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Vivir el Evangelio.

Domingo, 26 de julio de 2020
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hidden-treasure“Son muchos los que ni siquiera hacen el esfuerzo de imaginar el tesoro que duerme en el corazón de los demás”.

26 de julio. DOMINGO XVII TO

Mt 13, 44-52

El reinado de Dios se parece a un mercader en busca perlas finas, y al descubrir una de gran valor, va, vende todas sus posesiones y la compra.

El entorno presupone que alguien ha enterrado un tesoro y más tarde murió, y el propietario actual del campo no es consciente de su existencia.

El buscador, tal vez un trabajador agrícola, tiene derecho a ella, pero es incapaz de extraer convenientemente a menos que compre el campo. Para un campesino, un descubrimiento de tal tesoro representaba el gran sueño.

El hombre, que encontró el tesoro, descubrió lo que no buscaba. No se entra en el reino de Dios por los propios méritos, sino que se trata de un don que pide una respuesta y a los afortunados del hallazgo les queda una vida para ello.

Esta parábola se interpreta generalmente como ilustrando el gran valor del reino de los cielos, y por lo tanto tiene un tema similar a la parábola de la perla.

John Nolland comenta que la suerte del hallazgo refleja un privilegio especial y una fuente de alegría, pero también un desafío. El hombre de la parábola renuncia a todo lo que tiene afirmando que el tesoro encontrado es mayor.

Y la mejor manera de guardarlo, no es llevándolo al Banco, sino a la caja fuerte del corazón, que es donde sin duda estará más seguro.

 

Las dos primeras de estas parábolas están destinadas a instruir a los creyentes a preferir el reino de los cielos antes que todo lo que hay en el mundo, y por lo tanto les invita a negarse a sí mismos todos los deseos de la carne. Nada puede evitar la obtención de tan valiosa posesión que representa el tesoro de Israel.

Por lo tanto, aquellos que llevan su tesoro abiertamente, que vigilen, porque los ladrones van a intentar robarle en el camino.

Y cuando digo esto; no quiero decir que nuestros vecinos no vean nuestras obras, sino que en lo que hacemos, no hay que buscar la alabanza desde el exterior.

El evangelista Mateo nos lo recuerda igualmente cuando dice que… El reinado de Dios se parece a un mercader en busca perlas finas, y al descubrir una de gran valor, va, vende todas sus posesiones y la compra.

El reino de los cielos se compara con las cosas de la tierra para que la mente pueda pasar de cosas familiares a cosas desconocidas, y pueda aprender a amar lo desconocido por lo que conoce. Se ama cuando se conoce y cuando se ama, lleno de gozo, se vende todo lo que se tiene.

En mi libro Yo amo la Tierra, escribí este poema:

El violín del Evangelio
sonaba en las cuerdas de mis venas.
Jesús, estaba trepidante
como siempre en ellas.
……………………………
Sobre los trastes
de la guitarra del Planeta,
unos dedos divinos
pulsan las temblorosas cuerdas.
Evangelio y Planeta hechos Uno,
hacen sonar la Canción de la Tierra:
“Atesora la abundancia de vino
en tu bodega”.
Lo escribió Gustav Mahler
cuando le brumaban las penas.
También cantó:
“Te llenarás de flor en primavera”.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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El tesoro más valioso, por el que merece la pena venderlo todo.

Domingo, 26 de julio de 2020
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Mt 13, 44-52

Vivimos rodeados y rodeadas de ofertas seductoras de consumo que nos ofrecen una falsa, efímera y parcial sensación de felicidad a cambio de dinero. La lógica del reino es a la inversa. Su valor es la gratuidad y la integralidad. Por eso abrirnos a su don requiere estar dispuestos y dispuestas a venderlo todo, como el mercader de perlas finas o el campesino al que se refiere este texto. Poner nuestra seguridad no en el dinero, en la apariencia o en el poder, sino en los valores del Evangelio: la libertad, la hondura del ser, la autenticidad de las relaciones, la bondad del corazón, la confianza, el valor del encuentro humano, la solidaridad y el compromiso con la liberación del sufrimiento.

El contexto de pandemia global que atravesamos y la incertidumbre radical que se nos impone como compañera de camino nos fuerza como personas y como comunidades cristianas a hacernos preguntas incómodas y desinstaladoras. Una de ellas sin duda es ¿cuál es hoy nuestro tesoro? porque sólo desde ahí entenderemos también que es lo que nos moviliza, donde están nuestros miedos, nuestros riesgos, nuestras confianzas, ya que como   nos recuerda también el Evangelio donde esta nuestro tesoro esta nuestro corazón (Mt 6,19-23).

Nuestros aparatos ideológicos pueden autoengañarnos, pero hay un criterio de objetividad que desvela siempre la realidad y desnuda nuestros discursos y opciones es el criterio de los afectos: las razones del corazón. Las convicciones son importantes, pero más poderosas que ellas son el amor y la fuerza de los vínculos: historias de vida, relaciones, geografías, concretas que nos ayudan a descubrir que el Evangelio es verdad y entre quienes decidimos aventurar la vida más allá de todo pragmatismo y calculo.

En un contexto en el que impera un mercado salvaje y no se distingue valor y precio el Evangelio encarnado en las vidas de los y las descartables se nos revela como un bien mayor  irreductible  por el que merece la pena apostarlo todo, aunque no suponga más “ventaja” que la propia libertad y plenitud de una vida colmada más allá de todo pronóstico y calculo económico.

Pepa Torres

Fuente Fe Adulta

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Buscar el tesoro que somos

Domingo, 26 de julio de 2020
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Ciervo-almizcleroDomingo XVII del Tiempo Ordinario

26 julio 2020

Mt 13, 44-52

La metáfora del tesoro escondido u oculto, presente en diferentes tradiciones sapienciales, constituye una invitación a encontrar o descubrir aquello que, aun sin saberlo, anhelamos: lo que realmente somos.

          Y contiene varias indicaciones valiosas: el tesoro está ahí todo el tiempo, se trata simplemente de descubrirlo; no es algo separado de nosotros ni algo de lo que carezcamos, sino justamente aquello que somos; cuando se descubre, todo lo demás empieza a ser visto como algo secundario; y ese descubrimiento se traduce en alegría estable.

          Todo ser humano añora ese tesoro. De hecho, es ese anhelo el que nos mueve, nos hace iniciar la búsqueda y recorrer diferentes caminos, atraídos siempre por su aroma de plenitud.

          Sin embargo, en esa búsqueda puede suceder de todo: nos despistamos y terminamos enredados; nos conformamos con pequeñas “golosinas” o nos entretenemos con “juguetes”, olvidando el tesoro real; acallamos la voz del anhelo aturdiéndonos con múltiples ruidos; nos decimos a nosotros mismos que el anhelo es inventado y que es necesario ser “prácticos” y no creer en “cuentos” ilusorios…

          Y aun en el mejor de los casos, cuando la búsqueda se apoya en una fuerte determinación, no resulta fácil superar la trampa que nos incita a buscar el tesoro en “algo” fuera, lejos o en el futuro.

          Lo cual me trae a la memoria el relato del ciervo almizclero. Fascinado por un olor exquisito cuya procedencia ignoraba, inició una carrera alocada por atraparlo. Por más que corría, el olor no lo abandonaba, aunque tampoco conseguía descubrir su procedencia. En un salto desafortunado, el ciervo se golpeó en el pecho con una rama puntiaguda, muriendo en el acto. Su pecho abierto guardaba el perfume que equivocadamente había buscado fuera.

          Como el ciervo, no podemos negar el “olor” de la plenitud. Pero nuestra mente, al reducirnos a la “forma” de nuestra persona –al identificarnos con el yo separado–, nos hace creer que la plenitud se halla fuera y ahí empezamos la carrera que no conduce a ninguna parte.

          La parábola nos recuerda: tú –en tu verdadera identidad– eres ya lo que estás buscando. No corras hacia fuera, porque donde tienes que llegar es a ti mismo. Acalla la mente y, si tienes paciencia y perseveras en ello, el silencio te mostrará el tesoro que desde siempre has añorado. Cuando eso ocurra, la búsqueda habrá concluido: has descubierto lo que siempre has sido y que, sin embargo, te permanecía oculto.

¿Cómo vivo la búsqueda? ¿Qué, dónde, cómo busco?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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¿Qué es lo más importante en mi vida?

Domingo, 26 de julio de 2020
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OLYMPUS DIGITAL CAMERADel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

Si nos preguntásemos ¿qué es lo que más interesa de la vida? ¿Cuál es el tesoro, lo que más aprecio de la vida? ¿Qué me gustaría que me diera la vida? ¿Qué nos contestaríamos a nosotros mismos?

Muchos de nuestros contemporáneos contestarían “pidiendo a la vida”: dinero, algunos logros políticos (poder), quizás notoriedad y fama, quizás el sueño de la patria, el placer … ¿Cuál es tu tesoro, cuál es la perla de tu vida? ¿Por qué estarías dispuesto a dejarlo todo?

Hemos llegado a una situación en la que ni tan siquiera interesa ya la cultura, ni la sabiduría; lo que interesa es un título académico o unos conocimientos pero en función de obtener un puesto de trabajo bien remunerado (dinero). Ya no se trata ni de saber, ni de cultura, sino de que te den una cartulina (título) en una universidad con la que puedas obtener un cargo político, eclesiástico, empresarial. El mismo trabajo (por desgracia dentro de la escasez y crisis que estamos atravesando), ya no es un medio de realización personal y una satisfacción de hacer las cosas bien y de colaborar con Dios en la tarea de la “conclusión” de la creación, sino que el trabajo se ha convertido únicamente en un medio de obtener un sueldo, un dinero. (Marx tenía razón cuando decía que el obrero vende su trabajo al capital).

No digamos nada de otros valores cómo la libertad, la honradez, la justicia, etc. A mí me que me den un buen sueldo a fin de mes y déjame de libertades, conciencia, lealtad, honradez, jugar limpio en la vida, etc.

Lo más importante que hacemos muchos conciudadanos es comprar, es decir: llenar el carro en las “grandes superficies”, lo cual no deja de tener algunas similitudes con las prácticas religiosas: no dejan de ser “ritos profanos”. Ir a “Eroski” para muchos ciudadanos es el “rito satisfactorio religioso” de nuestro tiempo.

Pero una persona y un pueblo son grandes no por lo que comen y consumen, sino por lo que piensan, por sus utopías e idealismos, por aquello que alienta su alma y su vida. Estamos en un momento en el que nos ha podido el “sanchopanzismo” más burdo y los idealismos ya no son más que un “quijotismo“, una mera quimera para nuestra cultura.

El ser humano siempre tiende a religarse (religión) con algo o con alguien. No podemos vivir por largo tiempo y sensatamente sin algo que estructure nuestra vida. Los humanos necesitamos siempre vivir en referencia a una realidad última. Esa ultimidad es como la piedra angular que sostiene todo el edificio humano. La fe, la religación es absolutamente necesaria no para ser buenos, sino para ser personas. Siempre tiene que darse algo en torno a lo cual el ser humano estructura su vida. Conviene no equivocarse a la hora de escoger esa ultimidad que tradicionalmente hemos concretado en Dios. Dios es el nombre de la preocupación última del ser humano. Dios, el Reino de Dios y lo que ello supone para nosotros es un tesoro, una perla: algo valioso, definitivamente valioso por lo que merece la pena dejarlo todo y seguir a Cristo. Si la ultimidad, si el tesoro y la perla del ser humano no son Dios y lo que Dios significa, otra realidad se alzará como dios-ídolo y nos esclavizará. Viviremos esclavos del consumismo, de la raza, del placer. ¿Nuestro dios será el vientre que decía San Pablo?


¿Cuál es la realidad última de nuestra vida? ¿Cuál es nuestro tesoro, nuestra perla?

