Comentarios desactivados en “Buena Noticia para los pobres”. 3 Tiempo ordinario – C (Lucas 1,1-4; 4,14-21)
Uno de los rasgos más escandalosos e insoportables de la conducta de Jesús es su defensa decidida de los pobres. Una y otra vez, los cristianos tratamos de escamotear algo que es esencial en su actuación.
No nos engañemos. Su mensaje no es una buena noticia para todos, de manera indiscriminada. Él ha sido enviado para dar una buena noticia a los pobres: el futuro proyectado y querido por Dios les pertenece a ellos.
Tienen suerte los pobres, los marginados por la sociedad, los privados de toda defensa, los que no encuentran sitio en la convivencia de los fuertes, los despojados por los poderosos, los humillados por la vida. Ellos son los destinatarios del reino de Dios, los que se alegrarán cuando Dios «reine» entre sus hijos e hijas.
Pero ¿por qué son ellos los privilegiados? ¿Es que los pobres son mejores que los demás para merecer de Dios un trato especial? La posición de Jesús es sencilla y clara. No afirma nunca que los pobres, por el hecho de serlo, sean mejores que los ricos. No defiende un «clasismo moral». La única razón de su privilegio consiste en que son pobres y oprimidos. Y Dios no puede «reinar» en el mundo sino haciéndoles justicia.
Dios no puede ser neutral ante un mundo desgarrado por las injusticias de los hombres. El pobre es un ser necesitado de justicia. Por eso la llegada de Dios es una buena noticia para él. Dios no puede reinar sino defendiendo la suerte de los injustamente maltratados.
Si el reinado de Dios se impone, los pobres serán felices. Porque donde Dios «reina» no podrán ya reinar los poderosos sobre los débiles ni los fuertes sobre los indefensos.
Pero no lo olvidemos. Lo que es buena noticia para los pobres resuena como amenaza y mala noticia para los intereses de los ricos. Tienen mala suerte los ricos. El futuro no les pertenece. Sus riquezas les impiden abrirse a un Dios Padre.
Comentarios desactivados en “Hoy se cumple esta Escritura”. Domingo 23 de enero de 2022. Domingo 3º del Tiempo Ordinario
Leído en Koinonia:
Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10: Leían el libro de la Ley, explicando el sentido. Salmo responsorial: 18: Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. 1Corintios 12, 12-30: Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro. Lucas 1, 1-4; 4, 14-21: Hoy se cumple esta Escritura.
En el libro de Nehemías se nos cuenta de una lectura pública y solemne del libro de la ley de Dios, el que nosotros los cristianos llamamos Pentateuco y en cambio los judíos designan como “Toráh”, Ley. Estamos a finales del siglo V AC, los judíos hace pocos años que han regresado del destierro en Babilonia y a duras penas han logrado reconstruir el templo, las murallas de la ciudad, sus propias casas. Les hace falta urgentemente una norma de vida, una especie de “constitución” por medio de la cual puedan regirse en todos las aspectos de la vida personal, social y religiosa. Esdras, un líder carismático, respetado por todos y considerado levita y escriba, es decir, sacerdote y maestro, les da esa ley, esa constitución que necesitan, proclamando solemnemente, ante todo el pueblo reunido, la santa Ley de Dios. Ya vimos como respondió la gente: comprometiéndose a cumplirla y guardarla, llorando sus infidelidades y, a instancias de sus líderes, celebrando una fiesta nacional: la fiesta de la promulgación de la Ley divina. Desde ese remoto día, quinientos años antes de Jesucristo, hasta hoy, los judíos ordenan sus vidas según los mandatos de la Toráh o Pentateuco.
El texto de Lc 4, 14ss era un texto sin relevancia en la vida práctica de la comunidad cristiana hasta hace sólo 50 años, un texto olvidado, como tantos otros que hoy nos parecen fundamentales. Fue la teología latinoamericana la que puso de relieve este texto como capital. Lucas lo pone al inicio de la vida pública de Jesús. Puede que no corresponda a algo que aconteciera realmente al principio (Juan, de hecho, pone otros pasajes como comienzo de su evangelio), pero lo fue en su significación. O sea, tal vez no ocurrieron las cosas así (y no es posible saberlo históricamente), pero Lucas tiene razón cuando sitúa esta escena en su evangelio como un inicio programático que contiene ya, en germen, simbólicamente, toda su misión.
Jesús, sin duda, tuvo que interpretar muchas veces su propia vida con estos textos proféticos de Isaías. Parece obvio que Jesús vio su vida como el cumplimiento, como la prolongación de aquel anuncio profético de la “Buena Noticia para los pobres”. La misión de Jesús es el anuncio de la Buena Noticia de la Liberación. La “ev-angelización” (“eu-angelo” = buena noticia) no es más que una forma de la liberación, la “liberación por la palabra”.
Las aplicaciones son muchas, y bastante directas:
-La misión cristiana hoy, continuando la misión de Jesús, tiene que ser… eso mismo, o sea: “continuación de la misión de Jesús”, en sentido literal y directo. Ser cristiano, en efecto, será «vivir y luchar por la Causa de Jesús», sentirse llamado a proclamar la Buena Noticia de la Liberación, entendiéndolo en su literalidad más material también: la “Buena Noticia” tiene que ser «buena» y tiene que ser «noticia». No se puede sustituir semánticamente por el «catecismo» o la «doctrina». Jesús no vino a enseñar “la doctrina”; la “evangelización” de Jesús no fue una «catequesis eclesiástico-pastoral»…
-La misión de Jesús no puede pretender ser neutral, “de centro”, “para todos sin distinción”, no inclinada ni para los ricos ni para los pobres… como pretenden tantas veces quienes confunden la Iglesia con una especie de anticipo piadoso de la Cruz Roja… Lo peor que podría decirse del evangelio es que fuese neutral, que no se pronuncia, que no opta por los pobres… La peor ideología sería la que ideologiza el evangelio de Jesús diciendo que es neutro e indiferente a los problemas humanos, sociales, económicos y políticos, porque se referiría sólo a “lo espiritual”…
-Puede ser bueno recordar una vez más: Jesús está lejos de la beneficencia y del asistencialismo… No se trata de “hacer caridad” a los pobres, sino de inaugurar el orden nuevo integral, el único que permite hablar de una liberación real… Es importante caer en la cuenta de que muchas veces que se habla de opción “preferencial” por los pobres se está claramente en una mentalidad asistencial, muy alejada del espíritu de Lc 4, 14ss.
-La palabra evangelizadora, o es activa y práctica en la praxis de liberación, o es anti-evangelizadora. La palabra evangelizadora no es palabra de teoría abstracta. Es una palabra que hace referencia a la realidad y la confronta con el proyecto de Dios. “Evangelizar es liberar por la palabra” (Nolan). Una palabra que no entra en la historia, que no se pronuncia, que se mantiene por encima de ella o en las nubes, que no moviliza, no sacude, no provoca solidaridad (ni suscita enemigos)… no es heredera de la «pasión» del Hijo de Dios.
Algunos recursos para trabajar catequéticamente este evangelio y este tema: Leer más…
Comentarios desactivados en 23.1.22. Manifiesto de Nazaret. A vosotros: Pobres, prisioneros, cegados y oprimidos… (Lc 4, 16-30)
Del blog de Xabier Pikaza:
Dom 3. Tiempo ordinario. Ciclo c. Jesús proclama y expone en Nazaret (Lc 4, 16-30) su manifiesto mesiánico, a favor de pobres, prisioneros, cegados y oprimidos, partiendo del programa de Isaías Is 61, 1-3. Esta es la Carta Magna de su Reino, en contra del Imperio Romano que Lucas él conocía bien, como intelectual y ciudadano.
Cada evangelio tiene su estilo y programa. Marcos era un inmenso narrador, Mateo un catequista judeo-cristiano, Juan era un místico en la línea de la gnosis.
Lucas, en cambio, es un escritor de oficio, un intelectual greco-romano, que quiere promover un camino de transformación social del imperio, empezando desde Nazaret, para culminar en Roma donde presentrá a Pablo encadenado anunciando el evangelio de la transformación universal que Jesús empezó anunciando en Nazaret.
| X.Pikaza
Introducción. Manifiesto en contra de un judaísmo y cristianismo entendidos como poder establecido.
Lucas ha estudiado, ha comparado, ha descubierto la singularidad del evangelio de Jesús (Lc 1,1-4) y así quiere proponerla, desarrollando de un modo ordenado su argumento. Ha comenzado presentando la “prehistoria” del evangelio, con la anunciación y nacimiento de Juan Bautista y de Jesús (Lc 1-2).
Ha seguido exponiendo el mensaje del Bautista, con el bautismo y las tentaciones de Jesús, es decir, con las falsas propuestas de un “mesianismo diabólico” que él quiere superar (Lc 3,1-4, 13). Y en esa línea quiere proclamar la “novedad” del mensaje y camino de Jesús, escogiendo para ello el lugar propio (Nazaret) y un lugar apropiado (un sábado, en la sinagoga del oficial judaísmo).
Este manifiesto de Jesús, fundado en el programa mesiánico de Isaías, sigue siendo escandaloso. Lo fue para los judíos “nacionalistas” de Nazaret, que querían poner la religión al servicio de su “pueblo” (es decir, de su iglesia particular). Y lo sigue siendo para gran parte de los cristianos actuales, que ponen sus iglesias al servicio del “orden establecido”:
Es contrario a los que ponen sus intereses de Iglesia, sus posibles dogmas y estructuras sacrales por encima de los pobres y excluidos, los oprimidos y esclavizados del mundo, sean de la religión y país que fueren.
Es contrario a los que defienden su “cristianismo sociológico” (su forma de entender un tipo de Estado, Capital, Empresa, TV o radio) por encima de la liberación de los pobres.
Los judíos nacionales de Nazaret tenían razón en contra de Jesús, pues Jesús iba en contra de su estructura socio-religiosa, esto es, de su judaísmo de clan egoísta, al servicio de sí mismo.
Este manifiesta de Jesús va también en contra de un tipo de cristianismo sociológico, propio de un tipo de jerarcas que creen en su religión, no en la liberación y libertad de todos los pobres del mundo…
Va también en contra de un “cristianismo establecido” como poder social, en defensa del orden, poder y riqueza de algunos en contra de los oprimidos del mundo.
Anuncio profético: cinco obras mesiánicas (Lc 4, 16-21).
Lucas lleva a Jesús a Nazaret, su pueblo, para que presente allí su Manifiesto de Dios; pero los nazarenos, sus paisanos, no le aceptan, y parecen preguntarle: ¿tú, quién eres? y él responde citando unas palabras de Isaías. Vengamos al texto:
Entró en la sinagoga, tomó el libro… y encontró el pasaje donde está escrito: El Espíritu del Señor esta sobre mí; ‒ por eso me ha ungido para evangelizar a los pobres; – por eso me ha enviado: para ofrecer la libertad a los presos y la vista a los ciegos; para enviar en libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor. Enrolló el volumen… y dijo: Hoy… se ha cumplido esta Escritura (cf. Lc 4, 16-21).
Como Ungido de Dios (=Mesías), Jesús retoma J las palabras de Is 61, 1-3, introduciendo en ellas una novedad significativa, tomada de Is 58, 6: “Me ha ungido para enviar en libertad a los oprimidos”. No es mensajero de un Dios puramente interior, ni maestro intimista (¡que lo es!), sino que declara cumplidas para todos, de un modo social, en su vida y persona, las promesas de la misericordia:
(Dios…) me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres (ptôkhois). El Espíritu de Dios le ha ungido, y por eso puede anunciar su presencia, evangelizando a los pobres, hambrientos de pan y/o carentes de esperanza. Ésta es la raíz de su programa de Reino, expandido en los momentos que siguen. No habla de Dios en sí, ni de una Iglesia separada, no de unos derechos de los bien establecido (eclesiásticos, civiles, económico o culturales). Empieza hablando del derecho divino de los pobres.
Me ha enviado para proclamar la libertad a los prisioneros (aikhmalôtois), esclavizados en cárcel o destierro, víctimas de la violencia. Prisioneros son los que han caído bajo el poder de los fuertes, los vencidos, expulsados y encadenados, víctimas de guerra… Prisioneros son los que no pueden vivir en libertad y autonomía, en conocimiento y gozo, porque el conocimiento y poder lo han “copado” los poderosos y ricos del mundo. Tampoco ahora habla Jesús de Dios, ni de sus derechos como “cristo”, ni de la iglesia. Sigue hablando del derecho divino de los pobres-oprimidos.
