Comentarios desactivados en ¡Ten mucho cuidado cuando hablen bien de ti, seguro que algo mal habre hecho!
Del blog de Alfonso J. Olaz El Rincón del Peregrino:
Qué extraño es el ser humano!
En la noche ama, en el día duerme
¡Se da golpes de pecho y luego golpea a su propio hermano!
¡Qué me importa la vida si no la hago tuya!
Y sin entregarla dejo de vivirla
Sin rubor y convencido,
se atreve a rezar al Padre Nuestro, “Venga a nosotros tu Reino“
¡De verdad que me importa tu Reino!
Si no lo hago tuyo y solo vivo para vivirlo como quiero,
entregándolo en un Reino que no es Tuyo
¿De lo relativo, qué me importa que lo hago superlativo?
¡Y nada de lo Absoluto me importa para Vivir en lo absoluto!
¿Hasta cuándo me esperarás en el cruce de tus caminos?
Y así vamos peleando todos los días,
hasta hacernos polvo y desaparecer por el viento,
disolviéndonos en las corrientes de las cloacas de nuestro submundo
¡Este es el Reino nuestro de cada día!
¡Qué paciencia tienes con todos nosotros!
¡Ni un millar de madres tendrían la paciencia con solo uno de los nuestros!
Y por uno solo de los nuestros que rezara bien:” Venga a nosotros tu Reino”
Tu misericordia volvería a todos nosotros, a cada uno
Quién dice que amarte es fácil!
Para luego desatenderte y ser cómplice
Dejarte tirado y malherido en las cunetas de nuestra vida
Ser testigo a fondo perdido
De todas las causas perdidas
Cuando muy pocos llegan hasta las cunetas de los caminos
y sanan a los desconocidos
Sí amamos sin contar contigo
Somos guerrilleros de la desesperanza,
francotiradores de los buenos sueños de nuestros hermanos
Pasamos por las cunetas ardientes de nuestras vidas,
donde viven los parias sin casta y malheridos
Y ahí, aplastando las flores de tu camino, nos atrevemos a decir. ¡Padre,” Venga a nosotros tu Reino!”
¿De qué me vale amar si no amo contigo?
Si no amo solo contigo y con el pobre malherido,
no me hago pobre encontradizo del camino
¿De qué me vale soñar si lo hago cuando estoy dormido
y cuando despierto nada hago nada, por hacerlo mío,
con el pobre que llevo en mi interior conmigo?
¡De qué me vale esta vida,
si no la vivo con tu pan y vino de cada día!
¡Vivir con tu pan para ser hombre libre de por vida!
Hacer de tu vino esperanza que embriaga para el pobre,
para hacerlo divino
¡Que no hablen bien de mí por tener una cuna,
sino un sitio para compartirla con mi hermano el pobre!
Que tomando partido por tu vida,
me atreva ya a vivir una vida que ya no es mía
Que no me queje a partirme por lo que no es tuyo,
para ser medio hombre, media vida
hombre disminuido de pan y vino
¡Padre,”Venga a nosotros tu Reino!”Que me alegre por todo lo tuyo,
para mí lo has preparado para compartirlo con tus pobres
Haz que clame de alegría por ser tuyo todos los días
Alabarte y bendecirte en la noche oscura
Aceptarme como soy, que nada soy,
ya que tú así lo quieres, y tú así lo amas
Pues me amas como soy
Que no mire al hermano como necesitado,
que no es un apestado, si no es el mismo Jesús,
despojado de todos sus derechos.
Que todo, todo lo que he recibido; lo de del Todo, Todo
Que nada tengo, nada es mío, todo lo he recibido para darlo y compartirlo
Que del mismo pobre hermano al que acojo,
al mismo Jesús recibo
Y de mi hermano verdadero sin cuna,
de Él todo recibo
Todo, todo lo que me falta,
para ser completamente hermano
Seré cuna que me falta
Para ser hospitalero del peregrino hermano
Y ahí veré acunada toda mi vida con mi hermano Jesús
Hermano pobre
Nada entrego, pues nada tengo mío
Solo te devuelvo lo que de Él he recibido
Para compartirlo contigo hermano mío
Pues del maestro es todo
Al Él solo le doy gracias.
Y Sí del Espíritu Recibo Atento estaré a su demanda Para que Él no me demande por lo que de Él recibo Y con nadie lo comparta
Y así compartiré con todos
El pan y el vino,
para hacerlo cada día más llevadero:
con su pan, recibir su fuerza y con su vino ser alegría
Ahora empezaremos a vivir “Venga a nosotros tu Reino“
Señor,
cuando me encierro en mí,
no existe nada:
ni tu cielo y tus montes,
tus vientos y tus mares;
ni tu sol,
ni la lluvia de estrellas.
Ni existen los demás
ni existes Tú,
ni existo yo.
A fuerza de pensarme, me destruyo.
Y una oscura soledad me envuelve,
y no veo nada
y no oigo nada.
Cúrame, Señor, cúrame por dentro,
como a los ciegos, mudos y leprosos,
que te presentaban.
Yo me presento.
Cúrame el corazón, de donde sale,
lo que otros padecen
y donde llevo mudo y reprimido
el amor tuyo, que les debo.
Despiértame, Señor, de este coma profundo,
que es amarme por encima de todo.
Que yo vuelva a ver
a verte, a verles,
a ver tus cosas
a ver tu vida,
a ver tus hijos…
Y que empiece a hablar,
como los niños,
-balbuceando-,
las dos palabras más redondas
de la vida:
¡PADRE NUESTRO!
En la solemnidad de San Pedro y San Pablo, un texto que habla de Comunidad, de Palabra, de Compromiso… Del blog Amigos de Thomas Merton:
…”el Doctor de la paz y Maestro de la unidad no quiso que hiciéramos una oración individual y privada, de modo que cada cual rogara sólo por sí mismo. No decimos: «Padre mío, que estás en el cielo», ni: «Dame hoy mi pan de cada día», ni pedimos el perdón de las ofensas sólo para cada uno de nosotros, ni pedimos para cada uno en particular que no caigamos en tentación y que nos libre del mal. Nuestra oración es pública y común, y cuando oramos lo hacemos no por uno solo, sino por todo el pueblo, ya que todo el pueblo somos como uno solo.
El Dios de la paz y el Maestro de la concordia, que nos enseñó la unidad, quiso que orásemos cada uno por todos, del mismo modo que él incluyó a todos los hombres en su persona. Aquellos tres jóvenes encerrados en el horno de fuego observaron esta norma en su oración, pues oraron al unísono y en unidad de espíritu y de corazón; así lo atestigua la sagrada Escritura que, al enseñarnos cómo oraron ellos, nos los pone como ejemplo que debemos imitar en nuestra oración: Entonces -dice- los tres, a una sola voz, se pusieron a cantar, glorificando y bendiciendo a Dios. Oraban los tres a una sola voz, y eso que Cristo aún no les había enseñado a orar.
Por eso fue eficaz su oración, porque agradó al Señor aquella plegaria hecha en paz y sencillez de espíritu. Del mismo modo vemos que oraron también los apóstoles, junto con los discípulos, después de la ascensión del Señor. Todos ellos -dice la Escritura- perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres y de María, la madre de Jesús, y de los hermanos de éste. Perseveraban unánimes en la oración, manifestando con esta asiduidad y concordia de su oración que Dios, que hace habitar unánimes en la casa, sólo admite en la casa divina y eterna a los que oran unidos en un mismo espíritu.”
*
San Cipriano
***
Pedro y Pablo, dos columnas de la Iglesia, maestros inseparables de fe y de inspiración cristiana por su autoridad, son sinónimo de todo el colegio apostólico. A Simón Pedro, pescador de Betsaida (cf. Le 5,3; Jn 1,44), Jesús le llamó Kefas- Piedra y le dio el encargo de guiar y confirmar a los hermanos, a pesar de su frágil temperamento. Su característica distintiva es la confesión de la fe. Es uno de los primeros testigos del Jesús resucitado y, como testigo del Evangelio, toma conciencia de la necesidad de abrir la Iglesia a los gentiles (Hch 10-11).
Pablo de Tarso, perseguidor de la Iglesia y convertido en el camino de Damasco, es un hombre de espíritu vivaz y brillante formación, que recibió de los mejores maestros. Animado por una gran pasión por Cristo, recorrió con su dinamismo el Mediterráneo anunciando el Evangelio de la salvación.
Ambos recibieron en Roma la palma del martirio y la unidad en la caridad, convirtiéndose en ejemplo de diálogo entre institución y carisma.
Comentarios desactivados en Artista drag arrestado tras polémica interpretación del “Padre Nuestro”
Una artista drag en Filipinas ha sido arrestada luego de un acto controvertido que involucraba el Padrenuestro.
A principios de este año, se volvió viral un video de la artista drag Pura Luka Vega bailando y sincronizando los labios con una interpretación de Ama Namin, la traducción tagalo del Padrenuestro. Como parte de la actuación, Vega estaba vestida como el Nazareno Negro, una imagen popular filipina de un Jesús de piel oscura cargando la cruz. La respuesta inicial de Vega a la controversia sobre la actuación fue insistir en que ésta era su forma de expresar la tensión y la intersección de sus identidades religiosas y queer, así como su forma de alabar a Dios.
Ahora, Vega ha sido arrestado bajo una ley que prohíbe “doctrinas inmorales, publicaciones y exhibiciones obscenas y espectáculos indecentes”, particularmente aquellos que “ofenden a cualquier raza o religión”. Las acusaciones contra Vega también los acusan de violar una ley de delitos cibernéticos, debido a que se compartió en línea un video de la actuación. El arresto de Vega se produjo luego de que Hijos del Nazareno, un grupo de devotos del Nazareno Negro, presentara una denuncia.
Filipinas es un país profundamente católico. El 80% de los filipinos se identifican con la fe, lo que lleva históricamente a una cultura más conservadora. Sin embargo, no todos los comentarios y acciones considerados religiosamente ofensivos son condenados por las leyes del país. El arresto de Vega ha renovado el debate sobre qué es una expresión religiosa y artística apropiada, y si las acciones legales deberían limitar dicha expresión y cómo.
Jarius Bondoc de The Philippine Starcuestionó las acusaciones de blasfemia y el procesamiento legal de Vega por motivos religiosos, dado que otras posturas públicas atroces contra el cristianismo por parte de figuras influyentes en Filipinas no han tenido acciones legales.
Los ejemplos anteriores incluyen declaraciones impunes del ex presidente del país, Rodrigo Duterte, que contenían mensajes profundamente antirreligiosos. Según Bondoc, Duterte ha utilizado lenguaje obsceno al hablar sobre el Papa Francisco, Jesucristo y la Sagrada Eucaristía, y llamó a Dios “estúpido“. Duterte, sin embargo, nunca fue acusado de ofender sentimientos religiosos o difundir doctrinas inmorales, y enfrentó críticas pero no castigos como lo hace Vega.
