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Perdón, resurrección y misión. Domingo 3º de Pascua. Ciclo B

Domingo, 19 de abril de 2015
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20._jesus_appears_at_emmaus-lowresDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El perdón

            Las tres lecturas de hoy coinciden en el tema del perdón de los pecados a todo el mundo gracias a la muerte de Jesús. La primera termina: “Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.” La segunda comienza: “Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el justo.” En el evangelio, Jesús afirma que “en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos”.

Gente con muy poco conocimiento de la cultura antigua suele decir que la conciencia del pecado es fruto de la mentalidad judeo-cristiana para amargarle la vida a la gente. Pero la angustia por el pecado se encuentra documentada milenios antes, en Babilonia y Egipto. Lo típico del NT es anunciar el perdón de los pecados gracias a la muerte de Jesús.

La resurrección y sus pruebas

            El evangelio de este domingo concede especial importancia al tema de la resurrección. Imaginemos la situación de los primeros misioneros cristianos. ¿Cómo convencer a la gente para que crea en una persona condenada a la muerte más vergonzosa por las autoridades, religiosas, intelectuales y políticas? Necesitaban estar muy convencidos de que su muerte no había sido un fracaso, de que Jesús seguía realmente vivo. Y la certeza de su resurrección la expresaban con los relatos de las apariciones. En ellas se advierte una evolución muy interesante:

  1. En el relato más antiguo, el de Marcos, Jesús no se aparece; es un ángel quien comunica a las mujeres que ha resucitado, y éstas huyen asustadas sin decir nada a nadie (Mc 16,1-8).
  1. En el relato posterior de Mateo, a la aparición del ángel sigue la del mismo Jesús; su resurrección es tan clara que las mujeres pueden abrazarle los pies (Mt 28,9-10).
  2. Lucas parece moverse entre cristianos que tienen muchas dudas a propósito de la resurrección (recuérdese que en Corinto había cristianos que la negaban), y proyecta esa situación en los apóstoles: ellos son los primeros en dudar y negarse a creer, pero Jesús les ofrece pruebas físicas irrefutables: camina con los dos de Emaús, se sienta con ellos a la mesa, bendice y parte el pan. Pero sobre todo el episodio siguiente, el que leemos este domingo, insiste en las pruebas físicas: Jesús les muestra las manos y los pies, les ofrece la posibilidad de tocarlos, y llega a comer un trozo de pescado ante ellos.

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice:

̶  Paz a vosotros.

Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo:

̶  ¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.

Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:

̶  ¿Tenéis ahí algo que comer?

Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.

  1. Juan parece matizar el enfoque de Lucas: Jesús ofrece a Tomás la posibilidad de meter el dedo en sus manos y en el costado. Pero ese tipo de prueba física no es el ideal. Lo ideal es “creer sin haber visto”, como el discípulo predilecto cuando acude con Pedro al sepulcro. En esta misma línea se mueve la aparición final junto al lago: cuando llegan a la orilla y encuentran ven las brasas preparadas y el pescado (Jesús no come) “ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, pues sabían que era el Señor”. Juan ha expresado de forma magistral la unión de incertidumbre y certeza. No hay pruebas de que sea Jesús, pero no les cabe duda de que lo es.
  1. La sección final del evangelio de Marcos, que se añadió más tarde, inspirándose en relatos conocidos, ofrece un punto de vista muy curioso. Las personas que hablan de la resurrección de Jesús no parecen las más dignas de crédito: de María Magdalena había expulsado siete demonios; los dos que dialogan con él por el camino dicen que se les apareció «con otro aspecto». Parece lógico que no les crean. Sin embargo, Jesús les reprocha su incredulidad.

He querido alargarme en estas diferencias entre los evangelistas porque a menudo se utilizan los relatos de las apariciones como armas arrojadizas contra los que tienen dudas. Dudas tuvieron todos y, de acuerdo con los distintos ambientes, se contó de manera distinta esa certeza de que Jesús había resucitado y de que se podía creer en él como el Salvador al que merecía la pena entregarle toda la vida.

La sección final de Lucas

            El hecho de que Jesús comiese un trozo de pescado podría ser una prueba contundente para los discípulos, pero no para los lectores del evangelio, que debían hacer un nuevo acto de fe: creer lo que cuenta Lucas.

            Por eso, Lucas añade un breve discurso de Jesús que está dirigido a todos nosotros: en él no pretende probar nada, sino explicar el sentido de su pasión, muerte y resurrección. Y el único camino es abrirnos el entendimiento para comprender las Escrituras. A través de ella, de los anunciado por Moisés, los profetas y los salmos, se ilumina el misterio de su muerte, que es para nosotros causa de perdón y salvación.

Y les dijo:

̶  Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.

Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:

̶  Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.

La mejor prueba de la resurrección de Jesús

Las últimas palabras de Jesús anuncian el futuro: “En su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.” La frase final: “vosotros sois testigos de esto” parece dirigida a nosotros, después de veinte siglos. Somos testigos de la expansión del evangelio entre personas que, como dice la primera carta de Pedro, “lo amáis sin haberlo visto”. Esta es la mejor prueba de la resurrección de Jesús.

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Tú me dices, Señor.

Jueves, 11 de diciembre de 2014
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Del blog de la Communion Béthanie:

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Tú me dices, Señor:
“¡Da a cada uno el derecho al pan y al respeto,
y serás una estrella del compartir! “

Tú me dices, Señor:
¡Colma los barrancos del odio y de los celos que separan a los vivientes,
y serás una estrella del perdón!

Tú me dices, Señor:
” ¡Anuncia que toda viviente, de cualquier país,
de cualquier pecado, de cualquier inteligencia,
de cualquier trabajo, de cualquier religión,
es el hijo precioso de Dios, de la misma familia que tú,
y serás una estrella de acogida!”

Haz de nosotros estrellas, Señor,
estrellas tan brillantes en el negro de la tierra
¡Qué encontremos allí tu sonrisa de amor
alumbrando a todos los habitantes de la tierra!

*
Charles Singer
***

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El arzobispo de Granada se postra ante el altar y pide perdón “por los escándalos”

Domingo, 23 de noviembre de 2014
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1416746837_040985_1416764578_noticia_fotograma“Lo que produce escándalo no es el sacerdocio, es que podamos ser malos pastores”, admite

“El mal es el mal, y hay que erradicarlo”, reconoce Francisco Javier Martínez

Carmen Crespo: “La investigación va por el buen camino”

El arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, se ha postrado este domingo ante el altar mayor de la Catedral para pedir perdón por los “escándalos que han afectado a la Iglesia y ha asegurado durante su homilía que el mal es mal” y hay que “erradicarlo” de forma decidida si afecta a inocentes.

El prelado ha permanecido tumbado en el suelo durante varios minutos junto a otros religiosos y delante de los numerosos fieles que han acudido a la eucaristía de las 12.30 horas, muchos más de los que habitualmente acuden cada domingo a esta cita.

El gesto de Martínez, que según ha explicado él mismo sólo se hace también al inicio de la liturgia de cada Viernes Santo y que ha tenido lugar al comienzo de la misa, se produce a punto de cumplirse una semana desde que se conocieran públicamente los presuntos abusos sexuales cometidos por sacerdotes de su Archidiócesis.

“Hay una misericordia infinita que perdona y nos encomendamos a ella cada vez que empezamos la eucaristía, pero hoy lo vamos a hacer de una manera especial, dada la herida que hemos vivido en esta semana, ha sentenciado el arzobispo, que ha invitado al resto de presentes a arrodillarse ante el altar.

Martínez ha dicho que “los males de la Iglesia” son también los males “de cada uno” y ha reiterado su perdón para que “ayude y sostenga” a todos aquellos que hayan sido “escandalizados”, especialmente por la “conducta de los pastores”.

Posteriormente, durante su homilía ha hecho referencia al pasaje del evangelio leído en la misa, alusivo a que todo buen o mal acto hecho al prójimo afecta también a Dios.

Ha indicado que resulta “más doloroso” que, en nombre de una confianza sagrada y de una “situación de preeminencia” en el seno de la comunidad cristina, los pastores, “de mil maneras”, puedan hacer un mal uso de esa confianza o posición y que siempre que esto sucede “es una herida dolorosísima para Cristo”.

Lo que produce escándalo no es el sacerdocio, es que podamos ser malos pastores, ha insistido Martínez, quien ha pedido que se sepa cuidar de aquellas personas que “por nuestra culpa, por nuestro pecado” hayan podido ser “escandalizadas o heridas por cualquier miembro de la Iglesia.

