Perfecta Oración
Del blog Nova Bella:
“Aquella es perfecta oración,
donde el que está orando
no se acuerda de que está orando.”
*
Dionisio Aeropagita
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Del blog Nova Bella:
“Aquella es perfecta oración,
donde el que está orando
no se acuerda de que está orando.”
*
Dionisio Aeropagita
***
A menudo me suelo acordar de cuántas veces cuando iba en verano por la calle con mi hermana ocurría un hecho que nunca fallaba. Más o menos cada diez pasos ella exclamaba “uf, qué calor!”; lo repetía una y otra vez con tal convencimiento que entonces a mí me entraba más calor; realmente lo sentía, y me molestaba. Era algo que no fallaba.
Supongo que esto tendrá una explicación científica como que en el cerebro se activa no sé qué conexión, y el simple hecho de escucharlo hacía que yo tuviera esa sensación. Algo así como ocurre en el cine cuando antes de empezar la película ponen el anuncio de un refresco y de repente siempre sale alguien de la sala y vuelve con su vaso de bebida; fíjate la próxima vez.
Cuando intento comprender la fuerza de la oración me viene la anécdota con mi hermana, el efecto que producía en mí su sentimiento aunque fuese expresado en una queja, y me pregunto, ¿cómo influye nuestra oración en otras personas?
Aquí no valen explicaciones científicas, ni conexiones cerebrales, ni…
Dios. Solo Dios. El propio Dios. Es él quien escucha tu corazón, quien se encuentra con esas palabras que tu boca no se atreve a pronunciar y tu cabeza intenta borrar, tapar o alejar. Sientes que te mira con infinita ternura, la profundidad de su mirada, y poco a poco te das cuenta de que todo eso que te pesa tanto cada vez es más ligero, hasta que acaba cayéndose por sí solo; que tu corazón, sabiéndose escuchado y mirado por Dios, se va acallando y comienza a oír el clamor de la humanidad que sufre. De esa multitud de personas que ansían ver aligerado el peso de su sufrimiento; necesitan sentir la mirada eterna y misericordiosa de Dios, sentir que es él quien nos sostiene a todos. Y para ello, solo te piden, solo nos piden, orar por ellas.
Nosotras creemos en la fuerza de la oración… ¿y tú?
Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa
Dios de Misericordia,
te pedimos por todos los hombres, mujeres y niños
que han muerto después de haber dejado su tierra,
buscando una vida mejor.
Aunque muchas de sus tumbas no tienen nombre,
para ti cada uno es conocido, amado y predilecto.
Que jamás los olvidemos,
sino que honremos su sacrificio con obras más que con palabras.
Te confiamos a quienes han realizado este viaje,
afrontando el miedo, la incertidumbre y la humillación,
para alcanzar un lugar de seguridad y de esperanza.
Así como tú no abandonaste a tu Hijo
cuando José y María lo llevaron a un lugar seguro,
muéstrate cercano a estos hijos tuyos
a través de nuestra ternura y protección.
Haz que, con nuestra atención hacia ellos,
promovamos un mundo en el que nadie se vea forzado a dejar su propia casa
y todos puedan vivir en libertad, dignidad y paz.
Dios de misericordia y Padre de todos,
despiértanos del sopor de la indiferencia,
abre nuestros ojos a sus sufrimientos
y líbranos de la insensibilidad, fruto del bienestar mundano
y del encerrarnos en nosotros mismos.
Ilumina a todos, a las naciones, comunidades y a cada uno de nosotros,
para que reconozcamos como nuestros hermanos y hermanas
a quienes llegan a nuestras costas.
Ayúdanos a compartir con ellos las bendiciones
que hemos recibido de tus manos y a reconocer que juntos,
como una única familia humana,
somos todos emigrantes, viajeros de esperanza hacia ti,
que eres nuestra verdadera casa,
allí donde toda lágrima será enjugada,
donde estaremos en la paz y seguros en tu abrazo.
Amén
*
Papa Francisco en Lesbos
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Del blog Amigos de Thomas Merton:
“Reflexiona esta noche. Reflexiona esta noche cuando está oscuro, cuando está lloviendo. Piensa en el juego que has olvidado. Eres el hijo de una raza grande y pacífica, una fábula indecible. Te descubrieron en una suave montaña. Has salido del océano divino. ERES SANTO, y estás desarmado y sellado con un emblema puro. También estás marcado con el olvido. En lo hondo de tu pecho llevas el número de pérdida.
Reflexiona esta noche. Hazlo. Hazlo. Recupera tu nombre originario.”
*
Thomas Merton
***
ANTE LA CRUZ
Ante la cruz me llamas
en tu agonía.
Ante la cruz me llamas.
Y he aquí que tropiezo
con las palabras.
Porque si dices ante
¿no me pides, Señor,
sino que mire
frente a frente la cruz
y que la abrace?
