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¿La luz para los católicos LGBTQ+ proviene del día de la ira o del sol de la justicia?

Lunes, 14 de noviembre de 2022
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93650390-D7C7-4D04-8689-FFA58ABA5155La reflexión de hoy es por el colaborador de Bondings 2.0 Michaelangelo Allocca, cuya breve biografía se puede encontrar haciendo clic aquí.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el domingo 33 de l Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

Conozco al director de New Ways, Frank DeBernardo, desde mediados de los 80, cuando me ayudó a entrenarme para asumir su puesto en el periódico semanal de la diócesis de Brooklyn. Cuando me invitó a escribir para este domingo, dijo que “tiene esas lecturas apocalípticas que creo que solo alguien como tú puede manejar”. Bromeé diciendo que seguro él sabe cómo hablar dulcemente a un chico, pero de hecho lo tomé como un cumplido, y yo (obviamente) dije que sí.

Unas semanas más tarde, recibí otro cumplido, que inmediatamente me conmovió mucho, pero solo más tarde me pareció una forma diferente de decir lo mismo. Estaba ayudando a dirigir un retiro para mi instituto. Como institución jesuita, repetimos con frecuencia la exhortación ignaciana de “encontrar a Dios en todas las cosas.” Durante una discusión, un estudiante dijo, “Hasta que te he oído a tí, nunca me di cuenta de que alguien podía tomar ‘encontrar a Dios en todas las cosas’ literalmente.”

Honestamente no sé lo que ese adolescente escuchó o vio de mí que le mostró eso. Puede ser que en las pocas horas que habíamos estado en el retiro para entonces, yo había juguetonamente – pero en serio – mencionado mi agradecimiento a Dios no sólo por los impresionantes colores de otoño en los hermosos terrenos de la casa de retiro, sino también por la generosidad de nuestra compartida mesa de aperitivos, que cubre todos los grupos de alimentos básicos: fruta fresca, chocolate y cosas crujientes y saladas.

Estás viendo algunos de esos colores en la ilustración de este post: es una foto que tomé durante ese retiro. En ella puedo ver las palabras de la lectura de hoy de Malaquías y el evangelio. Esos árboles de fuego se parecen al “día … que Viene, ardiendo como un horno,” así como “rastrojo … prender fuego.” Pero también puedo ver, desde el final de la lectura, “el sol de la justicia con sus rayos curativos.” Mientras estaba en este retiro, donde cada mañana y tarde me reunía con vistas tan dramáticas, también vi “vistas impresionantes y señales poderosas de Lucas … Vienen del cielo“, y reflexioné que estos pocos días allí nos dieron un breve respiro de las “guerras e insurrecciones, nación contra nación, reino contra reino” que llenan nuestro mundo ahora mismo.

En las imágenes de Malaquías, magníficamente ilustradas por esta foto, veo el talento que me atribuye Frank, así como ese adolescente. La poesía del profeta es a la vez aterradora y reconfortante, como lo es el mundo de Dios cuando se ve con los ojos bien abiertos, capaz de reconocer la oscuridad y la luz mezclada. Incluso la línea sobre “rastrojo … prender fuego” evoca otra línea de la escritura que habla de la esperanza pura, usando exactamente la misma imagen física. En el libro de la Sabiduría, escuchamos que las almas de las personas justas que han muerto “brillarán, y correrán como chispas a través de rastrojos.”

 Más allá de las imágenes, el contenido del retiro destacó mi práctica espiritual de ver y aceptar tanto el fuego que destruye como las chispas que bailan. Como un hombre gay en la Iglesia, estoy constantemente dividido entre el “vaso medio vacío” y “vaso medio lleno” puntos de vista – o más en consonancia con las imágenes a mano, la cuestión de “¿Es esa luz el próximo Día de la Ira, ardiente como un horno – o es el Sol de la Justicia, con sus rayos curativos?” Cualquiera que haya estado cerca de mí por un tiempo puede decirte mi respuesta favorita a cualquiera de las dos preguntas: sí.

Nunca la tensión es más obvia que en un entorno como ese retiro. Los varones americanos adolescentes son lo que son, había ciertamente momentos cuando noté que uno o dos estaban un poco retorcidos por tener que sentarse en una pequeña habitación con un hombre que es gay que no tiene ningún deseo de ocultarse. Soy muy consciente de que algunos de ellos probablemente usan insultos o chistes homofóbicos cuando no hay profesores alrededor para escucharlos. Podría enumerar muchos otros detalles que pueden agregar a la percepción de “ardiente como un horno“.

Pero para ver las cosas a través de la lente del “sol de la justicia”: incluso aquellos chicos que se retorcieron todavía se sentaron allí y escucharon, y se abrieron y compartieron honestamente, a pesar de su incomodidad. Y si bien es decepcionante que los jóvenes sigan usando “gay” como un insulto (por ejemplo), el beneficio de la edad es saber que al menos ahora, no lo harán en presencia de los adultos. Hace solo unos años, recuerdo que lo dijeron en voz alta sin darse cuenta de nada malo. El progreso es enloquecedoramente lento a veces, pero incluso entonces, es progreso.

Quizás lo más fácil de pasar por alto es la señal más positiva de todas, es decir, el hecho de que soy un gay que enseña en esta secundaria católica, al que se le pide que ayude a dirigir un retiro como este, sin que nadie espere que ponga parte de mí en el armario para hacerlo. Todavía hay un montón de escuelas secundarias católicas donde esto no sería posible, y eso demuestra lo lejos que tenemos que ir antes del “día venidero” del fin de los tiempos. Pero tengo la oportunidad de demostrar – “literalmente“, como ese joven dijo durante el retiro – buscando a Dios en todas las cosas, y estoy bastante seguro de que mi presencia podría ayudar a algunos chicos homosexuales a sentirse menos aislados e indefensos, y eso suena como el sol de la justicia con sus rayos curativos.

—Michaelangelo Allocca, 13 de noviembre de 2022

Fuente New Ways Ministry

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Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá…

Domingo, 13 de noviembre de 2022
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“Hemos sido testigos silenciosos de acciones malvadas, conocemos una más del diablo, hemos aprendido el arte de la simulación y del discurso antiguo, la experiencia nos ha hecho desconfiar de los hombres y con frecuencia hemos quedado en deuda con ellos en lo que respecta a la verdad y a la palabra libre, conflictos insostenibles nos han vuelto dóciles o tal vez incluso cínicos: ¿podemos ser útiles todavía? No tenemos necesidad de genios, de cínicos, de despreciadores de hombres, de estrategas refinados, sino de hombres sinceros, sencillos, rectos.

¿Habrá quedado bastante grande nuestra fuerza de resistencia interior contra lo que se nos impone? ¿Habrá quedado la sinceridad para con nosotros mismos suficientemente implacable, de suerte que nos haga volver a encontrar el camino de la sinceridad y de la rectitud?”

*
D. Bonhoeffer,
Resistencia y sumisión,
Ediciones Sígueme, Salamanca 1983.

***

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo:

“Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.”

Ellos le preguntaron:

“Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?”

Él contesto:

– “Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: “Yo soy”, o bien: “El momento está cerca; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.

Luego les dijo:

“Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.

Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio.

Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.

Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía.

Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

*

Lucas 21, 5-19

***

Vemos, un mar turbado desde los abismos, navegantes que flotan muertos sobre las olas y otros sumergidos, las tablas de los barcos sueltas, las velas desgarradas, los mástiles destrozados, los remos sueltos de las manos de los remeros, los pilotos no sentados al timón, sino en el puente, con las manos entre las rodillas: gimen por su impotencia frente a los elementos, gritan, se lamentan, sollozan; no se divisa ni el cielo ni el mar, sino sólo las tinieblas profundas, impenetrables y turbias, hasta tal punto que ni siquiera se puede ver al vecino, y de todas partes caen monstruos marinos sobre los navegantes.

Pero ¿por qué intento describir lo que no se puede? Aunque busque cualquier imagen que exprese los males presentes, mi discurso queda superado por la realidad y retrocede. Sin embargo, aunque lo vea bien, no renuncio a la buena esperanza, pensando en el piloto de todo el universo, que no supera la borrasca con su arte, sino que deshace el huracán con un ademán. No lo hace de buenas a primeras o de inmediato, sino que acostumbra a actuar así: no aniquila los males al principio, sino cuando han crecido, cuando llegan al extremo, cuando los más ya desesperan: entonces realiza sus prodigios y sus maravillas, mostrando de este modo su poder y ejercitando en la paciencia a aquellos sobre quienes han caído los males.

No te abatas por tanto. Una sola cosa, oh Olimpia, hay que temer, una sola es la tentación verdadera: el pecado. Nunca he cesado de repetir este discurso a tus oídos: todo lo demás son fábulas, aunque se hable de insidias, de hostilidades, de engaños, de calumnias, de insultos, de acusaciones, de confiscaciones, de exilio, de espadas afiladas, de mar, de guerra en toda la tierra. Por muy glandes que sean estas tribulaciones, son temporales, limitadas; subsisten sólo en el cuerpo mortal y no perjudican al alma vigilante. Por eso, el bienaventurado Pablo, queriendo mostrarnos la mezquindad de lo que es útil y de lo que es doloroso en la vida presente, lo resume todo con una sola expresión diciendo: «Las realidades que se ven son transitorias». ¿Por qué, entonces, tienes miedo de lo que es transitorio y discurre como la corriente de un río? Así son, en efecto, las realidades presentes, sean favorables o molestas .

*

Juan Crisóstomo,
Carta a Olimpia, 1,1

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***

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“Sin perder la paciencia” . 33 Tiempo ordinario – C (Lucas 21, 5-19)

Domingo, 13 de noviembre de 2022
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Lucas recoge las palabras de Jesús sobre las persecuciones y la tribulación futuras subrayando de manera especial la necesidad de enfrentarnos a la crisis con paciencia. El término empleado por el evangelista significa entereza, aguante, perseverancia, capacidad de mantenerse firme ante las dificultades, paciencia activa.

Apenas se habla de la paciencia en nuestros días, y sin embargo pocas veces habrá sido tan necesaria como en estos momentos de grave crisis generalizada, incertidumbre y frustración.

Son muchos los que viven hoy a la intemperie y, al no poder encontrar cobijo en nada que les ofrezca sentido, seguridad y esperanza, caen en el desaliento, la crispación o la depresión.

La paciencia de la que se habla en el evangelio no es una virtud propia de hombres fuertes y aguerridos. Es más bien la actitud serena de quien cree en un Dios paciente y fuerte que alienta y conduce la historia, a veces tan incomprensible para nosotros, con ternura y amor compasivo.

La persona animada por esta paciencia no se deja perturbar por las tribulaciones y crisis de los tiempos. Mantiene el ánimo sereno y confiado. Su secreto es la paciencia fiel de Dios, que, a pesar de tanta injusticia absurda y tanta contradicción, sigue su obra hasta cumplir sus promesas.

Al impaciente, la espera se le hace larga. Por eso se crispa y se vuelve intolerante. Aunque parece firme y fuerte, en realidad es débil y sin raíces. Se agita mucho, pero construye poco; critica constantemente, pero apenas siembra; condena, pero no libera. El impaciente puede terminar en el desaliento, el cansancio o la resignación amarga. Ya no espera nada. Nunca infunde esperanza.

La persona paciente, por el contrario, no se irrita ni se deja deprimir por la tristeza. Contempla la vida con respeto y hasta con simpatía. Deja ser a los demás, no anticipa el juicio de Dios, no pretende imponer su propia justicia.

No por eso cae en la apatía, el escepticismo o la dejación. La persona paciente lucha y combate día a día, precisamente porque vive animada por la esperanza. «Si nos fatigamos y luchamos es porque tenemos puesta la esperanza en el Dios vivo» (1 Timoteo 4,10).

