Para los obispos cubanos, el encuentro es trascendental
Es parte de los esfuerzos de Francisco por promover una “cultura del diálogo y la reconciliación”
El encuentro entre el Papa Francisco y el Patriarca Kirill de Moscú, que tendrá lugar el próximo 12 de febrero en La Habana (Cuba) podría convertirse en el primer paso para un viaje del Pontífice a Rusia, en el marco de un camino para romper la distancia que separa a las Iglesias de Oriente y Occidente desde que en el año 1054 se produjera el Gran Cisma, en el que se excomulgaron mutuamente.
El experto en ecumenismo de la Universidad de Navarra, José Ramón Villar, ha explicado a Europa Press que es un paso “importantísimo” dentro de un proceso a medio-largo plazo para reconciliar a ambas iglesias. Y aunque considera que sería aún más significativo si se produjese en tierra rusa, no descarta que el Papa viaje dentro de poco al país.
“Creo que sí es un primer paso para una posible visita futura del Papa a Rusia. Es preparar un poco los ánimos y la sensibilidad del mundo ortodoxo ruso que ante la Iglesia católica siempre ha tenido sus reservas, una cierta distancia“, precisa.
Sobre el escenario del encuentro, Cuba, el experto apunta que han elegido un lugar neutral para facilitar el diálogo. Además, recuerda que los cubanos están agradecidos con el Papa Francisco por su mediación para el acercamiento entre Cuba y EEUU. “Parece haber sido un plan muy bien pensado para encontrar un lugar neutral”, subraya.
En cuanto al contenido de la declaración que firmarán ambos primados, Villar adelanta que, seguramente, se tratará de un escrito en el cual manifestarán “la armonía y la buena disposición para seguir caminando juntos en la búsqueda de la unidad” y mencionarán la persecución religiosa en Oriente Medio que afecta tanto a católicos como a ortodoxos.
En todo caso, el experto recuerda que las relaciones no cambiarán “de la noche a la mañana” pues, precisamente, los predecesores de Francisco, Juan Pablo II y Benedicto XVI ya intentaron un acercamiento a la Iglesia Ortodoxa Rusa. “Con el tiempo veremos los efectos”, insiste.
Este encuentro también podría tener una repercusión en el Concilio Panortodoxo que por primera vez en mil años reunirá a los primados de las Iglesias Ortodoxas bizantinas el próximo mes de junio en Creta, y en el que el Patriarca Kirill podría transmitir algún mensaje del Papa Francisco, según prevé Villar.
LAS CAUSAS DEL CISMA
No obstante, el experto considera que se necesitará tiempo para avanzar en el acercamiento de dos iglesias que permanecen separadas formalmente desde 1054, cuando se produjo el gran Cisma al que subyacen no solo factores religiosos sino también políticos que dieron lugar a reticencias y sospechas por parte del cristianismo oriental bizantino.
“Es imposible entender la separación sin la comprensión del imperio romano. El imperio bizantino se entendía a sí mismo como heredero del imperio romano. El imperio bizantino en Constantinopla va cayendo en la decadencia, va siendo sustituido por el imperio occidental romano germánico, con Carlomagno, y los bizantinos se sienten sustituidos”, detalla Villar.
Posteriormente, el distanciamiento se fue agudizando, por ejemplo, cuando los latinos entraron en Constantinopla e instalaron una jerarquía latina. “Hay heridas en la memoria histórica de los ortodoxos, especialmente en Constantinopla que han agudizado la ruptura”, añade.
A estas causas hay que sumar otras cuestiones de mentalidad, de cultura, de tradición y de disciplina que marcan diferencias entre católicos y ortodoxos, pero que, según puntualiza el experto, son perfectamente legítimas y no deberían afectar a la unidad.
ACERCAMIENTO EN EL SIGLO XX
El profesor de Derecho Canónico Oriental de la Universidad de Navarra, Emilio Forte, explica a Europa Press que el diálogo con las Iglesias ortodoxas de tradición bizantina, siriaca y eslava se inició oficialmente en 1980 y que los primeros pasos importantes se dieron ya durante el Concilio, como la cancelación de la memoria de la Iglesia de las excomuniones recíprocas del año 1054, en el penúltimo día del Concilio.
