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El Espíritu es paz y dinamismo.

Domingo, 9 de junio de 2019
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08mayopentecostesFestividad de Pentecostés

9 junio 2019

Jn 20, 19-23

Los relatos de apariciones asocian la experiencia del Resucitado a realidades específicas y fundamentales para el creyente: la paz, la misión, el perdón y el Espíritu.

La paz (shalom) es el saludo del Resucitado, como había sido el saludo de los ángeles en el relato mítico del nacimiento: “Paz a los hombres, amados de Dios” (Lc 2,14). Si lo único que nos quita la paz es la mente no observada –las cavilaciones mentales–, es claro que la Presencia es sinónimo de aquella paz “que supera todo lo que podemos pensar” (Filp 4,7). No es extraño que en el Nuevo Testamento se llame a Jesús “nuestra paz” (Ef 2,14) y que Pablo hable reiteradamente del “Dios de la paz” (1Tes 5,23; Rom 15,33; Filp 4,9).

La misión se presenta totalmente en línea con la del propio Jesús, tal como la entiende el cuarto evangelio: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. El eje de la misma no podrá ser otro que el de comunicar y favorecer la vida, ya que él ha venido “para que tengan vida, y vida en plenitud” (10,10).

La misión no tiene nada que ver con el proselitismo ni nace porque alguien se crea en posesión de la verdad. Es algo mucho más hondo, gratuito y desapropiado. Sentirse “enviado” es, sencillamente, reconocerse como “cauce” a través del cual la Vida se expresa. Por eso mismo, no hay apropiación ni expectativas; se deja que la Vida sea. Por eso, en este sentido en el que lo estamos planteando, únicamente puede sentirse “enviado” quien ha dejado de identificarse con su yo, se ha desprendido del ego. El yo no puede nunca vivir como “enviado”, aunque lo proclame, porque su característica es vivir egocentrado, justo lo opuesto a ser cauce.

El lector del evangelio sabe ya que una de las grandes promesas de Jesús fue el don del Espíritu. Promesa que ahora el autor explicita: “Exhalando su aliento sobre ellos” –las mismas palabras con que se narra la creación del primer hombre: “El Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, exhaló en sus narices un aliento de vida y el hombre se convirtió en un ser viviente”: Gn 2,7)–, los “despierta” para que se hagan conscientes del Dinamismo y del Gozo, el Espíritu o Anhelo que nos constituye.

El Espíritu nos capacita para ser “jueces” del mundo. El “perdonar y retener los pecados” se halla vinculado a la tradición sinóptica de “atar y desatar”. Los teólogos están de acuerdo en que la lectura que hizo el concilio de Trento, que vio en estas palabras la institución del sacramento de la penitencia, parece una interpretación dogmática, que va más allá de lo que el texto quiere expresar.

El significado más ajustado parece ser otro: en línea con el llamado “testamento espiritual” de Jesús (Jn 13-17), en el que se habla del “Espíritu de verdad” que desenmascara el engaño del mundo, aquí también se reconoce a los discípulos, en cuanto habitados por aquel mismo Espíritu de verdad, la capacidad de discernir lo verdadero de lo falso.

¿Reconozco el Espíritu como el Fondo de lo que somos? ¿Qué experimento cuando me vivo desde ahí?

Enrique Martínez Lozano

 Fuente Fe Adulta

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Espíritu, espera, esperanza, expectativa.

Domingo, 9 de junio de 2019
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9F195DDB-FED9-425A-9B1C-EEBA577894C4Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

Somos seres espirituales

         En todas las culturas (y filosofías) el ser humano es considerado como a dos tiempos: materia y espíritu, cuerpo y alma, materia y forma, etc. El ser humano tiene una dimensión corpórea, material y, al mismo tiempo, es también espiritual, transcendente. Somos y tenemos un universo espiritual de apertura “más allá” de la pura materialidad.

Ser espiritual significa que somos abiertos a todo lo que “se produce o se pueda dar en la historia”.[1]

En las lenguas románicas (provenientes del latín), las palabras que llevan la componente “sp” ó “xpc” hacen referencia al futuro, a la apertura del ser humano hacia el futuro: espera, esperanza, expectativa, expectación, espectáculo, etc. miran hacia el futuro.

         Somos seres siempre en búsqueda, en camino, nuestro corazón y nuestra mente están siempre abiertas.

Que los humanos seamos espirituales no significa que tengamos un temperamento algo melifluo y dado a ciertas prácticas religiosas, cuando no mágicas o supersticiosas. Ser espiritual tampoco significa que una persona milite en una religión.

Se puede ser muy religioso, pero muy poco o nada espiritual y se puede ser poco religioso pero de gran hondura espiritual.

Estamos viendo y padeciendo fundamentalismos religiosos dentro y fuera del mundo eclesiástico. Eso no es ser espiritual, sino fanáticos de unos ritos, dogmas o costumbres religiosas.

         Todo ser humano es espiritual del mismo modo que todo ser humano es inteligente, libre, histórico, secuado, etc.

Uno puedo ser ateo o increyente: es una opción válida en la vida. Una sociedad, un estado puede optar por ser laico o aconfesional. Son elecciones legítimas en la organización de los pueblos.

Pero que una persona o un pueblo sean aconfesionales no significa que dejen de ser personas y sociedades espirituales. Toda persona y grupo humano habrá de cuidar siempre su dimensión espiritual. Cultivar la dimensión espiritual del ser humano no significa una serie de prácticas religiosas, sino valorar y cuidar la esperanza y el sentido de la vida, la paz y la libertad, la ética, el arte, la delicadeza personal, las tradiciones de un pueblo, etc…

Que una persona o una sociedad sea atea o aconfesional no es un “cheque en blanco” para la vida, mucho menos para la zafiedad.

No se puede zanjar de un plumazo la dimensión espiritual del ser humano y de la sociedad. Habríamos perdido el humanismo

         De todos modos todos tenemos y vivimos en una espiritualidad. También las sociedades, ideologías políticas, sistemas religiosos tienen un espíritu, un tono, un modo de pensar y de vivir:

+ En el plano eclesial es evidente que el espíritu de los años conciliares (Vaticano II) ha sido dinamitado y hoy, el espíritu que estamos viviendo en nuestra -y otras- diócesis es muy diferente al del Concilio Vaticano II. El sistema eclesiástico actual es acartonado y alcanforado el espíritu y la espiritualidad. ¿A qué se debe, si no, el enfrentamiento que sufre el papa Francisco?

+ En otros tiempos no lejanos, vivimos bajo el espíritu de dictadura política. Hoy vivimos bajo el espíritu de la dictadura de la seducción económico-tecnológica: vivimos bajo la esclavitud de un supuesto bienestar, de la informática, de un progreso ansioso. Le llamamos libertad a una dependencia absoluta del consumismo.

Jesús tenía y tiene un buen espíritu, un Espíritu santo, bueno. Jesús tenía y vivía (vive) de un ideal, que es el Reino de los cielos: “Reino de justicia de amor y de paz”. ¿Qué otra cosa es el Reino de Dios sino libertad, justicia, perdón y paz? Y ¿qué otra cosa es el espíritu cristiano sino libertad, bondad, misericordia y acogida?

El espíritu de Jesús y de Dios Padre es bueno, porque entre ellos brota la bondad, que anima, consuela, hace comprender la vida…

El evangelio de hoy nos habla de la presencia del Espíritu de Jesús resucitado en la iglesia naciente. Tal espíritu confiere alegría, paz y perdón.

Un texto muy significativo

Jesús no hizo nunca una campaña electoral, pero sí que en su discurso programático de Jesús, cuando comienza su tarea en Nazaret podemos ver que:

El Espíritu del Señor esta sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos; para proclamar el año de gracia de Dios. (Lucas 4,18-19)

         El espíritu cristiano, el espíritu de Jesús es buena noticia (Evangelio), libertad, luz, bondad, gratuidad, alegría, paz y perdón. entendimiento y comprensión

Vivir en tal estilo de Jesús es bueno, hace bien, construye nuestra vida.

         “Exhalar el aliento” es la misma expresión que emplea el Génesis cuando Dios inspira su hálito vital sobre el barro humano.

Entonces Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente. (Gn 2,7).

         Los humanos por nosotros mismos somos un puñado de barro. Muchas veces en la vida andamos, como los primeros discípulos, tristes, decepcionados por las mil circunstancias que nos pueden sobrevenir.

         Somos vivientes, humanos cuando tenemos espíritu, el espíritu de Dios.

         Jesús “exhaló su aliento”, su bondad y misericordia sobre nosotros

Nos hace bien vivir del espíritu, tener tono vital, “consuelo”, bondad. Necesitamos también unos ideales nobles y sanos, un espíritu bueno para llegar a ser vivientes, humanistas, creativos. Algo de todo eso es el espíritu que Dios y Cristo nos infunden. Vivimos cuando estamos impregnados de respeto, convivencia, libertad, paz

recibid espíritu santo

[1] Decía K, Rahner que ser espíritu-espiritual significa que el hombre es absoluta apertura hacia toda “palabra” que se produce en la historia, (Oyente de la palabra, 73

 

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“Pentecostés laico”, por José María García Mauriño.

Viernes, 8 de junio de 2018
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poblacion-mucha-gente-caminando-715x401El Espíritu de todo ser humano, de todo hombre y mujer, es patrimonio de toda la humanidad. No pertenece en exclusiva a ninguna religión, a ninguna ideología. Es la fuerza de su dignidad, la energía de los Derechos humanos que anida en el interior de cada persona. Hemos de invocar su presencia humanizadora al mundo entero tan necesitado de humanización.

En este mundo no hay paz. Los hombres y mujeres se matan de manera ciega y cruel. No sabemos resolver nuestros conflictos sin acudir a la fuerza destructora de las armas. Nos hemos acostumbrado a vivir en un mundo ensangrentado por las guerras. Que este espíritu, esta fuerza del ser humano, despierte en nosotros el respeto a toda persona. Debemos hacernos constructores de paz. No nos abandonemos al poder del mal.

Muchos de nosotros y nosotras vivimos esclavos del dinero. Atrapados por un sistema que nos impide caminar juntos hacia un mundo más humano. Los poderosos son cada vez más ricos, los débiles cada vez más pobres. Este espíritu humano liberará en nosotros la fuerza para trabajar por un mundo menos injusto, más solidario. Ojalá nos hagamos más responsables y solidarios. No caigamos en manos de nuestro egoísmo.

La humanidad está rota y fragmentada. Una minoría de hombres y mujeres disfrutamos de un bienestar que nos está deshumanizando cada vez más. Una mayoría inmensa muere de hambre, miseria y desnutrición. Entre nosotros crece la desigualdad y la exclusión social. La fuerza del espíritu humano despertará en nosotros la compasión que lucha por la justicia. Nos enseñará a defender siempre a los últimos. No nos dejará vivir con un corazón enfermo.

Muchos viven sin conocer el amor, el hogar o la amistad. Otros caminan perdidos y sin esperanza. No conocen una vida digna, sólo la incertidumbre, el miedo o la depresión. Esperamos que el espíritu humano reavive en nosotros la atención a los que viven sufriendo. Que nos enseñe a estar más cerca de quienes están más solos. Que nos cure de la indiferencia.

Muchos entre nosotros y nosotras no conocen el amor ni la misericordia. Se alejan de la humanidad porque tienen miedo. Nuestros jóvenes ya no saben hablar otro lenguaje. Los valores éticos se van borrando de las conciencias. Queremos despertar en todos y todas,  la fe y la confianza en la humanidad.

La mayoría de nosotros, hombres y mujeres del mundo no sabemos cuidar de la vida. No acertamos a progresar sin destruir, no sabemos crecer sin acaparar. Estamos haciendo de este mundo un lugar cada vez más inseguro y peligroso. En muchos va creciendo el miedo y se va apagando la esperanza. No sabemos hacia dónde nos dirigimos. Esperamos que este espíritu humano nos haga caminar hacia una vida más sana, más justa y solidaria.

