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“Rutilio Grande, cristiano liberador”, por Carlos Ayala

Domingo, 22 de marzo de 2015
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Pbro-_Rutilio_Grande,_SJ_2014-02-26_09-49Leído en Adital:
Este 12 de marzo se cumplen 38 años de la muerte de quien ha sido considerado el primer mártir de la Iglesia salvadoreña y cuya causa de beatificación ha sido sugerida por el propio papa Francisco. Hablamos del padre Rutilio Grande, asesinado en 1977 junto a dos campesinos: Manuel Solórzano, de 72 años, y Nelson Rutilio Lemus, de 16. ¿Quién era Rutilio Grande? Veamos cómo lo describe monseñor Romero en la homilía que pronunció durante las exequias del padre Grande, el 14 de marzo de 1977.Monseñor Romero mostró gran pena por cada uno de sus sacerdotes asesinados; y en el caso de Rutilio, ese dolor caló más hondo por la amistad entrañable que había entre ellos. Las primeras palabras de su homilía son elocuentes en ese sentido: “Si fuera un funeral sencillo, hablaría aquí, queridos hermanos, de unas relaciones humanas y personales con el padre Rutilio Grande, a quien siento como un hermano. En momentos muy culminantes de mi vida, él estuvo muy cerca de mí y esos gestos jamás se olvidan; pero el momento no es para pensar en lo personal, sino para recoger de ese cadáver un mensaje para todos nosotros, que seguimos peregrinando”. Y en seguida el arzobispo explica cuál es ese mensaje, siguiendo las enseñanzas de la Exhortación apostólica de Pablo VI, Evangelii nuntiandi, un texto de suma importancia eclesial, porque en él se plantea cómo evangelizar considerando las problemáticas y desafíos del llamado mundo moderno.Pues bien, siguiendo el espíritu y letra de ese documento, Romero recuerda que ante la angustia de los pueblos en condiciones de hambre y miseria, la Iglesia tiene el deber de anunciar la liberación de millones de seres humanos, el deber de ayudar a que nazca esa liberación, de dar testimonio de ella y de hacer que sea total. Así, la Iglesia trata de suscitar que cada vez más cristianos se dediquen a la liberación de los demás. A estos cristianos “liberadores” les da una inspiración de fe, una motivación de amor fraterno, una doctrina social a la que no solo deben prestar atención, sino ponerla como base de su prudencia y de su experiencia para traducirla concretamente en categorías de acción, de participación y de compromiso. Rutilio, según Romero, representa un testimonio ejemplar de quien ha unificado, desde la fe cristiana, evangelización y liberación. Este es el marco para comprender su vida y su muerte.En vida, enfatiza Romero, Rutilio fue “un sacerdote, un cristiano que en su bautismo y en su ordenación sacerdotal ha hecho una profesión de fe: creo en Dios Padre revelado por Cristo su Hijo, que nos ama y que nos invita al amor. Creo en una Iglesia que es signo de esa presencia del amor de Dios en el mundo, donde los hombres se dan la mano y se encuentran como hermanos”. En vida hizo realidad el mensaje de la Iglesia plasmado en su doctrina social, que dice a todo ser humano “que la religión cristiana no tiene un sentido solamente vertical, espiritualista, olvidándose de la miseria que lo rodea. Es un mirar a Dios, y desde Dios mirar al prójimo como hermano y sentir que todo lo que hicieran a uno de estos a mí lo hacen”.

Y en la muerte de Rutilio, continúa monseñor, se puso de manifiesto su generosa y total entrega. “Es significativo que mientras el padre Grande caminaba para su pueblo, a llevar el mensaje de la misa y de la salvación, allí fue donde cayó acribillado. Un sacerdote con sus campesinos, camino a su pueblo para identificarse con ellos, para vivir con ellos”. Y luego una paradoja. Monseñor Romero, en medio de la persecución y frente al cadáver de Rutilio, anuncia una esperanza: “Hermanos, salvadoreños, cuando en estas encrucijadas de la patria parece que no hay solución y se quisieran buscar medios de violencia, yo les digo, hermanos: Bendito sea Dios que en la muerte del padre Grande, la Iglesia está diciendo: Sí hay solución, la solución es el amor, la solución es la fe”.

Monseñor Romero, pues, destaca el carácter liberador del modo de ser cristiano del padre Rutilio. Y lo hace para que, inspirados en ese amor y en esa fe del protomártir, podamos también ser cristianos liberadores. Esto es, creyentes proféticos, utópicos y comprometidos. Tres rasgos cuyos contenidos quedan planteados en una de las homilías más emblemáticas pronunciadas por el padre Grande en febrero de 1977. Terminamos recordando algunos fragmentos.

Profecía. “Mucho me temo, mis queridos hermanos y amigos, que muy pronto la Biblia y el Evangelio no podrán entrar por nuestras fronteras. Nos llegarán las pastas nada más, porque todas sus páginas son subversivas. ¡Subversivas contra el pecado, naturalmente! (…) Es ilegal ser cristiano auténtico en nuestro país. Porque el mundo que nos rodea está fundado radicalmente en un desorden establecido, ante el cual la mera proclamación del Evangelio es subversiva”.

Utopía. “Manteles largos, mesa común para todos, taburetes para todos. ¡Y Cristo en medio! Él, que no quitó la vida a nadie, sino que la ofreció por la más noble causa. Esto es lo que Él dijo: ¡Levanten la copa en el brindis del amor por mí! Recordando mi memoria, comprometiéndose en la construcción del Reino, que es la fraternidad de una mesa compartida, la eucaristía”.

Compromiso. “Hermanos míos, algunos quieren un dios de las nubes. No quieren a ese Jesús de Nazaret, que es escándalo para los judíos y locura para los paganos. Quieren un dios que no les interrogue, que les deje tranquilos en su establecimiento y que no les diga estas tremendas palabras: ‘Caín, ¿qué has hecho de tu hermano Abel’?”. Este era el sentir del mártir Rutilio Grande. Que nuestro homenaje sea convertirnos en cristianos liberadores.

 Carlos Ayala Ramírez

Director de Radio YSUCA

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Cardenal Reinhard Marx: “No podemos estar diciendo cada día que alguien está viviendo el pecado”. No es posible decir: “Todo lo que tú haces, porque tú eres homosexual, es negativo”

Sábado, 14 de febrero de 2015
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el-cardenal-marxUna interesante  entrevista que ha puesto de los nervios a la Caverna y a su medio digital…

“La des-clericalización del poder es muy importante para la Curia Romana”

“No estamos creando una nueva Iglesia, pero hay un aire fresco, un paso hacia adelante”

“No podemos estar diciendo cada día que alguien está viviendo el pecado”

(Luke Hansen, sj., en América).- El Cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Munich y Freising, es presidente de la conferencia episcopal alemana, miembro del Consejo de Cardenales que aconseja al Papa Francisco en materias de gobernanza eclesial, coordinador del Consejo Vaticano para la Economía y autor de El Capital: Un clamor por el hombre (2008).

Su experiencia en el Consejo de Cardenales, ¿le ha dado alguna perspectiva diferente sobre la Iglesia?

Tengo una nueva responsabilidad. Cuando me entrevistan -como hoy- y me preguntan, “¿Qué está haciendo en el consejo?” y “¿Qué significa estar con el Papa?”, siento una gran responsabilidad. Sin embargo, no veo a la Iglesia de una manera nueva. He sido obispo durante 18 años, cardenal por 5 años, y he sido parte de Sínodos. Veo, sí, mi nueva responsabilidad y sus nuevas oportunidades, y también el momento histórico como un paso hacia delante en la Iglesia y de ser parte de la historia de la Iglesia.

¿Cuáles son las nuevas oportunidades?

Todo este pontificado ha abierto nuevos derroteros. Pueden sentirse. Aquí en los Estados Unidos todos hablan sobre Francisco, incluso personas que no pertenecen a la Iglesia Católica. Tengo que decirlo: El papa no es la Iglesia. La Iglesia es más que el papa. Pero hay una nueva atmósfera. Un rabino me dijo, “Diga al papa que nos ayuda por fortalecer toda religión, no solo a la Iglesia Católica“. Entonces se trata de un nuevo movimiento.

En el Consejo de Cardenales tenemos la misión especial de crear una nueva constitución para la Curia Romana, reformar el Banco del Vaticano y discutir muchos otros temas con el papa. Pero no podemos estar presente todos los días en Roma. Este pontificado debe verse así, como un paso mayor y nuevo. Es mi impresión que estamos en camino. No estamos creando una nueva iglesia -sigue siendo la Católica- pero que hay un aire fresco, un paso hacia adelante.

¿Qué desafío plantea este nuevo tiempo a la Iglesia?

Lo mejor es leer Evangelii Gaudium. Algunas personas dicen, “No sabemos lo que el papa quiere realmente.” Yo digo, “Lean el texto.” No da respuestas mágicas a cuestiones complejas, pero sí muestra el rumbo del Espiritu, la manera de la evangelización, estando cerca de la gente, cerca de los pobres, cerca de quienes han fallado, cerca de los pecadores, no una iglesia narcisista, no una iglesia de temor. Hay un impulso nuevo, libre, a salir afuera. Algunos se preocupan de lo que va a suceder. Francisco usa la siguiente imagen: “Prefiero una iglesia herida, adolorida y sucia porque ha estado en las calles“, más que una iglesia que es muy limpia y que tiene la verdad y todo lo necesario. Esta última no ayuda a las personas. El Evangelio no es nuevo, pero Francisco lo expresa de una manera nueva que inspira a muchas personas en todo el mundo, y que dicen, “Sí, esa es la Iglesia.” Es un gran regalo para nosotros. Es muy importante. Veremos qué hace. Ha sido Papa por solo dos años, lo que no es mucho tiempo.

¿Qué nos puede decir acerca del Papa Francisco, la persona, sobre su trabajo muy cercano a él?

El es muy auténtico. Es relajado, calmado. A su edad no necesita lograr cosas o probar que es “alguien”. Es muy claro y abierto, y sin ser orgulloso. Y fuerte. No es una persona débil, sino fuerte. Pienso que no es tan importante analizar el carácter del Papa, pero entiendo el interés.

Lo que sí es interesante es cómo, junto con él, podemos desarrollar un camino hacia adelante en la Iglesia. Por ejemplo, el escribe en Evangelii Gaudium acerca de las relaciones entre el centro que es Roma y las conferencias de obispos, y también acerca del trabajo pastoral en las parroquias, las iglesias locales y el carácter de los Sínodos. Estas son cosas muy importantes para el futuro de la Iglesia. Es tan importante como tener un Papa. Hoy en día todo el mundo está hablando acerca de la Iglesia Católica, no totalmente de manera positiva, pero sí en su mayoría.

Así, Cristo lo hizo muy bien al crear el oficio de San Pedro. Lo vemos. Pero esto no significa centralismo. Le dije al Papa, Un institución centralizada no es una institución fuerte. Es una institución débil. El Concilio Vaticano II comenzó a establecer un nuevo equilibrio entre la Iglesia central y las iglesias locales, porque se vio, hace 50 años, el comienzo de la iglesia universal. Esto sin embargo no está todavía logrado. Debemos hacer que ocurra por primera vez. Ahora, 50 años después, vemos lo que debe ser una iglesia en un mundo globalizado, una iglesia universal, globalizada. Aun no la hemos organizado de manera suficiente. Esta es la gran tarea para este siglo. La tentación es centralizar, pero esto no funcionará. El otro desafío es encontrar un camino para explicar la fe en las distintas regiones del mundo. ¿Qué es lo que los sínodos y las iglesias locales hacen en conjunto con Roma? ¿Cómo podemos hacer esto de una manera correcta?

Dos temas del Sínodo son los divorciados católicos vueltos a casar y los católicos gay, especialmente los que mantienen relaciones. ¿Tiene usted oportunidad de escuchar directamente a estos católicos en su actual ministerio?

He sido sacerdote por 35 años. Este problema no es nuevo. Tengo la impresión que tenemos mucho que hacer en el campo teológico, no solamente en relación a la cuestión del divorcio, sino también en cuanto a la teología del matrimonio. Me sorprendo cuando algunos dicen sobre este asunto, “todo está claro”. Las cosas no están claras. No es una cuestión acerca de cómo la doctrina de la Iglesia está siendo determinada por los tiempos actuales. Es una cuestión de aggiornamento, de decir todo esto de manera que la gente pueda entenderlo, y de adaptar siempre nuestra doctrina al Evangelio, a la teología, en sentido de encontrar nuevos caminos para entender lo que Jesús dijo, el significado de la tradición de la Iglesia, la teología y así con las otras cosas. Hay mucho que hacer.

He hablado con muchos expertos -canonistas y teólogos- quienes reconocen muchas cuestiones relacionadas con la sacramentalidad y validez de los matrimonios. Una interrogante es: ¿Qué podemos hacer cuando una persona se casa, se divorcia y luego encuentra un nuevo compañero/a? Hay diversas posiciones. Algunos obispos en el Sínodo dijeron: “Están viviendo en pecado”. Pero otros dijeron: “No podemos estar diciendo cada día que alguien está en pecado. Esto no es posible“. Como ve, hay cuestiones acerca de las cuales debemos conversar. Abrimos una discusión sobre estos temas en la Conferencia de los Obispos alemanes. Ahora el texto está publicado. Pienso que es un muy buen texto y una buena contribución para la discusión en el Sínodo.

Es muy importante que en el Sínodo no se tenga el espíritu del “todo o nada”. No es un buen camino. El Sínodo no puede tener ganadores y perdedores. Este no es el espíritu del Sínodo. El espíritu del Sínodo está en encontrar un camino juntos, no decir, “¿Cómo puedo encontrar un camino para imponer mi postura, mi pensamiento?” Más bien: “¿Cómo puedo entender la otra postura, y cómo podemos encontrar juntos una nueva postura?” Este es el espíritu del Sínodo.

Por lo tanto, es importante señalar que estamos trabajando sobre estos temas. Espero que el Papa inspirará este Sínodo. El Sínodo no puede decidir. Solo es un concilio o un papa puede decidir. Estas cuestiones deben ser entendidas en un contexto más amplio. La tarea es ayudar a la gente a vivir. No se trata, de acuerdo con Evangelii Gaudium, acerca de cómo podemos defender la verdad. Se trata de ayudar a la gente a encontrar la verdad. Esto es lo importante.

