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Perdonar no es una opción, es una obligación.

Domingo, 6 de septiembre de 2020
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correccion-lev-1917(Mt 18,15-20)

Hoy, el evangelio de Mateo nos ofrece un texto singular que tiene en el trasfondo la necesidad buscar modos de afrontar los desencuentros personales y los conflictos comunitarios. El texto se enmarca entre dos parábolas cuyo tema es el perdón y la misericordia (la oveja perdida en 18, 12-14 y la del siervo perdonado que no aprendió a perdonar en 18, 21-35) ofreciendo de este modo un enfoque desde el que interpretar la normativa comunitaria que el relato plantea.

La comunidad de Mateo, asentada probablemente en Antioquia de Siria, vive un momento en que necesita dar forma a su vida fraterna y fortalecer sus vínculos como grupo para poder responder a los desafíos de su entorno y no fracasar en su seguimiento de Jesús. Son muchas las situaciones nuevas que han de afrontar como seguidoras/es de Jesús especialmente relacionadas con la conducta dentro del grupo y con el modo de estar con sus vecinos o familiares no cristianos.

Mateo sabe que el mejor criterio para afrontarlas con éxito es mirar a Jesús y preguntarse, como querría él que actuasen por eso, en la medida que va narrando la vida de Jesús y su mensaje, va incorporando referencias de conducta que puedan ayudar a sus hermanos y hermanas de la comunidad. El texto de hoy responde precisamente a eso, a ofrecer un marco de actuación que les permita resolver adecuadamente los enfrentamientos y desajustes en las relaciones personales, comunitarias y sociales.

La propuesta que hace el evangelista, sin embargo, no solo pretende articular un proceso de resolución de conflictos personales o grupales, sino que muestra un camino de actuación basado en el perdón gratuito. Mirando a Jesús entiende que no solo hay que señalar la culpa y buscar el arrepentimiento, sino que hay que actuar de modo que se priorice la sanación de la herida y se posibilite la reconciliación.

El diálogo personal, la escucha, la ausencia de juicio y la acogida comunitaria son las claves que permitirán que la ofensa no dañe la comunión y el cariño. Si no es posible el encuentro con quien nos ha ofendido, Mateo propone considerar a esa persona como un pagano o publicano (Mt 18,17). En principio parecería que eso podría significar una expulsión o un rechazo, pero no es así. Mirando a Jesús nos encontramos que para él los publicanos, los/as pecadores/as los paganos/as…son destinatarios preferentes, son los que más necesitan de su cercanía, de su comprensión y amistad. Ellos son la oveja que su Abba no quiere que se pierda (Mt 18, 12-14) y recuperarla sigue siendo un compromiso de la comunidad a pesar de todo.

La comunidad está llamada a acoger sin esperar nada a cambio, a perdonar sin condiciones, a fortalecer sus vínculos. Lo importante no es tener capacidad de atar o desatar, de tomar decisiones que cierren o abran caminos de encuentro y de futuro (Mt 18, 18), lo que cuenta es que eso se haga con los criterios de Jesús porque él es quien la ha reunido y la fortalece (Mt 18,19).

Previamente, Mateo había recordado otras palabas de Jesús en las que él definía quienes tenía que estar en el centro de las preocupaciones de la comunidad: todos/as aquellos/as que se podían identificar con los/as niños/as porque eran pequeños/as e indefensos/os (Mt 18, 1-7). Muchas veces esa pequeñez no significaba sencillez o inocencia, sino que venía unida a carencias, a situaciones dolorosas que les hacían errar el camino. Acoger al hermano o a la hermana con su vulnerabilidad era acoger a Jesús y seguirle por el camino. Restaurar la vida de quienes están heridos/as, sostenerlos en la comunidad dándoles tiempo a cambiar, abrirles espacios de escucha, acompañarlos es tarea de la comunidad. Tarea difícil pero ineludible, pues abandonar, juzgar, estigmatizar no entran en las reglas de juego de una comunidad que quiere seguir a Jesús (Mt 18,10-11).

