Del blog de Alfonso J. Olaz El Rincón del Peregrino:
¡Señor, en tu presencia dejé mi ausencia,
En la ausencia del mundo me hice presencia, para ser uno contigo!
No te dejes creer en lo que digan
Ni te dejes hacer en lo que hacen
Cree sin medida en lo que tienes
Ama sin cesar con lo que llevas
Que tienes al amor entre tus manos
Que todo de Él lo has recibido
Para darlo a todos, a todos
Si confio en Ti, ya todo me da igual
Y ya nada será igual
Entre los iguales serás el último
Siendo el primero en servirte
Para ser distinto con los indiferentes
Respirando en un instante
Lo respirado por TÍ
Para ser Respiro permanente con el hermano
Para ser respiro para siempre con todos
Entender que recibes lo mejor de su vida, para ser ya vida
Viviendo en la presencia del amado y dejando toda tu ausencia ausente
Viviendo en sus mismos sentimientos
Palpando con sus mismas actitudes
Entendiendo el amor de las criaturas que solo aman,
Y aman y te alaban en gratuidad eterna
Viviendo con el hermano Sol y la hermana Luna
Y siendo ya hermano de la creación toda entera
Vibrando entre la hojarasca del amanecer
En la humildad y alegría de la mariposa por ser mariposa
Calentándome con tus dedos, con los rayos del sol mientras comienza el día
Padre
Dame la gracia de saberte por tenido desde siempre
Para teniéndote amarte en el presente
Y amarte sabiendo que siempre te tengo,
Pues nunca más podré dejarte
Porque tú nunca me dejaste
Padre
Dame la gracia de amarte
Y no espantarme
en lo que tú quieres
Aunque nada entienda y nada sepa
Que nada hay que entender, ni saber,
Para amar verdaderamente
Solo dejarse llevar por el amor del amado
En la confianza de pasar por donde tú pasaste
En la alegría de amar, por donde tú amaste
Padre
El hombre está hecho para TI
Para hacer lo que tú quieras
Llevarle, Traerle, Esconderte
Hasta que crea que todo es de Él, todo
Que nada es nuestro
Padre
Nada tengo
Nada soy
Todo es tuyo, gratuidad y alegría
Todo me lo das
De ti alegre lo recibo
Nada puedo dar, nada
Si de ti nada quiero
Y si de ti quiero
Todo podrá ser
Tú eres el Ser
Porque tú así lo has querido
Ya ni mis planes no seran mios
Ni mis noches, ni mis días
Todos serán tuyos
Y dejándome amar todo, todo
Seré ya amigo tuyo que sirve a todos
Testigo de tu vida
Testigo tuyo
Testigo para siempre
Para todo
Para todos
Comentarios desactivados en Padre condenado a seis años de prisión por golpear a su hijo de 2 años por comportarse como “gay”.
Foto: Captura de pantalla People in Court
Le dijo al juez que su hijo prefería jugar con muñecas Barbie y juegos de cocina a robots, autos y pelotas de fútbol, por lo que le dio un puñetazo en la cara.
Por Greg Owen sábado 7 de septiembre de 2024
En Texas, un padre de cinco hijos de 23 años fue sentenciado a seis años de prisión por golpear brutalmente a su hijo de dos años porque pensó que el niño era gay.
Francisco Ricardo Sotello Baez fue acusado de violencia familiar y agresión después de admitir haber golpeado a su hijo pequeño en la cara varias veces, lo que le provocó sangrado por la nariz.
La jueza Stephanie Boyd del Tribunal de Distrito 187 del Condado de Bexar estuvo de acuerdo con la recomendación de la fiscalía de seis años tras las rejas, citando incidentes previos de violencia doméstica, incluyendo el asalto a la madre de su hijo, que anteriormente le valió a Sotello Baez libertad condicional y cursos ordenados por el tribunal para abordar su comportamiento violento.
El juez Boyd expresó su decepción porque esas intervenciones no habían logrado modificar la conducta del acusado.
Un informe policial y su testimonio durante la sentencia revelaron que las acciones de Sotello Baez hacia su hijo no fueron un incidente aislado. El padre había disciplinado repetidamente al niño en un intento de “endurecerlo”, alegando que le preocupaba que el niño actuara de manera femenina.
Sotello Baez dijo que el niño prefería jugar con Barbies y juegos de cocina en lugar de los robots, los carros y los balones de fútbol que había traído a casa para el niño.
Le dijo al juez que estaba decepcionado porque su primer hijo pudiera ser gay.
La jueza Boyd estaba visiblemente exasperada con la explicación. “Básicamente, golpeas a un niño de dos años porque crees que es gay y quieres hacerlo más fuerte”, dijo el juez. “¡Tiene dos años!”.
El informe policial también indicó que Sotello Baez le había enviado un mensaje de texto a la madre del niño después de agredirlo, diciéndole que le había hecho algo a “su hijo” que a ella no le iba a gustar.
Explicó ante el tribunal que tanto la madre como la abuela del niño le habían dicho que el niño podría resultar gay.
Su abogado defensor pidió clemencia, señalando ante el juez que Sotello Baez no había impugnado los cargos y estaba solicitando una sentencia diferida, un tipo de libertad condicional que le permitiría a Sotello Baez seguir manteniendo a su familia.
El estado presionó al juez para que dictara una sentencia de seis años de prisión, destacando la gravedad del delito y el impacto a largo plazo en el niño.
El padre se dirigió al tribunal y expresó su arrepentimiento, explicando que tenía un bebé recién nacido que cuidar y que había estado asistiendo a la iglesia para cambiar su vida. También atribuyó sus acciones en parte al abuso de drogas y alcohol, que, según dijo, habían afectado su juicio.
Al dictar la sentencia de seis años, la jueza Boyd impuso varias restricciones a Sotello Baez, prohibiéndole tener contacto con su hijo, con cualquiera de sus otros hijos y con cualquier menor durante y después de su encarcelamiento. El juez también le aconsejó que no volviera a ingresar ilegalmente al país después de su liberación. No es ciudadano estadounidense.
Comentarios desactivados en ¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro!
Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayúdame a olvidarme enteramente de mí para establecerme en Ti, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti, ¡oh mi Inmutable!, sino que cada minuto me sumerja más en la hondura de tu Misterio.
Inunda mi alma de paz; haz de ella tu cielo, la morada de tu amor y el lugar de tu reposo. Que nunca te deje allí solo, sino que te acompañe con todo mi ser, toda despierta en fe, toda adorante, entregada por entero a tu acción creadora.
¡Oh, mi Cristo amado, crucificado por amor, quisiera ser una esposa para tu Corazón; quisiera cubrirte de gloria amarte… hasta morir de amor! Pero siento mi impotencia y te pido «ser revestida de Ti mismo»; identificar mi alma con todos los movimientos de la tuya, sumergirme en Ti, ser invadida por Ti, ser sustituida por Ti, a fin de que mi vida no sea sino un destello de tu Vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.
¡Oh, Verbo eterno, Palabra de mi Dios!, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero hacerme dócil a tus enseñanzas, para aprenderlo todo de Ti. Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias, quiero fijar siempre la mirada en Ti y morar en tu inmensa luz. ¡Oh, Astro mío querido!, fascíname para que no pueda ya salir de tu esplendor.
¡Oh, Fuego abrasador, Espíritu de Amor, «desciende sobre mí» para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo. Que yo sea para El una humanidad suplementaria en la que renueve todo su Misterio.
Y Tú, ¡oh Padre Eterno!, inclínate sobre esta pequeña criatura tuya, «cúbrela con tu sombra», no veas en ella sino a tu Hijo Predilecto en quien has puesto todas tus complacencias.
¡Oh, mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad donde me pierdo!, yo me entrego a Ti como una presa. Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vos, mientras espero ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas.
*
Elisabeth Catez, Santa Isabel de la Trinidad
***
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
– “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”
*
Mateo 28,16-20
***
Sin embargo, lo que debe interesarnos sobre todo, en el misterio de la inhabitación de la Trinidad en el alma de los justos, son los deberes y las exigencias prácticas y aplicadas a la vida del misterio trinitario. Las exigencias se reducen a estas tres palabras clave: orden, purificación, recogimiento. La inhabitación es el misterio del recogimiento y de la purificación. Para comprender el motivo, basta con pensar en el llamado «principio de los contrarios», que se expresa en estos términos: dos realidades contrarias no pueden coexistir, al mismo tiempo, en el mismo sujeto. La acción del Espíritu que inhabita es íntima, silenciosa, delicada: no es fuego que devora, no es un terremoto destructor, ni viento impetuoso, sino -para decirlo con la Biblia— un ligerísimo e imperceptible soplo. De ahí que, para advertirlo, se exige que el alma se ponga en afinidad psicológica con él: a fin de que, para decirlo con palabras de Pablo, las realidades espirituales se «adapten» a las realidades espirituales. Por esta razón, todos los grandes maestros de la vida cristiana no cesan de recomendar el recogimiento-silencio-custodia del corazón. La experiencia de Agustín es clásica a este respecto. Dice: «Envié fuera de mí a mis sentidos para buscarte, Dios mío, pero no te encontraron: yo te buscaba fuera de mí, mientras que tú estabas dentro… Mal te buscaba, Dios mío…». Teresa de Ávila y Juan de la Cruz han hecho las mismas observaciones.
Por lo que se refiere a nuestros deberes con nuestros Huéspedes, diremos que han de ser tratados como trataríamos a un huésped de gran consideración: cuando llega un huésped limpiamos la casa; eliminamos todo aquello que pueda ofender la consideración que le debemos; la adornamos con flores, alfombras; le acompañamos, le rodeamos de mil atenciones y sorpresas; le ofrecemos regalos… No se trata más que de aplicar esta estrategia. Antes que nada hay que llevar cuidado con la limpieza «exterior» del cuerpo: yo diría casi que el modo de vestir-tratar-hablar debe estar marcado por un cierto señorío y elegancia.
