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Leonardo Boff: “¿Vale más el lucro o la vida? Lo que nos está salvando es lo que le falta al capitalismo: la solidaridad, la cooperación”

Sábado, 18 de julio de 2020
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“El capitalismo se caracteriza por explotar hasta el límite la fuerza de trabajo, por el pillaje de los bienes y servicios de la naturaleza, en fin, por la mercantilización de todas las cosas”

“¿Debemos salvar la economía o salvar vidas humanas? Si hubiéramos seguido la lógica del capital, todos estaríamos en peligro”

“Los que buscan una transición paradigmática, dentro de la cual me sitúo yo, deben proponer otra forma de habitar la Casa Común”

Para comprender el significado del coronavirus, tenemos que encuadrarlo en su debido contexto, no verlo aisladamente bajo la perspectiva de la ciencia y de la técnica siempre necesarias. El coronavirus viene da la naturaleza, contra la cual los seres humanos, particularmente a través del capitalismo global desde hace siglos, llevan a cabo una guerra sistemática contra esta naturaleza y contra la Tierra.

El capitalismo neoliberal gravemente herido

Concentrémonos en la causa principal que es el orden capitalista. Conocemos la lógica del capitalismo. Él se caracteriza por explotar hasta el límite la fuerza de trabajo, por el pillaje de los bienes y servicios de la naturaleza, en fin, por la mercantilización de todas las cosas. De una economía de mercado hemos pasado a una sociedad de mercado. En ella las cosas inalienables se transforman en mercancía: Karl Marx en su Miseria de la Filosofía de 1847, lo ha descrito bien: «Cosas intercambiadas, dadas pero jamás vendidas… todo se ha vuelto venal como la virtud, el amor, la opinión, la ciencia y la conciencia… todo se ha vuelto vendible y llevado al mercado». Él llamó a esto el “tiempo de la corrupción general y de la venalidad universal” (ed.Vozes 2019, p.54-55). Es lo que se implantó desde el fin de la segunda guerra mundial.

Nosotros seres humanos, bajo el modo de producción capitalista hemos roto todos los lazos con la naturaleza, convirtiéndola en un baúl de recursos, considerados ilusamente ilimitados, en función de un crecimiento considerado también ilusamente ilimitado. Resulta que un viejo y limitado planeta no puede soportar un crecimiento ilimitado.

La Tierra viva, Gaia, un superorganismo que articula todos los factores para continuar viva y producir y reproducir siempre todo tipo de vida, ha empezado a reaccionar y a contraatacar mediante el calentamiento global, los eventos extremos en la naturaleza, y el envío de sus armas letales, que son los virus y las bacterias (gripe porcina, aviar, H1N1, zika, chikungunya, SARS, ébola y otros), y ahora el de la COVID-19, invisible, global y letal.

Este virus ha puesto a todos de rodillas, especialmente a las potencias militaristas cuyas armas de destrucción masiva (que podrían destruir toda la vida varias veces) resultan totalmente superfluas y ridículas.

A propósito de la COVID-19 ha quedado claro que cayó como un meteoro rasante sobre el capitalismo neoliberal desmantelando su ideario: el beneficio, la acumulación privada, la competencia, el individualismo, el consumismo, el estado mínimo y la privatización de la cosa pública y los bienes comunes. Ha sido gravemente herido. Ha producido demasiada iniquidad humana, social y ecológica, hasta el punto de poner en peligro el futuro del sistema-vida y del sistema-Tierra.

Mientras, planteó inequívocamente la disyuntiva: ¿vale más el lucro o la vida? ¿Debemos salvar la economía o salvar vidas humanas? Según el ideario del capitalismo, la elección sería salvar la economía en primer lugar y luego las vidas humanas. Pero hasta hoy nadie ha encontrado la fórmula mágica para articular las dos cosas: producir riqueza y evitar la contaminación de los trabajadores. Si hubiéramos seguido la lógica del capital, todos estaríamos en peligro.

Lo que nos está salvando es lo que le falta a él: la solidaridad, la cooperación, la interdependencia entre todos, la generosidad y el cuidado mutuo de la vida de unos y otros y de todo lo que vive y existe.

Alternativas posibles para el poscoronavirus

El gran desafío que se nos plantea a cada uno de nosotros, la gran pregunta, especialmente a los dueños de las grandes corporaciones multinacionales es: ¿Cómo continuar? ¿Volver a lo que era antes? ¿Recuperar el tiempo y los beneficios perdidos?

Muchos dicen: volver simplemente a lo que era antes sería un suicidio, porque la Tierra podría volver a contraatacar con virus más violentos y mortales. Los científicos ya han advertido que dentro de poco podemos sufrir un ataque aún más feroz si no aprendemos la lección de cuidar la naturaleza y desarrollamos una relación más amistosa con la Madre Tierra.

Enumero aquí algunas alternativas, pues los señores del capital y las finanzas están en una furiosa pugna entre ellos para salvaguardar sus intereses y sus fortunas. La primera alternativa sería volver al sistema capitalista neoliberal pero ahora de forma extremadamente radical. El 0,1% de la humanidad, los multimillonarios, serían quienes utilizarían la inteligencia artificial con capacidad para controlar a cada persona del planeta, desde su vida íntima a la privada y la pública. Sería un despotismo de otro orden, cibernético, bajo la égida del control/dominación total de la vida de las poblaciones.

Esta alternativa no ha aprendido nada de la COVID-19, ni ha incorporado el factor ecológico. Bajo la presión general puede asumir una responsabilidad socioecológica para no perder beneficios ni seguidores. Pero siempre que hay un poder dominador surge un antipoder incluso con rebeliones causadas por el hambre y la desesperación.

La segunda alternativa sería el capitalismo verde, que ha sacado lecciones del coronavirus y ha incorporado el hecho ecológico: reforestar lo devastado, conservar la naturaleza existente al máximo. Pero no cambiaría el modo de producción ni la búsqueda de beneficio.

Lo verde no discute la desigualdad social perversa y haría de todos los bienes naturales una ocasión de ganancia. Ejemplo: no sólo ganar con la miel de abejas, sino también con su capacidad de polinizar otras plantas. La relación con la naturaleza y la Tierra es utilitaria y no se le reconocen derechos, como declara la ONU, ni su valor intrínseco, independiente del ser humano. Sigue todavía antropocéntrico.

La tercera sería el comunismo de tercera generación, que no tendría nada que ver con las anteriores, poniendo los bienes y servicios del planeta bajo una administración colectiva y central. Podría ser posible, pero supone una nueva conciencia, además de no dar centralidad a la vida en todas sus formas. Seguiría siendo antropocéntrico. Está en parte representado por los filósofos Zizek y Badiou. Debido a los perjuicios existentes y al recuerdo de lo que fue el comunismo de Estado del imperio soviético, controlador y represor, tiene pocos seguidores.

La cuarta sería el eco-socialismo, con mayores posibilidades. Supone un contrato social global con un centro plural de gobierno para resolver los problemas globales de la humanidad. Los bienes y servicios naturales limitados y muchos no renovables se distribuirían equitativamente entre todos, con un consumo decente y sobrio que incluiría también a toda la comunidad de la vida, que también necesita medios de vida y de reproducción.

Esta alternativa estaría dentro de las posibilidades humanas, a condición de desarrollar una sólida conciencia ecológica, volverse un dato de toda la sociedad con responsabilidad por la Tierra y la naturaleza. A mi juicio es todavía sociocéntrico. Le falta incorporar la nueva cosmología y los datos de las ciencias de la vida, de la complejidad, viendo a la Tierra como un momento del gran proceso cosmogénico, biogénico y antropogénico: Tierra como Gaia, un superorganismo que se autorregula y garantiza la vida de todos los vivientes.

La quinta alternativa sería el buen vivir y convivir, ensayada durante siglos por los pueblos andinos. Es profundamente ecológica, porque considera a todos los seres como portadores de derechos. El eje articulador es la armonía que comienza con la familia, con la comunidad, con la naturaleza, con todo el universo, con los antepasados y con la Divinidad. Esta alternativa tiene un alto grado de utopía pero quizás la humanidad, cuando se descubra a sí misma como una especie viviendo en una única Casa Común, sea capaz de lograr el buen vivir y convivir.

Conclusión de esta parte: Está claro que la vida, la salud y los medios de vida están en el centro de todo, no el beneficio y el desarrollo (in)sostenible. Se exigirá más Estado con más seguridad sanitaria para todos, un Estado que satisfaga las demandas colectivas y promueva un desarrollo que obedezca a los límites y al alcance de la naturaleza.

Como el problema del coronavirus es global se hace necesario un contrato social global, con un cuerpo plural de dirección y coordinación, para implementar una solución global. O salvamos a la naturaleza y a la Tierra o engrosaremos la procesión de los que se dirigen al abismo.

¿Cómo buscar una transición ecológica, exigida por la acción mortífera de la COVID-19? ¿Por dónde empezar?

No podemos subestimar el poder del “genio” del capitalismo neoliberal: él es capaz de incorporar los datos nuevos, transformarlos en su beneficio privado y usar para ello todos los medios modernos de robotización, la inteligencia artificial con sus miles de millones de algoritmos y eventualmente las guerras híbridas. Puede convivir sin piedad, indiferente, con los millones y millones de hambrientos y arrojados a la miseria.

Por otra parte, los que buscan una transición paradigmática, dentro de la cual me sitúo yo, deben proponer otra forma de habitar la Casa Común, con una convivencia respetuosa de la naturaleza y cuidado con todos los ecosistemas, deben generar en la base social otro nivel de conciencia y nuevos sujetos portadores de esta alternativa. Para esa inmensa tarea tenemos que descolonizarnos de las visiones del mundo y de falsos valores como el consumismo inculcados por la cultura del capital. Tenemos que ser antisistema y alternativos.

Presupuestos para una transición bien sucedida

El primero es la vulnerabilidad de la condición humana, expuesta a ser atacada por enfermedades, bacterias y virus. Dos factores están en el origen de la invasión de microorganismos letales: la excesiva urbanización humana que ha avanzado sobre los espacios de la naturaleza destruyendo los hábitats naturales de los virus y las bacterias, que saltan a otro ser vivo o al cuerpo humano. El 83% de la humanidad vive en ciudades.

El segundo factor es la deforestación sistemática debida a la voracidad del capital, que busca la riqueza con el monocultivo de soja, de caña de azúcar, de girasol o con la producción de proteínas animales (ganado), devastando bosques y selvas, y desequilibrando el régimen de humedad y de lluvias en extensas regiones como la Amazonía.

Segundo presupuesto: la inter-retro-relación de todos con todos. Somos, por naturaleza, un nudo de relaciones orientado hacia todas las direcciones. La bioantropología y la psicología evolutiva han dejado claro que la esencia específica del ser humano es cooperar y relacionarse con todos. No hay ningún gen egoísta, formulado por Dawkins a finales de los 60 del siglo pasado sin ninguna base empírica. Todos los genes están interrelacionados entre sí y dentro de las células. Nadie está fuera de la relación. En este sentido, el individualismo, valor supremo de la cultura del capital, es antinatural y no tiene ninguna sustentación biológica.

Tercero presupuesto es el cuidado esencial: Pertenece a la esencia de lo humano el cuidado sin el cual no subsistiríamos. El cuidado es además una constante cosmológica: las cuatro fuerzas que sostienen el universo (la gravitatoria, la electromagnética, la nuclear débil y la nuclear fuerte) actúan sinérgicamente con extremo cuidado sin el cual no estaríamos aquí reflexionando sobre estas cosas.

El cuidado supone una relación amiga de la vida, protectora de todos los seres porque los ve como un valor en sí mismos, independiente del uso humano. Fue la falta de cuidado de la naturaleza, devastándola, lo que hizo que los virus perdieran su hábitat, conservado durante miles de años y pasaran a otro animal o al ser humano. El ecofeminismo ha aportado una contribución significativa a la preservación de la vida y de la naturaleza con la ética del cuidado desarrollada por ellas, porque el cuidado es del ser humano, pero adquiere una especial densidad en las mujeres.

Cuarto presupuesto: la solidaridad como opción consciente. La solidaridad está en el corazón de nuestra humanidad. Los bioantropólogos nos han revelado que este dato es esencial al ser humano. Cuando nuestros antepasados buscaban sus alimentos, no los comían aisladamente. Los llevaban al grupo y servían a todos empezando por los más jóvenes, después a los mayores y luego a todos los demás. De esto surgió la comensalidad y el sentido de cooperación y solidaridad. Fue la solidaridad la que nos permitió dar el salto de la animalidad a la humanidad. Lo que fue válido ayer también vale para hoy.

Esta solidaridad no existe sólo entre los humanos. Es otra constante cosmológica: todos los seres conviven, están involucrados en redes de relaciones de reciprocidad y solidaridad de forma que todos puedan ayudarse mutuamente a vivir y co-evolucionar. Incluso el más débil, con la colaboración de otros subsiste, tiene su lugar en el conjunto de los seres y coevoluciona.

