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Se puede ser muy religioso, pero muy poco o nada espiritual y se puede ser poco o nada religioso pero de gran hondura espiritual

Domingo, 5 de junio de 2022
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9F195DDB-FED9-425A-9B1C-EEBA577894C4Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- El ser humano es espiritual por naturaleza.

    En todas las culturas y en gran parte de las filosofías el ser humano es considerado como a dos tiempos: materia y espíritu, cuerpo y alma, materia y forma, etc.

El ser humano tiene una dimensión corpórea, material y, al mismo tiempo, es también espiritual, transcendente. Somos y tenemos un universo espiritual de apertura “más allá” de la pura materialidad. Todo el mundo de los símbolos, de la poesía, de la transcendencia es en el fondo ser espiritual.

02.- No es lo mismo ser espiritual que ser religioso.

Que los humanos seamos espirituales no significa que tengamos un temperamento algo melifluo y dado a ciertas prácticas religiosas, cuando no mágicas o supersticiosas. Ser espiritual tampoco significa que una persona milite en una religión.

Ser espiritual significa que somos abiertos a todo lo que “se produce o se pueda dar en la historia”. [1]

En las lenguas románicas (provenientes del latín), las palabras que llevan la componente “sp”, “spc” ó “xpc” hacen referencia al futuro, a la apertura del ser humano hacia el futuro: espera, esperanza, expectativa, expectación, espectáculo, etc. miran hacia el futuro.

    Somos seres siempre en búsqueda, en camino, abiertos al futuro. La persona espiritual está siempre abiertas.

Se puede ser muy religioso, pero muy poco o nada espiritual y se puede ser poco religioso pero de gran hondura espiritual. [2]

Estamos viendo y padeciendo fundamentalismos religiosos dentro y fuera del mundo eclesiástico. Eso no es ser espiritual, sino fanáticos de unos ritos, dogmas o costumbres religiosas, cuando no de un mundo supersticioso.

03.- El ateo y un estado laico también son espirituales.

Uno puedo ser ateo o increyente. Si es una opción seria, es una posibilidad válida en la vida. Una sociedad, un estado puede optar por ser laico o aconfesional. Son elecciones serias y legítimas en la organización de los pueblos.

Pero que una persona o un pueblo sean aconfesionales no significa que dejen de ser personas y sociedades espirituales. Toda persona y grupo humano habrá de cuidar siempre su dimensión espiritual. Cultivar la dimensión espiritual del ser humano no significa una serie de prácticas religiosas, sino valorar y cuidar la esperanza y el sentido de la vida, la paz y la libertad, la ética, el arte, la delicadeza personal, la transcendencia, las tradiciones de un pueblo, etc…

No se puede zanjar de un plumazo la dimensión espiritual del ser humano y de la sociedad. Habríamos perdido el humanismo

04.- El espíritu de Jesús

Jesús tenía y tiene un buen espíritu, un Espíritu santo, bueno. Jesús tenía y vivía (vive) de un ideal, que es el Reino de los cielos: “Reino de justicia de amor y de paz”. ¿Qué otra cosa es el Reino de Dios sino libertad, justicia, perdón y paz? Y ¿qué otra cosa es el espíritu cristiano sino libertad, bondad, misericordia y acogida?

El espíritu de Jesús y de Dios Padre es bueno, porque de él brota la bondad, que anima, consuela, hace comprender la vida…

El evangelio de hoy nos habla de la presencia del Espíritu de Jesús resucitado en la iglesia naciente. Tal espíritu confiere alegría, paz y perdón.

06.- Exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: recibid el espíritu santo.

    “Exhalar el aliento” es la misma expresión que emplea el Génesis cuando Dios inspira su hálito vital sobre el barro humano (siempre dentro del mito).

Entonces Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente. (Gn 2,7).

    Los humanos por nosotros mismos somos un puñado de barro. Muchas veces en la vida andamos, como los primeros discípulos, tristes, decepcionados por las mil circunstancias que nos pueden sobrevenir.

    Somos vivientes, humanos cuando tenemos espíritu, el espíritu de Dios.

    Jesús “exhaló su aliento”, su paz, su bondad y misericordia sobre nosotros

Nos hace bien vivir del espíritu, tener tono vital, “consuelo”, bondad. Necesitamos también unos ideales nobles y sanos, un espíritu bueno para llegar a ser vivientes, humanistas, creativos. Algo de todo eso es el espíritu que Dios y Cristo nos infunden. Vivimos cuando estamos impregnados de respeto, convivencia, libertad, paz

recibid espíritu santo

[1] Decía K, Rahner que ser espíritu-espiritual significa que el hombre es absoluta apertura hacia toda “palabra” que se produce en la historia, (Oyente de la palabra, 73).

[2] Los fanatismos son muy religiosos pero nada espirituales.

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Orar donde la vida duele. De profundis, vigilia de Pentecostés

Sábado, 4 de junio de 2022
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E01D6E45-808A-469C-8C02-23EE30401033Del blog de Xabier Pikaza:

En la antigua liturgia cristiana, la Vigilia de Pentecostés está marcada por el descenso de Cristo al infierno, es decir  a los “infiernos de una humanidad vencida por el hambre y sed, la opresión, violencia y muerte de una historia de Dios que los hombres estamos destruyendo.

En esa línea, Iglesia oriental sigue representando el cumplimiento de la pascua y la espera de Pentecostés  con la imagen de Jesús que desciende a las profundidades de la historia de muerte y opresión humana) para liberar a todos los  condenados del infierno de opresión del mundo para hacerles participantes de su resurrección.

He desarrollado este “artículo” central de la fe en diversos libros, en especial en el Diccionario de la Biblia.  Lo he uelto a desarrollar para la revista “orar”,num  330, año 2022.Desde ese fondo quiero presentar hoy dos breves reflexiones que no sirven para exponer el tema en su totalidad, sino para situarlo.

| X Pikaza Ibarrondo

La cárcel de la historia, lugar de Dios, en espera de Pentecostés.  Una reflexión desde Mt 25, 31-46   

 Al final de su lista de los necesitados humanas, tras los hambrientos-sedientos-extranjeros-desnudos-enfermos, como para indicar que en ellos se condensan y culminan todos los “males de Dios”, Mt 25, 31‒46 presenta a los encarcelados, esto es, a los hombres y mujeres a quienes la sociedad encierra (expulsa) como peligrosos. Precisamente ellos aparecen así como más cercanos a Jesús, Hijo de Dios que ha sido expulsado de la “viña” (de la buena sociedad) y condenado a muerte, pues no cabe en la “casa” de la “buena” sociedad dominadora (cf. Mt 21, 43).Para liberar a los encarcelados de la historia humana se ha encarnado de Dios. Por eso, la fiesta de Dios culmina en este Pentecostés de la liberación universal.

Sin duda, algunos encarcelados representan un peligro para la vida de los demás (por perturbación psíquica o tendencias agresivas/homicidas insuperables), y no es sensato que queden sin más en libertad.

Pero la mayor parte de los encarcelados de este mundo son enfermos y víctimas de una falta de educación y de una violencia social.

Todos los encarcelados de la historia de la humanidad son víctimas de la opresión de lo diabólico, y Cristo se ha identificado con ellos para ligerarlos del infierno del mal y de la  muerte

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  Jesús se identifica con todos ellos, y así quiere ofrecerles (recibir en ellos) una presencia humana de cuidado.

Jesús no define el posible pecado moral y social de esos encarcelados, ni instituye una dinámica de tipo judicial, para saber si son o no culpables (cf. Mt 7, 1), sino que pide a sus seguidores y a todos los que quieren responder en amor a la presencia del Dios Trinidad que les visiten/atiendan (les cuiden), definiendo así la cárcel como “casa trinitaria”.  Así se expresa la gran paradoja del evangelio:

Jesús pide a los hombres que visiten/ayuden a los encarcelados, no que les “castiguen” ni que les condenan. En esa línea, los cristianos están llamados no sólo a perdonarles (en el caso de que sean culpables), sino a servirles con su visita y cuidado personal. Eso significa que ellos no pueden condenarles, mandándoles a un tipo de infierno, que sería ya irrecuperable, sino que han de entender la cárcel como espacio de ayuda a los necesitados y como lugar de terapia para los culpables, es decir, como “casa activa de la Trinidad”, laboratorio de amor.

 Ese mismo Jesús que pide que perdonemos y salvemos a los encarcelados se ha encarnado en la cárcel y muerte de la historia humana… para liberar a todos los hombres y mujeres de la historia humana, iniciando en Pentecostés un camino de liberación universal.

Entendido así, este pasaje (Mt 25, 31-46) nos deja en manos del misterio más hondo de la vida.

(a) Por un lado, el Dios de Jesús (Casa abierta de la Trinidad) se hace presente en los que sufren (hambrientos, sedientos…), y de un modo especial en los encarcelados, y así quiere ayudarles, liberarles de su perdición y acogerles en su casa.

(b) Pero, al mismo tiempo, ese Dios de Jesús de libertad en (por) amor no quiere salvarnos desde fuera (sin nosotros), sino que ha querido iniciar en y don nosotros, por medio del Espiritu de Dios (su Espíritu) un camino de liberadión universa que sea nuestro, humano, dentro de la misma historia.

‒ Éste es, por un lado, el Dios del poder-supremo que entra (se encarna) en el lugar de mayor miseria (en la cárcel), invitándonos a seguirle, desde allí, acompañando a los encarcelados, pues él es el Dios que les libera (Lc 4, 18-19) y ama sin exigirles nada. En esa línea resulta difícil hablar de una cárcel para siempre, de un infierno del que Dios no pueda liberar a los que “quieran” condenarse (¡libremente, no a la fuerza!).

Pero este Dios de la suprema libertad, amor gratuito, que tiene que avisar a los hombres, diciéndoles: ¡Tened cuidado, pues podéis condenaros si es que no ayudáis a los otros! Por puro amor, Dios tiene que indicar a los hombres su riesgo de infierno, advirtiéndoles que puede destruirse si no ayudan a los encarcelados.

 En esta línea, podemos afirmar que Mt 25, 31-46 sólo habla del infierno (es decir, de la cárcel eterna) como aviso para los que no dan de comer ni cuidan los encarcelados,  pues si mantienen esa línea de conducta pueden acabar destruyéndose a sí mismos, en la cárcel que van construyendo con su egoísmo. El Dios de Jesús no quiere en modo alguno la cárcel, y por eso se ha encarnado en los encarcelados para liberarles (pidiendo a los hombres que le ayuden, ayudando a los encarcelados, para crear así la casa de la Trinidad sobre la tierra).

Pero, precisamente por eso, por amor, él proclama su amenaza (¡ay de vosotros!, cf. Lc 6, 20‒26) ante aquellos que no visitan y ayudan a los encarcelados, diciéndoles que pueden destruirse a sí mismos. Ésta no es la “amenaza de Dios”, sino la de aquellos que no quieren a Dios, es decir, a los necesitados de la tierra. No les condena Cristo (¡ha venido a salvarles!), pero tiene que elevar su aviso de amor diciendo que pueden perderse, pues la vida del hombre es gracia y libertad, y el que niega la gracia del amor puede “libremente” condenarse, no por castigo de Dios, sino a pesar del amor de Dios. Éste es el “infierno”: Dios abra su casa trinitaria para todos, pero algunos pueden rechazarla.

2 Orar con (por) los oprimidos,  encarcelados y descartados

Éste es un tema clave de los salmos, en sus dos vertientes: (a) Orar desde el abismo del dolor, de la injusticia y de la muerte, en el borde de la desesperación, como el salmo “de profundis” (Sal 129/130) o el otro aún más intenso y propio del Señor crucificado: “Dios mío ¿por qué me mas abandonado?” (Sal 22/21; Mc 15, 34 par). (b) Orar en comunión (a favor de) los hombres y mujeres del abismo, los hambrientos y sedientos, extranjeros y desnudos, enfermos y encarcelados” (Mt 25, 31-46). Leer más…

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¿Quién eres Tú…?

Domingo, 23 de mayo de 2021
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Businessman with pensive expression

 

¿Quién eres Tú, dulce luz, que me llena
e ilumina la oscuridad de mi corazón?

Me conduces como una mano materna,
y si me soltaras no sabría dar ni un paso.
Tú eres el espacio que rodea mi ser y lo envuelve en sí.
Abandonado de ti caería en el abismo de la nada,
de donde Tú me llamaste a la existencia.

Tú estás más cerca de mí que yo mismo
y eres más íntimo que mi intimidad.
Al mismo tiempo eres inalcanzable e incomprensible,
ningún nombre es adecuado para invocarte.

¡Espíritu Santo, Amor Eterno!
Tú eres el dulce manantial
que fluye desde el Corazón del Hijo hacia el mío,
el alimento de los ángeles y de los bienaventurados.

¡Espíritu Santo, Vida Eterna!
Tú eres la centella
que cae desde el trono del Juez eterno
e irrumpe en la noche del alma,
que nunca se ha conocido a sí misma.

Misericordioso e inexorable,
penetras en los pliegues escondidos de esta alma
que se asusta al verse a sí misma.
¡Dame el perdón y suscita en mí el santo temor,
principio de toda sabiduría que viene de lo alto!

¡Espíritu Santo, Centella penetrante!
Tú eres la fuerza con la que el Cordero
rompe el sello del eterno secreto de Dios.
Impulsados por ti, los mensajeros del Juez
cabalgan por el mundo con espada afilada,
y separan el reino de la Luz del reino de la noche.

 Entonces surgirá un nuevo cielo y una nueva tierra
y todo, gracias a tu aliento, encontrará su justo lugar.
¡Espíritu Santo, Fuerza triunfadora!
*
Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein)
***

“Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en su casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

“Paz a vosotros.”

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

“Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envió yo.”

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

“Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.”

*

Juan 20,19-23

***

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***

Era jueves. El cielo estaba gris; la tierra estaba cubierta de nieve y seguían cayendo voluminosos copos de nieve cuando el padre Serafín comenzó la conversación en un descampado cercano a su «pequeña ermita».

-«El Señor me ha revelado -empezó el gran stárets- que desde la infancia deseas conocer cuál es el fin de la vida cristiana… El verdadero fin de la vida cristiana es la adquisición del Espíritu Santo de Dios…»

-«¿Cómo “adquisición”? -le pregunté al padre Serafín-. No comprendo del todo…»

Entonces el padre Serafín me cogió por los hombros y me dijo:

-«Ambos estamos en la plenitud del Espíritu Santo. ¿Por qué no me miras?».

-«No puedo, padre. Hay lámparas que brillan en sus ojos, su rostro se ha vuelto más luminoso que el sol. Me duelen los ojos.»

-«No tengas miedo, amigo de Dios; también tú te has vuelto luminoso como yo. También ahora tú estás en la plenitud del Espíritu Santo; de lo contrario, no habrías podido verme.»

Inclinándose entonces hacia mí, me susurró al oído:

«Agradece al Señor que nos haya concedido esta gracia inexpresable. Pero ¿por qué no me miras a los ojos? Prueba a mirarme sin miedo: Dios está con nosotros».

Tras estas palabras levanté los ojos hacia su rostro y se apoderó de mí un miedo aún más grande.

-«¿Cómo te sientes ahora?», preguntó el padre Serafín.

-«¡Excepcionalmente bien!»

-«¿Cómo “bien”? ¿Qué entiendes por “bien”?»

-«Mi alma está colmada de un silencio y una paz inexpresables.»

-«Amigo de Dios, ésa es la paz de la que hablaba el Señor cuando decía a sus discípulos: “Os dejo la paz, os doy mi propia paz. Una paz que el mundo no os puede dar” (Jn 14,27). ¿Qué sientes ahora?»