Así, la madre debe tratar con el máximo respeto -mejor aún, con veneración- el cuerpo de su hijo, debe vestirlo bien, antes que nada porque es templo del Espíritu. Una nueva mentalidad debe inspirar-orientar todas las relaciones sociales del bautizado. Como es obvio, también la práctica de las catorce obras de misericordia adquiere una nueva luz que –digámoslo también- las «sacramentaliza». En segundo lugar – y esto es aún más importante-, debemos purificar nuestra alma de todo lo que pueda disgustar a la Trinidad que inhabita, como el ejercicio del egoísmo en su triple forma del tener-gozar-poder, que, a su vez, se ramifican en los siete vicios capitales. Tenemos asimismo el deber de acompañar a nuestros tres Huéspedes con el silenciorecogimiento: abandonar al huésped es falta de educación…
*
A. Dagnino, La vida cristiana o el misterio pascual del Cristo místico,
Cinisello B. 71988, pp. 153-156).
Pompeo Batoni. El retorno del hijo pródigo. 1773. Kunsthistorisches. Viena
El Dios cristiano es el Dios de la esperanza no sólo en el sentido de que es el Dios de la promesa y por ello fundamento y garantía de la esperanza humana, sino también en el sentido de un Dios que sabe festejar este retorno […].
La humildad y la esperanza de Dios no dejan de esperar a sus hijos con un amor más fuerte que todo el no-amor con el que puede ser correspondido. Dios ama como sólo una madre sabe amar, con un amor que irradia ternura. El misterio de la maternidad divina es icono de la capacidad de un amor radiante y gratuito, más fiel que cualquier infidelidad humana. Dios espera siempre, humilde y ansioso, el consentimiento de su criatura como -según subraya san Bernardo- hizo con el “sí” de María.
La parábola nos pone ante un padre que no teme perder la propia dignidad, incluso parece ponerla en peligro. La autoridad de un padre no está en las distancias que más o menos mantiene, sino en el amor radiante que manifiesta […]. Este es el intrépido amor de Dios: la intrepidez de romper falsas seguridades aparentes, para vivir la única seguridad que es la del amor más fuerte que la del no-amor; la intrepidez de ir al encuentro del otro superando las distancias protectoras que nuestra incapacidad de amor con frecuencia pretende levantar en torno nuestro.
*
B. Forte, Nella memoria del Salvatore,
Cisinello B. 1992, 68s, passim).
Comentarios desactivados en Y al entrar en el templo…
Y al entrar en el templo…
Demasiados monseñores y excelentísimas,
demasiados vicarios y reverendísimas
para ser espacio de igualdad y libertad;
¡ y cuántos padres para vivir en fraternidad,
cuando Tú nos dijiste que sólo aceptáramos
y llamáramos así a quien hace salir para todos el sol
y nos da gratuitamente su ternura y amor !
Demasiados títulos, honores y poderes,
demasiadas intrigas, prebendas e intereses
para ser casa solariega familiar;
¡ y cuántos códigos, normas y leyes,
burocracia, papeles e imposiciones
para ser posada de abrazos y acogida
para quienes andan necesitados !
Un espacio abierto que se amuralla,
un oasis que ya no atrae ni serena,
un refugio que cierra sus puertas y ventanas,
una barca para náufragos que anda a la deriva,
una casa solariega que exige reserva,
una viña con lagar que no alegra…
¡ ya no es lugar de Dios ni de oración !
Yo quiero una Iglesia en la que se pueda respirar,
que tenga pastores que huelan a oveja,
que acoja y defienda a emigrantes y sin papeles,
que se embarre con los que no pueden limpiarse,
que tenga un aire festivo y alegre,
que sus puertas permanezcan abiertas
aunque no haya dueños ni porteros vigilantes…
Quiero una Iglesia que sea templo de Dios,
lugar de encarnación,
punto de encuentro,
casa de fraternidad,
fábrica de sueños y proyectos,
experta en humanidad…
¡ no cueva de ladrones ni refugio de vividores !
Volvamos a Jesús, su palabra es de fuego.
Volvamos a Jesús, fuente de agua viva.
Volvamos a Jesús, su Espíritu nos hace libres.
Volvamos a Jesús, él nos conduce al Padre.
Jesús, tú, el Hijo querido, eres nuestro hermano, tú vas a nuestro lado.
Tu amor está abierto a todos y es más fuerte si somos débiles.
Tu palabra nos invita a velar por todos nuestros hermanos.
Jesús, tú, el Hijo querido, eres nuestro guía; nosotros, tus discípulos.
Tú no impones ni leyes ni obligaciones que oprimen.
Tú nos pides amar a todos como tú nos amas.
Jesús, tú, el Hijo querido, eres nuestro sol; nosotros, tus amigos.
Tu ternura nos acoge, en tu mirada solo hay compasión.
Tú nos dices que siempre a la vista está tu perdón.
Jesús, tú, el Hijo querido, eres el camino, la vida, la verdad.
Tú nos hablas del Reino, donde todos han de ser amados.
Tú impulsas a construirlo, todos juntos y sin tardar.
*
Isabelle Willemot
***
(José Antonio Pagola Jesús, Maestro interior. 3. Recuperar la confianza 103-104)
Del blog Alfonso J. Olaz, El Rincón del Peregrino:
Padre, Tú eres…
El mismo Sol que alumbra el cuarto de estar de tu creación,
de todos los hogares de tus hijos.
El mismo Sol que me calentaba desde niño y ahora alumbra mi camino.
El mismo Sol que ama a todas tus criaturas, a todas, a todas, a todas…
Esta tarde he vuelto a tu jardín
Todo está igual,
El mismo pozo blanco donde saciaba mi sed.
Los limoneros y naranjos
La misma chabola dónde descansabas, un poco más arreglada.
Todo refleja tu amor, humildad, sencillez, todo está bien cuidado.
Cuando era niño, en tu jardín me mirabas
Ahora que soy mayor nos miramos los dos
Aquí, en tu jardín, el amor está en todo, en todo antes me esperabas cada día,
Y hoy día, ya no es espera, es confianza
Tu eres mi Confianza.
Eres el mismo que me dio la vida
Me vio nacer, me vio nacer…
Cuando era niño, te alegrabas conmigo cuando jugábamos en tu jardín.
Cuando era joven te entristecías cuándo estaba triste
En la madurez, eras mi compañero y cantábamos un dueto.
Ahora de mayor, te oigo reír porque estoy aprendiendo a vivir y a cantar
Tu has visto toda mi vida, toda.
Tu sabes de mis últimos días.
Sabes de cada momento de mi vida, por dónde tengo que ir…
Si así lo creo contigo, ¿ Porqué no me fio?
Y si me fio y soy hijo tuyo, y confío en todo. Y si confío en todo, en todo, en todo…
¿ A qué temeré?
¡Entonces, porque preocuparme por mi vida!…
Si me dejo llevar por ti…, si me dejo llevar…
Por fin descansaré…
Te acompañaré como tu amigo
de día y de noche
Y me llamarás también hijo
Y yo, Padre.
Y porfín ya no seré huérfano
¡Habré conocido a mi verdadero Padre!…
No tengo que hacer otra cosa
Sino dejar que sea
Para que deje de no ser
Y sea ya, siempre mía.
Humildad
Y aún y todo,
¿ A qué espero?
¡ Que miedo me paraliza!
Todo está muy claro…
El Maestro guitarrero espera y vibra con las cuerdas de su corazón
Me hace vibrar como guitarra
Y oigo su inconfundible canción
porque he esperado con Él
Y ahora se deja de hacer el encontradizo
Porque confié en Él
Él me espera, ya no es Él, es tu Padre…!
Que se estremece por volver a serlo.
Sencillez…
¿ A qué espero?
Se vuelve loco en su locura, cuando le aceptas cómo Padre.
No le importa quién eres…
Él ya te conoce, un precioso día te dio su corazón.
No le importa de donde vienes
Ni lo que has hecho…
Solo quiere abrazarte, amarte, amarte.
Y darte en herencia todo su amor y Humildad
La mejor bolsa que tendrás jamás
Para quizás algún día no muy lejano
Le quieras como se quiere a un padre
Sin llevar nada 《No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero》S. Lucas (9: 1-6)
Y así vivas honrándole como hijo de Dios Padre.
En humildad, en sencillez, en gratitud.
*
Maurice Zundel escribió páginas emocionantes sobre el corazón humano, este espacio donde la conciencia que se despierta accede en el sentido de su dignidad de su inviolabilidad, y que se revela, detrás del mí prefabricado y condicionado que lo recubre, como un espacio de pura acogida del otro, el espacio que no puede ser violado por principios autoritarios, ni siquiera divinos, sino que vive de la apertura y de la comunión con el Otro, a la imagen del Dios de Pobreza que se desposee de él mismo perpetuamente en la relación de ofrenda que mantienen entre ellas las tres Personas de la Trinidad.
” (…) La Trinidad es la liberación de una pesadilla en la que la humanidad se debate cuando se sitúa frente a una divinidad de la que depende y a la que es sometida: ¿Por qué Él bastante más que yo? ¿Por qué soy la criatura, y Él el Creador? ¿Por qué, si es mi creador, me puso en esta situación de saber que yo soy su esclavo? ¿Por qué me dio justo bastante inteligencia para comprender que dependo de Él? ¡Hay una rebelión sorda e implacable qué sube del corazón del hombre en esta confrontación de su espíritu con esta especie de Dios que aparece en él como la apisonadora del espíritu!
En la apertura del Corazón de Dios a través del Corazón del Cristo, hay justamente esta manifestación increíble y maravillosa que Dios es Dios porque se comunica, que es Dios porque se da todo, porque el es la desapropiación infinita y eterna, porque tiene la transparencia de un niño, la transparencia en la que toda especie de apropiación es imposible, donde la mirada siempre es dirigida hacia “El Otro”, donde la personalidad, donde el yo, es sólo un altruismo puro e infinito. ¡Allí está la gran confidencia qué resplandece en el Evangelio de Cristo! ¡La perla del reino, es para que Dios sea este Dios!
¡Jesús, revelándonos la Trinidad, nos libró de Dios! Nos libró de este Dios pesadilla, exterior a nosotros, límite y amenaza para nosotros: ¡nos libró de aquel Dios! Nos libró de nosotros mismos que necesariamente estábamos, y sordamente, aunque no nos atrevíamos a reconocerlo, en rebelión contra este Dios.