José María García Mauriño

Madrid 16 de Mayo de 2018

Fuente Fe Adulta

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¿Quién eres Tú…?

Domingo, 20 de mayo de 2018
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¿Quién eres Tú, dulce luz, que me llena
e ilumina la oscuridad de mi corazón?

Me conduces como una mano materna,
y si me soltaras no sabría dar ni un paso.
Tú eres el espacio que rodea mi ser y lo envuelve en sí.
Abandonado de ti caería en el abismo de la nada,
de donde Tú me llamaste a la existencia.

Tú estás más cerca de mí que yo mismo
y eres más íntimo que mi intimidad.
Al mismo tiempo eres inalcanzable e incomprensible,
ningún nombre es adecuado para invocarte.

¡Espíritu Santo, Amor Eterno!
Tú eres el dulce manantial
que fluye desde el Corazón del Hijo hacia el mío,
el alimento de los ángeles y de los bienaventurados.

¡Espíritu Santo, Vida Eterna!
Tú eres la centella
que cae desde el trono del Juez eterno
e irrumpe en la noche del alma,
que nunca se ha conocido a sí misma.

Misericordioso e inexorable,
penetras en los pliegues escondidos de esta alma
que se asusta al verse a sí misma.
¡Dame el perdón y suscita en mí el santo temor,
principio de toda sabiduría que viene de lo alto!

¡Espíritu Santo, Centella penetrante!
Tú eres la fuerza con la que el Cordero
rompe el sello del eterno secreto de Dios.
Impulsados por ti, los mensajeros del Juez
cabalgan por el mundo con espada afilada,
y separan el reino de la Luz del reino de la noche.

 Entonces surgirá un nuevo cielo y una nueva tierra
y todo, gracias a tu aliento, encontrará su justo lugar.
¡Espíritu Santo, Fuerza triunfadora!
*
Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein)
***

“Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en su casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

“Paz a vosotros.”

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

“Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envió yo.”

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

“Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.”

*

Juan 20,19-23

***

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***

Era jueves. El cielo estaba gris; la tierra estaba cubierta de nieve y seguían cayendo voluminosos copos de nieve cuando el padre Serafín comenzó la conversación en un descampado cercano a su «pequeña ermita».

-«El Señor me ha revelado -empezó el gran stárets- que desde la infancia deseas conocer cuál es el fin de la vida cristiana… El verdadero fin de la vida cristiana es la adquisición del Espíritu Santo de Dios…»

-«¿Cómo “adquisición”? -le pregunté al padre Serafín-. No comprendo del todo…»

Entonces el padre Serafín me cogió por los hombros y me dijo:

-«Ambos estamos en la plenitud del Espíritu Santo. ¿Por qué no me miras?».

-«No puedo, padre. Hay lámparas que brillan en sus ojos, su rostro se ha vuelto más luminoso que el sol. Me duelen los ojos.»

-«No tengas miedo, amigo de Dios; también tú te has vuelto luminoso como yo. También ahora tú estás en la plenitud del Espíritu Santo; de lo contrario, no habrías podido verme.»

Inclinándose entonces hacia mí, me susurró al oído:

«Agradece al Señor que nos haya concedido esta gracia inexpresable. Pero ¿por qué no me miras a los ojos? Prueba a mirarme sin miedo: Dios está con nosotros».

Tras estas palabras levanté los ojos hacia su rostro y se apoderó de mí un miedo aún más grande.

-«¿Cómo te sientes ahora?», preguntó el padre Serafín.

-«¡Excepcionalmente bien!»

-«¿Cómo “bien”? ¿Qué entiendes por “bien”?»

-«Mi alma está colmada de un silencio y una paz inexpresables.»

-«Amigo de Dios, ésa es la paz de la que hablaba el Señor cuando decía a sus discípulos: “Os dejo la paz, os doy mi propia paz. Una paz que el mundo no os puede dar” (Jn 14,27). ¿Qué sientes ahora?»

-«Una delicia extraordinaria.»

«Es la delicia de que habla la Escritura: “Se sacian de la abundancia de tu casa, les das a beber en el río de tus delicias” (Sal 36,9). ¿Qué sientes ahora?»

-«Una alegría extraordinaria en el corazón.»

-«Cuando el Espíritu baja al hombre con la plenitud de sus dones, se llena el alma humana de una alegría inexpresable porque el Espíritu Santo vuelve a crear en la alegría todo lo que roza. Es la alegría de que habla el Señor en el Evangelio»

*

Serafín de Sarov,
Vida y coloquio con Motovilov,
Turín 19892).

***

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“Renuévanos por dentro”. Pentecostés – B. (Juan 20,19-23)

Domingo, 20 de mayo de 2018
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Poco a poco estamos aprendiendo a vivir sin interioridad. Ya no necesitamos estar en contacto con lo mejor que hay dentro de nosotros. Nos basta con vivir entretenidos. Nos contentamos con funcionar sin alma y alimentarnos solo de bienestar. No queremos exponernos a buscar la verdad. Ven, Espíritu Santo, y libéranos del vacío interior.

Hemos aprendido a vivir sin raíces y sin metas. Nos basta con dejarnos programar desde fuera. Nos movemos y agitamos sin cesar, pero no sabemos qué queremos ni hacia dónde vamos. Estamos cada vez mejor informados, pero nos sentimos más perdidos que nunca. Ven, Espíritu Santo, y libéranos de la desorientación.

Apenas nos interesan ya las grandes cuestiones de la existencia. No nos preocupa quedarnos sin luz para enfrentarnos a la vida. Nos hemos hecho más escépticos, pero también más frágiles e inseguros. Queremos ser inteligentes y lúcidos. Pero no encontramos sosiego ni paz. Ven, Espíritu Santo, y libéranos de la oscuridad y la confusión interior.

Queremos vivir más, vivir mejor, vivir más tiempo, pero ¿vivir qué? Queremos sentirnos bien, sentirnos mejor, pero ¿sentir qué? Buscamos disfrutar intensamente de la vida, sacarle el máximo jugo, pero no nos contentamos solo con pasarlo bien. Hacemos lo que nos apetece. Apenas hay prohibiciones ni terrenos vedados. ¿Por qué queremos algo diferente? Ven, Espíritu Santo, y enséñanos a vivir.

Queremos ser libres e independientes y nos encontramos cada vez más solos. Necesitamos vivir y nos encerramos en nuestro pequeño mundo, a veces tan aburrido. Necesitamos sentirnos queridos y no sabemos crear contactos vivos y amistosos. Al sexo lo llamamos «amor», y al placer, «felicidad», pero ¿quién saciará nuestra sed? Ven, Espíritu Santo, y enséñanos a amar.

En nuestra vida ya no hay sitio para Dios. Su presencia ha quedado reprimida o atrofiada dentro de nosotros. Llenos de ruidos por dentro, ya no podemos escuchar su voz. Volcados en mil deseos y sensaciones, no acertamos a percibir su cercanía. Sabemos hablar con todos menos con él. Hemos aprendido a vivir de espaldas al Misterio. Ven, Espíritu Santo, y enséñanos a creer.

Creyentes y no creyentes, poco creyentes y malos creyentes, así peregrinamos muchas veces por la vida. En la fiesta cristiana del Espíritu Santo, a todos nos dice Jesús lo que un día dijo a sus discípulos, exhalando sobre ellos su aliento: «Recibid el Espíritu Santo». Ese Espíritu que sostiene nuestras pobres vidas y alienta nuestra débil fe puede penetrar en nosotros y reavivar nuestra existencia por caminos que solo él conoce.

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

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“Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo”. Domingo 20 de mayo de 2018. Pentecostés

Domingo, 20 de mayo de 2018
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34-PentecostesB cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 2,1-11: Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar:
Salmo responsorial: 103: Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
1Corintios 12,3b-7.12-13: Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo:
Juan 20,19-23: Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo.
En el presente ciclo B pueden utilizarse tambien las siguientes lecturas:
Gálatas 5,16-25: El fruto del Espíritu.
Juan 15,26-27;16,12-15: El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena.

Cualquier gran ciudad de nuestro mundo rememora ya el ambiente de la torre de Babel: pluralidad de lenguas, pluralidad de culturas, pluralidad de ideas, pluralidad de estilos de vida y problemas inmensos de intolerancia e incomprensión entre los que la habitan. ¿Cómo convivir y entenderse quienes tienen tantas diferencias? La situación está volviéndose especialmente problemática en los países desarrollados, pero también en las grandes ciudades de todo el mundo. Inmigrantes del campo, del interior, de otras provincias o países que lo dejan todo para buscar un trabajo, un hogar, un lugar donde recibir sustento y calidad de vida. A la desesperada son cada día más los que abandonan su país para tocar a la puerta de los países desarrollados, aunque para ello haya que surcar mares tenebrosos en barcas desamparadas. Llegar a la otra orilla es la ilusión… Y cuando llegan, si es que los dejan entrar, comienza un verdadero calvario hasta poder situarse al nivel de los que allí viven. Nuestro mundo se ha convertido ya en paradigma de la torre de Babel, palabra que significaba «puerta de los dioses». Así se denominaba la ciudad, símbolo de la humanidad, precursora de la cultura urbana. Una ciudad en torno a una torre, una lengua y un proyecto: escalar el cielo, invadir el área de lo divino. El ser humano quiso ser como Dios (ya antes lo había intentado en el paraíso a nivel de pareja, ahora a nivel político) y se unió (-se uniformó-) para lograrlo.

Pero el proyecto se frustró: aquél Dios, celoso desde los comienzos del progreso humano, confundió (en hebreo, “balal”) las lenguas y acabó para siempre con la Puerta de los dioses (“Babel”). Tal vez nunca existió aquel mundo uniformado; quizá fue sólo una tentadora aspiración de poder humano. Después del castigo divino, las diferentes lenguas fueron el mayor obstáculo para la convivencia, principio de dispersión y de ruptura humana. El autor de la narración babélica no pensó en la riqueza de la pluralidad e interpretó el gesto divino como castigo. Pero hizo constar, ya desde el principio, que Dios estaba por el pluralismo, diferenciando a los habitantes del globo por la lengua y dispersándolos.

Diez siglos después de escribirse esta narración del libro del Génesis, leemos otra en el de los Hechos de los Apóstoles. Tuvo lugar el día de Pentecostés, fiesta de la siega en la que los judíos recordaban el pacto de Dios con el pueblo en el monte Sinaí, «cincuenta días» (=«Pentecostés») después de la salida de Egipto.

Estaban reunidos los discípulos, también cincuenta días después de la Resurrección (el éxodo de Jesús al Padre) e iban a recoger el fruto de la siembra del Maestro: la venida del Espíritu que se describe acompañada de sucesos, expresados como si se tratara de fenómenos sensibles: ruido como de viento huracanado, lenguas como de fuego que consume o acrisola, Espíritu (=«ruah»: aire, aliento vital, respiración) Santo (=«hagios»: no terreno, separado, divino). Es el modo que elige Lucas para expresar lo inenarrable, la irrupción de un Espíritu que les libraría del miedo y del temor y que les haría hablar con libertad para promulgar la buena noticia de la muerte y resurrección de Jesús.

Por esto, recibido el Espíritu, comienzan todos a hablar lenguas diferentes. Algunos han querido indicar con esta expresión que se trata de “ruidos extraños”; tal vez fuera así originariamente, al estilo de las reuniones de carismáticos. Pero Lucas dice “lenguas diferentes”. Así como suena. Poco importa por lo demás averiguar en qué consistió aquel fenómeno para cuya explicación no contamos con más datos. Lo que sí importa es saber que el movimiento de Jesús nace abierto a todo el mundo y a todos, que Dios ya no quiere la uniformidad, sino la pluralidad; que no quiere la confrontación sino el diálogo; que ha comenzado una nueva era en la que hay que proclamar que todos pueden ser hermanos, no sólo a pesar de, sino gracias a las diferencias; que ya es posible entenderse superando todo tipo de barreras que impiden la comunicación.