-«Una delicia extraordinaria.»

«Es la delicia de que habla la Escritura: “Se sacian de la abundancia de tu casa, les das a beber en el río de tus delicias” (Sal 36,9). ¿Qué sientes ahora?»

-«Una alegría extraordinaria en el corazón.»

-«Cuando el Espíritu baja al hombre con la plenitud de sus dones, se llena el alma humana de una alegría inexpresable porque el Espíritu Santo vuelve a crear en la alegría todo lo que roza. Es la alegría de que habla el Señor en el Evangelio»

*

Serafín de Sarov,
Vida y coloquio con Motovilov,
Turín 19892).

***

*

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“Abiertos al Espíritu”. Pentecostés – B. (Juan 20,19-23)

Domingo, 23 de mayo de 2021
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821292-300x261No hablan mucho. No se hacen notar. Su presencia es modesta y callada, pero son «sal de la tierra». Mientras haya en el mundo mujeres y hombres atentos al Espíritu de Dios será posible seguir esperando. Ellos son el mejor regalo para una Iglesia amenazada por la mediocridad espiritual.

Su influencia no proviene de lo que hacen ni de lo que hablan o escriben, sino de una realidad más honda. Se encuentran retirados en los monasterios o escondidos en medio de la gente. No destacan por su actividad y, sin embargo, irradian energía interior allí donde están.

No viven de apariencias. Su vida nace de lo más hondo de su ser. Viven en armonía consigo mismos, atentos a hacer coincidir su existencia con la llamada del Espíritu que los habita. Sin que ellos mismos se den cuenta son sobre la tierra reflejo del Misterio de Dios.

Tienen defectos y limitaciones. No están inmunizados contra el pecado. Pero no se dejan absorber por los problemas y conflictos de la vida. Vuelven una y otra vez al fondo de su ser. Se esfuerzan por vivir en presencia de Dios. Él es el centro y la fuente que unifica sus deseos, palabras y decisiones.

Basta ponerse en contacto con ellos para tomar conciencia de la dispersión y agitación que hay dentro de nosotros. Junto a ellos es fácil percibir la falta de unidad interior, el vacío y la superficialidad de nuestras vidas. Ellos nos hacen intuir dimensiones que desconocemos.

Estos hombres y mujeres abiertos al Espíritu son fuente de luz y de vida. Su influencia es oculta y misteriosa. Establecen con los demás una relación que nace de Dios. Viven en comunión con personas a las que jamás han visto. Aman con ternura y compasión a gentes que no conocen. Dios les hace vivir en unión profunda con la creación entera.

En medio de una sociedad materialista y superficial, que tanto descalifica y maltrata los valores del espíritu, quiero hacer memoria de estos hombres y mujeres «espirituales». Ellos nos recuerdan el anhelo más grande del corazón humano y la Fuente última donde se apaga toda sed.

José Antonio Pagola

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“Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo”. Domingo 23 de mayo de 2021. Pentecostés

Domingo, 23 de mayo de 2021
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34-PentecostesB cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 2,1-11: Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar:
Salmo responsorial: 103: Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
1Corintios 12,3b-7.12-13: Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo:
Juan 20,19-23: Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo.
En el presente ciclo B pueden utilizarse tambien las siguientes lecturas:
Gálatas 5,16-25: El fruto del Espíritu.
Juan 15,26-27;16,12-15: El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena.

Cualquier gran ciudad de nuestro mundo rememora ya el ambiente de la torre de Babel: pluralidad de lenguas, pluralidad de culturas, pluralidad de ideas, pluralidad de estilos de vida y problemas inmensos de intolerancia e incomprensión entre los que la habitan. ¿Cómo convivir y entenderse quienes tienen tantas diferencias? La situación está volviéndose especialmente problemática en los países desarrollados, pero también en las grandes ciudades de todo el mundo. Inmigrantes del campo, del interior, de otras provincias o países que lo dejan todo para buscar un trabajo, un hogar, un lugar donde recibir sustento y calidad de vida. A la desesperada son cada día más los que abandonan su país para tocar a la puerta de los países desarrollados, aunque para ello haya que surcar mares tenebrosos en barcas desamparadas. Llegar a la otra orilla es la ilusión… Y cuando llegan, si es que los dejan entrar, comienza un verdadero calvario hasta poder situarse al nivel de los que allí viven. Nuestro mundo se ha convertido ya en paradigma de la torre de Babel, palabra que significaba «puerta de los dioses». Así se denominaba la ciudad, símbolo de la humanidad, precursora de la cultura urbana. Una ciudad en torno a una torre, una lengua y un proyecto: escalar el cielo, invadir el área de lo divino. El ser humano quiso ser como Dios (ya antes lo había intentado en el paraíso a nivel de pareja, ahora a nivel político) y se unió (-se uniformó-) para lograrlo.

Pero el proyecto se frustró: aquél Dios, celoso desde los comienzos del progreso humano, confundió (en hebreo, “balal”) las lenguas y acabó para siempre con la Puerta de los dioses (“Babel”). Tal vez nunca existió aquel mundo uniformado; quizá fue sólo una tentadora aspiración de poder humano. Después del castigo divino, las diferentes lenguas fueron el mayor obstáculo para la convivencia, principio de dispersión y de ruptura humana. El autor de la narración babélica no pensó en la riqueza de la pluralidad e interpretó el gesto divino como castigo. Pero hizo constar, ya desde el principio, que Dios estaba por el pluralismo, diferenciando a los habitantes del globo por la lengua y dispersándolos.

Diez siglos después de escribirse esta narración del libro del Génesis, leemos otra en el de los Hechos de los Apóstoles. Tuvo lugar el día de Pentecostés, fiesta de la siega en la que los judíos recordaban el pacto de Dios con el pueblo en el monte Sinaí, «cincuenta días» (=«Pentecostés») después de la salida de Egipto.

Estaban reunidos los discípulos, también cincuenta días después de la Resurrección (el éxodo de Jesús al Padre) e iban a recoger el fruto de la siembra del Maestro: la venida del Espíritu que se describe acompañada de sucesos, expresados como si se tratara de fenómenos sensibles: ruido como de viento huracanado, lenguas como de fuego que consume o acrisola, Espíritu (=«ruah»: aire, aliento vital, respiración) Santo (=«hagios»: no terreno, separado, divino). Es el modo que elige Lucas para expresar lo inenarrable, la irrupción de un Espíritu que les libraría del miedo y del temor y que les haría hablar con libertad para promulgar la buena noticia de la muerte y resurrección de Jesús.

Por esto, recibido el Espíritu, comienzan todos a hablar lenguas diferentes. Algunos han querido indicar con esta expresión que se trata de “ruidos extraños”; tal vez fuera así originariamente, al estilo de las reuniones de carismáticos. Pero Lucas dice “lenguas diferentes”. Así como suena. Poco importa por lo demás averiguar en qué consistió aquel fenómeno para cuya explicación no contamos con más datos. Lo que sí importa es saber que el movimiento de Jesús nace abierto a todo el mundo y a todos, que Dios ya no quiere la uniformidad, sino la pluralidad; que no quiere la confrontación sino el diálogo; que ha comenzado una nueva era en la que hay que proclamar que todos pueden ser hermanos, no sólo a pesar de, sino gracias a las diferencias; que ya es posible entenderse superando todo tipo de barreras que impiden la comunicación.

Porque este Espíritu de Dios no es Espíritu de monotonía o de uniformidad: es políglota, polifónico. Espíritu de concertación (del latín “concertare”: debatir, discutir, componer, pactar, acordar). Espíritu que pone de acuerdo a gente que tiene puntos de vista distintos o modos de ser diferentes. El día de Pentecostés, a más lenguas, no vino, como en Babel, más confusión. “Cada uno los oía hablar en su propio idioma de las maravillas de Dios”. Dios hacía posible el milagro de entenderse.. Se estrenó así la nueva Babel, la pretendida de Dios, lejos de uniformidades malsanas, un mundo plural, pero acorde. Ojalá que la reinventemos y no sigamos levantando muros ni barreras entre ricos y pobres, entre países desarrollados y en vías de desarrollo o ni siquiera eso. Leer más…

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Domingo de Pentecostés (3). Espíritu Santo: Carisma, institución, iglesia.

Domingo, 23 de mayo de 2021
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pentecostesDel blog de Xabier Pikaza:

He presentado en las dos postales anteriores (1, 2) una reflexión sobre el sentido y función del Espíritu santo, en la Biblia y el mensaje de Jesús. Hoy, Fiesta de Pentecostés (23.05.21), ofrezco una visión de conjunto sobre el Espíritu Santo en la Iglesia, como carisma y fuente de toda institución.

Retomo en esta  línea el mensaje de Jesús y ofrezco una síntesis sobre el principio y sentido carismático de la Iglesia. Me ocupo después de la temática de fondo del carisma cristiano desde una perspectiva ecuménica, en una línea católica, ortodoxa y protestante.

Desarrollo finalmente la relación entre carisma e institución en la Iglesia, precisando el sentido de los ministerios, otreciendo a modo de conclusión una tabla de “carismas”, desde la perspectiva de M. Weber, tanto en un plano religioso como social. Feliz día de Pentecostés para todos.

El tema que sigue está tomado de un libro sobre Los carismas de la Iglesia, del Diccionario de la Biblia (entrada Espíritu Santo) y de un curso ofrecido en la Cátedra F. Fliedner de Madrid

  1.  JESÚS, UN GARISMÁTICO

Algunos le he tomado como mago, cercano al paganismo, un carismático popular, experto en sanar a los enfermos, en una línea casi pagana. Así le ha visto M. Smith, Jesús el Mago (Martínez Roca, Barcelona 1988). Conforme a su visión, Jesús habría sido un galileo paganizado, buen exorcista, gran carismático, experto en el dominio sobre los poderes satánicos. Sus curaciones le hicieron famoso; él mismo ser creyó hijo de Dios por su capacidad de hacer milagros.

Como carismático, Jesús devaluó la “ley” israelita, dejó a un lado el “sistema”  de sacralidad del templo… Fue experto en “poderes”, pero los poderosos sacerdotes del templo le consideraron peligroso, condenándole a la muerte. Triunfó así la “razón oficial” de los jerarcas de Israel sobre la “magia incontrolada” de un buen carismático. Pero sus discípulos recrearon su figura y acabaron divinizándole; el cristianismo es, según eso, la religión de un carismático convertido en Dios por sus creyentes.

Otros, como G. Vermes, Jesús, el judío, Muchnik, Barcelona 1977, han interpretado a Jesús como galileo carismático heterodoxo, en la línea de otros personajes de aquel tiempo (como Honi y Hannina), a quienes los rabinos posteriores citaron con recelo y marginaron en su tradición, pues ponían en riesgo la seguridad legal y la ortodoxia teológica del pueblo. Ciertamente, Jesús fue un carismático bueno y pudo realizar milagros compasivos, curando a unos posesos, oprimidos por enfermedades psicosomáticas, apelando para ellos al Espíritu de Dios. Pero, al hacerlo, debilitó la ortodoxia y sacralidad legal del judaísmo.

A juicio de Vermes y de otros judíos como J. Klausner, lo que vale y triunfa, al interior del judaísmo, es el estricto cumplimiento de la ley. Pues bien, Jesús puso en riesgo esa ley con sus milagros y gestos de libertad, contrarios a las normas de pureza y seguridad del pueblo. Como todos los grandes carismáticos acabó apareciendo como peligroso, pues su carisma resultaba destructor para el judaísmo establecido. Lógicamente, fue condenado a muerte, aunque sus discípulos acabaron divinizándole. Significativamente, las iglesias cristianas se olvidaron pronto del Jesús carismático, introduciéndole en un orden de sacralidad legal establecida, bajo el control de los nuevos sacerdotes cristianos, que repiten (y quizá empeoran) el legalismo judío que Jesús combatió con su conducta.

Otros como J. D. G. Dunn (Jesús y el Espíritu Santo, Sec. Trinitario, Salamanca 1981) han presentado a Jesús como un “carismático reformador del judaísmo”,carismático al servicio del Reino de Dios. Dunn es quizá en este momento el mayor especialista en Jesús y en los orígenes del cristianismo, en línea “reformada” (metodista). Ha sido el que mejor ha estudiado el fondo carismático del movimiento de Jesús, el carácter extático y profético de su proyecto de Reino y las raíces.

He desarrollado el tema en La historia de Jesús (Verbo Divino, Estella 2013). Jesús ha sido un carismático, pero no al servicio de la guerra, sino de la trasformación o conversión de los hombres, al servicio del reino. Ciertamente, Jesús sabe discutir con los rabinos sobre temas de institución sacral, pero no actúa desde un poder que le concede la Ley de Dios, ni la estructura legal de su pueblo, sino desde un contacto directo con Dios, que se expresa en sus milagros y, de un modo especial, en sus exorcismos, entendidos como batalla no sangrienta pero muy dura contra lo diabólico.

 2. UNA IGLESIA CARISMÁTICA

             Jesús suscitó un movimiento carismático fuerte. En el círculo de sus seguidores, especialmente en Galilea, hubo exorcistas y sanadores, que siguieron realizando su tarea y expandiendo la memoria y esperanza de su reino, como suponen los mandatos misioneros (Mc 6, 6b-13 par). Ellos constituyen un elemento esencial de la nueva institución cristiana, aunque la iglesia organizada haya dado primacía a otros rasgos sacrales y sociales.

            También la iglesia de Jerusalén fue carismática, como indica Hech 2, cuando presenta el surgimiento de la comunidad desde la experiencia del Espíritu, que se expresa, de un modo especial en el don de lenguas, que Lucas interpreta en forma misionera:

«Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo… y se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua y decían: ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia y Egipto… cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios» (cf. Hech 2, 4-11).

‒ 1 Cor 12-14. La Iglesia es una comunión de “virtuosos carismáticos”. El tema de los dones o gracias (kharismata) del Espíritu Santo ha constituido una de las preocupaciones fundamentales de Pablo, sobre todo en sus relaciones con la comunidad de Corinto. Da la impresión de que parte de los cristianos de Corinto querían cultivar los dones carismáticos (de tipo sobre todo extático) en sí mismos, sin referencia a Jesús y a la iglesia, convirtiendo la comunidad en una asociación libre de virtuosos extáticos, capaces de entrar en trance y hablar en lenguas (en un tipo de lenguaje para-racional, hecho de exclamaciones y emociones que rompen la sintaxis normal de un idioma).

Significativamente, Pablo no niega esa experiencia, ni la desliga del Espíritu Santo, pero la sitúa en un contexto eclesial donde la presencia y acción Espíritu aparece vinculada sobre todo a la revelación de Dios en Cristo y al amor mutuo. Así dice:

  «Hay diversidad de carismas (kharismatôn), pero el Espíritu (Pneuma) es el mismo» (1 Cor 12, 4): la presencia del Espíritu se expresa como carisma, es decir, como un don gratuito, que capacita al hombre para actuar de un modo más alto. «Hay diversidad de ministerios (diaconías), pero el Señor (Kyrios) es el mismo» (1 Cor 12, 5): los ministerios o servicios de la comunidad aparecen vinculados al mismo Señor Jesús, a quien todo el Nuevo Testamento presenta como servidor o diácono por excelencia. «Hay diversidad de actuaciones (energemata), pero el Dios que obra todo en todos es el mismo, es el que hace todas las cosas en todos» (1 Cor 12, 6).