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Los Papas y el ‘sueño’ de Martin Luther King: el Evangelio, mejor arma contra el racismo

Viernes, 5 de junio de 2020
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george-floyd-fotos-de-protestas-21Las lecciones tras la trágica muerte de George Floyd en Minneapolis

Pablo VI: “Desde el corazón del pueblo sano crece el deseo y el compromiso de sacar de la muerte inicua de Martin Luther King una superación efectiva de las luchas raciales y de establecer leyes y métodos de convivencia más conformes con la civilización moderna y con la hermandad cristiana”

Juan Pablo II: “Frente a la historia se levanta la respuesta de la no violencia en la memoria de esta nación como monumento que honra a la comunidad negra de los Estados Unidos”

Francisco: “Una Nación es considerada grande cuando defiende la libertad, como hizo Abraham Lincoln; cuando genera una cultura que permita a sus hombres «soñar» con plenitud de derechos para sus hermanos y hermanas, como intentó hacer Martin Luther King”

(Vatican News).- La trágica muerte de George Floyd ha demostrado dramáticamente que el sueño de Martin Luther King aún está lejos de hacerse realidad. Sin embargo, el histórico discurso, I have a dream, pronunciado por el líder del movimiento por los derechos civiles el 28 de agosto de hace 57 años, sigue resonando, incluso en estos días, en la boca de quienes exigen justicia y dignidad para la comunidad afroamericana y con ella para todas las minorías de todos los tiempos.

Aquel “sueño”, que tiene sus raíces en el Evangelio y en el poder liberador del amor de Dios, ha encontrado en los Papas que se sucedieron unos grandes aliados comenzando por San Pablo VI que recibió al pastor bautista en el Vaticano el 18 de septiembre de 1964 y lo alentó a continuar su compromiso pacífico contra la discriminación racial.

Cuatro años más tarde, el Papa Montini recibió con consternación la noticia del asesinato de Martin Luther King el 4 de abril de 1968 en Memphis, Tennessee. Pasan tres días: el Domingo de Ramos, Pablo VI recuerda la figura del Premio Nobel de la Paz con palabras de extraordinaria actualidad.

El Papa reza para que este crimen pueda tomar el “valor del sacrificio“.  “Que no se profundice el odio, ni la venganza, ni un nuevo abismo entre los ciudadanos de la misma gran y noble tierra, sino que un nuevo propósito común de perdón, paz, reconciliación en la igualdad de derechos libres y justos se imponga a las injustas discriminaciones y a las luchas presentes.

Nuestro dolor se hace más grande y más temeroso debido a las reacciones violentas y desordenadas que el triste hecho ha provocado; pero nuestra esperanza también crece al ver que en cada lado responsable y desde el corazón del pueblo sano crece el deseo y el compromiso de sacar de la muerte inicua de Martin Luther King una superación efectiva de las luchas raciales y de establecer leyes y métodos de convivencia más conformes con la civilización moderna y con la hermandad cristiana”.

 Veinte años más tarde, el 12 de septiembre de 1987, otro Papa Santo recuerda el sueño del líder afroamericano. San Juan Pablo II está en Nueva Orleans donde se reúne con la Comunidad Católica negra de la ciudad. Karol Wojtyla recuerda el largo y difícil camino de la comunidad afroamericana para superar la injusticia y liberarse del peso de la opresión. “En las horas más difíciles de vuestra lucha por los derechos civiles en medio de la discriminación y la opresión”, enfatiza, “Dios mismo ha guiado vuestros pasos en el camino de la paz”. Frente a la historia se levanta la respuesta de la no violencia en la memoria de esta nación como monumento que honra a la comunidad negra de los Estados Unidos”. Juan Pablo II habla del “papel providencial” desempeñado por Martin Luther King “para contribuir a la justa mejora de la condición de los negros americanos, y como consecuencia a la mejora de la misma sociedad americana”. Al igual que Pablo VI, encuentra una particular armonía con la visión cristiana de la hermandad humana encarnada por el pastor de Atlanta que creyó, incluso hasta el sacrificio extremo, en la acción liberadora de la fe en Cristo.
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A esta visión también se refiere Benedicto XVI que, en la ceremonia de bienvenida celebrada en Washington el 16 de abril de 2008, subrayó que la fe en Dios ha sido “una constante inspiración y una fuerza orientadora” en la lucha dirigida por Martin Luther King “en la lucha contra la esclavitud y en el movimiento en favor de los derechos civiles”. Palabras reforzadas icásticamente dos días después por el encuentro del Papa Ratzinger con la hija del Reverendo King, Bernice Albertine, al margen de una celebración ecuménica en Nueva York. Pasaron siete años: por primera vez en la historia, un Pontífice se dirigió al Congreso de los Estados Unidos en una sesión conjunta. En el Capitolio, el 24 de septiembre de 2015, Francisco pronunció un discurso sobre el espíritu de los Estados Unidos, señalando que “Una Nación es considerada grande cuando defiende la libertad, como hizo Abraham Lincoln; cuando genera una cultura que permita a sus hombres «soñar» con plenitud de derechos para sus hermanos y hermanas, como intentó hacer Martin Luther King”. Para el Papa, ese “sueño continúa inspirándonos” porque despierta “lo que de más profundo y auténtico hay en los pueblos”. Y, como en muchas otras ocasiones, quiere subrayar que este tipo de sueños no son fines en sí mismos, sino que “movilizan a la acción, a la participación, al compromiso”.

 También Francisco, como sus predecesores, encontrará la hija del reverendo afroamericano, también ella activista por los derechos civiles. Esta vez la audiencia con Bernice Albertine tendrá lugar en el Vaticano, el 12 de marzo de 2018. La entrevista tiene un carácter privado, pero es de gran importancia porque acaece tres semanas antes del 50 aniversario del asesinato de Martin Luther King. Para el Papa, tal y como escribió en su Mensaje para el Día Mundial de la Paz de 2017, Martin Luther King ha logrado éxitos contra la discriminación racial que “no se olvidarán nunca”.  Sin embargo, la forma en que se han logrado no cuenta menos que los mismos resultados. “La no violencia practicada con decisión y coherencia ha producido resultados impresionantes” escribe Francisco. Por el contrario, como se ha dicho en la audiencia general esta mañana, dirigiendo nuestros pensamientos precisamente a lo que está sucediendo en el extranjero, “nada se gana con la violencia y mucho se pierde”.

Fuente Religión Digital

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El arzobispo de París defiende la ‘marcha atrás’, que es “más ecológica” que el condón o la píldora

Sábado, 1 de febrero de 2020
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Mgr-AUPETIT-alors-eveque-Nanterre-nomme-7-decembre-archeveque-Paris_0_729_486De verdad ¿De dónde los sacan? ¿Tenemos que seguir aguantando estas barrabasadas por muy monses mitradas que sean sus ilustrísimas?

Aupetit cree que el coitus interruptus “responsabiliza a los hombres” si hay embarazo

Publica “Humanae vitae. Una profecía”, cuyo título hace referencia a la encíclica en la que el Papa Montini, en 1968, se opuso a los anticonceptivos

La píldora, madre del “adulterio generalizado, del libertinaje y los vicios”

Antiguo médico y actual arzobispo de París, monseñor Michel Aupetit ha sembrado una interesante polémica en el país al afirmar que la conocida como ‘marcha atrás’ es un recurso preferible al uso del preservativo.

Definiéndola como “mal menor” frente al condón y, por supuesto, la píldora, ha publicado todo un libro, “Humanae vitae. Una profecía”, cuyo título hace referencia a la encíclica en la que el Papa Montini, en 1968, se opuso a los anticonceptivos.

Sin pelos en la lengua e interpelando directamente a los varones, el texto del arzobispo dice que el coitus interruptus (“esta práctica de retirarse”) “responsabiliza a los hombres” en el caso de que después se produzca un embarazo.

Demostrando un desconocimiento inaudito sobre los efectos del uso del preservativo, que no se reducen a evitar embarazos, Aupetit manifiesta en su libro que nuestros padres y especialmente nuestros bisabuelos practicaban el coitus interruptus, ciertamente más difícil pero más ecológico”.

Se sirve, de esta manera, de la defensa de la ecología como pretexto para volver a censurar los anticonceptivos más de cuatro décadas después de que lo hiciera Pablo VI. Afianzando una postura que se puede denominar de bioconservadurismo católico.

“Nuestros padres y especialmente nuestros bisabuelos practicaban el coitus interruptus, ciertamente más difícil pero más ecológico”, ha declarado el arzobispo

Por último, entre las páginas de su libro, que reabren un debate siempre peliagudo dentro de la Iglesia (empeñada durante siglos en intervenir en la sexualidad de la gente), el arzobispo ha declarado que la píldora anticonceptiva es la “madre del libertinaje y los vicios” que dan lugar a un “adulterio generalizado” en la sociedad de hoy. Que, en palabras del prelado y “bioeticista”, “se anuncia incluso en las estaciones de metro”.

Fuente Religión Digital

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La ley del Amor

Martes, 5 de noviembre de 2019
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En un mundo que va perdiendo la capacidad de amar a medida que pierde la capacidad de conocer a Dios y hace del hombre centro supremo de su pensamiento y de su actividad, se diviniza a sí mismo, apaga la luz de la verdad, vulnera los motivos de la honestidad y de la alegría, nosotros proclamaremos la ley del amor que nos sublima, del amor que hace subir, del amor que se atreve a prefijar a su término la infinita Bondad.

       Responderemos a Dios con la ofrenda de nuestro corazón, con nuestra consagración, con el cumplimiento del primer y soberano precepto, el de amarle con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente […].

       En un mundo que ha desfigurado el amor de todas las maneras y lo ha hecho fuente de indescriptibles bajezas; que lo ha confundido con el placer y ha convertido el placer en emoción animal; que lo ha secularizado en la inocencia, lo ha escarnecido en su integridad, lo ha mercantilizado en su debilidad, lo ha exaltado para envilecerlo, lo ha exasperado para hacerlo cómplice de la pasión y del delito, nosotros proclamaremos la ley del amor que nos purifica. Lo respetaremos en los afectos sagrados de la familia cristiana; lo defenderemos en las crisis de la juventud […]; lo educaremos para la visión serena de la belleza que hay en las cosas, en la humana naturaleza, en el arte, en la poesía, en el ideal; lo elevaremos para la contemplación piadosa y filial de la toda bella, la inmaculada María.

       En un mundo, por último, que se devora en el egoísmo individual y colectivo y crea de este modo los antagonismos, las enemistades, las envidias, las luchas de intereses, los conflictos de clase y las guerras; en una palabra, el odio, proclamaremos la ley del amor que se difunde y se entrega, que sabe ensanchar el corazón para amar a los otros, perdonar las ofensas, servir a las necesidades de los otros; para sacrificarse sin cálculos y sin encomios, hacerse pobre para los pobres, hermano entre los hermanos, para crear un mundo nuevo de concordia, de justicia y de paz

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Giovanni Battista Montini,
«La devoción al Sagrado Corazón»,
en Discursos del papa Montini,
Ciudad del Vaticano 1977, pp. 61 ss

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Jon Sobrino: “Romero vivió y murió como Jesús de Nazaret”

Jueves, 26 de septiembre de 2019
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MOns. Romero“Proclamó la verdad, fue poseído por ella y la proclamó con pasión”

Lo que sucedió en el Vaticano el 14 de octubre de 2018 – su canonización – fue importante, pero en el lenguaje de los antiguos fue un “accidente”

Termino con las palabras ya citadas por Ignacio Ellacuría: “Con Monseñor Romero Dios ha pasado por El Salvador”. Palabras de mártir a mártir

¿Cuál era entonces el contenido del 14 de octubre? Le preguntaron a un campesino quién era Monseñor Romero, y sin dudarlo respondió: “Monseñor Romero ha dicho la verdad. Nos defendió a los pobres. Y por eso lo mataron”. Es decir, vivió y murió como Jesús de Nazaret

Escribo desde San Salvador, donde ya había vivido durante tres años, desde 1977, cuando Romero fue nombrado arzobispo, hasta su asesinato en 1980. Lo que estoy a punto de decir es algo conocido entre nosotros. En otros lugares, a pesar de aceptar e incluso admirar a Monseñor Romero, el enfoque puede ser diferente, y a menudo lo es.