“El ecofeminismo ha aportado una contribución significativa a la preservación de la vida y de la naturaleza con la ética del cuidado desarrollada por ellas”

El sistema del capital no conoce la solidaridad, solo la competición que produce tensiones, rivalidades y verdaderas destrucciones de otros competidores en función de una mayor acumulación. Hoy en día el mayor problema de la humanidad no es ni el económico, ni el político, ni el cultural, ni el religioso, sino la falta de solidaridad con otros seres humanos que están a nuestro lado. El capitalismo ve a cada uno como un consumidor eventual, no como una persona humana con sus preocupaciones, alegrías y sufrimientos.

Es la solidaridad la que nos está salvando ante el ataque del coronavirus, empezando por el personal sanitario que arriesga desinteresadamente su vida para salvar otras vidas. Vemos actitudes de solidaridad en toda la sociedad, pero especialmente en las periferias, donde la gente no puede aislarse socialmente y no tiene reservas de alimentos. Muchas familias que recibieron canastas de alimentos las repartían con otros más necesitados.

Pero no basta con que la solidaridad sea un gesto puntual. Debe ser una actitud básica, porque está en la esencia de nuestra naturaleza. Tenemos que hacer la opción consciente de ser solidarios a partir de los últimos e invisibles, de aquellos que no cuentan para el sistema imperante y son considerados como ceros económicos, prescindibles. Sólo así deja de ser selectiva y engloba a todos, porque todos somos coiguales y nos unen lazos objetivos de fraternidad.

Transición hacia una civilización biocentrada

Toda crisis hace pensar y proyectar nuevas ventanas de posibilidades. El coronavirus nos ha dado esta lección: la Tierra, la naturaleza, la vida en toda su diversidad, la interdependencia, la cooperación y la solidaridad deben ser centrales en la nueva civilización si queremos sobrevivir.

Parto de la interpretación siguiente: que nosotros fuimos los primeros que atacamos a la naturaleza y a la Madre Tierra durante siglos, pero ahora la reacción de la Tierra herida y la naturaleza devastada se está volviendo en contra nuestra. Tierra-Gaia y naturaleza están vivas y en tanto que vivas sienten y reaccionan a las agresiones. La multiplicación de señales que la Tierra nos ha enviado, empezando por el calentamiento global, la erosión de la biodiversidad del orden de 70-100 mil especies por año (estamos dentro de la sexta extinción masiva en la era del antropoceno y del necroceno) y otros eventos extremos, deben ser captados e interpretados.

O cambiamos nuestra relación con la Tierra y la naturaleza en el sentido de sinergia, cuidado y respeto, o la Tierra puede no querernos más sobre su superficie. Y esta vez no hay un arca de Noé que salve a algunos y deje perecer a los demás. O todos nos salvamos o todos pereceremos.

Casi todos los análisis de la COVID-19 se centraron en la técnica, la medicina, la vacuna para salvar vidas, el aislamiento social y el uso de mascarillas para protegernos y no contaminar a los demás. Todo eso hay que hacerlo y es indispensable.

Rara vez se habla de la naturaleza, aunque el virus vino de la naturaleza. Eso lo hemos olvidado. La transición de una sociedad capitalista de superproducción de bienes materiales a una sociedad que sustente toda la vida con valores humano-espirituales como el amor, la solidaridad, la compasión, la interdependencia, la justa medida, el respeto y el cuidado no se producirá de la noche a la mañana.

Será un proceso difícil que requiere, en palabras del Papa Francisco en su encíclica “Sobre el cuidado de la Casa Común”, una “conversión ecológica radical”, que nos llevará a incorporar relaciones de cuidado, protección y cooperación: un desarrollo hecho con la naturaleza y no contra la naturaleza.

El sistema imperante puede conocer una larga agonía, pero no tendrá futuro. En mi opinión, no seremos nosotros los que lo derrotaremos para siempre, sino la propia Tierra, negándole las condiciones para su reproducción al haber excedido los límites de los bienes y servicios de la Tierra superpoblada. Este colapso se verá reforzado por la acumulación de críticas y de prácticas humanas que siempre se han resistido a la explotación capitalista.

La incorporación del nuevo paradigma cosmológico, biológico y antropológico

Para una nueva sociedad posCOVID-19 hay que asumir los datos del nuevo paradigma, que ya tiene un siglo de existencia pero que hasta ahora no ha logrado conquistar la conciencia colectiva ni la inteligencia académica, ni mucho menos la cabeza de los “decision makers” políticos.

Este paradigma es cosmológico. Parte del hecho de que todo se originó a partir del big bang ocurrido hace 13.7 mil millones de años. De su explosión salieron las estrellas rojas gigantes y con su explosión, las galaxias, las estrellas, los planetas, la Tierra y nosotros mismos. Todos estamos hechos de polvo cósmico. La Tierra que tiene ya 4.3 mil millones de años y la vida unos 3.8 mil millones de años están vivas. La Tierra, y esto es un dato de ciencia ya aceptado por la comunidad científica, no sólo tiene vida en ella sino que está viva y produce todo tipo de vidas.

El ser humano que apareció hace unos 10 millones de años es la porción de la Tierra que en un momento de alta complejidad comenzó a sentir, a pensar, a amar y a cuidar. Por eso hombre viene de humus, de tierra buena.

Inicialmente mantenía una relación de coexistencia con la naturaleza, luego pasó a intervención en ella a través de la agricultura y en los últimos siglos ha llegado a la agresión sistemática mediante la tecnociencia. Esta agresión se ha llevado a cabo en todos los frentes hasta el punto de poner en peligro el equilibrio de la Tierra y ser incluso una amenaza de autodestrucción de la especie humana con armas nucleares, químicas y biológicas.

Esta relación de agresión está detrás de la actual crisis de salud. De seguir adelante, la agresión podría traernos crisis más fuertes hasta aquello que los biólogos temen: The Next Big One, aquel próximo gran virus inatacable y fatal que llevará a la desaparición de la especie humana de la faz de la Tierra.

Para evitar este posible armagedón ecológico, es urgente renovar con la Tierra viva el contrato natural violado: ella nos da todo lo que necesitamos y garantiza la sostenibilidad de los ecosistemas. Y nosotros, según el contrato, le devolvemos cuidado, respeto a sus ciclos y le damos tiempo para que regenere lo que le quitamos. Este contrato natural ha sido roto por ese estrato de la humanidad que explota los bienes y servicios, deforesta, contamina las aguas y los mares.

Es decisivo renovar el contrato natural y articularlo con el contrato social: una sociedad que se siente parte de la Tierra y de la naturaleza, que asume colectivamente la preservación de toda la vida, mantiene en pie sus bosques que garantizan el agua necesaria para todo tipo de vida, regenera lo que fue degradado y fortalece lo que ya está preservado.

La relevancia de la región: el biorregionalismo

Dado que la ONU ha reconocido a la Tierra como la Madre Tierra y los derechos de la naturaleza, la democracia tendrá que incorporar nuevos ciudadanos, como los bosques, las montañas, los ríos, los paisajes. La democracia sería socio-ecológica. Solamente Bolivia y Ecuador han inaugurado el constitucionalismo ecológico al reconocer los derechos de la Pacha Mama y de los demás seres de la naturaleza.

La vida será el faro orientador y la política y la economía estarán al servicio no de la acumulación sino de la vida. El consumo, para que sea universalizado, deberá ser sobrio, frugal, solidario. Y la sociedad estará suficiente y decentemente abastecida.

Para finalizar, una palabra sobre el biorregionalismo. La punta de lanza de la reflexión ecológica se está concentrando actualmente en torno a la región. Tomando la región, no como ha sido definida arbitrariamente por la administración, sino con la configuración que ha hecho la naturaleza, con sus ríos, montañas, bosques, llanuras, fauna y flora y especialmente con los habitantes que viven allí. En la biorregión se puede crear realmente un desarrollo sostenible que no sea meramente retórico sino real.

Las empresas serán preferentemente medianas y pequeñas, se dará preferencia a la agroecología, se evitará el transporte a regiones distantes, la cultura será un importante elemento de cohesión: las fiestas, las tradiciones, la memoria de personas notables, la presencia de iglesias o religiones, los diversos tipos de escuelas y otros medios modernos de difusión, de conocimiento y de encuentro con la gente.

Pensando en un futuro posible con la introducción del bioregionalismo, la Tierra sería como un mosaico hecho con distintas piezas de diferentes colores: son las diferentes regiones y ecosistemas, diversos y únicos, pero todos componiendo un único mosaico, la Tierra. La transición se hará mediante procesos que van creciendo y articulándose a nivel nacional, regional y mundial, haciendo crecer la conciencia de nuestra responsabilidad colectiva de salvar la Casa Común y todo lo que le pertenece.

La acumulación de nueva conciencia nos permitirá saltar a otro nivel donde seremos amigos de la vida, abrazaremos a cada ser porque todos, desde las bacterias originales, pasando por los grandes bosques, los dinosaurios, los caballos, los colibríes y nosotros, tenemos el mismo código genético, los mismos 20 aminoácidos y las 4 bases nitrogenadas o fosfatadas. Es decir, todos somos parientes unos de otros con una fraternidad terrenal real como afirman la Carta de la Tierra y la encíclica Laudato Si sobre el cuidado de la Casa Común del Papa Francisco. Será la civilización de la “felicidad posible” y de la “alegre celebración de la vida”.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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“Acoger a los pequeños”. 27 Tiempo Ordinario – B (Marcos 10, 2-16)

Domingo, 7 de octubre de 2018
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27_to_b-600x401Los fariseos plantean a Jesús una pregunta para ponerlo a prueba. Esta vez no es una cuestión sin importancia, sino un hecho que hace sufrir mucho a las mujeres de Galilea y es motivo de vivas discusiones entre los seguidores de diversas escuelas rabínicas: «¿Le es lícito al marido separarse de su mujer?».

No se trata del divorcio moderno que conocemos hoy, sino de la situación en que vivía la mujer judía dentro del matrimonio, controlado absolutamente por el varón. Según la Ley de Moisés, el marido podía romper el contrato matrimonial y expulsar de casa a su esposa. La mujer, por el contrario, sometida en todo al varón, no podía hacer lo mismo.

La respuesta de Jesús sorprende a todos. No entra en las discusiones de los rabinos. Invita a descubrir el proyecto original de Dios, que está por encima de leyes y normas. Esta ley «machista», en concreto, se ha impuesto en el pueblo judío por la dureza del corazón de los varones, que controlan a las mujeres y las someten a su voluntad.

Jesús ahonda en el misterio original del ser humano. Dios «los creó varón y mujer». Los dos han sido creados en igualdad. Dios no ha creado al varón con poder sobre la mujer. No ha creado a la mujer sometida al varón. Entre varones y mujeres no ha de haber dominación por parte de nadie.

Desde esta estructura original del ser humano, Jesús ofrece una visión del matrimonio que va más allá de todo lo establecido por la Ley. Mujeres y varones se unirán para «ser una sola carne» e iniciar una vida compartida en la mutua entrega, sin imposición ni sumisión.

Este proyecto matrimonial es para Jesús la suprema expresión del amor humano. El varón no tiene derecho alguno a controlar a la mujer como si fuera su dueño. La mujer no ha de aceptar vivir sometida al varón. Es Dios mismo quien los atrae a vivir unidos por un amor libre y gratuito. Jesús concluye de manera rotunda: «Lo que Dios unió que no lo separe el hombre».

Con esta posición, Jesús está destruyendo de raíz el fundamento del patriarcado bajo todas sus formas de control, sometimiento e imposición del varón sobre la mujer. No solo en el matrimonio, sino en cualquier institución civil o religiosa.

Hemos de escuchar el mensaje de Jesús. No es posible abrir caminos al reino de Dios y su justicia sin luchar activamente contra el patriarcado. ¿Cuándo reaccionaremos en la Iglesia con energía evangélica contra tanto abuso, violencia y agresión del varón sobre la mujer? ¿Cuándo defenderemos a la mujer de la «dureza de corazón» de los varones?

José Antonio Pagola

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Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos.

Domingo, 23 de septiembre de 2018
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EL POETA

«El poeta es su infancia».
Y el niño Rilke lo supo.

Una infancia bien soñada.
La que soñara y no tuvo.

Todo poeta es un niño
que se niega a ser adulto.

Podrán crecerle las barbas
de la ira o del orgullo.

Y caérsele a pedazos
el corazón ya maduro.

Pero conserva los ojos
deslumbradamente puros.

*

Pedro Casaldáliga

El tiempo y la espera,
Editorial Sal Terrae.

***

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía:

“El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.”

Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó:

“¿De qué discutíais por el camino?”

Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó llamó a los Doce y les dijo:

“Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.”

Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:

“El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.”

*

Marcos 9, 30-37

***

«Surgió entre los discípulos una discusión sobre quién sería el más importante» (Lc 9,46). Sabemos bien quién es el que siembra esta discusión entre las comunidades cristianas. Pero tal vez no tengamos bastante presente que no puede formarse ninguna comunidad cristiana sin que, antes o después, nazca esta discusión en ella. En cuanto se reúnen los hombres, ya empiezan a observarse unos a otros, a juzgarse, a clasificarse según un orden determinado. Y con ello ya empieza, en el mismo nacimiento de la comunidad, una terrible, invisible y a menudo inconsciente lucha a vida o muerte.