              Pues bien lo que en ese pasaje aparece de un modo tríadico (vinculado al Kyrios, al Pneuma y a Dios) aparece después relacionado solamente con el Pneuma, es decir, con Espíritu Santo. Así continúa diciendo Pablo: a cada uno se le ha dado la manifestación del Espíritu para conveniencia (de todos), por medio del mismo Espíritu (cf. 1 Cor 12, 7). Estos son algunos de los dones o carismas: palabra de sabiduría, palabra de ciencia, fe, poder de curaciones, don de hacer milagros, profecía, discernimiento de espíritus, don de lenguas, interpretación de lenguas… (cf. 1 Cor 12, 7-13).

‒ Riesgo carismático, división de la comunidad.Pablo ha planteado este problema porque algunos cristianos de Corinto se lo han pedido, preguntándole sobre los pneumatiká (dones espirituales: 1 Cor 12, 1), que han venido a convertirse objeto de discordia en la comunidad. Algunos cristianos se creen y portan como superiores, pues se sienten portadores del Espíritu, sabios aristócratas, jerarquía carismática de la iglesia, porque, según ellos, poseen dones más grandes: el de la profecía y, sobre todo, el de las lenguas (cf. 1 Cor 13, 1-3; 14, 1-25). Pablo no condena esos dones, pero responde que ellos deben ponerse al servicio de la comunidad. Eso significa que, por ejemplo, el don de lenguas y otros dones de tipo místico sólo tienen un sentido y un valor cristiano si es que pueden traducirse y ponerse así al servicio del conjunto de la asamblea.

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Domingo de Pentecostés. Ciclo B

Domingo, 23 de mayo de 2021
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250px-Pentecostés_(El_Greco,_1597)Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El tiempo de Pascua culmina con la venida del Espíritu Santo. Un acontecimiento capital en la historia de la Iglesia y de cada uno de noso­tros, pero poco valorado a veces. De Dios Padre, de Jesús, de María, nos acordamos con frecuencia. ¿Y del Espíritu Santo? La fiesta y las lecturas de hoy nos ayudan a profundizar en este don misterioso. De él tenemos dos relatos bastante distintos. El más famoso, el del libro de los Hechos, lo presenta como un regalo a toda la primera comunidad cristiana en un día solemne: Pentecostés. En el evangelio de Juan, Jesús aparentemente solo otorga el Espíritu a los Once, el mismo día de su resurrección. Es preferible comenzar por la segunda lectura, de la carta a los Corintios, que ofrece el texto más antiguo de los tres (fue escrita hacia el año 55) y habla de la importancia del Espíritu para todos los cristianos.

La importancia del Espíritu (1 Corintios 12, 3b-7.12-13)

            En este pasaje Pablo habla de la acción del Espíritu en todos los cristianos. Gracias al Espíritu confesamos a Jesús como Señor (y por confesarlo se jugaban la vida, ya que los romanos consideraban que el Señor era el César). Gracias al Espíritu existen en la comunidad cristiana diversidad de ministerios y funciones (antes de que el clero los monopolizase casi todos). Y, gracias al Espíritu, en la comunidad cristiana no hay diferencias motivadas por la religión (judíos ni griegos) ni las clases sociales (esclavos ni libres). En la carta a los Gálatas dirá Pablo que también desaparecen las diferencias basadas en el género (varones y mujeres). En definitiva, todo lo que somos y tenemos los cristianos es fruto del Espíritu, porque es la forma en que Jesús resucitado sigue presente entre nosotros.

Hermanos:

Nadie puede decir: «Jesús es Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

Volvemos a las dos versiones del don del Espíritu: Hechos y Juan.

La versión de Lucas (Hechos de los apóstoles 2,1-11)

            A nivel individual, el Espíritu se comunica en el bautismo. Pero Lucas, en los Hechos, desea inculcar que la venida del Espíritu no es sólo una experiencia personal y privada, sino de toda la comunidad. Por eso viene sobre todos los presentes, que, como ha dicho poco antes, era unas ciento veinte personas (cantidad simbólica: doce por cien). Al mismo tiempo, vincula estrechamente el don del Espíritu con el apostolado. El Espíritu no viene solo a cohesionar a la comunidad internamente, también la lanza hacia fuera para que proclame «las maravillas de Dios», como reconocen al final los judíos presentes.

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.

Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban:

― ¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.

El relato consta de los siguientes elementos: 1) indicación temporal; 2) protagonistas; 3) indicación local; 4) dos fenómenos previos; 5) don del Espíritu Santo; 6) efectos del Espíritu. Los comentos detenidamente en El evangelio de Marcos. Comentario al ciclo B y guía de lectura. Verbo Divino, Estella 2020, 173-181. 

La versión de Juan 20, 19-23

En este breve pasaje podemos distinguir cuatro momentos: el saludo, la confirmación de que es Jesús quien se aparece, el envío y el don del Espíritu.

            El saludo es el habitual entre los judíos: «La paz esté con vosotros». Pero en este caso no se trata de pura fórmula, porque los discípulos, con mucho miedo a los judíos, están muy necesitados de paz.

            La confirmación. Esa paz se la concede la presencia de Jesús, algo que parece imposible, porque las puertas están cerradas. Al mostrar­les las manos y los pies, confirma que es realmente él. Los signos del sufrimiento y la muerte, los pies y manos atravesados por los clavos, se convierten en signo de salvación, y los discípulos se llenan de alegría.

            La misión. Todo podría haber terminado aquí, con la paz y la ale­gría que sustituyen al miedo. Sin embargo, en los relatos de apariciones nunca falta un elemento esencial: la misión. Una misión que culmina el plan de Dios: el Padre envió a Jesús, Jesús envía a los apóstoles. [Dada la escasez actual de vocaciones sacerdotales y religiosas, no es mal mo­mento para recordar otro pasaje de Juan, donde Jesús dice: «Rogad al Señor de la mies que envíe operarios a su mies»].

            El don del Espíritu. Todo termina con una acción sorprendente: Jesús sopla sobre los discípulos. No dice el evangelista si lo hace sobre todos en conjunto o lo hace uno a uno. Ese detalle carece de importancia. Lo importante es el simbolismo. En hebreo, la palabra ruaj puede significar «viento» y «espíritu». Jesús, al soplar (que recuerda al viento) infunde el Espíritu Santo. Este don está estrechamente vinculado con la misión que acaba de encomendarles. A lo largo de su actividad, los apóstoles entrarán en contacto con numerosas personas; entre las que deseen ha­cerse cristianas habrá que distinguir quiénes pueden ser aceptadas en la comunidad (perdonándoles los pecados) y quiénes no, al menos tem­poralmente (reteniéndoles los pecados).

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

― Paz a vosotros.

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

― Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

― Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

Resumen:

Estas breves ideas dejan clara la importancia esencial del Espíritu en la vida de cada cristiano y de la Iglesia. El lenguaje posterior de la teología, con el deseo de profundizar en el misterio, ha contribuido a alejar al pueblo cristiano de esta experiencia fundamental. En cambio, la preciosa Secuencia de la misa ayuda a rescatarla, aunque se le podría objetar una visión demasiado intimista, en comparación con la eminentemente apostólica de Hechos y Juan.

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.

Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.

Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.

El don de lenguas

«Y empezaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse». El primer problema consiste en saber si se trata de lenguas habladas en otras partes del mundo, o de lenguas extrañas, misteriosas, que nadie conoce. En este relato es claro que se trata de lenguas habladas en otros sitios. Los judíos presentes dicen que «cada uno los oye hablar en su lengua nativa». Pero esta interpretación no es válida para los casos posteriores del centurión Cornelio y de los discípulos de Éfeso. Aunque algunos autores se niegan a distinguir dos fenómenos, parece que nos encontramos ante dos hechos distintos: hablar idiomas extranjeros y hablar «lenguas extrañas» (lo que Pablo llamará «las lenguas de los ángeles»).

El primero es fácil de racionalizar. Los primeros misioneros cristianos debieron enfrentarse al mismo problema que tantos otros misioneros a lo largo de la historia: aprender lenguas desconocidas para transmitir el mensaje de Jesús. Este hecho, siempre difícil, sobre todo cuando no existen gramáticas ni escuelas de idiomas, es algo que parece impresionar a Lucas y que desea recoger como un don especial del Espíritu, presentando como un milagro inicial lo que sería fruto de mucho esfuerzo.

El segundo es más complejo. Lo conocemos a través de la primera carta de Pablo a los Corintios. En aquella comunidad, que era la más exótica de las fundadas por él, algunos tenían este don, que consideraban superior a cualquier otro. En la base de este fenómeno podría estar la conciencia de que cualquier idioma es pobrísimo a la hora de hablar de Dios y de alabarlo. Faltan las palabras. Y se recurre a sonidos extraños, incomprensibles para los demás, que intentan expresar los sentimientos más hondos, en una línea de experiencia mística. Por eso hace falta alguien que traduzca el contenido, como ocurría en Corinto. (Creo que este fenómeno, curiosamente atestiguado en Grecia, podría ponerse en relación con la tradición del oráculo de Delfos, donde la Pitia habla un lenguaje ininteligible que es interpretado por el “profeta”).

Sin embargo, no es claro que esta interpretación tan teológica y profunda sea la única posible. En ciertos grupos carismáticos actuales hay personas que siguen «hablando en lenguas»; un observador imparcial me comunica que lo interpretan como pura emisión de sonidos extraños, sin ningún contenido. Esto se presta a convertirse en un auténtico galimatías, como indica Pablo a los Corintios. No sirve de nada a los presentes, y si viene algún no creyente, pensará que todos están locos.

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23 de Mayo. Domingo de Pentecostés

Domingo, 23 de mayo de 2021
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«Cuando venga el Espíritu de la verdad, él os irá guiando hasta la verdad plena.»

(Jn 15, 26-27;16, 12-15)

Comenzamos este escrito con una pregunta. ¿Qué imagen de Dios tenemos? Porque es muy distinto relacionarnos con un Dios individual que con un Dios trinitario que habla de relación, de diversidad, de entrelazamiento, de no poder existir el Padre sin el Hijo y sin el Espíritu y viceversa. Son relaciones basadas en la libertad del amar.

Comienza este texto diciendo «cuando venga el espíritu de la verdad…» La palabra verdad tenemos que cambiarla por plenitud. La verdad es una categoría mental, que lleva a una categoría humana, donde cada uno vive según su verdad. La verdad a la que se refiere el texto es la plenitud, la completud.

Jesús envía el espíritu de la verdad cuando su presencia humana ya no está físicamente con nosotros y análogamente percibimos el espíritu de quienes queremos, su presencia de infinitud cuando ya no están físicamente con nostr@s.

Jesús envía el Espíritu que procede del Padre. La danza divina de la comunión, el entrelazamiento de lo que son. Metafóricamente el Misterio se asemeja a una infinita red constituida por su misma interrelación. El espíritu es el otro brazo del Padre, según la expresión de San Ireneo. Es importante caer en la cuenta de que Cristo significa el Ungido: “Aquél que ha recibido el Espíritu”.

“El Espíritu dará testimonio sobre mí, vosotros seréis mis testigos, porque habéis estado conmigo desde el principio”.

La palabra testimonio viene del griego mártirμάρτυρας», «testigo»). Que hace referencia a quien da fe de algo debido a que lo ha vivido o presenciado. Unificación de los polos divino y humano. Dos testimonios, el Espíritu, presencia divina y viva de Jesús y los discípulos manifestación real de la vida vivida junto al maestro.

Tendría que deciros muchas más cosas…” El espíritu nos introduce en una nueva manera de vivir, la de comprender. Sin el espíritu no podemos pasar del entendimiento a la “comprensión”.

“Él no hablará por su cuenta” porque vive en una relacionalidad que expresa la comunión profunda que transparenta la esencia que los une. No existen relaciones lineales ni jerárquicas sino de profundidad.

El Espíritu Santo es la fuerza vital divina que hace todo el espacio más transparente. El Espiritu transformador, surge de la libertad y creatividad ilimitadas.

Y os anunciará las cosas venideras”. Nos impulsa el pasado, pero nos atrae el futuro, que nos invita a movernos hacía delante, y aquí descubrimos que nuestra inquietud interior es divina, fruto del Espíritu que sopla como quiere y donde quiere y que nunca dejará de asombrarnos y sorprendernos. El Espíritu fuerza viva que abre caminos de novedad y Vida.

ORACIÓN

Espíritu Santo, descúbrenos la verdadera comunión, la danza ininterrumpida y flexible que es esencia de interrelacionalidad, profundidad y plenitud.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El Espíritu está en todo y no tiene que venir de ninguna parte.

Domingo, 23 de mayo de 2021
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listenerJn 20, 19-23

Jn 20,19-23

Para entender hoy lo que celebramos, debemos mirar a la Trinidad. Lo que digamos lo tenemos adelantado para el próximo domingo. Que yo sepa, la teología oficial nunca ha dicho que el Padre, el Hijo o el Espíritu actuaran por separado. La distinción de las personas en la Trinidad solo se manifiesta en sus relaciones “ad intra”, es decir, cuando se relacionan una con otra. En sus relaciones “ad extra”, es decir, en sus relaciones con las criaturas, se comportan siempre como uno. El pueblo y algunos manuales piadosos han atribuido a cada persona tareas diferentes, pero esto no es más que una manera inadecuada de hablar.

La fiesta de Pentecostés está encuadrada en la Pascua, más aún, es la culminación de todo el tiempo pascual. Las primeras comunidades tenían claro que todo lo que estaba pasando en ellas era obra del Espíritu. Todo lo que había realizado el Espíritu en Jesús, lo estaba realizando ahora en cada uno de ellos y queda reflejado en la idea de Pentecostés. Es el símbolo de la acción espectacular del Espíritu a través de Jesús. También para cada uno de nosotros, celebrar la Pascua significa descubrir la presencia en nosotros de Dios-Espíritu.

Según lo que acabamos de decir, siempre que hablamos del Espíritu, hablamos de Dios. Y siempre que hablamos de Dios, hablamos del Espíritu, porque Dios es Espíritu. Pentecostés era una fiesta judía que conmemoraba la alianza del Sinaí (Ley), y que se celebraba a los cincuenta días de la Pascua. Nosotros celebramos hoy la venida del Espíritu, también a los cincuenta días de la Pascua, pero sabiendo que no tiene que venir de ninguna parte. Queremos significar que el fundamento de la nueva comunidad no es la Ley sino el Espíritu.

Tanto la “ruah” hebrea como el “pneuma” griego, significan viento. La raíz de esta palabra en las lenguas semíticas es rwh que significa el espacio existente entre el cielo y la tierra, que puede estar en calma o en movimiento. Sería el ámbito del que los seres vivos beben la vida. En estas culturas el signo de vida era la respiración. Ruah vino a significar soplo vital. Cuando Dios modela al hombre de barro, le sopla en la nariz el hálito de vida. En el evangelio que hemos leído hoy, Jesús exhala su aliento para comunicar el Espíritu. La misma tierra era concebida como un ser vivo, el viento era su respiración.

No es tan corriente como suele creerse el uso específicamente teológico del término “ruah” (espíritu). Solamente en 20 pasajes del las 389 veces que aparece en el AT, podemos encontrar este sentido. En los textos más antiguos se habla del espíritu de Dios (su energía) que capacita a alguna persona, para llevar a cabo una misión concreta que salva al pueblo de algún peligro. Con la monarquía el Espíritu se convierte en un don permanente para el monarca (ungido). De aquí se pasa a hablar del Mesías como portador del Espíritu. Solo después del exilio, se habla también del don del espíritu al pueblo en su conjunto.

