18‒25 de Enero: Octavario por la Unión. Nueve propuestas
Las iglesias cristianas celebran estos días (18-25 de enero) el octavario de oración por la unidad (=comunión) entre las iglesias, un octavario que puede y debe convertirse en tiempo de oración y de propuestas por la unión (=comunión) entre las religiones.
En esa línea debemos hablar un diálogo inter-religioso (entre religiones) e interconfesional (entre iglesias cristianas), pero también de un diálogo inter-humano , entre todos los hombres y mujeres de la tierra.
El orden político/económico puede buscar un tipo de unidad por la fuerza. Las religiones, en cambio, sólo puede ser verdaderas y aportar su riqueza de vida si no se imponen, pues ellas son diversas y complementarias, y así pueden dialogar y enriquecerse mutuamente, al servicio de la Nueva Humanidad.
Es bueno que las religiones y confesiones cristianas sean distintas, para así dialogar y enriquecerse mutuamente, en la línea de Jesús, que no buscó el triunfo de una religión particular, sino la comunión de vida (de curación, de amor) entre todos los hombres.
Algunas formas concretas de religión (y en especial cierto cristianismo e Islam) han podido olvidado eso y han querido imponer sus proyectos sociales, con el intento de alcanzar un dominio total, utilizando inquisiciones y guerras religiosas para extenderse sobre el mundo. En la medida en que han actuado así han dejado de ser religiones y se han vuelto sistemas de poder económico, social o ideológico.
Teniendo eso en cuenta, en este “octavario por la unidad de las iglesias” (18‒25 enero) quiero ofrecer unas tesis que nos ayuden a situar el tema de la unión y/o comunión no sólo de las iglesias cristianas, sino de las diversas religiones.
Hasta ahora, las religiones apenas habían puesto de relieve su necesidad de dialogar, porque no habían desarrollado en cuanto tales su dimensión planetaria. Ahora, en cambio, ha llegado el momento en que han de hacerlo, buscando la unidad sin unificación en un diálogo sin imposiciones, de manera que cada religión aporte lo mejor que ella tiene, no para que todas se nivelen, desde un común denominador, sino para que cada una aporte su diferencia y todas se enriquezca con la riqueza de las otras. Así lo propongo en las 9 tesis que siguen.
1. Trascendencia y comunicación
Las religiones solas no resuelven el problema del hombre, porque el hombre es un ser muy complejo; ellas no son todo, pero son muy importantes, porque nos sitúan en un lugar de conciencia y comunicación (diálogo) que resultan esencial para el despliegue de la vida. Para que exista verdadero diálogo religioso han de cumplirse dos condiciones:
Condición de trascendencia. Precisamente por abrirse a lo infinito (al situarse ante aquello que la desborda), la religión no se puede convertir nunca en sistema ni dominar todos los planos de la vida humana. Ella sabe que hay cosas que no puede resolver, pues le desbordan: por eso deja que la razón sea razón y que resuelva (procure resolver) las cosas en su plano de economía o política; por eso deja que el arte y la amistad florezcan, sin imponerse a ese plano. En el momento en que una religión quisiera saberlo y resolverlo todo, no sólo se volvería violenta, sino que se destruiría a sí misma como religión.
Condición de complementariedad. Dado que su objeto es trascendente, cada religión se sabe verdadera, sabiendo que también son verdaderas otras y gozándose al saberlo. Hay una lógica de sistema, propia del “árbol del conocimiento del bien y del mal” que los hombres no debían comer en plano religioso (Gen 2-3). Conforme a esa lógica unívoca, situada en un nivel de juicio, el bien y el mal se oponen, lo mismo que se oponen lo verdadero y falsa: por eso, si una religión es verdadera y buena las demás tienen que ser falsas. Pues bien, en contra de ese tipo de pensamiento único, por abrirse a lo trascendente y expresarse de un modo gratuito, las religiones han de operar con una lógica dialogal, de tipo analógico.
Siendo experiencia de gratuidad, las religiones pueden ser caminos de complementariedad y comunicación transparente.
Si sólo hubiera una religión verdadera, no sería ni verdadera ni sería religión, sino que terminaría siendo imposición.
Pero si las religiones luchan entre sí y quieren imponerse tampoco son verdaderas, pues ellas se definen y distinguen por su experiencia de diálogo en gratuidad. Ellas sólo se expanden de verdad allí donde no quieren expandirse de un modo impositivo.
2. Religión, un proceso educativo: Educar para la comunicación
Más que un punto de partida y una meta, la paz es un proceso educativo, un camino de humanización, como supieron los profetas de Israel. En esa línea se sitúa la propuesta cristiana: la iglesia no debe educar para su propio triunfo (ni apelar al estado para transmitir su enseñanza), sino que ha un testimonio gratuito de comunicaciòn, sin pedir para sí misma nada.
«Venid, subamos al monte del Señor: Él nos instruirá en sus caminos… De las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra» (Is 2, 2-4).
Para superar la violencia del sistema hace falta un don de Dios (nos instruirá…) y un compromiso de educación humana, que se expresa en dos momentos: uno más teórica (instrucción de Dios: no se adiestrarán para la guerra), otro más práctico (de las espadas forjarán arados…). Esa nueva praxis (definida aquí en forma negativa: ¡no se adiestrarán…!) no puede ser el resultado de un pacto de poder, pues los pactos de poder han de ser sancionados por la fuerza (necesitan una espada para que se cumplan).
La “educación para la paz” no es una asignatura más, dentro del currículo educativo al servicio del sistema, sino un fondo base de toda la enseñanza. Pienso, además, que no hace falta emplear la escuela pública para educar en una religión determinada, sino en el diálogo y amor (respeto mutuo) entre todos los ciudadanos, entre los creyentes de las varias religiones.
3. Economía para la comunicación, un proyecto de gratuidad
La iglesia acepta la existencia de un sistema económico (“dad al César lo que es del César…”: Mc 12,17, cf. Rom 13, 1-6), pero ella se sitúa en otro plano (“dad a Dios lo que es Dios”), en absoluta gratuidad. Para ser signo de paz, ella, en cuanto tal, no puede poseer legalmente (tomar para sí, defender por juicio y con violencia) ningún tipo de bienes del sistema. Leer más…
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