Me quedé sin palabras I
ECLESALIA, 28/03/22.- Hace un par de meses me regalaron un libro que, aunque sabía de él, no me atraía en ese momento adentrarse en sus páginas por el tema en sí, aunque soy seguidora incondicional del autor: el escritor y monje cisterciense Thomas Merton.
El libro se titula “Paz en tiempos de oscuridad – El testamento profético de Thomas Merton sobre la guerra y la paz” (Editorial Desclée de Brouwer, S.A., 2006).
A mediados del pasado mes de febrero empecé a leer el libro. Agradeciendo desde el prólogo (a cargo de Jim Forest amigo y biógrafo de Merton) la explicación de la trayectoria de acontecimientos y problemas de la publicación de este libro.
Dice Forest:
“El libro que el lector tiene en sus manos tenía la intención de haberse publicado en el año 1962. Si bien Thomas Merton se sentiría muy satisfecho de que después de transcurridos cuarenta años (la edición original corresponde al 2004) esta obra del amor pueda finalmente estar en las librerías y bibliotecas, también se sentiría muy apenado por el hecho de que, lejos de limitarse a ser un recuerdo conmovedor procedente de un tiempo pasado, el libro continúa siendo tan oportuno como relevante”.
PRÓLOGO, PÁG. 9
Tanto el título como el subtítulo me inquietaban. Merton se presenta, desde la portada, como profeta de su tiempo y, desgraciadamente, para la realidad del nuestro.
El 24 de febrero pasado el inicio de la invasión de Ucrania paso de posibilidad a hecho concreto, real y abominable.
Una guerra en el más amplio sentido de la palabra, ahí al lado, en las mismas puertas de Europa. Me quedé sin palabras. Ni habladas ni escritas. Dejé en una estantería el libro de tal forma que veía continuamente la portada, abandoné la lectura.
Al cabo de unos días me quedé mirando el libro que parecía retarme a continuar lo que había empezado.
¡De acuerdo, hno. Thomas Merton, cuéntame tú, a mí no me salen las palabras en este tiempo oscuro! Ayúdame a buscar y encontrar con otros esa Paz que genere Vida en medio del sinsentido de la Guerra y la Hipocresía política vinculada al Poder económico que ahoga a los de siempre. No olvidemos revisar la Historia, paso a paso. No olvidemos tampoco que hay muchas guerras activas en este mismo momento en el mundo. No olvidemos que la del botón nuclear puede ser la Penúltima.
A Albert Einstein se le atribuye este pensamiento que habría pronunciado después de la Segunda Guerra Mundial: “No sé con qué armas se peleará la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras”. Él sabía de esto.
Sigo “escuchando” a Thomas Merton a través de su libro, llegaré hasta el final. Pero la vida, como siempre, me va poniendo delante pequeñas cosas que suelen tener que ver con lo que me preocupa, ilusiona, deseo…
“Bienaventurados los que trabajan por la paz porque ellos son llamados hijos de Dios”. La archiconocida bienaventuranza me puso con los pies en la tierra.
Soy ciudadana del mundo, de un mundo complejo y violento; soy parte de la humanidad que camina a través de los tiempos infectada, por lo que bien dice Merton, es “la tentación primigenia y la raíz de todas las demás. ‘Seréis como dioses…’ (Gn 3, 5)” (Pág. 281).
Pero también soy cristiana, y esto me pone delante una complicada pregunta: ¿Cómo vivir esta bienaventuranza con la guerra a nuestras puertas?
Quien me hizo la pregunta también me regaló, gracias a Dios, dos consejos previos a contestarla. Uno, tratar de no perderme en quien tiene la culpa o teorizar sobre lo que deberían hacer las grandes potencias; el otro, no olvidar que la bienaventuranza se dirige a cada uno de nosotros para que seamos levadura en medio de la masa.
Os animo a haceros esa pregunta desde lo personal y compartirla con otros.
Hasta aquí puedo llegar, de momento, con el libro y con la pregunta. Si algo sale más adelante… segunda parte.
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