        Lo importante es que cada comunidad cristiana sepa que, ciertamente, en algún pequeño rincón «surgirá entre sus componentes la discusión sobre quién es el más importante». Es la lucha del hombre natural por su autojustificación. Ese hombre se encuentra a sí mismo sólo en la confrontación con los otros, en el juicio, en la crítica al prójimo. La autojustificación y la crítica van siempre de la mano, lo mismo que la justificación por la gracia y el servicio van siempre unidos. Como es cierto que el espíritu de autojustificación sólo puede ser superado por el espíritu de la gracia, los pensamientos particulares dispuestos a criticar quedan limitados y sofocados si no les concedemos nunca el derecho a abrirse camino, excepto en la confesión del pecado.

        Una regla fundamental de toda vida comunitaria será prohibir al individuo hablar del hermano cuando esté ausente. No está permitido hablar a la espalda, incluso cuando nuestras palabras puedan tener el aspecto de benevolencia y de ayuda, porque, disfrazadas así, siempre se infiltrará de nuevo el espíritu de odio al hermano con la intención de hacer el mal. Allí donde se mantenga desde el comienzo esta disciplina de la lengua, cada uno de los miembros llevará a cabo un descubrimiento incomparable: dejará de observar continuamente al otro, de juzgarle, de condenarle, de asignarle el puesto preciso donde se le pueda dominar y hacerle así violencia. La mirada se le ensanchará y al mirar a los hermanos, plenamente maravillado, reconocerá por vez primera la gloria y la grandeza del Dios creador. Dios crea al otro a imagen y semejanza de su Hijo, del Crucificado: también a mí me pareció extraña esta imagen, indigna de Dios, antes de que la hubiera comprendido.

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Dietrich Bonhoeffer,
Vida en comunidad,
Ediciones Sígueme, Salamanca 1997.

***

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“¿Por qué lo olvidamos?”. 25 Tiempo Ordinario – B (Marcos 9,30-37)

Domingo, 23 de septiembre de 2018
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25-852861-200x300Camino de Jerusalén, Jesús sigue instruyendo a sus discípulos sobre el final que le espera. Insiste una vez más en que será entregado en manos de los hombres y estos lo matarán, pero Dios lo resucitará. Marcos dice que «no entendían lo que quería decir, pero les daba miedo preguntarle». No es difícil adivinar en estas palabras la pobreza de muchos cristianos de todos los tiempos. No entendemos a Jesús y nos da miedo ahondar en su mensaje.

Al llegar a Cafarnaún, Jesús les pregunta: «¿De qué discutíais por el camino?». Los discípulos se callan. Están avergonzados. Marcos nos dice que, por el camino, habían discutido sobre quién era el más importante. Ciertamente es vergonzoso ver a Jesús, que camina hacia la cruz, acompañado de cerca por un grupo de discípulos llenos de estúpidas ambiciones. ¿De qué discutimos hoy en la Iglesia mientras decimos seguir a Jesús?

Una vez en casa, Jesús se dispone a darles una enseñanza. La necesitan. Estas son sus primeras palabras: «Quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos». En el grupo que sigue a Jesús, el que quiera sobresalir y ser más que los demás ha de ponerse el último, detrás de todos; así podrá ver qué es lo que necesitan y podrá ser servidor de todos.

La verdadera grandeza consiste en servir. Para Jesús, el primero no es el que ocupa un cargo de importancia, sino quien vive sirviendo y ayudando a los demás. Los primeros en la Iglesia no son los jerarcas, sino esas personas sencillas que viven ayudando a quienes encuentran en su camino. No hemos de olvidarlo.

Para Jesús, su Iglesia debería ser un espacio donde todos piensan en los demás. Una comunidad donde estemos atentos a quien más nos pueda necesitar. No es sueño de Jesús. Para él es tan importante que les va a poner un ejemplo gráfico.

Se sienta y llama a sus discípulos. Luego acerca un niño y lo pone en medio de todos para que fijen su atención en él. En el centro de la Iglesia apostólica ha de estar siempre ese niño, símbolo de las personas débiles y desvalidas: los necesitados de acogida, apoyo y defensa. No han de estar fuera, lejos de la Iglesia de Jesús. Han de ocupar el centro de nuestra atención.

Luego Jesús abraza al niño. Quiere que los discípulos lo recuerden siempre así: identificado con los débiles. Mientras tanto les dice: «El que acoge a un niño como este en mi nombre a mí me acoge, y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado».

La enseñanza de Jesús es clara: el camino para acoger a Dios es acoger a su Hijo Jesús presente en los pequeños, los indefensos, los pobres y desvalidos. ¿Por qué lo olvidamos tanto? ¿Qué es lo que hay en el centro de la Iglesia si ya no está ese Jesús identificado con los pequeños?

José Antonio Pagola

 

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“Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos.”. Domingo 23 de septiembre de 2018. Domingo 25º ordinario

Domingo, 23 de septiembre de 2018
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52-OrdinarioB25 cerezoDe Koinonia:

Sabiduría 2, 12. 17-20: Lo condenaremos a muerte ignominiosa.
Salmo responsorial: 53: El Señor sostiene mi vida.
Santiago 3, 16-4, 3:  Los que procuran la paz están sembrando paz, y su fruto es la justicia.
Marcos 9, 30-37: El Hijo del hombre va a ser entregado. Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos.

El libro de la Sabiduría recoge la experiencia de los profetas de Israel y nos presenta a la persona «justa» como el modelo de sabiduría. El modelo de piedad no lo constituye la persona que hace sacrificios abundantes o que sigue con elegancia y delicadeza todos los pormenores de los ritos litúrgicos. La persona ideal es la que vive la justicia y muestra con sus obras que es posible realizar la voluntad de Dios en este mundo. Pero, aunque este es el camino auténtico y querido por Dios, no por ello, se puede realizar con simplicidad. La oposición no se hace esperar. Incluso, al interior de la familia o del círculo de amigos. El que tome el camino de la justicia, pronto se dará cuenta que hará el viaje en compañía de pocas personas.

La carta de Santiago nos da una explicación tan sencilla como eficaz de la causa de los conflictos en la comunidad cristiana: la ambición. En efecto, nadie roba, ni asesina ni arruina la vida ajena si no está movido por algún tipo de ambición. El deseo de ser más fuerte que los demás, de tener más capacidad económica, de asegurarse esta vida y la otra, no son sino manifestaciones de la ambición. El problema, es que las personas que piensan así, comienzan a ver al resto del mundo como un obstáculo a eliminar o como un puente sobre el cual pasar. Pero, el problema de tales conductas, animadas y patrocinadas por la sociedad, radica en que se constituyen en ideales de vida, incluso de personas que se proclaman como cristianos. La carta de Santiago nos invita a poner todas esas ideas a contraluz y a pasarlas por el inequívoco tamiz del evangelio. La codicia de dinero, prestigio y poder nos puede conducir por un camino sin regreso y nos puede alejar del cristianismo de manera irreversible, aunque nos sigamos considerando cristianos y vayamos a misa todos los días.

En el evangelio de Marcos, el «camino» representa el itinerario de formación de un buen discípulo. Jesús no quiere un grupo de fanáticos que le entonen vivas a su nombre, sino un grupo de personas responsables que sean capaces de asumir un proyecto. Por esta razón, sus esfuerzos se concentran en la enseñanza de sus seguidores. Pero, la instrucción parte de los desaciertos y de las respuestas erráticas que ellos van dando a lo largo del trayecto hacia Jerusalén.

Jesús debe superar el miedo cultural que invade a sus discípulos y que les impide dirigirse a su «Maestro» con toda confianza. Para esto utiliza una estrategia pedagógica muy ingeniosa. Retoma la discusión de los discípulos que estaban concentrados no en su enseñanza, sino en la repartición de los cargos burocráticos de un hipotético gobierno y reconduce la discusión mediante un ejemplo tomado de la vida diaria. El «niño» era una de las criaturas mas insignificantes de la cultura antigua. Por su estatura y edad no estaba en condiciones de participar en la guerra, ni en la política ni en la vida religiosa. Jesús coloca a uno de esos pequeños en medio de ellos y muestra cómo el presente y el futuro de la comunidad está en colocar en el centro no las propias ambiciones, sino las personas más postergadas y simples. Sólo así se revierte el sistema social de valores. Y sólo así, la comunidad es una alternativa ante el «mundo», que ya sabe poner en el centro a las personas adineradas. La novedad de Jesús consiste en hacer grande lo pequeño, lo doméstico e insignificante.

Eso que Jesús revelaba -con una paradoja- era muy serio: Jesús identificaba su propia suerte y la de Dios con la suerte de los niños, los que no tienen derechos ni quien mire por ellos, los últimos, los despreciados, los no tenidos en cuenta. Porque en realidad todo él se identificaba con ellos: se había puesto de su lado, había asumido su causa como propia. Por eso decía que todo servicio hecho a ellos se le hacía a él mismo y, en definitiva, al Padre. Nuevamente ponía la jerarquía de valores de la sociedad al revés o, mejor, al derecho. Una sociedad que mira sólo por los de arriba –o en la que las decisiones la toman los que están arriba o miran por los intereses de los de arriba- no garantiza ni el Reino ni la Vida; ésta sólo puede sobrevivir en un mundo que desde abajo mire por los de abajo, los que no tienen derechos. Leer más…

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23.9.12. Y abrazando al niño, les dijo… Un programa de anti-pederastia

Domingo, 23 de septiembre de 2018
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38162961_1044055222438336_2223410324671823872_nDel blog de Xabier Pikaza:

Mc 9, 33-37. Dom 25. Este evangelio recoge un tema clave de la vida y proyecto de Jesús: La prioridad del niño, en sentido social, afectivo y administrativo, y puede así centrarse en tres rasgos:

1. Un proyecto y camino social,abierto de un modo gratuito y poderoso a los últimos del mundo, en especial hacia los más pequeños y necesitados, que son los niños, carentes de abrazo. Sin solidaridad y afecto a hacia los más necesitados no existe evangelio.

2. Un proyecto afectivo, de aprendizaje de abrazo. El evangelio es un “modo de querer”, un compromiso de amor generoso. No basta la ayuda social externa, es necesario el encuentro afecto que se expresa, de un modo privilegiado en el abrazo dirigido al niño (no para utilizarle de un modo sexual, pederasta), sino para comunicarle, cuerpo a cuerpo, el cariño más hondo, haciéndole así capaz de amor

3. Un compromiso organizativo, servidores de los niños y los necesitados.. Los elementos anteriores (proyecto social, abrazo) resultan inseparables del compromiso “militante” de aquellos que quieren seguir a Jesús, que han de renunciar a todo poder de imposición, para servidores sociales y afectivos de los más pobres, siendo en especial “amigos” y maestros de amor de los niños.

Este evangelio ofrece un intenso programa social de justicia afectiva (de abrazo) y organizativa (de servicio), en gesto de entrega de la vida, no de poder y de utilización social y sexual de los otros, sino de regalo de amor concreto, para que ellos (en especial los niños) puedan sentirse amados, acogidos… y crecer en libertad y esperanza de vida . Ésta es la raíz de toda anti-pederastia: que es interés y compromiso personal de amor, superando así (por elevación, no por negación) toda utilización de los niños.

Por eso, los cristianos, seguidores de Jesús, han de ser mujeres y hombres de justicia, de madurez afectiva desbordante (de abrazo) y de compromiso concreto a favor de los demás, desde el poder de la vida (que es el poder del evangelio), no desde el dominio de unos sobre otros.

imagesJesús resuelve el tema de un modo teórico (diciendo que quien quiera ser primero ha de hacerse servidor de todo), pero sobre todo de un modo práctico: Poniendo en el centro a los niños y añadiendo que el Reino de Dios sólo es posible allí donde los importantes son los niños.

1. Éste es un evangelio de justicia, que debe sonar como dinamita en un mundo como el nuestro donde cada día mueren docenas de miles de niños de hambre, porque nosotros (los grandes) seguimos discutiendo sobre quiénes son (somos, hemos de ser), para mantenernos de esa forma los primeros (que nuestra economía sea la más poderosa del mundo).

Éste es un evangelio tierno, emocionante… pero suena como trompeta apocalíptica en un mundo (una Iglesia) donde seguimos utilizando a los niños en función de ideales sociales o sagrados, a través de diversos tipos de pederastias o paido-fobias, construyendo un mundo en el que millones de niños no podrán vivir en comunión afectiva, en esperanza de vida.

3. Este es un evangelio de transformación organizativa de la iglesia,, un evangelio dirigido a los que gobiernan las comunidades, que tienen la tentación de imponer su poder religioso sobre los demás… Pues bien, en contra de eso, en el principio de la Iglesia, Jesús nos ofrece este de transformación de la autoridad, para convertirla en servicio de justicia y de amor hacia los niños.

Buen bien de semana. Siga quien quiera entrar en tema lea el texto de Marcos, y si quiere siga después con mi comentario.

Texto: Mc 9, 33-37

(a. Introducción). Llegaron a Cafarnaúm y, una vez en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino ? Ellos callaban, pues por el camino habían discutido sobre quién era el más grande.

(b. Sentencia básica) 35 Y sentándose llamó a los Doce y les dijo: Quien quiera ser primero, sea último de todos y servidor de todos.

