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Paseando por Cesarea de Filipo.

Martes, 29 de agosto de 2023
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En estos tiempos de ambigüedad y crisis
nos piden ortodoxas confesiones,
doctrina clara y precisa,
con puntos y comas,
que siga las pautas de quienes se arrogaron,
desde los inicios de la historia,
la facultad de emitir juicios de calidad
sobre la verdad y la experiencia propia y ajena.

Esos tales tienen, hoy, sus sucesores y adalides
que vigilan nuestros pasos y libertades
y nos ofrecen un catecismo sin interrogantes.

Así, se nos hace difícil comunicar la propia fe
con las palabras y el lenguaje
que usamos y nos pertenece.

Ya sabemos que dicho lenguaje
es temporal y humano,
ambiguo e impreciso,
lleno de vida y sentimientos…
y, como tal, nunca perfecto.

Por eso, sólo sugerimos y proponemos,
nunca nos encerramos en lo que expresamos,
y siempre ansiamos comunicarnos,
dialogar y enriquecernos.
Pues lo que percibimos, Señor,
en tus diálogos con los discípulos,
es un camino abierto a la sabiduría
y al crecimiento; nunca verdades escondidas
que haya que formular con la precisión
de un arquero que da en el centro,
que haya que guardar en el baúl de cedro
para que no se manchen ni degraden
con nuestros sentimientos y lenguaje.

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Así como tú nos preguntas sinceramente,
sinceramente te respondemos.
¡Estamos en diálogo abierto y fructífero!
Pero no esperes que te respondamos
“Hijo de Dios, Mesías”… o algo que no entendemos,
después de la reprimenda que recibió Pedro.
Nosotros, Señor, somos más terrenos,
y no dominamos los recovecos y filigranas
del lenguaje teológico….

Contigo no hay problema
ni en privado ni en público…
Lo malo es cuando la pregunta sobre ti
nos la hacen esos otros expertos.

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

Scene 07/53 Exterior Galilee Riverside; Jesus (DIOGO MORCALDO) is going to die and tells Peter (DARWIN SHAW) and the other disciples this not the end.

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , ,

“Cuando se parece, pero no es”, por Rubén Bernal

Viernes, 16 de abril de 2021
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jesus_jovenesA veces estamos un poco hartos de cómo, en algunos contextos eclesiales, se abusa forzadamente del texto de 2Pe 2,1-3:

Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina.  Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme.

El abuso constante y fanatizado de algunas personas respecto a estos versículos produce tal hastío que, en creyentes e iglesias más abiertas, se corre el riesgo de restar importancia a una advertencia sustancial y pertinente. En lo personal, una lectura rápida del texto me lleva primero a pensar en telepredicadores o pastores que promueven el evangelio de la prosperidad; es quizá donde más evidente se hace esa mercadería con palabras fingidas, con una teología de la gloria que anula la teología de la cruz, con un lenguaje triunfalista enfocado en las bendiciones económicas y un milagrerismo ilusorio y simulado. Pero me equivoco completamente si descanso creyendo que esta amonestación bíblica se refiere solo a esta orientación teológica (a cuyas víctimas a veces me toca acompañar pastoralmente). También me equivoco cuando pienso que el peligro está siempre en otros (los de fuera) y no en mí mismo o entre aquellos predicadores/as o teólogos/as que admiro o me agradan. El texto dice que los falsos maestros estarán «entre vosotros», es decir, no muy lejos, y cuanto menos es una advertencia interesante que, aunque responde a un contexto determinado, sigue siendo oportuna.

Estos mismos versículos también me invitan a pensar en la amenaza del discurso de algunos grupos de supuesta «sana doctrina», aquellos que en realidad se dedican a herir a otras personas desde la bandera de una fe ortodoxa pero que, en realidad, traicionan la ortopraxis cristiana al tener prácticas que son «herejías destructoras» que no edifican, sino que acuchillan. Sin embargo, no hemos de mirar siempre a los grupos ajenos, sino que, vuelvo a repetir, el texto advierte que, para que sea realmente amenaza, los falsos maestros –o las falsas enseñanzas– estarán cerca, «entre nosotros», quizá incluso en mí mismo.

Estos profetas o maestros no necesariamente han de ser personas despiadadas con ansias de poder, de control o de imponer una ideología. Vivimos en una época donde la información (y la desinformación) está por todos lados, el bombardeo de voces falsas nos inunda (las fakes news y el fenómeno la posverdad se han convertido en uno de los grandes problemas del presente). Lo falso siempre nos llega mezclado con lo auténtico y el discernimiento se convierte en todo un ejercicio en el que hay que contar –como no puede ser de otra forma– con la ayuda y guía del Espíritu Santo. La televisión, y hoy sobre todo cualquier youtuber, nos hace llegar opiniones muy diversas, ¡y ni hablemos de las redes sociales donde cada cual expone la suya! En el mundo teológico pasa lo mismo, aunque me encantan las discusiones académicas en torno a un sinfín de temas, no todo lo que se dice o se escribe es digno de crédito, y menos aún, descubrimientos o posturas novedosas (pues en el ámbito académico, sin generalizar, a veces hay ansias por innovar o hallar cosas que coloquen nuestro nombre entre los «grandes», y excepcionalmente entran en juego enormes construcciones a veces –no siempre– llenas de humo). No es mi intención restar credibilidad a la investigación universitaria, que de hecho es una de mis pasiones personales, sino sembrar una actitud crítica hacia ella, no desde paradigmas trasnochados fundamentados en el literalismo bíblico, como en los debates de creacionistas contra evolucionistas o algo así, sino, por decirlo de algún modo, considerando una hermenéutica de la sospecha (aunque no voy por la línea de Marx, Nietzche ni Freud): «¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?» –se pregunta Pablo en 1Co 1,20b[1]. Nos queda, casi para todas las áreas de la vida, aquel principio de 1Tes 5,21: «examinadlo todo, retened lo bueno» ya que la sabiduría de este mundo es dudosa (1Co 3,18-23). Por tanto, eso no quiere decir, ni mucho menos, que dejemos de buscar una formación académica de calidad, incluyendo el área filosófica, porque precisamente en el mundo evangélico hispanohablante urgen personas creyentes bien preparadas.