Muchos católicos filipinos, incluso aquellos que no están de acuerdo con la actuación de Vega, parecen ver el arresto de Vega como una reacción extrema. Paolo Tamase, profesor de derecho en la Universidad de Filipinas, explicó a The Diplomatque ciertos grupos religiosos en Filipinas “están decididos de forma independiente a procesar a Vega”, a pesar de que los líderes católicos pidieron moderación. Esto sugiere que puede que no sea la opinión mayoritaria o incluso popular entre los filipinos católicos o los filipinos en general que artistas como Vega deban ser castigados penalmente por sus actuaciones.
La comunidad LGBTQ+ en Filipinas se apresuró a salir en defensa de Vega. La también artista drag Naia Black organizó un evento drag para recaudar fondos y estableció una campaña de recaudación de fondos en línea. Según The Diplomat:
“Hasta el 9 de octubre, la campaña en línea había recaudado más de 890.000 pesos filipinos (15.668 dólares), que se utilizaron para ayudar al artista a pagar la fianza y cubrir los gastos legales y de subsistencia tras cancelaciones de actuaciones futuras”.
Black recurrió a X, anteriormente conocido como Twitter, para enfatizar la importancia de ser solidario con Vega, diciendo que hacerlo “es solo el comienzo de nuestra batalla contra las fuerzas anti-derechos cuya única misión es discriminar, oprimir y silenciar a las personas queer.”
Aunque Vega enfrenta posibles multas e incluso prisión, la situación no deja de tener esperanzas. Tanto el apoyo de la comunidad filipina LGBTQ+ como los indicios de que la persecución criminal de Vega no es un resultado popular entre los católicos filipinos sugieren una posible conclusión positiva para la artista drag. Como iglesia, debemos esperar y orar para que nadie sea perseguido por expresar una adoración sincera a Dios, y debemos ser solidarios con aquellos cuyo culto es suprimido.
—Liam Myers (él/él), Ministerio New Ways, 6 de noviembre de 2023
Comentarios desactivados en Polémica en Filipinas por la interpretación drag del Padre Nuestro
Pura Luka Vega
Un vídeo viral reciente de una drag queen filipina interpretando “Ama Namin”, la traducción tagalo del Padrenuestro, ha dado lugar a un debate sobre lo que puede considerarse una expresión religiosa y artística apropiada.
Pura Luka Vega publicó un vídeo en Twitter de su actuación drag, en el que aparece vestida como el Nazareno Negro, una imagen religiosa filipina muy venerada de un Jesús de piel oscura cargando la cruz. Canta y baila con una multitud con una interpretación alegre de Ama Namin. Según CNN Philippines, Vega, que se identifica como católica romana, dijo que su actuación se realizó en parte para “desafiar nuestras nociones de cómo adoramos o cómo cantamos nuestras alabanzas”. Para Vega, esta actuación fue una forma de unir sus identidades queer y religiosa y de generar una conversación sobre la forma en que las organizaciones religiosas han tratado a las personas LGBTQ+.
El video generó respuestas variadas, y muchos católicos, incluidos los católicos LGBTQ+, no estuvieron de acuerdo con la interpretación de Vega. Gran parte de la indignación no se centró en la identidad del intérprete, sino en el contenido y contexto de la actuación. Muchos argumentaron que combinar elementos religiosos como el Padrenuestro con las características distintivas de las actuaciones drag centradas en el entretenimiento, como cantos, bailes y disfraces elaborados, es una falta de respeto a la santidad de los elementos religiosos.
“La gente debe ser extremadamente prudente en sus acciones, especialmente con respecto al uso de elementos de la religión para fines seculares… bailar al son de una oración sagrada y bíblica, con un traje sagrado a juego, es completamente irrespetuoso no sólo hacia las personas y institución[es] que practican tal fe sino de Dios mismo… La fe y los objetos sagrados no tienen fines de entretenimiento. Son útiles para canalizar nuestro deseo más profundo de recurrir a lo Divino”.
Otros católicos, aunque expresan su apoyo a la comunidad LGBTQ+, están de acuerdo con CBCP en que un espectáculo de drag no es el lugar para elementos religiosos como el Padrenuestro. Froilan Nagruso, un católico LGBTQ+ de Filipinas, dijo a UCA News: “Creemos que ser gay no es contrario a ser piadoso. ‘Ama Namin’ [Padre Nuestro] no pretende ser parte de un evento de baile donde la gente se golpea la cabeza o salta como Lady Gaga. El Padrenuestro exige respeto de todo cristiano.”
Geraldine Roman, la primera legisladora transgénero de Filipinas, cuestionó aún más la motivación de esta actuación. Roman afirmó que hay muchos miembros fieles de la comunidad LGBTQ+ que buscan servir a Dios y a la iglesia, y se preguntó: “¿Cuál es el aporte de este evento a nuestra lucha por los derechos LGBT?”.
Ante estas críticas, Vega afirmó que su actuación fue una fiel expresión de su propia experiencia religiosa y su forma de llamar la atención sobre temas LGBTQ+.
“Es mi experiencia y mi expresión de que me han negado mis derechos“, dijo Vega en conferencia de prensa. En Twitter, Vega profundizó en este punto, mencionando las diversas formas en que el cristianismo y la Biblia se han utilizado para dañar a la comunidad LGBTQ+. “Sólo quiero crear una narrativa que a pesar de todo esto, Jesús, como encarnación del amor de Dios por todos, no se olvida de los oprimidos, incluida la comunidad LGBTQIA+”, dijo.
Lo queer, dijo Vega más tarde, es su forma de alabar a Dios, y el drag es su forma de expresarlo.
Cuando pensamos en las innumerables formas en que las personas expresan alabanza y adoración a Dios, ciertamente no se limitan a oraciones silenciosas y solemnes murmuradas en el banco de una iglesia. La alabanza a Dios brota del corazón y puede tomar muchas formas: bailar, cantar, reír, llorar, gritar y, sí, tal vez incluso arrastrarse. La conversación provocada por la actuación de Vega suscita preguntas importantes: ¿qué formas de adoración consideramos demasiado desconocidas para ser aceptables y cómo empezamos y continuamos reconociendo el carácter sagrado de las expresiones de fe LGBTQ+?
—Phoebe Carstens (ellos/ellos), 16 de septiembre de 2023
En la solemnidad de San Pedro y San Pablo, un texto que habla de Comunidad, de Palabra, de Compromiso… Del blog Amigos de Thomas Merton:
…”el Doctor de la paz y Maestro de la unidad no quiso que hiciéramos una oración individual y privada, de modo que cada cual rogara sólo por sí mismo. No decimos: «Padre mío, que estás en el cielo», ni: «Dame hoy mi pan de cada día», ni pedimos el perdón de las ofensas sólo para cada uno de nosotros, ni pedimos para cada uno en particular que no caigamos en tentación y que nos libre del mal. Nuestra oración es pública y común, y cuando oramos lo hacemos no por uno solo, sino por todo el pueblo, ya que todo el pueblo somos como uno solo.
El Dios de la paz y el Maestro de la concordia, que nos enseñó la unidad, quiso que orásemos cada uno por todos, del mismo modo que él incluyó a todos los hombres en su persona. Aquellos tres jóvenes encerrados en el horno de fuego observaron esta norma en su oración, pues oraron al unísono y en unidad de espíritu y de corazón; así lo atestigua la sagrada Escritura que, al enseñarnos cómo oraron ellos, nos los pone como ejemplo que debemos imitar en nuestra oración: Entonces -dice- los tres, a una sola voz, se pusieron a cantar, glorificando y bendiciendo a Dios. Oraban los tres a una sola voz, y eso que Cristo aún no les había enseñado a orar.
Por eso fue eficaz su oración, porque agradó al Señor aquella plegaria hecha en paz y sencillez de espíritu. Del mismo modo vemos que oraron también los apóstoles, junto con los discípulos, después de la ascensión del Señor. Todos ellos -dice la Escritura- perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres y de María, la madre de Jesús, y de los hermanos de éste. Perseveraban unánimes en la oración, manifestando con esta asiduidad y concordia de su oración que Dios, que hace habitar unánimes en la casa, sólo admite en la casa divina y eterna a los que oran unidos en un mismo espíritu.”
“Líbranos del mal…” El mundo yace en el mal, y mal no es sólo el caos, ausencia de ser: manifiesta una inteligencia perversa que, a fuerza de honores sistemáticamente absurdos, quiere hacernos dudar de Dios y su bondad. En realidad, se trata no de la simple “privación del bien”, sino del Maligno, del Malvado; no la materia, ni el cuerpo, sino la más sublime inteligencia encerrada en su propia luz… Es necesario afirmar que Dios no ha creado el mal, y menos aún lo permite. “El rostro de Dios gotea sangre en la sombra”, decía Léon Bloy. Dios siente el mal en su propio rostro, como Jesús recibió las bofetadas teniendo los ojos vendados. El grito de Job no deja de clamar, y Raquel sigue llorando sus hijos. Pero la respuesta a Job está ahi: es la cruz. Es Dios crucificado sobre todo el mal del mundo, pero capaz de hacer estallar en las tinieblas una inmensa fuerza de resurrección. Pascua es la transfiguración en el abismo.
Y “líbranos del mal” a nosotros, que nos avergonzamos de ser cristianos o, por el contrario, hacemos del cristianismo, de nuestra confesión, un estandarte de superioridad y de desprecio. Y “libranos del mal” a nosotros, que hablamos de la deificación y con frecuencia somos poco humanos. Y “líbranos del mal” a nosotros, que nos apresuramos a hablar de amor y ni siquiera sabemos respetarnos mutuamente. Y “líbrame del mal” a mí, hombre de angustia y tormento, tan a menudo dividido, tan poco seguro de existir, hombre que se atreve a hablar -junto a la Iglesia: es mi única excusa del Reino y de su gozo.
*
Olivier Clément, Padre nuestro,
en O. Clément y B. Stanaaert, Orar al Padre nuestro, Magnano 1 988, 116-119, passim).
La reflexión de hoy es de Allison Connelly, colaboradora de Bondings 2.0, cuya biografía está disponible aquí.
Las lecturas litúrgicas de hoy para el Domingo 17 del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.
Mi corazón alegre dio un vuelco de ansiedad cuando vi que la primera lectura de hoy hacía referencia a Sodoma y Gomorra. Todo cristiano gay sabe que el “pecado de Sodoma” se interpreta predominantemente como el “pecado de la homosexualidad” (aunque el consenso académico es que fue el pecado de la falta de hospitalidad). Esta creencia es lo que condujo a las “leyes de sodomía” aplicadas principalmente para ilegalizar los actos sexuales entre personas del mismo género. Para que no piense que tales leyes son historia simple, el juez Clarence Thomas reveló recientemente que quiere revisar un caso de la Corte Suprema que anuló las leyes de sodomía en Texas. Sodoma sigue siendo relevante, pero en más formas de las que podrías suponer.