Con la Trinidad, entramos en el mundo de la relación. (…)
Subsistir en forma de don, subsistir como una relación con los demás otro, subsistir en una respiración pura de amor, tenemos ahí el Dios que se transparenta y se revela personalmente en Jesucristo. (…)
Lo que justamente es tan patético, y lo que nos hace sensible la diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y el paso que trasciende que hay que obrar del uno al otro, es que, mientras que en el Antiguo Testamento el pecado supremo, el pecado original, es querer ser como Dios, en el Nuevo, es esto mismo lo único que es necesario. (…)
¡Se trata de ser como Dios! Y, en el fondo, esta intuición nietzscheana, esta voluntad de ser Dios, de no sostener a ningún Dios aparte de sí mísmo, es el bosquejo de una vocación auténtica. ¡Pero atención! ¡Sí, ser como Dios, pero después de haber reconocido en Dios justamente la desapropiación infinita, la pobreza suprema, el despojo translúcido!
Si Dios es aquel Dios, si hay en nuestro corazón una espera infinita, ser como Dios, ahora esto quiere decir desapropiarnos fundamentalmente de nosotros mismos para que nuestra vida se cumpla como la suya en un don sin reserva.”
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito para que todo el que cree en él no perezca, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
*
Juan 3, 16-18
***
Si se pretendiese que una oración tuviera la precisión de un tratado de teología, entonces la oración a la Trinidad seria una cima casi inalcanzable. Sin embargo, la oración no es el fruto de unos razonamientos. En caso contrario, esperemos que la teología nos saque de esta contradicción. Ella, en efecto, ha creado el término técnico de circumincesión (o pericoresis, según la etimología griega) para hablar del “movimiento inamovible” de la presencio recíproca de las tres personas de la Trinidad – “Lo mismo que tu estés en mi y yo en ti”, le dice Jesús al Padre- en el rico “tránsito” de la circulación del Amor. De la misma forma, la verdadera oración trinitaria, como cualquier oración cristiana pasa sin cesar de una Persona a la otra. De este modo, Cristo, desde el momento que lo contemplamos como Hijo de Dios, nos remite al Padre, que nos lo “entrega”, y el Padre, cuando le expresamos nuestra acción de gracias, nos remite al Espíritu que el Hijo nos da “de parte” del Padre, y así incesablemente, cualquiera que sea el orden que empleemos e indistintamente de la Persona a la que inicialmente nos dirijamos en nuestra oración. Porque la oración trinitario sigue la lógico del amor, que es compartido y comunicado.
*
J. Moingt, Los tres visitadores. Conversaciones sobre la Trinidad,
Mensajero, Bilbao 2000.
Es el Domingo de la Trinidad, pero no esperes una explicación de este misterio de gente como yo. Eso está muy por encima de mi nivel salarial. Y debido a que es un misterio, está por encima del salario de todos. Incluso me he preguntado a menudo por qué es importante la idea de un Dios triuno. Parecía no tener ningún efecto práctico en mi fe o vida espiritual.
Este año, sin embargo, tuve una mejor comprensión de la Trinidad al leer Quest for the Living God de la hermana Elizabeth Johnson, CSJ, distinguida profesora emérita de la Universidad de Fordham. El libro es un estudio accesible y práctico de cómo varias escuelas teológicas del siglo XX han imaginado quién es Dios. El capítulo final se llama “Trinidad: El Dios vivo del amor”. En este capítulo, Johnson ofrece la explicación más realista de la Trinidad que jamás haya encontrado.
Y seleccioné esas palabras “con los pies en la tierra” específicamente. La mayor parte del lenguaje que he escuchado sobre la Trinidad siempre es abstracto, filosófico, de otro mundo. Johnson, sin embargo, critica ese tipo de imágenes e ideas a favor de describir la importancia de la imagen de la Trinidad debido a su compromiso con el mundo, no a su separación de él. El punto de las discusiones trinitarias no es describir un modelo de Dios, como dibujaríamos un modelo de un átomo en una clase de química, sino describir cuánto y cuán poderosamente Dios quiere y actúa para salvarnos. Johnson escribe:
“Ya sea que se encuentre en las Escrituras, el credo, la liturgia, la doctrina o la teología, [el lenguaje trinitario] es un código cristiano que aprovecha la creencia de que el Dios vivo dado a conocer a través de Jesús y el Espíritu es un amor dinámico que abarca el universo y que actúa para salvar”.
Para Johnson, la idea de la Trinidad se convierte en una “abreviatura” de las diferentes formas en que un pueblo experimenta a Dios: “más allá de ellos, con ellos y dentro de ellos”. En otras palabras, “tan absolutamente trascendente, tan presente históricamente en la persona de Jesús, y tan presente como el Espíritu dentro de su comunidad”. Ella cita a la teóloga Catherine LaCugna, quien promueve la idea de que para Dios “ser” significa “estar en relación”. El comentario de Johnson sobre esta idea es que “el análisis de la vida interior de la Trinidad aparte de la preocupación salvadora por el mundo es una distracción”.
¿Qué implicaciones tienen estas ideas para la iglesia y su relación con la comunidad LGBTQ? Johnson completa su estudio de la Trinidad llamando a la iglesia a reflejar la dimensión salvífica del modelo triuno, así como su igualdad radical:
“Llamada a ser un sacramento de la salvación del mundo, la iglesia debe ser un símbolo vivo de la comunión divina volcada hacia el mundo en un amor inclusivo y compasivo. Solo una comunidad de personas iguales relacionadas en profunda reciprocidad, derramando alabanza a Dios y cuidando del mundo necesitado, solo una iglesia así corresponde al Dios trino a quien pretende servir”.
También creo que es fortuito que en este año (y en la mayoría de los años también), el Domingo de la Trinidad caiga durante el Mes del Orgullo. La segunda lectura de hoy de la Carta de San Pablo a los Romanos ofrece un pasaje maravilloso para la meditación.
“. . . hasta nos jactamos de nuestras aflicciones,
sabiendo que la aflicción produce paciencia,
y resistencia, carácter probado,
y carácter probado, esperanza,
y la esperanza no defrauda,
porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones
por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”.
Las dos últimas líneas insinúan la dimensión salvífica de un Dios Triuno que describe Johnson. Pero esas primeras cinco líneas ofrecen una descripción sorprendente del movimiento por la igualdad LGBTQ. Durante el Mes del Orgullo, recordamos las aflicciones del pasado, pero sabemos que lo que produjeron esas aflicciones no fue un desastre, sino resistencia. Y la resistencia ha ayudado a construir el carácter, lo que ha ayudado a expandir lo que inicialmente era un movimiento de “gays y lesbianas” en un movimiento que promueve la igualdad para todas las orientaciones sexuales e identidades de género. Y este crecimiento como movimiento ha proporcionado esperanza.
Si la esperanza de la igualdad se arraiga en la acción salvífica de un Dios uno y trino, que está más allá de nosotros, con nosotros, dentro de nosotros, ciertamente no defraudará.
¡Para mí, esa es una idea aún mejor para celebrar que el Orgullo!
—Francis DeBernardo, New Ways Ministry, 12 de junio de 2022
Maurice Zundel escribió páginas emocionantes sobre el corazón humano, este espacio donde la conciencia que se despierta accede en el sentido de su dignidad de su inviolabilidad, y que se revela, detrás del mí prefabricado y condicionado que lo recubre, como un espacio de pura acogida del otro, el espacio que no puede ser violado por principios autoritarios, ni siquiera divinos, sino que vive de la apertura y de la comunión con el Otro, a la imagen del Dios de Pobreza que se desposee de él mismo perpetuamente en la relación de ofrenda que mantienen entre ellas las tres Personas de la Trinidad.
” (…) La Trinidad es la liberación de una pesadilla en la que la humanidad se debate cuando se sitúa frente a una divinidad de la que depende y a la que es sometida: ¿Por qué Él bastante más que yo? ¿ Por qué soy la criatura, y Él el Creador? ¿ Por qué, si es mi creador, me puso en esta situación de saber que yo soy su esclavo? ¿ Por qué me dio justo bastante inteligencia para comprender que dependo de Él? ¡ Hay una rebelión sorda e implacable qué sube del corazón del hombre en esta confrontación de su espíritu con esta especie de Dios que aparece en él como la apisonadora del espíritu!
En la apertura del Corazón de Dios a través del Corazón del Cristo, hay justamente esta manifestación increíble y maravillosa que Dios es Dios porque se comunica, que es Dios porque se da todo, porque el es la desapropiación infinita y eterna, porque tiene la transparencia de un niño, la transparencia en la que toda especie de apropiación es imposible, donde la mirada siempre es dirigida hacia “El Otro”, donde la personalidad, donde el yo, es sólo un altruismo puro e infinito. ¡ Allí está la gran confidencia qué resplandece en el Evangelio de Cristo! ¡ La perla del reino, es para que Dios sea este Dios!
¡Jesús, revelándonos la Trinidad, nos libró de Dios! Nos libró de este Dios pesadilla, exterior a nosotros, límite y amenaza para nosotros: ¡ nos libró de aquel Dios! Nos libró de nosotros mismos que necesariamente estábamos, y sordamente, aunque no nos atrevíamos a reconocerlo, en rebelión contra este Dios.
Con la Trinidad, entramos en el mundo de la relación. (…)
Subsistir en forma de don, subsistir como una relación con los demás otro, subsistir en una respiración pura de amor, tenemos ahí el Dios que se transparenta y se revela personalmente en Jesucristo. (…)
Lo que justamente es tan patético, y lo que nos hace sensible la diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y el paso que trasciende que hay que obrar del uno al otro, es que, mientras que en el Antiguo Testamento el pecado supremo, el pecado original, es querer ser como Dios, en el Nuevo, es esto mismo lo único que es necesario. (…)
¡ Se trata de ser como Dios! Y, en el fondo, esta intuición nietzscheana, esta voluntad de ser Dios, de no sostener a ningún Dios aparte de sí mísmo, es el bosquejo de una vocación auténtica. ¡ Pero atención! ¡ Sí, ser como Dios, pero después de haber reconocido en Dios justamente la desapropiación infinita, la pobreza suprema, el despojo translúcido!
Si Dios es aquel Dios, si hay en nuestro corazón una espera infinita, ser como Dios, ahora esto quiere decir desapropiarnos fundamentalmente de nosotros mismos para que nuestra vida se cumpla como la suya en un don sin reserva.”
– “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.”
