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Cristo es la Transparencia

Jueves, 6 de agosto de 2020
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Dios mismo vino sobre la tierra como un pobre,
como un humilde.
Vino a través de Cristo Jesús.
Dios permanecería lejos de nosotros si
Cristo no fuera la transparencia.
Desde el comienzo Cristo estaba en Dios.
Desde el nacimiento de la humanidad,
era palabra viva.
Vino sobre la tierra para hacer accesible
la confianza de la fe.
Resucitado, hace su morada en nosotros,
nos habita por el Espíritu Santo.
Y descubrimos que el amor de Cristo se expresa ante todo
por su perdón y por su presencia continua dentro de nosotros.

*

“15 días con el Hermano Roger de Taizé “
escrito por Sofía Laplane
Editorial Ciudad Nueva

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***

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:

“Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.” Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:

“Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.”

Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:

“Levantaos, no temáis.”

Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:

“No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.”

*

Mateo 17,1-9

***

***

Si supiéramos reconocer el don de Dios, si supiéramos experimentar estupor, como el pastor Moisés, ante todas las zarzas que arden en los bordes de nuestros caminos, comprenderíamos entonces que la transfiguración del Señor -la nuestra- empieza con un cierto cambio de nuestra mirada. Fue la mirada de los apóstoles la que fue transfigurada; el Señor permanece el mismo.

La cotidianidad de nuestra vida, trivial y extraordinaria, debería revelar entonces su deslumbrante profundidad. El mundo entero es una zarza ardiente, todo ser humano -sea cual sea la impresión que suscita en nosotros- es esta profundidad de Dios.

Todo acontecimiento lleva en él un rayo de su luz. Nosotros, que hemos aprendido a mirar hoy tantas cosas, ¿hemos aprendido los datos elementales de nuestro oficio de hombres? Se vive, en efecto, a la medida del amor, pero se ama a la medida de lo que se ve. Ahora, en la transfiguración, nuestra visión participa en el misterio, de ahí que el amor esté en condiciones de brotar de nuestros corazones como fuego que arde sin consumir, y así puede enseñarnos a vivir.

Debemos pasar de la somnolencia de la que habla el evangelio a la auténtica vela, a la vigilancia del corazón. Cuando despertemos se nos dará la alegría inagotable de la cruz. Al ver, por fin, en la fe, al hombre en Dios y a Dios en el hombre -Cristo- nos volveremos capaces de amar y el amor saldrá victorioso sobre toda muerte.

El Señor se transfiguró orando; también nosotros seremos transfigurados únicamente en la oración. Sin una oración continua, nuestra vida queda desfigurada. Ser transfigurados es aprender a ver la realidad, es decir, a nuestro Dios, a Cristo, con los ojos abiertos de par en par. Ciertamente, en este mundo de locos, siempre tendremos necesidad de cerrar los ojos y los oídos para recuperar un cierto silencio. Es necesario, es como una especie de ejercicio para la vida espiritual. Sin embargo, la vida, la que brota, la vida del Dios vivo, es contemplarlo con los ojos abiertos. Él está en el hombre, nosotros estamos en él. Toda la creación es la zarza ardiente de su parusía. Si nosotros «esperásemos con amor su venida» (2 Tim 4,8), daríamos un impulso muy diferente a nuestro servicio en este mundo .

*

J. Corbon,
La alegría del Padre, Magnano 1997

***

Durante el verano, vuestras hermanas y hermanos de Cristianos Gays rezan contigo y por tí. De hecho, nuestro deseo es vivir nuestra vida cotidiana, iluminados interiomente por medio de Jesucristo. Queremos estar cerca de los que pasan las pruebas.

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Gerardo Villar: Profundizando en el sacramento del perdón.

Miércoles, 15 de julio de 2020
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confesionario¿Cómo es posible que, siendo tan esencial el sacramento del perdón, hoy no se practique ni por el uno por mil de los bautizados? Toda explicación no puede recaer en la laxitud de los bautizados. ¿No habrá que preguntarse si el modo de realizar el sacramento lo condiciona?

A esta pregunta responde esta reflexión.

Notas sobre el perdón:

Dios nos restaura con el perdón. Cualquiera que sea nuestra conducta Dios nos perdona siempre. Jesús expuso con claridad que es Dios Padre misericordioso quien perdona:

Por iniciativa suya, así aparece en la escena del paralítico y en la cruz al ladrón crucificado. Les sorprende con la oferta gratuita del perdón.

De forma gratuita. Así en las parábolas del hijo pródigo y de la oveja perdida.

Y de forma incondicionada, así a María en casa de Zaqueo y a la mujer adúltera. No fue necesario que pidieran perdón. Era Jesús quien lo OFRECÍA y lo daba.

Esta era la forma del perdón de Dios, que es rico en misericordia y ternura.

La clave del perdón es que Dios perdona y eso, como un regalo de su amor.

Y así empieza la Iglesia a perdonar durante los tres primeros siglos. En la celebración de la eucaristía se perdonaban los pecados. Todos los pecados y era por absolución general.

La iglesia una y otra vez aplica este principio “al principio fue así” o también “al principio no fue así” y por ello hay que seguir haciéndolo.

Pero con el paso del tiempo las cosas cambiaron: y se puso el empeño no en Dios que perdona sino en el hombre que se arrepienta y pida perdón.

De ahí pasó a la necesidad de penitencia para satisfacer lo que se había hecho mal.

Y después se comenzó a valorar la clase de pecados y la necesidad de confesar algunos pecados como el homicidio, el adulterio y la idolatría. Son pecados que causan daños y deben ser reparados.

En el evangelio hay un texto que dice… “id y predicad y perdonad. A quienes les perdonéis les serán perdonados y a quienes se los retengáis le serán retenidos”.

De este texto se ha concluido que el perdón requiere juicio previo y de hecho se dotó al ministro de los requisitos propios de un juez y se concluyó “luego, si es juicio se requiere que haya confesión,” y además se añadió que toda la construcción que regula la realización del perdón eran normas de derecho divino.

Varias de esas normas sacadas mediante conclusiones son derecho eclesiástico y por tanto modificables. (Algunos las califican de derecho divino secundario… en otro lenguaje derecho eclesiástico).

Este texto debiera haberse interpretado de acuerdo con los que hemos dicho antes, es decir, con la forma en que perdonaba Jesús; pero en el concilio de Trento no fue así y se tomó la idea de que el perdón era un juicio que requería de forma necesaria la confesión. El sacerdote pasaba a actuar de juez y por ello era necesario el interrogatorio-confesión.

De las normas del concilio de Trento se ha elaborado un modelo de perdón que no coincide con el que aparece en el evangelio, ni con el que se practicó durante varios siglos.

Hay que pensar que si la iglesia lo practicó es que era el verdadero y válido o habrá que aceptar que hasta el concilio de Trento la iglesia ha vivido en la heterodoxia y heteropraxis.

Si inicialmente el centro del perdón era la misericordia de Dios y el pecador lo aceptaba, con el paso del tiempo y ante la dificultad de ciertos pecados –que requerían ser expuestos para saber si los habían cometido, si había responsabilidad, los daños causados y la forma de repararlos–, se hacía necesaria la confesión. Pero de ser necesaria para determinados pecados-graves-delitos, se pasó a aplicarlos para todos los pecados. Y así se convirtió la confesión en la clave y quicio del perdón.

El sacramento del perdón terminó por llamarse CONFESIÓN. Cuando en realidad es el medio para tratar determinados pecados. Esto nos lleva a afirmar que si en la primitiva iglesia el quicio del perdón era la donación del perdón por la absolución general y solamente requerían confesión los pecados más graves, los llamados delitos, actualmente hay que pensar que ahora debe ser lo mismo. Pues si entonces estaban en la verdad, se estará en la verdad.

Pecadores somos todos, delincuentes lo son muy pocos.

Hay muchas maneras de obtener el perdón de los pecados: en la eucaristía, en el ayuno penitencial, en la acción caritativa personal o de donación de medios, en la oración penitencial….

La iglesia debe expresar qué conductas son delito. En general lo son aquellas que causan daño al hermano… y también a la comunidad. Y esas conductas sí deben someterse a una valoración y control, sobre todo, para lograr la reparación mediante la penitencia. Pensemos en la pederastia. Lo importante es la reparación de daños.

La confesión de todos los pecados, como quicio del perdón, como es ahora, no responde a lo que aparece en el evangelio ni en los primeros siglos de la Iglesia.

Si a esto le añadimos que se ha unido a la confesión la dirección espiritual “de conciencia” se otorga al ministro del perdón una potestad para invadir la conciencia de los que buscan el perdón.

Este comportamiento del “confesor” invasivo es el que aparta de recibir el perdón porque provoca rechazo.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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“Condicionales y subjuntivos”, por Dolores Aleixandre

Martes, 28 de abril de 2020
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imagesEl perdón de Jesús impide a Pedro usar el pluscuamperfecto de subjuntivo

El pluscuamperfecto de subjuntivo es  un tiempo verbal  nefasto. A quienes han olvidado la gramática que aprendimos de niños les recuerdo que esta fórmula verbal  se usa para referirse a algo que podría haber pasado  si se hubieran dado otras circunstancias, pero que no ha pasado y ya no estamos a tiempo de volver atrás para recuperarlo:  “Si a Tony Blair no se le hubiera ocurrido lo del referéndum, no hubiera habido Brexit”; “Si hubiera aceptado aquel trabajo en  Alaska, no  habría pasado tanto calor este verano”; “Si en vez de  con Paco, me hubiera casado con Brad Pitt,  no hubiera vivido en Vallecas sino en Beverly Hills”; “Si  mi superiora no me hubiera destinado a una comunidad en la costa, no habría tenido este reúma ”. Decimos cosas así con la pesadumbre de lo que no tiene ya remedio.

¿Deberíamos expulsarlo de nuestro lenguaje? No está tan claro porque los profetas lo ponen en  boca de Dios y los evangelistas del propio Jesús: “Si hubieras atendido a mis mandatos sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar” (Is 48, 1-2);  Si hubieras seguido el camino de Dios, habitarías en paz para siempre…” (Bar 3,13); Si yo no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían culpa; ahora, en cambio, no tienen excusa” (Jn 15,22); “Si en Sodoma se hubie­ran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy” (Mt 11,24).