En el NT, “espíritu” tiene un significado fluctuante, hasta cierto punto todavía judío. El mismo término “ruah” se presta a un significado figurado o simbólico. Solamente en algunos textos de Juan parece tener el significado de una persona distinta de Dios o de Jesús. “Os mandaré otro consolador.” El NT no determina con precisión la relación de la obra salvífica de Jesús con la obra del Espíritu Santo, pero no está claro si el Pneuma es una entidad personal o no.

Jesús nace del E. S., baja sobre él en el bautismo, es conducido por él al desierto, etc. No podemos pensar en un Jesús teledirigido por otra entidad desde fuera de él. Según el NT, Cristo y el Espíritu desempeñan evidentemente la misma función. Dios es llamado Pneuma; y el mismo Cristo en algunas ocasiones. En unos relatos lo promete, en otros lo comunica. Unas veces les dice que la fuerza del Espíritu Santo está siempre con ellos, en otros dice que no les dejará desamparados, que él mismo estará siempre con ellos.

Hoy sabemos que el Espíritu Santo es un aspecto del mismo Dios. Por lo tanto, forma parte de nosotros mismos y no tiene que venir de ninguna parte. Está en mí, antes de que yo mismo empezara a existir. Es el fundamento de mi ser y la causa de todas mis posibilidades de ser en el orden espiritual. Nada puedo ser ni hacer sin él pero tampoco puedo estar privado de su presencia en ningún momento. Todas las oraciones encaminadas a pedir la venida del Espíritu nacen de una ignorancia de lo que queremos significar con ese término.

Está siempre en nosotros, pero no siempre somos conscientes de ello y como Dios no puede violentar ninguna naturaleza, porque actúa siempre conforme a ella, su acción no la notaremos. Un ejemplo puede ilustrar esta idea. En una semilla hay vida, pero en estado latente. Si no coloco la bellota en unas condiciones adecuadas, nunca se convertirá en un roble. Para que la vida que hay en ella se desarrolle, necesita una tierra, una humedad y una temperatura adecuada. Pero una vez que se encuentra en las condiciones adecuadas, es ella la que germina; es ella la que, desde dentro, desarrolla el árbol que llevaba en potencia.

Dios (Espíritu) es el mismo en todos y nos empuja hacia la misma meta. Pero como cada uno estamos en un “lugar” diferente, el camino que nos obliga a recorrer, será siempre distinto. No es pues, la meta la que distingue a los que se dejan mover por el Espíritu, sino los caminos que llevan a ella. El labrador, el médico, el sacerdote tienen que tener el mismo objetivo vital si están movidos por el mismo Espíritu, pero su tarea es completamente diferente. Una mayor humanidad será la manifestación de su presencia. La mayor preocupación por los demás es la mejor muestra de que uno se está dejando llevar por él.

Si Dios está en cada uno de nosotros como Absoluto, no hay manera de imaginar que pueda darse más a uno que a otro. En toda criatura se ha derramado todo el Espíritu. Esgrimir el Espíritu como garantía de autoridad es la mejor prueba de que uno no se ha enterado de lo que tiene dentro. Porque tiene la fuerza del Espíritu, el campesino será responsable y solícito en su trabajo y con su familia. En nombre del mismo Espíritu, el obispo desempeñará las tareas propias de su cargo. Siempre que queremos imponernos a los demás con cualquier clase de autoridad, estamos dejándonos llevar de nuestro espíritu raquítico, no del Espíritu.

La presencia de Dios en nosotros nos mueve a parecernos a Él. Pero, si tenemos una idea masculina de Dios como poder, señorío y mando, que premia y castiga, repetiremos esas cualidades en nosotros. El intento de ser como Dios en el relato de la torre de Babel, queda contrarrestado en este relato que nos habla de reunir y unificar lo que era diverso. El único lenguaje que todo el mundo entiende es el amor. Si descubrimos el Dios de Jesús, que es amor total, intentaremos repetir en nosotros ese Dios, amando, reconciliando y sirviendo a los demás. Esta es la diferencia abismal entre seguir al Espíritu o a nuestro espíritu.

Dios llega a nosotros acomodándose al ser de cada uno. El Espíritu nunca supone violencia alguna. No lleva a la uniformidad, sino que potencia la pluralidad. Pablo lo vio claro: Formamos un solo cuerpo, pero cada uno es un miembro con una función diferente pero útil para el todo. Esa uniformidad, pretendida por los superiores en nombre del Espíritu, no tiene nada de evangélica, porque, lo que se intenta es que todos piensen y actúen como el superior. Si todos tocaran el mismo instrumento y la misma nota, no habría nunca música.

Meditación

Como el aire que respiramos mantiene la actividad vital,
el Espíritu absorbido nos mantiene en la Vida.
No podemos separar la vida biológica del ser vivo.
Tampoco podemos separar la Vida espiritual del Espíritu.
Siempre que exista Vida se manifestará en obras.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Con las puertas bien cerradas.

Domingo, 23 de mayo de 2021
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pentecostesUna sinfonía debe ser como el mundo. Debe abarcar todo (Gustav Mahler)

23 de mayo, domingo de Pentecostés

Juan 20, 19-23

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas por miedo a los judíos

En este domingo de Pentecostés amanecen los orígenes de la Iglesia y el inicio de la misión apostólica a todas las tribus, lenguas, pueblos y naciones. Es el sentido de “empezaron a hablar lenguas extranjeras” del cap. 2, vers. 4 de los Hechos. El viento huracanado del Espíritu transformando las tablas de piedra muerta de Moisés en la carne viva del corazón de los creyentes. Su entendimiento se desplegó a la verdad y la vida. Así lo dijo Albert Einstein veinte siglos después: “La mente es igual que un paracaídas, sólo funciona si se abre”.

En la película María Magdalena del director australiano Garth Davis, estrenada en febrero de este año, la protagonista, aunque no parece haber estado aquel día en el Cenáculo, unió también su voz a la de los discípulos diciendo: “No me quedaré callada, me haré oír”. Quizás lo hizo siguiendo la insinuación del libro de los Hechos (2, 3) cuando dice de los Apóstoles que “Se llenaron todo de Espíritu Santo y empezaron a hablar lenguas extranjeras”.

María, según el film, es una joven que busca dar un nuevo sentido a su vida y que, a pesar de las jerarquías y reglas impuestas por su época, se atreve a desafiar a su familia y unirse a un nuevo movimiento social liderado por Jesús de Nazaret. Un retrato auténtico, único y humanista, de una de las figuras espirituales más enigmáticas e incomprendidas de la historia.

Davis explicó que quiso crear un mundo en el que la gente se pudiera identificar, para compartir el mensaje, muy simple, que es la idea de que la libertad individual viene dada por “el amor al prójimo”. Magdalena, aparece como una mujer de firmes principios que entiende que su camino está al lado de la religión, de ese mesías que ha llegado para conducirlos hacia un mundo mejor.

En 2016, el papa Francisco la declaró “apóstol de los apóstoles”. Simplificando el mensaje, que sí aparece en el Evangelio, se acentúa la idea de que el Reino famoso, del que se lleva hablando toda la película, estaba ya dentro de nosotros y que lo que tenemos que hacer no es ni creer, ni convertirnos, ni nada de eso. Solo sacar nuestra bondad de dentro y hacer bueno el mundo.

El Evangelio apócrifo de Felipe la menciona como “compañera” de Jesús, como la figuró Garth Davis. En la obra Otro Dios es posible Parte II, María y José Ignacio López Vigil, se escribe este magnífico diálogo en consonancia con dicha película y el relato evangélico:

¿Qué pasó aquella mañana del domingo cuando María Magdalena fue al sepulcro donde habían puesto su cadáver?

A lo que Jesús respondió: “Pasó que el Espíritu de Dios la llenó de fuerza, de alegría. A ella y a las otras mujeres. Y ellas animaron a los hombres, que seguían acobardados. Y salieron a las calles a contar a todo el mundo, que el Reino de Dios había cambiado, que las cosas pueden cambiar, que van a cambiar”.

El investigador Francis S. Collins, en su libro ¿Cómo habla Dios? dice: “Conforme leí el relato de la vida real de Jesús por primera vez en los cuatro Evangelios, la naturaleza testimonial de las narraciones y la enormidad de las afirmaciones de Cristo y sus consecuencias empezaron a penetrar en mí gradualmente”. ¿Pero para qué penetran? Para salir luego al exterior y ser testimonio de lo que uno vive, y luz que ayuda a los demás a hacer lo mismo.

La Naturaleza nos da también lecciones sobre esto. Los girasoles, por ejemplo, se despiertan y se mueven hacia el sol siguiéndole en su ruta de este a oeste como las agujas de un reloj, y al oscurecer giran en sentido contrario para esperar su salida a la mañana siguiente. Los días que no luce nublados se miran unos a otros para recibir y dar la energía recibida. Un transmitirse la vida como la que transfiere el relojero paseando calle arriba, calle abajo camino del Padre Eterno.

RELOJERO, SUBE Y BAJA

Calle arriba, calle abajo,
camino del cementerio,
sube y baja, baja y sube…
el relojero.

Lleva un reloj a la espalda
a ritmo de segundero.
Tiemblan todos los ancianos…
en el pueblo.

Trancan puertas y ventanas,
-mientras le ladran los perros-
con los ojos bien cerrados…
de alma y cuerpo.

Que no se asusten los niños,
que el reloj no va con ellos,
ni busques pala ni pico…
sepulturero.

La muerte no va con nadie;
tan solo va con el miedo.
Es vida, -¡paso a la Vida!-…
y es misterio.

Calle arriba, calle abajo,
camino del Padre Eterno,
sube vestido de blanco…
mi relojero

Doblen badajos al aire
desde la torre del pueblo
Suene a gloria la campana…
de mi templo.

(EN HIERRO Y EN PALABRAS. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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El espíritu os guiará hasta la verdad plena.

Domingo, 23 de mayo de 2021
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portapent13Juan 20, 19-23

Pentecostés era una fiesta judía que se celebraba a los cincuenta días de la Pascua. Nosotros, los cristianos, celebramos la venida del Espíritu-Ruah (hebreo). Culmina así, el ciclo pascual. Pero, ¿cómo hablar hoy del Espíritu en un mundo globalizado que nos invita a vivir desde fuera, donde lo atractivo está fundamentalmente en el exterior? Incluso para los que nos decimos cristianos, ¿cómo se comunica Dios en nuestras comunidades? ¿Y en mí? ¿Somos capaces de percibirlo? ¿Lo reducimos a una fiesta más?

A veces en nuestra Iglesia nosotros también cerramos las puertas, quizá por miedo al futuro, al cambio, a equivocarnos o sencillamente porque “siempre ha sido así”. ¿Qué miedos crees que nos atenazan como Iglesia? Sin embargo, es el Espíritu el que nos convoca, el que nos trae su paz, el que nos une y permanece en medio de nosotros y hace que permanezcamos unidos más allá de nuestras diferencias. Él es el que viene a nuestras vidas, se comunica a la Iglesia y también a cada persona.

En este tiempo de pandemia que llevamos soportando más de un año ya, hemos vivido además, por circunstancias obvias, la ausencia de la Comunidad cristiana que da soporte, aliento y apoyo fraterno en cuantas celebraciones compartimos la fe, la vida y la esperanza; o esos momentos de silencio y oración que nos ayudan a desvelar permanentemente el Misterio de Dios en nosotros, en mí, en los demás, en el universo. Cuando vivimos en comunión con ese Misterio desde dentro, ¿qué actitudes me refuerza y cuáles me invita a dejar?, ¿qué resistencias frenan o dificultan la irrupción del Espíritu-Ruah en mí? ¿Soy capaz de ponerme en acción o me pueden la pasividad o la pereza?

Porque no son dos ámbitos contrapuestos lo interior y lo exterior. Sino que ambos son el reflejo de la irrupción del Espíritu en cada uno/a. Si hemos descubierto la abundancia y el derroche de dones que se nos da por pura gratuidad, “lo demás se dará por añadidura”. Si hemos acogido y experimentado en lo más íntimo de nuestro ser, aun de manera callada, sencilla y humilde, el misterioso proceder de Dios-Espíritu, nos daremos cuenta de que Él sigue actuando en mí, en todo ser humano (incluso antes de que yo/ tú mismo empezara/s a existir) “porque desde el principio estáis conmigo” y nos impulsa a la misma meta: “porque el Espíritu os guiará hasta la verdad plena”.

Que no es otra meta que vivir la mejor Humanidad, el Amor como fundamento de mi ser, “porque te he visto latiendo en los bancales,
favoreciendo, urdiendo…
porque me enseñas a ser en lo que era,
a olvidar mis estiajes en esta primavera…
porque es llegado el tiempo del que ama”… (José G. Nieto),
y así confluir, biológica y espiritualmente, en la íntima unión con la Divinidad.

San Pablo, en la Carta a los Gálatas, les recuerda algo de plena actualidad: “El fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, comprensión, disponibilidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí” (5,16-25). Lo exterior, lo interior forman parte de una misma realidad impregnada de bondad, belleza, armonía, amistad, equilibrio, conciliación, relación, unificación… Porque eso y no otra cosa es el plan de Dios para sus criaturas desde los orígenes (recuérdese el bellísimo relato de la Creación) y, me atrevería a decir, que el sueño de plenitud de todo ser humano en todas las religiones.

¿Cómo concretarlo, hoy, con los pies en la tierra? Jesús nos dejó un proyecto de Felicidad: las Bienaventuranzas. Hoy, podemos recrearlas en este nuevo Pentecostés:

Felices quienes, ante un hecho imprevisto, un grave diagnóstico, una ruptura dolorosa, se ponen en manos del Espíritu para afrontar con confianza/fe esa etapa incierta, difícil.

Felices quienes reconocen sus errores, debilidades, desalientos y “aun con las puertas cerradas por miedo…” salen de sí mismos y se dejan impulsar por el Espíritu.

Felices quienes despejan de puertas y ventanas obstáculos, prejuicios, quejas, pesimismos e inconvenientes y dejan entrar la luz del Espíritu que lo baña todo.

Felices quienes, a pesar de la edad, la experiencia, los batacazos… reviven la novedad del Espíritu y no se quedan aferrados al pasado sino que prosiguen su camino cada día.

Felices quienes saben sacar provecho de la historia, con sus etapas de esplendor y oscuridad, ni mejores ni peores que otras, dejando atrás estereotipos, mitos, tópicos y construyen, renovados por el Espíritu, las pequeñas historias de cada día tan llenas de amor, de esperanza, de utopía.

Felices quienes se dejan cautivar por la mirada limpia, los dones recibidos y la intuición-certeza del encuentro con Dios-Espíritu, aun sin saberlo, y todo ello de manera fugaz, imperceptible, íntima, cotidiana.

Felices quienes dan su tiempo, sus talentos, su carisma y, al mismo tiempo, saben acoger los de los demás en un intercambio fecundo y libre de dones, capacidades, habilidades y virtudes.

Felices quienes saben rastrear las huellas del Espíritu, seguir su dinamismo con humildad y atención constante a sus intuiciones e inspiraciones.

Felices quienes se arriesgan a vivir con actitud de apertura, servicio y encuentro, anticipando la salvación y siendo signo de la misma en la corresponsabilidad y en el compartir.

Felices porque sabiéndonos hijos/as de Dios, continuamos siendo ascuas en la lumbre no relumbrones fatuos, luz desde dentro, zarza ardiente en los desiertos de la vida, mesa en la que compartimos pan y vino, cuerpos inflamados por tu Espíritu que nos gloriamos en este nuevo Pentecostés de celebrar todo “lo que Dios ha hecho con nosotros” porque “abres tu mano y sacias de favores a todo ser viviente” (Sal 145, 15-16).

