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Lo que nos quieren decir de Jesús no cabe en palabras.

Domingo, 12 de mayo de 2024
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Domingo 7º DE PASCUA (ASCENSIÓN) (B)

Mc 16,15-20

¿Qué estamos celebrando? Nos va a costar Dios y ayuda superar la visión física, corpórea y chata de la Ascensión, que venimos aceptando durante demasiados siglos. Nos encontramos con el problema de siempre: confundir la realidad con el relato mítico. La Ascensión no es más que un aspecto de la cristología pascual. Resurrección, Ascensión, glorifica­ción, Pentecostés, constituyen una sola realidad, que está fuera del alcance de los sentidos. Esa realidad no temporal, no localizable, es la más importante para la primera comunidad y es la que hay que tratar de descubrir.

Los primeros intérpretes, todos judíos, echaron mano del AT para tratar de explicar la figura de Jesús. Los padres griegos utilizaron todos los mitos de su tradición. Desde la anunciación hasta el sentarse a la derecha del Padre, todo lo que se ha dicho de Jesús es mitología. Los mitos no son mentira, sino un intento de sustraernos al misterio para hacerlo soportable. Por eso siempre termina satisfaciendo las necesidades de nuestro falso yo.

Hoy tenemos conocimientos suficientes para intentar una interpretación más acorde con lo que los textos nos quieren trasmitir. No podemos seguir pensando en un Jesús subiendo físicamente más allá de las nubes. Para poder entender la fiesta de la Ascensión, debemos volver al tema central de Pascua. Estamos celebrando la Vida, pero no la biológica sino la divina. Esa Vida no está sujeta al tiempo, no hay en ella acontecimientos, es eterna e inmutable. Solo teniendo en cuenta esta verdad, podremos comprender adecuadamente lo que estamos celebrando este domingo.

Mateo no sabe nada de una ascensión. Juan no habla de ascensión, pero en la última aparición, Jesús dice a Pedro: “si quiero que éste permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?” Está claro que, para volver, primero tiene que irse. El final canónico de Marcos, que leemos hoy y fue añadido a mediados del s. II, nos dice que Jesús se sentó a la derecha de Dios. Solo Lucas nos habla de ascensión: “se separó de ellos y fue elevado al cielo”. En Hechos cuenta la su vida con todo lujo de detalles.

Relatos de raptos eran frecuentes en la literatura clásica. Tito Livio, en su obra histórica sobre Rómulo dice: “Cierto día Rómulo organizó una asamblea popular junto a los muros de la ciudad para arengar al ejército. De repente irrumpe una fuerte tempestad. El rey se ve envuelto en una densa nube. Cuando la nube se disipa, Rómulo ya no se encontraba sobre la tierra; había sido arrebatado al cielo”. Heracles, Empédocles, Alejandro Magno o Apolonio de Tiana siguen el mismo camino.

El AT cuenta el rapto de Elías. También se habla de la asunción de Henoc en (Gen 5, 24). El libro eslavo de Henoc, escrito judío del siglo primero después de Cristo, describe el rapto de Henoc: “Después de haber hablado Henoc al pueblo, envió Dios una fuerte oscuridad sobre la tierra que envolvió a todos los que estaban con Henoc. Y vinieron los ángeles y cogieron a Henoc y lo llevaron hasta lo más alto de los cielos. Dios lo recibió y lo colocó ante su rostro para siempre”. Nada nuevo.

La palabra “cielo” es muy utilizada en religión. La repetimos dos veces en el Padrenuestro, dos en el Gloria y tres en el credo. Arrastra una amplia gama de significados desde la cultura griega y en todo el Oriente Medio. No es fácil dilucidar qué sentido se quiere dar a la palabra en cada caso. En el bautismo de Jesús, el cielo se rasgó y el Espíritu bajó hasta él. Cuando termina su ciclo vital, el cielo se rompe otra vez, para que Jesús vuelva a traspasar el límite de lo terreno, para entrar en él.

Un dato muy interesante, que nos proporciona la exégesis, es que las más antiguas expresiones de la experiencia pascual que han llegado hasta nosotros, sobre todo en escritos de Pablo, están formuladas en términos de exaltación y glorifica­ción, no con la idea de resurrección y menos aún de ascensión. En el AT encontramos muchos textos que hablan del siervo doliente, maltratado por los hombres, pero reivindicado por Dios. Esta es la base de la glorificación con la que se expresó la experiencia pascual.

Lo que celebramos no está en el tiempo; pertenecen al hoy como al ayer, no hacen referencia a un pasado. Se pueden vivir hoy como las vivieron los discípulos. El hombre Jesús se transforma definitivamen­te, alcanzando la meta suprema. Se hace una sola realidad con Dios. Nosotros necesitamos desglosar esa realidad para intentar penetrar en su misterio, analizando los distintos aspectos que la integran. La Ascensión quiere manifestar que llegó a lo más alto, pero no en sentido físico ni temporal.

La verdadera ascensión de Jesús empezó en el pesebre y terminó en la cruz cuando exclamó: “consumatum est”. Ahí terminó la trayectoria humana de Jesús y sus posibilidades de crecer. Después de ese paso, todo es como un chispazo que dura toda la eternidad. Había llegado a la plenitud total en Dios, precisamen­te por haberse despegado (muerto) de todo lo que en él era caduco, transitorio, terreno. Solo permaneció de él lo que había de Dios y por tanto se identificó con Dios totalmente. Esa es también nuestra meta. El camino también es el mismo que recorrió Jesús.

La experiencia pascual consistió en ver a Jesús de una manera nueva. El haber vivido con él no los llevó a la comprensión de su verdadero ser. Estaban demasiado pegados a lo externo, y lo que hay de divino en Jesús no puede entrar por los sentidos. Su desaparición les obligó a mirar dentro de sí, y descubrir allí lo que había vivido Jesús. Solo entonces descubren al verdadero Jesús. Si seguimos apegados a una imagen terrena de Jesús tampoco nosotros descubriremos su verdadero ser.

Para comprender la ascensión debemos tener en cuenta el descenso. Jesús bajo a los infiernos, “descendit ad ínferos” es decir a lo más bajo. Solo desde ahí su puede hacer el ascenso total. Desde lo más bajo a lo más alto. No aceptamos ese descenso definitivo porque no está de acuerdo con las pretensiones de nuestro ego. Es la experiencia de todos los místicos. Para llegar a serlo todo debes convertirte en Nada.

Jesús no bajó a los infiernos como triunfador. Esa es la imagen mítica que se tenía de muchos personajes antiguos. Jesús bajó realmente a lo más bajo con su muerte. La muerte en la cruz no era una forma más de deshacerse de una persona que molesta. Era un intento en toda regla no solo de matar a la persona sino de hacerla desaparecer. Se trataba de aniquilarlo en el sentido etimológico de la palabra. Convertirle en nada. Era un castigo tan rotundo que eliminaba todo recuerdo.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Ascensión

Domingo, 12 de mayo de 2024
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Mc 16, 15-20

«Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación»

Los relatos de la Pasión son la crónica de un hecho que ocurrió, y corremos el riesgo de pensar que tras la pasión los evangelistas siguen narrando hechos. Pero según los especialistas, a partir del sepulcro vacío se cambia el estilo literario y se adopta un lenguaje simbólico que encierra una profesión de fe en el crucificado. Tenemos cinco relatos de la resurrección y tres de la Ascensión: dos de Lucas y uno de Marcos, y en ellos vemos que la Resurrección se presenta siempre como triunfo sobre la muerte; como liberación del poder del mal, y que la Ascensión representa la exaltación definitiva, la consagración de Jesús como Señor.

A nosotros nos hubiese gustado que los evangelistas se hubiesen limitado a contarnos lo que vieron los ojos, pero no es ése el estilo que eligieron para transmitirnos su fe; es más, es posible que en ese caso se hubiese despojado a la Ascensión de todo su significado. Ellos nos cuentan lo que verdaderamente sucedió a los ojos de la fe, y lo que sucedió es que Jesús, la palabra del Padre, puso su tienda entre nosotros, y que, tras su muerte, Dios le exaltó a su derecha, dejándonos la fuerza de su Espíritu para que llevamos a cabo la misión que Dios le encomendó a él y que él nos encomendó a nosotros.

Jesús siempre le ha planteado a nuestra mente una pregunta crucial: ¿Quién es este hombre?… En la Ascensión, esta pregunta se cambia por otra aún más importante: ¿Quién soy yo?… Y Jesús sentado a la derecha del Padre nos da la respuesta: tú eres alguien destinado a ese mismo destino. La Ascensión se convierte así en revelación de la esencia humana; en el fundamento de su dignidad. Por tanto, la Ascensión de Jesús nos propone un acto de fe en nosotros; no somos unos seres que nacen en la tierra y vuelven a ella tras la muerte, sino que estamos destinados a la plenitud que se muestra en Jesús.

En Jesús se revela la grandeza de lo humano mucho más allá de las expectativas que nadie hubiese podido albergar. La Ascensión de Jesús nos muestra nuestra propia naturaleza; nos muestra lo que es un verdadero ser humano en plenitud, realizado en Dios, sentado a su derecha. Es el hombre Jesús el que está sentado a la derecha de Dios. Y somos nosotros los que estamos destinados a “ser semejantes a Él” a “verle cara a cara”.

La Ascensión es el triunfo final del crucificado, y los cristianos la vemos como un anticipo del triunfo final de la humanidad. La obra de Dios llega a su destino en su primogénito, el primero de los hijos en quien se manifiesta ya el éxito definitivo del Amor Todopoderoso.

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Ascender para descender.

Domingo, 12 de mayo de 2024
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peques-idi-la-biblia-en-imagenes-72-728COMENTARIO AL EVANGELIO Mc 16, 15-20

12 de mayo de 2024

Domingo de la Ascensión. Es este uno de los relatos del Evangelio más versátiles y que se presta a diferentes interpretaciones. Quizá, una fe infantilizada puede recibirlo como un espectáculo que narra la historia de unos discípulos a cuyo maestro contemplan cómo se aleja de su realidad física para pasar al plano de Dios. Sin embargo, desde una fe más madura y profunda, podemos intuir que se trata de una experiencia que trasciende la historia. Es una experiencia interior de fe que nos hace conscientes de que el cielo y la tierra, la condición divina y humana, como expresa el pregón Pascual, quedan conectadas para siempre.

Además, esta narración nos habla de un nuevo nacimiento de Jesús. Termina el tiempo del Maestro de la historia y nace el tiempo del Cristo de la fe. La misión de Jesús ha terminado en este mundo. Sus discípulos y discípulas son enviados a continuar lo que él ha iniciado. Delega en cada creyente el compromiso de hacer realidad los grandes ejes de su mensaje y del reinado de Dios.

No solo aparece un tiempo nuevo sino también un espacio nuevo que rompe definitivamente con las esperanzas mesiánicas de Israel. Ahora, el escenario de la revelación de Dios no es solo para el judaísmo, sino que ensancha este espacio para ser universalizado. Un espacio para toda la humanidad que queda atravesada por esta realidad divina naciendo a su verdadera naturaleza.

Ahora bien, este movimiento de ascenso, totalmente metafórico, necesita completarse con otro movimiento de descenso a la realidad que a cada un@ nos toca vivir. De hecho, esta experiencia de unidad con la realidad divina tiene unas consecuencias éticas de mucho calado como bien indica el texto.  Tras esta experiencia los discípulos salieron a todas partes a anunciar el mensaje, pero no solo de palabra. Esta experiencia en la que el espíritu de Jesús mueve profundamente al ser humano, es liberadora y lleva a un cambio de visión de la vida, de intervención en la historia y, en definitiva, a una transformación de la misma existencia.

Y para no correr este peligro de inacción, el texto refleja las mismas palabras de Jesús haciendo referencia a una serie de señales, de signos, que se convierten en claros indicadores de que vivimos conectados a este movimiento de ascensión de la humanidad a la divinidad. Estos signos expresan formas concretas de vivir, visibilizando el impacto de esta experiencia. Podríamos agruparlos en tres grandes signos necesarios para que el Reinado de Dios se arraigue en nuestra historia: un nuevo lenguaje, una actitud de osadía y unas relaciones humanas basadas en la sanación y liberación.

