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“Vamos a la otra orilla del lago…”

Martes, 9 de julio de 2024
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IMG_5734Del blog de Oswaldo Gallo Serrato, Concordia:

“Pese a la homofobia y transfobia de algunos”

“En los veinte siglos de existencia de la Iglesia, sus relaciones con la comunidad judía han sido muy tortuosas”

“Fue necesario mucho tiempo para que el Concilio Vaticano II publicara Nostra Ætate, la declaración sobre las relaciones entre la Iglesia y las religiones no cristianas, en la que por vez primera se habla de las personas judías con dignidad y se reconoce la riqueza de la tradición judía en el catolicismo”

“Pienso en la motivación interna de ‘ir a la otra orilla del lago’, en las tormentas que enfrentaron por parte de grupos furibundamente antijudíos”

“Guardada toda proporción con el Holocausto, pensemos ahora en las millones de personas transexuales, homosexuales, no binarias, que sufren discriminación, persecución, violencia e incluso la muerte en no pocos países”

En los veinte siglos de existencia de la Iglesia, sus relaciones con la comunidad judíahan sido muy tortuosas. Tanto en las Escrituras como en la Tradición encontramos al respecto una retórica incenciaria: a los judíos se les acusa de deicidas, y un celo obsesivo por su conversión dio pie a una serie de políticas discriminatorias que pretendían apartarlos de su perfidia.

San Juan Crisóstomo lanzó contra los judíos un aluvión de insultos en Adversus Iudæos(ca. 386-387); san Agustín propuso como solución al “problema” judío una cierta tolerancia que no implicaba aceptación ni igualdad de condiciones de vida respecto de los cristianos; el IV Concilio de Letrán (1215) prohibió las relaciones entre judíos y cristianos, el ejercicio de cargos públicos y profesiones como la medicina, y la obligación de vivir en guetos, separados del resto de la población y con una prenda que los distinguiera. Alfonso X y san Luis IX, reyes de Castilla y de Francia, dispusieron en sus territorios que los judíos acataran las disposiciones que la Iglesia había determinado contra ellos. Se popularizó entonces el antijudaísmo típico del Medioevo. Miles de judíos fueron masacrados acusados de crímenes fantasiosos, hasta llegar a los horrores del Holocausto en el siglo XX: “El antisemitismo cristiano había preparado el terreno hasta cierto grado, es innegable […]. De hecho es un motivo para un constante examen de conciencia”, afirmó con justa razón el entonces cardenal Ratzinger en esa obra valiosísima que es La sal de la tierra (1997).

Hubo, sin embargo, en las décadas previas a la Segunda Guerra Mundial, movimientos católicos que propugnaban la revisión de la enseñanza de la Iglesia sobre las personas judías. El más importante de ellos, encabezado por Jules Isaac y Jacques Maritain, publicó en 1947 una suerte de manifiesto judeocristiano que encontró una fuerte oposición en muchos sectores del catolicismo preconciliar.

Fue necesario mucho tiempo de oración, de relaciones cordiales, de estudio y un examen de conciencia colectivo para que el Concilio Vaticano II publicara Nostra Ætate, la declaración sobre las relaciones entre la Iglesia y las religiones no cristianas, en la que por vez primera se habla de las personas judías con dignidad y se reconoce la riqueza de la tradición judía en el catolicismo, al tiempo que se promueven relaciones basadas en el diálogo y la mutua oración: “La Iglesia no puede olvidar que ha recibido la Revelación del Antiguo Testamento por medio de aquel pueblo, con quien Dios, por su inefable misericordia se dignó establecer la Antigua Alianza, ni puede olvidar que se nutre de la raíz del buen olivo en que se han injertado las ramas del olivo silvestre que son los gentiles. Cree, pues, la Iglesia que Cristo, nuestra paz, reconcilió por la cruz a judíos y gentiles y que de ambos hizo una sola cosa en sí mismo” (§4).