La Eucaristía y la reconciliación son necesarias para la gente. Decimos a algunas personas, “Tú no te reconciliarás hasta tu muerte”. Esto es imposible de creer cuando ves las situaciones. Puedo poner ejemplos. En el espíritu de Evangelii Gaudium debemos ver cómo la Eucaristía es medicina para la gente, para ayudar a la gente. Debemos encontrar caminos para que la gente pueda recibir la Eucaristía. ¡No se trata de encontrar caminos para mantenerlos afuera! Debemos encontrar caminos para acogerlos. Debemos utilizar nuestra creatividad para preguntarnos, “¿Podemos hacer algo?“. Quizás no es posible en algunas situaciones. Esa no es la cuestión. El objetivo es cómo podemos acoger a las personas.

En el Sínodo usted se refirió “al caso de dos homosexuales que han estado viviendo juntos por 35 años y cuidándose uno al otro, incluso en las últimas fases de sus vidas”, y usted preguntó: “¿Cómo podemos decir que eso no tiene valor?” ¿Qué ha aprendido usted de estas relaciones y tienen alguna relación con la ética sexual actual?

Al hablar de ética sexual, quizás no tenemos que comenzar con el hecho de dormir juntos, sino con el amor, la fidelidad y la búsqueda de una relación que dure toda la vida. Yo estoy asombrado de como la mayoría de nuestros jóvenes, incluidos los católicos homosexuales activos, buscan una relación que dure para siempre. La doctrina de la Iglesia no es extraña para esta gente. Es verdad. Debemos comenzar desde los puntos centrales de la doctrina para ver el sueño: el sueño es que una persona diga, o un hombre y una mujer digan, “Usted y usted, para siempre.”, “Usted y usted, para siempre”. Y que nosotros como Iglesia digamos: “Sí, eso está Ok. ¡Su visión es la correcta!”. Entonces, así encontramos un camino. Entonces, después quizás se da un fracaso. Ellos encuentran a la persona, y quizás no es un gran éxito. Pero la fidelidad de por vida está bien y es buena.

La Iglesia dice que una relación gay no está al mismo nivel que una relación entre un hombre y una mujer. Eso es claro. Pero cuando ellos son fieles, cuando están comprometidos con los pobres, cuando están trabajando, no es posible decir: “Todo lo que tú haces, porque tú eres homosexual, es negativo”. Eso no debe ser dicho, y yo no he escuchado ninguna crítica al respecto. No es posible mirar a una persona solo desde un punto de vista, sin mirar la situación completa de la persona. Eso es muy importante en ética sexual.

Lo mismo pasa con las personas que están juntas pero se casan más tarde, o cuando son fieles el uno al otro pero están unidos sólo por el matrimonio civil. No es posible que digamos que esa relación fue totalmente negativa si es que en la pareja son fieles el uno al otro, y están esperando, o planificando su vida, y después de diez años encuentran el camino hacia el sacramento. Cuando es posible, tenemos que ayudar a la pareja a encontrar plenitud en el sacramento del matrimonio. Nosotros discutimos de estas cosas en el Sínodo, y muchos padres sinodales compartían esta opinión. Yo no estaba solo en este tema.

El mes pasado el obispo Johan Bonny de Amberes, Bélgica, dijo que la Iglesia debía reconocer una “diversidad de formas” y podría bendecir a algunas relaciones homosexuales basadas en los valores del amor, fidelidad y compromiso. ¿Es importante para la Iglesia discutir estas posibilidades?

Yo dije en el Sínodo que Pablo VI tuvo una gran visión en “Humanae Vitae”. La relación entre un hombre y una mujer es muy importante. Las relaciones sexuales en una relación fiel están fundadas en la conexión entre la procreación, el darse amor, la sexualidad y la apertura a la vida. Pablo VI creía que esa conexión podía ser destruida. Él estaba en lo correcto; basta mirar todas las cuestiones abiertas por la medicina reproductiva. No podemos excluir este gran modelo de sexualidad, y decir, “tenemos diversidad” o “todos tienen el derecho a…“. El gran significado de la sexualidad es la relación entre un hombre y una mujer y la apertura a dar vida. Yo también he mencionado previamente que la cuestión de acompañar personas, para ver que están haciendo las personas con su vida y sus situaciones personales.

¿Cómo vivirán las Iglesias Católica y Protestantes el 500° Aniversario de la Reforma en 2017? ¿Cuáles son las posibilidades de una mayor cooperación entre nuestras Iglesias?

Nosotros estamos recorriendo un buen camino en Alemania al nivel de la Santa Sede, con la Federación Luterana Mundial, para reunirnos a hacer memoria sobre este acontecimiento. Nosotros, la Iglesia Católica, no podemos “celebrar” este aniversario, pues no es bueno que la Iglesia haya estado dividida durante estos siglos. Pero tenemos que sanar nuestras memorias – un importante paso adelante en nuestra relación. En Alemania, yo estuve muy contento de constatar que las cabezas de la Iglesia Protestante tienen muy claro que no quieren celebrar este aniversario sin los católicos. Hace cien años, o incluso hace 50 años, un obispo Protestante jamás habría dicho: “Yo sólo celebraré cuando los católicos estén presentes”. Por lo tanto, estamos planificándolo juntos. “Sanar nuestras memorias” será una celebración en conjunto.

En Alemania, las cabezas de la Iglesia Protestante y la Iglesia Católica harán una peregrinación a Tierra Santa para volver a nuestras fuentes. Haremos una celebración mayor, no sobre Martín Lutero, sino sobre Cristo, una fiesta de Cristo, para mirar hacia adelante: ¿cuál es nuestro testimonio hoy? ¿qué podemos hacer hoy? ¿cuál es el futuro de la fe cristiana y qué podemos hacer juntos? Esos son nuestros planes para enmarcar el aniversario 500° de la Reforma.

El papa Francisco ha invitado a un rol más importante de las mujeres en la Iglesia. ¿Qué es lo que imagina como posible? ¿Qué ayudaría a la Iglesia a cumplir mejor su misión?

La des-clericalización del poder es muy importante para la Curia Romana y para la administración de las diócesis. Debemos mirar el derecho canónico y reflexionar teológicamente, para ver cuáles roles necesariamente requieren sacerdotes; y luego todos los demás roles, en el sentido más amplio posible, tienen que estar abiertos para los laicos, hombres y mujeres, pero especialmente mujeres. En la administración del Vaticano no es necesario que los sacerdotes guíen todas las congregaciones, consejos y departamentos. Es una pena que no haya mujeres entre los laicos del Consejo de Economía. Los especialistas fueron elegidos antes de que yo comenzara como coordinador, pero buscaré a mujeres para servir en ese rol.

Por primera vez en la historia del Vaticano, nuestro consejo tiene a laicos con las mismas responsabilidades y derechos que los cardenales. Eso no parece ser una gran cosa, pero las grandes cosas comienzan con pequeños pasos, ¿cierto?

Yo lo digo y lo repito también en mi diócesis: Por favor vean cómo podemos incorporar a los laicos, especialmente a las mujeres, en posiciones de responsabilidad en la administración diocesana. Nosotros hemos elaborado un plan para la Iglesia Católica en Alemania para tener a más mujeres en posiciones de liderazgo en las administraciones diocesanas. En tres años evaluaremos que es lo que se ha hecho al respecto.

En este asunto debemos hacer un gran esfuerzo por el futuro, no solamente para ser modernos e imitar al mundo, sino para darnos cuenta de que esta exclusión de las mujeres no está en el espíritu del Evangelio. A veces el desarrollo del mundo nos da pistas – vox temporis vox Dei (“la voz de los tiempos es la voz de Dios”). El desarrollo en el mundo nos da signos, signos de los tiempos. Juan XXIII y el Concilio Vaticano II nos dijeron que debemos interpretar los signos de los tiempos a la luz del Evangelio. Uno de esos signos son los derechos de la mujer, la liberación de la mujer. Juan XXIII lo dijo hace más de 50 años. Estamos siempre en camino para realizarlo.

El progreso no es aparente.

¡A veces ha sido peor!

¿Qué impedimentos necesitan superarse?

La mentalidad! La mentalidad! La mentalidad! Y las decisiones de los responsables. Está claro: Los obispos tienen que decidir. Los obispos y el Santo Padre tienen que comenzar a cambiar. He participado en seminarios y cursos para jefes de empresas, y siempre estuvo claro que los peldaños se limpian desde arriba, no desde abajo -de arriba hacia abajo, no de abajo hacia arriba. Entonces son los líderes quienes deben comenzar. Los jefes. La mentalidad debe cambiar. La Iglesia no es una empresa, pero los métodos no son demasiado diferentes. Debemos trabajar más en equipo, en proyectos. La pregunta es: ¿Quién tiene los recursos para llevar esas ideas adelante? No, ¿quién es clerical? Dios nos da a todas esas personas, y nosotros decimos, “No, no es un clérigo, no puede hacer este trabajo, o su idea no es tan imporante”. Esto no es aceptable. No, no, no.

El Papa Francisco hará su primera visita a los Estados Unidos en septiembre. ¿Qué espera Ud. de ella?

Siempre me sorprendo de la capacidad del Papa de congregar a las personas e inspirarlas. Espero que la gente en los Estados Unidos pueda tener también esta experiencia. Una de las principales tareas y desafíos para un obispo, y para el Papa, es congregar a las personas y unir al mundo. La Iglesia es instrumentum unitatis, un instrumento y sacramento de unidad entre las personas, y entre Dios y las personas. Espero que cuando el Papa visite los Estados Unidos -y posiblemente las Naciones Unidas- que la Iglesia pueda mostrar al mundo que será un instrumento no para sí misma sino de unidad de las naciones y el mundo.

Vía Religión Digital

 

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Desaparece el “buen” Francisco y se muestra el verdadero Bergoglio : El Papa denomina en Filipinas al matrimonio igualitario como ideología colonizadora

Viernes, 16 de enero de 2015
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30Menos ñoñerías y más justicia, igualdad y respeto

Parece que se va cayendo el buenismo de Francisco y se muestra el terrible Bergoglio que calificaba en Buenos Aires al matrimoniol igualitario como obra de Satanás… Con un par, después de las desafortunadas palabras y el gesto del “puñetazo” si insultan a tu madre, en clara referencia a las caricaturas de Charlie Hebdo,  se despacha ahora con esas insultantes e innecesarias referencias al matrimonio igualitario, la diversidad familiar y la “exclusiva” visión vaticana de lo que es una familia… Mal, muy mal… Sigue la condena, la exclusión, la homofobia por parte de esta jerarquía inmisericorde.

El Papa ha pedido hoy a los filipinos, en un acto ante decenas de miles de fieles, que no se dejen colonizar por los que quieren imponer un modelo diferente de familia: «Dijeron no a la colonización política. Como familia tenemos que ser muy sagaces, muy hábiles, muy fuertes, para decir que no a cualquier intento de colonización ideológica sobre la familia». Francisco ha asegurado que «la familia se ve amenazada por el creciente intento por parte de algunos de redefinir la institución misma del matrimonio, guiados por la cultura de lo efímero». Además ha elogiado al papa Pablo VI por su encílica Humanae Vitae que alejo a millones de cristianos de la Iglesia de Roma.

Francisco ha afirmado ante miles de fieles que muchas de las “dificultades en la vida del matrimonio se solucionan si nos tomamos un poco de tiempo  para reflexionar, si nos detenemos y pensamos en el otro, si soñamos con las cosas buenas que tienen”.

El Papa ha explicado que “en la familia aprendemos a amar y perdonar, a ser generosos y abiertos y a “encontrar a los demás y compartir nuestras vidas con ellos”

A los matrimonios con problemas, el Pontífice las ha pedido recuperar el amor a través de la ilusión de todos los días. Nunca dejen de ser novios”.

Ideologías colonizadoras

Y ha advertido: Cuidado con las ideologías colonizadoras, que buscan destruir la familia… No nacen del sueño de la oración, del encuentro con Dios, de la misión que Dios nos da… Vienen de afuera. Por eso, son colonizaciones. No perdamos la libertad de la misión que Dios nos da, la misión de la familia”.

Igualmente el Santo Padre ha exhortado a los fieles a encomendarse a la intercesión de San José, esposo de la Virgen.

El Papa ha tenido también palabras para el Beato Pablo VI y su encíclica Humanae Vitae

Pienso en el Beato Pablo VI. En un momento donde se le proponía el problema del crecimiento de la población tuvo la valentía de defender la apertura a la vida y la familia. El sabía las dificultades que había en cada familia, por eso en su carta encíclica (Humana Vitae) era tan misericordioso por sus casos particulares y pidió a los confesores que fueran muy misericordiosos con estos casos. Pero el vio más allá y vio a los pueblos de la tierra y vio esta amenaza de destrucción de la familia. Pablo VI era valiente, un buen pastor y alerto a sus ovejas de los lobos que venían, que desde el cielo nos bendiga esta tarde.

Familia homoparental

SOMOS FAMILIA. SOMOS FAMILIA. SOMOS FAMILIA

Fuente Religion Digital

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“¿Un Sínodo para eso?”, por José Arregi

Martes, 9 de diciembre de 2014
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presidenciaLeído en su blog:

Hace un mes finalizó en Roma la primera fase del Sínodo católico sobre la familia, que abrió un año de reflexión eclesial hasta octubre del 2015. Entonces tendrá lugar el Sínodo General propiamente dicho. Seguimos, pues, en sínodo, palabra griega que significa “camino en compañía”. Eso es ser Iglesia: ser compañeros de camino, seguir a Jesús juntos y libres. Eso es la vida: un viaje compartido.

“Que cada uno hable con libertad, y escuche con humildad”, dijo el papa Francisco en la víspera de la inauguración. Así sea. Así quiero hacer, pues lo que vale para los obispos ha de valer para todos los que somos Iglesia, compañeros de viaje.

Fueron 253 partícipes, la mayoría obispos, venidos de todo el mundo, alojados en Roma durante más de dos semanas. ¿Era necesario? ¿No bastaban el correo electrónico, la videoconferencia o las reuniones online? Tantos obispos célibes hablando de la familia, perorando sobre cuestiones que la inmensa mayoría de la gente, incluidos católicos y curas de siempre, resolvieron hace tiempo… ¿Merecía la pena?

De ningún modo diré que la familia sea un asunto menor. Ella nos engendra y moldea. Merecería la pena reunir en el Vaticano no solo a 200 obispos, sino a miles de hombres y mujeres de todos los pueblos y culturas, y gastar lo que fuera para poner remedio a las grandes heridas que la aquejan: el paro y la pobreza, la falta de vivienda, la violencia y la desigualdad de género, el miedo al futuro, el fracaso del amor…

Pero no fueron ésos los temas que más interesaron a los padres sinodales. Ni se oyeron apenas voces para reclamar una seria reflexión eclesial sobre los profundos cambios culturales que están afectando a las estructurales tradicionales de la familia. Ningún apunte crítico sobre la cuestión del “género”, es decir, la construcción social de roles del varón y de la mujer. Ninguna alusión a la desvinculación entre relación sexual y procreación, hecho nuevo y transcendental en la historia de la humanidad.

