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“Ante la Cuaresma”, por Gabriel Mª Otalora

Martes, 14 de marzo de 2017
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cuaresma_portada_01La palabra es una abreviatura del latinajo quadragesimam diem. Cuaresmal, por tanto, es sinónimo de cuadragesimal por el número de días elegidos para la maduración en la fe hecha vida ante el acontecimiento venidero más tarde de la Pascua. Es un tiempo de conversión, de cambio, de revisión de vida que significa orientarnos a producir efectos en nuestra tolerancia y misericordia. 

La liturgia de este tiempo ha cambiado poco desde el Concilio Vaticano II, pero la sociología que nos envuelve a los fieles y la teología actualizada, han convertido a estas semanas en otra historia. Los carnavales han tomado la calle y los cristianos constatamos que ya no tenemos el viento de popa que tan cómodamente nos llevaba entre penitencias y ritos. La conversión es ahora una tarea que nos descoloca ante la indiferencia generalizada frente al fenómeno religioso. La cuaresma actual parece un anacronismo ante la desconexión social con la fe y con el propio carnaval, que en algunos sitios ya se alarga hasta penetrar en la primera semana de Cuaresma.

Recuerdo la anécdota de unos cristianos de Namibia cuando fueron invitados por la iglesia Evangélica a visitar Alemania. No podían dar crédito a lo que veían: la enorme diferencia entre el nivel de vida alemán comparado con la raquítica expresión religiosa de la asamblea dominical luterana. No entendían que, a más bienes recibidos, hubiese menos actitud generosa y agradecida a Dios, origen de todo lo bueno. Cuando el ser humano cree que tiene todo el mérito de lo logrado, entonces sobra la conversión y la cuaresma. “¿Por qué rezáis tan poco con lo bien que os va?” fue la interpelación de estos africanos ante la paupérrima expresión de fe que vieron en sus hermanos en la fe alemanes.

La Cuaresma de hoy es más que nunca tiempo de cambio esperanzado así como una oportunidad para aflorar las contradicciones y repensarlas a la luz del evangelio. Convertirse es vivir lo que decimos creer. Por tanto, el signo de no comer carne los viernes ha perdido fuerza y puede ser incluso poco religioso si a la hora de comer pescado lo convertimos en una hipocresía insoportable; pensemos en las salchichas y el rodaballo. Los signos que nos transforman pasan por otros caminos que hagan de la cruz diaria (miserias personales, orgullos, envidias, egoísmos varios, dolores sobrevenidos…) un lugar de transformación personal en amor luminoso para nosotros y para quienes nos rodean, ansiosos como están de ver y de que alguien les muestre el Camino y el sentido de esta vida.

He dicho bien: convertirnos en amor que nos ilumine a nosotros primero, claro que sí, para iluminar después a los demás. Si no nos queremos y nos aceptamos como nos quiere y acepta el Padre, ¿cómo vamos a dar a los demás de lo que nos falta? Eso hizo Jesús de Nazaret y por eso se retiraba a orar para nutrirse de luz y de fortaleza. Por eso creo que la alegría tiene sitio en la Cuaresma pues todo intento de transformación a mejor lleva aparejado la esperanza, y esta es una virtud teologal que se fundirá en el día del Resucitado.

Que todo siga igual no tiene sentido. Por tanto, es la madurez cuaresmal la que se impone; trabajar para ser la mejor posibilidad de uno mismo y con los demás. Esta es la batalla silenciosa y difícil que debemos afrontar durante estas semanas en medio de nuestras dificultades personales y de un escenario materialista asfixiante. Pero si pensamos en el Maestro, no lo tuvo mejor en aquella sociedad teocrática más asfixiante todavía. Y además, tenemos su ejemplo.

¡¡Feliz singladura cuaresmal de la mano del Espíritu!!

Gabriel Mª Otalora

Fuente Fe Adulta

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Crecer en la amistad

Miércoles, 1 de marzo de 2017
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juan_jesusPregón de Cuaresma

Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén,
Tenerife

ECLESALIA, 27/02/17.- Con la celebración del Miércoles de Ceniza, comenzamos una nueva Cuaresma. Tiempo de gracia, de conversión y de misericordia, por parte del Padre bueno que constantemente invita a sus hijos al banquete de la Pascua. Pues, Cuaresma es un caminar con alegría y jubilo hacia Pascua, la resurrección de Cristo y nuestra propia resurrección.

Pero, ¿cómo conducirse por este camino que durante cuarenta días nos lleva a la Pascua? Y, ¿qué provisiones tomar para llegar a resucitar con Cristo y vivir en plenitud la vivencia pascual?

Debemos conducirnos con dignidad, esa dignidad que nos viene de ser lo que somos: hijos e hijas de Dios, amados del Padre desde toda la eternidad, salvados en su Hijo. Desde esta convicción y certeza caminaremos con gozo y los obstáculos y dificultades del camino podrán ser superados; porque no caminos solos, sino con Aquel que es nuestro Camino: Jesús. En él pongo toda mi esperanza, él es mi fortaleza, mi energía y dinamismo que me lleva a caminar con paso firme y ligero a su lado; siempre mirando hacia adelante, sin volver la vista atrás, apoyando mis pasos sobre sus pasos.

¿Qué provisiones poner en mi mochila para este camino de cuarenta días?

La primera condición es que mi mochila tiene que estar muy ligera de peso para que no sea un obstáculo al caminar. Entonces mi primera disposición es la sobriedad.

De qué sobriedad se trata: sobriedad en tus deseos, pensamientos, sueños y fantasías. La sobriedad te lleva a revenir a tu propia realidad concreta, y esto pasa por la conversión. ¡Déjate convertir! Evangelizar las zonas más profundas de tu corazón; es decir, deja que la gracia de la cuaresma entre en ti y te reconstruya desde el interior. Seguro que, si logras hacer esta experiencia, tu caminar será más ligero y rápido, tu alegría mayor y tu esperanza infinita.

La sobriedad te lleva a la verdad. Vivir en verdad, hacer la verdad en tu vida. “la verdad os harás libres” (Jn 8, 32). Y, ¿qué es la verdad? La verdad es Cristo, conocer a Cristo nos lleva a hacer la verdad en nuestra vida, pues no podemos conocer a Cristo y vivir en la mentira, en el pecado, el desorden, la esclavitud de tantos ídolos como nos acechan. La cuaresma, ante todo, tiene que llevarte a un mayor conocimiento de Jesucristo, a rechazar con energía todo ídolo que se te presente y se anteponga al amor a Jesús y a vivir en verdad y libertad.

El conocimiento de Jesús te lleva al amor y el amor a la identificación. La cuaresma tienen que ayudarnos, a nosotros los cristianos, a identificarnos cada vez más con Cristo, y a partir de esta identificación podremos vivir esta muerte y resurrección que nos conduce a la Pascua.

Desde este conocimiento, amor e identificación con Jesús; las cuatro características propias de cuaresma serán la necesidad del: desierto, la oración, el ayuno y la limosna; en nuestro lenguaje actual, el compartir, el ayudar a nuestros hermanos necesitados, manifestada de mil maneras….

– Desierto: Vivir el desierto no como una ascesis sin alma, sino como una necesidad para estar asolas con Aquel que se me ama y quiere entablar una relación de amor conmigo: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,4). Retirarse al desierto como necesidad de escucha amorosa y de estar a solas con Dios. Descubrir la mística del desierto, no quedarse solamente en la austeridad que implica el desierto, ésta es real, pero la mística es superior.

– Oración: La oración es el fruto del desierto, “acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración” dirá Teresa de Jesús. El desierto nos conduce a la escucha, la escucha al amor y el fruto del amor es la oración que transforma y une con el ser Amado. La oración que le agrada al Señor, es la oración de un corazón sosegado, acallado, unificado; abierto a acoger su Presencia y a vivir en su intimidad. No todos podemos retirarnos al desierto como lugar geográfico para orar; pero si podemos retirarnos, y debemos retirarnos, al desierto de nuestro propio interior. Pues el desierto no es la ausencia de las personas, sino la presencia de Dios. Y orar es vivir en su presencia.

– Ayuno: El ayuno es esencial en el seguimiento de Jesús, y también para vivir una relación, justa y armoniosa entre mi yo y las cosas. No dejándome poseer por ellas ni tampoco quererlas poseer. La justa relación con las cosas, y los alimentos, consiste en reconocer con gratitud su valor, su necesidad, y como dice san Ignacio de Loyola. “Las cosas se usan tanto en cuanto me ayudan al fin perseguido”. El saber privarse, sentir la necesidad y hasta el hambre material, nos lleva a la libertad y a valorar las cosas que Dios ha creado para nuestra necesidades; y a pensar en tantos hermanos nuestros como carecen de lo más esencial, en parte por el mal uso que hacemos de los recursos de la naturaleza; del acaparamiento y la posesión desmesurada. Ahí tendría que ir orientado nuestro ayuno.