El modo condicional, a pesar de ser triste,  no deja las cosas tan cerradas: “Si volvieras a mí, Israel…Si a mí volvieras…”(Jer 4,1)Ojalá me escuchase mi pueblo y caminase Israel por mi camino…” (Sal 81, 14). Otras veces la decepción viene en un “no habéis querido” que parece definitivo:  “¡Jerusalén, Jerusalén…¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la clueca reúne a sus pollitos bajo las alas, pero no habéis querido!” (Mt 23,37)

Es inevitable que nos surja la pregunta sobre cuánto de irreversible hay en todo esto, si no hay vuelta atrás, ni salida, ni remedio. El Maestro Eckhart, un  místico del s. XIII responde así a alguien que le pregunta si puede recuperar el tiempo en que ha vivido perdido: “Si la voluntad por un solo instante regresa a sí misma, en ese momento todo el tiempo perdido es de nuevo reintegrado”.

La historia de Pedro y sus negaciones nos devuelve el respiro. Como en algunas tablas flamencas, la escena de Pedro en patio del palacio de Caifás (Mc 14,66-72) forma un díptico con la de las preguntas de Jesús a la orilla del lago (Jn 21, 15-19) y conviene leerlas una tras otra. Junto a Jesús en el lago, Pedro  sabía ya de negaciones y caídas y  no presume de sus fuerzas ni pretende “amar más que otros”; se ha vuelto más humilde y conoce mejor sus límites y, cuando Jesús le pregunta por tercera vez, le contesta sin remitirse a su determinación de amarle, sino desde la seguridad de ser conocido y querido por su Maestro tal como es, más allá de su “tropiezo” (es así como habla  Jesús en el cenáculo de la traición de sus discípulos).

El perdón de Jesús impide a Pedro usar el pluscuamperfecto de subjuntivo y lamentarse eternamente pensando: “Si no le hubiera negado aquella noche, no habría perdido su amistad…”

Tranquilo, Pedro. Al que no le detuvo la barrera de la muerte, no le va a detener ahora el pluscuamperfecto de subjuntivo.

Fuente  Alandar Febrero 2020

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Aceptar y amar sin descanso

Sábado, 18 de abril de 2020
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Lo que cuenta es soportar al otro en todas las facetas de su carácter, incluso las difíciles y desagradables, y callar sus errores y pecados -también los que ha cometido contra nosotros-; aceptar y amar sin descanso: todo esto se acerca al perdón.

Quien adopta una postura similar en las relaciones con los otros, con su padre, su amigo, su mujer, su marido, también en las relaciones con extraños, con todos los que encuentra, sabe bien lo difícil que es. A veces se verá impulsado a decir: “No, ya no puedo más, no logro soportarlo; estoy al límite de mi paciencia; esto no puede seguir así: ‘Señor, ¿cuántas veces deberé perdonar a mi hermano si peca contra mí?’. ¿Cuánto tiempo tendré que soportar su dureza contra mí, que me ofenda y hiera; sus faltas de atención y delicadeza; que continúe haciéndome mal? Señor, ¿cuántas veces?’.

Esto deberá acabar, alguna vez tendremos que llamar al error por su nombre; no, no es posible que siempre se pisotee mi derecho. ‘¿Hasta siete veces?'” […].

Es un verdadero tormento preguntarme: “¿Cómo me las arreglaré con este individuo, cómo podré soportarlo? ¿Dónde comienza mi derecho en mis relaciones con él?”. Ya está: hagamos como Pedro, vayamos a Jesús, vayamos a plantearle siempre esa pregunta.

Si acudimos a otro o nos preguntamos a nosotros mismos, quedaremos desasistidos o la ayuda recibida será fatal. Jesús sí nos puede ayudar. Pero sorprendentemente: “No te digo hasta siete veces -responde a Pedro-, sino hasta setenta veces siete”; y sabe muy bien que es la única manera de ayudarle.

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Dietrich Bonhoeffer,
Memoria e fedeltá,
Magnano 1995, 96-98, passim

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La Buena Noticia

Viernes, 14 de febrero de 2020
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(Foto de David la Chapelle)

La «buena noticia» del Evangelio es el anuncio de un perdón otorgado de manera indistinta a todos, un perdón gratuito, alegre, preveniente, sin condiciones ni «penitencias», salvo la de abrirse a él y dejarle cambiar nuestros corazones. Pero he aquí que Jesús nos habla de pecados irremisibles y eternos. ¿Existe, pues, un pecado que no puede ser perdonado? ••] El Antiguo Testamento era el reino del Padre, que se revelaba a través de la naturaleza y la historia del pueblo judío; ahora bien, esta revelación era provisional y progresiva y convenció a pocos. […] El Nuevo Testamento es el reino del Hijo, pero su gloria estuvo velada durante los días de la encarnación e irradió sólo después de la ascensión. Decepcionó, desanimó, produjo descontento entre sus conciudadanos, sus seguidores, su familia, sus discípulos. […]

        Ahora bien, el tiempo de la Iglesia es el reino del Espíritu Santo. Se trata del esfuerzo supremo, definitivo, de Dios para manifestarse a nosotros. Ya no es preciso esperar otros, porque no hay una cuarta persona de la Trinidad. A quienes no convenza el testimonio del Espíritu Santo no les queda más esperanza de salvación. En efecto, por continuar esperando, a pesar de todo, una nueva revelación de Dios, terminan por caer en las trampas del Anticristo. Este recogerá a cuantos piensan que Dios no hubiera debido hacerse reconocer a través del amor, sino a través de signos más eficaces, como la fuerza, el prestigio, el miedo, el dinero, la disciplina, la eficiencia. […] Nuestras iglesias, frías e impersonales, son, con frecuencia, lugares en los que circula poco el Espíritu de amor incluso cuando están llenas de cristianos. Estos se encuentran más yuxtapuestos que reunidos.

        La indiferencia recíproca que reina entre los presentes desanima el intento de un encuentro fraterno. Por eso el Espíritu de amor no se hace visible, y nadie se convierte asistiendo a ciertas misas dominicales. […] Nuestro mundo dividido, desfigurado por el odio, por el racismo, por la droga, por la violencia, se convertirá ante comunidades cristianas en que valga la pena vivir, creer, comprometerse. Es fácil convertir al mundo: basta con hacer visible al Espíritu Santo.

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Louis Evely,
Meditazioni sul Vangelo,
Asís 1975, pp. 154-156

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El perdón

Lunes, 27 de enero de 2020
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jesusDel blog de Ramón Hernández Martín, Esperanza radical.

Clave de la convivencia

“¡Perdón!” es una palabra que utilizamos con frecuencia para reparar los efectos de las equivocaciones, descortesías o despistes involuntarios con que incomodamos a quien se cruza en nuestro camino, pero que nos resistimos a pronunciar con magnanimidad cuando alguien nos humilla, nos ofende o nos causa severos daños.

Entre cuantos poderes detenta el hombre, sea siervo o señor, actúe de forma legítima o abusiva, el más grande es, seguramente, el de perdonar, poder tan diáfano y limpio que no permite ningún tipo de abuso. Siempre que se perdona se acierta, es decir, nunca se pecará por perdonar demasiado. Los cristianos olvidamos a veces lo de “setenta veces siete” (Mt 21:22).

Las religiones lo atribuyen exclusivamente a Dios. De ahí que el perdón que ellas mismas administran sea considerado facultad delegada y graciosa. En el cristianismo, se trata de una delegación que consta explícitamente en los Evangelios: cuanto atéis o desatéis en la tierra, será atado o desatado en los cielos (Mt 16:19 y Jn 20:23), un mandato que engloba, obviamente, el poder de perdonar.

La imagen evangélica de Dios es la de un padre amantísimo que perdona a sus hijos en toda circunstancia, sin atender siquiera a la gravedad de sus ofensas y fechorías (hijo pródigo: Lc 15:11-32).

Pero no haría falta remontarse tan alto ni apuntar tan lejos para encontrar la razón última del perdón. La facultad de perdonar nace directamente de la condición social de un hombre que no puede vivir en absoluta y total soledad. La convivencia crea roces, genera intereses contrapuestos y diseña atajos a la hora de apropiarse de algún bien. En otras palabras, desencadena conflictos y produce ofensas. Ahora bien, si es de la condición humana cometer abusos y atrocidades, también lo es cubrirlos con un tupido velo, olvidarlos y perdonarlos.

Purificación y perdón

Según la RAE, la catarsis es una “purificación ritual de personas o cosas afectadas de alguna impureza”.  Lo malo y lo impuro son dos conceptos enquistados de tal manera en las entrañas de la cultura humana que se filtran por los poros de cualquier ideología y acción hasta invadir las conversaciones ordinarias y las manifestaciones literarias, artísticas y musicales. Porque somos impuros, necesitamos purificarnos; porque somos malos, necesitamos arrepentirnos. Purificación y arrepentimiento van de la mano en todos los ámbitos del comportamiento humano.

Ahora bien, salvo que se trate de una farsa, ambas acciones requieren penitencia o pago de un tributo por la conducta a rectificar. Penitencia viene de pena y, en cuanto tal, equivale a castigo, concepto este que expresa una extralimitación procedimental, pues nadie debería “castigar” a nadie. Globalmente, el hecho de vivir es ya de por sí una eficaz penitencia, a la que cabe añadir la carga que imponen los Códigos cuando se infringe una ley, y también lo son los remordimientos de conciencia, tan flagelantes, cuando se incumple el imperativo moral.

En el ámbito religioso, penitencia connota ascetismo, austeridad, sacrificio. En general, la penitencia es consustancial a la vida humana, pues va inserta en todo dolor y esfuerzo. En particular, se refiere a la que se impone tras el sacramento del perdón que solo administran los clérigos autorizados. A la postre, la penitencia pone freno a la conducta licenciosa y contrarresta los efectos nocivos de los comportamientos contrarios a los mandamientos y al sentido común; achica los contravalores y agranda los valores de la vida humana.

La confesión

El sacramento de la penitencia, con la exigencia ineludible, tantas veces recordada por la jerarquía eclesial, de la confesión vocal de los pecados al sacerdote, previo un sincero arrepentimiento y el consiguiente propósito de enmienda, se ha impuesto, en el pasado, con fuerza rayana en la obsesión paranoide, a determinados grupos cristianos, como los miembros del clero y de las congregaciones religiosas.

