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“Abrirnos al misterio de Dios”. Fiesta de la Trinidad – C (Juan 16,12-15)

Domingo, 22 de mayo de 2016
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9-TRINIDAD-300x297A lo largo de los siglos, los teólogos han realizado un gran esfuerzo por acercarse al misterio de Dios formulando con diferentes construcciones conceptuales las relaciones que vinculan y diferencian a las personas divinas en el seno de la Trinidad. Esfuerzo, sin duda, legítimo, nacido del amor y el deseo de Dios.

Jesús, sin embargo, no sigue ese camino. Desde su propia experiencia de Dios, invita a sus seguidores a relacionarse de manera confiada con Dios Padre, a seguir fielmente sus pasos de Hijo de Dios encarnado, y a dejarnos guiar y alentar por el Espíritu Santo. Nos enseña así a abrirnos al misterio santo de Dios.

Antes que nada, Jesús invita a sus seguidores a vivir como hijos e hijas de un Dios cercano, bueno y entrañable, al que todos podemos invocar como Padre querido. Lo que caracteriza a este Padre no es su poder y su fuerza, sino su bondad y su compasión infinita. Nadie está solo. Todos tenemos un Dios Padre que nos comprende, nos quiere y nos perdona como nadie.

Jesús nos descubre que este Padre tiene un proyecto nacido de su corazón: construir con todos sus hijos e hijas un mundo más humano y fraterno, más justo y solidario. Jesús lo llama «reino de Dios» e invita a todos a entrar en ese proyecto del Padre buscando una vida más justa y digna para todos empezando por sus hijos más pobres, indefensos y necesitados.

Al mismo tiempo, Jesús invita a sus seguidores a que confíen también en él: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en mí». Él es el Hijo de Dios, imagen viva de su Padre. Sus palabras y sus gestos nos descubren cómo nos quiere el Padre de todos. Por eso, invita a todos a seguirlo. Él nos enseñará a vivir con confianza y docilidad al servicio del proyecto del Padre.

Con su grupo de seguidores, Jesús quiere formar una familia nueva donde todos busquen «cumplir la voluntad del Padre». Esta es la herencia que quiere dejar en la tierra: un movimiento de hermanos y hermanas al servicio de los más pequeños y desvalidos. Esa familia será símbolo y germen del nuevo mundo querido por el Padre.

Para esto necesitan acoger al Espíritu que alienta al Padre y a su Hijo Jesús: «Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros y así seréis mis testigos». Este Espíritu es el amor de Dios, el aliento que comparten el Padre y su Hijo Jesús, la fuerza, el impulso y la energía vital que hará de los seguidores de Jesús sus testigos y colaboradores al servicio del gran proyecto de la Trinidad santa.

José Antonio Pagola

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“Todo lo que tiene el Padre es mío; el Espíritu tomará de lo mío y os lo anunciará”. Domingo 22 de mayo de 2016. Santísima Trinidad

Domingo, 22 de mayo de 2016
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34-TrinidadC cerezoLeído en Koinonia:

Proverbios 8, 22-31: Antes de comenzar la tierra, la sabiduría fue engendrada.
Salmo responsorial: 8: Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!.
Romanos 5, 1-5: A Dios, por medio de Cristo, en el amor derramado con el Espíritu.
Juan 16, 12-15: Todo lo que tiene el Padre es mío; el Espíritu tomará de lo mío y os lo anunciará.

(Comentario homilético elaborado en un ciclo anterior por Mons. Silvio Báez, obispo auxiliar de Managua)

La revelación de Dios como misterio trinitario constituye el núcleo fundamental y estructurante de todo el mensaje del Nuevo Testamento. El misterio de la Santísima Trinidad antes que doctrina ha sido evento salvador. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han estado siempre presentes en la historia de la humanidad, donando la vida y comunicando su amor, introduciendo y transformando el devenir de la historia en la comunión divina de las Tres personas. Por eso se puede hablar de una preparación de la revelación de la Trinidad divina antes del cristianismo, tanto en la experiencia del pueblo de la antigua alianza tal como lo atestiguan los libros del Antiguo Testamento, como en las otras religiones y en los eventos de la historia universal.

El Nuevo Testamento, más que una doctrina elaborada sobre la Trinidad, nos muestra con claridad una estructura trinitaria de la salvación. La iniciativa corresponde al Padre, que envía, entrega y resucita a su Hijo Jesús; la realización histórica se identifica con la obediencia de Jesús al Padre, que por amor se entrega a la muerte; y la actualización perenne es obra del don del Espíritu, que después de la resurrección es enviado por Jesús de parte del Padre y que habita en el creyente como principio de vida nueva configurándolo con Jesús en su cuerpo que es la Iglesia.

La primera lectura (Prov 8,22-31) es un himno a la sabiduría divina considerada en su doble dimensión trascendente e inmanente. La Sabiduría es trascendente pues ella es el proyecto de Dios, su voluntad, sus designios, su Palabra, su Espíritu; pero también es encarnada ya que el proyecto divino se realiza en la creación y en la historia, la voluntad de Dios se manifiesta en la Escritura y a través de su Espíritu se convierte en una realidad interior al ser humano. De esta forma la reflexión sapiencial bíblica supera la simplificación panteísta o dualista en su visión de Dios.

En los vv. 22-25 el autor bíblico nos sitúa “antes” de la creación, en la eternidad de Dios, presentando la Sabiduría como una realidad divina y trascendente, anterior a todas las realidades cósmicas: “El Señor me creó al principio de sus tareas, antes de sus obras más antiguas… cuando no había océanos, fui engendrada, cuando no existían los manantiales ricos de agua”. En los vv. 26-31 la Sabiduría parecer ser una realidad creada pues aparece contemporánea a la creación. La Sabiduría está presente también en el ser humano, en su inteligencia, en su felicidad: “Cuando consolidaba los cielos allí estaba yo, cuando trazaba la bóveda sobre la superficie del océano, cuando señalaba al mar su límite… a su lado estaba yo como confidente, día tras día lo alegraba y jugaba sin cesar en su presencia; jugaba con el orbe de la tierra, y mi alegría era estar con los seres humanos”.

Este himno ha llegado a ser en la tradición cristiana un preanuncio de la encarnación de la Palabra (Jn 1), que “al principio estaba junto a Dios, todo fue hecho por ella y sin ella no se hizo nada de cuando llegó a existir” (Jn 1,2-3), y que al final de los tiempos “se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos visto su gloria, la gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14).

La segunda lectura (Rom 5,1-5) es una especie de declaración paulina de sabor trinitario sobre la situación del ser humano que ha sido justificado gracias a la fe en Cristo: “Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo… y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (vv. 1.5). Pablo afirma la dimensión trinitaria de la vida creyente. Reconciliados con Dios por la fe, estamos en una situación de “paz” y de “esperanza”, paz que supera la tribulación y esperanza que transforma el presente.

El evangelio (Jn 16,12-15) constituye la quinta promesa del Espíritu en el evangelio de Juan. Se habla del Espíritu como defensor (“Paráclito”) y como maestro, llamándolo “Espíritu de la verdad”. La verdad es la palabra de Jesús y el Espíritu aparece con la misión de “llevar a la verdad completa”, es decir, ayudar a los discípulos a comprender todo lo dicho y enseñado por Jesús en el pasado, haciendo que su palabra sea siempre viva y eficaz, capaz de iluminar en cada situación histórica la vida y la misión de los discípulos.

El Espíritu tiene una función “didáctica” y “hermenéutica” con relación a la palabra de Jesús. El Espíritu Santo no propone una nueva revelación, sino que conduce a una total comprensión de la persona e del mensaje del Señor Resucitado. El Espíritu, por tanto, “guía” (v. 13) hacia la “Verdad” de Jesús, es decir, hacia su revelación, de tal forma que la podamos conocer en plenitud. Leer más…

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Dom 22.5.16. Trinidad, viaje al interior de Dios y al exterior de los hombres (con Mateo)

Domingo, 22 de mayo de 2016
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13260236_591380797705783_381703335319565609_nLeído en el blog de Xabier Pikaza:

Celebra este domingo la iglesia la Fiesta de la Trinidad, como culmen y compendio de todas las fiestas del año: del Dios que es Padre, es Hijo y es Espíritu.

La formulación más clara de la Trinidad la ofrece el final Evangelio de Mateo, que culmina con la gran palabra del envío:

Id al mundo entero,
ofreced este camino (evangelio) a todas las naciones,
bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo,
y yo (Jesús) estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos.

Éste es el desenlace y fin del evangelio, que hoy quiero interpretar como viaje al interior de Dios, siguiendo el esquema y camino del evangelio de Mat3eo, con los textos más significativos que van jalonando esa marcha, con Jesús, desde su nacimiento hasta su pascua.

Es un viaje al interior de Dios, como vida de amor que se revela en la historia de los hombres, vida que los textos primordiales de Mateo (1, 18-25; 3, 17-17; 11, 25-30; 17, 1-8 y sobre todo 28, 16-20) interpretan y entienden como Padre, Hijo y Espíritu Santo.

— Es un viaje que culmina en forma de Universalidad Humana, pues el Dios Padre, Hijo y Espíritu vincula en amor (en futuro de salvación) a todos los pueblos de la tierra, judíos y gentiles, cristianos y no cristianos. De esa forma, el vieja al interior se convierte en viaje al exterior de todos los hombres y mujeres.

Como verá el lector por la imagen, presentaré los momentos básicos de este “viaje trinitario”, al interior de Dios y al Exterior de todos los hombres, en una Vigilia de Oración y Reflexión, que se celebrará en Valencia, el próximo sábado.

Allí invito a los que quieran acudir. Los otros podrán ver el esquema general, con los momentos básicos de este gran gran camino: Cuanto más entremos en Dios más podremos extendernos en solidaridad de amor y justicia hacia todos los hombres y mujeres de la tierra, porque el interior de Dios es principio de reconciliación y unidad (en la diversidad) de todos los pueblos y personas del mundo.

En los días próximos, como corresponde a este fiesta, presentaré otras facetas del Dios Trinitario. Buen fin de semana a todos.

MATEO, UN VIAJE AL INTERIOR DE DIOS

1. Introducción, dos nombres de Dios:
a. Biblia entera, la Iglesia: Itinerario de Dios a los hombres
b. Mateo: Un viaje al interior de Dios. Del Emmanuel, Dios con nosotros (1, 18-25) al “yo estoy con vosotros” del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (28, 16-20)

2. Evangelio de la infancia, Mt 1-2: Comienzo de un camino de oración-vida con Jesús
a. Oración de la historia (genealogía: 1, 1-17). Con todo tu pasado, las edades del hombre, tus edades.
b. La fe de José (1, 18-28): Toma a María y al niño, camina con ella, una vida acompañada
c. La oración de los “magos” (Mt 2): Una estrella en tu camino, desde tu propio Oriente

3. Iniciación y tentación, Mt 3-4. Despertar a la oración, una vida como prueba en Dios
a. Juan, el Maestro (Mt 3). Conversión, ante el río de la vida, ante la gracia del perdón
b. El Tentador, anti-trinidad (Mt 4): pan/capital, engaño/milagro y poder/opresión.