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Traigo a colación lo anterior a propósito del Evangelio del domingo pasado, en el que Jesús pide a sus discípulos que vayan a la otra orilla del lago para llevar la Buena Nueva a la región de Gerasa. Pienso en los miles de católicos que se embarcaron en la tarea de crear mejores relaciones con la comunidad judía. Pienso en su manera de reconocer, detrás de la enseñanza de la Iglesia, un tratamiento injusto hacia las personas judías que gestó por siglos el antisemitismo nazi. Pienso en su perplejidad al escuchar en la liturgia del Viernes Santo una oración “por los pérfidos judíos” (pro perfidis judæis, expresión omitida por san Juan XXIII en el misal de 1959). Pienso en la motivación interna de “ir a la otra orilla del lago”, en las tormentas que enfrentaron por parte de grupos furibundamente antijudíos, en la sensación de aparente abandono que exclamaron los discípulos en la barca: “¡Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?!”. Pienso en los años aciagos de encuentros a escondidas, de oraciones compartidas y de las muchas relaciones de amistad que maduraron entre católicos y judíos antes de la publicación de Nostra Ætate.

Si algo nos enseña el Evangelio de este domingo es que navegar junto con el Señor para cumplir su obra de salvación no nos exime de peligros, como la tormenta que narra el evangelista Marcos. Cuando las olas crujen contra la barca, el miedo se apodera de los discípulos. ¡Cuántas tormentas enfrentaron quienes antepusieron su ser discípulos al antijudaísmo cultural de tantos siglos! Y sin embargo, la voz poderosa del Señor fue mayor que las de aquellas tormentas, porque el Amor siempre se impone.

“Guardada toda proporción con el Holocausto, pensemos ahora en las millones de personas transexuales, homosexuales, no binarias, que sufren discriminación, persecución, violencia e incluso la muerte en no pocos países”

Nostra Ætate supuso un desarrollo sano de la enseñanza de la Iglesia sobre las personas judías. Guardada toda proporción con el Holocausto, pensemos ahora en las millones de personas transexuales, homosexuales, no binarias, que sufren discriminación, persecución, violencia e incluso la muerte en no pocos países; pensemos en la manera como ciertas enseñanzas de la Iglesia abonan el terreno para tales actos de crueldad, aun sin suscribirlas intencionadamente.

Pensemos, por último, en nuevas formas de relacionarnos, más acordes a nuestro bautismo, a pesar de la hostilidad y la socarronería de quienes abiertamente profesan su homofobia y transfobia, sobre todo en el mes de junio. Ir a esa otra orilla es atravesar montones de tormentas, pero en compañía del Señor.

Espiritualidad, Iglesia Católica , , , , , ,

Guido Pozzo: la Fraternidad de San Pío X “ha aceptado” la proposición de una Prelatura Personal

Lunes, 15 de agosto de 2016
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lefebvrianos

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La puntilla definitiva al Concilio Vaticano II… Si estos fanáticos integristas vuelven a la Iglesia Católica, está claro que otros tendrán que irse…

A costa de la relativización de algunos documentos del Vaticano II

La oferta de esta estructura canónica “es un gran voto de confianza hacia la FSSPX”

(Cameron Doody).- El superior de la cismática y ultraconservadora Fraternidad de San Pío X (FSSPX), Bernard Fellay, “ha aceptado” la oferta del Vaticano de que este grupo se reconcilie con la Iglesia de Roma bajo la figura de una Prelatura Personal, si bien, para que dicha proposición se haga efectiva, “hay todavía detalles que aclarar”.

Esto es lo que ha revelado esta semana el encargado del Vaticano de las negociaciones con los lefebvrianos -el secretario de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei, monseñor Guido Pozzo-, quien además ha explicado que “el núcleo de la discusión” que aún está pendiente “es la cuestión de en qué medida los textos del Vaticano II están en continuidad con el Magisterio constante de la Iglesia”.

Como explicó el arzobispo Pozzo al periódico alemán Die Zeit, el grupo ultra aún tiene “dificultades” con la declaración Nostra Aetate, el decreto Unitatis Redintegratio y la declaración Dignitatis Humanae -documentos todos del Vaticano II- además de “cuestiones respecto a las relaciones del cristianismo con la modernidad”.

Con sus declaraciones, el prelado no revelaba ninguna novedad que no se supiera ya. Lo que sí causa cierto asombro, no obstante, es su afirmación de que los documentos con los que la Iglesia ha concretado su aggiornamento o “actualización” a las realidades del mundo moderno no contienen “dogmas o declaraciones definitivas”.

Al contrario. Según sostiene el arzobispo, la postura que los padres del Vaticano II adoptaron respecto a las relaciones de la Iglesia católica con las otras Iglesias, las otras religiones y el Estado son discutibles, y clarificables, respecto al “reconocimiento canónico” o “grado de aceptación” que requieren, tanto por parte de los miembros de la FSSPX como por la de los católicos que ya están en comunión con Roma.