¡Shalom!

Mª Luisa Paret

Fuente Fe Adulta

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Paz

Domingo, 23 de mayo de 2021
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Espejo-en-agua.14Fiesta de Pentecostés

23 mayo 2021

Jn 20, 19-23

La paz, en todos los niveles -consigo mismo, con los otros, con la naturaleza, entre los pueblos…-, constituye uno de los anhelos más profundos del ser humano. Y apreciamos su importancia, como suele ocurrirnos con cualquier otro bien, cuando lo perdemos. Aunque, en realidad, no podemos perder la paz, porque es lo que somos.

 En nuestra identidad profunda, somos paz. Lo que sucede es que, en ocasiones, nuestra mente pensante nos ciega y la ignorancia nos impide verla; o bien nos situamos en un “lugar” desde donde es imposible vivirla. Porque vivir en paz no depende de nuestra voluntad, sino del “lugar” donde nos situamos.

 El ego, producto de la mente pensante, no puede experimentar la paz porque es impermanente y la impermanencia implica alteración. La paz no se encuentra en la mente pensante que, desde la estrechez de su mirada, se convierte en una fábrica de preocupaciones constantes.

 La mente y el ego únicamente pueden aspirar a lo que el evangelio de Juan llamaba la “paz del mundo”, aquella que depende de que todo “nos vaya bien”, y que se esfuma por completo cuando aparece la frustración. Pero hablamos aquí de “la paz que el mundo no os puede dar” (Jn 14,27), aquella que está a salvo de las circunstancias que ocurren, la paz que no puede desaparecer porque es lo que somos.

 Encontrarla, saborearla y vivirnos desde ella requiere, por tanto, situarnos en el “lugar” de nuestra verdadera identidad, que no es el ego ni la mente. Lo cual implica situarnos “un paso detrás” de la mente, en el Testigo, y experimentar lo que ahí ocurre.

  Mientras estamos en la mente pensante creemos ser el yo separado, confundiendo nuestra personalidad con nuestra identidad. Al observar la mente, salimos de aquella identificación y accedemos al “lugar” donde realmente nos encontramos con nuestra verdad.

 Si la mente pensante es un lugar de alteración y preocupaciones, el Testigo es el lugar de la ecuanimidad…, de la paz estable. Lo cual no significa que todo nos vaya a “ir bien”, ni que no haya dolor. Eso continuará, pero lo viviremos desde ese otro lugar, donde todo lo que aparece es reconocido como un “objeto” y tratado como tal. En la comprensión de que no somos ningún objeto -la paz tampoco lo es-, sino la espaciosidad consciente y serena en la que todos los objetos aparecen. Situarnos en el Testigo hace posible deshacer las “burbujas” de preocupación, miedo, soledad, sufrimiento…, que la mente pensante crea sin cesar. Si permanecemos girando, cavilando o rumiando esas “burbujas”, terminaremos atrapados y quedaremos encerrados en ellas. Al cambiar de “lugar”, nos liberamos y nos descubrimos en “casa”.

¿Vivo en paz?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Pentecostés: La Iglesia no es una “agencia de servicios religiosos”, sino donde se vive el buen espíritu de Jesús

Domingo, 23 de mayo de 2021
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1590662181467Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. Pentecostés.

         Celebramos hoy la fiesta, la Pascua de Pentecostés (penta: cinco / kostos: sufijo de decenas; cincuentena).

Pedagógica y litúrgicamente significa que el espíritu de Jesús viene sobre la iglesia naciente (sobre la humanidad) a los cincuenta días de la Pascua, de la resurrección.

         El acento no recae en los cincuenta días, ni en aquella mañana que cayeron como lenguas de fuego, sino que el contenido de Pentecostés  es que el espíritu de Jesús desciende sobre la comunidad naciente.

Podríamos pensar también que Pentecostés acontece cuando Jesús muere en la cruz: e inclinando la cabeza entregó su espíritu, que no es entregar el alma a Dios, sino que Jesús entrega su espíritu sobre la iglesia naciente al pie de la cruz representada por María, la madre de Jesús y sobre el “Discípulo Amado” (sobre todos los cristianos. (Jn 19,30).

         En todo caso celebramos la presencia del espíritu de Jesús, un espíritu que es Santo. El espíritu de Jesús, su tono vital, es bueno, santo.

  1. La comunidad estaba sin vida, con miedo es el barro del Génesis.

         En el texto del evangelio que hemos escuchado, San Juan emplea para hablar de la donación del espíritu, las mismas palabras del Génesis: exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo.

         En el Génesis el barro solamente llega a ser humano y viviente Darwin y evolución incluidos)  cuando Dios exhala sobre el barro su aliento vital. Dios el Señor formó al hombre, del barro, sopló en su nariz aliento vital y le dio vida. Así el hombre comenzó a vivir. (Gn 2,7)

Cuando el ser humano, un grupo humano, cuando aquella comunidad naciente no tienen -no tenemos- aliento vital, espíritu, vivimos amedrentados, con miedo, encerrados…

Por nosotros mismos somos barro, poca cosa.

         Cuando Jesús nos comunica su espíritu bueno-santo, nos transmite su aliento vital nos confiere vida, ilusión, ganas de vivir.

Recibid espíritu de vida.

  1. Nos hace falta un espíritu bueno – santo.

         Sin ser espiritistas -ni mucho menos- hemos de ser conscientes de que espíritus hay muchos. Las personas solemos tener un espíritu vital, un espíritu que guía nuestra vida. Y según sea nuestro espíritu, así son los frutos que producimos,

         Hay personas e ideologías que viven del o con espíritu de la raza – racismo. Eso produce Auschwitz y situaciones semejantes. Hay quien vive desde un ansia y ansiedad por el poder, lo cual produce dictaduras políticas y de otros tipos. Hay quien su vida está alentada por el espíritu fanático-religioso lo cual deriva en situaciones fundamentalistas o en fanatismos eclesiásticos. Una mezcla del espíritu racista y religioso puede causar odios y la guerra entre Palestina e Israel, por ejemplo.

         El espíritu de Jesús es bueno, misericordioso. El espíritu de Jesús es para  llevar la buena noticia a los pobres, para  a anunciar libertad a los presos y a dar vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos; para a anunciar el año el tiempo de gracia del Señor, (Lc 4,18-19).

         Mejor vivir con un espíritu bueno y santo.

  1. Espíritu en la pandemia.

         Tener espíritu, vivir en el espíritu es vivir abierto, tener ganas de vivir, ilusión, coraje, audacia…

         La pandemia que invade nuestra vida- Además de la enfermedad en sí, del virus que nos amenaza, tiene también otra variante y es que nos constriñe a vivir medio confinados y ello nos puede insertar en un aislamiento, una cierta

soledad que nos puede sumir en una acedia, en una “medio-depresión”. ¿Qué otra cosa es una depresión sino una falta de ganas de vivir, falta de ilusión, ausencia de aliento vital, una falta de espíritu?

         Necesitamos vacunas, sí; pero necesitamos aliento vital, transmitir ganas de vivir, comunicar la bondad del Señor que nos cosuele y anime en la vida.

         Que el espíritu bueno del Señor nos impulse a vivir en ilusión.

  1. Iglesia y Espíritu.

         En ese estilo poético-teológico propio de San Juan, la comunidad eclesial (representada por María, la madre del Señor y por el Discípulo Amado), la Iglesia nace al pie de la cruz, que es donde recibe el Espíritu de Jesús. Jesús inclinando la cabeza, entregó su espíritu,  (Jn 19,30).

         La Iglesia no es una “agencia de servicios religiosos”, sino que es donde se vive el y del buen espíritu de  Jesús. Algunas estructuras harán falta, pero lo que constituye la Iglesia es el espíritu, el tono vital de Jesús.

         Anima que el espíritu de Jesús lo podamos apreciar y gozar en algunas personas como Juan XXIII o el papa Francisco. Es la iglesia del Señor. Los legalismos eclesiásticos y morales, el Santo Oficio (Congregación de la Doctrina de la fe), los militarismos dogmáticos férreos, etc. son cuestiones nada evangélicas.

         La Iglesia ha de ser un hogar de buen tono, acogida, donde se vive y respira en la libertad y bondad del espíritu de Jesús.

  1. Ven espíritu santo.

         Ven espíritu santo, espíritu bueno y enciende en nosotros, en el pueblo, en la Iglesia, en las ideologías la llama de vida, de entendimiento, de comprensión.

         Cuando el Espíritu de Dios trabaja, quien suda es el hombre. Pero está bien que sudemos un poco en situaciones de pandemia, de depresiones, de legalismos y fanatismos eclesiásticos, de explotación económica y comuniquemos el buen Espíritu del Señor: entendimiento, comprensión, sensatez, consuelo…

Ven espíritu santo

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Magda Bennásar: Calidad de presencia: el Espíritu.

Sábado, 6 de junio de 2020
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maxresdefaultAl igual que las discípulas y discípulos vamos haciendo el recorrido que los evangelistas nos ponen delante para que en la diversidad de encuentros con el Resucitado, descubramos el nuestro.

¿Cómo está siendo el tuyo?

En el mío se trenzan tres mechones, a cual más hermoso. Uno sería el dolor de tantas personas que puedo acompañar a través de unas palabras o unas letras… otros dos: la experiencia personal de Presencia y la experiencia de Comunidad que increíblemente va creciendo en calidad y compromiso.

¿Cómo acompaño el proceso de dolor?

Debido al confinamiento ha sido mayormente a través de comunicación online de reflexiones, que durante este año además de los dos Blogs nuestros, nos han publicado también en Inglés en el apartado Global Sisters Report: The life, dentro del periódico digital católico National Catholic Reporter.  Aportaciones hechas desde nuestro “humus”, como actitud de servicio, ante una demanda ingente de aportaciones de personas de otros países, lenguas y continentes. Publicaron también nuestra pascua online bilingüe.

Sentir que lo que experimentas en la intimidad silenciosa de tu corazón y estudias-elaboras… se convierte en apoyo para miles de personas, produce un “temor y temblor” que sólo puede ser de la Ruah. Dejas atrás el tan patriarcal  “yo no valgo, y menos en Inglés” para dejarte conducir y seducir por el que te envía a realizar su tarea, la de sembrar Vida, también con tu vida.

Experiencia personal de Presencia:

Descubrir, día a día, que el Espíritu es esa Presencia fuerte y tierna a la vez, que como el oxígeno para respirar nos envuelve, nos habita y nos constituye, es muy empoderador y liberador. Aun estando en confinamiento, aun estando con problemas del tipo que sea, esa Presencia percibida como silencio, como cercanía, como fuerza, como alegría, se convierte en camino, en Vida amasada con mi vida, y me “levanta-resucita” del sueño mortecino para conectarme con el sueño de Dios, inabarcable, pero fascinantemente real.

Experiencia de Comunidad viva:

Y sí, se va convirtiendo en Comunidad. Así en mayúscula, porque no es la comunidad de vecinos, ni la de senderismo…es una comunidad suscitada por el espíritu y mensaje renovador de las Hermanas para la Comunidad Cristiana (SFCC). Estas mujeres, después del Concilio, llevaron hasta las últimas consecuencias sus directrices, formando así,  a golpe de fidelidad y tal vez de desobediencia a normativas encorsetadoras del pasado, una comunidad imposible de soñar más abierta, más empoderadora, más humilde en su acogida a lo que el Espíritu va suscitando.

Hace poco más de dos años, que gracias a que hay gente que escribe su experiencia las descubrimos online. Hemos hecho un proceso de pertenencia y a la vez acogido a las personas que se unían a nuestra alegría liberadora. Tanto es así que ya hemos constituido la Región de España y son diez en estos momentos, los hombres y mujeres de 29 a 70 años, casados y solteros… que gozosamente vamos haciendo un camino juntos, muy enriquecedor y gozoso.

Para nosotras Pentecostés está siendo un proceso de acoger y acompañar… de canalizar la fidelidad y liberación que estas hermanas y hermanos van viviendo. Todos, desde nuestra profesión y vocación, vamos formando comunidad desde el rincón que nos ha tocado como parcela-regalo del Espíritu y con sus dones, y el de gozo abunda, vivimos, compartimos, servimos según las necesidades que cada uno, con madurez discierne.

¿De dónde salimos? De casi todos los rincones de España: Bilbao, Pamplona, Barcelona, Mallorca, Madrid, Valencia, Córdoba.

¿Comunidad a distancia?  ¡Quién dijo miedo! “nada hay imposible para Dios”: Compartimos Reflexión Teológica de los textos fundacionales  y oración compuesta por tiempo profundo de Silencio y Palabra. Quincenalmente compartimos esas reflexiones y luego necesitamos vernos y sentirnos por Skype. Por supuesto que tenemos un xat y nos comunicamos libremente por teléfono, yo creo que compartimos más y mejor que si viviéramos bajo el mismo techo.

¿Proyectos comunes? No es necesario tenerlos ya que la comunidad precisamente evita toda propiedad conjunta, atadura… pero sí tenemos uno importante, que si Dios y las personas ayudan pondremos en marcha próximamente. El confinamiento está siendo el tiempo de gestación y maduración necesaria.

Deseamos compartir esta experiencia de Presencia real, encarnada porque es vuestra. Su calidad viene enmarcada por vidas llenas de realismo, de personas preocupadas por sus familias, por como nutrir su interioridad y la de sus seres queridos, todos planteándonos como abrir caminos a la comunidad de Jesús hoy, y dándonos cuenta de que “lo estamos haciendo”.

Nuestras puertas están abiertas, y como para el Resucitado, no hay distancias. De hecho una mujer desde Egipto también hace su proceso con nosotras en un arabspanish muy divertido y profundo. Por supuesto que hay más gente en Europa. Eso otro día. Si no os aburre, claro.

Magda Bennásar Oliver, SFCC

www.espiritualidadintegradoracristiana.es

Vía Fe Adulta

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“Pentecostés queer en tiempos de confinamiento”, por Diarmuid O’murchu.

Lunes, 1 de junio de 2020
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pentecostesLa celebración de Pentecostés, 50 días después del domingo de Pascua, se considera desde antiguo como el comienzo de la Iglesia, cuando el Espíritu Santo empujó a los primeros apóstoles a salir a la calle y proclamar el Evangelio. El texto más relevante, leído en todas las iglesias cristianas, es el de Hechos 2,1-11.

En realidad, este pasaje tiene dos partes:

a) vv. 1-4, que describe el descenso del Espíritu Santo a través de lenguas de fuego, sobre lo que se supone que es el grupo reconstituido de 12 apóstoles. Además, el arte cristiano temprano representa a una mujer en medio del grupo, ampliamente considerada como María, la madre de Jesús.

b) vv. 5-11: estos versículos describen un grupo amorfo de diversos países, culturas e idiomas, ninguno de los cuales había sido todavía evangelizado (según la cronología de los Hechos), que escuchan a los predicadores, cada uno en su propio idioma, reconociendo el mensaje de declaración del Evangelio, por lo que dan gracias a Dios.

Durante mucho tiempo me ha intrigado el hecho de que nunca he escuchado una homilía de Pentecostés centrada en los vv. 5-11. Y me pregunto por qué. En mi intento de responder esa pregunta por mí mismo, he descubierto que la teoría queer es enormemente útil. Así que, por favor, permítanme una digresión para presentar brevemente de qué trata la teoría queer.

La teoría queer

Asociada a menudo con los estudios LGBTQI, la Teoría Queer es una elaboración de la década de 1990, relacionada con la teoría crítica de la literatura, la historia y las ciencias sociales. (Varias páginas de la red darán más detalles). Su adopción de ideas sobre religión, teología y escritura es aún más reciente. El teólogo británico, Chris Greenough, ofrece una excelente descripción de las teologías queer (Queer Theologies: The Basics, Routledge 2020).