4. Una experiencia bautismal. Oración, bautismo en Dios, la vida (3, 16-17)
a. Al “salir” del agua, en el fondo de tu conversión: Dios viaja/vive en ti (eres su presencia).
b. La “paloma” de la vida (el Espíritu que vuela), la “voz” del Padre: ¡Eres mi hijo!

5. Decídete: con-versión, meta-noia, tu verdadera realidad (4, 17).
a. Todo se centra en con-vertíos, meta-noéite (shub): Juan ante el río (1, 2), Jesús en la Montaña (4, 7)
b. Conversión (meta-noia): es pensar/ser (noein) de otra manera, más allá del pensamiento
c. Esa meta-noia no es penitencia, sino revelación viaje y presencia de Dios en nuestra vida
d. Porque viene el Reino: Del Reino que viene (como don de Dios) nace la meta-noia

6. No hagáis vuestra justicia para que es vean… Justicia como transparencia ante el Padre (6, 1-18).
a. Justicia es limosna (6, 1-4): Que tu vida y posesiones sean don para los otros, ante el Padre.
b. Justicia es oración (6, 5-15): Que tu palabra sea diálogo de amor/vida, desde el Padre
c. Justicia es ayuno (6, 16-18): Que puedas así regalar tu vida, no cerrarte en ti mismo.

7. Cuando oréis… (6, 5-15). Manual de vida interior, una experiencia total
a. No hagas, como los hipócritas en la pura calle… Entra en tu “cámara secreta”, donde mora el Padre
b. No repitas palabras, como los gentiles: Dios “te sabe”, te conoce; déjate conocer y habitar por él
c. Oración universal, Padrenuestro: Reino y Santidad, Pan y Perdón, con Libertad
d. La oración es el Perdón: Perdonarlo todo y a todos, dejarte transformar por el perdón que es Dios

8. No os preocupéis, buscar el Reino y lo demás se os dará por añadidura (6, 25-34)
a. Como los pájaros del cielo… El pan es don: Recíbelo, compártelo, regálalo en amor. Confía
b. Como los lirios del campo… Tu “vestido” es Dios, Dios es tu honra. Goza por ello, resplandece
c. Dios es Amor, es Reino compartido, es Gratuidad. No te destruya la preocupación…

9. Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá (7, 7-11)
a. Las tres tareas del viaje: Pedir, buscar, llamar… El Reino y respuesta de Dios en el mismo camino
b. Pedir es influir en Dios, colaborar con él, abriendo juntos el camino. Dios busca en nosotros
c. Ante la Gran Puerta: ¡Rompe la tela/puerta de este dulce/fuerte encuentro! Que podamos nacer en ti

10. Gracias te doy, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado estás cosas… (11, 25-27)
a. Has ocultado estas cosas… (=los sabios/prudentes no entienden, se cierran en sí mismos)
b. Las has revelado a los pequeños (=oración como descubrimiento de Dios en la pequeñez de la vida)
c. Todo me lo ha dado mi Padre. Oración de Jesús, nuestra oración: Dios no regala todo su “ser”

11. Misericordia quiero y no sacrificio, oración encarnada (9, 13; 12,7, con Oseas 6,6).
a. La oración no es sacrificio, matar para Dios corderos, “matarse” uno a sí mismo, sino vivir, dar vida.
b. La oración es misericordia: perdonar (9, 13), hacer que todos coman (12, 7)
c. Misericordia (Ex 34) es rehem (amor entrañable), hen (gratuidad), hesed (pacto) y emunah (verdad).

12. Orar, acción de gracias por la comida: multiplicar/compartir los panes (14, 15-21; 15, 32-38)
a. Eulogêsen (bendecir) a Dios por el pan compartido (14, 19). Eulogía, oración israelita
b. Eukharistêsas (dando gracias)… partió/compartió el pan (15, 37). Eucaristía, oración cristiana

13. Orar, negarse uno a sí mismo, ganar (descubrir, recibir) la propia vida (16, 24-28)
a. Quien quiera seguirme, niéguese a sí mismo. Hay un “sí mismo” falso, que destruye al ser humano
b. Descubrir el “sí mismo” en el camino de Jesús, dejar así que Dios se expresa y sea en mi vida
c. Ganar todo el mundo, perder la propia vida… Lo que importa es que seas tú mismo (Dios en ti).

14. Orar es subir con Jesús a la montaña y escuchar la Voz: ¡Éste es mi Hijo, tú eres mi hijo! (17, 1-8)
a. Pedro, Santiago, Juan: Tres orantes, todos los orantes, en el monte (Sinai, Tabor, Carmelo, Gólgota)
b. El testimonio, más allá de la nube, Jesús y sus “compañeros”: Moisés y Elías (también tú)
c. La Voz: Dios Padre como una llamada: ¡Seguidle, escucharle!

15. Oración de sanación: bajar de la montaña, curar al hijo “lunático” (17, 9-21)
a. Bajar de la montaña, al valle de la vida (Salve: de lágrimas) donde nadie puede curar al niño enfermo
b. Un niño “selêniakós” (lunático): como poseído por un poder cósmico dislocado
c. Orar es fe para curar: ¡Si tuvierais fe (=oración…), como un grano de mostaza dirías a ese monte…

16. Donde dos o tres se unan: oración de comunión, oración de presencia (18, 19-20)
a. Donde dos se unan y pidan juntos, mi Padre se lo concederá (orar es pedir; orar es unirse…)
b. Donde dos o tres se unan en mi Nombre… allí estoy yo en medio de ellos (Jesús es la comunión)
c. El plano vertical (Dios) y el horizontal (unión de hermanos) se vinculan en el Cristo.

17. No llaméis a nadie Rabbi, Padre, Catequeta… Sólo hay un Padre, todos sois hermanos (23, 8-12)
a. Nadie es “maestro” de oración de nadie, todos somos compañeros de camino
b. Contra todo “dominio” espiritual, contra toda imposición orante. Orar es comunión en libertad

18. Que nadie os engañe, vendrán muchos en mi nombre diciendo “soy el Cristo” (23, 4-8 y 13, 17-20)
a. Contra todos los engaños apocalípticos de los agoreros del miedo, no os dejéis engañar (23, 4-8)
b. No os preocupéis de defenderos, el Espíritu de mi Padre os dará la Palabra, os defenderá… (13, 17-20)
c. En esa línea ha elaborado el evangelio de Juan la teología del “paráclito”: Espíritu consolador-defensor

19. Oración es Eucaristía: ¡Esto es mi cuerpo, ésta es la sangre de mi alianza…! (26, 26-30)
a. Orar es dar la vida a Dios por los otros, como pan. Así dice y hace Jesús: Esto es mi cuerpo
b. Orar es entregarse, regalar la propia vida (no cosas, bienes externos): Esta es la sangre de mi alianza

20 Oración es Getsemaní, prueba y don final: aparta de mí este cáliz (26, 36-46)
a. Descubrir la voluntad de Dios y cumplirla (Padrenuestro: hágase…), en el fracaso del propio plan…
b. Velad conmigo: mantenerse vigilantes en la hora (en la noche, en la prueba).
c. Es la soledad final ante Dios, la vida entera como don, el gran regalo en la impotencia poderosa.

21. Orar es confesar la propia identidad, no negarse y negarla ante el “Sanedrín” (26, 59-66)
a. El tribunal acusa, el mundo juzga…El camino de oración te lleva ante la justicia de este mundo
b. Jesús responde: ¡Yo soy, y veréis…! Veréis el Hijo del Hombre, el defensor de los pobres
c. Frente al riesgo de Pedro, que no confiesa. No ha sido capaz de mantener la oración…

22. Oración del silencio ante Pilato: ¿Eres el Rey de los judíos? ¡Tú lo dices! (27, 3-25)
a. Jesús no se defiende, no argumenta, sólo contesta: ¡Tú lo dices! El juicio está fijado de antemano.
b. Sin una meta-noia (un pensar distinto) no se entiende el camino de Jesús. Hacen con él, él calla.
c. Querer que todos vean (descubran) esa nueva dimensión (meta-noia), eso es la oración

24. Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado? (27, 46)
a. Diálogo con Dios, sin respuesta en este mundo (a este lado del velo: cf. 27, 51)
b. La vida entera como gran pregunta elevada a Dios, desde la fidelidad en ese mundo
c. La muerte como oración suprema: Una muerte preparada y acogida por fidelidad a Dios.

25. Del interior de Dios, al gran mandato de presencia/misión universal (28, 16-20)
a. La muerte de Jesús ha sido ya resurrección: culminación del “viaje” al interior de Dios
b. La muerte pascual de Jesús se expresa como experiencia de resurrección para sus discípulos
c. La pascua como es universal: “id a todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padre, Hijo, Espíritu Santo
d. Yo estoy con vosotros todos los días… Para que así realicemos el mismo viaje de Jesús

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22. 5. 16. Fiesta de la Trinidad, con Ricardo de San Víctor

Domingo, 22 de mayo de 2016
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vei-203Del blog de Xabier Pikaza:

Difícil es entrar en la fiesta de la Trinidad con mejor pie que volviendo a la obra clásica de Ricardo de San Víctor, que fue un monje de la Abadía de San Víctor en Paris, en el siglo XII.

Era de origen británico, especialista en oración, maestro de novicios, buen agustiniano, experto en el amor como principio de toda comunicación y toda vida, tanto en Dios como en la historia de los hombres.

Ricardo se mantuvo fiel a la gran tradición de la Iglesia, se inspiró en San Agustín, tomó como clave de bóveda de su pensamiento la comunidad de vida entre los hombres, y presentó de esa manera al mismo Dios, como génesis (despliegue) de amor y como amor cumplido (en comunión), tanto en la eternidad como en la historia de los hombres.

En esa línea quiso definir al ser humano como “ex-sistencia”, una persona que proviene del amor de otras personas y que sólo tiene entidad en sí (sistencia) al ser desde (ex-) y al entregarse desde sí, viviendo de esa forma en otros y con otros.

Desde ese fondo escribió este tratado de la Trinidad, el más perfecto de todos los que se han escrito, de un modo unitario, tanto en oriente como en occidente, en un momento en que las iglesias no se hallaban todavía plenamente divididas, antes de la irrupción de la “escolástica” del siglo XIII, que ha marcado hasta hoy la historia de la teología y de la iglesia de occidente.

13260242_591999657643897_7436961372818295569_nÉste es el mejor canto que yo puedo elevar a la Trinitas-Unus-Deus, al Dios que es Padre, es Hijo y es Espíritu esta víspera de su fiesta.