La buena noticia llega cuando pasamos de las primeras oraciones de nuestra lectura de Génesis: ¡no hay referencia a la sexualidad pecaminosa aquí! De hecho, lo que presenciamos en este texto es que Abraham practica la solidaridad y la alianza a lo grande: está suplicando que la gente de Sodoma se libre del castigo divino.
Aunque Abraham conoce muy bien el “gran clamor” contra el pueblo de Sodoma y Gomorra, pone su relación con Dios, y de hecho, su relación con el poder, en juego para abogar por el bienestar y la supervivencia de este pueblo que se enfrenta a la aniquilación. . Al hacerlo, Abraham es un aliado, negociando estratégicamente con Dios al recordarle los valores de Dios. Abraham le dice a Dios: “¡Lejos esté de ti hacer tal cosa, hacer que el inocente muera con el culpable!” y “¿No debe el juez de todo el mundo actuar con justicia?”
Como personas queer y trans, ¿qué más podemos pedir a nuestros aliados? A menudo (y sin embargo, no lo suficiente), veo a los aliados de la comunidad LGBTQ hacer los mismos argumentos: “¿No te acuerdas? El mayor mandamiento es el amor” o “¿No modeló Jesús nuestra responsabilidad de cuidar e incluir a los marginados?” Este compromiso de llamar a la gente de vuelta a sus convicciones fundamentales en nombre de la justicia y la liberación: esto es lo mejor de la alianza.
A menudo pienso en esta historia en mi ministerio, cuando me encuentro ministrando a o con grupos tan pequeños en estos días. Pequeños grupos de ancianos que ya no tienen la capacidad de ofrecerse como voluntarios para la iglesia como solían hacerlo. Pequeños grupos de adolescentes que están totalmente desconectados de sus comunidades de fe después de COVID. Pequeños grupos de adoradores en persona y pequeños grupos de adoradores de Zoom, ambos mucho menos numerosos que antes de la pandemia. En mi ministerio, cuando me siento cansado y agotado, frustrado por poner tanto esfuerzo por tan pocas personas, encuentro que los papeles en esta historia de Sodoma y Gomorra están invertidos. Dios me pregunta: “¿Vale la pena este club de lectura para diez ancianos? ¿Dirigirás esta clase de comunión para cuatro estudiantes? ¿Está dispuesto a invertir tiempo real en este servicio de adoración para 20 feligreses?” En esta situación, es Dios, y no yo, el aliado de aquellos a quienes ministrar. Dios me recuerda mis valores: mi compromiso de proporcionar alimento espiritual integral, formación significativa en la fe, experiencias litúrgicas y rituales creativas e imaginativas.
Pero estos valores son difíciles de vivir de manera coherente. En estos días, hay tantas cosas que se sienten derrotadas y abrumadoras: como persona queer, la Corte Suprema posiblemente vuelva a implementar las leyes de sodomía y haga que mi matrimonio sea ilegal; como persona con útero, los tribunales y los gobiernos locales me están despojando de mi capacidad para tomar decisiones de atención médica que salvan vidas por mí mismo; como un futuro padre esperanzado, los órganos de gobierno nacionales e internacionales están destruyendo el planeta que habitarán mis hijos. Me desplazo sin pensar por mi suministro de noticias, oscilando salvajemente entre estar devastado y desconsolado por cada nueva injusticia y estar completamente insensible y emocionalmente desconectado del constante estado de crisis en el que parecemos vivir.
Y, sin embargo, Dios viene a mí, siempre aliado de los vulnerables, y me pregunta: “¿Lo harás por ellos? ¿Ministrarás a estas personas, estas personas queer y trans, estos pacientes y proveedores de abortos, estos padres e hijos que son ahora y que aún serán, estos seres creados amenazados por la catástrofe climática? ¿Lo harás por ellos?”
En mi mejor momento, siento el apoyo de generaciones de ancestros queer y fieles que me han precedido, que han sobrevivido a horribles esfuerzos intencionales para destruir a aquellos que dedican sus vidas a la liberación. En mi mejor momento, con mi comunidad detrás, dentro y alrededor de mí, digo: “Sí, Dios, lo haré por su bien”. En mi mejor momento, como Abraham ante Dios como aliado de Sodoma, digo: “Lo haré, por el bien de los diez; por el bien de los cuatro; por el bien de los veinte.”
Comentarios desactivados en “Necesitamos orar”. 17 Tiempo ordinario – C (Lucas 11,1-13)
Quizá la tragedia más grave del hombre de hoy sea su incapacidad creciente para la oración. Se nos está olvidando lo que es orar. Las nuevas generaciones abandonan las prácticas de piedad y las fórmulas de oración que han alimentado la fe de sus padres. Hemos reducido el tiempo dedicado a la oración y a la reflexión interior. A veces la excluimos prácticamente de nuestra vida.
Pero no es esto lo más grave. Parece que las personas están perdiendo capacidad de silencio interior. Ya no son capaces de encontrarse con el fondo de su ser. Distraídas por mil sensaciones, embotadas interiormente, encadenadas a un ritmo de vida agobiante, están abandonando la actitud orante ante Dios.
Por otra parte, en una sociedad en la que se acepta como criterio primero y casi único la eficacia, el rendimiento o la utilidad inmediata, la oración queda devaluada como algo inútil. Fácilmente se afirma que lo importante es «la vida», como si la oración perteneciera al mundo de «la muerte».
Sin embargo necesitamos orar. No es posible vivir con vigor la fe cristiana ni la vocación humana infra alimentados interiormente. Tarde o temprano la persona experimenta la insatisfacción que produce en el corazón humano el vacío interior, la trivialidad de lo cotidiano, el aburrimiento de la vida o la incomunicación con el Misterio.
Necesitamos orar para encontrar silencio, serenidad y descanso que nos permitan sostener el ritmo de nuestro quehacer diario. Necesitamos orar para vivir en actitud lúcida y vigilante en medio de una sociedad superficial y deshumanizadora.
Necesitamos orar para enfrentarnos a nuestra propia verdad y ser capaces de una autocrítica personal sincera. Necesitamos orar para irnos liberando de lo que nos impide ser más humanos. Necesitamos orar para vivir ante Dios en actitud más festiva, agradecida y creadora.
Felices los que también en nuestros días son capaces de experimentar en lo profundo de su ser la verdad de las palabras de Jesús: «Quien pide está recibiendo, quien busca está hallando y al que llama se le está abriendo».
Comentarios desactivados en “Pedid y se os dará”. Domingo 24 de julio de 2022. 17º domingo del Tiempo Ordinario
Leído en Koinonia:
Génesis 18, 20-32: No se enfade mi Señor, si sigo hablando. Salmo responsorial: 137: Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste. Colosenses 2, 12-14 Os dio vida en Cristo, perdonándoos todos los pecados. Lucas 11, 1-13: Pedid y se os dará.
Primera lectura
Este texto, continuación del que se leía el domingo pasado, nos muestra a Abraham, padre de la fe y antepasado de Israel, como gran intercesor antes los habitantes de estas ciudades. Muestra una actitud a imitar: apertura y ayuda a los demás. La negociación entre el intercesor y Dios, recuerda el estilo oriental (y muy latinoamericano, también) del regatear. Lo que se busca es acentuar la insistencia intercesora de Abraham y la magnitud del pecado de Sodoma y Gomorra. El texto es el mejor ejemplo de oración como diálogo audaz y comprometido con Dios, en el que vemos a Abraham hablar con el Señor y tratar de convencerlo a partir de su bondad y justicia, pero, al parecer, abusando de su confianza. El estilo y modo de proceder es, obvio, de una mentalidad semítica: poner en juego el honor de Dios, su reputación de justicia pero que muestran la confianza en Dios y la proximidad de los hombres a El. Por otra parte , este texto, puede ser modelo para el tema de la hospitalidad: Al narrar como estos “tres seres” escuchan a Abraham atentamente. Esta “atención” le permite entrar en el misterio. Uno se revela como el Señor (18,10.13.20) y los otros dos como sus ángeles (19,1). La narración, que al principio hablaba tres hombres, adquiere aquí un carácter teofánico y manifiesta el sentido profundo de la hospitalidad.
Segunda lectura
A partir de este texto los cristianos consideraban la pila bautismal como un sepulcro en el que somos sepultados con Cristo; por otra parte, es también como la madre que engendra a la vida; de ahí, el expresivo ritual de la inmersión. Pero el ritual que representa esta muerte y esta resurrección sólo tiene eficacia si corresponde a la fe en Dios que resucitó a Cristo de entre los muertos. Esta expresa, pues, la vinculación entre bautismo y fe. Pecado y muerte, fe y bautismo son correlativos. La inserción al misterio de Cristo acontece en el bautismo, pero se funda en la fe. Haber resucitado significa en realidad vivir en Cristo, como consecuencia de haber obtenido el perdón de los pecados como resultado de la muerte del Señor. Siendo coherente, Pablo dice que “el perdón del pecado es liberación de la ley y de su observancia, porque existe una correspondencia entre Ley, muerte y pecado (cf. Rom 7,7-9). La mejor expresión paulina al respecto se encuentra aquí como imagen. La Ley ha sido clavada en la cruz.
Evangelio
La oración forma parte de la vida del pueblo judío. Los piadosos volvían su espíritu a Dios varias veces al día. Jesús aprende, desde el pueblo y su tradición a orar. Como buen judío, aprendió a rezar en la familia y en la sinagoga. En su ministerio, su oración toma adquiere una particularidad: su acercamiento a Dios, “su Abbá”. Lucas lo describe en oración varias ocasiones (3,21; 5,16; 6,12; 9,29). Los exegetas reconocen en Lucas la transmisión más fiel de la oración del Padrenuestro y que es la más breve. Del arameo pasó al griego y así la incluyó Lucas en su narración.
PADRE, SANTIFICADO SEA TU NOMBRE: o sea que Dios sea conocido, dado a conocer, alabado, amado, bendecido, glorificado y agradecido por todas las gentes del mundo. Que el nombre del Señor, o sea el mismo Dios, reciba estimación, amor veneración, y piadosa adoración por todos y cada vez más. Hay que volver a notar el orden de la oración en el Padrenuestro. Primero que Dios sea reverenciado y amado.
VENGA TU REINO: es una oración misionera. Lo que buscan los misioneros es hacer que Dios reine en las gentes de las tierras que ellos están misionando desde sus culturas e idiosincrasia. Y es lo que debemos desear y pedir y buscar todos en todos los tiempos: que reine Dios. Que venga su Reino. Si primero buscamos el Reino de Dios, todo lo demás vendrá por añadidura. Es un deseo de que Dios reine en nuestra mente, en nuestro corazón, en nuestro hogar, en la sociedad, en la nación y en el mundo entero. Y en cuantas naciones y personas todavía no reina!