Si te miro, Señor,
y Tú me miras,
es un horno de amor
lo que en ti veo,
y lo que veo en mí,
Señor, no es nada,
nada, nada, Señor,
sino silencio.
Un silencio vacío:
si Tú lo llenas
se habrá hecho la luz
en las tinieblas.
Y si en la cruz te abrazo
y Tú me abrazas,
el silencio, Señor,
es más palabra.
Ante la cruz, Señor,
aquí me tienes,
ante la cruz, Señor,
pues Tú lo quieres.
II
VÍA DOLOROSA
I
PARA DECIR LO QUE PASÓ AQUEL VIERNES…
…a Jesús, en cambio, lo hizo azotar
y lo entregó para que fuese crucificado.
(Mt.27,26)
Para decir lo que pasó aquel viernes
en los palacios de Jerusalén y en sus afueras
no bastan las palabras.
Por eso no hay
en las avenidas del relato
-Mateo, Marcos, Juan- sino una capa
de misericordia, un leve
y condensado recuerdo a los azotes.
Para decir lo que pasó aquel viernes
en los palacios de Jerusalén: la sangre,
los insultos, los golpes, la corona
de espinas,
los gritos, la locura, la ira desatada
contra el más bello y puro de los hombres,
contra el más inocente…
para decir lo que pasó aquel viernes
solo valen las lágrimas.
II
SIMÓN DE CIRENE SE ENCUENTRA CON LA CRUZ
Al salir encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón,
y le obligaron a que cargara con la cruz de Jesús.
(Mt. 27, 32)
Pesan los días y pesan los trabajos
y en las venas el cansancio es veneno
que apresura los pasos hacia el dulce
reposo del hogar;
los pasos hacia el dulce
abrazo del amor y del sueño.
Ni siquiera
hay espacio en el alma para el canto
de un pájaro. Tampoco para el sordo
rumor que empieza a arder
sobre el polvo en la plaza.
Viene Simón el de Cirene convertido
en pura sed, en pura
materia de fatiga.
Esa cruz
le sobreviene como un alud de asombro
y rebeldía.
Pero
entre la náusea de la sangre sabe
que siempre hay un dolor que añadir al dolor.
Entre la náusea de la sangre mira
y encuentra esa mirada como un pozo
encendido,
como un pozo
donde se funde el Galileo
con el dolor del mundo.
Apenas un instante y el abrazo
del corazón y la madera hasta la cima.
Vuelve Simón el de Cirene. Queda
una cruz en su piel.
Y una mirada.
III
MUJER EN JERUSALÉN
Lo seguía muchísima gente, especialmente
mujeres que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él.
(Lc. 23, 27)
Mis ojos suben por las calles de Jerusalén
bajo una lluvia de dolor,
bajo una lluvia
que va a lavar el mundo.
Mis ojos suben arrimados
a la cal de las paredes
mientras todo el fragor del sufrimiento
se hace eco en mis párpados.
Puedo sentir tu sed,
la quemazón de tus rodillas rotas
sobre los filos de la tierra.
Toma mi corazón, toma mis lágrimas,
déjalas que ellas laven tus heridas
ahora que soy
mujer en Jerusalén y que te sigo.
Mis ojos se adelantan
por los empedrados de Jerusalén
para encontrar los tuyos.
Y no hay en ellos
rebeldía.
Bajo la cruz
Tú eras una antorcha
de mansedumbre. Derramabas
una piedad universal con cada aliento.
Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí
(Lc.23,28)
¿Y cómo no llorar, Señor?
Déjame, al menos,
si no llorar por Ti, llorar contigo.
III
GÓLGOTA
I
EL CORAZÓN DE LAS MUJERES
Muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea
para asistirlo, contemplaban la escena desde lejos.
(Mt 27, 55)
Estirándose sobre la distancia,
el corazón de las mujeres
se hizo cruz en el Gólgota.
¡Oh corazón de las mujeres, cruciforme,
arca lúcida,
oscura estancia del amor y permanente
arcaduz del misterio!
¡Oh corazón de las mujeres,
prodigioso arroyo fiel que mana
desde el mar de Galilea hasta el Calvario!
¡Y más allá del Calvario, hasta los límites
verticales y alzados,
hasta la orilla de la fe donde se trueca
el destino del hombre!
Mujeres, con vosotras he visto
la salvación del mundo,
su rostro ensangrentado, la medida
de sus brazos abiertos,
la extensión de su abrazo,
que acerca hasta nosotros
la dádiva incansable de sus manos
abiertas y horadadas para siempre.
Y he visto su corazón de par en par,
su corazón como una cueva dulce,
su corazón, abrigo
para toda intemperie.
He visto con vosotras
los pies del redentor, nunca cansados
de venir hacia mí, también heridos
de mí, por mí, también clavados
para la eternidad.
¡Oh pies de Cristo
impresos
sobre la arena de mi corazón!