Según Greenough, mirar los textos sagrados desde la perspectiva queer, significa querer ir más allá de la rigidez del dogma, y poner al descubierto esa dinámica de poder que puede tolerar sólo una comprensión de la verdad. Greenough describe cinco dimensiones de este proceso:

lo queer se resiste a las ideas de categorización;

lo queer desafía la idea del esencialismo;

lo queer desafía lo “normal”;

lo queer elimina el pensamiento binario y los prejuicios;

lo queer denuncia y quiebra las relaciones de poder y las jerarquías (Greenough, 26).

El libro de los Hechos hoy

Considerado durante mucho tiempo como un resumen de lo que sucedió en la Iglesia primitiva, los estudiosos de las Escrituras ahora están planteando dudas sobre la fiabilidad histórica de este libro.

Lucas, el autor, está interesado sobre todo por Pedro y Pablo, a quienes describe como dos héroes destacados. Así como Lucas, en su evangelio, lleva a Jesús a Jerusalén para su triunfo final (su muerte y resurrección), también Lucas lleva a Pedro y Pablo a Roma, para culminar su esfuerzo misionero. Y en ese itinerario, el Pablo de Lucas a veces es representado de una manera que parece muy diferente del propio relato de Pablo en sus cartas auténticas. Más que la historia de la fe, lo que interesa a Lucas es el aspecto heroico de la evangelización.

Vayamos ahora al acontecimiento de Pentecostés, para el que Lucas trae de vuelta a los apóstoles originales, ahora reconstituidos como un grupo de Doce. El grupo tiene dos reuniones. En primer lugar, Hechos 1,12-14: los Once (menos Judas), junto con María, la madre de Jesús y “las mujeres”. En segundo lugar, Hechos 2,1-4: el grupo reconstituido de Doce solamente. Parece que Lucas necesita que los apóstoles reconstituidos, vueltos, pongan una base apostólica sólida para sus dos héroes patriarcales: Pedro y Pablo. ¿Pero volvieron todos? Tengo serias dudas, a pesar de la profunda fe eclesial que tenían.

El experto bíblico James Carroll, afirma que el relato de Lucas en Hechos puede compararse con una novela histórica con intención ideológica, a lo que otro biblista, Sean Freyne, agrega: “El análisis literario reciente de los escritos de Lucas tiende a considerar su narración de esos nuevos comienzos como un relato idealizado y simbólico, con poco o ningún contenido histórico”. La teóloga Elizabeth Johnson afirma que Hechos no contiene una imagen representativa del liderazgo de la Iglesia en las primeras décadas; sólo cuenta una historia parcial.

Además, recordemos que Lucas escribió Hechos después del 80 EC, momento en el cual los seguidores del Camino se habían separado de sus orígenes judíos, y ahora se esforzaban por establecer una identidad superior y diferente.

El evento mismo

Cada elemento de Hechos 2,1-4 está tomado de las Escrituras hebreas (Antiguo Testamento).

Pentecostés se basa en el A.T: la fiesta del Grano Nuevo (la cosecha), asociada con Moisés que recibe la Ley en el monte Sinaí, 50 días después del éxodo de Egipto. Según la tradición, Dios habría dado la Ley en los 70 idiomas de la humanidad… Filón afirma que cuando fue dada la Ley, cayó fuego del cielo, y una voz que salía de las llamas se convirtió en un discurso articulado. Por otra parte, algunos comentaristas sugieren que el relato de Pentecostés puede entenderse como una antítesis del relato de la Torre de Babel.

El hecho de que Lucas haya tomado prestados del A.T. los ingredientes principales y los esté usando aquí para su propio propósito, no debe alarmarnos; todos los escritores del Evangelio, y otros de aquel tiempo, hicieron lo mismo. Sin embargo, nos obliga a preguntar: ¿Lucas está describiendo algo que sucedió, o está creando él mismo la escena? Pero, en realidad, aunque Lucas invente él mismo lo que escribe, según los estándares del tiempo está dentro de los límites normales del periodismo profesional.

Una vez más, debemos recordarnos a nosotros mismos: Lucas está haciendo esto para dar una base sólida a sus dos grandes héroes, Pedro y Pablo. Con ese propósito, quiere traer de vuelta a los (reconstituidos) Doce, y someterlos a una experiencia profunda y transformadora, para sacarlos de la desorientación e incredulidad que sufrieron debido a la trágica pérdida de Jesús, su líder. Y a partir de ese nuevo “inicio”, pueden reanudarlo donde había quedado interrumpido, proclamando ahora con valentía a Jesús como Señor y Salvador.

Para el teórico queer, todo parece demasiado ordenado como para ser verdad. El aposento del piso de arriba huele a clausura eclesiástica. Y parece que hay demasiado deseo de poder patriarcal y de dominio. Ya en los capítulos iniciales de Hechos vemos a Pedro realizando obras milagrosas semejantes a las atribuidas a Jesús… Una imagen que está ya muy lejos de aquel bipolar y reaccionario Pedro que vimos en los evangelios.

En este momento, el teórico queer se impacienta y quiere pasar al material que el predicador tiende a omitir, a saber, Hechos 2,5-11. Este grupo tan diverso es realmente increíble. De una forma u otra, pueden escuchar todo lo que se dice y, al parecer, pueden comprender el significado, como el de las poderosas obras de Dios (v. 11). Pero según Hechos, ninguno de ellos ha sido bautizado ni evangelizado. Entonces ¿qué está pasando?

Aquellos de nosotros que tenemos algún conocimiento y experiencia del método ignaciano de discernimiento espiritual podemos ver fácilmente los paralelos. Las personas de este grupo están dotadas de una escucha profunda, un discernimiento centrado en el corazón, y están asombrados y admirados por el divino mensaje de vida. Éstas son precisamente algunas de las características centrales del discernimiento ignaciano, que, según quienes han estudiado durante mucho tiempo ese método, no se pueden poseer a menos que una persona esté primero profundamente imbuida del Espíritu Santo de Dios.

Ésta es la ruptura que el teórico queer estaba intentando provocar: ¡estas personas ya tenían la plenitud del Espíritu Santo! Por eso son tan brillantes en el arte del discernimiento. Entonces, ¿de dónde sacaron el Espíritu Santo? No es necesario ser teólogo/a o biblista para responder.

Según el Libro del Génesis, el Espíritu Santo está trabajando plenamente en la Creación desde tiempos inmemoriales. En palabras del teólogo australiano Denis Edwards: “lo que necesitamos es una teología holística del Espíritu, una que comience no con Pentecostés, sino con el origen del Universo, hace 13 mil setecientos millones de años”. En consecuencia, el Espíritu Santo también está trabajando plenamente en los corazones de todos los humanos, a menos, por supuesto, que bloqueemos u obstaculicemos esa gracia por algo como el miedo irracional, que los doce bien podrían estar experimentando.

¡Ahora ves mi decepción por no haber escuchado nunca una homilía sobre Hechos 2,5-11! De esto se trata. Este es el Espíritu que sopla donde quiere, renovando la faz de la tierra y despertando sueños poderosísimos incluso en los corazones de los no bautizados. ¡Qué mensaje tan asombroso!

¡No es de extrañar que el teórico queer se sienta tan disgustado de que hayamos ignorado o callado esto por tanto tiempo!

¿Dónde están las mujeres?

¡Pero el teórico queer ha notado algo aún más extraño! Según el teólogo, Christ Greenough

(114), “los enfoques queer en los estudios bíblicos respiran aire fresco en textos saturados de patriarcado, misoginia y negatividad hacia las personas transexuales y homosexuales”. En este caso es con la misoginia con lo que tenemos que lidiar. ¿Qué ha sucedido con las mujeres a las que se hace referencia en Hechos 1,14? ¿Por qué están excluidas de aquella clausura eclesiástica del segundo piso?

¿Por qué las hemos hecho invisibles?

Seguramente, Lucas ha tenido que haber oído hablar de María Magdalena y sus co-discípulos, su destacado testimonio en la Muerte y Resurrección de Jesús, y su papel crucial en el desarrollo de la Iglesia en sus primeras décadas, ¿una buena visión de conjunto de lo que tenemos en Romanos 16?

¿Por qué quiere ignorar o suprimir esa información? Ésta es la respuesta de la teóloga Elizabeth

Johnson:

Deseando impresionar a sus lectores del Imperio Romano con la confiabilidad de este nuevo movimiento, Lucas constantemente presentaba varones en los papeles de liderazgo público y, para cumplir con los estándares del imperio, mantiene a las mujeres bajo control en posiciones inferiores, como de apoyo. Teniendo ojos principalmente para varones de élite, desplaza a las mujeres a un trasfondo insignificante, ignorando los roles de liderazgo que de hecho tenían. En consecuencia, Hechos no trasmite una imagen representativa realmente del liderazgo en la Iglesia de las primeras décadas. Sólo cuenta una parte de la historia. (Elizabeth Johnson, Truly our Sister, 300).

Pentecostés es una fiesta queer

Los teólogos queer, Colby Dickinson y Meghan Toomey, en 2017 escriben: “Una teología queer nos llama a ir más allá de lo que se conoce, a superar lo establecido y a dejar totalmente de controlar tales estructuras”. En una línea similar, el teórico queer, David Halperin, en 1995, afirma: “Queer es, por definición, lo que está en desacuerdo con lo normal, con lo legítimo, con lo dominante. No hay nada en particular a lo que queer se refiera necesariamente. Es una identidad sin esencia”.

Ambas citas iluminan lo que he estado intentando en estas reflexiones, sintiendo un llamado a “ir más allá de lo que sabemos”, “pasar de lo establecido”, “no hay nada en particular a lo que necesariamente se refiera”, “una identidad sin una esencia”. Para algunos, eso sonará como una deconstrucción mordaz, y algunos preguntarán con razón: “¿qué vamos a dejar en pie?”.

Y esto es lo que me atrae hacia la sabiduría del queering. En el mismo proceso de deconstrucción, estamos también involucrados en la reconstrucción. Recuerda que, en física cuántica, el vacío es un vacío fértil, lleno de posibilidades. Los místicos lo sabían mucho antes que los físicos. Por lo tanto, no me estoy deshaciendo de Pentecostés (¡al menos, todavía no!). Me sorprende que el evento descrito en Hechos 2,1-4, en realidad nunca sucedió (“una identidad sin esencia: Halperin”).

¡Pero la experiencia de Hechos 2,5-11, nunca deja de suceder! Y en palabras de Halperin, ¡ésa es la esencia!

¡Esa es la esencia, ese increíble Espíritu potenciador cósmico que necesitamos celebrar el domingo de Pentecostés! ¡La homilía debe estar en Hechos 2,5-11, en el reconocimiento profundo del Espíritu, que sopla donde quiere, demoliendo cualquier clausura eclesiástica! En medio del coronavirus, necesitamos la sabiduría y la guía de ese Espíritu potenciador. A medida que enfrentamos la “nueva normalidad”, más que cualquier otra cosa, sugiero que necesitemos una nueva teología del Espíritu Santo, ¡y quizás, cuanto más anormal sea, mejor!

The Spirit and Covid-19

En todo el mundo, los gobiernos nos han estado advirtiendo que la resolución de esta pandemia está principalmente en nuestras manos. Los poderosos patriarcas del gobierno y de la ciencia creen que llegará una vacuna, pero mientras tanto, somos nosotros los que tenemos el poder de detener este virus, y podemos hacerlo por fidelidad a una variedad de comportamientos humanos modificados.

Nosotros, la gente, el pueblo, estamos exactamente en el mismo lugar en el que estaban los partos, los medos y los elamitas el primer día de Pentecostés. Nuestros altos patriarcas pueden tener lenguas de fuego en su cónclave cerrado de la habitación superior, ¡pero es a nosotros, los del piso bajo, a quienes se nos ha confiado la sabiduría para detener este virus! ¡Ahora bien, a eso es a lo que podríamos llamar, superqueer!

El poder está con la gente, pero también está ahí una enorme cantidad de dolor, vulnerabilidad, descoyuntamiento social, pérdida de empleos, inseguridad financiera, caos. Vale la pena recordar aquí la voz de otra teóloga queer (procesual también), Catherine Keller (de la Universidad de Drew, EEUU), y su profundo discernimiento de Génesis 1,2, cuando el Espíritu que saca poder creativo de la oscuridad de las profundidades (tohu vabohu): “La divinidad surge de esas profundidades rebeldes, sobre las cuales el lenguaje recupera el aliento… La teología necesita la deconstrucción del supremacismo sutil del espíritu occidental”.

Este no es el espíritu triunfalista de Hechos 2,1-4, sino lo que el teólogo Shelly Rambo (de la Universidad de Boston) llama el Espíritu Medio. Rambo, terapeuta de traumas convertido en teólogo (autor de Spirit and Trauma), se conecta con el Espíritu que permanece y siempre permanecerá, sin que importe cuánto tiempo duren las consecuencias del trauma. El Espíritu está trabajando en y a través del coronavirus, en medio de todo el dolor y el caos que produce. ¡Este es el Espíritu que persiste, no el que todo lo conquista!

Partos, medos, elamitas y compañía tenían buenas razones para alegrarse, siempre fortalecidos por el Espíritu queer de Dios. Sin embargo, no tenían todo resuelto. Hechos 2,12 nos informa que estaban a la vez asombrados y perplejos. ¿Era el Espíritu Medio en lugar del Espíritu Triunfante quien los acompañaba en su camino? ¡Ellos también tuvieron su trauma y sus luchas queer, sin embargo, aguantaron y sobrevivieron!

Entonces, por favor, en este domingo de Pentecostés de 2020, dejemos el aposento alto, dejemos a los patriarcas encerrados para controlar las lenguas de fuego. En cambio, ¡salgamos a las calles con los partos, los medos y los elamitas, y juntos aplaudamos una homilía diferente, para fundamentar nuestra esperanza y significado en estos tiempos llenos de Espíritu, ¡aunque tan inquietantes!

Diarmuid O’Murchu  

Fuente Fe Adulta

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Vivir en incandescencia

Domingo, 31 de mayo de 2020
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vivre-en-incandescence

 

¿ Qué palabra tener

Que mantenga vivo

Y atraviese el espesor de la muerte?

¿ Qué verbo de carne

Puede levantar el  pesado  entorpecimiento

De los vivos sin vida,

Despertar la luz enterrada?

¡ Tarea imposible –

Pero la Palabra

Venida de lo Alto

Desangra al corazón herido –

El deseo

en palabras de amor repudiado

– Revelación Suprema –

Abre a la conversación vertical!

*

Eric de Rus,
Vivir en incandescencia,
Ad Solem, 2013

*

 

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en su casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

-“Paz a vosotros.”

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

“Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envió yo.”

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

“Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.”

*

Juan 20,19-23

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La Iglesia tiene necesidad de su perenne Pentecostés. Necesita fuego en el corazón, palabras en los labios, profecía en la mirada. La Iglesia necesita ser templo del Espíritu Santo, necesita una pureza total, vida interior. La Iglesia tiene necesidad de volver a sentir subir desde lo profundo de su intimidad personal, como si fuera un llanto, una poesía, una oración, un himno, la voz orante del Espíritu Santo, que nos sustituye y ora en nosotros y por nosotros «con gemidos inefables» y que interpreta el discurso que nosotros solos no sabemos dirigir a Dios. La Iglesia necesita recuperar la sed, el gusto, la certeza de su verdad, y escuchar con silencio inviolable y dócil disponibilidad la voz, el coloquio elocuente en la absorción contemplativa del Espíritu, el cual nos enseña «toda verdad».