Y siendo muy importante esta orientación del ayuno material, él debe de conducirnos mucho más lejos, a ese otro ayuno del yo que es el que realmente nos quita la libertad, nos esclaviza y nos impide ver al hermano con amor. Como le pasó al rico de la parábola de Lázaro (Lc 16, 19-31). Su pecado no está en que fuese rico, sino en que ignoró a su hermano en necesidad. Vivía al margen de Dios y como consecuencia no reconoció a su hermano. El papa Francisco en su mensaje de Cuaresma dice: “toda persona es un don”. El ayuno de mi yo me lleva a reconocer el de mi hermano, y juntos caminar hacia la Pascua.

– Compartir: el compartir nos lleva al despojo, a la generosidad, a la pobreza evangélica; y, sobre todo, a tener en cuenta al hermano más necesitado. Quien sabe compartir nunca se empobrece, antes bien, se enriquece con creces. La sagrada Escritura nos lo certifica; pero también la vida misma. “El que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al  que da con alegría” (2 Cor 9,6-7).

Quiero terminar con las palabras del papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”. Y si crezco en la amistad con el Señor, creceré también en el amor ami mi hermano, y unidos celebraremos la Pascua, la plenitud de la vida cristiana-

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Un simple suspiro.

Martes, 28 de febrero de 2017
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Del blog de la Communion Béthanie:

El hermano Roger es una profeta de nuestro tiempo. Centró toda su vida en Cristo, en cuyo nombre dio la bienvenida a cualquier persona, cualquiera que sea su ori gen, su pasado, su edad, su religión. Hombre de oración, el fundador de la comunidad ecuménica de Taizé no ha dejado de animar a los hombres a reconciliarse. Su testamento espiritual continúa sosteniendo a aquellos que deseen desarrollar un monaquismo interior. Os proponemos oraciones y palabras del hermano Roger para alimentar cada semana la vida interior en el seguimiento del Dios uno y trino. (Citas sacadas del libro “Vivir para amar” Ed. Les Presses de Taizé, 2010).

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*

“Espíritu Santo, Espíritu consolador, estar en tu presencia en un silencio apacible, ya es orar. Comprendes todo de nosotros, y a veces hasta un simple suspiro puede ser oración.”

*

Frère Roger de Taizé,

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Camino en la esperanza.

Domingo, 12 de febrero de 2017
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Mañana no será como ayer.
Pero contigo Señor,
miro hacia adelante con confianza.
Sé que el mundo que conozco
va a tener que cambiar.
Acabar el despilfarro, la contaminación, la explotación
significa menos opulencia
y menos exotismo.
Sé también que cambiar de vida,
cambiar de corazón,
es ir hacia más felicidad.

Tú me invitas a no ver el cambio
como una renuncia,
sino como una llamada a más vida,
una llamada a inventar un nuevo mundo,
un mundo compartido,
lejos de la esclavitud del haber y del poder.
Vuelto hacia el otro y la belleza del mundo.
Vuelto hacia Ti.
Señor, contigo,
camino en la Esperanza.

*

Élise Bancon
revista Prier 11/2011

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

– [“No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.] Os lo aseguro: Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. [Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “renegado”, merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto.]

Habéis oído el mandamiento “no cometerás adulterio”. Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. [Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno. Está mandado: “El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio.” Pues yo os digo: El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.]

Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus votos al Señor”. Pues yo os digo que no juréis en absoluto: [ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo.] A vosotros os basta decir “si” o “no”. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.”

*

Mateo 5,17-37

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Asombro

Miércoles, 18 de enero de 2017
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Del blog Nova Bella:

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Asómbrate para ser humano

El ser humano ha sido moldeado por la capacidad de asombro ante la naturaleza, ante la vida, ante las demás; una capacidad de asombro que les ayuda a descubrir la realidad como algo maravilloso, extraño y admirable. “La gente debe de sentir que el mundo natural es importante y valioso, hermoso y maravilloso, asombroso y placentero.” (David Attenborough).

*

Asómbrate como los niños y aliméntate de su capacidad de asombro. Ellos conservan esa infinita capacidad de asombro ante la realidad que descubren y nada les parece irrebatible. Su mente se halla abierta al mundo y hasta la realidad más simple es un motivo de sorpresa. ¡Viven asombrándose! Por eso, “un maestro  debe caminar con asombro, como si estuviera sorprendido de ser él mismo.” (WalterBagehot).

*

Asómbrate para orar

Déjate sorprender. Así sabrás lo que es oración. “En el asombro hay siempre un elemento positivo de plegaria”.(Gilbert K. Chesterton).

Porque “el asombro es la base de la adoración”. (Thomas Carlyle).

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Vigilancia y vela en el hospital

Miércoles, 11 de enero de 2017
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Nos contaba una amiga que recientemente había tenido que velar a un familiar enfermo en el hospital. La enfermedad no era grave así que la noche que le tocó a ella acompañar al paciente  transcurrió incómoda pero serena.

Desde la habitación del hospital podía contemplar el ir y venir de las gentes, los coches y el trajín en los comercios y bares.

A medida que avanzaba la noche todo se fue calmando y adquiriendo tintes de quietud.  También la planta del hospital en la que estaban iba acallando ruidos. La dama noche se apoderaba de todo.

Esta amiga nos contaba que debió de quedarse adormilada un rato porque, cuando abrió los ojos en mitad de la noche y miró por la ventana se encontró con una ambulancia aparcada delante de un portal del edificio de enfrente. No había ningún signo visible de movimiento en el edificio, no se apreciaba ni el más leve desasosiego, excepto las luces de la sirena de la ambulancia que, nerviosas, giraban sobre sí mismas.

Al cabo de unos minutos, quizás una hora, llegó otra ambulancia, silenciosa. Solo el movimiento inquieto de sus luces indicaba urgencia. Se ella se apearon dos personas con sendas mochilas negras a la espalda y, con paso apresurado, entraron en el portal.

Nuestra amiga sintió la urgencia de rezar, algo en ella le decía que, no solo a su familiar enfermo, sino que velara, anónimamente,  la historia que transcurría en el edificio gris de enfrente.

No tenía datos, no sabía qué sucedía, seguía sin haber ningún indicio de alarma en el edificio.

Ella oraba y velaba, confiando a Dios lo que estaba sucediendo.

La entrada de las enfermeras en la habitación ya al clarear el día la distrajeron de su nueva misión. De vez en cuando echaba un vistazo por la ventana y confirmaba que las dos ambulancias seguían allí. También vio llegar a una mujer de unos 40 años que entraba presurosa en el portal mientras hablaba agitadamente por teléfono.

Ya no vio más, nuestra amiga se enfrascó en lo que tenía más cerca, en su familiar enfermo.

Una hora más tarde, al pasar con su coche por delante del portal vio que el sitio de la ambulancia lo ocupaba ahora un coche de una empresa funeraria.

Nuestra amiga nos contaba que días después, ya dentro de la vida cotidiana, se preguntaba por el sentido de su vela gratuita y anónima. Ella había vivido con intensidad ese momento, sin preguntarse nada, solo entregando lo que tenía en ese instante, su vigilia. Había sido testigo anónimo de un suceso, había querido enviar su cercanía, su calor, desde una habitación de un hospital a varios centenares de metros.

¿Había servido de algo su entrega gratuita? No lo sabrá nunca. Pero ahí radica la grandeza de un corazón humano.

Vela y oración.

“Velad y orad”, y confiad en que todo, al final, queda en las manos de Dios.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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2017, bajo el signo de la confianza

Domingo, 1 de enero de 2017
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Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.

No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa,
es sublime, y no lo abarco.

¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;

si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha.

Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí»,
ni la tiniebla es oscura para ti,
la noche es clara como el día.

* * *

Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma,
no desconocías mis huesos.

Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
tus ojos veían mis acciones,
se escribían todas en tu libro;
calculados estaban mis días
antes que llegase el primero.

¡Qué incomparables encuentro tus designios,
Dios mío, qué inmenso es su conjunto!
Si me pongo a contarlos, son más que arena;
si los doy por terminados, aún me quedas tú.

Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
y guíame por el camino eterno.