He desarrollado el tema en otras ocasiones. Hoy quiero presentar gozosamente la traducción castellana de este libro, aquí precisamente, en Salamanca, en le Editorial Sígueme, a la que felicito por el buen trabajo realizado, al servicio de todos los amigos de los buenos libros sobre Dios. Buen día a todos.

Imagen 2: Maestro de San Víctor enseñando

Ricardo de San Víctor, La Trinidad, traducción, notas e introducción de E. Otero, Sígueme, Salamanca 2015, 368 págs.

Edición bilingüe de la obra clásica de Ricardo de San Víctor, con el texto latino fijado por la edición crítica de J. Ribaillier, Richard de Saint-Victo. De Trinitate, TPhMA 6, Paris 1958, que no ha sido mejorado, por el que ofrece G. Salet en Richard de Saint Victor: la Trinité, S.Ch, Paris 1959. La traducción, de tipo más filológico que teológico, ha sido realizada por E. Otero, que ofrece también una breve introducción, con una bibliografía básica (págs. 11-29), con algunas notas aclarativas, de tipo fundamental, que van apareciendo en los lugares algo más conflictivos del texto. El prof. A. Cordovilla ofrece un Breve Prólogo en perspectiva teológica (págs. 7-9), para situar la obra dentro de un contexto teológico básico.

Ésta es una obra básica de la teología católica y del pensamiento de occidente, que todos los especialistas hemos estudiado y comentado, al ocuparnos no sólo de la historia de la Trinidad en el pasado, sino también de su sentido actual, pues la experiencia eclesial y la argumentación de fondo de Ricardo de San Víctor no ha sido todavía plenamente asumida y desarrollada en la teología trinitaria. Los editores (Sígueme, Salamanca) han ofrecido la mejor presentación posible del texto latino y castellano, a dos caras, de manera que especialistas, los estudiantes y todos los interesados por la teología podrán situarse con toda fiabilidad (y facilidad) ante el texto.

Quiero ofrecer aquí mi felicitación al traductor y a los editores de esta obra que, a mi juicio, debería ser completada con un estudio, igualmente bien editado, del origen, aportación y actualidad de la teología trinitaria de Ricardo de San Víctor, en la línea de lo que yo mismo he venido realizando, desde mi tesis doctoral en Teología (Amor y Trinidad en Ricardo de San Víctor, Salamanca 1971), pasando por las reflexiones que orezco en El Dios Cristiano. Diccionario de Teología (Salamanca 1991), en Enquiridion Trintatis (Salamanca 2005) y en mi reciente tratado Trinidad. Itinerario de Dios a los hombres (Salamanca 2015). En esa línea me atrevo a condensar tres rasgos distintivos de la aportación de Ricardo a la teología y actualidad trinitaria de la Iglesia, que aparecen con toda claridad en esta edición de su obra:

Ontología del amor en comunión. Apoyado en la experiencia cristiana (Hch 2, 43-47; 4, 32-36) y en el valor radical de la amistad (en una línea cercana a la del Evangelio y Cartas de Juan, retomando intuiciones esenciales de San Agustín), Ricardo ha concebido a Dios como un itinerario de amor, conforme al cual las personas surgen unas de las otras y se implican mutuamente. En esa línea, él vincula dos modelos:
(a) Uno más metafísico, de carácter genético, propio de los neoplatónicos que conciben el ser como proceso de realización interna.
(b) Otro de tipo relacional, de tipo más cristiano, que interpreta a los hombres (personas) como miembros de un encuentro de amor, en un contexto en el que Dios se entiende como Padre que engendra a su Hijo Jesucristo.

Vinculando esos modelos e insistiendo en la experiencia original del cristianismo, Ricardo ha unido génesis y encuentro personal, entendiendo el amor como un proceso de ser (generación) que lleva de Dios Padre a Jesucristo, su Hijo, y como unidad relacional, comunión de amigos que se encuentran y gozan al hallarse mutuamente vinculados. De esta forma enlaza ontología y antropología trinitaria, concibiendo el ser fundamental (ousia) como amor, e insistiendo en la visión del hombre como realidad comunitaria. Por eso, a su juicio, no se puede hablar de Trinidad partiendo del proceso individual de una mente que se sabe y se ama (en una línea que desarrollará la tradición de San Anselmo y de Santo Tomás), pues sólo donde existe comunión de amor puede hablarse de personas, es decir, de Trinidad.

Esta ontología culmina en la visión del Espíritu Santo como “condilecto”: El amor de dos (Padre e Hijo) no puede encerrarse en ellos mismos, sino que ha de abrirse desde los dos a un “tercero”, suscitando el Espíritu común, fruto del amor que ambos se tienen, pues allí donde sólo hay dos personas no se puede hablar aún de personas verdaderas. Así pasamos de la fuente única de amor que es el Padre, y de la comunión de amor compartido, que forman el Hijo y el Padre, a la comunión ternaria, del Padre y el Hijo en el espíritu, pues sólo en comunión abierta a un tercero existen auténticas personas (cf. De Trin III, 2-4).

El tema del tercero. En esa línea culminan los grados del amor, la generosidad engendradora (Padre) y la acogida agradecida (Hijo), de tal forma que, amándose uno al otro, ambos aman juntos a un tercero o Condilecto (Espíritu Santo) a quien ofrecen aquello que ambos son en común, uno y otro. Por eso, el Espíritu Santo no puede concebirse sólo como amor de la naturaleza divina que culmina su proceso y, conociéndose a sí misma, ratifica su ser en plenitud y gozo. Tampoco es el amor de dos (Padre e Hijo) que se cierran en sí mismos, uno para el otro, en una especie de personalidad dual. El Espíritu es el amado en común, de forma que, siendo Amor de dos entre sí (en comunión dual), es el Tercero/Amado, el Condilecto que, procediendo del Padre y del Hijo, les vincula ya de forma definitiva.

El amor verdadero sólo surge allí donde, amándose uno al otro, los amantes (Padre e Hijo) suscitan en común a un tercero que es fruto y realidad del amor compartido. La Trinidad de amor perfecto es la que forman, por tanto, dos amantes (en latín diligentes), de los cuales uno brota del otro, y un co-amado (condilectus) que surge de ambos, ratificando y culminando así el amor dual, que, sin dejar de ser, es amor triádico. Se supera así una dualidad simétrica y cerrada (dos en sí mismos, uno para el otro, sin fecundidad), y surge una dualidad gratificante en la que, amándose entre sí, los dos amantes se abren no sólo uno al otro, sino ambos juntos a un tercero, que es fruto más alto y garantía de su amor (Espíritu Santo).

El tema de fondo es la persona en la historia, entendida no sólo como habens naturam (De Trin IV, I 1-12), es decir, como sujeto que posee una naturaleza (substancia), sino como donans/communicans naturam, pues el sujeto personal sólo puede poseer la naturaleza al darse (al darla), recibiéndola y compartiéndola. El Padre es dueño de sí en su mismo origen, como ingénito (no ha recibido la naturaleza de nadie, sino que la tiene por sí mismo), pero sólo puede tenerla (ser “dueño” de sí) al entregarla, dándose a sí mismo. El Hijo es dueño de su propia naturaleza, pero habiéndola recibido desde el Padre, y dándola (dándose a sí mismo, con el Padre) al Espíritu. El Espíritu posee esa misma naturaleza recibiéndola del Padre y el Hijo, para dársela de nuevo. Según eso, la posesión o dominio de sí puede vivirse desde diferentes perspectivas.

En ese contexto, en el lugar quizá más significativo de su obra, Ricardo de san Víctor define la persona como rationalis naturae incomunicabilis existencia. No es una substancia, como decía la tradición anterior (a partir de S. Boecio), ni persona en el sentido antropológico moderno, sino una existencia de naturaleza racional, es decir, capaz de conocer y amar, siendo incomunicable al comunicarse en plenitud (Trin IV, 17-18; V, 1). (a) Por una parte, la persona es incomunicable (dueña de sí misma, distinta de todas las demás, de manera que no puede confundirse ni cambiarse con ninguna otra). (b) Pero, al mismo tiempo, en sentido radical, la persona sólo puede ser incomunicable siendo comunicación plena, ex-sistencia, una realidad recibida y entregada (compartida). En esa línea decimos que la persona es incomunicable precisamente al comunicarse, no sólo en sí, sino en la historia.

Pues bien, esa comunicación de Dios en la historia forma el sentido (esencia) de la realidad humana, que es originariamente (en su fondo) divina. Según eso, un Dios pretrinitario, sin donación interna de amor, sin engendrar desde sí mismo, sin darse y compartir su naturaleza (sistencia) no sería divino, tal como se ha revelado en la misma historia humana en Jesucristo. En esa línea, quizá sin advertir todas las consecuencias de su planteamiento, Ricardo de San Víctor ha ofrecido la mejor visión de conjunto del Dios cristiano, en una perspectiva que ha sido explorada por Juan de la Cruz en el siglo XVI y que deberá serlo también, en una nueva perspectiva, en el siglo XXI. Por eso, recibo con gozo esta edición de la obra de Ricardo de S. Víctor, esperando que ella sea continuada en una segunda obra en la que se explore y exponga su sentido profundo y su actualidad.

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Fiesta de la Trinidad. Ciclo C.

Domingo, 22 de mayo de 2016
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trinidadDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El ciclo litúrgico se abre con la venida de Jesús y culmina con la venida del Espíritu; el Padre está presente en todo momento. Es lógico que se dedique una fiesta en honor de la Trinidad. Para ella había que elegir textos que hablaran de las tres personas, al menos de dos de ellas. Pero no pretenden darnos una lección de teología sino ayudarnos a descubrir a Dios en las circunstancias más diversas. La primera, llena de belleza y optimismo, en los momentos felices de la vida. La segunda, incluso en medio de las tribulaciones, dándonos fuerza y esperanza.           La tercera, en medio de las dudas, sabiendo que nos iluminará.

Dios presente en la alegría (Proverbios 8, 22-31)

            Del Antiguo Testamento se ha elegido un fragmento del libro de los Proverbios que polemiza con la cultura de la época helenística: ¿cuál es el origen de la sabiduría? Para muchos, es fruto del pensamiento humano, tal como lo han practicado sobre todo los filósofos griegos. Frente a esta mentalidad, el autor del texto de los Proverbios afirma que la verdadera sabiduría es anterior a nuestras reflexiones y estudios; y lo expresa presentándola junto a Dios muchos antes de la creación del mundo, acompañándolo en el momento de crear todo.

Así dice la sabiduría de Dios:

            «El Señor me estableció al principio de sus tareas,

            al comienzo de sus obras antiquísimas. 

            En un tiempo remotísimo fui formada,

            antes de comenzar la tierra. 

            Antes de los abismos fui engendrada,

            antes de los manantiales de las aguas.

