Del blog de Xabier Pikaza:
Dom 28 tiempo ordinario, ciclo A. Mt 22, 1-11. Esta es la finalidad esencial del Sínodo 2014: Unos cientos de Padres Sinodales (en principio todos hombres y solteros, con buen solideo ¿sólo para Dios?) están reunidos en Roma para cumplir el evangelio del domingo: Mt 22, 1-11: ¡Deben preparar las bodas de los hijos de Dios, es decir, de los hombres y mujeres: que se casen si quieren, que sean felices, que celebren unidos el don de la vida.
Ésta es la tarea que el evangelio del domingo (¡no sólo del Papa Francisco!) ofrece y pide a los sinodales de Roma. Ellos, como expertos en humanidad (¡así se presentan!) y como legados de un Dios que quiere las “bodas” de sus hijos,en el sentido extenso (no como puro sacramento canónico):
‒ que todos los hombres y mujeres del mundo puedan alimentarse bien, y tener salud física y mental, pues de lo contrario no hay bodas…
‒ que todos puedan tener libertad para hacer lo que quieran (y con quien quieran), para hacerlo en amor (y hacer el amor, que eso es también bodas…)
‒ que puedan vivir en gozo y fecundidad de vida y amor, solteros y casados, con soli-deo y sin solideo, que todos somos hijos del mismo Dios.
Para eso están reunidos, aunque su misión es dura, pues hombres y mujeres estamos bien liados en otros asuntos, y muchos no pueden pensar en matrimonios (y otros no quieren, pues sólo les importa el poder el dinero, como dirá la parábola).
Además, por lo que dice la prensa, entre los sinodales hay opiniones distintas, y deben discutirlas. Pidamos por ellos. De todas formas, ellos se han reunido como buenos “casamenteros” (decía Don Quijote que el oficio más importante del mundo, más que el de Rey o Sultán es el de casamentero: que todos los hombres y mujeres puedan bien casarse).
Este “oficio” de casamenteros y sinodales es difícil, como sabe este pasaje atormentado de Mt 22, 1-11, lleno de gozosas evocaciones y duros añadidos posteriores que he comentado al menos tres veces en este blog (al año 2008 y el 2011, al comentar la liturgia del domingo 28, ciclo ordinario, ciclo A.), poniendo de relieve los diversos rasgos mensajes del texto. Aquí me limito a ofrecer una breve paráfrasis de la primera parte del texto (dejando a un lado un fondo de violencia que aparece claro en la versión de Mateo…). Comento el pasaje y lo hago desde el fondo del Sínodo de la Familia.
((PD. Nuestro colaborador y amigo Galetel ha introducido unos sabrosos y “ciertos” comentarios sobre la parábola de Jesús y sus interpretaciones posteriores. En ese contexto he añadido algo que puede interesar a los lectores:
Tienes razón, Galetel… En otras postales, desde hace seis años, he comentado lo que dices… Todo es cierto. Pero aquí quiero centrarme sólo en el tema de fondo: Para que la boda escatológica del fin de los tiempos sea posible (real) tiene que potenciarse un equivalente histórico de “bodas humanas”. Sólo así se entiende el “padrenuestro” del evangelio: “así en la tierra como en el cielo”. El cielo escatológico empieza a realizarse aquí, de manera que no podemos hablar de bodas finales si no abrimos el camino de las “buenas bodas” (para todos) en la historia de los hombres. Por eso, los “sinodales”, reunidos en Roma, han de estar al servicio de esas bodas, es decir, de la auténtica familia de Dios)).
Así quiero decirlo con amor y con humor. Miren la foto: ¿Le parece que esos sinodales son buenos casamenteros? No le parece quizá que debían trotar algo más por el mundo, meterse en la masa, sufrir y gozar con la gente (¡oler a oveja, y a novia y demás…!). De todas formas, bendito sea Dios, que él nos ayude.
Todo este tema sigue inspirado en el espíritu y letra de mi libro sobre LA FAMILIA EN LA BIBLIA. Buen fin de semana
Parábola de Jesús, Mt 22, 1-11
En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
“El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.” Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos.