(c. Fundamento)Luego tomó a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: Pues quien acoja a uno de los niños como estos éstos en mi nombre, a mí me acoge; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino a Aquel que me ha enviado.


9, 33-34. Introducción. Habían discutido en el camino

Llegaron a Cafarnaúm y, una vez en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino ? Ellos callaban, pues por el camino habían discutido sobre quién era el más grande.

images-1Éste es un ejemplo claro de “disonancia” evangélica. Jesús dice una cosa, pero Pedro y los Doce entienden otra. Ellos avanzan con Jesús, y el mismo ritmo del camino (están en tê hodô, van a Jerusalén, lugar del cumplimiento mesiánico) les lleva a platear el gran problema, preguntando quién es más grande, pues el Reino debe implicar grandeza para sus portadores, es decir, un tipo de dominio sobre los demás.

Estando ya en casa, Jesús les pregunta sobre el tema del que habían discutido (dielogisesthe), pero ellos “callaban” (esiôpôn), porque se avergüenzan de aquello que habían discutido en el camino. Nos hallamos ante un proceso de ocultamiento. Jesús les habla abiertamente, pero ellos conspiran a su espalda. No conocen (no comprenden) lo que quiere Jesús, pero saben bien lo que ellos quieren. Por eso callan ante él.

–Han podido hablar de las implicaciones de su camino mesiánico (dejarlo todo y seguir a Jesús). Se les ha pedido mucho. ¿Qué se les dará? Supongamos que son padres de familia, que han dejado a sus mujeres y a sus hijos para asumir de un modo más directo el proyecto de Jesús. ¿Qué pasará con ellos y los suyos? ¿Qué ventajas podrán obtener del camino de Jesús? Por otra parte, posiblemente, Jesús les parece cada vez más “obsesionado” por el posible fracaso externo de su movimiento.

–De manera consecuente, ellos discuten sobre quién es (o ha de ser) el más grande (9, 34). El tema de la discusión podría personalizarse, diciendo que han surgido envidias, deseos de liderazgo, disputas sobre privilegios. Suele suceder. Jesús no es dictador, no impone su dominio por la fuerza; lógicamente, su movimiento tenderá a escindirse en grupitos de influjo o prestigio (como sabe la historia de los israelitas: cf. Núm. 14 y 16).

Pero también puede tratarse de una discusión de principios: precisamente allí donde Jesús, partiendo de su propia utopía sentimental, poco ajustada a la realidad, parece haberse inhibido (no organiza el poder) tienen que hacerlo ellos, sus discípulos, y por eso quieren corregir y mejorar su proyecto: Ser el más grande significa según ellos estar dispuesto a entregarse más, pero no para que les maten, sino para organizar y conquistar el reino.

Jesús había presentado su proyecto en claves de inversión de poder, abriendo un camino de Reino a través de su empeño y entrega personal. No domina, no se impone (no quiere hacerse el más grande), sino deja que los otros le acojan, le respondan (incluso que le maten), para que llegue así la humanidad de Dios, para que Dios mismo responda no en forma de venganza, sino en resurrección (9, 30-31). Quien desea instaurar el Reino debe abandonar la lucha para conseguirlo, renunciando a la violencia externa y quedando en manos de aquellos que le matan. Leer más…

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Unos discípulos torpes, miedosos y ambiciosos. Domingo 25. Ciclo B

Domingo, 23 de septiembre de 2018
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25-T.O.BDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La confesión de Pedro («Tú eres el Mesías»), que leímos el domingo pasado, marca el final de la primera parte del evangelio de Marcos. La segunda parte la estructura a partir de un triple anuncio de Jesús de su muerte y resurrección; a los tres anuncios siguen tres relatos que ponen de relieve la incomprensión de los discípulos. El domingo pasado leímos el primer anuncio y la reacción de Pedro, que rechaza la idea del sufrimiento y la muerte. Hoy leemos el segundo anuncio, seguido de la incomprensión de todos.

Segundo anuncio de la pasión y resurrección

Salieron de allí y atravesaron Galilea. Jesús no quería que se supiera, porque estaba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y, después de muerto, a los tres días resucitará». Pero ellos no entendían estas palabras y no se atrevían a preguntarle.

La actividad de Jesús entra en una nueva etapa: sigue recorriendo Galilea, pero no se dedica a anunciar a la gente la buena nueva, se centra en la formación de los discípulos. Y la primera lección que les enseña no es materia nueva, sino repetición de algo ya dicho; de forma más breve, para que quede claro: ««El hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y, después de muerto, a los tres días resucitará». En comparación con el primer anuncio, aquí no concreta quiénes serán los adversarios; en vez de sumos sacerdotes, escribas y senadores habla simplemente de «los hombres». Tampoco menciona las injurias y sufrimientos. Todo se centra en el binomio muerte-resurrec­ción. Para quienes estamos acostumbrados a relacionar la pasión y resurrección con la Semana Santa, es importante recordar que Jesús las tiene presentes durante toda su vida. Para Jesús cada día es Viernes Santo y Domingo de Resurrección.

Segunda muestra de incomprensión

Al primer anuncio, Pedro reaccionó reprendiendo a Jesús, y se ganó una dura reprimenda. No es raro que ahora todos callen, aunque siguen sin entender a Jesús: «ellos no entendían lo que les decían y temían preguntarle» (Mc 9,32). Marcos es el evangelista que más subraya la incomprensión de los discípulos, lo cual no deja de ser un consuelo para cuando no entendemos las cosas que Jesús dice y hace, o los misterios que la vida nos depara. Quien presume de entender a Jesús demuestra que no es muy listo.

La prueba más clara de que los discípulos no han entendido nada es que en el camino hacia Cafarnaúm se dedican a discutir sobre quién es el más importante. Mejor dicho, han entendido algo. Porque, cuando Jesús les pregunta de qué hablaban por el camino, se callan; les da vergüenza reconocer que el tema de su conversación está en contra de lo que Jesús acaba de decirles sobre su muerte y resurrección.

Una enseñanza breve y una acción simbólica nada romántica

Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntó: «¿Qué discutíais por el camino?». Pero ellos callaban, porque en el camino habían discutido sobre quién entre ellos sería el más grande. Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: «El que quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos». Tomó en sus brazos a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: «El que acoge a uno de estos pequeños en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no es a mí a quien acoge, sino al que me ha enviado a mí».

Para comprender la discusión de los discípulos y el carácter revolucionario de la postura de Jesús es interesante recordar la práctica de Qumrán. En aquella comunidad se prescribe lo siguien­te: «Los sacerdotes marcharán los primeros conforme al orden de su llamada. Después de ellos seguirán los levitas y el pueblo entero marchará en tercer lugar (…) Que todo israelita conozca su puesto de servicio en la comunidad de Dios, conforme al plan eterno. Que nadie baje del lugar que ocupa, ni tampoco se eleve sobre el puesto que le corresponde» (Regla de la Congrega­ción II, 19-23).

Este carácter jerarquizado de Qumrán se advierte en otro pasaje a propósito de las reunio­nes: «Estando ya todos en su sitio, que se sienten primero los sacerdotes; en segundo lugar, los ancianos; en tercer lugar, el resto del pueblo. Cada uno en su sitio» (VI, 8-9).

La discusión sobre el más importante supone, en el fondo, un desprecio al menos importante. Jesús va a dar una nueva lección a sus discípulos, de forma solemne. No les habla, sin más. Se sienta, llama a los doce, y les dice algo revolucionario en comparación con la doctrina de Qumrán: «El que quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos». (El evangelio de Juan lo visualizará poniendo como ejemplo a Jesús en el lavatorio de los pies).

A continuación, realiza un gesto simbólico, al estilo de los antiguos profetas: toma a un niño, y lo estrecha entre sus brazos. Alguno podría interpretar esto como un gesto romántico, pero las palabras que pronuncia Jesús van en una línea muy distinta: «El que acoge a uno de estos pequeños en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no es a mí a quien acoge, sino al que me ha enviado a mí». Jesús no anima a ser cariñosos con los niños, sino a recibirlos en su nombre, a acogerlos en la comunidad cristiana. Y esto es tan revolucionario como lo anterior sobre la grandeza y servicio.

El grupo religioso más estimado en Israel, que curiosamente no aparece en los evangelios, era el de los esenios. Pero no admitían a los niños. Filón de Alejandría, en su Apología de los hebreos, dice que «entre los esenios no hay niños, ni adolescentes, ni jóvenes, porque el carácter de esta edad es inconsistente e inclinado a las novedades a causa de su falta de madurez. Hay, por el contrario, hombres maduros, cercanos ya a la vejez, no dominados ya por los cambios del cuerpo ni arrastrados por las pasiones, más bien en plena posesión de la verdadera y única libertad».

El rabí Dosa ben Arkinos tampoco mostraba gran estima de los niños: «El sueño de la mañana, el vino del mediodía, la charla con los niños y el demorarse en los lugares donde se reúne el vulgo sacan al hombre del mundo» (Abot, 3,14).

En cambio, Jesús dice que quien los acoge en su nombre lo acoge a él, y, a través de él, al Padre. No se puede decir algo más grande de los niños. En ningún otro sitio del evangelio dice Jesús que quien acoge a una persona importante lo acoge a él. Es posible que este episodio, además de servir de ejemplo a los discípulos, intentase justificar la presencia de los niños en las asambleas cristianas (aunque a veces se comporten de forma algo insoportable).

Acoger, no violar

En las circunstancias actuales de la Iglesia, la acogida de los niños evoca algo menos teológico y más triste. Junto a los miles, quizá millones, de niños acogidos en nombre de Jesús a lo largo de siglos, alimentados, cuidados y educados, hay otros miles (¡ojalá no sean millones!) violados y humillados. A propósito de este segundo grupo, se podría parafrasear el evangelio: «Quien viola a un niño de estos, me viola a mí, y el que me viola a mí, viola al que me ha enviado».

[El tema de Jesús y los niños vuelve a salir más adelante en el evangelio de Marcos, cuando los bendice y los propone como modelos para entrar en el reino de Dios. Ese pasaje, por desgracia, no se lee en la liturgia dominical.]

1ª Lectura: ¿Por qué algunos quieren matar a Jesús? (Sabiduría 2,12.17-20)

            El libro de la Sabiduría es casi contemporáneo del Nuevo Testamento (entre el siglo I a.C. y el I d.C.). Al estar escrito en griego, los judíos no lo consideraron inspirado, y tampoco Lutero y las iglesias que sólo admiten el canon breve. El capítulo 2 refleja la lucha de los judíos apóstatas contra los que desean ser fieles a Dios. De ese magnífico texto, mutilándolo como de costumbre, se han elegido unos pocos versículos para relacionarlos con el anuncio que hace Jesús de su pasión y resurrección. Es una pena que del v.12 se salte al v.17, suprimiendo 13-16; los tengo en cuenta en el comentario siguiente.

En el evangelio Jesús anuncia que «el Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres». ¿Por qué? No lo dice. Este texto del libro de la Sabiduría ayuda a comprenderlo. Pone en boca de los malvados lo que les molesta de él y lo que piensan hacer con él. «Nos molesta que se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende, nos considera de mala ley; nos molesta que presuma de conocer a Dios, que se dé el nombre de hijo del Señor y que se gloríe de tener por padre a Dios». En consecuencia, ¿qué piensan hacer con él? «Lo someteremos a la afrenta y la tortura, lo condenaremos a una muerte ignominiosa. Él está convencido de que Dios lo ayudará, nosotros sabemos que no será así». Se equivocan. «Después de muerto, al tercer día resucitará».

(Dijeron los malos): Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada. Veamos la verdad de sus palabras y probemos cuál será su fin. Porque si el justo realmente es hijo de Dios, él lo protegerá y lo librará de las manos de sus adversarios. Probémoslo con ultrajes y tormentos, veamos su dulzura y pongamos a prueba su paciencia. Condenémoslo a una muerte infame, pues, según dice, habrá quien vele por él».

2ª lectura: envidias, peleas, luchas y conflictos (Carta de Santiago 3,16-4,3)

            Esta lectura puede ponerse en relación con la segunda parte del evangelio. En este caso no se trata de discutir quien es el mayor o el más importante, sino de las peleas que surgen dentro de la comunidad cristiana, que el autor de la carta atribuye al deseo de placer, la codicia y la ambición. Cuando no se consigue lo que se desea, la insatisfacción lleva a toda clase de conflictos.

Hermanos: donde hay envidia y espíritu de contradicción, allí hay desorden y toda clase de obras malas. La sabiduría de arriba, por el contrario, es ante todo pura, pacífica, condescendiente, conciliadora, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial, sin hipocresía. El fruto de la justicia se siembra en la paz para los que obran la paz. ¿De dónde vienen las luchas y los litigios entre vosotros? ¿No provienen acaso de vuestras pasiones, que luchan en vuestros miembros? Ambicionáis y no tenéis, entonces matáis; envidiáis y no podéis alcanzar nada, entonces combatís y os hacéis la guerra. No tenéis porque no pedís. Pedís y no recibís porque pedís para malgastarlo en vuestros caprichos.

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Domingo XXV del Tiempo Ordinario. 23 de septiembre de 2018

Domingo, 23 de septiembre de 2018
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“Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.”