Quien se reúne en nombre de Jesús de Nazaret siempre tiene abierta la puerta para escuchar, entender, perdonar, acoger…siempre sabe esperar con paciencia la vuelta de quien se ha alejado, siempre busca la manera de expresar el cariño en un abrazo, la incondicionalidad en un gesto, el perdón en una mirada limpia y entrañable.

Una utopía quizá… pero así es el mensaje del Reino, porque así es el corazón de Dios. Nunca hay excusas para la compasión y el perdón, nunca hay espacio para la desconfianza ni para el intercambio mercantilista (Mt 18, 27-35). Perdonar no es una opción, es el mandamiento. Si de verdad sentimos el amor y el perdón incondicional de Dios no podemos hacer otra cosa que perdonarnos de corazón unos/as a otros/as (Mt 18, 35).

Carme Soto Varela

Fuente Fe Adulta

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Cómo vivir las tensiones en los grupos

Domingo, 6 de septiembre de 2020
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TensionesDomingo XXIII del Tiempo Ordinario

6 septiembre 2020

El relato de Mateo parece recoger las “normas” que se fue dando aquella comunidad para regular la convivencia entre sus miembros, particularmente en casos de conflicto doctrinal.

    Toda comunidad necesita normas o referencias, no solo para tratar de armonizar las relaciones entre las personas, sino para evitar arbitrariedades por parte de la autoridad. Aunque, con frecuencia, este segundo objetivo suele quedar en entredicho al reservarse la propia autoridad la interpretación de la norma.

   Por ello, aun siendo necesaria, la regulación se convierte fácilmente en manipulación, en cuanto hay absolutización de la norma y apropiación de su interpretación por parte de algún grupo. Cuando eso ocurre, es ese grupo de poder quien maneja la norma en beneficio propio, juzgando y condenando fácilmente a quienes discrepan.

     No solo eso. Cuando la norma –o una interpretación de la misma– se absolutiza, suele utilizarse como pretexto para juzgar y condenar al otro –que será “considerado como pagano o publicano”–, al mismo tiempo que para justificarse uno mismo, en cuanto “cumplidor” de la ley. Es la trampa del legalismo, tan frecuente en grupos rígidos, también religiosos.

  En todo grupo o comunidad, las tensiones son inevitables. Son resultado de la diferencia de necesidades y de aspiraciones que vive cada uno de los miembros. La clave está en el modo de gestionarlas. Cuando su gestión no es adecuada, desembocan en conflicto abierto; cuando es acertada, se convierten en oportunidad de aprendizaje y de crecimiento para las personas y para la propia comunidad.

   La gestión adecuada de las tensiones parece requerir la capacidad de conjugar con acierto la autenticidad con la flexibilidad: ser fiel a sí mismo –eso es ser auténtico–, al mismo tiempo que flexible ante las demandas de los otros. Lo cual a su vez implica un grado notable de humildad y de libertad interior, como condiciones de un diálogo honesto, en el que no se busca tener razón ni favorecer el propio interés, sino la verdad de la relación y el bien de las personas.

¿Cómo vivo las tensiones en cualquier grupo?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Los laicos son iglesia, no clientes de los eclesiásticos

Domingo, 6 de septiembre de 2020
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29026413_947635582080301_5500696618320610891_nDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

Notas “en escalada” para la homilía

  1. Individuo y persona.

Primera escala:

No es igual individuo y persona. Pudiera parecer lo mismo, pero no lo es.

El individuo es “uno” aislado. La persona es relación. Somos personas, (de naturaleza racional), en comunicación, en relación. La persona no es un individuo que nace y crece solo y aislado en la punta de Txindoki. La persona nace y crece en sociedad: a uno le nacen en una familia, crece en un pueblo, en una cultura, en un idioma, madura en la amistad, en la escuela, desarrolla en una fe, en una iglesia, en una ideología, puede pertenecer a una asociación cultural, deportiva, etc.