Me ha enviado para proclamar (=ofrecer) vista a los invidentes, aquellos a quienes luna enfermedad propia o la violencia del sistema “cultural” les impide que vean. Jesús proclama su “palabra de verdad” (su iluminación, su conocimiento) por encima y en contra de las redes de un sistema de “medios” que se han puesto al servicio del poder, condenando a la ceguera cultural y social a los pobres.
Para enviar en libertad a los oprimidos. Los antes pobres y prisioneros aparecen ahora como “oprimidos” en sentido económico, social, personal. No son “oprimidos por sí mismos”, están oprimidos por otros. “Enviar en libertad a los oprimidos” significa enfrentarse con los opresores, quitarle el poder de opresión que ellos han tomado por la fuerza. Éste programa de Jesús (y de aquellos que quieren seguirle) es peligroso y le constará al vida. Le matarán al fin lo que no quieren la libertad de los pobres…
Para proclamar el año de gracia (dekton= aceptable) del Señor. El “año” significa aquí el “tiempo nuevo” de la rehabilitación, de la redención, de la liberación… A Jesús pueden matarle, pero su programa y camino de liberación sigue adelante, porque es el programa y camino de Dios.
Jesús puede afirmar así, de un modo público, ante todos: Hoy se ha cumplido esta Escritura (Lc 4, 21), que se expresa y despliega en las cinco obras de misericordia liberadora, de mesianismo socialmente transformador, que empiezan con la buena noticia a los pobres, siguen con la liberación de prisioneros/oprimidos (y la curación de ciegos), y culminan en el cumplimiento del jubileo de la redención universal.
Después de celebrar las tres epifanías (a los magos, en el Jordán, en Caná), volvemos al evangelio de Lucas. Cuando lo escribió tomó como punto de partida el de Marcos. Incluso lo copió a veces al pie de la letra. Pero, en bastantes ocasiones, lo cambia y completa. Uno de los casos más curioso de cambio y añadido lo tenemos en el evangelio de este domingo.
La liturgia ha complicado las cosas al unir dos textos muy distintos: la introducción de Lucas a su evangelio (1,1-4) y la actuación de Jesús en Nazaret (4,14-21). Quien pretenda tratar los dos temas en la homilía puede provocar que sus oyentes terminen con la cabeza caliente y los pies fríos. Aconsejaría limitarse al segundo. Dejo el comentario a la introducción para un apéndice.
Actuación de Jesús en Nazaret (Lc 4,14-21)
Marcos cuenta que Jesús, cuando metieron en la cárcel a Juan Bautista, se dirigió a Galilea y proclamaba: “Se ha cumplido el plazo y está cerca el reinado de Dios. Convertíos y creed la buena noticia”.
Lucas también dice que Jesús se dirigió a Galilea y predicaba en las sinagogas, pero no dice qué predicaba. Las primeras palabras públicas las pronunciará en la sinagoga de Nazaret, y no hablan del plazo que se ha cumplido ni de la cercanía del reinado de Dios; tampoco piden la conversión y la fe.
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.»
Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:
– Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.
El reinado de Dios no está cerca, se ha hecho presente en Jesús
Lo primero que hace Jesús es leer un texto de Isaías que pretende consolar a los pobres, los cautivos, los ciegos, los oprimidos. Son imágenes que no debemos interpretar al pie de la letra. No se trata de ciegos físicos ni de presos. Este texto, escrito probablemente en el siglo VI o V a.C., describe la triste situación en la que se encontraba por entonces el pueblo de Israel, sometido al imperio persa. Una situación bastante parecida a la de los judíos del tiempo de Jesús, sometidos al imperio romano. Los presentes en la sinagoga de Nazaret podían verse reflejados perfectamente en esas palabras del libro de Isaías. Pero lo importante es lo que Jesús añade: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”.
Cuando se comparan las primeras palabras de Jesús en Marcos y Lucas se advierte una interesante diferencia. En Marcos, lo esencial es el reinado de Dios y la actitud que debemos adoptar ante su cercanía (conversión y fe). En Lucas, la fuerza recae en el personaje sobre quien Dios ha enviado su Espíritu: Jesús. No se trata de que el reinado de Dios esté cerca, se ha hecho ya presente en Jesús.
¿Qué se cumple hoy?
El texto de Isaías se puede interpretar, a la ligera, como si el personaje del que habla (para nosotros, Jesús) fuese a llevar a cabo la mejora social de los pobres, la liberación de los cautivos, la curación de los ciegos, la libertad de los oprimidos. Sin embargo, el texto no pone el énfasis en la acción, sino en el anuncio. La traducción litúrgica usa tres veces el verbo “anunciar” (en griego sería una vez “evangelizar” y dos “anunciar”). Este matiz es importante, porque coincide con lo que hizo Jesús. Es cierto que curó a algún ciego, pero no liberó de los romanos ni mejoró la situación económica de los pobres. Lo que hizo fue “anunciar el año de gracia del Señor”, hablar de un Dios Padre, que nos ama incluso cuando las circunstancias de nuestra vida siguen siendo muy duras.
Un optimismo desafiante
La liturgia ha dividido el relato de Lucas en dos domingos. Con ello, nos quedamos sin saber cómo reaccionará el auditorio a lo que ha dicho Jesús. La sabremos el próximo domingo. Lo que hoy debe quedarnos es el profundo optimismo del mensaje de Isaías, que, al mismo tiempo, supone un desafío para nuestra fe. ¿Se ha cumplido realmente esa Escritura que anuncia la mejora y la salvación a pobres, ciegos, cautivos y oprimidos? Una rápida lectura del periódico bastaría para ponerlo en duda. Cuando Lucas escribió su evangelio, cuarenta o cincuenta años después de la muerte de Jesús, también tendría motivos para dudar de esta promesa. Sin embargo, no lo hizo. Jesús había cumplido su misión de anunciar el año de gracia del Señor, había traído esperanza y consuelo. Había motivo más que suficiente para creer que esa palabra se había cumplido y se siguen cumpliendo hoy.
La 1ª lectura (Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10)
En aquellos días, el sacerdote Esdras trajo el libro de la Ley ante la asamblea, compuesta de hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Era mediados del mes séptimo. En la plaza de la Puerta del Agua, desde el amanecer hasta el mediodía, estuvo leyendo el libro a los hombres, a las mujeres y a los que tenían uso de razón. Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley. Esdras, el escriba, estaba de pie en el púlpito de madera que había hecho para esta ocasión. Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo -pues se hallaba en un puesto elevado- y, cuando lo abrió, toda la gente se puso en pie. Esdras bendijo al Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: «Amén, amén.» Después se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra.
Los levitas leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieron la lectura. Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que enseñaban al pueblo decían al pueblo entero: «Hoy es un día consagrado a nuestro Dios: No hagáis duelo ni lloréis.» Porque el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la Ley. Y añadieron: «Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza.»
Este episodio se interpreta generalmente como el punto de partida histórico de la lectura pública de los textos sagrados judíos y ayuda a comprender lo ocurrido en la sinagoga de Nazaret. La escena se sitúa en la segunda mitad el siglo V a.C., en tiempos de Esdras, y representa una gran novedad. Hasta entonces, quienes hablaban en público eran los profetas. Ahora se lee el libro de la Ley de Moisés (quizá alguna parte del Deuteronomio), de acuerdo con un ritual muy preciso, que se mantuvo parcialmente en las sinagogas: Esdras se sitúa en un púlpito, la gente se pone en pie, Esdras bendice al Señor y todos adoran. Según otra versión, quienes leen son los levitas, que, al mismo tiempo, explican el sentido de lo que han leído.
La introducción al evangelio (Lc 1,1-4)
Ya que el ciclo C está dedicado al evangelio de Lucas, se recoge el prólogo, en el que Lucas ofrece cuatro datos esenciales: a) por qué escribe la obra; b) a quién la dedica; c) qué método usa; d) qué pretende. [La traducción litúrgica ha cambiado el orden, colocando el primer lugar al destinatario].
Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo, después de informarme, he resuelto, ilustre Teófilo, escribirte todo por orden y exactamente, comenzando desde el principio; para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
Justificación. Llama la atención la referencia a esos muchos que emprendieron la tarea de contar lo sucedido. Si Lucas escribe en la década de los años 80-90, ¿quiénes son esos muchos? Podemos citar con seguridad el evangelio de Marcos, que usará como punto de partida, y el documento con dichos de Jesús conocido como «fuente Q». También otra serie de documentos menores, fragmentarios, utilizados por Lucas en la redacción de su evangelio. Más importante es que los califica de «testigos oculares», convertidos más tarde en «servidores de la Palabra».
Destinatario. ¿Quién es Teófilo? Normalmente se ha pensado en un pagano convertido al cristianismo, de buena posición social y económica, dispuesto a costear los gastos que suponen viajes, investigación y redacción de la obra. Otros no ven claro que se trate de un pagano convertido; podría ser un judío.
Método. Volviendo a los precursores, Lucas no se siente satisfecho con su labor. Encuentra que no han escrito «desde el principio» (a;nwqen), «todo» (pa/sin), «exactamente» (avkribw/j) y «por orden» (kaqexh/j). Estas cuatro deficiencias son las que pretende mejorar. En un breve resumen, podemos decir que «desde el principio» lo lleva a comenzar por la infancia; «todo», a incluir en el relato de Marcos la gran aportación de los Dichos (Q) y de otras tradiciones que él ha descubierto; «exactamente», a situar los hechos en su contexto histórico preciso: censo de Quirino (2,1-2), actividad de Juan Bautista (3,1-2); «por orden», a componer la obra de forma coherente, cuidando al mismo tiempo su calidad literaria.
Finalidad. Se indica claramente: «para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido». Esto sugiere que Teófilo ha sido «catequizado» (kathch,qhj) solo oralmente. La obra de Lucas servirá para dar autoridad y solidez a esa enseñanza, confirmando y ampliando lo aprendido anteriormente. Este dato es fundamental para no extrañarse de ciertas «incongruencias» de Lucas. Por ejemplo, en 5,3 habla de Simón como si fuera conocido para el lector, aunque es la primera vez que lo nombra. De hecho, un lector que ya ha sido catequizado sabe muy bien quién es Simón Pedro.
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Quien desee completar estas ideas puede consultar J. L. Sicre, El evangelio de Lucas. Una imagen distinta de Jesús. Verbo Divino. Estella 2021, pp. 63-67.
“Volvió” y nosotros volvemos a estrenar tiempo litúrgico. Bueno, en rigor empezamos hace casi dos semanas. El tiempo de Navidad terminó con el Bautismo del Señor y desde entonces empezamos el “Tiempo Ordinario”. Es el más largo de los tiempos litúrgicos y sin embargo parece que le damos poca importancia.
El Adviento y la Cuaresma son tiempos fuertes, llenos de compromisos y anhelos. La Navidad y la Pascua son tiempos de mucha fiesta y alegría. El Tiempo Ordinario pasa más desapercibido, es silencioso, pero es aquí donde se “cuece” la vida.
Lo que decíamos, lo estamos estrenando y durante este año la liturgia nos presenta el evangelio de Lucas. Tenemos treinta y pico semanas para saborear la experiencia de Jesús que tuvo la comunidad de Lucas.
Y así, de una volada, nos hemos plantado en el capítulo 4, en la vida pública de Jesús. Los relatos del anuncio y el nacimiento los hemos recordado en Navidad. Ahora estamos de nuevo en la línea de salida. Jesús vuelve a Galilea y volverá alguna vez más, y también nos hará volver. Pero no vuelve de cualquier manera, vuelve “con la fuerza del Espíritu”. ¿Qué tal si también nosotras nos animamos a volver así, con la fuerza del Espíritu?
Ahora que las fiestas de Navidad nos han devuelto a nuestras rutinas, a nuestra cotidianidad, volvamos con ganas. Volvamos con novedad.
Lo conocido no es menos emocionante o más pobre, las cosas buenas no solo suceden en vacaciones. Toda nuestra vida está llena de regalos por abrir. Muchas veces no llevan papel de colores ni son objetos que podamos almacenar. Quizá por ello a penas los percibimos y se quedan esperando.
¡Anímate! Y vuelve tú también a tu Galilea. Pero vuelve con la fuerza del Espíritu para que en ti se cumpla el Sueño de Dios.
Oración
Derrama, Trinidad Santa, tu Espíritu sobre nosotras para que nos acerquemos a tu Palabra y descubramos la Buena Noticia. Para que nuestras vidas sean signos de libertad. Amén.