(Mc 9, 30-37)

Este evangelio de hoy da para mucho, aunque solo son siete versículos. Pero nos vamos a quedar con lo que más duele, porque nos mete el dedo en el orgullo.

Todas las personas nacemos con una “inflamación” del “yo” que podemos llamar “importantitis”. Todas. Sí, tú también. Tú que estás pensando que nunca te has sentido importante. Todas.

Ciertamente a unas personas se les nota más que a otras, pero todas tenemos ese poco, o mucho, de orgullo que en algún momento nos hace sentirnos mejores que las demás. Y a veces incluso necesitamos verificarlo.

En esas andaban los discípulos cuando Jesús les pregunta. Jesús les había estado hablando de lo que iba a pasar: “el hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán…” Ellos, sin embargo, aquejados de “importantitis” no había sabido escucharle y andaban el camino contrario de su maestro.

¿El más importante?

Les pasó a aquellos primeros discípulos, y a todas las discípulas y discípulos de después nos pasa lo mismo. Queremos ser importantes y si no podemos ser de “los importantes” del mundo, al menos ser más importantes que alguien.

Dios vino a regalarnos unas relaciones horizontales para que pudiéramos mirarnos a los ojos como hermanas y hermanos. Pero nuestro orgullo se incomoda, necesita algún privilegio.

Claro que decimos que todos somos iguales y que todos tenemos los mismos derechos. Eso nos lo ha grabado a fuego nuestra civilización de los “Derechos Humanos”.

Lo decimos, sobre todo, para recordarle al resto del mundo que respete nuestro derechos. Pero cuando lo que está en juego son los derechos de otras personas, y esos derechos podrían estropearnos nuestro “bien estar”… ¡cuidado! Aquí entramos en terreno peligroso.

Aquí salen miles de ejemplos y razones que ponen de manifiesto la “importantitis” que padecemos. Especialmente en los países “enriquecidos”. Por eso nos pasamos la vida, no discutiendo, sino aseverando lo importantes que somos nosotros… a la vez que negamos cualquier responsabilidad de cara a la pobreza de los “empobrecidos”.

Pero si nos vamos al terreno doméstico nos pasa lo mismo. Nos sentimos más importantes que nuestra hermana, o que nuestra pareja, o que nuestro compañero de trabajo. Siempre tenemos a alguien al que pisar para poder sobre salir un poco.

¿Cuando descubriremos que la importancia que necesitamos no nos la dará estar por encima de nadie sino al servicio de todos?

Oración

Humildad, derrama, Trinidad Santa, tu humildad sobre nosotras, que sea bálsamo que desinflame nuestra “importantitis”.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Solo el servicio al débil me hace plenamente humano.

Domingo, 23 de septiembre de 2018
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maxresdefaultMc 9, 29-37

El tema principal que leemos hoy es el mismo que leíamos al final del domingo pasado y que no comentamos. Jesús atraviesa Galilea camino de Jerusalén, donde le espera la Cruz. El evangelio nos dice expresamente que quería pasar desapercibido, porque ahora está dedicado a la instrucción de sus discípulos. Esa nueva enseñanza tiene como centro la cruz. Trata de convencerles de que no ha venido a desplegar un mesianismo de poder sino de servicio a los demás, pero no lo consigue. Todos siguen pensando en su propia gloria.

Este segundo anuncio de la pasión es prácticamente repetición del primero. No deja lugar a dudas sobre lo que Jesús quiere transmitir. Los discípulos siguen sin comprender, a pesar de que ya el domingo pasado nos decía que se lo explicaba “con toda claridad”. Si les daba miedo preguntar es porque algo intuían que no les gustaba. Esa indicación nos muestra que más que no comprender, es que no querían entender, porque la muerte ignominiosa de Jesús significaba el fin de sus pretensiones mesiánicas. Hasta que no llegue la experiencia pascual, seguirán sin entender la parte más original del mensaje.

¿De qué discutíais por el camino? Jesús quiere que saquen a la luz sus íntimos sentimientos, pero guardan silencio porque saben que no están de acuerdo con lo que Jesús viene enseñándoles. Entre ellos siguen en la dinámica de la búsqueda del dominio y del poder. Tenemos que recordar que en aquella cultura el rango de las personas se tomaba muy a pecho, y era la clave de todas las relaciones sociales.

“Quien quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos”. Exactamente el mismo mensaje del domingo pasado. Y lo encontraremos una vez más en el episodio de la madre de los Zebedeos, pidiendo a Jesús los primeros puestos para sus hijos. No nos pide Jesús que no pretendamos ser más, al contrario, nos anima a ser el primero, pero por un camino muy distinto al que nosotros nos apuntamos. Debemos aspirar a ser todos, no sólo “primeros”, sino “únicos”. En esa posibilidad estriba la grandeza del ser humano.

Dios no quiere que renunciemos a nada. A veces los cristianos hemos dado a los de fuera la impresión de que para ser Él grande, Dios quería empequeñecidos. Jesús dice: ¿Quieres ser el primero? Muy bien. ¡Ojalá todos estuvieran en esa dinámica! Pero no lo conseguirás machacando a los demás, sino poniéndote a su servicio. Cuanto más sirvas, más señor serás. Cuanto menos domines, mayor humanidad. La sabiduría me hará ver que el bien espiritual (el mío y el del otro) está por encima del material. Si me pongo en esta perspectiva nunca haré daño al otro buscando un interés egoísta a costa de los demás.

Acercando a un niño lo abrazó y dijo. No es fácil descubrir el sentido y la conexión con lo que antecede. En tiempos de Jesús, los niños no contaban, eran utilizados como pequeños esclavos. Por otra parte, la palabra griega “paidion” que emplea el texto, es un diminutivo de “pais”, que ya significa niño y también criado y esclavo. En algún códice utiliza el artículo determinado, que indicaría “el chiquillo”, no uno cualquiera. Sería, el pequeño esclavo, el chico de los recados. En el contexto de la narración, sería el chico de los recados de la casa donde estaban o que el grupo tenía a su disposición. Aquí descubrimos la relación con el texto anterior. El niño estaría en la escala más baja de los que se dedican a servir.

El que acoge a un niño como éste, me acoge a mí. No se trata de manifestar cariño o protección al débil sino de identificarse con él. Al abrazarle, Jesús está manifestando que él y el muchacho forman una unidad, y que si quieren estar cerca de él, tienen que identificarse con el insignificante muchacho de los recados, es decir hacerse servidor de todos. Uno de los significados del verbo griego es preferir. Sería: el que prefiere ser como este niño me prefiere a mí. El que no cuenta, el utilizado por todos, pero sirve a los demás, ese es el que ha entendido el mensaje de Jesús y le sigue de verdad.

Y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado. Este paso es muy importante: acoger a Jesús es acoger al Padre. Identificarse con Jesús es identificarse con Dios. La esencia del mensaje de Jesús consiste en esta identificación. Repito, el mensaje no consiste en que debemos acoger y proteger a los débiles. Se trata de identificarnos con el más pequeño de los esclavos que sirven sin que se lo reconozcan ni le paguen por ello. Esa actitud es la que mantiene Jesús, reflejando la actitud de Dios para con todos.

Después de dos mil años seguimos sin enterarnos. Y además, como los discípulos, preferimos que no nos aclaren las cosas; porque intuimos que no iban a responder a nuestras expectativas. Ni como individuos ni como grupo (comunidad o Iglesia) hemos aceptado el mensaje del evangelio. La mayoría de nosotros seguimos luchando por el poder que nos permita utilizar a los demás en beneficio propio. Siguen siendo inmensa minoría los que ponen su vida al servicio de los demás y les ayudan a vivir sin esperar nada a cambio.

Hay dos maneras de servir: una es la del que voluntariamente se somete al poderoso para conseguir su favor y aprovechar de alguna manera su poderío. Esto no es servicio sino servidumbre, y lejos de hacer más humana a una persona la envilece. Esta actitud es muy criticada por Jesús. En torno a todo poder despótico pulula siempre una banda de aduladores que hacen posible el despotismo. La diaconía que se desarrolló en la primitiva Iglesia, significaba, en su acepción civil, “servir a la mesa”. En cristiano indicaba el servicio a los más necesitados por los que no tenían obligación de hacerlo. Este servicio es el que humaniza.

Si es la esencia del mensaje ¿Por qué ha fracasado estrepitosamente? El domingo dijimos que no podía conocer a Jesús si no me conocía a mí mismo. Dando un paso más, decimos hoy que sin ese conocimiento, es imposible llegar a ser auténtico cristiano. Ahora bien, como llegar a conocerse a sí mismo es muy difícil, la iglesia trató de racionalizar el mensaje con razones externas. Resumiendo mucho, tal vez demasiado, podíamos resumirlo en dos: 1ª Es la voluntad de Dios. 2º Si lo cumples, Dios te premiará; si no lo cumples, te castigará.

A la 1ª hay que decir: esa pretensión es tan etérea y difusa que con la mayor facilidad se puede tergiversar y deteriorar sin que tengamos posibilidad de advertirlo. Por otra parte, ¿Quién me asegura que esas exigencias son la voluntad de Dios? La 2ª es aún más burda. Bastaría caer en la cuenta de que es la misma técnica que utilizamos los seres humanos para domesticar a los animales: palo o zanahoria. ¡Cómo hemos podido llegar a pensar que Dios nos tiene que tratar como animales para que alcancemos nuestra meta!

Haríamos bien en superar la idea de un Dios antropomórfico con cualidades humanas y motivaciones exactamente iguales a las nuestras. Como no nos han conducido por el camino del conocimiento de nosotros mismos y el Dios que nos habían propuesto es absurdo, los cristianos nos hemos quedado con el culo al aire. Ni somos capaces de descubrir las exigencias del evangelio en lo hondo de nuestro propio ser, ni encontramos razones externas suficientes para que nos motiven. Hemos quedado en la inopia.

Meditación

Si me doy a los demás hasta consumirme,
¿Dónde colocaré los adornos (la gloria) que pretendo alcanzar?
Si estoy pensando en mí mismo, cuando me doy al otro,
¿Qué clase de entrega estoy llevando a cabo?
En la medida que sirva a los demás sin esperar nada a cambio,
en esa medida me estaré acercando al ideal cristiano.

 

Fray Marcos

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Instrumentos sonoros.

Domingo, 23 de septiembre de 2018
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clean-20141024-articulo-03“No se tienen dos corazones, uno para los animales y otro para los humanos. Se tiene un corazón o no se tiene” (Alphonse Lamartine)

23 de septiembre. Domingo XXV del TO

Mc 9, 30-37

“El que quiera ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos” 

El comentarista de La Biblia del pueblo, viene a decir que los discípulos tenían dificultades en asumir las enseñanzas de Jesús. Respecto al poder, sus enseñanzas son contundentes: no es la dominación sino la capacidad de servicio lo que identifica al discípulo. Ya Santiago en su Carta a la comunidad cristiana plural y extendida por todo el mundo, en 1, 22-25, dice que no sólo hay que escuchar y hablar sino, y sobre todo, cumplir.: “Sed ejecutores del mensaje y no sólo oyentes que se hacen ilusiones. Pues si uno es oyente y no ejecutor se parece aquí a aquel que se mira la cara al espejo: ese marchó y muy pronto se olvidó de cómo era. El que se inclina a mirar la ley perfecta, la de los hombres libres –ayudar a los menesterosos, escuchar a las viudas-, y se mantiene no como oyente olvidadizo, sino como ejecutor de la obra, ése será dichoso en su actividad”.

En el AT. los profetas fueron radicales a este respecto, condenando sin reparo alguno los abusos sociales y el culto de las autoridades, tanto políticas como religiosas. Por ejemplo Isaías, que no encuentra obstáculos para enfrentarse a reyes y políticos: Los jefes son bandidos… No defienden al huérfano, no se encargan de la causa de la viuda”; Amós, cuyo mensaje es de indignación y denuncia ante la explotación del pueblo humilde a manos de una minoría coligada de políticos y aristócratas, y se presenta como un león que ruge cuando se topa con un oso: “Que fluya como el agua el derecho, y la justicia como arroyo perenne”; o Elías que dijo: “¡Atrapen a los profetas de Baal! ¡Que no escape ninguno! Así que la gente los capturó y Elías los llevó al arroyo Quisón y los mató a todos”. (1 Reyes 18, 40)

Todos los grandes cantantes de la historia -Arcangelo Corelli, Madonna, Luciano Pavarotti, Kiri Te Kanawa- nos comunican, aunque no lo hagan a través de los sentidos corporales, vengan de donde vengan en el espacio o tiempo. Sus voces, dirigidas tanto al oído como al espíritu son conmovedoras.  Y lo hacen como la misma voz de Jesús, siempre acoplada a los oyentes con la gran vida del Universo. Momentos únicos en los que, como escribió en su obra Octavio Aceves: Cuando los ángeles cantan son momentos únicos “en que se toma contacto con lo invisible para encontrar un punto de apoyo y se tiene la sensación de coloquiar con Dios a través del misterio de los sonidos, los ritmos del tiempo y la resonancia de los espacios”.