Ocasionalmente, tanto en la vida eclesial en comunidad como de manera particular, absorbemos y nos identificamos acríticamente con juicios o razonamientos que no concuerdan realmente con la voluntad de Dios, pero acabamos asimilándolos con simpatía. En este sentido, creo que el peligro de los falsos profetas o profetisas, usurpadores de la voz de Dios y pretendidos portavoces autorizados de la voluntad divina, es un fenómeno que no solo puede encontrarse por todas partes, sino también en nosotros mismos al dejarnos llevar por todo viento de doctrina (Ef 4,14). Es lo que tiene vivir en una era en la que parece no haber verdades sólidas, o haber muchas miniverdades, todas en competencia, o como distintas caras de un mismo prisma.

Creo que las voces más peligrosas para las iglesias, especialmente para aquellas en las que evitamos extremismos, proceden de ideologías, agendas, proyectos o visiones que se parecen muchísimo a buena parte de los objetivos misionales de nuestras comunidades cristianas, a riesgo de que a veces puedan configurar incluso nuestros propios objetivos. En la diversidad de ideologías o corrientes de pensamiento y de acción social, emergen algunas que comparten, en determinadas áreas, fines muy parecidos a los nuestros, y podríamos dar gloria a Dios por ello, pero actúan mediante unos medios que no son los mismos, o al contrario, emplean medios semejantes pero con fines contrarios. No todo aquello que simula estar en consonancia con la justicia del Reino es realmente justicia del Reino, y a veces hacemos alianzas que deberíamos pensarnos más. Como ya advertía el texto petrino (2Pe 2,1-3), la introducción de herejías destructivas de manera encubierta, desapercibida o sutil pero constante, y agradablemente vestidas como ángel de luz (2Co 11,14), no pueden ser asumidas por la iglesia de manera acrítica ni maquilladas de evangelio.

Llegamos a la cuestión que me preocupa. Quienes abogamos por la inclusividad LGTBI en nuestras iglesias, y especialmente entre quienes la practicamos como una realidad desde el mensaje del evangelio y como auténtica demanda de la justicia del Reino, hemos de ser críticos respecto a las construcciones ideológicas externas al discurso cristiano, sobre todo cuando estas tienen cierta semejanza con nuestro propio discurso (temamos aquello que parece pero que no es). De hecho, en mi experiencia de estudio personal respecto a las numerosas corrientes de teologías queer, mi conclusión es que, en ellas, no todo vale, algunas están construidas sobre arena y otras –como se dice en la epístola de Judas– convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios (Jud 4). [2] Ningún afán por reconocernos progresistas debe llevarnos a abogar por la gracia barata [3], más bien asentemos nuestras convicciones en la Roca para no rendirnos fácilmente ante falsos evangelios (falsos pero que simulan muy de cerca al verdadero). Es más, que yo sepa –aunque no puedo hablar por todo el mundo– no es ese el testimonio auténtico y sincero que las personas creyentes cristianas LGTBI quieren dar, tanto hacia el mundo como hacia las iglesias conservadoras a las que quieren dar ejemplo (no por el qué dirán sometiéndose de nuevo a estereotipos y convencionalismos que les lleven otra vez al armario ¡no!, sino como labor catequética y testimonio de Dios en sus vidas). Soy realmente consciente de que no puedo hablar en nombre de este diverso grupo de personas creyentes, especialmente siendo un varón heterosexual que no vive en primera persona los atropellos y la discriminación que estas personas viven, pero lo que expreso aquí lo hago desde la responsabilidad pastoral y en la experiencia de este acompañamiento.

Lo digo por escrito, no me interesa en absoluto construir una iglesia progre, lo que quiero es una iglesia acorde al reinado de Dios que anunció Jesucristo, fiel a su evangelio. Sin duda es para mí, desde el mensaje de Jesús, desde donde hay que partir para promover la igualdad y la dignidad de las personas. Es requisito indispensable estar en consonancia con el Espíritu Santo y las Sagradas Escrituras, como lugares de partida donde la iglesia debe moverse en fidelidad. Igualmente es necesario tener sobre la mesa lo que dice el saber científico y filosófico, pero, en cuanto deudores de nuestra propia tradición y desde el principio de Sola Scriptura, nos va a tocar ejercitar un quehacer hermenéutico que sea notablemente serio.