*
Juan 16, 12-15
***
Lentamente he empezado a darme cuenta de que en el gran circo, lleno de domadores de leones y de trapecistas que con sus maravillosas acrobacias reclaman nuestra atención, la historia verdadera y real la contaban los payasos. Los payasos no están en el centro de los acontecimientos. Aparecen entre una gran exhibición y otra, se mueven con torpeza, caen y nos hacen sonreír de nuevo tras la tensión creada por los héroes que veníamos a admirar. Los payasos no están coordinados entre ellos, no consiguen realizar las cosas que intentan hacer; son cómicos, se mueven con un equilibrio precario y son desmañados, pero… están de nuestra parte. No reaccionamos ante ellos con admiración, sino con simpatía; no con estupor, sino con comprensión; no con la tensión, sino con una sonrisa. De los acróbatas decimos: «¿Cómo conseguirán hacerlo?». De los payasos decimos: «Son como nosotros». Los payasos, con una lágrima y una sonrisa, nos recuerdan que compartimos las mismas debilidades humanas […].
Entre las acciones emocionantes de los héroes de este mundo, tenemos una constante necesidad del payaso, de personas que con su vida vacía y solitaria -de oración y de contemplación nos revelen la otra cara y nos ofrezcan así consuelo, alivio, esperanza y una sonrisa. En esta grande, ajetreada, fascinante y turbadora ciudad continuamos sintiendo la tentación de unirnos a los domadores de leones y a los trapecistas, que reciben la máxima atención. Pero cada vez que aparecen los payasos se nos recuerda que lo que cuenta realmente es algo diferente a lo espectacular y a lo sensacional: es lo que pasa entre una escena y otra. Los payasos, con su comportamiento «inútil», nos muestran no sólo que muchas de nuestras preocupaciones, de nuestros afanes, de nuestras ansias y tensiones tienen necesidad de una sonrisa, sino que también nosotros tenemos pintura blanca en nuestro rostro y estamos llamados a comportarnos como payasos.
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H.J.M. Nouwen, Il clown di Dio. Una vita spirituale per il nostro tempo,
Brescia 2000, pp. 7 y 162, passim.
Comentarios desactivados en “El cristiano ante Dios”. Fiesta de la Trinidad – C (Juan 16, 12-
No siempre se nos hace fácil a los cristianos relacionarnos de manera concreta y viva con el misterio de Dios confesado como Trinidad. Sin embargo, la crisis religiosa nos está invitando a cuidar más que nunca una relación personal, sana y gratificante con él. Jesús, el Misterio de Dios hecho carne en el Profeta de Galilea, es el mejor punto de partida para reavivar una fe sencilla.
¿Cómo vivir ante el Padre?
Jesús nos enseña dos actitudes básicas.
En primer lugar, una confianza total. El Padre es bueno. Nos quiere sin fin. Nada le importa más que nuestro bien. Podemos confiar en él sin miedos, recelos, cálculos o estrategias. Vivir es confiar en el Amor como misterio último de todo.
En segundo lugar, una docilidad incondicional. Es bueno vivir atentos a la voluntad de ese Padre, pues solo quiere una vida más digna para todos. No hay una manera de vivir más sana y acertada. Esta es la motivación secreta de quien vive ante el misterio de la realidad desde la fe en un Dios Padre.
¿Qué es vivir con el Hijo de Dios encarnado?
En primer lugar, seguir a Jesús: conocerlo, creerle, sintonizar con él, aprender a vivir siguiendo sus pasos. Mirar la vida como la miraba él; tratar a las personas como él las trataba; sembrar signos de bondad y de libertad creadora como hacía él. Vivir haciendo la vida más humana. Así vive Dios cuando se encarna. Para un cristiano no hay otro modo de vivir más apasionante.
En segundo lugar, colaborar en el proyecto de Dios que Jesús pone en marcha siguiendo la voluntad del Padre. No podemos permanecer pasivos. A los que lloran, Dios los quiere ver riendo, a los que tienen hambre los quiere ver comiendo. Hemos de cambiar las cosas para que la vida sea vida para todos. Este proyecto que Jesús llama «reino de Dios» es el marco, la orientación y el horizonte que se nos propone desde el misterio último de Dios para hacer la vida más humana.
¿Qué es vivir animados por el Espíritu Santo?
En primer lugar vivir animados por el amor. Así se desprende de toda la trayectoria de Jesús. Lo esencial es vivirlo todo con amor y desde el amor. Nada hay más importante. El amor es la fuerza que pone sentido, verdad y esperanza en nuestra existencia. Es el amor el que nos salva de tantas torpezas, errores y miserias.
Por último, quien vive «ungido por el Espíritu de Dios» se siente enviado de manera especial a anunciar a los pobres la Buena Noticia. Su vida tiene fuerza liberadora para los cautivos; pone luz en quienes viven ciegos; es un regalo para quienes se sienten desgraciados.
Comentarios desactivados en “Todo lo que tiene el Padre es mío; el Espíritu tomará de lo mío y os lo anunciará”. Domingo 12 de junio de 2022. Santísima Trinidad
Leído en Koinonia:
Proverbios 8, 22-31: Antes de comenzar la tierra, la sabiduría fue engendrada. Salmo responsorial: 8: Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!. Romanos 5, 1-5: A Dios, por medio de Cristo, en el amor derramado con el Espíritu. Juan 16, 12-15: Todo lo que tiene el Padre es mío; el Espíritu tomará de lo mío y os lo anunciará.
(Comentario homilético elaborado en un ciclo anterior por Mons. Silvio Báez, obispo auxiliar de Managua)
La revelación de Dios como misterio trinitario constituye el núcleo fundamental y estructurante de todo el mensaje del Nuevo Testamento. El misterio de la Santísima Trinidad antes que doctrina ha sido evento salvador. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han estado siempre presentes en la historia de la humanidad, donando la vida y comunicando su amor, introduciendo y transformando el devenir de la historia en la comunión divina de las Tres personas. Por eso se puede hablar de una preparación de la revelación de la Trinidad divina antes del cristianismo, tanto en la experiencia del pueblo de la antigua alianza tal como lo atestiguan los libros del Antiguo Testamento, como en las otras religiones y en los eventos de la historia universal.
El Nuevo Testamento, más que una doctrina elaborada sobre la Trinidad, nos muestra con claridad una estructura trinitaria de la salvación. La iniciativa corresponde al Padre, que envía, entrega y resucita a su Hijo Jesús; la realización histórica se identifica con la obediencia de Jesús al Padre, que por amor se entrega a la muerte; y la actualización perenne es obra del don del Espíritu, que después de la resurrección es enviado por Jesús de parte del Padre y que habita en el creyente como principio de vida nueva configurándolo con Jesús en su cuerpo que es la Iglesia.
La primera lectura (Prov 8,22-31) es un himno a la sabiduría divina considerada en su doble dimensión trascendente e inmanente. La Sabiduría es trascendente pues ella es el proyecto de Dios, su voluntad, sus designios, su Palabra, su Espíritu; pero también es encarnada ya que el proyecto divino se realiza en la creación y en la historia, la voluntad de Dios se manifiesta en la Escritura y a través de su Espíritu se convierte en una realidad interior al ser humano. De esta forma la reflexión sapiencial bíblica supera la simplificación panteísta o dualista en su visión de Dios.
En los vv. 22-25 el autor bíblico nos sitúa “antes” de la creación, en la eternidad de Dios, presentando la Sabiduría como una realidad divina y trascendente, anterior a todas las realidades cósmicas: “El Señor me creó al principio de sus tareas, antes de sus obras más antiguas… cuando no había océanos, fui engendrada, cuando no existían los manantiales ricos de agua”. En los vv. 26-31 la Sabiduría parecer ser una realidad creada pues aparece contemporánea a la creación. La Sabiduría está presente también en el ser humano, en su inteligencia, en su felicidad: “Cuando consolidaba los cielos allí estaba yo, cuando trazaba la bóveda sobre la superficie del océano, cuando señalaba al mar su límite… a su lado estaba yo como confidente, día tras día lo alegraba y jugaba sin cesar en su presencia; jugaba con el orbe de la tierra, y mi alegría era estar con los seres humanos”.
Este himno ha llegado a ser en la tradición cristiana un preanuncio de la encarnación de la Palabra (Jn 1), que “al principio estaba junto a Dios, todo fue hecho por ella y sin ella no se hizo nada de cuando llegó a existir” (Jn 1,2-3), y que al final de los tiempos “se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos visto su gloria, la gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14).
La segunda lectura (Rom 5,1-5) es una especie de declaración paulina de sabor trinitario sobre la situación del ser humano que ha sido justificado gracias a la fe en Cristo: “Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo… y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (vv. 1.5). Pablo afirma la dimensión trinitaria de la vida creyente. Reconciliados con Dios por la fe, estamos en una situación de “paz” y de “esperanza”, paz que supera la tribulación y esperanza que transforma el presente.
El evangelio (Jn 16,12-15) constituye la quinta promesa del Espíritu en el evangelio de Juan. Se habla del Espíritu como defensor (“Paráclito”) y como maestro, llamándolo “Espíritu de la verdad”. La verdad es la palabra de Jesús y el Espíritu aparece con la misión de “llevar a la verdad completa”, es decir, ayudar a los discípulos a comprender todo lo dicho y enseñado por Jesús en el pasado, haciendo que su palabra sea siempre viva y eficaz, capaz de iluminar en cada situación histórica la vida y la misión de los discípulos.
El Espíritu tiene una función “didáctica” y “hermenéutica” con relación a la palabra de Jesús. El Espíritu Santo no propone una nueva revelación, sino que conduce a una total comprensión de la persona e del mensaje del Señor Resucitado. El Espíritu, por tanto, “guía” (v. 13) hacia la “Verdad” de Jesús, es decir, hacia su revelación, de tal forma que la podamos conocer en plenitud. Leer más…
Comentarios desactivados en Cuestiones disputadas De Trinitate. Ferrara-Pikaza
Del blog de Xabier Pikaza:
He ido profesor de Trinidad he publicado algunas cosas sobre el tema y varias “postales” en este mismo portal (RD, fb)…. Pero este año 2022, en el día de la Trinidad, prefiero presentar un documento más académico sobre “cuestiones disputadas De trinitate).
Como es normal en el campo académico he tenido “fuertes discusiones y diálogos trinitarios con amigos y colegas como L. Ladaria, Rovira Belloso, A. González, B. Andrade, L. Boff, Delgado Varela y B.Lahoz etc. Hoy presento mi discusión con con R. Ferrara, aprovechando la semblanza que publiqué el otro día (RD 7.6.22), lamentando mucho su muerte. No es un tema de lectura fácil, pero espero que sea apasionante para algunos, como ha sido para mí. Buen domingo de la Trinidad para todos.Felicidades amis amigos y hermanos de la Orden de la Trinidad.
| X Pikaza Ibarrondo
Cuestiones disputadas de Trinidad. Ferrara-Pikaza.