En nuestro tiempo, de mayor autocrítica y de catarsis más recoletas, tales procedimientos se han ido diluyendo poco a poco hasta desaparecer de la vida de muchos cristianos por considerarlos abusivos e innecesarios. Hay movimientos eclesiales que incluso postulan su reducción al ámbito comunitario, a la liturgia penitencial que introduce la celebración de la misa. Estas tendencias, proscritas en los primeros momentos, se van abriendo camino en la práctica cristiana hasta colmar, en la actualidad, las exigencias más irrenunciables de muchos cristianos.

Por otro lado, adelantados hay que, sirviéndose de las modernas comunicaciones, proponen que la confesión verbal tradicional se valide a nivel virtual. Que hoy todavía no se le reconozca valor jurídico a la comunicación virtual entre confesor y penitente no quiere decir que no se llegue a hacer en el futuro, pues uno no acierta a comprender qué añade la presencia física al contacto virtual, sobre todo si se tiene en cuenta que el sacramento de la penitencia, para tener algún valor, ha de consistir mucho más en una dirección espiritual personalizada que en el hecho del perdón en sí, perdón que Dios ofrece a manos llenas a quienes se lo piden, en todo momento y circunstancia.

Perdón universal

Volviendo a lo que en realidad importa, el poder de perdonar lo tiene en realidad todo el que haya sido ofendido de alguna manera. El cristianismo lo reconoce abiertamente cuando en el Padrenuestro se pide a Dios que nos perdone “como nosotros perdonamos”, expresando con ello no similitud de perdones sino deseo de imitar la sublime conducta divina. A veces, deberíamos decir: “perdónanos por no perdonar”. El cristiano que de verdad pide perdón a Dios, al reconocer su condición de criatura que claudica fácilmente a lo más placentero y aparentemente beneficioso, se obliga a reconocer también la de sus semejantes.

Otra cosa es hablar de “pecado” como si Dios pudiera ser ofendido. El concepto de “pecado” nos asoma a una dimensión confusa e incluso de extravío mental, pues a Dios no lo tocamos más que en sus criaturas: pedimos perdón a Dios porque lo ofendemos en sus criaturas. En este contexto, sería de locos atreverse a “perdonar a Dios” por las cosas que nos salen mal o los daños que nos causan sus criaturas. Después de todo, los “pecados” no dejan de ser simples equivocaciones, torpezas o despistes.

La disposición a perdonar debería estar grabada a fuego en la psique de todo ser humano como contrarréplica a los desaguisados que ocasiona su esencial limitación. Queriendo o sin querer, causamos trastornos a nuestros semejantes por los que debemos pedirles perdón y, si los hubiere, reparar los daños causados. Pero, mientras Dios disculpa y perdona siempre, nosotros a veces nos resistimos a hacerlo o no lo hacemos. Resulta paradójico que muchos cristianos pidan constantemente perdón a Dios y ellos se venguen de quienes los ofenden. El “perdono, pero no olvido”, tan frecuente, es solo un “perdón 0-0”, sin fuerza ni trascendencia.

Quien no perdona es necio y engreído, reniega de su condición de criatura divina y se corta las alas. Pedir perdón y perdonar son poderes que encumbran a quienes los prodigan. Cuanto más duro resulte el perdón, como en los casos de ofensas que remueven las tripas y obnubilan la mente, más engrandece y magnifica. Pedir perdón y perdonar son poderes divinos transferidos al hombre por su condición de tal. De haberlos ejercido como era debido en la trayectoria humana nos habría ahorrado mucho dolor y evitado atroces guerras. Sin el perdón de por medio, pedido y dado, la convivencia humana y la evangelización quedan fuera de juego.

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Juan Masiá: “Satisfacción de pena y condenación eterna son incompatibles con la misericordia todopoderosa”, por Juan Masiá s.j.

Viernes, 24 de enero de 2020
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934f3a00dcb72e2fa4ed7bb077b51c9dDe su blog Vivir y pensar en la frontera:

“Los novísimos, solo tres: muerte, juicio y gloria”

“Es posible un juicio final sin premio merecido ni castigo eterno, con tal de que entendamos bien el juicio de Dios como juicio de reconocimiento, justificación y misericordia”

“Como ha dicho el Papa Francisco ‘Dios no puede desear la condenacion eterna de nadie por muy esclavo que sea del mal'”

Pienso y creo que es posible un juicio final sin premio merecido ni castigo eterno, con tal de que entendamos bien el juicio de Dios como juicio de reconocimiento, justificación y misericordia.

 Escribo estas líneas prolongando el diálogo, publicado en este blog para preparar la llegada a Japón del Papa Francisco. En aquel artículo, Adolfo Nicolás reinterpretaba los cuatro “novísimos o postrimerías” del catecismo tridentino (muerte, juicio, infierno y gloria) reformulando así: muerte, juicio, nada y gloria.

Adolfo Nicolas habla del “momento de lucidez que Dios concede a cualquiera”. Si el juicio es lucidez  para reconocer la gracia y el perdón, en un juicio de reconocimiento ya va incluida la parte positiva que se salva en los símbolos de purificatorio temporal y castigo definitivo, una vez despojados del matiz negativo, porque satisfacción de pena y condenación eterna son incompatibles con la misericordia todopoderosa.

Como ha dicho el Papa Francisco “Dios no puede desear la condenacion eterna de nadie por muy esclavo que sea del mal”.

 Quedan, por tanto, las postrimerías o novísimos, como las llamaban los viejos catecismos, reducidas a tres, en vez de cuatro: muerte, juicio y gloria

 Lectores y lectoras preguntarán qué pasa con la tradición del purgatorio y si desaparece el infierno. Respondo: el purgatorio como símbolo de purificación y el infierno como símbolo de la posibilidad de autodestrucccion de la persona libre y llamada permanente a la conversión, siguen teniendo una funcion de llamada a despertar del autoengaño. Pero permanecen asi, no como realidades exentas, sino como parte del juicio, con tal de entender el juicio, no como sentencia de condenación o remuneración, sino como llamamiento a la lucidez del reconocimiento, la gracia de la rehabilitación y la fe en la misericordia perdonadora.

 Así entendido el juicio, los novísimos o postrimerías no serían cuatro, sino tres: muerte, juicio y gloria. Rezamos con el buen ladrón para decir a Jesucristo: “Acuérdate de mi en tu Reinado…” (Lc   )

 Esto supuesto, releamos Mt 25 en clave de reconocimiento y misericordia. Reconocer es admitir la carencia de méritos propios para salvarse o admitir que somos acreedores a un castigo. Pero reconocer significa también agradecer. Agradecemos la misericordia y creemos en el perdón.

El escenario de ovejas y cabras a derecha e izquierda del Juez Omni-misericordioso se desarrolla así:

 Dijo a las ovejas (a la derecha): Tuve hambre y me disteis de comer.  Cuando lo hicisteis con los pequeños conmigo lo hicisteis. Pero reconoced que no lo hicísteis por vuestra propia fuerza ni para ganar méritos, sino por gracia de mi Espíritu que os lo hizo hacer. Reconocedlo y creed en la gracia. Y ahora entrad, benditos del Padre, por la puerta de la salvación.

Dijo a las cabras  (a la izquierda): Tuve hambre y no me dísteis de comer. Cada vez que dejasteis de hacerlo con uno de esos tan insignificantes, dejasteis de hacerlo conmigo. Reconocedlo, confesadlo (Confiteor), reconoced que mereceríais ser condenados severamente, si no fuera porque el castigo definitivo es incompatible con mi misericordia. Y ahora, reconocida la culpa y creyendo en el perdón, venid también vosotros, bendecidos por el Padre y entrad por la puerta de la salvación

En este juicio de reconocimiento, las palabras clave son: lucidez, rehabilitación y misericordia.

 Reconocemos, como ovejas, lúcidamente la carencia de mérito; reconocemos, como cabras, honestamente que merecemos que se haga justicia (no condenadora o vindicativa, sino rehabilitadora)  y reconocemos, tanto ovejas como cabras, la gracia y la misericordia.

 Como al principio de la misa y también en la confesión (hecha ante Dios y acompañada  por la iglesia), reconocemos sacramentalmente  la reconciliación: la necesidad de sanación y la necesidad de creer en el perdón, tal como lo pedimos y recibimos cada vez que rezamos el Padre Nuestro para prepararnos a recibir la comunion…

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“La fe es la única salida a lo que humanamente parece imposible”, por Consuelo Vélez .

Lunes, 4 de noviembre de 2019
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perdonDe su blog Fe y Vida:

Varias veces he tratado el tema del perdón y de la necesidad de aceptar los límites humanos. Hoy vuelvo a referirme a ello porque parece que la vida está tejida de esa experiencia y son muchos los casos que a diario se palpan sobre esto. Continuamente asistimos a encuentros y desencuentros entre las personas. Lo triste es que no todos tienen final feliz y parece que no hay poder humano para cambiarlo. Es el caso de una señora que estaba enferma y le pidió a una amiga que la acompañara al médico. La amiga le dijo que sí pero, por esos fallos humanos que pueden ocurrir, cuando llegó el momento, se olvido completamente del compromiso adquirido y a la señora le toco irse sola. Lógicamente, se sintió muy defraudada de su amiga y su reacción fue de enfado y de no querer saber más de ella. Cuando la amiga se dio cuenta de lo ocurrido, llamó a la señora y le pidió mil disculpas, sentía realmente mucho dolor de haber fallado en ese momento y, con toda sinceridad, reconociendo su error, le explicó que había sido una falla involuntaria y que lo sentía mucho. Pero no hubo manera de cambiar la actitud de la señora. La amiga continuó insistiéndole de diferentes maneras, le pidió a personas cercanas a la señora que le ayudarán a hacerle entender que no había sido mala voluntad. Pero no hubo poder humano. Por ese detalle, una amistad de muchos años, llegó a su fin.

Es normal que cuando uno está implicado en el hecho, o sea, cuando es el protagonista, tenga sentimientos de rabia, rencor, no aceptación frente a la persona que le ha fallado. Sin embargo, cuando uno se pone como espectador y puede juzgar las dos partes, uno se pregunta: ¿cómo es posible que no se pueda perdonar al otro? ¿por qué romper la amistad vivida por un solo error? ¿por qué perder la posibilidad de seguir compartiendo la vida, por una equivocación? ¿por qué es tan difícil perdonar y poner por encima del sentimiento herido, la amistad vivida? Cuando uno medita todo esto entiende la parábola del señor al que un rey le perdonó una deuda inmensa porque no tenía con que pagarle. Pero cuando un amigo suyo -que le debía mucho menos de lo que él le debía al rey- le pidió que le perdonara la deuda porque tampoco tenía con que pagarle, él no fue capaz de hacerlo. Por el contrario, lo mando a la cárcel para hacerle pagar con creces lo que le debía (Cf. Mt 18, 23-35).