            Todavía no estaban aplomados los montes,

            antes de las montañas fui engendrada. 

            No había hecho aún la tierra y la hierba,

            ni los primeros terrones del orbe. 

            Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo;

            cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo;

            cuando sujetaba el cielo en la altura,

            y fijaba las fuentes abismales. 

            Cuando ponía un límite al mar,

            cuyas aguas no traspasan su mandato; 

            cuando asentaba los cimientos de la tierra,

            yo estaba junto a él, como aprendiz, 

            yo era su encanto cotidiano,

            todo el tiempo jugaba en su presencia: 

            jugaba con la bola de la tierra,

            gozaba con los hijos de los hombres.

            ¿Por qué se eligió esta lectura? San Pablo, en la primera carta a los Corintios, dice que Cristo es “sabiduría de Dios” (1,24). Y la carta a los Colosenses afirma que en Cristo “se encierran todos los tesoros del saber y del conocimiento” (Col 2,3). Este fragmento del libro de los Proverbios, que presenta a la Sabiduría de forma personal, estrechamente unida a Dios desde antes de la creación y también estrechamente unida a la humanidad (“gozaba con los hijos de los hombres”) parecía muy adecuado para recordar al Padre y al Hijo en esta fiesta.

Dios presente en los sufrimientos (Romanos 5, 1-5)

Curiosamente, en este texto, que menciona claramente a las tres personas, los grandes beneficiarios somos nosotros, como lo dejan claro las expresiones que usa Pablo: “hemos recibido”, “hemos obtenido”, “nos gloriamos”, “nuestros corazones”, “se nos ha dado”. Él no pretende dar una clase sobre la Trinidad, adentrándose en el misterio de las tres divinas personas, sino que habla de lo que han hecho por nosotros: salvarnos, ponernos en paz con Dios, darnos la esperanza de alcanzar su gloria, derramar su amor en nuestros corazones. Para Pablo, estas ideas no son especulaciones abstractas, repercuten en su vida diaria, plagada de tribulaciones y sufrimientos. También en ellos sabe ver lo positivo.

Hermanos: Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos; y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Más aún, hasta nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce constancia, la constancia, virtud probada, la virtud, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.

Dios presente en las dudas (Juan 16, 12-15)

            El evangelio también menciona a Jesús, al Espíritu y al Padre, aunque la parte del león se la lleva el Espíritu, acentuando lo que hará por nosotros: “os guiará hasta la verdad plena”, “os comunicará lo que está por venir”, “os lo anunciará”.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

            Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará. 

            Pienso que el texto se ha elegido porque habla de las relaciones entre las tres personas. El Espíritu glorifica a Jesús, y todo lo recibe de él. Por otra parte, todo lo que tiene el Padre es de Jesús. Tampoco Juan pretende dar una clase sobre la Trinidad, aunque empieza a tratar unos temas que ocuparán a los teólogos durante siglos.

            Para entender el texto conviene recordar el momento en el que pronuncia Jesús estas palabras. Estamos en la cena de despedida, poco antes de la pasión. Sabe que a los discípulos les quedan muchas cosas que aprender, que él no ha podido enseñarles todo. Surgirán dudas, discusiones. Pero la solución no la encontrarán en el puro debate intelectual y humano, será fruto del Espíritu, que irá guiando hasta la verdad plena.

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Fiesta de la Trinidad. 22 mayo, 2016

Domingo, 22 de mayo de 2016
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Trinidad_vidriera

Dice Jesús:

“Mucho me queda por deciros, pero no podéis con ello por el momento. Cuando llegue él, el Espíritu de la verdad, os irá guiando en la verdad toda, porque no hablará por su cuenta, sino que os comunicará cada cosa que le digan y os interpretará lo que vaya viniendo”
(Jn 16,12-15).

Compartimos con vosotros, amigas y amigos, la alegría que esta comunidad de monjas trinitarias de Suesa tiene en esta jornada. Entra a borbotones el contento en un corazón cristiano en este día de la fiesta de la Santísima Trinidad. ¿Por qué? Sencillamente por el modo que Dios, nuestro Dios Trinidad, tiene de relacionarse con sus criaturas, con toda la creación y especialmente con el ser humano: “hombre y mujer los creó”. En este día la creación entera es la que desborda de gozo, a pesar de lo que nosotras “sus criaturas” la herimos, la maltratamos. Sin embargo salta de goce y canta a su Creador: “Señor, dueño nuestro, ¡que admirable es tu nombre en toda la tierra!” (Sal, 8).

La fiesta de hoy, puede ser que no sea para los muy pensadores, sesudos, que buscan razones del actuar de Dios… y que te sueltan con la mayor frescura “esta fiesta no hay quien la entienda”; puede ser que les sobrepase.

Es posible que lo entienda mejor la gente sencilla, la que sabe de cercanía, bondad, de perdón para hacer la vida más bella, más en sintonía con nuestro Dios que se nos regala compartiendo con sus hijas e hijos lo que le es más consustancial: el AMOR, “Dios es amor” (1 Jn 1). Y el amor, a todas nos gusta recibirlo, ese amor que no sabe de fronteras, no sabe de listos y tontos, de ricos y pobres, no sabe de encasillados, de que yo soy más que tú, etc. No entiende que los ricos sean cada día más ricos y a los pobres les vayan arrancando la vida a girones por su ambición los poderosos.

“Mucho me queda por deciros, pero no podéis con ello por el momento”. Quizá lo que nos quiere decir Jesús con estas enigmáticas palabras sea que serán los corazones sencillos quienes descubran que será el Espíritu, la Santa Ruah, que perciben las personas humildes: “que el Espíritu de la verdad, os irá guiando a la verdad plena”.

Pues, a esta Santa Trinidad celebramos, con Ella nos gozamos y en Ella por ser “relación-comunión” nos descubrimos hermanas y hermanos; porque creemos en este Dios celebramos y descubrimos la vida más bella, más agradable, que plenifica la existencia. Por eso

¡FELIZ DÍA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD!

Trinidad Santa,

que nos has hecho semejantes a Ti,

que tu Palabra expresada en Jesús, nuestro Maestro,

sea nuestro Camino, Verdad y Vida.

Guíanos con la luz de tu Espíritu,

haznos portadoras del mensaje del Amor.

Gloria al Padre, al Hijo y Espíritu Santo.

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La red más social. 22 mayo, 2016. Dios Trinidad

Domingo, 22 de mayo de 2016
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Trinidadtrinidad

Amor, Amar, Amante.

Fidelidad, Entrega, Dinamismo.

Compañía, Testimonio, Inspiración.

Lo que quieras, y más aún, es Dios Trinidad.

No me pidas que te explique el misterio de la Santísima Trinidad, no puedo entenderlo con mi cabeza. Solo sé que Dios Trinidad no es solo, no es un señor de barba blanca, acompañado de un joven con una cruz, y una paloma revoloteando alrededor. Eso seguro que no es, aunque durante mucho tiempo se ha representado así.

Dios Trinidad es comunión, y es diversidad, es la fuerza que nos empuja a aceptar y a enriquecernos con lo diferente, lo distinto y que, al mismo tiempo, nos incita a unificarnos, a vivir de manera auténtica, pensando sintiendo y diciendo lo mismo.

Dios Trinidad es hoy la gran apuesta de los movimientos alternativos, ¿o no?

¿No buscan la aceptación de todas las razas, culturas, religiones, ideas?

¿No pretenden la interrelación, el aprendizaje de los otros, el intercambio con lo diverso?

¿No se busca compartir todos los conocimientos de manera gratuita, generosa, cordial?

Pues, ¿qué es Dios Trinidad sino la experiencia de enriquecernos en la comunión con la profundidad de quienes somos?

Tan cierto es que hay culturas diversas como que todos los corazones son distintos. Por eso es maravilloso el empeño de querer llegar a lo profundo del corazón del otro. Esto también es alternativo, dentro del movimiemto “slow”, porque lleva tiempo adentrarse en los secretos del alma humana.

Por eso Dios Trinidad promueve la comunicación sincera, desnuda, entre los corazones, fomenta el hecho de compartir, gratuitamente, tus dones, capacidades, tus saberes y teneres, y, cómo no, compartir sobre todo el bello misterio del alma.

No hay red más social, más humana, que la de reconocernos imagen de Dios Trinidad. O Logo, como quieras llamarlo.

Sí, pienso que creer en Dios Trinidad es de lo más alternativo que existe en esta sociedad en la que vivimos.

Este domingo estamos de fiesta. Lo cierto es que ya nos sentimos de fiesta, danzando, alegrándonos, sintiendo, compartiendo con la buena gente que nos rodea…

Te invitamos a celebrar la alternativa de la vida.

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Compasivos como el Padre es compasivo – 5

Viernes, 18 de marzo de 2016
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compasivos-1Del blog de los Grupos de Jesús:

Con ocasión del año jubilar, proponemos reflexionar durante la Cuaresma sobre la “compasión” con un artículo de José A. Pagola: “Compasivos como el Padre es compasivo”.

El compromiso de los gestos

El samaritano de la parábola no se siente obligado a cumplir un determinado código moral. Sencillamente, responde a la situación del herido inventando toda clase de gestos orientados a aliviar su sufrimiento y restaurar su vida. Nuestra respuesta a los que sufren es siempre insuficiente e inadecuada, pero lo decisivo es romper la indiferencia y vivir sembrando gestos de bondad, y promoviendo respuestas al sufrimiento.

Así es Jesús, el profeta de la compasión, que “pasó su vida entera haciendo el bien” (Hechos de los Apóstoles 10,38). No tiene poder político ni potestad religiosa. No puede resolver las injusticias que se cometen en Galilea, pero vive sembrando gestos de bondad orientados a cambiar aquella sociedad. Abraza a los niños y niñas de la calle porque no quiere que los seres más frágiles de Galilea vivan como huérfanos; bendice a los enfermos y enfermas para que no se sientan rechazados por Dios al no poder recibir la bendición de los sacerdotes en el templo; toca la piel a los leprosos para que nadie los excluya de la convivencia; cura rompiendo el sábado para que todos sepan que ni la ley más sagrada está por encima de la atención a los que sufren; acoge a los indeseables y come con pecadores despreciados por todos porque, a la hora de practicar la compasión, el malo y el indigno tienen tanto derecho como el bueno y el piadoso a ser acogidos con misericordia.

Estos gestos no son convencionales. Le nacen a Jesús de su voluntad de hacer un mundo más amable y solidario en el que las personas se ayuden y se cuiden mutuamente. No importa que, con frecuencia, sean gestos pequeños. El Padre tiene en cuenta hasta el vaso de agua que damos a quien tiene sed. Son gestos orientados a afirmar la vida y la dignidad de los seres humanos. Recuerdan que siempre es posible intervenir para sacar bien del mal que existe en el mundo.