Ninguna referencia al gravísimo problema demográfico, y sí duros juicios condenatorios de la “mentalidad antinatalista”. Ningún atisbo de reconocimiento de la santidad y del valor sacramental del amor homosexual. Ninguna insinuación de un posible replanteamiento de la doctrina tradicional de la indisolubilidad del matrimonio. Ninguna sugerencia sobre la necesidad de revisar la doctrina de la Humanae Vitae de Pablo VI (1968), que prohíbe bajo pecado mortal toda medida o método anticonceptivo que no sea la continencia sexual (condenan todo lo que no sea “natural”, pero toman pastillas “no naturales” para la gripe o el colesterol). Y ni rastro de autocrítica en nada.

A pesar de todo, muchos han saludado esta primera fase sinodal y el documento emanado de ella como el preludio de una explosión primaveral, como el inicio imparable de una profunda transformación doctrinal. ¡Ojalá lo sea, y esté yo equivocado, y se me conceda la gracia de verlo! Pero hoy no lo veo.

Preveo, sí, que el papa Francisco, tras el Sínodo General del año próximo, dé tres tímidos pasos, a saber: 1) Invitación a acoger con misericordia a los homosexuales (como si fueran enfermos o pecadores); 2) Posibilidad de que algunos divorciados con nueva pareja puedan comulgar, a condición –humillante condición– de que se confiesen culpables de su fracaso matrimonial y se comprometan a no reincidir (Jesús no humilló a nadie de esta manera); 3) Agilización y abaratamiento del proceso de nulidad matrimonial (un artificio para no reconocer algo muy simple: que dondequiera que haya amor hay sacramento de Dios, y que solo hay sacramento mientras hay amor). Eso será todo. ¿Hacía falta tanta alforja para ese viaje? Ésos son problemas de obispos, no de la gente. La gente sufre por otros motivos. Escuchen a la gente, escuchen a la vida.

La Vida sigue pujando en el pequeño corazón latiente de los hombres y mujeres de hoy, creyentes o no. El Espíritu y el Amor habitan en los matrimonios que los obispos llaman “irregulares”, en los diferentes tipos de familias con sus alegrías y angustias de cada día, en las personas que fracasaron en su amor y rehacen su vida con otra pareja. Ellos no fueron ni serán llamados al Sínodo, pero la Vida los guía.

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Por unos Medios de Comunicación de la Iglesia honestos, participativos y veraces. COPE y 13tv no pueden seguir propagando una doctrina tan ideologizada, sesgada y partidista

Domingo, 9 de noviembre de 2014
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imagesEditorial de Redes Cristianas:

Cada día que pasa se nos van imponiendo con mayor firmeza dos convicciones:  que en la era de la globalización de los mercados y la economía financiera la universalización de las comunicaciones representa uno de los mayores fenómenos de nuestro tiempo; y que, a pesar de los impresionantes logros de la tecnología, la sociedad posmoderna no ha logrado globalizar el derecho que asiste a la ciudadanía a expresar y difundir libremente su opinión y a recibir “sin limitación de fronteras” —como define la Declaración Universal de los Derechos Humanos, art. 19—, informaciones veraces y útiles para la colectividad. 

De hecho, un reducido número de agencias,  en conexión con 300  multinacionales,  controlan la información y la opinión pública mundial. Este oligopolio del poder mediático se impone sobre el mismo poder político a través de sus medios de comunicación de masas.

Salvando las distancias —y,  en el mejor de los supuestos, las intenciones— algo similar está pasando en la Iglesia católica y, más en concreto, en la Iglesia española donde la Conferencia Episcopal a través de la Comisión de Medios de Comunicación ejerce un control absoluto sobre la información y la opinión pública en la Iglesia.  

Contra la propia doctrina oficial de la Iglesia que, aunque tímidamente,  apuesta por la honestidad informativa en sus documentos oficiales — entre otros, la Constitución Lumen Gentium del Vaticano II, nº 119; Decreto Inter Mirifica para la comunicación, del mismo concilio; y las encíclicas Pacem in Terris de Juan XXIII y Evangelii Nuntiandi de Pablo VI— y defiende el derecho a una información que respete la verdad, la justicia y la caridad, la Conferencia Episcopal Española está manteniendo unos medios que, como la COPE y 13tv, van justamente en dirección contraria. A través de su línea editorial, de sus espacios y tertulias se difunden  unos  mensajes que frecuentemente nada tienen que ver con la verdad, que faltan a la justicia y quebrantan con  insultos el debido respeto y la caridad con las personas. Propagan, en último extremo, una doctrina tan ideologizada, sesgada y partidista que resulta muy difícil reconocer en ella la doctrina católica universal. Hoy día son más una empresa comercial que centros o focos de evangelización.

Desde Redes Cristianas ya en nuestro Manifiesto por la Laicidad de septiembre de 2008 “denunciamos a la Conferencia Episcopal Española por el intolerable abuso del derecho a la Libertad de Expresión que está haciendo la COPE (a la que hoy añadimos 13tv)… y le exigimos el cambio radical en su línea editorial”. Y ante los nuevos aires que están llegando desde Roma y con la llegada a Madrid del obispo Carlos Osoro, creemos que el cambio debe iniciarse ya desde el reconocimiento del pluralismo que reina en el cristianismo en España  y desde el derecho de la comunidad católica y civil a disponer de unos medios de comunicación abiertos a la diversidad de tendencias,  siendo honestos, participativos y veraces.

Entretanto, hay medios que -vinculados a congregaciones religiosas o con estructuras más independientes- apuestan por una comunicación alternativa, honesta y poniendo el foco en la denuncia de las injusticias y en las personas que sufren. Es el caso de revistas como Humanizar, Revista 21, Alandar, Tiempo de Hablar, Utopía, Éxodo, Encrucillada o Irimia; y de medios digitales como Eclesalia, Ciberiglesia y Atrio, que dan otra visión de cómo se puede comunicar desde una perspectiva creyente.

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“El Sínodo sobre la familia, freno a la reforma de Francisco”, por Juan José Tamayo, teólogo

Viernes, 7 de noviembre de 2014
Comentarios desactivados en “El Sínodo sobre la familia, freno a la reforma de Francisco”, por Juan José Tamayo, teólogo

familia tradicionalEl arzobispo norteamericano Chaput se suma a Burke y acusa al Papa de convertir la Iglesia “en un barco sin timón” y denuncia que Bergoglio “está dejando a los creyentes un poco mareados”

Leído en la página web de Redes Cristianas

La reforma de Francisco parece haber naufragado o, al menos, encallado en el Sínodo celebrado en Roma del 5 al 19 de octubre, que ha reunido a cerca de 200 obispos de todo el mundo para reflexionar sobre la concepción, la actitud y la práctica pastoral de la Iglesia católica en torno a diferentes orientaciones sexuales, a los diferentes modelos de familia y otras cuestiones vinculadas con ella. Éramos muchas las personas de fuera y de dentro de la Iglesia católica que esperábamos un cambio de mentalidad, de orientación y de rumbo en un tema que se caracteriza por planteamientos anclados en el pasado sin apertura alguna a los cambios producidos en las últimas décadas en la sociedad. Pero éramos también conscientes de los obstáculos que se interponían y del peligro de que se produjera un estancamiento

El primer obstáculo lo constituían los propios protagonistas del Sínodo: los obispos. ¿Qué aportaciones podían hacer unas personas que no son especialistas en el tema, ni siguen de cerca los estudios especializados en las diferentes disciplinas que se ocupan del fenómeno de la familia en toda su complejidad? Personas que, además, han renunciado a formar una familia para dedicarse en exclusiva al servicio de la Iglesia. Es verdad que fueron invitados expertos y matrimonios, pero sin apenas influencia en los debates y sin voto a la hora de aprobar las proposiciones finales.

El segundo era la herencia de los papas anteriores. Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI se mantuvieron instalados rígidamente en el paradigma tradicional de la familia y de la doctrina sobre la sexualidad y condenaron los modelos de familia que no se atuvieran a la imagen conservadora del matrimonio “cristiano”. Pablo VI, beatificado el pasado domingo por Francisco, condenó los métodos anticonceptivos en 1968 en la encíclica Humanae vitae, en clara oposición a las orientaciones del concilio Vaticano II, que defendía la paternidad responsable, y en contra de la mayoría de la Comisión de científicos y de teólogos que le asesoraba y que era partidaria del uso de dichos métodos para poner en práctica el principio conciliar de la referida paternidad responsable. La encíclica provocó una de las más graves rupturas de los teólogos, las teólogas y de los movimientos cristianos críticos con el Vaticano y generó un clima de malestar profundo dentro de la Iglesia, que desembocó en una actitud de justificada desobediencia colectiva a las orientaciones papales tanto en la teoría como en la práctica.

En la encíclica Familiaris consortio Juan Pablo II ya alertaba sobre los signos más preocupantes en torno al tema que ha discutido el Sínodo reciente, entre los cuales citaba “la facilidad del divorcio y del recurso a una nueva unión por parte de los mismos fieles; la aceptación del matrimonio puramente civil, en contradicción con la vocación de los bautizados a “desposarse en el Señor”; la celebración del matrimonio sacramento no movidos por una fe viva, sino por otros motivos; el rechazo de las normas morales que guían y promueven el ejercicio humano y cristiano de la sexualidad dentro del matrimonio”.

El cardenal Ratzinger, siendo presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigió en 1986 una durísima carta a los obispos norteamericanos en la que afirmaba que la particular inclinación de la persona homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye, sin embargo, una tendencia, más o menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral. Por este motivo la inclinación misma debe ser considerada objetivamente desordenada. El documento reaccionaba ante quienes creíamos –y seguimos creyendo- que oponerse a la actividad homosexual y a su estilo de vida constituye una forma de discriminación injusta, y osaba aseverar, negando la evidencia, que la actitud de la Iglesia contra la homosexualidad no comporta discriminación alguna, sino que busca la defensa de la libertad y de la dignidad de la persona.

En coherencia con este planteamiento, Ratzinger pedía a los obispos que no incluyeran en ningún programa pastoral a organizaciones de personas homosexuales sin antes dejar claro que toda actividad homosexual es inmoral, ordenaba retirar todo apoyo a organizaciones que pretendieran subvertir la enseñanza de la Iglesia en esta materia, prohibía el uso de locales “propiedad de la Iglesia” para actos de grupos homosexuales e instaba a defender los valores del matrimonio frente a proyectos legislativos que defiendan las reivindicaciones de los colectivos homosexuales.

Por esas fechas, la Congregación romana para la Educación Católica publicaba la Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional de las personas con tendencias homosexuales con vistas a su admisión en el seminario y a las órdenes sagradas, que prohibía a los homosexuales ingresar en los seminarios y acceder al sacerdocio. Prohibición que sigue manteniéndose hoy a rajatabla.

No resultaba fácil romper en el Sínodo con esa tendencia excluyente de las personas homosexuales y de las personas católicas divorciadas y vueltas a casar, ya que en ella fueron educados –mejor instruidos- muchos de los padres sinodales.

Un tercer obstáculo fue la creación, desde el comienzo de la preparación del Sínodo, de un “frente” de oposición a cualquier cambio, liderado por el cardenal Gerhard Ludwig Müller, presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, nombrado por Benedicto XVI para mantener la ortodoxia y evitar cualquier desviación en materia doctrinal y moral. Se apresuró a escribir un libro sobre la familia recordando la doctrina tradicional, que considera inamovible, y firmó un documento junto con otros cardenales en contra de la reforma que en este tema pretendía introducir Francisco.

Pero no todas eran inercias, obstáculos y problemas. Había también síntomas de apertura. Fue el propio papa Francisco quien, al poco de ser elegido, propició un nuevo clima y abrió el debate sobre la actitud de la Iglesia hacia los homosexuales y el acceso de las personas católicas divorciadas y vueltas a casar a los sacramentos. En el propio Sínodo reinó un clima de libertad y los participantes en el mismo pudieron expresar sin ningún tipo de restricciones en lo referencia a la expresión de sus ideas. Dicho clima fue favorecido por Francisco, quien asistió a las sesiones en actitud de escucha y sin interferirse en las discusiones.

Ya en el viaje de vuelta de Brasil en julio de 2013, preguntado a bordo del avión por su actitud hacia los homosexuales, respondió de esta guida: “Si alguien es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad ¿quién soy yo para juzgarle? No debemos marginar a la gente por esto, deben ser integrados a la sociedad”.

En otra ocasión insinuó la posibilidad de revisar la actual prohibición del acceso de los divorciados que han vuelto a casarse y adoptar una actitud menos excluyente que la actual. Hubo cardenales que remaron en la dirección del papa y mostraron una actitud más abierta y favorable al cambio, entre ellos el cardenal Kasper que, en respuesta a los cardenales firmantes del documento conservador, respondió que “la verdad católica no es un sistema cerrado” y defendió el acceso de las personas divorciadas vueltas a casar a la eucaristía, si bien imponiendo unas condiciones muy severas:

“Si un divorciado vuelto a casar: 1. Se arrepiente de su fracaso en el primer matrimonio 2. Se han esclarecido las obligaciones del primer matrimonio, y se ha definitivamente excluido que regrese atrás. 3. Si no puede abandonar sin otras culpas las responsabilidades asumidas con el matrimonio civil. 4. Si, sin embargo, se esfuerza por vivir del mejor modo según sus posibilidades el segundo matrimonio a partir de la fe y de educar a los propios hijos en la fe. 5. Si tiene el deseo de los sacramentos como fuente de fuerza para su situación, ¿debemos o podemos negar, después de un tiempo de nueva orientación (metanoia), los sacramentos de la penitencia y después de la comunión?”.

Su respuesta es afirmativa, pero con importantes matices y precisiones: “Este posible camino no sería una solución general. No es el camino ancho de la gran masa, sino más bien el estrecho camino de la parte probablemente más pequeña de los divorciados vueltos a casar, sinceramente interesados en los sacramentos. ¿No es necesario tal vez evitar aquí la peor parte? (o sea la pérdida de los hijos con la pérdida de toda una segunda generación)… Un matrimonio civil como el que fue descrito con criterios claros debe distinguirse de otras formas de convivencia irregular, como los matrimonios clandestinos, las parejas de hecho, sobre todo la fornicación, de los así llamados matrimonios salvajes. La vida no es solo blanco y negro. De hecho, hay muchos matices”.