Tal vez esta parábola nos habla de que realmente hay situaciones en las que no hay poder humano que las hagan cambiar. A veces, el corazón no se abre al perdón aunque se le den muchas razones. Es como si la parábola nos quisiera hacer entender que falta lagracia divina” para ser capaces de dar ese paso. Ni siquiera es suficiente haber recibido “bien” en nuestra vida para hacérselo a los otros (aunque esto muchas veces sí es suficiente y da su fruto). Hace falta descubrir que ese bien recibido es don, que no lo merecemos y que es pura “gracia”. Sólo así nos disponemos a dar a los otros lo que “gratis” y por puro “amor” hemos recibido. ¿Cómo podemos tener esta experiencia?

La fe es ese toque de Dios que nos hace descubrir todo lo que hemos recibido, el inmenso bien que nos rodea, la bondad que acompaña nuestra vida, todo el bien que nos hacen los otros. La fe también nos hace reconocer que no lo merecíamos, que es don y por eso podemos y debemos transformarnos en ese mismo don para el mundo. La fe es esa nueva luz que nos permite ver todo con una profundidad nunca antes imaginada. Que nos hace sensibles al amor de Dios derramado en nuestros corazones a través de todo lo bueno que recibimos y que nos hace capaces de hacer con los otros lo que han hecho con nosotros. Por eso es tan urgente pedirle a Dios, una y otra vez, el don de la fe para hacer de nuestra vida amor para el mundo. Para que, con nuestra capacidad de perdonar, de aceptar, de acoger al otro, rompamos la larga cadena de desencuentros que acompaña la vida humana y en los que, algunas veces, no existe poder humano para cambiarlos. En estos casos sólo la fe ofrece una salida y la posibilidad de un final feliz.

Espiritualidad , ,

Cristo es la Transparencia

Martes, 6 de agosto de 2019
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Dios mismo vino sobre la tierra como un pobre,
como un humilde.
Vino a través de Cristo Jesús.
Dios permanecería lejos de nosotros si
Cristo no fuera la transparencia.
Desde el comienzo Cristo estaba en Dios.
Desde el nacimiento de la humanidad,
era palabra viva.
Vino sobre la tierra para hacer accesible
la confianza de la fe.
Resucitado, hace su morada en nosotros,
nos habita por el Espíritu Santo.
Y descubrimos que el amor de Cristo se expresa ante todo
por su perdón y por su presencia continua dentro de nosotros.

*

“15 días con el Hermano Roger de Taizé “
escrito por Sofía Laplane
Editorial Ciudad Nueva

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***

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Juan y a Santiago y subió al monte para orar.

Mientras oraba, cambió el aspecto de su rostro y sus vestidos se volvieron de una blancura resplandeciente.

En esto aparecieron conversando con él dos hombres. Eran Moisés y Elías,  que, resplandecientes de gloria, hablaban del éxodo que Jesús había de consumar en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros, aunque estaban cargados de sueño, se mantuvieron despiertos y vieron la gloria de Jesús y a los dos que estaban con él.

Cuando éstos se retiraban, Pedro dijo a Jesús:

Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Vamos a hacer tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Pedro no sabía lo que decía. Mientras estaba hablando, vino una nube y los cubrió, y se asustaron al entrar en la nube. De la nube salió una voz que decía:

Este es mi Hijo elegido; escuchadlo.

Mientras sonaba la voz, Jesús se quedó solo. Ellos guardaron silencio y no contaron a nadie por entonces nada de lo que habían visto.

*

Lucas 9,28b-36

***

Si supiéramos reconocer el don de Dios, si supiéramos experimentar estupor, como el pastor Moisés, ante todas las zarzas que arden en los bordes de nuestros caminos, comprenderíamos entonces que la transfiguración del Señor -la nuestra- empieza con un cierto cambio de nuestra mirada. Fue la mirada de los apóstoles la que fue transfigurada; el Señor permanece el mismo.

La cotidianidad de nuestra vida, trivial y extraordinaria, debería revelar entonces su deslumbrante profundidad. El mundo entero es una zarza ardiente, todo ser humano -sea cual sea la impresión que suscita en nosotros- es esta profundidad de Dios.

Todo acontecimiento lleva en él un rayo de su luz. Nosotros, que hemos aprendido a mirar hoy tantas cosas, ¿hemos aprendido los datos elementales de nuestro oficio de hombres? Se vive, en efecto, a la medida del amor, pero se ama a la medida de lo que se ve. Ahora, en la transfiguración, nuestra visión participa en el misterio, de ahí que el amor esté en condiciones de brotar de nuestros corazones como fuego que arde sin consumir, y así puede enseñarnos a vivir.

Debemos pasar de la somnolencia de la que habla el evangelio a la auténtica vela, a la vigilancia del corazón. Cuando despertemos se nos dará la alegría inagotable de la cruz. Al ver, por fin, en la fe, al hombre en Dios y a Dios en el hombre -Cristo- nos volveremos capaces de amar y el amor saldrá victorioso sobre toda muerte.

El Señor se transfiguró orando; también nosotros seremos transfigurados únicamente en la oración. Sin una oración continua, nuestra vida queda desfigurada. Ser transfigurados es aprender a ver la realidad, es decir, a nuestro Dios, a Cristo, con los ojos abiertos de par en par. Ciertamente, en este mundo de locos, siempre tendremos necesidad de cerrar los ojos y los oídos para recuperar un cierto silencio. Es necesario, es como una especie de ejercicio para la vida espiritual. Sin embargo, la vida, la que brota, la vida del Dios vivo, es contemplarlo con los ojos abiertos. Él está en el hombre, nosotros estamos en él. Toda la creación es la zarza ardiente de su parusía. Si nosotros «esperásemos con amor su venida» (2 Tim 4,8), daríamos un impulso muy diferente a nuestro servicio en este mundo .

*

J. Corbon,
La alegría del Padre, Magnano 1997

***

Durante el verano, vuestras hermanas y hermanos de Cristianos Gays rezan contigo y por tí. De hecho, nuestro deseo es vivir nuestra vida cotidiana, iluminados interiomente por medio de Jesucristo. Queremos estar cerca de los que pasan las pruebas.

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La policía de Nueva York pide perdón 50 años después por lo ocurrido en Stonewall

Sábado, 8 de junio de 2019
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A sign at 'The Stonewall Inn', a Gay bar, National Historic Landmark and site of the 1969 riots that launched the gay rights movement is seen on June 4, 2019 in New York City. - Pride Month 2019 marks The Stonewall 50th Anniversary. (Photo by Angela Weiss / AFP) (Photo credit should read ANGELA WEISS/AFP/Getty Images) Photo by Angela Weiss / AFP) (Photo credit should read ANGELA WEISS/AFP/Getty Images)

Los hechos ocurridos en junio de 1969 en el hoy icónico lugar nocturno para gays de la ciudad de Nueva York son considerados como la semilla que permitió el nacimiento del movimiento LGBT en el mundo entero. La importancia de agruparse y luchar en masa por derechos comunes.

Stonewall Inn, en el Greenwich Village de la ciudad de Nueva York, desempeñó un papel clave en la historia LGBT cuando miembros de la comunidad LGBTIQ se enfrentaron a la fuerza policial exigiendo la reivindicación de sus derechos.

Liderados por las prominentes activistas Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera, que no cumplían con los requisitos de género, los disturbios provocaron todo un movimiento por los derechos civiles, y son la razón por la cual se celebra el Mes del Orgullo en junio.

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Pues bien, el comisario de la Policía de Nueva York, James P. O´Neill, se ha disculpado en nombre del departamento de policía por las acciones de los oficiales de policía durante los disturbios de Stonewall. Estas disculpas llegan tan solo unos días antes del 50 aniversario de los disturbios de Stonewall, el 28 de junio de 1969.

«Creo que sería irresponsable pasar por el mes del World Pride y no hablar de los eventos en el Stonewall Inn, en junio de 1969. Sé que lo que sucedió no debería haber ocurrido. Las acciones tomadas por el Departamento de Policía de Nueva York fueron incorrectas. Las acciones y las leyes fueron discriminatorias y opresivas, y por eso, me disculpo. Prometo a la comunidad LGBTQ que esto nunca sucederá en el NYPD en 2019».

Los disturbios de Stonewall en 1969 fueron un crimen contra la humanidad, contra los derechos humanos y absolutamente discriminatorios hacia nuestra forma de ser, sentir y amar, pero gracias a ellos se inició lo que hoy es uno de los movimientos asociativos más importantes del mundo: la lucha por los derechos de las personas LGTBI.

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La Policía ha sido cruel con el colectivo LGTBI en TODO el mundo desde tiempos inmemoriables. Y, lo que parece una obviedad, es que ese tipo de órdenes en contra de gais, lesbianas, bisexuales y trans venían de alguna entidad superior, vamos a poner los gobiernos. Solo han tenido que pasar 50 años para que SOLO algunos de esos gobiernos legislen para protegernos.

Parece una ridiculez que tenga que haber leyes que nos protejan, pues es de lógica que las leyes deberían proteger al ser humano, da igual qué condición tenga, dónde viva, dónde haya nacido o a quién ame. Lamentablemente, no es así y en un gran número de países del mundo aún somos castigados civil y penalmente por amar y ser; en muchos podríamos ir a la cárcel y en algunos las leyes contemplan la MUERTE. Suena hasta ridículo que un ser humano quiera matar a otro por amar, pero el odio existe y mientras siga existiendo ese odio tendremos que seguir luchando por nuestros derechos.

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Fuente Oveja Rosa

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Dios ama sin condiciones

Viernes, 17 de mayo de 2019
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candelabro-blog_imagenDel su blog Nihil Obstat:

Espontáneamente solemos pensar que el amor de Dios es consecuencia de nuestra conversión. Cuando pedimos perdón por nuestros pecados, nos arrepentimos y convertimos, entonces Dios nos ama. Este esquema es inadecuado, más aún, es totalmente falso. Porque Dios ama incondicionalmente y, por tanto, su amor siempre es primero y no depende del nuestro. Dios ama en toda circunstancia, ama a los buenos y a los malos, a los justos y a los pecadores. Y ama a todos con todo su amor. Por eso tampoco es correcto pensar que podemos hacer algo para que Dios ame más.

