Dom 19. 7. 14. Ovejas sin pastor, malos pastores (así en tiempo de Jesús como en el nuestro)
Había querido retirarse de la muchedumbre, para tomar “vacaciones” a un lugar apartado, como hacen miles y millones de personas en este tiempo de verano, en el hemisferio norte.
Pero al llegar y salir del barco descubre que no están solos, pues les han precedido y les esperan muchos hombres y mujeres, esperando ayuda. Están allí, y Jesús no puede abandonarles. No les ha buscado, pero han venido y él tiene que acogerles y acompañarles.
En otro pasaje (Mc 6, 6-23) era el mismo Jesús quien fijaba la tarea y enviaba de manera programada a sus discípulos. Pero ahora definen y marcan su tarea los hombres y mujeres que vienen y le esperan, y él responde con misericordia, porque estaban perdidos, como ovejas sin pastor.
Los “pastores” de gran parte del mundo se han vuelto no sólo “mercenarios” al servicio de un capital inhumano y destructor, sino también ladrones ellos mismos, como venía diciendo el AT desde el profeta Ezequiel:
— Las muchedumbres que vienen hoy y buscan aquí a Jesús no sólo carecen de guía (son ovejas sin pastor), sino que tienen por guía a los ladrones. Ésta es la tragedia que siente Jesús: la falta de liderazgo verdadero.
— Tenemos pueblo sufriente, carecemos de auténticos pastores, de líderes capaces de sentir con y para el pueblo, para que todos puedan ser responsables y dueños de su destino, sabiendo lo que son (quiénes son) y compartiendo la comida (es decir, los bienes necesarios para vivir todos juntos).
De aquel pueblo antaño dominado y sin pastores verdaderos trata esta evangelio…y trata también de nuestro pueblo, hoy, año 2015, pues seguimos viviendo en un tiempo dominado por pastores “malos”, objetivamente perversos/pervertidos, que no sólo oprimen a las ovejas, sino que encima dicen que “no hay más remedio”, que ellos hacen lo único que puede hacerse. De la falsedad de esa doctrina trata este evangelio.
Buen domingo a todos. Saque cada uno la consecuencia que viere (segunda imagen: Ovejas en un paisaje otoñal del Gorbea que parece signo de próxima muerte… pero esperando la nueva primavera).
Texto. Mc 6, 30-34
30 Los enviados volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado 31 y les dijo: Venid vosotros solos a un lugar solitario, para que descanséis un poco. Porque eran tantos los que iban y venían, que no tenían ni tiempo para comer. 32 Se fueron en la barca, ellos solos, a un lugar despoblado.
33 Pero los vieron marchar y lo reconocieron muchos y corrieron allí, a pie, de todos los pueblos, llegando incluso antes que ellos. 34 Y desembarcando, vio un gran gentío y sintió compasión de ellos, pues eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
Los Doce acaban de recorrer la tierra anunciando la transformación final (conversión) como Jesús les había mandado. Pues bien, conforme a la esperanza repetida de las profecías, que prometen un banquete (cf. Is 25,6), el Reino que esos Doce habían anunciado debería culminar y cumplirse en forma de comida; quizá por eso, Jesús ha querido reunirse con sus Doce a solas, para esperar la llegada del Reino.
Pero, en vez del Reino, llegan los necesitados del entorno, como ovejas sin pastor, con hambre de palabra y pan, y Jesús les habla y les da de comer, con misericordia. La enseñanza de Jesús (que retoma, sin duda, los motivos de 4, 1-2) aparece matizada por un comentario del propio evangelista con dos términos que tienen gran importancia en la tradición bíblica: pastor y misericordia :
‒- En el fondo del texto sigue influyendo la experiencia de la llegada de los tiempos mesiánicos, pero de un modo distinto. Jesús, que ha utilizado ya las imágenes del pescador (Mc 1,16-20) y agricultor (4,3-9), aparece ahora como un Buen Pastor, que se apiada de los hombres y mujeres que van sin rumbo, como ovejas perdidas. Su primer gesto de piedad es enseñar a esas “ovejas”, y su palabra, que había aparecido ya como poder para expulsar demonios (cf. 1,21-28), viene a presentarse ahora como voz abierta a todos los que llegan y le siguen en el campo.