Comentarios desactivados en El Espíritu libera y capacita para liberar
DOMINGO III (C)
Lc 4,14-21
Este ciclo (C) toca leer el evangelio de Lucas, que empieza con un paralelismo de la infancia entre el Bautista y Jesús en los dos primeros capítulo. A partir de aquí, se olvida de todo lo dicho y comienza solemnemente su evangelio: “En el año quince del gobierno de Tiberio Cesar… vino la palabra de Dios sobre Juan… Después del bautismo y las tentaciones, propone un nuevo comienzo con un resumen: Regresó a Galilea con la fuerza del Espíritu, enseñaba en las sinagogas y su fama se extendió.
No es la primera vez que entra en una sinagoga pues dice: “como era su costumbre”. Y “haz aquí lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm. El texto de Isaías es el punto de partida. Pero más importante aún que la cita, es la omisión voluntaria de la última parte que decía: “… y un día de venganza para nuestro Dios” (estaba expresamente prohibido añadir o quitar un ápice del texto). Los que escuchaban se dieron cuenta de la omisión. Atreverse a rectificar la Escritura era inaceptable.
Isaías habló en metáforas, no habla de curación física. Jesús se niega a entrar en la dinámica que ellos esperan. Ni la misión de Elías ni la de Eliseo fue remediar necesidades materiales. Continúa Lucas con un texto en que Jesús realiza toda clase de curaciones, ahora en Cafarnaúm. Pero termina orando en descampado y diciendo a los que le buscan: Vámonos a otros pueblos a predicar, que para eso he venido.
No comenta un texto de la Torá, que era lo más sagrado para el judaísmo sino un texto profético. El fundamento de la predicación de Jesús se encuentra más en los profetas que en el Pentateuco. Para los primeros cristianos estaba claro que el mismo Espíritu, que ha inspirado la Escritura, unge a Jesús a ir mucho más allá de ella, superando el carácter absoluto que le habían dado los rabinos. Ninguna teología, ninguna norma tiene valor absoluto. El ser humano debe estar siempre abierto al futuro.
Al aplicarse a sí mismo el texto, está declarando su condición de “Ungido”. Seguramente es esta pretensión la que provoca la reacción de sus vecinos, que le conocían de toda la vida y sabían quién era su padre y su madre. En otras muchas partes de los evangelios se apunta a la misma idea: La mayor cercanía a la persona se convierte en el mayor obstáculo para poder aceptar lo que es. Para un judío era impensable que alguien se atreviera a cambiar la idea de Dios de la Escritura.
Partiendo de Isaías, Jesús anuncia su novedoso mensaje. A las promesas de unos tiempos mesiánicos por parte de Isaías, contrapone Jesús los hechos: “hoy se cumple esta Escritura”. Toda la Biblia está basada en una promesa de liberación. No debemos entender literalmente el mensaje y seguir esperando lo que ya nos han dado. Dios no nos libera, Dios es la liberación. Soy yo el que debo tomar conciencia de ello.
La libertad es el estado natural del ser humano. La “buena noticia” de Jesús va dirigida a todos los que padecen cualquier clase de sometimiento, por eso tiene que consistir en una liberación. No debemos caer en una demagogia barata. La enumeración que hace Isaías no deja lugar a dudas. En nombre del evangelio no se puede predicar la simple liberación material, pero tampoco podemos conformarnos con una salvación espiritual, desentendiéndonos de las esclavitudes materiales.
Oprimir a alguien, o desentenderse del oprimido, es negar el Dios de Jesús. El Dios de Jesús no es el aliado de unos pocos. No es el Dios de los buenos, de los piadosos ni de los sabios; es, sobre todo, el Dios de los marginados, de los excluidos, de los enfermos y tarados, de los pecadores. Solo estaremos de parte Dios si estamos con ellos. Una religión, compatible con cualquier clase de exclusión, es idolátrica. “Id y contarle a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan…”
Hoy el ser humano busca con ahínco la liberación de las opresiones externas, pero descuida la liberación interior que es la verdadera. Jesús habla de liberarse antes de liberar. En el evangelio de Juan, está muy claro que tan grave es oprimir como dejarse oprimir. El ser humano puede permanecer libre a pesar de los sometimientos externos; hay una parte de su ser que nadie puede doblegar. La primera obligación del hombre es no dejarse esclavizar y el primer derecho, verse libre de toda opresión.
¿Cómo conseguirlo? El evangelio nos lo acaba de decir: Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu. Ahí está la clave. Solo el Espíritu nos puede capacitar para cumplir la misión que tenemos como seres humanos. Tanto en el AT como en el NT, ungir era capacitar a uno para una misión. Pablo nos lo dice con claridad meridiana: Si todos hemos bebido de un mismo Espíritu, seremos capaces de superar el individualismo, y entraremos en la dinámica de pertenencia a un mismo cuerpo.
La idea de que todos formamos un solo cuerpo es genial. Ninguna explicación teológica puede decirnos más que esta imagen. La idea de que somos individuos con intereses contrapuestos es tan demencial como pensar que una parte de nuestro cuerpo pueda ir en contra de otra parte del mismo cuerpo. Cuando esto sucede le llamamos cáncer. El individualismo solo puede ser superado por la unidad del Espíritu.
Pablo nos invita a aceptarnos los unos a los otros como diferentes. Esa diversidad es precisamente la base de cualquier organismo. Sin ella el ser vivo sería inviable. Tal vez sea una de las exigencias más difíciles de nuestra condición de criaturas, aceptar la diversidad, aceptar al otro como diferente, encontrando en esa diferencia, no una amenaza sino una riqueza. Es fácil descubrir que estamos en la dinámica opuesta. Seguimos empeñados en rechazar y aniquilar al que no es como nosotros.
Lo único que predicó Jesús fue el amor, es decir, la unidad. Eso supone la superación de todo egoísmo y toda conciencia de individualidad. Los conocimientos científicos adquiridos en estos dos últimos siglos vienen en nuestra ayuda. Somos parte del universo, somos parte de la vida. Si seguimos buscando el sentido de mi existencia en la individualidad terminaremos todos locos. El sentido está en la totalidad, que no es algo separado de mi individualidad, sino que es su propio constitutivo esencial.
El Espíritu no es más que Dios presente en lo más hondo de nuestro ser. Eso que hay de divino en nosotros es nuestro verdadero ser. Todo lo demás, no solo es accidental, transitorio y caduco, sino que terminará por desaparecer. No tiene sentido que sigamos potenciando aquello de lo que tenemos que despegarnos. Querer poner en lo caduco el sentido a mi existencia es ir en contra de nuestra naturaleza más íntima.
Meditación
Hoy se cumple esa Escritura también en ti.
El Espíritu que actuó en Jesús, está actuando en ti.
El ego nos separa. El Espíritu nos identifica.
Conecta con esa energía divina que ya está en ti,
y la espiritualidad será lo más espontáneo y natural de tu vida.
«Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos»
En un momento determinado de su vida, Jesús deja su oficio y abandona Nazaret para dedicarse a una vida de profeta itinerante. Alcanza la fama en el entorno del lago de Genesaret, y cuando regresa a su tierra es rechazado por sus antiguos vecinos. Nada de particular, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de farsantes que se lanzaban entonces a los caminos de Galilea a predicar cualquier ocurrencia.
Vamos pues a fijarnos en el texto de Isaías leído por Jesús en la sinagoga.
Desde la más remota antigüedad, y en todos los ámbitos geográficos y todas las culturas, han surgido personas con una especial intuición de Dios —o una especial comunicación con Dios— que nos han revelado su sabiduría; la sabiduría de Dios.
En este hecho se da además una circunstancia reveladora, y es que aunque en el mundo encontramos culturas muy distintas, los principios morales y sapienciales son idénticos en todas las grandes religiones y los grandes sistemas filosóficos, lo que nos mueve a pensar que su origen tiene que ser el mismo; es decir, que Dios procura la felicidad de sus hijos y se vale de estos personajes para señalarles el camino.
Esta idea nos invita a revisar nuestro concepto de religión. Es habitual concebir la religión como un conjunto de normas o mandamientos de carácter ético cuyo cumplimiento nos acerca a Dios, pero quizá fuese más apropiado ver la religión como un cauce a través del cual los seres humanos vamos desentrañando la sabiduría de Dios; vamos encontrando las claves para lograr la felicidad que Dios quiere para nosotros.
¿Pero cuáles son esos grandes principios?… Pues en el fondo de todos ellos encontramos una misma idea: las actitudes humanitarias llenan de sentido nuestra vida, nos producen la plenitud del alma —del ánimo— y, en definitiva, nos producen felicidad… Muy sencillo y muy gratificante.
Pero llega un momento de la historia en que la humanidad en su conjunto empieza a dudar de estos grandes guías; en que pierde la fe que sus mayores tenían en sus criterios, y empieza a pensar que todas aquellas cosas que han soportado la vida humana a lo largo de los siglos, no son más que prejuicios que nos alienan, nos infantilizan y que debemos superar…
Y renunciamos a su sabiduría. Y cometemos la necedad de confiar nuestra vidas a unos guías que ni conocen el camino ni les interesa que nosotros lo conozcamos; que nos han arrebatado el sentido de nuestra vida y nos han convertido en algo muy parecido a un grupo de excursionistas perdidos en un bosque que camina en círculos a machetazos, arrasándolo todo y dejando por el camino un reguero de víctimas que no pueden aguantar el ritmo de los más fuertes.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí
Comentarios desactivados en Hoy se cumple esta Escritura.
DOMINGO 3º T.O. (C)
La fe en Jesús entraña creer como él creyó, afiliado enteramente a su Abbá, con quien se identifica desde su entrega a la realización del Reino de Dios. Consecuencia de ello es el hecho del seguimiento. Creer en Jesucristo es seguirle. En otras palabras: tiene fe quien cree en el Dios de Jesús o en el Jesús de Dios.
Jesús se sitúa en la tradición de los profetas. Le preocupa el cambio de la persona y de la sociedad para que reine la justicia o el reinado de Dios. La consecuencia es obvia: está cerca de Dios y de la conversión quien rompe un pasado o un presente de injusticia y vuelve a Dios o al reino de justicia. Lo esencial es descubrirlo implicado en el proceso transformador de la persona y de la sociedad.
Convertirse no es simplemente renunciar, hacer sacrificios, disponerse a recibir la gracia de un sacramento, ni siquiera equivale a creer en Dios desde lo más propio de la conciencia, ni se da sólo en el interior del corazón, sino que se enraíza, como la fe, la esperanza y la caridad, en la conciencia madura, adulta.
Nadie se convierte por imposición, sino por invitación del Espíritu de Jesús. Esta invitación exige una respuesta que se traduce en la ruptura de un pasado y un presente de injusticia, de relaciones desiguales, de superioridad y subordinación y vuelve a Dios o al reino de justicia.
Nada más profético en el contexto de un Sínodo que lleva por lema: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, a convocatoria del papa Francisco, que la primera lectura de Pablo a los Corintios (12,12-30) en la que se nos dice que la Iglesia es como el cuerpo humano: debe haber diversas funciones y ministerios, pero ninguno puede funcionar sin los otros. Es más, aquellos que implican autoridad (no autoritarismo), son los que menos pueden funcionar aisladamente, ya que deben servir a la base. En la Iglesia no se puede mandar sin dejarse impactar o conmover por la base; todos somos Pueblo de Dios que camina.
En el evangelio, Jesús expone claramente en la sinagoga de su pueblo, su programa mesiánico: dar una buena noticia a los pobres, a los condenados la libertad, a los ciegos la vista, a los oprimidos la liberación. Lucas se lo transmite con entusiasmo a su joven amigo Teófilo “para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido” y “mantener siempre viva la verdad de las cosas en las que ambos fueron enseñados”. También hoy a nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI.
Jesús proclama que la unción que recibimos en el Bautismo, no separa del mundo, sino que compromete con el mundo en el sentido de la liberación de toda opresión. “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido”. Todo cristiano debería ser el primero en la lucha contra toda clase de opresión y discriminación. Con más razón quienes ostentan la autoridad, que no es sino el servicio, ejercido sin prejuicios ni estereotipos, para que “todos seamos Uno en Cristo Jesús” (Gal 3,28).
La autoridad en la Iglesia no puede separar y dividir a unos de otros, clérigos y laicos, hombres y mujeres. Esto es, clérigos que mandan y mujeres y hombres que obedecen; sacerdotes que predican en virtud de un “poder sagrado” y laicos eternamente callados, que escuchan y no tienen su palabra. Clérigos que celebran, enseñan, ejercen el poder poniéndose por encima de la Comunidad, dictan las normas morales favoreciendo la pasividad del Pueblo de Dios, que pese a todo, sigue trabajando y dando razón de su fe en todas las tareas eclesiales sin reconocimiento de la autoridad competente.