A continuación, necesita también la Iglesia sentir que vuelve a fluir, por todas sus facultades humanas, la onda del amor que se llama caridad y que es difundida en nuestros propios corazones «por el Espíritu Santo que nos ha sido dado». La Iglesia, toda ella penetrada de fe, necesita experimentar la urgencia, el ardor, el celo de esta caridad; tiene necesidad de testimonio, de apostolado. ¿Lo habéis escuchado, hombres vivos, jóvenes, almas consagradas, hermanos en el sacerdocio? De eso tiene necesidad la Iglesia. Tiene necesidad del Espíritu Santo en nosotros, en cada uno de nosotros y en todos nosotros a la vez, en nosotros como iglesia. Sí, es del Espíritu Santo de lo que, sobre todo hoy, tiene necesidad la Iglesia. Decidle, por tanto, siempre: «¡Ven!»

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Pablo VI,
Discurso del 29 de noviembre de 1972.

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“Barro animado por el Espíritu”. 31 de mayo de 2020. Pentecostés (A). Juan 20, 19-23.

Domingo, 31 de mayo de 2020
Comentarios desactivados en “Barro animado por el Espíritu”. 31 de mayo de 2020. Pentecostés (A). Juan 20, 19-23.

resucitoJuan ha cuidado mucho la escena en que Jesús va a confiar a sus discípulos su misión. Quiere dejar bien claro qué es lo esencial. Jesús está en el centro de la comunidad, llenando a todos de su paz y alegría. Pero a los discípulos les espera una misión. Jesús no los ha convocado solo para disfrutar de él, sino para hacerlo presente en el mundo.

Jesús los «envía». No les dice en concreto a quiénes han de ir, qué han de hacer o cómo han de actuar: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Su tarea es la misma de Jesús. No tienen otra: la que Jesús ha recibido del Padre. Tienen que ser en el mundo lo que ha sido él.

Ya han visto a quiénes se ha acercado, cómo ha tratado a los más desvalidos, cómo ha llevado adelante su proyecto de humanizar la vida, cómo ha sembrado gestos de liberación y de perdón. Las heridas de sus manos y su costado les recuerdan su entrega total. Jesús los envía ahora para que «reproduzcan» su presencia entre las gentes.

Pero sabe que sus discípulos son frágiles. Más de una vez ha quedado sorprendido de su «fe pequeña». Necesitan su propio Espíritu para cumplir su misión. Por eso se dispone a hacer con ellos un gesto muy especial. No les impone sus manos ni los bendice, como hacía con los enfermos y los pequeños: «Exhala su aliento sobre ellos y les dice: Recibid el Espíritu Santo».

El gesto de Jesús tiene una fuerza que no siempre sabemos captar. Según la tradición bíblica, Dios modeló a Adán con «barro»; luego sopló sobre él su «aliento de vida»; y aquel barro se convirtió en un «viviente». Eso es el ser humano: un poco de barro alentado por el Espíritu de Dios. Y eso será siempre la Iglesia: barro alentado por el Espíritu de Jesús.

Creyentes frágiles y de fe pequeña: cristianos de barro, teólogos de barro, sacerdotes y obispos de barro, comunidades de barro… Solo el Espíritu de Jesús nos convierte en Iglesia viva. Las zonas donde su Espíritu no es acogido quedan «muertas». Nos hacen daño a todos, pues nos impiden actualizar su presencia viva entre nosotros. Muchos no pueden captar en nosotros la paz, la alegría y la vida renovada por Cristo. No hemos de bautizar solo con agua, sino infundir el Espíritu de Jesús. No solo hemos de hablar de amor, sino amar a las personas como él.

José Antonio Pagola

 

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“Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo”. Domingo 31 de mayo de 2020. Pentecostés

Domingo, 31 de mayo de 2020
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34-PentecostesB cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 2,1-11: Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar
Salmo responsorial: 103: Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
1Corintios 12,3b-7.12-13: Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo
Juan 20,19-23: Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo

El relato de Hechos que leemos en la primera lectura es una construcción del escritor lucano. Su finalidad es eminentemente teológica. No es un acontecimiento cronológico sino kairótico en la misma línea de la fiesta de la ascensión que celebramos y comentamos el domingo pasado. Lucas recoge la «fiesta de las semanas» del antiguo Israel. Esta fiesta se celebraba para conmemorar la llegada del pueblo al Sinaí. La entrega de las tablas de la Ley a Moisés en medio de truenos relámpagos y viento huracanado.

El redactor de Hechos toma los elementos simbólicos de resonancia cósmica para manifestar que es una intervención de Dios. Quiere significar la irrupción del Espíritu Santo en la historia humana. Es el comienzo de la etapa definitiva en la historia de la salvación. Es el comienzo de la predicación del evangelio por parte de la Iglesia apostólica. Estos elementos también recuerdan el anuncio profético del «Día del Señor». Este pasaje entrelaza elementos históricos y escatológicos. El Espíritu empuja a la Iglesia más allá de las fronteras geográficas y culturales. Por eso todos entienden el mensaje en su propia lengua. Allí se han dado cita todos los pueblos hasta entonces conocidos indicando la universalidad del mensaje evangélico. Otro elemento importante es el aspecto comunitario: los discípulos están reunidos en comunidad y el anuncio inaugura una nueva comunidad.

En la primera de Corintios Pablo enfatiza la acción del Espíritu en la vida de los creyentes y en la construcción de la Comunidad eclesial. Conciente de las divisiones que se vivían al interior de esta comunidad insiste en que los dones, los carismas, los ministerios y los servicios proceden de un mismo Espíritu. Por lo tanto todos los carismas, dones y ministerios están en función del crecimiento de la Iglesia. La acción del Espíritu cualifica la misión de la Iglesia en el mundo y no sólo para la santificación individual. El Espíritu articula interiormente la misión de Jesús y la misión de la Iglesia.

El cuarto evangelio presenta dos escenas contrastantes. En primer lugar, los discípulos encerrados en una casa, llenos de miedo y al anochecer. En segundo lugar, la presencia de Jesús que les comunica la paz, les muestra sus heridas como signo de su presencia real, se llenan de alegría y Jesús les comunica el Espíritu que los cualifica para la misión. El miedo, la oscuridad y el encerramiento de «la casa interior» se transforman ahora con la presencia de Jesús en paz, alegría y envío misionero. Son signos tangibles de la acción misteriosa y transformante del Espíritu en el interior del creyente y de la comunidad. Resurrección, ascensión, irrupción del Espíritu y misión eclesial aparecen aquí íntimamente articuladas. No son momentos aislados sino simultáneos, progresivos y dinamizadores en la comunidad creyente.

Jesús cumple sus promesas. Les ha prometido a sus discípulos que pronto regresará, que nos les dejará solos. Les ha dicho que el Espíritu Santo de Dios les asistirá para que entiendan todo lo que él les ha anunciado. Así lo hace. Ahora les comunica el Espíritu que todo lo crea y lo hace nuevo. Jesús sopla sobre ellos como Dios sopló para crear al ser humano. Ellos son las personas nuevas de la creación restaurada por la entrega amorosa de Jesús.

La violencia, la injusticia, la miseria y la corrupción en todos los ámbitos de la sociedad nos llenan de miedo, desaliento y desesperanza. No vemos salidas y preferimos encerrarnos en nosotros mismos, en nuestros asuntos individuales y olvidarnos del gran asunto de Jesús. Entonces es cuando él irrumpe en nuestro interior, traspasa las puertas del corazón e ilumina el entendimiento para que comprendamos que no nos ha abandonado. El sigue presente en la vida del creyente y en el seno de la comunidad. Sigue actuando a través de muchas personas y organizaciones que se comprometen a cabalidad para seguir luchando contra todas las formas de pecado que deshumanizan y alienan al ser humano. El Espíritu de Dios sigue actuando en la historia aunque aparentemente no lo percibamos. No es necesario hacer tanta bulla para decir que el Espíritu está actuando. Muchas veces no lo sentimos porque actúa en forma muy sencilla a través de gestos que pueden pasar desapercibidos.

¿Qué signos de la presencia dinamizadora del Espíritu de Dios podemos percibir en nuestra vida personal, familiar y comunitaria? ¿Conocemos personas que actúan bajo la acción del Espíritu? ¿Por qué? ¿Qué podemos hacer para descubrir y potenciar los dones y ministerios que el Espíritu sigue suscitando en personas y comunidades?

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Conviene que me vaya, pues si no me fuere no vendría el Espíritu Santo a vosotros.

Domingo, 31 de mayo de 2020
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cuadro-manos-de-dios-y-adan-detalle-de-la-creacionDel blog de Xabier Pikaza:

 Pentecostés: Presencia del Dios ausente. Somos Espíritu Santo

Pedimos milagros… olvidando que nosotros mismos somos el Milagro de la Vida de Dios,Pentecostés, la Tercera Persona de la Trinidad. Del Padre Dios y de Cristo venimos nosotros: Somos sus manos, su ojos, su fuego y camino de amor. Somos el Espíritu Santo. 

Así lo dijo Jesús, en nombre de Dios, en la fiesta de su Noche:«Conviene que me vaya; pues si no me fuere el Paráclito no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré» (Jn 16, 7).

Ésta son las palabras fundamentales de Pentecostés, según el evangelio de Juan:  Sólo si Dios se ha ido, si no le buscamos como antes, sólo sí Jesús nos ha dejado para estar, para ser, para quedarse en nosotros , podemos y debemos ser Dios (y Jesús) en nuestra propia vida, unos en, con y para otros.

El evangelio de Juan, con su fiesta de Pentecostés, es, ante todo, la fiesta y el gozo de que Dios haya ido, de que no esté a la mano, de un modo maravilloso, para que nosotros mismos seamos presencia de Dios.

La ausencia de Jesús suscita así la más honda presencia de su amor, como recuerdo, como  plenitud personal y comunicación comunitaria. Así podemos afirmar que Jesús vuelve Presencia total en su Ausencia o, mejor dicho, está del todo presente, en forma de ausencia creadora,  pues nosotros mismos somos él, Vida de Dios en la tierra.

Se nos ha ido Dios, es evidente, en este 2020. Ya no está como antes, como un “mundo de poder”, como una cosa más grande entre las otras, como un Poder de milagros externos, a manos de Reyes y Sumos Sacerdotes. Se ha ido quedándose y así somos Dios Vivo en nuestra vida de experiencia radical de ser, de amor, de esperar… En esa línea celebramos hoy la fiesta de Pentecostés, 31,5. 3020.

EMPECEMOS HABLANDO DE ORACIÓN

un-mundo-obscuroPedimos a Dios cosas… Pero Dios no nos concede ninguna cosa. Viene él, como Vida de nuestra vida

1. Evangelio de Mateo: Pedimos a Dios cosas, él nos da su Reino, es decir, las “cosas buenas” de la vida, que somos nosotros en él, él nosotros.

Ésta es la enseñanza fundamental de Jesús: “Pedid y se os dará, buscada y hallaréis… pues vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenos a quienes le pidan” (Mt 7, 7.11). Pedir significa buscar con intensidad…Si pedimos así, si buscamos intensamente, Dios nos dará cosas buenas, alto que está más allá de todos nuestros deseos.

Esas cosas buenas que Dios nos concede son su reino,  su vida en nosotros. Así  sigue diciendo el evangelio: Buscad el Reino…  y todas las cosas se os darán por añadidura (Mt 6, 33). Buscar el Reino de Dios. Con el reino de Dios viene todo…

2. Evangelio de Lucas. Pidamos lo que pidamos, Dios nos dará el Espíritu Santo. Pedimos cosas… Dios nos concede su Espíritu, que nosotros seamos, que él sea en nosotros.

 Así traduce Lucas la  enseñanza de Jesús diciendo: “Pedid y se os dará… pues el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a quienes le piden” (Lc 11, 9.13).

 Mateo decía: Pedid y Dios o dará cosas mejores. Lucas traduce: Pidáis lo que pidáis, haciéndolo de verdad, recibiréis el Espíritu Santo: Vendrá Dios, habitará en vosotros, como Palabra hecha Vida creadora, de forma que vosotros con el Espíritu (es decir, el Espíritu en/por vosotros) realizará la obra de Dios-

En esa línea se sitúa la famosa variante de algunos manuscritos de Lc 11, 2, en los que, en lugar de “venga tu Reino” se dice venga tu Espíritu SantoSanto (cf. Nestlé‒Aland, Novum Testramentum Graece, DB, Stuttgart 1998,195). Éste es el “Padrenuestro” de la Comunidad del Paráclito (y de la liturgia de conjunto de la Iglesia) que identifica la venida del Reino con la venida del Espíritu Santo.

Se ha dicho con frecuencia, a veces con tono irónico y aanti‒eclesial, queJesús prometió el Reino de Dios, pero de hecho vino la Iglesia.  Eso es verdad: Jesús anunció el Reino, y hemos venido NosotrosJesús anunció y preparó el Reino de la teología del AT, pero lo hizo de tal forma que, en el fondo, ese Reino se identifica  con el Espíritu Santo, es decir, con la presencia de Dios en la vida de los hombres. Esta es la Idea de fondo de la obra clave de A. Loisy, L’Évangile et l’Église, Picard, Paris 1902.

PENTECOSTÉS SIGNIFICA QUE DIOS MISMO ES NUESTRA VIDA, QUE SOMOS ESPÍRITU DE DIOS SOBRE LA TIERRA.

 gran-regalo-espiritu-santo-790x350-1280x720Yo pediré al Padre y os dará el Paráclito. Jesús mismo pide por nosotros… y nos promete el “Paráclito”. Lo que Dios nos da es que seamos él, que él sea en nuestra vida. 

 ‒ Rogaré al Padre y os enviará otro Paráclitoa fin de que esté con vosotros para siempre (Jn 14, 16). Jesús había sido defensor de sus discípulos (el Primer Paráclito, consuelo en el amor). Pero, culminado su camino, “ascendido a Dios”, él ruega al Padre que envíe Otro Paráclito, el Espíritu Santo (cf. Mc 13, 11), para defender a sus seguidores, amenazados, perseguidos, en medio de en la prueba. En un sentido, Jesús se va, ya no acompaña a los creyentes de un modo inmediato, pero él pide al Padre que les envía “otro Paráclito”, presencia interior y compañía, en comunión y comunicación activa (no os dejaré huérfanos: Jn 14, 18).

‒ Un conocimiento más hondo: “Pero el Paráclito…, que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Jn 14, 26). El Espíritu “recuerda”, esto es, permite entender y revivir, en línea personal y en comunión de amor (comunicación, consuelo mutuo), el mensaje y vida de Jesús, reinterpretando su camino, en verdad (en conocimiento: ¡os lo enseñará todo!) y en vida (retomando el camino y las obras de Jesús). Eso significa que los discípulos saben por sí mismo, no dependen de la instrucción externa de otros.

Espíritu y testimonio: “Cuando venga el Paráclito, a quien yo enviaré del Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí, y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio” (Jn 15,26-27). La verdad más honda, la obra más intensa se identifica con el testimonio de la propia vida. No se trata, pues, de hacer obras externas: construir edificio, hacer escuelas hospitales…Eso puede ser importante, pero sólo en la medida realicen la obra suprema de Jesús que consiste en dar testimonio de la verdad (cf. Jn 18, 37).