Aunque muchas corrientes de pensamiento nos pueden ser provechosas –y de hecho lo son cuando se las toma con discernimiento–, la lealtad de nuestra militancia es solo con Jesús. Solo Dios ha de determinar lo que la iglesia ha de hacer o debe decir; y no ninguna corriente filosófica que de manera externa nos fuerce a hacer las cosas de otro modo (por mucho que haya puntos en común con nuestra militancia cristiana, y por mucho que ciertos sistemas de pensamiento sean una bendición para un sin fin de cosas). Hay muchas reclamaciones que las teorías queer ponen sobre la mesa que deben ser consideradas, no es cuestión de menospreciarlas, puede que algunas sean innegociables, pero no todas las escuelas dentro de estas teorías están en sintonía con el evangelio, toca juzgar con justo juicio (Jn 7,24). No es mi intención recurrir a la técnica de calzar textos a conveniencia, pero para ello resulta adecuado otro versículo que por desgracia se usa muy ligeramente: «Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo» (Col 2,8) [4]. Como decía al principio, a veces entre muy ciertas y honorables reivindicaciones, llenas de justicia y de verdad, vienen otras que han de ser desechadas. ¿Cuáles son? Pues siento decir que el abanico es tan amplio que no puedo dar pie en este artículo a entrar en matizaciones ni en un análisis pormenorizado de estas cuestiones. Además, cada cual, desde ese principio tan protestante de la libertad de conciencia junto con ese otro de libre examen, tendrá que ir sopesando cada una de ellas con la ayuda y guía de Dios, teniendo a las Escrituras como piedra de toque.

Para la iglesia, lo determinante es lo que dictamine la revelación específica (¿todavía estamos con ese discurso? –sí, lo estamos ¿acaso puede haber otro en su seno?). La Biblia es nuestra principal norma de fe y conducta cuando es correctamente interpretada, distinguiendo el fondo del envoltorio (aun cuando para ello necesitemos de una amplia panoplia de disciplinas exegéticas para las cuestiones técnicas). De hecho, la mayor parte de las personas cristianas LGTBI que conozco, también son bastante críticas ante la variedad de propuestas que –en su defensa– vienen de fuera de la iglesia; en cambio toman aquello de: «Yo sé que mi defensor vive, y que él será mi abogado aquí en la tierra» (Job 19,25). La mayoría lo que quiere es vivir comprometidamente su fe en lealtad a Jesucristo en un ambiente eclesial maduro y asentado en las Escrituras. Quieren ser militantes de la mayor de las causas, la mayor porque incluye todas las causas justas: militantes del evangelio. Quede claro que ninguna suerte de antinomismo radical, disfrazado de teoría sofisticada, configura su fe ni tampoco la mía (Ro 6,12; Col 3,5). Entre quienes no nos conocen, me refiero a otras comunidades cristianas, corren rumores de que entre nosotros vale todo (en referencia a la ética sexual). Esto no es así entre quienes, como creyentes en Cristo, rompemos con la pasada manera de vivir (Ef 4,22), haciendo morir todo desorden terrenal (Col 3,5-7), despojándonos de la vieja humanidad (Col 3,9b. Ef 4,22). Pues si bien es cierto que «a libertad hemos sido llamados» (y damos gracias por los Derechos conquistados en la sociedad), también lo es que esa libertad no debe usarse como «pretexto» para dejarnos esclavizar de nuevo a las apetencias de nuestro «yo» –según proponen otras ofertas– (Gal 5,13). Por tanto, no se trata de volver al armario ni mucho menos, sino de vivir comunitariamente la libertad de la filiación divina expresada en Juan 1,12-13, lo que implica que, en el tema que nos ocupa aquí, cada cual debe vivir su sexualidad de manera responsable acorde a las convicciones que nuestra nueva vida en Cristo determina.

La iglesia cristiana sigue a Jesucristo conforme a su programa del reinado de Dios, es agente del evangelio y por tanto tiene su propia agenda que frecuentemente «contiende» contra las ideologías de este mundo (ya sean conservadoras o progresistas, aunque encuentre a veces afinidades con ellas). Por tanto, la Iglesia, aunque puede ejercer la inculturación según el contexto en el que se desenvuelve, y actualizarse (aggiornamento) siempre secundum verbum Dei –como reza nuestro lema reformado–, también debe delimitar, o ser bastante crítica, con aquellas corrientes externas que quieren penetrar en ella (1Jn 2,15; Ro 12,2; Tito 2,11-12). «pues aunque vivimos en el mundo, no libramos batallas como lo hace el mundo» (2Co 10,3 NVI), y aunque a veces –como en el caso de la inclusividad– parecemos ir de la mano con la sociedad, corremos el peligro de que sea la sociedad la que fuerce a la iglesia a hacer las cosas como ella quiere. Nuestro programa inclusivo solo puede brotar del mismo Espíritu de Dios, no conforme al espíritu de este mundo. Por eso, la postura abierta e inclusiva de nuestra iglesia es una consecuencia directa y lógica de una lectura atenta y cuidadosa de las Escrituras, en sintonía profunda con el proyecto del reinado de Dios.

Curiosamente, debido a la idea falsa de que entre nosotros vale todo, muchos otros creyentes LGTBI comprometidos firmemente con el evangelio, pero apartados voluntariamente de sus antiguas comunidades por haber padecido rechazo y discriminación, temen acercarse y visitarnos. Piensan que nuestra decisión aperturista, en vez de ser una consecuencia lógica del proyecto del reinado de Dios, es causada por amoldarnos a este mundo (Ro 12,2) y, aunque saben que les aceptaremos en la comunidad incluso con sus parejas y familias, sospechan que es bajo el precio de torcer las Escrituras, como lamentablemente también se hace (2Pe 3,16 [5]). Nada más lejos de la realidad (aunque en este artículo no hay espacio para cuestiones exegéticas referidas a los textos usados como garrote en la cuestión LGTBI).

