Salvaje
Del blog Nova Bella:
Vivir a partir de la presencia de alguien
es una de las formas más salvajes del amor
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Simon Partal,
La parcela
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Del blog Nova Bella:
Vivir a partir de la presencia de alguien
es una de las formas más salvajes del amor
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Simon Partal,
La parcela
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Del blog Pays de Zabulon:
El otro, en la pareja nos revela a nosotros mismos …
El otro no nos hace daño: simplemente nos revela que nuestras heridas no fueron curadas. Creíamos que conocer a otro nos sanaba. Fue una ilusión, porque la curación nunca viene del exterior, siempre del interior.
La relación con el otro es, por tanto, para nosotros una revelación de nuestras carencias y nuestros sufrimientos ocultos.
Creer que una relación, sea cual sea su naturaleza, puede hacernos olvidar nuestras deficiencias y nuestro sufrimiento es una ilusión. Esto inevitablemente conduce a la decepción. Al contrario, si vemos nuestras relaciones con los demás como una oportunidad para conocernos a nosotros mismos, podemos comenzar a satisfacer nuestras necesidades y sanar nuestras heridas.
Mientras nos mecemos en la ilusión de que el otro tiene la clave de nuestra felicidad, permanecemos en un estado de adicción. El otro representa una droga cuya abstinencia nos resulta intolerable. La carencia despierta nuestro sufrimiento, nuestro miedo y por tanto nuestra ira.
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Thierry janssen
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Foto: Raúl Borges y Zeh Moreira fotografiados por Bruno Barreto para Vanity Teen.
“Qué alegría que el otro esté ahí,
que exista!
Porque Dios existe,
el otro es el milagro de Dios.
La mirada,
especialmente,
es un milagro.
¡Qué alegría sumergirse
en los ojos del otro,
en el océano interior
de sus ojos“
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“En cierto sentido, estamos siempre viajando, y viajando como si no supiéramos a dónde vamos. En otro sentido, ya hemos llegado. No podemos llegar a la perfecta posesión de Dios en esta vida, y por eso estamos siempre viajando y en tinieblas. Pero ya lo poseemos por la gracia, y por eso, en este sentido, ya hemos llegado y habitamos en la luz. ¡Pero cuán lejos tengo que ir para encontrarte a Ti, en quien ya he llegado!”.
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(La montaña de los siete círculos, p. 419)
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“¿Cuál es mi nuevo desierto? Su nombre es compasión. No existe yermo tan terrible, tan bello, tan árido y tan fructífero como el yermo de la compasión. Es el único desierto que verdaderamente florecerá como el lirio. Se convertirá en un estanque. Echará brotes y florecerá y saltará de gozo. En el desierto de la compasión, la tierra sedienta ve brotar fuentes de agua, el pobre posee todas las cosas. No existen fronteras que controlen a los moradores de esta soledad, en la cual yo vivo solo, tan aislado como la Hostia sobre el altar, que, siendo el alimento de todos los hombres, pertenece a todos y no pertenece a nadie, porque Dios está conmigo y se asienta en las ruinas de mi corazón, predicando el evangelio a los pobres”.
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(29 de noviembre de 1951, en Diarios I, p. 130)
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Del blog Amigos de Thomas Merton:
Sin reserva ni duda, permito que estés en el mundo como eres, sin un pensamiento o palabra de juicio.
No veo error alguno en las cosas que puedas decir, ni hacer, sentir y creer, porque entiendo que te estás honrando a ti mismo al ser y hacer lo que es verdad para ti.
No puedo recorrer la vida con tus ojos ni verla a través de tu corazón.
No he estado dónde tú has estado ni experimentado lo que has experimentado, viendo la vida desde tu perspectiva única.
Te aprecio exactamente como eres, siendo tu propia y singular chispa de la Consciencia Infinita, buscando encontrar tu propia forma individual de relacionarte con el mundo.
Sin reserva ni duda, te permito cada elección para que aprendas de la forma que te parezca apropiada.
Es vital que seas tu propia persona y no alguien que yo u otros piensen que “deberías” ser.