La propia metodología seguida en la preparación del Sínodo permitía albergar esperanzas de cambio. El Vaticano envió una encuesta a todos los cristianos y cristianas en torno a las cuestiones que se iban a abordar en la asamblea episcopal para conocer la opinión de las diferentes comunidades católicas del mundo sobre el tema. La mayoría de las respuestas eran favorables a una mayor apertura y a una actualización de la doctrina sobre la familia más acorde con los cambios producidos en las últimas décadas.

Pero ese clima de apertura enseguida se encontró con la réplica del cardenal Müller, que apelaba a argumentos de carácter dogmático y jurídico para oponerse incluso a la posibilidad de discutir sobre el tema: “Si el matrimonio precedente de unos fieles divorciados y vueltos a casar era válido, en ninguna circunstancia su nueva unión puede considerarse conforme a derecho; por tanto, es imposible que reciban los sacramentos”.

En el Sínodo se han producido, es verdad, cambios importantes en el análisis de la situación de la familia y en las críticas hacia sus patologías, en las actitudes y en el lenguaje empleado. La proposición 8 hace un buen análisis de las situaciones más graves por las que pasa hoy la familia: discriminación de las mujeres y creciente violencia de género contra ellas, con demasiada frecuencia dentro de la familia; abusos sexuales de los niños y de las niñas; penalización de la maternidad en vez de su consideración como valor; mutilación genital en algunas culturas; efectos negativos de las guerras, el terrorismo y el crimen organizado en las familias; crecimiento del fenómeno de los niños de la calle en las grandes metrópolis y en sus periferias.

La actitud ante los matrimonios civiles y las parejas de hecho es más comprensiva y acogedora, ya que, se dice, en ellos deben descubrirse elementos positivos, y en la actitud hacia los homosexuales. Muestra la necesidad de acoger las personas en situaciones difíciles como el divorcio y de buscar nuevos caminos pastorales para las familias heridas, no basadas en “soluciones únicas”

Pero en las cuestiones de fondo no se ha producido cambio alguno. Dos ejemplos. La proposición 52 describe las dos tendencias de los padres sinodales en torno a la posibilidad –solo la posibilidad- de que los divorciados vueltos a casar puedan acceder a los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía: la que se muestra partidaria de mantener las actuales normas prohibitivas en vigor, y la partidaria de permitir el acceso a los sacramentos, pero con muchas restricciones: no de manera generalizada, sino en algunas situaciones especiales y con condiciones muy precisas. Además, el eventual acceso a los sacramentos debe ir precedido de un “caminar penitencial” bajo la responsabilidad del obispo diocesano. Aun con todas estas restricciones, esta proposición contó con el rechazo de 74 padres sinodales y no logró los 2/3 tercios.

Otro ejemplo es la proposición 55 sobre los homosexuales. Defiende la necesidad de una acogida respetuosa y de un trato no discriminatorio hacia ellos, pero es contundente en el rechazo de los matrimonios homosexuales, hasta el punto de excluirlos del plan de Dios sobre la familia y el matrimonio. Con todo, la proposición fue rechazada por 62 padres sinodales y tampoco logró los 2/3.

Para frenar la lógica sensación pesimista que deja el Sínodo en quienes esperaban que la apertura fuera real ya, se afirma, como consuelo, que en este Sínodo no se ha dicho la última palabra y que hay que esperar al de octubre de 2015, que elaborará las conclusiones definitivas sobre la familia. Yo pregunto: ¿Cambiará entonces el panorama y se reconocerá sin trabas, prejuicios y prevenciones el acceso de las personas católicas divorciadas y vueltas a casar el matrimonio a los sacramentos de la eucaristía y de la penitencia y el reconocimiento del matrimonio homosexual como lo hace la Iglesia Anglicana, o volverán a emplearse fórmulas ambiguas del “sí, pero no”, tan propias del lenguaje eclesiástica ¿O se dejará la respuesta ad kalendas graecas?

¿Se seguirá pensando con categorías jurídicas o se hará al ritmo de la vida y atendiendo a los problemas reales de la familia? ¿Se buscarán las respuestas apelando al Código de Derecho Canónico o a la racionalidad dialógica? ¿Se seguirá expulsando de la comunidad eclesial y de la eucaristía que, según el Vaticano II, es el centro de la vida cristiana, a quienes se considera pecadores por el hecho de haber iniciado un nuevo proyecto de vida común y de haber formado una nueva familia?

¿Se respetarán y reconocerán en la Iglesia católica las diferentes identidades sexuales: gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, que de hecho existen entre los cristianos y las cristianas como existen en la sociedad? ¿Caminará la Iglesia oficial al ritmo de la sociedad y será sensible, como pedía Juan XXIII, a los signos de los tiempos, entre los cuales se encuentra el reconocimiento explícito de los diferentes modelos de familia, o perderá de nuevo el tren de la historia?

Y una reflexión final en clave de realismo. Yo creo que considerar un problema el acceso a la eucaristía a personas divorciadas vueltas a casar y a los matrimonios homosexuales solo existe en las mentes de los jerarcas, no en la práctica. Y negar dicho acceso se encuentra en el Código de Derecho Canónico, no en la vida de las comunidades cristianas. Son muchas las comunidades eclesiales de todo el mundo (parroquias, comunidades de base, grupos de matrimonios, etc.) que ni siquiera se plantean el problema. Las cristianas y los cristianos divorciados que han vuelto a casarse y las parejas homosexuales son acogidos sin ningún tipo de reserva en dichas comunidades, de las que forman parte, y participan en los sacramentos como el resto de los creyentes. Y lo hacen con toda naturalidad, sin ningún complejo de culpa, sin consultar ni pedir permiso a los clérigos y obispos, ni preguntarse si actúan conforme a la disciplina de la Iglesia, sin someterse a ningún “camino de penitencia”. Bastante penitencia ha tenido y sigue teniendo su vida como para añadirle todavía otra más.

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Palabras de Pablo VI sobre Santa Teresa de Jesús

Jueves, 30 de octubre de 2014
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luz-de-cristoInteresante información del Papa que nombró a Teresa Doctora de la Iglesia. Podéis oir al papa Pablo VI en español pinchando en “ir a descargar“:

00:15
09:42

Ir a descargar

Radio Vaticana emitió ayer este programa en el que se recoge la grabación en español de las palabras de Pablo VI sobre Teresa de Jesús en la ceremonia de proclamación de la santa como doctora de la Iglesia, el 27 de septiembre de 1970.

Pablo VI proclamó a Santa Teresa de Jesús Doctora de la Iglesia, destacando que era la primera mujer en recibir este título, que incidía en la historia de la Iglesia y que las mujeres, están llamadas a «reconciliar a los hombres con la vida», «a salvar la paz del mundo» (VAT. II, Mensaje a las Mujeres). «Santa Teresa era española, y con razón España la considera una de sus grandes glorias». Mujer excepcional, gran carmelita, fundadora, reformadora, escritora genialísima y fecunda, resplandor de sabiduría en la santidad, madre y maestra espiritual, contemplativa y activa en la oración, con todas sus fuerzas para llegar a Dios, por encima de todo obstáculo. Son algunas de las magníficas características que recordó el Papa Montini en su intensa y emocionada homilía, pronunciada también en español ese histórico 27 de septiembre de 1970:

«Debemos añadir dos observaciones que Nos parecen importantes. En primer lugar hay que notar que Santa Teresa de Ávila es la primera mujer a quien la Iglesia confiere el título de Doctora; y esto no sin recordar las severas palabras de San Pablo: «La mujeres cállense en las Iglesias» (1 Cor. 14. 34); lo cual quiere decir todavía hoy que la mujer no está destinada a tener en la Iglesia funciones jerárquicas de magisterio y de ministerio. ¿Se habrá violado entonces el precepto apostólico?

Podemos responder con claridad: no. Realmente no se trata de un título que comparte funciones jerárquicas de magisterio, pero a la vez debemos señalar que este hecho no supone en ningún modo un menosprecio de la sublime misión de la mujer en el seno del Pueblo de Dios. 

Por el contrario ella, al ser incorporada a la Iglesia por el Bautismo, participa de ese sacerdocio común de los fieles, que la capacita y la obliga a «confesar delante de los hombres la fe que recibió de Dios mediante la Iglesia» (Lumen gentium, c 2, 11).
Y en esa confesión de la fe tantas mujeres han llegado a las cimas más elevadas, hasta el punto de que su palabra y sus escritos han sido luz y guía de sus hermanos. Luz alimentada cada día en el contacto íntimo con Dios, aún en las formas más elevadas de la oración mística, para la cual San Francisco de Sales llega a decir que poseen una especial capacidad. Luz hecha vida de manera sublime para el bien y el servicio de los hombres.  Por eso el Concilio ha querido reconocer la preciosa colaboración con la gracia divina que las mujeres están llamadas a ejercer, para instaurar el reino de Dios en la tierra, y al exaltar la grandeza de su misión, no duda en invitarlas igualmente a ayudar «a que la humanidad no decaiga», a «reconciliar a los hombres con la vida», «a salvar la paz del mundo» (VAT. II, Mensaje a las Mujeres). 

En segundo lugar, no queremos pasar por alto el hecho de que Santa Teresa era española, y con razón España la considera una de sus grandes glorias. En su personalidad se aprecian los rasgos de su patria: la reciedumbre de espíritu, la profundidad de sentimientos, la sinceridad de alma, el amor a la Iglesia. Su figura se centra en una época gloriosa de santos y de maestros que marcan su siglo con el florecimiento de la espiritualidad. Los escucha con la humildad de la discípula, a la vez que sabe juzgarlos con la perspicacia de una gran maestra de vida espiritual, y como tal la consideran ellos.
  Por otra parte, dentro y fuera de las fronteras patrias, se agitaban violentos los aires de la Reforma, enfrentando entre sí a los hijos de la Iglesia. Ella por su amor a la verdad y por el trato íntimo con el Maestro, hubo de afrontar sinsabores e incomprensiones de toda índole y no sabía cómo dar paz a su espíritu ante la rotura de la unidad: «Fatiguéme mucho – escribe – y como si yo pudiera algo o fuera algo lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal» (Camino de perfección, c. 1, n. 2; BAC, 1962, 185). 
Este su sentir con la Iglesia, probado en dolor que dispersaba fuerzas, la llevó a reaccionar con toda la entereza de su espíritu castellano en un afán de edificar el reino de Dios; ella decidió penetrar en el mundo que la rodeaba con una visión reformadora para darle un sentido, una armonía, una alma cristiana. 

A distancia de cinco siglos, Santa Teresa de Ávila sigue marcando las huellas de su misión espiritual, de la nobleza de su corazón sediento de catolicidad, de su amor despojado de todo apego terreno para entregarse totalmente a la Iglesia. Bien pudo decir, antes de su último suspiro, como resumen de su vida: «En fin, soy hija de la Iglesia». 

En esta expresión, presagio y gusto ya de la gloria de los bienaventurados para Teresa de Jesús, queremos adivinar la herencia espiritual por ella legada a España entera. Debemos ver asimismo una llamada dirigida a todos a hacernos eco de su voz, convirtiéndola en lema de nuestra vida para poder repetir con ella: ¡Somos hijos de la Iglesia!»

Fuente: Radio Vaticana , vía De la Rueca a la Pluma

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“Pablo VI ayudó a los obispos españoles, sin intervenir directamente, a ser protagonistas de la Transición”

Domingo, 19 de octubre de 2014
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pablosexto_560x280Un gran Papa: culto, humilde y santo

Su postulador lo define como “un Papa antifascista e incomprendido”

Antonio Marrazo asegura que se opuso a Franco y a Musolini

Pablo VI se quitó la tiara para hacer comprender que la potestad del Papa no viene de un poder humano. Después, vendió la tiara para ayudar a los pobres

El Papa Francisco beatificará este domingo a Pablo VI, un Papa “antifascista” e “incomprendido” que concluyó el Concilio Vaticano II, en una misa que coincidirá con la conclusión de la Asamblea Extraordinaria del Sínodo de los Obispos y que contará con la presencia del Papa Emérito Benedicto XVI.

El postulador de la causa de beatificación de Pablo VI, el padre Antonio Marrazzo, ha asegurado este viernes en rueda de prensa que el Papa Montini, ya desde antes de ser Pontífice, no estuvo a favor de Franco como tampoco lo estuvo de Musolini” porque fue un Papa “antifascista”.

Además, ha destacado el comportamiento de Pablo VI hacia la “democracia” y ha afirmado que “ayudó a los obispos españoles, aunque sin intervenir directamente, a ser protagonistas de la transición.

En este sentido, ha subrayado que “la gran preocupación” del Papa Montini siempre fue una: “ayudar a las personas, a los últimos e indefensos para que pudieran expresarse en su humanidad”.

El cardenal Giovanni Battista Re ha asegurado que Pablo VI fue “un Papa grande pero también incomprendido” que tiene “el mérito de haber dirigido y llevado a término el Concilio Vaticano II” y que destacó por su defensa de la vida humana. Además, ha remarcado que supo respetar el papel de las comisiones y “contribuyó mucho” en la aplicación de las instancias emergentes del Concilio Vaticano II, como el Sínodo de los obispos.

atenagoras-i-y-pablo-viEntre sus gestos, el cardenal Re ha recordado que Pablo VI se quitó la tiara para hacer comprender que la potestad del Papa no viene de un poder humano. Después, vendió la tiara para ayudar a los pobres. Asimismo, ha señalado que fue el primer Pontífice que viajó a Tierra Santa.

Sobre el milagro necesario para beatificar a Pablo VI, el postulador de la Causa ha explicado que se refiere a la protección de un feto que en la semana 34 de embarazo y tras muchas oraciones de su familia a Pablo VI, se curó de todas las patologías que padecía. En la actualidad, el niño está sano y no ha sufrido ninguna consecuencia de aquellas graves patologías.

La reliquia que se presentará este domingo al Papa será un la camiseta de lana ensangrentada que el Papa Pablo VI llevaba puesta cuando en su viaje a Manila (Filipinas) de 1970 fue víctima de un intento de asesinato.

El vicepostulador de la Causa y delegado episcopal para la promoción de la memoria de Pablo VI en la diócesis de Brescia, el lugar de nacimiento de Montini, ha anunciado que tras la beatificación, en Brescia se celebrará un año Montiniano para que sea posible profundizar mejor en la figura del Pontífice.