La paciencia del creyente se arraiga en el Dios «amigo de la vida». A pesar de las injusticias que encontramos en nuestro camino y de los golpes que da la vida, a pesar de tanto sufrimiento absurdo o inútil, Dios sigue su obra. En él ponemos los creyentes nuestra esperanza.

José Antonio Pagola

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“Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. Domingo 17 de noviembre de 2019. 33º Ordinario

Domingo, 13 de noviembre de 2022
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58-ordinarioc33-cerezoLeído en Koinonia:

Malaquías 3, 19-20a: Os iluminará un sol de justicia.
Salmo responsorial: 97:El Señor llega para regir los pueblos con rectitud.
2Tesalonicenses 3, 7-12: El que no trabaja, que no coma.
Lucas 21, 5-19: Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas

 Estamos ya en el final del año litúrgico, y por una lógica probablemente mal aplicada al distribuir los textos bíblicos a lo largo del año litúrgico, el tema de las lecturas de este domingo es también el del «final de los tiempos», el «final del mundo». De hecho, en el evangelio hay numerosos pasajes que aluden a este tema, los famosos textos «apocalípticos» (el género «apocalíptico» era muy del gusto de aquellos tiempos).

Durante la historia del cristianismo, también el final del mundo ha sido un tema siempre presente. Formaba parte de la identidad cristiana, diríamos. Ser cristiano implicaba creer que nuestra vida va a acabar con un juicio de Dios sobre nosotros, y también sobre la existencia del mundo como conjunto: Dios decidiría en algún momento -muy probablemente por sorpresa- el final del mundo, y toda humanidad sería convocada a juicio, en el Valle de Josafat por más señas, junto a la muralla oriental del templo de Jerusalén (lo que convirtió a ese valle en un auténtico cementerio VIP, muy cotizado…).

Este concepto del «final del mundo» estaba enmarcado (hasta ayer mismo, cuando nosotros éramos niños) dentro del contexto de una cosmovisión que imaginaba a Dios como un «Señor todopoderoso», situado fuera del mundo, encima, en un segundo piso celestial, observando y con frecuencia interviniendo en el mundo, donde se debatía la humanidad que Él había creado allí para superar una prueba y pasar a continuación a la vida definitiva, que ya no sería aquí en la tierra, sino en otro lugar, en «un cielo nuevo y una tierra nueva», porque la vieja tierra sería destruida con el final del período de prueba de la Humanidad. A continuación ya todo sería distinto: una «vida eterna» en el cielo -o en el infierno tal vez para algunos-.

Ruboriza hoy –y casi parece caricatura– contar o describir aquella visión que durante siglos se identificó con la doctrina cristiana. Durante milenio y medio al menos la creyeron revelada por Dios mismo. Dudar de ella o de cualquiera de sus detalles era tenido como un pecado (grave) de «falta de fe» y -peor aún- como un desacato a la revelación. Sobre la visión global o el «gran relato» –porque además era realmente un relato– que el cristianismo ofrecía (pecado original, juicio particular, juicio universal, cielo, purgatorio o infierno…) no era permitido dudar.

Hoy nos podemos llevar las manos a la cabeza al caer en la cuenta de qué parte tan grande de toda esta visión estaba constituida por tradiciones mitológicas ancestrales, pensamiento platónico… ¡Genial Platón!, que logró crear una «imagen» del mundo que cautivaría la imaginación de la humanidad por generaciones y generaciones, durante varios milenios, por vinticinco siglos, hasta hoy.

La revolución científica comenzada en el siglo XVI comenzó a cuestionar aquella cosmovisión platónico-aristotélica del cristianismo: las esferas celestiales, los siete cielos, la separación entre el mundo perfecto supra-lunar y el imperfecto o corruptible infra-lunar, la descripción tan viva de los «novísimos» (muerte, juicio, infierno y gloria)… Pero lo que en la visión científica o el conocimiento simplemente físico de las personas iba desmoronándose, se refugiaba en la visión religiosa, como si el cielo de la fe fuera el aristotélico-platónico, aunque el cielo astronómico fuera totalmente otro.

Hoy día, con el avance que la ciencia ha realizado, la escatología (rama de la ciencia que trata del «eskhatos, lo último») no sabe dónde colocar eso último, ni cómo conectarlo con lo que hoy sabemos todos. Y por eso cuesta seguir hablando de lo que era «lo último» dentro de las coordenadas teológicas tradicionales: unas realidades últimas conectadas directamente con la «prueba» y el «juicio de Dios» sobre nosotros, y una «vida eterna» vista como el premio o castigo correspondiente… La vida, la muerte, y la posible continuidad o no de la vida… todo ello era planteado en las coordenadas de aquella visión mítica (Dios arriba, que decide crear una humanidad y la pone a prueba para llevar a quienes la superen a la vida eterna…).

Tan internalizada está esta convicción mítica del «Dios que crea a los humanos en una vida provisional para probar si pueden acceder a la vida eterna», que todavía hoy, muchos cristianos no sólo siguen pensando así, sino que no ven la posibilidad de que vida, muerte y más allá de la muerte sean dimensiones existenciales humanas que deban dejar de ser «utilizadas» con la idea de premios y castigos de Dios a los humanos por su conducta. Muchos predicadores tendrían hoy dificultades para enfocar su homilía superando esa interpretación tradicional.

Pero, afortunadamente, «otro cristianismo es posible». Es posible… porque ya es real: ya lo viven muchos, y algunos incluso dan razón de esta su fe, y su nueva esperanza, desligada de premios y castigos. No es éste el lugar para presentar toda una escatología renovada, pero sí para remitir a tres obras recomendables a quien trate de replantear su fe fuera del paradigma premoderno mítico:

– Roger LENAERS sj, Otro cristianismo es posible, Abya Yala, Quito, Ecuador, 2006 (http:/tiempoaxial.org).

– Las «12 tesis del obispo John Shelby SPONG», que pueden ser encontradas en la mayor parte de los buscadores de internet.

– La revista CONCILIUM dedicó recientemente un número monográfico a la «resurrección de los muertos», en noviembre de 2006 (el número 318).

– John Shelby SPONG, Vida eterna: una nueva visión. Más allá de las religiones, más allá del teísmo, más allá de cielo e infierno, 232 pp, publicado en español por la editorial Abya Yala de Quito, en su colección «Tiempo axial» (http:/tiempoaxial.org). El subtítulo lo dice todo sobre la intención y el enfoque de este libro.

Completamos con una referencia tradicional a las tres lecturas de hoy:

Malaquías, a través de un lenguaje apocalíptico, alienta al pueblo justo que sirve enteramente al Señor, indicándoles que ya llegará el día en que se hará sentir la justicia de Dios sobre los que no guardan su ley; que ellos no son los que realmente dirigen el caminar de la historia, sino que es el Dios amante de la vida quien la guía, conduciéndola por el camino de la paz y de la vida. Todos los que caminan por el camino del Señor serán iluminados por el “sol de la justicia” que irradia su luz en medio de la oscuridad, en medio del dolor y la muerte.

El salmo que leemos hoy es un himno al Rey y Señor de toda la Creación, quien dirige con justicia a todos los pueblos de la tierra, quien es amoroso y fiel con el pueblo de Israel. Dios es un Dios justo, que merece ser alabado por todos, pues ha derrotado la muerte y ha posibilitado la vida para todos; por ello toda la Creación lo alaba, celebra la presencia de ese Dios misericordioso y justo en medio del pueblo liberado. Es un salmo de agradecimiento por los beneficios que el pueblo ha recibido por tener su esperanza puesta en el Dios de la Vida.

Muchos de los creyentes de Tesalónica, concretamente las “clases superiores”, pensaron que no debían preocuparse por las cosas de la vida cotidiana, como el trabajo, y que más bien debían esperar, de brazos cruzados, la inminente venida del Señor y dedicarse a la ociosidad. Pablo llama fuertemente la atención sobre esa actitud, pues son personas que viven del trabajo ajeno, son explotadores de los otros (esclavos) y, gracias a ello, acumulan riquezas sin esforzarse en absoluto. Es a ellos a quienes Pablo se dirige con vehemencia: «el que no trabaje que no coma» (v.10), ya que esta actitud no es propia de la enseñanza de los apóstoles.

Puede ser que la presencia magnífica del templo de Jerusalén alentara la fe de los judíos hasta el punto de ser más significativos la arquitectura y el poder de la religión que el mismo Dios de Israel; puede ser que fueran más importante los sacrificios, el ritual, la construcción majestuosa… que las actitudes exigidas por el mismo Dios para un verdadero culto a él: la misericordia y la justicia social. Por eso Jesús afirma que el templo será destruido, pues no posibilita una relación legítima con Dios y con los hermanos, sino que crea grandes divisiones sociales e injusticias. Es importante ir descubriendo en nuestra vida que la experiencia de fe debe estar atravesada por el servicio incondicional a los demás; es así como vamos sintiendo el paso de Dios por nuestra existencia y es así como vamos construyendo el verdadero templo de Dios, el cual no se debe equiparar con edificaciones ostentosas, sino con la Iglesia-comunidad de creyentes que se inspira en la Palabra de Dios y se mantiene firme en la esperanza de Jesús resucitado. Leer más…

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Dom 13. XI. 2022. 33 del Tiempo ordinario. No quedará piedra sobre piedra. Escatología bíblica y ecología: Las cinco bombas (Lc 21, 5-19)

Domingo, 13 de noviembre de 2022
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templo-de-salomon__800x800Del blog de Xabier Pikaza

Los evangelios del fin del año litúrgico nos vienen situando ya ante el riesgo de la “destrucción final” del hombre y del mismo mundo. Éste es un tema crucial de la ecología que he vuelto a plantear en el blog (RD) y en el FB de hace dos días, distinguiendo los dos planos de la vida humana:

(a) Como ser de este mundo el hombre puede destruirse a sí mismo, convirtiéndose en ser para la muerte.

(b) Como ser que “habita” en Dios, el hombre puede vivir eternamente (es “hijo” de la resurrección).

El tema teológico de fondo del evangelio de pasado domingo consiste en vincular los dos  aspectos o planos ya evocados de la vida humana: Que el hombre viva en este mundo de tal forma que su misma existencia humana (en el mundo) se mantenga abierta a la resurrección o vida eterna de Dios.

Había preparado esta postal  para del domingo (13.11.22), pero he preferido retrasarlo, para dedicar el post de ayer a la prof. Esther Miquel, amiga y profesora que falleció el pasado 11.

Este es un tema complejo, que iré desarrollando a lo largo de las próximas semanas. Hoy presento el evangelio del domingo desde la perspectiva de las cinco bombas o riesgos principales de la vida humana, en una línea que ha sido desarrollada por el Papa Francisco (Laudato si).

Evangelio, extracto (Lc 21, 5-19)

 En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: “Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido. “Ellos le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo va a ser eso? Él contestó: …

  Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico…  Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre… Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel…

Introducción.  Temas de conflicto y destrucción según el evangelio.

Son los normales en la literatura bíblica: A fame, peste et bello. Según la Biblia,  riesgos mayores de destrucción del hombre son  el hambre, la enfermedad/peste (epidemias)y la guerra.  A esos se añaden otros dos riesgos: los “terremotos” (como riesgo cósmico) y las  “persecuciones” en contra de los distintos (adversarios, enemigos etc.) y en general en contra de las víctimas. ).

En otro tiempo, los hombres girábamos en torno a la naturaleza que se elevaba ante nosotros como  perfecta  de manera que debíamos limitarnos a conocerla, ajustándonos a sus ritmos. El hombre estaba inmerso en un mundo exterior fijo y terminado y no lo podía cambiar. Las cosas eran como eran: formaban como una “bóveda” o gran círculo perfecto donde los hombres se limitaban a residir de un modo pasivo. No podía haber ecología activa.

 Ahora, ya no  estamos inmersos en una naturaleza hecha, perfecta, inmutable…, sino que podemos destruir los ritmos vitales de la naturaleza.