Como muestra de este proyecto de relativización de la importancia del Concilio Vaticano II -que, en la versión del arzobispo Pozzo, habrá formado parte de las negociaciones de Roma con el grupo ultratradicionalista de la FSSPX- el prelado ha rechazado la interpretación que otorgue a la declaración Nostra Aetate cualquier importancia más allá de la de una colección de “normas prácticas y pastorales”.

Dicha declaración “no tiene ninguna autoridad dogmática, y como tal nadie puede exigir que uno la reconozca como dogmática”. Es más, “esta declaración solo puede entenderse a la luz de la tradición y del Magisterio continuo”, lo cual viene a decir que cualquier lectura de dicha declaración que sostenga que “hay un camino salvífico independiente de Cristo y su Iglesia … es totalmente infundada y tiene que ser rechazada“.

En la opinión del secretario de Ecclesia Dei, tal renuncia, en la Iglesia de hoy, a la doctrina de extra ecclesiam nulla salus“fuera de la Iglesia no hay salvación”– es fruto de un efímero “Espíritu del Concilio” que, además de haber causado mucha “confusión e inseguridad”, sería el culpable directo de que aún no haya unidad entre la Iglesia de Roma y la Fraternidad de San Pío X.

Este “espíritu” de apertura -al cual, cabe señalar, se deben las reformas de la Iglesia católica durante los últimos cincuenta años- no es, para el arzobispo Pozzo, nada más que un zeitgeist“el espíritu de la época”– que, además de haber instrumentalizado, deformado o recortado los mensajes del Concilio y de los papas, “no tiene nada que ver con la Tradición de la Iglesia”.

Y es en este sentido -en el giro necesario hacia que el Vaticano II se deje de interpretar como “un súper dogma pastoral, sino parte de la totalidad de la Tradición y el magisterio constante”- que las discusiones con los lefebvrianos, para Pozzo, están siendo especialmente fructíferas.

La otra faceta del diseño del arzobispo Pozzo para la posible reconciliación de la FSSPX con la Iglesia de Roma es, si cabe, aún más preocupante. El acercamiento a los lefebvrianos habrá pasado, por lo que el prelado ha revelado esta semana a Die Zeit, por una redefinición de los que son “realmente los requisitos esenciales para ser católico”, y eso desde una hermenéutica del “fondo decisivo de la Tradición continua”.

“Nosotros estamos de acuerdo con la Fraternidad”, dice el monseñor Pozzo, “en el principio de que el concilio [Vaticano II] sólo puede ser comprendido con exactitud en el contexto de la totalidad de la Tradición y del Magisterio perenne”. Pero es discutible que las reformas del Vaticano II hacia el diálogo con, y aprecio de, las otras religiones, las otras Iglesias y las sociedades ideológicamente plurales deban ser consideradas como “innovaciones” a la “fe auténtica”, o como “adaptaciones” al espíritu de los tiempos -y por tanto, y según el arzobispo Pozzo, inadmisibles bajo la “hermenéutica de continuidad”- o como un desarrollo natural del depositum fidei.

Pozzo cita al Secretario del Concilio, el cardenal Pericle Felici, y al entonces Secretario del Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el arzobispo Johannes Willebrands, en el intento de rebajar la importancia de Nostra Aetate y los otros documentos “pastorales”y no dogmáticos“- del Concilio.

“Cuando el Papa [Francisco] me nombró de nuevo como Secretario de la Comisión Ecclesia Dei”, también revela Pozzo al semanario alemán, “me instó a dialogar con paciencia, determinación y sin prisa”. De ahí los criterios impuestos por el pontífice -junto con las “relaciones personales” necesarias “para crear un clima de confianza”, y la involucración “en la evangelización y el trabajo caritativo”– por los que habrá que evaluar cualquier futuro acuerdo definitivo con la FSSPX.

“El estilo y la disposición concreta de Francisco ayudan a lograr la unidad entre las personas no sólo para pensar, sino también para aprender”, afirma el arzobispo Pozzo. Es esta insistencia del Papa Bergoglio en la pastoral, la misericordia y la transformación a través del encuentro el que será el único criterio para juzgar hasta qué punto la discusión con los lefebvrianos ha sido “enriquecedora para toda la Iglesia”, como Pozzo pretende que sea.

Fuente Religión Digital

Cristianismo (Iglesias), Iglesia Católica , , , , , , , , , , ,

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