Si la base de la Iglesia es ser todos seguidores de Jesús, todos somos sinodales, compañeros de camino; todos consagrados, ungidos por el Espíritu para realizar nuestra misión en el mundo. Todos laicos, Pueblo de Dios consagrado por el Bautismo en el Espíritu.
La Iglesia discrimina por razón de sexo. Tampoco las mujeres ni los varones casados podemos representar a Cristo en la Iglesia occidental. El sexo y el celibato se han convertido en voluntad del Espíritu de Jesús. Y todo ello con un argumento engañoso de consecuencias desastrosas que descuida las necesidades de las comunidades cristianas, mina la debilitada autoridad de la Iglesia y provoca la desobediencia a las normas eclesiásticas del estamento clerical. ¿Dónde queda la verdad y la libertad evangélica?
Me conmueven hoy, especialmente las palabras de Jesús:
El Espíritu del Señor está sobre mí, sobre ti, porque te ha ungido.
Te ha enviado a dar la Buena Noticia a los pobres, a los descartados, a los sencillos, te ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos. Cautivos de sus prejuicios, de sus estereotipos, de su terquedad, de su prepotencia, de sus miedos, de sus recelos.
Y te ha enviado a anunciar el año de gracia del Señor, con audacia y con esperanza.
Todos tenían los ojos fijos en Él. Y añadió:
Hoy se cumple el pasaje de la Escritura que acabáis de escuchar.
La movilización feminista católica en Europa y Latinoamérica es un signo de los tiempos incuestionable. Anhelamos cambiar la estructura eclesial medieval por una Iglesia de corte profético, liberadora, valiente, circular, peregrina, que camina junto a todos los que creen y siguen a Jesús, el Señor. La reforma de la Iglesia es la vuelta a la fuente, a Jesucristo.
Hoy, laicos, pastores, obispo de Roma, comunidad de personas bautizadas con la misma dignidad, conscientes de estar llamadas con otros para seguir a Jesucristo y ser testigos creíbles del Evangelio, nos ponemos en camino en este Sínodo, que es “acontecimiento de gracia, proceso de sanación guiado por el Espíritu Santo”.
Si el cuarto evangelio presenta a Jesús como fuente de alegría (relato de las “bodas de Caná”), para Lucas es el portador de la “Buena Noticia”, la “respuesta” de Dios a los pobres, a todos los que se reconocen necesitados: “libertad para los cautivos, vista para los ciegos, liberación para los oprimidos”.
Tal presentación de la figura de Jesús contiene una sabia intuición atemporal -válida para todo tiempo- y una forma de expresión particular, condicionada por el momento histórico en que se escribe.
La intuición es que la realidad se halla definitivamente a salvo. Que, más allá de las apariencias y de las limitaciones de todo tipo, en el nivel profundo, en nuestra identidad última, somos plenitud. El horizonte y el fondo de lo real no es frustración, sino liberación radical. La realidad -nosotros incluidos- es necesidad e incluso carencia en el nivel aparente, pero es, al mismo tiempo, respuesta definitiva. Es otro modo de hablar de la paradoja que nos constituye: somos cautivos y somos libertad; somos ciegos y somos luz; nos experimentamos oprimidos y somos liberación.
La forma de expresión, nacida en un momento histórico determinado y condicionada por un determinado nivel de consciencia, coloca esa respuesta en un ser particular, considerado como “salvador celeste” que, desde “fuera”, vendría a saciar plenamente toda nuestra búsqueda.
El teísmo -un modo específico en el que se plasmó el anhelo espiritual y la vivencia religiosa de una gran parte de la humanidad durante unos milenios- ve al ser humano en su carencia e incluso en su pecado. Y cree que la salvación ha de llegar de “fuera”, de parte de un dios que contiene todas las respuestas a nuestras necesidades. Podría decirse que, en cierto modo, la visión que el teísmo tiene del ser humano es radicalmente parcial, ya que parece ver solo nuestra forma aparente. Sin embargo, si bien nuestra forma visible es carencia, nuestra profundidad última es plenitud, una con el fondo de todo lo que es, Vida o Consciencia.
A partir de esta comprensión, se nos regala un doble reconocimiento: por un lado, nuestra identidad no es el yo particular con el que fácilmente hemos vivido identificados -eso es únicamente nuestra personalidad-; por otro, todo lo que en el cristianismo se dice de Jesús puede decirse con toda razón de todo ser humano. Porque todos somos uno en nuestra identidad profunda: siendo diferentes, somos lo mismo.
¿Reconozco y vivo armoniosamente esa doble dimensión?
Teófilo no es tanto un individuo, sino que hemos de entenderlo en el sentido etimológico de la palabra: “Theos” Dios / “philos”: amigo. Lucas dirige su evangelio a los amigos de Dios. Dios es amigo, amigo nuestro, amigo de todos. (S Juan dirá que Dios es amor (1 Juan 4,8).
Así pues, excelentísimos amigos de Dios.
No es cosa de poca monta saber que sois -somos- amigos y que Dios os -nos- tiene a todos por amigos (incluidas nuestras calamidades). ¡Tantas veces hemos sido denostados por pecadores, tantas predicaciones nos han llamado y nos llaman de casi todo! Ya cansa tanto pecado y tanto infierno.
Es un bálsamo escuchar a san Lucas que nos llama: excelentísimos amigos de Dios. Dios es nuestro amigo.
El evangelio de Jesús es, pues, un evangelio dirigido a los amigos de Dios. El Dios de Jesús no es un justiciero temible al que hemos de contentar y aplacar. Dios es amigo.
Mientras Dios nos quiere, muchas veces vivimos como “clientes” de lo eclesiástico.
¿Me siento querido por Dios?
02.- ¿A qué ha venido Cristo?
El pasado domingo “asistíamos” al comienzo de la actividad de Jesús según el evangelio de Juan: las bodas de Caná: un vino nuevo de amor.
Hoy, hemos escuchado en el texto evangélico “el discurso programático”, el comienzo de la vida y actividad adulta de Jesús según el Evangelio de Lucas.
03.- Lo que caracteriza la tarea, la misión de Jesucristo.
“¿Cuál es el programa de Jesús?”
Buena noticia a los pobres Y liberación
La palabra eu – angelion significa buena noticia.
Jesús es la última y definitiva palabra de Dios.
Jesús -Él mismo- es ya buena noticia para los pobres.
Jesús estaba y está cerca de los débiles: de los enfermos físicos y psíquicos, estaba cerca de las personas problemáticas, de los pecadores.
Hay personas que en sí mismas son una buena noticia, un don, tienen y transmiten paz, serenidad.
04.- Liberación a los cautivos y oprimidos.
Dos veces aparece la libertad – liberación de los cautivos / oprimidos.
Desde Egipto y el destierro de Babilonia, cautividades y opresiones hay muchas en la vida, en la historia de los pueblos y de las personas. Opresiones económicas, sociales, eclesiásticas, políticas, raciales. Cautividades también en el orden personal, esclavitudes morales.
Es hermoso y cristiano sentirse, ser libre y ayudar a que los demás vivan en libertad.
05.- Un tiempo y una eternidad amables: gracia.
El texto que hemos escuchado en el evangelio lo toma Jesús del profeta Isaías. Jesús podía -¡debía!- haber continuado con el texto de Isaías: he sido enviado a anunciar el día de venganza de nuestro Dios, pero no lo hizo. Lo de JesuCristo es otra cuestión. Jesús no predica la venganza de Dios, sino que viene a anunciar el tiempo amable de Dios, un tiempo, una historia de gracia, de amabilidad.
06.- Y esta gracia y salvación está presente ya hoy
Hoy estamos salvados. Es el “hoy” lucano
Lc 2, 11: Hoy Os ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor.
Lc 4, 21: Hoy se cumple ante vosotros esta profecía”.
Lc 5, 26: Hoy hemos visto cosas extraordinarias, dice la gente tras la curación del paralítico
Lc 19, 5.9: Hoy tengo que alojarme en tu casa le dice Jesús a Zaqueo.
Hoy ha llegado la salvación a esta casa.
Lc 23, 43: Hoy estarás conmigo en el paraíso le dice Jesús
Hoy, no mañana, estamos salvados los pobres, oprimidos, esclavos y pecadores.
Esto infunde una gran paz y serenidad en nuestra vida.
Amigo de Dios, la buena noticia de Jesús es que Dios es nuestro amigo y que estamos en un tiempo de gracia y salvación.
En la narración evangélica relativa a María hemos de señalar una circunstancia muy importante: ella fue, a buen seguro, iluminada interiormente por un carisma de luz extraordinario, como su inocencia y su misión debían asegurarle; en el evangelio se manifiesta la limpidez cognoscitiva y la intuición profética de las cosas divinas que inundaban su privilegiada alma. Y, sin embargo, la Señora tuvo fe, la cual supone no la evidencia directa del conocimiento, sino la aceptación de la verdad a causa de la palabra reveladora de Dios. «También la Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe», dice el Concilio (LG 58). Es el evangelio el que indica su meritorio camino, que nosotros recordaremos y celebraremos con el único elogio de Isabel, elogio estupendo y revelador de la psicología y de la virtud de María: «¡Dichosa tú, que has creído!» (Lc 1,45).
Y podremos encontrar la confirmación de esta virtud fundamental de la Señora en todas las páginas del evangelio donde aparece lo que ella era, lo que dijo, lo que hizo, de suerte que nos sintamos obligados a sentarnos en la escuela de su ejemplo y a encontrar en las actitudes que definen la incomparable figura de María ante el misterio de Cristo, que en ella se realiza, las formas típicas para los espíritus que quieren ser religiosos según el plan divino de nuestra salvación; son formas de escucha, de exploración, de aceptación, de sacrificio; y, a continuación, también de meditación, de espera y de interrogación, de posesión interior, de seguridad calma y soberana en el juicio y en la acción, y, por último, de plenitud de oración y de comunión, propias, ciertamente, de aquella alma única llena de gracia y envuelta por el Espíritu Santo, pero formas también de re, y por eso próximas a nosotros, no sólo admirables por nosotros, sino imitables.
*
Pablo VI, Audiencia general del 10 de mayo de 1967,
Comentarios desactivados en Santa María Madre de Dios. Viernes 01 de Enero de 2021
De Koinonia:
*
Números 6,22-27
Invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré
El Señor habló a Moisés:
“Di a Aarón y a sus hijos: Ésta es la fórmula con que bendeciréis a los israelitas:
“El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti
y te conceda su favor.
El Señor se fije en ti
y te conceda la paz”.
Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.”
*
Salmo responsorial: 66
El Señor tenga piedad y nos bendiga.
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra. R.
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe. R.
*
Gálatas 4,4-7
Envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer
Hermanos:
Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción. Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones al Espíritu de su Hijo que clama: “¡Abbá! (Padre).” Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.
*
Aleluya Heb 1, 1-2
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. En muchas ocasiones habló Dios antiguamente
a los padres por los profetas.
En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo. R.
*
Lucas 2,16-21
Encontraron a María y a José, y al niño.
A los ocho días, le pusieron por nombre Jesús
En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.
Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
Con el saludo bíblico que Dios mandaba cuando se dirigía a su pueblo, ya que los cristianos hoy somos el Israel espiritual de Dios, somos el pueblo de Dios, y para nosotros es este precioso augurio de Año Nuevo: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz”, no podía hacerse un saludo más oportuno y espléndido para el año nuevo que estas palabras que la Biblia pone a nuestra consideración esta mañana, y al mismo tiempo unir a esta buena voluntad de Dios la presencia de María, la Virgen Madre.
Hay una fiesta oficial de la Iglesia en honor de María y es hoy, 1º de enero. Ocho días después de dar a luz al Redentor del mundo la Iglesia quiere llamar la atención de todos sus hijos para celebrar la solemnidad de Santa María, Madre de Dios. Así se inicia el año bajo la bendición directa de Dios y bajo este título que es toda una inspiración de confianza en el poder de la Virgen, por ser de Dios. Leer más…
Comentarios desactivados en Jesús Martínez Gordo: ¿’Por todos’ o ‘Por muchos’? La ‘contrarreforma litúrgica de Benedicto XVI.
“Un aviso importante para los partidarios, en este y en otros asuntos, de una lectura involutiva de la reforma que, aprobada en el aula conciliar, ratificada e impulsada por Pablo VI y “recibida” por la inmensa mayoría del pueblo de Dios, fue torpedeada -desde sus primeros momentos- por el teólogo J. Ratzinger”
Juan Pablo II: “El cuerpo y la sangre de Cristo se han entregado para la salvación del hombre, de todo el hombre y de todos los hombres”
El pasado 28 de agosto una comisión de la Conferencia Episcopal Italiana le entregaba a Francisco una copia del nuevo misal. El Papa les agradeció el gesto subrayando la importancia del trabajo realizado y la continuidad en la aplicación del Vaticano II. Dicho misal, que será obligatorio en Italia a partir del 4 de abril de 2021, domingo de Pascua, presenta, entre otros, un detalle que no ha pasado desapercibido, al menos entre nosotros: conserva la expresión “derramada por vosotros y por todos” en la consagración del vino.