Creo que personas como Ellacuría -mártir a su vez- o este siervo que soy, pueden añadir algo, a saber, la experiencia personal, directa e inmediata de Monseñor Romero. Durante la misa, Ellacuría dijo: Con Monseñor Romero Dios ha pasado por El Salvador”. No lo dijo por su aguda inteligencia, sino por su contacto real con el arzobispo. Por mi parte, en virtud del contacto personal con él, lo primero que escribí y dije después de su asesinato fue que “Monseñor Romero creía en Dios”.

Lo que sucedió en el Vaticano el 14 de octubre de 2018 – su canonización – fue importante, pero en el lenguaje de los antiguos fue un “accidente”. La “sustancia” era el verdadero Oscar Romero, su acción y su palabra, su total confianza en Dios, su total obediencia a Dios y su total entrega a los pobres y víctimas de este mundo.

No era necesario declararlo santo

En El Salvador, el 24 de marzo de 1980, el día de su asesinato, nadie pensó en términos de canonización, pero mucha gente habló de la excelencia humana, cristiana y arzobispal de Monseñor Romero. Llorando, una campesina dijo: “Mataron al santo”. Pocos días después Don Pedro Casaldáliga escribió: “San Romero de América, nuestro pastor y mártir”. Nadie pensó que sería necesario trabajar en alguna curia para declararlo santo.

No sucedió como en otras ocasiones. Cuando murió José María Escrivá de Balaguer, muchos se apresuraron a obtener su canonización. Cuando murió Madre Teresa de Calcuta, la estima por sus virtudes ya era grande, especialmente por su amorosa parcialidad hacia los que sufren y abandonados, y se esperaba su canonización. Cuando murió el Papa Juan Pablo II, se escuchó el grito “santo de inmediato”.

Nada de esto sucedió después de la muerte de Oscar Romero. Y vale la pena recordar que el mismo día en que fue enterrado el muerto Romero, se vivieron los horrores que había enfrentado el Romero vivo: en la plaza de la catedral llena de personas, estallaron bombas, muchos huyeron en busca de refugio y dejaron allí una montaña formada con cientos de zapatos. El delegado oficial del Papa, Monseñor Corripio, entre otros, pidió que fuera llevado inmediatamente al aeropuerto. Por otro lado, hay una foto en la que se puede ver a seis sacerdotes cargando sobre sus hombros el ataúd de Monseñor Romero, y entre ellos al Padre Ignacio Ellacuría.

el-romero-de-cerezoVayamos a la sustancia. Monseñor Urioste solía repetir que Romero era el salvadoreño más amado por las mayorías oprimidas y el más odiado por las minorías de los opresores.

Proclamó la verdad, fue poseído por ella y la proclamó con pasión

¿Cuál era entonces el contenido del 14 de octubre? Le preguntaron a un campesino quién era Monseñor Romero, y sin dudarlo respondió: “Monseñor Romero ha dicho la verdad. Nos defendió a los pobres. Y por eso lo mataron”. Es decir, vivió y murió como Jesús de Nazaret.

Proclamó la verdad, fue poseído por ella y la proclamó con pasión. Cuando la realidad era positiva para los pobres, Monseñor Romero proclamó la verdad como evangelio -buenas noticias- con alegría y regocijo.

Cuando la realidad era negativa, era miseria, opresión y represión, crueldad, muerte -especialmente para los pobres- Monseñor Romero decía la verdad como una mala noticia, denunciando y desenmascarando, y la decía con dolor. Rico en verdad, Romero fue un evangelizador sincero y un profeta incorruptible.

Como “anunciador de la verdad”, Mons. Romero expresó juicios sobre la realidad, sobre toda la realidad. Dejó que “la realidad tomara la palabra” (Karl Rahner) y tuvo la honestidad de hacer pública la palabra hablada por la realidad misma.

Sobre la base de estos principios Monseñor Romero habló la verdad de una manera sin precedentes en el país, ni antes ni después de él.

romero_01Lo dijo enérgicamente, porque se basaba en el principio esencial y fundamental: “No hay nada tan importante como la vida humana, como la persona humana. Sobre todo, la persona de los pobres y oprimidos” (16 de marzo de 1980). En Puebla le preguntó a Leonardo Boff: “Ustedes los teólogos nos ayudan a defender lo mínimo, que es el don más grande de Dios: la vida”. La proclamó ampliamente, para poder decir “toda” la verdad. Por esta razón su Eucaristía en las misas dominicales en la catedral podía durar una hora y media o más. Lo dijo públicamente, “desde los tejados” como lo pidió Jesús, en la catedral y a través de la estación de radio diocesana YSAX, que fue repetidamente objeto de ataques con bombas y sufrió interferencias. Su última homilía tuvo que ser pronunciada frente a un teléfono conectado a una estación de radio en Costa Rica. La YSAX sigue emitiendo, pero, sin Monseñor Romero, ha perdido el extraordinario valor que tenía. Romero decía la verdad de manera popular, aprendiendo muchas cosas del pueblo, de modo que, sin saberlo, los pobres y los campesinos eran en parte, coautores de sus homilías y de sus cartas pastorales: “Tú y yo escribimos la cuarta carta pastoral” (6 de agosto de 1979); “Tú y yo hacemos esta homilía” (16 de septiembre de 1979). Y formuló frases notables sobre su relación con el pueblo para decir la verdad: “Siento que el pueblo es mi profeta” (8 de julio de 1979); “Hemos hecho una reflexión tan profunda que creo que el obispo siempre tiene mucho que aprender de su pueblo” (9 de septiembre de 1979).

Respetaba y apreciaba la razón

Y fue popular también porque Monseñor Romero respetaba y apreciaba la “razón”, el pensamiento de la gente, de la gente sencilla. Y evitó con éxito la infantilización religiosa, un riesgo siempre presente en el trabajo pastoral.

En América Latina, y ciertamente en El Salvador, creo que un buen número de personas aceptan la “opción por los pobres”. Podemos decir que ya pertenece a la ortodoxia eclesial, con el riesgo de que toda ortodoxia suavice la aspereza y diluya lo fundamental. Sin subestimar las cosas bien dichas sobre los pobres y la pobreza en Puebla, especialmente la impresionante letanía de los rostros de los pobres (n. 32-39), su multitud (n. 29), las causas estructurales de la pobreza y las necesidades de los pobres (n. 30), insisto en una comprensión más precisa de la opción, que aparece en la formulación teológica de Puebla. Dice en el n. 1142 del documento: “Los pobres merecen una atención preferencial, sea cual sea la situación moral o personal en la que se encuentren. Hecho a imagen y semejanza de Dios para ser sus hijos, esta imagen de ellos es borrosa e incluso indignada. Por eso Dios los defiende y los ama”.

Asesinato-arzobispo-Oscar-Romero-marzo_LNCIMA20130628_0300_27Ese campesino había comprendido bien la opción de Monseñor Romero por los pobres: “Nos defendió a los pobres”. No tengo nada más que añadir a este solemne juicio del campesino. Ni al lenguaje que usaba: defendía “nosotros los pobres”, es decir, nosotros “los que somos pobres”. La conclusión es que Monseñor Romero no sólo amó a los pobres y oprimidos del país, sino que también los defendió. Semana tras semana defendió a los pobres y a las víctimas con la verdad que proclamó públicamente en sus homilías. Estimuló la organización popular y la asistencia jurídica para defender a los campesinos y a las víctimas. Cuando la represión se desató, abrió las puertas del seminario central de San José de la Montaña para recibir a los campesinos que huían de Chalatenango, algo que ciertamente molestaba a varios obispos. Leer más…

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Javier Elzo: “Dentro del profundo respeto que me merece la figura de Benedicto XVI, me chirrían algunas de sus afirmaciones”, por Javier Elzo

Martes, 16 de abril de 2019
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124121CF-F40A-4092-B0B0-7F316C11F719Un breve comentario al texto de Benedicto XVI, “La Iglesia y el escándalo del abuso sexual”

“Pacelli, Montini, Wojtyla, Ratzinger y Bergoglio son hijos de su tiempo y de su país, lo que explica no poco de sus planteamientos”

“Un triste texto cuya publicación es difícil de entender”

“¿Por qué decide publicar este texto, cuando durante siete años, prácticamente no ha dicho esta boca es mía?”

Pikaza: La iglesia y los abusos sexuales (un triste documento). “Un ex Papa merece mejor memoria”

El “huracán Benedicto” incendia los medios: ¿Papa manipulado?

José Ignacio Calleja: “En mi opinión, el texto no es de Benedicto XVI”

Este texto del Papa Benedicto en castellano del original en alemán, que nos ofrece Aci Prensa, exige, de entrada, una buena traducción. La espero para una relectura más sosegada. Algunas frases de la traducción actual no se entienden.

Pero creo que está claro lo que quiere decir. En este comentario de urgencia, para mí lo esencial está en estas frases del punto 2 que resumo así: “Hasta el Concilio Vaticano II, la teología moral católica estaba ampliamente fundada en la ley natural, mientras que las Sagradas Escrituras se citaban solamente para tener contexto o justificación. En la lucha del Concilio por un nuevo entendimiento de la Revelación, la opción por la ley natural fue ampliamente abandonada, y se exigió una teología moral basada enteramente en la Biblia”. (….)

“Al final, prevaleció principalmente la hipótesis de que la moralidad debía ser exclusivamente determinada por los propósitos de la acción humana. Si bien la antigua frase “el fin justifica los medios” no fue confirmada en esta forma cruda, su modo de pensar si se había convertido en definitivo.

En consecuencia, ya no podía haber nada que constituya un bien absoluto, ni nada que fuera fundamentalmente malo; (podía haber) solo juicios de valor relativos. Ya no había bien (absoluto), sino solo lo relativamente mejor o contingente en el momento y en circunstancias”.

Estas afirmaciones vienen después del muy breve, pero muy importante punto 1, donde Benedicto apunta claramente al cambio cultural (también en su dimensión sexual y en la forma de entender el niño) de los años 60 del siglo pasado. Tema que me ocupa en estos momentos tras la lectura del último libro de Olivier Roy (“Si Europa es cristiana”, en francés, Seuil 2019) tras el de Cuchet sobre el derrumbe del cristianismo (que comenté en varios portales el año pasado y se puede consultar en mi blog) y la lección de Vidal-Beneyto cuando le hicieron Dr. Honoris Causa en la Universidad de Valencia, sobre la importancia capital de los años sesenta del siglo pasado.

Es la contextualización, de la que también habla Francisco y a la que hice referencia, hablando precisamente de la pederastia en el clero, en varios de mis textos con el rechazo de algún comentarista. Pero cuando uno se acerca a los 80 años, no puede no pensar que Pacelli, Montini, Wojtyla, Ratzinger y Bergoglio son hijos de su tiempo y de su país, lo que explica no poco de sus planteamientos.

Dentro del profundo respeto que me merece la figura de Benedicto XVI, a mí me chirrían algunas de sus afirmaciones. Ya me chirriaba cuando al final de “Caritas in veritate” afirmaba que “El humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano”. No otra cosa dice en este texto de abril de este año. Y desde ahí explica todo. También la pederastia en el clero.

Así, acercándose al final de su texto leemos esto: “¿Por qué la pedofilia llegó a tales proporciones? Al final de cuentas, la razón es la ausencia de Dios. Nosotros, cristianos y sacerdotes, también preferimos no hablar de Dios porque este discurso no parece ser práctico”. La explicación me queda muy, muy corta.

Y me pregunto por qué decide publicar este texto, cuando durante siete años, prácticamente no ha dicho esta boca es mía. Un triste texto cuya publicación es difícil de entender.

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Polémico documento de Ratzinger sobre la pederastia: Benedicto XVI culpa al Concilio Vaticano II de la explosión de abusos en la Iglesia

Viernes, 12 de abril de 2019
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124121CF-F40A-4092-B0B0-7F316C11F719Sencillamente o ha perdido el juicio o es la mala persona que todos sospechábamos… Y el papa Francisco, como un don Tancredo cualquiera permite esta barbaridad que busca, ¡cómo no! culpabilizar al colectivo LGTBI. ¡Qué asco, Dios mío! ¿No saben que llevaban siglos maltratando y abusando?