El primer grupo de signos es una invitación a avanzar como creyentes y buscar un nuevo lenguaje que sirva para comunicar, que ayude a comprender lo que se quiere anunciar, un lenguaje que no tenga miedo a las preguntas de las nuevas generaciones, a las diferentes maneras de vivir, a la libertad de cada ser humano; un lenguaje que nos conecte con la actualidad y con los nuevos signos de los tiempos.

El segundo grupo de signos nos impulsa a crecer en osadía, en una actitud valiente y determinada para mostrar lo esencial del evangelio, denunciar aquello que manipula al Dios de Jesús, adormece y se entromete en las conciencias, denunciar todo lo que debilita y nos aborrega como creyentes.

Y, por último, los signos que revelan relaciones liberadoras y sanadoras, relaciones que respeten la dignidad de cada ser, fundadas en la simetría, horizontalidad y circularidad; relaciones que transforman tiempos y espacios para integrar lo diferente y escuchar el clamor de la vulnerabilidad humana que necesita ser liberada y sanada.

Ojalá seamos ese discipulado que sale por todas partes a anunciar el mensaje, que se deja ayudar por el Espíritu de Jesús para ser señales milagrosas en nuestro mundo.

FELIZ DOMINGO

Rosario Ramos

Fuente Fe Adulta

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Contra el Proselitismo.

Domingo, 12 de mayo de 2024
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IMG_4613Fiesta de la Ascensión

12 mayo 2024

Mc 16, 15-20

Casi todas las religiones -en realidad, casi todas las ideologías- han nacido con afán proselitista. Creyéndose portadoras de la verdad absoluta, consideraban que debían hacer llegar su verdad al mayor número posible de personas. En el caso del cristianismo, es proverbial la insistencia en el carácter universal de su misión.

No es extraño. Una lectura literal de los evangelios lleva a creer que esa misión habría sido encomendada por el propio Jesús -es decir, por Dios mismo- y habría de alcanzar nada menos que “a toda la creación”.

Sin embargo, una mayor comprensión del texto desmonta aquella lectura y la pretensión que conlleva. Por una parte, en cuanto a la forma, parece seguro que esas palabras no fueron pronunciadas por Jesús, sino que nacieron en el seno de aquellas primeras comunidades donde se fraguaron los relatos evangélicos. Por otra, yendo más al fondo, su contenido tiene un carácter mítico que a la conciencia moderna le resulta literalmente inaceptable.

Una vez que hemos superado la consciencia mítica, en la que esos textos están escritos, entendemos que aquella “creencia proselitista”, justamente característica del nivel mítico de consciencia, resulta insostenible en una consciencia racional y pluralista. No solo es un rasgo típicamente sectario -como la creencia de ser el “pueblo elegido”-, sino que todo intento de convencer, constituye, al decir de José Saramago, “una falta de respeto y un intento de colonización del otro”.

El error de base de aquella creencia mítica radica en confundir la verdad con una creencia o un dogma, en definitiva, con un concepto mental y su correspondiente formulación. Pero ningún concepto, ninguna creencia puede ser la verdad. Por definición, como hace siglos enseñaba el taoísmo, la verdad que puede ser nombrada no es la verdad. Porque esta trasciende todo objeto mental. Y lo que podemos nombrar son únicamente objetos que nuestra mente ha delimitado.

Comprendo que este planteamiento sea percibido como amenaza para quien ha puesto su seguridad en una creencia. Pero parece indudable que no hay creencia que pueda aportar seguridad. Sin contar con que una creencia de ese tipo resulta en la práctica sumamente peligrosa. La seguridad es una con lo que somos, anterior a la mente, y nos sostiene cuando permanecemos en la certeza de

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Ascensión: el cielo es plenitud de la tierra y de la humanidad

Domingo, 12 de mayo de 2024
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IMG_4639Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Algunas notas previas a la homilía.

Hemos escuchado dos relatos de la Ascensión del Señor: uno de San Lucas (Hechos) y otro del evangelio de san Marcos, (aunque propiamente es un añadido posterior al evangelio).

La Ascensión Lucas (Hechos) acontece a los 40 días de la resurrección. En Marcos la Ascensión sucede el mismo día de Pascua.

Pensemos que estos relatos no son historia ni la filmación de un hecho, cuanto una interpretación de la fe de las primeras comunidades cristianas.

La resurrección de Jesús y la Ascensión son un mismo “acontecimiento”: Jesús termina en Dios.

Estos relatos, como tantos otros, son mitológicos y están elaborados con un mundo de símbolos:

+ La montaña es el lugar más cercano a Dios, Jesús está en Dios.

+ La nube en la Biblia (Éxodo) es el símbolo de la protección de Dios: más allá de la nube está Dios, que es donde termina Jesús.

+ Los cuarenta días lucanos son la alusión a la peregrinación del pueblo de Israel por el desierto.

En el fondo esta fiesta es la fe en que Jesús terminó en Dios.

El que viene de Dios, vuelve a Dios. Y esto es válido también para nosotros, hermanos de Cristo: Dios no quiere que no se pierda ni uno solo de los seres humanos.

02.- ¿Dónde vive Dios? ¿”En lo alto”, “afuera”?

Es relativamente frecuente escuchar a la muerte de alguna persona: “donde quiera que estés”… Los creyentes pensamos que nuestros mayores están en Dios, están en el cielo…

Bueno, pero la siguiente pregunta es: ¿y dónde está Dios? ¿”arriba” en el cielo astronómico, astrológico? ¿Dios está siempre fuera del mundo? Dios no está aquí, está siempre “afuera”, “allá arriba, en lo alto”.

Nos imaginamos a Dios como un anciano venerable que habita siempre afuera, en lo alto, lejos de nuestra vida….

¿Jesús era un “extraterrestre” que descendió de los cielos y ahora, en la Ascensión, sube a los cielos?

La mentalidad y cultura del mundo bíblico no tienen dificultad en pensar y escribir que Dios vive en los cielos, los seres vivientes vivimos en la tierra y los muertos bajo tierra (sheol).

Entonces, ¿Dios y Jesús son unas personas que nos visitan viniendo desde “afuera”?

Esta es una mentalidad mitológica para expresar algunas realidades y valores, que no le sirve ya al ser humano de hoy en día de mentalidad más científica.

Al final estas cuestiones de espacio y tiempo son problemas más filosóficos que científicos y teológicos, y por ello “se nos escapan”.

Nosotros vivimos -estamos- en la tierra. Más o menos la ciencia conoce el sistema solar, el universo –quizás los pluriversos-, pero ¿dónde empieza y terminan los espacios? Y donde termina el universo, ¿hay algo? ¿quizás el vacío?

¿Dios, JesuCristo, nuestros hermanos difuntos dónde, en qué lugar viven? ¿Más allá del espacio? ¿Viven siempre “afuera”, en “la habitación de al lado?

No parece que esto sea así.

Bíblicamente recordemos que no hubo posada, un hospital en Belén para María y José y Jesús que estaba ya casi naciendo.

Y es que Dios no cabe en nuestra casa, en nuestras palabras, en nuestra cultura, en la doctrina y teología que decimos de él.

Para ser creyente no hace falta quedarse en la mitología, que, por otra parte,  explica muchas cosas.

Hay un refrán por ahí que dice. “cuando alguien te enseñe las estrellas, no te quedes mirando el dedo”, porque no verás ni entenderás nada de nada.

Muchos relatos bíblicos son un apunte hacia alguna realidad hermosa y compleja:

Algunos ejemplos:

  • Los Magos (Mateo) son un mito pero de gran contenido: los magos son extranjeros, paganos, que buscan la luz, la verdad y la encuentran… (Mateo les dice a los cristianos de origen judío que la salvación no es solo para los judíos, sino también para los paganos).
  • Las bodas de Caná (Juan) son un reflejo de una religión judía de piedra: solamente ley (las tinajas son las tablas del Sinaí), pero no tienen vino (amor).
  • El “hoy” tan recurrente en San Lucas no significa que todo ocurriera aquel día, sino que la salvación está ya ahora presente “hoy” en nuestra historia.
  • El Discípulo Amado (Juan) no es un señor, sino todo cristiano que se siente amado, querido por el Señor.

Una conclusión simplista es pensar que esos relatos al ser mitos, son mentira. Más bien hemos de pensar que tras esos relatos hay un gran contenido, hermosas significaciones: hay salvación universal (los Magos), hay amor (Caná), hoy ya estamos salvados, todos somos “discípulos amados.

La fe comienza “después” y “más allá” de las palabras y relatos míticos.

03.- La imagen de la profundidad

Es otro modo de hablar de Dios, otra imagen y  acercamiento a Dios.

Profundo es lo opuesto a lo superficial.

Podemos pensar que Dios es profundidad.

Hay personas y momentos culturales religiosos, instituciones, que viven en la superficialidad. Personas e instituciones que tienen en sus manos realidades profundas como la convivencia, la salvación, la libertad, la paz y serenidad, el perdón, etc. pero tratan esas realidades con una enorme superficialidad.

Y hay personas sencillas: obreros, campesinos, padres de familia, poetas que viven en profundidad, que no significa sofisticación, sino con hondura en la vida.

La verdad, el amor, la libertad, la paz son cuestiones profundas y no superficiales.

Quien en el fondo de su ser ama la paz, la justicia, la libertad, el amor, ese tal no es ateo, sino creyente en Dios.

 El nombre de tal profundidad es Dios y lo que significa Reino de Dios, que es justicia, amor, verdad.

Traducid y hablad de la profundidad de la vida, de lo que os tomáis en serio sin la menor reserva.      Quizás le daríamos el nombre de esperanza y amor.

La esperanza absoluta y el amor son profundos y no superficiales.

Si tenéis y mantenéis (siguiendo el “permanecer” de Juan) que Dios es amor y es nuestra esperanza sabéis mucho acerca de Dios.

Dios “es” la profundidad del ser, de la vida, porque Dios es amor.

No sabemos cómo será el cielo, probablemente no será “un lugar”, mucho menos el cielo será una especie de “vacaciones del inserso en un hotel de lujo”. Apacigüemos nuestra curiosidad y confiemos en que esta historia nuestra personal y comunitaria tendrán una finalización en el ser, en Dios.

04.- La Ascensión es una fiesta de esperanza. ¿El cielo puede esperar?

 La fiesta de la Ascensión significa y fortalece nuestra esperanza porque da sentido a nuestra vida. La meta de nuestra esperanza es la Ascensión, el amor, la libertad, la paz.

Cristo terminó donde comenzó: en el amor de Dios.

Nosotros, la humanidad terminaremos en el amor de Dios. El mundo y el ser humano llegamos a la plenitud cuando “entramos en el cielo”.

El cielo, la esperanza, el horizonte están ya presentes en nuestro hoy dando sentido.

El futuro soñado y esperado es la alegría del presente.

En momentos y situaciones de sufrimiento y desesperanzas, miremos al cielo. Nuestro horizonte está “allí”. El cielo no puede esperar.

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“Ha llegado el tiempo de la Iglesia”, por Consuelo Vélez

Domingo, 12 de mayo de 2024
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IMG_4691De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio de la Ascensión del Señor

Con la experiencia de la ascensión de Jesús, la misión realizada por Jesús ahora depende de ellos, guiados por su Espíritu

El énfasis no está en que Jesús se va al cielo sino en que ahora los discípulos se dedican a predicar.

Celebrar la Ascensión significa hoy para nosotros, no quedarnos mirando para el cielo sino disponernos a anunciar a Jesús no solo con palabras sino respaldando dicho anuncio con obras.

Y les dijo: vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien.  Con esto el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban (Mc 16, 15-20).

El evangelio de Marcos que retomamos en este domingo de la fiesta de la Ascensión del Señor había terminado con la ida de las mujeres al sepulcro donde un joven vestido de blanco les anuncia que Jesús ha resucitado y les manda que vayan a darle esa noticia a los discípulos. Pero, según el evangelista, ellas llenas de temor no le dicen nada a nadie.