*

Salmo 139 (138)

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La Danza de la vida

Sábado, 17 de diciembre de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

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Porque si hay personas santas a quienes no gusta bailar,
hay otros muchos santos que necesitan hacerlo,
pues se sienten tan dichosos de vivir:
santa Teresa con sus castañuelas,
san Juan de la Cruz con un Niño Jesús en brazos,
y san Francisco ante el papa.

Si estuviéramos contentos de Ti, Señor,
no podríamos resistir
a esta necesidad de danzar que desborda el mundo,
y llegaríamos a adivinar
qué danza es la que te gusta hacernos danzar,
siguiendo los pasos de tu Providencia.

Porque pienso que debes estar cansado
de gentes que hablan siempre de servirte
con aire de capitanes,
de conocerte con ínfulas de profesor,
de alcanzarte por reglas de deporte.
De amarte como se ama un viejo matrimonio.

Y un día en que deseabais otra cosa
inventaste a san Francisco
e hicistes de él vuestro juglar.
Y a nosotros nos corresponde dejarnos inventar
para ser gentes alegres que dancen su vida contigo.

Hacednos vivir nuestra vida,
no como juego de ajedrez en el que todo es calculado,
no como un “partido“, en el que todo es difícil
no como un teorema que nos rompa la cabeza,
sino como una fiesta sin fin donde se renueva vuestro encuentro,
como un baile, como una danza,
entre los brazos de tu gracia,
con la música universal del amor.
Señor, ven a invitarnos
*

Madeleine Delbrêl

El baile de la obediencia

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Desde los espesores de la oscuridad

Viernes, 16 de diciembre de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

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Dios nuestro, te hablamos desde los espesores de la oscuridad.
Es de noche y tu pueblo se encuentra entumecido por el frío del invierno,
frotando las manos sin poder calentarse.
Llevamos en nuestras espaldas nuestras pequeñas faltas,
pequeñas faltas, pequeños orgullos, egoísmos ensartados como otras tantas perlas amargas
en el collar de nuestras vanidades.
Y oyendo el persistente goteo de nuestras faltas,
nos decimos: ” sin duda que Dios tiene llena la espalda, a la larga, de nuestras tonterías “.
Y Tú, como un Padre amoroso, como una Madre amorosa,
Tú sólo sabes llenar el corazón, una y otra vez,
con nuestras historias, con nuestras tinieblas,
y nos sostienes con el cuidado de tus alas.
Ven, a nuestras vidas, en el hueco de nuestros lomos desgarrados,
ven, te rogamos,
a poner una y otra vez en nosotros la ardiente luz de tu amor ardiente

***

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Oración y Reforma

Lunes, 31 de octubre de 2016
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“Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”
(Fil. 2: 12-13).

 

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“Tengo tantas cosas que hacer,

que pasaré las primeras tres horas orando”

(…)

“La oración no es para cambiar los planes de Dios.

Es para confiar,

descansar en Él,

y hallar la paz”

*

Martin Lutero

***

“Omnipotente y eterno Dios, ¡qué terrible es este mundo! ¡Cómo quiere abrir sus quijadas para devorarme! ¡Y qué débil es la confianza que pongo en ti! Dios mío, protégeme en contra de la sabiduría mundanal. Lleva a cabo la obra, puesto que no es mía; sino tuya. No tengo nada que me traiga aquí, ni tengo controversia alguna con estos grandes de la tierra. Desearía pasar los días que me quedan de vida, tranquilo, feliz y lleno de calma. Empero, la causa es tuya; es justa; es eterna. ¡Dios mío, ampárame, tú eres fiel y no cambias nunca¡ No pongo mi confianza en ningún hombre.

¡Dios mío, Dios mío!, ¿No me oyes? ¿Estás muerto? No, no estás muerto, más te escondes. Dios mío, ¿dónde estás? Ven, ven. Yo sé que me has escogido para esta obra. ¡Levántate, pues, y ayúdame! Por amor de tu amado Hijo Jesucristo, que es mi defensor, mi escudo y mi fortaleza, ponte de mi lado. Estoy listo, dispuesto a ofrecer mi vida, tan obediente como un cordero, en testimonio de la verdad. Aun cuando el mundo estuviera lleno de diablos; aunque mi cuerpo fuera descoyuntado en el ‘potro’, despedazado y reducido a cenizas, mi alma es tuya: tu Sagrada Escritura me lo dice. Amén. ¡Dios mío, ampárame! Amén.”

*

Martín Lutero
Oración antes de presentarse ante la dieta de Worms. Salmo 43

***

Lutero, orante de gran fe, visitó a Melanchton en una ocasión en que éste se encontraba en estado agonizante. Su muerte parecía tan próxima como inevitable. Entre sollozos, oró Lutero pidiendo a Dios la recuperación física de su más íntimo colaborador. Una exclamación vehemente al final de la oración hizo salir a Melanchton de su estupor. Sólo pronunció unas palabras: «Martín, ¿por qué no me dejas partir en paz?» «No podemos prescindir de ti, Felipe», fue la respuesta. Lutero, de rodillas junto al lecho del moribundo, continuó orando por espacio de una hora. Después persuadió a su amigo para que comiera una sopa. Melanchton empezó a mejorar y pronto se restableció totalmente. La explicación la daba Lutero con estas palabras: «Dios me ha devuelto a mi hermano Melanchton en respuesta directa a mis oraciones»

*

José M. Martínez
Pensamiento Cristiano, Octubre 2011

***

calvino

“Concede, Dios Todopoderoso, que desde que estamos bajo la dirección de tu Hijo hemos sido unidos al cuerpo de tu Iglesia que, en muchas ocasiones se ha dispersado o desgarrado en pedazos; permite que podamos continuar en la unidad de la fe, y que luchemos con perseverancia en contra de todas las tentaciones de este mundo y que nunca nos desviemos del camino correcto, sin importar los nuevos problemas que se presenten diariamente; y aunque estemos expuestos a muchas muertes, permite que el temor no se apodere de nosotros/as de manera tal que extinga la esperanza de nuestros corazones; sino que, al contrario, levantemos nuestros ojos y nuestras mentes y todos nuestros pensamientos a tu gran poder, por el cual aligeraste la muerte, y levantaste de la nada cosas que no existían, para que así, aunque estamos expuestos a ruina diariamente, nuestras almas puedan aspirar a la salvación eterna hasta que verdaderamente te reveles como la fuente de vida, cuando podamos disfrutar de esa dicha sin fin que ha sido obtenida para nosotros por la sangre de tu único Hijo nuestro Señor. Amén.”

*

Juan Calvino

***

«Acostumbro a definir este libro como una anatomía de todas las partes del alma, porque no hay sentimiento en el ser humano que no esté ahí representado como en un espejo. Diría que el Espíritu Santo colocó allí, a lo vivo, todos los dolores, todas las tristezas, todos los temores, todas las dudas, todas las esperanzas, todas las preocupaciones, todas las perplejidades hasta las emociones más confusas que agitan habitualmente el espíritu humano».

*

Juan Calvino (1509-1564)
prefacio de su comentario a los salmos

***

““El Señor nos mandó a orar. El lo ordenó, no tanto para su propio bien, sino para el nuestro. El actúa –como es correcto– para que la gloria sea para él, el reconocimiento de que todo lo que deseamos y consideramos para nuestro beneficio, viene de él.”

Dispuestos en la mente y el corazón, como corresponde a aquellos que entran en conversación con Dios… desde  el fondo de nuestro corazón… las únicas personas que debida y correctamente se ceñirán para orar son los que están tan conmovidos por la majestad de Dios, que, libre de cuidados y afectos terrenales, llegan a la misma… manteniendo la disposición de un mendigo… con afecto sincero de corazón, y al mismo tiempo el deseo de obtenerlo de él… pedir con fe, no dudando nada…”

“… A menos que nos fijemos ciertas horas en el día para la oración, fácilmente se deslizará de nuestra memoria… A pesar de que nuestras mentes siempre deben estar levantadas a Dios, hay ciertas horas que no debemos dejar pasar sin oración- cuando nos levantamos en la mañana; cuando comenzamos y terminamos los alimentos cuando nos vamos a la cama. Pero también cuando nosotros u otros estamos siendo amenazados de cerca por peligro debemos volvernos a Dios por ayuda; cuando el bien nos llega debemos volvernos a Él en acción de gracias. De nuevo, debemos siempre dejar a Dios Su libertad y no decirle lo que debe hacer. Dejamos nuestra voluntad a Su disposición, y paciencia, no debemos cansarnos de orar.”

*

Juan Calvino
en T. H. L. Parker. John Calvin. A Biography. Página 62.

***

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Clamando a Dios

Domingo, 16 de octubre de 2016
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HOMBRE

Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.

Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.

Alzo la mano, y tú
me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.

Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!

*

Blas de Otero
Ángel fieramente humano (1950)

***

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola:

“Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.

En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario.”

Por algún tiempo se llegó, pero después se dijo:

“Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara.””

Y el Señor añadió:

“Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?

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Lucas 18, 1-8

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Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan

Domingo, 16 de octubre de 2016
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54-ordinarioc29-cerezoLeído en Koinonia:

Éxodo 17,8-13: Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel.
Salmo responsorial: 120: El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
2Timoteo 3, 14-4, 2: El hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena.
Lucas 18, 1-8: Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: “Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.

En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario.”

Por algún tiempo se llegó, pero después se dijo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara.””

Y el Señor añadió: “Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”

Jesús propuso esta parábola para invitar a sus discípulos a no desanimarse en su intento de implantar el reinado de Dios en el mundo. Para ello, además de trabajar duro, deberán ser constantes en la oración, como la viuda lo fue en pedir justicia hasta ser oída por aquél juez que hacía oídos sordos a su súplica. Su constancia, rayana en la pesadez, llevó al juez a hacer justicia a la viuda, liberándose de este modo de ser importunado por ella.

Esta parábola del evangelio tiene un final feliz, como tantas otras, aunque no siempre suele suceder así en la vida. Porque, ¿cuánta gente muere sin que se le haga justicia, a pesar de haber estado de por vida suplicando al Dios del cielo? ¿Cuántos mártires esperaron en vano la intervención divina en el momento de su ajusticiamiento? ¿Cuántos pobres luchan por sobrevivir sin que nadie les haga justicia? ¿Cuántos creyentes se preguntan hasta cuándo va a durar el silencio de Dios, cuándo va a intervenir en este mundo de desorden e injusticia legalizada? ¿Cómo permite el Dios de la paz y el amor esas guerras tan sangrientas y crueles, el demencial armamento militar, el derroche de recursos que destruyen el medio ambiente, el hambre, la desigualdad creciente entre países y entre ciudadanos?

En medio de tanto sufrimiento, al creyente le resulta cada vez más difícil orar, entrar en diálogo con ese Dios a quien Jesús llama “padre”, para pedirle que “venga a nosotros tu reinado”. Desde la noche oscura de ese mundo, desde la injusticia estructural, resulta cada día más duro creer en ese Dios presentado como omnipresente y omnipotente, justiciero y vengador del opresor.

O tal vez haya que cancelar para siempre esa imagen de Dios a la que dan poca base las páginas evangélicas. Porque, leyéndolas, da la impresión de que Dios no es ni omnipotente ni impasible –al menos no ejerce como tal-, sino débil, sufriente, “padeciente”; el Dios cristiano se revela más dando la vida que imponiendo una determinada conducta a los humanos; marcha en la lucha reprimida y frustrada de sus pobres, y no a la cabeza de los poderosos.

El cristiano, consciente de la compañía de Dios en su camino hacia la justicia y la fraternidad, no debe desfallecer, sino insistir en la oración, pidiendo fuerza para perseverar hasta implantar su reinado en un mundo donde dominan otros señores. Sólo la oración lo mantendrá en esperanza.

No andamos dejados de la mano de Dios. Por la oración sabemos que Dios está con nosotros. Y esto nos debe bastar para seguir insistiendo sin desfallecer. Lo importante es la constancia, la tenacidad. Moisés tuvo esa experiencia. Mientras oraba, con las manos elevadas en lo alto del monte, Josué ganaba en la batalla; cuando las bajaba, esto es, cuando dejaba de orar, los amalecitas, sus adversarios, vencían. Los compañeros de Moisés, conscientes de la eficacia de la oración, le ayudaron a no desfallecer, sosteniéndole los brazos para que no dejase de orar. Y así estuvo –con los brazos alzados, esto es, orando insistentemente-, hasta que Josué venció a los amalecitas. De modo ingenuo se resalta en este texto la importancia de permanecer en oración, de insistir ante Dios.

En la segunda lectura Pablo también recomienda a Timoteo ser constante, permaneciendo en lo aprendido en las Sagradas Escrituras, de donde se obtiene la verdadera sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación. El encuentro del cristiano con Dios debe realizarse a través de la Escritura, útil para enseñar, reprender, corregir y educar en la virtud. De este modo estaremos equipados para realizar toda obra buena. El cristiano debe proclamar esta palabra, insistiendo a tiempo y a destiempo, reprendiendo y reprochando a quien no la tenga en cuenta, exhortando a todos, con paciencia y con la finalidad de instruir en el verdadero camino que se nos muestra en ella. Leer más…

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Dom 16.10.16. Viuda (¿iglesia?) indignada: El poder de los impotentes

Domingo, 16 de octubre de 2016
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 29 Tiempo ordinario. Ciclo C. Lc 18, 1-8. En una de las páginas más hondas de la filosofía del siglo XX (Totalidad e Infinito), E. Levinas, judío curtido en opresiones, nos habló de la eficacia del “rostro suplicante”, es decir, del argumento de los indignados que gritan con su rostro, exigiendo justicia.

El mayor poder del mundo no es la Bomba, ni el Gran Capital, ni un Estado pretendidamente soberano, ni una Iglesia triunfante, sino el rostro impotente del huérfano, la viuda y extranjero…, el rostro que sufre y se indigna, que mira y suplica, pues lleva en el fondo toda la energía de Dios ; éste es el poder más hondo, el grito de los indignados.

En esa línea se sitúa hoy el testimonio de la viuda del evangelio, sin más ley ni derecho que su rostro indignado y su grito suplicante para exigir justicia, siendo así capaz de cambiar incluso al juez inicuo.

14718708_665266803650515_7437983696970535053_nLas viudas son para la Biblia judía y cristiana el prototipo de los necesitados: Son personas sin derechos familiares, sin padre que pueda acogerlas en su casa, sin marido que les ofrezca protección, sin hijos que puedan defenderlas.

Éstas son las viudas, es decir, las mujeres en estado puro, dentro de una sociedad donde el único derecho es la fuerza de los hombres. Pues bien, por encima de ese derecho de la fuerza está el grito de las viudas, de los huérfanos y extranjeros indignados, pidiendo justicia.

Las mujeres viudas se concebían entonces (en el AT, en el tiempo de Jesús) como un bien mostrenco, bajo la amenaza económica, social y sexual de los hombres, bajo el riesgo de ser utilizadas, vendidas, sometidas. Pues bien, tradición bíblica las vincula, en el corazón del Pentateuco y en los profetas, con los huérfanos (niños sin protección) y con los extranjeros (hombres y/o mujeres sin amparo legal).

14705807_664766247033904_845131620558345362_nEl grito indignado y exigente de viudas, huérfanos y extranjeros constituye el más hondo de todos los poderes, como sabe el AT, como sabe el evanelio de hoy. Desde ese fondo quiero ofrecer primero una visión general del AT, para detenerme después en el evangelio de este día, la viuda suplicante. Buen domingo.

Imágenes: 1-2. Dos versiones del cuadro famoso del grito, de Edvard Munch (1863-1944), que pueden ayudarnos a entender el tema (con viuda, con huérfano).

Imágenes 3-4: Unamuno se refugia en el coche,en Salamanca, tras el discurso académico/político de protesta (12.10.1936), en contra de la guerra, pidiendo que nadie venciera… sino que convencieran. A su lado (¿a favor, en contra?) el obispo Plá i Deniel, con falangistas dispuestos a lincharle. Muere a los pocos días, queda su grito indignado, ochenta años después.

ANTIGUO TESTAMENTO. HUÉRFANOS, VIUDAS Y EXTRANJEROS

La Biblia Antigua ha condensado las obras de misericordia en la ayuda a esos tres tipos de personas, que habían aparecido en los profetas, y que anticipan el mensaje de Lc 4, 18-19 y Mt 25, 31-46.

El cuerpo de la ley protegía ante todo a los connacionales fuertes, mientras los otros (huérfanos, viudas y extranjeros) parecían abandonados a sí mismos, sin el patrocinio del conjunto social.

— Pues bien, para proteger a huérfanos, viudas y extranjeros ha elaborado el AT una norma religiosa de misericordia, que aparecía ya en Is 1, 17 (huérfanos y viudas) y en Jer 7, 6 (forasteros, huérfanos y viudas), la norma y principio del grito indignado.