Por otra parte, no está de más señalar que si bien la iglesia milita por la justicia, la paz y una serie de principios éticos, el asunto LGTBI no es nuestro monotema (según nos acusan algunas comunidades conservadoras, para quienes –por cierto– sí que se ha vuelto precisamente un monotema o una obsesión), pues más bien, al igual que Pablo, nuestro interés como comunidad cristiana está en «predicar a Jesús crucificado» (1Co 1,23 y 1Co 2,2), anunciando las virtudes de aquel que nos llamó «de las tinieblas a su luz admirable» (1Pe 2,9). A eso nos dedicamos en obediencia y seguimiento a Jesucristo.


[1] Aunque mi uso aquí va por otro lado, hay que tener en cuenta que el versículo en cuestión viene a tenor de que el mensaje de la cruz, locura a los que se pierden, es superior a la sabiduría humana, mostrando que lo insensato de Dios es más sabio que los hombres y lo débil de él es más fuerte que los hombres, cf. v.25.

[2] Si bien mi opinión es meramente personal sin comprometer a nadie más, agradezco al profesor Hugo Córdova Quero que me diese a conocer, mediante un par de cursos que hice con él, gran parte de las diversas posturas al respecto.

[3] Cf. D. BONHOEFFER; El precio de la gracia. El seguimiento. 7ª ed. (Salamanca: Sígueme, 2007) p.15ss.

[4] Permítase una aclaración. De un modo magistral, Pablo en el areópago de Atenas (Hch 17,22-24) hizo alarde de su conocimiento de la filosofía y la poesía griega para congraciarse con su audiencia pagana. Lo hace apelando a la filosofía estoica que conocía cf. A. E. GARVIE; La historia de la predicación cristiana (Terrassa: CLIE, 1987) p.86. También en Tito 1,12 Pablo cita a Epiménides de Cnosos en su Tratado sobre los oráculos. En el citado caso de Hch 17 muestra concretamente un uso de poetas griegos como Arato y Epiménides, cf. J. DRANE; Pablo. Su vida y su obra (Estella: Verbo Divino, 1984) p.66 y 28. De hecho, usa en el v.29 un argumento para condenar la idolatría que ya venía siendo usado en los días de Jenófanes en el siglo VI a.C. cf. DRANE, op. cit. p.67. Además de Hch 17,22-24 también en Hch 14,15-17 tenemos el primer contacto de la fe cristiana con la cultura científica griega, cf. M. GARCÍA DONCEL; El diálogo teología-ciencias hoy I. Perspectiva histórica y oportunidad actual (Barcelona: Cristianisme i justiciá) p.11. Pero en el caso de Hch 17,24, que es donde más estamos centrándonos, Pablo habla de una descripción de Dios que, aunque basada en Is 42,5 y Éx 20,11 era bastante digerible para los seguidores de Platón. En esta sección de Hch 17,16-32 Pablo habla en tono positivo con relación a la sabiduría profana, y parece que le funciona hasta que luego se burlan de él al mencionar la Resurrección, cf. M. GONZÁLEZ; Introducción al pensamiento filosófico, 6ª ed. (Madrid: Tecnos, 2010) p.137. En el pensamiento griego era asumible una doctrina de la inmortalidad del alma pero no sobre la resurrección corporal. Sin embargo, que Pablo use conceptos provenientes de otros sistemas de pensamiento no significa que aceptase cierto sincretismo, cf. N. T. WRIGHT; El verdadero pensamiento de Pablo. Ensayo sobre la teología paulina (Terrassa: CLIE, 2005) p.87. Ahora, la cita de Col 2,8 que es la aludida en mi texto principal –si es de Pablo, lo cual está en discusión por la crítica contemporánea– mostraría la desilusión del apóstol por su mala experiencia con la filosofía griega en Atenas, cf. M. GONZÁLEZ; op. cit. p.137-138. El empleo de la filosofía y la razón es útil para vehicular el evangelio, sobre todo cuando en ella hay un evidente compromiso por la verdad, pero la alianza o la dependencia respecto a filosofías humanas ajenas a la revelación de Dios puede ser también infructuosa, y en no pocos casos peligrosa cuando llegan a suplantar la voz de Dios (permítaseme decirlo de ese modo).

[5] Por supuesto, el acto de torcer las Escrituras a conveniencia, conforme a una ideología o a unos presupuestos previos, es un riesgo que alcanza a toda clase de creyentes. No estoy libre de tal peligro.


ruben-bernal-1Rubén Bernal Pavón (Málaga, España), es graduado en Teología por la Facultad de Teología SEUT (Madrid) con un máster en Teología Fundamental por la Universidad de Murcia. Ha realizado estudios teológicos en el Instituto Superior de Teología y Ciencias Bíblicas CEIBI (Santa Cruz de Tenerife). Tiene una diplomatura en Religión, Género y Sexualidad por UCEL/GEMRIP (Rosario, Argentina). Pastor de la Iglesia Protestante del Redentor de Málaga (IEE). Rubén es uno de los directores de Lupa Protestante.