¡Oh Cristo que atrajiste
hasta Ti el corazón de estas mujeres,
déjame ahora
latir en su latido:
contemplarte.
II
STABAT MATER
Estaba la madre al pie
de la cruz. La madre estaba.
Enhiesta y crucificada,
color de nardo la piel.
En el pecho el hueco aquel
que vacío parecía.
No me lo cierres, María
que quiero encerrarme en él,
que quiero encerrarme y ver
todo lo que tú veías.
Sé tú mi madre, María,
como lo quería Él.
III
CIERRA EL CIELO LOS OJOS …
Desde el mediodía hasta las tres de la tarde
la tierra se cubrió de tinieblas.
(Mt. 27, 45)
Cierra el cielo los ojos:
cae
la noche a plomo sobre el mediodía
de aquel viernes de abril en el Calvario.
No puede el cielo ser tan impasible
cuando en la cruz está muriendo un hombre,
ya solo sufrimiento y sangre,
cuando muere
el amado de Dios.
¿O acaso vuelve el rostro el cielo
también
y es abandono
lo que creían sombra?
Pesa, pesa, pesa…
Pesa esta oscuridad
que hace crujir los hombros
mientras el ser se vence
inexorablemente hacia el abismo.
Esta tiniebla tiene
peso, longitud, altura,
y penetra en el alma
y duele y vela
la mirada de Dios en la distancia.
¿No hay otro modo, Señor, no hay otro modo
de morir, de vivir, que hacer a ciegas
esta larga jornada de camino?
Pues si ha de ser así, Señor, te pido
que al menos en la muerte no me falte
un bordón de plegaria: que no olvide
tu nombre dulce con el que llamarte.
IV
EL GRITO
Y Jesús, dando de nuevo un fuerte grito entregó su espíritu
(Mt.27, 50)
Un grito. Luego el silencio.
Y en silencio estoy aquí
mientras resucitas Tú
y resucitan los muertos.
¡Cristo, ten piedad de mí!
*
Poeta ante la Cruz (Meditación en Mateo)
***
***
I
GETSEMANÍ
I
SOLEDAD EN GETSEMANÍ
Llegó Jesús con ellos a un huerto llamado Getsemaní y dijo a sus discípulos:
“Sentaos aquí, mientras yo voy más allá a orar”. Y llevándose a Pedro
y a los dos hijos del Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia.
(Mt. 26, 36-37)
En la piedra del miedo
se habían afilado las traiciones
y la noche de Jerusalén ya no escondía
la densidad del abandono.
El Maestro lo supo,
y no un presentimiento, una certeza
comenzó a golpearle contra la soledad.
Ahora la soledad no era
aquella extensión dulce donde encontrar al Padre,
ni era
el campo de batalla donde el Hijo
de Dios fuera tentado como Hijo
de Dios.
La soledad era una fuerza
incontenible: vaciaba de luz
todas las casas del espíritu, dolía
como el frío
cuando hiela la sangre.
La soledad mordiendo
el corazón del hombre,
la soledad poniendo al descubierto
al hombre, solo al hombre.
(La soledad es una calle larga
que lleva a la tristeza).
Quiso salir de la ciudad. Bajo la luna
la espalda de los que se volvían era un incendio
que le abrasaba la memoria.
Acaso
fueran piadosos los olivos con su óleo
de intimidad donde resuena
la palabra del Padre.
¡Oh paradoja del ascenso
donde los pies se hunden
en el lodo del hombre!
¡Oh paradoja del conocimiento
donde todo es maraña de raíces!
Getsemaní no es una zarza ardiendo,
es la espesura sin piedad
donde el hombre está solo,
desnudamente solo, sin asilo,
despojado del hombre,
despojado de Dios.
Getsemaní no es óleo, es agonía,
es otra vez un campo de batalla donde el Hijo
del Hombre ha de enfrentarse
con todos los demonios del hombre:
el tedio, la amargura, la angustia, los peldaños
que van a dar al morir.
Getsemaní no es óleo. Es agonía:
y en el centro del huerto queda solo
un verdadero hombre verdadero
abrazado al silencio de Dios, pero obediente.
Fiat, Señor, digo hoy contigo,
fiat, Señor, aunque me duela.
II
NO ERA EL SUEÑO, SEÑOR…
Bajo la luna llena encanecían los olivos.
La quietud era sólida y destilaba
un plomo ardiente que invadía los cuerpos.
El silencio
se había vuelto mineral
y en la sangre aún rompían las palabras
anunciadoras y terribles
que se habían mezclado con el vino.
Regresó y volvió a encontrarlos dormidos,
pues sus ojos estaban cargados
(Mt. 26, 43)
No era el sueño, Señor, era el espanto
lo que subía
río arriba del alma hasta los ojos:
era el espanto
de ver luchar a Dios y no hacer nada.
III
EL BESO
Entonces todos los discípulos
lo abandonaron y huyeron.