Porque este Espíritu de Dios no es Espíritu de monotonía o de uniformidad: es políglota, polifónico. Espíritu de concertación (del latín “concertare”: debatir, discutir, componer, pactar, acordar). Espíritu que pone de acuerdo a gente que tiene puntos de vista distintos o modos de ser diferentes. El día de Pentecostés, a más lenguas, no vino, como en Babel, más confusión. “Cada uno los oía hablar en su propio idioma de las maravillas de Dios”. Dios hacía posible el milagro de entenderse.. Se estrenó así la nueva Babel, la pretendida de Dios, lejos de uniformidades malsanas, un mundo plural, pero acorde. Ojalá que la reinventemos y no sigamos levantando muros ni barreras entre ricos y pobres, entre países desarrollados y en vías de desarrollo o ni siquiera eso. Leer más…

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20..5.18. Pentecostés 2018. Una Teología del Espíritu Santo.

Domingo, 20 de mayo de 2018
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5ee6843b-8c59-412c-af93-2ea868dceae2Del blog de Xabier Pikaza:

Aprendí de niño la Secuencia del Espíritu Santo y desde entonces me ha venido acompañando en este día: Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.

Después he tenido ocasión de estudiar, enseñar y escribir sobre temas del Espíritu Santo, tanto en la Biblia como en la teología de la Iglesia, y eso es lo que puedo ofrecer a mis lectores un día como hoy: Una breve reflexión sobre Teología del Espíritu Santo, en línea de profundización pentecostal.

Retomo y elaboro de esa forma el tema de ayer, preparado para la Vigilia de Pentecostés. Hoy es la fiesta, el Día de Dios en Nosotros y así elaboro una teología bíblica del Espíritu Santo (tomada también en gran parte de mi Diccionario de la Biblia).

Buen día a todos. Feliz, gozoso y fuerte Pentecostés 2018.

Pablo, teólogo del Espíritu: antropología pascual

La condena y muerte de Jesús había puesto un signo de interrogación sobre su vida y mensaje. La cruz es maldición (cf. Gal 3, 13), su tumba eleva la pregunta por Dios y por su reino ¿está Dios con nosotros? (cf. Ex 32, 16). La iglesia responde que está y actúa, no sólo como creador y resucitador en general (cf. Rom 4,17; Is 48, 13), sino como el que ha resucitado de los muertos a Jesús (Rom 4, 24), del quien se dice que es:

engendrado de la estirpe de David, según la carne;
constituido Hijo de Dios en poder,
según el Espíritu de Santidad
por la resurrección de entre los muertos (Rom 1, 3-4)

La historia anterior de Jesús se mantenía en un nivel de carne: esperanza mesiánica israelita, David. La pascua, en cambio, es la acción del Espíritu que le ha resucitado, como Hijo de Dios, para todos los humanos. De esa forma, Dios ha vencido en amor a la muerte, superando carne (Ley de Israel, normas de pureza), para revelar su misterio en el Espíritu.

1. Los protestantes liberales de principios del siglo XX pensaban que ese Espíritu de pascua es la misma hondura de lo humano, personalizada en el Mesías. Todos somos carne, pero, al mismo tiempo, somos Espíritu de Vida, como fue Jesús, resucitado de la muere, humanidad perfecta.
2. Algunos católicos tradicionales identifican ese Espíritu con la naturaleza divina de Jesús: este pasaje hablaría de sus dos naturalezas, la humana (como hijo de David en la historia) y la divina, como Hijo eterno de Dios, en línea de pascua. El hombre es carne, Dios Espíritu. Ambos momentos se unen en Jesús
3. Sin negar el valor de esas perspectivas, pensamos que carne significa lo que pertenece simplemente a la esfera de la tierra: el mundo de lo humano y corruptible, sometido al pecado y la muerte. Espíritu es la fuerza escatológica del Amor de Dios que actúa por la pascua de Jesús, superando así la muerte.

Jesús era hijo de David, heredero del reino de Israel, pero no lo ha buscado o conquistado por fuerza, sino que ha muerto en debilidad, por ser fiel Reino de Dios. Por eso, Dios le ha resucitado, haciéndole Hijo suyo, humanidad culminada; así “ha santificado su nombre”, se ha mostrado en plenitud como divino, poder liberador, rescatando a Jesús de la muerte y con Jesús a los perdidos, humillados y excluidos de la historia (cf. Ez 36, 16-38). De esa forma se muestra divino, al hacerle Señor de la nueva creación, por el Espíritu, “en Poder” (cf. Mc 9, 1; 13, 26; 1 Cor 6, 14 y en especial Mt 28, 16-20: se me ha dado todo poder en cielo y tierra). Leer más…

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Domingo de Pentecostés. Ciclo B

Domingo, 20 de mayo de 2018
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250px-Pentecostés_(El_Greco,_1597)Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Para el Greco, María Magdalena vale por ciento siete

En el famoso cuadro de Pentecostés pintado por El Greco, que ahora se conserva en el museo del Prado, hay un detalle que puede pasar desapercibido: junto a la Virgen se encuentra María Magdalena. Por consiguiente, el Espíritu Santo no baja solo sobre los Doce (representantes de los obispos) sino también sobre la Virgen (se le permite, por ser la madre de Jesús) e incluso sobre una seglar de pasado dudoso (a finales del siglo XVI María Magdalena no gozaba de tan buena fama como entre las feministas actuales). Ya que el Greco se inspira en el relato de los Hechos, donde se habla de una comunidad de ciento veinte personas, podemos concluir que la Magdalena representa a ciento siete. ¿Cómo se compagina esto con el relato del evangelio de Juan que leemos hoy, donde Jesús aparentemente sólo otorga el Espíritu a los Once? Una vez más nos encontramos con dos relatos distintos, según el mensaje que se quiera comunicar. Pero es preferible comenzar por la segunda lectura, de la carta a los Corintios, que ofrece el texto más antiguo de los tres (fue escrita hacia el año 51).

La importancia del Espíritu (1 Corintios 12, 3b-7.12-13)

            En este pasaje Pablo habla de la acción del Espíritu en todos los cristianos. Gracias al Espíritu confesamos a Jesús como Señor (y por confesarlo se jugaban la vida, ya que los romanos consideraban que el Señor era el César). Gracias al Espíritu existen en la comunidad cristiana diversidad de ministerios y funciones (antes de que el clero los monopolizase casi todos). Y, gracias al Espíritu, en la comunidad cristiana no hay diferencias motivadas por la religión (judíos ni griegos) ni las clases sociales (esclavos ni libres). En la carta a los Gálatas dirá Pablo que también desaparecen las diferencias basadas en el género (varones y mujeres). En definitiva, todo lo que somos y tenemos los cristianos es fruto del Espíritu, porque es la forma en que Jesús resucitado sigue presente entre nosotros.

Hermanos:

Nadie puede decir: «Jesús es Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

Volvemos a las dos versiones del don del Espíritu: Hechos y Juan.

La versión de Lucas (Hechos de los apóstoles 2,1-11)

            A nivel individual, el Espíritu se comunica en el bautismo. Pero Lucas, en los Hechos, desea inculcar que la venida del Espíritu no es sólo una experiencia personal y privada, sino de toda la comunidad. Por eso viene sobre todos los presentes, que, como ha dicho poco antes, era unas ciento veinte personas (cantidad simbólica: doce por cien). Al mismo tiempo, vincula estrechamente el don del Espíritu con el apostolado. El Espíritu no viene solo a cohesionar a la comunidad internamente, también la lanza hacia fuera para que proclame «las maravillas de Dios», como reconocen al final los judíos presentes.

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.

Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban:

― ¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.

La versión de Juan 20, 19-23

En este breve pasaje podemos distinguir cuatro momentos: el saludo, la confirmación de que es Jesús quien se aparece, el envío y el don del Espíritu.

El saludo es el habitual entre los judíos: “La paz esté con vosotros”. Pero en este caso no se trata de pura fórmula, porque los discípulos, muertos de miedo a los judíos, están muy necesitados de paz.

Ese paz se la concede la presencia de Jesús, algo que parece imposible, porque las puertas están cerradas. Al mostrarles las manos y los pies, confirma que es realmente él. Los signos del sufrimiento y la muerte, los pies y manos atravesados por los clavos, se convierten en signo de salvación, y los discípulos se llenan de alegría.

Todo podría haber terminado aquí, con la paz y la alegría que sustituyen al miedo. Sin embargo, en los relatos de apariciones nunca falta un elemento esencial: la misión. Una misión que culmina el plan de Dios: el Padre envió a Jesús, Jesús envía a los apóstoles. [Dada la escasez actual de vocaciones sacerdotales y religiosas, no es mal momento para recordar otro pasaje de Juan, donde Jesús dice: “Rogad al Señor de la mies que envíe operarios a su mies”].

Todo termina con una acción sorprendente: Jesús sopla sobre los discípulos. No dice el evangelistas si lo hace sobre todos en conjunto o lo hace uno a uno. Ese detalle carece de importancia. Lo importante es el simbolismo. En hebreo, la palabra ruaj puede significar “viento” y “espíritu”. Jesús, al soplar (que recuerda al viento) infunde el Espíritu Santo. Este don está estrechamente vinculado con la misión que acaban de encomendarles. A lo largo de su actividad, los apóstoles entrarán en contacto con numerosas personas; entre las que deseen hacerse cristianas habrá que distinguir entre quiénes pueden aceptadas en la comunidad (perdonándoles los pecados) y quiénes no, al menos temporalmente (reteniéndoles los pecados).

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

― Paz a vosotros.

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

― Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

― Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

Resumen:

Estas breves ideas dejan clara la importancia esencial del Espíritu en la vida de cada cristiano y de la Iglesia. El lenguaje posterior de la teología, con el deseo de profundizar en el misterio, ha contribuido a alejar al pueblo cristiano de esta experiencia fundamental. En cambio, la preciosa Secuencia de la misa ayuda a rescatarla.

Ven, Espíritu divino,

   manda tu luz desde el cielo.

   Padre amoroso del pobre;

   don, en tus dones espléndido;

   luz que penetra las almas;

   fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,

   descanso de nuestro esfuerzo,

   tregua en el duro trabajo,

   brisa en las horas de fuego,

   gozo que enjuga las lágrimas

   y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,

   divina luz, y enriquécenos.

   Mira el vacío del hombre,

   si tú le faltas por dentro;

   mira el poder del pecado,

   cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,

   sana el corazón enfermo,

   lava las manchas, infunde

   calor de vida en el hielo,

   doma el espíritu indómito,

   guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones,

   según la fe de tus siervos;

   por tu bondad y tu gracia,

   dale al esfuerzo su mérito;

   salva al que busca salvarse

   y danos tu gozo eterno.

El don de lenguas

«Y empezaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse». El primer problema consiste en saber si se trata de lenguas habladas en otras partes del mundo, o de lenguas extrañas, misteriosas, que nadie conoce. En este relato es claro que se trata de lenguas habladas en otros sitios. Los judíos presentes dicen que «cada uno los oye hablar en su lengua nativa». Pero esta interpretación no es válida para los casos posteriores del centurión Cornelio y de los discípulos de Éfeso. Aunque algunos autores se niegan a distinguir dos fenómenos, parece que nos encontramos ante dos hechos distintos: hablar idiomas extranjeros y hablar «lenguas extrañas» (lo que Pablo llamará «las lenguas de los ángeles»).

El primero es fácil de racionalizar. Los primeros misioneros cristianos debieron enfrentarse al mismo problema que tantos otros misioneros a lo largo de la historia: aprender lenguas desconocidas para transmitir el mensaje de Jesús. Este hecho, siempre difícil, sobre todo cuando no existen gramáticas ni escuelas de idiomas, es algo que parece impresionar a Lucas y que desea recoger como un don especial del Espíritu, presentando como un milagro inicial lo que sería fruto de mucho esfuerzo.