Los grandes valores (y contravalores) de la vida son comunitarios, sociales, personales: el amor, la amistad, la paz y la guerra, la justicia y la injusticia, etc. no son cuestiones meramente individuales, sino personales, comunitarias.

  1. La iglesia es una “asamblea”, es “pueblo de Dios”.

         Segunda escala

         Nuestra mentalidad y vivencia de la Iglesia no es la de una asamblea, un pueblo de Dios, sino que más bien tenemos en nuestra “trastienda ideológica” que la iglesia es una estructura-institución que está dirigida por una élite jerárquica (episcopado-clero-clericalismo) y los laicos no forman tanto la iglesia (comunidad, pueblo) cuanto que son “clientes” de tal estructura. “Somos clientes de la iglesia”.

Cuando nos preguntamos qué dice la iglesia acerca de un determinado problema, no estamos preguntando qué dice el pueblo de Dios, sino que nos estamos preguntando  qué dice Roma o el Obispo acerca de esa cuestión.

Teóricamente nadie niega que: donde estéis dos o más reunidos en mi nombre, allí estoy yo, pero en la vida y en práctica cotidiana eclesial, todos sabemos que eso no se da, no es así.

Naturalmente que después -después- habrá que abordar las tareas eclesiales, organizar y distribuir responsabilidades: catequesis, cáritas, celebración de los sacramentos, tareas asistenciales, pensamiento teológico, etc. Pero en principio y por principio Cristo está y hay iglesia donde un grupo de creyentes comparten su fe en el Seño.

En esta larga pandemia que estamos padeciendo la iglesia Cristo está en tantas familias, pequeñas comunidades que se reúnen, o viven reunidas, en el nombre del Señor. ¿75%, 50% de aforo? Basta con dos o tres personas en nombre del Señor. Basta con que el Señor esté presente en nuestra pequeña barca en medio de la galerna que arrecia.

  1. La vida comunitaria y social, la iglesia no son fáciles.

Tercera escala

Por nuestro modo de ser y de pensar, por los problemas que van surgiendo en la vida, lo comunitario y social son una cuestión difícil. En la familia, en las ideologías, en las cosas más elementales, en la iglesia hay diferencias, pluralismo, discrepancias, enfrentamientos.

Con todo y con eso, somos seres comunitarios.

         El problema está siempre presente en la historia, también en la Iglesia y en el mismo Evangelio (comunidad) de Mateo.

         El texto de hoy es una tradición, un modo de resolver los problemas en la cultura judía: repréndele a solas, llama a dos o tres y si no hace caso considéralo pagano o publicano.

El punto central de este relato (de la corrección fraterna) es ganar al hermano. Jesús trata de salvar siempre lo que estaba perdido. La finalidad de JesuCristo no es condenar o castigar o encarcelar, sino ganar al hermano, encontrar la oveja perdida, acoger al hijo perdido, recibir en el Reino al buen ladrón.

  1. Corrección fraterna: el amor.

         Cuarta escala

La corrección fraterna que hacen muchas personas no es ni corrección, ni mucho menos fraterna; muchas personas cuando corrigen lo que están diciendo es que la razón la tengo yo, y te echan en cara que has hecho mal, y además eres tonto.

San Pablo (1ª lectura) evoca el amor como fluido eclesial y social. Si no hay amor en la vida, la corrección es juicio, condena, crítica, venganza.

El hermano está muy por encima de las ideologías eclesiásticas y políticas. El amor y la caridad son muy superiores a una justicia entendida desde intereses de poder personales, eclesiásticos y políticos.

  •  No pocos obispos y curas condenan, castigan y expulsan desde una ideología religiosa, pero no con el Evangelio del Señor. Hay obispos que manejan el báculo como si fuese un bate de béisbol de los “skinhead”.
  •  Por otra parte no es lo mismo una lectura política de la realidad y del mal, que una lectura cristiana. Robar no está bien, pero Jesús no le dijo al ladrón en la cruz: eres un ladrón, sino: hoy estarás conmigo en el paraíso. (¿El problema de la pacificación de nuestro pueblo, lo estamos llevando desde el Evangelio y desde la sana corrección fraterna?)