DANOS EL PAN DE CADA DÍA. Pedimos para cada día el pan, sin afanarnos por el futuro, porque Dios estará también en el futuro y El proveerá. Como el Maná del desierto, el pan de cada día es un don maravilloso de la bondad del Señor. Con esta petición del pan diario le estamos queriendo pedir que nos libre del desempleo o de la demasiada carestía, y de las inundaciones y sequías que acaban con los cultivos, y de las guerrillas que impiden a los campesinos recoger sus cosechas, empleo para el esposo que tiene que mantener una familia, ayudas económicas para esa madre abandonada; protección para el anciano echando a un lado por la sociedad. El corporal y el espiritual. Todos los días los necesitamos, por eso tenemos que pedirlo todos los días.
PERDONANOS NUESTROS PECADOS, COMO NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN. El perdón es un arte que se consigue con infinitos ejercicios. San Agustín enseña que a algunos no les escucha Dios la oración que le hacen, porque antes no han perdonado a los que los han ofendido, o no le han pedido perdón al Señor por sus pecados. Sin pedirle excusas por los disgustos que le hemos proporcionado, ¿cómo queremos que nos conceda las gracias que le estamos suplicando?. Es un recuerdo muy oportuno para que no se nos vaya a ocurrir nunca la mentirosa idea de creernos buenos. Dios pone una condición para perdonarnos: no podemos obtener perdón del cielo, si no perdonamos en la tierra. El día del Juicio no tendrás disculpas: te juzgarán como hayas juzgado. Te condenarán si no quisiste perdonar a los demás, y te absolverán si supiste perdonar siempre (San Cripriano): El Padre Celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan.
ÉL LES DARÁ EL ESPÍRITU SANTO. El objetivo final y el contenido de la oración cristiana es llegar a recibir el Espíritu que es capaz de renovar la faz de la tierra, incluidos nosotros. El Espíritu Santo es la fuerza que viene de lo alto con poder avasallador y aleja los vicios y nos trae muchos buenos pensamientos y deseos. El Espíritu Santo quiere ser nuestro Huésped, y es enviado por el Padre Celestial si se lo pedimos con fe y perseverancia. El Espíritu Santo es el que nos hace comprender las Sagrada Escrituras. El Espíritu Santo cuando viene nos ofrece: orar mejor, arrepentirnos de nuestros pecados y tener deseo de dedicarnos a agradar a Dios. Leer más…
Comentarios desactivados en Dom 24. 7. 22. Enséñanos a orar. El domingo del Padrenuestro (Lc 11, 1-13)
Del blog de Xabier Pikaza:
El domingo anterior (10, 38-42), María estaba a los pies de Jesús, escuchando… Hoy, todos los discípulos e quieren aprender (¡enséñanos a orar!) y Jesús se revela ante ellos como maestro de oración y vida. Así lo muestra este texto que comentaremos en tres partes, como fundamento y sentido de la oración y de la acción cristiana.
| X Pikaza Ibarrondo
Texto. Lucas 11, 1-13
(a)Introduccion.Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.”
(b) Padrenuestro. Él les dijo: “Cuando oréis decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.”
(c) Añadidos.Y les dijo: “Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.”Y, desde dentro, el otro le responde: “No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos. “Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues así os digo a vosotros:Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre.¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra?¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?”
PADRENUESTRO. PRESENTACÓN BÁSICA
Lucas presenta a Jesús como “maestro de oración” y así le muestra varias veces, orando en la montaña, de noche (Lc 6, 12; 9, 28) y diciendo a sus discípulos que oren sin cesar (18, 1). También ahora ha estado orando y sus discípulos le ven y le piden: “enséñanos a orar….como Juan enseñó a sus discípulos”. Ese añadido (como Juan enseñó…) es muy significativo y muestra en conjunto (con lo que sigue) cuatro cosas.
(1) Los discípulos de Juan formaban una “comunidad orante”, que tenía una oración específica, distinta de las oraciones de otros grupos judíos (sacerdotes, fariseos). Quizá lo que más distinguía a los discípulos de Juan era un tipo de oración escatológica, pidiendo la llegada del Reino de Dios, en actitud de ayuno (pues de dice que ellos ayunaban, y el ayuno y la oración solían ir unidos: cf Mc 2, 18).
(2) Es muy posible que, al principio, los discípulos de Jesús oraran lo mismo que los de Juan. Además, todo nos permite suponer que los discípulos de Juan eran más orantes que los discípulos de Jesús… Juan parecía más “piadoso”. Por el contrario, Jesús ponía más de relieve otros aspectos de la vida: el pan compartido, la acogida mutua, la solidaridad…En ese primer momento, los cristianos no tenían una oración característica, de tal manera que ni Pablo ni Marcos recogen una oración típicamente cristiana de cierta extensión. Sólo el “Abba” y el “Maranatha” parecen haber distinguido a los cristianos, que en el resto de las oraciones serían como los demás judíos… como los discípulos de Juan.
(3) De todas formas, la tradición cristiana recuerda una oración específica de Jesús, el Padrenuestro, que aparece transmitida por la tradición del Q (Mateo y Lucas), aunque en formas distintas. Podemos suponer que Jesús enseñó de alguna forma esa oración, que está vinculada a todo su mensaje, a su visión del reino. La versión de Lucas parece más cercana a las palabras de Jesús. Los añadidos de Mateo (nuestro, que estás en los cielos; hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo; más líbranos del mal…) forman parte de la liturgia de la Iglesia.
(4) Tanto en su forma reducida (Lucas) como en su su forma externa, el Padrenuestro podría ser (es) una oración judía, pues todas sus palabras tienen una resonancia israelita. No tiene nada cristiano específico: ni Trinidad, ni Jesús como Hijo de Dios, ni Iglesia, ni Espíritu Santo, ni Eucaristía, ni sacramento… Jesús oró como un “judío mesiánico” y así nos enseñó a orar. Pero, al mismo tiempo, su oración es una universal, pues pueden asumirla todos los que creen en Dios y se atreven a invocarle con el símbolo de «Padre», pidiéndole pan compartido y perdón. No contiene tampoco ninguna referencia que sea exclusivamente judía (nombre de Yahvé, patriarcas, Moisés, Ley, templo, ciudad/tierra sagrada, expiación ritual, tradiciones nacionales, alimentos puros, purificaciones, fiestas o Mesías especiales…). Todo lo que el Padrenuestro pide es universal (padre, pan, perdón), siendo, al mismo tiempo, muy judío, muy cristiano, es decir, humano. Aquí comentamos el texto de Lucas:
Padre
El paralelo de Mateo es más extenso: Padre nuestro que estás en los cielos (Mt 6, 9). El Lucas es más sobrio y reza simplemente «Patêr ¡Padre!». A Jesús y a sus compañeros les basta decir eso. Han dejado a un lado los restantes títulos y nombres de Dios, vinculados a la tradición de Israel (Yahvé, Dios de patriarcas o templo, de Ley o de pueblo), han superado las posibles elevaciones sacrales (o metafísicas) y sólo ponen de relieve aquello que vincula a Dios con todos los hombres, diciendo: ¡Padre!
Por situarse en un contexto más litúrgico, Mt 6, 9 ha querido ampliar la invocación: «¡Padre nuestro que estás en los cielos!». De esa forma se acerca a los modos de orar del judaísmo, pues palabras como esas aparecen en textos rabínicos que empiezan diciendo: Abinu she-ba-shamayim (¡Nuestro Padre de los cielos!) o, de un modo más usual, Abinu Malkenu (¡Padre nuestro, Rey nuestro!), como en la plegaria de las Dieciocho Bendiciones. El orante de Lucas decía simplemente «Padre», en actitud de confianza radical, en gesto de nuevo nacimiento y eso resultaba suficiente.
Poder decir Padre (Padre/Madre) eso es ser cristiano: Saber que estamos en manos del Padre, que somos presencia de Dios (que él vive y se expresa en nosotros), esa es la oración cristiana. Nada más, eso sólo: Abba, Padre/Madre, dicho y vivido…para así crecer y ser personas desde Dios, eso es orar…
Santificado sea tu Nombre (hagiasthêtô to onoma sou).
El nombre de Dios es Padre (no es Rey, ni Ser Excelso, ni Señor Infinito…). Por eso, pedirle que su nombre sea santificado es decirle: Muéstrate como Padre; nosotros queremos mostrar que tú eres Padre.Hay que fijarse en la formulación, que está en una forma que suelen llamar “pasivo divino”: ¿Quién tiene que santificar el nombre de Dios? ¡Dios mismo! Por eso le decimos a él que santifique su nombre, que se muestre como Padre. Pero, al mismo tiempo, nosotros nos comprometemos a hacerle: queremos que, a través de nuestra vida, Dios se muestra en todo el mundo como Padre.
Pero aquí se utilizar la palabra “santificar”, es decir, mostrarse como “santo”. Éste es un tema tradicional israelita, que aparece ya en Ez 36, 23, donde el profeta pide a Dios que manifiesta su santidad… ¿Cómo debe hacerlo? liberando y salvando a los oprimidos y liberando a los presos…Eso es lo que hace aquí Jesús, es lo que hacen aquellos que le siguen: piden a Dios que manifieste su honor y su gloria de Padre, que no se expresa a través de un tipo de victoria cósmica o militar, sino con la vida y honor de sus hijos. Dios santifica su Nombre (mostrándose santo) allí donde libera en amor a sus hijos oprimidos.
La santidad de Dios no es un edificio exterior (como Santa Sofía de Bizancio o San Pedro de Roma), ni tampoco una comunidad eclesial llena de poderío. La santidad o gloria de Dios es la vida de los hombres, como decía Ireneo (Gloria Dei vivens homo, vita autem hominis visio Dei: Adv. Haer., IV, 20, 7) y más en concreto la vida de los pobres: que ellos puedan “ver” a Dios, descubrirle como amor liberador. Es evidente que quien ora de esta forma debe santificar a Dios ayudando a los pobres.
Venga tu Reino (elthetô hê basileia sou).
La tradición judía conoce ya la relación entre Santidad y Reino de Dios. Pero Jesús ofrece una novedad muy significativa: el Reino que pedimos no viene de un Rey, sino de un Padre. La oración no se dirige a un monarca poderoso en línea militar, en clave de imposición o dominio, sino al Padre, que ofrece vida a todos, en amor generador, no por la fuerza.
Quiero repetir esta idea: el que puede instaurar el Reino no es un Rey…. sino el Padre. Eso significa que el Reino de Dios no se instaura mandando y dominando, sino amando como ama el Padre, para que los hijos crezcan y vivan…Los portadores del Reino son aquellos que aman como un Padre, no los que se imponen como un Rey.
