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La inclusión trans no es suficiente para una verdadera sinodalidad

Lunes, 16 de octubre de 2023
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IMG_0939 La publicación de hoy es parte de la serie de reflexiones teológicas de Bondings 2.0 sobre cuestiones LGBTQ+ y el Sínodo sobre la Sinodalidad, que se publicará cuando la Asamblea General del Sínodo se reúna en el Vaticano este mes. Para conocer toda la cobertura del Sínodo de Bondings 2.0, incluidos los informes de Roma, haga clic aquí.

La publicación de hoy es de la Dra. Nicolete Burbach, líder de justicia social y ambiental en el Centro Jesuita de Londres. Su investigación se centra en utilizar las enseñanzas del Papa Francisco para superar las dificultades en el encuentro de la Iglesia con la transidad.

El proceso sinodal ha galvanizado un movimiento para que los grupos marginados sean incluidos activamente en la vida deliberativa de la Iglesia. El objetivo es que todos puedan contribuir con las diversas riquezas de su fe y sus ideas. Y esto también se extiende a nosotras las personas trans.

En contra de esta idea, algunos católicos afirman que aquellos de nosotros que somos trans deberíamos encontrar nuestra identidad en Cristo por encima de nuestras otras identidades. Según este punto de vista, deberíamos participar en la sinodalidad no sobre la base de la diversidad como “personas trans”, sino simplemente como “católicos”.

Sin embargo, ninguno de estos enfoques contextualiza adecuadamente la transidad. Como resultado, no abordan las verdaderas complejidades de la inclusión trans. Estas deficiencias se destacan desde una tercera perspectiva: la liberación trans.

Hay muchas formas diferentes de ser trans, pero lo que une a todas las personas trans es que nuestras vidas no cumplen con ciertas normas en torno al sexo y el género. Estas normas sustentan culturas e instituciones que directa o indirectamente nos penalizan por vivir nuestras vidas; algo conocido como “castigo social”. Esto puede significar discriminación directa, como cuando es menos probable que los empleadores contraten a personas trans. También puede significar discriminación indirecta, como cuando la pobreza trans resultante dificulta el alquiler de alojamiento. Y puede significar una desventaja sistémica, por ejemplo, cuando la falta de vivienda dificulta el registro con un proveedor de atención médica. Finalmente, también puede significar exclusiones, incluidas las activas, como que se te niegue la Comunión, o las más pasivas, como el efecto de que las personas de tu comunidad te vean como engañados (incluso si son amables al respecto).

Estas dinámicas son un punto de distinción dentro de la sociedad, que nos distingue como un grupo con una identidad compartida; uno definido por nuestro estar sujetos a estos castigos. Esto es, al menos en parte, lo que significa ser trans; así es como se “produce” la transidad como una “cosa” distintiva en la sociedad. El liberacionismo trans se basa en esta idea para argumentar que la inclusión en la sociedad o en instituciones como la Iglesia no es suficiente para las personas trans. Si bien la sociedad y las instituciones que la gobiernan y reflejan castigan la vida trans, nunca podremos florecer verdaderamente dentro de ellas. En lugar de una simple inclusión, deberíamos buscar transformar la sociedad y sus instituciones para liberar a las personas del castigo social que las señala como trans.

Un enfoque de liberación trans también cuestiona la idea de que las personas trans deberían ocupar nuestro lugar en la vida de la Iglesia simplemente como católicos, sin hacer referencia a nuestra transidad. ‘Trans‘ es el nombre que le damos al colectivo que es señalado por estos castigos sociales. Esto es algo objetivo, no una etiqueta que simplemente desechamos por aspiración a un modelo particular de pertenencia a la Iglesia. Para que podamos participar en la Iglesia simplemente como “católicos”, nuestras comunidades tendrían que arrepentirse de los castigos sociales que nos definen como personas “trans”. Tendría que convertirse en el tipo de sociedad que busca la liberación trans: una que esté libre de los castigos sociales que producen la transidad como tal.