La corrección de Cristo es la redención. Jesús no echaba en cara, acogía, curaba, perdonaba:

  •  Jesús reconoce con la samaritana que no es feliz porque con tanto “devaneo de cabeza” (cinco maridos) es difícil ser feliz, pero no se lo echa en cara, (Jn 4).
  •  Jesús no le echa en cara nada a Zaqueo, le hace ver que “hoy” ha entrado la salvación a tu casa, a tu vida, (Lc 9,1-10). , Y esa es la corrección. Corregir cristianamente es acoger y ayudar.
  •  Cuando le presentan y le acusan te Jesús a aquella mujer, Jesús se incorpora y le dijo: «Mujer, ¿dónde están los que te acusan? ¿Nadie te ha condenado? Ella respondió: «Nadie, Señor.» Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno.
  •  Jesús le corrige al “buen ladrón” con la promesa de que hoy estarás conmigo en el paraíso. (Lc 23,43).

         Desde el Evangelio de Jesús tratar a un hermano como pecador y publicano es quererle más hasta recuperar la condición de hermano. (Este es el problema del hijo mayor de la parábola del hijo perdido. El hermano mayor tenía “la razón” (¿), lo que no tenía era tono cristiano)

Una comunidad fraterna se caracteriza por dar acogida y calor al pecador, al débil.

Podíamos preguntarnos si Jesús está en nuestras asambleas, en nuestra comunidad, familia, parroquia, etc. y si, estando, nos dejamos guiar por Él.

De lo que se trata no es de tener la razón, sino de que nos reunamos en nombre del Señor para que Cristo esté en medio de nosotros.

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Cristo es la Transparencia

Jueves, 6 de agosto de 2020
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Dios mismo vino sobre la tierra como un pobre,
como un humilde.
Vino a través de Cristo Jesús.
Dios permanecería lejos de nosotros si
Cristo no fuera la transparencia.
Desde el comienzo Cristo estaba en Dios.
Desde el nacimiento de la humanidad,
era palabra viva.
Vino sobre la tierra para hacer accesible
la confianza de la fe.
Resucitado, hace su morada en nosotros,
nos habita por el Espíritu Santo.
Y descubrimos que el amor de Cristo se expresa ante todo
por su perdón y por su presencia continua dentro de nosotros.

*

“15 días con el Hermano Roger de Taizé “
escrito por Sofía Laplane
Editorial Ciudad Nueva

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***

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:

“Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.” Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:

“Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.”

Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:

“Levantaos, no temáis.”

Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:

“No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.”

*

Mateo 17,1-9

***

***

Si supiéramos reconocer el don de Dios, si supiéramos experimentar estupor, como el pastor Moisés, ante todas las zarzas que arden en los bordes de nuestros caminos, comprenderíamos entonces que la transfiguración del Señor -la nuestra- empieza con un cierto cambio de nuestra mirada. Fue la mirada de los apóstoles la que fue transfigurada; el Señor permanece el mismo.

La cotidianidad de nuestra vida, trivial y extraordinaria, debería revelar entonces su deslumbrante profundidad. El mundo entero es una zarza ardiente, todo ser humano -sea cual sea la impresión que suscita en nosotros- es esta profundidad de Dios.

Todo acontecimiento lleva en él un rayo de su luz. Nosotros, que hemos aprendido a mirar hoy tantas cosas, ¿hemos aprendido los datos elementales de nuestro oficio de hombres? Se vive, en efecto, a la medida del amor, pero se ama a la medida de lo que se ve. Ahora, en la transfiguración, nuestra visión participa en el misterio, de ahí que el amor esté en condiciones de brotar de nuestros corazones como fuego que arde sin consumir, y así puede enseñarnos a vivir.

Debemos pasar de la somnolencia de la que habla el evangelio a la auténtica vela, a la vigilancia del corazón. Cuando despertemos se nos dará la alegría inagotable de la cruz. Al ver, por fin, en la fe, al hombre en Dios y a Dios en el hombre -Cristo- nos volveremos capaces de amar y el amor saldrá victorioso sobre toda muerte.