El segundo es más complejo. Lo conocemos a través de la primera carta de Pablo a los Corintios. En aquella comunidad, que era la más exótica de las fundadas por él, algunos tenían este don, que consideraban superior a cualquier otro. En la base de este fenómeno podría estar la conciencia de que cualquier idioma es pobrísimo a la hora de hablar de Dios y de alabarlo. Faltan las palabras. Y se recurre a sonidos extraños, incomprensibles para los demás, que intentan expresar los sentimientos más hondos, en una línea de experiencia mística. Por eso hace falta alguien que traduzca el contenido, como ocurría en Corinto. (Creo que este fenómeno, curiosamente atestiguado en Grecia, podría ponerse en relación con la tradición del oráculo de Delfos, donde la Pitia habla un lenguaje ininteligible que es interpretado por el “profeta”).

Sin embargo, no es claro que esta interpretación tan teológica y profunda sea la única posible. En ciertos grupos carismáticos actuales hay personas que siguen «hablando en lenguas»; un observador imparcial me comunica que lo interpretan como pura emisión de sonidos extraños, sin ningún contenido. Esto se presta a convertirse en un auténtico galimatías, como indica Pablo a los Corintios. No sirve de nada a los presentes, y si viene algún no creyente, pensará que todos están locos.

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Domingo de Pentecostés

Domingo, 20 de mayo de 2018
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pentecostes

“Cuando venga el Espíritu de la verdad, él os irá guiando hasta la verdad plena.”

(Jn 15, 26-27;16, 12-15)

Comenzamos este escrito con una pregunta. ¿Qué imagen de Dios tenemos? Porque es muy distinto relacionarnos con un Dios individual que con un Dios trinitario que habla de relación, de diversidad, de entrelazamiento, de no poder existir el Padre sin el Hijo y sin el Espíritu y viceversa. Son relaciones basadas en la libertad del amar.

Comienza este texto diciendo “cuando venga el espíritu de la verdad…” La palabra verdad tenemos que cambiarla por plenitud. La verdad es una categoría mental, que lleva a una categoría humana, donde cada uno vive según su verdad. La verdad a la que se refiere el texto es la plenitud, la completud.

Jesús envía el espíritu de la verdad cuando su presencia humana ya no está físicamente con nosotros y análogamente percibimos el espíritu de quienes queremos, su presencia de infinitud cuando ya no están físicamente con nostr@s.

Jesús envía el Espíritu que procede del Padre. La danza divina de la comunión, el entrelazamiento de lo que son. Metafóricamente el Misterio se asemeja a una infinita red constituida por su misma interrelación. El espíritu es el otro brazo del Padre, según la expresión de San Ireneo. Es importante caer en la cuenta de que Cristo significa el Ungido: “Aquél que ha recibido el Espíritu”.

“El Espíritu dará testimonio sobre mí, vosotros seréis mis testigos, porque habéis estado conmigo desde el principio”.

La palabra testimonio viene del griego mártirμάρτυρας», «testigo»). Que hace referencia a quien da fe de algo debido a que lo ha vivido o presenciado. Unificación de los polos divino y humano. Dos testimonios, el Espíritu, presencia divina y viva de Jesús y los discípulos manifestación real de la vida vivida junto al maestro.

“Tendría que deciros muchas más cosas…” El espíritu nos introduce en una nueva manera de vivir, la de comprender. Sin el espíritu no podemos pasar del entendimiento a la “comprensión”.

“Él no hablará por su cuenta” porque vive en una relacionalidad que expresa la comunión profunda que transparenta la esencia que los une. No existen relaciones lineales ni jerárquicas sino de profundidad.

El Espíritu Santo es la fuerza vital divina que hace todo el espacio más transparente. El Espiritu transformador, surge de la libertad y creatividad ilimitadas.

“Y os anunciará las cosas venideras”. Nos impulsa el pasado, pero nos atrae el futuro, que nos invita a movernos hacía delante, y aquí descubrimos que nuestra inquietud interior es divina, fruto del Espíritu que sopla como quiere y donde quiere y que nunca dejará de asombrarnos y sorprendernos. El Espíritu fuerza viva que abre caminos de novedad y Vida.

ORACIÓN

Espíritu Santo, descúbrenos la verdadera comunión, la danza ininterrumpida y flexible que es esencia de interrelacionalidad, profundidad y plenitud.

 

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Dios Espíritu está en nosotros y no tiene que venir de ninguna parte.

Domingo, 20 de mayo de 2018
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listenerJn 20, 19-23

Para entender hoy lo que celebramos, debemos mirar a la Trinidad. Lo que digamos lo tenemos adelantado para el próximo domingo. Que yo sepa, la teología oficial nunca ha dicho que el Padre, el Hijo o el Espíritu actuaran por separado. La distinción de las personas en la Trinidad solo se manifiesta en sus relaciones “ad intra”, es decir, cuando se relacionan una con otra. En sus relaciones “ad extra”, es decir, en sus relaciones con las criaturas, se comportan siempre como uno. El pueblo y algunos manuales piadosos han atribuido a cada persona tareas diferentes, pero esto no es más que una manera inadecuada de hablar.

La fiesta de Pentecostés está encuadrada en la Pascua, más aún, es la culminación de todo el tiempo pascual. Las primeras comunidades tenían claro que todo lo que estaba pasando en ellas era obra del Espíritu. Todo lo que el Espíritu había realizado en Jesús, lo estaba realizando ahora en cada uno de ellos y queda reflejado en la idea de Pentecostés. Es el símbolo de la acción espectacular del Espíritu a través de Jesús. También para cada uno de nosotros, celebrar la Pascua significa descubrir la presencia en nosotros de Dios-Espíritu.

Según lo que acabamos de decir, siempre que hablamos del Espíritu, hablamos de Dios. Y siempre que hablamos de Dios, hablamos del Espíritu, porque Dios es Espíritu. Pentecostés era una fiesta judía que conmemoraba la alianza del Sinaí (Ley), y que se celebraba a los cincuenta días de la Pascua. Nosotros celebramos hoy la venida del Espíritu, también a los cincuenta días de la Pascua, pero sabiendo que no tiene que venir de ninguna parte. Queremos significar que el fundamento de la nueva comunidad no es la Ley sino el Espíritu.

Tanto el “ruah” hebreo como el “pneuma” griego, significan viento. La raíz de esta palabra en las lenguas semíticas es rwh que significa el espacio existente entre el cielo y la tierra, que puede estar en calma o en movimiento. Sería el ámbito del que los seres vivos beben la vida. En estas culturas el signo de vida era la respiración. Ruah vino a significar soplo vital. Cuando Dios modela al hombre de barro, le sopla en la nariz el hálito de vida. En el evangelio que hemos leído hoy, Jesús exhala su aliento para comunicar el Espíritu. La misma tierra era concebida como un ser vivo, el viento era su respiración.

No es tan corriente como suele creerse el uso específicamente teológico del término “ruah” (espíritu). Solamente en 20 pasajes del las 389 veces que aparece en el AT, podemos encontrar este sentido. En los textos más antiguos se habla del espíritu de Dios, que capacita a alguna persona, para llevar a cabo una misión concreta que salva al pueblo de algún peligro. Con la monarquía el Espíritu se convierte en un don permanente para el monarca (ungido). De aquí se pasa a hablar del Mesías como portador del Espíritu. Solo después del exilio, se habla también del don del espíritu al pueblo en su conjunto.

En el NT, “espíritu” tiene un significado fluctuante, hasta cierto punto todavía judío. El mismo término “ruah” se presta a un significado figurado o simbólico. Solamente en algunos textos de Juan parece tener el significado de una persona distinta de Dios o de Jesús. “Os mandaré otro consolador.” El NT no determina con precisión la relación de la obra salvífica de Jesús con la obra del E. S. No está claro si el Pneuma es una entidad personal o no.

Jesús nace del E. S., baja sobre él en el bautismo, es conducido por él al desierto, etc. No podemos pensar en un Jesús teledirigido por otra entidad desde fuera de él. Según el NT, Cristo y el Espíritu desempeñan evidentemente la misma función. Dios es llamado Pneuma; y el mismo Cristo en algunas ocasiones. En unos relatos lo promete, en otros lo comunica. Unas veces les dice que la fuerza del E. S. está siempre con ellos, en otros dice que no les dejará desamparados, que él mismo estará siempre con ellos.

Hoy sabemos que el Espíritu Santo es un aspecto del mismo Dios. Por lo tanto, forma parte de nosotros mismos y no tiene que venir de ninguna parte. Está en mí, antes de que yo mismo empezara a existir. Es el fundamento de mi ser y la causa de todas mis posibilidades de crecer en el orden espiritual. Nada puedo hacer sin él pero tampoco puedo  estar privado de su presencia en ningún momento. Todas las oraciones encaminadas a pedir la venida del Espíritu, nacen de una ignorancia de lo que queremos significar con ese término.

Está siempre en nosotros, pero no siempre somos conscientes de ello y como Dios no puede violentar ninguna naturaleza, porque actúa siempre conforme a ella y su acción no se nota. Un ejemplo puede ilustrar esta idea. En una semilla, hay vida, pero en estado latente. Si no coloco la bellota en unas condiciones adecuadas, nunca se convertirá en un roble. Para que la vida que hay en ella se desarrolle, necesita una tierra, una humedad y una temperatura adecuada. Pero una vez que se encuentra en las condiciones adecuadas, es ella la que germina; es ella la que, desde dentro, desarrolla el árbol que llevaba en potencia.

Dios (Espíritu) es el mismo en todos y nos empuja hacia la misma meta. Pero como cada uno está en un “lugar” diferente, el camino que nos obliga a recorrer, será siempre distinto. No es pues la meta, la que distingue a los que se dejan mover por el Espíritu, sino los caminos que llevan a ella. El labrador, el médico, el sacerdote tienen que tener el mismo objetivo vital si están movidos por el mismo Espíritu. Pero su tarea es completamente diferente. Una mayor humanidad será la manifestación de su presencia. La mayor preocupación por los demás es la mejor muestra de que uno se está dejando llevar por él.

Si Dios está en cada uno de nosotros como Absoluto, no hay manera de imaginar que pueda darse más a uno que a otro. En toda criatura se ha derramado todo el Espíritu. Esgrimir el Espíritu como garantía de autoridad es la mejor prueba de que uno no se ha enterado de lo que tiene dentro. Porque tiene la fuerza del Espíritu, el campesino será responsable y solícito en su trabajo y con su familia. En nombre del mismo Espíritu, el obispo desempeñará las tareas propias de su cargo. Siempre que queremos imponernos a los demás con cualquier clase de imposición, estamos dejándonos llevar de nuestro espíritu raquítico.

La presencia de Dios en nosotros nos mueve a parecernos a Él. Pero si tenemos una idea de Dios como poder, señorío y mando, que premia y castiga, intentaremos repetir esas cualidades en nosotros. El intento de ser como Dios, en el relato de la torre de Babel, queda contrarrestado en este relato que nos habla de reunir y unificar lo que era diverso. El único lenguaje que todo el mundo entiende es el amor. Si descubrimos el Dios de Jesús, que es amor total, intentaremos repetir en nosotros ese Dios, amando, reconciliando y sirviendo a los demás. Esta es la diferencia abismal entre seguir al Espíritu o nuestro espíritu.

Dios llega a nosotros acomodándose al ser de cada uno. El Espíritu nunca supone violencia alguna. No lleva a la uniformidad, sino que potencia la pluralidad. Pablo lo vio claro: Formamos un solo cuerpo, pero cada uno es un miembro con una función diferente pero útil para el todo. Esa uniformidad pretendida por los superiores en nombre del Espíritu, no tiene nada de evangélica, porque, lo que se intenta es que todos piensen y actúen como el superior. Si todos tocaran el mismo instrumento y la misma nota no habría nunca música.