De esa forma, esta oración del Padrenuestro, que es la misma que Jesús emplea, aparece como una confesión de fe que Jesús comparte con los oprimidos de Galilea. Todos, Jesús y los pobres, pueden apoyarse en un Padre que es más poderoso que el Rey del imperio, más fuerte que el “Dios” de aquellos que se imponen a la fuerza, por encima de los pobres.
La oración de Jesús nos pone un Reino sin rey impositivo, ante un Reino de Padre. Por eso, los pobres de Jesús oran diciendo “venga (a nosotros) tu reino”, comprometiéndose a recibirlo y compartirlo con todos. Cuando decimos “venga tu Reino” estamos diciendo: y nos comprometemos a ser tu Reino, a traer tu Reino.
Danos cada día nuestro pan cotidiano (ton arton hêmon…).
Jesús pasa del Padre y del Reino al “pan nuestro”, es decir, al alimento compartido. El primer signo del Padre Dios no es la Ley, Torah de Israel, ni la iglesia cristiana, ni algún tipo de institución social o religiosa (templo, imperio), sino el pan concreto, fraterno, es decir, la comida compartida, nuestra. El primer signo de la santidad de Dios y de su Reino no es una gloria “sagrada especial”, sino el pan: que los hombres y mujeres coman, que compartan el alimento y la vida. Eso es Reino, eso es Santidad.
Los que piden así son aquellos que “viven al día”, los que no tienen asegurado el alimento de mañana, los campesinos sin campo, los artesanos sin trabajo rentable y, de un modo especial, los ptôjoi (prescindibles, mendigos). Desde esa situación oran a Dios, carentes de todo, pidiéndole vida (expresada por el pan) Han empezado pidiendo Reino; ahora quieren algo que parece más sencillo que, en el fondo, pero que se identifica con el mismo Reino: el pan nuestro de cada día. Sólo aquellos que necesitan pan y quieren compartirlo pan pueden decir “Padre nuestro”.
Pan (arton) es la comida elaborada, hecha de trigo que se siembra y de harina que se muele, alimento de cultivo y cultura social, a diferencia de los saltamontes y miel silvestre del Bautista (Mc 1, 6). Por eso, al pedir el «pan nuestro», los orantes se comprometen a cultivarlo, elaborarlo y compartirlo, en un proceso de trabajo social (cultural). Los campesinos sin campo y los mendigos sin mañana asegurado (los discípulos de Jesús en Galilea) piden su “pan”, un pan de todos, no de algunos privilegiados, el pan de la gracia de Dios para los hombres.
Perdónanos nuestros pecados,porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo
Del pan pasamos al perdón, entendido como principio de comunicación: sólo si hay perdón puede hablarse de pan compartido. En la versión de Mateo, que parece más antigua, se dice: “perdona nuestra deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. La versión de Lucas distingue los dos niveles:
Ante Dios, pecados: “perdona nuestros pecados…” (hamartia)
Ante el prójimo, deudas: como nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo (opheilonti)
Esta petición de Lucas supone que lo que llamamos “pecados” ante Dios se puede traducir y se traduce en forma de “deudas” ante el prójimo: por eso, cuando pedimos a Dios que nos perdone los pecados (ofensas, blasfemias, orgullos…), tenemos que decirle que creemos en el perdón y que, también nosotros, queremos perdonar a los que nos deben algo. Por eso nos parece poco exacta y, en el fondo, menos evangélica, la traducción oficial del Padrenuestro en España y muchas partes de América: “como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Eso está bien, pero tendríamos que seguir diciendo: “como nosotros perdonamos a todos los que os deben algo, en plano económico y social”.
. Muchos campesinos pobres de Galilea estaban llenos de “deudas” legales, que no podían pagar… Pero los verdaderos deudores eran los comerciantes y terratenientes ricos, que se habían “apoderado” de las posesiones y tierras de los pobres, de un modo quizá “legal” pero contrario al orden de Dios. Pues bien, Jesús no dice aquí a los ricos que perdonen (¡ellos no pueden perdonar, porque en el fondo lo que tienen no es suyo; lo que tendrían que hacer es devolver)… Por eso, los que de verdad pueden perdonar son los discípulos pobres de Jesús a quienes los ricos de entonces han robado sus tierras. Ellos a Dios que les perdone sus “pecados” como ellos perdonan a sus deudores (a los ricos) aquello que les han “robado”.
Estamos en el centro de la paradoja del Reino. Los que de verdad pueden y deben perdonar no son los ricos (¡ellos no tienen derecho a perdonar, sólo deber de devolver lo robado!), sino los pobres, que renuncian desde Dios a exigir aquello que les han robado, para iniciar un camino más fuerte de gracia compartida. La comunidad que surge en torno a Jesús tiene como ley suprema el perdón, tanto en plano religioso como social, en plano personal como económico, pues la palabra «deudas» incluye esos aspectos. Llevado hasta el final, este principio del perdón iguala a judíos y gentiles, a creyentes y no creyentes, a religiosos y a no religiosos, pues a todos se ofrece y se pide lo mismo: ¡Que se perdonen unos a otros!
Ésta es la religión de Jesús, éste su culto. No hay otro mandamiento ni otro rito, sino el amor mutuo expresado en el pan compartido y el perdón, desde los pobres, que perdonan a quienes les han robado… y desde Dios que perdona todos los pecados de los hombres.
Y no nos dejes caer, no nos introduzcas (eisenenkes) en tentación (peirasmon).
El texto resulta difícil de traducir. Si el mê eisenenkês se toma en forma activa, le decimos al Padre “que no nos introduzca” en la tentación: lo normal sería que lo hiciera, como parece haberlo hecho en el principio (Gen 2-3); pues bien, nosotros, débiles humanos, le pedimos que no nos ponga a prueba, que no nos conduzca al peirasmos, que es la tribulación escatológica, en la que debió entrar Jesús en el huerto de los olivos. Pero el texto se puede interpretar en clave permisiva: no nos hagas caer (=no permitas que caigamos) en tentación. Se supone que hay tentación, hay prueba; pero el Padre puede y quiere ayudarnos; por eso le pedimos que no nos abandone ni rechace en medio de ella.
El domingo pasado, el evangelio nos animaba a escuchar a Jesús, como María. Hoy nos anima a hablarle a Dios. Ante una persona importante es fácil quedarse sin palabras, no saber qué decir. Mucho más ante Dios. Quizá por eso, los discípulos no rezan. Pero les suscita curiosidad ver a Jesús rezando. ¿Qué dice? ¿Por qué no les enseña a hablarle a Dios? Este será el tema del evangelio. La primera lectura ofrece un tipo de oración muy curioso: la intercesión a través del regateo.
Primera lectura: Un regateo inútil (Génesis 18, 20-32)
En aquellos días, el Señor dijo:
‒ La acusación contra Sodoma y Gomorra es fuerte, y su pecado es grave; voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la acusación; y si no, lo sabré.
Los hombres se volvieron y se dirigieron a Sodoma, mientras el Señor seguía en compañía de Abrahán.
Entonces Abrahán se acercó y dijo a Dios:
‒ ¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás al lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti hacer tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de todo el mundo, ¿no hará justicia?
El Señor contestó:
‒ Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos.
Abrahán respondió:
‒ Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza. Si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?
Respondió el Señor:
‒ No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco.
Abrahán insistió:
‒ Quizá no se encuentren más que cuarenta.
Le respondió:
‒ En atención a los cuarenta, no lo haré.
Abrahán siguió:
‒ Que no se enfade mi Señor, si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?
Él respondió:
‒ No lo haré, si encuentro allí treinta.
Insistió Abrahán:
‒ Me he atrevido a hablar a mi Señor. ¿Y si se encuentran sólo veinte?
Respondió el Señor:
‒ En atención a los veinte, no la destruiré.
Abrahán continuó:
‒ Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más. ¿Y si se encuentran diez?
Contestó el Señor:
‒ En atención a los diez, no la destruiré.
He titulado este episodio “Un regateo inútil” porque, en definitiva, no sirve de nada. Sodoma y Gomorra desaparecen irremisiblemente porque no se encuentran en ella ni siquiera diez personas inocentes.
En realidad, el mensaje fundamental de este episodio no es la oración de intercesión sino la dificultad de compaginar las desgracias que ocurren en la historia con la justicia y la bondad de Dios. Este tema preocupó enormemente a los teólogos de Israel, sobre todo después de la dura experiencia de la destrucción de Jerusalén y del destierro a Babilonia en el siglo VI a.C.
En una religión monoteísta, como la de Israel, el problema del mal y de la justicia divina se vuelve especialmente agudo. No se le puede echar la culpa a ningún dios malo, o a un dios secundario. Todo, la vida y la muerte, la bendición y la maldición, dependen directamente del Señor. Cuando ocurre una desgracia tan terrible como la conquista de Jerusalén y la deportación, ¿dónde queda la justicia divina?
El autor de este pasaje del Génesis lo tiene claro: la culpa no es de Dios, que está dispuesto a perdonar a todos si encuentra un número mínimo de inocentes. La culpa es de la ausencia total de inocentes.
El lector moderno no está de acuerdo con esta mentalidad. Tiene otros recursos para evitar el problema. El más frecuente, no pensar en él. Si piensa, decide que Dios no es el responsable de invasiones, destrucciones y deportaciones. De eso nos encargamos los hombres, que sabemos hacerlo muy bien. Con este planteamiento salvamos la bondad y la justicia divina. Los antiguos teólogos judíos veían la acción de Dios de forma más misteriosa y profunda. No eran tan tontos como a veces pensamos.
Evangelio: la oración modelo y la importancia de insistir (Lucas 11,1-13)
El evangelio recoge dos cuestiones muy distintas: la oración típica del cristiano, la que distingue a sus discípulos, y la importancia de ser insistentes y pesados en nuestra oración, hasta conseguir que Dios se harte y nos conceda… ¿Qué nos concederá Dios?
Demasiada materia para un solo domingo. Comentaré los dos temas por separado.
Aprendiendo a rezar (Lucas 11, 1-4)
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
‒ Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.
Él les dijo:
‒ Cuando oréis decid:
“Padre,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
danos cada día nuestro pan del mañana,
perdónanos nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo,
y no nos dejes caer en la tentación.”
Nota previa: En Lucas faltan dos peticiones que conocemos por Mateo: “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”, y “líbranos del mal”. La liturgia traduce “nuestro pan del mañana”; debería traducir, como en la misa, “nuestro pan de cada día”, ya que la fórmula griega es la misma en Mateo y Lucas (to.n a;rton h`mw/n to.n evpiou,sion). Pero existe una discusión muy antigua sobre si epiousion se debe interpretar del alimento cotidiano o como referencia a la eucaristía. Parece que la liturgia se ha inclinado en este caso por la interpretación eucarística.