Sobre esas bases fue posible reanudar algunas formas de comunión eclesial del primer milenio, según apunta el experto, como: el intercambio de visitas y mensajes entre el Papa y los Patriarcas, la cordial convivencia y colaboración en muchas Iglesias locales, o la concesión para uso litúrgico de edificios de culto por parte de la Iglesia católica a cristianos ortodoxos que viven en la diáspora, como signo de hospitalidad y de comunión.
Sin embargo, el cambio político de 1989-1990 vino a complicar las relaciones, pues la vuelta de las Iglesias católicas orientales a la vida pública, después de años de brutales persecuciones y de resistencia pagada incluso con la muerte, fue vista por las Iglesias ortodoxas como amenaza de un nuevo “uniatismo“ –que se refiere a los católicos de rito oriental que han vuelto a la comunión con Roma, frente a la Iglesia ortodoxa que depende de Moscú–.
Así, en la década de 1990, a pesar de las importantes aclaraciones que se hicieron en los encuentros de Balamand (1993) y Baltimore (2000), el diálogo teológico se estancó y la situación de crisis se agudizó sobre todo en las relaciones con la Iglesia ortodoxa rusa después de la erección canónica de cuatro diócesis en Rusia el año 2002.
En cualquier caso, después de muchos esfuerzos, en el año 2007 fue posible reanudar el diálogo y, desde entonces, se han mantenido numerosos encuentros a diferentes niveles, entre los que se encuentran la visita del entonces Patriarca de Moscú Alexis II a Estrasburgo y París en 2008 o la primera visita oficial a Rusia del presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, con el propio patriarca Kirill de Moscú.
En un comunicado publicado tras la reunión, el Patriarcado de Moscú afirmó que “a pesar de las diferencias teológicas, las dos Iglesias pueden acercarse en una cooperación más estrecha en aquellos ámbitos en los que sus posturas coinciden, es decir, en la defensa de los valores cristianos tradicionales en Europa, la defensa de la posición cristiana en el terreno socio-económico, en la ética de la investigación científica y en la bioética“.
Alegría de los obispos cubanos
La Conferencia de Obispos Católicos de Cuba afirmó hoy que el encuentro entre el papa y el Patriarca ruso Kiril la próxima semana en La Habana, tiene una “gran trascendencia histórica” y es parte de los esfuerzos de Francisco por promover una “cultura del encuentro, el diálogo y la reconciliación“.
“Más allá de la trascendencia histórica, después de siglos de distanciamiento, será un encuentro que va a significar mucho desde el punto de vista del diálogo entre religiones”, afirmó en declaraciones a Efe el portavoz de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, José Félix Pérez.
El portavoz recordó que, desde el inicio de su pontificado, Francisco expresó su disposición a encontrarse “donde hiciera falta” con el patriarca Kiril, líder de la Iglesia Ortodoxa rusa, reunión que finalmente tendrá lugar la próxima semana en Cuba, país que el papa visitó el pasado septiembre.
Aunque aún no está confirmado, Pérez no descartó que el patriarca Kiril mantenga también encuentros con miembros de la jerarquía católica de la isla, durante los cuatro días que permanecerá en Cuba, primera parada de una gira por Latinoamérica.
El papa hará una escala en La Habana antes de su viaje oficial a México para reunirse durante un par de horas con Kiril en el aeropuerto, donde les recibirá el presidente Raúl Castro y firmarán una declaración conjunta.
Según el portavoz de los obispos, el papa sigue sumando éxitos en su intención de “romper barreras” y acercar pueblos, como ya hizo entre EE.UU. y Cuba, dos naciones que restablecieron sus relaciones diplomáticas hace un año tras décadas de enemistad, un proceso que contó con la mediación del Vaticano y de Francisco, personalmente.