 Desafío ecológico. El riesgo de las cinco bombas

 El principio de toda ecología es el respeto por la naturaleza, interpretada antaño como divina y luego puesta al servicio de los hombres, para que ellos pudieran convivir y realizarse humanamente en ella. Pues bien, avanzando en una línea de manipulación cósmica, a lo largo del proceso creador de la modernidad, desde mediados del siglo XX hemos llegado a una situación extrema: aquellos medios de conocimiento cósmico que podían servir para mejorar nuestra forma de vida en el mundo han venido a convertirse en un arma destructora; somos capaces de conocer muchos mecanismos interiores de esa naturaleza, de manera que podemos ayudarla y embellecerla, pero al mismo tiempo los podemos emplear por medio de la bomba o explosión atómica, de manera que podemos destruir por entero la misma naturaleza.

Antes no podíamos, no sabíamos, no teníamos la posibilidad de realizar un suicidio cósmico. Ahora la tenemos.  Antes podíamos pensar que el mundo es eterno y que nosotros somos también eternos como humanidad sobre la tierra.  Ahora sabemos que no sólo podemos destruirnos nosotros mismos como humana, sino que podemos destruir el mismo como manantial espacio de vida. Esa destrucción podemos “realizarla” de diversas formas, pero todas pueden condensarse básicamente en cinco bombas, que empiezo presentando, de un modo general, por orden  de gravedad.

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1. Bomba atómica. Riesgo militar. Esta es quizá la más peligrosa de todas las bombas, vinculada a la capacidad de destrucción directa de la vida humana. Quizá por vez primera en la historia de la humanidad tenemos el poder de destruirnos a nosotros mismos, todos los seres humanos. No vivimos ya por simple “deseo biológico”, sino porque, en un sentido general, los dueños de las armas y de la tecnología destructiva no quieren destruirse y destruirnos a todos con armas atómicas.

Bomba cósmica. Matar el Planeta.. Hasta ahora la tierra ha subido en el nivel de la vida hasta llegar a la conciencia y libertad humana. Una fuerza inmensa que algunos pensamos que viene de Dios, viniendo de la misma raíz del cosmos, nos ha hecho crecer, asumir la libertad, vivir en un nivel de conciencia. Pero con la vida humana ha crecido el poder y la violencia mutua, el egoísmo de utilizar para nuestro capricho los dones de la tierra, hasta llegar a destruirlos, a través de la bomba que llamamos ecológica. Éstos son algunos de los signos de la destrucción ecológica, que ha sido evocados en el relato del diluvio  (Gen 6-8) pero también, y de un modo más intenso, en el Apocalipsis. Hoy podemos encender (quizá estamos encendiendo la mecha de esa bomba):

Aumenta la chatarra volante de la atmósfera, dando vueltas a la tierra a velocidades inmensas… Si seguimos engrosando ese gran basurero de la “nube de deshechos” de “planetas artificiales errantes” podrá llegar un día (algunos dicen que puede estar cercano) en que se producirá un gran estallido mortal en la alta atmósfera, un daño irremediable para la vida del mundo.

Crece la polución, aumenta el calor. Los residuos tóxicos. No podemos romper a cañonazos la “bóveda” del cielo, que la Biblia interpretaba en forma de cubierta protectora, pero podemos calentarla y agujerearla con emisiones de gases que producen un efecto de cubierta de invernadero, que no sólo calientan la atmósfera, sino que la “polucionan”, de forma creciente, convirtiéndola en un espacio irrespirable, de manera que si  seguimos así llegará el día en que no podamos respirar, de manera que la tierra se convertirá en un infierno… Por ahora o podemos secar todas las aguas de los mares, pero podemos envenenarlos con residuos tóxicos de todo tipo, de manera que al fin será imposible la vida en el planeta… No podemos destruir la tierra, pero podemos convertirla en un desierto, si no mantenemos el equilibrio de las especies vegetales y animales.

Bomba genética, biológica Riesgo de destruir la identidad humana.Hasta ahora, el proceso de la evolución biológica se había venido desplegando por sí mismo, como si una fuerza interior (que podemos llamar divina) fuera guiando las mutaciones genéticas, externamente expresadas a través de unos procesos de azar y necesidad. De esa forma, la vida ha funcionado, se ha extendido y diversificado, hemos surgido los hombres como seres especiales y nos hemos propagado. Pues bien, ahora hemos descubierto que podemos penetrar con nuestra ciencia en el interior de esos procesos, suscitando mutaciones, seleccionando cambios genéticos e influyendo no sólo en el despliegue de la vida vegetal y animal (creando transgénicos y clonando animales), sino de la vida humana. Sin duda, esa capacidad de influjo genético es buena; pero allí donde unos hombres manipulan los genes (especialmente los humanos) para servicio egoísta de algunos o del propio sistema puede estallar esa bomba genética, llevando en sí la destrucción de nuestro ser humano.

 – El aspecto positivo de esta bomba viene dado por el hecho de que se puede planificar de un modo coherente el proceso generativo, dentro de la línea de eso que suele llamarse la paternidad o maternidad responsable. Entendida rectamente, la liberación sexual constituye una de las mayores conquistas de la modernidad, no sólo para las mujeres, sino también para los varones. Unos y otros pueden descubrirse responsables de sus relaciones afectivas sin que ellas impliquen necesariamente un compromiso inmediato de tener hijos). Unos y otros deben saberse responsables de los hijos que quieran tener, con la ayuda de las técnicas médicas de tipo biológico. Puede llegar un tiempo en que los niños nazcan “del espíritu de Dios” (como Jesús, el hijo de María); es decir, del gozo de la vida y de a esperanza de futuro.

 – Pero la bomba genética puede tener un aspecto negativo, allí donde se quiera manipular la generación de nuevos seres humanos que no sean ya “fines en sí”, seres autónomos, sino que se gesten con una finalidad distinta, como medios para otro fin (económico, social o militar). En este contexto podríamos hablar de una perversión suprema del “deseo de Eva (de los seres humanos como engendradores”, que quiere poseer las llaves del bien y del mal para engendrar un tipo de vida a su medida, conforme a sus necesidades o apetencias, sin verdadera autonomía. Si esto fuera así, los niños ya no nacerían del Espíritu de Dios, a través del gozo y de la donación humana, sino del puro cálculo económico, como si fueran máquinas programadas para el consumo. Si fuera así, conseguiríamos máquinas eficaces, pero habríamos destruido para siempre al hombre.

Bomba social, el gran enfrentamiento: Lucha de todos contra todos.El tercer tema ecológico estaba vinculado con la justicia social, es decir, con las grandes relaciones económicas y laborales, políticas y administrativas. En esta línea,  junto al terror atómico y el control genético, viene a elevarse el terror social que puede estallar y estalla cuando existen unas condiciones especialmente duras de injusticia o e falta de trasparencia entre los grupos humanos. Como hemos dicho, en otro tiempo solían darse sólo condiciones locales y particulares para el surgimiento de ese terror. Pero ahora pueden surgir y están surgiendo unas condiciones generales o universales, que son capaces de hacer que estalle un tipo de guerra social sobre el conjunto del planeta.

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“El fín de año y el fín del mundo”. Domingo 33 Ciclo C

Domingo, 13 de noviembre de 2022
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Destrucción de JerusalénDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

“Llegará un día que no quedará piedra sobre piedra”

Para la Iglesia, el año litúrgico no termina el 31 de diciembre sino a finales de noviembre. De ese modo puede reservar cuatro domingos antes del 25 de diciembre para celebrar el Adviento, que forma ya parte del nuevo ciclo litúrgico. El último domingo del tiempo ordinario se dedica en los tres ciclos a celebrar la fiesta de Cristo Rey. Y el penúltimo, el 33, a recordar el fin del mundo y de la historia. Algo que puede parecer bastante ajeno a nuestra mentalidad y cultura, pero que fue esencial para los primeros cristianos y que ofrece materia interesante de reflexión.

Del entusiasmo ingenuo a la esperanza apocalíptica

La gran tragedia experimentada por el pueblo judío a comienzos del siglo VI a.C. (en el año 586), cuando parte importante de la población fue deportada a Babilonia, Jerusalén y el templo quedaron en ruinas, y el pueblo perdió la independencia, provocó al cabo de unos años un florecimiento de profecías que anunciaban la vuelta de los desterrados, la prosperidad y esplendor de Jerusalén, la gloria futura del pueblo de Dios. Los profetas rivalizaban entre ellos por ver quién anunciaba un futuro mejor. Y la gente, durante siglos, alentó aquellas esperanzas. Hasta que la realidad se impuso, dando paso a una gran decepción: ni independencia, ni riqueza, ni esplendor. La decepción fue tan fuerte, que algunos grupos vieron la solución en la desaparición del mundo presente, radicalmente malo, y la aparición de un mundo futuro maravilloso, del que sólo formarían parte los buenos israelitas. La primera lectura lo afirma con toda claridad.

La primera lectura (Malaquías 3, 19-20a)


Mirad que llega el día, ardiente como un horno: malvados y perversos serán la paja, y los quemaré el día que ha de venir ‒dice el Señor de los ejércitos‒, y no quedará de ellos ni rama ni raíz. Pero a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas.

En este breve pasaje, lo único que precisa comentario es la metáfora final. Para nosotros, «un sol de justicia» es un sol terrible, del que buscamos refugio bajo cualquier sombra. Pero este no es el sentido aquí, sino todo lo contrario: «un sol salvador, que nos salva con sus rayos». ¿De dónde viene esta extraña metáfora? Probablemente de Egipto, inspirándose en la imagen del sol alado, que representa su acción benéfica sobre todo el mundo.

El cálculo del momento final y las señales

Ya que la mentalidad apocalíptica considera inminente el fin del mundo, desea calcular el momento exacto en que tendrá lugar y las señales que lo anunciarán. Las dos preguntas que formulan los discípulos a Jesús en el evangelio de hoy recogen muy bien ambos aspectos: ¿Cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder? Los Testigos de Jehová, cuando afirmaban a mediados del siglo pasado que el fin del mundo sería en 1984 (70 años después de la gran conflagración, marcada por el comienzo de la Gran Guerra en 1914) son los mejores exponentes modernos de esta forma de pensar.

            Para la mentalidad apocalíptica, cualquier acontecimiento trágico, sobre todo si era de grandes proporciones, anunciaba el fin del mundo. Por eso, en el evangelio de este domingo, cuando los discípulos oyen anunciar la destrucción de Jerusalén, inmediatamente piensan en el fin del mundo.

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos.  Jesús les dijo:

‒ Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.

Ellos le preguntaron:

‒ Maestro, ¿Cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?

            El peligro de esta mentalidad es que resulta estéril. Todo se queda en cálculos y señales, sin un compromiso directo con la realidad. Y eso es lo que pretenden evitar los evangelios sinópticos cuando ponen en boca de Jesús un largo discurso apocalíptico, que la liturgia se encarga de mutilar abundantemente (en nuestro caso, los 29 versículos de Lucas 21,8-36 quedan reducidos a los doce primeros; menos de la mitad).

La respuesta de Jesús

Él contestó:

‒ Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: «Yo soy», o bien: «El momento está cerca»; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.

            Luego les dijo:

            ‒ Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

            Las palabras de Jesús recogen un buen catálogo de las señales habituales en la apocalíptica: 1) a nivel humano, guerras civiles, revoluciones y guerras internacionales; 2) a nivel terrestre, epidemias y hambre; 3) a nivel celeste, signos espantosos.

            Pero nada de esto anuncia el fin del mundo. Antes, y aquí radica la novedad del discurso, ocurrirán señales a nivel personal y comunitario: persecución religiosa y política, cárcel, juicio ante tribunales civiles; incluso la traición de padres y hermanos, la muerte y el odio de todos por causa de Jesús. Esta parte abandona la enumeración de catástrofes apocalípticas para describir la dura realidad de las primeras comunidades cristianas. En todas ellas habría algunos juzgados y condenados injustamente, traicionados incluso por sus seres más queridos.