Ha compartido también con los fieles algunos pensamientos relacionados “con las ganas de juzgar a alguien” y se ha referido a alguna de sus visitas a prisión para ver a internos. En concreto, ha recordado a un reo, condenado por varios homicidios, que tenía “bollos” en la cabeza por las patadas que su padre le propinaba cuando era niño. “Siempre que voy a la cárcel digo ¿por qué vosotros estáis en la cárcel y yo no?, porque yo no he hecho nada para tener los padres que he tenido”, ha dicho el arzobispo, que se ha preguntado quién sería él si también le hubieran dado patadas de niño en la cabeza para luego responderse que “probablemente (sería) más criminal” que aquel hombre encarcelado.

El mal es mal y hay que erradicarlo y cuando éste afecta a inocentes hay que erradicarlo decididamente, absolutamente, en la medida de nuestra fuerzas, pero no hay que juzgar nunca, porque nunca sabemos qué historia hay detrás de quien obra el mal, sólo Dios conoce el fondo de nuestro corazón”, ha señalado el prelado.

Estas palabras ante los fieles del arzobispo de Granada se producen a punto de cumplirse una semana desde que se conociera la investigación judicial sobre supuestos abusos sexuales a al menos un menor cometidos por sacerdotes de su Archidiócesis y después de que la gestión de este asunto haya sido cuestionada incluso en los ámbitos eclesiásticos.

Fuente Religión Digital

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“Parábola del padre gay que recobra a su hijo. “, por Carlos Osma

Viernes, 24 de octubre de 2014
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shutterstock_103268435Del blog Homoprotestantes:

Cuando Jesús explicó la parábola del hijo pródigo hace ahora casi dos milenios, imagino que sus oyentes la situarían en su propio mundo simbólico. Imagino que cada persona pintaría la casa del padre bueno de una manera bien distinta, teniendo en cuenta su experiencia. Algo similar hacemos las personas LGTB, o al menos deberíamos hacerlo, si es que no seguimos empecinadas en leer el texto bíblico siendo quienes no somos.

Es por eso que al volverla a leer hoy, me he hecho algunas preguntas sobre la aparente soledad del padre bueno: ¿tenía un compañero ausente que no se implicaba en la educación de sus hijos? ¿era padre soltero y tenían que lidiar con la educación de dos hijos, mientras intentaba tener una vida afectivo-sexual con otros hombres medianamente sana? ¿había muerto su compañero? Después me han saltado otras dudas: ¿los hijos eran adoptados, acogidos, de un matrimonio heterosexual fracasado anterior? ¿o una amiga se ofreció para darle(s) los hijos que siempre había(n) soñado tener?

Al final me he dado cuenta de que ninguna de estas preguntas, o sus respuestas, parecen tener importancia cuando pretendemos aproximarnos al mensaje que, con la parábola, quería transmitir el maestro. Y es que en realidad nada de todo eso es esencial, y por esa razón todas las personas, independientemente de nuestras circunstancias y de las casas que somos capaces de construir para el padre bueno y sus dos hijos, estamos igualmente llamadas a reflexionar sobre lo que pretendía enseñar Jesús. No hay nadie, al que el maestro no dirija su parábola, no hay nadie al que se le pida disfrazarse o desprenderse de quien es para poder escucharla y aplicarla a su propia experiencia.

Así que, sin salir de nuestra realidad LGTB, me pregunto si la figura del padre bueno de la parábola refleja algo de nosotros y nosotras, y si todavía dos mil años después, tiene algo que enseñarnos.

“Todavía estaba lejos, cuando su padre le vio; y sintiendo compasión de él corrió a su encuentro y le recibió con abrazos y besos. El hijo le dijo: ‘Padre, he pecado contra Dios y contra ti, y ya no merezco llamarme tu hijo.’ Pero el padre ordenó a sus criados: ‘Sacad en seguida las mejores ropas y vestidlo; ponedle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies.Traed el becerro cebado y matadlo. ¡Vamos a comer y a hacer fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había perdido y le hemos encontrado!’ Y comenzaron, pues, a hacer fiesta….

….Tanto irritó esto al hermano mayor, que no quería entrar; así que su padre tuvo que salir a rogarle que lo hiciese…

El padre le contestó: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo.Pero ahora debemos hacer fiesta y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado[1]”.

Experiencia de abandono. Los dos hijos abandonan a su padre. El hijo pródigo se marchó porque pensaba que la felicidad y la libertad estaban lejos de su padre, y que con él, sólo podría vivir oprimido. El hijo mayor se había alejado mucho antes, porque aunque compartieran el mismo techo, no lo hacían como padre e hijo sino como amo y siervo. El padre era objeto de un abandono que llevaba consigo un borrado de lo que significaba ser padre. Ambos hijos habían hecho desaparecer de delante de sus narices la figura paterna, ahora ya no existía como tal para ninguno de ellos. La relación entre los tres había sido deconstruída, y la consecuencia de todo ello era que el padre, pero también los hijos, se habían quedado solos.

Creo que de esta experiencia podemos hablar largo y tendido las personas LGTB. En la experiencia de borrado que sufrió el padre vemos reflejada la que hemos vivido tantas y tantas veces. La deconstrucción de los lazos familiares, o de las relaciones fraternales dentro de la comunidad cristiana, que ha realizado con nosotros y nosotras la homofobia, queda bien ejemplificada en lo que los hijos hicieron al padre bueno. Hemos sido invisibilizados una y otra vez de miles de maneras y formas distintas, hemos visto negada la posibilidad de decir quienes somos y como somos, a quienes amamos o que nos gusta, cuales son nuestros sueños, o en que queremos convertirnos; en multitud de ocasiones nuestras familias o comunidades han decidido romper los lazos que nos unen, los del amor, para intentar aislarnos y hacernos pagar caro el no ser como ellos deseaban que fuésemos. Al final el abandono, el alejamiento, o la resignificación de lo que somos. Al final no somos ni hijos, ni hermanas, ni madres, ni abuelos… al final no somos hermanos o hermanas en la fe… al final, la familia parece estar completamente destruida.

Ser capaz de respetar la libertad de los demás. El padre no se opuso a la marcha de ninguno de sus hijos, vivió quien era, respetando quienes eran sus hijos y dejándolos ser libres. Es cierto que esa libertad producía su negación, y la pérdida de quienes amaba. Pero respetó la libertad de quienes no le trataron como merecía, quizás porque nunca renunció a la libertad de ser quien él era: su padre. Jamás se creyó la negación, era consciente de ella, pero por encima de todo estaba seguro de su identidad, y que esa identidad le unía a ellos.

Creo que este comportamiento en la parábola tiene bastante que decirnos a las personas LGTB. La mayoría hemos hecho hasta lo imposible para no perder a personas a las que queríamos. Nos hemos callado, hemos escondido nuestros sentimientos o hemos aceptado menosprecios, para que nuestros hijos, padres, amigas, o iglesias de las que formábamos parte, no nos abandonasen. Pero al final ese camino nunca ha traído la liberación, sino que nos ha hecho vivir atrapados en los chantajes homófobos de quienes tanto queremos. Sin embargo en la parábola que Jesús pronunció hace ya tanto tiempo, se nos dice que sólo cuando somos capaces de dar libertad a los demás, aunque los perdamos para siempre, podemos alcanzar la nuestra. Sólo cuando somos libres de prejuicios estúpidos, somos capaces de dejar marchar a quienes no pueden todavía escapar de ellos. Libertad de ser y de dejar ser, ese es uno de los mensajes más directos y que más nos interpelan en la parábola a las personas LGTB.

Mostrarse activos, creer que los cambios son posibles y formar parte de ellos. El padre podría haberse quedado en su casa pensando que su hijo pequeño jamás volvería, o en la fiesta con la seguridad de que su hijo mayor no entraría. Pero en ambos casos sale del lugar donde está y se dirige a ellos sin negarse; es su padre y actúa como tal. Siempre se muestra activo, tendiendo la mano hacia la reconciliación, sabe que sus hijos se han equivocado, pero para él es una fiesta que descubran ellos mismos su error y quieran volver a casa. No hay recriminación, ni vencedores ni vencidos, todos salen ganando si aceptan al otro tal y como es.