En la medida de mi capacidad, sin denigrarme o ponerme en un compromiso, te apoyaré en eso.
No puedo saber qué es lo mejor para ti, lo que es verdad o lo que necesitas, porque no sé lo que has elegido aprender, cómo has elegido aprenderlo, con quién o en qué período de tiempo.
Solo tú puedes sentir tu excitación interna y escuchar tu voz interna; yo solo tengo la mía. Reconozco que, aunque sean diferentes entre sí, todas las maneras de percibir y experimentar las diferentes facetas de nuestro mundo, todas son válidas.
Sin reserva ni duda, admito las elecciones que hagas en cada momento.
No emito juicio sobre esto porque es imprescindible que honre tu derecho a tu evolución individual, porque esto da poder a ese derecho tanto para mí como para todos los otros.
A aquellos que elegirían un camino que no puedo andar o que no andaría, y aunque puede que elija no añadir mi poder ni mi energía a ese camino, nunca negaré el regalo de amor que Dios me ha concedido para toda la Creación.
— Como te amo, así seré amado.
— Así como siembro, recogeré.
Sin reserva ni duda, te permito el derecho universal de libre albedrío para andar tu propio camino, creando etapas o manteniéndote quieto cuando sientas que es apropiado para ti.
No puedo ver siempre el cuadro más grande del Orden Divino, y así no emitiré juicio sobre si tus pasos son grandes o pequeños, ligeros o pesados, o conduzcan hacia arriba o hacia abajo, porque esto sólo sería mi punto de vista.
Aunque vea que no haces nada y juzgue que esto es indigno, yo reconozco que puede que seas el que traiga una gran sanación al permanecer en calma, bendecido por la Luz de Dios.
Porque es el derecho inalienable de toda vida el elegir su propia evolución y sin reserva ni duda, reconozco tu derecho a determinar tu propio futuro.
Con humildad, me postro ante la comprensión de que, aunque el camino que veo es mejor para mí, no significa que sea también correcto para ti; que lo que yo creo no es necesariamente verdad para ti.
Sé que eres guiado como yo lo soy, siguiendo tu entusiasmo interno por conocer tu propio camino.
Sé que las muchas razas, religiones, costumbres, nacionalidades y creencias en nuestro mundo nos traen una gran riqueza y nos procuran los beneficios y enseñanzas de tal diversidad.
Sé que cada uno de nosotros aprende en nuestra manera única para devolver ese amor y sabiduría al TODO.
Entiendo que si solo hubiese una forma de hacer algo, solo necesitaría haber una persona.
Apreciaré tu luz interna única, te comportes o no de la manera en la que considero que deberías, y aunque creas en cosas que yo no creo.
Entiendo que eres verdaderamente mi hermano y mi hermana, aunque puede que hayas nacido en un lugar diferente y creas en diferentes ideales.
El amor que siento es por absolutamente todo lo que ES.
Sé que cada cosa viva es una parte de la conciencia y siento un amor profundo por cada persona, animal, árbol, piedra y flor, por cada pájaro, río y océano, y por todo lo que es en el mundo.
Vivo mi vida en servicio amoroso, siendo el mejor que yo pueda, haciéndome más sabio en la perfección de la Verdad Divina, haciéndome más feliz, más sano y cada vez más abundantemente gozoso.
Aunque a lo largo del camino puede que me gustes, o sienta indiferencia por ti, o me disgustes, no voy a dejar de amarte, de honrar tu singularidad y de permitirte ser tú.
Esta es la llave de la paz y armonía en nuestras vidas y en nuestras Tierra porque es la piedra central del Amor Incondicional».
“In la k’ech”: Los mayas saludaban con esta expresión, que significa “Yo soy otro tú”; y contestaban: “Hala Ken”, que significa “Tú eres otro yo”.
Enrique Martínez Lozano
Boletín Semanal
Una de las heridas que más sufre el mundo, también entre nosotros, es seguramente la falta de respeto.
El respeto exige, en primer lugar, reconocer al otro como otro, distinto de nosotros. Respetarlo significa decir que tiene derecho a existir y a ser aceptado tal como es. Esta actitud no convive con la intolerancia que expresa el rechazo del otro y de su modo de ser.