Para Pérez, ese encuentro entre los líderes de la Iglesia católica y ortodoxa, separadas por un cisma en 1054, puede ser un primer paso para fomentar un mayor diálogo y acercamiento entre religiones.
En este sentido, recordó que Francisco viajará el próximo octubre a Suecia para participar en una ceremonia conjunta entre la Iglesia católica y la Federación Luterana Mundial, para conmemorar el 500 aniversario de la Reforma.
Religión Digital/Agencias
Cristianismo (Iglesias), Iglesia Católica, Iglesia Ortodoxa
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Mientras que el análisis geopolítico y las decisiones políticas de Vladimir Putin parecen estar cada vez más mezcladas con motivos religiosos y mesiánicos que ven la guerra en Ucrania como la última vía hacia la salvación de Rusia (sobre el texto de Surkov de «¿Qué nos importa el mundo si Rusia ya no existe en él?»), el discurso desarrollado por la Iglesia Ortodoxa Rusa para justificar la guerra y el posicionamiento de Putindebe leerse con atención.
Ayer, 6 de marzo de 2022, domingo de San Juan, domingo del exilio adánico («domingo del perdón»), el patriarca Kirill de Moscú y de toda Rusia celebró la Divina Liturgia en la catedral de Cristo Salvador de Moscú. Al final del servicio, el primado de la Iglesia Ortodoxa Rusa pronunció un encendido sermón en el que justificó las causas de la guerra, respaldando el discurso de Putin sobre Ucrania.
Ese discurso —que traducimos por primera vez y comentamos aquí línea por línea— está marcado por el tono apocalíptico («Lo que ocurre hoy… no es sólo político… Se trata de la Salvación del hombre, del lugar que ocupará a la derecha o a la izquierda de Dios Salvador, que viene al mundo como Juez y Creador de la creación»).
Esto no sorprende a quienes han seguido de cerca la evolución de la Iglesia Ortodoxa Rusa, que desde hace varios años se presenta como la máxima defensora de la moral social y los valores tradicionales rusos en el contexto de la «guerra cultural» dirigida por un Occidente «decadente». Cabe señalar que la Iglesia Ortodoxa Rusa y las burocracias de seguridad (FSB) son las únicas instituciones centrales importantes que sobrevivieron el derrumbe del sistema comunista y se insertaron orgánicamente en el régimen de Putin.
El argumento principal del sermón de Kirill sirve para justificar la invasión rusa de Ucrania, ya que Occidente pone a prueba las leyes naturales de Dios: «Hoy hay una prueba de lealtad a ese poder [occidental], una especie de pase hacia ese mundo ‘feliz’, un mundo de consumo excesivo, un mundo de aparente ‘libertad’. ¿Saben en qué consiste esta prueba? La prueba es muy sencilla y al mismo tiempo aterradora: se trata de un desfile del orgullo gay”. En este sentido, la palabra bíblica paradójicamente consagrada al «perdón» sirve para justificar la guerra en la tradición bizantina del cesaropapismo: «Y así hoy, en este domingo del perdón, yo, por un lado, como su pastor, los invito a perdonar los pecados y las ofensas, incluso cuando es muy difícil hacerlo, cuando la gente está peleando entre sí. Pero el perdón sin justicia es una rendición y una debilidad. El perdón debe, pues, ir acompañado del derecho indispensable a estar del lado de la luz, del lado de la verdad de Dios, del lado de los mandamientos divinos, del lado de lo que nos revela la luz de Cristo, de su Palabra, de su Evangelio, de sus mayores alianzas entregadas al género humano”.
Con este discurso nos enfrentamos a una visión del mundo que va mucho más allá del relato político y de la definición de una narrativa a la que estamos acostumbrados en nuestros espacios políticos. De hecho, y esto es lo que hace urgente la lectura de este texto, desde la invención de la bomba atómica quizás nunca hemos vivido el momento más intenso de la teología-política: una potencia nuclear comprometida en una «guerra santa».
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