También creo que esta perspectiva liberacionista es la mejor para la sinodalidad. La vida sinodal de la Iglesia se enriquece con las diferencias en la Iglesia. Pero para enriquecer, estas diferencias deben ser vivificantes, en lugar de girar en torno al castigo. De ahí que el Instrumentum Laboris para el Sínodo en curso establezca que la sinodalidad:

…reconstituye la Iglesia en la unidad: cura sus heridas y reconcilia su memoria, acoge las diferencias que lleva y la redime de divisiones enconadas, permitiéndole así encarnar más plenamente su vocación de ser ‘en Cristo como un sacramento o como un signo’. e instrumento a la vez de una unión muy íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano’ (LG 1)”. (IL 28)

La dinámica del castigo que produce la transidad produce tal “división enconada”. Es la división entre el grupo que castiga y el grupo que es castigado. Deberíamos estar libres de estas divisiones y así poder ser simplemente católicos.

De hecho, la liberación trans en la Iglesia también puede ser la única manera para que las personas trans sean verdaderamente parte de la vida sinodal de la Iglesia. El Instrumentum Laboris identifica sinodalidad con comunión, afirmando que:

“La comunión no es un encuentro sociológico como miembros de un grupo identitario sino que es ante todo un don del Dios Trino, y al mismo tiempo una tarea… de construcción del nosotros del Pueblo de Dios” (46).

En otras palabras, la comunión, y por tanto la sinodalidad, no es simplemente una cuestión de procesos sociales como la identificación. Más bien, tiene sus raíces en una realidad espiritual. El documento identifica esto con la unidad de la humanidad en Dios, algo que todavía tenemos que lograr, pero de lo cual “recibimos una anticipación” en la Eucaristía (47).

El documento también enseña que ocupamos nuestro lugar dentro de esta comunión a través de la “participación”. Esto, entre otras cosas, es “una manera de alimentar las relaciones de hospitalidad, acogida y bienestar humano que unen en el corazón de… la comunión” (56). La verdadera “inclusión” en el proceso sinodal significa esta participación, por la cual entramos en la comunión sinodal.

Cuesta ver cómo las relaciones de “hospitalidad, acogida y bienestar humano” que lo caracterizan son compatibles con el castigo social que define a las personas trans como grupo. Tampoco pertenece a la paz que vislumbramos en la Eucaristía.

En este contexto, necesitamos ir más allá de nuestra inclusión en la vida sinodal de la Iglesia, ya sea específicamente como personas trans o sin tener en cuenta nuestra transidad. Necesitamos lograr la participación trans. Y esto no puede suceder mientras seamos rechazados en el altar, mientras seamos rechazados y condenados (o incluso simplemente compadecidos por engañados), o mientras los miembros de nuestras comunidades continúan apoyando políticas que buscan eliminar la trans de la esfera pública. A menos que superemos estas cosas, nuestra comunión siempre se verá empañada por la división enconada del castigo social. La mera inclusión no es suficiente. Para vivir verdaderamente a la altura de nuestra vocación eucarística a la sinodalidad, lo que necesitamos es liberación trans.

—Nicolete Burbach, 15 de octubre de 2023

Fuente New Ways Ministry

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¡Basta ya de silenciamiento de las Mujeres-Iglesia!

Lunes, 8 de marzo de 2021
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basta-ya-del-silenciamientoConvocatoria de Tras las Huellas de Sophía para preparar el camino hacia el 8M

Andrea González y maría Noriega
Ciudad de México (MÉXICO).

ECLESALIA, 05/03/21.- En Tras las Huellas de Sophía hemos tomado la iniciativa de preparar el camino hacia el 8M uniéndonos al grito de tantas mujeres laicas, teólogas, congregaciones religiosas, asociaciones y colectivos feministas que claman al unísono por la inclusión real de las mujeres en la Iglesia Católica.