Así un homoafectivo o alguien de otra condición sexual como los LGBT no deben ser discriminados, sino respetados, en primer lugar por ser personas humanas, portadoras de algo sagrado e intocable: una dignidad intrínseca a todo ser con inteligencia, sentimiento y amorosidad; y seguidamente, garantizarle el derecho a ser como es y a vivir su condición sexual, racial o religiosa.
Con acierto dijeron los obispos del mundo entero, reunidos en Roma en el Concilio Vaticano II (1962-1965), en uno de sus más bellos documentos “Alegría y Esperanza” (Gaudium et Spes): «Cada uno debe respetar al prójimo como “otro yo”, sin excepción de nadie» (n.27).
En segundo lugar, el reconocimiento del otro implica ver en él un valor en sí mismo, pues al existir lo hace como único e irrepetible en el universo y expresa algo del Ser, de aquella Fuente Originaria de energía y de virtualidades ilimitadas de donde procedemos todos (la Energía de Fondo del Universo, la mejor metáfora de lo que significa Dios). Cada uno lleva en sí un poco del misterio del mundo, del cual es parte. Por eso entre el otro y yo se establece un límite que no puede ser transgredido: la sacralidad de cada ser humano y, en el fondo, de cada ser, pues todo lo que existe y vive merece existir y vivir.
El budismo, que no se presenta como una fe sino como una sabiduría, enseña a respetar a cada ser, especialmente al que sufre (la compasión). La sabiduría cotidiana del Feng Shui integra y respeta todos los elementos, los vientos, las aguas, los suelos, los distintos espacios. De igual modo, el hinduismo predica el respeto como no-violencia activa (ahimsa), que encontró en Gandhi su arquetipo referencial.
El cristianismo conoce la figura de San Francisco de Asís que respetaba a todos los seres: la babosa del camino, la abeja perdida en el invierno en busca de alimento, las plantitas silvestres que el Papa Francisco en su encíclica “sobre el cuidado de la Casa Común”, citando a San Francisco, manda respetar porque, a su modo, también alaban a Dios (n.12).
Los obispos, en el documento antes mencionado, amplían el espacio del respeto afirmando: «El respeto debe extenderse a aquellos que en asuntos sociales, políticos y también religiosos, piensan y actúan de manera diferente a la nuestra» (n.28). Tal llamamiento es de actualidad para nuestra situación brasilera, atravesada de intolerancia religiosa (invasión de terreiros de candomblé), intolerancia política con apelativos irrespetuosos a personas y a actores sociales o de otra lectura de la realidad histórica.
Hemos visto escenas de gran falta de respeto por parte de alumnos contra profesoras y profesores, usando violencia física además de la simbólica con nombres que ni siquiera podemos escribir. Muchos se preguntan: ¿qué madres tuvieron esos alumnos? La pregunta correcta es otra: ¿qué padres han tenido? Corresponde al padre la misión, a veces costosa, de enseñar el respeto, imponer límites y trasmitir valores personales y sociales sin los cuales una sociedad deja de ser civilizada. Actualmente, con el eclipse de la figura del padre, surgen sectores de una sin padre y por eso sin sentido de los límites y del respeto. La consecuencia es el recurso fácil a la violencia, hasta letal, para resolver desavenencias personales, como a veces hemos visto.
Armar a la población como pretende el actual Presidente, además de ser irresponsable, sólo favorece la falta peligrosa de respeto y el aumento de la ruptura de todos los límites.
Por último, una de las mayores expresiones de falta de respeto es hacia la Madre Tierra, con sus ecosistemas superexplotados, con la espantosa deforestación de la Amazonia y con la excesiva utilización de agrotóxicos que envenenan suelos, aguas y aires. Esta falta de respeto ecológico puede sorprendernos con graves consecuencias para la vida, la biodiversidad y para nuestro futuro como civilización y como especie.
Leonardo Boff
Fuente Atrio
Leonardo Boff es ecoteólogo, filósofo y escritor, ha escrito Cómo cuidar de la Casa Común, Vozes 2018.