Fuente Lupa protestante

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José Mª Castillo: “La mala ortodoxia falsifica la fe”

Martes, 3 de noviembre de 2020
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PROUDDe su blog Teología sin censura:

“No es dogma de fe, por mucho que se empeñen, que la homosexualidad ofende a Dios”

“El Profesor sabía que los once primeros capítulos del Génesis no tienen valor histórico, pero también lo que dictaminó la “Comisión Bíblica” de la Santa Sede”

“Estos cardenales dicen que es rigurosamente histórico el principio moral según el cual Dios creó a los seres humanos, divididos en hombres y mujeres. Pero no solamente eso. Porque Dios no sólo creó a los humanos biológicamente distintos, sino que, además, Dios también estableció que lo biológico determina lo ético, la plenitud del amor y la felicidad”

“Por respeto a tantos seres humanos, por honestidad ante la realidad de la vida y por amor a la verdad, no ofendan al Papa, no falsifiquen la fe”

Cuando yo era un sencillo seminarista, que asistía a las clases del tercer curso de teología, en la Facultad que los jesuitas tienen en Granada, me sorprendió lo que dijo el P. Rafael Criado, Profesor de Antiguo Testamento, cuando, al empezar la doctísima explicación que nos hizo del Pentateuco, lo primero que dijo es que empezaba por el capítulo doce del libro del Génesis. O sea, se negaba a explicar los once primeros capítulos de ese libro de la Biblia. Y a los alumnos, en público, no nos dijo más.

¿Por qué esta extraña conducta de un Profesor de tanta categoría? Sencillamente, era un sabio y un jesuita obediente a la Santa Sede. Ahora bien, como sabio, estaba bien enterado de que los once primeros capítulos del Génesis no tienen valor histórico. Pero, como jesuita obediente a Roma, sabía lo que dictaminó la “Comisión Bíblica” de la Santa Sede sobre el “carácter histórico” de los diez primeros capítulos del Génesis (Denz.-Hün., n. 3512-3519). Ante tal situación, contradictoria en sí, el Profesor Criado optó por el silencio. Una opción discutible, pero, en aquellos tiempos, posiblemente su conciencia no le permitió otra cosa.

¿Por qué cuento esta historia, tan curiosa como extraña? Sencillamente, porque he leído lo que han dicho los cardenales Müller y Burke, entre otros, enfrentándose al Papa Francisco. Estos cardenales dicen que es rigurosamente histórico el principio moral según el cual Dios creó a los seres humanos, divididos en hombres y mujeres. Pero no solamente eso. Porque Dios no sólo creó a los humanos biológicamente distintos, sino que, además, Dios también estableció que lo biológico determina lo ético, la plenitud del amor y la felicidad, le realización plena de la condición humana.

Yo confieso que siento un profundo respeto por los cardenales Müller y Burke. Como lo siento hacia los clérigos y creyentes (o no creyentes) que piensan como los mencionados purpurados. Pero, por favor, yo les pido a quienes se empeñan en condenar la homosexualidad, que, precisamente por el respeto, la estima y la bondad que les debemos a nuestros semejantes, no echen mano de una presunta revelación divina, ni califiquen como degeneración humana, lo que sabemos que está analizado y demostrado: que ni los once primeros capítulos del Génesis son históricos, ni es dogma de fe que la homosexualidad ofende a Dios, ni esa tendencia es una degeneración moral. ¿Lo es también en las más de cien especies animales que, según estudios rigurosamente ciertos, se da el mismo fenómeno de la atracción entre seres del mismo género?

Termino reafirmando lo que he insinuado en el título de este breve escrito. Por respeto a tantos seres humanos, por honestidad ante la realidad de la vida y por amor a la verdad, no ofendan al Papa, no falsifiquen la fe, no falten al respeto que merecen tantos y tantos semejantes nuestros, y seamos siempre respetuosos con todas y todos, sean o no sean creyentes. Porque, a fin de cuentas, todas y todos somos hijos de Dios.

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Observar, callar, fluir (IV): Vivencia del silencio

Jueves, 28 de mayo de 2020
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joven-guapo-bronceado-mirando-observando-manteniendo-ojo-objeto-frente-o-mirando_1194-13136Stefano Cartabia, Oblato,
Uruguay

ECLESALIA, 08/05/20.- La cuarta y necesaria pata de nuestra mesa es la vivencia y la experiencia del silencio. Este mismo silencio que será también central en el segundo momento del método teológico-pastoral: “callar”.

  • ¿De qué silencio hablamos?
  • ¿Por qué es tan importante?

La necesidad del silencio en teología es subrayada especialmente por las ramas místicas de las religiones. En el cristianismo por las corrientes teológicas apofáticas, las cuales insisten en afirmar que sobre el Misterio que llamamos “Dios” no podemos decir nada… o casi nada. Es un Misterio indecible, inefable y toda palabra humana corre el riesgo de estropearlo y manipularlo. Por eso lo mejor es el silencio del asombro, del amor, de la entrega.

El silencio del cual hablamos y que constituye parte esencial de mi visión teológica que sustenta el método pastoral, es el silencio radical que nos conecta al ser, a nuestra verdadera esencia. Esencia que precede al pensamientos y a las palabras y sigue cuando estos desvanecen.

No es un silencio como rechazo de la Palabra y las palabras. Este Silencio es el “Principio” del libro del Génesis y del prólogo del evangelio de Juan, “Principio” que precede a la Palabra y la hace ser.

Lenguaje y palabras también nos constituyen en la aventura humana y nos sirven para comunicar, crear, compartir. Es el silencio desde el cual y en el cual la Palabra y las palabras cobran su sentido auténtico, su belleza, su valor.

Sin esta vivencia radical del silencio quedaremos atrapados en nuestras opiniones y fanatismos. Sobre todo quedaremos atrapados en las ideologías que tanto daño hicieron y siguen haciendo a la convivencia humana. Y no hay peores ideologías que las religiosas. Cuando el cristianismo se transformó en ideología vivió su momento más oscuro y de más alejamiento del mensaje evangélico.

El peligro de caer y recaer en la ideología es siempre presente. El silencio, tal vez, es el mejor antídoto y vacuna.