Decir que Dios ama igual a la víctima y al victimario, al asesino y al asesinado, choca con nuestra sensibilidad. Y también con nuestra idea de lo que debe ser la justicia. Nosotros estamos dispuestos a conceder que Dios ama a los asesinos si se convierten. Y, sin embargo, el Dios que Jesús revela, ama a sus enemigos, a los pecadores. Otra cosa es que esté de acuerdo con lo que hacen sus enemigos. Pero les ama. Eso sí, también les llama a convertirse. Pero la conversión no es la condición del amor de Dios, sino la consecuencia.

Hay dos pasajes evangélicos, entre otros, que muestran eso con toda claridad. La parábola del siervo sin entrañas (Mt 18,23-35), al que el rey perdona una deuda que no podía pagar. Lo primero es el perdón. El siervo no lo merece. Pero una vez recibido el perdón, se espera de él un cambio acorde con el don recibido, o sea, que él también se comporte de forma misericordiosa con el compañero que le debe una pequeña cantidad. Por su parte, Zaqueo (Lc 19,1-10) se encuentra con la sorpresa de que Jesús toma la iniciativa de ir a su casa. Jesús acoge a un pecador, más aún, se hospeda en su casa. Una vez que Jesús ha devuelto la dignidad a ese hombre, entonces viene la conversión: Zaqueo decide no sólo devolver lo robado, sino de entregar mucho más.

La conversión sigue al perdón. Porque el amor de Dios es incondicional y siempre es primero. Ama aunque no nos convirtamos. Cierto, la no conversión es manifestación de que no hemos acogido su amor y su perdón. Pero aún así, Dios sigue amándonos. ¿Cómo es posible no acoger un amor como el de Dios? Ahí entra en juego el misterio de la libertad humana. Es posible pensar que no nos hemos enterado, o que nos hemos enterado mal, debido a nuestra obcecación y a nuestro egoísmo, unido a que, en este mundo, Dios siempre se manifiesta a través de mediaciones terrenas (y, por tanto, ambiguas, susceptibles de ser interpretadas de modos distintos). Quizás entonces el amor divino se manifiesta como comprensión y misericordia.

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Jesús, el libre…

Domingo, 7 de abril de 2019
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“Jesús fue verdaderamente libre. Su libertad estaba arraigada en su conciencia espiritual de que era el hijo amado de Dios, Sabía, en lo profundo de su ser, que pertenecía a Dios antes de nacer, que había sido enviado para proclamar el amor de Dios y que retornaría a Dios después de haber cumplido su misión. Esto le dio la libertad de hablar y obrar sin tener que complacer al mundo y el poder de responder al sufrimiento de las gentes con el amor de Dios, que sana.

Por eso dice el Evangelio : ‘Toda la multitud buscaba tocarlo, porque de él salía una virtud que sanaba a todos (Lucas 6, 19).”
*
Henri Nouwen
***

Jesus y la adultera

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.

Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:

“Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?”

Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.

Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.

Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:

– “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.”

E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.

Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.

Y quedó sólo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó:

– “Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?

Ella contestó:

– “Ninguno, Señor.”

Jesús dijo:

“Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.”

*

Juan 8, 1-11

***

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Quizás no hemos comprendido que Jesús se ha revelado al más lejano, al más despreciado. Jesús no pide a la samaritana, a la adúltera o al ladrón que se confiesen. Pero cuando les mira con ternura infinita se rinden.

Pero, en el fondo, ¿qué es el pecado?, ¿en qué consiste el mal? Donde vemos una injusticia, un pecado, quizás Dios descubra sólo un sufrimiento, un grito de socorro que él escucha. ¿Es esto misericordia? ¿Es éste el motivo de su venida a nuestro mundo? Cuando Dios se hace hombre, todo el mal del mundo cae sobre sus espaldas. Y él de este mal sabe sacar sólo amor, amor que manifestará hasta su último aliento de vida, hasta la última gota de sangre, hasta experimentar el mayor sufrimiento humano: la muerte.

Pero luego resucita: el amor es más fuerte que la muerte. El sufrimiento padecido por todos los humanos, desde el del más pequeño, el más frágil, el todavía no nacido, el niño que nunca crecerá, hasta el del criminal o el del santo, él lo ha rescatado en su propia piel, lo ha transformado en puro amor para la eternidad. Basta que le sigamos por el mismo camino. Se trata de aceptar, de acoger el sufrimiento tratando de impedir que se transforme en mal. En el otro sólo debo ver el sufrimiento que hay que superar con el amor. Jesús asumió el sufrimiento de la Magdalena. Este sufrimiento que ella, por ligereza, o por venganza, o por miedo a sufrir, dejó transformar en pecado […].

El que se ha equivocado mucho contra Cristo pero percibe que él ha asumido todo su sufrimiento, se convierte en loco de amor por Dios y no ve la hora de hacer por los demás lo que Jesús ha hecho con él. Los verdaderos convertidos no pueden menos de asemejarse a Cristo, uniéndose en su lucha contra el mal, convirtiéndose en otros tantos crucificados clavados por el sufrimiento de los otros hasta hacerlo resucitar en amor. El mundo habla de arrepentimiento, de penitencia… es sólo el amor el que arde.

*

E.-M. Cinquin,
Tufti contro, meno Dios. L’utopia di Betania,
Turín 1984, 49-52, passim.

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Un grupo cristiano asiste al Orgullo LGTB de Manila para pedir perdón

Sábado, 14 de julio de 2018
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cristianos-orgullo-lgtb-600x315Ocurrió en la manifestación del Orgullo LGTB en Manila, Filipinas.

Miembros de los Ministerios de la Iglesia de la Libertad en Cristo se pararon en la entrada principal del desfile con carteles que ofrecían disculpas por cómo los cristianos habían tratado a la comunidad LGTB.

Sus pancartas decían: “Lo siento”. “Estamos aquí para pedir disculpas por las formas en que nosotros, como cristianos, hemos perjudicado a la comunidad LGTB”.

Algunos de los carteles expresaban más sentimientos personales. La pancarta de un hombre decía: “¿Podemos abrazarte?”. Según Kohlin Lallabban, uno de los asistentes al desfile, muchos aceptaron la propuesta.

Fue tan genuino y la mayoría de nosotros lloró cuando los vimos”, dijo Lallabban.

La manifestación fue parte de la campaña de la iglesia mencionada, llamada “Lo siento”. Con ella los miembros buscan disculparse en nombre de sus compañeros cristianos por la forma en que se han usado los escritos bíblicos contra la comunidad LGTB.

En una declaración en su página de Facebook, la iglesia escribió: “No necesitamos el reconocimiento de las personas, pero la reconfortante respuesta de aquellos que aceptaron nuestras sinceras disculpas nos motiva y anima a continuar con esta misión en nuestra iglesia”.

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Fuente CNN

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El presidente de Costa Rica pide perdón a la comunidad LGTB por “décadas de discriminación y violencia”

Miércoles, 11 de julio de 2018
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carlos_alvaradoEn una carta el mandatario se comprometió a que el Estado costarricense no ejecutará nunca más “persecuciones, redadas, detenciones arbitrarias y golpes”.

Costa Rica ha avanzado en los últimos años en materia de aseguramiento, pensiones, herencias, identidad de género y atención médica de las parejas LGBTI, pero aún no ha legalizado las uniones civiles ni los matrimonios entre personas del mismo sexo. 

El presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, pidió perdón a la población LGBTI por la negación por parte del Estado de sus derechos fundamentales e incluso por vidas perdidas años atrás. Las palabras del mandatario fueron publicadas el domingo en un artículo titulado “Stonewall Inn: Orgullo, amor e igualdad”, y que fue distribuido por Casa Presidencial.

Luego de hacer un recuento sobre los hechos sucedidos en la discoteca Stonewall Inn de Nueva York el 28 de junio de 1969 y que marca el inicio de la lucha por las reivindicaciones de derechos del colectivo en todo el mundo, el presidente Alvarado afirmó que la historia de los gays en Costa Rica no ha sido distinta a la represión que han vivido los homosexuales en Estados Unidos.

“En nombre del gobierno de la República les pido perdón y renuevo mi compromiso de luchar porque no se repita ese vergonzoso capítulo de nuestra historia”, expresó en un artículo de opinión distribuido a los medios hoy.

El mandatario, quien comenzó su mandato el pasado 8 de mayo, recordó que en 1969 la homosexualidad era penalizada y perseguida en Costa Rica, hasta que dos años después, en 1971, la homosexualidad fue eliminada del Código Penal.

Esto “no evitó que durante las siguientes décadas las personas LGBTI fueran objeto de discriminación y violencia. Fue el Estado costarricense el que promovió y ejecutó persecuciones, redadas, detenciones arbitrarias y golpes”, aseguró Alvarado.

“Fue el Estado costarricense el responsable de muchas vidas perdidas, víctimas del estigma durante los primeros años de lucha contra el sida. Fue el Estado costarricense el que sistemáticamente ha negado derechos fundamentales a las personas LGBTI y ha desprotegido a miles de sus ciudadanos y ciudadanas por amar a quien aman o por ser quienes son”.

 Alvarado afirmó que en los últimos años junto a organizaciones y colectivos, Costa Rica ha avanzado “hacia una convivencia más respetuosa de su diversidad, en el reconocimiento de todos los derechos humanos para todas las personas y en la protección legal de todas las familias”.

“Lo cierto es que podrán venir tiempos difíciles, pero más temprano que tarde nos encontraremos en un abrazo de igualdad plena. Que nadie se esconda ni esconda su amor, porque ese día nos espera”, expresó.

El gobernante dijo que el Estado está en la obligación de garantizar la igualdad para todos y todas y se comprometió que en su mandato luchará por la dignidad de las personas transexuales, lesbianas, gais y bisexuales que “aún hoy sufren por vivir al margen de la ley, por la negación de sus derechos o por el temor de ser sometidas a violencia física y emocional”.