Es mucha la tinta corrida estos últimos años sobre el asunto. Quizá, por ello, no está de más, volver a recordar qué supone recuperar semejante traducción en los tiempos eclesiales que corren: en mi opinión, un aviso importante para los partidarios, en este y en otros asuntos, de una lectura involutiva de la reforma que, aprobada en el aula conciliar, ratificada e impulsada por Pablo VI y “recibida” por la inmensa mayoría del pueblo de Dios, fue torpedeada -desde sus primeros momentos- por el teólogo J. Ratzinger, posteriormente, prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe y Papa Benedicto XVI; emérito en la actualidad.
Es bien conocido el diagnostico que mereció al cardenal J. Ratzinger la reforma litúrgica de Pablo VI: “ha producido unos daños extremadamente graves” ya que, al romper radicalmente con la tradición, ha propiciado la impresión de que es posible una recreación de la misma “ex novo” (J. Ratzinger, “Mi vida. Autobiografía”, Madrid, 2006, 105. 177).
También son conocidas las posteriores autorizaciones del Papa Benedicto XVI para celebrar la misa en latín (Exhortación postsinodal “Sacramentum caritatis”, febrero 2007) y para recuperar la liturgia romana anterior a la reforma impulsada por Pablo VI en 1970 (Carta Apostólica “Summorum Pontificum”, julio 2007).
E igualmente es conocida la sorprendente “reforma” de la reforma litúrgica en la que se implicó -y, en este sentido, (contra)reforma- revisando la fórmula de consagración del vino, vigente hasta entonces y, por extensión, su apuesta por una traducción literal de la misa del rito romano a las lenguas vernáculas.
La expresión “pro multis” fue traducida después del Concilio Vaticano II por la gran mayoría de las Conferencias episcopales del mundo “por todos”: en alemán “für Alle”, en inglés “for all”, en español “por todos los hombres”, en francés “pour la multitude”, en italiano “per tutti” y en euskera “guztientzat”.
La expresión “pro multis” fue traducida después del Concilio Vaticano II por la gran mayoría de las Conferencias episcopales del mundo “por todos”: en alemán “für Alle”, en inglés “for all”, en español “por todos los hombres”, en francés “pour la multitude”, en italiano “per tutti” y en euskera “guztientzat”
Sin embargo, el 24 abril de 2012 el sitio web de la Conferencia Episcopal Alemana publicaba una carta de Benedicto XVI, fechada el 14 abril de 2012, en la que pedía a los obispos alemanes (tras su aprobación de una nueva edición del misal, del “Gotteslob”) que se atuvieran al texto latino y que adoptasen la expresión “für Viele” (por muchos) en vez de “für Alle” (por todos): “ésta es mi sangre derramada por vosotros y por muchos”.
Fue una decisión que no sorprendió a los conocedores de la trayectoria teológica del Papa Benedicto XVI, implicado desde hacía varios decenios (y sin mucho éxito durante el pontificado de Juan Pablo II) en traducir el “pro multis” como “por muchos”.
Las referencias normativas más cercanas a este texto papal eran la Instrucción “Liturgiam authenticam” (2001) de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, así como una carta de la misma Congregación (2006) en la que se abordaba específicamente la traducción de la expresión “pro multis”.
En la Instrucción “Liturgiam authenticam” se recordaba que el rito romano “tiene un estilo y una estructura propias que hay que respetar en lo posible también en las traducciones”. Por eso, recomendaba cuidar la exactitud de los textos latinos en las diferentes lenguas vernáculas y relegar todo lo que fuera creatividad.
El debate antecedente
Desde el primer momento, esta Instrucción fue descalificada e ignorada por la inmensa mayoría de las Conferencias episcopales del mundo e, incluso, por un importante sector de la misma curia vaticana tal y como se puede constatar en la encíclica “Ecclesia de Eucharistia” (2003) y en la carta de Juan Pablo II a los sacerdotes el Jueves Santo de 2005.
Concretamente, en el número 2 de la encíclica “Ecclesia de Eucharistia” de Juan Pablo II se podía leer, cuando se recordaban las palabras de Jesús para la consagración del vino: “Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados (cf. Mc 14, 24; Lc 22, 20; 1 Co 11, 25)”. Era un texto en el que se recuperaba –como se podía apreciar – el “por todos” reconociendo las traducciones presentes en los misales postconciliares.
Esta es la versión italiana del Misal, en la que se sigue consagrando “Por todos”
Y en el número 4 de la carta que Juan Pablo II dirigía a los sacerdotes el Jueves Santo de 2005 (la última, antes de fallecer), se leía: “‘Hoc est enim corpus meum quod pro vobis tradetur’. El cuerpo y la sangre de Cristo se han entregado para la salvación del hombre, de todo el hombre y de todos los hombres. Es una salvación integral y al mismo tiempo universal, porque nadie, a menos que lo rechace libremente, es excluido del poder salvador de la sangre de Cristo: ‘qui pro vobis et pro multis effundetur’. Se trata de un sacrificio ofrecido por ‘muchos’, como dice el texto bíblico (Mc 14, 24; Mt 26, 28; cf. Is. 53, 11-12), con una expresión típicamente semítica, que indica la multitud a la que llega la salvación lograda por el único Cristo y, al mismo tiempo, la totalidad de los seres humanos a los que ha sido ofrecida: es sangre ‘derramada por vosotros y por todos’, como explicitan acertadamente algunas traducciones. En efecto, la carne de Cristo se da ‘para la vida del mundo’ (Jn 6, 51; cf. 1 Jn 2, 2)”.
El hecho de que esta carta (en la que se daba un posicionamiento neto a favor del “por todos”) no fuera sometido previamente al dictamen de la Congregación para la Doctrina de la Fe provocó una protesta del cardenal J. Ratzinger en una borrascosa reunión de los jefes de algunos dicasterios de la curia vaticana.
Estando así las cosas y una vez elegido Papa, no extrañó que la traducción del “pro multis” se convirtiera en uno de los objetivos de la (contra)reforma litúrgica en la que siempre estuvo comprometido quien fuera prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe con Juan Pablo II.
El criterio de traducción
La primera señal durante el pontificado de Benedicto XVI fue la citada carta de la Congregación para el Culto Divino del año 2006. En este texto se recordaba, en primer lugar, que la fórmula consecratoria entonces vigente (“por todos”) se atenía a la ortodoxia y era válida, además de coherente, con los “principios que han presidido la traducción de los textos litúrgicos en las lenguas modernas”. Era evidente que con este reconocimiento se quería salir al paso de cualquier duda sobre la reforma litúrgica emprendida por Pablo VI en aplicación del Concilio Vaticano II.
Sin embargo, la Congregación para el Culto Divino defendía, en un segundo momento, la necesidad de cambiar la traducción apoyándose, para ello, en “la equivalencia formal” o literal, en vez de en “la equivalencia estructural” o dinámica (es decir, más atenta al sentido) hasta entonces imperante. Era una decisión que fundamentaba en un supuesto “empobrecimiento” litúrgico provocado por la aplicación de dicha “equivalencia estructural o dinámica”. Por eso, pedía que se evitaran las traducciones “interpretativas” y que se favorecieran las literales.
Se trataba de una decisión sustentada en un diagnóstico y en una argumentación no compartidos por muchísimos sacerdotes, teólogos, obispos y -sobre todo, y sorprendentemente- por una buena parte de las Conferencias episcopales del mundo. Por eso, fue contestada y ninguneada, a pesar de que algunas Conferencias episcopales la aplicaron sin mayores problemas: España, Hungría, Estados Unidos y unas pocas de América Latina.
La carta a los obispos alemanes
Con la carta dirigida al presidente de la Conferencia episcopal alemana en abril de 2012, Benedicto XVI pretendió salir al paso de estas reticencias. Y si era cierto que lo hacía en un tono que buscaba convencer, no lo era menos que se trataba de una decisión que iba a ser exigida por la curia vaticana a partir de su publicación.
Benedicto XVI recordaba, en primer lugar, cómo fue informado por el presidente de la Conferencia episcopal alemana en su visita del 15 de marzo de 2012 sobre el hecho de que entre los obispos de lengua alemana no había todavía consenso en lo concerniente a la traducción de las palabras “pro multis”. Existían obispos (la mayoría de los austriacos y una buena parte de los alemanes) que deseaban mantener el “por todos” en la nueva edición del “Gotteslob”, a pesar de que la Conferencia episcopal alemana estaba mayoritariamente de acuerdo en el “por muchos”, tal y como deseaba la Santa Sede.
Seguidamente, traía a colación su compromiso de pronunciarse por escrito sobre esta importante cuestión para “prevenir una división en el lugar más íntimo de nuestra oración”.
“En los años sesenta -recordaba Benedicto XVI- cuando el misal romano, bajo la responsabilidad de los obispos, tenía que ser traducido al alemán, existía un consenso exegético sobre el hecho de que el término ‘los muchos’, ‘muchos’, en Isaías 53, 11 s., era una forma expresiva hebrea para indicar el conjunto, ‘todos’. La palabra ‘muchos’ en los relatos de la institución de Mateo y de Marcos era, por lo tanto, considerada un semitismo y tenía que ser traducida por ‘todos’. Ello se extendió también a la traducción del texto latino, donde ‘pro multis’, por medio de los relatos de los Evangelios, se refería a Isaías 53 y, por lo tanto, debía ser traducido como ‘por todos’”.
Sin embargo, proseguía el Papa J. Ratzinger, ese consenso exegético se había desmoronado. Ya no existía.
Era cierto que en los tiempos inmediatamente posteriores al Concilio se entendía que la Biblia y los textos litúrgicos estaban tan distanciados del mundo y del pensamiento de la gente que, incluso, traducidos, continuarían siendo incomprensibles para cuantos participaban en las funciones litúrgicas. Por eso, se consideró necesario traducir interpretando con el fin de allanar las dificultades y acercar a la celebración. Se buscaba ir a lo sustancial, dejando en segundo término la preocupación por la literalidad. Éste ha seguido siendo un criterio de traducción justificado hasta la actualidad.
Sin embargo, continuó Benedicto XVI en primera persona, cuando pronuncio las oraciones litúrgicas en varios idiomas, constato “que a veces no hay casi similitudes entre las distintas traducciones, y que el texto común sobre el que se basan es, muchas veces, sólo lejanamente reconocible”. Este problema viene acompañado de “banalizaciones que constituyen verdaderas pérdidas”. Por eso, la experiencia me indica, cada día con mayor claridad, “que, como orientación para la traducción, el principio de correspondencia no literal, sino estructural, tiene sus límites”. Obviamente, esta situación no me lleva a prescribir un “verbalismo unilateral”, sino a poner en primer plano (en conformidad con la Instrucción “Liturgiam authenticam”) “el principio de la correspondencia literal”.
Lo hago porque quiero que la Palabra sagrada emerja “lo más posible por sí misma, también con su lejanía y con las preguntas que conlleva”. Y porque es preciso volver a recordar la competencia de la Iglesia en “la tarea de la interpretación para que -en los límites de nuestra respectiva comprensión- nos llegue el mensaje que el Señor nos ha destinado”.
Éste fue el personal diagnóstico del papa J. Ratzinger en el que enmarcar la decisión de la Santa Sede para que en la nueva traducción del misal la expresión “pro multis” fuera traducida como tal, sin ser interpretada. “La traducción interpretativa ‘por todos’ debía ser sustituida por la simple traducción ‘por muchos’”.
Me hago cargo –continuó el Papa- de que existen personas para quienes esta traducción cuestiona que Cristo ha muerto por todos o que se preguntan si la Iglesia no está destruyendo la herencia del Concilio y modificando su doctrina. De ahí la importancia de una catequesis que explique lo que está en juego con esta decisión y que enfatice, de manera particular, “la universalidad de la salvación que llega” en Jesús.
En el corazón de dicha catequesis se debería tener muy presente que “en la sociedad actual tenemos la sensación de no ser en absoluto ‘muchos’, sino muy pocos, una pequeña masa que sigue disminuyendo. Y, sin embargo, somos ‘muchos’: ‘Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas’ (Ap. 7, 9). Somos muchos y representamos a todos. Por lo tanto, las palabras ‘muchos y ‘todos’ van juntas y hacen referencia la una a la otra en la responsabilidad y en la promesa”.