29.03.2007
Ésta es una obra cumbre de la teologia católica actual: Ricardo Ferrara, El misterio de Dios. Correspondencias y paradojas. Una propuesta sistemática, ux Mundi 83, Ediciones Sígueme, Salamanca 2005, 688 págs.
Es una obra fuerte, de manera que no recomiendo su lectura a quien no sea especialista o no tenga muchas horas para dedicarle. Pero ofrezco este resumen (¡también largo, también técnico!) para quienes quieran conocer mejor la marcha de la teología sistemática, desde Argentina. Yo mismo he escrito un par de libros sobre el tema de la Trinidad y escribiré, Dios mediante, alguno más. Ello me permite valorar mejor el de Ferrara, que es distinto de los míos, pero sobresaliente, insuperable, desde su perspectiva.
Introducción. Contexto. Ferrara, nacido en Buenos Aires en 1930, ha sido profesor en la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Buenos Aires y pertenece a la Comisión Teológica Internacional. Ha sido y sigue siendo uno de los mejores conocedores de Hegel. Él representa la mejor tradición especulativa de la teología argentina y, quizá, de toda la teología católica del momento actual. El comentario que ahora sigue se sitúa en un plano de teología estricta, de manera que puede ofrecer ciertas dificultades para los no especialistas. A pesar de ello he querido introducirlo como homenaje a la teología de Argentina. Esta es quizá la obra sistemática más vigorosa que se ha publicado en lengua castellana en los últimos años sobre el tema trinitario. Consta de dos partes, prácticamente iguales por su extensión, dedicadas a los dos tratados clásicos de la teología cristiana (católica) sobre Dios: De Deo uno y De Deo Trino.
La primera parte, titulada Dios en la identidad de su ser (págs 39-346), nos lleva “de las obras de Dios a su esencia”, para pasar después de la esencia a la economía general, es decir, al obrar básico de Dios en la historia salvífica. La segunda parte, titulada Dios en la distinción de las tres personas sigue el mismo esquema que la primera, pasando primero “de la economía a la Trinidad inmanente” para tratar después de la historia salvífica a partir de la identidad trinitaria. Se trata, como he dicho, de una obra que marca una época en la investigación trintiaria.
Por eso lamento no haber podido introducirla en el Enquiridion Trinitatis, publicado este mismo año (Secretariado Trinitario, Salamanca 2005) pues había cerrado su composición y sus revisiones que apareciera la obra de Ferraro (en la primavera del 2005). Lamentaba allí no hacerlo, a pesar de la abundancia y del valor de las investigaciones que Ferrara había dedicado el tema, pues aún no había publicado una obra sistemática de conjunto, que estábamos esperando. Pues bien, esa obra ha aparecido y nos ha servido para confirmar la valía indiscutible del autor, a quien queremos presentar como el teólogo sistemático más importante del momento actual, en la línea de la investigación trinitaria, desde dentro de la tradición eclesial y de la teología tradicional.
R. Ferrara, buen conocedor de Hegel,sin despreciar el pensamiento narrativo y simbólico, ha querido desarrollar una teología especulativa estrictamente dicha, en el sentido tradicional del termino, desde el interior del Magisterio de la Iglesia Católica. De esa forma, su libro viene a completar desde una perspectiva distinta los cuatro grandes libros trinitarios que habíamos reseñado en Trinidad y antropología. Tres modelos, Est.Trin 35 (2001) 547-636.
(1) J. M. ROVIRA BELLOSO, Tratado de Dios uno y Trino, Salamanca 1993, de tipo sapiencial y meditativo, abierto al compromiso cristiano.
(2) L. F. LADARIA, El Dios vivo y verdadero. El misterio de la Trinidad, Sec. Trinitario, Salamanca 1998, que ponía más de relieve los aspectos históricos de la reflexión trinitaria, a partir de los Santos Padre.
(3) A. GONZÁLEZ, Teología de la praxis evangélica. Ensayo de una teología fundamental, Sal Terrae, Santander 1999, situaba la búsqueda y experiencia trinitaria dentro de un nuevo modelo teológico, centrado en la experiencia de la gratuidad evangélica. (4) Finalmente, el libro de
B. ANDRADE, Dios en medio de nosotros. Esbozo de una teología trinitaria kerigmática, Sec. Trinitario, Salamanca 1999, destacaba el aspecto pastoral y misionero del dogma trinitario. En nuestros trabajos sobre el tema trinitario, hemos venido citando y comentando otros libros de carácter sistemático, como los de J. HILL, The Three-Personed God: The Trinity as a Mystery of Salvation, Catholic University Press, Washington DC 1982; B. BOBRINSKOY, Le Mystère de la Trinité. Cours de Théologie orthodoxe, Cerf, Paris 1986; F. COURTH, Dios, amor trinitario, Edicep, Valencia 1994 o G. GRESHAKE, El Dios Uno y Trino. Una teología de la Trinidad, Herder, Barcelona 2001, todos ellos muy valiosos desde sus enfoques particulares.
Pero, entre todos ello, queremos destacar este trabajo de R. Ferrara, que asume y completa la mejor tradición escolástica de la teología católica, en diálogo con las religiones y con la modernidad. Ciertamente, hay otras obras significativas sobre la Trinidad, pero en conjunto son de menor envergadura, como pueden ser las de J. MOLTMANN, Trinidad y Reino de Dios. La doctrina sobre Dios, Sígueme, Salamanca 1983; L. BOFF, La trinidad, la sociedad y la liberación, Paulinas, Madrid, 1987 y B. FORTE, Trinidad como Historia. Ensayo sobre el Dios cristiano, Sígueme, Salamanca 1988. Pero no conozco ninguna que vincule, como la de Ferrara, el vigor especulativo con el análisis de la tradición dogmática y filosófica.
2. Finalidad básica. División. Estamos convencidos de que la obra de Ferrrara servirá por mucho tiempo de enciclopedia de consulta y estudio no sólo para estudiantes de teología sino también, y sobre todo, para historiadores de la teología y para teólogos de la religión. Su finalidad básica es la de comprender la fe. El tratado de Dios, uno en esencia y trino en personas, encabeza la Teología Sistemática y configura la primera aplicación del método teológico establecido por la Teología Fundamental. La complejidad de este método puede ser reducida aquí a la simplicidad de los dos momentos del creer y del entender anselmianos o del asentir y el pensar de la definición agustiniana de la fe. En el momento del escuchar o asentir se subraya la recepción de la Palabra de Dios revelada en la Biblia y en la Tradición mientras que, en el momento del pensar o del entender, se pone en juego su apropiación por el creyente quien, en correspondencia con la trascendencia del Misterio, moviliza todas sus dimensiones espirituales –incluida la dimensión de su inteligencia abierta a lo metafísico y a Dios– en orden a “comprender”, no a demostrar ni a lograr una certeza superior a la fe (pág. 31-32). Frente a todos los intentos de “convertir” la Trinidad en objeto de una pura descripción existencial o de una narración histórico-salvífica, frente a los que sólo parecen valorar sus consecuencias kerigmáticas o sociales, Ferrara ha destacado su hondura sistemática, apelando a una tradición eclesial que, a su juicio, se inicia ya en los Padres Griegos del siglo IV. Desde ese fondo ha elaborado las dos partes de este libro que no se consideran como independientes ni separadas, sino como momentos de un mismo despliegue temático, pues a la trinidad de personas pertenece la unidad de esencia. Ferrara asume así como punto de partida la unidad de la esencia divina, apelando para ello a la tradición: Las dos partes del tratado de Dios se denominan en la jerga corriente «Dios Uno y Trino»o, mejor. Priorizando lo metafísico (ser–persona) sobre lo matemático (uno–tres), cabria decir «De la unidad del ser divino – De la trinidad de las personas» (Cf Summa Th. I, 27, prol). Esta doble consideración del misterio de Dios se origina en la patrística postnicena. En su «Theologia» San Gregorio Niseno exponía al politeísta griego la unidad de la esencia divina antes de proponer al monoteísta judío la trinidad de las personas divinas (Oratio Catechetica Magna cf PG 45, 9-20) mientras que, para justificar la distinción y unión de los dos momentos, San Basilio daba este ejemplo: «La deidad es común pero la paternidad y la filiación son propiedades. De la combinación de ambos elementos, lo común y lo propio, se obra en nosotros la comprensión de la verdad…» (Contra Eunomio, II, 28).
Para Santo Tomás la articulación del tratado de Dios en lo común y lo propio, en lo esencial y lo personal era exigida por su personalismo y por su doctrina de la relación y se desplegó en forma rigurosa en los menores detalles de su tratado trinitario, como veremos en su momento. Este itinerario de la patrística postnicena, insinuado en Jn 14,1 («creéis en Dios, creed también en mí»), fue adoptado por Pablo VI en sus catequesis y en su Profesión de fe que procedía desde lo común a las tres personas divinas(nº 8-9) antes de considerar las misiones propias del Hijo y del Espíritu Santo (nº 10s; Cf. AAS [1968], 434s). Otro tanto ha hecho el Catecismo de la Iglesia Católica al exponer la doctrina de Dios: en su párrafo 1 trata del Dios único que es Ser, Verdad y Amor (CCE 199-231) antes de considerar, en el párrafo 2, el misterio de las Tres Personas divinas a partir de Dios Padre en cuanto primera persona y princi¬pio de toda comunicación in¬tradivina (CCE 232-267). [págs. 36-37]. 3. La importancia del Dios uno. Ontología y esencia. Ferrara destaca desde aquí, de un modo consciente y combativo, el valor metafísico y cristiano del conocimiento del Dios Uno (de la esencia de Dios), en contra de una tradición filosófica y teológica que ha llegado a vaciar de contenido cristiano esa esencia. Resulta significativa en esa línea su forma de valorar la evolución de la cristología y teología católica a partir del Vaticano II: El grueso de la teología católica francesaefectuó, a partir de los setenta, un giro fuerte, considerando que el “teísmo” metafísico era tan dañino a la fe como el mismo ateísmo, de modo que se debía sustituir una teología metafísica por una teología hermenéutica. «Por fin se ha roto la alianza dudosa entre el Dios de los filósosofos y el Dios de Jesucristo» proclamaba Geffré («Sens et non-sens d’une théologie non métaphysique», Concilium. 76 [1972] 89).