Los escribas tienden a ofrecer un tipo de enseñanza elitista dirigida a los que tienen mucho tiempo para ello, en espacios donde sólo pueden entrar y habitar los escogidos. Jesús, en cambio, enseña a campo abierto, en palabra dirigida a miles de personas (ovejas sin pastor) que posiblemente no conocen las interpretaciones de los escribas.
− Como ovejas sin pastor (probata mê ekhonta poimena).
Conforme a una visión habitual, Dios y los reyes eran “pastores” de hombres, a quienes dirigen y cuidan (protegen). Pastor es en oriente (Sumeria, Babilonia, Asiria…) el rey, porque él reúne a los dispersos, protege a los enfermos, ayuda a los débiles. Para la Biblia, el verdadero pastor de Israel es Dios (Gen 48, 15; Sal 23, 1; 80, 2): dirige a su pueblo, lo lleva a las fuentes y los pastizales, lo reúne y lo protege (Sal 23, 3: Jer 23, 3; Ez 34) ; así aparece también en otros textos del judaísmo parabíblico (cf. SalSal 17, 40; 1 Henoc 83-90).
También los jefes de Israel reciben rasgos de pastor (cf. 2 Sam 7, 7; Jer 13, 20; Sal 78, 72), aunque parece que nunca se les atribuye di¬rectamente ese título, que se aplica de un modo especial al Mesías: «Les daré un pastor único que los pastoree: mi siervo David; él les apacentará, él será su pastor. Yo, el Señor, seré su Dios y mi siervo David será príncipe en medio de ellos» (Ez 34, 23-24; cf. 37, 22.24; Jer 3, 15; 23, 4) .
Según Ezequiel, el Pastor supremo es Dios, que litiga contra los pastores de Israel (Ez 34, 8-16) y anuncia un juicio de separación, distinguiendo entre ovejas flacas y gordas, fuertes y enfermizas (34, 17-22). El motivo de esta intervención del Dios pastor es claro: los poderosos y grandes (malos pastores) han oprimido y destruido a los pequeños (a las ovejas débiles de Israel). Por eso, la intervención del Dios Pastor tiene dos fines: por un lado protege a las reses débiles; por otro lado juzga y castiga a las fuertes (carneros, machos cabríos) según haya sido su conducta con las débiles.
En ese contexto ha de entender la frase «como ovejas sin pastor», que aparece con frecuencia en el Antiguo Testamento y en la tradición judía, como expresión habitual para destacar el riesgo del pueblo, que no sólo carece de guías buenos (cf. Num 27, 17; 1 Rey 22, 17; Judit 11, 19), sino que está dirigida por malos pastores, que lo manipulan y destruyen (cf. Ez 34, 8; Zac 10, 2 y el Apocalipsis de las Semanas de de 1 Henoc 83-90). Ambos rasgos (ovejas sin pastor, pastores malos) parecen aplicarse a nuestro caso. Jesús viene a presentarse así como el auténtico pastor de Israel, capaz de enseñar y dirigir al pueblo (cf. Sal 119, 176; Filón, Post. Caín 67-69; Ap. Baruc 76, 13-14).
— Jesús pastor (poimên).
La tradición de Israel recuerda a grandes figuras de pastores, como Abrahán, Moisés y, sobre todo, David, en línea mesiánica (cf. Sal 78, 70-72). Ciertamente, Jesús no ha empezado siendo pastor, sino artesano, y nada parece suponer que entre sus discípulos hubiera pastores, pues en aquel momento eran menos frecuentes en Galilea (tierra de agricultores), aunque seguían seguían siendo abundantes en Judea y en su entorno. Quizá podría decirse que él ha tomado la imagen del pastor a partir de esas figuras, especialmente de David (cf. SalSal 16, 23-46).