(Mt. 26, 56)
En la piedra del miedo
se habían afilado las traiciones
y ahora
iban subiendo entre las luces,
ensayando
el más turbio, el más falso
de los besos.
¿Quién dijo que el amor era un abrazo?
Este beso no es beso, es un cuchillo
que asesina de lejos y empozoña
el corazón de muchos y lo cubre
de la callosidad del abandono.
En el puente del beso se ha cumplido
lo que dijeron los profetas, pero
Señor te pido ahora que me quites
esa suerte de puente y que me dejes
del lado del amor, en tus orillas.
IV
ORACIÓN PARA NO DORMIR
Pedro lo siguió de lejos
(Mt., 26, 58)
Oh, Señor, en esta hora
en que también se confunde
la distancia con el miedo,
si Tú me ves que me aparto
de tu agonía y que duermo
para no ver al que sufre
ni ver mi interior desierto,
mírame, que yo te sigo,
aun como Pedro de lejos.
Mírame y en tu mirada
sostenme para que el fuego
de tanto amor me despierte
siempre que me venza el sueño.
*
Poeta ante la Cruz (Meditación en Mateo)
***
***
Nos situamos en este día de jueves santo: celebramos el día del Amor fraterno, amor sororal, que quedará reflejado en la celebración en el gesto del ofertorio. También es el día de servicio, como veremos en el lavatorio de los pies. Es un día lleno de contenido, como lo son todos los de la Semana Santa pero es ciertamente el día que tenemos, por eso quiero llamarlo el día del Amén.
Amén, según wikipedia es símbolo de confirmación y de afirmación. El significado real de la palabra es ‘en verdad’, ‘ciertamente’ o ‘que conste’. Popularmente se le ha dado el significado de ‘así sea’, ‘palabra de Dios’ o, simplemente, ‘sí’. En efecto, la raíz de este adverbio implica firmeza, solidez, seguridad, y en hebreo es la misma que se utiliza para el vocablo «fe». En el Talmud se indica que la palabra ‘amén’ es un acrónimo que se podría traducir como ‘Dios, Rey en el que se puede confiar’.
Decir «amén» es proclamar que se tiene por verdadero lo que se acaba de decir, con miras a ratificar una proposición o a unirse a una plegaria. Por eso, expresado en forma conjunta o grupal en el ámbito de un servicio divino u oficio religioso también significa ‘estar de acuerdo’ con lo expresado en tal ocasión.
Para el cristiano decir amén es confirmar y comprometerse, es responder a la pregunta de Dios de manera positiva y resuelta.
Para llegar a ese Amén pronunciado por Jesús con su vida entera y de manera más expresa con su “hágase” en Getsemaní hemos de hacer un camino, un camino que pasa ineludiblemente por el camino de la oración.
¿Hacia dónde mira Jesús a lo largo de su vida? ¿A quién mira desde niño? Nuestra mirada ha de ser como la de Jesús, claramente como la de él. Solo así podremos hacer que nuestro discipulado sea tan auténtico que emanemos entrega y respuesta.
Jesús mira al Padre, siempre. Desde niño lo encontramos “ocupado en las cosas de su Padre”, cuando su madre le busca responde de manera adulta: “¿por qué me buscabais? No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?” (Lc 2,49). La primera vez que se sabe buscado está ocupado en la oración. Más adelante, en Getsemaní, cuando los soldados le buscan, otra vez, también está ocupado en la oración. Su vida oculta en el silencio de Nazaret, desapercibido, fecundó su corazón dócil a la mirada contemplativa, esa que desnuda corazones y remueve espíritus. Jesús ve el corazón humano porque primero ha entrado en el nivel más profundo del suyo propio y se ha hecho uno con Dios. Solo así pudo Cristo amar hasta el extremo, solo así pudo vencer las tentaciones del poder, de la soberbia, la ambición y del éxito. Solo así pudo morir gritando en una cruz. Sencillamente porque pronunció un amén que había sido tatuado en el alma.
Este Jesús que nos apasiona pero al que nos cuesta decir que sí por si nos pide caminos que no deseamos seguir, era profundamente libre, y profundamente claro. Para poder darse a los demás, era necesario darse primero al Padre, por eso buscaba tiempos largos de oración. Los sarmientos solo pueden dar fruto si fluye de ellos la fuerza de la vida (Jn. 15,1-5). En los tres años de vida pública Jesús, además de sanar, enseñar y tratar con fariseos, se reservaba muchos tiempos de soledad y silencio para dedicarlos a la oración, y así procuraba enseñarles a sus discípulos. Acudía a descampados, montañas, también al templo o a la sinagoga. En cuanto podía buscaba espacios para entrar en lo secreto. Y así les enseñaba a sus discípulos. Tras un tiempo de misión les dice:
“Venid vosotros a solas a un lugar deserto a descansar un poco” (Mc6,30-31), como queriendo bajarles los humos, “mirad al Padre, mirad al Padre!”