‒ Viuda (‘almanah) era una mujer sin protección y ayuda de marido, sea porque ha muerto o le ha dejado, quedando así sola, sin padres, hermanos o parientes que la cuiden. En aquel contexto patriarcal violento era difícil vivir como viuda, pues sin casa (padre o marido) una mujer se hacía prostituta o se hallaba en riesgo de ser utilizada. En ese contexto se sitúa la ley del levirato (Dt 25,5-10): el hermano o pariente más cercano del marido muerto debía ocuparse de la viuda (cf. Gen 38; Rut 4), pero en muchos casos no había tal pariente.

‒ Huérfano (yatom) es el niño o menor sin familia ni protección jurídica y/o social, a merced del capricho o prepotencia de otros. La tradición israelita ha unido a huérfanos y viudas, haciéndoles objeto de cuidado especial por parte del resto de la sociedad (cf. Is 1,23; Jer 49,1; Job 22,9; 24,3; Lam 5,3). Yahvé aparece así como Padre de huérfanos a quienes protege y como juez (dayan) de viudas (Sal 68,6), a quienes defiende, dando ese encargo a todos los creyentes.

‒ Extranjeros o gerim. Son los que residen (gur) en Israel, pero sin formar parte de la institución sagrada de las tribus, ni estar integrados en la estructura económico/social y religiosa del pueblo. No están protegidos por la alianza de Israel, y así constituyen una categoría especial, con riesgo de ser expulsados (cf. Esdras-Nehemías). Pues bien, en contra de eso, les protegen las leyes más sagradas la Biblia, las proto-leyes de la misericordia y hospitalidad.

Uno de los textos legales más antiguos de la Biblia, el dodecálogo de Siquem (Dt 27,15-26), formula de manera radical esta exigencia de misericordia, expresada en tres obras de ayuda.

¡Maldito quien defraude en su derecho al forastero, huérfano y viuda!
¡Y todo el pueblo responda: así sea! (Dt 27,19)

Esta maldición interpreta el derecho (mishpat) como misericordia, ayuda a los excluidos, en un gesto solemne, presidido por levitas que proclaman la ley suprema, mientras el pueblo, reunido en asamblea (cf. Dt 27,1.9), responde ‘amen, así sea. Esta defensa de los oprimidos no ha entrado en los decálogos estrictos de Ex 20 y Dt 5 (con su legislación oficial), pero constituye el derecho fundante de Israel: no cree en Dios (no puede responder amén) quien no cumpla esta exigencia. El esa línea se sitúa el Código de la Alianza (Ex 20, 22‒23, 19), incluido tras el decálogo del Sinaí (Ex 19-24), con leyes antiguas (del siglo IX-VIII a.C.) de tipo social, criminal, económico y cultual:

No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis en Egipto. No explotarás a la viuda y al huérfano, porque si ellos gritan a mí yo los escucharé. Se encenderá mi ira y os haré morir a espada, y quedarán viudas vuestras mujeres y huérfanos vuestros hijos (Ex 22, 20-22).

Este recuerdo del origen social israelita (¡fuiste ger o extranjero!) fundamenta su moral y la edifica sobre la solidaridad con los oprimidos: Dios tuvo misericordia de los hebreos en Egipto; ahora son ellos los que deben imitarle, protegiendo a extranjeros, huérfanos y viudas. Si alguien les explota ellos pueden gritar y Dios les oye.

En esa línea avanza el cuerpo doctrinal del Deuteronomio (Dt 12-26), que recoge y sistematiza (en el VII a.C.) esas leyes, en línea de fiesta y comida

Celebrarás (la fiesta) ante Yahvé, tu Dios, tú y tus hijos y tus hijas y tus siervos y tus siervas, y el levita que está junto a tus puertas, y el extranjero, huérfano y viuda que viva entre los tuyos, en el lugar que Yahvé tu Dios elija para que more allí su nombre. Recuerda que fuiste siervo de Egipto; guarda y cumple todos estos preceptos (Dt 16, 11-12).

Junto al huérfano/viuda/extranjero, esta ley incluye a siervos y siervas, criados o esclavos, igual que a los levitas que carecen de propiedad para organizar las fiestas sagradas, que debían celebrarse en Jerusalén. Todos han de participar en ellas. En ese contexto se formula la ley sobre el rebusco:

Cuando siegues la mies de tu campo… no recojas la gavilla olvidada; déjasela al extranjero, al huérfano y a la viuda, y te bendecirá Yahvé tu Dios en todas las tareas de tus manos. Cuando varees tu olivar… Cuando vendimies tu viña no rebusques los racimos; déjaselos al extranjero, al huérfano y a la viuda; recuerda que fuiste esclavo en Egipto (Dt 24, 19-22).

Yahvé, que ha empezado siendo un Dios de esclavos, se ocupa de los nuevos oprimidos: huérfanos, viudas, extranjeros. Por eso, frente a la codicia de los propietarios, el Deuteronomio apela al derecho de los desposeídos. Poderosa es la voz del pobre (´ani, ´ebyon), que clama a Yahvé (cf. 24, 14-15); por eso hay que ayudarle.


EL GRITO INDIGNADO DE LA VIUDA SUPLICANTE. EVANGELIO DE LUCAS

He presentado el tema de las viudas (con los huérfanos y extranjeros) desde la perspectiva de la voz suplicante. Las viudas aparecen sometidas a la arbitrariedad de los poderosos, pero tienen una voz que llega hasta Dios. Ellas aparecen de un modo especial en el evangelio de Lucas, que seguimos leyendo este domingo:

Está la viuda del nacimiento de Jesús (Lc 2, 37);
Está la viuda y madre del hijo muerto de Naím (Lc 7, 12);
Está la viuda que da todo lo que tiene, la mejor cristiana (Lc 21, 2-3).
Hoy está la viuda suplicante, la del grito que todo lo consgue (Lc 18, 1-8).

En contra de los que piensan que no merece la pena salir a la calle y gritar (en plano social y religioso, político y eclesial) habla este evangelio, que nos sitúa ante el grito de la viuda, capaz de cambiar el orden injusto del sistema. Leer más…

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“Oración, fin del mundo e injusticia”. Domingo 29 Ciclo C

Domingo, 16 de octubre de 2016
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maxresdefaultDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

Un enfoque distinto de la oración

Los cristianos para los que Lucas escribió su evangelio no estaban muy acostumbrados a rezar, quizá porque la mayoría de ellos eran paganos recién convertidos. Igual que muchos cristianos actuales, sólo se acordaban de santa Bárbara cuando truena. Lucas se esforzó por inculcarles la importancia de la oración: les presentó a Isabel, María, los ángeles, Zacarías, Simeón, pronunciando las más diversas formas de alabanza y acción de gracias; y, sobre todo, a Jesús retirándose a solas para rezar en todos los momentos importantes de su vida.

            El comienzo del evangelio de este domingo (Lucas 18, 1-8) parece formar parte de la misma tendencia: “En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola”. Sin embargo, el final nos depara una gran sorpresa.

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola:

            ‒ Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle:

            ‒ Hazme justicia frente a mi adversario.

            Por algún tiempo se negó, pero después se dijo:

            ‒ Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara.

            Y el Señor añadió:

            ‒ Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios…

Interrumpe la lectura y pregúntate cuál sería el final lógico. Probablemente éste: Pues Dios, ¿no escuchará a los quienes le suplican continuamente, sin desanimarse?

Sin embargo, no es así como termina la parábola de Jesús, sino con estas palabras:

            Pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar.

El acento se ha desplazado al tema de la justicia, a una comunidad angustiada que pide a Dios que la salve. No se trata de pedir cualquier cosa, aunque sea buena, ni de alabar o agradecer. Es la oración que se realiza en medio de una crisis muy grave.

Los elegidos que gritan día y noche

Recordemos que Lucas escribe su evangelio entre los años 80-90 del siglo I. Algunas fechas ayudan a comprender mejor el texto.

Año 62: Asesinato de Santiago, hermano del Señor.

Año 64: Nerón incendia Roma. Culpa a los cristianos y más tarde tiene una persecución en la que mueren, entre otros muchos, según la tradición, Pedro y Pablo.

Año 66: los judíos se rebelan contra Roma. La comunidad cristiana de Jerusalén, en desacuerdo con la rebelión y la guerra, huye a Pella.

Año 70: los romanos conquistan Jerusalén y destruyen el templo.

Año 81: sube al trono Domiciano, que persigue cruelmente a los cristianos y promulga la siguiente ley: “Que ningún cristiano, una vez traído ante un tribunal, quede exento de castigo sin que renuncie a su religión”.

En este contexto de angustia y persecución se explica muy bien que la comunidad grite a Dios día y noche, y que la parábola prometa que Dios le hará justicia frente a las injusticias de sus perseguidores.

Sin embargo, Lucas termina con una frase desconcertante: Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?