Vete y haz tú lo mismo

Jesús concluye la parábola del buen samaritano con esta pregunta: “¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los saboteadores?”. El escriba le responde: “El que tuvo compasión de él”. Jesús le dice: “Vete y haz tú lo mismo”. Ahora sabemos lo que hemos de hacer: no “dar rodeos” ante nadie que esté sufriendo, abrir los ojos, mirar atentamente a tantos hombres y mujeres asaltados, robados, golpeados, abandonados en los mil caminos de la vida. Acercarnos a la cuneta, levantar a los heridos, vivir curando a los que sufren.

Hemos de entender bien a Jesús. La compasión no ha de quedar reducida a un sentimiento de nuestro corazón. No consiste en hacer de vez en cuando una “obra de misericordia”. Para evitar malentendidos y reduccionismos falsos hemos de entender la compasión como un principio que está en el origen de toda nuestra actuación, que imprime una dirección a todo nuestro ser y que va configurando nuestro estilo de vivir al servicio de los que sufren (Ver J. Sobrino, El principio-misericordia. Bajar de la cruz a los pueblos crucificados, Sal Terrae, Santander 1992, 31-45).

Para comprender bien la compasión de Jesús hemos de diferenciar tres elementos. En un primer momento, por decirlo así, Jesús interioriza el sufrimiento ajeno, deje que penetre en sus entrañas: lo hace suyo, deja que le duela a él. En un segundo momento, ese sufrimiento interiorizado provoca en él una reacción, se convierte en un punto de partida de un comportamiento activo y responsable; viene a ser un principio de acción, un estilo de vivir. Por último, ese estilo de vida se va concretando en compromisos y gestos, orientados a erradicar el sufrimiento o, al menos, a aliviarlo.

Este estilo de vivir es lo primero en un seguidor de Jesús. Nada hay más importante. Tendremos que hacer muchas cosas en la vida, pero la compasión ha de estar en el trasfondo de todo. Nada puede justificar nuestra indiferencia ante el sufrimiento ajeno. La compasión ha de configurar nuestro estilo de vivir: nuestra manera de entender los acontecimientos y de mirar a las personas; nuestra manera de relacionarnos y de convivir con los demás; nuestra forma de seguir radicalmente a Jesús.

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Compasivos como el Padre es compasivo – 4

Jueves, 17 de marzo de 2016
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compasivos-1De la web de los Grupos de Jesús:

Con ocasión del año jubilar, proponemos reflexionar durante la Cuaresma sobre la “compasión” con un artículo de José A. Pagola: “Compasivos como el Padre es compasivo”.

La parábola del buen samaritano

Esta parábola es la que mejor sugiere la revolución introducida por Jesús desde su experiencia de la compasión de Dios. Según el relato (Lucas 10,30-36), un hombre asaltado yace abandonado en la cuneta de un camino solitario. Afortunadamente, aparecen por el camino dos viajeros: primero un sacerdote, luego un levita. Son representantes del Dios santo del templo. Seguramente, tendrán compasión de él. No es así. Los dos dan un rodeo y pasan de largo.

Aparece en el horizonte un tercer viajero. No es sacerdote ni levita. Ni siquiera pertenece al pueblo elegido. Sin embargo al llegar, ve al herido, se conmueve y se acerca. Luego, movido por su compasión hace por aquel hombre todo lo que puede: cura sus heridas, lo venda, lo monta sobre su propia cabalgadura, lo lleva a una posada, cuida de él y paga todo lo que haga falta. La actuación de este samaritano nos descubre la dinámica de la verdadera compasión.

La mirada compasiva

El samaritano sabe mirar al herido con compasión. Es lo primero. La compasión no brota de la atención a la ley o de la reflexión sobre los derechos humanos. Se despierta en nosotros desde la mirada atenta y responsable al que sufre.

Los evangelios han conservado el recuerdo de la mirada compasiva de Jesús. Al entrar en Nain, se encuentra con una viuda que lleva a enterrar a su hijo único; según Lucas, «el Señor, la vio, se conmovió y le dijo: No llores» (Lucas 7,13). Así es Jesús. No puede ver a nadie llorando sin intervenir. Pero los evangelios recuerdan, sobre todo la mirada compasiva de Jesús a las gentes: «Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos» (Mateo 14,14. Ver también Mateo 9,36).

El discípulo de Jesús no cierra los ojos ante el sufrimiento de las personas. Aprende a mirar el rostro de los que sufren como Jesús: con ojos compasivos. Esta mirada nos libera del egoísmo que bloquea nuestra compasión y de la indiferencia que nos permite vivir con la conciencia tranquila. Como se ha dicho con razón, la mística cristiana no es una «mística de ojos cerrados», volcada exclusivamente en la atención a lo interior. Es una «mística de ojos abiertos» (J. B. Metz) al sufrimiento que nos rodea.

¿Quién está necesitado de mí?

El escriba había preguntado a Jesús: «¿Quién es mi prójimo?». Al final de la parábola, Jesús pregunta al escriba: «¿Quién de los tres viajeros se ha hecho prójimo del herido?».

La pregunta que hemos de hacernos no es: ¿quién es mi prójimo?, ¿hasta dónde llegan mis obligaciones? Quien mira a las personas con compasión se pregunta: ¿quién está necesitado de que yo me acerque y me haga su prójimo?

Cuando el discípulo de Jesús vive desde la compasión de Dios se acerca a todo ser humano que sufre, cualquiera que sea su raza, su pueblo o ideología. No se pregunta a quién debo amar sino quién me necesita cerca. Esta pregunta orienta su actuación ante el sufrimiento que va encontrando en su camino.

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Compasivos como el Padre es compasivo – 3

Miércoles, 16 de marzo de 2016
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compasivos-1De la web de los Grupos de Jesús:

Con ocasión del año jubilar, proponemos reflexionar durante la Cuaresma sobre la “compasión” con un artículo de José A. Pagola: “Compasivos como el Padre es compasivo”.

Jesús, profeta de la compasión

Jesús fue el primero en vivir totalmente desde la compasión de Dios, desafiando claramente el sistema de santidad y pureza que predominaba en la sociedad de su tiempo. La actividad profética de Jesús, se caracteriza por tres rasgos inconfundibles. Jesús es…

  • un profeta curador dedicado a aliviar el sufrimiento de los enfermos;
  • un profeta defensor de los pobres, excluidos del imperio de Roma y olvidados por la religión del templo;
  • un profeta amigo de pecadores que acoge a gentes indeseables que viven al margen de la Alianza.

Son tres rasgos que han de caracterizar a quien sigue radicalmente sus pasos.

Un profeta curador

Jesús se acerca, antes que nada, a los enfermos de las aldeas. Son los que más sufren.

Su tarea siempre es la misma: alivia su dolor, acaricia la piel de los leprosos, libera a los poseídos por espíritus impuros, los rescata de la marginación en que viven y los devuelve a la convivencia.

Los evangelios señalan repetidamente que Jesús curaba «movido por la compasión». Se dice literalmente que a Jesús «le temblaban las entrañas» al ver sufrir a los enfermos.

Jesús sufre al ver la distancia que hay entre el sufrimiento de estos hombres y mujeres, enfermos y desnutridos, y la vida sana que Dios quiere para todos ellos. No los cura para probar su condición divina o la veracidad de su mensaje. Lo que le mueve a Jesús es la compasión.

Un profeta defensor de los pobres

Esta compasión mueve a Jesús también a defender a los que viven hundidos en la miseria. Los pobres que lo rodean son un grupo fácilmente reconocible. No saben lo que es comer carne ni pan de trigo. Entre ellos hay mendigos que andan de pueblo en pueblo. Hay jornaleros sin trabajo fijo y campesinos huidos de sus acreedores. Muchas son mujeres. Entre ellas, viudas que no han podido casarse de nuevo, esposas estériles repudiadas por sus maridos.

Todos estos hombres y mujeres tienen un rasgo común: viven en un estado de miseria del que ya no podrán escapar. Jesús se une a ellos como un mendigo más. Los acoge y los defiende: «Dichosos vosotros, los que no tenéis nada porque de vosotros es el reino de Dios; dichosos los que ahora pasáis hambre porque seréis saciados; dichosos los que ahora lloráis porque reiréis» (Lucas 6,20-21).

Aquella miseria que los condena al hambre, la enfermedad y el llanto no tiene su origen en Dios. El sufrimiento de estos pobres inocentes ha de ser tomado en serio. No puede ser aceptado como algo normal, pues es inaceptable para Dios. Todos han de saber que son los hijos e hijas predilectos de Dios. Nunca en ninguna parte se construirá la vida tal como la quiere Dios si no es liberando a los pobres de su miseria.

Un profeta amigo de pecadores

Pero lo que más sorprendía de Jesús no era verlo curar enfermos en sábado o defender a los últimos de aquella sociedad. Lo que más escandalizaba era ver cómo acogía amistosamente a los pecadores y cómo se sentaba a la mesa con publicanos y prostitutas: «¿Qué? ¿Es que come con publicanos y pecadores?» (Marcos 2,16); «Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de pecadores» (Mateo 11,19 y Lucas 7,34).

¿Cómo puede actuar así un hombre de Dios? Jesús no parece oír las críticas e insiste en acoger a todos. No excluye a nadie. Él conoce bien el corazón del Padre. Todos pueden contar con su amistad. Hasta los pecadores que viven lejos de Dios.

Aquellos amigos y amigas que acoge a su mesa son hijos “perdidos” que no aciertan a volver a Dios por el camino de la Ley. Pero Dios los está buscando como un pastor busca a su oveja perdida (Lucas 15,4-7). Por eso Jesús les ofrece la amistad y el perdón de Dios antes de que se conviertan. Lo hace confiando totalmente en la compasión de Dios. No merecen el perdón. No lo merece nadie. Pero Dios es así: misericordia, amor y perdón gratuito. Nadie ha realizado en esta tierra un signo más cargado de compasión y de perdón en nombre de Dios.

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Compasivos como el Padre es compasivo – 2

Martes, 15 de marzo de 2016
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compasivos-1De la web de los Grupos de Jesús:

Con ocasión del año jubilar, proponemos reflexionar durante la Cuaresma sobre la “compasión” con un artículo de José A. Pagola: “Compasivos como el Padre es compasivo”.

Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo

Movido por su experiencia de la compasión de Dios, Jesús va a introducir en la historia un nuevo principio de actuación. La fuerza que ha de impregnar la marcha del mundo es la compasión.

La ordenación religiosa y política del pueblo judío arrancaba de una exigencia básica aceptada por todos. El viejo libro del Levítico lo formulaba así: «Sed santos porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo» (Levítico 19,2). El pueblo ha de imitar la santidad del Dios del templo: un Dios que elige a su pueblo y rechaza a los paganos, que bendice a los justos y maldice a los pecadores, que acoge a los puros y separa a los impuros. La santidad es la cualidad del ser de Dios, el principio que ha de orientar la conducta del pueblo elegido. El ideal es ser santos como Dios.