Al Padre, siempre mirando al padre, como queriendo decir, “no soy yo, no soy yo, es él quien os sana, quien os escucha, quien os espera, miradlo a él”.
La oración, esa relación íntima y personal con su Padre es lo que hace de Jesús un hombre auténtico, un hombre libre, un hombre creyente. En la oración no busca solucionar problemas, solventar dificultades, no, busca encontrarse con su Padre, solo. Lo demás vendrá por añadidura.
Es su mirada dirigida a Dios lo que permite que Jesús, en Getsemaní, no se dé la media vuelta y rechace lo que viene. Podía haber dicho hasta aquí, si muero, si sigo lo que me pides ¿qué harán estos sin mí?, tantos enfermos, tanta gente necesitada…
Pero no, una vez más, Jesús mira a su Padre:”Amén, que se haga lo que tú quieres. Confío”. En los momentos más duros el maestro se vuelve discípulo de nuevo y grita en la oración, no discierne con la cabeza, no busca el consuelo de sus amigos más queridos, no hace una lista de pros y contras. Vuelve su corazón al corazón de su Padre buscando latir al mismo ritmo para poder seguir adelante. Solo ahí está la fuerza y la esperanza.
Por eso, ahora, hoy,… ¿hacia dónde dirijo mi mirada en este jueves santo?, ¿hacia quién la dirijo habitualmente? En los momentos duros de la vida, o en los que te sientes más bendecido, ¿hacia dónde se dirige tu alma?.
¿Es Jesús el único Señor de tu historia?
Quienes seguimos a Cristo, tú también, estamos llamados a desnudar nuestra alma ante la mirada tierna de Dios. No pierdas tiempo exponiendo todas tus limitaciones todos tus errores. Jesús murió (mañana lo viviremos de nuevo) con los brazos extendidos para acoger todo eso. Suelta tus cobardías e incertidumbres. Levántate, camina de nuevo hacia él, hazlo mil veces, todos los días. Levántate pronunciando amén.
Para no dar vueltas sobre ti mismo necesitas tener tiempos encuentros largos en silencio con Dios. No tengas miedo, no esperes intuiciones mágicas o respuestas urgentes. Jesús trabaja en tu interior a su ritmo, dale tiempo, espérale, póstrate ante él como en Getsemaní, ten paciencia, está construyendo en ti un alma hermosa. Pero… pronuncia Amén.
A veces la oración es sencillamente un tiempo de espera. Lo sembrado dará fruto, pero tan importante es el tiempo de la siembra como el de la espera en el silencio y la oscuridad. Cuando parece que no hay nada, como en Getsemaní, algo se está gestando. Pronuncia Amén.
No podemos seguir a Jesús si no somos personas orantes. Recuerda esto: eres lo que rezas.
Repito, Jesús no habría podido traspasar el momento de Getsemaní y los acontecimientos posteriores si su vida no hubiera estado enraizada en Dios. En esa noche de absoluta oscuridad, cuando Jesús no ve nada es cuando vuelve con mayor intensidad su mirada hacia su padre buscando compañía y consuelo (“si me acuesto en el abismo allí te encuentro”, dice el salmista). En ese momento de profunda debilidad Jesús es más él mismo, y se produce el milagro del encuentro absoluto entre el Padre y el Hijo. Y pronuncia Amén.
No estamos exentos de esa vivencia nosotros, siempre y cuando la fuente de toda nuestra vida sea Dios.
Seguimos a un hombre que, en los estertores de la muerte, su última acción es rezar con el pecho abierto a la humanidad:”Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”.
Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa
Del blog de la Communion Béthanie:
En 1972, Maurice Zundel fue llamado al Vaticano por Pablo VI para predicar en el retiro de Cuaresma. Místico, teólogo, Maurice Zundel es un verdadero profeta del siglo XX. En palabras del abbé Pierre: “Con él, nos encontrábamos en presencia de Alguien. Por su misma persona accedíamos casi naturalmente al misterio de Dios. A lo absoluto “.
Os invitamos a seguir Maurice Zundel, paso a paso, hasta Pascua en este Año jubilar de la Misericordia…
El resultado normal de la oración
La oración consiste, decimos a veces, en ponerse sólo frente a uno mismo, ¡pero nunca estoy solo! Todo el cielo está dentro de mí, no puedo estar más cerca de mi más que de puntillas, como decía el poeta, precisamente porque no estoy solo, porque todo lo que es Sagrado está dentro de mí. Todo lo que es sagrado está dentro de nosotros y la caridad fraterna se alimenta de lo sagrado. Hacer oración sobre la vida, orar sobre los demás, es el más seguro medio, sin violar su secreto, de respetar su vocación divina; y es el mejor medio, sin hacer nada más que existir en un estado de genuflexión interior, de suscitar en ellos una vida divina de la que son portadores y lo que es su grandeza y su alegría. Finalmente es preciso que la oración acabe en este santuario que somos, para construir esta Iglesia viva que tiene su Centro en lo más íntimo de nosotros mismos.