La venida del Hijo del Hombre

¿A qué viene esta referencia al momento final de la historia, que parece fuera de sitio? Para comprenderla conviene leer el largo discurso de Jesús que sitúa Lucas inmediatamente antes de la parábola de la viuda y el juez (Lc 17,20-37). Algunos pasajes de ese discurso parecen escritos teniendo en cuenta lo ocurrido el año 79, cuando el Vesubio entró en erupción arrasando las ciudades de Pompeya y Herculano. Muchos cristianos debieron ver este hecho como un signo precursor del fin del mundo y de la vuelta de Jesús. Ese mismo tema lo recoge Lucas al final de la parábola para relacionar la oración en medio de las persecuciones con la segunda venida de Jesús.

La fe de una oración perseverante

El tema de la vuelta del Señor es esencial para entender el evangelio de Lucas, aunque subraya que nadie sabe el día ni la hora, y que es absurdo perderse en cálculos inútiles. Lo importante es que el cristiano no pierda de vista el futuro, la meta final de la historia, que culminará con la vuelta de Jesús y el final de las persecuciones injustas.

Pero esa no era entonces la actitud habitual de los cristianos, ni tampoco ahora. Lo habitual es vivir el presente, sin pensar en el futuro, y mucho menos en el futuro definitivo, que nos resulta, hoy día, mucho más lejano que a los hombres del siglo I.

Eso es lo que quiere evitar el evangelio cuando termina desafiándonos: Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra? Que nuestra fe no se limite a cinco minutos o a un comentario, sino que nos impulse a clamar a Dios día y noche.

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La primera lectura, tomada del libro del Éxodo (17, 8-13), propone las mismas ideas aunque de forma que a muchos puede resultar políticamente incorrecta. Los amalecitas, un pueblo nómada, atacaban a menudo a los israelitas durante su peregrinación por el desierto hacia la Tierra Prometida. Una persecución parecida a la que sufrieron los cristianos por parte de Roma. Pero Moisés no espera que Dios intervenga para salvarlos; ordena a Josué que los ataque. Lo interesante del relato es que mientras Moisés mantiene las manos en alto, en gesto de oración, los israelitas vencen; cuando las baja, son derrotados. Pero a los judíos nunca le faltan ideas prácticas para solucionar el problema. Lee el texto.

            En aquellos días, Amalec vino y atacó a los israelitas en Rafidín. Moisés dijo a Josué:

            ‒ Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré en pie en la cima del monte, con el bastón maravilloso de Dios en la mano.

            Hizo Josué lo que le decía Moisés, y atacó a Amalec; mientras Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte. Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel; mientras la tenía baja, vencía Amalec. Y, como le pesaban las manos, sus compañeros cogieron una piedra y se la pusieron debajo, para que se sentase; mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sostuvo en alto las manos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a Amalec y a su tropa, a filo de espada.

Este texto se ha elegido porque va en la línea de orar siempre sin desanimarse que intenta inculcar el evangelio. Pero la idea de usar la oración para matar amalecitas no parece la más evangélica.

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Domingo XXIX del Tiempo Ordinario. 16 octubre, 2016

Domingo, 16 de octubre de 2016
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“Para mostrar (a sus discípulos)  la necesidad de orar siempre, sin desanimarse, Jesús les contó esta parábola. Había en una ciudad un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había también en aquella ciudad una viuda que no cesaba de suplicarle: `hazme justicia frente a mi enemigo`. El juez se dijo: ´aunque no temo a Dios ni respeto a nadie, es tanto lo que esta viuda me importuna, que le haré justicia para que deje de molestarme de una vez´. Y el Señor añadió: ´cuando venga el Hijo del hombre ¿encontrará fe en la tierra?”.

LUCAS 18,1-18

¡Qué bella invitación nos hace Jesús! Nos llama a perseverar, a confiar en nuestro Dios.

La oración cristiana es una relación personal con Dios. Relación que nos descubre lo que en verdad somos: ¡Hijas e hijos de Dios! No hay mayor gozo para una persona buscadora de interioridad, de trascendencia que saber que Dios Padre está esperando nuestra súplica insistente, como la de la viuda.

Súplica que no es un movimiento de labios distraído, sino un balbuceo del corazón, una mirada confiada, un dejar que el corazón distendido descubra la ternura de Dios Padre-Madre, que no responde cansado y malhumorado como el juez, sino con amor tierno a nuestras miradas, a nuestras búsquedas a nuestras añoranzas de interioridad, de plenitud como dice Jeremías 31,1, “con amor eterno te amo, por eso te he atraído con misericordia”.

Este es el fin de nuestra oración: llegar a las entrañas de Dios, dejarnos tocar, dejarnos atraer por su Amor. Y esta experiencia tiene retorno, no queda en las nubes perdida,  sino que nos enseña: “aprended a hacer el bien, buscad el derecho, proteged al oprimido, socorred al huérfano, defended a la viuda” (Is. 1,17) todo lo contrario del juez.

 Abre tu corazón, levanta la mirada más allá de lo tangible y con corazón suplicante pon en manos de Dios Padre-Madre el dolor de nuestras hermanas y hermanos.

Bien puedes acabar esta reflexión poniendo tu fe en manos del Dios de Jesús, y acoger la frase que nuestro Dios pone en boca del profeta Oseas, 14,9b, “Yo escucho tu plegaria y velo por ti”.

ORACIÓN

Señor, yo creo, yo quiero creer en Ti.

Señor, haz que mi fe sea pura, sin reservas, y que penetre en mi pensamiento, en mi modo de juzgar las cosas divinas y humanas.

Señor, haz que mi fe sea libre, que acepte las renuncias y los riesgos que comporta: creo en Ti, Señor.

Señor, haz que mi fe sea fuerte, que no tema los múltiples problemas que llenan nuestra vida.

Señor, haz que mi fe sea gozosa y dé paz y alegría a mi espíritu, y lo capacite para la oración con Dios y para la conversación con los hombres.

Señor, haz que mi fe sea activa: sea verdadera amistad contigo y sea tuya, en los sufrimientos, que sea una continua búsqueda, un testimonio continuo, una continua esperanza.

Señor, haz que mi fe sea humilde, que se rinda al testimonio del Espíritu Santo. Amén.

Pablo VI

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Fuente: Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Dios no tiene que hacer justicia humana

Domingo, 16 de octubre de 2016
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persistent_widow-60184351_stdComentar las lecturas de hoy es complicado porque partiendo de ellas, tenemos que concluir literalmente lo contrario de lo que dicen. La 1ª:el mito de la elección. El Dios de Jesús no puede estar en contra de nadie. Amalec es para Dios tan querido como el pueblo israelita, aunque los judíos sigan pensando otra cosa. La 2ª: El mito de la inspiración. No toda la Escritura es útil para enseñar. Recordad las palabras de Jesús: habéis oído que se dijo… pero yo os digo… La 3ª: el mito de la justicia de Dios. Ni ahora ni después, ni al que se lo pida con insistencia ni al que no se lo pida, va a hacer justicia humana de ninguna manera.

La Escritura es fruto de una experiencia religiosa, pero está expresada en conceptos que corresponden a una visión mítica del mundo. Al entenderla y juzgarla desde nuestra mentalidad, que ya no es mítica, distorsionamos el mensaje. Debemos tener la valentía de separar el mensaje, del envoltorio en que ha sido transmitido. Nuestra teología ha sido un intento de convertir el mito en logos. La racionalización del mito nos impide descubrir su valor y nos lleva a una falsificación de la verdad que en él se contiene. A este proceso que ha durado veinte siglos, le podíamos llamar mitologización. Por eso desde Bultmann se habla de una necesaria desmitologización.

La modernidad cometió el error de lanzar por la borda la increíble riqueza de la experiencia religiosa, porque confundió el embalaje mítico en que venía presentada con la verdad que quería trasmitir. Con el agua del baño hemos tirado por la ventana al niño. Pero las religiones, sobre todo la nuestra, siguen manteniendo el error de no querer prescindir del envoltorio porque, después de tanto tiempo insistiendo en que había que mantener a toda costa el mito, ahora no tienen la valentía de proponer la verdad separada del mismo mito.

También hoy es imprescindible atender al contexto para entender el texto. A continuación del relato de los diez leprosos que hemos leído el domingo pasado, le preguntan a Jesús los fariseos sobre cuando llegará el Reino de Dios. Jesús responde con afirmaciones sobre el Reino de Dios y sobre la última venida del Hijo del hombre. Con la perspectiva de ese pequeño apocalipsis, el relato de hoy cobra su verdadero sentido. No trata de prevenir cualquier desánimo, sino del peligro de caer en el desaliento porque la parusía se retrasaba demasiado. Recordemos que la expectativa de un final inmediato, era el ambiente en que se vivió el primer cristianismo.