Sin embargo, el evangelio no podía terminar así y, según los especialistas, los últimos versículos de este capítulo 16, son un añadido posterior, inspirados en el evangelio de Lucas, mostrando de manera muy condensada la aparición de Jesús a María Magdalena, a los discípulos de Emaús y ya, en una última aparición, a sus discípulos donde, sentados a la mesa, les comunica el mandato que constituye el evangelio de hoy. Después de esto, Jesús sube al cielo para sentarse a la diestra del Padre. En otras palabras, el evangelio concluye con un Jesús que confía su misión a los suyos.

Es muy interesante la descripción que hace el evangelista de las señales que acompañarán la predicación: expulsar demonios, hablar lenguas nuevas, agarrar serpientes y no sufrir ninguna consecuencia si los atacan con su veneno. También curar enfermos. Leído literalmente parece que, después de la resurrección de Jesús, los discípulos se van a dedicar a hacer obras que rompen las leyes de la naturaleza. Sin embargo, no podemos leer los textos de manera literal sino desde la intencionalidad con la que fueron escritos. Estas acciones se refieren a la transformación que produce la predicación de la Buena Noticia, a la capacidad que el evangelio tiene de vencer las fuerzas del anti reino.

Después del envío, Jesús es elevado al cielo y se sienta a la diestra de Dios. Tampoco esto lo podemos tomar de manera literal sino entender cómo la comunidad cristiana valiéndose de una relectura cristológica del salmo 110, 1 (Oráculo de Yahveh a mi señor: Siéntate a mi diestra hasta que yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies), expresa la experiencia que comienzan a vivir: la misión realizada por Jesús ahora depende de ellos, guiados por su Espíritu (Pentecostés, que será la fiesta que celebremos el próximo domingo). El énfasis no está en que Jesús se va al cielo sino en que ahora los discípulos se dedican a predicar.

Dicho de otra manera, ha llegado el tiempo de la Iglesia y sus miembros han de predicar a todas las gentes, en todos los lugares, confirmando dicha predicación con las obras que realizan.

Celebrar la Ascensión significa hoy para nosotros, no quedarnos mirando para el cielo-como lo relata Lucas en el libro de los Hechos (1, 11)- sino disponernos a anunciar a Jesús no solo con palabras sino respaldando dicho anuncio con obras de justicia y paz, de solidaridad y liberación, transformando el aquí y ahora de la historia que vivimos.

(Foto tomada de: servicioskoinonia.org)

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El amor consiste en esto: actividades de una Universidad Popular por Gaza

Lunes, 6 de mayo de 2024
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IMG_4577La publicación de hoy es de la colaboradora invitada Lily (ellos/él/ella), estudiante de doctorado en una gran universidad pública del Medio Oeste, donde investigan instituciones internacionales y estudios queer. Tienen experiencia en organización interreligiosa y educación en justicia social, y les apasiona facilitar el diálogo sobre cómo los jóvenes de fe pueden participar en movimientos por la paz y la justicia social.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el VI Domingo de Pascua  se pueden encontrar aquí.

Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros
y tu alegría sea completa.
Este es mi mandamiento: amaos unos a otros como yo os amo.
Nadie tiene mayor amor que este,
dar la vida por los amigos
…Esto os mando: que os améis unos a otros”.
— Juan 15:9-17

En la lectura de hoy del Evangelio de Juan, Jesús nos da un mandato claro: amar al otro como él nos ama a nosotros. Como adulto converso a la fe católica, continuamente me sorprende el papel central que desempeña el amor en el impulso de la labor de paz y justicia de la Iglesia. Si uno realmente acepta esta enseñanza, debe transformar radicalmente la forma en que uno ve el mundo y el valor absoluto que debemos otorgar a la humanidad de los demás, especialmente cuando nosotros, la comunidad LGBTQ+, respondemos a los acontecimientos mundiales.

Si todos, absolutamente todos, estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, eso significa que debemos y debemos esforzarnos en dar, todos y cada uno de los seres humanos merecemos el nivel de cuidado que profesamos darle a Dios. Este es especialmente el caso de amar a los más marginados por sistemas de opresión que se cruzan, lo cual es desafiante, central para nuestra fe y, a menudo, desgarrador. Nos pide que vivamos en solidaridad con quienes enfrentan cantidades impensables de violencia sistémica e interpersonal.

Estoy escribiendo la reflexión de hoy desde una Universidad Popular de Gaza, como se conoce a muchos campamentos de estudiantes pro palestinos. Me sorprende el inmenso amor que representa este campamento estudiantil que me rodea. No puedo enfatizar lo suficiente lo hermoso que es este pequeño pueblo de tiendas de campaña, una comunidad alternativa de intercambio y generosidad donde siempre hay comida, naloxona, pruebas de COVID, productos para la menstruación y materiales de arte gratis. También hay una biblioteca de la liberación y, todos los días, la gente imparte clases diarias sobre cuestiones de justicia social. Los miembros de la comunidad verifican constantemente las necesidades de los demás. Esta pequeña ciudad de tiendas de campaña se está convirtiendo en una comunidad de amor encarnada, una donde todos son bienvenidos.

Aquí hay más personas queer de las que he conocido en todo mi tiempo en esta ciudad, y tengo algunas suposiciones sobre por qué. Por un lado, la lucha por la liberación queer está fundamentalmente entrelazada con la lucha por una Palestina libre. Resistir y desafiar los sistemas de opresión y discriminación es el núcleo de ambos movimientos. La liberación queer lucha contra la heteronormatividad, la homofobia y la transfobia, mientras que la lucha por una Palestina libre se centra en resistir la ocupación, el colonialismo y la opresión nacional. La liberación de un grupo no debe producirse a expensas de otro, y la liberación de ambos no puede producirse sin poner fin al militarismo global, una causa común por la libertad, la paz, la igualdad y la justicia.

Además, siempre ha habido y sigue habiendo gente queer en Palestina. En Queering the Map, una plataforma comunitaria, encontrará numerosas publicaciones de palestinos queer de los últimos meses. Allí cuentan sus historias para dejar evidencia de su existencia antes de que posiblemente sean asesinados por el ejército israelí. Nadie puede contar las historias de los palestinos queer mejor que ellos, por eso quiero compartir con ustedes algunas publicaciones que encontré en la plataforma:

“Siempre te he imaginado a ti y a mí sentados al sol, tomados de la mano, libres al fin. Hablamos de todos los lugares a los que iríamos si pudiéramos. Sin embargo, ya no estás. Si hubiera sabido que las bombas que caían sobre nosotros te alejarían de mí, con mucho gusto le habría dicho al mundo que te adoraba más que a nada. Lamento haber sido un cobarde.”⁠

“Me gustaría poder ver contigo la puesta de sol sobre el mar de Gaza. Por una noche desearía que esta ocupación ya no existiera y que pudiéramos ser libres por una vez en nuestra propia tierra”.

“Estar fuera no significa nada para mí. Deseo ver Haifa. Deseo ver el pueblo que mis padres tuvieron que dejar. Deseo ver a mi hermano que fue asesinado. Deseo ser libre, pero mi libertad va más allá de estar fuera: es ser palestino, ante todo. Dios tenga piedad de mi hermano y mis hermanos palestinos”.

“Por favor, sepan que, a pesar de lo que dicen los medios, hay palestinos homosexuales. Estamos aquí, somos Queer. Palestina libre.”

Montamos nuestras tiendas de campaña sobre césped, nos guiamos unos a otros en canciones y nos cruzamos de brazos para proteger a nuestra comunidad musulmana durante sus momentos de oración, cuando es común que se produzcan arrestos. Nuestro amor por nuestros hermanos asesinados en Gaza nos trae aquí. En solidaridad con ellos, montamos esta pequeña ciudad de tiendas de campaña y exigimos a nuestra universidad que se deshaga del genocidio en curso. Recordamos a los médicos martirizados por su atención, a las familias enteras borradas de la tierra y a los trabajadores humanitarios asesinados sirviendo a los pobres. Elegimos el amor mutuo por encima de todo, inspirados por estas personas en Gaza, incluidos los palestinos queer, que también eligen el amor.

Queridos amigos, el llamado de Jesús a amarnos unos a otros como él nos ama y a prestar atención a este llamado en nuestras acciones es claro. Ver este amor en acción puede cambiar radicalmente tu vida, una verdad que la gente queer conoce desde siempre. Visita una zona liberada en un campus universitario cercano a ti. El amor es la razón por la que muchos de nosotros nos presentamos a la causa de la liberación palestina, y espero que respondan al llamado de Jesús ayudando a poner fin al genocidio en Gaza. Como ha dicho el Papa Francisco: “Basta, por favor. Digamos todos: ¡Basta, por favor! Detengan la guerra.” Dudo que sea fácil elegir continuamente el amor por el pueblo de Gaza, especialmente en el clima político actual, pero debemos hacerlo, especialmente si luchamos por la liberación queer.

—Lirio, 5 de mayo de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“Del miedo al amor”. 6º Pascua – B (Juan 15,9-17)

Domingo, 5 de mayo de 2024
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IMG_4369No se trata de una frase más. Este mandato, cargado de misterio y de promesa, es la clave del cristianismo: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo: permaneced en mi amor». Estamos tocando aquí el corazón mismo de la fe cristiana, el criterio último para discernir su verdad. Únicamente «permaneciendo en el amor» podemos caminar en la verdadera dirección. Olvidar este amor es perdernos, entrar por caminos no cristianos, deformarlo todo, desvirtuar el cristianismo desde su raíz.

Y, sin embargo, no siempre hemos permanecido en este amor. En la vida de bastantes cristianos ha habido y hay todavía demasiado temor, demasiada falta de confianza filial en Dios. La predicación que ha alimentado a esos cristianos ha olvidado demasiado el amor de Dios, ahogando así aquella alegría inicial, viva y contagiosa que tuvo el cristianismo.

Aquello que un día fue «Buena Noticia», porque anunciaba a las gentes «el amor insondable» de Dios, se ha convertido para bastantes en la mala noticia de un Dios amenazador, que es rechazado casi instintivamente porque no deja ser ni vivir.

Sin embargo, la fe cristiana solo puede ser vivida, sin traicionar su esencia, como experiencia positiva, confiada y gozosa. Por eso, en este momento en que muchos abandonan un determinado «cristianismo» –el único que conocen–, hemos de preguntarnos si, en la gestación de este abandono, y junto a otros factores, no se esconde una reacción colectiva contra un anuncio de Dios poco fiel al evangelio.

La aceptación de Dios o su rechazo se juega, en gran parte, en el modo en que lo sentimos de cara a nosotros. Si lo percibimos solo como vigilante implacable de nuestra conducta haremos cualquier cosa para rehuirlo. Si lo experimentamos como amigo que impulsa nuestra vida, lo buscaremos con gozo. Por eso, uno de los servicios más grandes que la Iglesia puede hacer al ser humano es ayudarle a pasar del miedo al amor de Dios.

Sin duda hay un temor a Dios que es sano y fecundo. La Escritura lo considera «el comienzo de la sabiduría». Es el temor a malograr nuestra vida cerrándonos a él. Un temor que despierta a la persona de la superficialidad y le hace volver hacia Dios. Pero hay un miedo a Dios que es malo. No acerca a Dios. Al contrario, aleja cada vez más de él. Es un miedo que deforma el verdadero ser de Dios, haciéndolo inhumano. Un miedo dañoso, sin fundamento real, que ahoga la vida y el crecimiento sano de la persona.

Para muchos, este puede ser el cambio decisivo. Pasar del miedo a Dios, que no engendra sino rechazo más o menos disimulado, a una confianza en él que hace brotar en nosotros esa alegría prometida por Jesús: «Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a la plenitud».