La sombra de gnosticismo, calvinismo y jansenismo
Los debates (anteriores y posteriores) a estos pronunciamientos del Papa y de la Congregación para el Culto Divino fueron recogidos por Francesco Pieri (docente de griego bíblico y Patrología en la Facultad Teológica de Emilia-Romaña) en un articulo publicado en Il Regno – Attualità 10 (2012) 297-301 (“Per una moltitudine. Sulla traduzione delle parole eucaristiche”) y ampliado en un libro (Dehoniana Libri, 2012).
En el citado libro, Francesco Pieri recordaba -en mi opinión, acertadamente- que, tras el problema lingüístico, se encontraba otro, de enorme relevancia teológica y pastoral: en la traducción propuesta por el Papa y la Curia vaticana se corría el riesgo de propiciar una comprensión tendencialmente gnóstica, calvinista o jansenista de la voluntad salvífica de Dios ya que se podría dar a entender que había personas que quedaban excluidas al no quedar debidamente resaltadas la universalidad de la salvación.
Ésta era la razón por la que muchas Conferencias episcopales nacionales se resistían a recibir la decisión adoptada por Roma o de que hicieran oídos sordos a la misma. Concretamente, la Iglesia Italiana, a pesar de contar con un episcopado muy moderado y bastante alineado con la cúpula vaticana, tampoco había aceptado la orden. Así, por ejemplo, Bruno Forte (arzobispo de Chieti-Vasto), interviniendo en la Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana (noviembre de 2010), sostuvo que la alternativa “por muchos-por todos” era teológicamente fundada, pero demasiado sutil para explicar a la gente. Por eso, se manifestó partidario de “mantener la traducción actualmente en uso”, es decir, “por todos”.
Sometida a votación la propuesta vaticana, sólo 11 de los 187 obispos presentes se decantaron a favor de la fórmula “por muchos”, siendo una anécdota menor que el arzobispo de Chieti-Vasto se manifestara dos años después (“Corriere della Sera”, 26 de agosto de 2012) a favor del “por muchos” porque le parecía que si bien era cierto que el “por todos” enfatiza el destino universal de la salvación ofrecida en Cristo, el “por muchos” era más sensible a la libre elección de cada uno y, por eso, más respetuoso de la dignidad de las personas.
Las dos cuestiones de fondo
En cualquier caso, la decisión tomada por J. Ratzinger reabrió diferentes debates referidos no sólo a la entidad de la cuestión dogmática en juego, sino también al procedimiento seguido y a la cuestionable idoneidad de la decisión papal.
El método empleado. El Concilio reconoció a las “autoridades eclesiásticas territoriales” la competencia sobre la traducción y la adaptación de los textos litúrgicos, correspondiendo a la Santa Sede su consentimiento, una vez hechas las observaciones y correcciones que estimara pertinentes (SC 40).
Sin embargo, Benedicto XVI eligió el camino inverso, como, por lo demás, había hecho en otras muchas otras ocasiones y para diferentes cuestiones (y K. Wojtyla antes de él): era el que iba del centro a la periferia, minando, de esta manera, la reciprocidad entre el primado de la sede romana y la colegialidad de los sucesores de los apóstoles puestos al frente de las Iglesias, una verdad proclamada por el Vaticano II.
Como se puede apreciar, se trataba de una decisión (y de un modo de proceder) que hacían peligrar la necesaria complementariedad entre el principio “petrino” y el “paulino” y que devaluaban la herencia apostólica de la Iglesia de Roma y la estructura profunda del catolicismo.
Una decisión de dudosa idoneidad. Pero, además, la apuesta del Papa J. Ratzinger por la traducción literal ignoraba o no tenía en cuenta que la expresión “por muchos” resonaba de manera diferente en nuestros oídos y en los de los destinatarios de los evangelios de Marcos y Mateo. Así, por ejemplo, había lenguas en las que “muchos” se oponía, en unos casos, a “pocos” y, en otras, a “todos”. Incluso, existían expresiones en las que podía equivaler a “no pocos” o “no todos”.
Pero había más. F. Pieri recordó, citando al biblista Albert Vanhoye, que “la palabra hebrea ‘rabbim’ sólo significa que, de hecho, hay ‘un gran número’, sin precisar si corresponde o no a la totalidad”.
La recepción (todavía pendiente) del Vaticano II
El sorprendente posicionamiento del Papa J. Ratzinger evidenció, una vez más, que el problema doméstico número uno de la Iglesia católica seguía siendo (también en su pontificado) el de la colegialidad de todos los obispos en el gobierno eclesial presididos, por supuesto, que, en un modelo de comunión, por el sucesor de Pedro. Y, con él, la improcedencia (siendo muy suave) de imponer una recepción personal y (contra)reformista al resto de la Iglesia católica o, cuando menos, a la inmensa mayoría del pueblo de Dios.
Afortunadamente, esto es lo que se ha empezado a corregir en el pontificado de Francisco, por más que algunos (montados en el carro de sus “verdades innegociables”) le nieguen el pan y la sal. Les guste o no, es mucho todavía el camino que queda por andar en la recepción del Vaticano II. También en lo referente a una primera recepción de la liturgia que, en lengua vernácula y “por todos”, hace tiempo que da señales -sobradamente evidentes- de agotamiento e insignificatividad y, por ello, de una urgente y nueva reforma, es decir, de una (contra) reforma como superación de la liderada por Pablo VI y en las antípodas, por supuesto, de la abanderada por J. Ratzinger.
Comentarios desactivados en Muere Pedro Casaldáliga, con el corazón repleto de nombres
¡Qué profunda tristeza. Se nos van yendo todos…!
Sólo salió de la Amazonía en dos ocasiones. Una, cuando fue llamado por Juan Pablo II en 1988, en los momentos más duros para la Teología de la Liberación, y ahora, para morir lejos de su tierra, donde volverá para ser enterrado junto a los indios. En aquella ocasión, en Roma, Casaldáliga dejó al Papa bien claro que “estoy dispuesto a dar mi vida en cualquier instante por Pedro, pero por el Vaticano es otra cosa”.
Para él, lo importante eran los pobres
“Los del Primer Mundo, si no trabajáis la solidaridad, no os vais a salvar, pese lo que os pese”
Al final del camino me dirán: -¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres…” Pedro Casaldáliga acaba de llegar al final de ese camino que tantas veces dibujó en sus poemas. A sus 92 años, el obispo catalán, llamado por muchos el ‘profeta de la Amazonía’, ha fallecido a las 9,40 horas de Brasil, después de haber sido ingresado en una clínica de los claretianos en Batatais (Sao Paulo).
Como él siempre quiso, su cuerpo será enterrado en Sao Felix do Araguaia, en el Matto Grosso, el lugar que nunca quiso dejar. Así lo anunciaba el provincial de los claretianos en Brasil, padre Marco: “Comunico a todos hermanos de la Congregación el fallecimiento de D. Pedro Casaldaliga”.
Una muerte anunciada después de que hace cinco días el religioso, uno de los inspiradores de la Teología de la Liberación, fuese trasladado desde el Amazonas a Sao Paulo para ser tratado de una neumonía asociada a un derrame pulmonar, del que no pudo salir. Hace unos días, incluso, el presidente de la Conferencia Episcopal, Juan José Omella, publicaba un tweet, en el que subrayaba “Mi oración por el descanso eterno de Pere Casaldàliga, obispo de la prelatura territorial de São Félix do Araguaia. Mis condolencias a los familiares y amigos de este religioso catalán, hijo del Corazón de María. Descanse en paz”. Ahora, debe rescatarlo.
Casaldáliga, reconocido en Brasil por su intensa labor social y defensa de los más pobres, se le conoce como el “obispo del pueblo” por su defensa de los pueblos indígenas de la Amazonia y la lucha contra la violencia en el campo. El prelado catalán, que vivía en Brasil desde 1968, fue uno de los fundadores del Consejo Nacional Indígena del país. Su defensa de los pueblos originarios le costó en más de una ocasión sufrir amenazas de muerte. Pero Casaldáliga jamás abandonó la Amazonía.
Dar mi vida por Pedro, no por el Vaticano
Sólo, en dos ocasiones. Una, cuando fue llamado por Juan Pablo II en 1988, en los momentos más duros para la Teología de la Liberación, y ahora, para morir lejos de su tierra, donde volverá para ser enterrado junto a los indios. En aquella ocasión, en Roma, Casaldáliga dejó al Papa bien claro que “estoy dispuesto a dar mi vida en cualquier instante por Pedro, pero por el Vaticano es otra cosa”. Para él, lo importante eran los pobres.
Si Wojtyla no lo entendió, sí lo hicieron otros dos papas, Pablo VI y Francisco. El primero fue claro al recibir las primeras denuncias contra Casaldáliga: “Quien ataca a Pedro, ataca a Pablo”. El segundo, utilizando sus enseñanzas para escribir la magnífica encíclica Laudato Sí, de cuya publicación acaban de cumplirse cinco años. Sin Pedro Casaldáliga, afirman en el Vaticano, no podía haberse escrito la primera encíclica ‘verde’, en la que se alerta de los peligros de la deforestación y se defiende a los pueblos originarios. Tras Laudato Si, vino el Sínodo de la Amazonía. De hecho, Bergoglio consultó al prelado claretiano durante la redacción de texto.
“Francisco está desmantelando el aparato burocrático eclesiástico”, aseguraba en su día Pedro Casaldáliga, quien veía en Francisco una posibilidad para hacer realidad “la Iglesia de los pobres”. “Los del Primer Mundo, si no trabajáis la solidaridad, no os vais a salvar, pese lo que os pese”, decía el obispo de la Amazonía, que en los próximos días, por fin, descansará “descalzo sobre la tierra roja“, junto a los suyos, los más pobres.
Comentarios desactivados en “Descubrir el proyecto de Dios”. 17 Tiempo ordinario – A (Mateo 13,44-52)
No era fácil creer a Jesús. Algunos se sentían atraídos por sus palabras. En otros, por el contrario, surgían no pocas dudas. ¿Era razonable seguir a Jesús o una locura? Hoy sucede lo mismo: ¿merece la pena comprometerse en su proyecto de humanizar la vida o es más práctico ocuparnos cada uno de nuestro propio bienestar? Mientras tanto se nos puede pasar la vida sin tomar decisión alguna.
Jesús cuenta dos breves parábolas. En ambos relatos, el respectivo protagonista se encuentra con un tesoro enormemente valioso o con una perla de valor incalculable. Los dos reaccionan del mismo modo: venden todo lo que tienen y se hacen con el tesoro o con la perla. Es, sin duda, lo más sensato y razonable.
El reino de Dios está «oculto». Muchos no han descubierto todavía el gran proyecto que tiene Dios de un mundo nuevo. Sin embargo, no es un misterio inaccesible. Está «oculto» en Jesús, en su vida y en su mensaje. Una comunidad cristiana que no ha descubierto el reino de Dios no conoce bien a Jesús, no puede seguir sus pasos.
El descubrimiento del reino de Dios cambia la vida de quien lo descubre. Su «alegría» es inconfundible. Ha encontrado lo esencial, lo mejor de Jesús, lo que puede trasformar su vida. Si los cristianos no descubrimos el proyecto de Jesús, en la Iglesia no habrá alegría.
Los dos protagonistas de las parábolas toman la misma decisión: «venden todo lo que tienen». Nada es más importante que «buscar el reino de Dios y su justicia». Todo lo demás viene después, es relativo y ha de quedar subordinado al proyecto de Dios.
Esta es la decisión más importante que hemos de tomar en la Iglesia y en las comunidades cristianas: liberarnos de tantas cosas accidentales para comprometernos en el reino de Dios. Despojarnos de lo superfluo. Olvidarnos de otros intereses. Saber «perder» para «ganar» en autenticidad. Si lo hacemos, estamos colaborando en la conversión de la Iglesia.
Comentarios desactivados en ” Vende todo lo que tiene y compra el campo”. Domingo 26 de julio de 2020. 17º domingo de tiempo ordinario.
Leído en Koinonia:
1Reyes 3,5.7-12: Pediste discernimiento Salmo responsorial: 118:¡Cuánto amo tu voluntad, Señor! Romanos 8,28-30: Nos predestinó a ser imagen de su Hijo Mateo 13,44-52: Vende todo lo que tiene y compra el campo
La palabra de Dios siempre nos va a proponer motivos y razones para acrecentar nuestra inseguridad frente a la vida y frente al seguimiento, de una causa que creemos muy importante para los que nos llamamos cristianos: el Reino, la Utopía.
Las lecturas de hoy son un llamado al cambio de actitudes relativas de nuestras prácticas, muchas veces tan egoístas, a los valores profundos y absolutos que propone Jesús desde la propuesta del proyecto del Reino.
