedro que se encuentra ante un personaje excepcional.

            La reacción inicial del llamado. En ambos casos el protagonista se siente pecador. La reacción de Isaías es más trágica (“estoy perdido”) porque parte de la idea de que nadie puede ver a Dios y seguir con vida. Pedro se reconoce simplemente ante un personaje sagrado junto al cual no puede estar (“apártate de mí”).

            La preparación del enviado. A Isaías, un serafín lo purifica como paso previo para poder realizar su misión. Jesús no realiza nada parecido con Pedro. La forma de prepararse es seguir a Jesús. “Dejándolo todo lo siguieron”.

            La misión. La liturgia ha suprimido la parte final del relato de Isaías, donde recibe la desconcertante misión de endurecer el corazón del pueblo judío y cegar sus ojos; la misión principal de Isaías consistirá en transmitir un mensaje durísimo. En cambio, la de Pedro será positiva, “pescador de hombres”.

            La reacción final del elegido. Aquí no hay diferencia. En ambos casos se advierte la misma disponibilidad, aunque en los discípulos se subraya que lo dejan todo para seguir a Jesús.

La breve referencia de Pablo a su vocación (2ª lectura)

            Al enumerar las apariciones de Jesús, Pablo no evita una referencia a sí mismo: “por último, como a un aborto, se me apareció también a mí”. La gran diferencia con Isaías y Pedro es que Pablo ha sido un perseguidor de la iglesia. Pero también él recibe una misión, y ha respondido con toda generosidad. Incluso con cierto orgullo confiesa: “he trabajado más que todos ellos”. Para corregirse inmediatamente: “Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo”.

Reflexión y pregunta

            La generosidad de los cuatro primeros discípulos, dejándolo todo para seguir a Jesús, nos recuerda a tantas personas que siguen dejando todo, incluso la familia y la patria, a veces para ser “pescadores de hombres”, otras para ayudar a cualquiera que lo necesite, incluso de religión distinta. Un ejemplo que sirve de estímulo y demuestra el poder de la llamada de Jesús.

            La pregunta: ¿Cuántas veces a la semana cumplo su mandato: “Rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies”?

 

 

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06 de Febrero. Domingo V. Tiempo Ordinario

Domingo, 6 de febrero de 2022
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“Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.”

(Lc 5, 1-11)

Y hay que decir que esta vez “todo” era mucho. Eran dos barcas tan llenas de peces que casi se hundían…

Lo normal hubiera sido que Pedro o los hijos de Zebedeo hubieran contratado a Jesús como pescador. Con él en la empresa los beneficios hubieran aumentado considerablemente. Sus familias se habrían enriquecido y con parte de los beneficios podrían haber ayudado a otras muchas personas. Podrían haber fundado una escuela de predicadores y una ONG, por ejemplo.

Así son las cosas como las pensamos nosotros. Dios suele tener otras ideas y aquí es cuando estos pescadores, el mejor día de toda su carrera laboral deciden dejarlo TODO.

Una decisión absolutamente absurda desde el punto de vista humano. Es una pena no conocer la reacción de las familias y amigos de estos pescadores. Pero seguro que fue similar a la de tantas familias que ven como una hija, un hermano, una sobrina o un primo se encuentra con Dios y lo deja todo.

Quienes lo ven desde fuera no lo comprenden. Una vez, hace años, una persona que vino a la hospedería, conversando con la hospedera, se interesaba por una hermana. Había oído decir que en el monasterio había una hermana que era médico y preguntaba si era cierto. Ante la respuesta afirmativa dijo: “-¡Qué desperdicio de vida!”

Que una persona que tenía una buena profesión decida meterse monja suscita incomprensión e incluso desprecio. No hay lógica humana que comprenda que alguien sea capaz de dejar dos barcas llenas de peces y seguir a un Maestro medio desconocido. No se comprende, pero sigue sucediendo.

Jamás podrá comprenderse porque es una respuesta que tiene que ver con el corazón, no con la razón. El amor nunca es razonable. Y ahí van quedando barcas llenas de peces en muchas orillas. Porque cuando Dios irrumpe en la vida de alguien primero la hace rebosar y después se lo pide TODO.

Oración

Ven, Trinidad Santa, a nuestras orillas, cuando repasamos nuestras redes vacías, cuando dejamos nuestras barcas llenas. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Todos estamos llamados a a desplegar nuestro ser, sin límites.

Domingo, 6 de febrero de 2022
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DOMINGO 5º (C)

Lc 5,1-11

Empezamos hoy el c. 5 del evangelio de Lucas con un episodio múltiple: La multitud que se agolpa en torno a Jesús para escuchar la palabra de Dios; la enseñanza desde la barca; la invitación a remar mar adentro; pesca inesperada; la confesión de la indignidad de Pedro; la llamada de los discípulos y el inmediato seguimiento. No nos dice de qué les habla Jesús, pero lo que sigue nos da la verdadera pista para descubrir de qué se trata. Este relato es muy parecido al que narra Juan en el capítulo 21. Los dos abren un horizonte nuevo. Los dos nos invitan a conocer a Jesús y a conocernos mejor para parecernos a él.

Hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada. El hecho de que la pesca abundante sea precedida de un total fracaso, tiene un significado teológico muy profundo. ¿Quién no ha tenido la sensación de haber trabajado en vano durante décadas? Solo tendremos éxito cuando actuemos en nombre de Jesús. Esto quiere decir que debemos  actuar de acuerdo con su actitud vital, más allá de nuestras posiciones raquíticas y a ras de tierra. Lo que se nos pide es muy distinto a decir: por Jesucristo nuestro Señor.

Rema mar adentro. La multitud se queda en tierra, solo Pedro y los suyos (muy pocos) se adentran en lo profundo. Esta sugerencia de Jesús es también simbólica. En griego “bados” y en latín “altum” significan profundidad (alta mar), y expresa mejor el simbolismo. Solo de las profundidades del hombre se puede sacar lo más auténtico. Todo lo que buscamos en vano en la superficie está ya dentro de nosotros mismos. Pero ir más adentro exige traspasar las falsas seguridades del yo superficial y adentrarse en aguas incontroladas. Adentrarse en lo que no controlamos exige fe-confianza. Decía Teilhard de Chardin: Cuando bajaba a lo hondo de mi ser, dejé de hacer pie y parecía que me deslizaba hacia el vacío.

Fiado en tu palabra, echaré las redes. El que Pedro se fíe de la palabra de Jesús que le manda, contra toda lógica, echar las redes a una hora impropia, tiene mucha miga. Las tareas importantes las debemos hacer siempre fiándonos de otro. Tenemos que dejarnos conducir por la Vida. Cuando intentamos controlar lo que es más que nosotros, aseguramos nuestro fracaso. El mismo Nietzsche dijo: “El ser humano nunca ha llegado más lejos que cuando no sabía a donde le llevaban sus pasos”. Lo que trasciende a nuestro ser consciente es mucho más importante que el pequeñísimo espacio que abarca nuestra razón. Dejarnos llevar por lo que es más que nosotros es signo de verdadera sabiduría.

No temas. El temor y el progreso son incompatibles. Mientras sigamos instalados en el miedo, la libertad mínima indispensable para crecer será imposible. Más de 130 veces se habla en la Biblia del miedo ante lo divino. Casi siempre, sobre todo en los evangelios, se afirma que no hay motivo para temer nada. El miedo nos paraliza e impide cualquier decisión hacia la Vida. Si el acercamiento a Dios nos da miedo, ese Dios es falso. Cuando la religión sigue apostando por el miedo, está manipulando el evangelio y abusando de Dios.

El mar era el símbolo de las fuerzas del mal. “Pescar hombres era un dicho popular que significaba sacar a uno de un peligro grave. No quiere decir, como se ha entendido con frecuencia, pescar o cazar a uno para la causa de Jesús. Aquí quiere decir: ayudar a los hombres a salir de todas las opresiones que el impiden crecer. Solo puede ayudar a otro a salir de la influencia del mal, el que ha encontrado lo auténtico de sí mismo. Crecer en mi verdadero ser es lo mejor que puedo hacer por todos los demás. La principal tarea de todo ser humano está dentro de él. Dios quiere que crezcas siendo lo que eres de verdad.

Y, dejándolo todo, lo siguieron. Seguimos en un lenguaje simbólico, teológico. Es imposible que Pedro y sus socios dejaran las barcas, los peces cogidos, la familia… y se fueran físicamente detrás de Jesús desde aquel instante. El tema de la vocación es muy importante en la vida de todo ser humano. La vida es siempre ir más allá de lo que somos, por lo tanto, el mismo hecho de vivir nos plantea las posibilidades que tenemos de ir en una dirección o en otra. Con demasiada frecuencia se reduce el tema de la “vocación” al ámbito religioso. Nada más ridículo que esa postura. Quedaría reducido el tema a una minoría. Todos estamos llamados a la plenitud, a desplegar todas nuestras mejores posibilidades.

La vocación no es nada distinto de mi propio ser. No es un acto puntual y externo de Dios en un momento determinado de mi historia. Dios no tiene otra forma de decirme lo que espera de mí, que a través de mi propio ser. Elige a todos de la misma manera, sin exclusiones ni preferencias. La meta es la misma para todos. Dios no puede tener privilegios con nadie. Soy yo el que tengo de adivinar todas las posibilidades de ser que yo debo desarrollar a lo largo de mi existencia. Ni puede ni tiene que añadir nada a mi ser. Desde el principio están en mí todas esas posibilida­des, no tengo que esperar nada de Dios.

Mi vocación sería encontrar el camino que me llevará más lejos en esa realización personal, aprovechando al máximo todos mis recursos. Los distintos caminos no son, en sí, ni mejores ni peores. Lo importante es acertar con el que mejor se adecue a mis aptitudes personales. La vocación la tenemos que buscar dentro de nosotros mismos, no fuera. No debemos olvidar nunca que toda elección lleva con sigo muchas renuncias que no se tienen que convertir en obsesión, sino en la conciencia clara de nuestra limitación. Si de verdad queremos avanzar hacia una meta, no podemos elegir más que un camino. El riesgo de equivocarnos no debe paralizarnos, porque aunque nos equivoquemos, si hacemos todo lo que está de nuestra parte, llegaremos a la meta, aunque sea con un mayor esfuerzo.