El rey montó en cólera… y dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda.” Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.
COMENTARIO CURSIVO
En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los “senadores” del pueblo:
Éste es un pasaje para los jefes del pueblo, es decir, en nuestro caso, para los Padres sinodales… Ellos los que se consideran sumos sacerdotes y en especial los “senadores”, que son los ricos en poder y dinero tienen una responsabilidad especial. Esta es palabra para todos, pero va en especial para sacerdotes y jefes del pueblo, que hagan todo lo posible para que la gente se pueda casar bien…
“El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo.
Dios quiere que los hombres y mujeres “tengan bodas”, es decir, que puedan “casarse”, en banquete de amor. “Boda” aquí no es sólo casarse, sino vivir en salud, tener pan y libertad, encontrar un espacio de comunión, de diálogo. Que todos puedan comer y compartir, y alegrarse de ser chicos y chicas, hombres y mujeres, con padres e hijos, todos…, que puedan todos recorrer la vida como un camino de amor…
Mandó criados…
Los criados del Gran Rey son la gente de su “entorno”, sus hombres y mujeres de confianza. En este caso son los Padres Sinodales, que han de ser todos expertos en caminos y en bodas… entrenados en recorrer el mundo y en encontrar a la gente, invitándola para las bodas de Dios, que son las bodas de los hombres. Aquí tenemos un sínodo de un par de centenares de expertos en bodas… aunque a veces me parece que ellos no son los más indicados, pues faltan los chicos y chicas, las mujeres, que algo saben de bodas…
(Mandó criados….) para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.”
Mandó una vez, mandó otra… Éste es un tema de toda la Biblia: Dios ha enviado mensajeros, invitando primero a los judíos (según la visión de Israel), después a todos los hombres y mujeres… Quiere que todos puedan compartir su boda, es decir, la boda de la vida de los hijos de Dios… Ahí andan los Padres Sinodales, viendo la manera de invitar a todos los pueblos y gentes de la tierra a las bodas de Dios. Son (han de ser) los buenos casamenteros… los que hagan posible que la vida sea una boda de amor… Como he dicho, ellos han de cumplir ese oficio esencial, aunque algunos dudan de que sean los más indicados.
Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos.
Desengañémonos. Mucha gente no (sobre todo los más poderosos) no quiere bodas, quiere otra cosas… Tener muchas tierras (dinero), tener buenos negocios (más dinero…). La gente no quiere que nadie le diga lo que tiene que hacer, sobre bodas de felicidad, bodas para todos…
Lo que mandan sobre el mundo son los campos (el oro y el hierro, el petróleo y las grandes posesiones…). Las bodas son secundarias, el amor no importa….
Los que mandan sólo quiere dinero, poder y violencia… Por eso matan, son capaces de matar a los que hablan de bodas, de amor para todos, de vida fraterna y amorosa. Ésta es la más triste radiografía de una realidad social e histórica hecha de deseo de dinero, de poder y de violencia, sin búsqueda de amor.
El rey montó en cólera… y dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda.” Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.
Dejo a un lado el rasgo de violencia (el rey manda matar a los malos…), para quedarme sólo con la parte positiva, que responde al evangelio… A pesar de todo, el Rey quiere que haya bodas y se empeña en lograr que exista felicidad para su hijo, es decir, para todos los hombres y mujeres de la tierra. Ésta ha de ser la tarea del Sínodo, de esos Padres Casamenteros, reunidos en Roma, para que sean preparar o animar las bodas de los hijos de Dios.