La media de las personas LGTB que trabajan por transformar su entorno, es mucho mayor que cualquier otro colectivo que conozco. Pocas personas LGTB de mi entorno han tirado la toalla con su madre, su padre, sus hijos, sus hermanas, o su iglesia; siempre creen que es posible, que todavía hay esperanza de que algún día sus seres queridos superen su homofobia y se dirijan hacia la casa común para abrazarse como quienes son, sin negaciones. Multitud de personas lesbianas y gays de mi alrededor salen cada día de la fiesta de la reconciliación y del amor en la que viven, para recordarle a alguien que le negó su identidad que también está invitado a la fiesta. Manos tendidas siempre, como el padre bueno… y mientras esa mano siga extendida su entorno puede ser transformado y reconciliado. Se trata de no perder jamás la esperanza, pero de no hacer depender la felicidad de la actitud que otras personas tengan hacia nosotros. Mano tendida, desde lo que somos, para amar a los demás tal y como son.

Sobre el perdón. Es evidente que en la parábola Jesús hablaba de un Dios que perdona siempre, y que si nos comparamos con ese amor infinito que demuestra, nos sentimos bastante poca cosa. Dios ama siempre, Dios perdona siempre, con Él siempre es posible empezar de nuevo, tener otra posibilidad. Y eso nos llena de fuerza, nos ilusiona, porque sabemos que jamás nos da por perdidos, que no depende de lo que hagamos o no hagamos, que su amor siempre estará allí con nosotros. Sabemos que quienes ponen condiciones al amor de Dios, es porque realmente no lo conocen. Quienes matizan con un pero ese amor, es porque confunden el amor humano, con el divino. Dios nos ama, a todos y a todas.

Las personas LGTB somos llamadas a imitar ese amor, y es difícil hacerlo cuando tienes que amar a alguien que te niega, te insulta, hace una caricatura de algo que tú no eres, que hace daño a tu familia, o que quiere acabar con todo lo que tiene que ver contigo. Pero aún así, la llamada de Jesús en la parábola sigue en pie: debemos imitar el amor del padre bueno. Creo sinceramente que muchas personas LGTB hacen cada día visible ese amor, aunque de forma imperfecta. Veo mucho amor cuando un padre es capaz de abrazar de nuevo a la hija que no le hablaba ni le veía desde hacía años porque era gay. Veo el amor del padre bueno cuando una hija decide cuidar a una madre enferma que la ha despreciado desde el momento que le dijo que era lesbiana. Pero también veo amor en el hermano que ha perdonado a la hermana con la que jamás volverá a coincidir porque no es un buen ejemplo para sus sobrinos. No siempre el amor es capaz de producir la reconciliación, hay veces que el padre sigue viviendo en su casa, feliz por ser quien es y por haber educado a dos hijos libres, pero sabiendo que no podrá compartir su vida con ellos. También en estas circunstancias es necesario haber perdonado.

Para imitar al padre bueno necesitamos no alejarnos de casa, no rechazar quienes somos, ni humillarnos y anularnos para conseguir el afecto de unos hijos que son incapaces de ver más allá de lo que ellos son. Para imitar al padre bueno debemos olvidarnos de convertirnos en héroes o heroínas, o pensar que el final todo acabará bien. Debemos sobre todo sacar de nosotros y de nosotras el resentimiento por el dolor sufrido, y entender que los demás tienen el derecho a equivocarse, a elegir un camino terrible que no sólo los aleja de nosotros, sino también de Dios, y lo más importante, de lo que ellos y ellas son. Y cuando hayamos acabado con el resentimiento y podamos vivir felices con nosotros mismos, en ese momento seremos capaces de recibir con un abrazo paterno a quienes tanto nos hicieron sufrir. Y si no vuelven, no deberíamos resignarnos, siempre es posible volver a construir otra familia donde el amor sea realmente lo que nos una.

Carlos Osma

[1] Fragmentos de Lc 15,11-32

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¡Qué fácil es criticar, qué difícil corregir! Domingo 23 Ciclo A.

Domingo, 7 de septiembre de 2014
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abrazoDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La formación de los discípulos

A partir del primer anuncio de la pasión-resurrección y de la confesión de Pedro, Jesús se centra en la formación de sus discípulos. No sólo mediante un discurso, como en el c.18, sino a través de las diversos acontecimientos que se van presentando. Los temas podemos agruparlos en tres apartados:

1. Los peligros del discípulo:

* ambición (18,1-5)
* escándalo (18,6-9)
* despreocupación por los pequeños (18,10-14)

2. Las obligaciones del discípulo:

* corrección fraterna (18,15-20)
* perdón (18,21-35)

3. El desconcierto del discípulo:

* ante el matrimonio (19,3-12)
* ante los niños (19,13-15)
* ante la riqueza (19,16-29)
* ante la recompensa (19,30-20,16)

De estos temas, la liturgia dominical ha seleccionado el 2, corrección fraterna y perdón, que leeremos en los dos próximos domingos (23 y 24 del Tiempo Ordinario) y el último punto del 3, desconcierto ante la recompensa (domingo 25).

La corrección fraterna

Como punto de partida es muy válida la primera lectura, tomada del profeta Ezequiel. Cuando alguien se porta de forma indebida, lo normal es criticarlo, procurando que la persona no se entere de nuestra crítica. Sin embargo, Dios advierte al profeta que no puede cometer ese error. Su misión no es criticar por la espalda, sino dirigirse al malvado y animarlo a cambiar de conducta.

Así dice el Señor: A ti, hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel; cuando escuches palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte. Si yo digo al malvado: «¡Malvado, eres reo de muerte!», y tú no hablas, poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre; pero si tú pones en guardia al malvado para que cambie de conducta, si no cambia de conducta, él morirá por su culpa, pero tú has salvado la vida.

En la misma línea debemos entender el evangelio de hoy, que se dirige a los apóstoles y a los responsables posteriores de las comunidades. No pueden permanecer indiferentes, deben procurar el cambio de la persona. Pero es posible que ésta se muestre reacia y no acepte la corrección. Por eso se sugieren cuatro pasos: 1) tratar el tema entre los dos; 2) si no se atiene a razones, se llama a otro o a otros testigos; 3) si sigue sin hacer caso, se acude a toda la comunidad; 4) si ni siquie­ra entonces se atiene a razones, hay que considerarlo «como un gentil o un publicano».

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
― Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano.

Esta práctica recuerda en parte la costumbre de la comunidad de Qumrán. La Regla de la Congregación, sin expresarse de forma tan sistemática como Mateo, da por supuestos cuatro pasos: 1) corrección fraterna; 2) invocación de dos testi­gos; 3) recurso a «los grandes», los miembros más antiguos e importantes; 4) finalmente, si la persona no quiere corregirse, se le excluye de la comunidad.

La novedad del evangelio radica en que no se acude en tercera instancia a los «grandes», sino a toda la comunidad, subrayando el carácter democrático de la vivencia cristiana. Hay otra diferencia notable entre Qumrán y Jesús: en Qumrán se estipulan una serie de sanciones cuando se ofende a alguno, cosa que falta en el Nuevo Testamento. Copio algunas de ellas en el Apéndice.

Hay un punto de difícil interpretación: ¿qué signifi­ca la frase final, «considéralo como un gentil o un publicano»? Generalmente la interpretamos como un rechazo total de esa persona. Pero no es tan claro, si tenemos en cuenta que Jesús era el «amigo de publicanos» y que siempre mostró una actitud positiva ante los paganos. Por consiguiente, quizá la última frase debamos entenderla en sentido positivo: incluso cuando parece que esa persona es insalvable, sigue considerándola como alguien que en algún momento puede aceptar a Jesús y volver a él. Esta debe ser la actitud personal («considéralo»), aunque la comunidad haya debido tomar una actitud disciplinaria más dura.

¿Qué valor tiene la decisión tomada en estos casos? Un valor absoluto. Por eso, se añaden unas palabras muy parecidas a las dichas a Pedro poco antes, pero dirigidas ahora a todos los discípulos y a toda la comunidad:

Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.

Relacionado con este tema están las frases finales.

Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Generalmente se los aplica a la oración y a la presencia de Cristo en general. Pero, dado lo anterior y lo que sigue, parece importante relacionar esta oración y esta presencia de Cristo con los temas de la corrección y del perdón.

El conjunto podríamos explicarlo del modo siguiente. La correc­ción fraterna y la decisión comunitaria sobre un individuo son algo muy delicado. Hace falta luz, hallar las palabras adecuadas, el momento justo, paciencia. Todo esto es imposible sin oración. Jesús da por supuesto -quizá supone mucho- que esta oración va a darse. Y anima a los discípulos asegurándoles la ayuda del Padre, ya que El estará presente. Esta interpretación no excluye la otra, más amplia, de la oración y la presencia de Cristo en general. Lo importante es no olvidar la oración y la presencia de Jesús en el difícil momento de la reconciliación.