La parábola del juez y la viuda no tiene aplicación posible desde nuestra religiosidad actual. No se trata solo de no confundir al juez injusto con Dios. Es que ni siquiera podemos esperar que haga justicia. Hoy sabemos que Dios no puede tener ahora una postura y otra para dentro de una hora o para el final de los tiempos. Dios es siempre el mismo y no puede cambiar para amoldarse a una petición. No tenemos que esperar al final del tiempo para descubrir la bondad de Dios. Se puede descubrir a Dios presente, incluso en todas las calamidades, injusticias y sufrimientos que los hombres nos causamos unos a otros.

El tema es de máxima importancia, porque la oración, en cualquiera de sus formas, es una de las manifestaciones religiosas que más nos dice sobre nuestra manera de entender a Dios y al hombre. En concreto, lo que esperamos de la oración de petición nos puede servir de test para comprender el estadio en que se encuentra nuestra religiosidad. Agustín, con su genialidad, nos ha metido por un callejón sin salida cuando afirmó que la oración no era eficaz, quia malum, quia mala, quia male. Que quiere decir: porque soy malo, porque pido cosas malas, porque las pido de mala manera. Este razonamiento es insostenible, porque, constatado que Dios no responde, nos las arreglamos para dejar a salvo a Dios, pues la culpa la tenemos siempre nosotros.

De manera menos lapidaria yo me atrevo a decir: Si rezamos, esperando que Dios cambie la realidad: malo. Si esperamos que cambien los demás, malo, malo. Si pedimos, esperando que el mismo Dios cambie: malo, malo, malo. Y si terminamos creyendo que Dios me ha hecho caso y me ha concedido lo que le pedía: rematadamente malo. Cualquier argucia es buena, con tal de no vernos obligados a hacer lo único que es posible y además, está en nuestras manos: cambiar nosotros.

No es tarea de Dios impartir justicia humana, y la justicia divina se está realizando en todo momento. Para Él todo está en orden en cada instante. El que es objeto de injusticia no será afectado en su verdadero ser si él no se deja arrastrar por la misma injusticia. La justicia humana se impone por el poderjudicial.Cuando pedimos a Dios que imponga “justicia” le estamos pidiendo que actúe como los poderosos. Dios no puede actuar contra nadie por muchas fechorías que haya hecho. Dios está siempre con los oprimidos, pero nunca para concederles la revancha contra los opresores.

En la Biblia “hacer justicia” es liberar al oprimido. Ésta era la acción más propia de Dios. El pueblo de Israel interpretó los acontecimientos favorables como acción de Dios a su favor. Pero cuando las cosas le iban mal tenían que concluir que se debía a que no habían sido fieles a la Alianza. La verdad es que ante las mayores injusticias de entonces y de ahora, Dios se calla. Es muy difícil armonizar este silencio de Dios con la insistencia en la eficacia de la oración. Dios no puede hacer justicia, tal como la entendemos los humanos.

No se trata de la oración en general, sino de una oración muy concreta: la petición a Dios de justicia para los oprimidos. No tenemos que esperar a la acción puntual de Dios, sino descubrir su presencia en todo acontecer y en toda situación. Es mucho más importante saber aguantar la injusticia que alcanzar nuestra justicia. Es mucho más importante ser siempre “justos” que conseguir justicia de otros. La justicia de Dios es una actitud que permite descubrir todo lo que puedo esperar en el momento actual, sin que Dios tenga que hacer nada, mucho menos, teniendo que echar mano de su poder.

La oración no la hago para que la oiga Dios, sino para escucharla yo mismo y darme la ocasión de profundizar en el conocimiento de mi ser profundo. Todo ello me llevará a dar sentido al sinsentido aparente. El silencio de Dios me obliga a profundizar en la realidad que me desborda y a buscar la verdadera salida, no la salida fácil de una solución externa del problema, sino la búsqueda del verdadero sentido de mi vida en esa circunstancia. Mi justicia la tengo que hacer yo en mí. La injusticia del otro no me debe hacer injusto a mí.

Pedir a Dios justicia, aquí o para el más allá, es mantener el ídolo que hemos creado a nuestra medida. La justicia en el más allá se inventó precisamente para armonizar la idea de un Dios justo al modo humano con la hiriente realidad de una injusticia que clamaba al cielo. En tiempo de los macabeos se vio que los males que afligían a los seres humanos no se podían explicar como castigo de Dios, porque Antíoco estaba sacrificando precisamente a los más fieles a la Ley. Para superar esa contradicción se sacó de la manga un castigo y un premio para después de la muerte.

El mensaje de Jesús está sin estrenar. ¿A quién de nosotros se nos ha ocurrido alguna vez dar la túnica al que nos roba el manto? ¿Quién ha puesto una sola vez la otra mejilla cuando le han dado una bofetada? Ni siquiera admitimos la posibilidad de entrar en la dinámica del evangelio. Todo lo contrario, tratamos por todos los medios de que Dios se acomode a nuestra manera de pensar y actúe como actuamos nosotros. La única manera de ser justo es no practicar ninguna injusticia. Este es el sentido que tiene casi siempre “justicia” en la Biblia.

Meditación-contemplación

La plenitud de la justicia está en la entrega absoluta y total.
Esto no tiene nada que ver con nuestra justicia.
La mayor de las injusticias sufrida desde esta perspectiva,
es compatible con la plenitud humana más absoluta.
…………………

Jesús en la cruz, llegó a la plenitud humana porque se identificó totalmente con Dios.
Ahí está su máxima gloria.
Ese es el camino que él ha marcado para todo ser humano.
Darse totalmente es la meta más alta que puede alcanzar el hombre.
…………………

Nuestra justicia está siempre mezclada con la venganza.
Mi plenitud no está en la derrota del enemigo
sino en dejarme derrotar por mantenerme en el amor.
Esto es el evangelio. ¿Quién se lo cree?

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La oración permanente

Domingo, 16 de octubre de 2016
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12190055_984102751651193_5912908670137319560_nThe tears I shed yesterday have become rain (Thich Nhat Hanh)

16 de octubre. Domingo XXIX del TO

Lc 18, 1-8

Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres

“Las personas viajan, dijo San Agustín, para maravillarse ante las alturas de las montañas, las enormes olas del mar, los largos cursos de los ríos, la inmensa vastedad del océano, el movimiento circular de las estrellas; y, sin embargo, se contemplan a sí mismos sin mostrar el menor asombro”. No son conscientes de que orar es asomarse al interior de sí mismos.

Eso le sucedía al fariseo, que daba gracias a Dios porque no era como los demás hombres mientras el publicano no se atrevía a levantar los ojos al cielo y se golpeaba el pecho. ¡Qué diferente se ha mostrado el Papa en su reciente viaje a Arzerbaiyán y Georgia! En su visita del 3 de octubre a la catedral ortodoxa de Svetitskhovelih recordó al patriarca Elia II el versículo 1 del Salmo 133: “Cómo es bello y dulce que los hermanos vivan juntos en armonía”Alguien dijo que la música–y otro tanto podríamos decir del Evangelio–, está más relacionada con la vida interior que con la realidad externa. Por eso tanto una como otro son capaces de transformar internamente al hombre.

No me gusta el Moisés de Éxodo 17 con los brazos levantados para pedir a Dios la victoria de Josué contra Amelec en Refidim, quizás influenciado por la vana promesa del Salmo 120: “el auxilio viene del Señor que hizo el cielo y la tierra”.

¿Pero qué Dios puede ser ese que permite vencer al enemigo pasando al ejército  y al pueblo por la espada? ¿Es que puede haber oración de venganza? La del profeta y legislador de Israel fue perseverante y vengativa. Hasta que se puso el sol estuvo en oración. Pagó su pecado no pudiendo alcanzar la Tierra Prometida. Únicamente la vio desde el Monte Nebo con aquella mirada de deseo con que le esculpió Miguel Ángel en mármol de Carrara, y las Tablas de la Ley –ley más que amor bajo su brazo.

Su protector Julio II, conocido como el “Papa Guerrero” por la intensa actividad política y militar de su pontificado (1503 a 1513), manejaba con más destreza la espada para derrotar a sus enemigos que las rodillas para pedir por ellos. Frecuentaba con más devoción los campos de batalla que la iglesia. Todo lo contrario de lo que dice y hace nuestro Papa Francisco que, en carta vaticana del 7 de julio de 2016 a los obispos les propone la “Red Mundial de la Oración al servicio de los desafíos de la humanidad y de la misión De la Iglesia.