¿Grupos de homosexuales en los seminarios? No tiene vergüenza… algunos no tuvieron la suerte de designar a dedo a un secretario “tan cachas...

El Papa emérito rompe su silencio con un texto de 18 páginas en el que sostiene que tras mayo del 68 “la teología moral católica sufrió un colapso que dejó a la Iglesia indefensa ante estos cambios en la sociedad

“En varios seminarios se establecieron grupos homosexuales que actuaban más o menos abiertamente, con lo que cambiaron significativamente el clima que se vivía en ellos”, denuncia Ratzinger, quien llega a hablar de veto a sus libros durante el postconcilio

El texto, que ha sido publicado con el consentimiento tanto del secretario de Estado, Pietro Parolin, como del Papa Francisco, a quien Ratzinger no ha pedido permiso, se centra en la cumbre antipederastia celebrada el pasado mes de febrero

A sus 92 años, Benedicto XVI ha vuelto a romper su silencio. Y lo ha hecho con un durísimo escrito, de 18 páginas, en el que culpa al Concilio Vaticano II de la crisis de abusos en la Iglesia, al entender que tanto Juan XXIII como Pablo VI permitieron una moral laxa frente a “la revolución sexual” de mayo del 68.

La teología moral católica sufrió un colapso que dejó a la Iglesia indefensa ante estos cambios en la sociedad”, se puede leer en ‘La Iglesia y los abusos sexuales‘, un texto que se publicará en la revista mensual “Klerusblatt” dedicada el clero católico en Baviera y ha sido adelantado hoy por varios medios de comunicación, entre ellos el “Corriere della Sera” o en español por Aciprensa.

El texto, que ha sido publicado con el consentimiento tanto del secretario de Estado, Pietro Parolin, como del Papa Francisco, a quien Ratzinger no ha pedido permiso, se centra en la cumbre antipederastia celebrada el pasado mes de febrero.

Maciel, Estados Unidos, Irlanda…

En el mismo, Benedicto traza una tesis rupturista con las reformas del Vaticano II, sin caer en la cuenta de que depredadores como Maciel comenzaron sus abusos en los años 40, que la crisis de abusos en EE.UU hunde sus raíces en los años 30 del siglo pasado o que el drama de la pederastia en Irlanda, por poner algunos ejemplos, se prolongó durante casi un siglo.

Para Ratzinger, que durante años fue el encargado de tramitar y juzgar los casos de abusos, la Iglesia dispuso una “justicia garantista” para con los curas pederastas durante años. Aunque no da pautas sobre cómo erradicar esta lacra en la Iglesia, sí subraya que los abusos han alcanzado estas proporciones “ante la ausencia de Dios”.

El documento está dividido en tres partes, en las que Raztinger analiza el contexto histórico que, en su opinión, llevó a la plaga de los abusos. “Intento mostrar que en la década de 1960 ocurrió un gran evento, en una escala sin precedentes en la historia. Se puede decir que en los 20 años entre 1960 y 1980, los estándares vinculantes hasta entonces respecto a la sexualidad colapsaron completamente”, denuncia el Papa emérito, quien asegura que, tras el Concilio, se fomentó “la libertad sexual total, una que ya no tuviera normas”.

Grupos homosexuales en los seminarios

Frente a ello, denuncia Benedicto XVI, “la teología moral católica sufrió un colapso que dejó a la Iglesia indefensa ante estos cambios en la sociedad”, hasta el punto de que “en varios seminarios (el Papa emérito se centra en Alemania) se establecieron grupos homosexuales que actuaban más o menos abiertamente, con lo que cambiaron significativamente el clima que se vivía en ellos”.

“Parte de la fisionomía de la Revolución del 68 fue que la pedofilia también se diagnosticó como permitida y apropiada”, afirma, tajante, el Papa emérito, quien sostiene que “hasta el Concilio Vaticano II, la teología moral católica estaba ampliamente fundada en la ley natural, mientras que las Sagradas Escrituras se citaban solamente para tener contexto o justificación. En la lucha del Concilio por un nuevo entendimiento de la Revelación, la opción por la ley natural fue ampliamente abandonada, y se exigió una teología moral basada enteramente en la Biblia”.

“Al final, prevaleció principalmente la hipótesis de que la moralidad debía ser exclusivamente determinada por los propósitos de la acción humana. Si bien la antigua frase «el fin justifica los medios» no fue confirmada en esta forma cruda, su modo de pensar si se había convertido en definitivo”, subraya Ratzinger

“De hecho, en muchos lugares se entendió que las actitudes conciliares tenían que ver con tener una actitud crítica o negativa hacia la tradición existente hasta entonces, y que debía ser reemplazada por una relación nueva y radicalmente abierta con el mundo”, lamenta Benedicto XVI, quien afirma que “un obispo, que había sido antes rector de un seminario, había hecho que los seminaristas vieran películas pornográficas con la intención de que estas los hicieran resistentes ante las conductas contrarias a la fe”.

Francisco-Benedicto-Vaticano_2003509659_12200527_660x371¿Qué, pibe, nos marcamos un tango si nos deja George…?

“Mis libros fueron escondidos”

Ratzinger, que durante décadas condenó a multitud de teólogos, se queja amargamente que, durante el postconcilio, “en no pocos seminarios, a los estudiantes que los veían leyendo mis libros se les consideraba no aptos para el sacerdocio. Mis libros fueron escondidos, como si fueran mala literatura, y se leyeron solo bajo el escritorio”.

En otra de las partes del documento explica que “el garantismo”, un sistema basado “en garantizar por encima de todo los derechos del acusado” llegó “hasta el punto en que se excluyera del todo cualquier tipo de condena”. Fue entonces, sostiene, cuando “de acuerdo con el papa Juan Pablo II” se decidió que era “adecuado asignar estas ofensas a la Congregación para la Doctrina de la Fe”, que Ratzinger dirigía entonces. Ello hizo posible “imponer la pena máxima, es decir la expulsión del estado clerical, que no se habría podido imponer bajo otras previsiones legales”.

Éste es el documento completo, según la traducción de Aciprensa.

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“Profeta”. 3 Tiempo ordinario – C (Lucas 1,1-4; 4,14-21)

Domingo, 27 de enero de 2019
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973BFAAA-8F7E-4DB4-8D9D-BC310988551BEn una aldea perdida de Galilea, llamada Nazaret, los vecinos del pueblo se reúnen en la sinagoga una mañana de sábado para escuchar la Palabra de Dios. Después de algunos años vividos buscando a Dios en el desierto, Jesús vuelve al pueblo en el que ha crecido.

La escena es de gran importancia para conocer a Jesús y entender bien su misión. Según el relato de Lucas, en esta aldea casi desconocida por todos, va a hacer Jesús su presentación como Profeta de Dios y va a exponer su programa aplicándose a sí mismo un texto del profeta Isaías.

Después de leer el texto, Jesús lo comenta con una sola frase: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír». Según Lucas, la gente «tenía los ojos clavados él». La atención de todos pasa del texto leído a la persona de Jesús. ¿Qué es lo que nosotros podemos descubrir hoy si fijamos nuestros ojos en él?

Jesús actúa movido por el Espíritu de Dios. La vida entera de Jesús está impulsada, conducida y orientada por el aliento, la fuerza y el amor de Dios. Creer en la divinidad de Jesús no es confesar teóricamente una fórmula dogmática elaborada por los concilios. Es ir descubriendo de manera concreta en sus palabras y en sus gestos, en su ternura y en su fuego, el Misterio último de la vida que los creyentes llamamos «Dios».

Jesús es Profeta de Dios. No ha sido ungido con aceite de oliva como se ungía a los reyes para transmitirles el poder de gobierno o a los sumos sacerdotes para investirlos de poder sacro. Ha sido «ungido» por el Espíritu de Dios. No viene a gobernar ni a regir. Es profeta de Dios dedicado a liberar la vida. Solo lo podremos seguir si aprendemos a vivir con su espíritu profético.

Jesús es Buena Noticia para los pobres. Su actuación es Buena Noticia para la clase social más marginada y desvalida: los más necesitados de oír algo bueno; los humillados y olvidados por todos. Nos empezamos a parecer a Jesús cuando nuestra vida, nuestra actuación y amor solidario puede ser captado por los pobres como algo bueno.

Jesús vive dedicado a liberar. Entregado a liberar al ser humano de toda clase de esclavitudes. La gente lo siente como liberador de sufrimientos, opresiones y abusos; los ciegos lo ven como luz que libera del sinsentido y la desesperanza; los pecadores lo reciben como gracia y perdón. Seguimos a Jesús cuando nos va liberando de todo lo que nos esclaviza, empequeñece o deshumaniza. Entonces creemos en él como Salvador que nos encamina hacia la Vida definitiva.

José Antonio Pagola

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55 años del histórico viaje de Pablo VI a Tierra Santa

Sábado, 5 de enero de 2019
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atenagoras-i-y-pablo-viPrimer viaje de la historia de un Pontífice a Jerusalén

A su regreso, dijo: “Este viaje no solo es singular y espiritual; puede tener gran importancia histórica”

(Vatican News).- Fue el primer viaje de la historia de un Pontífice a la tierra de Jesús, en donde tuvo lugar el histórico encuentro con el Patriarca de Constantinopla Atenágoras

55 años atrás, el 4 de enero, comenzaba en Jordania la histórica peregrinación del Papa Pablo VI a Tierra Santa. Un viaje sin precedentes ya que se trató del primer viaje de la historia de un Pontífice a Tierra Santa, desde donde Pedro salió y a la cual ninguno de sus sucesores había regresado.

El anuncio del viaje

El Papa Montini anunció su viaje apostólico a la tierra de Jesús el 4 de diciembre de 1963, durante su discurso en la solemne clausura de la segunda sesión del Concilio Vaticano II: “Está tan viva en nosotros la convicción de que para la feliz conclusión del Concilio es necesario intensificar las oraciones y las obras, que hemos decidido, tras madura reflexión y abundante plegaria, ir como peregrino a la tierra de Jesús Nuestro Señor.

Así, pues, si Dios nos asiste queremos ir en el próximo mes de enero a Palestina, para venerar personalmente, en los lugares santos donde Cristo nació, vivió, murió y resucitado subió al cielo, los misterios principales de nuestra salvación: la Encarnación y la Redención. Veremos aquella tierra bendita, de la que Pedro salió y ninguno de sus sucesores ha vuelto”.
Tres días de oración y de penitencia

“Iremos humildemente y en seguida regresaremos, haciendo un viaje de oración, de penitencia y de renovación para ofrecer a Cristo su Iglesia, para llamar a esta Iglesia única y santa a los hermanos separados, para implorar la divina misericordia en favor de la paz entre los hombres, esa paz que en nuestros días aparece todavía tan débil y temblorosa, para suplicar a Cristo Señor por la salvación de toda la Humanidad”.

Así describía el Papa Pablo VI en su discurso de clausura de la II sesión del Concilio Vaticano II, el viaje de tres días, que se aprestaba a realizar del 4 al 6 de enero de 1964.

Un viaje a la cuna del cristianismo, comenzado con la llegada del Papa al aeropuerto de Amán, en el que lo esperaba para acogerlo el rey Hussein de Jordania, que en ese entonces administraba los territorios de la Cisjordania y de Jerusalén Oriental después de la guerra árabe-israelí del 1948.

Por la paz

viaje-2“Nuestra visita es espiritual, una humilde peregrinación a los lugares sagrados santificados por el nacimiento, la vida y la pasión y muerte de Jesucristo y por su gloriosa Resurrección y Ascensión.

En cada uno de estos venerables santuarios, oraremos por aquella paz que Jesús ha dejado a sus discípulos, aquella paz que el mundo no puede dar, pero que viene del cumplimiento de su mandamiento: amarnos los unos a los otros como Él no ha amado”, afirmó el Papa al rey antes de partir para Tierra Santa.

La Misa en el Santo Sepulcro

Una parada a orillas del Jordán y una visita a la casa de Lázaro en Betania precedieron la llegada a Jerusalén, que culminó con la Misa en el Santo Sepulcro. “Es hora de que nuestras mentes se despierten”, dijo el Papa en la tumba de Cristo.