El gran fabulista griego Esopo, dice en la fábula de la zorra y las uvas. Una mañana de otoño, la zorra vio unos apetitosos racimos de uvas y, deseosa de comer algo refrescante, se levantó, se remangó y se puso manos a la obra. Saltó, una y otra vez si conseguir alcanzarlos. Agotada y resignada se decidió a regresar al bosque con una mentirosa idea clara es su cabeza: “¡Están verdes!”.  En psicología, el término disonancia cognitiva hace referencia a la tensión o desarmonía interna del sistema de ideas, creencias y emociones que percibe una persona que tiene al mismo tiempo dos pensamientos que están en conflicto, todo lo cual puede impactar sobre la conducta y el comportamiento.

Lo contrario de lo que suele suceder en música. Cuando se hacen sonar las cuerdas de un violín próximo a otro, su sonido hace vibrar las cuerdas de aquel, aunque no las tañan las cuerdas de ningún otro arco. Idea similar a lo que ocurre con la telepatía. Fenómeno que consiste en la transmisión o en la coincidencia de pensamientos entre personas, generalmente distantes entre sí, que se produce sin intervención de los sentidos o de agentes físicos conocidos.

Ahora bien, ¿Qué queremos ser nosotros? ¿Violines Stradivarius tocados delicadamente por Corelli, o trompas y trombones soplados fieramente por los instrumentistas de la orquesta? Arnold Schoenberg hubiera sido feliz con esta disonancia.

¿O preferimos más bien ser la zorra de Esopo que el zorro de nuestro Poema?

EL ZORRO

Emprendiste la huida auto zorro
para salvar la vida como Elías vida,
por haber pasado
vilmente a cuchillo a los profetas.

No te desees con él la muerte.

¿Quién es dueño del suave amanecer?
¿Quién del ocaso?

Una vida que dicen que me dieron.

Me dijeron: “El Señor va a pasar”.
Un huracán que descuajaba montes,
resquebrajaba rocas y deseos.

Pero el Señor no estaba ya en el viento.

Sonó una voz lejana en la tormenta:

“¡Vuelve por tu camino hacia el desierto!”

Y yo pregunté al zorro:
“¿Qué camino? ¿Qué desierto?”

Un silencio sonoro quebró el aire.

El zorro siguió huyendo…
quizás sin saber dónde.

(NATURALIA. Los sueños de las criaturas.
Ediciones Feadulta)

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Pequeñ@s y servidor@s para fortalecer la comunidad del Reino.

Domingo, 23 de septiembre de 2018
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683f7dcfdf4f9ab12dd2d71f4614d7c7Una vez más “el profeta de Galilea” le da la vuelta a las expectativas de sus compañeros, y les propone como criterio de grandeza el servicio y de honor el cuidado de los/as pequeños/as. Esta es la lógica a la que estamos también llamadas/os los creyentes del siglo XXI, superando cualquier tentación de poder y prestigio, pues hoy como ayer seguimos con frecuencia discutiendo quien ha de ser el primero/a en la comunidad eclesial, olvidando estas palabras que Marcos hoy nos recuerda y desde las que se nos invita a construir fraternidad y sororidad de otra manera.

El relato evangélico de hoy nos sitúa en el comienzo del camino que llevará a Jesús a Jerusalén. Jesús en este momento de su vida tiene claro que las fuerzas que se oponen a la propuesta salvadora de Dios son muy fuertes y no van a claudicar en su objetivo de anular su propuesta. Él sabe que su vida comienza a estar en peligro, pero no va a ceder en su empeño de ofrecer el amor y la justicia bondadosa de Dios a los y las pequeños/as de esta tierra.

Los sinópticos expresan esta conciencia de Jesús a través de los anuncios de la pasión. Estos textos no significan que el Maestro predijera el futuro, sino que era realista al valorar las consecuencias de sus opciones. Esta conciencia le va a llevar a implicarse con intensidad en la formación de su comunidad para fortalecer sus certezas y opciones y en el caso que él falte puedan seguir adelante comprometidos/as con la causa del Reino (Mc 9, 31).

 Marcos expresa con claridad que sus compañeros/as no captan la trascendencia de las palabras de Jesús y tienen miedo de que todas sus expectativas se vengan abajo y se oscurezca el horizonte que los ha ilusionado por los caminos galileos. Ellos están lejos de entender los criterios del reino y siguen aferrados a sus ideales de éxito y poder.

Al llegar a Cafarnaúm, donde Jesús había ubicado su casa (Mc 2, 1), reúne a los doce para cuestionar sus humanas pretensiones de poder y honor (Mc 9, 33-34). Una vez más  “el profeta de Galilea” le da la vuelta a las expectativas de sus compañeros, y les propone como criterio de grandeza el servicio y de honor el cuidado de los/as pequeños/as.

El servicio, es el criterio que Jesús propone como referente en las relaciones dentro de la comunidad del Reino.  El valor central de la cultura de Jesús era el honor. Un valor que se entendía como la estima que una persona tiene a los ojos de los demás y depende de su origen familiar y del lugar social que se ocupa. Este honor se mantiene y se acrecienta con gestos públicos de beneficencia y ejemplaridad. Para Jesús sin embargo lo importante no es quien es el primero y cuales son los privilegios y estatus que ese lugar otorga. Para Jesús, por el contrario, el valor central es el servicio, pero no entendido como mera servicialidad, sino como la base de una nueva jerarquía de valores que pone en el centro a quien no cuenta inaugurando así un nuevo horizonte cargado de posibilidades inéditas de encuentro, de igualdad y de fraternidad y sororidad.

De este modo Jesús denuncia nuestras orgullosas jerarquías, nuestros planteamientos que incluyen “superiores” e “inferiores”. El servicio no es una cuestión meramente ascética, sino una propuesta profética que deslegitima cualquier pretensión de divinizar estructuras, de justificar privilegios, o pactar co l@s podero@sde este mundo.

En tiempos de Jesús los niños y niñas no tenían la visibilidad y protagonismo que tienen en los nuestros.  Los chiquillos/as eran los miembros más débiles de la sociedad. No era fácil crecer en un mundo continuamente amenazado de hambre, guerra, abusos…y llegar a la edad adulta era no era empresa fácil. Más del 60% de los niños/as morían antes de la adolescencia y pocos llegaban a adultos con ambos progenitores vivos[1]. Aunque tener hijos (especialmente varones) aseguraba la continuidad familiar, los niños/as ocupaban el último lugar en la jerarquía familiar y por eso coger a un niño/a era un gesto totalmente gratuito, pues no tenía nada que ofrecer de vuelta, no poseían bienes, ni capacidad para ofrecer honorabilidad y prestigio en su entorno.

En este contexto el hecho de que Jesús proponga a los niños como el paradigma de las relaciones de la comunidad del reino, supone un cambio de jerarquías. Se trata de identificarse con los más desfavorecidos/as, de considerar honorable lo que no cuenta. Se trata de entender que para los seguidores y seguidoras del Maestro los primeros lugares son para los últimos y no solo por un gesto de compasión, sino porque esa es la clave no solo de conducta, sino de entender a Dios.

De este modo, Jesús pone el servicio y la gratuidad en un lugar central en las relaciones dentro de la comunidad. Con su típico lenguaje provocador nos enseña a imaginar un mundo diferente. Desde su peculiar experiencia de Dios sitúa todo en otro horizonte, descubre nuevas posibilidades e introduce una lógica alternativa, la de la gratuidad y el desinterés propio. Esta es la lógica a la que estamos también llamadas/os los creyentes del siglo XXI, superando cualquier tentación de poder y prestigio, pues hoy como ayer seguimos con frecuencia discutiendo quien ha de ser el primero/a en la comunidad eclesial, olvidando estas palabras que Marcos hoy nos recuerda y desde las que se nos invita a construir fraternidad y sororidad de otra manera.

Carme Soto Varela

Fuente Fe Adulta

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El poder sirve para algunas cosas, pero no para hacer buenas a las personas.

Domingo, 23 de septiembre de 2018
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59493834-jesucristo-mosaico-del-icono-de-monrelae-catedral-palermo-italiaDel blog de Tomás Muro, La Verdad es libre:

01. DISCUSIONES ACERCA DEL PODER, V 33.

A los discípulos de Jesús les ocurría lo mismo que a nosotros: ¿De qué discutís? ¿De qué vamos hablando por la vida? Y casi siempre hablamos del poder, de quién va a ganar las elecciones, de quién tiene más poder armamentista, de quién manda en la Iglesia, de quién tiene más dinero, quien es el mejor futbolista y el equipo más poderoso; sin olvidar las pequeñas dosis de poder de la vida cotidiana en casa, en la vida matrimonial y familiar, en la vida comunitaria, en el aula con los alumnos, etc.

Los dictadores políticos y religiosos lo saben bien.

Por otra parte todos tenemos algo o mucho de dictadores en nuestro interior. ¡Cuántas afectividades mal resueltas sean en la vida matrimonial, de soltería o célibe, tratan de satisfacerse con una dosis de poder! La dosis de poderío en vena es el “orfidal” de problemas más profundos. Los sedantes no curan nada, pero te dejan adormecido.

Cuanto menos serenamente vivimos la afectividad, más despótica y tiránica se vuelve la persona. Los fanatismos tienen su cuna en una afectividad no o mal resuelta.

El poder sirve para tres o cuatro cosas: para hacer una autopista, una universidad, un hospital, etc., que no es poco; pero el poder no sirve para hacer buenas a las personas. Un partido político, una línea ideológica en la iglesia, un obispo pueden tener poder y tratarán de disponer y poner orden y concierto, pero no conseguirán nada más a golpe de poder.

Desde el Ayuntamiento o el Gobierno Vasco pueden remodelar la “Tabakalera” o rehacer el campo de fútbol de Anoeta, pero el poder no confiere bondad a las personas.

Desde el Obispado ordenarán, dispondrán, expulsarán y harán purgas “stalinianas”, pero no saldrá un hálito de bondad. Y cuidado que se manejan las diócesis, las iglesias locales desde el poder.

Entre vosotros no debe ser así, el que quiera ser el primero, que sea vuestro servidor, (Mt 20,26).

02. UN CANTO A LA IMPORTANCIA EN LA VIDA DE LOS SENCILLOS Y DE LO HUMILDE.

webcristo_humano-e5eed¿Quién es el más importante en la vida?

Enseguida pensamos en los príncipes de la tierra: pensamos en los grandes políticos, en los mitos del deporte o del cine, en los primeros rostros de las cadenas de televisión, pensamos en el papa, en los cardenales (es algo antievangélico que a los cardenales se les denomine “príncipes de la Iglesia”).

Nos gloriamos de ser amigos de tal persona importante en la sociedad o en la Iglesia, en la ciudad, etc.

Sin embargo el que quiera ser el primero es quien sirve, quien ayuda a los demás. Y ello con la sencillez de un niño.

Jesús entiende las relaciones humanas (también las eclesiales) desde el modelo de los niños: por su debilidad, fragilidad y dependencia.

Mc 10,14 Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis.

Mt 18,2-5 Llamando a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así pues, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.

8462570540_3a6131df4f_zEn la vida y en la Iglesia existen muchas personas sencillas, sin relieve social, que sirven a la familia, a la comunidad, a la sociedad. Hay personas que prestan pequeños servicios, pero que son muy importantes. Voluntarios en el campo sanitario que cuidan enfermos, personas que atienden ancianos, catequistas, laicos que colaboran en las pequeñas o grandes tareas parroquiales, quienes visitan a los encarcelados. ¡Cuántos misioneros y misioneras viven “perdidos” en la selva atendiendo humana y cristianamente a aquellas gentes!

El talante de Jesús no está en las grandes concentraciones, masas, reconocimientos de poder, etc. Lo de Jesús es lo más sencillo de la vida: curar, bendecir, dar de comer, perdonar…

–Sabéis que, entre los paganos, los jefes gobiernan con tiranía a sus súbditos y los grandes descargan sobre ellos el peso de su autoridad. Pero entre vosotros no debe ser así. Al contrario, el que entre vosotros quiera ser grande, que sirva a los demás; y el que entre vosotros quiera ser el primero, que sea vuestro esclavo., (Mt 20,25-26).

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Bastan dos o tres…

Miércoles, 6 de septiembre de 2017
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Del blog de la Communion Béthanie:

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El Cristo de gloria está presente bajo las especies de toda humanidad, más especialmente bajo las del pobre y del pequeño: todo hombre es un Cristo en gestación.

Pero la liturgia es el lugar privilegiado donde esta gestación se acoge, se mantiene, nace día tras día. El lugar también donde se realiza no sólo para quienes consienten en ello, sino también para la multitud que ignora que su grito es dolor de parto. La oración de los salmos que nos es confiada expresa esta realidad de Iglesia: bastan dos o tres para cantarlos en Su Nombre, y el Cristo Total está allí en todos sus miembros en los que estos salmos recapitulan los gritos yel rostro.

*

Christian de Chergé,
prior de los monjes de Tibhirine
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***

Cómo no pensar, durante estos días de vacaciones, en las personas que sufren en su alma, en su cuerpo, que sufren en soledad…

A todas y todos deseamos ofrecer la paz y el bien.

Deseamos estar cerca de ti, el reflejo humilde de esta palabra quel hermano Roger de Taizé pone en los labios de Dios:

“Cuando estés en lo más duro de la prueba, te sostengo en tu desesperación… Y estoy también en las profundidades de la esperanza “.