El Señor se transfiguró orando; también nosotros seremos transfigurados únicamente en la oración. Sin una oración continua, nuestra vida queda desfigurada. Ser transfigurados es aprender a ver la realidad, es decir, a nuestro Dios, a Cristo, con los ojos abiertos de par en par. Ciertamente, en este mundo de locos, siempre tendremos necesidad de cerrar los ojos y los oídos para recuperar un cierto silencio. Es necesario, es como una especie de ejercicio para la vida espiritual. Sin embargo, la vida, la que brota, la vida del Dios vivo, es contemplarlo con los ojos abiertos. Él está en el hombre, nosotros estamos en él. Toda la creación es la zarza ardiente de su parusía. Si nosotros «esperásemos con amor su venida» (2 Tim 4,8), daríamos un impulso muy diferente a nuestro servicio en este mundo .

*

J. Corbon,
La alegría del Padre, Magnano 1997

***

Durante el verano, vuestras hermanas y hermanos de Cristianos Gays rezan contigo y por tí. De hecho, nuestro deseo es vivir nuestra vida cotidiana, iluminados interiomente por medio de Jesucristo. Queremos estar cerca de los que pasan las pruebas.

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Nosotros… Nuestro…

Lunes, 29 de junio de 2020
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En la solemnidad de San Pedro y San Pablo, un texto que habla de Comunidad, de Palabra, de Compromiso… Del blog de Amigos de Thomas Merton:

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…”el Doctor de la paz y Maestro de la unidad no quiso que hiciéramos una oración individual y privada, de modo que cada cual rogara sólo por sí mismo. No decimos: «Padre mío, que estás en el cielo», ni: «Dame hoy mi pan de cada día», ni pedimos el perdón de las ofensas sólo para cada uno de nosotros, ni pedimos para cada uno en particular que no caigamos en tentación y que nos libre del mal. Nuestra oración es pública y común, y cuando oramos lo hacemos no por uno solo, sino por todo el pueblo, ya que todo el pueblo somos como uno solo.

El Dios de la paz y el Maestro de la concordia, que nos enseñó la unidad, quiso que orásemos cada uno por todos, del mismo modo que él incluyó a todos los hombres en su persona. Aquellos tres jóvenes encerrados en el horno de fuego observaron esta norma en su oración, pues oraron al unísono y en unidad de espíritu y de corazón; así lo atestigua la sagrada Escritura que, al enseñarnos cómo oraron ellos, nos los pone como ejemplo que debemos imitar en nuestra oración: Entonces -dice- los tres, a una sola voz, se pusieron a cantar, glorificando y bendiciendo a Dios. Oraban los tres a una sola voz, y eso que Cristo aún no les había enseñado a orar.

Por eso fue eficaz su oración, porque agradó al Señor aquella plegaria hecha en paz y sencillez de espíritu. Del mismo modo vemos que oraron también los apóstoles, junto con los discípulos, después de la ascensión del Señor. Todos ellos -dice la Escritura- perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres y de María, la madre de Jesús, y de los hermanos de éste. Perseveraban unánimes en la oración, manifestando con esta asiduidad y concordia de su oración que Dios, que hace habitar unánimes en la casa, sólo admite en la casa divina y eterna a los que oran unidos
en un mismo espíritu.”

*

San Cipriano

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Cristo es la Transparencia

Martes, 6 de agosto de 2019
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nude-jeebus

Dios mismo vino sobre la tierra como un pobre,
como un humilde.
Vino a través de Cristo Jesús.
Dios permanecería lejos de nosotros si
Cristo no fuera la transparencia.
Desde el comienzo Cristo estaba en Dios.
Desde el nacimiento de la humanidad,
era palabra viva.
Vino sobre la tierra para hacer accesible
la confianza de la fe.
Resucitado, hace su morada en nosotros,
nos habita por el Espíritu Santo.
Y descubrimos que el amor de Cristo se expresa ante todo
por su perdón y por su presencia continua dentro de nosotros.