            Sólo dos frases alivian la tensión de este párrafo tan trágico.

            La primera resulta casi irónica, pero no lo es: Así tendréis ocasión de dar testimonio. La persecución, la cárcel y los juicios injustos no se deben ver como algo puramente negativo. Ofrecen la posibilidad de dar testimonio de Jesús, y así lo interpretaron los numerosos mártires de los primeros siglos y los mártires de todos los tiempos.

            La segunda alienta la confianza y la esperanza: ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas. Más bien habría que decir que perecerán todos los cabellos de vuestra cabeza, pero salvaréis vuestras almas, que es lo importante.

            Si siguiésemos leyendo el discurso, todo culminaría en la aparición de Jesús, «el Hijo del Hombre que llega en una nube con gran poder y gloria». Es el sol del que hablaba Malaquías, que ilumina y salva a todos los que creen en él.

Frente a la curiosidad, testimonio

Las lecturas de este domingo corren el peligro de ser interpretadas en el Primer Mundo como mero recuerdo de lo que ocurrió entre los primeros cristianos. Muy distinta será la interpretación de bastantes iglesias africanas y asiáticas, que se verán muy bien reflejadas y consoladas por las palabras de Jesús. También nosotros debemos recordar que, sin persecuciones ni cárceles, nuestra misión es aprovechar todas las circunstancias de la vida para dar testimonio de Jesús.

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Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario. 13 de Noviembre, 2022

Domingo, 13 de noviembre de 2022
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Pero antes de todo, os echarán mano y os perseguirán, os arrastrarán a las sinagogas y a las cárceles, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por mi nombre. Esto os servirá para dar testimonio.

Haceos el propósito de no preocuparos por vuestra defensa, porque yo os daré un lenguaje y una sabiduría a los que no podrá resistir ni contradecir ninguno de vuestros adversarios. Seréis entregados incluso por vuestros padres, hermanos, parientes y amigos; y a alguno de vosotros os matarán. Todos os odiarán por mi causa. Pero ni un pelo de vuestra cabeza se perderá.

CON VUESTRA PRESEVERANCIA OS SALVARÉIS.

(Lc 21, 5-19)

Es inevitable que la lectura de este Evangelio nos traiga al corazón a cada una de nuestras hermanas y hermanos perseguidas a causa de su fe en Jesús.

El corazón se estremece cuando te vienen al recuerdo imágenes, noticias, testimonios…

Estremece pensar que hay personas tan convencidas de su fe que no pueden renegar de ella, incluso si el precio a pagar es entregar la propia vida.

Inevitablemente una mira su propia fe, su propia vida…¡y se avergüenza!

Personalmente he manifestado, además públicamente, mediante una Profesión Solemne, que entregaba mi vida pero tengo que admitir que ante una muerte violenta no sé si sería capaz de mantenerme fiel a mi compromiso, ¿me vencería el miedo?… creo que sí.

Pero sin ir tan lejos, sin llegar al extremo de tener que entregar la propia vida, también me descubro tacaña y mediocre en lo pequeño. No siempre soy capaz de entregar mi tiempo, mi esfuerzo, mi servicio…¡ni tan solo soy capaz de renunciar a ciertas comodidades! “Os echarán mano y os perseguirán”.

Hoy el evangelio y el testimonio de quienes están siendo perseguidas a causa de su fe me espolean, me reclaman, me hieren. Ojalá la herida sea lo suficientemente profunda como para que me ayude a entregar de verdad la vida.

Oración

Sácanos, Trinidad Santa, de la mediocridad,

esa que nos paraliza a la hora de entregar la vida.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Dios no puede hace promesas porque no tiene futuro.

Domingo, 13 de noviembre de 2022
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DOMINGO 33(C)

Lc 21,5-19

Estamos en el penúltimo domingo del año litúrgico. El próximo celebraremos la fiesta de Cristo Rey que remata el ciclo. El evangelio nos invita a reflexio­nar sobre más allá. El lenguaje apocalíptico y escatológico tan común en la época de Jesús, es muy difícil de entender hoy. Corresponde a otra manera de ver al hombre, a Dios y al mundo. Desde aquella visión, es lógico que tuvieran también otra manera de ver lo último, el “esjatón”. Los discípulos están más interesados por la cuestión del cuándo y el cómo, que por el mensaje.

El pueblo judío estuvo siempre volcado hacia el futuro. La Biblia refleja una tensión, esperando la salvación que solo puede venir de Dios. A Noé se le ofrece algo nuevo después de la destrucción de lo viejo. A Abrahán, salir de su tierra para ofrecerle algo mejor. El Éxodo promete salir de la esclavitud a la libertad. Pero todas las promesas, en realidad, son la expresión humana de todas las carencias que el ser humano experimenta.

Los profetas se encargaron de mantener viva esta expectativa de salvación definitiva. Pero también introdujeron una faceta nueva: El día de esa salvación debía de ser un día de alegría, de felicidad, de luz, pero a causa de las infidelidades del pueblo, los profetas empiezan a anunciarlo como día de tinieblas; día en que Yahvé castigará a los infieles y salvará al resto. El objetivo de este discurso era urgir a la conversión.

Los primeros cristianos no tienen inconveniente en utilizar las imágenes que le proporciona la tradición judía, que era el ámbito religiosos en el que se desenvolvían. A primera vista parece que entra en esa misma dinámica apocalíptica, muy desarrollada en la época anterior y posterior a la vida de Jesús. El NT pone en boca de Jesús un lenguaje que se apoya en los conocimientos y las imágenes que le proporciona el AT.

En tiempo de Jesús se creía que esa intervención definitiva de Dios iba a ser inminente. En este ambiente se desarrolla la predicación de Juan Bautista y de Jesús. Las primeras comunidades cristianas acentuaron aún más esta expectativa de final inmediato. Pero en los últimos escritos del NT es ya patente una tensión entre la espera inmediata del fin y la necesidad de preocuparse de la vida presente. Ante la ausencia de acontecimientos en los primeros años del cristianismo, las comunidades se preparan para la permanencia.

Con los conocimientos que hoy tiene el ser humano y el grado de conciencia que ha adquirido, no tiene ninguna necesidad de acudir a la actuación de Dios, ni para destruir el mundo y poder crear otro más perfecto (apocalíptica), ni para enderezar todo lo malo que hay en él para que llegue a su perfección (escatología). La justicia de Dios no es un trasunto de la justicia humana, solo que más perfecta. Dios no tiene que actuar para ser justo ni inmediatamente después de una injusticia ni en un hipotético último día.

El evangelio de hoy tiene dos partes. Ninguna de ellas se puede atribuir a Jesús. La primera porque el evangelio se escribió veinte años después de la destrucción del templo. Es fácil poner en boca de Jesús una profecía de lo que ya había pasado. La segunda porque en el año 90, los cristianos ya eran acosados por todas partes. Los judíos los persiguieron desde que el templo fue destruido. Los romanos ya estaban también persiguiéndolos.

Nuestra contingencia es consecuencia de nuestra condición de criaturas. El dolor, el pecado, la muerte no son fallos, sino que pertenecen a nuestra misma naturaleza. La salvación no consistirá en que Dios nos libre de esas limitaciones, sino en darse cuenta de que Él está siempre en nosotros, y todo hombre puede alcanzar plenitud de ser, a pesar de ellas. Es un error pensar que podré alcanzar plenitud cuando las cosas cambien. Si me quitan unas limitaciones, aparecerán otras. Debemos tomar conciencia de mi plenitud de humanidad es posible aquí y ahora. Nunca habrá un momento más propicio para hacer mía esa plenitud.

Lo que en el mundo creemos que está mal y no depende del hombre, no es más que una falta de perspectiva. Una visión que fuera más allá de las apariencias nos convencería de que no hay nada que cambiar en la realidad, sino que tenemos que cambiar nuestra manera de interpretarla. Lo que nos debía preocupar de verdad es lo que está mal por culpa del hombre. Ahí nuestra tarea es inmensa. El ser humano está causando tanto mal a otros seres humanos, y al mismo mundo, que debíamos estar aterrados.

No nos debe extrañar la referencia a la destrucción del templo. Este evangelio está escrito entre el año 80 y el 90, por lo tanto ya se había producido esa catástrofe. Para un judío, la destrucción del tempo era el “fin del mundo”. Era lógico asociar la destrucción del templo al fin de los tiempos, porque para ellos el templo lo era todo. De ahí la pregunta: ¿Cuándo va a ser eso? Pero Jesús responde hablando del fin de los tiempos, no del templo. La única preparación posible es la confianza total en lo que Dios nos está dando.

Jesús introduce elementos nuevos que cambian la esencia de la visión apocalíptica. En la lectura de hoy podemos apreciar claramente estos matices. A Jesús no le impresiona tanto el fin, como la actitud de cada uno ante la realidad actual (“antes de eso”). ¡Que nadie os engañe! La advertencia vale para hoy. Ni el fin ni las catástrofes tienen importancia ninguna, si sabemos mantener la actitud adecuada. La realidad no debe perturbarnos. Sabemos que la realidad material termina, pero lo esencial dura.

La seguridad no la puede dar la falta de conflictos (siempre los habrá), ni la promesa de felicidad, sino la confianza en Dios. Tampoco debemos seguir edificando “templos” que nos den seguridades. Ni organigramas, ni doctrinas, ni un cristianismo sociológico, garantizan nuestra salvación. Todo lo contrario, puede ser que la desaparición de esas seguridades nos ayude a buscar nuestra verdadera salvación. Decía ya San Ambrosio: “Los emperadores nos ayudaban más cuando nos perseguían que cuando nos protegen”.

Lo esencial del mensaje de hoy está en la importancia del momento presente frente a los miedos por un pasado catastrófico o las especulaciones sobre el futuro. Aquí y ahora puedo descubrir mi plenitud. Aquí y ahora puedo tocar la eternidad. Hoy mismo puedo detener el tiempo y llegar a lo absoluto. En un instante puedo vivir la totalidad, no solo de mi ser individual, sino la TOTALIDAD de lo que ha existido, existe y existirá.

Jesús venció a la muerte, muriendo. Su muerte no fue un paripé para recuperar la misma vida que perdió. Fue la aceptación total de su limitación lo que le proyectó a lo absoluto. Solo descubriendo y aceptando plenamente mi limitación, podré entrar en la dinámica de lo eterno que hay en mí. El mayor peligro que nos acecha es que busquemos en la vida espiritual la manera de potenciar lo material. El tiempo material es una sucesión de puntos. La eternidad es un punto que se encuentra en todos los lugares de la línea.

 

Meditación

Cuidado con que nadie os engañe.
Nos convence lo que halaga el oído
Cuando la verdad nos exige esfuerzo,
profundizar en la realidad de nuestro propio ser,
es el único camino para escapar de las voces de sirena.
Las promesas de futuro son falsas, porque Dios no tiene futuro.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Encarando la muerte.

Domingo, 13 de noviembre de 2022
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Lc 21, 5-19

«Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá»

Es evidente que Lucas (y el resto de evangelistas) está describiendo unos hechos que ya han ocurrido: la destrucción del Templo, las persecuciones, los falsos profetas… y los mezclan con expresiones de Jesús para ofrecernos un discurso escatológico de muy difícil interpretación. Pero, dentro su complejidad, hay en él un mensaje en el que queremos incidir: el fin de los tiempos.

A nosotros no nos interesa nada el fin del mundo porque dudamos que estemos aquí para verlo, pero sí nos interesa, y mucho, el fin de nuestro propio tiempo. Sabemos que nuestro destino inmediato es la muerte, y siendo coherentes, debemos aprender a vivir con esa perspectiva, aunque la sintamos como un trance terrible y absurdo por el que todos vamos a pasar.