La Santa Sede espera que acudan a la beatificación miles de personas, entre las cuales, destaca un grupo de unos 3.000 peregrinos de la diócesis de Milán y otro de más de 5.000 de Brescia. Para la Misa de beatificación se ha compuesto un himno basado en el magisterio del Papa Montini.

El ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, José Manuel García-Margallo, encabezará la delegación española que asistirá este domingo en el Vaticano a la ceremonia de beatificación de Pablo VI, según el real decreto aprobado este viernes en Consejo de Ministros.

En la beatificación de Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini, se verá juntos al Papa Francisco y al Papa Emérito Benedicto XVI, una imagen que ya se pudo observar en las canonizaciones de Juan Pablo II y Juan XXIII, en abril de este año.

Precisamente, Pablo VI fue el primer pontífice que recibió en el Vaticano a don Juan Carlos y a doña Sofía como Reyes de España, en febrero de 1977. Fue la primera audiencia que concedía además un pontífice en el Vaticano a un jefe de Estado español desde el reinado de Alfonso XIII.

El Papa en la tempestad. Paulo VI

Fuente Religión Digital

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Perfil humano y eclesial de Pablo VI: En la beatificación del Papa Montini

Domingo, 19 de octubre de 2014
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Un interesante reportaje publicad en el último número de Vida Nueva:

Repaso a la figura del papa del Concilio Vaticano II, que será beatificado este domingo

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EDUARDO DE LA HERA BUEDO (RESPONSABLE DE RELACIONES INTERCONFESIONALES Y COLABORADOR DE LA DELEGACIÓN DEL CLERO DIÓCESIS DE PALENCIA) |

El día 19 de octubre, concluida la Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, que abordará los desafíos pastorales de la familia, será beatificado el papa Pablo VI: “El Papa que no supimos amar en España”, según dijo José Luis Martín Descalzo, inolvidable director de Vida Nueva. O El primer Papa moderno, como tituló su amplia biografía el escritor Peter Hebblethwaite[1].

Conocemos bien la trayectoria pastoral de este Papa de “nuestro tiempo”: el Papa del Concilio Vaticano II (así ha pasado ya a la historia). Podríamos añadir también: el Papa del difícil, hermoso y consolador posconcilio. Papa o timonel de una Iglesia en trance de alumbramiento (toda la Iglesia lo es, sobre todo después de un Concilio).

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En enero de 2012 (ver VN, nº 2.784), Vida Nueva me pidió un Pliego sobre Pablo VI y el Concilio, en su 50º aniversario. Allí expliqué las tres claves del Vaticano II que este Papa alentó con buen pulso y mucho coraje. Las resumo en estos tres puntos:

  • 1. Tomar conciencia de lo que está llamada a ser la Iglesia.
  • 2. Renovar y reformar.
  • 3. Dialogar para construir.

Ahora se me pide que trace el breve perfil humano y eclesial de un Papa que, por fin, comienza a ser reconocido públicamente como un gran guía de la Iglesia.

Al papa Pablo VI le correspondió pastorear la Iglesia del Señor en un momento particularmente difícil: fue Papa en un tiempo de inclemencia, con fuertes borrascas y granizadas. Con embestidas a babor y a estribor, a derecha e izquierda de la barca de Pedro. Todo un cambio de época. Y más de una tormenta le cayó encima.

Elegido papa con 66 años en junio de 1963, a la muerte de Juan XXIII, Pablo VI sirvió a la Iglesia durante quince años, hasta el 6 de agosto de 1978 en que murió. Dos años y medio de Concilio en sus tres últimas sesiones (de septiembre de 1963 a diciembre de 1965) y trece de duro y gozoso posconcilio.

Poco a poco, se ha ido haciendo justicia a este gran Papa, a este hombre de Iglesia, a la que amó profundamente y por la que, en aras de su unidad, sufrió mucho. No en vano, en su testamento dejó escrito:

Siento que la Iglesia me rodea: ¡Santa Iglesia, una, católica y apostólica, recibe con mi bendición y saludo, mi supremo acto de amor! (…) Ruego que el Concilio se lleve a término felizmente y se trate de cumplir con fidelidad sus prescripciones (…) Cierro los ojos sobre esta tierra doliente, dramática y magnífica, implorando una vez más sobre ella la Bondad divina. [2]

I. Montini y el norte italiano

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Recordamos hoy a Pablo VI como aquel Papa norteño (de la Italia del Norte), nacido en Concesio (1897), a pocos kilómetros de Brescia, admirador de los montes y montañas de su tierra; nostálgico siempre del verde prealpino y de aquellos colores amarillos del otoño que él evocaba en sus cartas y que dejaron honda huella en el alma sensible de Giovanni Battista Montini. Con veinte años, fascinado por el paisaje, escribía desde Verolavecchia, el hogar familiar de su madre, Giuditta Alghisi, una postal a los suyos, en la que decía:

Querría que la abuela viniese aquí abajo, a disfrutar del sol del otoño. La vendimia ha concluido, pero todavía queda uva para que la abuela y tía María hagan una de sus bebidas medicinales, preferidas. [3]

Su familia

Giuditta Alghisi Montini.

Giorgio Montini, padre de Pablo VI, paseando por Brescia en 1908. Fuente: Isacem.

La abuela Francesca, mamá Giuditta y una tía soltera (María) se encargaron de cuidarle con esmero e inculcarle los valores de la fe cristiana. Su padre, Giorgio Montini, abogado, periodista y diputado por el PPI (Partido Popular Italiano), le buscó buenos colegios, maestros y orientadores. Giambattista tuvo, además, dos hermanos, distintos a él, pero con los que congenió siempre: su hermano Francesco ejerció de médico (murió siendo Pablo VI papa); y el mayor, Ludovico, abogado, diputado y, más tarde, en 1963, senador de la República italiana. Con su hijo, Fausto Montini (uno de los sobrinos más queridos de Pablo VI), estuve hablando en Concesio, hace poco más de un año, con motivo del congreso, allí celebrado, sobre Pablo VI y el Concilio Vaticano II, y él guarda celosamente la memoria de la familia…

El trozo de tierra italiana donde Giovanni Battista Montini respiró su formación primera fue Brescia (via delle Grazie, 17), muy cerca del santuario de la Virgen de las Gracias. Allí estuvo su hogar familiar y espiritual. Montini tenía la marca que imprime el norte italiano… Norte y sur, en Italia, podríamos decir que marcan carácter. No es lo mismo haber nacido o haber crecido en Brescia, en Milán, en Turín o en Bérgamo (la tierra de Juan XXIII) que haber venido a este mundo en Nápoles, Salerno o Sicilia (sin quitarle ninguno de sus encantos al sur, donde se encuentran sencillos y nobles corazones).

¿Recuerdan ustedes aquella película de Luchino Visconti, Rocco e i suoi fratelli (Rocco y sus hermanos), cuando unos muchachos sencillos, apegados a su tierra del sur siciliano, llegan a Milán con su madre, la señora Paroni, (la mamma) buscando trabajo, y la gran urbe los degrada y literalmente los devora? Pablo VI era del norte italiano, lo cual no es una anécdota menor. El norte montañoso, verde, con sus tradiciones y su cultura. Pero, sobre todo, con sus industrias y sus grandes concentraciones de obreros en ciudades, como Milán, “buscándose la vida”. El norte rico.
Montini en 1920.

Alumno externo del seminario

Giovanni Battista Montini fue ordenado sacerdote (1920) en la catedral de Brescia, siendo muy joven, con 23 años, tras haber realizado como externo sus estudios del seminario, debido a su delicada salud. Conoció, siendo muy joven, los años trágicos de la Gran Guerra (algunos de sus amigos más mayores nunca volvieron del frente).

Su adolescencia estuvo espiritualmente cuidada y protegida al lado de los Oratorianos de Brescia, el padre Giulio Bevilacqua
y el padre Paolo Caresana. Allí hizo grandes amigos. Pronto fue enviado a ampliar estudios a Roma, residiendo en el seminario lombardo. Montini ya entonces amaba la vida interior, el estudio tranquilo, las relaciones sin prisas. En todo caso, Roma, después de Brescia, fue la “segunda patria” del futuro Pablo VI.

Lecturas de juventud

Las lecturas de Montini fueron las de los teólogos, filósofos y literatos que, en aquel momento, estaban en el candelero. Sus maestros se llamaron Jacques Maritain, Charles Journet, Henri de Lubac, Yves-Marie Congar, Jerôme Hamer

Es curioso constatar que todos habían sido grandes eclesiólogos y algunos, como Congar, pioneros del ecumenismo católico. Y todos o casi todos, del área francófona. Jean Villot, secretario de Estado en la Santa Sede con Pablo VI (1967) era, precisamente, francés. Todo lo cual llevó a algunos a tildarle de “afrancesado”. A Montini le gustaba la literatura de su tiempo (siendo joven sacerdote, había hecho una recensión para la revista Studium de El diario de un cura rural, de G. Bernanos), conocía la pintura y, en general, el arte del momento.

Si en los Museos Vaticanos se puede contemplar hoy una sección de “arte contemporáneo”, es gracias a una iniciativa suya. Un hombre de una total lucidez de pensamiento y de una gran fuerza de voluntad, de una tenacidad a prueba de bombas, que le llevó, en una ocasión, a decir aquello de “soy frágil, pero soy Pedro”.

Montini era, ciertamente, un hombre frágil; pero espiritualmente fuerte
y de una gran capacidad de trabajo.

II. Al servicio de la Iglesia

Montini en los años 30.

Giovanni Battista Montini se aclimató muy bien a la Ciudad Eterna. Y no porque en ella quisiera “hacer carrera”, sino porque Roma le ofrecía de todo para su formación: en la universidad de los jesuitas (la Gregoriana), se matriculó en filosofía; en la Facultad de Letras de la Sapienza (universidad civil de Roma), se aplicó a la filología clásica; pero donde tuvo que dedicarse a fondo fue en la Academia Diplomática de la Plaza de la Minerva, al lado del Panteón (1921).

Fue por obediencia a monseñor Pizzardo, sustituto de la Secretaría de Estado con Benedicto XV, ya que –según hemos dicho– su vocación específica como estudiante era la teología, las letras, el pensamiento, el arte. Muchas veces comentaba que, “por obediencia”, le había tocado hacer lo que no le complacía.

Con 26 años, en 1923, le enviaron a Polonia: fue como agregado a la Nunciatura Apostólica de Varsovia (“sin paga ni siquiera ropa de abrigo”, según dijo él). Una experiencia poco reconfortante, que solo duró seis meses. De regreso a Roma, se entregó a la animación cristiana de los grupos apostólicos juveniles, como consiliario (o asistente eclesiástico) de la Federación Universitaria Católica Italiana (FUCI), cargo que simultaneó con tareas de colaborador en la vaticana Secretaría de Estado.

Llegó a ser, de 1925 a 1933, consiliario nacional de la FUCI. Y tuvo que sufrir humillaciones, ya que fue invitado a presentar la dimisión por la animadversión que tenía hacia él un alto curial, “tocado” de la ideología mussoliniana. No olvidemos que Montini había bebido ya los vientos democráticos en el seno de su familia bresciana.

La sede de la FUCI fue arrasada por los fascistas. Montini cuenta cómo algunas de sus reuniones eran violentamente interrumpidas. decía Giovanni Battista en una carta a sus padres [4]:

El fascismo morirá de indigestión, si continúa así, y será vencido por su propia prepotencia.

Esto explica que monseñor Montini fuera muy crítico, aunque siempre prudente, con los Pactos de Letrán llevados a cabo por Pío XI (1929). La bota de Mussolini, pisando los mármoles vaticanos, le produjo malestar interior. Había que evitar pactos ideológicos con aquel régimen prepotente y excluyente y, por el contrario, lejos de las ideologías totalitarias –pensaba el futuro papa–, se debían reforzar las energías espirituales.

A Montini nunca le asfixió el trabajo curial, ya que supo compaginarlo con el trabajo apostólico entre los jóvenes de Acción Católica. No pocos, entre ellos, descubrieron la política como un servicio en la naciente Democracia Cristiana.

En la Curia vaticana

Con el papa Pio XII.

Su experiencia de curia y sus años como profesor de Historia de la Diplomacia Pontificia (1930-1937) tampoco le aprisionaron en las envaradas formas diplomáticas, sino que, con inquietud misionera, viajó por Francia, Alemania y Reino Unido. Le interesaba el genio cultural de los pueblos, su expresión en el arte y en la religiosidad.

En mayo de 1938 acompañó a Budapest al cardenal Eugenio Pacelli, legado pontificio en el 34º Congreso Eucarístico Internacional. Cuando Pacelli es elegido papa (1939), Montini tiene 42 años. En la Secretaría de Estado, al lado de Pío XII, es testigo de los acontecimientos terribles de la II Guerra Mundial. Montini redactó aquel dramático llamamiento de Pío XII:

¡Aún estamos a tiempo! ¡Nada se pierde con la paz! ¡Todo puede perderse con la guerra! [5]

Concluida la conflagración, viaja a América del Norte. Estamos ya en 1951, y por entonces Montini ha perdido el pelo de la cabeza, pero sus ideas siguen siendo claras respecto a la misión pastoral de la Iglesia en el “nuevo orden” que surge de la II Guerra Mundial.

Con 55 años es nombrado prosecretario de Estado para los asuntos ordinarios (o internos) de la Iglesia, al lado de monseñor Tardini, que se ocupó de los asuntos extraordinarios, y siempre bajo la autoridad del papa Pío XII, quien, tras la muerte del cardenal Maglione, secretario de Estado, dijo que no quería más secretarios y que lo que él necesitaba eran “ejecutores”, no personas que gobernaran a su lado.

Arzobispo de Milán

El 1 de noviembre de 1954, el papa Pacelli lo envió a Milán como arzobispo, consciente de su valía, para que adquiriera “rodaje pastoral” y en previsión de misiones más importantes. Un mes después, era ordenado obispo por el cardenal Eugenio Tisserant en la Basílica de San Pedro…

El papa Juan XXIII nombró cardenal a Montini.

Pastor, pues, durante casi diez años (1955-1963) en una de las Iglesias más grandes y complejas de Italia: la Iglesia de san Ambrosio de Milán. Con todos los problemas de una archidiócesis como es esta, en permanente misión, y con los conflictos del mundo obrero siempre a flor de piel.