“Tomemos ahora conciencia con sincero dolor de todos nuestros pecados, tomemos conciencia de los pecados de nuestros padres, de los pecados de la historia pasada, tomemos conciencia de los pecados de nuestra época, de los pecados del mundo en el cual vivimos”.

El encuentro con Atenágoras

con-atenagorasEl encuentro con el patriarca greco ortodoxo Benedictos, con el armenio Derderian y con las comunidades católicas de rito oriental hicieron de preludio al histórico encuentro ecuménico de la tarde siguiente en el Monte de los Olivos con el patriarca de Constantinopla Atenágoras, llegado a Jerusalén para reunirse con el Pontífice.

Un abrazo y una oración común en latín y en griego fueron el primer paso hacia la declaración del año siguiente en el cual la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa revocaron la excomunión recíproca que data del 1054.

El saludo a las autoridades israelíes

Antes del encuentro, la jornada del 5 de enero marcó el ingreso de Pablo VI en la parte judía de Jerusalén. “Desde esta tierra única al mundo por la grandeza de los eventos en los cuales ha sido teatro, nuestra humilde súplica se eleva a Dios por todos los hombres, creyentes y no creyentes.

Y en ella incluimos con placer a los hijos del “pueblo de la Alianza” cuyo rol en la historia religiosa de la humanidad no podemos olvidar”, dijo el Papa a las autoridades israelíes en la colina de Megido.

Pío XII y la segunda guerra mundial

Nazareth, Tagba y el lago de Tiberíades, Cafarnaún, el Monte de las Bienaventuranzas y el Monte Tabor fueron los lugares que el Papa Montini visitó ese día y que, vuelto a Jerusalén y despidiéndose de las autoridades israelíes recordó al predecesor Pío XII y su papel durante el segundo conflicto mundial.

“Todo el mundo sabe lo que hizo por la defensa y la salvación de todos los que soportaban la prueba, sin ninguna distinción. Sin embargo, como sabéis, se han querido sembrar sospechas e incluso acusaciones contra la memoria de este gran Pontífice.”, afirmó, “Bien lo sabían también los que, terminada la guerra, acudieron con lágrimas en los ojos a darle las gracias por haberles salvado la vida”.

La misa en Belén y el regreso al Vaticano

avionEl 6 de enero, día de la Epifanía, Pablo VI celebró la misa en la Basílica de la Natividad de Belén, llamando a la paz en el mundo y a la unidad de los cristianos. Después de haber encontrado nuevamente a Atenágoras y a la comunidad católica de rito latino de Jerusalén, San Pablo VI volvió a Amán para tomar el avión hacia Roma.

“Ustedes han comprendido que mi viaje no ha sido solamente un hecho singular y espiritual”, dijo a su regreso: “se ha transformado en un acontecimiento que puede tener gran importancia histórica. Es un anillo que se enlaza a una tradición secular y quizás un comienzo de nuevos eventos que puedes ser grandes y benéficos para la Iglesia y para la humanidad”.

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Cantaré eternamente las misericordias del Señor

Miércoles, 14 de noviembre de 2018
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Del blog Nova Bella:

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¡Cuántos dones, cuántas cosas hermosas y elevadas, cuánta esperanza he recibido yo en este mundo! Ahora que la jornada llega al crepúsculo y todo termina y se desvanece esta estupenda y dramática escena temporal y terrena, ¿cómo agradecerte, Señor, después del don de la vida natural, el don muy superior de la fe y de la gracia, en el que únicamente se refugia al final mi ser? ¿Cómo celebrar dignamente tu bondad, Señor, porque apenas entrado en este mundo, fui insertado en el mundo inefable de la Iglesia católica?

In aeternum Domini misericordias cantabo.

*

Pablo VI
Testamento

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Cárcel Ortí: “La prensa del régimen (de Franco) pintó a Pablo VI como un enemigo de España”

Sábado, 13 de octubre de 2018
Comentarios desactivados en Cárcel Ortí: “La prensa del régimen (de Franco) pintó a Pablo VI como un enemigo de España”

francopablo_560x280Y sin embargo, la Iglesia católica española no termina de reconocer que Franco no puede estar ni en el valle de los caídos ni el La Almudena. ¿se imagina alguien a Hitler o a Mussolini, que despreciaron y no escucharon a Pío XII, enterrados en una catedral?

El proceso de canonización de Montini incluyó un apartado sobre su relación con Franco

“Era un demócrata, contrario a cualquier tipo de totalitarismo. Quería una transición pacífica en España”

Pablo VI: “Un nuevo humanismo

Ginés García Beltrán: “Pablo VI, santo; sí, un santo de la Iglesia y para la Iglesia”

Cardenal Omella: “Tanto para el papa Francisco como para Pablo VI es prioritaria una Iglesia de diálogo”

Pablo VI, sobre Lefebvre: “Es la primera verdadera cruz de mi pontificado”

La tumba de Franco: el problema es de Osoro, la solución… del Gobierno

El PSOE recomienda a Osoro que “dé una vuelta” al posible entierro de Franco en La Almudena

Carmen Calvo: “La decisión de exhumar a Franco la ha tomado el Gobierno, no la Iglesia Católica”

Gil Tamayo, sobre Franco: “Los muertos no tienen carnet político”

Las CCP de Andalucía piden a Osoro que “no acceda a la inhumación” de los restos de Franco en la cripta

A pocos días de que Pablo VI sea proclamado santo, el historiador y sacerdote español Vicente Cárcel Ortí relata a EFE que durante el proceso de canonización se le pidió un informe especial para explicar la relación del papa con el dictador Francisco Franco.

Cárcel Ortí, uno de los máximos expertos sobre Pablo VI y la Historia de la Iglesia durante el franquismo, quien reside en Roma desde hace años, explica en una entrevista que el estudio “se hizo necesario para aclarar algunas cosas que aparecían confusas en las relaciones con España porque se mezclaba lo que había hecho como cardenal y lo que hizo después como papa”.

El relator (una especie de juez instructor) de la causa de Pablo VI, Guido Mazzotta, en un encuentro con periodistas a pocos días de la canonización del papa Giovanni Battista Montini, que será el próximo domingo, reveló que se tuvo que pedir este estudio para incluirlo en la documentación del proceso.

Montini, cuando era arzobispo de Milán, envió un telegrama a Franco pidiendo el indulto para el dirigente comunista Julian Grimau, que finalmente no se escuchó y acabó fusilado. Dos meses más tarde, el 21 de junio, fue elegido papa.

“Por ello, tras su elección, en la prensa española, afín al régimen, sacaron el telegrama famoso y se montó una campaña de desprestigio sobre Pablo VI y comenzó una época muy confusa que en la Congregación para la Causa de los Santos quisieron aclarar y me encargaron un estudio”, revela Cárcel Ortí.

El historiador español, de 78 años, explica que elaboró un amplio estudio para aclarar tres puntos principales para el proceso de canonización.

“Fue un estudio muy amplio donde se demostró que Pablo VI siempre condenó el terrorismo viniera de donde viniera, pero al mismo tiempo se manifestó contra la pena de muerte y siempre pidió clemencia, indultos y perdón para los condenados”, resume.

El sacerdote destaca que el papa Montini nunca tuvo problema de resaltar en sus discursos “que el Gobierno español no le hacía caso en estas peticiones, y el más clamoroso fue el de la solicitud de clemencia para las once condenas (de miembros de ETA y del FRAP) en 1975, dos meses antes de la muerte de Franco“.

 

Cárcel Ortí se encontraba en Roma con el cardenal Vicente Enrique y Tarancón cuando se le informó de que el papa llamaría por teléfono esa noche a Franco para pedir el indulto de todos, “pero esa llamada no se la pasaron nunca”.

Pablo VI en su audiencia general del día siguiente reveló que por tres veces habían pedido clemencia y también durante la noche, “para que se optase en vez de por el camino de la mortífera represión, el de la magnanimidad y el de la clemencia”, y añadió el famoso: “Por desgracia no hemos sido escuchados”.

Cuenta Cárcel Ortí que Tarancón en sus memorias siempre dijo que Franco no supo nada de esta llamada porque no se la pasaron y que sí hubiera hablado con el papa “les habría indultado“.

Para este historiador, a Pablo VI la prensa del régimen le pintó como “el enemigo de España”, pero el papa “en verdad quería mucho a España y lo demostró proclamando a Santa Teresa de Ávila doctora de la Iglesia”.

Fue muy crítico con el régimen“, añade, porque venía de una familia de antifascistas que había luchado con la resistencia, pero “demostró mucho cariño y afecto y tuvo muchas manifestaciones de amor” por España.

El historiador valenciano cuenta además la preocupación de Pablo VI para facilitar la transición en el país y que desde que lo eligieron “empezó a prepararla cambiando a los obispos lentamente por más jóvenes y de otra generación y dándoles instrucciones para que fueran preparando el ambiente de la sociedad y la Iglesia”.

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“Era un demócrata, llevaba la democracia en la sangre y era contrario a cualquier tipo de totalitarismo. Quería una transición pacífica en España y lo único que pudo hacer fue intervenir con los obispos”, explica.

El sacerdote cuenta también que Pablo VI pidió en varias ocasiones derogar la potestad que tenía España de participar en la elección de los obispos, pero Franco siempre se negó.

Ante la canonización del domingo, el historiador afirma que Pablo VI ha sido “el gran pontífice del Siglo XX y revela que durante un encuentro con Francisco le regaló su libro sobre Montini y que el argentino lo agarró con cariño y dijo: “Pablo VI es mi gran papa”.

FuenteEfe/Religión Digital

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Pablo VI: un papa muy criticado y no debidamente apreciado

Martes, 21 de agosto de 2018
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pppablovi“En el aniversario de su muerte tenemos la responsabilidad de recordar que es posible otra Iglesia”

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“Permitió que un cierto aire fresco entrara en la Iglesia propiciando otra forma de comunidad cristiana”

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“El pontificado de Pablo VI estuvo presidido por tres grandes objetivos: la renovación de la Iglesia, la promoción de la justicia y la evangelización del mundo”

(Jesús Martínez Gordo, teólogo).- El pasado 6 de agosto se han cumplido cuarenta años de la muerte del papa Pablo VI (1978). A él le tocó liderar un tiempo eclesial complicado, pero, a la vez, creativo y esperanzador. Tras la muerte de Juan XXIII, y una vez finalizada la primera sesión conciliar (1963), se inicia su pontificado, teniendo que finalizar la recién iniciada Asamblea Episcopal y, sobre todo, proceder a su aplicación.

Su pontificado es objeto -cuando menos- de dos valoraciones: la que entiende que es quien pone las bases -por su comportamiento ambivalente, incluso en la misma aula conciliar- para una lectura involutiva del Vaticano II y la que considera que activa -tímidamente, por supuesto- una cierta renovación de la Iglesia que será frenada en los siguientes pontificados.

Los participantes en el XXI Congreso de Teología celebrado en Madrid del 8 al 11 de septiembre de 2011 tuvieron la oportunidad de escuchar el sincero y conmovedor testimonio de Giovanni Franzoni sobre su participación en el Vaticano II y, en palabras suyas, la penosa historia de su traición a manos de Pablo VI sin, siquiera, haber sido clausurado. La recepción involutiva del Vaticano II no arrancó, como habitualmente se suele entender, con el pontificado de Juan Pablo II y auxiliado por J. Ratzinger, sino en el aula conciliar, siendo el papa Montini el sucesor de Pedro. Con palabras del mismo G. Franzoni: “fue el mismo Pablo VI quien puso las premisas para que el Concilio pudiera ser, al menos en parte, ‘domesticado’ y el postconcilio ‘enfriado'”. Y un poco más adelante abunda en la misma tesis: el papa Montini “tomó decisiones que amputaron el Concilio en sus potencialidades, y puso las premisas para una interpretación reductiva de los documentos del Vaticano II”.

Avalaban esta conclusión, cuando menos, siete polémicas intervenciones suyas a lo largo de los trabajos conciliares y también en el tiempo inmediatamente posterior a la clausura de la Asamblea Episcopal:

1.- La famosa “Nota explicativa previa” a la Lumen Gentium (concretamente, al capítulo tercero) que va al final del documento conciliar, aguando -cuando no, disolviendo- la colegialidad episcopal.