*

“15 días con el Hermano Roger de Taizé “
escrito por Sofía Laplane
Editorial Ciudad Nueva

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***

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Juan y a Santiago y subió al monte para orar.

Mientras oraba, cambió el aspecto de su rostro y sus vestidos se volvieron de una blancura resplandeciente.

En esto aparecieron conversando con él dos hombres. Eran Moisés y Elías,  que, resplandecientes de gloria, hablaban del éxodo que Jesús había de consumar en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros, aunque estaban cargados de sueño, se mantuvieron despiertos y vieron la gloria de Jesús y a los dos que estaban con él.

Cuando éstos se retiraban, Pedro dijo a Jesús:

Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Vamos a hacer tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Pedro no sabía lo que decía. Mientras estaba hablando, vino una nube y los cubrió, y se asustaron al entrar en la nube. De la nube salió una voz que decía:

Este es mi Hijo elegido; escuchadlo.

Mientras sonaba la voz, Jesús se quedó solo. Ellos guardaron silencio y no contaron a nadie por entonces nada de lo que habían visto.

*

Lucas 9,28b-36

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Si supiéramos reconocer el don de Dios, si supiéramos experimentar estupor, como el pastor Moisés, ante todas las zarzas que arden en los bordes de nuestros caminos, comprenderíamos entonces que la transfiguración del Señor -la nuestra- empieza con un cierto cambio de nuestra mirada. Fue la mirada de los apóstoles la que fue transfigurada; el Señor permanece el mismo.

La cotidianidad de nuestra vida, trivial y extraordinaria, debería revelar entonces su deslumbrante profundidad. El mundo entero es una zarza ardiente, todo ser humano -sea cual sea la impresión que suscita en nosotros- es esta profundidad de Dios.

Todo acontecimiento lleva en él un rayo de su luz. Nosotros, que hemos aprendido a mirar hoy tantas cosas, ¿hemos aprendido los datos elementales de nuestro oficio de hombres? Se vive, en efecto, a la medida del amor, pero se ama a la medida de lo que se ve. Ahora, en la transfiguración, nuestra visión participa en el misterio, de ahí que el amor esté en condiciones de brotar de nuestros corazones como fuego que arde sin consumir, y así puede enseñarnos a vivir.

Debemos pasar de la somnolencia de la que habla el evangelio a la auténtica vela, a la vigilancia del corazón. Cuando despertemos se nos dará la alegría inagotable de la cruz. Al ver, por fin, en la fe, al hombre en Dios y a Dios en el hombre -Cristo- nos volveremos capaces de amar y el amor saldrá victorioso sobre toda muerte.

El Señor se transfiguró orando; también nosotros seremos transfigurados únicamente en la oración. Sin una oración continua, nuestra vida queda desfigurada. Ser transfigurados es aprender a ver la realidad, es decir, a nuestro Dios, a Cristo, con los ojos abiertos de par en par. Ciertamente, en este mundo de locos, siempre tendremos necesidad de cerrar los ojos y los oídos para recuperar un cierto silencio. Es necesario, es como una especie de ejercicio para la vida espiritual. Sin embargo, la vida, la que brota, la vida del Dios vivo, es contemplarlo con los ojos abiertos. Él está en el hombre, nosotros estamos en él. Toda la creación es la zarza ardiente de su parusía. Si nosotros «esperásemos con amor su venida» (2 Tim 4,8), daríamos un impulso muy diferente a nuestro servicio en este mundo .

*

J. Corbon,
La alegría del Padre, Magnano 1997

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Durante el verano, vuestras hermanas y hermanos de Cristianos Gays rezan contigo y por tí. De hecho, nuestro deseo es vivir nuestra vida cotidiana, iluminados interiomente por medio de Jesucristo. Queremos estar cerca de los que pasan las pruebas.

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“El Eros y el Tánatos”, por Fernando Jiménez.