Apéndice: la práctica de la comunidad de Qumrán

Nota: En el siglo II a.C., un grupo de judíos, descontentos del comportamiento del clero y de las autoridades de Jerusalén, se retiró al desierto de Judá y fundó junto al Mar Muerto una comunidad. Se ha discutido mucho sobre su influjo en Juan Bautista, en Jesús y en los primeros cristianos. El interesado puede leer J. L. Sicre, El cuadrante. Vol. II: La apuesta, cap. 15.

Los cuatro pasos en la Regla de la congregación

1) «Que se corrijan uno a otro con verdad, con tranquilidad y con amor lleno de buena voluntad y benevolencia para cada uno» (V, 23-24).

2 y 3) «Igualmente, que nadie acuse a otro en presencia de los “grandes” sin haberle avisado antes delante de dos testigos» (VI, 1).

4) «El que calumnia a los “grandes”, que sea despedido y no vuelva más. Igualmente, que sea despedido y no vuelva nunca el que murmura contra la autoridad de la asamblea. (…)

Todo el que después de haber permanecido diez años en el consejo de la comunidad se vuelva atrás, traicionando a la comunidad… que no vuelva al consejo de la comunidad. Los miembros de la comunidad que estén en contacto con él en materia de purificación y de bienes sin haber informado de esto a la comunidad serán tratados de igual manera. No se deje de expulsarlos» (VII,16-25).

Algunos castigos en Qumrán

«Si alguien habla a su prójimo con arrogancia o se dirige a él groseramente, hiriendo la dignidad del hermano, o se opone a las órdenes dadas por un colega superior a él, será castigado durante un año…»

«Si alguno habló con cólera a uno de los sacerdotes inscri­tos en el libro, que sea castigado durante un año. Durante ese tiempo no participará del baño de purificación con el resto de los gran­des.»

«El que calumnia injustamente a su prójimo, que sea castiga­do durante un año y apartado de la comunidad.»

«Si únicamente hablo de su prójimo con amargura o lo engañó conscientemente, su castigo durará seis meses.

«El que se despereza, cabecea o duerme en la reunión de los “grandes” será castigado treinta días».

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Ernesto Cardenal rechaza pedir indulgencia a Francisco

Domingo, 10 de agosto de 2014
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Ernesto-Cardenal-300x326Fue suspendido junto a Miguel D’Escoto por Juan Pablo II en 1985

“Mi vocación no es administrar los sacramentos: mi sacerdocio es de otro tipo”

El sacerdote y poeta nicaragüense Ernesto Cardenal descartó la idea de pedir indulgencia al Papa Francisco para que le sea levantada la suspensión a divinis que le fue impuesta por Juan Pablo II cuando era Ministro de Cultura de la Revolución Sandinista, como ha hecho Miguel D’Escoto.

Ernesto Cardenal, de 89 años de edad, declaró al periódico La Prensa que no considera necesario regresar a su antiguo oficio, ya que su vida religiosa posee un carácter “meramente contemplativo”.

“Mi vocación no es esa: de administrar los sacramentos, mi sacerdocio es de otro tipo, por eso es que yo no necesito gestionar el levantamiento de la sanción”, aseguró Ernesto Cardenal, explicando que su vida se encuentra dedicada a la oración aislada.

Su castigo, impuesto por el Papa Juan Pablo II en 1985, se extendió a otros cuatro sacerdotes de Nicaragua que ocupaban cargos ministeriales dentro de la Revolución Sandinista.

Recientemente, el indulto que otorgó el Papa Francisco al ex Canciller Miguel D’Escoto le permitió a éste oficiar misa y administrar los sacramentos; el perdón le fue entregado en respuesta a una solicitud que realizó el actual asesor en Asuntos Internacionales del gobierno de Daniel Ortega.

Por su parte, el cardenal Leopoldo José Brenes dijo el martes 5 de agosto que las penas en el Derecho Canónico son para reflexionar y cuando se supera la falla, la pena bien puede ser suspendida, porque no son permanentes.Todas las penas en el derecho canónico no son para mortificar a la gente, sino que son penas medicinales para cambiar de acuerdo a las observaciones“, explicó el cardenal.

Fuente Religión Digital

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El Papa pide disculpas, en nombre de la Humanidad, por la “monstruosidad” del Holocausto.

Martes, 27 de mayo de 2014
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ofrenda-de-franciscoNunca más, Señor, nunca más. Aquí, estoy, Señor, con la vergüenza de lo que el hombre ha sido capaz de hace

“¿Como has sido capaz, hombre, de este horror, qué te ha hecho caer tan bajo?”

“¿Quién te ha corrompido? ¿Quién te ha convencido de que eres Dios?”

(José M. Vidal/Jesús Bastante enviado especial a Tierra Santa).- “¿Quién te ha corrompido? ¿Quién te ha desfigurado? ¿Quién te ha contagiado la presunción de apropiarte del bien y del mal? ¿Quién te ha convencido de que eres dios? No sólo has torturado y asesinado a tus hermanos, sino que te los has ofrecido en sacrificio a ti mismo, porque te has erigido en dios”. Francisco oró, triste, en silencio, durante varios minutos, en Yad Vashem, el memorial del Holocausto, un símbolo de la “monstruosidad” humana, por la que pidió perdón en nombre de todos.

Emotiva visita al Yad Vashem del Papa Francisco. Con cantos y saludos del Santo Pade a algunos de los supervivientes del Holocausto. Le cuentan sus historias personales al Papa, que se emociona y les besa las manos uno a uno. Como si besase la carne de Cristo. Y pregunta al mundo “¿cómo ha sido capaz de esta monstruosidad?“, para pedir a Dios que nos de la gracia de “avergonzarnos de esta máxima idolatría”.

Tras una breve ofrenda floral en el Monte Herzl al fundador del sionismo -una acción criticada desde el mundo árabe-, Francisco se dirigió hasta el memorial de Yad Vashem, donde rindió homenaje a las víctimas del Holocausto nazi.

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Fue un encuentro sobrio, serio, en el que estuvo en todo momento acompañado por el presidente de Israel, Simon Peres, y el primer ministro, Benjamín Netanyahu, en el que se hizo memoria de todos los horrores de la guerra y la deshumanización de algunos locos. Seis millones de judíos perecieron durante el Holocausto. Muchos siguen haciéndolo víctimas de la incomprensión y el totalitarismo, de la persecución y otras formas de antisemitismo y racismo en todo el mundo. También en la tierra que vio nacer a Jesús. Y en otros lugares, como Ucrania, cuyo dolor se recordó en el encuentro en Yad Vashem.

También fue un homenaje, en forma de velas encendidas, a los Justos entre las Naciones, los que pusieron su granito de arena para salvar millones de vidas de la barbarie. Francisco depositó una corona de flores en el suelo, junto al fuego, y oró en silencio durante unos instantes.

Después, se encontró con seis supervivientes de los campos de concentración de Auschwitz-Birkenau o Manthaussen, a los que besó las manos y con quienes compartió breves pero emocionadas palabras.

Algunas frases del Papa

“¿Dónde estás, hombre, frente a la tragedia inconmensurable del Holocausto?”

“Resuena como una voz que se pierde en un abismo sin fondo”

“¿Como has sido capaz de este horror, qué te ha hecho caer tan bajo?”

“NO ha sido el polvo del suelo”

“No ha sido el aliento de vida que insuflé en tu alma”

“Ese soplo viene de mí. Este abismo no es solo obra tuya de tus manos, de tu corazón”

“¿Quién te ha corrompido? ¿Quién te ha convencido de que eres Dios?”

“No solo has torturado a tus hermanos, sino que te los has ofrecido en sacrificio a tí mismo, porque te has erigido en Dios”

“Volvemos a escuchar aqui la voz de Dios: ¿Adán, dónde estás?”

“A tí, Señor, Dios nuestro, la Justicia. Para nosotros, la vergüenza y la deshonra en el rostro”

“Señor, escucha nuestra súplica. Sálvanos por tu misericordia de esta monstruosidad”

“Señor, un alma afligida clama a Tí. Escucha, Señor y ten piedad”

“Hemos pecado contra ti. Tú reinas para siempre. Acuérdta de nosotros en tu misericordia”

“Danos la gracia de avergonzarnos de esta máxima idolatría, de haber despreciado y destruido esa carne”

“Nunca más, Señor, nunca más”

“Aquí, estoy, Señor, con la vergüenza de lo que el hombre ha sido capaz de hacer”

Y el Papa firma en el libro de honor del Memorial del Yad Vashem

https://www.youtube.com/watch?v=Tr8Yro4Z8pE

Texto íntegro del discurso del Papa

“Adán, ¿dónde estás?” (cf. Gn 3,9).
¿Dónde estás, hombre? ¿Dónde te has metido?
En este lugar, memorial de la Shoah, resuena esta pregunta de Dios: “Adán, ¿dónde estás?”.