Meditación

Como el aire que respiramos mantiene la actividad vital,
el Espíritu absorbido nos mantiene en la Vida.
No podemos separar la vida biológica del ser vivo.
Tampoco podemos separar la Vida espiritual del Espíritu.
Siempre que exista Vida se manifestará en obras.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Con las puertas bien cerradas.

Domingo, 20 de mayo de 2018
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pentecostesUna sinfonía debe ser como el mundo. Debe abarcar todo (Gustav Mahler)

20 de mayo, domingo de Pentecostés

Juan 20, 19-23

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas por miedo a los judíos

En este domingo de Pentecostés amanecen los orígenes de la Iglesia y el inicio de la misión apostólica a todas las tribus, lenguas, pueblos y naciones. Es el sentido de “empezaron a hablar lenguas extranjeras” del cap. 2, vers. 4 de los Hechos. El viento huracanado del Espíritu transformando las tablas de piedra muerta de Moisés en la carne viva del corazón de los creyentes. Su entendimiento se desplegó a la verdad y la vida. Así lo dijo Albert Einstein veinte siglos después: “La mente es igual que un paracaídas, sólo funciona si se abre”.

En la película María Magdalena del director australiano Garth Davis, estrenada en febrero de este año, la protagonista, aunque no parece haber estado aquel día en el Cenáculo, unió también su voz a la de los discípulos diciendo: “No me quedaré callada, me haré oír”. Quizás lo hizo siguiendo la insinuación del libro de los Hechos (2, 3) cuando dice de los Apóstoles que “Se llenaron todo de Espíritu Santo y empezaron a hablar lenguas extranjeras”.

María, según el film, es una joven que busca dar un nuevo sentido a su vida y que, a pesar de las jerarquías y reglas impuestas por su época, se atreve a desafiar a su familia y unirse a un nuevo movimiento social liderado por Jesús de Nazaret. Un retrato auténtico, único y humanista, de una de las figuras espirituales más enigmáticas e incomprendidas de la historia.

Davis explicó que quiso crear un mundo en el que la gente se pudiera identificar, para compartir el mensaje, muy simple, que es la idea de que la libertad individual viene dada por “el amor al prójimo”. Magdalena, aparece como una mujer de firmes principios que entiende que su camino está al lado de la religión, de ese mesías que ha llegado para conducirlos hacia un mundo mejor.

En 2016, el papa Francisco la declaró “apóstol de los apóstoles”. Simplificando el mensaje, que sí aparece en el Evangelio, se acentúa la idea de que el Reino famoso, del que se lleva hablando toda la película, estaba ya dentro de nosotros y que lo que tenemos que hacer no es ni creer, ni convertirnos, ni nada de eso. Solo sacar nuestra bondad de dentro y hacer bueno el mundo.

El Evangelio apócrifo de Felipe la menciona como “compañera” de Jesús, como la figuró Garth Davis. En la obra Otro Dios es posible Parte II, María y José Ignacio López Vigil, se escribe este magnífico diálogo en consonancia con dicha película y el relato evangélico:

¿Qué pasó aquella mañana del domingo cuando María Magdalena fue al sepulcro donde habían puesto su cadáver?

A lo que Jesús respondió: “Pasó que el Espíritu de Dios la llenó de fuerza, de alegría. A ella y a las otras mujeres. Y ellas animaron a los hombres, que seguían acobardados. Y salieron a las calles a contar a todo el mundo, que el Reino de Dios había cambiado, que las cosas pueden cambiar, que van a cambiar”.

El investigador Francis S. Collins, en su libro ¿Cómo habla Dios? dice: “Conforme leí el relato de la vida real de Jesús por primera vez en los cuatro Evangelios, la naturaleza testimonial de las narraciones y la enormidad de las afirmaciones de Cristo y sus consecuencias empezaron a penetrar en mí gradualmente”. ¿Pero para qué penetran? Para salir luego al exterior y ser testimonio de lo que uno vive, y luz que ayuda a los demás a hacer lo mismo.

La Naturaleza nos da también lecciones sobre esto. Los girasoles, por ejemplo, se despiertan y se mueven hacia el sol siguiéndole en su ruta de este a oeste como las agujas de un reloj, y al oscurecer giran en sentido contrario para esperar su salida a la mañana siguiente. Los días que no luce nublados se miran unos a otros para recibir y dar la energía recibida. Un transmitirse la vida como la que transfiere el relojero paseando calle arriba, calle abajo camino del Padre Eterno.

RELOJERO, SUBE Y BAJA

Calle arriba, calle abajo,
camino del cementerio,
sube y baja, baja y sube…
el relojero.

Lleva un reloj a la espalda
a ritmo de segundero.
Tiemblan todos los ancianos…
en el pueblo.

Trancan puertas y ventanas,
-mientras le ladran los perros-
con los ojos bien cerrados…
de alma y cuerpo.

Que no se asusten los niños,
que el reloj no va con ellos,
ni busques pala ni pico…
sepulturero.

La muerte no va con nadie;
tan solo va con el miedo.
Es vida, -¡paso a la Vida!-…
y es misterio.

Calle arriba, calle abajo,
camino del Padre Eterno,
sube vestido de blanco…
mi relojero

Doblen badajos al aire
desde la torre del pueblo
Suene a gloria la campana…
de mi templo.

(EN HIERRO Y EN PALABRAS. Ediciones Feadulta)

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¿Danzamos al viento del espíritu?

Domingo, 20 de mayo de 2018
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portapent13Juan 20, 19-23

¿Podemos hablar de una experiencia inenarrable?

El libro de los Hechos nos presenta unas imágenes: viento impetuoso, llamaradas, otras lenguas, etc. Al leer este texto, en la Eucaristía de Pentecostés ¿nos ayudan estas imágenes a reavivar las experiencias fundantes que nos han marcado?

¿A qué nos referimos? Sin duda, como creyentes, hemos tenido alguna experiencia inolvidable de amor y presencia de Dios, que incidió en nuestra vida y nos impulsó a reorganizar toda la escala de valores. Se creó un vínculo afectivo irrompible. Podemos reconocer un “antes” y un “después” de algo que se parece a Pentecostés.
Según va pasando el tiempo ¿cuidamos la experiencia fundante, o dejamos que el olvido la envuelva con su niebla? ¿Qué imágenes nos ayudan a narrarla y revitalizarla? Por ejemplo…

Ruah evoca el soplo de aire fresco que traía nubes y lluvia, o sea, la bendición. ¿Somos conscientes, a diario, de esta bendición? ¿Somos cauce de bendición para otras personas?

¿Estamos desalentad@s, porque no vemos el fruto de nuestro trabajo? ¿Qué nos desalienta a diario: las noticias sobre la situación mundial, la desesperanza o la impotencia ante el cambio? La ruah es aliento de vida.
Con un lenguaje mítico, el Génesis dice que un primer aliento divino dio vida al barrio inerte. Con lenguaje actual podemos decir que la ruah nos hace la “respiración boca a boca”, nos devuelve el aliento cuando sentimos que se nos va la vida, cuando estamos desalentad@s.

¿Cómo vivimos el agobio por la falta de espacio en casa, en los transportes, etc.? La ruah “ensancha el espacio de nuestra tienda”. Es como si derribara las paredes, abriera puertas y ventanas y nos ofreciera explanadas de encuentro. De este modo, cabe más gente en nuestra vida y no nos agobia su presencia, porque la percibimos como regalo. La ruah nos ayuda a descubrir la fraternidad y sororidad como un don.

La ruah es una buena “profesora de idiomas”. Nos enseña a hablar lenguas nuevas, a hablar con todo nuestro cuerpo, a danzar sin rubor. La multitud que experimentó Pentecostés oyó hablar de Dios “en su propia lengua” (Hechos 2, 11) Hoy ¿qué lenguas hablamos? ¿Cuáles nos da vergüenza hablar, o nos negamos a aprender?

También la ruah “limpia a fondo”. Necesitamos que siga poniendo al descubierto los rincones de suciedad que quedan en la Iglesia: pederastia, feudalismo, avaricia, vanagloria, etc. Que su viento impetuoso arrastre la hojarasca muerta y pueda renacer la vida donde se acumuló suciedad durante siglos. Y no olvidemos que cada uno de nosotros, hombres y mujeres, estamos llamad@s a limpiar lo que está a nuestro alcance, empezando por nosotr@s mism@s.

Recordaremos también que el evangelio de hoy nos dice: Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. La comunidad estaba bajo el impacto de una ejecución. Tras la cena pascual, había llegado la desbandada, el “sálvese quien pueda”. La muerte de Jesús ponía fin a cualquier esperanza de cambio. A sus amig@s sólo les quedaba encerrarse, para que los romanos no los localizasen; tenían la mala costumbre de que, al ajusticiar a un judío, buscaban también a sus amigos y familiares. Si sospechaban que eran cómplices, los ajusticiaban.

¿Qué puertas tengo cerradas? ¿Qué puertas siguen cerradas en las iglesias y en la Iglesia? ¿Son puertas, o se han convertido en fronteras? ¿Por miedo a qué? ¿A quién?

Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
¿Produce alegría ver unas manos destrozadas y el costado herido de un crucificado? Evidentemente, no. Eran las señales de un proscrito; escandalizaban a las primeras comunidades y a quienes se acercaban a ellas.
El relato de Juan nos ofrece hoy otra perspectiva: sus ojos ven las heridas, pero su corazón experimenta que Jesús está vivo. Y esta experiencia les llena de alegría. La ruah les ha regalado una nueva mirada, mucho más profunda.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo”
Recibid la ruah, decimos hoy muchas mujeres. No es un capricho feminista. La palabra Espíritu es un término latino, y se ha generalizado su uso. Pero el término ruah, hebreo, femenino, tiene unas connotaciones mucho más ricas que el término espíritu.
Celebrar Pentecostés no consiste en recordar una experiencia (y una catequesis) de hace dos mil años, es tomar conciencia de que nuestra vida –personal y comunitaria- puede cambiar con la misma intensidad que cambió la de aquel grupo de hombres y mujeres, que estaban llenos de temor.

¿Qué nos conmueve en la celebración de Pentecostés? Miremos en nuestro interior todo aquello que es obstáculo para crecer como discípul@s. Pongámosle nombre: miedo, anquilosamiento, prejuicios, rutina, superficialidad, pereza, máscara, maldad… Estos obstáculos son como el lastre que nos impide caminar como discípul@s. Pero no se trata solo de caminar sino de volar…

¿Con qué intensidad pediremos EL DON de danzar y volar al soplo de la ruah?

Fuente Fe Adulta

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Pentecostés es lo contrario a la Torre de Babel

Domingo, 20 de mayo de 2018
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ea11cfd0863041b9f87b63306d6cf61cDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. FORTALEZAS Y DEBILIDADES.

La psyjé, el alma, la psicología humana es fuerte, pero al mismo tiempo es endeble. El ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor, puede tener momentos de una gran “moral” y también profundos decaimientos.

Al fin y al cabo somos poco más que barro. Pero, cuando este barro está alentado por una buena motivación, por un idealismo, por un espíritu bueno (espíritu santo) deviene VIVIENTE,

Dios formó al hombre, del barro, sopló en su nariz y le dio vida. Así el hombre comenzó a vivir, llegó a ser viviente (Gn 2,7).

02. EL SER HUMANO ES ESPIRITUAL.

Que los humanos seamos espirituales no significa que tengamos un temperamento algo melifluo y dado a ciertas prácticas religiosas, cuando no espiritistas. Ser espiritual tampoco significa que una persona sea muy religiosa. Se puede ser muy religioso, pero muy poco o nada espiritual y se puede ser poco religioso pero de gran hondura espiritual.

Ser espiritual significa que somos abiertos a todo lo que “se produce o se pueda dar en la historia”.