El ciclo litúrgico se abre con la venida de Jesús y culmina con la venida del Espíritu; el Padre está presente en todo momento. Es lógico que se dedique una fiesta en honor de la Trinidad. Para ella había que elegir textos que hablaran de las tres personas, al menos de dos de ellas. Pero no pretenden darnos una lección de teología sino ayudarnos a descubrir a Dios en las circunstancias más diversas. La primera, llena de belleza y optimismo, en los momentos felices de la vida. La segunda, incluso en medio de las tribulaciones, dándonos fuerza y esperanza. La tercera, en medio de las dudas, sabiendo que nos iluminará.
Dios presente en la alegría (Proverbios 8, 22-31)
Del Antiguo Testamento se ha elegido un fragmento del libro de los Proverbios que polemiza con la cultura de la época helenística: ¿cuál es el origen de la sabiduría? Para muchos, es fruto del pensamiento humano, tal como lo han practicado sobre todo los filósofos griegos. Frente a esta mentalidad, el autor del texto de los Proverbios afirma que la verdadera sabiduría es anterior a nuestras reflexiones y estudios; y lo expresa presentándola junto a Dios muchos antes de la creación del mundo, acompañándolo en el momento de crear todo.
Así dice la sabiduría de Dios:
«El Señor me estableció al principio de sus tareas,
al comienzo de sus obras antiquísimas.
En un tiempo remotísimo fui formada,
antes de comenzar la tierra.
Antes de los abismos fui engendrada,
antes de los manantiales de las aguas.
Todavía no estaban aplomados los montes,
antes de las montañas fui engendrada.
No había hecho aún la tierra y la hierba,
ni los primeros terrones del orbe.
Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo;
cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo;
cuando sujetaba el cielo en la altura,
y fijaba las fuentes abismales.
Cuando ponía un límite al mar,
cuyas aguas no traspasan su mandato;
cuando asentaba los cimientos de la tierra,
yo estaba junto a él, como aprendiz,
yo era su encanto cotidiano,
todo el tiempo jugaba en su presencia:
jugaba con la bola de la tierra,
gozaba con los hijos de los hombres.
¿Por qué se eligió esta lectura? San Pablo, en la primera carta a los Corintios, dice que Cristo es “sabiduría de Dios” (1,24). Y la carta a los Colosenses afirma que en Cristo “se encierran todos los tesoros del saber y del conocimiento” (Col 2,3). Este fragmento del libro de los Proverbios, que presenta a la Sabiduría de forma personal, estrechamente unida a Dios desde antes de la creación y también estrechamente unida a la humanidad (“gozaba con los hijos de los hombres”) parecía muy adecuado para recordar al Padre y al Hijo en esta fiesta.
Dios presente en los sufrimientos (Romanos 5, 1-5)
Curiosamente, en este texto, que menciona claramente a las tres personas, los grandes beneficiarios somos nosotros, como lo dejan claro las expresiones que usa Pablo: “hemos recibido”, “hemos obtenido”, “nos gloriamos”, “nuestros corazones”, “se nos ha dado”. Él no pretende dar una clase sobre la Trinidad, adentrándose en el misterio de las tres divinas personas, sino que habla de lo que han hecho por nosotros: salvarnos, ponernos en paz con Dios, darnos la esperanza de alcanzar su gloria, derramar su amor en nuestros corazones. Para Pablo, estas ideas no son especulaciones abstractas, repercuten en su vida diaria, plagada de tribulaciones y sufrimientos. También en ellos sabe ver lo positivo.
Hermanos: Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos; y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Más aún, hasta nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce constancia, la constancia, virtud probada, la virtud, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.
Dios presente en las dudas (Juan 16, 12-15)
El evangelio también menciona a Jesús, al Espíritu y al Padre, aunque la parte del león se la lleva el Espíritu, acentuando lo que hará por nosotros: “os guiará hasta la verdad plena”, “os comunicará lo que está por venir”, “os lo anunciará”.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.
Pienso que el texto se ha elegido porque habla de las relaciones entre las tres personas. El Espíritu glorifica a Jesús, y todo lo recibe de él. Por otra parte, todo lo que tiene el Padre es de Jesús. Tampoco Juan pretende dar una clase sobre la Trinidad, aunque empieza a tratar unos temas que ocuparán a los teólogos durante siglos.
Para entender el texto conviene recordar el momento en el que pronuncia Jesús estas palabras. Estamos en la cena de despedida, poco antes de la pasión. Sabe que a los discípulos les quedan muchas cosas que aprender, que él no ha podido enseñarles todo. Surgirán dudas, discusiones. Pero la solución no la encontrarán en el puro debate intelectual y humano, será fruto del Espíritu, que irá guiando hasta la verdad plena.
Reflexión final
En numerosas ocasiones, la liturgia repite la fórmula “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”. Es fácil caer en la rutina y rezarla mecánicamente. Hoy es el día más indicado para darle todo su valor, igual que a la recitación del Gloria, que se extiende en la alabanza del Padre y del Hijo (aunque al Espíritu solo lo menciona de pasada).
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Dice Jesús:
“Mucho me queda por deciros, pero no podéis con ello por el momento. Cuando llegue él, el Espíritu de la verdad, os irá guiando en la verdad toda, porque no hablará por su cuenta, sino que os comunicará cada cosa que le digan y os interpretará lo que vaya viniendo”
(Jn 16,12-15).
Compartimos con vosotras la alegría que esta comunidad de monjas trinitarias de Suesa tiene en esta jornada. Entra a borbotones el contento en un corazón cristiano en este día de la fiesta de la Santísima Trinidad.
¿Por qué? Sencillamente por el modo que Dios, nuestro Dios Trinidad, tiene de relacionarse con sus criaturas, con toda la creación y especialmente con el ser humano. En este día la creación entera desborda de gozo.
La fiesta de hoy, puede ser que la entiendan mejor las gentes sencillas. Quienes saben de cercanía, de bondad, de perdón para hacer la vida más bella, más en sintonía con nuestro Dios que se nos regala compartiendo con sus hijas lo que le es más consustancial: el AMOR.
“Dios es amor” (1 Jn 1). Y el amor, a todas nos gusta recibirlo. Ese amor que no sabe de fronteras. No sabe de listos y tontos, de ricos y pobres. No sabe de encasillados, de que yo soy más que tú, etc.
“Mucho me queda por deciros, pero no podéis con ello por el momento”. Quizá lo que nos quiere decir Jesús con estas enigmáticas palabras es que serán los corazones sencillos quienes descubran al Espíritu, la Santa Ruah. Porque son las personas humildes las que mejor perciben: “que el Espíritu de la verdad, os irá guiando a la verdad plena”.
Pues, a esta Santa Trinidad celebramos, con Ella nos gozamos. Porque creemos en este Dios celebramos y descubrimos la vida más bella. Por eso ¡FELIZ DÍA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD!
¡FELIZ DÍA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD!
Trinidad Santa,
que nos has hecho semejantes a Ti,
que tu Palabra expresada en Jesús, nuestro Maestro,
Comentarios desactivados en Con relación a nosotros Trinidad es unidad.
TRINIDAD (C)
Jn 16,12-15
De Dios no sabemos ni podemos saber nada, ni falta que nos hace. Tampoco necesitamos saber lo que es la vida fisiológica para poder tener una salud de hierro. La necesidad de explicar a Dios es fruto del yo individual que se fortalece cuando se contrapone a todo bicho viviente, incluido Dios. Cuando el primer cristianismo se encontró de bruces con la filosofía griega, aquellos pensadores hicieron un esfuerzo para “explicar” el evangelio desde su filosofía. Ellos se quedaron tan anchos, pero el evangelio quedó hecho polvo.
El lenguaje teológico de los primeros concilios, hoy no lo entiende nadie. Los conceptos metafísicos de “sustancia”, “naturaleza”, “persona” etc. no dicen absolutamente nada al hombre de hoy. Es inútil seguir empleándolos para explicar lo que es Dios o cómo debemos entender el mensaje de Jesús. Tenemos que volver a la simplicidad del lenguaje evangélico y a utilizar la parábola, la alegoría, la comparación, el ejemplo sencillo, como hacía Jesús. Todo discurso sobre Dios tiene que ir encaminado a la vivencia, no a la razón.
Pero además, lo que la teología nos ha dicho de Dios Trino se ha dejado entender por la gente sencilla de manera descabellada. Incluso en la teología más tradicional y escolástica, la distinción de las tres “personas”, se refiere a su relación interna (ab intra). Quiere decir que hay distinción entre ellas, solo cuando se relacionan entre sí. Cuando la relación es con la creación (ad extra), no hay distinción ninguna; actúan siempre como UNO. A nosotros solo llega la Trinidad, no cada una de las “personas” por separado. No estamos hablando de tres en uno sino de una única realidad que es relación.
Cuando se habla de la importancia que tiene la Trinidad en la vida cristiana, se está dando una idea falsa de Dios. Lo único que nos proporciona la explicación trinitaria de Dios es una serie de imágenes útiles para nuestra imaginación, pero nunca debemos olvidar que son imágenes. Mi relación personal con Dios siempre será como UNO. Debemos superar la idea de que crea el Padre, salva el Hijo y santifica el Espíritu. En esta manera de hablar se apropia a cada persona una tarea, pero todo en nosotros es obra del único Dios.
Lo que experimentaron aquellos cristianos es que Dios podía ser a la vez: Dios que es origen, principio, (Padre); Dios que se hace uno de nosotros (Hijo); Dios que se identifica con cada uno de nosotros (Espíritu). Nos están hablando de Dios que no está encerrado en sí mismo, sino que se relaciona dándose totalmente a todos y a la vez permaneciendo Él mismo. Un Dios que está por encima de lo uno y de lo múltiple. El pueblo judío no era un pueblo filósofo, sino vitalista. Jesús nos enseñó que, para experimentar a Dios, el hombre tiene que mirar dentro de sí mismo (Espíritu), mirar a los demás (Hijo) y mirar a lo trascendente (Padre).