En la Iglesia de Milán trabajó denodadamente en estos frentes: en el mundo obrero, con una misión popular de hondo calado (1957); en el mundo de la cultura, cerca de la Universidad Católica del Sagrado Corazón; con los jóvenes de las Asociaciones Cristianas de Trabajadores Italianos (ACLI); al lado de las inquietudes pastorales de los sacerdotes y sus parroquias (algunas de ellas, perdidas entre las montañas prealpinas).

En octubre de 1958, muere Pío XII y es elegido papa Juan XXIII. Entre los primeros cardenales que elige ‘el Papa bueno’, destaca Giovanni Battista Montini (consistorio del 15 de diciembre de 1958). Las cartas que Roncalli y Montini se intercambiaron, signo de amistad, son elocuentes y están publicadas por el Instituto Pablo VI, bajo la supervisión y cuidado del longevo Loris Capovilla, secretario particular del papa Roncalli [6].

En 1960 –todavía en Milán– su empuje misionero le lleva a Norteamérica y a Brasil. Dos años más tarde, en el verano de 1962, visitará algunas de la Iglesias jóvenes de África. Cuando regresa, se dispone a participar en la primera sesión del Concilio Vaticano II, inaugurado el 11 de octubre de 1962.

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III. EL PAPA DEL CONCILIO (introducción)

Él mismo se había preocupado de predicar entre los fieles de su archidiócesis la importancia del Concilio para la Iglesia [7]. Elegido, en 1961, miembro de la Comisión central preparatoria, el cardenal Montini contribuyó a vertebrar y dar unidad al elenco de temas propuestos para los debates, y se alineó enseguida con algunos escogidos miembros de la Comisión central, sobre todo de las Iglesias centroeuropeas: Döpfner, Alfrink, Bea, Léger y Maximos IV Saigh. Pronto estos prelados destacaron por ser la avanzadilla del Concilio…

Dice el historiador Giacomo Martina que, ya en la primera sesión, el cardenal de Milán había llegado a ser uno de los exponentes más conocidos de una línea de pensamiento teológico y pastoral que fue cobrando consensos siempre mayores con Giacomo Lercaro, arzobispo de Bolonia; con Léo Joseph Suenens, arzobispo belga de Malinas; y con el arzobispo alemán de Munich, Julius Döpfner, que llegó al Concilio teniendo cerca como asesor a un joven teólogo llamado Joseph Ratzinger [8].

El 3 de junio de 1963 se apagó la lámpara del papa Juan XXIII, que cerró los ojos a este mundo entre el reconocimiento de los hombres y mujeres de buena voluntad y las oraciones del mundo cristiano.

Siguientes apartados (suscriptores):

  • III. EL PAPA DEL CONCILIO (completo)
  • IV. UN PAPA CRUCIFICADO
  • V. TRANSFIGURACIÓN DE PABLO VI
  • CINCO PROPUESTAS PARA DESPUÉS DE UNA BEATIFICACIÓN

Perfil humano y eclesial de Pablo VI: En la beatificación del Papa Montini (PDF para suscriptores)

En el nº 2.913 de Vida Nueva

[1] Giselda Adornato, gran especialista en Montini –sobre todo, en su etapa como arzobispo de Milán–, tiene un libro con un título parecido: Pablo VI. El coraje de la modernidad (San Pablo, Madrid, 2010).
[2] Cf. Il Testamento, en Insegnamenti XVI (1978), pp. 592-594.
[3] “El texto original no dice ‘bebida preferida’, sino ampeloterapia (‘bebida medicinal’), que me es difícil traducir”: cf. N. VIAN (ed.), Lettere ai familiari (2 vol.) (Istituto Paolo VI-Studium, Brescia-Roma, 1986, 1001). Cita en: E. DE LA HERA, La noche transfigurada (Biografía de Pablo VI), BAC, Madrid, 2002, p. 22.
[4] Cf. G. ADORNATO, Pablo VI. El coraje de la modernidad, o. c., p. 34.
[5] Cf. E. DE LA HERA, La noche transfigurada, BAC, Madrid, 2002, p. 294.
[6] L. F. CAPOVILLA, Giovanni e Paolo. Due Papi. Saggio di corresppondenza (1925-1962), en Studium (Quaderni dell’Istituto Paolo VI, 2), Brescia, 1982.
[7] En la Cuaresma de 1962, sacó a la luz una carta pastoral (Pensemos en el Concilio) importante para conocer las expectativas de Montini en torno al Vaticano II.
[8] Cf. G. MARTINA, Paolo VI e la ripresa del Concilio, en Istituto Paolo VI, Paolo VI e i problemi eclesiologici al Concilio, en Studium, Brescia, 1989, pp. 23-24.

  • Película biográfica de Pablo VI: El Papa en la tempestad (Fabrizio Costa, 2008):

Video by RAI

© Radiotelevisione Italiana

LEA TAMBIÉN:

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“Palabra viva y encarnada”, por Carlos Ayala Ramírez

Jueves, 2 de octubre de 2014
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2014_09_carlos-ayala-bibliaLeído en Adital

El último domingo de septiembre se celebra el Día de la Biblia. Sabemos que esta es fundamental para la fe cristiana. El teólogo Rafael de Sivatte, en su libro Dios camina con los pobres, nos dice que en el Antiguo Testamento se narra la historia de un pueblo al que Dios animó y acompañó en su camino de liberación de la esclavitud, y con el que hizo una alianza. De ese pueblo surgiría Jesús (el Mesías, el Siervo de Yahvé, el Hijo del Hombre). El Nuevo Testamento da fe de Jesús de Nazaret (el nuevo ser humano, el Hijo de Dios), al que no se le puede comprender en profundidad sin comprender la historia y el pueblo del que surgió. La Biblia, pues, es como una biblioteca, un conjunto de libros en el que un pueblo fue formulando y transmitiendo sus experiencias de Dios. No está escrita, por tanto, por una u otra persona, sino por todo un pueblo creyente que, a lo largo de muchos siglos de historia, en diferentes lugares (Egipto, Mesopotamia, Judá-Sur, Israel-Norte, Canaán), con diferentes estilos o géneros literarios (cuentos, poesías, leyendas, proverbios, refranes), fue poniendo por escrito su experiencia de fe. En definitiva, en la Biblia nos encontramos con la larga historia de un pueblo creyente.

Antes que un catálogo de verdades, la Biblia es la manifestación de la gracia, el amor y la misericordia de Dios para nosotros. Su objetivo principal y el de su interpretación es ayudar al pueblo a descubrir la presencia amigable y gratuita de ese Dios y experimentar su amor liberador. La certeza mayor que la Biblia nos comunica es que Dios escucha el clamor de su pueblo oprimido. Él está presente en la vida y en la historia de este pueblo, y lo ayuda en su liberación. Este es el núcleo de toda la revelación, expresado en el nombre Yahvé, Dios con nosotros. Por el misterio de la encarnación, la Palabra de Dios asume las características y formas de lenguaje humano. La palabra de Dios no es abstracta, ajena al curso de la historia. En la Sagrada Escritura, Dios habló a través de los seres humanos en leguaje humano. Por ello, debe ser interpretada también con la ayuda de los criterios que se usan para interpretar el lenguaje humano, es decir, con la ayuda de la investigación histórica, la arqueología, la crítica literaria, entre otras.

El papa Francisco, en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, propone algunas orientaciones para el estudio de la Biblia que, en principio, van dirigidas a los predicadores, pero también pueden ayudar a las comunidades y al cristiano en particular.

En primer lugar, hay que descubrir el mensaje principal. Ante todo, según el papa, conviene estar seguros de comprender adecuadamente el significado de las palabras que leemos. En este sentido, advierte que el texto bíblico que estudiamos tiene dos mil o tres mil años; por tanto, su lenguaje es muy distinto del que usamos ahora. Por más que nos parezca entender las palabras, que están traducidas a nuestra lengua, eso no significa que comprendamos correctamente lo quería expresar el escritor. De ahí la importancia de informarnos de los diversos recursos que ofrece el análisis literario, para acceder al mensaje central que el autor quiere transmitir, lo cual implica no solo reconocer una idea, sino también el efecto que ese autor ha querido producir.

Por ejemplo, explica el papa, “si un texto fue escrito para consolar, no debería ser utilizado para corregir errores; si fue escrito para exhortar, no debería ser utilizado para adoctrinar; si fue escrito para enseñar algo sobre Dios, no debería ser utilizado para explicar diversas opiniones teológicas; si fue escrito para motivar la alabanza o la tarea misionera, no lo utilicemos para informar acerca de las últimas noticias”.

En segundo lugar, hay que tener una gran familiaridad personal con la Palabra de Dios. Este criterio recomienda que no solo se conozca el aspecto lingüístico o exegético del texto, sino que también es necesario acercarse a la Palabra con un corazón dócil y orante, para que ella penetre a fondo en nuestros pensamientos y sentimientos. En este sentido, se recuerda que Jesús se irritaba frente a los pretendidos maestros, muy exigentes con los demás, pero incapaces de dejarse iluminar por la Palabra. La necesidad de escucharla con apertura sincera, dejando que toque la propia vida, que la interpele, que la exhorte y movilice, es fundamental si no se quiere ser un “falso profeta, un estafador o un charlatán vacío”, sentencia el papa.

En tercer lugar, se plantea una forma concreta de escuchar la Palabra y dejarse transformar por el Espíritu presente en ella: la lectura espiritual del texto, esto es, escuchar y descubrir la palabra de Dios en la vida, la oración y el compromiso. En este contexto, es bueno y oportuno preguntarse ¿qué me dice a mí el texto?, ¿qué quiere cambiar de mi vida con este mensaje?, ¿qué me molesta en este texto?, ¿por qué esto no me interesa? O bien, ¿qué me agrada?, ¿qué me estimula de esta Palabra?, ¿qué me atrae y por qué? En definitiva, afirma Francisco, se trata de mirar “con sinceridad la propia existencia y presentarnos sin mentiras ante Dios, dispuestos a seguir creciendo, y de que le pidamos a Él lo que todavía no podemos lograr”.

En cuarto lugar, hay que tener un oído en el pueblo, es decir, no solo se trata de ser un contemplativo de la Palabra, sino también un contemplativo del pueblo. Al respecto, Francisco señala que “hay que conectar el mensaje del texto bíblico con una situación humana, con una experiencia que necesite la luz de la Palabra (…) Lo que se procura descubrir es lo que el Señor desea decir en una determinada circunstancia”. Este aspecto fue también señalado con vehemencia por Pablo VI, en su Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, al plantear que la evangelización no estará completa si no tiene en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida, personal y social. De ahí la necesidad de que la evangelización lleve consigo un mensaje explícito adaptado a las diversas situaciones y constantemente actualizado a la vida de las personas y los pueblos. En frase del papa Francisco: “Partir de un hecho para que la Palabra pueda resonar con fuerza en su invitación a la conversión, a la adoración, a actitudes de fraternidad y de servicio”.

Finalmente, el pontífice aconseja que no solo hay que dar importancia a los contenidos del mensaje bíblico, sino a las formas concretas de enseñarlos. En este sentido, sugiere usar imágenes en la predicación. Explica que “una imagen atractiva hace que el mensaje se sienta como algo familiar, cercano, posible, conectado con la propia vida”. Cuidar la forma significa que la enseñanza bíblica debe contener una idea, un sentimiento, una imagen. Que debe ser sencilla, clara, directa, y adaptada a la realidad de los interlocutores. El Concilio Vaticano II recomendó la lectura habitual de la Biblia. Pero no por simple curiosidad, interés cultural o afán proselitista. La razón de fondo es más decisiva: “Porque el desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo”. Y Cristo es la Buena Noticia de Dios para los pobres y para los hombres y mujeres que construyen un mundo humano.

23/09/2014

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La capa magna del arzobispo Cañizares causa furor en Twitter

Lunes, 1 de septiembre de 2014
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1409398620670canizares fotogalc4El cardenal Antonio Cañizares, portando la mayestética capa.

Católicos progresistas denuncian que el Papa deja a España fuera de su reforma

El Papa jubila a Rouco Varela

El nuevo prelado de Valencia se enfundó la prenda, de más de cinco metros de longitud y en franco desuso desde que Pablo VI la desaconsejara en 1969, en la ordenación de dos sacerdotes.

El polémico cardenal Antonio Cañizares, nuevo arzobispo de Valencia en sustitución de Carlos Osoro, que a su vez releverá a Rouco Valera como prelado de Madrid, es conocido como uno de los miembros más conservadores del episcopado español.

En 2009, llegó a afirmar que “no es comparable lo que haya podido pasar en unos cuantos colegios, con los millones de vidas destruidas por el aborto” para justificar los abusos a menores en el seno de la Iglesia católica.

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Cañizares, arzobispo de Toledo de 2002 de 2008, eligió portar una ‘capa magna‘ en la ordenación de dos sacerdotes en 2007, una prenda que el papa Pablo VI desaconsejó en 1969. La prenda, de más de cinco metros de longitud, requiere de un ayudante que sostenga su tramo final (más imágenes) y ha provocado numerosos comentarios en tono de mofa en Twitter.

Antes de ser elegido arzobispo de Valencia por el papa Francisco, Cañizares ocupaba desde 2008 la prefectura de la Congregación Vaticana para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, la división de la Curia Romana encargada de la mayoría de los asuntos relacionados con la Liturgia de la Iglesia Católica y el ritual de los Sacramentos.

La imagen de Cañizares con la capa magna, que los usuarios de redes sociales han recuperado con motivo de su nombramiento, contratasta con la reforma que quiere imponer Jorge Bergoglio en la Iglesia católica, que pretende acercarla a los pobres, recuperar la humildad de las instituciones eclesiásticas y hacerlas más empáticas con las necesidades del pueblo.

Fuente Público

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“La decisión más importante”. 27 de julio de 2014. 17 tiempo ordinario (A). Mateo 13, 44-52.

Domingo, 27 de julio de 2014
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40-OrdinarioA17El evangelio recoge dos breves parábolas de Jesús con un mismo mensaje. En ambos relatos, el protagonista descubre un tesoro enormemente valioso o una perla de valor incalculable. Y los dos reaccionan del mismo modo: venden con alegría y decisión lo que tienen, y se hacen con el tesoro o la perla. Según Jesús, así reaccionan los que descubren el reino de Dios.

Al parecer, Jesús teme que la gente le siga por intereses diversos, sin descubrir lo más atractivo e importante: ese proyecto apasionante del Padre, que consiste en conducir a la humanidad hacia un mundo más justo, fraterno y dichoso, encaminándolo así hacia su salvación definitiva en Dios.