Señor, gracias por tu Presencia que se ofrece en mí, haga lo que haga, pase lo que pase. Enséñame a habitar mi cuerpo para encontrarte allí y dame la gracia de escucharte en el corazón del fino silencio en el que Tú habitas …
Del blog Nova Bella:
“Huelgue siempre de estar solo y morar consigo,
y hacer vida consigo,
y así la hará con Dios,
que es amador de la soledad.”
*
Luis de Granada
***
Del blog Amigos de Thomas Merton:
“Enséñame cómo se va a ese país
que está más allá de toda palabra
y de todo nombre.
Enséñame a orar a este lado de la frontera,
aquí donde se encuentran estos bosques.
Necesito que tú me guíes.
Necesito que tú muevas mi corazón.
Necesito que mi alma se purifique
por medio de tu oración.
Necesito que robustezcas mi voluntad.
Necesito que salves y transformes el mundo.
Te necesito a ti para todos cuantos sufren,
para todos cuantos padecen prisión,
peligro o tribulación.
Te necesito para todos cuantos han enloquecido.
Necesito que tus manos sanadoras
no dejen de actuar en mi vida.
Necesito que hagas de mí,
como hiciste de tu Hijo,
un sanador, un consolador, un salvador.
Necesito que des nombre a los muertos.
Necesito que ayudes a los moribundos a cruzar el río.
Te necesito para mí, tanto si vivo como si muero.
Es preciso.
Amén.”
*
Thomas Merton
***
A ti dirijo mi súplica, buen Dios, en esta primavera que no florece.
No te canses, Señor, espera otros tres años más, o los que sean necesarios.
Yo hoy soy higuera que no da fruto, que sólo aparenta y está llena de espléndidas hojas y grandes ramas. Sé que vienes una y otra vez a mí, buscando el fruto, el resultado de la semilla que colocaste un día lejano. Aún no, mi pereza, mi infidelidad, mi miedo… tantos obstáculos coloco que es imposible que la tu savia me nutra de verdad hasta que explote mi vida en un fruto.
Pero sé que eres paciente hortelano más que guardián ávido de encontrar resultados. También sé que tu sueño es que yo dé fruto, grande o pequeño, sé que tu deseo es que de mí brote un surtidor de vida.
En ocasiones soy higuera estéril, pero tú riegas con paciencia, y le pides al tiempo y a la existencia que prolongue los minutos para que yo me dé cuenta y reverdezca y brote. No me pides cuentas, no crees que ocupe un espacio que hago inútil.
Será mi propio camino, mi propio esfuerzo quien marque el resultado de mi vida.
Pero tú continúa viniendo a mi tierra, observando amorosamente si despuntan mis brotes. Te paciencia, no te canses, en lo oscuro del invierno está escondida la semilla de la primavera.
Leído en ECLESALIA:
Aquí estoy, Señor,
tal como Tú me has hecho,
tratando de descubrir en el día a día,
el sentido que tu voluntad ha impreso a mi vida.
En ese caminar propio me sobreañades
la vida de Jesús, que me ayuda ,
marcando mojones en el camino.
Soy uno entre tantos,
hermano universal de todos,
igual que todos,
servidor de todos,
superservidor en todo caso
de los más pobres.
Mi ser es amor,
verificable en el amor al prójimo,
vicario tuyo.
Sé que estás en todos, creyentes o no,
y a nadie exiges más de lo que es.
No me queda sino trabajar,
pacífica y amorosamente,
en todo lugar,
pues tu Reino allí está y crece,
donde está cualquier persona.
Tu Palabra llega a todos los hombres,
cómo sólo Tú sabes.
Mi misión evangelizadora es ser yo,
interconectado en todos y con todo,
abarcando la totalidad de tu Reino.
Estaré a la escucha,
en respeto y comprensión,
sin estorbar,
sin discriminar,
sin imponer,
sin lamentarme,
sin enfatuarme,
acechando el reverbero de tu amor,
que de todos sale y a todos llega.
Seré feliz, cuando en todos me vea feliz,
en esa familia tuya universal,
sustentadora de todo amor.
Voy a seguirte como María,
hermana de humanidad y madre universal.
Seré feliz, si acierto a hacer creíble tu presencia ,
en la entrañable casa de la Tierra
imperecedera luego en la Casa del cielo.
*
Benjamín Forcano
***
Del blog Amigos de Thomas Merton:
“Muchas veces nos sentimos un tanto desilusionados cuando buscamos en nuestra vida una respuesta a la pregunta de Dios. Nos quedamos solo con títulos de libros, nombres de personas o algunos viejos acontecimientos. Todo parece ser un tanto pobre y superficial.