“Pasaron 39 años desde aquella noche en el Stonewall Inn, y somos parte de la generación que tiene el desafío de convertir el Siglo XXI en el siglo de la igualdad. El camino que nos queda por recorrer lo recorreremos juntos, todas las personas, todas las familias, hasta que la dignidad, el respeto y el amor sean derechos de todos y todas y privilegios de nadie”, puntualizó Carlos Alvarado.

Costa Rica ha avanzado en los últimos años en materia de aseguramiento, pensiones, herencias, identidad de género y atención médica de las parejas LGBTI, pero aún no ha legalizado las uniones civiles ni los matrimonios entre personas del mismo sexo.

En enero pasado la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) emitió una opinión consultiva, en respuesta a una consulta de Costa Rica, en la que el Tribunal determina que es obligación de los Estados reconocer la identidad de género y los derechos familiares de la población LGBTI, entre ellos el matrimonio.

El Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), que tiene a su cargo el registro civil, mantiene en estudio la opinión consultiva de la Corte Interamericana para determinar si avala los matrimonios.

Fuente Cáscara Amarga

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Dom 15.4.18. Resurrección: Cuerpo y comida, perdón y Espíritu Santo

Domingo, 15 de abril de 2018
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30652926_963918797118646_3780939794933646511_nDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo III de Pascua, Lc 24, 36-49. Este evangelio ofrece la experiencia central de los discípulos reunidos, que reciben a Jesús y le conocen cuando él come con (ante) ellos y les concede el “poder” de perdonar y extender su pascua. De esa forma muestra que nosotros mismos somos la resurrección de Dios Jesús resucitado.

No están sólo Doce, está toda la Iglesia, formada por los Once (falta Judas) con las mujeres de Lc 24, 1-11 (que han convertido a esos Once), los fugitivos de Emmaús, 24, 13-35 (que han dado testimonio a todos) y los otros compañeros (cf. Lc 24, 9.33). Son muchos, los ciento veinte que cita Hch 1, 15, la comunidad que espera y acoge a Jesús. Somos (estamos) todos los cristianos, llamados a ser resurrección de Cristo, que nos ofrece sus cuatro signos:

— El primer signo de pascua es el cuerpo, las manos y los pies… No es cuerpo en la forma anterior de muerte, pero es el mismo: Pies y manos, signo y testimonio de la corporalidad humana, hecha de pies y manos, corazones y presencia. Cristo resucita en el cuerpo sufriente de la humanidad llamada al respeto, al cuidado y respeto, al cariño y amor que resucitan. Sin cuerpo no hay Cristo, no hay vida de Dios en la tierra (como tierra).

— El segundo signo es la comida. Ciertamente, Jesús resucitado no come como antes, el texto es simbólico… Pero en el sentido más profundo del símbolo él es Cuerpo que necesita comer pan o pescado, leche o miel, compartiendo la comida de su cuerpo eclesial, de todos los creyentes y en especial de los hambrientos de la tierra. Cristo resucita como pan real, concreto:los hombres y mujeres vivan, que los pobres se alimenten, que todos puedan compartir comida y esperanza, eso es resurrección. Una iglesia donde los creyentes no comen (no comparten la comida) no es Jesús resucitado.

— El tercero es el perdón… El signo más hondo de resucitado no es un tipo de visión contemplativa aislada, separada de los otros, en medio de una tierra de lucha mutua, engaño y muerte. Cristo resucita en el perdón mutuo del amor que se ofrece y recibe, un perdón que es patrimonio de todos los creyentes, pues donde ellos se perdonan y extienden el perdón sobre la tierra vive Dios y el Cristo resucita. Creer en la pascua es perdonarse y perdonar, es amarse y amar, pero de tal forma que allí donde no se perdona Jesús resucitado no puede mostrarse. Nosotros mismos al perdonarnos somos la resurrección de Dios.

— El cuarto signo es el Espíritu Santo, esto es, la presencia creadora y transformadora de Dios que convierte a los hombres en portadores de vida, de Jesús resucitado. En este último sentido, nosotros mismo, acogiendo y ofreciendo la Palabra de la Vida de Dios somos el Espíritu Santo, la vida extendida de Dios, su resurrección.

Siga leyendo quien quiera entender mejor esta palabra de vida, que es el testimonio de la resurrección de Jesús según el evangelio de Lucas, que queremos comparar con el de Juan. Buen domingo a todos.

Texto

[Visión]Hablaban de estas cosas, cuando él (=Jesús) se presentó entre ellos y les dijo:
– La paz con vosotros.

[Identidad]Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero él les dijo:
– ¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón?
Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo.
Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo.
Y, diciendo esto, los mostró las manos y los pies.

[Comida] Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo:
– ¿Tenéis aquí algo de comer? Ellos le dieron un trozo de pez asado.
[muchos manuscritos añaden: y un trozo de panal con miel].
Lo tomó y comió delante de ellos.

[Palabra]Después les dijo:
– Estas son aquellas palabras mías que os hablé cuando aún estaba con vosotros:
Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito
en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí.

[Misión de perdón] Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo:
– Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos…

[Espíritu Santo] Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre.
Vosotros permaneced en la ciudad hasta recibir el Poder de lo alto (Lc 24, 36-49).

Explicación

Este es así el testimonio total de la pascua según Lucas. En contra de lo que parece indicar Hech 1,3 (¡Jesús se habría aparecido muchas veces!), este pasaje que Jesús se ha mostrado sólo una vez y para siempre al conjunto de la Iglesia. Estos son los signos de su presencia, los elementos fundantes de la Iglesia:

– Visión. Parece un fantasma (24, 36-37).

Viene y dice la paz sea con vosotros, conforme al saludo normal entre judíos. Pero algunos que le miran sienten miedo, pensando que es un espíritu (Lc 24, 37; cf. Jn 20, 24-29). Es muy posible que se trate de una acusación de los no creyentes del entorno contra los cristianos: ¡habéis visto un fantasma!. Así habían rechazado los “sabios” discípulos a las mujeres de la tumba vacía (cf. Lc 24, 11.23).

La historia antigua y moderna está llena de visiones: muchos han visto figuras “celestes”: ovnis y vírgenes, rostros de carácter simbólico o fantástico. En sentido general, no podemos dudar de ellas, porque el ser humano tiene gran capacidad de alucinación, de tal modo que muchos forman (dicen recibir) y descubren (miran) imágenes precisas (religiosas, mágicas, etc.) de realidades que les desbordan. Entre ese tipo de personas podrían encontrarse los primeros “testigos” de la pascua. Por eso, la acusación es lógica. Los mismos discípulos deben estar preparados para superarla.

– Identidad. “¿Por qué estáis turbados?

Mirad mis manos y mis pies” (Lc 24, 38-40). Fantasma es algo que se forma en la imaginación. Jesús en cambio viene de la historia antigua: es un hombre real y concreto que ha vivido y ha muerto: conserva su corporalidad en el sentido fuerte del término. Según eso, la pascua no es evasión de fantasía que nos lleva y pierde entre ilusiones, sino encuentro con Jesús resucitado, que vuelve a llevarnos a la corporalidad de su vida y de su muerte, como indicará la eucaristía. Leer más…

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Perdón, resurrección y misión. Domingo 3º de Pascua. Ciclo B

Domingo, 15 de abril de 2018
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20._jesus_appears_at_emmaus-lowresDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El perdón

            Las tres lecturas de hoy coinciden en el tema del perdón de los pecados a todo el mundo gracias a la muerte de Jesús. La primera termina: “Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.” La segunda comienza: “Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el justo.” En el evangelio, Jesús afirma que “en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos”.

Gente con muy poco conocimiento de la cultura antigua suele decir que la conciencia del pecado es fruto de la mentalidad judeo-cristiana para amargarle la vida a la gente. Pero la angustia por el pecado se encuentra documentada milenios antes, en Babilonia y Egipto. Lo típico del NT es anunciar el perdón de los pecados gracias a la muerte de Jesús.

La resurrección y sus pruebas

            El evangelio de este domingo concede especial importancia al tema de la resurrección. Imaginemos la situación de los primeros misioneros cristianos. ¿Cómo convencer a la gente para que crea en una persona condenada a la muerte más vergonzosa por las autoridades, religiosas, intelectuales y políticas? Necesitaban estar muy convencidos de que su muerte no había sido un fracaso, de que Jesús seguía realmente vivo. Y la certeza de su resurrección la expresaban con los relatos de las apariciones. En ellas se advierte una evolución muy interesante:

  1. En el relato más antiguo, el de Marcos, Jesús no se aparece; es un ángel quien comunica a las mujeres que ha resucitado, y éstas huyen asustadas sin decir nada a nadie (Mc 16,1-8).
  1. En el relato posterior de Mateo, a la aparición del ángel sigue la del mismo Jesús; su resurrección es tan clara que las mujeres pueden abrazarle los pies (Mt 28,9-10).
  1. Lucas parece moverse entre cristianos que tienen muchas dudas a propósito de la resurrección (recuérdese que en Corinto había cristianos que la negaban), y proyecta esa situación en los apóstoles: ellos son los primeros en dudar y negarse a creer, pero Jesús les ofrece pruebas físicas irrefutables: camina con los dos de Emaús, se sienta con ellos a la mesa, bendice y parte el pan. Pero sobre todo el episodio siguiente, el que leemos este domingo, insiste en las pruebas físicas: Jesús les muestra las manos y los pies, les ofrece la posibilidad de tocarlos, y llega a comer un trozo de pescado ante ellos.

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice:

̶  Paz a vosotros.

Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo:

̶  ¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.

Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:

̶  ¿Tenéis ahí algo que comer?

Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.

  1. Juan parece matizar el enfoque de Lucas: Jesús ofrece a Tomás la posibilidad de meter el dedo en sus manos y en el costado. Pero ese tipo de prueba física no es el ideal. Lo ideal es “creer sin haber visto”, como el discípulo predilecto cuando acude con Pedro al sepulcro. En esta misma línea se mueve la aparición final junto al lago: cuando llegan a la orilla y encuentran ven las brasas preparadas y el pescado (Jesús no come) “ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, pues sabían que era el Señor”. Juan ha expresado de forma magistral la unión de incertidumbre y certeza. No hay pruebas de que sea Jesús, pero no les cabe duda de que lo es.
  1. La sección final del evangelio de Marcos, que se añadió más tarde, inspirándose en relatos conocidos, ofrece un punto de vista muy curioso. Las personas que hablan de la resurrección de Jesús no parecen las más dignas de crédito: de María Magdalena había expulsado siete demonios; los dos que dialogan con él por el camino dicen que se les apareció «con otro aspecto». Parece lógico que no les crean. Sin embargo, Jesús les reprocha su incredulidad.