Los empobrecidos tienen que empezar y perseverar en la lucha por la justicia con palabras y hechos. Incluso teniendo en cuenta que hay jueces y sistemas inicuos que, con toda seguridad, no sólo no defenderán su causa, sino que la tildarán de subversión, rebelión, terrorismo y peligro para la nación y para la estabilidad social. Lucas nos propone hoy la parábola de la viuda y el juez injusto, en la que nos manifiesta la necesidad de “orar siempre y no desmayar”. El mejor camino para ello es, como decía Thich Nhat Hanh: “Las lágrimas que derramé ayer, se han convertido en lluvia”. En nube que fecunda la tierra y todo lo transforma.

Hablando de la dimensión religiosa de su poesía, decía Dámaso Alonso que en ella estaba, precisamente, “la raíz de su pensamiento poético”. En su soneto Hombre Dios podemos apreciarlo claramente.

HOMBRE DIOS

Hombre es amor. Hombre es un haz, un centro
donde se anuda el mundo. Si Hombre falla
otra vez el vacío y la batalla
del primer caos y el Dios que grita «¡Entro!»

Hombre es amor, y Dios habita dentro
de ese pecho y profundo, en él se acalla;
con esos ojos fisga, tras la valla,
su creación, atónitos de encuentro.

Amor-Hombre, total rijo sistema
yo (mi Universo). ¡Oh Dios, no me aniquiles
tú, flor inmensa que en mi insomnio creces!

Yo soy tu centro para ti, tu tema
de hondo rumiar, tu estancia y tus pensiles.
Si me deshago, tú desapareces.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Acosos, ruegos y persecuciones

Domingo, 16 de octubre de 2016
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juez250Lc 18, 1-8

A cada parábola se puede entrar por diferentes puertas y, sea la que sea la que elijamos, a ratos tenemos que avanzar un poco a oscuras hasta dar con un punto de luz.

Si entramos por la puerta del juez, en seguida nos detenemos: ¿cómo vamos a comparar a Dios con alguien tan cruel y depravado? Pero si seguimos intentando comprender algo, llegamos a un lugar luminoso: a Dios también “le pasa” lo que a ese juez: “se derrite”, cede, consiente, cambia y se deja vencer por la insistencia de quien se acerca a él con una súplica desvalida y confiada. Nosotros somos entonces el personaje de la viuda, ella nos representa y nos comunica además una increíble noticia: somos poseedores de un misterioso poder sobre el corazón de Dios y es precisamente nuestro desvalimiento confiado lo que nos da capacidad para “derrotarle”.

Pero la parábola tiene también otra puerta de acceso y nos invita a adentrarnos sin miedo en la imagen de un Dios-viuda-insistente que llama constantemente y sin cansarse a la puerta de nuestro corazón esperando darnos alcance. En ese caso no nos resulta difícil reconocernos en el juez de corazón endurecido y esta perspectiva de ser buscados, deseados y perseguidos, nos deslumbra como una ráfaga de luz: estamos llamados a creer que el deseo de Dios precede siempre al nuestro, que le resulta un regalo nuestra presencia, que tiene planes e iniciativas y palabras que dirigirnos y que lo mejor que podemos hacer es rendirnos a su persecución.

Dios nos “acosa” para conseguir de nosotros “justicia”, una manera de relacionarnos con él en la que, de una vez por todas, nos decidamos a fiarnos perdidamente de su amor.

Dolores Aleixandre

Fuente Fe Adulta

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Asís, oración y ecumenismo…

Lunes, 26 de septiembre de 2016
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Francisco, Bartolomé y 400 líderes religiosos participan en el 30 aniversario de las jornadas de Asís

“Sed de paz, religiones y culturas en diálogo“, lema de la iniciativa interreligiosa

Los días 18 – 20 de septiembre, Asís se convirtió de nuevo, 30 años después, en lugar de oración ecuménico que ojalá sirviera para derribar los muros de intolerancia y división entre religiones…

Esta iniciativa interreligiosa, iniciada por Juan pablo II, llevaba el título “Sed de paz. Religiones y culturas al diálogo  y  se celebró del 18 al 20 de septiembre y en ella se contó con la participación de 400 líderes religiosos de varias confesiones…

Por su importancia, publicamos el llamamiento-manifiesto que surgió de estas jornadas deseando sea un acicate de Paz y de Unidad:

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  LLAMAMIENTO

Hombres y mujeres de distintas religiones hemos venido, como peregrinos, a la ciudad de san Francisco. En 1986, hace 30 años, e invitados por el Papa Juan Pablo II, Representantes religiosos de todo el mundo se reunieron aquí —por primera vez de una manera tan solemne y tan numerosos—, para afirmar el vínculo indisoluble entre el gran bien de la paz y una actitud auténticamente religiosa. Aquel evento histórico dio lugar a un largo peregrinaje que, pasando por muchas ciudades del mundo, ha involucrado a muchos creyentes en el diálogo y en la oración por la paz; ha unido sin confundir, dando vida a sólidas amistades interreligiosas y contribuyendo a la solución de no pocos conflictos. Este es el espíritu que nos anima: realizar el encuentro a través del diálogo, oponerse a cualquier forma de violencia y de abuso de la religión para justificar la guerra y el terrorismo. Y aun así, en estos años trascurridos, hay muchos pueblos que han sido gravemente heridos por la guerra. No siempre se ha comprendido que la guerra empeora el mundo, dejando una herencia de dolor y de odio. Con la guerra, todos pierden, incluso los vencedores.

Hemos dirigido nuestra oración a Dios, para que conceda la paz al mundo. Reconocemos la necesidad de orar constantemente por la paz, porque la oración protege el mundo y lo ilumina. La paz es el nombre de Dios. Quien invoca el nombre de Dios para justificar el terrorismo, la violencia y la guerra, no sigue el camino de Dios: la guerra en nombre de la religión es una guerra contra la religión misma. Con total convicción, reafirmamos por tanto que la violencia y el terrorismo se oponen al verdadero espíritu religioso.

Hemos querido escuchar la voz de los pobres, de los niños, de las jóvenes generaciones, de las mujeres y de muchos hermanos y hermanas que sufren a causa de la guerra; con ellos, decimos con fuerza: No a la guerra. Que no quede sin respuesta el grito de dolor de tantos inocentes. Imploramos a los Responsables de las naciones para que se acabe con los motivos que inducen a la guerra: el ansia de poder y de dinero, la codicia de quienes comercian con las armas, los intereses partidistas, las venganzas por el pasado. Que crezca el compromiso concreto para remover las causas que subyacen en los conflictos: las situaciones de pobreza, injusticia y desigualdad, la explotación y el desprecio de la vida humana.

Que se abra en definitiva una nueva época, en la que el mundo globalizado llegue a ser una familia de pueblos. Que se actúe con responsabilidad para construir una paz verdadera, que se preocupe de las necesidades auténticas de las personas y los pueblos, que impida los conflictos con la colaboración, que venza los odios y supere las barreras con el encuentro y el diálogo. Nada se pierde, si se practica eficazmente el diálogo. Nada es imposible si nos dirigimos a Dios con nuestra oración. Todos podemos ser artesanos de la paz; desde Asís, con la ayuda de Dios, renovamos con convicción nuestro compromiso de serlo, junto a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

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Fuente Agencias/Vaticano/ Comunidad de San Egidio

 

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Quiero amarte, Señor, por nada.

Sábado, 24 de septiembre de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

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Quiero amarte, Señor, por nada.
Quiero sobre todo que, en mi vida,
la oración sea el refugio de la libertad
y de lo gratuito.
Perder mi tiempo
este tiempo tan precioso para tí.
Darlo ampliamente,
en pura pérdida, sin cálculo.

Mi oración es distraída,
no es una flor de calidad,
pero es la única margarita
que he encontrado en mi césped.

No busco la gloria
de ser un hombre de oración;
sólo la alegría de amarte
como puedo, pobremente.

He pasado semanas y
meses áridos como un desierto:
sin flores en el horizonte,
sin mucho tiempo para orar.

Pero este desierto,
lo he cruzado porque te quiero un poco.
Y esta travesía es quizá
una campanilla de invierno en mi ramo .

Hará falta, aún, una gran cantidad de paciencia,
largas horas delante de ti y muchos humildes servicios,
muchos desiertos también para lograr la gratuidad.

Te lo pido, Señor.
No tengo nada para pagarla.
¿Pero cómo pagaría tal riqueza?

*

Michel Serin

***

 

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