Esta pregunta contiene todo el dolor del Padre que ha perdido a su hijo.
El Padre conocía el riesgo de la libertad; sabía que el hijo podría perderse… pero quizás ni siquiera el Padre podía imaginar una caída como ésta, un abismo tan grande.

Ese grito: “¿Dónde estás?”, aquí, ante la tragedia inconmensurable del Holocausto, resuena como una voz que se pierde en un abismo sin fondo…
Hombre, ¿dónde estás? Ya no te reconozco.

¿Quién eres, hombre? ¿En qué te has convertido?
¿Cómo has sido capaz de este horror?
¿Qué te ha hecho caer tan bajo?
No ha sido el polvo de la tierra, del que estás hecho. El polvo de la tierra es bueno, obra de mis manos.
No ha sido el aliento de vida que soplé en tu nariz. Ese soplo viene de mí; es muy bueno (cf. Gn 2,7).

No, este abismo no puede ser sólo obra tuya, de tus manos, de tu corazón… ¿Quién te ha corrompido? ¿Quién te ha desfigu-rado?
¿Quién te ha contagiado la presunción de apropiarte del bien y del mal?
¿Quién te ha convencido de que eres dios? No sólo has torturado y asesinado a tus hermanos, sino que te los has ofrecido en sacrificio a ti mismo, porque te has erigido en dios.

Hoy volvemos a escuchar aquí la voz de Dios: “Adán, ¿dónde estás?”.
De la tierra se levanta un tímido gemido: Ten piedad de nosotros, Señor.
A ti, Señor Dios nuestro, la justicia; nosotros llevamos la deshonra en el rostro, la vergüenza (cf. Ba 1,15).

Se nos ha venido encima un mal como jamás sucedió bajo el cielo (cf. Ba 2,2). Señor, escucha nuestra oración, escucha nuestra súplica, sálvanos por tu misericordia. Sálvanos de esta monstruosidad.

Señor omnipotente, un alma afligida clama a ti. Escucha, Señor, ten piedad.
Hemos pecado contra ti. Tú reinas por siempre (cf. Ba 3,1-2).
Acuérdate de nosotros en tu misericordia. Danos la gracia de avergonzarnos de lo que, como hombres, hemos sido capaces de hacer, de avergonzarnos de esta máxima idolatría, de haber despreciado y destruido nuestra carne, esa carne que tú modelaste del barro, que tú vivificaste con tu aliento de vida.
¡Nunca más, Señor, nunca más!

“Adán, ¿dónde estás?”. Aquí estoy, Señor, con la vergüenza de lo que el hombre, creado a tu imagen y semejanza, ha sido capaz de hacer.
Acuérdate de nosotros en tu misericordia.

Fuente Religión Digital

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“¿Está la Iglesia enfrentada con Dios?”, por Jesús Bastante

Domingo, 11 de mayo de 2014
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diacres2Leído en su blog El Barón Rampante:

Kasper: El Papa me dijo que cree que 50% de los matrimonios no son válidos”

El cardenal sostiene la necesidad de una apertura a los divorciados vueltos a casar”

La Iglesia debería ser capaz de perdonar si Dios lo hace. De lo contrario habría una oposicion entre Dios y la Iglesia”

Ando toda la mañana dándole vueltas a una frase que me parece esencial. La ha formulado el cardenal Kasper en una entrevista a la revista Commonweal, en la que da cuenta de su postura -de la de Francisco, mal que les pese a los amantes del gélido invierno- sobre los divorciados vueltos a casar, la misericordia y una pastoral activa, realista y esperanzada. La Iglesia debería ser capaz de perdonar si Dios lo hace. De lo contrario habría una oposicion entre Dios y la Iglesia.

La frase se las trae, espero me lo reconozcan. Si Dios perdona, ¿por qué la Iglesia no? ¿Por qué tantos archivos guardados, esperando mejor ocasión, para recordar a tal o cual que “traicionó sus votos” o “no fue fiel”? Reconociendo -que ya es mucho reconocer- que detrás de muchas posturas vitales existió pecado -¿puede haberlo realmente en el caso de los cónyuges abandonados, las mujeres maltratadas, las convivencias insostenibles….?-, lo cierto es que el Dios en el que creemos es un Dios misericordioso y de acogida. De puertas abiertas y de renglones torcidos. No el Dios del carro de fuego y la condenación atronadora.

Por fortuna, los tiempos están cambiando, y la Iglesia debería adaptarse a ello, sin perder un ápice de su esencia. Porque Dios ya lo ha hecho. Quiero decir: Dios no tiene necesidad de cambiar, pero sí entiende la situación en la que viven sus hijos, sí está detrás de todas las cosas que suceden, pues en Él vivimos, nos movemos y existimos.

¿Está la Iglesia enfrentada con Dios?
¿Qué hacer cuando buena parte de sus responsables prefieren el poder frente al servicio, el castigo frente a la perdón, la espalda frente al abrazo? ¿Qué debemos hacer los que formamos parte de ese cuerpo? “Allá donde dos o más se reúnan en mi nombre, ahí estaré yo”, dijo el Señor. Los matices ya los fueron colocando los hombres -casi todos fueron hombres- de distintas épocas, más preocupados en construir sus edificios y estatuas de sal que por apuntalar los cimientos de la fe en el Hijo de Dios. Unos cimientos que son los ojos de los que sufren, las manos rotas, los llantos ahogados.

“La Iglesia debería ser capaz de perdonar si Dios lo hace. De lo contrario habría una oposicion entre Dios y la Iglesia”, dice Kasper. Si eso ocurre, mejor plantear una moción de censura a los que mandan. Y que todos sirvamos. También los que tienen rota alguna de sus costuras.

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Raniero Cantalamessa: “El pecado de Judas no fue haber traicionado a Jesús, sino haber dudado de su misericordia”

Domingo, 20 de abril de 2014
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JONATHAN SCARFE, JOHNATHON SCHAECHLeemos en Religión Digital:

El predicador del Papa traza una vibrante reflexión sobre el pecado y el perdón

“El dinero es el verdadero enemigo, el competidor de Dios en este momento”

(Jesús Bastante).- Viernes Santo. Cristo muere abandonado y traicionado por los suyos. Por Judas, el gran traidor de la Historia. Pero también por Pedro, quien le negó tres veces. Y tantas veces por cada uno de nosotros. “El mayor pecado de Judas no fue haber traicionado a Jesús, sino haber dudado de su misericordia”, indicó esta tarde el predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa, durante los oficios en la basílica de San Pedro.

Fue una ceremonia sobria, impregnada de la relevancia del momento. El propio Francisco se tumbó en el suelo de la basílica para orar, y durante toda la ceremonia mantuvo un rictus serio, concentrado, casi en trance. No así Cantalamessa, que trazó una vibrante homilía en la que reflexionó sobre la traición de Judas, y la de cada uno de nosotros.

Y es que, más allá de las posibles razones que muchos han tratado de apuntar, a lo largo de los siglos, para explicar por qué Jesús fue vendido por uno de sus amigos, el capuchino insistió en quehubo un motivo más a ras de la tierra: el dinero.

Judas, responsable de la bolsa de los compañeros de Jesús, “era un ladrón”. Y un entusiasta del dinero. “Su propuesta a los sacerdotes es explícita: ¿cuánto estáis dispuesto a darme si os lo entrego? Y ellos fijaron el precio: 30 monedas”.

“¿Acaso no ha sido casi siempre así en la historia, y no es todavía así? El dinero, ¿no es el ídolo por antonomasia?”, dijo Cantalamessa, quien calificó al dinero de “verdadero enemigo, el competidor de Dios en este momento”. “¿Quién es el otro patrón, el anti dios? Nos lo dice Jesús: nadie puede servir a dos amos: no podéis servir a Dios y al dinero”.

El dinero es el anti dios, cambia la fe, esperanza y caridad… se hace una siniestra inversión de los valores, añadió el capuchino, quien insistió en que “el apego al dinero es la raíz de todos los males“. “¿Qué hay detrás del comercio de la droga, que destruye tantas vidas humanas, detrás de la prostitución, la mafia, la corrupción política, el comercio de armas, o la cosa más terrible, detrás de la venta de órganos humanos arrancados a niños? Y la crisis, ¿no es debida en buena parte a la detestable codicia del dinero?“, recordó Cantalamessa.