Jueves, 18 de julio de 2019
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961828b8Hay que reconocer que en nombre de la Fe religiosa (la Fe que alimenta a las distintas Religiones del planeta) se han cometido demasiadas tropelías, atropellos y abusos -a veces terribles- contra el pobre ser humano sencillo y de buena voluntad. Atropellos mucho más perversos e irritantes cuando muchas veces van envueltos de hipocresía, santurronería y beaterío.

Pero también tenemos que reconocer, si queremos ser justos, que por la Fe y la Religión, se ha derrochado en este mundo (por personas muchas veces silenciosas y socialmente insignificantes) mucho heroísmo, mucha generosidad, mucha rebeldía contra las injusticias perpetradas a los seres más desvalidos, mucha entrega hasta el sacrificio total de sí mismas…

No se puede decir que sea la Fe el único y el más genuino motor de todos los actos de “heroicidad moral y humana”. En la gnoseología del Psicoanálisis se piensa que el corazón humano –de cualquier cultura, religión o nacionalidad- está permanentemente impulsado y azuzado por una doble fuerza: el Eros, que es la fuerza del amor y del bien, y el Tánatos, que es la fuerza destructora, la del mal y la muerte. Y en cualquier momento, según imprevisibles circunstancias, el corazón se volcará, con todo su potencial energético, hacia el egoísmo, el odio, la agresividad, el aprovechamiento y sometimiento de quien sea…, o podrá movilizar todo su potencial (apoyándose en muchos casos en la inspiración que le aporta su Fe y la Religión que profesa) hacia la generosidad, la bondad, la creatividad, la solidaridad, puestas al servicio del amor y de la vida.

Lo que, expresado también desde el sistema mental que diseña la teoría del maestro Alfred Adler, se podría decir que todos los “animales humanos” (animal rationalis de Aristóteles) podemos actuar impulsados por la potente fuerza biológica puesta al servicio salvaje y egoísta del YO, o movilizarla, encauzarla y dirigirla en nuestras actuaciones y decisiones al servicio del NOSOTROS (que en la simbología cristiana se representa con la celebración de la Eucaristía).

Desde este doble esquema mental se puede significar y comprender lo que diferencia al héroe del malvado. Y es necesario, para nuestra recta autogestión, tener siempre presente que en cualquier persona humana, coexisten potencialmente un héroe y un malvado. Precisamente la función de la Religión es la de apoyar, dirigir, alentar, reforzar y mantener los motores primarios del instinto al servicio del Eros. Es decir: al servicio del Amor y de la Vida celebrado en un eucarístico nosotros.

En 1932 el filósofo Bergson publicó su tratado Las dos Fuentes de la Religión y la Moral. En este escrito contrapone dos especies de moral: la Moral de Obligación, (implica sufrimiento, sumisión, culpabilidad con la Mirada puesta en el mal) y la Moral de Aspiración (implica ilusión, motivación, libertad con la mirada puesta en el bien y en los valores)

Hay muchos testimonios históricos y personales para pensar que cuando la pedagogía y la educación se inspiran, se diseñan y se fundamentan en una Moral de Obligación, la fuerza del instinto reprimido termina reventando las costuras del corsé moral y escapándose obcecadamente por cualquier resquicio, con las consecuencias tan nefastas como las que actualmente nos están tan desoladoramente arrasando.

Pero también he tenido constancia, con testimonios psicológica y terapéuticamente conocidos y confirmados, de que una auténtica Moral de Aspiración, consciente y libremente adoptada –no impuesta amenazadoramente-, permanentemente revisada, interiorizada y alimentada, logra canalizar la fuerza del instinto, en un proceso de sublimación, hacia realizaciones del Eros, en beneficio madurativo y humano para la autorrealización singular de la propia persona, y en realizaciones solidarias, benéficas y constructivas para la Humanidad.

Fernando Jiménez Hernández Pinzón

Fuente Fe Adulta

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Gente como uno.