Desde la conclusión del Concilio Vaticano II en 1965, las mujeres tomaron conciencia de los roles subalternos que venían desempeñando al interior de la Iglesia. Surgieron fuertes cuestionamientos sobre el significado de su dignidad y equidad en la institución eclesial, y sobre la imago dei de las mujeres.

De esta concientización muchas, decidieron salir de sus congregaciones, otras empezaron a formarse en estudios superiores de teología, otras se articularon sororalmente en comunidades eclesiales de base y otras tantas han optado por ordenarse como ministras y a una gran cantidad les hemos perdido por el camino pues prefirieron abandonar la Iglesia.

A partir de ello ha habido avances; en ocasiones poco perceptibles ya que la jerarquía eclesial a pesar de que aparenta hacer cambios; sigue sosteniendo el discurso y postura patriarcal tanto en las homilías, en sus actitudes, acciones, sínodos yencíclicas aún en las más recientes. Baste mencionar el Sínodo de la Amazonía en el que a las mujeres delegadas no se les permitió votar, o el título de la última Encíclica, “Fratelli tutti”, en la que, a pesar de las cartas enviadas para solicitar un nombre inclusivo para la misma, estas fueron rechazadas.

La Convocatoria de Tras las Huellas de Sophía, rumbo al #8M invita a las mujeres a tomarse una foto con el cartel ¡Basta ya de silenciamiento de las mujeres-Iglesia! Esta foto se enviará al correo traslahuelladesophia@gmail.com y será publicada en Redes Sociales. Con todo el material recibido, se hará un vídeo.

Lo que pedimos es que se haga realidad.

Ya son muchos años de resistencia e insistencia si en algo nos ha favorecido esta tremenda pandemia es que se han eliminado fronteras, hemos estrechado lazos y vínculos y nos hemos cohesionado y articulado de tal manera que de forma conjunta y casi global estamos convencidas de que ya llegó el momento y gritamos a la vez y a una sola voz: ¡Basta ya de silenciamiento de las Mujeres-Iglesia!

 (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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De la exclusión a la participación.

Viernes, 16 de octubre de 2015
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sentir-la-curacic3b3nA propósito de Juan 9, 1-41
Pedro Kalmbach. Argentina

ECLESALIA, 25/09/15.- Al imaginarme la escena del lugar previo al paso de Jesús, me lo imagino como un pueblo o un barrio tranquilo. Un barrio con unas casas, una sinagoga, personas caminando, otras descansando o haciendo sus quehaceres, otras yendo y viniendo de sus trabajos. Y en esa escena también me lo imagino a un costado al mendigo, al hombre que era ciego de nacimiento… Quienes vivían allí tenían la vista y el corazón acostumbrados a ese paisaje.

En la vida acostumbramos a nuestra vista y corazones a muchas situaciones. De esa manera situaciones terribles –de exclusión, de discriminación, de miseria- pueden pasar a ser vistas y entendidas como normales. También pueden llevar a que esquivemos nuestras miradas, cerremos nuestros corazones y hagamos de cuenta como que no hemos visto ni sentido nada.

Nos hemos acostumbrado, nuestra sociedad, nuestras iglesias se han acostumbrado a un “paisaje” con gente viviendo en la calle, con gente que nunca va a poder acceder a determinados lugares, con gente excluida por algún tipo de discapacidad como si fuera normal. Nos hemos acostumbrado a ser una sociedad excluyente/discapacitante.

Y pareciera ser que en la época de Jesús esto no era diferente. Así comienza este pasaje en los versículos 9:1-2:

“Vio, al pasar, un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos:

– ”Rabbí, ¿Quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?”

Jesús lo ve al pasar cuando iba caminando con sus discípulos. Y ellos realizan esa pregunta a Jesús. Una pregunta que es propia de quienes están acostumbrados a ver en el paisaje de los pueblos y barrios a mendigos, a personas excluidas, que saben que la sociedad tiene una explicación y justificación para todo eso, pero que de alguna manera sienten que eso no está bien. Ellos necesitaban escuchar del maestro la razón por la cual ese hombre era ciego.