Cuando somos capaces de tomar distancia –la observación desapegada es principio de la sabiduría–, no es difícil apreciar la inconsistencia e incluso el infantilismo que se esconde en cualquier actitud etnocéntrica.
Frente a la ignorancia que nos mantiene enjaulados en “lo nuestro” –en la propia tribu–, es urgente reconocer (caer en la cuenta, comprender) que no somos una bandera, no somos una creencia, no somos un país, no somos nuestro pensamiento, no somos nuestro sentimiento, no somos el yo… Somos la misma y única Plenitud que en todo se manifiesta y expresa. Y cada vez que busco afirmarme a través del contraste y de la contraposición con los otros, he caído en las redes del narcisismo y en la ignorancia radical que me desconecta de lo que realmente soy (somos).
Es solo la ignorancia la que nos hace encerrarnos en nuestra “jaula” particular y creernos separados de los demás. Por eso mismo produce aún más tristeza comprobar que grandes corrientes ideológicas que presumen de “progresistas” confundan qué significa exactamente “progreso” y, creyendo avanzar, no hagan sino aferrarse a niveles de consciencia que tendrían que ser superados.
Me parece una verdadera tragedia olvidar que la verdadera revolución es aquella que transforma nuestro “modo de ver”, sacándonos de la estrecha y encapsulada visión egoica y abriéndonos a la comprensión de la unidad que somos.
La sabiduría invita a quitar fronteras, soltar banderas y dejar caer creencias. Al caer las creencias, nos abrimos a la verdad; al abandonar las banderas, es posible reconocer la misma y única realidad compartida; al quitar las fronteras, empezamos a habitar la misma y única “casa” que constituye nuestra identidad.
¿Significa esto una invitación a la resignación, la pasividad o la indolencia? ¿Hay que renunciar a la defensa de lo propio, quizás con frecuencia postergado, ignorado o incluso aplastado? En absoluto. Más allá del “mecanismo acción–reacción”, entre la reactividad egoica que separa y enfrenta y la claudicación que paraliza y aletarga, emerge el camino de la sabiduría que consiste en la defensa irrefrenable de lo propio desde la comprensión de que nuestro horizonte y nuestra meta es la unidad, porque esa es precisamente nuestra identidad.
El camino de la sabiduría no es un camino de autoafirmación narcisista –ese el camino del ego, individual y colectivo–, sino de apertura empática y reconocimiento de aquello que somos y que trasciende las diferencias. Porque, en definitiva, tal como afirmaba recientemente el que fuera vicepresidente del primer gobierno sandinista de Nicaragua Sergio Ramírez, premio Cervantes 2017, “la mayor revolución es ver el mundo como lo ve el otro”.
Enrique Martínez Lozano
Boletín Semanal
Vía Fe Adulta
Del blog de la Communion Béthanie:
En 1972, Maurice Zundel fue llamado al Vaticano por Pablo VI para predicar en el retiro de Cuaresma. Místico, teólogo, Maurice Zundel es un verdadero profeta del siglo XX. En palabras del abbé Pierre: “Con él, nos encontrábamos en presencia de Alguien. Por su misma persona accedíamos casi naturalmente al misterio de Dios. A lo absoluto “.
Os invitamos a seguir Maurice Zundel, paso a paso, hasta Pascua en este Año jubilar de la Misericordia…
La Trinidad nos abre el corazón de Dios
La Trinidad nos abre el corazón de Dios. Nos enseña que Dios no es alguien al que se admire, se celebre, se incense y se ame.
Porque en Él, toda la vida brota, brota, brota, como una comunicación que va del Padre al Hijo, del Hijo al Padre, en la unidad del Espíritu Santo.
La Trinidad nos enseña que en Dios está el Otro, que en Dios “Yo es un Otro”, que en Dios la Vida, es “Tú eres yo”, el Padre que dice al Hijo, el Hijo al Padre, y el Padre y el Hijo al Espíritu Santo, y el Espíritu Santo al Hijo y al Padre.
En Dios hay tres hogares de amor, tres hogares de comunicación donde toda la Vida divina, constantemente, se renueva en un don inagotable.