José Antonio Pagola

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“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Domingo 05 de mayo de 2024. Domingo sexto de Pascua

Domingo, 5 de mayo de 2024
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32-PascuaB6 cerezoDe koinonia:

Hechos de los apóstoles 10,25-26.34-35.44-48: El don del Espíritu Santo se ha derramado también sobre los gentiles.
Salmo responsorial: 97: El Señor revela a las naciones su salvación.
1Juan 4,7-10. Dios es amor.
Juan 15,9-17: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

La primera lectura de este domingo, el famoso episodio de la visita de Pedro a Cornelio, en el capítulo 10 de los Hechos de los Apóstoles, refleja simbólicamente un momento importante del crecimiento del «movimiento de Jesús»: su transformación en una comunidad abierta, transformación que le llevará más allá del judaísmo en el que nació. Dejará de identificarse con una religión étnica, una religión casada con una etnia y su cultura, religión étnica que se tenía por la elegida, y que miraba a todas las demás por encima del hombro considerándolas «los gentiles», dejados de la mano de Dios. Es un tema muy importante, y relativamente nuevo, en todo caso, desatendido por la teología tradicional. Para una homilía puede merecer la pena, más que insistir en el tema eterno del amor…

El pasaje se presta además para toda una lección de teología. Es bueno recomendar a los oyentes que no se queden con la referencia entrecortada que habrán escuchado en la lectura (una selección de unos cuantos versículos salteados), sino que la lean en casa despacio (sin más: “el capítulo 10” de los Hechos, y que saquen sus conclusiones. También se puede recomendar a los grupos e estudio de la comunidad parroquial que lo tomen para su estudio.

Pedro ni sus compañeros de comunidad, todavía no se llamaban «cristianos»… eran simplemente judíos conmovidos por la experiencia de Jesús. Y observaban todas las leyes del judaísmo. Una de ellas era la de no mezclarse con «los gentiles». Y eran leyes sagradas, que eran normalmente observadas por todos, y cuyo incumplimiento implicaba incurrir en «impureza» y obligaba a molestas prácticas de purificación.

Pero Pedro da varios saltos hacia adelante. En primer lugar deja de considerar profano o impuro a ninguna persona, a pesar de que se lo mandaba la ley; es como el levantamiento de una condenación de impureza que pesaba sobre las “otras” religiones desde el punto de vista del judaísmo. Y en segundo lugar «cae en la cuenta» de que Dios no puede tener acepción de personas, ni de religiones, sino que no hace diferencia entre las personas según su etnia o su cultura-religión: acepta a quien practica la justicia, sea de la nación que sea. Es un salto tremendo el que dio Pedro.

Respecto al primer punto, de la valoración negativa de las demás religiones, en la historia subsiguiente se retrocedería: se llegaría a pensar que las otras religiones serían… no sólo inútiles, sino falsas, o incluso negativas, hasta diabólicas. Por poner sólo un ejemplo: el primer catecismo que se escribió en América Latina, nada menos que por el profético Pedro de Córdoba, superior de la comunidad dominica de Antonio Montesinos, declara en su primera página: «Sabed y tened por cierto que ninguno de los dioses que adoráis es Dios ni dador de vida; todos son diablos infernales».

Respecto al segundo punto, la «no acepción de personas por parte de Dios en lo que se refiere a razas, culturas y religiones», o lo que es lo mismo, la igualdad básica ante Dios de todos los seres humanos –incluyendo todas sus culturas y religiones-, hoy mismo continuamos en retroceso con relación a Pedro: la posición oficial de la Iglesia católica dice que las «otras» religiones «están en situación salvífica gravemente deficitaria» (Dominus Iesus 22).

Paradójicamente, la posición de Pedro en los Hechos de los Apóstoles resulta más afín a la mentalidad de hoy que nuestra teología oficial actual. Es por ello por lo que, en este domingo, confrontarse con la Palabra de Dios puede traducirse en una aplicación concreta a nuestras maneras de pensar respecto a las otras religiones. En el guión subsiguiente proporcionamos algunas cuestiones para un tratamiento pedagógico del tema.

El evangelio de hoy, de Juan, es el del mandamiento nuevo, el mandamiento del amor. Pocas palabras deben saturamos tanto en el lenguaje cotidiano como ésta: «amor». La escuchamos en la canción de moda, en la conductora superficial de un programa de televisión (tan superficial como su animadora), en el lenguaje político, en referencia al sexo, en la telenovela (más superficial aún que la animadora, si eso es posible)… Se usa en todos los ámbitos, y en cada uno de ellos significa algo diferente. ¡Pero, sin embargo, la palabra es la misma!

El amor en sentido cristiano no es sinónimo de un amor «rosado», sensual, placentero, dulzón y sensiblero del lenguaje cotidiano o posmoderno. El amor de Jesús no es el que busca su placer, su «sentir», o su felicidad sino el que busca la vida, la felicidad de aquellos a quienes amamos. Nada es más liberador que el amor; nada hace crecer tanto a los demás como el amor, nada es más fuerte que el amor. Y ese amor lo aprendemos del mismo Jesús que con su ejemplo nos enseña que «la medida del amor es amar sin medida».

Aquí el amor es fruto de una unión, de «permanecer» unidos a aquel que es el amor verdadero. Y ese amor supone la exigencia -«mandamiento»- que nace del mismo amor, y por tanto es libre, de amar hasta el extremo, de ser capaces de dar la vida para engendrar más vida. El amor así entendido es siempre el «amor mayor», como el que condujo a Jesús a aceptar la muerte a que lo condenaban los violentos. A ese amor somos invitados, a amar «como» él movidos por una estrecha relación con el Padre y con el Hijo. Ese amor no tendrá la liviandad de la brisa, sino que permanecerá, como permanece la rama unida a la planta para dar fruto. Cuando el amor permanece, y se hace presente mutuamente entre los discípulos, es signo evidente de la estrecha unión de los seguidores de Jesús con su Señor, como es signo, también, de la relación entre el Señor y su Padre. Esto genera una unión plena entre todos los que son parte de esta «familia», y que llena de gozo a todos sus miembros donde unos y otros se pertenecen mutuamente aunque siempre la iniciativa primera sea de Dios. Leer más…

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5.5.24 Dom 6 Pascua. No os llamo siervos, sino amigos: Vivid (resucitad) unos en otros

Domingo, 5 de mayo de 2024
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discipulos-de-jesusDel blog de Xabier Pikaza:

Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos….. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer…

Esto os digo: que os améis unos a otros.”

Así puede definirse el pecado:  “El día en que comáis el fruto de vuestro conocimiento egoísta, de dominio de unos sobre otros, moriréis” (cf. Gen 2, 17).

Esta es la gracia: El día en que os améis, viviendo unos en otros, ese día seréis vida de Dios en la tierra y resucitaréis. Ésa es la mística, es la resurrección.

Amor redentor, civilización de amor

 Ni la mística vale por sí misma (si es sólo apertura individual o elitista al misterio), ni vale un tipo de iglesia o de vida religiosa si se encierra en sus signos sagrados, sin verdadero amor, como decía Pablo (1 Cor 13), todo eso es mentira, como un campana que tañe en el vacío.

 – La vida cristiana del siglo XXI deberá traducir su experiencia de comunión de amor en forma de liberación de los oprimidos/cautivos o perderá sentido (dejará de existir). Muchos hombres han pensado que la sociedad sólo puede mantenerse sobre bases de poder sacral, sometimiento religioso y sumisión política. Pues bien, en contra de eso, retomando sus raíces evangélicas, la vida religiosa del siglo XXI ha de ser fuente de liberación personal y comunitaria, para abrirse luego en forma de comunicación liberadora.

– La vida cristriana del siglo XXI deberá ofrecer espacios de comunión mística y de comunicación liberadora o perderá su sentido. Han existido entusiasmos y místicas elitistas, vinculadas a la evasión espiritual y a la imposición social. Pues bien, en contra de eso, la verdadera comunión mística ha de convertirse en comunicación liberadora, en la línea de la civilización del amor que han propuesto los últimos papas (desde Pablo VI).

Contemplación redentora: mirar sin velos, amor liberado  

Éste es un pensamiento que San Pablo desarrolló de manera sorprendente en 2 Cor 3, reflexionando sobre la identidad de un tipo de judaísmo y cristianismo. A su juicio, ciertos judíos (o cristianos) de tipo legalista con los que discute en esa carta, habían puesto un velo sobre sus corazones, cada vez que leían a Moisés, y querían cumplir su ley, pues lo hacían con un corazón “endurecido”, de manera que la religión era para ellos un signo de sometimiento (una forma de mantener a los hombres oprimidos), pero:

Cuando se vuelvan al Señor caerá su velo, pues el Señor es el Espírituy donde está el Espíritu del Señor allí está la libertad (cf. 2 Cor 3,15-17).

 Esa es la verdadera contemplación, quitar el velo de los ojos del corazón, mirarse y admirarse en amor, en libertad, dándose la vida unos a otros. Esta luz de amor nos capacita para mirar a Cristo y descubrir en él a Dios, de forma que nuestra vida se transforme en amor, como sigue diciendo (2 Cor 3, 18):

En cambio, nosotros, contemplando sin velo la Gloria del Señor, nos tansformamos conforme a su imagen, de gloria en gloria, según el Espíritu del Señor.

Esto es el amor: Podemos mirar sin velo al Señor, y mirarnos así, de manera transparente, unos a otros, en contemplación que es comunicación de vida. Sólo esta mirada mística, más alta, sin velo, nos permite descubrir a Cristo como libertad en el amor y como amor liberador. Nos hemos puesto con frecuencia un velo, para no mirar cara a cara, corazón a corazón, al Dios de Cristo, que se entrega y muere para que los hombres vivan, y para no ver tampoco a los hombres. Pues bien, la verdadera contemplación, que es ir viendo a Dios en ese mundo, consiste en rasgar ese velo, mirar cara a cara en amor al Dios encarnado en los pobres y cautivos,  en los tristes y los deprimidos…. para abrir con ellos un espacio de amor mutuo.

  1. AMIGOS, NO SIERVOS (JN 15, 15). CONOCIMIENTO LIBERADOR

 Hay un conocimiento que es engaño, que nace y se expresa en el velo de las ideologías que nos ponen, y que nosotros mismos vamos poniendo ante los ojos, quedando de esa forma ciegos. En esa línea está el engaño de los que dicen que no puede cambiarse lo que hay, que la pobreza de algunos es un condición social, que la esclavitud es sólo un simple daño colateral de un sistema que en sí mismo funciona.

Esclavo es aquel a quien no dejan que conozca. El conocimiento del Dios de Jesús es un saber de amor sin velo, que no engaña, que no oprime, que no oculta, que no expulsa, sino que capacita a los hombres y mujeres para conocer en verdad aquello que son y deben ser. Es un conocimiento de “amistad”, pues los hombres y mujeres han de ser todos amigos, en el sentido radical de la palabra:

 Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor.Yo os he dado a conocer todo lo que he escuchado de mi Padre (Jn 15, 15a).

Por el contrario, las esclavitudes nacen de falta de conocimiento: Que unos impidan conocer a otros, o que los ignorantes no quieran (no se atrevan a) conocer.

En el principio de toda esclavitud se encuentra según eso la imposición de unos “amos” o señores, que no permiten que haya relaciones de reciprocidad con los “siervos”, que no comparten su conocimiento, que no se entregan en amor a los demás , compartiendo cada uno lo que tiene, a favor de los otros. Para eso se inventan jerarquías de opresión, un tipo de “religiones del poder”, que en el fondo son justificaciones ideológicas, defendidas con muchas razones falsas.

Separaciones para resguardarse. En esa línea, los poderosos imponen unas relaciones de opacidad, pues ellos necesitan separarse para resguardarse, mentiras culturales, fronteras políticas, religiosos y sociales, y a veces incluso muros de ladrillo, hormigón o redes metálicas, para dejar fuera a los que juzgan peligrosos. La sociedad que surge de esta imposición es mentirosa y opresora, y de esa forma impone un “dios” de oscuridad (sin transparencia) sobre todos, amos y esclavos, a favor de los amos.

 Lo propio de la amistad es el conocimiento mutuo, en transparencia comunicativa, que se expresa a través de la palabra (os he dado a conocer…), pero abriéndose a todos los niveles de la vida, interpretada desde el recibir, el dar, el compartir. El Padre ha dado a Jesús todo lo que tiene, Jesús lo ha recibido, pero no para encerrarlo en sí, en forma egoísta, sino para ofrecerlo y compartirlo con sus amigos, de manera que estos, los hombres, se comuniquen la vida en amor, unos con otros.