¿No os dice algo de algunos administradores del dinero público?”, continuó. “¿No es ya escandaloso que algunos perciban sueldos cien veces superiores a los que trabajan en sus dependencias, y que levanten la voz en cuanto se apunte la posibilidad de tener que renunciar a algo?

El dinero es falso y mentiroso, promete la seguridad pero la quita, promete libertad pero la destruye“, prosiguió el predicador de la Casa Pontificia, quien añadió que “la traición de Judas continúa en la historia. Y el traicionado es siempre Él. Judas vendió al jefe, sus imitadores venden su cuerpo. Porque los pobres son miembros de Cristo. ‘Todo lo que hagáis con cada uno de mis hermanos pequeños, me lo hacéis a mi'”.

Pensad en el Judas que cada uno tenemos dentro de nosotros”, se detuvo Cantalamessa. Y es que “se puede traicionar a Jesús de otra manera: quien traiciona a su esposa o su marido; el ministro de Dios infiel a su estado o quien en lugar de apacentar a su rebaño, se apacienta a sí mismo; traiciona a Jesús quien traiciona su conciencia”.

Judas, el gran culpable, tenía un atenuante que yo no tengo: él no sabía quién era Jesús, no sabía que era el hijo de Dios. Nosotros sí“. Y aún así, “al final, Judas se arrepintió, y devolvió los denarios. Los arrojó en el templo y fue a ahorcarse”.

Y pese a todo, “Jesús nunca abandonó a Judas, y nadie sabe dónde cayó en el momento en que se lanzó desde el árbol con la soga al cuello. Quién puede decir lo que pasó por su mente en los últimos instantes”.

De nadie sabe la Iglesia que esté ciertamente en el Infierno, ni siquiera Judas“, proclamó Cantalamessa, quien sí incidió en que “la historia de nuestro hermano Judas nos tiene que llevar a rendirnos a quien nos pide el perdón, y a ponernos en los brazos abiertos del crucificado. No es la traición, sino la respuesta de Jesús a la traición. Él sabía bien lo que iba a hacer, pero no lo expone: quiere darle la posibilidad hasta el final de dar marcha atrás. Sabe a qué ha venido, pero ni siquiera rechaza su beso”.

Cuando Jesús dice en la cruz, “Jesús perdónales porque no saben lo que hacen”, no excluye a Judas, su traidor. “¿Qué haremos pues nosotros, hermanos y hermanas, en este día? ¿A quién seguiremos? ¿A Judas o a Pedro? Pedro tuvo el remordimiento, pero también Judas lo tuvo. ¿Dónde está la diferencia? En una sola cosa: Pedro tuvo confianza en la misericordia de Cristo, Judas no. El mayor pecado de Judas no fue haber traicionado a Jesús, sino haber dudado de su misericordia. Si lo hemos imitado en la traición, no lo imitemos en la falta de confianza”.

Esta es la predicación íntegra del padre Cantalamessa:

«ESTABA TAMBIÉN CON ELLOS JUDAS, EL TRAIDOR»

Dentro de la historia divino-humana de la pasión de Jesús hay muchas pequeñas historias de hombres y de mujeres que han entrado en el radio de su luz o de su sombra. La más trágica de ellas es la de Judas Iscariote. Es uno de los pocos hechos atestiguados, con igual relieve, por los cuatro evangelios y por el resto del Nuevo Testamento. La primitiva comunidad cristiana reflexionó mucho sobre el asunto y nosotros haríamos mal a no hacer lo mismo. Tiene mucho que decirnos.

Judas fue elegido desde la primera hora para ser uno de los doce. Al insertar su nombre en la lista de los apóstoles, el ‘evangelista Lucas escribe: «Judas Iscariote que se convirtió (egeneto) en el traidor» (Lc 6, 16). Por lo tanto, Judas no había nacido traidor y no lo era en el momento de ser elegido por Jesús; ¡llegó a serlo! Estamos ante uno de los dramas más sombríos de la libertad humana.

¿Por qué llegó a serlo? En años no lejanos, cuando estaba de moda la tesis del Jesús «revolucionario», se trató de dar a su gesto motivaciones ideales. Alguien vio en su sobrenombre de «Iscariote» una deformación de «sicariote», es decir, perteneciente al grupo de los zelotas extremistas que actuaban como «sicarios» contra los romanos; otros pensaron que Judas estaba decepcionado por la manera en que Jesús llevaba adelante su idea de «reino de Dios» y que quería forzarle para que actuara también en el plano político contra los paganos. Es el Judas del célebre musical «Jesucristo Superstar» y de otros espectáculos y novelas recientes. Un Judas que se aproxima a otro célebre traidor del propio bienhechor: ¡Bruto que mató a Julio César para salvar la República!

Son todas construcciones que se deben respetar cuando revisten alguna dignidad literaria o artística, pero no tienen ningún fundamento histórico. Los evangelios -las únicas fuentes fiables que tenemos sobre el personaje- hablan de un motivo mucho más a ras de tierra: el dinero. A Judas se le confió la bolsa común del grupo; con ocasión de la unción de Betania había protestado contra el despilfarro del perfume preciosos derramado por María sobre los pies de Jesús, no porque le importaran de pobres -hace notar Juan-, sino porque “era un ladrón y, puesto que tenía la caja, cogía lo que echaban dentro» (Jn 12,6). Su propuesta a los jefes de los sacerdotes es explícita: «¿Cuanto estáis dispuestos a darme, si os lo entrego? Y ellos fijaron treinta siclos de plata» (Mt 26, 15).

 Pero ¿por qué extrañarse de esta explicación y encontrarla demasiado banal? ¿Acaso no ha sido casi siempre así en la historia y no es todavía hoy así? Mammona, el dinero, no es uno de tantos ídolos; es el ídolo por antonomasia; literalmente, «el ídolo de metal fundido» (cf. Éx 34,17). Y se entiende el porqué. ¿Quién es, objetivamente, si no subjetivamente (es decir en los hechos, no en las intenciones), el verdadero enemigo, el competidor de Dios, en este mundo? ¿Satanás? Pero ningún hombre decide servir, sin motivo, a Satanás. Quién lo hace, lo hace porque cree obtener de él algún poder o algún beneficio temporal. Jesús nos dice claramente quién es, en los hechos, el otro amo, al anti-Dios: «Nadie puede servir a dos amos: no podéis servir a Dios y a Mammona» (Mt 6,24). El dinero es el «Dios visible», a diferencia del Dios verdadero que es invisible.

Mammona es el anti-dios porque crea un universo espiritual alternativo, cambia el objeto a las virtudes teologales. Fe, esperanza y caridad ya no se ponen en Dios, sino en el dinero. Se opera una siniestra inversión de todos los valores. «Todo es posible para el que cree», dice la Escritura (Mc 9,23); pero el mundo dice: «Todo es posible para quien tiene dinero». Y, en un cierto nivel, todos los hechos parecen darle la razón.

«El apego al dinero -dice la Escritura- es la raíz de todos los males» (1 Tm 6,10). Detrás de cada mal de nuestra sociedad está el dinero o, al menos, está también el dinero. Es el Moloch de bíblica memoria, al que se le inmolaban jóvenes y niñas (cf. Jer 32,35), o el dios Azteca, al que había que ofrecer diariamente un cierto número de corazones humanos. ¿Qué hay detrás del comercio de la droga que destruye tantas vidas humanas, detrás del fenómeno de la mafia y de la camorra, la corrupción política, la fabricación y el comercio de armas, e incluso -cosa que resulta horrible decir- a la venta de órganos humanos extirpados a niños? Y la crisis financiera que el mundo ha atravesado y este país aún está atravesando, ¿no es debida en buena parte a la «detestable codicia de dinero», la auri sagrada fames, por parte de algunos pocos? Judas empezó sustrayendo algún dinero de la caja común. ¿No dice esto nada a algunos administradores del dinero público?

Pero, sin pensar en estos modos criminales de acumular dinero, ¿no es ya escandaloso que algunos perciban sueldos y pensiones cien veces superiores a los de quienes trabajan en sus dependencias y que levanten la voz en cuanto se apunta la posibilidad de tener que renunciar a algo, de cara a una mayor justicia social?