El silencio nos enseña a dejar el deseo de control que tanto nos gusta y la tentación de creer que poseemos la verdad. El silencio nos hace más abiertos, humildes, tolerantes, disponibles. El silencio es pura apertura y pura posibilidad. Donde se vive el silencio todo puede ser, porque permitimos al Misterio manifestarse sin obstáculos.

El silencio, como afirma Javier Melloni, no es ausencia de ruido, sino ausencia de ego. Y donde no hay ego, solo queda el amor que somos y que podemos llegar a ser. Por eso el silencio es una dimensión esencial de mi visión teológica y parte esencial del método: “observar, callar, fluir”.

El silencio se aprende y se practica. No hay atajos. Requiere entrega, perseverancia, disciplina.

Después de haber puesto los cimientos de la visión teológica que sostiene el método “observar, callar, fluir” podemos entrar a profundizar el método mismo y a ofrecer unas pistas y pautas para su posterior desarrollo y puesta en práctica.

DEL “VER, JUZGAR, ACTUAR” AL “OBSERVAR, CALLAR, FLUIR” el 26/03/18
OBSERVAR, CALLAR, FLUIR I el 04/05/20
OBSERVAR, CALLAR, FLUIR II el 05/05/20
OBSERVAR, CALLAR, FLUIR III el 07/05/20

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Observar, callar, fluir (III): Síntesis fecunda entre Occidente y Oriente

Lunes, 25 de mayo de 2020
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joven-guapo-bronceado-mirando-observando-manteniendo-ojo-objeto-frente-o-mirando_1194-13136Stefano Cartabia, Oblato,
Uruguay

ECLESALIA, 07/05/20.- La tercera pata de nuestra mesa metodológica consiste en la síntesis entre occidente y oriente y especialmente sus cosmologías, su espiritualidad, su experiencia religiosa. Cuando hablo de “occidente” y “oriente” no me refiero simple y solamente a su dimensión geográfica. También porque hoy en día, con el fenómeno de la globalización y los movimientos masivos de personas, la distinción no es tan neta como antes. Hay mucho de “occidente” en “oriente” y mucho de “oriente” en “occidente”. Cuando me refiero a “occidente” y “oriente” me refiero esencialmente a dos posturas distintas de ver la vida y el fenómeno religioso, o sea, la relación con lo Trascendente y lo Absoluto.

También en este aspecto hay que reconocer que en la actualidad hay muchos más contactos e intercambios entre las dos posturas. Hay elementos occidentales en la visión oriental y hay elementos orientales en la visión occidental. Pero, sin duda, quedan los rasgos centrales y característicos de cada cosmovisión.

Nombramos brevemente estos rasgos esenciales.

Occidente: más racional, centralidad de la historia como proceso, concepción del tiempo lineal, religiones de la palabra y teístas: cristianismo, judaísmo, islamismo. Predomina la dimensión personal. Predomina el lenguaje y la palabra. Predomina lo masculino. Predomina el lado izquierdo del cerebro (análisis, control, orden, literatura, disciplina, numérico). Desde la visión taoísta: yang.

Oriente: más intuitivo, historia sujeta al momento presente, concepción del tiempo cíclica, religiones místicas y oceánicas: budismo, hinduismo, taoísmo. Predomina la dimensión oceánica (lo particular es expresión del Todo). Predomina la contemplación y el silencio. Predomina lo femenino. Predomina el lado derecho del cerebro (arte, emociones, holístico, intuitivo, creativo, música). Desde la visión taoísta yin.

Estamos llamados a una profunda y fecunda síntesis entre occidente y oriente. Ambas dimensiones expresan algo del misterio de la vida y del ser humano. Una experiencia integral y plena no puede prescindir de esta fecunda síntesis. Algunos teólogos ven en esta comunión un aspecto esencial en el futuro de la humanidad y yo comparto plenamente esta apreciación.

En este sentido, el funcionamiento del cerebro humano tiene una fuerza simbólica impresionante. Según parece los dos hemisferios desarrollan funciones particulares pero están unidos por el cuerpo calloso que da una profunda unidad al cerebro. Cuanto más los dos hemisferios interactúan más desarrollo y plenitud alcanza la persona.

La visión teológica que está a fundamento de mi propuesta ofrece una cierta síntesis de la experiencia, espiritualidad y cosmovisión de Oriente y Occidente. Se nutre de esta comunión e interrelación que es siempre nueva, en proceso y nunca algo alcanzado o definitivo. La síntesis es un fenómeno y un proceso siempre “in fieri” (haciéndose).

Esta comunión dinámica entre Oriente y Occidente alimenta y nutre la visión teológica y por ende el método pastoral.

Sobre el tema se escribió y se está escribiendo mucho. Es un tema interesantísimo y de una riqueza infinita. No puedo en esta instancia entrar detalladamente en un tema tan profundo, rico de vetas y aspectos a considerar.

Una última observación: las actitudes previas y necesarias para esta comunión y síntesis entre Occidente y Oriente son sin duda una gran apertura, disponibilidad y transparencia.

Sin estas actitudes no escaparemos del peligro de encerrarnos en nuestras creencias, apegos y fanatismo.

Es muy aconsejable que aquellos que quieran implementar este método pastoral dediquen un tiempo al estudio y a la práctica de una o más tradiciones orientales.