Tradicionalmente, la mejor defensa ante este hecho ha sido la esperanza de más vida después de la muerte. Nietzsche llamaba ruin y miserable a quien se refugiaba en el más allá para huir de la realidad de la vida, pero el deseo de evadirse es algo propio de la condición humana, y el hombre moderno lo sigue sintiendo como una necesidad acuciante. La diferencia es que, a falta de esperanza, ahora se evade a través de la infinidad de mecanismos que la sociedad de consumo ha puesto a su disposición precisamente con ese fin.

Heidegger, ateo destacado, llama inauténtica a esta manera de vivir, y propone una forma de afrontar la finitud de la vida sin menoscabo de su sentido. En su obra “El ser para la muerte” nos invita a vivir con autenticidad asumiendo como algo natural el hecho de la muerte. «Debemos aceptar que somos finitos, asumir la angustia de caminar hacia la nada, no renunciar a disfrutar de todas las posibilidades que se abren ante nosotros, correr el riesgo de equivocarnos y arrepentirnos, vivir cada momento de nuestra vida conscientes de que vamos a morir»

Juan Antonio Estrada S.J., desde su posición de creyente, hace unas consideraciones en torno a la forma de encarar nuestra finitud que nos parecen muy interesantes y que queremos compartir. Dice que «es muy saludable actuar sabiendo que esta vida se acaba y que no sabemos cuándo se va a acabar, porque esta actitud nos urge a vivir con más intensidad, a no darnos tanta importancia, a ser menos egoístas y tratar de mejorar nuestra relación con los demás».

Añade que cuando alguien interioriza de verdad que la vida en este mundo es efímera, se da cuenta de que el apego a las cosas es una gran necedad que le hace daño y no le lleva a ninguna parte. Entonces combate sus apegos y comprueba que se pueden vencer, y con ellos, el dolor que le provocan. Y de esta forma gana en compasión, en alegría, en amor, en bondad, en sabiduría… porque su corazón se ha librado del temor que le atenazaba…

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Salir con lo puesto.

Domingo, 13 de noviembre de 2022
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fotonoticia_20210921143254_420Un hombre sale de su casa con libros durante la evacuación en La Palma – Arturo Jiménez/dpa

“Vino la guardia civil y nos dijo que no podíamos esperar más y que en media hora teníamos que salir de nuestra casa porque la lava del volcán estaba ya cerca. Así que metimos en un par de bolsas lo que pudimos y nos marchamos dejándolo todo atrás, sin saber si podríamos volver o no…”

Todavía tenemos grabados en la memoria relatos como este de gente de La Palma cuando, al verles salir de sus casas con lo puesto, despertaron en muchos de nosotros la pregunta: -¿Qué me llevaría yo si tuviera que abandonar todo lo mío con urgencia?

Algo de esa experiencia está resonando en las imágenes truculentas del texto evangélico de este domingo que comienza con una sentencia demoledora: “No quedará piedra sobre piedra, todo será destruido” (Lc 21,6). ¿Qué hacer con este lenguaje amenazador?

De entrada recordar, aunque nos resulte incómoda, la evidencia de que hemos llegado a la existencia con “marca de caducidad” y eso es algo incuestionable. Muchas imágenes bíblicas lo repiten para que no lo olvidemos: la vida humana es una sombra que se alarga, una flor del campo rozada por el viento, un correo veloz, una nave que atraviesa las aguas sin que su quilla deje estela en las olas; un pájaro que vuela por el aire sin dejar vestigio de su paso; una flecha disparada al blanco que cicatriza al momento el aire hendido, escarcha menuda que el vendaval arrastra, el recuerdo del huésped de una noche (Sab 5,8-14). No poseemos aquí una ciudad permanente, somos extranjeros y viajeros (Cf He 11,13; 13,14) y es inútil tratar de esquivar esa realidad y vivir enredados para distraernos en pantallas que solo pueden ofrecernos bits y píxeles.

Ir aprendiendo también a ser, en expresión de Josep Maria Esquirol en La penúltima bondad, “sujetos de admisión”: “Ad-mitir y per-mitir son variaciones del dejar llegar. Ad-mitir es dejar venir, dejar entrar a lo que viene, no cerrarse al advenimiento”. Y eso quiere decir que cada uno de nosotros tiene que gestionar cómo incorpora a su respiración vital ese suspiro final del Apocalipsis: “Marana tha. Ven Señor Jesús”.

Permitirnos, finalmente, leer “los bordes del texto” porque son luminosos y consoladores: antes de la afirmación “No quedará piedra sobre piedra”, está la escena en que Jesús ha visto a una pobre viuda echar sus dos únicas moneditas en el tesoro del templo y por eso, cuando luego le señalan la magnificencia de los edificios, le parecen una minucia en comparación con el gesto de la mujer que es lo que a él le parece extraordinario, sólido y consistente.

Sigue hablando J.M. Esquirol, como si acabara de leer la insólita afirmación final de Jesús: “Ni un solo cabello de vuestra cabeza perecerá”.

“Todo se perderá”: así reza la sabiduría vinculada al paso del tiempo. Sin embargo, ¿qué posee más “realidad”: las cosas materiales del mundo, que por muy consistentes que parezcan también quedarán inexorablemente engullidas en la noche del tiempo, o la vida sentida con intensidad por cada uno de nosotros? Todo se perderá, pero casi seguro que el grosor invisible de un acto de generosidad supera al del manto de la Tierra. Todo se perderá, pero hay más “realidad” en un encuentro amistoso y franco que el rascacielos más alto del mundo. Todo se perderá, pero de algún modo cuenta más que una persona ayude a otro que mil galaxias desaparezcan del firmamento”.

Dolores Aleixandre

Fuente Fe Adulta

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Un mundo nuevo

Domingo, 13 de noviembre de 2022
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refugeeConfianza-252x300Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario 

13 noviembre 2022

Lc 21, 5-19

El género apocalíptico, al que pertenece el relato que leemos hoy, se refiere a la gestación de un “mundo nuevo” -de un nuevo y definitivo estado de cosas-, a través de imágenes que más tarde se han designado precisamente como “apocalípticas”: guerras, epidemias, hambre, terremotos y movimientos estelares, que siembran confusión, desolación, pánico y muerte. Todo ello venía a significar que estaba derrumbándose el “viejo orden” -de injusticia-, que daría lugar al nacimiento de un mundo nuevo (leído a tenor de las propias creencias del grupo que elaboraba el relato apocalíptico).

En medio de esa descripción de calamidades de todo tipo, se alza firme la invitación a la confianza por parte de Jesús: “Ni un solo cabello de vuestra cabeza perecerá: con vuestra perseverancia, salvaréis vuestras almas”.  

La confianza se enraíza -una vez más- en la comprensión de lo que somos. Por lo que las palabras de Jesús podrían traducirse de este modo: “lo que realmente somos se halla siempre a salvo”.

En cierto modo, toda nuestra existencia es un camino de pérdidas, y empezamos a hacerlo más consciente en la medida en que vamos cumpliendo años: progresivamente, vamos a ir perdiendo todo aquello que valorábamos o a lo que nos habíamos apegado…, hasta la muerte, el último “soltar” todo.

Pues bien, en ese inexorable camino de pérdidas, hay algo que permanece: lo que somos en profundidad. El texto lo llama “alma”, pero tal vez ese término esté tan gastado que no evoca para nosotros aquella realidad a la que me refiero. Porque no se trata del “yo particular”, en cualquier forma que se lo conciba, sino de la consciencia o la vida que somos, más allá de esta forma impermanente.

Superada la identificación con el yo y el consiguiente apego a su mundo de deseos, expectativas y sueños, la comprensión nos permite descansar confiadamente, más allá de él, en la verdad de lo que somos, verdad que trasciende todos nuestros pensamientos y nos conduce al silencio de la mente o silencio del yo. Y cuando el yo se ha silenciado, toda nuestra visión se transforma por completo.

¿Dónde se apoya mi confianza?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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El purgatorio es una gozada

Domingo, 13 de noviembre de 2022
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hijo-prodigoDel blog de Tomás Muro, La Verdad es libre:

01.- Final y Finalización

Las lecturas de estos domingos finales del año litúrgico -y la vida misma- nos sitúan ante el final de nuestra existencia, pero no en sentido de “punto y final”, sino en sentido de finalización, de realización del ser humano y de la historia.

    Podemos partir de la pregunta: ¿Qué ocurre cuando una persona muere?

Vaya como tesis central que después de esta vida, Dios mismo será nuestro lugar. (San Agustín). Nuestro final y finalización es Dios.

Pero ¿Qué podemos pensar y creer que ocurre cuando una persona muere?

02.- El purgatorio.

Por una parte, cuando morimos, nos encontramos con Dios, Padre de Jesús y Padre nuestro. Esto es ya fuente de paz y serenidad. (Absténganse moralistas y eclesiásticos de vía estrecha). El encuentro con el Señor siempre es amable y salvífico.

    Por otra parte, los seres humanos somos débiles y morimos con no poca miseria a cuestas, además de que morimos sin haber desplegado los talentos que Dios nos ha regalado.

    Es razonable pensar que necesitaremos alguna purificación de nuestro pecado, al mismo tiempo que necesitaremos desplegar las cualidades o talentos (carismas) que Dios nos ha regalado y llegar a ser lo que Dios tenía soñado para nosotros.

0.3.- ¿Tiempo, lugar y fuego?

    A esa situación “pos mortem” le hemnos llamado purgatorio. Y esta purificación post-mortem la hemos entendido como un tiempo en una “sala de torturas” en la que, por el fuego, el ser humano se arrepiente y mejora.

    Así el alma de la persona que ha muerto tendrá que pasar 100 ó 1000 años, ¿quién sabe?, sufriendo en el purgatorio.

No parece sensato pensar que se dé una purificación y una realización de la persona por el mero hecho de estar en un lugar “sin hacer nada”, nada más que soportando una tortura porque es lo que parece agradar al Supremo. Es una visión cruel del purgatorio y de Dios. La tortura ni cura ni realiza a nadie. Por otra parte Dios es un sanguinario.

    El purgatorio no es un horno (Malaquías) de los “Altos Hornos”.

04.- Feliz Purgatorio: el encuentro con Dios Padre.

    Podemos pensar el purgatorio con otras categorías.

El purgatorio no es un “campo de concentración”. El purgatorio no es condenación, sino salvación

Decía Dante que el purgatorio es a farsi belle, Dante, A. La Divina Comedia.

    Podemos pensar que el purgatorio no es un lugar, no es tiempo, no es fuego, no es tortura, sino que el purgatorio es un encuentro. El purgatorio es el abrazo infinito del Padre al hijo perdido.

Cuando morimos nos encontramos con JesuCristo y con Dios Padre. Y tal encuentro es, por una parte, perdonador de nuestro mal, y por otra parte es suficientemente realizador de nuestras carencias.

Cristo es el “lugar” de la purificación. El fuego no es una tortura, sino el amor de Dios Padre y de JesuCristo.

Dios mismo, nuestro encuentro con Él, es el “purgatorio”. (L. Boros).

La purificación es el encuentro con Cristo y el cielo consiste en vivir este encuentro y esta gracia.

05.- La experiencia mística

Lo más semejante a la experiencia del purgatorio es la experiencia mística.

El místico es quien siente la cercanía de Dios como luz, como alegría profunda y en ocasiones como tristeza por las propias limitaciones. Sólo quien está muy cerca de Dios es sensible y sufre lo que le separa de Él. El purgatorio es sentir la distancia personal para estar con Dios y el purgatorio será ya la cercanía absoluta de Dios

  • 06.- Para decirlo de un modo más gráfico

En la muerte y en la resurrección el ser humano se encuentra con Cristo Jesús resucitado. Ante Él y con Él veré claro quién soy yo: mis limitaciones, mi pecado, y esto será el juicio. Pero El Señor no nos mirará con aire inquisidor y forense. Su mirada será amorosa y salvífica y me transformará, me acrisolará (crisis / crisol: juicio).