2.- La proclamación de María -siguiendo al episcopado polaco- como “Madre de la Iglesia” y desoyendo el parecer mayoritario de los padres conciliares que la veían como “Madre en la Iglesia”, es decir, como discípula de Jesús y no “sobre” la Iglesia.

3.- La reserva papal de la cuestión del celibato de los presbíteros ante la petición de algunos padres conciliares para que se ordenaran hombres maduros, (los que serán llamados más adelante, “viri probati”), es decir, padres de familia y con una vida profesional asentada.

4.- La reserva sobre la cuestión de los medios moralmente lícitos para regular la natalidad.

5.- La asignación de una responsabilidad meramente consultiva a los Sínodos de Obispos, dejando al Papa libre para acoger o rechazar sus propuestas. En realidad, semejante decisión obedecía a una estrategia que -alimentada, una vez más, por la curia vaticana- pasaba por “de-potenciar” el Concilio y, particularmente, la colegialidad episcopal.

6.- El desinterés por dotar a la Iglesia de las instituciones adecuadas en las que visibilizar y concretar la afirmación conciliar de la Iglesia como “pueblo de Dios”. Podría haber erigido algo así como un senado de la Iglesia católica en el que estuvieran representados obispos, sacerdotes, monjes, monjas, religiosos, religiosas, laicos, hombres y mujeres, para debatir los grandes problemas. Nada de eso vio la luz.

7.- Finalmente, su negativa a que las mujeres pudieran acceder al sacerdocio.

G. Franzoni entendió que la gran mayoría de estas intervenciones papales obedecieron a una bienintencionada preocupación por evitar la ruptura de la comunión, sobre todo, entre la minoría y la mayoría conciliar. Sin embargo, le resultaba incontestable que su “obra de mediación terminó por limitar o cancelar la libertad del Concilio y, sobre todo, difirió al futuro problemas que más tarde reventarían, provocando consecuencias desastrosas. Montini estaba obsesionado por la búsqueda de una unanimidad moral sobre todos los textos conciliares: noble propósito, que sólo habría adormecido, más no cancelado, tensiones punzantes”. Es cierto que este severo juicio no le impidió reconocer también algunos puntos positivos en su pontificado tales como su inequívoco compromiso en favor de la paz y la justicia en el mundo o la renuncia a la tiara papal, símbolo arrogante del poder temporal (también político) del papado; aunque semejante renuncia no supusiera el abandono de un modelo de gobierno absolutista, heredado de la historia.

Sin negar los hechos reseñados por G. Franzoni, no comparto su valoración del pontificado de Pablo VI porque entiendo que lo poco que se ha podido experimentar de lo mucho y bueno que hay en el Vaticano II -al menos, hasta Francisco- se lo debemos a él. Éste es un importante punto que G. Franzoni no tuvo debidamente en cuenta ni, por ello, lo resaltó como era debido. Muy probablemente porque los testigos directos de determinados acontecimientos -en este caso, de relevancia mundial- tienen dificultades para marcar distancias y valorar una gestión con perspectiva histórica. Tal fue la situación (o, si se quiere, el contexto vital), así lo entiendo, de la inestimable aportación de G. Franzoni.

A diferencia de él, creo que el pontificado de Pablo VI estuvo presidido por tres grandes objetivos que el mismo papa Montini explicitó en sendos documentos de indudable calado y que siguen marcando (para bien) nuestro actual momento eclesial: la renovación de la Iglesia (“Ecclesiam suam”, 1964); la promoción de la justicia (“Populorum progressio“, 1967) y la evangelización del mundo (“Evangelii nuntiandi”, 1975).

Y, en consonancia con tales objetivos, tomó relevantes decisiones en diferentes campos. Retengo algunas de las referidas a la renovación de la Iglesia, a pesar de la psicología hamletiana que, al decir de sus críticos, le caracterizaba: la reforma litúrgica que va propiciando desde el año 1963 hasta 1969; la institución del Sínodo de los Obispos (1965); el reconocimiento de la plenitud de poderes episcopales (1966); el Directorio Pastoral para los Obispos (1973), probablemente el texto más logrado de su pontificado desde el punto de vista jurídico y pastoral; una reforma -cierto que muy limitada- de la curia Vaticana (1967); la creación de la Comisión Teológica Internacional (1969); la renovación de la vida religiosa (1966) y, sin ánimo de ser exhaustivo, el gran impulso que experimenta el ecumenismo en su pontificado. Estas decisiones de indudable calado van acompañadas de la creación de instituciones tales como el Consejo del Presbiterio, el Consejo Pastoral y los vicarios episcopales. Además, limita la edad en el ejercicio ministerial a los 75 años y, sobre todo, pone en marcha las Conferencias Episcopales, dotándolas de un estatuto.

Es cierto que el papel de las Conferencias Episcopales resulta todavía muy modesto, pero nadie cuestiona que presenta un considerable interés ya que favorece el desarrollo de una conciencia de iglesia regional -abierta a desempeñar el día de mañana un papel semejante al desarrollado por los patriarcados- y permite expresar con mayor eficacia la comunión eclesial en el seno de la catolicidad. Su limitada capacidad para incidir en el gobierno de la Iglesia va a ser objeto de muchos recelos y tensiones, sobre todo, a partir de las reacciones que provoca la publicación de la encíclica “Humanae Vitae” sobre el control de la natalidad (1968).

Merecen un tratamiento menos elogioso sus reservas -como ya se ha expuesto antes de ahora- al control artificial de la natalidad, así como su negativa a que las mujeres pudieran acceder al presbiterado; un cierre provisional, a la espera de estudios mejor fundados; por tanto, no “definitivo”, como así sucederá con Juan Pablo II.

Es cierto que Pablo VI llegó a sostener en alguna ocasión que el humo de Satanás se había infiltrado en la Iglesia. Sin embargo, también lo es que se trató de una referencia más ocasional, y casi anecdótica, en los últimos (y tristes) años de su pontificado. Lo cierto es que puso en marcha -insisto, tímidamente- el concilio Vaticano II. Y eso fue un enorme trabajo, no siempre valorado en la importancia que tiene. El papa Montini dejó entreabiertas -al menos, institucionalmente- las puertas que había abierto de par en par Juan XXIII. Al proceder de esta manera, permitió que un cierto aire fresco y primaveral entrara en la Iglesia propiciando -por supuesto, que con dudas y reticencias- otra forma de comunidad cristiana y de gobierno eclesial.

No es una mera anécdota que siga siendo todavía en nuestros días, sobre todo, para los sectores más involucionistas, el principal responsable de una supuesta disolución de la Iglesia en el postconcilio y, por tanto, un pontificado que superar y olvidar cuanto antes. En general, las suyas fueron reformas que, a pesar de la moderación desplegada, reconducirá Juan Pablo II con la ayuda del Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, J. Ratzinger, posteriormente Benedicto XVI.

En esto radica mi mayor distancia con la valoración de G. Franzoni: donde él vio al primer muñidor de la involución eclesial yo percibo a un papa tímidamente reformador, a la vez que angustiado por una posible ruptura de la comunión. Entiendo que es este temor -juntamente con su horror a propiciar una reforma excesivamente rupturista con los pontificados anteriores al de Juan XXIII- lo que le hizo ser excesivamente complaciente con la minoría conciliar. Pero también creo que semejantes cautelas no le impidieron poner en marcha muchas iniciativas reformadoras que hoy nos parecen, en su fragilidad, admirables; sin dejar de ser, por ello, tímidas y, a veces, hasta timoratas. Ni le bloquearon en su relación con el mundo, una relación impregnada -así lo entiendo- de “empatía crítica” y, por ello, muchas veces nada complaciente, no sólo en lo relativo a la sexualidad, sino también, y de manera particular, en todo lo referente a la promoción de la justicia y la paz.

En este verano de 2018 en el que conmemoramos el cuarenta aniversario de su fallecimiento, creo que tenemos la responsabilidad de recordar que es posible otra Iglesia. Y es posible, no porque se fundamente en las fantasías de algunos teólogos, sino porque ya lo fue, aunque tímidamente, durante la celebración del Vaticano II y en una buena parte del pontificado de Pablo VI.

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El Credo de Pablo VI

Sábado, 21 de julio de 2018
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credopablovi-320x19550 años del texto, atribuido a Jacques Maritain

El filósofo estuvo a punto de ser condenado por el Santo Oficio

“Símbolo del Concilio Vaticano II… en el nombre de la Santa Trinidad, para llevar el Evangelio y abrir en la Iglesia el necesario aggiornamento y el aire fresco de la Buena Nueva a toda la humanidad”

(Josep Miquel Bausset).-  Hoy 30 de junio se cumplen 50 años de la proclamación del “Credo del papa Pablo VI“, redactado en gran parte (a partir, evidentemente, del texto de Nicea), por el filósofo francés Jacques Maritain.

Del 22 de febrero de 1967 al 30 de junio de 1968, la Iglesia, por expreso deseo del papa Montini, celebró el Año de la Fe, para así recordar a los santos Pedro y Pablo, con motivo del XIX centenario del martirio de estos apóstoles. Aquel Año Santo concluyó el 30 de junio de 1968, hoy hace 50 años, con la proclamación del “Credo del Pueblo de Dios, que desarrollaba el texto del Concilio de Nicea, con una seria de complementos.

El 12 de enero de 1967, el cardenal y teólogo suizo Charles Journet escribió una carta a Maritain para comunicarle que pronto se reuniría con el papa Pablo VI. El filósofo francés respondió al cardenal, que tenía una idea que quería proponerle: “Que el papa redactara una profesión de fe completa y detallada, en la cual se explicitara todo lo que contiene el Símbolo de Nicea. Esta sería en la historia de la Iglesia, la profesión de fe de Pablo VI”.

El cardenal Journet, sin que lo supiese Maritain, enseñó al papa una fotocopia de la carta que le había escrito el filósofo Maritain proponiéndole esta idea de la redacción del Credo.

pablo-vi-y-jacques-maritainPablo VI, con Jacques Maritain

El 14 de diciembre del mismo año 1967, Pablo VI recibió de nuevo al cardenal Journet, que le presentó otra vez la idea de Maritain sobre la redacción de un Credo. El papa Montini le comentó al cardenal, que al final del Concilio Vaticano II ya le habían aconsejado promulgar un nuevo Símbolo de la Fe, y que el papa había pedido al teólogo francés Yves Congar que preparase un texto, que finalmente quedó archivado.

Fue entonces cuando Montini dijo al cardenal Journet: “Prepárenme ustedes un esquema de lo que piensen que haya de ser hecho”. Journet pasó a Maritain este encargo del papa y el filósofo, al inicio de 1968, en París, redactó un texto que pasó al cardenal y éste, de nuevo, al papa.

De hecho, el texto de Mariatin quería ser solamente un esbozo para ayudar al cardenal Journet a redactar un escrito completo. Pero el cardenal envió al papa el Credo de Maritain, sin ninguna más añadidura. Hace falta recordar que durante los años cincuenta, el filósofo Maritain estuvo a punto de ser condenado por el Santo Oficio debido a su pensamiento filosófico, sospechoso de “naturalismo integral”. Si la condena no prosperó, fue en buena parte, por la defensa que Montini (en aquel momento Sustituto de la Secretaría de Estado) hizo va de Maritain.

Así las cosas, el 6 de abril llegó a Roma una carta del teólogo Benoit Duroux, consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, elogiando el texto del Credo de Maritain. De esta manera, el 30 de junio de 1968, hoy hace 50 años, el papa Pablo VI pronunció solemnemente en la plaza de San Pedro el Credo del Pueblo de Dios, basado fundamentalmente en el texto que había escrito Maritain, con unas pocas variaciones.

pablo-viEl Credo de Pablo VI, que proclama la fe en la Santa Trinidad y desarrolla el Símbolo de Nicea, comienza proclamando la fe en un único Dios, “Creador de las cosas visibles y de las cosas invisibles y también Creador, en cada hombre, del alma espiritual e inmortal”. Este Dios, que “es amor”, engendró el Hijo, “por el cual han estado hechas todas las cosas”, y que “habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad”. Es Jesús quien “anunció y fundó el Reino de Dios” y quien “nos dio su mandamiento nuevo”, enseñándonos “el camino de las bienaventuranzas evangélicas”. Jesús, como “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, murió por nosotros y resucitó por su propio poder al tercer día”. El Credo de Pablo VI también proclama la Virgen Madre de Dios como la “nueva Eva” y por lo tanto, “Madre de la Iglesia”.