Jesús abre un lugar para sus discípulos: “Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré” (Jn 16, 7). Hay una presencia de Jesús que ha debido terminar; en un sentido, él tiene que irse para que hagamos nosotros. Su grandeza no está en hacer por nosotros, negándonos así o sustituyéndonos, sino abriendo un hueco, para que nosotros mismos podamos ser y hacer, realizando sus obras y aún mayores. Somos así testigos del Señor ausente, presencia del Dios escondido, de forma que él (Dios, el mismo Jesús) se haga palabra por medio de nosotros.

4. Profundización. Pentecostés: Es la “fiesta”, la presencia de Dios en nuestra vida, conforme a los cuatro textos del Paráclito en el evangelio de Juan: 

  1. Espíritu de la Verdad: «Yo rogaré al Padre, y Él os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros por siempre» (Jn 14, 16). Jesús había defendido a sus discípulos; pero ha culminado su camino pascual y no está con ellos como antes. Por eso pide al Padre que les envíe otro Paráclito, presencia interior y compañía (no os dejaré huérfanos: Jn 14, 18): el Espíritu de la Verdad, que el mundo, sometido a la mentira y división, no puede acoger, ni comprender, el Espíritu del Conocimiento de Dios, que vincula a todos los hombres (cf. Jn 17, 1-3). Queremos tener cosas, pero Dios nos da su verdad, comprender el sentido de la vida.
  2. Os lo enseñará todo: Conocer a Dios. Los hombres tienden a luchar sin fin, en plano de sistema, porque no tienen la gracia de la libertad y comunión de Dios en Cristo. «Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho» (Jn 14, 26). Ese Paráclito es Maestro interior que enseña a los fieles los dos mandamientos primeros: Conocer a Dios y amar a los hermanos. Sólo por experiencia interior, vinculada al magisterio personal del Espíritu (por nuestra verdad interior), podemos conocer a Dios, superando las razones y sistemas cerrados, de mentira, de un mundo que intenta aprovecharse de nosotros.
  3. Verdad del Testimonio. «Cuando venga el Paráclito, a quien enviaré desde el Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí, y vosotros también daréis testimonio, porque habéis estado conmigo desde el principio» (Jn 15:26-27). Los creyentes no demuestran a Dios con palabra racionales o teorías, sino que lo muestran con su vida: no son filósofos, sino testigos; no imponen un sistema sacral o social, sino que se presentan ellos mismos, como signo de la Vida de Dios en el Espíritu de Cristo, en experiencia de amor personal. No hay otra verdad que el testimonio personal de vida.
  4. Al liberarnos de una ley particular (en línea de talión o sistema político-social), el Espíritu de Dios nos abre a todos los hombres, no por conquista o sumisión (como el imperio romano), sino por conocimiento vital: « Esta es la Vida eterna, que te conozcan a ti, el Dios Uno y Verdadero, y a tu enviado Jesucristo» (cf. Jn 17, 3). Así lo ha destacado Jn en los pasajes del Paráclito, que repito y comento de nuevo en esta perspectiva: 

    1. Verdad del Testimonio. «Cuando venga el Paráclito, a quien enviaré desde el Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí, y vosotros también daréis testimonio, porque habéis estado conmigo desde el principio» (Jn 15:26-27). Los creyentes no demuestran a Dios con palabra racionales o teorías, sino que lo muestran con su vida: no son filósofos, sino testigos; no imponen un sistema sacral o social, sino que se presentan ellos mismos, como signo de la Vida de Dios en el Espíritu de Cristo, en experiencia de amor personal.
    2. Conviene que me vaya…   La ausencia del Dios exterior suscita una más honda presencia en libertad y recuerdo, en plenitud personal y comunicación comunitaria. Así podemos afirmar que Jesús vuelve desde su ausencia, fundando la comunión de los creyentes, en medio de un mundo al que convence «de pecado, justicia y juicio» (cf. Jn 16, 8-11), inaugurando así una teodicea de tipo pneumatológico, que se expresa y decide a lo largo de la historia, como seguiremos indicando.
    3. Ésta es la teología del Espíritu, del Dios presente. Muchos han hablado de una crisis de la racionalidad, no para rechazarla, sino para enraizarla mejor. Descartes tuvo que apelar a Dios, más allá de las razones claras y distintas, para que no flotaran sobre el vacío. Kant descubrió la insuficiencia de la razón pura (incapaz de explicarse a sí misma) y buscó una razón práctica, que le llevó a postular la existencia de Dios. También Marx quiso superar la razón lógica (que acaba siendo ideología del sistema), para descubrir principios más hondos, de tipo económico-social. Especialistas de esa ruptura epistemológica han sido los filósofos judíos (Rosenzweig, Lévinas), que elevan frente al Todo (sistema) de la filosofía y ciencia un Infinito de trascendencia, que está cerca del Espíritu de Jesús (que está cerca de la comunión entre los hombres)[2]
    4. Es la Teología de la libertad y la gracia.  Un tipo desabiduría (griegos) y un tipo de ley judía (que Pablo llama carnal) dividía y enfrentaba a los hombres en sistemas de violencia, haciéndoles incapaces de dialogar. En contra de eso, Pablo, Lucas y el conjunto del Nuevo Testamento interpretan el Espíritu como Poder de comunión, que vincula a los hombres de un modo gratuito, superando el nivel de unas leyes que escinden, oprimen y expulsan a un tipo de personas. El tema de la teodicea define así la tarea principal de nuestro tiempo: defender a Dios significa crear comunión universal, superando un sistema de divisiones y violencias, que enfrenta a los hombres… En esa línea, el Espíritu Santo es la experiencia de la vida compartida[4].
    5. Esta es la teología de la verdad final, de la plenitud de la historia de los hombres, que son presencia de Dios.  Saber que hay Dios significa afirmar el sentido de la historia, de nuestra propia vida, en nuestro tiempo de coronavirus. Por eso, ella no es arrojo suicida (no quiere el fin de todo lo que existe), ni pura búsqueda intimista, sino apertura al juicio de la historia. Estamos inmersos en un drama, amenazados por adversarios y jueces que no conocen a Dios y nos encierran en la caja de poderes del sistema, en línea de puro talión (ley y venganza). Pero tenemos un testigo más alto de Dios que es Jesús y hemos recibido su Paráclito, que enseña la verdad, dando testimonio de Dios, a favor de todos, en y con todos los seres humanos.

      Notas

    [1] Ésta es una teología de la  experiencia interior y testimonio personal. Nadie ha visto a Dios, pero Jesús, que estaba en el seno de Dios, nos lo ha revelado por su Espíritu (cf. Jn 1, 18). Nadie ha visto a Dios, pero aquellos que aman a los otros le conocen, porque Dios es Amor (1 Jn 4, 8.12). Dios es Espíritu y sólo en Espíritu y Verdad podemos adorarle (Jn 4, 24). No le conocemos sólo porque vendrá al fin del tiempo), sino porque ha venido y nos ha dado su Paráclito.

    [2] Los creyentes descubren a Dios por Cristo, desbordando la violencia y talión de un sistema de poder que domina sobre el mundo, porque el Espíritu es amor (1 Cor 13), conocimiento en libertad. Solo superando en gracia las razones y juicios del sistema, se exprese lo divino.

    [3] Entendida así, la libertad no es una simple ruptura del sistema (que nos lleva más allá del orden cósmico y social) y de los grupos especiales de elegidos (que Pablo vincula con la carne: Flp 3, 4), sino descubrimiento y despliegue de una creatividad gratuita, fundada en Jesús, abierta a todos los hombres. Dios es libertad, pero no desde la nada o el capricho, sino como Gracia y Amor que se revela en el camino de los hombres (cf. Shema: Dt 6, 4-5; Jn 3, 16). Por eso nos parece insuficiente el imperativo kantiano, que sigue en un plano de ley; como indicará el capítulo siguiente.

    [4] Se puede discutir si hay libertad y gracia, pero lo indudable es existe un riesgo muy grave de violencia. Hasta ahora, los hombres hemos venido manteniendo formas de solidaridad grupal o nacional fundadas en principios culturales y religiosos. Pero ellas parecen agotarse, como M. Weber y E. Durkheim dijeron ya a principios del siglo XX. Se han secado los viejos principios, no han surgido unos mejores (ni marxismo histórico, ni capitalismo actual). Por eso queda abierta la tarea de la teodicea, el amor que se expresa en una comunicación creadora (que engendre hijos en amor), abierta a todos los hombres, como suponía D. Bonhöffer, Etica,Estela, Barcelona 1968, pp. 9-10.

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Domingo de Pentecostés. Ciclo A.

Domingo, 31 de mayo de 2020
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250px-Pentecostés_(El_Greco,_1597)Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Para el Greco, María Magdalena vale por ciento siete

La liturgia de la misa no ha tratado muy bien al Espíritu Santo. En el Gloria, después de extenderse en el Padre y el Hijo, al final, casi por compromiso, se añade: «con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre». Y el Credo, aunque lo reconoce «Señor y dador de vida», da más importancia a su relación con las otras personas divinas («procede del Padre y del Hijo») y limita su acción al Antiguo Testamento («habló por los profetas»). Afortunadamente, los textos bíblicos ofrecen una imagen mucho más rica. Pero también más compleja, porque Lucas y Juan ofrecen dos versiones muy distintas del don del Espíritu Santo; cada uno quiere ofrecer un mensaje peculiar. Pero es preferible comenzar por el texto más antiguo, el de la primera carta a los Corintios (escrita hacia el año 51).

La importancia del Espíritu (1 Corintios 12, 3b-7.12-13)

            En este pasaje Pablo habla de la acción del Espíritu en todos los cristianos. Gracias al Espíritu confesamos a Jesús como Señor (y por confesarlo se jugaban la vida, ya que los romanos consideraban que el Señor era el César). Gracias al Espíritu existen en la comunidad cristiana diversidad de ministerios y funciones (antes de que el clero los monopolizase casi todos). Y, gracias al Espíritu, en la comunidad cristiana no hay diferencias motivadas por la religión (judíos ni griegos) ni las clases sociales (esclavos ni libres). En la carta a los Gálatas dirá Pablo que también desaparecen las diferencias basadas en el género (varones y mujeres). En definitiva, todo lo que somos y tenemos los cristianos es fruto del Espíritu, porque es la forma en que Jesús resucitado sigue presente entre nosotros.

Hermanos:

Nadie puede decir: «Jesús es Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo.

Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.

Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

Volvemos a las dos versiones del don del Espíritu: Hechos y Juan.

La versión de Lucas (Hechos de los apóstoles 2,1-11)

            A nivel individual, el Espíritu se comunica en el bautismo. Pero Lucas, en los Hechos, desea inculcar que la venida del Espíritu no es sólo una experiencia personal y privada, sino de toda la comunidad. Ya lo había anunciado el profeta Joel cuando dijo que el Señor enviaría su espíritu sobre todos los israelitas sin distinción de género (hijos e hijas) de edad (ancianos y jóvenes) ni de clase social (siervos y siervas). Por eso viene sobre todos los presentes, que, como ha dicho poco antes, era unas ciento veinte personas (cantidad simbólica: doce por diez). Al mismo tiempo, vincula estrechamente el don del Espíritu con el apostolado. El Espíritu no viene solo a cohesionar a la comunidad internamente, también la lanza hacia fuera para que proclame «las maravillas de Dios», como reconocen al final los judíos presentes.

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.

Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban:

― ¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.

            La representación pictórica más famosa de esta escena es la del cuadro de El Greco, conservado en el museo del Prado. Hay en él un detalle que puede pasar desapercibido: junto a la Virgen se encuentra María Magdalena. Por consiguiente, el Espíritu Santo no baja solo sobre los Doce (representantes de los obispos) sino también sobre la Virgen (se le permite, por ser la madre de Jesús) e incluso sobre una seglar de pasado dudoso (a finales del siglo XVI María Magdalena no gozaba de tan buena fama como entre las feministas actuales). El Greco no podía pintar una comunidad de ciento veinte personas, pero ha sugerido la diversidad y totalidad del don a través de la Magdalena.

La versión de Juan 20, 19-23

            Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

Paz a vosotros.

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

            Este pasaje ya lo leímos el segundo domingo de Pascua. En el comentario que entonces envié destacaba los distintos temas: el miedo de los discípulos, el saludo de Jesús, la prueba de las manos y el costado, la alegría de los discípulos, la misión y el don del Espíritu. Recuerdo lo que dije a propósito del último tema, fundamental en la fiesta de hoy.

            Los evangelios de Mc y Mt no dicen nada de este don, y Lucas lo reserva para el día de Pentecostés. El cuarto evangelio lo sitúa en este momento, vinculándolo con el poder de perdonar o retener los pecados. ¿Cómo debemos interpretar este poder? No parece que se refiera a la confesión sacramental, que es una práctica posterior. En todos los otros evangelios, la misión de los discípulos está estrechamente relacionada con el bautismo. Parece que en Juan el perdonar o retener los pecados tiene el sentido de admitir o no admitir al bautismo, dependiendo de la preparación y disposición del que lo solicita.

Conclusión

            Estas breves ideas dejan clara la importancia esencial del Espíritu en la vida de cada cristiano y de la Iglesia. El lenguaje posterior de la teología, con el deseo de profundizar en el misterio, ha contribuido a alejar al pueblo cristiano de esta experiencia fundamental. En cambio, la preciosa Secuencia de la misa ayuda a rescatarla.

El don de lenguas

«Y empezaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse». El primer problema consiste en saber si se trata de lenguas habladas en otras partes del mundo, o de lenguas extrañas, misteriosas, que nadie conoce. En este relato es claro que se trata de lenguas habladas en otros sitios. Los judíos presentes dicen que «cada uno los oye hablar en su lengua nativa». Pero esta interpretación no es válida para los casos posteriores del centurión Cornelio y de los discípulos de Éfeso. Aunque algunos autores se niegan a distinguir dos fenómenos, parece que nos encontramos ante dos hechos distintos: hablar idiomas extranjeros y hablar «lenguas extrañas» (lo que Pablo llamará «las lenguas de los ángeles»).

El primero es fácil de racionalizar. Los primeros misioneros cristianos debieron enfrentarse al mismo problema que tantos otros misioneros a lo largo de la historia: aprender lenguas desconocidas para transmitir el mensaje de Jesús. Este hecho, siempre difícil, sobre todo cuando no existen gramáticas ni escuelas de idiomas, es algo que parece impresionar a Lucas y que desea recoger como un don especial del Espíritu, presentando como un milagro inicial lo que sería fruto de mucho esfuerzo.

El segundo es más complejo. Lo conocemos a través de la primera carta de Pablo a los Corintios. En aquella comunidad, que era la más exótica de las fundadas por él, algunos tenían este don, que consideraban superior a cualquier otro. En la base de este fenómeno podría estar la conciencia de que cualquier idioma es pobrísimo a la hora de hablar de Dios y de alabarlo. Faltan las palabras. Y se recurre a sonidos extraños, incomprensibles para los demás, que intentan expresar los sentimientos más hondos, en una línea de experiencia mística. Por eso hace falta alguien que traduzca el contenido, como ocurría en Corinto. (Creo que este fenómeno, curiosamente atestiguado en Grecia, podría ponerse en relación con la tradición del oráculo de Delfos, donde la Pitia habla un lenguaje ininteligible que es interpretado por el “profeta”).

Sin embargo, no es claro que esta interpretación tan teológica y profunda sea la única posible. En ciertos grupos carismáticos actuales hay personas que siguen «hablando en lenguas»; un observador imparcial me comunica que lo interpretan como pura emisión de sonidos extraños, sin ningún contenido. Esto se presta a convertirse en un auténtico galimatías, como indica Pablo a los Corintios. No sirve de nada a los presentes, y si viene algún no creyente, pensará que todos están locos.

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