Lo mismo que el padre miró y se conmovió ante su hijo pequeño que estaba muerto. La mirada de Cristo me dolerá, pero no por el fuego castigador, sino porque cuando uno se da cuenta del mal que ha podido hacer a un ser querido, a un amigo, le duele y se apena: (es el carácter purificador) y al final ese encuentro con el Señor y con la comunidad, me hacen bien y me completa.

07.- Oración por los difuntos.

Ya desde el libro de los Macabeos, -poco antes de Jesús- creemos que nuestra oración hace bien a las “benditas almas” del purgatorio. (2Macabeos 12,38-45).

La oración de la comunidad cristiana hace bien a los difuntos, pero no conviene contabilizar ni, menos, mercantilizar la oración por los difuntos. No se trata de hacer un tráfico de influencias con las oraciones, ni tampoco nosotros “tapamos” la boca a Dios a base de misas. Todo ello ha conducido a posturas realmente absurdas: ¿Los ricos, como tienen más dinero, pueden “sacar” más misas y, por tanto, llegan antes al cielo? ¿Cuantas más misas, mejor? ¿Hasta cuándo hay que decir misas y oraciones por los difuntos?

Se trata de activar la solidaridad en la fe, es la comunión de los santos.

En el “momento” de la muerte la comunidad cristiana, la comunidad parroquial, la familia, quizás los amigos, los compañeros de trabajo, el pueblo… pedimos a Dios: recíbelo ya junto a Ti, purifícale, Señor, del mal y pecado que, como nosotros, ha podido hacer en la vida y llévalo a la plena felicidad de tu casa.

Pero, desde el momento de la muerte en el que celebramos la Eucaristía por el que ha muerto, no es “sano” el perpetuar misas por los difuntos. Cuando yo celebro el aniversario de la muerte de mis padres, lo que estoy haciendo no es ya pedir por ellos, sino recordar, (recordar significa volver al corazón), me acuerdo de ellos, creo (fe) que viven con el autor de la Vida y que nos une la vida, la fe, la esperanza.

A la muerte de una persona oremos por ella, pero después oremos no tanto por nuestros difuntos, sino que oremos a y con nuestros difuntos. Son ellos quienes oran por nosotros.

Cuando muere una persona la dejamos en tus manos, Señor. Oramos por nuestro hermano, débil como nosotros. Termina la obra de la Creación que un día comenzaste en Él. Como buen alfarero modela ya su persona y llévalo al descanso de las fatigas de esta vida.

Y por eso podemos creer y decir: descansa en paz.

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Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá…

Domingo, 17 de noviembre de 2019
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“Hemos sido testigos silenciosos de acciones malvadas, conocemos una más del diablo, hemos aprendido el arte de la simulación y del discurso antiguo, la experiencia nos ha hecho desconfiar de los hombres y con frecuencia hemos quedado en deuda con ellos en lo que respecta a la verdad y a la palabra libre, conflictos insostenibles nos han vuelto dóciles o tal vez incluso cínicos: ¿podemos ser útiles todavía? No tenemos necesidad de genios, de cínicos, de despreciadores de hombres, de estrategas refinados, sino de hombres sinceros, sencillos, rectos.

¿Habrá quedado bastante grande nuestra fuerza de resistencia interior contra lo que se nos impone? ¿Habrá quedado la sinceridad para con nosotros mismos suficientemente implacable, de suerte que nos haga volver a encontrar el camino de la sinceridad y de la rectitud?”

*
D. Bonhoeffer,
Resistencia y sumisión,
Ediciones Sígueme, Salamanca 1983.

***

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo:

“Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.”

Ellos le preguntaron:

“Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?”

Él contesto:

– “Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: “Yo soy”, o bien: “El momento está cerca; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.

Luego les dijo:

“Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.

Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio.

Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.

Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía.

Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

*

Lucas 21, 5-19

***

Vemos, un mar turbado desde los abismos, navegantes que flotan muertos sobre las olas y otros sumergidos, las tablas de los barcos sueltas, las velas desgarradas, los mástiles destrozados, los remos sueltos de las manos de los remeros, los pilotos no sentados al timón, sino en el puente, con las manos entre las rodillas: gimen por su impotencia frente a los elementos, gritan, se lamentan, sollozan; no se divisa ni el cielo ni el mar, sino sólo las tinieblas profundas, impenetrables y turbias, hasta tal punto que ni siquiera se puede ver al vecino, y de todas partes caen monstruos marinos sobre los navegantes.

Pero ¿por qué intento describir lo que no se puede? Aunque busque cualquier imagen que exprese los males presentes, mi discurso queda superado por la realidad y retrocede. Sin embargo, aunque lo vea bien, no renuncio a la buena esperanza, pensando en el piloto de todo el universo, que no supera la borrasca con su arte, sino que deshace el huracán con un ademán. No lo hace de buenas a primeras o de inmediato, sino que acostumbra a actuar así: no aniquila los males al principio, sino cuando han crecido, cuando llegan al extremo, cuando los más ya desesperan: entonces realiza sus prodigios y sus maravillas, mostrando de este modo su poder y ejercitando en la paciencia a aquellos sobre quienes han caído los males.

No te abatas por tanto. Una sola cosa, oh Olimpia, hay que temer, una sola es la tentación verdadera: el pecado. Nunca he cesado de repetir este discurso a tus oídos: todo lo demás son fábulas, aunque se hable de insidias, de hostilidades, de engaños, de calumnias, de insultos, de acusaciones, de confiscaciones, de exilio, de espadas afiladas, de mar, de guerra en toda la tierra. Por muy glandes que sean estas tribulaciones, son temporales, limitadas; subsisten sólo en el cuerpo mortal y no perjudican al alma vigilante. Por eso, el bienaventurado Pablo, queriendo mostrarnos la mezquindad de lo que es útil y de lo que es doloroso en la vida presente, lo resume todo con una sola expresión diciendo: «Las realidades que se ven son transitorias». ¿Por qué, entonces, tienes miedo de lo que es transitorio y discurre como la corriente de un río? Así son, en efecto, las realidades presentes, sean favorables o molestas .

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Juan Crisóstomo,
Carta a Olimpia, 1,1

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“Tiempos de crisis” . 33 Tiempo ordinario – C (Lucas 21,5-19)

Domingo, 17 de noviembre de 2019
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33-TO-C-300x225En los evangelios se recogen algunos textos de carácter apocalíptico en los que no es fácil diferenciar el mensaje que puede ser atribuido a Jesús y las preocupaciones de las primeras comunidades cristianas, envueltas en situaciones trágicas mientras esperan con angustia y en medio de persecuciones el final de los tiempos.

Según el relato de Lucas, los tiempos difíciles no han de ser tiempos de lamentos y desaliento. No es tampoco la hora de la resignación o la huida. La idea de Jesús es otra. Precisamente en tiempos de crisis «tendréis ocasión de dar testimonio». Es entonces cuando se nos ofrece la mejor ocasión de dar testimonio de nuestra adhesión a Jesús y a su proyecto.

Llevamos ya mucho tiempo sufriendo una crisis que está golpeando duramente a muchos. Lo sucedido en este tiempo nos permite conocer ya con realismo el daño social y el sufrimiento que está generando. ¿No ha llegado el momento de plantearnos cómo estamos reaccionando?

Tal vez, lo primero es revisar nuestra actitud de fondo: ¿Nos hemos posicionado de manera responsable, despertando en nosotros un sentido básico de solidaridad, o estamos viviendo de espaldas a todo lo que puede turbar nuestra tranquilidad? ¿Qué hacemos desde nuestros grupos y comunidades cristianas? ¿Nos hemos marcado una línea de actuación generosa, o vivimos celebrando nuestra fe al margen de lo que está sucediendo?

La crisis está abriendo una fractura social injusta entre quienes podemos vivir sin miedo al futuro y aquellos que están quedando excluidos de la sociedad y privados de una salida digna. ¿No sentimos la llamada a introducir «recortes» en nuestra vida para poder vivir los próximos años de manera más sobria y solidaria?

Poco a poco, vamos conociendo más de cerca a quienes se van quedando más indefensos y sin recursos (familias sin ingreso alguno, parados de larga duración, inmigrantes enfermos…). ¿Nos preocupamos de abrir los ojos para ver si podemos comprometernos en aliviar la situación de algunos? ¿Podemos pensar en alguna iniciativa realista desde las comunidades cristianas?

No hemos de olvidar que la crisis no solo crea empobrecimiento material. Genera, además, inseguridad, miedo, impotencia y experiencia de fracaso. Rompe proyectos, hunde familias, destruye la esperanza. ¿No hemos de recuperar la importancia de la ayuda entre familiares, el apoyo entre vecinos, la acogida y el acompañamiento desde la comunidad cristiana…? Pocas cosas pueden ser más nobles en estos momentos que el aprender a cuidarnos mutuamente.

José Antonio Pagola

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Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario. 17 de Noviembre, 2019

Domingo, 17 de noviembre de 2019
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Pero antes de todo, os echarán mano y os perseguirán, os arrastrarán a las sinagogas y a las cárceles, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por mi nombre. Esto os servirá para dar testimonio.

Haceos el propósito de no preocuparos por vuestra defensa, porque yo os daré un lenguaje y una sabiduría a los que no podrá resistir ni contradecir ninguno de vuestros adversarios. Seréis entregados incluso por vuestros padres, hermanos, parientes y amigos; y a alguno de vosotros os matarán. Todos os odiarán por mi causa. Pero ni un pelo de vuestra cabeza se perderá.

CON VUESTRA PRESEVERANCIA OS SALVARÉIS.

(Lc 21, 5-19)

Es inevitable que la lectura de este Evangelio nos traiga al corazón a cada una de nuestras hermanas y hermanos perseguidas a causa de su fe en Jesús.

El corazón se estremece cuando te vienen al recuerdo imágenes, noticias, testimonios…

Estremece pensar que hay personas tan convencidas de su fe que no pueden renegar de ella, incluso si el precio a pagar es entregar la propia vida.

Inevitablemente una mira su propia fe, su propia vida…¡y se avergüenza!

Personalmente he manifestado, además públicamente, mediante una Profesión Solemne, que entregaba mi vida pero tengo que admitir que ante una muerte violenta no sé si sería capaz de mantenerme fiel a mi compromiso, ¿me vencería el miedo?… creo que sí.

Pero sin ir tan lejos, sin llegar al extremo de tener que entregar la propia vida, también me descubro tacaña y mediocre en lo pequeño. No siempre soy capaz de entregar mi tiempo, mi esfuerzo, mi servicio…¡ni tan solo soy capaz de renunciar a ciertas comodidades! “Os echarán mano y os perseguirán”.

Hoy el evangelio y el testimonio de quienes están siendo perseguidas a causa de su fe me espolean, me reclaman, me hieren. Ojalá la herida sea lo suficientemente profunda como para que me ayude a entregar de verdad la vida.

Oración

Sácanos, Trinidad Santa, de la mediocridad,

esa que nos paraliza a la hora de entregar la vida.

 

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Dios no puede hace promesas porque no tiene futuro.

Domingo, 17 de noviembre de 2019
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dom-33c-2Lc 21,5-19

Estamos en el penúltimo domingo del año litúrgico. El próximo celebraremos la fiesta de Cristo Rey que remata el ciclo. Como el domingo pasado, el evangelio nos invita a reflexio­nar sobre el más allá. El lenguaje apocalíptico y escatológico, tan común en la época de Jesús, es muy difícil de entender hoy. Corresponde a otra manera de ver al hombre, a Dios y la realidad material. Desde aquella visión, es lógico que tuvieran también otra manera de ver lo último, el “esjatón”. Una vez más los discípulos están más interesados por la cuestión del cuándo y el cómo, que por el mensaje.

El pueblo judío estuvo siempre volcado hacia el futuro. La Biblia refleja una tensión, esperando la salvación que solo puede venir de Dios. A Noé se le ofrece algo nuevo después de la destrucción de lo viejo. A Abrahán, salir de su tierra para ofrecerle algo mejor. El Éxodo promete salir de la esclavitud a la libertad. Pero todas las promesas, en realidad, son la expresión humana de una carencia fundamental de hombre.