DEL “VER, JUZGAR, ACTUAR” AL “OBSERVAR, CALLAR, FLUIR” el 26/03/18
OBSERVAR, CALLAR, FLUIR I el 04/05/20
OBSERVAR, CALLAR, FLUIR II el 05/05/20

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Observar, callar, fluir (II): Prioridad de la experiencia sobre el concepto y la idea (ortopraxis/ortodoxia)

Viernes, 22 de mayo de 2020
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joven-guapo-bronceado-mirando-observando-manteniendo-ojo-objeto-frente-o-mirando_1194-13136Stefano Cartabia
Uruguay

ECLESALIA, 05/05/20.- La segunda pata que sostiene nuestra mesa del “observar, callar, fluir” es la absoluta prioridad de la experiencia sobre el concepto. Cuando hablamos de experiencia, lo hemos visto, hablamos de vida, de la vida concreta y real de todos los días.

La vida, aunque incluye el pensar, lo precede, lo sostiene, lo trasciende. La vida es siempre mucho más que el pensar.

La visión teológica que sostiene mi propuesta hunde sus raíces en la vida. La vida es el substrato común donde todos nos encontramos, más allá de culturas, religiones, opciones políticas, económicas o nivel social. Todos estamos bebiendo a la Fuente de la Vida. Este también es el gran mensaje cristiano, especialmente expresado por el evangelio de Juan: Jesús es vida, vino a compartir su vida y a regalarnos la Vida plena (Jn 10, 10).

Desde esta percepción podemos comprender con cierta facilidad que toda experiencia real de Dios tiene que estar arraigada en la vida. Más aún: no hay un Dios “afuera” de la vida. Y la vida es lo que está ocurriendo aquí y ahora. Siempre la vida acontece en el momento presente y este momento es revelación del Misterio. Dios se esconde y revela en el momento presente, independientemente de si este momento presente nos gusta o no, responde a nuestras expectativas o no responde, haya dolor o alegría. A partir de este fidelidad a la vida podemos comprender la dialéctica ortopraxis/ortodoxia.

En la historia de la iglesia y del cristianismo –por razones teológicas e históricas que no vienen al caso en este momento dilucidar– se dio una contundente primacía de la ortodoxia sobre la ortopraxis, sobre todo a partir del siglo IV. En muchos casos el pensamiento se fue por su cuenta, desgajándose de la vida. La doctrina se volvió central y perdimos la primacía de la vida. Hoy en día, más allá de unos avances y cierto crecimiento en conciencia, la primacía del pensar y la doctrina por sobre la vida real, sigue vigente más que nunca.

En línea general, al magisterio, a los obispos, a muchos sacerdotes y laicos también les interesa más que nada “conservar” el deposito de la fe, esto es, la ortodoxia. Poco se preocupan si esta ortodoxia se convierta en ortopraxis o si la vida real queda relegada en segundo plano. Hay que reconocer que, gracias también al pontificado de Francisco, se está dando más importancia a la vida y a la ortopraxis que a muchas formalidades que tienen que ver con la ortodoxia y cierto protocolo eclesiástico.

Intento simplificar para ser más concreto y más claro, consciente también del riesgo que simplificar demasiado puede hacernos perder en profundidad y en una visión más integral de la vida.

Cuando hablamos de ortopraxis estamos hablando de la vivencia del amor, el mensaje central del evangelio.

Ortopraxis”: descubro que la raíz última de lo real –la vida como se manifiesta aquí y ahora– es el amor. A partir de ahí me vivo y vivo desde ese mismo amor. Este amor que se manifiesta en las actitudes que bien conocemos y nos hacen tanto bien: escucha, amabilidad, entrega, solidaridad, tolerancia, paciencia, ternura. Todo esto no quita obviamente que seguimos haciendo experiencia de nuestra humana fragilidad y de equivocarnos. Pero queda claro y contundente el eje central.

Cuando hablamos de ortodoxia estamos hablando de la correcta interpretación (según la visión cristiana) y aplicación de este amor. En sentido estricto, la ortodoxia es reflexión sobre el amor y reflexión sobre la vida.

Ortodoxia”: se utiliza la herramienta del pensamiento para establecer definiciones, reglas, dogmas, catecismos que reflejen el Misterio y ayuden a comprenderlo y a vivirlo. Todo esto obviamente no es negativo. Lo que ocurre es que a menudo, por la misma inercia del pensar, ese mismo pensamiento se vuelve independiente y se convierte en dueño de la vida, en lugar de estar a su servicio. Desde ahí al fanatismo y al dogmatismo el paso es terriblemente breve.

Espero que estas simples aclaraciones nos puedan hacer comprender el alcance e importancia de la cuestión.

  • ¿Qué nos sirve una correcta interpretación del amor si no nos lleva a amar más y mejor?
  • ¿De qué nos sirve ser fieles a catecismos, rubricas, reglas, documentos, credos varios si no somos amables con nosotros mismos y con los demás?
  • ¿De qué me sirve una doctrina si mi corazón no arde de amor?
  • Una fidelidad teórica que no sea reflejo de la vida y que no nos lleve a ser personas más pacificas y amables, se convierte fácilmente en hipocresía. Hipocresía que justamente fue una de las actitudes más condenadas por el maestro Jesús.

La tendencia racionalista occidental se manifiesta también en eso y seguimos dando más importancia al “correcto” pensar y sus formulaciones que al amor real y concreto.

Los ejemplos de estas desviaciones son innumerables y en el fondo se resumen en esta actitud: cuando damos más importancia a una supuesta fidelidad a la forma y al pensar por sobre la atención amorosa a uno mismo y a los demás.

Cuando está en juego el amor concreto hacia uno mismo y hacia los demás hay que pasar por encima de cualquier formulación, dogma, regla o rito que sea. La vida de Jesús es manifestación extraordinaria de este principio. ¿Cómo es posible haberlo olvidado?