Hay que tener muy claro que la presentación de Salomón que hace el primer libro de los Reyes, pretende mostrar (bastante románticamente) lo que para el escritor sagrado representaba y significaba este rey “maravilloso” en la teoría, pero que en la práctica y por lo que consiguió en la historia del pueblo, no pasó a ser sino un rey más, que se aprovechó de su poder para explotar, esclavizar y manipular la conciencia débil del pueblo, y construir su reinado de gloria en la magnificencia literaria que se construyó en torno a su figura y su reinado.
Hay que saber diferenciar entre la estructura del reino que representa Salomón (la de la monarquía con sus estructuras económicas, políticas, militares y religiosas para manejar los hilos del poder) y la propuesta del Reino que presenta y enseña Jesús con sus palabras, pero sobre todo con su práctica de justicia y de igualdad.
Descubrir el mensaje que se revela por Jesús y su reinado, abre los horizontes hacia una nueva humanidad. Una vez que se ha descubierto el valor absoluto que tiene el Reino, es necesario tomar una posición, y frente a este descubrimiento ningún precio es demasiado alto, pues el Reino se convierte en el único valor absoluto para quien lo descubre.
El proyecto del «Reino de los cielos», según la expresión de Mateo, se convierte para muchas personas en una alegre pero exigente sorpresa, que en el caminar normal de la vida se produjo por medio de un encuentro afortunado que impregnó de una gran riqueza la existencia. Ese Reino trajo una exigencia, que genera al mismo tiempo inseguridad, pues se descubre que es necesario venderlo todo, despojarse de muchos «bienes» que atan, e ir al encuentro de la absoluta posesión del Reino, como su mayor riqueza. Quien ha descubierto desde su práctica concreta en la vida, los valores del Reino… encontró su mejor tesoro, la mejor perla que podía estar buscando extraviadamente en otros rincones.
Las dos parábolas iniciales (del tesoro escondido y de la perla) parece que se contrapusieran a la llamada e invitación de Jesús a dejar bienes y riquezas para seguirlo. Sin embargo nos enseñan las parábolas, que el Reino es la mayor riqueza para el seguidor de Jesús: Luego de sentir la llamada de Jesús y de descubrir el Reino, el camino se debe seguir con alegría, porque se ha encontrado todo.
En estas dos parábolas, el Reino es la realidad que supera a nuestro egoísmo. Dejar las certezas inseguras del hoy, por la certeza mayor, abre los caminos para que venta a nosotros el reinado de Dios, el Buen Vivir, el mayor Bien (Ubi bonum, ibi Regnum), la transformación radical de nuestro mundo, con sus tantas y tantas estructuras injustas.
Para el seguidor de Jesús es necesario romper los esquemas de muchas estructuras que deshumanizan. Personas que esperan un cambio sin ponerse en búsqueda, pero se atan a su herencia legalista, que no les permite salir a encontrar nuevas posibilidades para su existencia o para la existencia de los demás. Estas parábolas se refieren a otras personas, que encuentran un sentido que creían perdido para sus vidas y se arriesgan al cambio y a la novedad, y se ponen en marcha hacia proyectos alternativos de hermandad solidaria entre los seres humanos.
Jesús concluye esta enseñanza preguntando si han entendido todo lo dicho por medio de la palabra, que había estado escondida, pero que ahora no deja de salir a la luz. Y presenta el modelo ideal del discípulo, capaz de entender el mensaje del Reino y sacar oportunamente lo viejo y lo nuevo del mensaje que ha recibido. La novedad del Reino viene por medio de la palabra, acumulada en la historia del propio pueblo por medio de sus valores, la cultura, el proyecto original en torno al cual se dio origen a Israel como pueblo, sus luchas y procesos en búsqueda de la justicia y su interpretación de la historia desde un Dios liberador, con su opción por los pobres. Esta oferta del Reino que propone Jesús es una realidad que quiere hombres y mujeres capaces de incorporar los propios valores del Reino a las nuevas realidades que Jesús puso en marcha a partir del anuncio y la práctica del Reino. Leer más…
Comentarios desactivados en Domingo 26 de Julio de 2020, 17º tiempo ord. Tesoro escondido (Mt 13, 44): última oportunidad para encontrarlo
(parte del Rollo del Templo: Mapa de tesoros de Qumrán anterior a Jesús)
Del blog de Xabier Pikaza:
Tesoro escondido en el campo. Ésta es quizá la última oportunidad para encontrarlo en una tierra que estamos convirtiendo en mercado de negocios para algunos y campo de muerte para todos.
Tesoro escondido en nuestra vida. Ésta es quizá la última oportunidad para encontrar (dejarnos encontrar) por nuestra infinita riqueza interior pues otros llenan nuestra vida de imágenes de consumo que nos consumen.
Sólo podemos encontrar ese tesoro si “vendemos todo”, para así encontrar (dejarnos encontrar así) por la Vida El día en que no podamos ni queramos encontrar el tesoro moriremos.
Ésta es una parábola corta, pero enigmática y actual.
Jesús conocía sin duda las historias de inmensos tesoros escondidos en el campo tras guerras y saqueos (de eso trata el Rollo de Cobre del Templo de Qumrán, ofreciendo indicaciones fascinantes para encontrar unos 70 tesoros escondidos entre Galilea y el Desierto de Judea).
Pero Jesús habla de otro tesoro que todos podemos encontrar, desde el más rico de Roma hasta el más pobre de la aldea. Él quiso que los hombres y mujeres fuéramos buscadores de tesoros, ligeros de equipaje para hallarlos, gozosos y llenos de vida para disfrutar del gran tesoro, quizá al alcance de la mano.
Hoy, año 2020, estamos dilapidando el gran tesoro escondido en el campo que es la tierra, y que nosotros mismos somos, en una tierra, en una vida que es (debía ser) por sí misma el tesoro que nos busca, nos hace ser personas. De todo esto trata esta bellísima y fuerte parábola
Tesoro escondido (13, 44).
13 44 En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo; y uno, encontrándolo, lo esconde y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra aquel campo[1].
Esta parábola del reino como tesoro escondido proviene probablemente de Jesús, pero sólo ha sido transmitida por Mateo y así ha de entenderse desde el conjunto de su evangelio, que incluyen varios textos relacionados con la riqueza, desde parábolas (cf. talentos: Mt 25, 14-30) hasta relatos ejemplares (recaudadores de impuestos: 9, 9-13).
Quizá el más importante es Mt 6, 19-21 (cf. Lc 12, 22-32): “No acumuléis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen…”, pasaje que evoca una transformación interior, un cambio radical en la manera de entender la vida, con sus prioridades y valores, en un momento en el que los hombres más ricos de Israel y Roma estaban “ocupando” las propiedades de los pobres, convirtiendo la tierra de Dios (de todos) en objeto de mercado.
También es importante el relato donde Jesús dice al hombre que quiere seguirle: “Vete, vende lo que tienes y tendrás un tesoro en los cielos, y ven y sígueme” (19, 21, tomado de Mc 10, 17-22). En ese contexto, Jesús aparece como un líder campesino, pero no con violencia armada (no fue jefe de una banda militar), sino con gran fuerza profética, El Reino cielos es un tesoro superior, y sólo quien lo vende todo por él puede conseguirlo.
La riqueza del hombre es, por tanto, el mismo Reino, que supera con mucho todos los bienes de este mundo, pero que puede compararse con el “tesoro material” que un hombre de pocos escrúpulos encuentra en un campo ajeno. Se ha especulado en oriente, con cierta frecuencia, sobre tesoros escondidos, a causa de guerras, cambios de poder y ladrones, como hace El rollo de cobre de Qumrán, escrito al parecer poco antes de Jesús, con una descripción fantástica de grandes tesoros de reyes (o del templo de Jerusalén) escondidos en lugares marcados con precisión (de forma realista o imaginaria, discrepan los autores), que los investigadores siguen estudiando y queriendo descifrar todavía[2].
Por otra parte, ya Mt 6, 19-21 hablaba de tesoros que, por bien guardados que estén, acaban siendo presa de ladrones (buscadores de riquezas ocultas y escondidas). En ese contexto se entiende esta parábola que, en principio, parece ambigua, pues no se sabe si el hombre que encuentra un tesoro que nadie guardaba (nadie, al parecer, conocía su existencia) es un buscador de riquezas ocultas o un simple afortunado que pasa por allí y descubre el tesoro escondida por casualidad.
El texto no ofrece ninguna valoración moral, si es justo o injusto el proceder de este “cazador de tesoros” en un campo ajeno y, en vez de decírselo a su dueño, lo compra con engaño. Ciertamente, ha de obrar con astucia, volviendo a ocultar el tesoro, de forma que nadie sospeche; tiene que vender lo que tiene y comprarlo, para convertirse de esa forma en dueño del tesoro (si intentara llevarlo del campo sin comprarlo, podrían verle y denunciarle). Leer más…
En los dos domingos anteriores, el discurso en parábolas ha respondido a tres preguntas que se hace la antigua comunidad cristiana y que nos seguimos planteando nosotros:
1) ¿Por qué no aceptan todos el mensaje de Jesús? (parábola del sembrador).
2) ¿Qué hacer con quienes no lo aceptan? (el trigo y la cizaña).
3) ¿Tiene futuro esta comunidad tan pequeña? (el grano de mostaza y la levadura)
Quedan todavía otras dos preguntas por plantear y responder.
¿VALE LA PENA?
La pregunta que puede seguir rondando en la cabeza de los seguidores de Jesús es si todo esto vale la pena. A la pregunta responden dos parábolas muy breves, aparentemente idénticas en el desarrollo y con gran parecido en las imágenes. Por eso se las conoce como las parábolas del tesoro y la perla. Lo que ocurre en ambos casos es lo siguiente:
a) El protagonista descubre algo de enorme valor.
b) Con tal de conseguirlo, vende todo lo que tiene.
c) Compra el objeto deseado.
Sin embargo hay curiosas diferencias entre las dos parábolas, empezando por los protagonistas.
El suertudo y el concienzudo
El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.
El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.
El protagonista de la primera es un hombre con suerte. Mientras camina por el campo, encuentra un tesoro. Su primera reacción no es llevarlo a la oficina de objetos perdidos (que entonces no existe) ni poner un anuncio en el periódico (que tampoco existen). Ante todo, lo esconde. Repuesto de la sorpresa, se llena de alegría y decide apropiarse del tesoro, pero legalmente. La única solución es comprar el campo. Es grande y caro. No importa. Vende todo lo que tiene y lo compra.
El protagonista de la segunda parábola es muy distinto. No pierde el tiempo paseando por el campo. Es un comerciante concienzudo que va en busca de perlas de gran valor. Por desgracia, la traducción litúrgica ignora este aspecto: en vez de “El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas”, debería decir “a un comerciante en busca de perlas finas”. No la encuentra por casualidad, va tras ella con ahínco. Como buen comerciante, calculador y frío, no salta de alegría cuando la encuentra, igual que el protagonista de la primera parábola. Pero hace lo mismo: vende todo lo que tiene para comprarla.
La perla y el comerciante
Otra diferencia curiosa es que la primera parábola compara el Reino de los Cielos con un tesoro, pero la segunda no lo compara con una perla preciosa, sino con un comerciante. Este detalle ofrece una pista para interpretar las dos parábolas.
Ni bonos basura ni timo de la estampita
No olvidemos que estas parábolas se dirigen a un comunidad que sufre una crisis profunda y se pregunta si ser cristiano tiene valor. En términos modernos: ¿me han vendido bonos basura o me han dado el timo de la estampita? La respuesta pretende revivir la experiencia primitiva, cuando cada cual decidió seguir a Jesús. Unos entraron en contacto con la comunidad de forma puramente casual, y descubrieron en ella un tesoro por el que merecía la pena renunciar a todo. Otros descubrieron la comunidad no casualmente, sino tras años de inquietud religiosa y búsqueda intensa, como ocurrió a numerosos paganos en contacto previo con el judaísmo; también éstos debieron renunciar y vender para adquirir.
Las parábolas, aparte de infundir ilusión, animan también a un examen de conciencia. ¿Sigue siendo para mí la fe en Jesús y la comunidad cristiana un tesoro inapreciable o se ha convertido en un objeto inútil y polvoriento que conservo sólo por rutina?
Al mismo tiempo, nos enseñan algo muy importante: es el cristiano, con su actitud, quien revela a los demás el valor supremo del Reino. Si no se llena de alegría al descubrirlo, si no renuncia a todo por conseguirlo, no hará perceptible su valor. Estas parábolas parecen decir: «Cuando te pregunten si ser cristiano vale la pena, no sueltes un discurso; demuestra con tu actitud que vale la pena».