He querido alargarme en estas diferencias entre los evangelistas porque a menudo se utilizan los relatos de las apariciones como armas arrojadizas contra los que tienen dudas. Dudas tuvieron todos y, de acuerdo con los distintos ambientes, se contó de manera distinta esa certeza de que Jesús había resucitado y de que se podía creer en él como el Salvador al que merecía la pena entregarle toda la vida.

La sección final de Lucas

            El hecho de que Jesús comiese un trozo de pescado podría ser una prueba contundente para los discípulos, pero no para los lectores del evangelio, que debían hacer un nuevo acto de fe: creer lo que cuenta Lucas.

            Por eso, Lucas añade un breve discurso de Jesús que está dirigido a todos nosotros: en él no pretende probar nada, sino explicar el sentido de su pasión, muerte y resurrección. Y el único camino es abrirnos el entendimiento para comprender las Escrituras. A través de ella, de los anunciado por Moisés, los profetas y los salmos, se ilumina el misterio de su muerte, que es para nosotros causa de perdón y salvación.

Y les dijo:

̶  Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.

Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:

̶  Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.

La mejor prueba de la resurrección de Jesús

Las últimas palabras de Jesús anuncian el futuro: “En su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.” La frase final: “vosotros sois testigos de esto” parece dirigida a nosotros, después de veinte siglos. Somos testigos de la expansión del evangelio entre personas que, como dice la primera carta de Pedro, “lo amáis sin haberlo visto”. Esta es la mejor prueba de la resurrección de Jesús.

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3º Domingo de Pascua. 08 Abril, 2018

Domingo, 15 de abril de 2018
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iii-d-pascua

“Jesús se puso en medio de ellos y les dijo: ‘Paz a vosotros.’ Entonces ellos, espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados y surgen dudas en vuestros corazones? Mirad mis manos y mis pies, que soy yo mismo; palpad y ved.’”

(Lc 24, 35-48).

En este tercer domingo de Pascua leemos el mismo episodio que el domingo pasado, esta vez en el evangelio de Lucas. Nos encontramos en el tiempo que va entre la Resurrección de Jesús y su Ascensión al cielo. Es un tiempo en que Jesús hace saber a sus discípulos que, tal y como había dicho, ha resucitado, está vivo y está con ellos. Les devuelve el sentido.

En el evangelio de Lucas, justo antes del texto que leemos hoy, tenemos a Jesús manifestándose a los dos discípulos que iban hacia Emaús y que han vuelto corriendo a Jerusalén, y también se nos dice que se ha mostrado a Pedro. Ahora Jesús se aparece a sus discípulos reunidos, que viven una experiencia de comunidad. En ella, al fin entenderán plenamente quién es ese Mesías tantas veces incomprensible, y a partir de ahí podrán cumplir lo que les ha encargado: predicar la conversión y el perdón, vivir de la manera que les ha enseñado.

Desde que entraron en Jerusalén, los discípulos han vivido en el desconcierto. Su Maestro ha muerto. Antes, ha sufrido a manos de su propio pueblo, y en nombre de Dios. Ellos mismos, las personas más cercanas a él, lo han traicionado, negado, abandonado. Pero algo les sigue uniendo, esperan sin saber qué, y el desconcierto crece desde que han encontrado el sepulcro vacío y las mujeres aseguran su resurrección.

El evangelio nos habla en este punto de extrañamiento, de incomprensión, de tristeza, de expectativas defraudadas, de incredulidad. En el fragmento que leemos hoy, vemos que las primeras reacciones de los discípulos al ver a Jesús son de espanto, de duda, de turbación. Después empiezan a sentir alegría, aunque mezclada con sorpresa e incredulidad. Esta alegría será completa poco después, en la Ascensión. Junto con la alegría, la aparición del Maestro resucitado les trae comprensión y sentido. Ahora comprenden lo que Jesús les ha explicado tantas veces antes.

Si hasta aquel momento los seguidores de Jesús hablaban con desazón, ahora, de nuevo delante de él, callan y escuchan a su Maestro, que les quiere hacer entender que es el mismo que habían conocido de tan cerca, y que sigue presente y guiándolos hasta que recibirán el Espíritu en Pentecostés.

Oración

Padre, concédenos el don de sentir a Jesús siempre con nosotras. Que esta certeza llene nuestras vidas de alegría y de sentido. Que comprendamos todos los hechos de nuestra vida a la Luz de aquél que tú has resucitado.”

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Que les costara tanto creer, es una garantía para nosotros.

Domingo, 15 de abril de 2018
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resucitado4Lc 24, 35-48

Vamos a hacer un rápido repaso por todos los relatos de apariciones para que quede claro  que no son crónicas de lo que sucedió tal día a tal hora en cierto lugar. Si fueran relatos de algo que ha sucedido, los primeros que escriben los tendrían más recientes y podían hacerlo con mucha más precisión que aquellos que lo hacen habiendo pasado mucho más tiempo. Pero resulta que en los relatos pascuales que nos han llegado, pasa justo lo contrario.

Mc que es el primero que escribió, no sabe nada de apariciones. Incluso en el final canónico, que es un añadido del s. II, únicamente se mencionan algunas apariciones constatadas ya en otros evangelistas. En Mt tampoco hay ningún relato completo. Jesús se aparece a las mujeres que van al sepulcro y les manda anunciar a los discípulos que vayan a galilea y allí le verán. En un monte en Galilea se aparece Jesús y les manda a predicar y a bautizar. Lc y Jn, que son los últimos que escriben, tienen relatos con todo lujo de detalles, lo que nos indica que los relatos se han ido elaborando por la comunidad a través de los años.

Lc y Jn nos trasmiten relatos muy elaborados teológicamente. En los textos más antiguos se habla siempre de (ôphthè) “dejarse ver”. Es un término técnico, que normalmente se traduce por aparecerse, pero no es una traducción adecuada. Para que veáis la dificultad de traducir esa palabreja, basta recordar que Pablo la utiliza en 1 Cor, 15 para decir que Cristo se apareció a Cefas, a Santiago y a Pablo; y en 1 Tim 3,16, para decir que se apareció a los ángeles. La misma palabra se emplea para decir que Moisés y Elías se “aparecieron” junto a Jesús. Las lenguas de fuego también “aparecieron” sobre los apóstoles en Pentecostés.

En los relatos más tardíos, se tiende a la materialización de la presencia, tal vez para contrarrestar la duda, que se destaca cada vez más. En Mt se duda que sea el Cristo; en Lc y Jn se duda de que sea Jesús de Nazaret. La materialización y la duda están relacionadas entre sí. Cuando los testigos de la vida de Jesús van desapareciendo, se siente la necesidad de insistir en la corporeidad del Jesús resucitado. Caen en la trampa en la que nosotros seguimos aprisionados: confundir lo real con lo que se puede constatar por los sentidos.

En el evangelio de Lc todas las apariciones y la subida al cielo tienen lugar en el mismo día. En el episodio que leemos hoy, Jesús aparece ‘a los once y a todos los demás’, de improviso, como había desaparecido después de partir el pan en Emaús. Se presenta en medio, no viene de ninguna parte. El relato de Emaús, que precede, había dejado claro que Jesús se hace presente en el camino de la vida, en la Escritura y en la fracción del pan. Aquí se hace presente en medio de la comunidad reunida. Esto lo tenía ya muy claro la primitiva iglesia, cincuenta o sesenta años después de la muerte de Jesús, cuando se escribió este evangelio.

Llenos de miedo. No tiene mucha lógica. Los discípulos ya conocían el anuncio de las mujeres, la confirmación del sepulcro vacío, y una aparición al mismo Pedro que el evangelio menciona, pero no narra. Los de Emaús estaban contando lo que les acababa de pasar. Si a pesar de todo siguen teniendo miedo, quiere decir que fue difícil comprender que la Vida puede vencer a la muerte. También nos advierte de que, lo que se narra no pudo ser una invención de los discípulos, porque no estaban nada predispuestos a esperar lo sucedido. En Jn, los discípulos tienen miedo de los judíos; en Lc, tienen miedo del mismo Jesús.

“Creían ver un fantasma”. El texto se empeña en que tomemos conciencia de lo difícil que fue reconocer a Jesús. Los que acaban de llegar de Emaús caminan varios kilómetros con él y cenan con él sin conocerle. Incluso Magdalena pensó que se trataba del hortelano. ¿Qué nos quieren decir estas acotaciones? Era Jesús, pero no era él. En relato de hoy se dice: “Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros”. ¿Es que en ese momento no estaba con ellos? Estas incongruencias nos tienen que abrir los ojos.

Mirad mis manos y mis pies, palpadme. Las manos y los pies, prueba de su muerte por amor en la cruz; y de que ese Jesús que se deja ver ahora, es el mismo que crucificaron. Una vez más se insiste en la materialidad, para demostrar que no se trata de fantasías o ilusiones de los discípulos. En absoluto estaban predispuestos a creer en la resurrección, más bien se les impuso contra el común sentir de todos ellos. Esto da plena garantía de autenticidad a lo que nos quieren trasmitir, aunque al empaquetarlo en una narración, tenemos el peligro de quedarnos en el cuento. No les importa la falta de lógica del relato.

Así estaba escrito. Lc insiste, siempre que tiene ocasión, en que se tienen que cumplir las Escrituras. En todos los salmos que hablan de siervo doliente, termina con la intervención de Dios que se pone de su parte y reivindica al humillado. Los primeros cristianos eran todos judíos; no tenían otro universo religioso para interpretar a Jesús que su Escritura. A pesar de que Jesús dio un paso de gigante sobre las Escrituras a la hora de decirnos quién es Dios, ellos siguen echando mano del AT para interpretar su figura. Al insistir en que la Escrituras se tienen que cumplir, nos está diciendo que todo está bajo el control de Dios.

Mientras estaba con vosotros. Indica con toda claridad que ahora no está con ellos físicamente. Estas son las pistas que tenemos que advertir para no caer en la trampa de una interpretación material. Jesús está presente en medio de la comunidad. Su presencia es objeto de experiencia personal, pero no se trata de la misma presencia de la que disfrutaron cuando vivía con ellos. Jesús es el mismo, pero no está con ellos de la misma manera que lo hacía cuando andaba por los caminos de Galilea. Esta presencia de Jesús en medio de la comunidad es mucho más real que antes. Ahora es cuando descubren al verdadero Jesús.