Lo importante en esta fiesta sería purificar nuestra idea de Dios y ajustarla a la idea que de Él transmitió Jesús. Aquí sí que tenemos tarea por hacer. Como cartesianos, intentamos una y otra vez acercarnos a Dios por vía intelectual. Creer que podemos encerrar a Dios en conceptos es ridículo. A Dios no podemos comprenderle, no porque sea complicado, sino porque es absolutamente simple y nuestra manera de conocer es dividiendo la realidad. Toda la teología que se elaboró para explicar a Dios es absurda, porque Dios ni se puede ex-plicar, ni com-plicar o im-plicar. Dios no tiene partes que podamos analizar.
El entender a Dios como Padre nos conduce al “poder de la omnipotencia” y la capacidad de hacer lo que se le antoje. Los “poderosos” han tenido mucho interés en desplegar esa idea de Dios. Según esa idea, lo mejor que puede hacer un ser humano es parecerse a Él, es decir, intentar ser más, ser grande, tener poder. Pero ¿de qué sirve ese Dios a la inmensa mayoría de los mortales que se sienten insignificantes? ¿Cómo podemos proponerles que su objetivo es identificarse con Dios? Por fortuna Jesús nos dice todo lo contrario, pues Dios, empieza por estar al lado, no del faraón, sino del pueblo esclavo.
Un Dios que premia y castiga es verdaderamente útil para la autoridad que quiere mantener a raya a todos los que no se quieren doblegar a las normas establecidas. Justifican ese sometimiento porque machacando a los que no se amoldan, estoy imitando a Dios que hace lo mismo. Cuando en nombre de Dios prometo el cielo (toda clase de bienes) estoy pensando en un dios que es amigo de los que cumplen unos mandamientos que Él nunca dio. Cuando amenazo con el infierno (toda clase de males) estoy pensando en un dios que, como haría cualquier mortal, se venga de los que no se someten.
Pensar que Dios utiliza con el ser humano el palo o la zanahoria como hacemos nosotros con los animales que queremos domesticar, es hacer a Dios a nuestra imagen y semejanza y ponernos a nosotros mismos al nivel de los animales. Pero resulta que el evangelio dice todo lo contrario. Dios es amor incondicional y para todos. No nos ama porque somos buenos sino porque Él es bondad. No nos ama cuando hacemos lo que Él quiere, sino siempre. Tampoco nos rechaza por muy malos que lleguemos a ser. En nosotros el amor es una cualidad que puedo tener o no tener. En Dios, el AMOR es su esencia.
Un dios que está instalado en el cielo puede hacer por nosotros algo de vez en cuando, si se lo pedimos con insistencia. Pero el resto del tiempo nos deja abandonados a nuestra suerte. El Dios de Jesús está identificado con cada uno de nosotros. Siendo ágape no puede admitir intermediarios. Este Dios identificado con todos no es útil para ningún poder o institución. Pero debemos tomar conciencia de que ese es el Dios de Jesús. Ese es el Dios que, siendo Espíritu, tiene como único objetivo llevarnos a la plenitud de la verdad. Y aquí “Verdad” no es conocimiento sino Vida. El Espíritu nos empuja a ser auténticos.
Un Dios condicionado a lo que nosotros hagamos o dejemos de hacer, no es el Dios de Jesús. Esta idea, radicalmente contraria al evangelio, ha provocado más sufrimiento y miedo que todas las guerras juntas. Sigue siendo la causa de las mayores ansiedades que no dejan a las personas ser ellas mismas. Cada vez que predico que Dios es amor incondicional, viene alguien a recordarme: pero es también justicia. Y me dicen: ¿Cómo puede querer Dios a ese desgraciado pecador igual que a mí, que cumplo todo lo que Él mandó? Confunden el amor de Dios, que es unión, con el amor humano, que es relación.
Lo que acabamos de leer del evangelio de Jn, no hay que entenderlo como una profecía de Jesús antes de morir. Se trata de la experiencia de los cristianos que llevaban setenta años viviendo esa realidad del Espíritu dentro de cada uno de ellos y haciéndose presente en la comunidad por el servicio a todos. Ellos saben que gracias al Espíritu tienen la misma Vida de Jesús. Es el Espíritu el que, haciéndoles vivir, les enseña lo que es la Vida. Esa Vida es la que desenmascara toda clase de muerte (injusticia, odio, opresión). La experiencia pascual consistió en llegar a la misma vivencia interna de Dios que tuvo Jesús. Jesús, con su entrega total, intentó hacer partícipes a sus seguidores de esa vivencia.
S. Juan de la Cruz
Entreme donde no supe, / y quedeme no sabiendo.
Yo no supe donde entraba, / pero cuando allí me vi, /sin saber donde me estaba, /
grandes cosas entendí; / no diré lo que sentí, / que me quedé no sabiendo.
Estaba tan embebido, /tan absorto y agenado, / que se quedó mi sentido /
de todo sentir privado, /y mi espíritu dotado / de un entender no entendiendo.
El que allí llega de vero / de sí mismo desfallece; / cuanto sabía primero /
Mucho bajo le parece, / y su sciencia tanto crece, / que se queda no sabiendo.
Este saber no sabiendo / es de tan alto poder, / que los sabios arguyendo /
jamás lo podrán vencer, / que no llega su saber / ano entender entendiendo.
Y si lo queréis oír, / consiste esta suma sciencia / en un subido sentir /
De la divinal esencia; / es obra de su clemencia / hacer quedar no entendiendo, / Toda sciencia trascendiendo.
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Jn 16, 12-15
«Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa»
En Nicea, un grupo de teólogos presuntuosos creyó poder meterse en la esencia de Dios y proclamó el dogma de la Santísima Trinidad. Abandonaron el estilo de Jesús, pensaron que con la razón podían acceder a la intimidad de Dios y se equivocaron de plano; porque de Dios solo conocemos lo que Él nos ha dicho de sí mismo.
Pero es que además el misterio de la Santísima Trinidad resulta hoy muy poco interesante, y la razón es doble; por una parte, que tanta erudición nos desborda, y por otra, que no nos ayuda a vivir. No obstante, si trascendemos su formulación dogmática podremos descubrir la raíz evangélica que en él subyace, ya que en Jesús hemos descubierto que Dios es para nosotros Padre, Palabra y Viento.
El punto de partida es siempre Jesús, porque el quicio fundamental de quienes nos llamamos cristianos es creer en Jesús visibilidad de Dios sin poner en duda su humanidad. Dios se nos da a conocer en Jesús y se comunica con nosotros a través de Jesús y, por tanto, creer en él es creer que, no solo sus dichos, sino toda su vida, es “Palabra de Dios”
Pero hay más, porque cuando le escuchamos hablar de Dios —es decir, cuando Dios nos habla de sí mismo a través de Jesús— nos quedamos asombrados, porque no menciona ninguna de las cualidades maravillosas que siempre le habíamos atribuido, sino que nos habla de Abbá; “El Padre” que sale cada atardecer a esperar a su hijo perdido.
Y cuando le vemos dedicar su vida a enseñar y curar sin descanso, o le vemos rodeado de multitudes que le siguen fascinadas, o escuchamos sus criterios poderosos de vida, o le vemos capaz de llegar hasta las últimas consecuencias por fidelidad a su misión… creemos que en Jesús sopla un viento irresistible, el “Viento de Dios”; el Espíritu de Dios que impulsa a la humanidad y actúa en cada uno de nosotros.
Mirando a Jesús vemos pues que Dios es el Padre con quien podemos contar, la Palabra que nos guía por la vida y el Viento que nos ayuda a caminar; Padre, Palabra y Viento. Dios se comunica con nosotros —Palabra—, actúa en nosotros —Espíritu— y es nuestro Padre —Abbá—. Y esto significa que Dios no es un ser misterioso e insondable, sino un sembrador que esparce la semilla de la Palabra continuamente y nos alienta en nuestro caminar por la vida.
Y esto es magnífico, porque ese dogma incomprensible y aparentemente estéril que pensábamos que no nos interesaba nada, se convierte en algo importante para nosotros, porque este conocimiento de Dios orienta nuestra vida, nos permite caminar correctamente por ella y, en consecuencia, es fuente de seguridad y estímulo.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí
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Jn 16, 12-15
12 de junio de 2022
El evangelio de este domingo es un fragmento del discurso de despedida de Jesús, en la última Cena, narrado por las comunidades de Juan. Son versículos que se introdujeron en la tercera redacción del complejo evangelio de Juan; muy tardío en el tiempo con la intención de integrar, por fin, las comunidades joánicas a la gran Iglesia cristiana.
Este texto nos indica que a Jesús no le queda mucho tiempo, pero aún no ha agotado todo su mensaje. Parece ser consciente de que sus oyentes están situados en la racionalidad y en el impacto emocional del momento: “Todavía tengo que contaros muchas cosas más, pero no tenéis capacidad ahora”. Efectivamente, tal vez les falta la experiencia de la Resurrección, una nueva percepción que amplía los límites humanos para no quedarse encerrados en las categorías puramente humanas.
Jesús no les abandona en el caos de la incomprensión, sino que les deja la herencia viva del Espíritu, de su luz, su energía, su fuerza y su presencia para siempre. “Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hacia la verdad total”. Y continúa con una revelación muy profunda de lo que habita en la entraña de Dios y que llamamos Trinidad en nuestra tradición cristiana. Todo un movimiento de palabras que van vinculando, en un dinamismo de cooperación, respeto, unidad y distinción, las tres maneras de hacerse visible la misma esencia de Dios.
Cuando nos situamos ante la Trinidad como un misterio insondable, consciente o inconscientemente, estamos alejándonos de lo que realmente somos. Parece que justifica más nuestra inacción y parálisis esa “separación” entre lo humano y lo divino. La Trinidad es una experiencia humana básica, la dimensión relacional que nos constituye como seres creados a imagen de un Dios que es relación en su mismo ser. Así parece intuirlo ya el autor del Génesis cuando Dios se dispone a crear al ser humano verbalizándolo en plural: “Hagamos al ser humano a imagen nuestra, a nuestra semejanza”.