Sea como fuere, la imagen era común y es normal que Marcos presente a Jesús, al menos veladamente, como un pastor que guía, protege y alimenta al rebaño de los descarriados (ovejas sin pastor), asumiendo una experiencia israelita común, que aparece, sobre todo en Sal 23 TM, donde el mismo Dios ha venido a mostrarse como pastor que acoge y protege a sus fieles, ofreciéndoles mesa o comida de gozo triunfante, que la tradición ha interpretado en forma de plenitud escatológica .
‒ La certeza de que Dios cuida a las ovejas y la promesa del nuevo pastor mesiánico de Ez 34, 11-14; 23, 23 ss forman el punto de par¬tida teológico-simbólico de nuestro pasaje, que puede hallarse igualmente influido por la imagen de 1 Hen 89-90, donde el tiempo que va del diluvio hasta el Mesías, aparece como historia de un rebaño, en el que los israelitas son ta próbata (ovejas) y Dios las guía, superando peligros, rechazos y rupturas, hasta que llegue el salvador-Mesías.
‒ Jesús aparece en esa línea como el pastor fiel y final que acoge, enseña y alimenta a las ovejas perdidas, que aquí (a diferencia de lo que veremos en Mc 8, 1-10) pertenecen al pueblo de Israel. Esa imagen del pastor que reúne y protege a sus ovejas está en el fondo de Mc 14, 27 (cf. Zac 13, 7.: «heriré al pastor y se dispersarán las ovejas»), donde la muerte de Jesús aparece como causa de disgregación para sus discípulos (ovejas), pero la resurrección significará un nuevo principio de unidad.
–Jesús se compadece (esplankhnisthê: 6, 34) de las ovejas, como el Dios misericordioso del Antiguo Testamento (cf. Ex 34, 6-7; Jon 3, 3).
Por encima de un tipo de ley que se impone, como principio de comunión (iglesia), viene a revelarse aquí (y en 8, 2) esta profunda misericordia de Jesús, que había aparecido en el “milagro” del leproso (1, 41; cf. también 5, 19) y que volverá a mostrarse en el relato del niño enfermo (9, 22). Sólo esa piedad que nace de su entraña (splankhna), superando el egoísmo individual o de pequeño grupo, hace posible el surgimiento de la nueva familia mesiánica. Quería Jesús descansar con los suyos, pero las necesidades de las “ovejas sin pastor” salen a su encuentro y él responde a ellas. Renuncia así al reposo y abre para todos, en pleno campo, las entrañas de su nueva casa mesiánica, en gesto de palabra y pan compartido .
La primera expresión de la misericordia de Jesús es la enseñanza: Empezó a enseñarles muchas cosas (o quizá mejor con insistencia, largo tiempo: didaskein polla, 6, 34), ofreciendo palabra mesiánica a todos y no sólo a unos letrados, y lo hace a pleno campo, en un lugar desierto (deshabitado). No se aísla y enseña a unos pocos en el monte de las revelaciones esotéricas, en la casa de la ciencia profesional, pues no necesita ni monte ni casa, sino que “abre su escuela universal”, en un lugar donde pueden llegar todos, sin limitaciones, probablemente en la ribera nord-oriental del Mar de Galilea, cerca de Betsaida, una tierra que puede estar ya abierta a los gentiles, aunque en ese caso (todavía) los destinatarios de la palabra de Jesús sean en principio judíos .
En el principio de la acción misericordiosa de Jesús (de Dios), está su , la palabra mesiánica que constituye e instaura al nuevo pueblo de Dios, abierto a todos los que vienen, sin necesidad de estudios previos, y no sólo a unos letrados. Había querido comer en paz con sus discípulos (cf. 6, 31), pero la llegada de la muchedumbre le ha hecho cambiar y de esa forma, quizá desde el otro lado (como Moisés antes de que el pueblo entrara en la Tierra), ofrece su doctrina hecha pan. Nos hallamos ante un tema sustancial del evangelio, ante un Jesús que debe cambiar, pues la gente viene hambrienta de palabra y pan.
Comentarios recientes