***

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“Acoger a los pequeños”. 27 Tiempo Ordinario – B (Marcos 10,2-16)

Domingo, 4 de octubre de 2015
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27-852863-300x198El episodio parece insignificante. Sin embargo, encierra un trasfondo de gran importancia para los seguidores de Jesús. Según el relato de Marcos, algunos tratan de acercar a Jesús a unos niños y niñas que corretean por allí. Lo único que buscan es que aquel hombre de Dios los pueda tocar para comunicarles algo de su fuerza y de su vida. Al parecer, era una creencia popular.

Los discípulos se molestan y tratan de impedirlo. Pretenden levantar un cerco en torno a Jesús. Se atribuyen el poder de decidir quiénes pueden llegar hasta Jesús y quiénes no. Se interponen entre él y los más pequeños, frágiles y necesitados de aquella sociedad. En vez de facilitar su acceso a Jesús, lo obstaculizan.

Se han olvidado ya del gesto de Jesús que, unos días antes, ha puesto en el centro del grupo a un niño para que aprendan bien que son los pequeños los que han de ser el centro de atención y cuidado de sus discípulos. Se han olvidado de cómo lo ha abrazado delante de todos, invitándoles a acogerlos en su nombre y con su mismo cariño.

Jesús se indigna. Aquel comportamiento de sus discípulos es intolerable. Enfadado, les da dos órdenes: «Dejad que los niños se acerquen a mí. No se lo impidáis». ¿Quién les ha enseñado a actuar de una manera tan contraria a su Espíritu? Son, precisamente, los pequeños, débiles e indefensos, los primeros que han de tener abierto el acceso a Jesús.

La razón es muy profunda pues obedece a los designios del Padre: «De los que son como ellos es el reino de Dios». En el reino de Dios y en el grupo de Jesús, los que molestan no son los pequeños, sino los grandes y poderosos, los que quieren dominar y ser los primeros.

El centro de su comunidad no ha de estar ocupado por personas fuertes y poderosas que se imponen a los demás desde arriba. En su comunidad se necesitan hombres y mujeres que buscan el último lugar para acoger, servir, abrazar y bendecir a los más débiles y necesitados.

El reino de Dios no se difunde desde la imposición de los grandes sino desde la acogida y defensa a los pequeños. Donde estos se convierten en el centro de atención y cuidado, ahí está llegando el reino de Dios, la sociedad humana que quiere el Padre.

José Antonio Pagola

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Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos.

Domingo, 20 de septiembre de 2015
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EL POETA

«El poeta es su infancia».
Y el niño Rilke lo supo.

Una infancia bien soñada.
La que soñara y no tuvo.

Todo poeta es un niño
que se niega a ser adulto.

Podrán crecerle las barbas
de la ira o del orgullo.

Y caérsele a pedazos
el corazón ya maduro.

Pero conserva los ojos
deslumbradamente puros.

*

Pedro Casaldáliga

El tiempo y la espera, Editorial Sal Terrae.

***


En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía:

“El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.”

Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó:

“¿De qué discutíais por el camino?”

Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó llamó a los Doce y les dijo:

“Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.”

Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:

“El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.”

*

Marcos 9, 30-37

***

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“Dos actitudes muy de Jesús”. 25 Tiempo Ordinario – B (Marcos 9,30-37)

Domingo, 20 de septiembre de 2015
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25-852861-200x300El grupo de Jesús atraviesa Galilea, camino de Jerusalén. Lo hacen de manera reservada, sin que nadie se entere. Jesús quiere dedicarse enteramente a instruir a sus discípulos. Es muy importante lo que quiere grabar en sus corazones: su camino no es un camino de gloria, éxito y poder. Es lo contrario: conduce a la crucifixión y al rechazo, aunque terminará en resurrección.

A los discípulos no les entra en la cabeza lo que les dice Jesús. Les da miedo hasta preguntarle. No quieren pensar en la crucifixión. No entra en sus planes ni expectativas. Mientras Jesús les habla de entrega y de cruz, ellos hablan de sus ambiciones: ¿Quién será el más importante en el grupo? ¿Quién ocupará el puesto más elevado? ¿Quién recibirá más honores?

Jesús «se sienta». Quiere enseñarles algo que nunca han de olvidar. Llama a los Doce, los que están más estrechamente asociados a su misión y los invita a que se acerquen, pues los ve muy distanciados de él. Para seguir sus pasos y parecerse a él han de aprender dos actitudes fundamentales.

  • Primera actitud: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y servidor de todos». El discípulo de Jesús ha de renunciar a ambiciones, rangos, honores y vanidades. En su grupo nadie ha de pretender estar sobre los demás. Al contrario, ha de ocupar el último lugar, ponerse al nivel de quienes no tienen poder ni ostentan rango alguno. Y, desde ahí, ser como Jesús: «servidor de todos».
  • La segunda actitud es tan importante que Jesús la ilustra con un gesto simbólico entrañable. Pone a un niño en medio de los Doce, en el centro del grupo, para que aquellos hombres ambiciosos se olviden de honores y grandezas, y pongan sus ojos en los pequeños, los débiles, los más necesitados de defensa y cuidado.
    Luego, lo abraza y les dice: «El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí». Quien acoge a un «pequeño» está acogiendo al más «grande», a Jesús. Y quien acoge a Jesús está acogiendo al Padre que lo ha enviado.

Una Iglesia que acoge a los pequeños e indefensos está enseñando a acoger a Dios. Una Iglesia que mira hacia los grandes y se asocia con los poderosos de la tierra está pervirtiendo la Buena Noticia de Dios anunciada por Jesús.

José Antonio Pagola

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“Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos.”. Domingo 20 de septiembre de 2015. Domingo 25º ordinario

Domingo, 20 de septiembre de 2015
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52-OrdinarioB25 cerezoDe Koinonia:

Sabiduría 2, 12. 17-20: Lo condenaremos a muerte ignominiosa.
Salmo responsorial: 53: El Señor sostiene mi vida.
Santiago 3, 16-4, 3:  Los que procuran la paz están sembrando paz, y su fruto es la justicia.
Marcos 9, 30-37: El Hijo del hombre va a ser entregado. Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos.

El libro de la Sabiduría recoge la experiencia de los profetas de Israel y nos presenta a la persona «justa» como el modelo de sabiduría. El modelo de piedad no lo constituye la persona que hace sacrificios abundantes o que sigue con elegancia y delicadeza todos los pormenores de los ritos litúrgicos. La persona ideal es la que vive la justicia y muestra con sus obras que es posible realizar la voluntad de Dios en este mundo. Pero, aunque este es el camino auténtico y querido por Dios, no por ello, se puede realizar con simplicidad. La oposición no se hace esperar. Incluso, al interior de la familia o del círculo de amigos. El que tome el camino de la justicia, pronto se dará cuenta que hará el viaje en compañía de pocas personas.

La carta de Santiago nos da una explicación tan sencilla como eficaz de la causa de los conflictos en la comunidad cristiana: la ambición. En efecto, nadie roba, ni asesina ni arruina la vida ajena si no está movido por algún tipo de ambición. El deseo de ser más fuerte que los demás, de tener más capacidad económica, de asegurarse esta vida y la otra, no son sino manifestaciones de la ambición. El problema, es que las personas que piensan así, comienzan a ver al resto del mundo como un obstáculo a eliminar o como un puente sobre el cual pasar. Pero, el problema de tales conductas, animadas y patrocinadas por la sociedad, radica en que se constituyen en ideales de vida, incluso de personas que se proclaman como cristianos. La carta de Santiago nos invita a poner todas esas ideas a contraluz y a pasarlas por el inequívoco tamiz del evangelio. La codicia de dinero, prestigio y poder nos puede conducir por un camino sin regreso y nos puede alejar del cristianismo de manera irreversible, aunque nos sigamos considerando cristianos y vayamos a misa todos los días.

En el evangelio de Marcos, el «camino» representa el itinerario de formación de un buen discípulo. Jesús no quiere un grupo de fanáticos que le entonen vivas a su nombre, sino un grupo de personas responsables que sean capaces de asumir un proyecto. Por esta razón, sus esfuerzos se concentran en la enseñanza de sus seguidores. Pero, la instrucción parte de los desaciertos y de las respuestas erráticas que ellos van dando a lo largo del trayecto hacia Jerusalén.

Jesús debe superar el miedo cultural que invade a sus discípulos y que les impide dirigirse a su «Maestro» con toda confianza. Para esto utiliza una estrategia pedagógica muy ingeniosa. Retoma la discusión de los discípulos que estaban concentrados no en su enseñanza, sino en la repartición de los cargos burocráticos de un hipotético gobierno y reconduce la discusión mediante un ejemplo tomado de la vida diaria. El «niño» era una de las criaturas mas insignificantes de la cultura antigua. Por su estatura y edad no estaba en condiciones de participar en la guerra, ni en la política ni en la vida religiosa. Jesús coloca a uno de esos pequeños en medio de ellos y muestra cómo el presente y el futuro de la comunidad está en colocar en el centro no las propias ambiciones, sino las personas más postergadas y simples. Sólo así se revierte el sistema social de valores. Y sólo así, la comunidad es una alternativa ante el «mundo», que ya sabe poner en el centro a las personas adineradas. La novedad de Jesús consiste en hacer grande lo pequeño, lo doméstico e insignificante.

Eso que Jesús revelaba -con una paradoja- era muy serio: Jesús identificaba su propia suerte y la de Dios con la suerte de los niños, los que no tienen derechos ni quien mire por ellos, los últimos, los despreciados, los no tenidos en cuenta. Porque en realidad todo él se identificaba con ellos: se había puesto de su lado, había asumido su causa como propia. Por eso decía que todo servicio hecho a ellos se le hacía a él mismo y, en definitiva, al Padre. Nuevamente ponía la jerarquía de valores de la sociedad al revés o, mejor, al derecho. Una sociedad que mira sólo por los de arriba –o en la que las decisiones la toman los que están arriba o miran por los intereses de los de arriba- no garantiza ni el Reino ni la Vida; ésta sólo puede sobrevivir en un mundo que desde abajo mire por los de abajo, los que no tienen derechos. Leer más…

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Dom 20 9 15. Y Jesús, poniéndole en medio de todos, dijo: Éste es Aylan

Domingo, 20 de septiembre de 2015
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12009624_322511787872848_2495163546598535740_nDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 25 del tiempo ordinario. Ciclo b. Mc 9, 30-37. Quizá se llamaba Ben-Barek (Hijo de la Bendición), o Ben-Anie (Hijo del Dolor), el niño al que Jesús puso en el centro de su grupo, pero este domingo le ha llamado Aylan (el Niño de la Playa de Turquía, junto a Siria).

Muy cerca de allí, en una isla del Gran Mar, llegó en otro tiempo, a otra playa, Afrodita, en una Concha Marina, como dice el mito griego, radiante de hermosura, para encender en amor la vida de los hombres. Pero la misma Afrodita se ha escondido avergonzada este domingo, porque han dejado morir al niño Aylan, a quien el mar ha devuelto en la playa.

Y la foto del niño Aylan, varado en una playa de muerte, ha sacudido nuestra conciencia satisfecha. Se ha dicho ya casi todo de esa foto, y yo pensaba estar callado, pero el evangelio de este domingo vuelve a sacudirme como el niño de la playa.

La antigua Afrodita no sabe decir nada, está llorando (como Raquel en Mt 2, 16-18). Pero ella deja hablar a Jesús habla, de la manera más fuerte y cariñosa, más dura y más íntima este día. Desde ese fondo he vuelto a leer lo que dice el texto antiguo:

“Y Jesús, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándole, les dijo: “Éste es el más grande…”.

No sabemos cómo se llamaba (Aylen, Ben-Barek, Ben-Anie, Antoñito…). No sabemos si era judío, árabe de Siria, kurdo o cristiano… Pero sabemos que era niño, y eso basta.

Un “destino perverso”, trazado con la sombra de Caín, le trajo hasta la playa, y le ha puesto ante el foco de millones de miradas… como a aquel niño al que Jesús puso en el centro de los Doce famosos, en el sagrario de su Iglesia, en el verdadero Vaticano, para decir a todos: Éste es Dios, éste soy yo, éste es el más grande (judío o cristiano, kurdo, árabe o ruso…), simplemente un niño.

El niño Aylan no debía haber muerto.

Nuestro destino violento le ha matado, no el Dios de Jesús, que quería haberle acogido, abrazado y bendecido, para ponerle en el centro del hogar de la nueva humanidad.

El Dios de Jesús, que es Dios de niños, nos sigue hablando en el evangelio de este domingo, como indicará el comentario que sigue. Buen fin de semana a todos, pero no olvidemos al niño del centro del corro de Jesús, que es el corro de la humanidad, de todos los pueblos, de todas las religiones… No olvidemos al niño de la playa.

. Un niño en el centro (Mc 9, 33-37).

Mc 9, 33 Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntó a los Doce discípulos:
¿De qué discutíais por el camino? 34 Ellos callaban, pues por el camino habían discutido sobre quién era el más grande.
35 Y sentándose llamó a los doce y les dijo: El que quiera ser el primero, hágase el último de todos y el servidor de todos. 36 Luego tomó a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: Quien reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí, sino al que me ha enviado.