Y Jesús, al responder esta pregunta no entra en la lógica de la misma. Él plantea otra lógica/ paradigma. Él saca del camino la justificación de esa situación a causa del pecado y coloca el foco en otro lugar, plantea otro modo de ver las cosas: las obras de Dios. Las obras de Dios como una clave diferente para poder ver una situación.

Los discípulos realizan la pregunta según la lógica existente, así como habían aprendido. Y esto es notable; a veces pensamos que nos hemos animado a salir de la visión según esa lógica, pero en el fondo no lo logramos si no hacemos el paso de quebrar el paradigma que la sustenta.

La pregunta de los discípulos no va al fondo de la cuestión, ella no logra romper con la lógica de exclusión porque el paradigma que la sustenta plantea la exclusión: El que está excluido, al margen de la sociedad, en cierta forma está ahí por su culpa o por la de sus padres. La respuesta que esperaban los discípulos, a pesar de sentir que eso no está bien, respondía a esa lógica.

Ante ello Jesús propone ver las cosas de una forma diferente. Una forma que tiene que ver con las obras de Dios.

Es interesante notar que en la narración, la obra de Dios trastoca la tranquilidad del barrio/pueblo. A partir de la acción de Jesús se arman una serie de confusiones y malestares. Primero el juicio de los vecinos, luego la interrogación de los fariseos, luego los padres del ciego que tienen miedo de decir claramente lo que deben decir, luego otra vez un interrogatorio al mendigo que culmina con su expulsión de la sinagoga, un segundo encuentro de Jesús con el mendigo y finalmente la conversación desafiante de Jesús con los fariseos. Hay gente que cuestiona, que delata al mendigo, encargados de la fe que se ven cuestionados en su autoridad y en sus creencias, que expulsan al mendigo y discuten con Jesús.

La obra de Dios produjo una conmoción, un revuelo, que si no hubiera sucedido, todo seguiría igual de tranquilo. La obra de Dios realiza algo que cuestiona la manera usual de ver y de entender las cosas. La pregunta por la culpabilidad de ese mendigo y su situación queda, a partir de la acción de Dios en Jesús, totalmente fuera de lugar.

Esa acción levanta una nueva pregunta: ¿dónde está cada uno en relación al mendigo? Ella revierte no solo la situación del mendigo, ella también cuestiona la manera en que las diversas relaciones sociales que vinculaban a ese mendigo con sus vecinos habían colaborado de una u otra forma a mantenerlo aislado, mendigando. La obra de Dios quiebra un paradigma de relaciones humanas excluyentes y propone un nuevo paradigma, un paradigma de inclusión.

Al imaginarme la escena del lugar después del paso de Jesús, quiero imaginármelo un poco diferente de lo que era al inicio, por lo menos con algunas personas cuya vista y corazón comenzaron a negarse al acostumbramiento frente a la exclusión. Es probable que algunas personas hayan revisado sus miradas y sus lugares sociales y que otras no. El mendigo pareciera ser que lo hizo (por reconocer a Jesús como el Señor, fue expulsado de la “sinagoga”). Pero no sabemos lo que hicieron los padres, los vecinos, los fariseos que cuestionaron al mendigo y que discutieron con Jesús, tampoco sabemos lo que hicieron los discípulos.

La narración abre varias preguntas, entre ellas la pregunta por nuestras propias miradas, por nuestros paradigmas. Así también la pregunta por nuestras comunidades e iglesias, por nuestros institutos/centros de formación teológica. ¿Qué hacemos? ¿Cuáles son los paradigmas que los sustentan?

Que nuestro buen Dios nos siga abriendo los ojos y corazones para no acostumbrarnos a las situaciones y a los paisajes dolorosos de exclusión en los cuales vivimos

Que así sea. Amén.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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