Sólo la amistad libera. Siglos de ley y miedo, de sacrificios violentos y expiación por los pecados (de justicia impositiva), habían situado la religión y vida humana bajo la disciplina de la imposición violenta, del silencio y la obediencia a los mandatos exteriores. A veces, incluso los mismos gestores sociales de la religión (sacerdotes y reyes) habían utilizado la visión de un Dios secreto, de poder, para imponerse con violencia sobre otros, teniendo sometido al pueblo. Pues bien, en contra de eso, Jesús ofrece a los humanos su experiencia de Dios su propia vida, como principio de libertad para (en) el amor, definiendo desde aquí el sentido de su vida, el valor de la libertad.

MÍSTICA Y CONTEMPLACIÓN CRISTIANA

              Hay un tipo de mística que, en sentido extenso, desde una perspectiva de psicología y ciencia de las religiones, suele ir vinculada con fenómenos extáticos y con experiencias parapsicológicas, que muchas veces se atribuyen a la presencia e influjo de lo sagrado: el místico penetra de tal manera dentro de sí mismo que supera (transforma) el funcionamiento normal de su sensibilidad y  entendimiento, suscitando (descubriendo) un espacio mental más hondo en el que vienen a expresarse diversos fenómenos divinos (o demoníacos), que van más allá de la conciencia y del conocimiento normal.

Jesús fue contemplativo, más que místico  en el sentido anterior. La contemplación cristiana (pudiendo expresarse también a veces en fenómenos extáticos) se identifica con un tipo de experiencia del Espíritu que brota de su vida y del sentido de su historia (muerte, pascua) y se expresa en claves de comunicación interhumana. Ciertamente, algunas comunidades cristianas antiguas (como de Corinto) han sentido y cultivado fenómenos de transcendimiento racional, de manera que muchos de sus miembros han “hablado en lenguas”, superando el ritmo normal de la racionalidad discursiva.  Pero, como dice Pablo en 1 Cor 12‒14, la experiencia cristiana no se identifica con esos fenómenos, sino con la fe y el amor de Cristo, que se abre en forma de amor entre los hermanos.

En esa línea, Jesús no ha sido místico en el sentido ordinario del término (con técnicas de éxtasis) ni ha querido que sus discípulos lo fueran. Ciertamente, él ha creído en “espíritus” o fuerzas sagradas de tipo divino perverso (demoníaco) y proclamado su mensaje con la ayuda del Espíritu de Dios (cf. Mt 12, 28), es decir, apoyándose en la fuerza divina del reino. Pero, más que místico en la línea de esos fenómenos extraordinarios, él ha sido contemplativo: un hombre que ha centrado su vida en el amor de Dios y en el encuentro de amor con los demás, abriendo cauces de amor y comunión liberadora entre los hombres.

Si le llamamos místico, debemos añadir que es místico liberador, profeta del amor de Dios, mesías de la comunión: su palabra de Dios, su mesianismo, se identifica con el mismo gesto de la unión entre los hombres. Por eso ha entregado la vida en amor, poniéndola en manos de Dios, y en manos de los hombres, por amor a los necesitados. En esa línea es preferible llamarse “contemplativo en acción liberadora”, más que místico.

La esencia contemplativa del evangelio: Vivir unos en otros, resucitar unos en otros:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor…”. Permanecer unos en otros, vivir unos en otros, esto es el amor, es la amistad, es la resurrección.

  • La contemplación constituye un elemento específico del cristianismo,pero ella es, al mismo tiempo, un fenómeno de tipo muy hondamente humano y por tanto religioso, vinculado al “ver y escuchar” en profundidad, en la línea de aquello que siempre han sabido videntes y profetas, poetas y amantes.  El contemplativo no quiere explorar misterios extraños (cf. 1 Cor 13), sino abrir los ojos y oídos, para dejar que la realidad más honda le alumbre y acompañe.
  • El contemplativo no se ocupa de “suscitar” (producir o recibir) fenómenos psíquicos o mentales de tipo extático, sino dejarse transformar por el poder y belleza de la realidad (de Dios) que sale a su encuentro y le habla, especialmente a través de los hermanos. No se evade del mundo para encerrarse en el vacío de su mente, sino que admira el mundo, ama a las personas, dejándose amar por ellas. No se impone sobre las cosas, sino que deja que ellas le llenen e interroguen, le impresionen y transformen.
  • Un tipo de místico puede acabar siendo un solitario, alguien que explora su propio misterio divino, buscando su hondura superior, un nivel de realidad más alta (elitista) , para privilegiados como él. Por el contrario, el contemplativo cristiano está siempre abierto a la gracia amorosa de Dios y al encuentro personal con otros: sabe mirar con intensidad, descubre y admira el valor de los demás, pudiendo avanzar así en la línea del diálogo personal, del amor mutuo.
  • Hay un tipo de místicos que pueden acabar amando su propia verdad interior (o su vacío). Por el contrario, el contemplativo está preparado para ver y dejarse ver por Dios  y por los demás seres humanos, y para amarles como tales, pues goza al mirarles y ayudarles y goza al dejar que ellos le miren. Lógicamente, para que culmine y alcance su plenitud en amor, la contemplación tiene que ser recíproca: mirar y ser mirado, amar y ser amado.

Contemplativos en el mundo

Jesús ha buscado a los hombres y mujeres de su entorno, les ha ofrecido amor en gesto poderoso de transformación y ha dialogado con ellos por encima de leyes y opresiones que separan y distinguen a unos de los otros. Estrictamente hablando, él ha sido contemplativo en el mundo. Así ha desplegado el amor como mirada directa, amistad fundada en Dios, en transparencia, desde el centro de una sociedad convulsionada por las imposiciones y mentiras del mundo. Por eso, la herencia de su reino (su Espíritu) debe expresarse en formas de comunicación contemplativa: en diálogo de amor cercano comprensivo, liberador de mirada a mirada, de corazón a corazón.

Por eso, sabiendo mirar a Jesús en clave de amor, el contemplativo cristiano ha de expresar y expandir su mirada hacia los hombres y mujeres que viven a su lado, en comunicación gratuita que puede interpretarse en claves de enamoramiento.

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Dios nos ha amado. Amémonos unos a otros. Domingo 6º de Pascua. Ciclo B

Domingo, 5 de mayo de 2024
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IMG_4525Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La 2ª lectura y el evangelio están estrechamente relacionados. «Amémonos unos a otros», comienza el texto de la carta de san Juan. Y el evangelio insiste dos veces: «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros»; «Esto os mando: que os améis unos a otros». Este precepto se basa en el amor que Dios nos ha manifestado de dos formas complementarias: enviando su Espíritu y enviando a su Hijo.

 Un Padre que da el Espíritu sin distinguir entre judíos y paganos (1ª lectura)

            La lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles recoge parte de un importantísimo episodio de la iglesia primitiva. Hasta entonces, los discípulos de Jesús se han visto a sí mismos con un grupo dentro del judaísmo, sin especial relación con los paganos. No se les pasa por la cabeza hacer apostolado entre ellos, mucho menos entrar en sus casas si no se han convertido al judaísmo y se han circuncidado. Los consideran impuros.

En este contexto, se cuenta que Pedro tuvo una visión: ve bajar del cielo un mantel repleto de toda clase de animales impuros (cerdo, conejo, cigalas, etc.) y escucha una voz que le ordena: mata y come. Pedro se niega en redondo. «Nunca he probado un alimento profano o impuro». Y la voz del cielo le responde: «Lo que Dios declara puro tú no lo tengas por impuro».

            Termina la visión. Pedro se siente desconcertado, y mientras piensa en su posible sentido, llaman a la puerta de la casa tres hombres enviados por un pagano, el capitán Cornelio, para pedirle que vaya a visitarlo. Pedro comprende entonces el sentido de la visión: no puede considerar impuro a un pagano interesado en conocer el evangelio. Al día siguiente se pone en camino desde Jafa a Cesarea y cuando llega a casa de Cornelio tiene lugar la escena que hoy leemos.

Cuando iba a entrar Pedro, salió Cornelio a su encuentro y se echó a sus pies a modo de homenaje, pero Pedro lo alzó, diciendo:

Levántate, que soy un hombre como tú.

Pedro tomó la palabra y dijo:

Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea.

Todavía estaba hablando Pedro, cuando cayó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban sus palabras. Al oírlos hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios, los creyentes circuncisos, que habían venido con Pedro, se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles. Pedro añadió:

-¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?

Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Le rogaron que se quedara unos días con ellos.

            Indico algunos detalles interesantes:

1) «Está claro que Dios no hace distinciones»; para él lo importante no es la raza sino la conducta del que lo respeta y practica la justicia.

2) La venida del Espíritu Santo sobre este grupo de paganos produce los mismos frutos que en los apóstoles el día de Pentecostés: hablan lenguas extrañas y proclaman la grandeza de Dios.

3) El Espíritu Santo viene sobre ellos antes de recibir el bautismo. No se puede decir de forma más clara que «el Espíritu sopla donde quiere y cuando quiere».

            La conducta de Pedro provocó gran escándalo en los sectores más conservadores de la comunidad de Jerusalén y debió subir a la capital a justificar su conducta. Pero este episodio deja claro que, para Dios, los paganos no son seres impuros. Él ama a todos los hombres sin distinción. Con ello se justifica el apostolado posterior entre los paganos.

Un Padre que da su Hijo a los pecadores (2ª lectura)

La carta de Juan justifica el mandato de amarnos mutuamente diciendo que «Dios es amor» y cómo nos lo ha demostrado.

Queridos hermanos: Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.

Cuando yo era niño, el catecismo de Ripalda, a la pregunta de quién es Dios nos enseñaba a responder: «Un señor infinitamente bueno, sabio y poderoso, principio y fin de todas las cosas».El autor de la carta no necesita tantas palabras. Se limita a decir: «Dios es amor». Y ese amor lo manifiesta enviando a su hijo «como víctima de propiciación por nuestros pecados».

La «víctima de propiciación» era el animal que se ofrecía para impetrar el perdón. El Día de la Expiación (yom kippur), el Sumo Sacerdote ofrecía un macho cabrío por los pecados del pueblo. En otras ocasiones se ofrecían cabras y novillos con el mismo fin. Pero esas víctimas carecían de valor definitivo. La humanidad se encontraba en una especie de círculo cerrado del que no podía escapar. Entonces Dios nos proporciona la única víctima decisiva: su propio hijo.

            Y esto lo hace cuando todavía éramos pecadores. No espera a que nos convirtamos y seamos buenos para enviarnos a su Hijo. Si la primera lectura decía que Dios no hace distinción entre judíos y paganos, la segunda dice que no hace distinción entre santos y pecadores.

En vez de amar a Dios, amar a los hermanos (evangelio)

En la segunda lectura el protagonismo ha sido de Dios. En el evangelio, el protagonista principal es Jesús, que demuestra su amor hasta el punto de dar la vida por nosotros, llamarnos amigos suyos, elegirnos y enviarnos. (¡Cuánta gente desearía poder decir que es amigo o amiga de un personaje famoso, que ha sido elegido por él para llevar a cabo una misión!).

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis el Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.

Lo que Jesús exige a cambio de esta amistad es muy curioso. Cuando era estudiante en el Pontificio Instituto Bíblico le escuché este comentario al P. Lyonnet: «Fijaos en lo que dice la 1ª carta de Juan: Si tanto nos ha amado Dios…” Nosotros habríamos añadido: “también nosotros debemos amar a Dios”. Sin embargo, lo que dice Juan es: “Si tanto nos ha amado Dios, debemos amarnos unos a otros”».

            Algo parecido ocurre en el evangelio de hoy. «Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.» Jesús podría haber dicho: «Amadme como yo os he amado». Pero no piensa en él, piensa en nosotros. Es fácil engañarse diciendo o pensando que amamos a Jesús, porque no puede demostrarse ni negarse. Lo difícil es amar al prójimo.

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6º Domingo de Pascua. 05 Mayo, 2024

Domingo, 5 de mayo de 2024
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Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotras, y vuestra alegría llegue a plenitud.”

(Jn 15, 9-17)

Lo que nos presenta el evangelio de hoy es una declaración de amor. “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo.” Estas son las palabras que Jesús no deja de pronunciar en la vida de cada creyente.