En los años 70 y 80, para explicar, en Italia, los repentinos cambios políticos, los juegos ocultos de poder, el terrorismo y los misterios de todo tipo que afligían a la convivencia civil, se fue afirmando la idea, casi mítica, la existencia de un «gran Anciano»: un personaje espabiladísmo y poderoso, que por detrás de los bastidores habría movido fila los hilos de todo, para fines que sólo él conocía. Este «gran Anciano» existe realmente, no es un mito; ¡se llama Dinero!

Como todos los ídolos, el dinero es «falso y mentiroso»: promete la seguridad y, sin embargo, la quita; promete libertad y, en cambio, la destruye. San Francisco de Asís describe, con una severidad inusual en él, el final de una persona que vivió sólo para aumentar su «capital». Se aproxima la muerte; se hace venir al sacerdote. Éste pide al moribundo: «¿Quieres el perdón de todos tus pecados?» , y él responde que sí. Y el sacerdote: «Estás dispuesto a satisfacer los errores cometidos, devolviendo las cosas que has estafado a otros?» Y él: «No puedo». «¿Por qué no puedes?» «Porque ya he dejado todo en manos de mis parientes y amigos». Y así él muere impenitente y apenas muerto los parientes y amigos dicen entre sí: «¡Maldita alma la suya! Podía ganar más y dejárnoslo, y no lo ha hecho!”

Cuántas veces, en estos tiempos, hemos tenido que repensar ese grito dirigido por Jesús al rico de la parábola que había almacenado bienes sin fin y se sentía al seguro para el resto de la vida: «Insensato, esta misma noche se te pedirá el alma; y lo que has preparado, ¿de quién será?» (Lc 12,20)! Hombres colocados en puestos de responsabilidad que ya no sabían en qué banco o paraíso fiscal almacenar los ingresos de su corrupción se encontraron en el banquillo de los imputados, o en la celda de una prisión, precisamente cuando estaban para decirse a sí mismos: «Ahora gózate, alma mía». ¿Para quién lo han hecho? ¿Valía la pena? ¿Han hecho realmente el bien de los hijos y la familia, o del partido, si es eso lo que buscaban? ¿O más bien se han arruinado a sí mismos y alos demás?

La traición de Judas continua en la historia y el traicionado es siempre él, Jesús. Judas vendió al jefe, sus imitadores venden su cuerpo, porque los pobres son miembros de Cristo, lo sepan o no. «Todo lo que hagáis con uno solo de estos mis hermanos más pequeños, me lo habéis hecho a mí» (Mt 25,40). Pero la traición de Judas no continúa sólo en los casos clamorosos que he mencionado. Pensarlo sería cómodo para nosotros, pero no es así. Ha permanecido famosa la homilía que tuvo en un Jueves Santo don Primo Mazzolari sobre «Nuestro hermano Judas». “Dejad -decía a los pocos feligreses que tenía delante-, que yo piense por un momento al Judas que tengo dentro de mí, al Judas que quizás también vosotros tenéis dentro».

Se puede traicionar a Jesús también por otros géneros de recompensa que no sean los treinta denarios de plata. Traiciona a Cristo quien traiciona a su esposa o a su marido. Traiciona a Jesús el ministro de Dios infiel a su estado, o quien, en lugar de apacentar el rebaño que se la confiado se apacienta a sí mismo. Traiciona a Jesús todo el que traiciona su conciencia. Puedo traicionarlo yo también, en este momento -y la cosa me hace temblar- si mientras predico sobre Judas me preocupo de la aprobación del auditorio más que de participar en la inmensa pena del Salvador. Judas tenía un atenunante que yo no tengo. Él no sabía quién era Jesús, lo consideraba sólo «un hombre justo»; no sabía que era el hijo de Dios, como lo sabemos nosotros.

Como cada año, en la inminencia de la Pascua, he querido escuchar de nuevo la «Pasión según san Mateo», de Bach. Hay un detalle que cada vez me hace estremecerme. En el anuncio de la traición de Judas, allí todos los apóstoles preguntan a Jesús: «¿Acaso soy yo, Señor?» «Herr, bin ich’s?» Sin embargo, antes de escuchar la respuesta de Cristo, anulando toda distancia entre acontecimiento y su conmemoración, el compositor inserta una coral que comienza así: «¡Soy yo, soy yo el traidor! ¡Yo debo hacer penitencia!», «Ich bin’s, ich sollte büßen». Como todas las corales de esa ópera, expresa los sentimientos del pueblo que escucha; es una invitación para que también nosotros hagamos nuestra confesión del pecado.

 El Evangelio describe el fin horrible de Judas: «Judas, que lo había traicionado, viendo que Jesús había sido condenado, se arrepintió, y devolvió los treinta siclos de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos, diciendo: He pecado, entregándoos sangre inocente. Pero ellos dijeron: ¿Qué nos importa? Ocúpate tú. Y él, arrojados los siclos en el templo, se alejó y fue a ahocarse» (Mt 27, 3-5). Pero no demos un juicio apresurado. Jesús nunca abandonó a Judas y nadie sabe dónde cayó en el momento en que se lanzó desde el árbol con la soga al cuello: si en las manos de Satanás o en las de Dios. ¿Quién puede decir lo que pasó en su alma en esos últimos instantes? «Amigo», fue la última palabra que le dirigió Jesús y él no podía haberla olvidado, como no podía haber olvidado su mirada.

Es cierto que, hablando de sus discípulos, al Padre Jesús había dicho de Judas: «Ninguno de ellos se ha perdido, excepto el hijo de la perdición» (Jn 17,12), pero aquí, como en tantos otros casos, él habla en la perspectiva del tiempo no de la eternidad; la envergadura del hecho basta por sí sola, sin pensar en un fracaso eterno, para explicar la otra tremenda palabra dicha de Judas: «Mejor hubiera sido para ese hombre no haber nacido» (Mc 14,21). El destino eterno de la criatura es un secreto inviolable de Dios. La Iglesia nos asegura que un hombre o una mujer proclamados santos están en la bienaventuranza eterna; pero de nadie sabe ella misma que esté en el infierno.

Dante Alighieri, que, en la Divina Comedia, sitúa a Judas en lo profundo del infierno, narra la conversión en el último instante de Manfredi, hijo de Federico II y rey de Sicilia, al que todos en su tiempo consideraban condenado porque murió excomulgado Herido de muerte en batalla, él confía al poeta que, en el último instante de vida, se rindió llorando a quien «perdona de buen grado» y desde el Purgatorio envía a la tierra este mensaje que vale también para nosotros:

Abominables mis pecados fueron
mas tan gran brazo tiene la bondad
infinita, que acoge a quien la implora .

He aquí a lo que debe empujarnos la historia de nuestro hermano Judas: a rendirnos a aquel que perdona gustosamente, a arrojarnos también nosotros en los brazos abiertos del crucificado. Lo más grande en el asunto de Judas no es su traición, sino la respuesta que Jesús da. Él sabía bien lo que estaba madurando en el corazón de su discípulo; pero no lo expone, quiere darle la posibilidad hasta el final de dar marcha atrás, casi lo protege. Sabe a lo que ha venido, pero no rechaza, en el huerto de los olivos, su beso helado e incluso lo llama amigo (Mt 26,50). Igual que buscó el rostro de Pedro tras la negación para darle su perdón, ¡quién sabe como habrá buscado también el de Judas en algún momento de su vía crucis! Cuando en la cruz reza: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34), no excluye ciertamente de ellos a Judas.

¿Qué haremos, pues, nosotros? ¿A quién seguiremos, a Judas o a Pedro? Pedro tuvo remordimiento de lo que había hecho, pero también Judas tuvo remordimiento, hasta el punto que gritó: «¡He traicionado sangre inocente!» y restituyó los treinta denarios. ¿Dónde está, entonces, la diferencia? En una sola cosa: Pedro tuvo confianza en la misericordia de Cristo, ¡Judas no! El mayor pecado de Judas no fue haber traicionado a Jesús, sino haber dudado de su misericordia.

Si lo hemos imitado, quien más quien menos, en la traición, no lo imitemos en esta falta de confianza suya en el perdón. Existe un sacramento en el que es posible hacer una experiencia segura de la misericordia de Cristo: el sacramento de la reconciliación. ¡Qué bello es este sacramento! Es dulce experimentar a Jesús como maestro, como Señor, pero aún más dulce experimentarlo como Redentor: como aquel que te saca fuera del abismo, como a Pedro del mar, que te toca, como hizo con el leproso, y te dice: «¡Lo quiero, queda curado!» (Mt 8,3).