Los discípulos discutían ¿De qué dicutímos nosotros?

No hablaban, iban discutiemdo. Caminemos con ellos, pues se han separado del maestro y discuten por su cuenta; piensan que Jesús no atiende, pero él oye y pregunta: ¿De qué hablabais? (9, 33-34):

— Podrían hablar de la exigencia de dejarlo todo y seguir a Jesús, superando los lazos de una sociedad egoísta para ofrecer así un espacio de vida en amor para todos (sobre todo para niños). Quieren tener seguridad y dinero, a costa de los otros (sin interesarse de ellos), dejando que los niños del mundo sigan teniendo hambre.

Jesús les acaba de decir que han de estar dispuestos a dar lo que tienen y a entregar la propia vida por el bien de los demás, incluidos sobre todo los niños. Ellos pueden contestar que Jesús es gente dura, que es sabio pero un poco intransigente en cuestiones como esas… Otros podrían añadir que en un grupo como el nuestro no hay lugar para ternuras de niños.

— Por eso, los discípulos no hablan, sino que discuten sobre quién es (o debe ser) más grande (9, 34). El tema podría personalizarse diciendo que han surgido envidias, deseos de liderazgo, disputas sobre privilegios. Suele suceder: Jesús no es dictador, no impone su dominio por la fuerza; lógicamente, su grupo tenderá a escindirse en grupitos de influjo o prestigio (como sucedía entre los israelitas antiguos,cf. Núm. 14 y 16, como sucede en nuestro tiempo, pues todos quieren mandar…

Ciertamente, pueden decir que se trata de una discusión de principios: precisamente allí donde Jesús, partiendo de su propia utopía sentimental, poco ajustada a la realidad, parece haberse inhibido (no organiza el poder) tienen que hacerlo ellos, sus discípulos: tienen que aprender a mandar en serio, a organizar la economía mundial, con realismo… Las cosas son como son, y la muerte de niños como Aylan es un simple y pequeño daño colateral.

Los discípulos no quieren entender

No tenemos derecho a criticar su sed de mando. Están siguiendo a Jesús, y eso supone que aceptan de algún modo su ideal de reino, es decir, de nueva humanidad. Pero, como humanos, deben traducirlo en cauces de poder.

— Hacen lo que han hecho y siguen haciendo las organizaciones sagradas (iglesias) de la tierra: acogen a Jesús, pero luego lo interpretan, rechazando de hecho su angelismo, su ingenuidad, su falta de contacto con los poderes reales de la tierra.

— Hacen lo que tienen que hacer los políticos del mundo... Buscar formar de organización del poder, partidos políticos, estados, para mandar mejor, para organizar el mundo por la fuerza. Leer más…

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Rechazar a los grandes y acoger a los pequeños. Domingo 25. Ciclo B

Domingo, 20 de septiembre de 2015
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25-T.O.BDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Marcos (imitado más tarde por Mateo y Lucas) estructura la segunda parte de su evangelio a partir de un triple anuncio de Jesús de su muerte y resurrección; y a los tres anuncios siguen tres relatos que ponen de relieve la incomprensión de los discípulos. El domingo pasado leímos el primer anuncio y la reacción de Pedro, que rechaza la idea del sufrimiento y la muerte. Hoy leemos el segundo anuncio, seguido de la incomprensión de todos.

Segundo anuncio de la pasión y resurrección

Mientras recorren Galilea, como una enseñanza que no se da en un momento preciso ni está motivada por especiales circunstancias, Jesús repite el núcleo de lo dicho anteriormente. En comparación con el primer anuncio, esta vez no concreta quiénes serán los adversarios; en vez de sumos sacerdotes, escribas y senadores habla simplemente de “los hombres”. Todo se centra en el binomio muerte-resurrec­ción.

Segunda muestra de incomprensión

Al primer anuncio, Pedro reaccionó reprendiendo a Jesús, y se ganó una dura reprimenda. No es raro que ahora todo callen, aunque siguen sin entender a Jesús: «ellos no entendían lo que les decían y temían preguntarle» (Mc 9,32).

La prueba más clara de que no han entendido nada es que en el camino hacia Cafarnaúm se dedican a discutir quién es el más importante. Mejor dicho, han entendido algo. Porque, cuando Jesús les pregunta de qué hablaban por el camino, se callan por vergüenza a reconocer que el tema de su conversación está en contra de lo que Jesús acaba de decirles sobre su muerte y resurrección.

¿Discípulos de Jesús o discípulos de Qumrán?

Para comprender la discusión de los discípulos y el carácter revolucionario de la postura de Jesús es interesante recordar la práctica de Qumrán. En aquella comunidad se prescribe lo siguien­te: «Los sacerdotes marcharán los primeros conforme al orden de su llamada. Después de ellos seguirán los levitas y el pueblo entero marchará en tercer lugar (…) Que todo israelita conozca su puesto de servicio en la comunidad de Dios, conforme al plan eterno. Que nadie baje del lugar que ocupa, ni tampoco se eleve sobre el puesto que le corresponde» (Regla de la Congrega­ción II, 19-23). Este carácter jerarquizado de Qumrán se advierte en otro pasaje a propósito de las reunio­nes: «Estando ya todos en su sitio, que se sienten primero los sacerdotes, en segundo lugar los ancianos, en tercer lugar el resto del pueblo. Cada uno en su sitio» (VI, 8-9).

La enseñanza de Jesús, revolucionaria con respecto a Qumrán, dice: El que quiera ser primero debe ponerse el último y servir a todos. El evangelio de Juan visualiza esta idea poniendo a Jesús como modelo al lavar los pies a los discípulos.

Una acción simbólica nada romántica

La discusión sobre el más importante supone, en el fondo, un desprecio al menos importante. Jesús va a dar una nueva lección a sus discípulos, pero no solo con palabras, sino con un gesto simbólico, al estilo de los antiguos profetas: toma a un niño, y lo estrecha entre sus brazos. Alguno podría interpretar esto como un gesto romántico, pero las palabras que pronuncia Jesús van en una línea muy distinta: “El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado”. Jesús no anima a ser cariñosos con los niños, sino a recibirlos en su nombre, a acogerlos en la comunidad cristiana. Y esto es tan revolucionario como lo anterior sobre grandeza y servicio.

El grupo religioso más estimado en Israel, que curiosamente no aparece en los evangelios, era el de los esenios. Pero no admitían a los niños. Filón de Alejandría, en su Apología de los hebreos, dice que «entre los esenios no hay niños, ni adolescentes, ni jóvenes, porque el carácter de esta edad es inconsistente e inclinado a las novedades a causa de su falta de madurez. Hay, por el contrario, hombres maduros, cercanos ya a la vejez, no dominados ya por los cambios del cuerpo ni arrastrados por las pasiones, más bien en plena posesión de la verdadera y única libertad». El rabí Dosa ben Arkinos tampoco mostraba gran estima de los niños: «El sueño de la mañana, el vino del mediodía, la charla con los niños y el demorarse en los lugares donde se reúne el vulgo sacan al hombre del mundo» (Abot, 3,14).

En cambio, Jesús dice que quien los acoge en su nombre lo acoge a él, y, a través de él, al Padre. No se puede decir algo más grande de los niños. En ningún otro sitio del evangelio dice Jesús que quien acoge a una persona importante lo acoge a él. Es posible que este episodio, además de servir de ejemplo a los discípulos, intentase justificar la presencia de los niños en las asambleas cristianas.

[El tema de Jesús y los niños vuelve a salir más adelante en el evangelio de Marcos, cuando los bendice y los propone como modelos para entrar en el reino de Dios. Ese pasaje, por desgracia, no se lee en la liturgia dominical.]

Nota sobre la primera lectura

            El libro de la Sabiduría es casi contemporáneo del Nuevo Testamento (entre el siglo I a.C. y el I d.C.). Al estar escrito en griego, los judíos no lo consideraron inspirado, y tampoco Lutero y las iglesias que sólo admiten el canon breve. El capítulo segundo refleja la lucha de los judíos apóstatas contra los que desean ser fieles a Dios. De ese magnífico texto se han elegido unos pocos versículos para relacionarlos con el anuncio que hace Jesús de su pasión y resurrección.

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Dom 6.7.17. No saben los sabios, conocen los pequeños

Domingo, 6 de julio de 2014
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im251010Del blog de Xabier Pikaza:

Dom 14, tiempo ordinario, ciclo A. El evangelio de hoy ofrece la clave del mensaje cristiano, entendido como “revelación”, es decir, es decir como apertura y despliegue de una experiencia más alta del sentido y tarea de la vida.

a. Quien proclama el texto es Jesús Resucitado, portador de esa Revelación, aquel que puede hablar en nombre de Dios, hombre cercano, nueva humanidad, en gesto de amistad y gracia.

b. Frente a Jesús se elevan los “sabios y entendidos”, que calculan y organizan la vida siguiendo unas normas de prudencia económica, social y religiosa…

Éstos son los sabios del mundo: los representantes del FMI, del BMC, los políticos… Es evidente que no resolverán el problema de la vida.

Éstos son los sabios de la Iglesia, el G8/9, los cardenales…, la comisión del Banco Vaticano (de la que ayer hable). Es evidente que tampoco ellos arreglarán nada, a no ser que aprender a ver las cosas y a vivirlas de un modo distinto, como los pequeños y los niños de los que habla el evangelio, desde abajo, en un nivel más alto.

c. En contra de los sabios se elevan aquí, desde Jesús, los “pequeños” (nepioi), que son los sencillos, los pobres y oprimidos, los niños… aquellos que son capaces de comprender que es posible otro mundo, otra vida, otra familia, otra humanidad… Estos son los que “saben” de verdad, los que obtienen un conocimiento más alto de la vida, a través de Jesús.

imagesd. Este pasaje proclama la gran “inversión” del evangelio, es decir, la revelación del conocimiento supremo que se expresa en el amor mutuo, en la ternura, en la acogida… Así viene a expresarse la verdad del corazón, que es la verdad de la vida, que Dios ofrece a todos, de un modo especial a los pequeños y a los pobres.

e. Ésta es una verdad “cristológica”: Está fundada en la experiencia de Jesús, que ha dialogado con Dios, como un Hijo con su Padre, y que por tanto puede responderle, y revelar su misterio de vida. Ésta es una verdad “social”, abierta a todos los que quieran dialogar con Jesús y aprender su camino.

f. Ésta es una verdad radicalmente revolucionaria… En ella se expresa la condena de un mundo guiado por comités de sabios militares y sociales, económicos y políticos… que van dirigiendo a la ruina la vida de los hombres. Frente a ellos descubrimos aquí que otro mundo es posible, otra vida.

Aquí se plantea y propone la gran revelación/revolución de la vida, desde abajo, desde los pequeños y pobres, en la línea de Jesús. Éste es el más alto manifiesto cristiano de los evangelios sinópticos. Bienaventurados quienes lo asuman y cumplan.

Texto litúrgico:

En aquel tiempo, exclamó Jesús:
a. Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido mejor.
b. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
c. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera (Mateo 11,25-30)

Un texto clave

El texto (que pertenece a la tradición del Q: cf. Lc 10, 21-22) se sitúa entre el rechazo de las ciudades galileas, que optan por seguir la ley tradicional (Mt 11, 20-24) y la acusación de los fariseos, que pretenden matar a Jesús porque no guarda el sábado (cf. 12, 1-14; especialmente 12, 7). Puede interpretarse como centro de Mt (y en algún sentido de todo el NT) y ofrece, de algún modo, su revelación cristológica suprema: aquí culmina lo anterior; desde aquí debe entenderse lo que sigue (especialmente Mt 28, 16-20).

Quien habla en el texto es el Cristo pascual, que se revela como fuente de sabiduría, Hijo de Dios y Salvador ante sus fieles. Quizá puede recoger la palabra de un profeta cristiano, que habla en nombre de Jesús resucitado, revelando su más hondo secreto, en una línea que será desarrollada por el evangelio de Juan. Lo dividimos en tres partes:

a. Revelación del Padre (11, 25-26)

En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo:
a. Yo te confieso, Padre, Señor de cielo y tierra,
b. pues has ocultado esto a sabios y entendidos,
b’. y lo has revelado á los pequeños.
a’. Sí, Padre, pues que esta ha sido tu voluntad.

Frente a los sabios y entendidos, representados por los orgullosos galileos de de 11, 20-24 (b), se sitúan ahora los “pequeños” (nêpiois,oij), que han acogido la palabra de Jesús (b’). La revelación salvadora de la voluntad del Padre (su apocalipsis) se vincula a la acogida y confesión de Jesús; por eso, él da gracias al Padre, en gesto de admiración religiosa (a y a’).

Nos hallamos ante un verdadero misterio: la manifestación de Dios rompe la dinámica religiosa de sabiduría y grandeza que se encarna en las ciudades galileas, presumiblemente orgullosas por su conocimiento de las Escrituras, que están siendo explicadas por los “maestros” fariseos que empiezan a misionar en la zona, oponiéndose a los discípulos de Jesús (entre el 40 y 70 d. C.). Leer más…

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