No estamos hablando de tres dioses como creían los judíos contemporáneos a Jesús, que le tildaban, por esto y otras razones, de blasfemo y traidor de su Pueblo. Trinidad hace referencia al mismo Ser de Dios. Por cierto, las comunidades de Juan definen a Dios como Amor. No tiene sentido hablar de Dios-Amor como un ser solitario que se queda en las estratosferas de la existencia, inactivo y complaciente. Si partimos de esta premisa, sólo puede darse ese amor en la comunicación, en la relación, en la comunión con otra realidad semejante. Este amor es el que cristaliza en las tres expresiones de Dios que configuran nuestra existencia más profunda y que la Teología clásica ha definido en los términos de Padre, Hijo y Espíritu Santo: somos creados para crear, somos liberados para liberar, somos sostenidos para dar vida y dignificarla. La Trinidad trasciende nuestras creencias y dogmas porque en la Trinidad somos y, en este espacio, nos hacemos permanentemente.
La Trinidad es el valor añadido del Dios Cristiano. Creer en la Trinidad tan sólo puede aportar un bello discurso teológico, pero percibir que somos Trinidad, tiene unas consecuencias en nuestra manera de vivir de gran calado; se trata de percibirnos en comunión desde el respeto hacia otros seres y danzar en torno a la existencia de cada uno de ellos.
La Trinidad nos revela nuestra capacidad de vivir en UNIDAD desde la DISTINCIÓN, desde la originalidad que somos cada un@. Sólo puede unirse lo que es diferente. Nuestro Dios trinitario es el antídoto de la uniformidad, que es lo fácil para el ejercicio de liderazgos débiles que usan el poder para controlar que nadie se salga de lo normativo. Pensemos en comunidades, equipos de trabajo, espacios familiares, prácticas políticas, etc. Tampoco se trata de completar a nadie porque sea incompleto. Así nos va en las relaciones y en nuestros vínculos cuando buscamos en los demás lo que nos falta.
Hoy día se marca la diferencia no para buscar la unidad sino para la rivalidad: imposible un pacto para el bien común, imposibles acuerdos que trasciendan las ideologías. Tampoco es sano, como ocurre en otros ámbitos más relacionados con lo religioso, la búsqueda de la uniformidad. Todos a hacer lo mismo, independientemente de las capacidades, sin respetar lo que es personal y en un intento de ser como otros para obtener unas migajas de éxito, valoración, pertenencia a alguien o a algo. El nefasto resultado son personas fuera de sí mismas, de falso envoltorio y la toxicidad que eso supone para la vida de los grupos humanos.
A nuestro ego le da miedo la unidad desde la diferencia porque nos saca de las escalas, del pódium, de las competiciones y competitividades. Sentimos inseguridad ante lo diferente cuando nos situamos desde nuestros complejos, inferioridades, frustraciones, creencias. Nos cuesta aceptar que lo que nos hace vivir en unidad y no en uniformidad, es lo que nos diferencia porque somos únicos, eso sí, nunca vivido como sometimiento o dominación.
Dejemos que nuestra dimensión trinitaria se encarne en lo cotidiano de nuestra vida, de nuestros vínculos y relaciones, para vivir en circularidad y común-unión, porque ser únic@s y diferentes es lo que realmente nos iguala en dignidad y nos une en la diversidad.
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Fiesta de la Trinidad
12 junio 2022
Jn 16, 12-15
La Trinidad es una metáfora de la no-dualidad. En contra de una lectura literal que, a pesar de las sutiles disquisiciones teológicas, parecía en la práctica dar como resultado la idea de “tres dioses”, la lectura espiritual de la “Trinidad” nos habla de la Realidad, que no se describe adecuadamente por el uno (monismo) ni por el dos (dualismo), sino por el «tres» (o no-dos).
La Trinidad habla, en primer lugar, de un Fondo o sustrato último del que todo emerge, una Fuente origen de vida y de todo lo que es, en un volcarse y derramarse continuadamente en infinidad de expresiones. Habla, en segundo lugar, de las Formas innumerables, única cada una de ellas, que no son sino modos particulares en los que se despliega incesantemente el único Fondo. Y habla, en tercer lugar, de la Unidad que abraza íntimamente al Fondo y a las Formas, como absolutamente no separados entre sí. De manera que pueda decirse que Fondo es Forma y Forma es Fondo, en una unidad sin costuras donde todo ocupa su espacio y la Realidad muestra toda su belleza y elegancia, la armonía de lo Uno en lo Múltiple.
Nosotros mismos -en quienes la consciencia empieza a devenir autoconsciente- compartimos ese mismo misterio: somos una persona particular y somos, a la vez, el único Fondo último que compartimos con todo lo real.
¿Cómo vivirnos? En la consciencia de lo que somos, sin ignorancia ni olvidos. En concreto, en el silencio de la mente, nos abrimos a conectar de manera consciente el Fondo o Presencia consciente que percibimos en lo profundo. Para ello, puedes empezar por advertir en ti una doble sensación, que tal vez identifiques a través de estas expresiones: “soy consciente” y “estoy presente”. En cuanto conectes con ellas, en el silencio, se abrirá paso la sensación de “presencia consciente”. No la bloquees ni intentes atraparla; permite más bien que ocupe todo su espacio.
La Presencia consciente no es un ser separado, sino un estado de ser. Entrégate a él, abandónate… e irás experimentando la paz, la confianza, el amor, el gozo y la unidad que fluyen de él… y que eres en profundidad. No es necesario “pensar” lo Real -que las religiones llaman “Dios”- como un ser separado o un “Tú” para sentir la plenitud.
¿Tengo la experiencia de permanecer en la “presencia consciente”?
Comentarios desactivados en ¿El ateísmo es la mayor liberación del ser humano?
Del blog de Tomás Muro La verdad es Libre:
01.- ¿Dios ha muerto?
Todos los pueblos y culturas han creído siempre en Dios. De formas muy diversas, con mitos, ritos y doctrinas muy diferentes pero la humanidad no ha sido atea, ni lo es a excepción –hoy en día- del mundo occidental.
El ateísmo es un fenómeno relativamente nuevo, ya que nace a mediados del siglo XIX. Apenas llevamos 150 años de ateísmo explícito.
El filósofo y “padre espiritual” de K Marx, L. Feuerbach (1837-1872) fue el primer ateo de la historia.
Nietzsche moría el año 1900, es decir en el pórtico del siglo XX. Este filósofo fue el que proclamó la muerte de Dios: Dios ha muerto y las iglesias son sus tumbas.
El hábitat cultural en el que vivimos hoy en día es el nihilismo de Nietzsche: Dios no está ya presente ni en la vida social, ni en la vida cultural, ni en la educación, ni casi en las familias. “No existe nada ni falta que hace”.
02.- ¿El futuro es la increencia y la nada?
Pareciera como si el futuro y el progreso de la humanidad fuese la increencia en sus variadas formas: ateísmo, agnosticismo, nihilismo, etc.
¿Ser ateo es lo mejor que nos puede pasar personal y como pueblos? ¿Ser increyente es ser más libre?
Mucha gente, los políticos y –por desgracia- el mismo mundo de la educación piensa que teniendo dinero ya estamos salvados.
Pero las grandes cuestiones de la vida no se resuelven con dinero. El sentido de la vida, el problema de la muerte, la ética no se solucionan con dinero y democracia.
¿Dónde hallar una respuesta a los problemas humanos? ¿En el “becerro de oro” de la banca, en la etnia-nación? ¿Habremos de aprender a vivir en la nada?
Cuando se siembra nada, se recoge vacío.
Es triste y angustioso tener la “nada” por origen y destino.
En lenguaje filosófico creer en Dios es creer en el ser. Frente al vacío y el absurdo que puede embargar la existencia humana, creer en Dios significa en que somos y seremos en Dios. Ni venimos de la “nada”, ni vamos hacia la “nada”. Somos en el que es. Yo soy el que soy, (Ex 3,14).
03.- Dios ha muerto, pero la vida y el amor permanecen.
Yo no sé si el Dios prepotente y justiciero ha muerto o no. Más bien creo que ese tipo de Dios no ha existido, aunque nos lo hayan enseñado y lo hayamos padecido.
Flaco favor está haciendo a la sociedad este momento eclesiástico ultramontano desenterrando lo más sombrío de un cristianismo sombrío y ritualista.
Lo que podemos observar es que el ser humano sigue pensando, amando, casándose y divorciándose, trabajando, en paro y con huelgas, disfrutando y sufriendo, siendo feliz y triste. Al mismo tiempo los humanos seguimos envejeciendo, enfermando física y psíquicamente, muriendo.
¿Todo para nada?
04.- ¿Y quién es Dios?
Dios nos libre de quien crea saber quién es Dios, aunque hay mucho “enterado eclesiástico” suelto.
Rahner hacía una gran distinción entre el Dios, la Trinidad inmanente (lo que Dios sea en sí), y el Dios, la Trinidad económica: (oikos significa hogar y nomos: ley. Economía significa: ley del hogar); es decir: ¿Qué es lo que Dios ha hecho por su hogar, por su familia? Y Rahner se contestaba a sí mismo: Desconocemos lo que Dios sea en sí mismo (Trinidad inmanente.) A Dios no le ha visto nadie nunca jamás, (Jn 1,18), pero sí sabemos lo que Dios ha hecho por nosotros (Trinidad económica). Y lo que Dios ha hecho por nosotros es amarnos y salvarnos por medio de JesuCristo.
05.- Dios es y es amor (y el ser humano también)
Lo que sabemos de Dios, al menos del Dios de JesuCristo, es que Dios es amor. Y a Dios le conocemos si sabemos lo que es amar y amamos.
Dios nos ha creado -por medio de la evolución y de nuestros padres- porque nos ama, por puro regalo y gracia.
Dios nos ha creado porque nos ama. Y porque nos ha creado y nos ama, nos salva.
El primer acto salvífico es la creación
La humanidad y el mundo están impregnados del amor de Dios, lleno de la amistad y gracia de Dios: ningún ser humano es des-graciado”. Ningún ser humano escapa a la bondad de Dios. Dios nos quiere a todos. El Dios que Jesús nos anuncia es el Dios de la misericordia. JesuCristo es feliz con los pecadores.
La tradición de San Juan es reiterativa, el que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. (1Jn 4,8). Quien permanece en el amor, permanece en Dios, (1Jn 4,16).
Donde hay amor, allí está Dios.
Quien cree en el amor, quien ama, ese tal no es ateo. A Dios no le amamos directamente, como tampoco le conocemos directamente como si tuviésemos el número de su móvil. A Dios le amamos y conocemos en la medida en que tenemos experiencia del amor en la vida y amamos a los demás.
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