Los profetas se encargaron de mantener viva esta expectativa de salvación definitiva. Pero también introdujeron una faceta nueva: El día de esa salvación debía de ser un día de alegría, de felicidad, de luz, pero a causa de las infidelidades del pueblo, los profetas empiezan a anunciarlo como día de tinieblas; día en que Yahvé castigará a los infieles y salvará al resto. El objetivo de este discurso era urgir a la conversión.

Los primeros cristianos no tienen inconveniente en utilizar las imágenes que le proporciona la tradición judía, que era el ámbito religiosos en el que se desenvolvían. A primera vista parece que entra en esa misma dinámica apocalíptica, muy desarrollada en la época anterior y posterior a la vida de Jesús. El NT pone en boca de Jesús un lenguaje que se apoya en los conocimientos y las imágenes que le proporciona el AT.

En tiempo de Jesús se creía que esa intervención definitiva de Dios iba a ser inminente. En este ambiente se desarrolla la predicación de Juan Bautista y de Jesús. Las primeras comunidades cristianas acentuaron aún más esta expectativa de final inmediato. Pero en los últimos escritos del NT es ya patente una tensión entre la espera inmediata del fin y la necesidad de preocuparse de la vida presente. Ante la ausencia de acontecimientos en los primeros años del cristianismo, las comunidades se preparan para la permanencia.

Con los conocimientos que hoy tiene el ser humano y el grado de conciencia que ha adquirido, no tiene ninguna necesidad de acudir a la actuación de Dios, ni para destruir el mundo y poder crear otro más perfecto (apocalíptica), ni para enderezar todo lo malo que hay en él para que llegue a su perfección (escatología). El Génesis nos dice que al final de la creación Dios “vio todo lo que había hecho y era muy bueno”. ¿Por qué, nosotros, lo vemos todo malo? Para Dios todo está siempre en total equilibrio.

La justicia de Dios no es un trasunto de la justicia humana, solo que más perfecta. La justicia humana es el restablecimiento de un equilibrio perdido por una injusticia. Dios no tiene que actuar para ser justo ni inmediatamente después de un acto, ni en un hipotético último día donde todo quedará definitivamente zanjado. Dios no hace justicia. Él es justicia. Todo acto, sea bueno, sea malo, en sí mismo lleva ya el “premio” o el “castigo”, Dios no necesita ninguna acción posterior. Ante Dios todo es justo en cada momento.

Dios es justicia y toda la creación está siempre de acuerdo con lo que Él es. Nuestra contingencia es consecuencia de nuestra condición de criaturas. El dolor, el pecado, la muerte no son un fallo, sino que pertenecen a nuestra misma naturaleza. La salvación no consistirá en que Dios nos libre de esas limitaciones, sino en darse cuenta de que Él está siempre en nosotros, y todo hombre puede alcanzar plenitud de ser, a pesar de ellas.

Lo que en el mundo creemos que está mal y no depende del hombre, no es más que una falta de perspectiva. Una visión que fuera más allá de las apariencias nos convencería de que no hay nada que cambiar en la realidad, sino que tenemos que cambiar nuestra manera de interpretarla. Lo que nos debía preocupar de verdad es lo que está mal por culpa del hombre. Ahí nuestra tarea es inmensa. El ser humano está causando tanto mal a otros seres humanos y al mismo mundo que debíamos estar aterrados.

No nos debe extrañar la referencia a la destrucción del templo. Este evangelio está escrito entre el año 80 y el 90, por lo tanto ya se había producido esa catástrofe. Para un judío, la destrucción del templo era el “fin del mundo”. Era lógico asociar la destrucción del templo al fin de los tiempos, porque para ellos el templo lo era todo. De ahí la pregunta: ¿Cuándo va a ser eso? Pero Jesús responde hablando del fin de los tiempos, no del templo. La única preparación posible es la confianza total en lo que Dios nos está dando.

Jesús introduce elementos nuevos que cambian la esencia de la visión apocalíptica. En la lectura de hoy podemos apreciar claramente estos matices. A Jesús no le impresiona tanto el fin, como la actitud de cada uno ante la realidad actual (“antes de eso”). ¡Que nadie os engañe! La advertencia vale para hoy. Ni el fin ni las catástrofes tienen importancia ninguna, si sabemos mantener la actitud adecuada. La realidad no debe perturbarnos. Sabemos que la realidad material termina, pero lo esencial dura.

La seguridad no la puede dar la falta de conflictos (siempre los habrá), ni la promesa de felicidad, sino la confianza en Dios. Tampoco debemos seguir edificando “templos” que nos den seguridades. Ni organigramas ni doctrinas ni un cristianismo sociológico, garantizan nuestra salvación. Todo lo contrario, puede ser que la desaparición de esas seguridades nos ayude a buscar nuestra verdadera salvación. Decía ya San Ambrosio: “Los emperadores nos ayudaban más cuando nos perseguían que cuando nos protegen”.

Lo esencial del mensaje de hoy está en la importancia del momento presente frente a los miedos por un pasado o las especulaciones sobre el futuro. Aquí y ahora puedo descubrir mi plenitud. Aquí y ahora puedo tocar la eternidad. Hoy mismo puedo detener el tiempo y llegar a lo absoluto. En un instante puedo vivir la totalidad, no solo de mi ser individual, sino la TOTALIDAD de lo que ha existido, existe y existirá. Para el despierto, no hay diferencia ninguna entre el pasado, el presente y el futuro.

Jesús venció a la muerte, muriendo. Su muerte no fue un paripé para recuperar la misma vida que perdió. Fue la aceptación total de su limitación lo que le proyectó a lo absoluto. Solo descubriendo y aceptando plenamente mi limitación, podré entrar en la dinámica de lo eterno que hay en mí. El mayor peligro que nos acecha es que busquemos en la vida espiritual la manera de potenciar lo material. El tiempo material es una sucesión de puntos. La eternidad es un punto que se encuentra a en todos los lugares de la línea.

Meditación

Cuidado con que nadie os engañe.
Nos convence lo que halaga el oído
Cuando la verdad nos exige esfuerzo,
profundizar en la realidad de nuestro propio ser,
es el único camino para escapar de las voces de sirena.
Las promesas de futuro son falsas, porque Dios no tiene futuro.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

Nota: Si eres asiduo lector de Fray Marcos te puede interesar el último libro que acaba de publicar, “A la fuente cada día”. Es un comentario al evangelio de cada día del año que incorpora los tres ciclos litúrgicos. Así es válido para todos los años. La intención al escribirlo fue que todo el que quiera hacer un rato de meditación cada día, tenga un punto de apoyo en el evangelio. Está muy resumido, pero en dos minutos puede abrir horizontes nuevos de comprensión.

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Con vuestra constancia ganaréis vuestras vidas.

Domingo, 17 de noviembre de 2019
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apocalipLa constancia es un puente entre el deseo y la aventura de alcanzar su logro (Rafael Carvajal)

17 nov. 2019. DOMINGO XXXIII DEL TO

Lc 21, 5-19

Con vuestra constancia ganaréis vuestras vidas

Con la constancia, no sólo ganamos nuestras vidas, como nos recuerda Lucas, sino también otras muchas cosas, como ocurre cuando perseveramos en la realización de los ejercicios propuestos.

Investigadores de la Universidad del Sur de California, con la ayuda de la Inteligencia Artificial, han descubierto cómo la música afecta al cerebro, al cuerpo y a las emociones humanas.

La música impacta poderosamente en el cerebro: se ilumina como un árbol de navidad y desencadena una montaña rusa de emociones ante la dinámica, el registro, el ritmo y la armonía de la canción.

En otras palabras, el contraste es crucial para encender en el cerebro el árbol de navidad: “Si una canción es ruidosa en todo momento, no hay mucha variabilidad dinámica, y la experiencia no será tan poderosa como si el compositor usara un cambio en el volumen, explica el autor principal del estudio, Tim Greer, en un comunicado.

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El trabajo del compositor es llevarte a una montaña rusa de emociones en menos de tres minutos, y la variabilidad dinámica es una de las formas en que esto se logra, añade.

El equipo también descubrió que la respuesta galvánica de la piel, básicamente, una forma de medir la sudoración, aumenta después de la entrada de un nuevo instrumento o el inicio musical de un crescendo.

Cuando cada nuevo instrumento entra, se puede ver un pico en la respuesta colectiva de la piel, señala Tim Grier.

Además, los momentos más estimulantes de la música fueron precedidos por un aumento en el nivel de complejidad de la canción. En esencia, cuantos más instrumentos hay en la canción, más personas responden a la percepción musical.

En términos de un ilustre poetaLa constancia es un puente entre el deseo y la aventura de alcanzar su logro.

Con vuestra constancia ganaréis vuestras vidas, dijo Jesús en Lc 21, 19, ¿y es que puede existir alguna recompensa mayor que ésta? ¡Personalmente, al menos yo, creo que no!; aunque haya muchos cristianos que dicen que el premio es el reino de los cielos. Y todos los musulmanes, que afirman que el Paraíso con bellas huríes celestiales que les esperan con copas de hidromiel llenas para ofrecérselo. Si algún cristiano de los que ya se han ido ha comprobado que esto es cierto, por favor que me avise: sin duda alguna me convertiré a la fe del Profeta con promesa formal de no retractarme de ella. Lo que me apena, es que Jesús, a quien el Corán tiene por profeta, no dijera tan santa doctrina a los cristianos.

El poeta ecuatoriano Rafael Carvajal (1818-1881) lucía un lenguaje puro y elegante, que sirvió a su país como Vicepresidente de la República durante varios años, y trabajando por hacer a los demás y a sí mimo más humanos.

MADRE AMOROSA

Sólo la madre amorosa,
de sus hijos cuidadosa,
yace en vela;
y a su afecto reverente
es, de la vida inocente,
centinela.

¿Qué del hombre sucediera,
si a su lado no tuviera
en la infancia,

de una madre el dulce anhelo,
sus caricias, su consuelo,
su constancia?

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Cardenal Cañizares: “Nunca en la historia la Iglesia se ha visto tan acosada como en este periodo”

Jueves, 17 de agosto de 2017
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6552G_Arzobispo_Antonio_CanizaresEl ciudadano Antonio Cañizares, profeta de calamidades, se supera día a día… Hay que ser muy soberbio para afirmar que estamos viviendo el peor periodo de la historia… Sencillamente un insulto a los mártires que a lo largo de los siglos han dado testimonio de su fe. Sólo le ha faltado añadir, por si le vuelven a denunciar, que la inventada por ellos “ideología de género” es el mal de los males…

Pero “no vencerán, porque la victoria se ha dado ya en María

“Hombres y mujeres parecen desorientados, inseguros, sin ánimo, sin aliento”

Asegura que el momento actual “está siendo una prueba muy severa para la Iglesia”

(Avan).- El cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, hizo ayer un llamamiento, en la misa solemne de la Asunción que presidió en la Catedral, a “avivar la esperanza firme” en Dios, y a “dar razones de esta esperanza” porque, frente a las persecuciones e inseguridades, “su victoria ya se ha dado en María”.

En su homilía, el titular de la archidiócesis de Valencia ha descrito cómo “muchos cristianos están sumidos hoy en una época y en una sociedad afectadas a menudo por un oscurecimiento de la esperanza en la que tantos hombres y mujeres parecen desorientados, inseguros, sin ánimo, sin aliento, envueltos en una gran pérdida de la herencia cristiana, unida a una especie de agnosticismo práctico y de indiferencia religiosa y un cierto miedo al futuro, aprisionados en el aquí y el ahora”.