El Credo, además, afirma que el Espíritu Santo “ilumina, vivifica, protege y rige la Iglesia”. Este texto, que confiesa “un solo bautismo instituido por Jesucristo para el perdón de los pecados”, proclama la fe en “la Iglesia edificada por Jesucristo sobre la piedra que es Pedro”. Una Iglesia que es “el cuerpo místico de Cristo, Pueblo de Dios que peregrina aquí en la tierra”. El Credo de Pablo VI, que afirma que también “fuera de la estructura de la Iglesia se encuentran muchos elementos de santificación y de verdad”, destaca que “la misa es realmente el sacrificio del Calvario”.

El Credo de Pablo VI nos recuerda el comentario al Credo que hizo mossèn Josep Mª Rovira Belloso, fallecido el pasado día 16, donde este teólogo proclamaba su fe como una actitud que “da lugar a la esperanza plena de vida eterna y a la caridad eficaz y universal“. También este Credo de Pablo VI nos recuerda el “Credo que ha dado sentido a mi vida”, del P. Josep Mª Díez Alegría.

Este texto, del cual hoy conmemoramos los 50 años de su solemne proclamación, fue como el símbolo del Concilio Vaticano II, reunido de 1962 a 1965 en el nombre de la Santa Trinidad, para llevar el Evangelio a todo el mundo y para abrir en la Iglesia el necesario aggiornamento que llevara el aire fresco de la Buena Nueva a toda la humanidad.

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San Benito

Miércoles, 11 de julio de 2018
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Sí, la Iglesia y el mundo, por diferentes pero convergentes razones, necesitan que San Benito salga de la comunidad eclesial y social y se rodee de su recinto de soledad y silencio, y desde allí nos haga escuchar el encantador acento de su sosegada oración, desde allí casi nos alabe y acaricie y nos llame a sus claustros, para ofrecernos el cuadro de un taller “del servicio divino”, de una pequeña sociedad ideal, donde finalmente reina el amor, la obediencia, la inocencia, la libertad de las cosas y el arte deusarlas bien, la prepondeancia del espíritu, de la paz. En una palabra, el Evangelio.

Que san Benito vuelva para ayudarnos a recuperar la vida personal; esa vida personal por la que hoy sentimos tanto ansia y afán y que el desarrollo de la vida moderna, a la que se debe el deseo exagerado de ser nosotros mismos, lo sofoca en tanto que lo despierta, lo decepciona al mismo tiempo que lo hace consciente.

Corría el hombre en un tiempo, en los siglos remotos, al silencio del claustro, como corría a ellos Benito de Nursia, para encontrarse a sí mismo. Hoy, no es la carencia de la convivencia social lo que impulsa al mismo refugio, sino la exuberancia. La excitación, el estruendo, la ansiedad, la exterioridad, la multitud amenazan la interioridad del hombre. Le falta el silencio con su genuina palabra interior, le falta el orden, le falta la oración, le falta la paz, le falta él mismo. Para recuperar el dominio y el gozo espiritual de nosotros mismos, tenemos necesidad de  volver a asomarnos al claustro benedictino.

Y una vez recuperado el hombre para sí mismo en la vida monástica, es recuperado para la Iglesia. El monje tiene un puesto de privilegio en el Cuerpo Místico de Cristo, una función tanto más providencial y urgente como nunca.

*

Pablo VI
Discurso después de la Consagración de la Basílica de Monte Casino el día 24 de octubre de 1964.

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“Los miedos de la Iglesia”, por José Arregi

Lunes, 7 de mayo de 2018
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40605431345_7694456216_oLeído en su blog:

Tendría que venir Jesús el viviente resucitado, figura de todos los vivientes que resucitan sin cesar, y volver a decirnos aquello que tan insistentemente repite en los evangelios: ¡No tengáis miedo! No temáis por lo que podáis comer o beber o vestir. Ni a los que os puedan matar. Mirad a los pájaros del cielo y a los lirios del campo. No busquéis en la tumba, no os aferréis al pasado, no temáis el futuro. Id a Galilea, a la vida cotidiana, a sembrar, a crear, a vivir. Sed libres del ego y de todas las doctrinas”.

El miedo es un mecanismo biológico fundamental de defensa de la vida. Está presente en el cerebro reptil que aún llevamos los humanos en la base de los otros dos cerebros: el mamífero y el humano. El miedo nos alerta de los muchos peligros que amenazan la vida. Sin el miedo, seríamos ciegos e imprudentes, incluso crueles. Sin el miedo, habríamos muerto hace mucho tiempo, aunque la muerte a su vez es transformación y tampoco sin ella puede sobrevivir la vida. Si queremos vivir y que la Vida perdure en todas sus formas, es, pues, necesario aprender a morir. Sí, pero también es necesario aprender a temer. Como aquel muchacho del cuento de los Hermanos Grimm que no conocía el miedo y salió al mundo para experimentarlo.

Aprender a temer significa entre otras cosas liberarnos del miedo, máxime de aquellos miedos, las fobias, que amenazan más que preservan la vida. Los estragos del miedo en nuestra vida, en nuestra sociedad, en nuestro mundo, son terribles. El miedo explica casi todos los desastres: complejos y angustias, celos y envidias, codicia, corrupción y mentira, el terrorismo y el antiterrorismo, y la guerra más terrorista y asesina de todas que es la economía de la especulación y el mercado.

También las Iglesias cristianas, la Iglesia católica en particular, se muestran presas del miedo. Así fue durante siglos desde muy pronto, desde que la Iglesia se hizo poderosa, aliada con unos poderes y enfrentada a otros. A la llegada del mundo moderno con la razón y la ciencia, la reivindicación de la libertad y de la liberación de todos los oprimidos, su miedo se volvió pánico. Mientras más temía más se atrincheraba, y mientras más se atrincheraba más débil se volvía.

En eso llegó Juan XXIII y dijo: Abramos las ventanas. Que sople el Espíritu. Que callen los profetas de calamidades. Es hora de usar la medicina de la misericordia y no de la severidad”. Fue una bocanada de aire fresco.

Una bocanada breve y pasajera, pues muy pronto se volvieron a cerrar las ventanas y se frustraron los sueños del Vaticano II (1962-1965). Pablo VI (1963-1978) fue un hombre de grandes horizontes, pero lleno de miedos, tanto durante como después del Concilio. Y luego vino Juan Pablo II, el papa polaco dispuesto a reponer las cosas en su sitio. “No tengáis miedo” fueron sus primeras palabras desde la ventana del Vaticano en la plaza de San Pedro, y esa fue la consigna más repetida de su pontificado. Sin embargo, a lo largo de sus 27 años de mandato, en su severidad y contundencia se traslucía miedo. Sus muchas condenas revelaban mucho miedo.

Hoy todavía prevalecen los miedos: el miedo al cambio, el miedo a renunciar a la posesión de la verdad y al control de la moral, el miedo a la duda, el miedo a la herejía (siendo así que la herejía más peligrosa es el miedo), el miedo a perder el poder e incluso los dineros, el miedo a la laicidad, el miedo a la diversidad, el miedo al pluralismo tachado de relativismo, el miedo a la libertad, el miedo tan masculino a la mujer, el miedo a la perspectiva de género, el miedo a la homosexualidad y a toda identidad y orientación sexual que no sea la consagrada por la convención en nombre de la religión, el miedo al ser humano en su devenir tan abierto, el miedo al Espíritu libre, el miedo a lo nuevo, el miedo a la muerte, en una palabra, el miedo a la vida.

¿Podrá el papa Francisco abrir un nuevo tiempo a la Iglesia, si no afronta todos esos miedos con mayor decisión, si no promueve reformas mucho más radicales en el Derecho Canónico, en el modelo clerical y patriarcal de Iglesia, en tantas doctrinas teológicas incomprensibles para los hombres y mujeres de hoy?

La Iglesia se encuentra tal vez en la mayor encrucijada de su historia bimilenaria: o se libera de sus miedos o perecerá en ellos.

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Tú eres la alegría de la vida.

Lunes, 9 de abril de 2018
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Del blog Pays de Zabulon:

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¡Cristo Tú eres la alegría y el consuelo de la vida!

Tú eres la alegría
porque das a mi vida su verdadero significado,
su dignidad, su seguridad.

Tú eres mi alegría porque Tú, también, Señor,
has sufrido, has sido pobre,
has trabajado con fatiga, y hasta Tú has sido puesto en la cruz.

Tú nos entiendes, Tú eres nuestro compañero, Tú eres nuestro consolador.

Jesús, Tú eres el defensor de la gente pobre,
¡Tú eres la esperanza de de quién es infeliz y sin ayuda!

Jesús, eres Tú quien nos hace hermanos,
quien nos da el sentido de la justicia,
quien nos hace fuertes en el sufrir, fuertes en el querer.

Jesús, eres Tú quien nos enseñas a amar.
Eres  Tú  quien nos da la paz,
la verdadera paz,
Con el pan para esta vida,
y con el pan para la vida eterna, mejor que ésta.

Eres Tú, Jesús el profeta de las bienaventuranzas.

 ¡Jesús eres la alegría de nuestra vida!

*

Pablo VI

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(Transcripción de Michel Cool de una homilía pronunciada en el atrio de la iglesia Santa Cecilia de Bogotá (Colombia), el 24 de agosto de 1968 – Publicado por Michel Cool en su cuenta de Facebook.

Foto : « on the road of EmmaUs » ppr André Durand

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50 años de Medellín

Jueves, 1 de febrero de 2018
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medellin_560x280“Recepción del Concilio en América”

“Pablo VI trazaba tres direcciones para la Conferencia -espiritual, pastoral y social- que hoy siguen vigentes”

(Saturnino Rodríguez).- No puedo ocultar la satisfacción de preparar esta presentación sobre un acontecimiento tan importante como lo fue la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín, Colombia hace ya este año 50 años-en el ya mítico año 1968, que inauguró a finales de agosto el papa Pablo VI en el primer viaje que hacía un Papa al continente Americano.

Satisfacción por haberlo vivido directamente en mis “10 años americanos” junto a otras vivencias que me marcaron y que han ha tenido y tienen gran repercusión en el porvenir de la Iglesia latinoamericana y universal y que para mí han supuesto hacer de Colombia mi “segunda patria”.

Medellín: la aplicación para América del Concilio Vaticano II

El Papa Francisco que visitó recientemente Chile y Perú ha repetido en sus intervenciones muchos de las propuestas que hizo hace ahora 50 años en el emblemático año 1968 la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín, Colombia (CELAM) (26 agosto – 8 sept. 1968) como concreción del Concilio Vaticano II que tanta resonancia y repercusión han tenido en la Iglesia universal. Esta II Conferencia de Medellín fue inaugurada por Pablo VI en el histórico primer viaje de una Papa a América.

Sus Conclusiones el Papa Francisco las recalcaría como uno de los redactores principales intervinientes de la V Conferencia de Aparecida (Brasil ) y en sus intervenciones y viajes y muy recientemente en su viaje (nov 2017) a Colombia, donde se celebró aquella II Conferencia en 1968.

El CELAM prepara la celebración del 50º de Medellín

Para celebrar esos 50 años de la II Conferencia en Medellín, Colombia, el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) prepara un Congreso que se celebrará entre el 23 y el 26 de agosto de este año 2018 en el mismo lugar en donde se celebró la II Conferencia, para “conmemorar y proyectar el mensaje de Medellín como un mensaje clave de la Iglesia en el continente con diálogo en la Iglesia universal. Latinoamericana”. El Congreso impulsado por el CELAM cuenta también con el respaldo de la Confederación de Religiosos y religiosas, el Secretariado Latinoamericano y del Caribe de Cáritas, SECLAC y con la propia Arquidiócesis de Medellín.