También el encargo de predicar se apoya en la Escritura. La buena nueva es la conversión y el perdón. Si pecado es toda opresión, el dejarse matar, antes que oprimir a nadie, es la señal de que el pecado está superado. La buena noticia de Jesús es que Dios es amor. Su experiencia del Abba nos tiene que tranquilizar a todos. En la primera lectura, Pedro, y en la segunda Juan, nos recuerdan que somos nosotros los que debemos manifestar ese amor de Dios. “Arrepentíos y convertíos para que se perdonen los pecados“; y Juan: “Quien dice, yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él”.

Para terminar, recordar la última diferencia notable entre Lc y Jn. En Jn exhala su aliento sobre ellos y les confiere el Espíritu. En Lc les promete que se lo enviará. La diferencia es solo aparente, porque el Espíritu ni tiene que mandarlo ni tiene que venir de ninguna parte. Es una realidad Espiritual que está siempre en nosotros. Podemos decir que llega a nosotros cuando lo descubrimos y dejamos que su presencia renueve todo nuestro ser.

La epístola de Jn tiene que hacernos reflexionar. Quien dice: yo le conozco y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso. Está claro que no habla de un conocimiento teórico, sino de una identificación con él. Una erudición exhaustiva sobre la figura de Jesús no garantiza una vida cristiana. Aceptar con escrupulosidad todos los dogmas no dará garantía ninguna de verdadera salvación en Jesús. No se trata de conocer mejor a Jesús, sino de nacer a la Vida que él vivió y desplegarla con la mayor intensidad posible.

Meditación

Jesús se hace presente en medio de la comunidad.
Ésta es la realidad pascual vivida por los primeros seguidores.
Ésta es la realidad que tememos que vivir hoy.
Somos nosotros los que tenemos que hacerle presente.
Eso solo es posible a través del amor manifestado.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La Amada de Jesús Resucitado.

Domingo, 15 de abril de 2018
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mary-magdalene-6e5a131d0dc85e1439fe556313b910251421f22f-s6-c30Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama (S.Agustín)

15 de abril. III domingo de Pascua

Lc 24, 35-48

Ellos por su parte contaron lo que les había sucedido en el camino

La resurrección de Jesús es un signo que expresa una vida nueva y un modo de actuar diferente. El personaje no es un fantasma, como creyeron sus discípulos cuando se les apareció días después en las orillas del Mar de Galilea. Al revés, le sentimos más cercano, similar a una fuerza que nos impulsa a una nueva forma de vivir. Fue El sueño de lo posible, como las sugerentes esculturas tituladas El Ajedrez, de Gustavo Herrera, que decoran uno de los parques madrileños.

En la obra de María y José Ignacio López Vigil Otro Dios es posible, Jesús dice: “Encontrar a María fue como encontrar una perla de gran valor… La lámpara de su cuerpo eran sus ojos… Era muy alegre… Con ella, el Reino era un banquete, una fiesta”. A propósito de lo cual, comentan “Que María la de Magdala sea presentada como primer testigo de la resurrección de Jesús en el cuarto evangelio (Juan 20, 1-18) indica la importancia de esta mujer en el movimiento de Jesús y en la primera comunidad de quienes integraron el movimiento”.

En la película La última tentación, del griego Nikos Zazantzaquis, y El Código da Vinci, del estadounidense Dan Brown, se resalta el gran valor que en la vida de Jesús tuvo María Magdalena. Y en el Evangelio apócrifo de Felipe, es mencionada como particularmente próxima al Maestro: “Tres eran las que caminaban continuamente con el Señor: su madre María, la hermana de ésta y Magdalena, a quien se designa como su compañera. En otro fragmento de este mismo evangelio se lee: Y la compañera del Señor es María Magdalena. En otro texto se añade que la amaba más que a ninguno de sus seguidores. Tanto que los demás discípulos acabaron quejándose por tan patente preferencia, y le dijeron: ¿Por qué la amas más que a ninguno de nosotros?

El texto de Jn 20, 15 sobre lo acaecido en la mañana de la resurrección, pone de relieve las preferencias de María por el resucitado: “Jesús le dice: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, tomándole por el hortelano le dice: señor, si tú te lo has llevado dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo”. El pintor italiano Antoni Allegri da Correggio detuvo el instante en un óleo sobre tabla, hoy en el Museo Nacional del Prado. Un Cristo tranquilo y sereno, con una Magdalena muy efusiva que le mira embelesada. Jesús aparece con un manto azul símbolo del cielo a donde va a subir, frente a los colores más cálidos del vestido de María. Con el brazo derecho hacia abajo parece decirle el Noli me tangere –no me toques-, mientras con el izquierdo le señala el cielo. Parece estarle recordando las palabras de Juan: “No me retengas más, porque todavía no he subido a mi Padre; anda, vete y diles a mis hermanos que voy al Padre, que es vuestro Padre; mi Dios, que es vuestro Dios (Jn 20, 17).

“Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama”, decía S. Agustín. Y lo que Magdalena amaba estaba claro en la mirada dirigida a Jesús en el cuadro de Correggio. A ella le transmitió el encargo de comunicar el acontecimiento a los Apóstoles.

AMOR DE ENAMORADA

Yo quiero estar enamorado
del Jesús Jardinero
que cultiva las rosas.

Y una mujer que llore y que me busque
como hacía María Magdalena.

Quiero que con Jesús
sea ella Jardinera
y vengan a buscarme,
pues nadie sabe como ellos
cultivar mi enamoramiento.

(EVANGÉLICO CUARTETO. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¡Palpadme!

Domingo, 15 de abril de 2018
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laaLucas 24, 35-48

Las lecturas del tiempo pascual nos ofrecen el testimonio de muchos hombres y mujeres que experimentaron, de diferentes formas, que Jesús estaba vivo. A partir de esa experiencia, pudieron ayudar a muchas otras personas con su testimonio. Eran testigos y se convirtieron también en maestr@s de espiritualidad.

El evangelio de hoy no es una secuencia de una película, es un camino para que aprendamos a ser testigos hoy y demos testimonio con valentía (y, a ser posible, con salero). Por eso, podemos comenzar preguntándonos: ¿cómo y cuándo nos encontramos con Jesús resucitado, personalmente y en comunidad? ¿Cómo transforma esta experiencia nuestra vida?

Cuando unas mujeres tuvieron esta experiencia, los apóstoles se sobresaltaron (se descolocaron, diríamos hoy). ¿También se burlarían de ellas, porque sus palabras “les parecieron un delirio”?

La catequesis de Emaús nos invita a tomar conciencia de que otras personas experimentaron que ni la cruz, ni el fracaso, tenían la última palabra. La Vida se abría paso al partir el pan. Cualquier cena podía reavivar el fuego y hacer que volviera a arder su corazón, siempre que fueran capaces de descubrir a Jesús en esa cena-Eucaristía.

En el texto de hoy, el resucitado se hace presente como portador de paz. Pero el grupo no puede reconocerlo porque sus mentes están llenas de miedo. Y donde está presente el miedo, no cabe la fe, a menos que el miedo se rinda y deje el espacio libre.

Confunden a Jesús con un fantasma. ¿Con qué o con quién lo confundo yo? ¿Con una varita mágica que me concederá lo que le pido, si me pongo cansina? ¿Con un juez que me juzgará el último día? ¿Con un economista que lleva cuenta exacta de todo lo bueno y malo que hago? ¿Con un ser “de quita y pon”, al que recurro solo en momentos de necesidad y olvido a diario, porque gestiono bien la vida sin su presencia?

¿Con qué “disfraz” he colocado a Jesús en la hornacina de mi vida, en lugar de dejarme transformar por el Viviente?

¿Qué ocurre en nuestras parroquias y comunidades? Si viene alguien de fuera ¿qué percibe? ¿Nos relacionamos con un pastor amable y dulce que no nos pide gestos de conversión y al que contentamos con ritos y más ritos? ¿Con un revolucionario que solo nos invita a luchar, aunque perdamos la caridad en el intento? ¿Hacia dónde caminan nuestras comunidades y cómo vivimos la experiencia de que nos convoca Jesús resucitado?

Jesús les invita a palparle. Preciosa catequesis que nos anima a perder el miedo y tener con Jesús un encuentro “cuerpo a cuerpo”, en lugar de que nuestra mente o “la doctrina” nos hablen de Él. Como Jacob, luchemos hasta rendirnos, hasta quedar “tocad@s”. ¿A qué tenemos miedo?

Quienes se acercaban a las primeras comunidades tenían dificultades para reconocer al Viviente tras el cuerpo de un crucificado. En los diferentes textos de las apariciones nos dicen que el reconocimiento de Cristo, fue lento y costoso.

Lucas tiene la difícil tarea de explicar que el resucitado y Jesús de Nazaret son la misma persona. Y lo hace con las claves literarias de su tiempo. Para nosotros es impensable que Jesús, resucitado, masticara el pescado para demostrar que estaba vivo. Pero, de este modo, las comunidades podían recordar las comidas en las que Jesús se había hecho presente y abrirse a una realidad nueva, que estaba más allá de lo que percibían por los sentidos.

Ni entonces, ni ahora, es fácil abrirnos a esa realidad; la Historia de la Iglesia nos muestra que muchos hombres y mujeres han traspasado ese umbral a través del servicio a las personas más pobres.

Dar de comer al hambriento y de beber al sediento no solo beneficia a quien lo recibe, sino que es un camino seguro para reconocer a Jesús, vivo, en cada persona.

Este encuentro con Jesús también nos abre el entendimiento y nos ayuda a comprender las Escrituras desde otra perspectiva.

Sin ese encuentro, podemos pasar toda nuestra vida estudiando la Palabra como quien disecciona un cadáver. Seremos capaces de explicar cada versículo, sin habernos dejado encontrar por el Viviente. Podemos estudiar teología y vivir como si no hubiera resurrección. Podemos organizar las comunidades eclesiales como si fueran la mejor ONG.

Entonces… ¿de qué y de quien damos testimonio?

¿Dónde es urgente dar testimonio del Viviente hoy y ayudar a la gente a palparle?

Marifé Ramos

(http://www.mariferamos.com/)

Fuente Fe Adulta

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