AMPLIACIÓN EXEGÉTICA
Ésta es la parábola original, que ha sido citada también básicamente por Lc 14, 16-23. El texto ha sido conservado e interpretado (al parecer) por el documento Q, pero contiene un mensaje original de Jesús, que puede y debe situarse en el contexto de su “misión final”, quizá tras el “fracaso” de su mensaje en Galilea, quizá en el entorno de su ascenso a Jerusalén. Los elementos básicos de esa parábola, que se sitúa y entiende bien en el contexto del mensaje de Jesús, son los siguientes:
a. Jesús ha venido a “invitar” primero a los judíos (en especial a los galileos) al “banquete de bodas de los hijos de Dios”. Él ha preparado ese banquete, unas bodas de amor en libertad, y ha comenzado a realizarlo entre los suyos, abriendo ese mensaje y camino de bodas para todos: ¡vendrán de oriente y occidente y se sentarán en la mesa de bodas…! (tema de las multiplicaciones).
b. Pero el conjunto de Israel (en especial los galileos, luego los jerosolimitanos) no han aceptado ese banquete de Dios, no aceptaron su forma de entender las bodas. Han preferido quedarse en sus “negocios” (bien especificados por Lc 14, que recoge quizá una versión más antigua de la parábola). Jesús acepta ese rechazo como un misterio (en la línea de la tradición del rechazo de los profetas).
c. Jesús pide a los suyos que inviten a todos, buenos y malos, a los perdidos de los cruces de caminos, pobres, enfermos… En un primer momento, estos “nuevos invitados” son los israelitas “impuros”, los que no tienen dinero (no pueden dedicarse a sus bueyes y casas y viñas, ni casarse…). Jesús invita a todos, el banquete es gratis.
d. La iglesia posterior ha podido interpretar la “segunda llamada” de la parábolas (por campos y caminos) como una invitación a los “gentiles”, es decir, a los que no estaban preparados para el banquete de bodas…, a los que no habían pasado por la “escuela” de la ley judía. En esa línea los “casamenteros” del Sínodo tienen que ver cómo preparar mejor las bodas para todos…
e. En ese contexto es coherente la “amenaza final”, que puede provenir (parabólicamente) del mismo Jesús. Recordemos que estamos ante una parábola, con lenguaje figurado (simbólico), no ante un texto de teología. Es evidente que Jesús tiene que “amenazar” a los que no quieren el banquete, tiene que decirles que corren el riesgo de perderse a sí mismos. Esa palabra (el Rey manda matar a los que rechazan el banquete) forma parte de la misma dinámica de la parábola, que se cuenta con toda seriedad: ¡Quien rechaza el don de la vida, la gracia del amor, el banquete abierto a todos, corre el riesgo de perderse.
f. La Iglesia un banquete de familia-bodas. El símbolo y práctica del banquete, abierto a todas las naciones, en claves de reconciliación y plenitud humana, resulta importante en el menaje y vida de Jesús. Ese Banquete/Boda de Reino ha de ser universal, abierto a la muchedumbre, superando los sacrificios del templo de Jerusalén, y los convites rituales (puros) de los pequeños grupos de separados, como los fariseos (haburot) y esenios de Qumrán. La comensalidad abierta define el carácter humano y expansivo del movimiento de los seguidores de Jesús que no necesitan un templo donde sacrificar corderos para comerlos, entre los puros, ni casas especiales de doctrina (escribas), ni lugares de manutención separada (alimentos puros, para hombres en estado de pureza), sino que ofrecen y comparten la comida normal (pan y pescado), a campo abierto, con mujeres y niños, como si se hubiera cumplido ya la promesa de Is 26, 6-8.
g. La Iglesia, unas bodas… En esa línea se sitúa el tema de la peregrinación final de Is 2, 2-4, que forma es trasfondo de ese texto. : «En verdad os digo, vendrán muchos de Oriente y Occidente y se sentarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob, en el Reino de los cielos…» (Mt 8, 11-12). Ese tema recoge un motivo de la tradición escatológica de Israel (cf. Is 2, 1-4; 18, 7; 40, 5; 60, 1-22; Miq 4, 1-2; Zac 8, 20-21), según la cual vendrán los hijos dispersos, desde los cuatro puntos cardinales, para sentarse a la mesa del banquete de bodas… … Pero el movimiento de Jesús ha reelaborado esa tradición dándole unos rasgos particulares. Expertos en ese banquete han de ser los Padres Sinodales. Buen trabajo, hermanos.
Biblia, Espiritualidad
Ciclo A, Dios, Evangelio, Jesús, Parábola de los invitados a la boda, Tiempo Ordinario, Xabier Pikaza
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