En las lenguas románicas (provenientes del latín), las palabras que llevan la componente “sp” ó “xpc” hacen referencia al futuro, a la apertura del ser humano hacia el fututo: espera, esperanza, expectativa, expectación, espectáculo, etc.

Somos seres siempre en búsqueda, en camino, nuestro corazón y nuestra mente están siempre abiertas.

03. EL ESPÍRITU DE DIOS PADRE Y JESÚS.

Dios y Jesús tienen también un espíritu

Con el paso del tiempo y desde la fe y la teología se definió la Trinidad de Dios (fiesta que celebraremos el domingo próximo).

En la Biblia, AT y NT, no hay una definición explicita del Espíritu, sin embargo sí que emplearon muchos símbolos y metáforas que nos hablan de qué y cómo es el Espíritu.

02.1 El espíritu es un VIENTO, a veces huracanado, que impulsa a la vida, a la acción. A veces, el Espíritu de Dios suave brisa, (1 Re 19, 12) y descanso (Is 63, 14).

El viento del Espíritu es libertad: sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. (Jn 3,8). (Ver notas en la última página)

02.2 EL ESPÍRITU DE DIOS ES VIDA:

En el caos original (Génesis y big-bang) se cernía el Espíritu de Dios que crea la vida.

El Espíritu es la fecundidad de María y la vida de Jesús. (Mt 1, 18).

El Espíritu es quien resucitó a Jesús de la muerte.

Quizás podríamos denominar al Espíritu como: entendimiento, libertad y audacia creativas. Posiblemente hay Espíritu del Señor donde hay coraje y valentía: viento y fuego, donde se vive la libertad incluso con el riesgo de equivocarse.

04. EL ESPÍRITU DE JESÚS.

El espíritu cristiano es de oxígeno y no de formol, es liberación, no de esclavitud, que para ser libres nos ha liberado Cristo (Gál 5,1).

Cuando Jesús comienza su actividad allá en la sinagoga de Cafarnaún dice EL ESPÍRITU DE DIOS QUE ALIENTA SU VIDA

o para anunciar la BUENA NUEVA A LOS POBRES

o para proclamar la LIBERACIÓN A LOS CAUTIVOS Y LA VISTA a los ciegos,

o para dar la LIBERTAD A LOS OPRIMIDOS

o proclamar un AÑO DE GRACIA del Señor.

Donde hay libertad, atención a los pobres y gratuidad hay espíritu de Cristo, incluso aunque no sean de los nuestros, (Mc 9, 38-41)

Si somos gente -e Iglesia- de buena nueva, de libertad y de gracia, es que estamos en el Espíritu del Señor.

05. LA IGLESIA NACE EN PENTECOSTÉS.

diversoEn la tradición de San Juan Pentecostés acontece en la cruz. Cuando Jesús está muriendo entregó su espíritu (Jn 19,30), que no es entregar el alma a Dios, sino que Jesús entrega su espíritu, su causa, su idealismo a la comunidad, a la iglesia naciente representada por su madre y el Discípulo amado (todos somos discípulos amados.

En el texto de hoy veíamos aquella comunidad -los discípulos- estaba encerrada, con las puertas atrancadas y con miedo, signos inequívocos de que Jesús no estaba presente.

Cuando Cristo se hace presente en aquella comunidad, en nuestra vida, confiere: paz, alegría y ESPÍRITU.

S Juan pone en boca de Jesús las mismas palabras del Génesis: les insufló Espíritu, aliento vital, ganas de vivir.

Ahí y así nació la Iglesia.

Vivimos y disfrutamos del “pequeño gran” Pentecostés que supuso el espíritu del Vaticano II. Aquel momento y contexto infundía espíritu, aliento vital.

El papa Francisco es también una persona que infunde aliento vital, espíritu y evangelio y eso a pesar de la oposición y enfrentamiento de muchos eclesiásticos. Hay obispos que dicen lo que dice el papa Francisco, pero ni piensan ni siente el espíritu de Francisco.

No parece que en nuestra diócesis estemos viviendo un momento de audacia espiritual y evangélica como en los Hechos de los Apóstoles. Más bien se intenta una disciplina férrea, que no sólida. En nuestra diócesis la doctrina son fósiles y la liturgia huele a alcanfor.

Muy pronto San Pablo se dio cuenta del peligro de una estructuración férrea, de un anquilosamiento. El peligro judaizante es constante en la Iglesia: la nostalgia de la ley, etc.

¡No apaguéis el espíritu!

06. SOLAMENTE EL ESPÍRITU DE JESÚS PUEDE ABRIR LAS PUERTAS ATRANCADAS. 

Cuando el espíritu, el idealismo de Jesús están presentes en la Iglesia, en los creyentes, es cuando se abren las puertas, la mente, los criterios. De otro modo seguiremos atrancados, con miedo a todo encerrados y tristes.

Muchos obispos, si fuesen más espirituales y menos religioso-leguleyos, deberían alegrarse y apoyar cuando un cura, un movimiento cristiano, unos laicos se equivocan de audacia en su vida pastoral precisamente por abrir puertas y ventanas.

En situaciones de crisis y de involución, el Espíritu del Señor es el que nos anima en la salida de Egipto, en el camino del desierto, en las dificultades.

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19.5.18. Vigilia de Pentecostés. Meditación bíblica sobre el Espíritu Santo

Sábado, 19 de mayo de 2018
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fotoportada554969013d37d_06052015_106amDel blog de Xabier Pikaza:

El próximo 20 celebra la Iglesia la fiesta del espíritu Santo, con la que culmina el ciclo pascual, día en que se cumplen las Siete Semanas del centro del tiempo judío, es decir, es decir, Pentecostés.

Es día bueno para la reflexión y la acción de gracias, la Fiesta de la Alianza y la Ley Verdadera del Amor, del Espíritu de Dios que es el alma del Alma de la Iglesia. En esa línea, a modo de guión para una Vigilia de de Reflexión y espera, quiero ofrecer unas reflexiones bíblicas sobre el Espíritu Santo, con motivos que tomo del Diccionario de la Biblia, en el que expongo los varios aspectos del ema.

En sentido extenso, el Espíritu Santo es la hondura divina del hombre, siendo, al mismo tiempo, la hondura humana de Dios o, si se prefiere, el amor más hondo de Dios hacia los hombres.

En ese contexto debo recordar que el Espíritu no es una cosa más, un tipo de sustancia que podamos colocar entre otras, sino una especie de principio vital de la realidad, que la teología bíblica cristiana ha vinculado de un modo especial a la vida y obra de Jesús con el surgimiento de la Iglesia, entendida en forma de comunidad universal.

Buena preparación, buena Vigilia del Espíritu Santo para todos.


1. INTRODUCCIÓN. EL ESPÍRITU SANTO

1. Los planos del Espíritu.

Empecemos situando el espíritu, que, de un modo inicial y aproximado, podemos situar en tres niveles. Son muchos los que piensan que el espíritu es una especie de vida del cosmos… Otros dirán que no es más que una ilusión, pues todo lo que existe en el mundo es pura materia. Otros, finalmente, vinculan el Espíritu con el hombre y con Dios.

1. Algunos piensan que el espíritu, entendido como realidad del mundo y la materia, es pura ilusión. Después de dividir todas las cosas en dos sustancias (materia y espíritu), como han hecho la mayoría de los pensadores ilustrados de la Edad Moderna (entre los que destaca Descartes), muchos pensadores han terminado afirmando que en el fondo sólo hay una cosa: todo es materia. El espíritu no existe, es sólo una palabra que empleamos para referirnos a ciertos fenómenos complejos, como hacían los poetas en sus mitos. Todo lo que hay en el mundo son variaciones de la única materia, que aparece en ciertos momentos y vivientes como vida o entendimiento, porque el mismo entendimiento y voluntad son materiales y así pueden estudiarse por la ciencia (física y biología, matemática y sicología).

2. Hay un espíritu del cosmos:
somos parte de la gran Vida del mundo. Así respondieron algunos filósofos griegos y muchos científicos modernos: somos parte de un gran mundo que está vivo y respira, de tal forma que muchos, desde tiempos muy antiguos, tanto en Israel como en otros pueblos, han tendido a ver y entender el viento y tormenta como respiración divina del cosmos). De la vida del mundo venimos, en la vida del mundo moramos, a ella tornaremos. Ciertamente, hay algo especial en los humanos, pero nada individual que permanezca para siempre. Muchos ecologistas actuales, en la línea de B. Espinosa, añaden que debemos ser fieles al “espíritu del cosmos”: no tenemos más Dios que la Vida, ni más religión que el respeto al proceso viviente del cosmos.

3. Pero la teología de la Biblia habla de un modo especial del Espíritu de Dios y Espíritu del hombre, para vincularlos, en un camino que, según los cristianos, culmina en Jesucristo .
En sentido estricto, en sentido bíblico y cristiano, del Espíritu sólo puede hablarse allí donde se afirma que hay un Dios que existe en sí (no es puro mundo/materia) y que actúa de manera creadora y amorosa, ofreciendo de algún modo su Espíritu-Vida a los hombres. Dios no es Espíritu en cuanto ser cerrado (esencia inmaterial aislada), sino como Relación de todas las relaciones, como Amor fundante y Presencia animadora: se abre y entrega a sí mismo, como Vida radical y Fuente de comunicación para los humanos. El ser del Espíritu es darse: Apertura creadora, Aliento de amor generoso que sólo “se tiene a sí mismo” (en autopresencia) regalándose del todo. Por eso, siendo reales, las cosas se realizan en Dios; siendo autónomo, el hombre sólo puede hacerse humano en el Espíritu divino.

2. El Espíritu de Dios sobre las aguas. Principio bíblico

En la línea anterior quiero situarme, partiendo de la Biblia, no para encerrar a los hombres en Dios y negar su independencia (como harían ciertos hegelianos), sino para destacar su independencia. Por eso empiezo diciendo con la Biblia que hay un Dios personal (es autoposesión) que quiere comunicarse de manera libre, no imponerse, a los humanos, haciéndoles capaces de acoger su presencia y dialogar con él desde el mundo; estas son sus primeras palabras:

En el principio… la tierra era caos y confusión y oscuridad sobre el abismo. Pero el Espíritu de Dios aleteaba por encima de las aguas.
Y dijo Dios: “hágase la luz…”; y dijo Dios “sepárense las aguas…” (cf. Gen 1, 1-6).

El Espíritu, simbolizado como huracán de Dios, planea sobre el abismo de un mundo que en sí mismo sería caos confuso. Así aparece como presencia creadora, extática, de Dios, que actúa después por la Palabra (y dijo Dios…) para así comunicarse. El mismo Aliento de Dios, respiración creadora, es Palabra que llama, organiza y relaciona todo lo que existe. Avanzando en esta línea, se dirá que Dios ha creado con su Aliento al ser humano:

Formó Dios al hombre con barro del suelo e insufló en su nariz Espíritu de vida y resultó el humano un ser viviente…
Y le dijo Dios: “De cualquier árbol del jardín puedes comer,
más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás,
pues el día en comieres de él morirás sin remedio” (Gen 2, 7.16-17).

Los hombres aparecen de esa forma vinculados Dios, inmersos en su respiración: han recibido su aliento, en amor que les hace capaces de comunicarse de un modo personal, abriéndoles a Dios. Pueden dialogar con él en libertad, pero sin “comer del árbol del conocimiento del bien-mal”, pues hacerlo sería encerrarse, alejarse de Dios, optar sólo por sí mismos, en un mundo de leyes y disputas sociales, en la complejidad de la historia. Eso significa que el Espíritu de Dios no puede imponerse, sino que deja en libertad a los humanos, haciéndoles capaces de ser o perderse (=morir), si es que prefieren crear un mundo de juicio (bien-mal), opuesto al deseo de Dios. Leer más…

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Gota a gota

Jueves, 17 de mayo de 2018
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2017_01_30_em_ninos_surfistas_aprenden_perseveranciaMagdalena Bennasar
Bilbao.