Este relato está resumiendo el proyecto vital de todo ser humano. Jesús estaba desarrollado su proyecto de vida y quiere que los demás desarrollen el suyo. No se trata de una imitación externa sino de un vivir lo que él vivió desde su ser más auténtico y profundo. Pedro lo ve como imposible y hace patente su incapacidad. Está instalado en su individualidad y en su racionalidad y es figura de todos nosotros que no somos capaces de superar el ego psicológico y el ego mental. Todo lo que no son mis sentimientos y mis proyectos racionales lo considero inalcanzable. Todas las posibilidades de ser que están más allá de esta ridícula acotación no me interesan y ni siquiera tengo interés en descubrirlo.

Pero la verdad es que más allá de lo que creo ser, está lo que soy de verdad. Aquí está la clave de nuestro fracaso espiritual. Descubrimos que hay seres humanos que han alcanzado ese nivel superior de ser, pero a mí me parece inalcanzable porque “soy un pecador”. “¿Quién te ha dicho que estabas desnudo?” Dios se lo pregunta a Adán, dando por supuesto que Él no ha sido. Notad el empeño que ha tenido la religión en convencernos de que estábamos empecatados y que no debíamos aspirar más que a reconocer nuestros pecado y hacer penitencia. Ojalá superásemos esa tentación y aspirásemos todos a la plenitud a la que podemos llegar. Ni lo biológico, ni lo psicológico, ni lo racional constituyen la meta del hombre, pero en nuestro mundo es la única aspiración y lo único que cuenta.

Meditación

Llega a lo profundo de tu ser.
Sin esa profundización, no es posible la plenitud humana.
La contemplación es el único camino.
Aprende a pescar en tu propio pozo.
Lo que con tanto afán buscas fuera de ti,
lo tienes al alcance de la mano dentro de ti.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La llamada.

Domingo, 6 de febrero de 2022
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Lc 5, 1-11

«Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron»

En mayor o menor medida, todos nos sentimos llamados a hacer algo en la vida.

El hedonista se siente llamado a disfrutar de los placeres y momentos gratos que le brinda la vida, el existencialista a construirse a sí mismo para dotar de una esencia personal a la existencia que ha recibido, el místico a buscar a Dios en lo más íntimo de su ser, el hinduista a cultivar el equilibrio interior que le permita contribuir a la armonía universal, el cristiano a responder al amor de Dios con amor a los demás…

En el caso del cristiano, hay muchas formas de responder a la llamada dependiendo de la personalidad de cada uno, aunque, básicamente, podemos decir que unos responden alabando a Dios con la oración y la práctica frecuente de los sacramentos y otros ayudando a quienes los necesitan. No obstante, si levantamos un poco la vista hacia el horizonte, quizá veamos que la misión última del cristiano es construir humanidad; es decir, colaborar en la obra de Dios porque Dios necesita de nosotros para sacarla adelante.

Desde esta perspectiva, también podemos comprobar que todas estas formas de sentir la llamada y responder a ella están engarzadas entre sí y encaminadas a un mismo fin, porque la “humanidad” solo se puede construir con una actitud de ayuda a los demás, y para lograr esta actitud es precisa la oración.

Es probable que conozcan la leyenda de aquel maestro de obra que, en plena Edad Media, visitaba la sección de cantería en el solar donde se estaba construyendo una catedral. Dice la leyenda que se acercó a uno de los canteros, y le preguntó: «¿Qué estás haciendo?», y él le respondió: «Estoy tallando este bloque de mármol». Le hizo la misma pregunta a un segundo cantero, y éste le dijo: «Estoy fabricando un capitel». Siguió su camino, y ante la misma pregunta un tercer cantero le respondió: «Estoy construyendo una catedral»… Los tres estaban haciendo lo mismo, pero con una perspectiva y una motivación muy diferentes.

Nuestra catedral es la humanidad, y para construirla es necesario convertirse en servidor, compartir lo que tenemos con los que no tienen, perdonar setenta veces siete, trabajar por la paz y la justicia, y, en definitiva, hace falta que «los hombres vean en nuestras buenas obras el amor del Padre» (Mt 5,16). Nosotros creemos en Abbá porque lo hemos visto reflejado en Jesús, y “los hombres” solo podrán creer en Jesús si ven en nosotros unos criterios de vida más sólidos y convincentes que los que les ofrece el mundo.

Y es que responder a la llamada de Jesús comporta una gran responsabilidad. Por eso, Ruiz de Galarreta proponía el siguiente lema como propio del cristiano: «Máximo compromiso, máxima confianza»… Máximo compromiso porque la envergadura de la tarea así lo requiere, y máxima confianza porque ese compromiso es con nuestra Madre.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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