No podemos capturar a Dios en títulos, nombres o hechos, pero muchas son las cosas que nos señalan a Dios.
Por lo tanto, solo aquel que busca a Dios en la oración, solo aquel que busca el silencio, es quien puede reconocer a Dios en tantas pequeñas ideas, tantos encuentros, tantos sucesos en el camino.”
Finalizamos una semana de oración especial poniendo nuestro corazón en el camino de la unidad de los cristianos, el camino ecuménico. Ofrecemos una plegaria para las celebraciones de la Palabra de tinte ecuménico. Está inspirada en la espiritualidad de la mística Juliana de Norwich.
El agradecimiento y la oración van juntos. El dar gracias es la honda certeza interior que nos mueve a volvernos a la obra a la que Tú nos llamas. Oh Dios, a Ti te complace que con la ayuda de tu gracia nos empleemos a fondo en nuestro orar y en nuestro vivir, dirigiéndonos a Ti hasta que en la plenitud del gozo poseamos a Aquel a quien buscamos, Jesús.
(Cantamos todos: Ubi caritas et amor….)
Antes de crearnos nos amabas, y ese amor nunca decayó ni jamás decaerá. Y en este amor hiciste todas tus obras y en este amor nuestra vida es eterna.
Dios Padre, por tu tierno Amor, consuelas a toda la humanidad que está ya redimida diciendo “Pero todo irá bien, y todo irá bien y absolutamente todo saldrá bien” Nos dices, “no os culpabilicéis en exceso, pensando que vuestra turbación y desolación son sólo culpa vuestra. Pues no es voluntad mía que estéis tristes y abatidas. En esta confianza a la que nos invitas, nos unimos a todas las personas que creen en el Amor y con ellos te cantamos:
(Cantamos todos: Ubi caritas et amor….)
Dios, Padre, tú creaste nuestra alma para que sea tu propia ciudad y el lugar de tu descanso. Esto es lo que más te place de toda la creación. Y cuando habíamos caído en el dolor y el sufrimiento, ya no éramos aptos para tan noble oficio. Pero Tú, buen Padre, no te preparaste otro lugar para morar, sino que, en cambio, te sentaste sobre la tierra, esperando a la humanidad, esa misma sacada del barro, hasta que en el tiempo fijado por la gracia, tu amado Hijo devolvió a esta ciudad su noble belleza, a través de su grandiosa obra”
Nuestra verdadera madre, Jesús, que es todo amor, nos engendra para la alegría y para vivir eternamente. ¡Bendito sea! Una madre alimenta a su hijo con leche, pero nuestra querida madre, Jesús, se nos da Él mismo en alimento. Con tierna delicadeza nos da el Santísimo Sacramento, el más precioso sustento de vida.
Por eso ahora traemos a nuestra mesa común su cuerpo, hecho alimento, el único que nutre nuestra alma.
(Canto que invite a reconocernos en Su Presencia mientras se trae el Pan Consagrado)
Nos unimos ahora a toda la Iglesia universal que eleva su corazón a Ti. Juliana de Norwich escribe “Si me miro a mí misma, nada soy. Pero si nos miro a todos nosotros, tengo esperanza pues veo la unidad del amor de todos mis hermanos cristianos. En esta unidad está nuestra salvación.” Cuida de nuestro hermano Francisco, obispo de Roma, de ——, obispo de nuestra diócesis, de todas las personas que comprometen su vida en tu seguimiento para que seamos coherentes contigo.
Nos acordamos de las personas que han fallecido y que nadie llora o echa de menos, tiéndeles tu mano para llevarlas a la resurrección en tu banquete del cielo.
Y ahora con un solo corazón te aclamamos diciendo:
Por CRISTO……
Fuente: Monjas trinitarias de Suesa
Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.
No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa,
es sublime, y no lo abarco.
¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;
si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha.
Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí»,
ni la tiniebla es oscura para ti,
la noche es clara como el día.
* * *
Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma,
no desconocías mis huesos.
Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
tus ojos veían mis acciones,
se escribían todas en tu libro;
calculados estaban mis días
antes que llegase el primero.
¡Qué incomparables encuentro tus designios,
Dios mío, qué inmenso es su conjunto!
Si me pongo a contarlos, son más que arena;
si los doy por terminados, aún me quedas tú.
Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
y guíame por el camino eterno.
*
Salmo 139 (138)
***
Si estuviéramos contentos de ti, Señor,
no podríamos resistir a esa necesidad de danzar que desborda
el mundo y llegaríamos a adivinar qué danza es la que te gusta
hacernos danzar, siguiendo los pasos de tu Providencia
Porque pienso que debes estar cansado
de gente que hable siempre de servirte
con aire de capitanes;
de conocerte con ínfulas de profesor;
de alcanzarte a través de reglas de deporte;
de amarte como se ama un viejo matrimonio.