La confesión nos permite experimentar sobre nosotros lo que la Iglesia canta la noche de Pascua en el Exultet: «Oh, feliz culpa, que mereció tal Redentor!» Jesús sabe hacer, de todas las culpas humanas, una vez que nos hemos arrepentidos, «felices culpas», culpas que ya no se recuerdan si no por haber sido ocasión de experiencia de misericordia y de ternura divinas!

Tengo un deseo que hacerme y haceros a todos, Venerables Padres, hermanos y hermanas: que la mañana de Pascua podamos levantarnos y oír resonar en nuestro corazón las palabras de un gran converso de nuestro tiempo:

«Dios mío, he resucitado y estoy aún contigo!
Dormía y estaba tumbado como un muerto en la noche.
Dijiste: «¡Hágase la luz! ¡Y yo me desperté como se lanza un grito! […]
Padre mío que me has generado antes de la aurora, estoy en tu presencia.
Mi corazón está libre y la boca pelada, cuerpo y espíritu estoy en ayunas.
Estoy absuelto de todos los pecados, que confesé uno a uno.
El anillo nupcial está en mi dedo y mi rostro está limpio.
Soy como un ser inocente en la gracia que me has concedido».

Este puede hacer de nosotros la Pascua de Cristo.

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El Papa pide perdón por los abusos sexuales a menores y asegura que la Iglesia “no dará un paso atrás”.

Sábado, 12 de abril de 2014
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abusos_720x241Ya era hora… Leemos en Religión Digital: . estas palabras que han sido recogidas por todos los medios  (El País, Público, El Mundo…)

“Tenemos que ser muy fuertes. Con los chicos no se juega”, exclamó Francisco

Bergoglio clama contra los niños esclavo o el reclutamiento de menores soldado

Francisco pidió hoy perdón por los abusos sexuales cometidos con niños por “bastantes” sacerdotes y dijo que la Iglesia no dará ningún “paso atrás” al abordar esta cuestión. El pontífice precisó que no habrá “un paso atrás en lo que se refiere al tratamiento de estos problemas y a las sanciones que se deben poner”.

 “Tenemos que ser muy fuertes. Con los chicos no se juega”, exclamó el papa.

 Francisco interrumpió un discurso que tenía preparado para improvisar algunas palabras en las que pidió perdón por el mal perpetrado por sacerdotes a niños.

 “Me siento interpelado a hacerme cargo de todo el mal que algunos sacerdotes, bastantes, bastantes en número, no en comparación con la totalidad (han hecho). (Quiero) hacerme cargo de pedir perdón del daño que han hecho por los abusos sexuales de los niños”, afirmó el papa en español.

 Después prosiguió su discurso a la delegación de la Oficina Internacional Católica de la Infancia (BICE), a la que recibió en el Vaticano, explicando que “en una sociedad bien constituida los privilegios sólo deben ser para los niños y los ancianos, porque el futuro de un pueblo está en manos de ellos”.

 “Los niños porque ciertamente llevarán adelante la fuerza de la historia. Los ancianos porque son la sede de la sabiduría de un pueblo y tienen que aportar esa sabiduría”, agregó.

 Texto completo del discurso del Papa:

  Queridos amigos,

les doy las gracias por este encuentro. Aprecio sus esfuerzos en favor de los niños: es una expresión concreta y actual de la predilección que el Señor Jesús tiene por ellos.

A mí me gusta decir que en una sociedad bien constituida los privilegios sólo deben ser para los niños y los ancianos, porque el futuro de un pueblo está en manos de ellos. Los niños porque ciertamente llevarán adelante la fuerza de la historia. Los ancianos porque son la sede de la sabiduría de un pueblo y tienen que aportar esa sabiduría ¿no?

Podemos decir que el BICE nació de la maternidad de la Iglesia. En efecto, tuvo su origen a partir de la intervención del Papa Pío XII en defensa de los niños, una vez terminada la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, esta organización se ha comprometido siempre en promover la defensa de los derechos del menor, contribuyendo también a la Convención de las Naciones Unidas de 1989. Y en esta labor colabora constantemente con las oficinas de la Santa Sede en Nueva York, en Estrasburgo y sobre todo en Ginebra.

Usted, con delicado espíritu de fineza, habló del buen trato. Le agradezco, esta expresión suave, pero me siento interpelado a hacerme cargo de todo el mal que algunos sacerdotes, bastantes. Bastantes en número, no en comparación con la totalidad. Hacerme cargo de pedir perdón del daño que han hecho por los abusos sexuales de los niños. La Iglesia es conciente de este daño; es un daño personal y moral de ellos, pero hombres de Iglesia. Y no vamos a dar un paso atrás en lo que se refiere al tratamiento de estos problemas y a las sanciones que se deben poner, al contrario. Creo que debemos ser muy fuertes. Con los chicos no se juega.

En nuestros días, es importante llevar adelante los proyectos contra el trabajo esclavo, contra el reclutamiento de niños soldados y cualquier tipo de violencia sobre los menores.

Dicho en positivo, es preciso reafirmar el derecho de los niños a crecer en una familia, con un padre y una madre capaces de crear un ambiente idóneo para su desarrollo y su madurez afectiva. Seguir madurando en la relación y confrontación con lo que es la masculinidad y la femineidad de un padre y de una madre y a seguir así madurando, ir armando su madurez afectiva.

Esto comporta al mismo tiempo apoyar el derecho de los padres a la educación moral y religiosa de sus hijos. Y en este punto quisiera manifestar mi rechazo a todo tipo de experimentación educativa con los chicos. Con niños y jóvenes no se puede experimentar. No son cobayas de laboratorio Los horrores de la manipulación educativa que hemos vivido en las grandes dictaduras genocidas del siglo XX no han desparecido; conservan su actualidad bajo ropajes diversos y propuestas que, con pretensión de modernidad, fuerzan a caminar a niños y jóvenes por el camino dictatorial del “pensamiento único”.

Me decía hace un poco más de una semana un gran educador: a veces uno no sabe si con estos proyectos – se refería a proyectos concretos de educación – uno manda al chico a la escuela o a un campo de reeducación.

Trabajar por los derechos humanos presupone mantener siempre viva la formación antropológica, estar bien preparados en la realidad de la persona humana, y saber responder a los problemas y desafíos que plantean las culturas contemporáneas y la mentalidad difundida por los medios de comunicación social. Obviamente no se trata de acurrucarnos en cobertizos de protección, que hoy día son incapaces de dar vida, que dependen de culturas que ya está pasadas… que… no eso no. Eso está mal. Pero enfrentar con los valores positivos de la persona humana los nuevos desafíos que nos traen las culturas nuevas.

Para ustedes, se trata de ofrecer a sus dirigentes y funcionarios una formación permanente sobre la antropología del niño, porque es ahí donde los derechos y las obligaciones tienen su fundamento. De ella depende el planteamiento de los proyectos educativos, que obviamente tienen que ir progresando tienen que ir madurando, tienen que acomodarse a los signos de los tiempos. Respetando siempre la identidad humana y la libertad de conciencia.

Gracias de nuevo. Les deseo un buen trabajo. Me viene a la mente el logo que la comisión de protección de niñez y adolescencia tenía en Buenos Aires, que Norberto conoce muy bien. El logo de la Sagrada Familia arriba de un burrito, escapando a Egipto, defendiendo ese Niño. A veces para defender hay que escapar. A veces hay que quedarse y proteger. A veces hay que pelear. Pero siempre hay que tener ternura. Gracias por lo que hacen»

General, Iglesia Católica , , , , ,

De todas maneras…

Jueves, 30 de enero de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

La gente es a menudo insensata, ilógica y egoísta;
Perdónalos de todas maneras.

Si eres noble, la gente te puede acusar de egoísta, Sé noble de todas maneras.

Si eres exitoso, ganarás algunos amigos falsos y algunos enemigos;
Sé exitoso de todas maneras.

Si eres honesto y franco la gente te puede engañar;
Sé honesto y franco de todas maneras.

Cuando pases años construyendo alguien podría destruirlo de la noche a la mañana;
Construye de todas maneras.

Si encuentras serenidad y felicidad Ellos podrían volverse envidiosos;
Sé feliz de todas maneras.

El Bien que hagas hoy la gente a menudo lo olvidará mañana;
Haz el bien de todas maneras.

Dale al mundo lo mejor que tengas y podría no ser suficiente;
Dale al mundo lo mejor que tengas de todas maneras.

Verás, en el análisis final Es entre tú y Dios;
Nunca fue entre tú y ellos de todas maneras.

“No podemos hacer grandes cosas
Sólo cosas pequeñas con Gran Amor”

*

Madre Teresa

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , , , , , ,

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