¿QUÉ OCURRIRÁ A QUIENES ACEPTAN EL REINO, PERO NO VIVEN DE ACUERDO CON SUS IDEALES?
A esta última pregunta responde la parábola de la red lanzada al mar.
El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
No queda claro si se habla de toda la humanidad, donde hay buenos y malos, o de la comunidad cristiana, donde puede ocurrir lo mismo. Ya que el tema del juicio universal se ha tratado a propósito del trigo y la cizaña, parece más probable que se refiera al problema interno de la comunidad cristiana. Interpretada de este modo, empalmaría muy bien con las dos anteriores. Hay gente dentro de la comunidad que no vive de acuerdo con los valores del evangelio, que no mantiene esa experiencia de haber descubierto un tesoro o una perla. ¿Qué ocurrirá con ellos? La respuesta es muy dura («a los malos los echarán al horno encendido») pero conviene completarla con la última parábola del evangelio de Mateo, la del Juicio final (Mt 25,31-46), donde queda claro cuáles son los peces buenos y cuáles los malos. Los buenos son quienes, sabiéndolo o no, dan de comer al hambriento, de beber al sediento, visten al desnudo, hospedan al que no tiene techo… Los que ayudan al necesitado, aunque ni siquiera intuyan que dentro de ellos está el mismo Jesús.
CONCLUSIÓN
¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos le contestaron: ― Sí.
Él les dijo:
― Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.
Mateo termina las siete parábolas comparando al predicador del evangelio con un un padre de familia. Parece un nuevo enigma, esta vez sin explicación. En sentido inmediato, el escriba que entiende del reinado de Dios es Jesús. Para exponer su mensaje ha usado cosas nuevas y viejas. Del baúl de sus recuerdos ha sacado cosas antiguas: alguna alusión al Antiguo Testamento, la técnica parabólica y el lenguaje imaginativo de los profetas. Pero la mayor parte consta de cosas nuevas, fruto de su experiencia y de su capacidad de observación: la vida del campesino, del ama de casa, del pescador, del comerciante, de la gente que lo rodea, le sirven para exponer con interés su mensaje. Por eso, la comparación final es también una invitación a los discípulos y a los predicadores del evangelio a ser creativos, a renovar su lenguaje, a no repetir meramente lo aprendido.
LA PRIMERA LECTURA
La primera lectura nos invita a pedir a Dios esta sabiduría, igual que Salomón se la pidió para gobernar a su pueblo.
En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: ― Pídeme lo que quieras. Respondió Salomón: ― Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso? Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello, y Dios le dijo: ― Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti.
Comentarios desactivados en 26 de Julio. Tiempo Ordinario. Domingo XVII. Ciclo A
“El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.”
Y este domingo también tenemos varias parábolas. Jesús quiere darnos a conocer el Reino. Busca, incansable, numerosos ejemplos. Comparaciones. Muchas imágenes. Para que podamos comprenderlo.
Dos de las parábolas de hoy: la del tesoro y la de la perla, nos hablan del valor del Reino. Descubrir el Reino, descubrir el Rostro de Dios que Jesús vino a mostrarnos es una suerte. Una inmensa alegría.
Algo por lo que vale la pena vender todo lo demás. Quizá durante demasiado tiempo en la Iglesia le hemos dado mucho protagonismo a la renuncia. Al sacrificio. Pero el Reino de Dios, el mensaje de Jesús no es cuestión de renuncia. Es cuestión de elección.
Cuando elegimos algo en la vida es porque lo deseamos, porque nos gusta. Nos parece valioso. Elegimos una carrera, un oficio, un lugar donde vivir. Y también cosas más pequeñas: un móvil, un pantalón o un plato de comida.
Nuestra vida está llena de elecciones y cada elección implica un esfuerzo y también una renuncia.
Cada elección que hacemos, por pequeña que sea, nos hace ejercitar nuestra libertad. Nos obliga a decidir.
No conozco a nadie que haya comprado algo que le hiciera ilusión (un teléfono, un coche…) que salga triste de la tienda pensando que solo se ha podido comprar uno y ha tenido que dejar los demás.
Sin embargo mucha gente te mira con condescendencia cuando haces una opción de vida por el Reino, como es ser monja. Y te preguntan: “¿no te da pena no poder…?”
¡No!, no me da pena. He hecho una elección. He elegido aquello que pienso que puede llenar plenamente mi vida. ¡Cierto! dejo muchas cosas, muchas otras posibilidades, el concesionario se queda lleno de coches cuando compramos uno. Pero lo que he elegido me llena de alegría. Si tuviera que llevarme todos los coches del mercado sería absurdo y agobiante. Me quedo con uno y lo disfruto, lo cuido y se lo enseño con alegría a todo el mundo.
Y con el Reino de Dios es aun mejor porque no pierde valor al salir del concesionario, no contamina y no se estropea. Tiene garantía indefinida.
Oración
Trinidad Santa, danos la alegría y el convencimiento de quien ha hecho una elección libre y decidida por tu Reino.
Comentarios desactivados en No somos un campo que contiene un tesoro.
Mt 13, 44-52
El evangelio de este domingo nos propone las tres últimas parábolas del capítulo 13 de Mt. comentaremos el tesoro y la perla, que tienen un mismo mensaje. Si descubrimos lo que más vale, daremos a nuestra voluntad un objeto claro, porque la voluntad no puede ser movida más que por el bien, y en el caso de dos bienes siempre será movida por el mayor. Lo que Dios es en mí, es el tesoro, es la perla. No se trata de un conocimiento discursivo o racional, sino de una experiencia profunda y viva. Seguimos empeñados en descubrir a un Dios que está fuera y que nos dé seguridades desde allí.
Menos mal que la comunidad de Mt no se atrevió a alegorizarlas. No lo tenía fácil. El mensaje es idéntico en las dos pero tiene matices significativos. Una diferencia es que en un caso el encuentro es fortuito. Y en el otro, es consecuencia de una búsqueda. Otra es que en la primera se identifica el Reino con el tesoro, pero en la segunda se identifica con el comerciante que busca perlas. Puede ser una pista para descubrir que la comparación no es con uno ni con otro, sino que hay que buscarla en el conjunto del relato. Las dos opciones se hacen con un grado de incertidumbre. Los dos se arriesgan al dar el paso.
La parábola no juzga la moralidad de las acciones narradas; simplemente propone unos hechos para que nosotros nos traslademos a otro ámbito. En efecto, tanto el campesino, como el comerciante, obran de forma fraudulenta y por lo tanto injusta (aunque legal). Los dos se aprovechan de unos conocimientos privilegiados para engañar al vecino. No actúan por desprendimiento sino por egoísmo. “Renuncian” a unos bienes para conseguir bienes mayores. No es su objetivo vivir de otra manera, sino conseguir una vida material mejor. Da un ejemplo material pero en el orden espiritual las cosas no funcionan así.
En estas dos parábolas vemos claro cómo no todo lo que dicen es aprovechable. Jesús en el evangelio advierte una y mil veces del peligro de las riquezas; no puede aquí invitarnos a conseguirlas en sumo grado. El mensaje es muy concreto. El punto de inflexión en las dos parábolas es el mismo: “vende todo lo que tiene y compra”. Sería sencillamente una locura. Si vende todo lo que tiene para comprar la perla, ¿qué comería al día siguiente? ¿Dónde viviría? Esa imposibilidad radical en el orden material, es precisamente lo que nos hace saltar a otro orden, en el que sí es posible. Ahí está la clave del mensaje.
Hay dos matices interesantes. El primero es el abismo que existe entre lo que tienen y lo que descubren. El segundo es la alegría que les produce el hallazgo. Yo la haría todavía más simple: Un campesino pobre, que solo tiene un pequeño campo, en el que cava cada vez más hondo, un día encuentra un tesoro. O un comerciante de perlas que un día descubre, entre las que tiene almacenadas, una de inmenso valor. Evitaríamos así poner el énfasis en la venta de lo que tiene, que solo pretende indicar el valor de lo encontrado. Todo lo contrario, se trata de un minucioso cálculo, que les lleva a la suprema ganancia.
No damos un paso en nuestra vida espiritual porque no hemos encontrado el tesoro en lo que ya somos. Sin este descubrimiento, todo lo que hagamos por alcanzar una religiosidad auténtica, será pura programación y por lo tanto inútil. Nada vamos a conseguir si previamente no descubrimos lo que somos. Nuestra principal tarea será tomar conciencia de esa Realidad. Si la descubrimos, prácticamente está todo hecho. La parábola al revés, no funciona. El vender todo lo que tienes, antes de descubrir el tesoro, que es lo que siempre se nos ha propuesto, no es garantía ninguna de éxito.
Un ancestral relato nos ayudará: cuando los dioses crearon al hombre, pusieron en él algo de su divinidad, pero el hombre hizo un mal uso de esa divinidad y decidieron quitársela. Se reunieron en gran asamblea para ver donde podían esconder ese tesoro. Uno dijo: pongámoslo en la cima de la montaña más alta. Pero otro dijo: No, que terminará escalándola y dará con él. Otro dijo: lo pondremos en lo más hondo del océano. Alguien respondió: No, que terminará bajando y la descubrirá. Por fin dijo uno: ¡Ya sé dónde lo esconderemos! La pondremos en su corazón. Allí nunca lo buscará.
Tenemos que aclarar que el tesoro no es Jesús, como deja entender Pablo, y sobre todos los santos padres. Jesús descubrió la divinidad dentro de él. Éste es el principal dogma cristiano. “Yo y el Padre somos uno”. Tampoco la Escritura puede considerarse el tesoro. En muchas homilías, he visto estas interpretaciones de las parábolas. La Escritura es el mapa que nos puede conducir al tesoro, pero no es el tesoro. Tampoco podemos presentar a la Iglesia como tesoro o perla. En todo caso, sería el campo donde tengo que cavar (a veces muy hondo) para encontrarme a mí mismo.
Jesús no pide más perfección sino más confianza, más alegría, más felicidad. Es bueno todo lo que produce felicidad en ti y en los demás. Solamente es negativa la alegría que se consigue a costa de las lágrimas de los demás. Cualquier renuncia que produzca sufrimiento, en ti o en otro, no puede ser evangélica. Fijaos que he dicho sufrimiento, no esfuerzo. Sin esfuerzo no puede haber progreso en humanidad, pero ese esfuerzo tiene que sumirme en la alegría de ser más. Lo que el evangelio valora no es el hecho de renunciar. Lo que me tiene que hacer feliz es descubrir la plenitud que ya soy.
El tesoro es el mismo Dios presente en cada uno de nosotros. Es la verdadera realidad que soy, y que son todas las demás criaturas. Lo que hay de Dios en mí es el fundamento de todos los valores. En cuanto las religiones olvidan esto, se convierten en ideologías esclavizantes. El tesoro, la perla no representan grandes valores sino una realidad que está más allá de toda valoración. El que encuentra la perla preciosa, no desprecia las demás. Dios no se contrapone a ningún valor, sino que potencian el valor de todo. Presentar a Dios como contrario a otros valores, es la manera de hacerle ídolo.
Vivimos en una sociedad que funciona a base de trampas. Si fuésemos capaces de llamar a las cosas por su nombre, la sociedad quedaría colapsada. Si los políticos nos dijeran simplemente la verdad, ¿a quién votaríamos? Si los jefes religiosos dejaran de meter miedo con un dios justiciero, ¿qué caso haríamos a sus propuestas? En cambio, si de la noche a la mañana todos nos convenciéramos de que ni el dinero ni la salud ni el poder ni el sexo ni la religión eran los valores supremos, nuestra sociedad quedaría purificada. Los intereses materiales y egoístas son lo que de verdad mueven los hilos de la sociedad.
Tener claro que soy el tesoro supremo, la perla más valiosa, me permite valorar en su justa medida todo lo demás. No se trata de despreciar el resto sino de tener claro lo que vale de veras. El “tesoro” nunca será incompatible con todos los demás valores que nos ayudan a ser más humanos. Es una constante tentación de las religiones ponernos en el brete de tener que elegir entre el bien y el mal. Esta postura es radicalmente equivocada. Lo que hay que tener muy claro es cuales son las prioridades, dentro de los valores. Debemos tener claro dónde está el valor supremo y qué valores son relativos o falsos.
Meditación
Eres el mayor tesoro que puedas imaginar.
Si aún no te has dado cuenta,
es que has buscado algo imaginado por ti
o que no has bajado al centro de tu ser.
Una vez descubierto lo que hay de Dios en ti,
todo lo demás es coser y cantar.
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