Olor a oveja.
No hay que experimentarlo más que estando junto a personas pobres que huelen muy fuertemente porque no se han cambiado de ropa. No digamos cómo huelen los borrachos.
Puede ser que en algunas ocasiones, cuando organizamos una comida con ellos, les damos ropa para que se vistan y huelan bien. Pero al natural despiden un olor muy desagradable.
Una de las condiciones que sufren los marginados es carencia de medios, de limpieza en sus casas, en sus ropajes, en sus comidas.
Cuesta estar y vivir cerca de los marginados. Porque carecen normalmente de cultura, de medios, de palabras bonitas, de costumbres. Precisamente una labor a realizar junto con ellos es promocionarles en la limpieza y en el estilo de vida.
Jesús nació muy cerca de las ovejas y de los pastores, y luego discurrió su vida entre los marginados, pecadores, prostitutas, enfermos… “Todo un aprisco de rebaño”.
Sin duda que San José limpió y arregló la cueva para que María y Jesús estuviesen bien. Y esa es nuestra labor: acompañar a los que viven al margen de los lujos, de las buenas viviendas, de los que visten ropas elegantes o por lo menos limpias, para que ellos descubran la alegría y la satisfacción de vivir con comodidad y dignidad.
Siempre hay ovejas que se extravían. Es preciso abandonar a las que viven ya bien e ir en busca de las extraviadas, de las que viven al margen, en los riscos, en las montañas, cargarlas sobre nuestros hombros, aunque huelan mal y llevarlas con las demás ovejas para que sepan lo que es vivir con dignidad, con limpieza, con alegría.
En el belén ponemos imágenes de ovejitas muy lindas. En la práctica no siempre es así. Hay muchas personas que viven en las orillas de la civilización y es preciso acercarnos a ellas y ofrecerles la posibilidad de venir al rebaño común. Buena felicitación. Empezar a oler a oveja.
Gerardo Villar
Fuente Fe Adulta
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