Y un día que deseabas otra cosa
inventaste a San Francisco
e hiciste de él tu juglar.
Y a nosotros nos corresponde dejarnos inventar
para ser gente alegre que dance su vida contigo.
Para ser buen bailarín contigo
no es preciso saber adónde lleva el baile.
Hay que seguir, ser alegre,
ser ligero y, sobre todo, no mostrarse rígido.
No pedir explicaciones de los pasos que te gusta dar.
Hay que ser como una prolongación ágil y viva de ti mismo
y recibir de ti la transmisión del ritmo de la orquesta.
No hay por qué querer avanzar a toda costa
sino aceptar el dar la vuelta,
ir de lado, saber detenerse y deslizarse en vez de caminar.
Y esto no sería más que una serie de pasos estúpidos
si la música no formara una armonía.
Pero olvidamos la música de tu Espíritu
y hacemos de nuestra vida un ejercicio de gimnasia;
olvidamos que en tus brazos se danza,
que tu santa voluntad es de una inconcebible fantasía,
y que no hay monotonía ni aburrimiento
más que para las viejas almas
que hacen de inmóvil fondo
en el alegre baile de tu amor.
Señor, muéstranos el puesto
que, en este romance eterno iniciado entre tú y nosotros,
debe tener el baile singular de nuestra obediencia.
Revélanos la gran orquesta de tus designios,
donde lo que permites toca notas extrañas
en la serenidad de lo que quieres.
Enséñanos a vestirnos cada día con nuestra condición humana
como un vestido de baile, que nos hará amar de ti
todo detalle como indispensable joya.
Haznos vivir nuestra vida,
no como un juego de ajedrez en el que todo se calcula,
no como un partido en el que todo es difícil,
no como un teorema que nos rompe la cabeza,
sino como una fiesta sin fin donde se renueva el encuentro contigo,
como un baile, como una danza entre los brazos de tu gracia,
con la música universal del amor.
Señor, ven a invitarnos.
*
¿Nunca te has preguntado qué hay detrás del silencio de Dios?
A veces puede parecernos que hay lejanía, incluso ausencia. Esto puede provocarnos una desoladora sensación de desierto, de vacío. Cuántas veces le reprochamos que lo sentimos, que no sabemos dónde está, ni tan siquiera si está.
¿Por qué estás tan callado, Dios?
Entonces pensamos que la calidad de nuestra oración no es muy alta, que no le dedicamos el tiempo suficiente, así que, durante un tiempo, nos esforzamos por ser fieles a ese ratito de oración diaria o semanal, esos minutos arañados perezosamente. Como Dios sigue callado al cabo de unas semanas resulta prácticamente imposible mantener la fidelidad.
¿Por qué callas, Dios?
Entonces reflexionamos profundamente y sabemos que no siempre tiene que haber sentimiento en la oración, o en el día a día, y que, aunque nos preguntamos cómo es posible mantener una relación de amor o de amistad sin cierto calorcillo, nos respondemos que esto es así, que le pasa a todo el mundo y que no vamos a ser diferentes, que se puede vivir una relación sin que nada te emocione especialmente, sabiendo sencillamente que le quieres. Eso es madurez.
Y Dios sigue callado.
¿Qué hay detrás del silencio de Dios?
Hasta que un día, por ejemplo, escuchando el salmo 130 descubres que Dios es una madre embobada que calla atónita ante la grandeza de su criatura.
El silencio de Dios es puro asombro nacido del amor.
Fuente: web de las Monjas Trinitarias de Suesa
” Qué estas palabras de vocación contemplativa, de contemplación, no te asusten. Que no evoquen a tus ojos una vocación excepcional, de algo tan elevado que la inmensa mayoría de los hombres no puedan acceder.
A la luz de hermano Carlos de Jésus, que te evoquen, la actitud totalmente simple, totalmente confiada, totalmente amante del alma en conversación íntima con Jesús, las ternuras de un niño para con su padre, los desahogos de un amigo con su amigo…
El hermanito Carlos de Jesús no abrió ninguna vía nueva, si no es la vía única, la vía de Jesús… Él te dirá que una sola cosa es necesaria: amar a Jesús. Te hablará de amor para hacerte participar en el amor de Jesús.
JESUS-CARITAS, JESÚS-AMOR. “
*
Fundadora de las Hermanitas de Jesús
***
Del blog de la Communion Béthanie:
2014 con Dios llama y Vivir por el Espíritu +
En 1932, dos mujeres entregan su existencia a Dios y reciben en su oración, día día, palabras de Vida. Dos libros van a nacer de este compañerismo con Cristo, que te proponemos descubrir a lo largo de este año.
” ¿No te he dicho que siempre
reclames de Mí grandes cosas?
Haciéndolo Me obedeces.
Es bueno mostrarse audaz,
a veces,
en la oración. ”
*
El 15 de septiembre, Vivir por el Espíritu.
***
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