Señor, Tu Vida viva me rodea desde siempre y para siempre. Enséñame de mí a volver a la danza del don, danza trinitaire. Dame la gracia de recibir y devolver esta fuente benéfica, día tras día…
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Del blog Pays de Zabulon:
“Duermes al lado de alguien durante años,
sin embargo no sabes nada de lo que él sueña. ”
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Thomás B. Reverdy
(Extracto de la novela “Les évaporés “)
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Fuente: Fred Ô plaisir
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Del blog À Corps… À Coeur:
A la vez soplo vivificante y puesta en retirada, inspirar y expirar, la espiritualidad toca el misterio de toda existencia. Comienza posiblemente con una doble intuición: la intuición de que somos perfectibles, y la de la que carecemos: el acceso a una “Realidad” absolutamente otra, más allá de la inteligencia, más allá de las distinciones de la razón razonante. “Dios es el Lugar del mundo, pero el mundo no es su lugar “ (adagio talmúdico). La búsqueda interior, en términos de “sed” (de Dios) – expresión recurrente en los místicos, comenzando por David – es un deseo ardiente por hacer la voluntad divina. Lo que el orante llama mejorar todavía y todavía, para llegar un día a amar a Dios “con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tus fuerzas”. Esto puede ir hasta una supresión del yo, para escuchar por fin de Dios no lo que queremos escuchar, sino un murmullo que viene más allá de nosotros mismos (as) – tal, como posiblemente lo percibió el profeta Elías, en la cueva del monte Horeb. (1Reyes 19,12).
Dios no tiene rostro. Sin embargo el ser humano se hace – si no imágenes, lo que el judaísmo proscribe – por lo menos una idea. Pero lo divino no se deja restringir ni velar por ninguna representación que nos hagamos. El hombre de espiritualidad puede “ver” únicamente que Dios es a la vez la meta hacia la cual tiende con todo su fervor y el origen de su nostalgia: ¿No somos exiliados del Lugar que jamás habríamos debido dejar – y cuyo jardín del Edén es una metáfora?!
Paradójicamente, si tantos místicos – comenzando por los profetas – tienen visiones, es posiblemente porque supieron renunciar tanto a las imágenes creadas como a las imágenes mentales por otros tipos de representaciones: aquellas que Dios mismo coloca, en el corazón purificado por un trabajo sobre sí que está en el orden de la ascesis. Existe en el judaísmo, desde Abraham Aboulafia (siglo XIII), ejercicios espirituales, entre los que uno en particular merece nuestra atención: La hazkara. Por la enunciación repetitiva e intencional del Nombre de Dios, Aboulafia piensa que el hombre puede estar en condición de recibir la efusion divina. Entonces este kabbalista escogió un ejercicio que viene del Islam: La espiritualidad sufí enseña que el corazón del hombre está rodeado de una ganga dura, sobre la que la invocación del Nombre obra como un martillo: la invocación repetida, a ejemplo de los golpes repetidos sobre un caparazón, golpea hasta hacerlo estallar, para que broten las chispas espirituales. La invocación va en cierto modo a pulir el corazón y a hacerlo semejante a un espejo sobre el cual puede reflejarse la luz divina. Lo que no está tan alejado de lo que meditamos en la oración de la mañana: “Porque es en Tu luz que veremos la luz “.
( La proximidad de estas dos prácticas – hazkara en la tradición judía, dhikr en la tradición mística musulmana – es un ejemplo del interés de un diálogo entre judaísmo e Islam.)
El hombre ha sido creado sin duda “deseando a Dios”, y el deseo amoroso es una expresión constante del amor místico cantado en el Cántar de los Cantares. Por eso, el cara a cara con Dios generalmente no es, para el Judaísmo, el deseo de fusionarse con lo divino, presumiblemente porque el hombre debe siempre tener presente en su conciencia la humanidad de otro. El Uno está contenido en cada rostro de hombre o de mujer tanto como en cada una de las vías espirituales de la humanidad. Es decir, los hombres y las mujeres en busca de interioridad son capaces de alteridad. “Si no encuentro al otro como el Otro, me tomo por el otro… y ahí el germen la violencia.”
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Recordatorio
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