El signo de los cristianos no es la cruz, es el Amor. La cruz por sí sola es un instrumento de tortura. Cuando Jesús en un acto infinito de amor y generosidad se deja clavar en cruz la convierte en símbolo de Amor.

El problema que tenemos los cristianos es que nos quedamos mirando a la cruz. O mirando al Amor. Y eso hay que hacerlo, pero no podemos quedarnos ahí. El evangelio continua, Jesús no dice: “amadme como yo os he amado.” No, lo que dice es: “amaos unos a otros como yo os he amado”.

Jesús era muy listo, y nos conoce bien. Sabía que no íbamos a tener grandes dificultades en amarle a Él o amar a Dios. Esto último ya lo hacía muy bien el pueblo judío. Pero no basta. El amor a Dios, para ser completo, para que de verdad se convierta en alegría, tiene que pasar por las hermanas, por las personas que conviven con nosotras.

Por que el amor del que habla Jesús no es una cuestión teórica sino una realidad existencial y práctica. No es algo que “se aprende de memoria” sino algo que que se experimenta en la vida.

Las teorías, por buenas que sean, no provocan alegría. La alegría brota de la vida, de la “práctica”. Y la vida concreta es mucho más audaz y sorprendente que cualquier teoría.

Por que “en teoría” es feliz aquella persona que consigue éxito, fama y dinero. La publicidad nos vende una infalible teoría sobre la felicidad. Es feliz la persona que es guapa, joven y tiene buena salud. Es decir, que tiene un cuerpo atlético, un hermoso cabello, una piel sin arrugas y un buen bronceado.

Pero la vida nos muestra otra cosa. Vemos el brillo de la auténtica felicidad en los ojos de una madre que ve salir adelante a su hijo con parálisis cerebral. O en un joven que se queda en silla de ruedas tras un accidente y pierde movilidad pero descubre la Vida.

La alegría que llega a plenitud es la que es capaz de atravesar los fracasos y el dolor. Es la que lleva consigo la conciencia de saberse vulnerables pero profundamente amadas.

Oración

Trinidad Santa, no dejes que nos conformemos con medias alegrías, sino que caminemos hacia la alegría que brota de Ti. Amén.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Jesús se identificó con el Amor-Dios y con ese amor pudo amar como sólo Dios ama.

Domingo, 5 de mayo de 2024
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IMG_4370DOMINGO 6º DE PASCUA (B)

Jn 15,9-17

El evangelio de hoy es continuación del que leímos el domingo pasado. Sigue explicando en qué consiste esa pertenencia del cristiano a la vid. Poniendo como modelo su unión con el Padre, muestra Jesús la esencia de su mensaje. Sin metáforas nos coloca ante el centro del mensaje: El AMOR. En el c. 13 ya nos había dado la consigna: un mandamiento nuevo os doy. Solo el amor nos hace humamos.

Es el mandamiento nuevo, por oposición al mandamiento antiguo, la Ley. Queda establecida la diferencia entre las dos alianzas. Jesús no manda amar a Dios ni amarle a él, sino amar como él ama. No se trata de una ley sino de una consecuencia de la Vida de Dios y que se ha manifestado en Jesús. “Un amor que responde a su amor” (Jn 1,16). El amor que pide Jesús tiene que surgir de dentro, no imponerse desde fuera.

Juan emplea la palabra “agape”. Los primeros cristianos emplearon ocho palabras para designar el amor: agape, caritas, philia, dilectio, eros, libido, stergo, nomos. Ninguna de ellas excluye a las otras, pero solo el “agape” expresa el amor sin mezcla alguna de egoísmo. Sería el puro don de sí mismo, solo posible en Dios. Está haciendo referencia a Dios, es decir, al grado más elevado de don de sí mismo. No está hablando de amistad o de una “caridad”. Se trata de desplegar una cualidad exclusiva de Dios.

Dios demostró su amor a Jesús con el don de sí mismo. Jesús está en la misma dinámica con los suyos, les manifiesta su amor hasta el extremo. El amor de Dios es la realidad primera y fundante. Juan lo ha dejado bien claro en la segunda lectura: “En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó”. Descubrir esa realidad y vivirla es la tarea del que sigue a Jesús. Es ridículo seguir enseñando que Dios nos ama si somos buenos y nos rechaza si somos malos.

Hay una diferencia que tenemos que aclarar. Dios no es un ser que ama. Dios es el amor. En Él, el amor es su esencia, no una cualidad como en nosotros. Yo puedo amar o dejar de amar y seguiré siendo yo. Si Dios dejara de amar un solo instante, dejaría de existir. Dios manifiesta su amor a Jesús y a mí, pero no lo hace como nosotros. No podemos esperar de Dios “muestras puntuales de amor”, porque no puede dejar de amar un instante. Jesús sí puede manifestar el amor de Dios amando como humano.

Juan intenta trasmitirnos que, hablando con propiedad, Dios no puede ser amado. Él es el amor con el que yo amo, no el objeto de mi amor. Aquí está la razón por la que Jesús se olvida del primer mandamiento de la Ley: “amar a Dios sobre todas las cosas”. Juan comprendió perfectamente el problema, y deja muy claro que solo hay un mandamiento: amar a los demás como Jesús nos ha amado. Es decir, manifestar plenamente ese amor, que es Dios, en nuestras relaciones con los demás.

No se puede imponer el amor por decreto. Todos los esfuerzos que hagamos por cumplir un “mandamiento” de amor están abocados al fracaso. El esfuerzo tiene que estar encaminado a descubrir a Dios que es amor dentro de nosotros. Todas las energías, que empleamos en ajustarnos a una programación, tienen que estar dirigidas a tomar conciencia de nuestro verdadero ser. Solo después de un conocimiento intuitivo de lo que Dios es en mí, podré descubrir los motivos del verdadero amor.

El amor del que nos habla el evangelio es mucho más que instinto o sentimiento. A veces tiene que superar sentimientos e ir más allá del instinto. Esto nos lleva a sentirnos incapaces de amar. Los sentimientos de rechazo a un terrorista pueden hacernos creer que nunca llegaré a amarle. El sentimiento es instintivo y anterior a la intervención de nuestra voluntad. El amor es más que sentimiento. La prueba de fuego del amor es el amor al enemigo. Si no llego hasta ese nivel, todo lo demás es engaño.

El amor no es sacrificio ni renuncia, sino elección gozosa. Esto que acaba de decirnos el evangelio no es fácil de comprender. Tampoco esa alegría de la que nos habla Jesús es un simple sentimiento pasajero; se trata de un estado permanente de plenitud y bienestar, por haber encontrado tu verdadero ser que es inmutable. Una vez que has descubierto tu ser luminoso e indestructible, desaparece todo miedo, incluido el miedo a la muerte. Sin miedo no hay sufrimiento. Surgirá espontáneamente la alegría.

Solo cuando has descubierto que lo que realmente eres no puedes perderlo, estás en condiciones de vivir para los demás sin límites. El verdadero amor es don total. Si hay límite en mi entrega, no he alcanzado el amor evangélico. Dar la vida, por los amigos y por los enemigos, es la consecuencia lógica del verdadero amor. No se trata de dar la vida biológica muriendo, sino de poner todo lo que somos al servicio de los demás.

Ya no os llamo siervos. No tiene ningún sentido hablar de siervo y de señor. Más que amigos, más que hermanos, identificados en el mismo ser de Dios, ya no hay lugar ni para el “yo” ni para lo “mío”. Comunicación total en el orden de ser. Jesús se lo acaba de demostrar lavándoles los pies. La eucaristía dice exactamente lo mismo: Yo soy pan que me parto y me reparto para que me coman. Yo soy sangre (vida) que se derrama por todos para comunicarles esa misma Vida. Jesús lo compartió todo.

Os he hablado de esto para que vuestra alegría llegue a plenitud. Es una idea que no siempre hemos tenido clara en el cristianismo. Dios quiere que seamos felices con una felicidad plena y definitiva, no con la felicidad que puede dar la satisfacción de nuestros sentidos. La causa de esa alegría es saber que Dios comparte su mismo ser con nosotros. Nos decía un maestro de novicios: “Un santo triste es un triste santo”.

No me elegisteis vosotros a mí, os elegí yo a vosotrosDebemos recuperar esta vivencia. El amor de Dios es lo primero. Dios no nos ama como respuesta a lo que somos o hacemos, sino por lo que es Él. Dios ama a todos de la misma manera, porque no puede amar más a uno que a otro. De ahí el sentimiento de acción de gracias en las primeras comunidades cristianas. De ahí el nombre que dieron los primeros cristianos al sacramento del amor. “Eucaristía” significa exactamente acción de gracias.

Cualquier relación con Dios, sin un amor manifestado en obras, será pura idolatría. La nueva comunidad no se caracterizará por doctrinas, ni ritos, ni normas morales. El único distintivo debe ser el amor manifestado. Jesús no funda un club cuyos miembros tienen que ajustarse a unos estatutos sino una comunidad que experimenta a Dios como amor y cada miembro lo imita, amando como Él. Esta oferta no la puede hacer la institución, por eso se muestra Jesús tan distante e independiente de todas ellas.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Abba

Domingo, 5 de mayo de 2024
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IMG_4506Juan 15, 9-17

«Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros como yo os he amado»

El amor al prójimo no es ningún mandamiento que debamos cumplir para lograr un premio o evitar un castigo, sino la respuesta al amor del Padre. El amor de Dios hacia nosotros sus hijos es el fundamento de nuestra fe; es el primer acto de fe del cristiano. Si no es así, si nuestro fundamento es otro, estaremos convirtiendo el cristianismo en una escuela de sabiduría de la vida o un club de personas altruistas, pero lo estaremos despojando de su elemento fundamental; Abbá, la buena Noticia.

El problema es que nos resulta muy difícil creer en Abbá; el Dios de Jesús que nos quiere como las madres quieren a sus hijos. Y nos resulta difícil, porque nuestra mente ilustrada nos impide aceptar nada que no haya pasado antes por el filtro de la razón. Y claro, la razón nos dice que Dios-Abbá es incompatible con el espectáculo atroz del mal en el mundo, porque… ¿cómo un Dios bueno y todopoderoso puede tolerar tanto dolor y sufrimiento, tanta injusticia y opresión como hay en él?…

Ya Epicuro (siglos cuarto y tercero antes de Cristo) puso el dedo en la llaga con una crudeza demoledora y una simplicidad extrema: «O Dios quiere evitar el mal, pero no puede, y entonces es impotente, o puede y no quiere, y entonces es malo, pero en ninguno de los casos sería Dios». Y es que la lógica humana es clara y contundente: Si hay Dios, no puede haber mal, y si hay mal, es que no hay Dios… y mucho menos el Dios de Jesús.

El argumento de Epicuro parece definitivo, pero no lo es. Como afirma J. Antonio Estrada en su libro “La pregunta por Dios”, si aplicamos con rigor los principios de la lógica al argumento de Epicuro, comprobamos que solo demuestra que la presencia del mal en el mundo no tiene explicación racional. Y nada más. El problema es que hemos sacralizado hasta tal punto la razón, que no podemos admitir que haya algo inasequible a ella… y entonces el argumento de Epicuro resulta muy sólido.

La única forma de creer en Abbá es a través de la fe que nos merezca Jesús. Y aquí se nos presenta un bonito dilema para calibrar la fortaleza de nuestra fe: La razón me empuja con fuerza a rechazar la existencia de Abbá, pero Jesús me invita, tanto a través de sus parábolas, como a través de su propia vida, a creer en Él…

¿Con cuál de los dos me quedo?…

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Declaración de amistad-amor insuperable.

Domingo, 5 de mayo de 2024
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1102014719_univ_lsr_xlJuan 15, 9-17

Este último año dos personas, por razones que desconozco y que no acceden a compartir, han roto una relación-amistad larga y profunda. Era una amistad que surgía en la comunidad cristiana en la que todas participábamos. Personas unidas por la experiencia de la Ruah en nuestras vidas.

Reconozco que me sigue doliendo y desconcertando. Si sabes el motivo por el cual te desprecian puedes intentar algo. Si te bloquean y abiertamente dicen que no quieren ni tomar un café contigo, te produce algo así como entrar en un vacío, en un bucle que quita ilusión y energía, que impide utilizar la mente porque te desconcierta y preocupa y le das vueltas.