Sin embargo, esta imitación de la santidad de Dios, entendida como separación de lo “no-santo”, lo impuro, lo contaminante, fue generando a lo largo de los siglos una sociedad discriminatoria y excluyente. El pueblo judío busca su propia identidad santa y pura excluyendo a las naciones paganas e impuras.

Pero, además, dentro del pueblo elegido, los sacerdotes gozan de un rango de pureza superior al resto del pueblo, pues están al servicio del pueblo donde habita el Santo de Israel. Los varones pertenecen a un nivel superior de pureza ritual sobre las mujeres, sospechosas siempre de impureza por su menstruación y por los partos. Los que gozan de salud están más cerca de Dios que los leprosos, ciegos o tullidos, excluidos del acceso al templo. Esta búsqueda de santidad generaba barreras y discriminaciones. No promovía la acogida mutua, la fraternidad y la comunión.

Jesús lo captó pronto. Esta imitación de un Dios santo no responde a su experiencia de un Dios acogedor y compasivo. Entonces, con una audacia y lucidez sorprendentes, introduce un nuevo principio que lo transforma todo: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo» (Lucas 6,36).

Es la compasión de Dios y no su santidad el principio que ha de inspirar la conducta de sus hijos e hijas. Jesús no niega la “santidad” de Dios, pero lo que cualifica esa santidad no es la separación de lo impuro o el rechazo de lo no-santo. Dios es grande y santo, no porque rechaza y excluye a los paganos, pecadores o impuros, sino porque ama a todos sin excluir a nadie de su compasión.

Por eso, para Jesús la compasión no es una virtud más, sino la única manera de parecernos a Dios. El único modo de mirar el mundo como lo mira Dios, la única forma de acoger a las personas como las acoge él, la manera de acercarnos a los que sufren como se acerca el Padre. Esta es la gran herencia de Jesús a toda la Humanidad.

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Compasivos como el Padre es compasivo – 1

Lunes, 14 de marzo de 2016
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compasivos-1De la web de los Grupos de Jesús:

Con ocasión del año jubilar, proponemos reflexionar durante la Cuaresma sobre la “compasión” con un artículo de José A. Pagola: “Compasivos como el Padre es compasivo”.

La pasión de Jesús: el Reino de Dios

Jesús no es un escriba ni un sacerdote del templo de Jerusalén. No se dedica a enseñar doctrina religiosa ni a explicar la Ley de Moisés. Jesús es un profeta itinerante, oriundo de Galilea, que anuncia un acontecimiento que pide ser escuchado y atendido pues puede cambiar la historia del ser humano.

Así resume Marcos su actividad. Jesús recorría Galilea anunciando la Buena Noticia de Dios y decía así: «El reino de Dios está cerca. Cambiad de manera de pensar y de actuar, y creed en esta Buena Noticia» (Marcos 1,15). Esto que Jesús llama reino de Dios es el corazón de su mensaje y la pasión que animó toda su vida.

Lo sorprendente es que Jesús nunca explica qué es el reino de Dios. Lo que hace es sugerir con su vida y con sus parábolas cómo actúa Dios y cómo sería el mundo si sus hijos e hijas actuaran como el Padre del cielo. Podemos decir que Jesús solo buscaba una cosa: que hubiera en la tierra hombres y mujeres que comenzaran a actuar como actúa Dios. Esta era su obsesión: ¿cómo sería la vida si la gente se pareciera más a Dios?

Esto nos obliga a hacernos no pocas preguntas:

  • ¿Cómo actúa Dios?
  • ¿Cómo actuaba su Hijo Jesús?
  • ¿Qué era lo importante para él?
  • ¿Qué significa actuar como el Padre del cielo siguiendo los pasos de Jesús?

Dios es compasivo

Jesús no habla nunca de un Dios indiferente o lejano, olvidado del sufrimiento de sus hijos e hijas o interesado solo por su honor, su gloria o sus derechos. En el centro de su experiencia religiosa no nos encontramos con un Dios “legislador” que trata de gobernar el mundo por medio de leyes, ni con un Dios “justiciero” que interviene airado para castigar el pecado de sus hijos e hijas.

Para Jesús, Dios es compasión. Tiene entrañas maternales (rahamim). La compasión es el modo de ser de Dios, su primera reacción ante sus criaturas, su manera de mirar al mundo y de tratar a las personas. Dios actúa movido por su compasión. Dios siente hacia sus criaturas lo que una madre siente hacia el hijo que lleva en sus entrañas. Las parábolas más bellas que salieron de labios de Jesús y, sin duda, las que más trabajó en su corazón, fueron las que narró para hacer intuir a todos la compasión sorprendente de Dios hacia sus hijos e hijas. Solo recordaremos dos.

La más cautivadora es, tal vez, la del padre bueno (Lucas 15,11-32). Dios se parece a un padre que no se guarda para sí su herencia, no vive obsesionado por la moralidad de sus hijos, espera siempre a los perdidos. «Estando todavía lejos» ve llegar al hijo que lo había abandonado y se le «conmueven las entrañas»: echa a correr, lo abraza y lo besa efusivamente como una madre, interrumpe su confesión para ahorrarle más humillaciones y le restaura como hijo. Para Jesús, esta es la mejor metáfora de Dios: un padre conmovido hasta sus entrañas que acoge a sus hijos perdidos y suplica a sus hermanos que los acojan con el mismo cariño y comprensión. ¿Será esto el reino de Dios?

Jesús pronunció también otra parábola sorprendente y provocativa (Mateo 20,1-15). Dios se parece al propietario bueno de una viña que contrató obreros para trabajarla, a diferentes horas del día. Sin embargo, al final de la jornada, no les pagó según el trabajo realizado. A todos les dio un denario, es decir, lo que necesitaba una familia de Galilea para vivir un día. Ante las protestas de los que se sienten perjudicados, el señor de la viña responde con estas sorprendentes palabras: «¿Tenéis que ver con malos ojos que yo sea bueno?». Según Jesús, Dios no juzga la vida de las personas con los criterios que nosotros empleamos. El Padre del cielo es bueno y compasivo. ¿Será verdad que, desde sus entrañas de misericordia, Dios, más que fijarse en nuestros méritos, está siempre mirando cómo responder a nuestras necesidades?

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La Trinidad nos abre el corazón de Dios

Lunes, 7 de marzo de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

En 1972, Maurice Zundel fue llamado al Vaticano por Pablo VI para predicar en el retiro de Cuaresma. Místico, teólogo, Maurice Zundel es un verdadero profeta del siglo XX.  En palabras del abbé Pierre: “Con él, nos encontrábamos en presencia de Alguien. Por su misma persona accedíamos casi naturalmente al misterio de Dios. A lo absoluto.

Os invitamos a seguir Maurice Zundel, paso a paso, hasta Pascua en este Año jubilar de la Misericordia…

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La Trinidad nos abre el corazón de Dios

La Trinidad nos abre el corazón de Dios. Nos enseña que Dios no es alguien al que se admire, se celebre, se incense y se ame.

Porque en Él, toda la vida brota, brota, brota, como una comunicación que va del Padre al Hijo, del Hijo al Padre, en la unidad del Espíritu Santo.

La Trinidad nos enseña que en Dios está el Otro,  que en Dios “Yo es un Otro”, que en Dios la Vida, es “Tú eres yo”, el Padre que dice al Hijo, el Hijo al Padre, y el Padre y el Hijo al Espíritu Santo, y el Espíritu Santo al Hijo y al Padre.

En Dios hay tres hogares de amor, tres hogares de comunicación donde toda la Vida divina, constantemente, se renueva en un don inagotable.

Señor, Tu Vida viva me rodea desde siempre y para siempre. Enséñame de mí a volver a la danza del don, danza trinitaire. Dame la gracia de recibir y  devolver esta fuente benéfica, día tras día…

 

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Maurice Zundel
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Dom 10.1.16. Bautismo de Jesús, la Iglesia un Baptisterio

Domingo, 10 de enero de 2016
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bautismo1Del blog de Xabier Pikaza:

De la Navidad (Nacimiento, Año Nuevo) pasamos por la Epifanía (revelación de Jesús a los “magos” ) a la Fiesta del Bautismo, que nos sitúa ya en un ámbito de Pascua, porque el verdadero Bautismo de Jesús es su Resurrección, es la vida de la Iglesia.

Ciertamente, Jesús comenzó su “ministerio” recibiendo el bautismo de Juan, como indica la lectura del evangelio:

En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías. Pero Juan tomó la palabra y dijo a todos: “Yo os bautizo con agua; pero viene Él y os bautizará con Espíritu Santo y fuego.”
En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto (Lucas 3, 15-16. 21-22)

Pero hoy no quiero comentar ese primer bautismo histórico de Jesús, que fue el comienzo de su actividad, sino su “segundo bautismo”, que se celebra en la Iglesia como fiesta de Pascua, vinculada a la gran palabra del envío misionero:

imagesHaced discípulos a todos los pueblos, bautizándoles
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (cf. Mt 28, 17-20)

Pasó el tiempo, Jesús realizó la tarea de Dios, pero le mataron y pareció fracasar su proyecto de Reino. Pero, en contra de lo que hubieran esperado casi todos, su Muerte fue principio de un nuevo nacimiento, es decir, de un Bautismo para la Vida Nuevo, es decir, para el Reino de Dios y no simplemente para el perdón de los pecados.

Imagen 1. Bautismo de Jesús, bautismo cristiano
Imagen 2. La iglesia es un baptisterio (Ravenna).
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Punto de partida, el origen de la Iglesia

A partir de la una Cruz ha empezado la gran transformación de algunos seguidores de Jesús, que no volvieron para juntarse ante un cadáver, lanzando proclamas de fidelidad o de venganza, sino para descubrir, más allá de su fracaso (en su mismo camino de entrega), un programa de vida universal, una luz de pascua, un nuevo Bautismo.

No tienen (ni necesitan) un monumento funerario donde reunirse, pues a Jesús le han enterrado en una tumba desconocida o su tumba ha quedado abierta y vacía, sin que se sepa donde se encuentra su cadáver… Pero ellos saben que no importa el cadáver, pues él está vivo y les hace vivir una manera nueva.

Ellos no necesitan la tumba de un Jesús Muerto pues van descubriendo y encuentran, cada vez con más fuerza, al Jesús Vivo, que se expresa en las palabras de amor que ellos recuerdan y en el amor de la comunidad en que se integran, esperando su vuelta, es decir, el cumplimiento de su obra. Y en eso seguimos esperando todavía, recibiendo su Bautismo.


De esa forma, el escándalo del fracaso de Jesús (¡no logró triunfar, todos le han matado!) se transforma en experiencia de nacimiento,
desde Dios, en gratuidad, para la vida compartida, tal como se expresa en el primero de los signos de la Iglesia, que es el Bautismo.