¿Qué podemos decir hoy después de veinte siglos de cristianismo? ¿Por qué tantos cristianos buenos viven encerrados en su práctica religiosa con la sensación de no haber descubierto en ella ningún “tesoro”? ¿Dónde está la raíz última de esa falta de entusiasmo y alegría en no pocos ámbitos de nuestra Iglesia, incapaz de atraer hacia el núcleo del Evangelio a tantos hombres y mujeres que se van alejando de ella, sin renunciar por eso a Dios ni a Jesús?

Después del Concilio, Pablo VI hizo esta afirmación rotunda: ”Solo el reino de Dios es absoluto. Todo lo demás es relativo”. Años más tarde, Juan Pablo II lo reafirmó diciendo: “La Iglesia no es ella su propio fin, pues está orientada al reino de Dios del cual es germen, signo e instrumento”. El Papa Francisco nos viene repitiendo: “El proyecto de Jesús es instaurar el reino de Dios”.

Si ésta es la fe de la Iglesia, ¿por qué hay cristianos que ni siquiera han oído hablar de ese proyecto que Jesús llamaba “reino de Dios”? ¿Por qué no saben que la pasión que animó toda la vida de Jesús, la razón de ser y el objetivo de toda su actuación, fue anunciar y promover ese proyecto humanizador del Padre: buscar el reino de Dios y su justicia?

La Iglesia no puede renovarse desde su raíz si no descubre el “tesoro” del reino de Dios. No es lo mismo llamar a los cristianos a colaborar con Dios en su gran proyecto de hacer un mundo más humano, que vivir distraídos en prácticas y costumbres que nos hacen olvidar el verdadero núcleo del Evangelio.

El Papa Francisco nos está diciendo que “el reino de Dios nos reclama”. Este grito nos llega desde el corazón mismo del Evangelio. Lo hemos de escuchar. Seguramente, la decisión más importante que hemos de tomar hoy en la Iglesia y en nuestras comunidades cristianas es la de recuperar el proyecto del reino de Dios con alegría y entusiasmo.

José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Contribuye a descubrir el tesoro oculto del reino de Dios. Pásalo.

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Otra Iglesia. Clero disidente durante la Segunda República y la guerra civil

Martes, 3 de junio de 2014
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OtraIglesiaEl historiador coordina “Otra Iglesia. Clero disidente durante la Segunda República y la Guerra Civil”

Feliciano Montero: “Hay mártires en los dos bandos, también entre los curas de izquierdas”

“No se trataba de una cruzada religiosa, la guerra no podía justificarse religiosamente”

El canónigo que eligió al pueblo frente a Franco

(Jesús Bastante).- Feliciano Montero es uno de los compiladores de Otra Iglesia. Clero disidente durante la Segunda República y la Guerra Civil, una obra publicada por la editorial Trea. El libro narra las vidas de aquellos curas disidentes o militantes de izquierdas que, según Feliciano, “también son santos” (en el sentido laico de la palabra) puesto que en muchos casos ejercieron actos heroicos como salvar la vida de personas de derechas.

Hay mártires en los dos bandos, también en el bloque de los curas de izquierdas, afirma Montero, lamentando que las historias de estos sacerdotes hayan sido en su mayoría olvidadas. “Los únicos que nunca perdieron la memoria de lo que habían sido durante la guerra y la República fueron los curas vascos”, opina el compilador del libro.

Como historiador, Feliciano es consciente de que “la historia de la República y de la Guerra Civil no pondera demasiado las posiciones de centro”. Y esto se debe, a su parecer, a que “la guerra elimina los matices, hay que definirse en blanco o negro”.

 El libro trata un tema polémico, controvertido y poco conocido. ¿Por qué hablar de “otra Iglesia”?

Porque los curas biografiados en el libro tienen ciertamente una trayectoria diferente a la que fue la posición mayoritaria, y la más conocida y reconocida en la historia de la Iglesia española.

¿Existen características comunes para poder definir a esos curas?

Fundamentalmente son clérigos que entran en un proceso de conversión hacia valores democráticos y republicanos, a través del compromiso social o de ciertos contactos del mundo exterior a la Iglesia católica. Son personas que van convirtiéndose a esos valores, lo que hace que, cuando llega la República, se encuentran a gusto. De una manera bastante natural. Y después, ante la situación dramática y crítica de la Guerra Civil, según dónde les pilla, asumen posiciones heterodoxas para lo que era la posición dominante en la Iglesia.

¿Fue compatible en esos casos la identificación de los valores republicanos o de izquierdas y la pertenencia a la Iglesia?

 Era peligroso, pero desde luego sí era compatible. Más allá de las biografías más excepcionales de estos curas, durante la República la mayor parte de la población creo que fue sinceramente católica pero a la vez aceptó la República. En algunos casos de manera accidentalista o posibilista, como “mal menor” según la teoría de León XIII. Pero en otros casos, aunque fuera un sector minoritario, se aceptó con más convicción. Aunque ciertamente al estallar la guerra la cosa se complicó mucho más. La compatibilidad se hizo muy difícil, prácticamente imposible.

¿Se sintieron esos curas abandonados por su Iglesia, por su jerarquía?

Sí. La guerra supuso una ruptura para toda la sociedad española. Creo que la historia de la República y de la Guerra Civil a veces no pondera demasiado las posiciones de centro. Es decir, los matices. La guerra elimina los matices, hay que definirse en blanco o negro. De ahí que todos los que estuvieran en una posición matizada eligieron el exilio para simplemente desaparecer. En el caso de los curas también. Muchos de ellos fueron también perseguidos y suspendidos de su cargo, aunque algunos de ellos lograron posteriormente rehabilitarse.

¿Fueron los obispos mediadores en el conflicto, o se comportaron de manera opuesta? Sabemos que en el 37 declararon el alzamiento como una gran cruzada. ¿Hubo posturas diferentes por parte de algunos obispos o sacerdotes concretos?

Justamente los sacerdotes que aparecen en el libro son el testimonio de aquellos que fueron enemigos del golpe de Estado de Franco. Hubo curas muy conocidos que asumieron una tarea de propaganda en defensa de la República en medios católicos extranjeros, criticando la legitimidad religiosa de la guerra. De modo que estuvieron claramente enfrentados con la pastoral colectiva en esa guerra de propaganda.

Guerras de propaganda hay en todas las guerras, pero en el caso de España lo que se discutía era el carácter religioso o no de la Guerra Civil.

¿Cree que tenia un carácter religioso la Guerra Civil?

Creo que en parte sí. Pienso que con la distancia histórica que tenemos hoy, y desde una mentalidad post-conciliar con la que me identifico, es muy fácil desmontar eso. Pero creo que hay que colocarse en el contexto de la época y escuchar los testimonios de la gente que vivió aquello de cerca, sus autopercepciones. Una cosa es que Franco y los militares utilizaran el elemento religioso, sobre todo cuando le guerra se consolidó, para favorecer claramente su posición (y en esta operación entraron los obispos, que se dejaron utilizar por el régimen, o se utilizaron recíprocamente); y otra cosa es que efectivamente los fieles, los católicos, vivieran la experiencia de la guerra con carácter religioso. Y yo creo que para bastantes de los que participaron en la guerra, fue así. Y no cabe que nosotros desautoricemos sus percepciones. ¿Quiénes somos nosotros para desautorizar a quienes vivieron situaciones tan dramáticas, en las que les iba la vida? Tenían sus condicionamientos, como tenemos nosotros los nuestros. Pero precisamente el trabajo del historiador es tratar de comprender el contexto de la época, intentar situarse en él. Desautorizarlo o descalificarlo desde parámetros posteriores no tiene mucho sentido. Aunque se tenga que reconocer, por supuesto, que hubo una manipulación y una utilización de ese carácter religioso, y que se trató de transmitir al catolicismo internacional (no sólo español) que había un respaldo de la Iglesia hacia un determinado bando, a pesar de que medios franceses y belgas habían publicado que no. Que no se trataba de una cruzada religiosa, y que la guerra no podía justificarse religiosamente.

Como historiador, ¿cómo ves los procesos de beatificación de los mártires de la Guerra Civil?

Hay que reconocer que es llamativa la evolución de la política de la Iglesia al respecto. Hay un momento, en torno al 63 o 64, en que Pablo VI decidió que se paraban esos procesos, y se paralizaron los que habían empezado inmediatamente después de la guerra. El importantísimo libro de Antonio Montero sobre la persecución religiosa está hecho en buena medida sobre la base de los estudios previos sobre esos procesos, que estaban demasiado recientes. Leer más…

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Pablo VI será beatificado en octubre.

Viernes, 9 de mayo de 2014
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pppabloviEl Papa Montini será beato a petición del Sínodo de los Obispos

Cumplió con la gran misión de llevar a puerto el Concilio Vaticano II

El Papa Pablo VI, cuyo pontificado abarcó el periodo 1963-1978, será beatificado el 19 de octubre de este año, luego que cardenales y obispos de la Congregación para la Causa de los Santos confirmara el milagro atribuido en la cura inexplicable de un niño todavía no nacido.

Según informa la agencia de noticias ANSA, Giovanni Battista Montini será beato a petición del Sínodo de los Obispos, órganos instituido por el propio Pablo VI.

El Papa cumplió con la gran misión de llevar a puerto el Concilio Vaticano II. Su peregrinaje a Jerusalén y Tierra Santa, marcado por el encuentro con el patriarca de la Iglesia ortodoxa fue histórico.

Los objetivos básicos de su papado fueron proseguir el Concilio, la paz en el mundo y la unidad de los cristianos.

Asimismo, recibió al ministro de Asuntos Exteriores de la entonces URSS, Gromyko, en 1966, pero sus diversos contactos con países del Este no supusieron grandes cambios en las relaciones entre ambas partes. Sí fueron espectaculares los resultados de la política de acercamiento a la Iglesia oriental, como el encuentro fraternal con el Patriarca Atenágoras de 1967 en Constantinopla.

El Papa no cejó en sus viajes. Tras su desplazamiento a Tierra Santa de 1964, estuvo en el congreso eucarístico de Bombay en el mismo año; en 1965 visitó Nueva York; en 1967, Fátima; un año después, Bogotá; en 1969 estuvo en Ginebra y África, y en 1970 viajó por Extremo Oriente. Pese a no tener la popularidad de su predecesor, Pablo VI realizó un intenso trabajo. (RD/Agencias)

Fuente Religión Digital

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¿Expulsado de la fila? Pablo VI, una gran memoria.

Jueves, 1 de mayo de 2014
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pabloVI--644x362Coincido plenamente con el autor… Del blog de Xabier Pikaza:

Lo ha podido ver hasta el más torpe de la clase, al mirar en la tele las grandes celebraciones del domingo.

— Santo el Papa anterior, Juan XXIII.
— Santo el siguiente, Juan Pablo II.
— Él nada, su silla de santo vacía (27.4.14).

Tan grande ha sido el impacto creado por su hueco que un adolescente, casi niño, me ha preguntado si le han “echado” del Vaticano. Le he dicho que no, que no es eso, que Pablo VI es muy importante, pero no le he convencido.

¡Y yo tampoco he quedado del todo convencido de mis argumentos! Por eso protesto (sin entrar en el tema de Juan Pablo I, el papa del mes, que bastante tuvo con morirse a tiempo). Por eso he querido escribir esta postal, rompiendo una lanza por Pablo VI, aunque no sea totalmente un santo de toda mi devoción.

Así protesto contra éste agravio comparativo. Ciertamente, Juan XXIII tiene galones para santo. Pero ahí podíamos parar. O todos los papas del siglo XX santos (los que estudié en la postal del otro día), por decreto precedente, o ninguno.

pablo_vi_sacerdotePablo VI, joven sacerdote

Un papa como un castillo

Era papa (1964-1978) cuando yo estaba en Roma de estudiante (1965-1970). Íbamos alguna vez a verle en el balcón, aunque no mucho, visitábamos más la biblioteca del Bíblico de la P. de la Pilotta. Después le vi y le tuve muy de cerca el año 1974, estando de Capítulo en Roma, en una audiencia, a mi lado, a dos pasos, serio, tristón cara de santo. Me dio mucha pena, tan metido en sí mismo. Me miró y le guiñe el ojo, como en signo de complicidad, diciéndole: “ánimo, muchacho, no tengas miedo, que la Iglesia sigue”. No me hizo caso, parecía inescrutable. Evidentemente, estaba en otros temas, de los que seguiré hablando.

Presentaré los grandes valores de Pablo VI, evocaré sus (a mi juicio) grandes limitaciones. Pero desde aquí quiero decir que es un Papa a quien amo y admiro, protestando contra todos los que le han echado la culpa de los males de la Iglesia posterior.

Fue un papa culto, de hondo humanismo, con un sentido fuerte de la libertad y la grandeza de la vida. Agarró el toro por los cuernos y quiso ser fiel al concilio, cuando Juan XXIII tuvo la ocurrencia de morirse, justo cuando el Concilio andaba más líado (el año 1963). Esa si que fue jugada. Mucho en marcha el Concilio, lió la madeja, dejando casi todo patas arriba, con todos los santos padres conciliares discutiendo y se fue al cielo, que era su sitio. Ese fue Juan XXIII.

Pablo VI, artífice del Concilio, un Papa lleno de valores.

El que se cargó con el pato del Concilio fue Pablo VI, y lo hizo bien. Agarró el Concilio por los mismísimos meollos y lo sacó adelante, como un titán. Nadie podría haberlo hecho como él, aunque algunos le tildamos ya entonces de miedoso, en varios asuntos que no es momento de recordar. Ese es su mérito. Por eso habría que hacerle santo sin más, o no pararse en Juan XXIII que fue una excepción, y no seguir con Juan Pablo II y hacerle santo, que es mezclarlo todo.

Quiso ser fiel al Concilio, pero tuvo quizá miedo a sus posibles consecuencias, en un mundo cambiante. Empezó a viajar fuera del Vaticano, como gran embajador de la Iglesia, que él presentaba como experta en humanidad, y asumió «la voz de los pobres, de los desheredados, de los sufrientes, de aquellos que anhelan la justicia, la dignidad de la vida, la libertad, el bienestar y el progreso” (cf. Discurso en la ONU, 4, 10, 1965).

Grandes logros, un Papa con galones.

Entre sus gestos eclesiales básicos pueden citarse:

300px-Entrevista_2‒ Con Atenágoras, fin de un milenio de enfrentamientos. El 7 de agosto de 1965 Pablo VI de Roma y Atenágoras, patriarca de Constantinopla levantaban la excomunión que sus predecesores habían dictado el año 1054. Terminaban así más de novecientos años de condenas mutuas. Ciertamente, ese gesto no resolvía todos los problemas, ni llevaba a la plena comunión de las iglesias, pero abría un camino nuevo de confianza y diálogo que aún no ha culminado, pues quedan pendientes no sólo cuestiones de interpretación del pasado, sino también del futuro de la Iglesia.