Creía que había “alguien” al otro lado, pero resulta que era un espejismo. Otros casos son más claros, si les das lo que desean son amigas y amigos, si no, se acaba todo. Este caso es el superficial, el que busca siempre algo para llevarse, el que quiere aprovechar para sus intereses. No responde como amigo.

La amistad no puede forzarse, va surgiendo. Y es escasa.

El texto del evangelio de hoy Juan 15, 9-17 me resuena como una declaración de amistad-amor insuperable.

Me permito escribir el texto quitando alguna frase cuya traducción nos puede confundir. Veamos:

Igual que el Padre me demostró su amor, os he demostrado

yo el mío. Manteneos en ese amor mío. Os dejo dicho esto para

que llevéis dentro mi propia alegría y así vuestra alegría

llegue a su plenitud.

Sólo os pido que os améis, igual que yo os he amado.

Nadie tiene amor más grande por los amigos que uno que

entrega su vida por ellos. Vosotros sois amigos míos. No os

llamo siervos, porque un siervo no está al corriente de lo que

hace su señor; a vosotros os vengo llamando amigos, porque

todo lo que le oí a mi Padre os lo he comunicado.

No me elegisteis vosotros a mí, os elegí yo a vosotros y os

destiné a que os pongáis en camino, produzcáis fruto y vuestro

fruto dure.

Esto os mando: que os améis.

Por respeto a la traducción y por evitar malestar no lo pongo en femenino. Pero sí os invito a las mujeres que al leerlo, al orarlo lo pongáis en femenino para que os resuene más adentro. Somos la inmensa mayoría. Creo que es justo hacerlo.

La amistad no puede forzarse. La amistad desmonta los muros más altos, normalmente creados por fantasmas oscuros que nos conducen a negatividad. Y llega una amiga, te mira a los ojos y te dice “déjalo correr” esa persona te trata así porque tiene miedo, o… tú sigue.

Jesús experimentó como nosotros y nosotras que lo más difícil es la comunidad-grupo de amigas adheridas a Jesús-. Por eso hay tan pocas comunidades atractivas, porque lo difícil no es rezar, lo difícil es aceptar, aguantar, perdonar…

Pero si no perdemos la perspectiva sabemos que el objetivo del amor mutuo es porque somos elegidos a reproducir el modo de amor que hay entre el Abba y Jesús. Y ese amor mutuo crea comunidad.

Como dice una pensadora “los pedazos que soy, mi amiga los reúne y me los devuelve en el orden correcto”. Este es el objetivo de la comunidad de Jesús.

Te invito a leer el texto varias veces, despacio, muy despacio. Y déjate llevar por la frase que te llega,  la que llama a tu puerta y déjala entrar.

¿Qué hago con todo lo que Jesús me comunica? ¿Me lo quedo? ¿Es mío?

Comparto esta frase de “El Principito” de Saint-Exupery:

Lo que embellece al desierto es que esconde un  pozo en cualquier parte…

Si las personas no nos dedican tiempo, si no se comunican, entonces la soledad se hace presente, aún en medio de una multitud.

Y es precisamente ese saber que en medio de la aridez, del ser siervo, que alguien te llama amiga, lo que descubre y localiza tu pozo interior.

Ese es el significado último del Evangelio, el esfuerzo que hace Jesús para comunicarnos donde bebe, donde está su pozo en medio de su desierto, y esa fuente es el Abba. Su intimidad, su complicidad que deja de ser lo que sea: religiosidad, moral… para ser amistad, relación de confianza absoluta.

De ahí el dolor cuando intentamos amar así, en confianza, como Jesús desde nuestra pequeñez y alguien se encarga de ponerte en el rol de sierva: sírveme lo que sabes hacer, pero no te relaciones conmigo…

¿Es así nuestra relación de preferencia con Dios? Que no se acerque demasiado, pero que siga dándome el amor, la comprensión, la fuerza que necesito para hacer sus obras pero, que no se acerque demasiado, este es mi espacio.

Madurar en la amistad con Dios, es dar pasos de madurez en nuestras relaciones humanas y con la Tierra. Es comprender que la base de toda relación es la confianza que se muestra en el respeto.

Muchas veces preferimos servir, ser servidores, que ser amigos, confidentes, comprometidas a producir frutos que duren.

Como dice el Principito “lo esencial es invisible a los ojos”.

Buen domingo. Disfruta del día con el que nos lo comunica todo, sin filtros para que llevemos por dentro su alegría y la contagiemos.

Magda Bennásar Oliver, sfcc

Fuente Fe Adulta

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Amor y alegría

Domingo, 5 de mayo de 2024
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Amor.2Domingo VI de Pascua

5 mayo 2024

Jn 15, 9-17

El cuarto evangelio muestra un reiterado interés en presentar unidas estas dos realidades: el amor y la alegría. Junto con la paz -otro tema recurrente en este mismo evangelio-, constituyen los tres signos característicos de la madurez psicológica y espiritual.

No es difícil de comprobar: cuando está realmente bien, la persona es amorosa, alegre y serena. Como se suele decir, la persona feliz es buena. Cuando lo que percibimos en alguien es odio, tristeza o agitación, la causa hay que buscarla en algún sufrimiento, presente o pasado, todavía no resuelto o en la ignorancia radical acerca de lo que realmente somos.

El amor y la alegría brotan de la vida y de la unidad que somos. La vida, siempre que no esté bloqueada por sufrimientos no resueltos o por mecanismos defensivos nacidos de aquellos, se expresa en alegría. Por eso, acertaba plenamente Henri Bergson al decir que la alegría es la señal inequívoca de que la vida triunfa. Y Michel de Montaigne cuando afirmaba que la señal más manifiesta de sabiduría es una alegría continua.

Por su parte, la consciencia de unidad es certeza de no-separación, y esa es justamente la más adecuada definición de lo que es amor. Antes que un sentimiento o una emoción, el amor que merece tal nombre es certeza que sabe ver que, aun siendo diferentes, somos lo mismo. Es lo que se percibe cuando vivimos en la consciencia de unidad.

Podría decirse que la alegría nace del amor y que este se hace más “cercano”, incluso más vivo, gracias a la alegría. Uno y otra fluyen en tanto en cuanto permanecemos anclados en la profundidad que somos, en ese “lugar” siempre disponible, al que en todo momento podemos volver.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Solo el amor es digno de la fe.

Domingo, 5 de mayo de 2024
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Jesús-y-sus-discípulos-Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Dios es amor.

La vivencia que Jesús tiene de Dios es que es amor, (1Jn 4,18).

Jesús podía habernos dicho que Dios es infinito, eterno, justo, juez implacable, ultraortodoxo, etc.

Pues bien, JesuCristo tiene una experiencia muy distinta. Dios le ama, nos ama, Dios es Padre que quiere y ama.

Esto será lo que Jesús haga con nosotros: como el Padre me ha amado, así os he amado yo. (v 9).

Hay muchas religiones -muchas “religaciones”- con Dios y probablemente todas sean buenas, pero no todas son iguales. La vivencia, la experiencia que Jesús tiene de Dios es que es amor, (1Jn 4,8).

Somos cristianos porque hemos sido amados, porque Dios nos ha amado y somos cristianos porque amamos.

El “adn” del cristiano no es la doctrina, ni la ley, ni el cumplimiento, ni la perfección de nuestros actos, mucho menos la escrupulosidad de su moral, ritos, vestimentas,  etc.

Somos cristianos está en el amor. Comenzamos a ser cristianos no cuando aprendemos el catecismo cuando nos sentimos amados.

La primera catequesis de una madre (familia) para con sus hijos no es cuando le enseña doctrina, sino cuando les quiere.

 Hemos escuchado hoy que: Quien no ama, no ha conocido a Dios. Uno puede saber toda la doctrina y teología del mundo, pero si no ama, no ha conocido a Dios.

Muchos de nosotros tenemos o hemos tenido una imagen, una experiencia de un Dios duro, justiciero y condenador.

Recuerdo aquello que decía con ironía un sabio cura rural: El Dios de muchos católicos es muy justo, porque castiga a los malos y a los buenos en cuanto se descuidan

Es no es el Dios de Jesús.

Volvamos nuestra mirada al amor de Dios: conozcamos la misericordia de Dios y de Cristo. Somos discípulos amados, no clientes o consumidores religiosos.

Ser cristiano es permanecer, demorarse, “quedarse” en el amor del Señor.

Solamente el amor es digno de la fe.

02.- El amor trasmite paz y alegría.

Los relatos evangélicos de Pascua nos transmiten la paz y alegría del resucitado.

JesuCristo nos ama, Dios nos ama y disfruta cuando su alegría permanece en nosotros, (1ª lectura).

En la Iglesia se ha vivido, -y se vive- un sistema  doctrinal, moral que produce miedo, angustia, condenación. Muchos de los “pocos” que todavía perviven -pervivimos- en la Iglesia susbsisten con la idea de un Dios que tiene la “mecha corta”,  se ofende por menos de nada, y condena en cuento te descuidas…

Quizás por eso la Iglesia es muy sombría, férrea, probablemente muy “religioso-católica”, pero poco cristiana, porque no vive en el Dios de amor.

03.- Este es mi mandamiento: que os améis.

Los judíos tenían 613 preceptos (normas) de comportamiento provenientes de la Biblia (Pentateuco / Torá: 5 primeros libros de la Biblia).

La moral había terminado en el mundo judío y en el católico por ser una mera cuestión jurídica. Todo consistía en el cumplimiento o la transgresión de unas cuantas normas o leyes. De hecho la moral se estudiaba prácticamente en el Derecho Canónico.

Pero el comportamiento cristiano, la moral, es otra cosa más hermosa y más profunda.

En primer lugar se trata de seguir a Jesucristo. La moral cristiana en principio no es cumplir con nada, sino sentirnos amados por Cristo y amarle, lo cual es realizador.

En ocasiones los católicos damos la impresión de ser personas esclavas, reprimidas, que llevamos penosamente y a rastras nuestra fe.

Cristo es libertad. Así lo entendió enseguida San Pablo. Cristo no nos llama a ser esclavos de un esquema religioso legal. No os llamo siervos, sino amigos. Los creyentes estamos liberados por Cristo. La moral cristiana no es esclavizante, angustiante.

Por desgracia este tipo de moral se veía reforzada con la amenaza del Infierno, lo cual ha sido muy poco honesto.

La ética-moral se vio reducida a una pura casuística anecdótica. El bien y el mal eran casos y cosas aisladas y en muchos casos mínimas. Cualquier cosa era pecado mortal.

Jesús nos dice que su mandamiento es uno, el amor. Esto os mando: que os améis unos a otros.

Decía Karl Rahner (1904-1984) que la Iglesia haría bien en recordarnos que Jesús nos dejó solamente un mandamiento: el amor. Las concreciones, las conclusiones de ese hermoso mandato las debiera extraer el cristiano.

San Agustín lo decía de otro modo: ama y haz lo que quieras.

03.- Permaneced en mi amor.

Somos cristianos porque hemos sido amados, hemos recibido el amor de Dios y nos hacemos cristianos porque amamos.

La identidad de la Iglesia no radica en la perfección de su estructura, en la grandeza de su cultura, de sus templos o de su doctrina, arte.

Conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros, (Jn 13, 35).

Las comunidades, la Iglesia de San Juan tras el sufrimiento y rupturas internas padecidas, insiste en permaneced en el amor, que es el centro del cristianismo

El mundo eclesiástico comenzará o comenzaremos a ser eclesiales y cristianos cuando intentemos ver la vida y las situaciones y problemas desde el amor y no tanto desde el legalismo, el miedo, el poder y la ortodoxia.

04.- Somos discípulos amados.

San Juan entiende que cristiano es el Discípulo Amado por el Señor.

El amor produce una gran confianza y una gran serenidad. Noches oscuras nos van a venir, pero quien ama, quien ama la humanidad, la vida, los valores del Reino de Dios vive con el alma sosegada, en calma.

Esto os mando: que os améis unos a otros.