El “Padre nuestro” es la síntesis de todo lo que Jesús vivió y sintió a propósito de Dios, delmundo y de sus discípulos. En torno a estos temas giran las peticiones (sean siete como en Mateo o cinco como en Lucas).
Frente a un mundo que prescinde de Dios, lo ignora o incluso lo ofende, Jesús propone como primera petición, como ideal supremo del discípulo, el deseo de la gloria de Dios: “santificado sea tu Nombre”; dicho con palabras más claras: “proclámese que Tú eres santo”. Es la vuelta a la experiencia originaria de Isaías en el momento de su vocación, cuando escucha a los serafines proclamar: “Santo, santo, santo, el Señor, Dios del universo” (Is 6). La primera petición se orienta en esa línea profética que sitúa a Dios por encima de todo, exalta su majestad y desea que se proclame su gloria.
Ante un mundo donde con frecuencia predominan el odio, la violencia, la crueldad, que a menudo nos desencanta con sus injusticias, Jesús pide que se instaure el Reinado de Dios, el Reino de la justicia, el amor y la paz. Recoge en esta petición el tema clave de su mensaje (“está cerca el Reinado de Dios”), en el que tantos contemporáneos concentraban la suma felicidad y todas sus esperanzas.
Como tercer centro de interés aparece la comunidad. Ese pequeño grupo de seguidores de Jesús, que necesita día tras día el pan, el perdón, la ayuda de Dios para mantenerse firme. Peticiones que podemos hacer con sentido individual, pero que están concebidas por Jesús de forma comunitaria, y así es como adquieren toda su riqueza.
Cuando uno imagina a ese pequeño grupo en torno a Jesús recorriendo zonas poco pobladas y pobres, comprende sin dificultad esa petición al Padre de que le dé “el pan nuestro de cada día”.
Cuando se recuerdan los fallos de los discípulos, su incapacidad de comprender a Jesús, sus envidias y recelos, adquiere todo sentido la petición: “perdona nuestras ofensas”.
Y pensando en ese grupo que debió soportar el gran escándalo de la muerte y el rechazo del Mesías, la oposición de las autoridades religiosas, se entiende que pida “no caer en la tentación”.
El Padre nuestro nos enseña que la oración cristiana debe ser:
Amplia, porque no podemos limitarnos a nuestros problemas; el primer centro de interés debe ser el triunfo de Dios;
Profunda, porque al presentar nuestros problemas no podemos quedarnos en lo superficial y urgente: el pan es importante, pero también el perdón, la fuerza para vivir cristianamente, el vernos libres de toda esclavitud.
Íntima, en un ambiente confiado y filial, ya que nos dirigimos a Dios como “Padre”.
Comunitaria. “Padre nuestro”, danos, perdónanos, etc.
En disposición de perdón.
Necesidad de ser insistentes en la oración (Lucas 11,5-13)
Y les dijo:
‒ Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.” Y, desde dentro, el otro le responde: “No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos.” Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues así os digo a vosotros:
Pedid y se os dará,
buscad y hallaréis,
llamad y se os abrirá;
porque quien pide recibe,
quien busca halla,
y al que llama se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra?
¿O si le pide un pez, le dará una serpiente?
¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?
El ejemplo del amigo importuno
En las casas del tiempo de Jesús los niños no duermen en su habitación. De la entrada de la casa a la cocina no se va por un pasillo. No existe luz eléctrica ni linterna. Un solo espacio sirve de todo: cocina y comedor durante el día, dormitorio por la noche. Moverse en la oscuridad supone correr el riesgo de pisar a más de uno y tener que soportar sus quejas y maldiciones.
El “amigo” trae a la memoria un simpático proverbio bíblico: “El que saluda al vecino a voces y de madrugada es como si lo maldijera”. Este amigo no saluda, pide. Y consigue lo que quiere.
Este individuo merecería que le dirigiesen toda la rica gama de improperios que reserva la lengua castellana para personas como él. Sin embargo, Jesús lo pone como modelo. Igual que más tarde, también en el evangelio de Lucas, pondrá como modelo a una viuda que insiste para que un juez inicuo le haga justicia.
La bondad paternal de Dios y un regalo inesperado
En realidad, no haría falta ser tan insistentes, porque Dios, como padre, está siempre dispuesto a dar cosas buenas a sus hijos.
Aquí es donde Lucas introduce un detalle esencial. Las palabras tan conocidas “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá…” se prestan a ser mal entendidas. Como si Dios estuviera dispuesto a dar cualquier cosa que se le pida, desde un puesto de trabajo hasta la salud, pasando por aprobar un examen. Esta interpretación ha provocada muchas crisis de fe y la conciencia diluida de que la oración no sirve para nada.
El evangelio de Mateo, que recoge las mismas palabras, termina diciendo que Dios “dará cosas buenas a los que se las pidan”. La oración de Jesús en el huerto de los olivos demuestra que Dios tiene una idea muy distinta de nosotros, incluso de Jesús, de lo que es bueno y lo que más nos conviene.
Pero las palabras del evangelio de Mateo a Lucas le resultan poco claras y ofrece una versión distinta: “vuestro Padre celestial dará Espíritu Santo a los que se lo piden”. Para Lucas, tanto en el evangelio como en el libro de los Hechos, el Espíritu Santo es el gran motor de la vida de la iglesia. En medio de las dificultades, incluso en los momentos más duros de la vida, la oración insistente conseguirá que Dios nos dé la fuerza, la luz y la alegría de su Espíritu.
Comentarios desactivados en Domingo XVII del Tiempo Ordinario. 24 julio, 2022
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»
Lo habitual en la vida de Jesús es orar, los textos hacen referencia a su oración muchas veces. En esta ocasión Jesús no está solo, cerca de él están sus discípulos, que oran con él. Jesús ora con frecuencia, y se deja ver orando. No se esconde el testimonio creíble del poder de la oración. Y despierta el deseo de Dios en los corazones que lo ven: «Enséñanos a orar».
Son ellos, sus discípulos, quienes toman la iniciativa, de donde sale la propuesta… Esto no deja de ser un reto para nosotras y para todas las personas que llevan en el corazón la Buena Noticia y desean contarla a quienes están a su lado. A veces, nos perdemos en fórmulas y teorías que no despiertan ningún deseo en quienes nos miran; y eso que los textos de nuestra tradición ya nos dicen que «la letra mata y el Espíritu da vida». (2 Cor. 3,6).
Estamos viviendo tiempos convulsos, violentos, agresivos. Duele vernos tan perdidas, tan rapaces…. Indigna verse tan manipulada por las noticias, donde nos presentan buenos buenísimos y malos malísimos, como en las películas de indios y vaqueros. Como si no existieran las personas que trabajan por la paz, que oran por la paz, que encuentran en la religión la consistencia de la vida. Como si no fueran muchos más quienes mueren fieles a Dios que quienes matan por un pseudodios. Y en este tsunami la gente busca, y busca con deseo de algo más profundo, y aparecen los guías espirituales, gurús, chamanes…
¿Y en la Iglesia? ¿Dónde están los maestros de oración que tanto estamos necesitando? Esos que despiertan el deseo de Dios, como lo hace Jesús.
El Papa escribe a las monjas: «Vivid (….) contribuyendo a que Cristo nazca y crezca en el corazón de las gentes sedientas, aunque a menudo de manera inconsciente, de Aquel que es camino, verdad y vida.» (cfr. Vultum Dei nº.37). El reto está en mostrarnos, en dejarnos ver orando, con hondura, sencillamente, sin fórmulas vacías, con espontaneidad y sobre todo, sobre todo, con profunda confianza. Y Cristo nacerá en los corazones sedientos, nacerá y crecerá con raíces hondas, libres, fuertes.
¿Cómo, dónde, cuándo? No tenemos respuestas, ni teorías, solo deseo, un profundo deseo de relacionarnos con Dios, Abba, como Jesús lo hace. Deseo de sumergirnos en la relación amorosa de la Trinidad. Para ello ya nos lo dice Jesús, ¡pidamos el Espíritu a nuestro Padre!
Oración
Enséñanos a orar, también a nosotras, como hiciste aquellos primeros discípulos.
Comentarios desactivados en Dios es infinitamente más que padre y madre.
DOMINGO 17 (C)
Lc 11,1-13
El Padrenuestro es mucho más que una oración de petición. Es un resumen de las relaciones de un ser humano con el absoluto, consigo mismo y con los demás. Es muy probable que el núcleo de esta oración se remonte al mismo Jesús, lo cual nos pone en contacto directo con su manera de entender a Dios. El Padrenuestro nos trasmite, en el lenguaje religioso de la época, toda la novedad de la experiencia de Jesús. La base de ese mensaje fue una vivencia única de Dios, que no tuvo más remedio que expresar en el paradigma de su cultura.
Esto no quiere decir que Jesús se sacó el Padrenuestro de la manga. Todas y cada una de las expresiones que encontramos en él se encuentran también en el AT. No es probable que lo haya redactado Jesús tal como nos ha llegado, pero está claro que tiene una profunda inspiración judía. Tanto Jesús como los primeros cristianos eran judíos sin fisuras. No nos debe extrañar que la experiencia de Jesús se exprese o se interprete desde la milenaria religión judía. Esto no anula la originalidad de la nueva visión de Dios y de la religión.
Entendido literalmente, el Padrenuestro no tiene sentido. Ni Dios es padre en sentido literal; ni está en ningún lugar; ni podemos santificar su nombre, porque no lo tiene; ni tiene que venir su Reino de ninguna parte, porque está siempre en todos y en todo; Ni su voluntad tiene que cumplirse, porque no tiene voluntad alguna. Ni tiene nada que perdonar, mucho menos, puede tomar ejemplo de nosotros para hacerlo; ni podemos imaginar que sea Él el que nos induzca a pecar; ni puede librarnos del mal, porque eso depende solo de nosotros.
Es imposible abarcar todo el padrenuestro en una homilía. Cuentan de Sta. Teresa, que al ponerse a rezar el padrenuestro, era incapaz de pasar de la primera palabra. En cuanto decía “Padre” caía en éxtasis… ¡Qué maravilla! Efectivamente, esa palabra es la clave para adentrarnos en lo que Jesús vivió de Dios. Comentar esa sola palabra nos podía llevar varias horas de meditación. De todas formas, vamos a repasar brevemente el de Lucas.
Padre. En el AT se llama a Dios padre. Sin embargo, el “Abba” es la clave del evangelio. Se pone una sola vez en labios de Jesús, pero con tal rotundidad, que se ha convertido en señal de su mensaje. El llamar a Dios Papá supone sentirse niño pequeño, que no sabe lo que debe pedir. Esta actitud es muy distinta de la nuestra que nos comportamos como personas mayores que podemos decir a Dios lo que tiene que hacer. La petición debe convertirse en confianza absoluta en aquel que sabe mejor que yo lo que necesito y está dándomelo.