‒ Nueva forma de colegialidad. Con el Motu proprio “Apostólica sollicitudo” (15 IX 1965), instituyó las conferencias episcopales, un nuevo tipo de división y administración eclesial (antes habían existido patriarcados e iglesias nacionales e imperiales, con el valor y riesgo que ello a veces implicaba, pero no conferencias episcopales). De esa forma iniciaba un camino problemático y prometedor de transformación eclesial cuyos resultados no pueden valorarse todavía (año 2013), por las trabas y dificultades que este tipo de estructura está encontrando.

‒ Índice de libros prohibidos, libertad de pensamiento. El 14 de junio de 1966 (notificación de la Congregación de la Doctrina de la fe: Post Litteras apostolicas), el papa suprimió el Índice de Libros prohibidos (creado el año 1559), que había comprimido la conciencia católica durante cuatro siglos. Según eso, la formación y cultura de los cristianos adultos quedaba en manos de su libre responsabilidad. Sólo debían ser aprobadas por la Iglesia las traducciones católicas de la Biblia, los textos litúrgicos y los manuales catequéticos oficiales. Esta decisión ha permitido un impulso cultural católico sin precedentes, aunque algunos sectores eclesiales añoren los tiempos anteriores. Con ese gesto abrió las puertas y ventanas de la teología y del pensamiento a la verdad, a la búsqueda, a la confianza.

6a00d8341bfb1653ef017c38b1a41e970bCon el General de la Compañía de Jesús, Pedro Arrupe

‒Ecclesiam Suam (Su Iglesia, 1964), un programa de diálogo. Fue la primera y más importante de las encíclicas de Pablo VI (y quizá de la Iglesia moderna). El Papa recoge y expone en ella su programa de vida cristiana, centrada en el diálogo, en todos los planos de la vida: Con el mundo y la cultura, con las diversas religiones, con las iglesias no católicas, entre los diversos grupos de la Iglesia. Por esta encíclica, que aún no ha sido plenamente “recibida”, Pablo VI sigue siendo el papa de un Evangelio dialogal, en la línea de los primeros concilios (siglos IV-VII) y del conciliarismo del XV, de manera que la misma razón se interpreta como diálogo, es decir, como forma de ser en comunión. Nadie, ni antes ni después, habló como él del diálogo como esencia de la vida humana y como centro de la Iglesia. Nunca se había escrito un documento como éste.

‒ Populorum Progressio (El progreso de los pueblos, 1967), desarrollo humano al servicio de la paz. A Juan XXIII le había interesado ante todo “la paz en la tierra” (Pacem in Terris, 1963). Pablo VI ha pensado más en claves de progreso, en un momento en que los antiguos pueblos coloniales (Tercer Mundo) estaban alcanzando su independencia, para entrar en el concierto de los países llamados libres. A su juicio, la solución de los problemas políticos y sociales implica un desarrollo armónico y solidario de los pueblos (más que de los estados), por encima de las oposiciones y riesgos del capitalismo y del comunismo. Todo parece indicar que tras cuarenta y cinco años de andadura conflictiva sus deseos no se han cumplido, pues el progreso de unos ha implicado el retroceso sangrante de otros (de la mayoría). Se equivocó en la forma de entender el progreso como liberador. Hoy pasados casi cincuenta años los sabemos muy bien, pero su intención era buena…

‒ Evangelii nuntiandi, El evangelio y la liberación (1975). Asumió el motivo de la Evangelización, pero de un modo serio (no como después han hecho otros papas, cerrando caminos). Su encíclica ha sido y sigue siendo el mejor testimonio de apertura de la Iglesia de Roma a las corrientes de la vida, de la justicia social, de la transformación de las estructuras de la Iglesia. Este Encíclica estuvo y sigue estando en la base de la nueva iglesia de América Latina y del mundo entero, en línea de libertad real, de encarnación, de comunión.

Un Papa de miedos, tres problemas…

Era el momento de la gran transformación, eran los años en que podía haberse puesto en marcha la nueva iglesia, con inmenso impulsos. Pero en un momento dado el Papa tuvo miedo, miedo de que la Iglesia se le fuera de la mano. Pensó, quizá, que los ángeles que el Juan XXIII y el Vaticano II habían soldado a los aires de la vida podían volverse demonios, y así tuvo tres gestos que han marcado la vida de la Iglesia hasta el día de hoy, de forma negativa. Éstos son sus tres gestos más significativos, en orden cronológico:

‒ Sacerdotalis Caelibatus (1967), cerrojazo al “avance” del clero. Había acabado hace dos años el Concilio, todos esperábamos que el Papa moviera ficha. Había empezado la inmensa lista de peticiones de abandono de los ministerios por el tema del celibato, miles y miles. Todos esperábamos, digo, que el Papa moviera ficha. Recuerdo que estaba en Roma, con la ingenuidad de una iglesia en marcha. Pero el Papa tuvo miedo, un miedo inmenso. Tenía el Concilio en sus manos, pero quiso que todo siguiera igual en el clero. Concedió dispensas y dispensas, pero quedó triste. No tuvo ánimos para abrir nuevos caminos, formas distintas de ministerios, sin suprimir del todo el celibato, pero trazando otras vías… El problema se enquistó, y aumento, y aumentó en los años posteriores… Fue una tristeza, de manera que lo que no hizo él se tendrá que hacer cincuenta años después, pero ya peor, a la defensiva.

DOCU_GRUPO John F. Kennedy, Pope Paul VICon John F. Kennedy

‒ Humanae Vitae (De la vida humana, 1968), miedo al amor de la vida. Es una encíclica espléndida sobre el sentido y despliegue de la realidad humana, en el plano biológico, psicológico y espiritual. Pues bien, su influjo ha quedado determinado (¿dañado?) por un tema que en el conjunto de la encíclica parece secundario, pero que ha sido determinante hasta hoy (2013): La prohibición de los métodos artificiales para evitar el embarazo (anticonceptivos). Esa decisión la tomó el mismo papa, quizá por miedo, después que una parte considerable de los expertos se pronunciara en sentido contrario o pensara que era mejor dejar el tema abierto. A la vista de las consecuencias del tema (y viendo que una mayoría de católicos no cumple la norma papal), muchos opinan que el tema no estaba aún maduro para tomar una decisión distinta. Pero aquel gran Papa miedoso que fue Pablo VI pudo y debió haberla tomad. Seguimos sufriendo todavía las consecuencias de su decisión negativa. Una inmensa mayoría de la iglesia se ha desenganchado en este campo de la doctrina del Papa.

‒ Inter Insigniores (Prohibición de la ordenación ministerial de las mujeres, 1976). Era el momento adecuado. Así lo confiesa el mismo texto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en un texto preparado por el mismo Papa, el 15 de octubre de 1976, fiesta de Santa Teresa de Jesús…, una mujer “ordenada”. Era el momento, y lo confiesa el mismo texto, citando las palabras de Juan XXIII (Pacem in terris, 1963), cuando dice que las mujeres entran y deben entrar en la vida pública (en especial entre los cristianos). Todos esperábamos un paso en adelante. Pero Pablo VI tuvo otra vez miedo, cerró las puertas… y así dejó el tema empantanado y envenenado hasta el día de hoy. Entonces lo podía haber hecho, haber abierto una puerta, haber trazado un camino. Muchos pensamos que quiso hacerlo, pero tuvo miedo. Vino por aquellos días K. Rahner a Salamanca y nos contó la verdad del tema. Fue una pena que Pablo VI no hubiera sido Juan XXIII.

Conclusión

Entre los grandes valores y los miedos de Pablo VI (celibato, mujeres, anticonceptivos…) han terminado casi dominando los miedos, en temas que siguen pendientes. A pesar de ello fue un inmenso Papa, que había tomado y guiado el Concilio por los cuernos. Me daba pena cuando le vi de cerca y le guiñé con el ojo izquierdo. Ahora me siento contento por él.

No me hace falta que la hagan santo, pero el hecho de que esté Juan XXIII (con galones propios) y Juan Pablo II (uno delante de él, otro detrás)… y que a él le hayan echado de la fila (¡con el pobre Juan Pablo I!) me da una rabia inmensa. Es un agravio comparativo.

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El Papa podría viajar a Uganda para venerar a los “mártires” que se “revelaron” contra “la homosexualidad”.

Sábado, 1 de marzo de 2014
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35586Si así se presenta este viaje, descontextualizado y con un carácter homófobo sin ninguna condena a la homofobia que sufren miles y miles de personas LGTB a causa de una política devastadora, sencillamente resultaría repugnante y vergonzoso.   Francisco sólo puede visitar Uganda para condenar la política homófoba de su gobierno. Lo contrario sería cruzar una línea roja que no debiera cruzar jamás… Ojito Francisco que  esto roza la inmisericordia… Leemos en Ragap:

Banco mundial suspende $90 a Uganda por su ley homófoba

ILGALAC rechaza legislación anti-gay de Uganda

Lo que faltaba. El Papa Francisco viajará a Uganda el próximo mes de octubre con el objetivo de venerar a los “mártires” que se levantaron contra el sexo gay en el siglo XIX.

El primer ministro ugandés Amama Mbabazi confirma que el líder de la jerarquía católica ha aceptado la invitación de asistir a las celebraciones del 50 aniversario de la canonización de los “mártires de Uganda”, según el diario local New Vision. El anuncio tuvo lugar semanas antes de que el Presidente Yoweri Museveni firmara la ley que criminaliza la homosexualidad, y que ha traído consigo el rechazo de buena parte de la comunidad internacional.

El Vaticano, sin embargo, aún no ha confirmado la visita al país africano. En cualquier caso, Francisco podría aprovechar el viaje al continente para amonestar a los obispos que apoyan las leyes anti gays, tanto en este país como en otros, como sí hizo Justin Welby, líder de la Iglesia Anglicana, quien también tiene previsto viajar próximamente a África.

Mwanga01imagesSe dice que os mártires,  murieron entre 1885 y 1887, se negaron a mantener relaciones sexuales con el rey Mwanga II de Buganda (en la fotografía de la derecha), y fueron condenados a la muerte en la hoguera.  En Uganda la homofobia campa hoy en día a sus anchas, más aún cuando tienen previsto castigar la homosexualidad con pena de muerte. Pero parece que no siempre ha sido así. A finales del siglo XIX, ocurría todo lo contrario. Según hemos podido saber a partir de un informe publicado por la ONG Sexual Minorities Uganda (SMUG) en el que se demuestra que la homosexualidad no llegó a África desde Occidente, hubo un rey gay justo antes de la colonización británica en 1888. Su nombre era Mwanga II, e impuso un régimen de terror en el que condenó a muerte en la hoguera a todos los hombres que se negaron a mantener relaciones sexuales con él cuando se convirtieron al cristianismo. Ocurrió entre 1885 y 1887, y las víctimas fueron reconocidas como mártires.

Mwanga II reinó en el territorio de la entonces Buganda entre 1884 y 1897. Nació en 1868, hijo del rey Muteesa I. Su madre era Naabakyaala, la décima de las 85 mujeres de su padre. Llegó al trono a la edad de 16. Adoptó un tono agresivo en su reinado, expulsando a los misioneros y amenazando a cristianos conversos a abandonar su fe so pena de muerte.

La mayor humillación para Mwanga ocurrió cuando en su harén de hombres algunos comenzaron a negarse a tener sexo con él cuando se lo proponían. Según la tradición antigua, el rey era el centro del poder y la autoridad, y él podía acabar con la vida de cualquier persona a su antojo. Así que Mwanga ordenó a conversos de su corte a elegir entre seguir con su nueva fe, o arrepentirse y obedecer sus órdenes y deseos sexuales. Todo esto, mientras estaba casado con 16 mujeres, con las que tuvo 10 hijos.

En total, al menos 45 católicos y protestantes conversos fueron condenados a muerte, aunque el número real es probablemente superior. 22 de ellos fueron quemados vivos. Entre los ejecutados había hombres que desafiaron al rey al negarse a mantener relaciones sexuales con él, o que contaban a otros del harén que el sexo entre personas del mismo sexo se contraponía a la moral cristiana.

Cuando la Corona Británica colonizó el territorio, Mwanga declaró a la guerra al país europeo, y perdió. Fue capturado y en abril 1899 fue exiliado a Seychelles. En el archipiélago, donde pasó el resto de su vida, fue recibido en la Iglesia Anglicana y bautizado con el nombre de Danieri. Murió en 1903, a la edad de 35 años.

(En la fotografía, el número 13 corresponde a Carlos Lwanga)

2a-Photo-of-MartyrsSan Carlos Lwanga o Luanga, también conocido como Carl Lwanga, Charles Lwanga o Karoli Lwanga (1860 ó 1865 – 3 de junio de 1886) fue un catequista católico de Uganda mártir por su fe y venerado como santo en la Iglesia Católica Romana. Había nacido en el reino de Buganda, en la parte sur de la moderna Uganda, y sirvió como paje en la corte del rey Mwanga II.

 El rey Mwanga comenzó una severa campaña para que los cristianos, recién convertidos por los padres blancos, abandonaran su fe, y ejecutó a muchos anglicanos y católicos entre 1885 y 1887. Muchos de ellos eran funcionarios de la corte del rey o muy cercanos a él, como es el caso de Lwanga.

 Después de una masacre de anglicanos perpretada en 1885, Joseph Mukasa, sacerdote católico residente en la corte, reprochó al rey su acción. Mwanga decapitó a Mukasa y se detuvo a todos sus seguidores. Lwanga asumió las funciones de Mukasa, bautizando en secreto a los catecúmenos el 26 de mayo de 1886.

 Por esa acción, Carlos Lwanga y otros 11 católicos fueron quemados vivos el 3 de junio. Otro católico, Mbaga Tuzinde, fue golpeado hasta la muerte por negarse a renunciar al cristianismo, y su cuerpo fue arrojado al horno para ser quemado junto con Lwanga y sus 11 compañeros. Al parecer, una de las razones que exasperaron al rey contra los cristianos fue su negativa a participar en actos sexuales con el, habituales en la corte.

Carlos Lwanga y sus 21 compañeros fueron canonizados en 1964 por el papa Pablo VI. Aunque los mártires anglicanos no fueron, lógicamente, canonizados, su martirio fue también reconocido por el papa.

Homofobia/ Transfobia., Iglesia Católica , , , , , ,

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