La visión teológica que sostiene el método teológico-pastoral del “observar, callar, fluir” otorga una absoluta prioridad a la ortopraxis por sobre la ortodoxia.

Sin duda la ortopraxis incluye también el pensar sobre todo en cuanto al discernimiento: somos una unidad psicosomática-espiritual y nunca debemos olvidarlo. Pero este pensar no precede a la vida y al amor concreto, sino que los acompaña y se pone a su servicio.

Solo desde la vivencia concreta del amor puede surgir una reflexión y una formulación de la fe que ayude a crecer en este mismo amor y en su autocomprensión.

Resumiendo en estilo zen: el camino es la meta. La plenitud del Amor que es nuestra meta, la encontramos desde ya en el momento que estamos amando.

DEL “VER, JUZGAR, ACTUAR” AL “OBSERVAR, CALLAR, FLUIR” el 26/03/18
OBSERVAR, CALLAR, FLUIR I el 04/05/20

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El arzobispo de San Francisco introduce cláusulas doctrinales para los profesores de sus escuelas

Martes, 10 de febrero de 2015
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Bishop-CordileoneLos estertores de una Iglesia moribunda… Este es el mismo obispo, acérrimo enemigo del matrimonio igualitario, al que detuvieron por ir bebido al volante

Mons. Salvatore Cordileone, arzobispo de San Francisco, ha enviado una carta a los profesores de los centros escolares católicos en la que les recuerda su obligación de enseñar a los alumnos la moral y la fe de la Iglesia, lo cual incluye calificar la masturbación, la pornografía, el sexo fuera del matrimonio y las relaciones homosexuales como actos pecaminosos. El prelado ha ordenado además que se introduzcan cláusulas obligatorias para el profesorado que garanticen a los alumnos que van a recibir una formación ortodoxa.

La reacción de los activistas LGTB no se ha hecho esperar: «Esto nos preocupa mucho porque sabemos que hay estudiantes y profesores que son homosexuales y transgénero en estas escuelas», dijo Roberto Ordeñana, del centro LGBT de San Francisco.

Por su parte, el portavoz de la archidiócesis dijo que no hay ninguna novedad en lo indicado por el arzobispo ya que la enseñanza de la Iglesia en esa materia es la misma desde hace dos mil años (miente y sabe que miente). Lo que ha pretendido el prelado es «recordar y aclarar la doctrina».

La elaboración de cláusulas doctrinales para el profesorado afectará a los High Schoolls Archbishop Riordan, Marin Catholic y Junipero Serra y al Sacred Heart Cathedral Preparatory. Las medidas se implementarán en el curso 2015-2016. Afectarán a 316 profesores.

Mons. Cordileone explica su decisión (inglés):

https://www.youtube.com/watch?v=66av8-uXC9Q

Fuente Agencias

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Los guardianes aficionados de la ortodoxia

Jueves, 3 de julio de 2014
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topic(Por Manuel Bru, en Aleteia).- Siempre me han dado un poco de miedo, por amor a la Iglesia, los guardianes aficionados de la ortodoxia. Y los hay de todo pelaje.

En realidad los únicos guardianes de la ortodoxia de la fe y de las costumbres, según la vieja denominación, son los obispos, sucesores de los apóstoles. Y lo son de toda la fe, y de todas las costumbres. Luego viene Paco con “las rebajas” y resulta que de la fe nos guardamos mucho de no errar en los dogmas, y caímos fácilmente en la tentación de relativizar las cosas más importantes, como que Dios es todo ternura y misericordia. Y en cuanto a las costumbres, porque por supuesto Dios también es justo y quiere que también seamos justos todos sus hijos, no se porque razón los guardianes aficionados de la ortodoxia se rasgan las vestiduras ante los pecados de debilidad y, en cambio, muestran una manga ancha como el Canal de Suez con respecto a los pecados del bolsillo (a saber: la cuentas en paraísos fiscales, los fraudes, los negocios turbios, las especulaciones financieras y los desprecios sociales).

14094531458_7fc0f0c856_zEntre los guardianes de la ortodoxia, aficionados porque no les corresponde en primera línea, pero entendidos por su formación académica, están algunos teólogos. Los hay que si les tiras de la lengua ven herejías en tantas partes que en realidad sólo se salvan ellos mismos, eso sí, cada un por separado, porque entre ellos mismos no se pasan ni una. La cosa merece un tal análisis entre lo frívolo y lo patológico, y nada que ver en realidad con la verdadera ciencia teológica, que esto va por modas, o como en la política, por legislaturas.

La ortodoxia así se va alternando entre el poder y la oposición. En una misma ciudad, pongamos el caso, un centro de estudios teológicos podía ser acusado de poco ortodoxo hace un año y, gracias a Dios, desde que está el Papa Francisco, se han evaporado todos los prejuicios.

En cambio, en la misma ciudad, otro centro que levantaba la bandera de la ortodoxia más exquisita, pasa a ser el gran tribunal donde todos los días se critica el magisterio del nuevo Papa. ¿Qué cosas, verdad?

Bueno, todo esto pasa, en el fondo, porque no nos terminamos de creer lo que el mismo Papa nos dice: que mejor es una Iglesia accidentada por comprometerse, que impoluta por no contaminarse. ¿Y no será que lo que nos hace falta es guardianes de la ortodoxia de la misión siempre arriesgada, de la gloria de Dios que es la vida del hombre? ¡Es sólo una pregunta!

Vía El Barón Rampante

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