Dios es Padre en el sentido de origen y fundamento de nuestro ser, no en el sentido de dependencia biológica. Queremos decir mucho más de lo que esas palabras significan, pero no tenemos el concepto adecuado; por eso tenemos que intentar ir más allá de las palabras. Procedemos de Él sin perder nunca esa dependencia, que no limita mis posibilidades de ser, sino que las fundamenta absolutamente. El padre natural da en un momento determinado la vida biológica. Dios nos está dando constantemente todo lo que somos y tenemos.
Por aplicar a Dios solo la idea de padre, le hemos aplicado también la idea de dominador y represor. Esto nos ha llevado a proyectar sobre Él los complejos que con frecuencia sufrimos con relación al padre natural. Por eso es liberador atrevernos a llamarle Madre. No se trata de un superficial progresismo. Se trata de tomar conciencia de que Dios es más de lo que podemos decir de Él. Uniendo el concepto de padre y el de madre, superamos la trampa del paternalismo y nos obligamos a ampliar el abanico de atributos que le podemos aplicar.
No hay padre ni madre si no hay hijo; y no puede haber hijo si no hay padre y madre. Para la cultura semita, Padre era, sobre todo, el modelo a imitar por el hijo. Este es el verdadero sentido que da Jesús a su advocación de Dios como Padre. “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre”. Cuando Jesús dice que no llaméis a nadie padre, quiere decir que el único modelo a imitar por el seguidor de Jesús es únicamente el mismo Dios. Si todos somos hijos, todos somos hermanos y debemos comportarnos como tales. Ser hermano supone el sentimiento de pertenencia a una familia y de compartir todo lo que se tiene y lo que se es.
Santificado sea tu nombre. Aquí “nombre” significa persona, ser. En el AT se manifiesta en numerosas ocasiones que la tarea fundamental del buen judío era dar gloria a dios. Nada ni nadie puede añadir algo a Dios. Está siempre colmado su ser y no se puede añadir ni una gota más. Lo que quiere decir es que nosotros debemos descubrir esa plenitud en nosotros y en los demás. Debemos vivir esa realidad y debemos darla a conocer a los demás tal como es a través de nuestra propia existencia. Santificamos su nombre cuando somos lo que tenemos que ser, respondiendo a las exigencias más profundas de nuestra naturaleza.
Venga tu reino. El Reino es la idea central del mensaje evangélico. Pero el mismo Jesús nos dijo que no tiene que venir de ninguna parte ni está aquí ni está allí, “está dentro de vosotros”. Nuestra tarea consiste en descubrirlo y manifestarlo en la vida con nuestras obras. Debemos contribuir a que ese proyecto de Dios, que es el Reino, se lleve a cabo en nuestro mundo de hoy. Todo lo que tiene que hacer Dios para que su Reino llegue, ya está hecho. Al expresar este deseo, nos comprometemos a luchar para que se haga realidad. Se trata de un ámbito en el que todos los seres humanos puedan desplegar su humanidad.
Danos cada día nuestro pan de mañana. Encontramos aquí una clara alusión al maná, que había que recogerlo cada mañana. Dios no puede dejar de darnos todo lo que necesitamos para ser nosotros mismos. Sería ridículo un dios que se preocupara de dar solo al que le pide y se olvidara del que no le pide nada. No se trata solo del pan o del alimento en general, sino de todo lo que el ser humano necesita, tanto lo necesario material como lo espiritual. Jesús dijo: “Yo soy el pan de Vida”. Al pedir que nos dé el pan de mañana, estamos manifestando la confianza en un futuro que se puede adelantar.
Perdónanos, porque también nosotros perdonamos. En la biblia descubrimos muchas referencias a que Dios solo perdona cuando nosotros hemos perdonado. Sería ridículo que nosotros pudiéramos ser ejemplo de perdón para Dios. Más bien deberíamos aprender de Él a perdonar. Dios no perdona, en Él los verbos no se conjugan, porque no tiene tiempos ni modos. Si en Él no hay tiempo, no puede hacer o dejar de actuar.
No nos dejes ceder en tentación. Encontramos en el AT muchos pasajes en los que se pide a Dios que no tiente a los que rezan. Se creía efectivamente, que Dios podía empujar a un hombre a pecar. De ahí que tanto el griego como el latín apuntan a que “no nos induzca a pecar” el mismo Dios, lo cual no tiene para nosotros ni pies ni cabeza. Los intentos que se hacen al traducirlo no terminan de aclarar los conceptos. Pensar que Dios puede dejarnos caer o puede hacer que no caigamos es ridículo.
Meditación
Como Padre, es fundamento de todo lo que yo soy.
Mi existencia depende totalmente de Él en todo momento.
Como Padre es el único modelo al que debo imitar.
Cuando experimente que yo y el Padre somos uno,
habrá terminado mi camino de perfección.
Para los hombres y mujeres que vivieron con anterioridad al siglo veinte, la vida era sinónimo de dificultad, inseguridad y opresión, y en esas condiciones volvían la mirada al interior y se amparaban en él. Su mejor refugio era la oración, y a ella recurrían para dar gracias por lo recibido o buscar consuelo en momentos de desolación. Establecían así una relación cotidiana con Dios que serenaba su espíritu y les confortaba ante la adversidad.
Pero pasó el tiempo y las cosas cambiaron. La vida dejó de ser un valle de lágrimas y nosotros dejamos de sentir necesidad de Dios. Nos abrimos al mundo, clausuramos la puerta de entrada a nuestro interior y olvidamos la oración. Dios se convirtió así en un extraño con quien somos incapaces de mantener una relación personal que nos aliente; que nos libere del vacío y la angustia que —según Kierkegaard— se produce al ignorar lo eterno que hay en nosotros.
A veces tratamos de suplir esa falta de intimidad a través de una relación en clave racional, no afectiva, pero solemos caer en un intelectualismo estéril que nada nos aporta. Como decía Unamuno: «Con la razón solo llegamos a la idea de Dios, no a Dios mismo». A Dios se llega con el corazón; se llega con la oración, pero nos resulta muy difícil “elevar el corazón a Dios” sin que nuestra psique se sienta incómoda y se apresure a sofocar de raíz nuestro intento.
Afortunadamente existe otro tipo de oración que se manifiesta en la empatía con todos, en el perdón; en compartir, en consolar, en ayudar, en servir, en trabajar por la justicia… Sabemos que Jesús pasó por la vida haciendo el bien y ayudando a los oprimidos por el mal, es decir, creando humanidad a su alrededor, y ésa debe de ser nuestra mejor guía y nuestra mejor oración.
Pero aparte de su actividad profética, sabemos también que se retiraba con frecuencia a orar, y podemos imaginar que allá en la soledad de la montaña se dirigía a Abbá para contarle sus anhelos, sus desvelos, sus fracasos y sus tentaciones; como cualquier hijo. Porque Jesús había asumido sinceramente, íntimamente la condición de hijo. Y esta faceta suya nos interpela con fuerza, porque nos hace conscientes de que, si queremos vivir la vida con toda su amplitud y todo su sentido, necesitamos mantener una relación de intimidad con Dios que no logramos.
Lucas nos cuenta que un día, a orillas del lago, se alzó una voz entre la multitud que gritó: «Enséñanos a orar», y como siempre ocurría, la respuesta de Jesús sobrepasó toda expectativa, porque en ella nos hizo entrega de su Dios, Abbá, y partícipes de su propia relación con Él. Cuando oréis, nos dijo, no debéis dirigiros al Dios todopoderoso y eterno, sino a Abbá, vuestro padre, vuestra madre. Y pedid lo importante; el Reino, el alimento, el perdón y la liberación de la esclavitud a que nos somete el mal.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí
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La vida está llena de esos fastidios y todos tratamos de sacudírnoslos de encima como podemos. Nadie pondrá nunca en su curriculum: “Soy inoportuno, insistente y descarado”, pero son precisamente esas cualidades las que aparecen como valiosas en el texto evangélico de este domingo. Y no solamente en esta parábola de Lucas, sino en otros personajes del Evangelio: la mujer cananea que tenía un hija con problemas, también lo era y Jesús se comporta al principio con ella exactamente igual que el amigo que se resistía a abrir en la parábola: “No me molestes, soy judío y tú pagana, así que déjame en paz” (Mc 7,24-30). Otro padre, esta vez con un hijo epiléptico, escucha como quien oye llover las evasivas quejosas de Jesús y sigue dando la brasa: “Vale, de acuerdo, tienes razón, somos una generación incrédula y perversa pero ¿qué hay de lo de mi niño?” (Mc 9, 14-29). Y los amigos del paralítico, en un alarde de obstinación, hacen un agujero en el tejado para descolgar por allí la camilla de su amigo (Mc 2,1-12) sin importarles el ruido, el polvo, los cascotes o los desperfectos.
Todos esos personajes se salen con la suya gracias a su terca tenacidad, consiguen que sus recomendados obtengan curación y su inoportunidad es alabada como ejemplar y digna de admiración.
A este reconocimiento sorprendente de la insistencia rayana en el descaro (así traduce el diccionario la anaideia del amigo demandante), no le veo más explicación que el que debe formar parte de las cualidades, rasgos y atributos del Altísimo, junto a la infinitud, la inmensidad, la omnipotencia o la inmutabilidad que describe el catecismo. Y todos sabemos con cuánta indulgencia valoramos los rasgos de nuestro propio perfil y la secreta complicidad que experimentamos cuando los vemos reflejados en otros.
El perfil con que se presenta el propio Jesús es el de un pastor que no se cansa de buscar su oveja perdida -quizá la más vieja y cojitranca- , el de un padre que sigue asomado a la ventana cada día por si vuelve el hijo tarambana, el de una mujer que pone su casa patas arriba con tal de encontrar su monedilla, el de un Maestro que ha elegido a un grupo de discípulos torpes pero que se mantiene en su terca convicción de que llegará a hacer de ellos pescadores de hombres de alta cualificación.
Cada uno de nosotros está en ese estado de “busca y captura” por parte del Insistente, del Incansable, del Persistente y del Tenaz y en el lote del discipulado que recibimos en el bautismo va incluida la llamada a permitirle “que se salga con la suya”.
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Domingo XVII del Tiempo Ordinario
24 julio 2022
Lc 11, 1-13
Una vez que nos hemos identificado con el yo, no podemos perseguir otra cosa que no sea sobrevivir y perpetuarnos: así se explica el miedo a la muerte.
Consciente de su propia vulnerabilidad, por más que se esfuerce en disfrazarla, el yo vive “atrapando” y suplicando y, cuando es religioso, hace de la oración de petición su último asidero al que amarrar su confianza, con un único objetivo: sostenerse y perpetuarse.