ECLESALIA, 11/05/18.- Era un día de primavera cálido y despejado, salí como muchos días, a pesar de lluvias y vientos taciturnos del norte, a caminar por el paseo de la playa. Quería anochecer, pero el sol radiante que sin ninguna nube, sin ninguna niebla, sin ninguna duda, iba bajando majestuoso era la evidencia de que los ciclos naturales terminan, como ese precioso día iba a terminar en pocos minutos, pero volvería con la misma fuerza, el mismo calor, los mismos colores indescriptibles, a las pocas horas, porque en primavera, tiempo de pascua a Pentecostés la noche es cada vez más corta y la luz no se acaba, se prolonga erguida porque ha vencido la noche y como novia engalanada para el novio danza y danza sobre las olas, salpicando a todo el que se acerca con su risa y su música. Los surferos me recordaban que tal vez lo de Jesús caminando sobre las aguas era algo así, un anticipo gracioso de la capacidad de disfrutar de la naturaleza sin límite casi. Me gusta lo de Jesús surfero.

También sabemos que en las sociedades agrícolas en primavera siembran y dejan que madure lo sembrado con las lluvias primaverales y el sol de cada vez más potente. Tienen que madurar y refrescar nuestras mesas, las hortalizas y frutas de verano que tan adecuadamente en este tiempo madre tierra nos regala. Sólo hay que sembrar a tiempo para poder cosechar en su punto. Madre tierra nos cuida en su seno las semillas.

Lucas se inspira en los 50 días que iban de la fiesta de la Pascua Judía que marcaba el principio de la cosecha, a la fiesta de Pentecostés.  Esta marcaba la plenitud de la cosecha: de las primeras espigas, del pan sin fermentar para no mezclarlo con el pan del año anterior al de la Pascua, al pan con levadura, plenitud de la cosecha, que se ofrece a Dios con calma y con tiempo para degustar y celebrar la Vida.

Lucas propone estos 50 días como metáfora del tiempo de maduración pascual de la Iglesia. La Pascua de Resurrección había sido el comienzo, Pentecostés será el tiempo pleno: tiempo de expansión de la Palabra y de la presencia del Resucitado a todo el mundo.

Lucas ofrece así una poderosa imagen del origen de la Iglesia.  Por ello podemos decir que los primeros cristianos no empezaron teorizando sobre la Resurrección sino que se descubrieron transformados por la presencia de Amor del Espíritu, se descubrieron recreados por su fuerza.

Este es el tiempo en el que estamos sumergidos ahora. ¿Sabemos interpretar nuestra vida normal y ordinaria a la luz de esta experiencia que la Iglesia nos propone repetidamente para que no se nos olvide?

¿De qué estamos hablando? De la experiencia  de saberte movida y habitada por el Espíritu de Jesús Resucitado. De la experiencia de no haberte quemado con todo lo negativo y decepcionante que hayas vivido. De la experiencia de revivir por dentro sólo con una gota de esa agua de la Vida que Jesús nos regala.

Es inspirador ver como en la tierra de Jesús han convertido kilómetros cuadrados de desierto, de pura arena con hierbajos resecos, en vergel. Gota a gota. El sistema de riego gota a gota, como el suero del moribundo o extremadamente debilitado, gota a gota, va alimentando aquella semillita perdida en la oscuridad de madre tierra, y en el hondón del misterio, se forma la vida o la cuida recuperándola cuando ya el enfermo no puede por sí mismo.

Gota a gota, así ha dado vida una mujer joven muy cercana, su hijo nació prematuro, súper pequeño, sin casi fuerza para mamar. Y, gota a gota de esa leche materna a demanda, como Dios, noche y día, sin horarios, siempre disponible…hoy 3 meses después, el chaval es un machote precioso, regordete y sonriente, lleno de energía y de futuro. Pronto será bautizado, y ¿qué se encontrará? ¿Vamos preparando, gota a gota, un modo nuevo de contagiar a Jesús? ¿Quién lo hará? ¿La tatarabuela? Porque hoy ya ni las abuelas están por la labor… ¿Con qué método?

Nos pasa que nos gustan las cosas a presión, rápidas, exprés. La Ruah nos recuerda que gota a gota todo “todo” se consigue. Yo así lo vivo cuando de madrugada me enchufo el suero, el gota a gota del silencio y la Palabra. Tantas veces distraída, tantas veces preocupada, pero ahí está la Ruah, que madrugó antes que yo, ahí está la ciudad en silencio todavía y se hace fácil entrar y despacio, sin prisa, te van alimentando.

Recientemente hemos acompañado en unas horas de retiro a una comunidad parroquial que llevan decenas de años con grupos de Biblia, preparando la liturgia, dando catequesis… pero “nunca” se habían  parado unas horas a escuchar y rezar en silencio, en comunidad. No fue fácil, pero mereció la pena por si alguna de esas personas, sin importar la edad, se abren al gota a gota.

No importa la edad, podemos empezar con pequeños de tres años, y son una esponjita. Son un libro abierto, aprenden sin proponérselo. El futuro es de ellos y ellas. Les formateamos nosotros ¿qué queremos dejarles en herencia?

La madre del chavalín del que os hablo hace yoga, pero no va a la iglesia porque se aburre, me dice… ¿qué os parece que le enseñará a su hijo del milagro gota a gota? ¿Evangelio o yoga? No tiene por qué ser incompatible, pero no es lo mismo. ¿Qué le digo? ¿Alguna idea? ¿A alguien le pasa?

Gota a gota tenemos que ir renovando los lenguajes, los métodos para que a cualquier edad tengamos la seguridad de la Vida, del gota a gota a mano, y así continuar, como en la tierra de Jesús, sembrando, robándole al desierto la Vida para todos, niños y ancianos, todos gota a gota, recuperando el planeta, recuperando las relaciones humanas, recuperando la paz en nuestro mundo, peligrosamente desertizado. Armado hasta los dientes no precisamente de sistemas de riego gota a gota.

Yo por mi parte me voy a trabajar lo de Jesús surfero, tal vez los de por aquí me entiendan mejor, voy a contemplar su esfuerzo, su compromiso hasta que consiguen navegar sobre la cresta de la ola. La imagen es potente, ayer les veía, al atardecer, con el sol de fondo, impresionante. Fijo que Jesús andaría por ahí. Y tienen que esperar a que venga esa ola que ellos puedan montar. Esperan y esperan. Gota a gota, paso a paso, intento a intento.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Jesús nos envía al Espíritu… para ser partner en un noviazgo divino

Martes, 13 de junio de 2017
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“Jesús nos envía al Espíritu para que pueda llevarnos a conocer del todo la verdad sobre la vida divina. La verdad no es una idea, un concepto o una doctrina, sino una relación. Ser guiados hacia la verdad significa ser insertados en la misma relación que tiene Jesús con el Padre; significa llegar a ser partner en un noviazgo divino. Esa es la razón por la que Pentecostés es el complemento de la misión de Jesús. Con Pentecostés, el ministerio de Jesús se hace visible en plenitud. Cuando el Espíritu Santo desciende sobre los discípulos y habita en ellos, su vida queda «cristificada», esto es, transformada en una vida marcada por el mismo amor que existe entre el Padre y el Hijo. La vida espiritual, en efecto, es una vida en la que somos elevados a ser partícipes de la vida divina.

Ser elevados a la participación de la vida divina del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo no significa, sin embargo, ser echados fuera del mundo. Al contrario, los que entran a formar parte de la vida espiritual son precisamente los que son enviados al mundo para continuar y llevar a término la obra iniciada por Jesús. La vida espiritual no nos aleja del mundo, sino que nos inserta de manera más profunda en su realidad. Jesús dice a su Padre: «Yo Ios he enviado al mundo, como tú me enviaste a mí» (Jn 17,18). Con ello nos aclara e, precisamente porque sus discípulos no pertenecen ya al mundo, pueden vivir en el mundo como lo ha hecho él (cf. Jn 17,15s). La vida en el Espíritu de Jesús es, pues, una vida en la cual la venida de Jesús al mundo –es decir, su encarnación, muerte y resurrección– es compartida externamente por los que han entrado en la misma relación de obediencia al Padre que marcó la vida personal de Jesús. Si nos hemos convertido en hijos e hijas como Jesús era Hijo, nuestra vida se convierte en la prosecución de la misión de Jesús

*

H. J. M. Nouwen,
Tú eres mi amado: la vida espiritual en un mundo secular,
PPC, Madrid 2000.

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Vivir en incandescencia

Domingo, 4 de junio de 2017
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vivre-en-incandescence

¿ Qué palabra tener

Que mantenga vivo

Y atraviese el espesor de la muerte?

¿ Qué verbo de carne

Puede levantar el  pesado  entorpecimiento

De los vivos sin vida,

Despertar la luz enterrada?

¡ Tarea imposible –

Pero la Palabra

Venida de lo Alto

Desangra al corazón herido –

El deseo

en palabras de amor repudiado

– Revelación Suprema –

Abre a la conversación vertical!

*

Eric de Rus, Vivir en incandescencia, Ad Solem, 2013

*

 

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en su casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

-“Paz a vosotros.”

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

“Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envió yo.”

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

“Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.”

*

Juan 20,19-23

***

*

***

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“Vivir a Dios desde dentro”. 4 de junio de 2017. Pentecostés (A). Juan 20, 19-23.

Domingo, 4 de junio de 2017
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resucitoHace algunos años, el gran teólogo alemán, Karl Rahner, se atrevía a afirmar que el principal y más urgente problema de la Iglesia de nuestros tiempos es su “mediocridad espiritual”. Estas eran sus palabras: el verdadero problema de la Iglesia es “seguir tirando con una resignación y un tedio cada vez mayores por los caminos habituales de una mediocridad espiritual”.

El problema no ha hecho sino agravarse estas últimas décadas. De poco han servido los intentos de reforzar las instituciones, salvaguardar la liturgia o vigilar la ortodoxia. En el corazón de muchos cristianos se está apagando la experiencia interior de Dios.

La sociedad moderna ha apostado por “lo exterior”. Todo nos invita a vivir desde fuera. Todo nos presiona para movernos con prisa, sin apenas detenernos en nada ni en nadie. La paz ya no encuentra resquicios para penetrar hasta nuestro corazón. Vivimos casi siempre en la corteza de la vida. Se nos está olvidando lo que es saborear la vida desde dentro. Para ser humana, a nuestra vida le falta una dimensión esencial: la interioridad.

Es triste observar que tampoco en las comunidades cristianas sabemos cuidar y promover la vida interior. Muchos no saben lo que es el silencio del corazón, no se enseña a vivir la fe desde dentro. Privados de experiencia interior, sobrevivimos olvidando nuestra alma: escuchando palabras con los oídos y pronunciando oraciones con los labios, mientras nuestro corazón está ausente.

En la Iglesia se habla mucho de Dios, pero, ¿dónde y cuándo escuchamos los creyentes la presencia callada de Dios en lo más hondo del corazón? ¿Dónde y cuándo acogemos el Espíritu del Resucitado en nuestro interior? ¿ Cuándo vivimos en comunión con el Misterio de Dios desde dentro?

Acoger al Espíritu de Dios quiere decir dejar de hablar solo con un Dios al que casi siempre colocamos lejos y fuera de nosotros, y aprender a escucharlo en el silencio del corazón. Dejar de pensar a Dios solo con la cabeza, y aprender a percibirlo en los más íntimo de nuestro ser.

Esta experiencia interior de Dios, real y concreta, transforma nuestra fe. Uno se sorprende de cómo ha podido vivir sin descubrirla antes. Ahora sabe por qué es posible creer incluso en una cultura secularizada. Ahora conoce una alegría interior nueva y diferente. Me parece muy difícil mantener por mucho tiempo la fe en Dios en medio de la agitación y frivolidad de la vida moderna, sin conocer, aunque sea de manera humilde y sencilla, alguna experiencia interior del Misterio de Dios.