Bautismo, nacer en (a) la vida de Dios. La Iglesia como baptisterio

Así se entiende la Iglesia:es, ante todo, un baptisterio, un lugar donde hombres y mujeres pueden nacer a una vida más alta, de vinculación con Dios, de comunión humana, es decir, de bautismo, nuevo nacimiento.

Algunos en la iglesia actual (entre obispos famosos, de los que hablan los periódicos) se preocupan más de las leyes sociales del aborto y de la fecundación in vitro (preocupación necesaria) que de la experiencia y tarea del bautismo, que es la vida más alta, vida de Dios, ofrecida a los que nacen.

La iglesia existe en la medida en que es capaz de ofrecer un espacio de nacimiento (es decir, de bautismo) a los niños y a los mayores. En este contexto se sitúa la experiencia cristiana del bautismo, como sacramento que expresa el nacimiento desde Dios, una experiencia de filiación divina celebrada y compartida en comunión de iglesia.

Entendido así, como expresión de la gracia de Dios Padre de la que nacemos a la vida en libertad y amor, el bautismo no tiene por qué hallarse vinculado a la niñez, sino que puede y debe celebrarse también en situación de vida adulta.

Allí donde un nacimiento puramente humano pudiera interpretarse como expresión de fatalidad o de miedo, la iglesia lo celebra como presencia de Dios, experiencia y esperanza de gracia compartida.

La Iglesia no bautiza al niño en nombre del sistema, de un estado, de una patria o de una economía, sino para declararle Hijo de Dios (en nombre de la Trinidad) para la vida universal, en fraternidad humana, comprometiéndose a ofrecerle un lugar donde podrá crecer en esa fraternidad y para ella. De aquí brota, a mi juicio, el primero de los retos de la iglesia. ¿Debe bautizar todavía, en este tiempo (año 2016), garantizando al niño, en nombre de los padres y de la comunidad creyente, un espacio de crecimiento en libertad gratuita y gozosa, en el Padre, el Hijo y el Espíritu? ¿Puede hoy hacerlo en verdad y mantener su ofrecimiento a lo largo de la vida del niño?

Ciertamente, las afirmaciones tradicionales sobre un bautismo que borra el pecado original, y que permite que los niños vayan al cielo si mueren, siguen siendo válidas en un sentido, pero hay que entenderlas bien. Bautizados o no, los niños son hijos de Dios y pertenecen al misterio de su Vida, al camino de su cielo. La iglesia no les bautiza para quitarles un pecado de muerte (de manera que si no hubiera bautismo irían al limbo o al infierno), sino para celebrar de un modo solemne su nacimiento a la Vida, que es don del Padre, camino de gracia, que se abre a la fraternidad universal y nos permite superar los riesgos de ley y muerte del sistema.

Iglesia, hogar bautismal

Desde aquí surge, a mi juicio, la gran pregunta y tarea de la Iglesia: ¿Se atreverá a ofrecer a los niños y adultos un espacio de crecimiento en amor y en libertad?

El tema no es si los niños (o sus familiares inmediatos) están preparados para el bautismo, sino si la iglesia puede abrirse como pila bautismal de vida compartida para aquellos a quienes bautiza. La cuestión está en saber si las comunidades cristianas son hoy “madres y maestras de paz”. Desde este fondo el tema de la eugenesia recibe un sentido mucho más hondo. Leer más…

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“Bautismo de Jesús”. Ciclo C

Domingo, 10 de enero de 2016
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20160WDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La elocuencia del silencio

Acabamos de celebrar la fiesta de la Epifanía, con Jesús niño de menos de dos años, y de repente lo vemos ya adulto, en el momento del bautismo. De los años intermedios, si prescindimos de la visita al templo que cuenta Lucas, no se dice nada.

Este silencio resulta muy llamativo. Los evangelistas podían haber contado cosas interesantes de aquellos años: de Nazaret, con sus peculiares casas excavadas en la tierra; de la capital de la región, Séforis, a sólo 5 kms de distancia, atacada por los romanos cuando Jesús era niño, y cuya población terminó vendida como esclavos; de la construcción de la nueva capital de la región, Tiberias, en la orilla del lago de Galilea, empresa que se terminó cuando Jesús tenía poco más de veinte años. Nada de esto se cuenta; a los evangelistas no les interesa escribir la biografía de su protagonista.

Para explicar este silencio se aduce habitualmente la humildad de Dios, capaz de pasar desapercibido tanto tiempo, sin llamar la atención, sin prisas por cambiar al mundo, a pesar de todo lo que tiene que decir. Esta interpretación es válida, y deberíamos sacar de ellas consecuencias personales que frenasen nuestras prisas y deseos de notoriedad. Pero quien viene del Antiguo Testamento percibe también otro motivo. Los grandes personajes que en él aparecen nunca son importantes en sí mismos, sino por lo que contribuyen al progreso de la historia de la salvación. De Abrahán, Moisés, Josué, Isaías, Jeremías, Ezequiel… nos faltan infinidad de datos biográficos. A veces conocemos detalles pequeños sobre su familia o infancia. Pero, en general, su biografía comienza con el momento de la vocación, cuando el personaje queda al servicio de los planes de Dios.

En el caso de Jesús se aplica el mismo principio, para subrayar la importancia capital del bautismo como experiencia personal que transforma totalmente su vida. Todo lo anterior, aunque nos sorprenda, carece de interés. Es ahora, en el bautismo, cuando comienza la «buena noticia».

El bautismo de Jesús

Es uno de los momentos en que más duro se hace el silencio. ¿Por qué Jesús decide ir al Jordán? ¿Cómo se enteró de lo que hacía y decía Juan Bautista? ¿Por qué le interesa tanto? Ningún evangelista lo dice. La versión de Lucas es la siguiente:

En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: “Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.

En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.”

Lucas sigue muy de cerca al relato de Marcos, pero añade dos detalles de interés: 1) Jesús se bautiza, “en un bautismo general”; con ello sugiere la estrecha relación de Jesús con las demás personas; 2) la venida del Espíritu tiene lugar “mientras oraba”, porque Lucas tiene especial interés en presentar a Jesús rezando en los momentos fundamentales de su vida, para que nos sirva de ejemplo a los cristianos.

Por lo demás, Lucas se atiene a los dos elementos esenciales: el Espíritu y la voz del cielo.

La venida del Espíritu tiene especial importancia, porque entre algunos rabinos existía la idea de que el Espíritu había dejado de comunicarse después de Esdras (siglo V a.C.). Ahora, al venir sobre Jesús, se inaugura una etapa nueva en la historia de las relaciones de Dios con la humanidad. Porque ese Espíritu que viene sobre Jesús es el mismo con el que él nos bautizará, según las palabras de Juan Bautista.

La voz del cielo. A un oyente judío, las palabras «Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto» le recuerdan dos textos con sentido muy distinto. El Sal 2,7: «Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy», e Isaías 42,1: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero». El primer texto habla del rey, que en el momento de su entronización recibía el título de hijo de Dios por su especial relación con él. El segundo se refiere a un personaje que salva al pueblo a través del sufrimiento y con enorme paciencia. Lucas quiere evocarnos las dos ideas: dignidad de Jesús y salvación a través del sufrimiento.

El lector del evangelio podrá sentirse en algún momento escandalizado por las cosas que hace y dice Jesús, que terminarán costándole la muerte, pero debe recordar que no es un blasfemo ni un hereje, sino el hijo de Dios guiado por el Espíritu.

El programa futuro de Jesús

Pero las palabras del cielo no sólo hablan de la dignidad de Jesús, le trazan también un programa. Es lo que indica la primera lectura de este domingo, tomada del libro de Isaías (42,1-4.6-7).

Así dice el Señor: Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.

El programa indica, ante todo, lo que no hará: gritar, clamar, vocear, que equivale a amenazar y condenar; quebrar la caña cascada y apagar el pabilo vacilante, símbolos de seres peligrosos o débiles, que es preferible eliminar (basta pensar en Leví, el recaudador de impuestos, la mujer sorprendida en adulterio, la prostituta…).

Dice luego lo que hará: promover e implantar el derecho, o, dicho de otra forma, abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la prisión; estas imágenes se refieren probablemente a la actividad del rey persa Ciro, del que espera el profeta la liberación de los pueblos sometidos por Babilonia; aplicadas a Jesús tienen un sentido distinto, más global y profundo, que incluye la liberación espiritual y personal.

El programa incluye también cómo se comportará: «no vacilará ni se quebrará». Su misión no será sencilla ni bien acogida por todos. Abundarán las críticas y las condenas, sobre todo por parte de las autoridades religiosas judías (escribas, fariseos, sumos sacerdotes). Pero en todo momento se mantendrá firme, hasta la muerte.

Misión cumplida: pasó haciendo el bien

La segunda lectura, de los Hechos de los Apóstoles, Pedro, dirigiéndose al centurión Cornelio y a su familia, resumen en estas pocas palabras la actividad de Jesús.

“Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»

Un buen ejemplo para vivir nuestro bautismo.

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Puerta para todo el mundo

Miércoles, 2 de septiembre de 2015
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Jesús es la puerta a una vida en y con Dios… Sin embargo, muchas personas no han oído ni oirán jamás hablar de Jesús. Nacen, viven sus vidas y mueren sin haber descubierto a Jesús y sus palabras. ¿No hay lugar para ellos en la casa del Padre?

Jesús abrió la puerta de la casa del Padre para todo el mundo, incluso para aquellos que nunca han sabido ni sabrán que fue Jesús quien la abrió. El Espíritu que Jesús envió ‘sopla donde quiere’ (Juan 3,8), y puede llevar a cualquiera adentro de la casa de Dios. “

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Henri Nouwen

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Reacción de un padre al ver que su hijo elige una muñeca como regalo

Viernes, 28 de agosto de 2015
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padre_hijo_sirenita_munecaEn el vídeo, que en tres días ha tenido ocho millones y medio de visitas, el padre, orgulloso, anima a su hijo a mostrar como se siente: “Exprésate, elige lo que te gusta, elige tu sexualidad”.

Un padre ha dado la vuelta al mundo al compartir un vídeo en de lo más interesante: fueron a la tienda de juguetes a cambiar un regalo ya que su hijo había recibido dos iguales, y el niño decidió cambiar el juguete repetido por una sirenita. ¿Qué opina el padre? Pues le parece estupendo, y aprovecha el momento para decirles a sus hijos que les apoyará en lo que decidan hacer con su vida, sin problema alguno.