La trampa se halla en el mismo inicio, al no ser conscientes de que nos estamos identificando con algo que no somos y proyectando en ese yo nada menos que nuestra identidad.
Lo que llamamos “yo” es solo un objeto -nuestra “personalidad”-, pero en ningún caso lo que realmente somos. Todos tenemos una consciencia inmediata y autoevidente de ser “sujetos”. Por tanto, identificarnos con algo que es “objeto” hace que nos encerremos en un laberinto de confusión que es un callejón sin salida.
Si queremos avanzar en la indagación rigurosa, sin dar por supuesto lo que hemos aprendido desde niños y hemos asumido de una manera crédula y acrítica, hay una pregunta que puede orientar nuestra búsqueda: ¿cómo distinguir lo que es objeto de lo que es sujeto?
Objeto es todo aquello que podemos observar, delimitar, pensar y nombrar adecuadamente: puede ser material o mental, externo o interno. Por el contrario, sujeto es Eso que es consciente de los objetos, y que no puede ser observado, pensado ni nombrado con propiedad. Porque carece de límites, trasciende por completo la mente.
Como “práctica” de indagación, puedes probar lo siguiente: habitualmente vivimos depositando nuestra atención en los objetos (externos o internos). Pues bien, prueba a poner la atención, no en los objetos, sino en Eso que es consciente de ellos. ¿Qué descubres?
Al comprender, dejamos de identificarnos con el yo -que solo es un objeto observable- y nos reconocemos en Eso que es consciente. Esta comprensión nos permite percibir también nuestra paradoja: somos consciencia -identidad- que se expresa en una forma concreta -personalidad-. En cuanto yo, nos percibimos limitados, frágiles, vulnerables, impermanente: de aquí nace nuestra necesidad de ayuda. Sin embargo, en nuestra verdadera identidad, somos plenitud ilimitada.
Al comprenderlo, dejamos de ligar nuestra suerte y nuestro destino al yo. Y caemos en la cuenta de que el objetivo de la existencia no es perpetuar el yo, sino liberarnos de la identificación con él. El yo, en cuanto forma impermanente, está destinado a desaparecer; la consciencia permanece. Cae la oración de petición; vive la aceptación y alineación con la vida.
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Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
Las dos lecturas que acabamos de escuchar nos hablan de la oración. Los dos textos reflejan un modo y un contenido diverso de oración. Tanto Abraham como Jesús vivían en oración.
En el AT -primera lectura- Abraham dirige a Dios su petición de perdón para su pueblo. El evangelio de hoy nos presenta a un Jesús para quien la oración es la expresión de su experiencia de un Dios Padre de todos nosotros
Las personas necesitamos orar.
Quizás orar es abrirse a la ultimidad, a Dios. Quizás orar es “demorarse en Dios”. Orar es vivir en referencia a Dios, a la ultimidad: confrontar, contrastar, compartir nuestras vidas con Dios…
La vida y la fe es bueno que sean oradas: nuestra fe, toda fe ha de ser orada.
La oración no es algo que tenga poca importancia o que queda para los ratos libres, como tampoco es una obligación o una ley de la iglesia: ir a misa los domingos… La oración es un clima habitual de diálogo con Dios Padre, es poner nuestros criterios, nuestros problemas y preocupaciones, nuestras tareas y esperanzas en el ámbito de Dios en ese horizonte de ultimidad y verdad hacia el que caminamos.
En la reciente biografía que el jesuita azpeitiarra, JM Guibert [1] ha escrito sobre S Francisco Javier, dice que el santo navarro tenía en su vida cuatro grandes actitudes: La oración, la amistad (relaciones), la misión (evangelización) y las letras (el estudio). De las cuatro la más importante es la oración. El fundamento, la roca de su vida era el encuentro con Dios. Javier, como Jesús, pasaba también largas noches en oración allá en el lejano Oriente.
El pasado domingo veíamos cómo María representaba esta actitud de quietud, de silencio y oración. Los seres humanos necesitamos, como Jesús, retirarnos al desierto, pasar ratos de silencio, de reflexión, de oración, a no ser que reduzcamos la vida a una pura evasión o a un formulismo eclesiástico.
Naturalmente que Jesús conocía los modos de oración del AT: como judío que era muchas veces habría cantado los salmos o el aleluya, muchas veces habría acudido al templo. Pero posiblemente, porque conocía bien ese tipo de oración, es por lo que nos dice:
Cuando oréis, orad en silencio, no metáis ruido como las liturgias de los fariseos y letrados, como los eclesiásticos del templo: orad en el fondo de vuestro corazón: no tanto en el templo suntuoso, porque ha llegado el día en que a Dios se le adora no el suntuoso templo de esta basílica o de aquel templo, sino que a Dios se le adora en espíritu y en verdad, en el fondo de vuestro corazón: el diálogo con Dios, con la verdad, con la justicia, con la paz acontece en el fondo de nuestro ser.
Por ello la oración más genuina y cristiana es la de contemplación y abandono en Dios Padre. La oración consiste en poner la vida, ponerse en manos de Dios Padre.
Y cuando oréis no digáis muchas palabras, sino basta con decir PADRE…
Aquí estamos ante la experiencia más importante de Jesús: Cristo no se pierde en el maremagnum de filosofías, teologías y liturgias: Cristo tiene la experiencia y se dirige a Dios como PADRE.
Quizás Jesús podía habernos dicho que Dios era Creador o eterno o todopoderoso; o podía habernos hecho un diseño de la Trinidad o del misterio de Dios, etc., pero ni lo hizo ni nos lo transmitió así.
El Dios de Jesús es Padre y, por tanto bondad y salvación, ahí estamos en el núcleo, en los latidos más profundos de Jesús… Por ello cuando nos dirijamos a Dios hemos de hacerlo llamándole por su nombre: Padre…
Creer en el Dios de Jesús y orar al Dios de Jesús es creer y dirigirse a un ser que es Padre y, por tanto, alguien bueno. La oración cristiana es permanecer en la bondad de Dios.
Esto tiene una gran importancia para nuestro ser cristiano. Somos cristianos cuando creemos en la bondad y paternidad de Dios. Otro tipo de experiencias de Dios no son cristianas; no digo que sean malas, sino que no son cristianas.
La imagen de un Dios de puro moralismo, pecado y confesión no es lo más mínimo cristiana.
Creer en el Dios de Jesús es saberse llamado, acogido, amado, perdonado y reconciliado. Nos hará bien recuperar esa experiencia de Dios Padre Quizás nuestra tradición, religiosa es una tradición muy religiosa, pero al mismo tiempo muy poco cristiana. Quizás somos muy religiosos, pero muy poco cristianos. Esa tradición nos habla de un Dios que puede ser temido, de un Dios juez, de un Dios al que hay que rendir cuentas, pero no de un Dios al que valga la pena amar: ese Dios es temible, no amable. Por ello necesitamos recuperar la fe y la oración en el Dios y Padre de NS Jesucristo que nos ha liberado.
En todo caso, levantemos nuestra mirada hacia Dios Padre y vivamos en referencia a Él y desde Él estructuremos nuestra vida. Y cuando nos dirijamos a Dios, llamémosle confiadamente: PADRE NUESTRO.
[1] JM Guibert, El viaje de Javier. Un itinerario de discernimiento, Bilbao, Ed Mensajero, 2021, pp 169ss
En la solemnidad de San Pedro y San Pablo, un texto que habla de Comunidad, de Palabra, de Compromiso… Del blog Amigos de Thomas Merton:
…”el Doctor de la paz y Maestro de la unidad no quiso que hiciéramos una oración individual y privada, de modo que cada cual rogara sólo por sí mismo. No decimos: «Padre mío, que estás en el cielo», ni: «Dame hoy mi pan de cada día», ni pedimos el perdón de las ofensas sólo para cada uno de nosotros, ni pedimos para cada uno en particular que no caigamos en tentación y que nos libre del mal. Nuestra oración es pública y común, y cuando oramos lo hacemos no por uno solo, sino por todo el pueblo, ya que todo el pueblo somos como uno solo.
El Dios de la paz y el Maestro de la concordia, que nos enseñó la unidad, quiso que orásemos cada uno por todos, del mismo modo que él incluyó a todos los hombres en su persona. Aquellos tres jóvenes encerrados en el horno de fuego observaron esta norma en su oración, pues oraron al unísono y en unidad de espíritu y de corazón; así lo atestigua la sagrada Escritura que, al enseñarnos cómo oraron ellos, nos los pone como ejemplo que debemos imitar en nuestra oración: Entonces -dice- los tres, a una sola voz, se pusieron a cantar, glorificando y bendiciendo a Dios. Oraban los tres a una sola voz, y eso que Cristo aún no les había enseñado a orar.
Por eso fue eficaz su oración, porque agradó al Señor aquella plegaria hecha en paz y sencillez de espíritu. Del mismo modo vemos que oraron también los apóstoles, junto con los discípulos, después de la ascensión del Señor. Todos ellos -dice la Escritura- perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres y de María, la madre de Jesús, y de los hermanos de éste. Perseveraban unánimes en la oración, manifestando con esta asiduidad y concordia de su oración que Dios, que hace habitar unánimes en la casa, sólo admite en la casa divina y eterna a los que oran unidos en un mismo espíritu.”
Padre y Madre nuestra, tú has estado siempre presente en nuestra Tierra, de una manera especial en la persona de Jesús, tu hijo y nuestro querido hermano.
Jesús glorificó tu nombre con el mensaje de la buena noticia de la liberación, ratificado con su compromiso y el testimonio de su vida.
Jesús no anunció la Iglesia, sino la cercanía de tu Reinado, ese otro mundo tan necesario, de justicia, paz, solidaridad y fraternidad.
Si nos comprometemos a hacerlo presente, estaremos cumpliendo tu voluntad y el deseo de Jesús de regalar felicidad, dignidad y plenitud a la Humanidad y a toda la Creación.
Te rogamos, oh Dios de vida, que nos ayudes a trabajar para conseguir el alimento necesario para poder vivir saludablemente cada día. Y que compartamos lo que poseemos, tal como nos lo pidió también Jesús: “Dadles vosotras y vosotros de comer”.
Igual que Jesús tuvo el perdón entre sus prioridades, nosotros también debemos pedir perdón y ofrecer nuestro perdón, de las deudas, de las ofensas, del mal que nos hayan hecho, para crecer en humanidad, esplendidez y paz interior.
Jesús, no nos dejes caer en la comodidad, en la insolidaridad, en la apatía y en la tristeza.
Ayúdanos a entregarnos de corazón como tú, por el bien y la alegría de los demás, en especial de los más oprimidos y excluidos, hasta el último latido de nuestra existencia.
*
Miguel Ángel Mesa
***
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