Anticipándose al 50º aniversario de Medellín, en octubre del año2015 al celebrar el II Congreso Continental de Teología (Belo Horizonte, Brasil), teólogos y teólogas de diversos países latinoamericanos acordaron celebrar un Congreso académico internacional de teología con el título: “Medellín 50 años después: memoria y perspectivas de futuro” .

Y así la Red Amerindia y la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) de El Salvador celebrarán del 30 de agosto al 2 de septiembre de 2018 en la misma ciudad su III Congreso de Teología en torno al “patrimonio de Medellín” bajo el lema “Los clamores de los pobres y de la Tierra nos interpelan”. Los teólogos latinoamericanos buscan reafirmar la opción por los pobres y “por nuevos modelos de Iglesia más comunitaria, participativa y ‘en salida’ en la línea del papa Francisco. (El I Congreso se celebró en Sao Leopoldo (Brasil) en 2012).

El Concilio fue el antecedente inmediato de Medellín

Si el Concilio Vaticano II (1962-1965) fue una “Primavera de la Iglesia”, Medellín, que fue la “recepción del Concilio en América”, fue el jardín donde iba creciendo. A diferencia de lo sucedido en la I Conferencia del Episcopado (Río de Janeiro 1956) donde la Santa Sede la preparó y realizó en todas sus partes, la II Conferencia, en Medellín sería el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) quien definiría los temas, la mecánica de trabajo y la elección de los conferencistas con la aprobación de la Santa Sede. Los antecedentes inmediatos de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano pueden situarse hacia el otoño de 1965 cuando el Concilio Vaticano II estaba a días de clausurarse.

Fue en ese momento cuando Pablo VI reunió a los obispos de la directiva y equipos del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) que participaban en el Concilio, con motivo del décimo aniversario de la creación de dicho organismo episcopal. Pablo VI exhortó a los presentes a asumir una visión crítica frente a los problemas que agitaban a América Latina como un requerimiento indispensable para la acción pastoral de la Iglesia en esas regiones.

Sería, pues, en ese ambiente cuando el entonces presidente del CELAM, Manuel Larrain Errázuriz (obispo de Talca, Chile) comenzó a poner en marcha el proyecto que le encomendara el papa Pablo VI, de quien era amigo personal desde los años en que era el cardenal Montini. Amigo también del jesuita Alberto Hurtado a quien haría santo Benedicto XVI, amigo de los más avanzados obispos europeos desde el Concilio, de los “nobeles” Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Jacques Maritain, y de Roger Schtz prior de la Comunidad de Taizé.

El obispo chileno Manuel Larraín Errázuriz era un hombre “en salida” como pide hoy para el Iglesia el papa Francisco, un pastor integrante del grupo que se denominó entonces catolicismo social que durante el Concilio Vaticano II (1962-1965) formó parte del sector más progresista. Fue uno de los cuarenta obispos firmantes del Pacto de las catacumbas de Domitila (Nov. 1965), encabezado por otra de la figuras señeras del CELAM, el arzobispo brasileño Helder Cámara -postulado cuatro veces al Premio Nobel de la Paz. Pacto por el que se comprometieron a caminar con los pobres asumiendo un estilo de vida sencillo y renunciando a todo símbolo de poder. Decía Dom Helder “Cuando doy comida a los pobres, me llaman santo. Cuando pregunto por qué son pobres, me llaman comunista”.

Tras la reunión ordinaria del CELAM en Mar de Plata (Argentina), en mayo de 1967, se pidió al Vaticano que convocara la Conferencia, sugiriendo al mismo tiempo como sede la ciudad de Medellín. En julio de 1967 se recibió la aprobación y comenzaron los preparativos. Se aprobó también el tema de la misma: La presencia de la iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Vaticano II”, tema propuesto por Pablo VI en la reunión con los obispos latinoamericanos en noviembre de 1965. Así, pues la II Conferencia del CELAM sería inaugurada por Pablo VI el 24 de agosto de 1968 y se clausuraría el 6 de septiembre del mismo año.

Las reuniones previas a la II Conferencia de Medellín

Entre las principales reuniones previas del Episcopado Latinoamericano y órganos del CELAM para preparar la II Conferencia destacaron estos Encuentros que tanto influirían en la celebración de II Conferencia de Medellín: En Baños (Ecuador) (junio 1966) sobre temas de educación, laicos y acción social. Mar de Plata (Argentina), en la X Asamblea Ordinario del CELAM sobre desarrollo e integración (octubre 1966). Buga (Colombia),(febrero 1967) en el I Encuentro Latinoamericano de Universidades Católicas, sobre la universidad católica en América Latina. Melgar (Colombia) (abril 1968 en el Encuentro Latinoam. sobre pastoral misionera. Itapoan, Salvador (Brasil), (marzo 1968) con el tema Pastoral Social de la Iglesia y Medellín (Colombia), (11 al 18 agosto 1968, sobre Catequesis.

Las 3 líneas trazadas por Pablo VI en Medellín

El 24 de agosto de 1968 el papa Pablo VI inauguraba en Bogotá la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano que se clausuraría el 6 de septiembre y cuyas sesiones de trabajo se celebrarían en el Seminario de Medellín. En su apretura oficial Pablo VI trazaba “tres direcciones” para las tareas: espiritual, pastoral y social que hoy, medio siglo después, contienen muchas preguntas que siguen vigentes y que en varios casos se retoman en la encíclica Evangelii gaudium del Papa Francisco del que se espera un importante mensaje al celebrar los 50 años y cuyo papel fue decisivo – siendo cardenal – en la V Conferencia que presidiría Benedicto XVI en Aparecida (Brasil) (13-31 mayo 2007) en la que el entonces arzobispo de Buenos Aires cardenal Bergoglio tuvo un destacado papel. Resumimos a continuación esas tres líneas que proponía Pablo VI en la inauguración

Estas eran las 3 líneas: 1- Espiritual, señalando que no debemos dedicarnos al apostolado, si no sabemos corroborarlo con el ejemplo de las virtudes cristianas y sacerdotales. 2- Pastoral ya que la Iglesia institucional aparece hoy confrontada con otra llamada carismática, como si la primera fuese la de un cristianismo ya superada, mientras la otra, sería capaz de interpretar el cristianismo para responder a los problemas urgentes y reales de nuestro tiempo. 3- Social favoreciendo todo esfuerzo honesto para promover la renovación y la elevación de los pobres partiendo de la propia sencillez de la Iglesia en sus formas que es un testimonio de fidelidad evangélica como condición, alguna vez imprescindible, para dar crédito a su propia misión.

La metodología empleada en las sesiones de Medellín

La metodología adoptada por la Conferencia de Medellín (1968) corresponde al método “ver-juzgar-actuar” que se remonta al método de “revisión de vida”, surgido en el seno de las propuestas pastorales de la Juventud Obrera Católica (JOC) de la “Acción Católica” ,organización laical de renovación en la Iglesia que fundó en 1920 el sacerdote belga Joseph Cardijn por el compromiso social de la Iglesia católica en los comienzos del siglo y fue nombrado cardenal en 1965. La JOC agrupa aun hoy a los dirigentes obreros católicos en todo el mundo.

Un obispo que presidía la Comisión de trabajo sobre los pobres de la II Conferencia de Medellín en 1968 escribía sobre la misma diciendo que uno de los temas más difíciles fue el de la violencia y la paz. Había en aquella época algunos cristianos que querían justificar la violencia, apoyando las guerrillas, con sentimiento pero sin reflexión teológica. Con mucho acierto Pablo VI habló del asunto, y fue muy claro y muy orientador en sus palabras de inauguración en Bogotá enseñando el camino pacificador que debe tener el cristiano en nuestra realidad, al trabajar por la justicia en espíritu de paz, de reconciliación, como después recogerían las Conclusiones.

Las ponencias durante la II Conferencia de Medellín servirían de guía a las 16 comisiones y subcomisiones encargadas de elaborar las aplicaciones pastorales, cuya división y títulos corresponden fundamentalmente a las Conclusiones del Documento Final. Ponencias que expusieron los siguientes obispos:

I. Los signos de los tiempos en América Latina – MARCOS MC GRATH, obispo de Santiago de Veraguas, Panamá.
II. Interpretación cristiana de los signos de los tiempos hoy en América Latina – EDUARDO F. PIRONIO, Secretario General del CELAM
III. La Iglesia en América Latina y la promoción humana – EUGENIO DE ARAÚJO SALES, Administrador Apostólico, Salvador, Brasil.
IV. La evangelización en América Latina – SAMUEL RUIZ G., obispo de San Cristóbal de las Casas, México.
V. La pastoral de masas y la pastoral de élites – LUIS EDUARDO HENRÍQUEZ, obispo auxiliar de Caracas.
VI. La unidad visible de la Iglesia y la coordinación pastoral – PABLO MUÑOZ VEGA, Arzobispo de Quito
VII. Coordinación Pastoral – LEONIDAS E. PROAÑO, Obispo de Riobamba

Los documentos conclusivos de Medellín

Las Conclusiones de Medellín fueron aprobadas por el Papa Pablo VI siendo el presidente de la CELAM Avelar Brandao Vilela y secretario general Eduardo F. Pironio. Las Conclusiones irían repartidas en 16 documentos, agrupados a su vez en tres grandes secciones:

Promoción humana 1. Justicia 2. La Paz 3. Familia y demografía 4. Educación 5. Juventud

Evangelización y crecimiento de la fe 6. Pastoral popular 7. Pastoral de élites 8. Catequesis 9. Liturgia

La Iglesia visible y sus estructuras 10. Movimientos de laicos 11. Sacerdotes 12. Religiosos 13. La formación del clero 14. La pobreza de la Iglesia 15. Pastoral de conjunto y 16. Medios de comunicación social.

Las Conclusiones de Medellín se enfocan hacia la presencia de la Iglesia para “transformar a América Latina a la luz del Concilio Vaticano II”. La solicitud pastoral recae sobre tres áreas: 1ª- La promoción del hombre y de los pueblos hacia los valores de justicia, paz, educación y familia 2ª La necesidad de evangelización y maduración de la fe a través de la catequesis y liturgia y 3ª Los problemas que giran en torno a toda la comunidad para que sea más fuerte la unidad y la acción pastoral.

Se incorpora de manera especial a los laicos en estas tareas de “promoción humana” teniendo en cuenta como “fuentes” la Biblia y el Magisterio de la Iglesia destacando las encíclicas Gaudium et spes, Populorum progressio, Pacem in terris, Gravissimum educationis, Lumen gentium, Sacrosantum concilium, entre muchas otras. Todo ello forma parte de la Doctrina Social Cristiana cuya tarea es anunciar el Evangelio y denunciar las injusticias con el método de “ver, juzgar y actuar”.

Se trató también de la que denominaron “recepción creativa”, esto es, no se limitó simplemente a ajustar la iglesia de la región a las directrices emanadas del Concilio, sino que también intentó adecuar y enriquecer la recepción desde su propia historia y contexto; a manera de ejemplo tenemos las Comunidades de Base, el planteamiento de la salvación como liberación en la historia, la sacramentalidad de la iglesia desde la pobreza, y su compromiso total con los pobres y marginados. De hecho estas opciones y otros temas como el de la dimensión política de la fe y la relación entre desarrollo y salvación serían por los que Medellín llegaría a ser reconocido y recordado en la posteridad y a partir de las cuales se cosolidaba la “teología de la liberación”.

El mensaje de Medellín sigue vivo en la Iglesia

El teólogo brasileño Leonardo Boff, uno de los propulsores de las “Comunidades de Base” y la “Teología de la Liberación” escribe a los 50 años de Medellín recordando que el mérito de Medellín en el 1968 no fue el histórico sino el kerigmático, es decir lo que representa en términos históricos porque dió a luz a la Iglesia latinoamericana como tal. Sus textos constituyen la “Carta magna” de la Iglesia del Continente y el “acto de fundación” de la Iglesia de América Latina y Caribe a partir y en función de sus pueblos y de sus culturas. Leer más…

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