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“La vida cristiana no es de normas o cumplimientos; es de relación, de amistad, de amor”, por Consuelo Vélez.

Domingo, 5 de mayo de 2024
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IMG_4500De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del 6° domingo de Pascua

El amor de Dios da un gozo pleno, colmado, total. Y quien tiene ese gozo, con certeza puede amar en verdad a todos los demás

Perder la vida por fidelidad es lo que produce frutos. De lo contrario es un sufrimiento inútil

Mostrar en el amor de unos a otros que el amor de Dios recibido se hace fraternidad y sororidad en la historia concreta del aquí y el ahora.

Como el Padre me amó, yo también los he amado a ustedes; si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo este en ustedes y su gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. No les llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los he llamado amigos porque todo lo que he oído de mi Padre se los he dado a conocer. No me han elegido ustedes a mí, sino que yo los he elegido a ustedes y los he destinado para que vayan y den fruto y que ese fruto permanezca; de modo que todo lo que pidan al Padre en mi nombre se los conceda. Lo que les mando es que se aman los unos a los otros (Jn 15, 9-17).

 

En este sexto domingo de Pascua, continuamos leyendo el capítulo 15 del evangelio de Juan. El domingo pasado leímos lo correspondiente a la Vid y los sarmientos y hoy se continúa el relato haciendo énfasis en el amor de Dios que nos llega a través de Jesús. El Padre ama al Hijo y el Hijo nos sigue amando a cada uno de nosotros. De ahí se desprende el llamado de amarnos unos a otros, pero no de cualquier manera, sino como Jesús nos ha amado. Precisamente por eso, se pueden destacar aspectos irrenunciables de ese amor de Dios. Un primer aspecto, es la necesidad de permanecer en ese amor. Es como si Jesús nos estuviera abriendo su corazón y nos revelará que el amor de Dios da un gozo pleno, colmado, total. Y quien tiene ese gozo, con certeza puede amar en verdad a todos los demás.

Un segundo aspecto es el límite de ese amor: “hasta la dar la vida. No significa que se este invitando al sacrificio por el sacrificio sino a mantener la fidelidad, la coherencia, la verdad. Perder la vida por fidelidad es lo que produce frutos. De lo contrario es un sufrimiento inútil.

Pero tal vez algo central del evangelio de hoy es la relación que Jesús quiere establecer con los suyos: los llama amigos y no siervos. La experiencia cristiana no es de normas o cumplimientos; es de relación, de amistad, de amor. El texto leído literalmente puede desdecir lo que acabamos de afirmar porque Jesús dice que son sus amigos si hacen lo que les manda. Pero el sentido es lo que en otras ocasiones hemos insistido: la amistad lleva a la comunión de vida, de intereses, de objetivos. Es una obediencia no en el sentido de obligación sino de identificación con el amigo. En otras palabras, el amor de Dios llega gratis, total, infinito, por medio de Jesús, a la vida de cada persona. Es un don que se nos ofrece de antemano. Es una elección que Dios ha hecho por pura “gracia”, no por nuestros méritos o por nuestras capacidades. Y, precisamente por esa elección gratuita la consecuencia lógica es dar los frutos de amor correspondientes, mostrar en el amor de unos a otros que el amor de Dios recibido se hace fraternidad y sororidad en la historia concreta del aquí y el ahora.

La vida del Resucitado que seguimos conmemorando en la Pascua se encarna en el testimonio de amor de cada uno de los cristianos que han comprendido la misión encomendada y se disponen a realizarla en el amor mutuo, en la entrega recíproca, en la corresponsabilidad compartida.

Por parte del Padre todo está dado, todo está concedido. Por parte nuestra se necesita reconocer todo el amor recibido en nuestra vida y disponernos a dar gratis lo recibido gratis, a amar con esa generosidad, misericordia y entrega sin límites, como es el amor de Dios que sigue desbordándose en cada uno de nosotros.

(Foto tomada de: https://www.moralzarzal.es/declaracion-institucional-dia-universal-de-los-derechos-de-la-infancia/)

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Una picazón imposible de ignorar

Lunes, 29 de abril de 2024
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IMG_4429Ruby Almeida

La publicación de hoy es de la colaboradora invitada Ruby Almeida, quien ha estado involucrada en la defensa de los católicos LGBTQIA en todo el mundo durante las últimas dos décadas, incluido el liderazgo en Quest, Bridge and Embrace India, y la Red Global de Católicos Arco Iris. También ayuda a gestionar un programa para personas que desean volver a practicar la fe católica.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el Domingo V de Pascua  se pueden encontrar aquí.

En la lectura del evangelio de hoy, Jesús nos ruega a todos y cada uno de nosotros: “Permaneced en mí, como yo permanezco en vosotros“. Este anhelo ha sido expresado por muchas personas marginadas y distanciadas con las que me he topado a lo largo de mis varias décadas de ministerio en la comunidad de fe LGBTQIA. Es una especie de picazón imposible de ignorar.

He visto a adultos llorar cuando hablaban de su camino de fe; esa efusión de emociones que han estado reprimidas durante tanto tiempo es una experiencia catártica y liberadora para ellos. Verlos crecer en la confianza en sí mismos, sabiendo que son amados y que son miembros valiosos de la comunidad de fe, todo esto crea un espacio y una oportunidad para que se acerquen más a Jesús. Pueden convertirse en el pámpano que da mucho fruto en su discipulado con Cristo, la vid, para usar otra de las imágenes del evangelio de hoy.

Por eso me duele mucho que aquellos que dicen ser “buenos cristianos” se atrevan a ser tan críticos. Estos “buenos cristianos” a menudo encuentran las formas menos cristianas de marginar y aislar a los miembros de nuestra comunidad LGBTQIA al centrarse en una característica de identidad, no en el ser humano, la persona creada por Dios. Cuando el Papa Francisco estaba consolando a un hombre gay que sentía que la Iglesia lo condenaba por su sexualidad, el Papa dijo que debemos ver a la persona como un “sustantivo y no como un adjetivo”. No hace falta decir que ese hombre gay rompió a llorar cuando escuchó esas palabras de afirmación.

Soy muy consciente de los desafíos y disparidades que enfrentamos en la sociedad y dentro de nuestra comunidad eclesial cuando intentamos vivir nuestras vidas auténticas y holísticas. Los escenarios de hostilidad, disensión y dolor causados por unos pocos son suficientes para destruir la noción de que todos somos hijos de Dios. Quizás en estos escenarios empecemos a creer que no somos dignos de un lugar en la mesa, o incluso del amor.

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El escultor canadiense Timothy Schmalz sentado junto a su escultura “Jesus the Homeless“.(jesús el sin techo) Espera que la escultura se presente en ciudades de todo el mundo, fundida en bronce para que dure por la eternidad como un recordatorio para los cristianos del mensaje de Jesús en Mateo 25. | (Foto: Cortesía de Timothy P. Schmalz Inc.)

Durante algún tiempo, he ayudado a ministerios para ayudar a dar la bienvenida a la iglesia a personas separadas: el programa Landings, durante la última década y, más recientemente, los Ritos de Iniciación Cristiana para Adultos (RICA). El programa Landings trata de escuchar con compasión a aquellos católicos bautizados que se han distanciado de su fe, aquellos que se marchitan en la vid como menciona el evangelio de hoy. En casi todos los programas que hemos realizado, siempre ha habido al menos una persona de la comunidad LGBTQIA con el deseo de reconectarse con su fe. Sus historias son tan poderosas como las de aquellos que no son de la comunidad. Todos comparten una experiencia común de ser marginados y juzgados, de sentirse indignos del amor de Dios. Esta marginación no es el plan de Dios, sino lo que le hacemos a nuestros semejantes. Una vez finalizado el programa, los participantes descubren la alegría absoluta de ser parte de una comunidad de fe donde son aceptados, amados y respetados por quienes son.

Este paso del juicio anticristiano a la bienvenida cristiana fue visible en la misa del domingo pasado. Una persona sin hogar había encontrado refugio en un banco en la parte trasera de la iglesia y durante toda la misa durmió un sueño muy necesario sentado erguido. Nadie en la iglesia intentó desalojar a la persona ni avergonzarla. Al terminar la misa, se estiraron y durmieron profundamente. Sin juicio. Sólo bienvenida y amor.

La Iglesia —nuestra Iglesia, nosotros somos la Iglesia, la vid sobre la cual crecen nuestras ramas— necesita ser nutrida y sostenida por la amorosa compasión de las palabras, los hechos y las acciones de Cristo. Nuestra Iglesia nunca puede ser un lugar que dé estatus a las opiniones, juicios y condenas de unos pocos creados por el hombre. Los marginados, los forasteros, los marginados son con quienes Cristo eligió ponerse del lado y entre ellos estar. Por lo tanto, debemos quedarnos para pelear la buena batalla. La lucha por el amor, la compasión y la dignidad que todos y cada uno de los seres humanos merecen.

—Rubí Almeida, 28 de abril de 2024

Fuente New Ways Ministry

IMG_4436Nota: El escultor canadiense Tim Schmalz dijo que el Papa Francisco bendijo la estatua, pero dos catedrales rechazaron su imagen de bronce de Jesús en un banco del parque.

“Imagínese una figura de tamaño natural totalmente envuelta en una manta o un saco de dormir, con lo único visible los pies de la figura”, dijo. “Si miras los pies, en realidad ves las heridas de Jesús”.

Las catedrales de Toronto y Nueva York rechazaron previamente la estatua en 2013.

Schmalz espera que la gente se siente a los pies de la escultura y se inspire para ayudar a los demás.

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“Contacto vital con Jesús”. 5º Pascua – B (Juan 15,1-8)

Domingo, 28 de abril de 2024
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Winter vineyard in La Rioja, Spain. Shot in January.

IMG_4256Según el relato evangélico de Juan, en vísperas de su muerte, Jesús revela a sus discípulos su deseo más profundo: «Permaneced en mí». Conoce su cobardía y mediocridad. En muchas ocasiones les ha recriminado su poca fe. Si no se mantienen vitalmente unidos a él, no podrán subsistir.

Las palabras de Jesús no pueden ser más claras y expresivas: «Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí». Si no se mantienen firmes en lo que han aprendido y vivido junto a él, su vida será estéril. Si no viven de su Espíritu, lo iniciado por él se extinguirá.

Jesús emplea un lenguaje rotundo: «Yo soy la vid y vosotros los sarmientos». En los discípulos ha de correr la savia que proviene de Jesús. No lo han de olvidar nunca. «El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante, porque sin mí no podéis hacer nada». Separados de Jesús, sus discípulos no podemos nada.

Jesús no solo les pide que permanezcan en él. Les dice también que «sus palabras permanezcan en ellos». Que no las olviden. Que vivan de su evangelio. Esa es la fuente de la que han de beber. Ya se lo había dicho en otra ocasión: «Las palabras que os he dicho son espíritu y vida».

El Espíritu del Resucitado permanece hoy vivo y operante en su Iglesia de múltiples formas, pero su presencia invisible y callada adquiere rasgos visibles y voz concreta gracias al recuerdo guardado en los relatos evangélicos por quienes lo conocieron de cerca y le siguieron. En los evangelios nos ponemos en contacto con su mensaje, su estilo de vida y su proyecto del reino de Dios.

Por eso, en los evangelios se encierra la fuerza más poderosa que poseen las comunidades cristianas para regenerar su vida. La energía que necesitamos para recuperar nuestra identidad de seguidores de Jesús. El evangelio de Jesús es el instrumento pastoral más importante para renovar hoy a la Iglesia.

Muchos cristianos buenos de nuestras comunidades solo conocen los evangelios de «segunda mano». Todo lo que saben de Jesús y de su mensaje proviene de lo que han podido reconstruir a partir de las palabras de los predicadores y catequistas. Viven su fe sin tener un contacto personal con «las palabras de Jesús».

Es difícil imaginar una «nueva evangelización» sin facilitar a las personas un contacto más directo e inmediato con los evangelios. Nada tiene más fuerza evangelizadora que la experiencia de escuchar juntos el evangelio de Jesús desde las preguntas, los problemas, sufrimientos y esperanzas de nuestros tiempos.

José Antonio Pagola

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