En él Mikki Willis cuenta como su hijo de cuatro años, Azai, recibió dos regalos iguales por su cumpleaños. Cuando fueron a la tienda de juguetes a cambiar uno de ellos por otro distinto, Mikki dejó que fuera su hijo el que escogiera. Azai, ni corto no perezoso, se decidió por una muñeca de Ariel, la sirenita de Disney. “¿Cómo creéis que un padre se siente cuando su hijo escoge esto?” se pregunta Mikki Willis, mostrando a Ariel a la cámara…

“Yeahhhhh” (“Síííí”), responde su hijo. “Yeahhhhh”, asiente su padre. “Así es como yo me siento. Quiero que mis hijos elijan sus vidas”, continúa. ”Sí, elígela. Elige tu expresión, elige lo que te gusta, elige tu sexualidad (…) Tenéis mi promesa, os prometo en este momento, que os querré siempre y os aceptaré cualquiera que sea la vida que elijáis”, les dice Mikki a Azai y a su otro hijo, Zuri, de solo un año y medio:

Emociónate y compártelo:

No se trata ni mucho menos del primer vídeo en el que padre e hijo aparecen juntos, como bien cuenta el propio Mikki Willis en el texto que acompaña el vídeo en YouTube (su hijo pequeño, Zuri, empieza ahora a hacer algunos “cameos”, explica).

Es por eso que no ha dudado en colgarlo y compartir su reflexión como padre, empeñado en respetar los gustos, preferencias e identidades que expresen sus hijos en materia de género. Azai y Zuri podrán tener mejores o peores vidas, pero de lo que no cabe duda es que su orientación sexual o su identidad de género, sean las que sean, no constituirán nunca para ellos una fuente de infelicidad. Todo un ejemplo en ese sentido.

Es un vídeo que no está guionizado y que muestra a alguien que no está muy familiarizado con el colectivo LGBT pero que, sin darse cuenta, se encuentra siendo un aliado más. Lógicamente hay patinazos como “elige la vida que quieres“, como si la orientación sexual fuera una decisión, pero lo que importa de verdad es el fondo: ver como un padre de familia heterosexual apoya a sus hijos sin importar el resto. Los niños no lo valoran aún porque son eso, niños, pero el significado de este vídeo no tiene precio.

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Oración cristiana con la creación

Lunes, 13 de julio de 2015
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respirando

Te alabamos, Padre, con todas tus criaturas, que salieron de tu mano poderosa.
Son tuyas,
y están llenas de tu presencia y de tu ternura. Alabado seas.

Hijo de Dios, Jesús,
por ti fueron creadas todas las cosas.
Te formaste en el seno materno de María, te hiciste parte de esta tierra,
y miraste este mundo con ojos humanos.
Hoy estás vivo en cada criatura
con tu gloria de resucitado. Alabado seas.

Espíritu Santo, que con tu luz
orientas este mundo hacia el amor del Padre y acompañas el gemido de la creación,
tú vives también en nuestros corazones para impulsarnos al bien.
Alabado seas.

Señor Uno y Trino,
comunidad preciosa de amor infinito,
enséñanos a contemplarte en la belleza del universo, donde todo nos habla de ti.
Despierta nuestra alabanza y nuestra gratitud por cada ser que has creado.
Danos la gracia de sentirnos íntimamente unidos con todo lo que existe.
Dios de amor,
muéstranos nuestro lugar en este mundo como instrumentos de tu cariño
por todos los seres de esta tierra,
porque ninguno de ellos está olvidado ante ti. Ilumina a los dueños del poder y del dinero
para que se guarden del pecado de la indiferencia, amen el bien común, promuevan a los débiles,
y cuiden este mundo que habitamos.

Los pobres y la tierra están clamando:
Señor, tómanos a nosotros con tu poder y tu luz, para proteger toda vida,
para preparar un futuro mejor, para que venga tu Reino
de justicia, de paz, de amor y de hermosura. Alabado seas.
Amén.

*

Francisco
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 24 de mayo, Solemnidad de Pentecostés, del año 2015,tercero de mi Pontificado.
Extracto de la carta encíclicaLaudato si (alabado seas) del papa Francisco sobreb el cuidado de la casa común.
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Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro!

Domingo, 31 de mayo de 2015
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Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayúdame a olvidarme enteramente de mí para establecerme en Ti, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti, ¡oh mi Inmutable!, sino que cada minuto me sumerja más en la hondura de tu Misterio.
Inunda mi alma de paz; haz de ella tu cielo, la morada de tu amor y el lugar de tu reposo. Que nunca te deje allí solo, sino que te acompañe con todo mi ser, toda despierta en fe, toda adorante, entregada por entero a tu acción creadora.

¡Oh, mi Cristo amado, crucificado por amor, quisiera ser una esposa para tu Corazón; quisiera cubrirte de gloria amarte… hasta morir de amor! Pero siento mi impotencia y te pido «ser revestida de Ti mismo»; identificar mi alma con todos los movimientos de la tuya, sumergirme en Ti, ser invadida por Ti, ser sustituida por Ti, a fin de que mi vida no sea sino un destello de tu Vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.

¡Oh, Verbo eterno, Palabra de mi Dios!, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero hacerme dócil a tus enseñanzas, para aprenderlo todo de Ti. Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias, quiero fijar siempre la mirada en Ti y morar en tu inmensa luz. ¡Oh, Astro mío querido!, fascíname para que no pueda ya salir de tu esplendor.

¡Oh, Fuego abrasador, Espíritu de Amor, «desciende sobre mí» para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo. Que yo sea para El una humanidad suplementaria en la que renueve todo su Misterio.

Y Tú, ¡oh Padre Eterno!, inclínate sobre esta pequeña criatura tuya, «cúbrela con tu sombra», no veas en ella sino a tu Hijo Predilecto en quien has puesto todas tus complacencias.

¡Oh, mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad donde me pierdo!, yo me entrego a Ti como una presa. Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vos, mientras espero ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas.

*

Elisabeth Catez, beata Isabel de la Trinidad

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En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

“Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”

Mateo 28,16-20

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Fiesta de la Santísima Trinidad. Ciclo B

Domingo, 31 de mayo de 2015
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24.the_trinity-blanchard-lowresDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El año litúrgico comienza con el Adviento y la Navidad, celebrando cómo Dios Padre envía a su Hijo al mundo. En los domingos siguientes recordamos la actividad y el mensaje de Jesús. Cuando sube al cielo nos envía su Espíritu, que es lo que celebramos el domingo pasado. Ya tenemos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Estamos preparados para celebrar a los tres en una sola fiesta, la de la Trinidad. Esta fiesta surge bastante tarde, en 1334, y fue el Papa Juan XII quien la instituyó. Quizá se pretendía (como ocurrió con la del Corpus) contrarrestar a grupos heréticos que negaban la divinidad de Jesús o la del Espíritu Santo. Cambiando el orden de las lecturas subrayo la relación especial de cada una de ellas con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Dios Padre (Deuteronomio 4, 32-34. 39-40)

Moisés habló al pueblo, diciendo:  

– «Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, palabra tan grande como ésta?; ¿se oyó cosa semejante?; ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?; ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el Señor vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos? Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre.»

Como es lógico, un texto del Deuteronomio, escrito varios siglos antes de Jesús, no puede hablar de la Trinidad, se limita a hablar de Dios. Su autor pretende inculcar en los israelitas tres actitudes:

1) admiración ante lo que el Señor ha hecho por ellos, revelándose en el Sinaí y liberándolos previamente de la esclavitud egipcia;

2) reconocimiento de que Yahvé es el único Dios, no hay otro; cosa que parece normal en un mundo como el nuestro, con tres grandes religiones monoteístas, pero que suponía una gran novedad en aquel tiempo;

3) fidelidad a sus preceptos, que no son una carga insoportable, sino el único modo de conseguir la felicidad.

Dios Hijo (Mateo 28, 16-20)

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

̶  «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.»

El texto del evangelio, el más claro de todo el Nuevo Testamento en la formulación de la Trinidad, pero al mismo tiempo pone de especial relieve la importancia de Jesús.

A lo largo de su evangelio, Mateo ha presentado a Jesús como el nuevo Moisés, muy superior a él. El contraste más fuerte se advierte comparando el final de Moisés y el de Jesús. Moisés muere solo, en lo alto del monte, y el autor del Deuteronomio entona su elogio fúnebre: no ha habido otro profeta como Moisés, «con quien el Señor trataba cara a cara, ni semejante a él en los signos y prodigios…» Pero ha muerto, y lo único que pueden hacer los israelitas es llorarlo durante treinta días.

Jesús, en cambio, precisamente después de su muerte es cuando adquiere pleno poder en cielo y tierra, y puede garantizar a los discípulos que estará con ellos hasta el fin del mundo. A diferencia de los israelitas, los discípulos no tienen que llorar a Jesús sino lanzarse a la misión para hacer nuevos discípulos de todo el mundo. ¿Cómo se lleva a cabo esta tarea? Bautizando y enseñando. Bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo equivale a consagrar a esa persona a la Trinidad. Igual que al poner nuestro nombre en un libro indicamos que es nuestro, al bautizar en el nombre de la Trinidad indicamos que esa persona le pertenece por completo.

En la primera lectura, Dios exigía a los israelitas: «guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo»; en el evangelio, Jesús subraya la importancia de «guardar todo lo que os he mandado».

Dios Espíritu Santo (Romanos 8, 14-17)

Hermanos: Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.

            La formulación no es tan clara como en el evangelio, pero Pablo menciona expresamente al Espíritu de Dios, al Padre, y a Cristo. No lo hace de forma abstracta, como la teología posterior, sino poniendo de relieve la relación de cada una de las tres personas con nosotros.

Lo que se subraya del Padre no es que sea Padre de Jesús, sino Padre de cada uno de nosotros, porque nos adopta como hijos.

Lo que se dice del Espíritu Santo no es que «procede del Padre y del Hijo por generación intelectual», sino que nos libra del miedo a Dios, de sentirnos ante él como esclavos, y nos hace gritarle con entusiasmo: «Abba» (papá).

Y del Hijo no se exalta su relación con el Padre y el Espíritu, sino su relación con nosotros: «coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados».

Reflexión final

La fiesta de la Trinidad provoca en muchos cristianos la sensación de enfrentarse a un misterio insoluble, no es la que más atrae del calendario litúrgico. Sin embargo, cuando se escuchan estas tres lecturas la perspectiva cambia mucho.

            El Deuteronomio nos invita a recordar los beneficios de Dios, empezando por el más grande de todos: su revelación como único Dios. (Esto no debemos interpretarlo como una condena o infravaloración de otras religiones).

            El evangelio nos recuerda el bautismo, por el que pasamos a pertenecer a Dios.

            La carta a los Romanos nos ofrece una visión mucho más personal y humana de la Trinidad.

Finalmente, las tres lecturas insisten en el compromiso personal con estas verdades. La Trinidad no es solo un misterio que se estudia en el catecismo o la Facultad de Teología. Implica observar lo que Jesús nos ha enseñado, y unirnos a él en el sufrimiento y la gloria.

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