Ante esta situación, el Cardenal ha animado a los cristianos a “dar razones de nuestra esperanza” y ha recordado que “el Hijo que dió a luz María es garantía de la victoria, certeza de la esperanza, y la Iglesia es hoy, con María testigo de esperanza, camino en esperanza y llama a la esperanza; tiene la certeza de la presencia de Jesucristo en ella, de que Dios no la deja en la estacada, como no deja en la estacada al hombre por la resurrección de Jesucristo”.

Además, también “la Iglesia en su peregrinar a lo largo de los siglos XX y XXI ha padecido muchas tribulaciones, y nunca tal vez en la historia se ha visito acosada como en este periodo, algo que “está siendo una prueba muy severa para la Iglesia”, ha precisado.

Sin embargo, “aunque se empeñen con ataques y persecuciones y aunque nos empeñemos los mismos cristianos con nuestras infidelidades y cobardías, no vencerán porque la victoria ya se ha dado y la señal y la prueba es María, glorificada y coronada”, ha precisado.

Por ello, al celebrar la solemnidad de la Asunción de la Virgen, “se aviva en la Iglesia y en los cristianos la esperanza firme y se siente movida a dar razones de la esperanza que le anima, aún con el martirio, encarnación suprema y gozosa del evangelio de la esperanza”.

“Con María renace la esperanza en tomar parte en el triunfo de Cristo sobre la muerte, ella es nuestra victoria, aquí se nos hace palpable la esperanza, María alienta y anima nuestra esperanza en medio de tantas y tantas dificultades y en ella encuentra la Iglesia también su gran esperanza” y, por ello, “celebrar la Asunción de María recobra hoy una actualidad y luminosidad especiales”, ha concluido.

Con el cardenal ha concelebrado el Cabildo de la Catedral de Valencia, a cuya advocación está dedicada precisamente la Seo y a la que se le rinde homenaje también esta tarde con una procesión que se mantiene en la diócesis de Valencia desde el año 1352.

Previamente a la misa, y tras el canto de laudes , la imagen de la Dormición de la Virgen ha entrado en la Seo por la puerta de los Hierros portada por miembros del “Grup de Mecha”, caracterizados para la ocasión como los doce apóstoles.

Fuente Religión Digital

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Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá…

Domingo, 13 de noviembre de 2016
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“Hemos sido testigos silenciosos de acciones malvadas, conocemos una más del diablo, hemos aprendido el arte de la simulación y del discurso antiguo, la experiencia nos ha hecho desconfiar de los hombres y con frecuencia hemos quedado en deuda con ellos en lo que respecta a la verdad y a la palabra libre, conflictos insostenibles nos han vuelto dóciles o tal vez incluso cínicos: ¿podemos ser útiles todavía? No tenemos necesidad de genios, de cínicos, de despreciadores de hombres, de estrategas refinados, sino de hombres sinceros, sencillos, rectos.

¿Habrá quedado bastante grande nuestra fuerza de resistencia interior contra lo que se nos impone? ¿Habrá quedado la sinceridad para con nosotros mismos suficientemente implacable, de suerte que nos haga volver a encontrar el camino de la sinceridad y de la rectitud?”

*
D. Bonhoeffer,
Resistencia y sumisión,
Ediciones Sígueme, Salamanca 1983.

***

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo:

“Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.”

Ellos le preguntaron:

“Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?”

Él contesto:

– “Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: “Yo soy”, o bien: “El momento está cerca; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.

Luego les dijo:

“Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.

Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio.

Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.

Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía.

Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

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Lucas 21, 5-19

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Lo que pase al final de los tiempos me la trae al fresco

Domingo, 13 de noviembre de 2016
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dom-33c-2Lc 21, 5-19

Estamos en el penúltimo domingo del año litúrgico. El próximo celebraremos la fiesta de Cristo Rey que remata el ciclo. Como el domingo pasado, el evangelio nos invita a reflexio­nar sobre más allá. El lenguaje apocalíptico y escatológico tan común en la época de Jesús, es muy difícil de entender hoy. Corresponde a otra manera de ver al hombre, a Dios y la realidad material. Desde aquella visión, es lógico que tuvieran también otra manera de ver lo último el “esjatón”. Una vez más los discípulos están más interesados por la cuestión del cuándo y el cómo, que por el mensaje.

Tanto el pueblo judío en el AT como los cristianos en el NT están volcados sobre el porvenir. Esta actitud le distingue de los pueblos circundan­tes cerrados en el continuo devenir de los ciclos naturales. Ambos se encuentran siempre en tensión, esperando una salvación que ha de venir. Para ellos esa salvación solo puede venir de Dios. Desde Noé al que se le ofrece algo nuevo a través de la destrucción de lo viejo. Abrahán, al que se le pide salir de su tierra para ofrecerle descendencia y una tierra mejor. Pasando por el Éxodo, que fue la experiencia máxima de salvación, desde la esclavitud hacia la tierra prometida. Todos vivieron siempre con la esperanza de algo mejor, que Dios le iba a dar.

Los profetas se encargaron de mantener viva esta expectativa de salvación definitiva. Pero también introdujeron una faceta nueva: El día de esa salvación debía de ser un día de alegría, de felicidad de luz, pero a causa de las infidelidades del pueblo, los profetas empiezan a anunciarlo como día de tinieblas; día en que Yahvé castigará a los infieles y salvará al resto. El objetivo de este discurso era urgir a la conversión.

Los primeros cristianos no tienen inconveniente en utilizar las imágenes que le proporciona la tradición judía, que era el ámbito religioso en el que se desenvolvía. A primera vista parece que entra en esa misma dinámica apocalíptica, muy desarrollada en la época anterior y posterior a la vida de Jesús. El NT pone en boca de Jesús un lenguaje que se apoya en los conocimientos y las imágenes que le proporciona el AT.

En tiempo de Jesús se creía que esa intervención definitiva de Dios iba a ser inminente. En este ambiente se desarrolla la predicación de Juan Bautista y de Jesús. Las primeras comunidades cristianas acentuaron aún más esta expectativa de final inmediato. Pero en los últimos escritos del NT, es ya patente una tensión entre la espera inmediata del fin y la necesidad de preocuparse de la vida presente. Ante la ausencia de acontecimientos en los primeros años del cristianismo, las comunidades se preparan para la permanencia.

Con los conocimientos que hoy tiene el ser humano y el grado de conciencia que ha adquirido, no tiene ninguna necesidad de acudir a la actuación de Dios, ni para destruir el mundo para poder crear otro más perfecto (apocalíptica), ni para enderezar todo lo malo que hay en él para que llegue a su perfección (escatología). El Génesis nos dice que al final de la creación Dios “vio todo lo que había hecho y era muy bueno”. ¿Por qué, nosotros, lo vemos todo malo? Para Dios todo está siempre en total equilibrio.

La justicia de Dios no es un trasunto de la justicia humana, solo que más perfecta. La justicia humana es el restablecimiento de un equilibrio perdido por una injusticia. Dios no tiene que actuar para ser justo ni inmediatamente después de un acto, ni en un hipotético último día donde todo quedará definitivamente zanjado. Dios no hace justicia. Él es justicia. Todo acto, sea bueno, sea malo, en sí mismo lleva ya el “premio” o el “castigo”, Dios no necesita ninguna acción posterior. Ante Dios todo es justo en cada momento.

Por fin podemos desistir de aplicar a Dios nuestra justicia. Dios es justicia y toda la creación está siempre de acuerdo con lo que Él es. Él ha querido nuestra contingencia como criaturas que somos. El dolor, el pecado y la muerte no son en el hombre un fallo, sino que pertenecen a su misma naturaleza. La salvación no consistirá en que Dios nos libre de esas limitaciones, sino en darse cuenta de que Él está siempre con nosotros, y todo hombre puede alcanzar plenitud de ser, a pesar de ellas.

Lo que en el mundo creemos que está mal y no depende del hombre, no es más que una falta de perspectiva. Una visión que fuera más allá de las apariencias nos convencería de que no hay nada que cambiar en la realidad, sino que tenemos que cambiar nuestra manera de interpretarla. Lo que nos debía preocupar de verdad es lo que está mal por culpa del hombre. Ese debía ser nuestro campo de operaciones. Ahí nuestra tarea es inmensa. El ser humano está causando tanto mal a otros seres humanos y al mismo mundo que debíamos estar aterrados. Lo que debemos hacer es cambiar de actitud.

No nos debe extrañar la referencia a la destrucción del templo. Este evangelio está escrito entre el año 80 y el 90, por lo tanto ya se había producido esa catástrofe. Para un judío, la destrucción del tempo era el “fin del mundo”. Era lógico asociar la destrucción del templo al fin de los tiempos, porque para ellos el templo lo era todo, la seguridad total. Para ellos era impensable la existencia sin templo. De ahí la preocupación de la pregunta: ¿Cuándo va a ser eso? Poro Jesús responde hablando del fin de los tiempos, no del templo. La única preparación posible es la confianza total en lo que Dios nos está dando.

Sin embargo, Jesús introduce elementos nuevos que cambian la esencia de la visión apocalíptica. En la lectura de hoy podemos apreciar claramente estos matices. A Jesús no le impresiona tanto el fin, como la actitud de cada uno ante la realidad actual (“antes de eso”). Es el presente del creyente lo que interesa a Jesús. ¡Que nadie os engañe! (toda mi predicación se podía resumir en esta idea). Ni el fin ni las catástrofes tienen importancia ninguna, si sabemos mantener la actitud adecuada. La realidad no debe perturbarnos “no tengáis pánico”. Sabemos que la realidad material termina, pero lo esencial dura.

La seguridad no la puede dar la falta de conflictos (siempre los habrá), ni la promesa de felicidad, sino la confianza en Dios. Tampoco debemos seguir edificando “templos” que nos den seguridades. Ni organigramas ni doctrinas ni un cristianismo sociológico, garantizan nuestra salvación. Todo lo contrario, puede ser que la desaparición de esas seguridades nos ayude a buscar nuestra verdadera salvación. Decía ya San Ambrosio: “Los emperadores nos ayudaban más cuando nos perseguían que cuando nos protegen”.

Lo esencial del mensaje de hoy está en la importancia del momento presente frente a los miedos por un pasado o las especulaciones sobre el futuro. Aquí y ahora puedo descubrir mi plenitud. Aquí y ahora puedo tocar la eternidad. Hoy mismo puedo detener el tiempo y llegar a lo absoluto. En un instante puedo vivir la totalidad, no solo de mi ser individual, sino la TOTALIDAD de lo que ha existido, existe y existirá. Para el despierto, no hay diferencia ninguna entre el pasado, el presente y el futuro. Si dependo de mi falso yo, elegiré prolongar eternamente esta vida biológica y cortaría el acceso a mi verdadero ser.

Jesús venció a la muerte, muriendo. Pero no nos engañemos, su muerte no fue un paripé, aunque doloroso, para recuperar la misma vida que perdió. Fue la aceptación total de su limitación lo que le proyectó a lo absoluto. Solo descubriendo y aceptando plenamente mi limitación, podré entrar en la dinámica de lo eterno que hay en mí. El mayor peligro que nos acecha es que busquemos en la vida espiritual la manera de potenciar lo material. El tiempo material es como una línea, una sucesión continuada de puntos. El espíritu es como un punto que se encuentra a la vez en todos los lugares de la línea.

Meditación-contemplación

“Cuidado conque nadie os engañe”.
Con frecuencia nos convence lo que halaga el oído.
Cuando la verdad nos exige esfuerzo,
Buscamos escapatorias más fáciles de asimilar.
………………..

Los predicadores de todos los tiempos lo saben,
Y tratan de aprovechar esa debilidad para engañarnos.
Profundizar en la realidad de nuestro propio ser,
Es el único camino para escapar de las voces de sirena.
…………………

Todas las promesas de futuro que se hacen en nombre de Dios
son falsas, porque Dios no tiene futuro.
Dios no promete, da. Y se da desde siempre y para siempre.
En esa eternidad del don, tenemos que entrar nosotros.
……………….

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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