José Antonio Pagola

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“Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo”. Domingo 4 de junio de 2017. Pentecostés

Domingo, 4 de junio de 2017
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31-PentecostesA cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 2,1-11: Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar
Salmo responsorial: 103: Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
1Corintios 12,3b-7.12-13: Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo
Juan 20,19-23: Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo

El relato de Hechos que leemos en la primera lectura es una construcción del escritor lucano. Su finalidad es eminentemente teológica. No es un acontecimiento cronológico sino kairótico en la misma línea de la fiesta de la ascensión que celebramos y comentamos el domingo pasado. Lucas recoge la «fiesta de las semanas» del antiguo Israel. Esta fiesta se celebraba para conmemorar la llegada del pueblo al Sinaí. La entrega de las tablas de la Ley a Moisés en medio de truenos relámpagos y viento huracanado.

El redactor de Hechos toma los elementos simbólicos de resonancia cósmica para manifestar que es una intervención de Dios. Quiere significar la irrupción del Espíritu Santo en la historia humana. Es el comienzo de la etapa definitiva en la historia de la salvación. Es el comienzo de la predicación del evangelio por parte de la Iglesia apostólica. Estos elementos también recuerdan el anuncio profético del «Día del Señor». Este pasaje entrelaza elementos históricos y escatológicos. El Espíritu empuja a la Iglesia más allá de las fronteras geográficas y culturales. Por eso todos entienden el mensaje en su propia lengua. Allí se han dado cita todos los pueblos hasta entonces conocidos indicando la universalidad del mensaje evangélico. Otro elemento importante es el aspecto comunitario: los discípulos están reunidos en comunidad y el anuncio inaugura una nueva comunidad.

En la primera de Corintios Pablo enfatiza la acción del Espíritu en la vida de los creyentes y en la construcción de la Comunidad eclesial. Conciente de las divisiones que se vivían al interior de esta comunidad insiste en que los dones, los carismas, los ministerios y los servicios proceden de un mismo Espíritu. Por lo tanto todos los carismas, dones y ministerios están en función del crecimiento de la Iglesia. La acción del Espíritu cualifica la misión de la Iglesia en el mundo y no sólo para la santificación individual. El Espíritu articula interiormente la misión de Jesús y la misión de la Iglesia.

El cuarto evangelio presenta dos escenas contrastantes. En primer lugar, los discípulos encerrados en una casa, llenos de miedo y al anochecer. En segundo lugar, la presencia de Jesús que les comunica la paz, les muestra sus heridas como signo de su presencia real, se llenan de alegría y Jesús les comunica el Espíritu que los cualifica para la misión. El miedo, la oscuridad y el encerramiento de «la casa interior» se transforman ahora con la presencia de Jesús en paz, alegría y envío misionero. Son signos tangibles de la acción misteriosa y transformante del Espíritu en el interior del creyente y de la comunidad. Resurrección, ascensión, irrupción del Espíritu y misión eclesial aparecen aquí íntimamente articuladas. No son momentos aislados sino simultáneos, progresivos y dinamizadores en la comunidad creyente.

Jesús cumple sus promesas. Les ha prometido a sus discípulos que pronto regresará, que nos les dejará solos. Les ha dicho que el Espíritu Santo de Dios les asistirá para que entiendan todo lo que él les ha anunciado. Así lo hace. Ahora les comunica el Espíritu que todo lo crea y lo hace nuevo. Jesús sopla sobre ellos como Dios sopló para crear al ser humano. Ellos son las personas nuevas de la creación restaurada por la entrega amorosa de Jesús.

La violencia, la injusticia, la miseria y la corrupción en todos los ámbitos de la sociedad nos llenan de miedo, desaliento y desesperanza. No vemos salidas y preferimos encerrarnos en nosotros mismos, en nuestros asuntos individuales y olvidarnos del gran asunto de Jesús. Entonces es cuando él irrumpe en nuestro interior, traspasa las puertas del corazón e ilumina el entendimiento para que comprendamos que no nos ha abandonado. El sigue presente en la vida del creyente y en el seno de la comunidad. Sigue actuando a través de muchas personas y organizaciones que se comprometen a cabalidad para seguir luchando contra todas las formas de pecado que deshumanizan y alienan al ser humano. El Espíritu de Dios sigue actuando en la historia aunque aparentemente no lo percibamos. No es necesario hacer tanta bulla para decir que el Espíritu está actuando. Muchas veces no lo sentimos porque actúa en forma muy sencilla a través de gestos que pueden pasar desapercibidos.

¿Qué signos de la presencia dinamizadora del Espíritu de Dios podemos percibir en nuestra vida personal, familiar y comunitaria? ¿Conocemos personas que actúan bajo la acción del Espíritu? ¿Por qué? ¿Qué podemos hacer para descubrir y potenciar los dones y ministerios que el Espíritu sigue suscitando en personas y comunidades?

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4.6.17 Pentecostés, patria de todos los pueblos: Persas, medos, elamitas…

Domingo, 4 de junio de 2017
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18740773_802662909910903_9147528731762557607_nDel blog de Xabier Pikaza:

En este Pentecostés, fiesta del Espíritu de Cristo que alienta en nuestra vida, quiero destacar el comienzo múltiple del cristianismo, en la Plaza del Espíritu Santo de Jerusalén, donde había perss/partos, medos, elamitas, gentes de todas las tribus, lenguas y naciones, empezando por Oriente, conforme al relato “oficial” y litúrgico de Hch 2, 1-13, que anticipa el carácter multiforme de las iglesias posteriores.

Según ese relato, en el comienzo está el único Espíritu de Dios, que, siendo uno mismo (como Dios), alienta a modo de viento huracanado y arde en forma de múltiples llamas/lenguas de fuego, que se posan sobre los discípulos, varones y mujeres (unos ciento veinte, dice el texto anterior Hch 1, 15), haciéndoles capaces de hablar en muchas formas, según los “idiomas” y culturas de todos los pueblos reunidos en la “babel” de aquel momento.

Este Espíritu de Dios es la misma fuerza sagrada del Comos, que mantiene vinculado en amor el universo infinito de estrellas…, todo Dios hecho presencia y vida entre nosotros (con, por nosotros) en Cristo.

18835863_802662523244275_124519029786382471_nEl relato es conocido, no hace falta comentarlo por extenso, pero hay unos motivos que conviene recordar, conforme a la liturgia de este día, empezando por el tema intrigante y fecundo de la Plaza de Todos los Pueblos, un lugar que sustituye al viejo Templo de Jerusalén, una plaza abiertas (pura calle) donde vienen a juntarse gentes de muchas naciones y nacionalidades, de pueblos y autonomías, pero de manera que todos se entendieron, sin que unos dominaran a los otros.

Éste es el día de la comunión por el Espíritu de Dios, es decir, por el amor y la palabra, no por el puro dinero, ni por poderío militar, ni por el engaño… El mismo Espíritu de Dios, encarnado por Cristo en la historia de los hombres, es principio de unidad y comunión en la diferencia.

Por eso, Pentecostés es el día de la comunión de amor, como una luz que arde en la vida de los hombres y les hace comprenderse, una luz en miles y miles de luces, de manera que unos y otros se dan la mano y pueden caminar juntos, sin luchar unos contra otros…

Este es el día de la comunión, que según ese pasaje empieza de algún modo en oriente, con los partos-medos-elamitas, que según la “mitología” de algunos dirigentes del mundo occidental son el mismo demonio en persona (el eje del mal…). Allí tenemos que empezar precisamente, según este relato.

imagesEs el día de la comunión concreta de los pueblos de la tierra, que Lucas, el autor del libro de los Hechos, ha vuelto a contar y presentar, como al principio de la historia israelita, abierta a todas las naciones (cf. Gen 11). No hay un pueblo superior, ni Roma ni Grecia, ni Israel ni Egipto… Todos los pueblos aparecen en línea de igualdad, empezando por oriente (partos/persas, medos/iranios…), recorriendo el mundo entero, como círculo y espiral de vida, en torno al Espíritu, sin un pueblo sobre otros, sin guerra de conquista, ni dominio, sin más principio de unidad que el amor de Dios, revelado en Cristo.

Éste es el día de la comunión de las iglesias de Oriente y Occidente, que aparecen ahora en la mañana de Pentecostés, a eso de las nueve, al soplo (a la intemperie) del Espíritu de dios en Jerusalén. Desde allí, desde la Plaza Jesús por el Espíritu, salimos en esperanza de amor al mundo entero.

uncionPor eso, siendo un don de amor y de concordia, Pentecostés viene a presentarse en forma de Tarea, de Misión Universal de vida. Ésta es la verdadera globalización del amor y de la vida, sin dinero en medio, si armas por arriba, mano a mano, palabra a palabra, corazón a corazón, en apertura al Universo Entero, pues el Espíritu de Dios sigue planeando sobre el abismo del caos, para que todo sea y tenga vida, pues en el amor de Jesús somos, nos vemos y existimos.

Buen día del Espíritu a todos.

La Iglesia es una plaza abierta al viento y al fuego de Dios:

Ésta es la primera Plaza de la Iglesia, que Plaza del Sol/Fuego, que alumbra a todos, como había dicho el Cristo, Plaza de todas las Lenguas,que son riqueza de vida, para dialogar y comprenderse. Juntarse en la plaza, recibir el fuego, levantar la mano, par comprometerse todos con la vida. Aquí esta Pentecostés, con sus varios motivos:

a) Primero es el motivo de Babel, recogido de Gen 11. Por ansia posesiva y por envidia se enfrentaron y se dividieron hombres y mujeres del principio, enfrentándose entre sí, incapaces de entenderse.

Muchos han vuelto, hemos vuelto a juntarnos en ciudades que son como “babel”, lugares donde hablamos lenguas diferentes y nos enfrentamos con violencia y miedo, sin querer ni poder entendernos. Pues bien, en aquella babel de Jerusalén se juntaron gentes de todos los pueblos… pero llegó el Espíritu del Cristo y se comprendieron.

b) Segundo es el motivo de fuerte huracán y del fuego que debe sacudirnos por dentro, Espíritu del Cristo, mensajero del Reino de Dios, asesinado por sacerdotes y gobernadores, Espíritu que arranca y que descuaja, que enciende y transforma, convirtiéndose en palabra (lenguas de fuego).

Cristo se introduce así en el babel de confusión y enfrentamiento,
de manera que todos pueden entenderse, por la palabra, por el fuego de la vida

c) Tercer motivo es la palabra que vincula. Hablan los galileos de Jesús, sorprendidos y recreados por su Espíritu. Hablan como saben, con el amor que Jesús les ha dejado, con el fuego de pasión que han recibido. Hablan de Dios y sus grandezas, de las maravillas de una vida que puede convertirse en comunión… y cada uno de los hombres y mujeres que han llegado a las fiestas confusas de la vieja Jerusalén (la gran Babel) les comprende en su propia lengua.

d) Así nace la Iglesia, una comunión de amor donde se juntan y comprenden gentes de lenguas diferentes: partos, medos, elamitas… A nadie se le fuerza, a nadie se le impone una lengua o cultura diferente. Cada uno escucha y atiende en su lengua, y todos en la Dios (el Dios de Jesús) que habla en muchas lenguas, para que todos se entiendan, cada uno en la suya, y aprendan todos a dialogar.

Éste es un tema de fondo de este domingo del Espíritu Santo, con la gente entusiasmada de la Plaza del Viento y del Fuego de Dios en Jerusalén, un lugar abierto a todas las dificultades y esperanzas de las gentes. (a) Empezaré presentando el texto, en su versión oficial. (b) Lo comentaré después, pero sólo fijándome en los muchos pueblos, que forman una Iglesia. Leer más…

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