Miércoles, 11 de abril de 2018
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Del blog de Henri Nouwen:

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No son extraterrestres, ni son “perfectos”. Los santos son personas como nosotros, con todas las complejidades que la vida humana conlleva. La santidad es don de Dios para todos y búsqueda y tarea a la que Dios nos invita a todos. Dice Nouwen sobre ésto:

“…Aunque tendamos a pensar en los santos como seres sagrados y piadosos y nos los representamos con un nimbo en torno a su cabeza y mirada extática, los verdaderos santos son mucho más accesibles. Son hombres y mujeres igual que nosotros, que llevan una vida común y corriente y se enfrentan a problemas comunes y corrientes. Lo que los hace santos en su clara e inquebrantable concentración en Dios y en el pueblo de Dios.

Algunas de sus vidas podrán parecernos muy distintas, pero en la mayoría de los casos, llevan una vida muy parecida a las nuestras.

Los santos son nuestros hermanos, que nos llaman a ser como ellos.”

*

Henri Nouwen

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El cuerpo de Cristo, nuestro cuerpo

Miércoles, 21 de marzo de 2018
Comentarios desactivados en El cuerpo de Cristo, nuestro cuerpo
Del blog de Henri Nouwen:

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“Al reunirnos para la eucaristía nos reunimos en el nombre de Jesús que nos convoca para recordar juntos su muerte y resurrección en la partición del pan. En ella Él está verdaderamente entre nosotros. ‘Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos‘. (Mateo 18,20).

La presencia de Jesús entre nosotros, y bajo las especies de pan y vino, son la misma presencia. Así como le reconocemos en la partición del pan, le reconocemos también en nuestros hermanos. Cuando nos damos el pan los unos a los otros diciendo ‘Este es el cuerpo de Cristo’. nos damos también los unos a los otros diciendo ‘Nosotros somos el cuerpo de Cristo’. Es uno y el mismo acto de dar, es uno y el mismo cuerpo y uno y el mismo Cristo. “

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Henri Nouwen

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“Fundamentalismo y Maniqueísmo”, por Enrique Martínez Lozano.

Sábado, 24 de febrero de 2018
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tolerancia-y-respetoToda creencia fundamentalista –propia de quien se cree en posesión de la verdad– conlleva la descalificación de quienes discrepan, y se plasma en una visión maniquea que divide a los humanos en dos bloques radicalmente diferenciados: “nosotros” frente a “ellos”. “Nuestros” son todos aquellos que afirman y sostienen lo propio; “ellos” son quienes no alcanzan ni siquiera a verlo. Con “nosotros” están la bondad y la verdad; con “ellos”, la maldad y la mentira; de nuestra lado, la honradez, frente a la falsedad de los otros…

La misma creencia fundamentalista, que lleva a una visión maniquea de la realidad y a la descalificación de todos aquellos que no la comparten, se plasma en dos actitudes características: el victimismo y el simplismo de los análisis.

Quien se cree en posesión de la verdad vive la discrepancia como una ofensa. Por ello, fácilmente se sentirá víctima ante cualquier posicionamiento que no contemple sus propios postulados: la lectura victimista brota de manera automática ante el hecho simple de actuaciones que cuestionan la “verdad” que dan por supuesta e incuestionable.

 Del mismo modo, las creencias fundamentalistas no admiten matices y, mucho menos, análisis críticos. Para todo fundamentalista, las cosas son simplemente como él las ve, o quizás mejor, como el filtro de su creencia le permite verlas. Lo cual casa con el maniqueísmo al que hacía referencia. El “con  nosotros o con ellos” se traduce aquí en “la verdad contra la mentira”. ¿Para qué habrían de ser necesarios análisis críticos? Es la creencia la que ya ha decidido la verdad o el error de las cosas: “verdadero” es aquello que la sostiene; “error”, lo que la cuestiona.

En este sentido, es significativamente reveladora la anécdota según la cual, cuando Galileo pidió al cardenal que presidía la comisión que lo estaba juzgando que observara el firmamento a través del telescopio para comprobar el movimiento de los planetas, este respondió: “No necesito mirar por ningún sitio; yo sé bien cómo son las cosas”.

Si se observa con cuidado, no es difícil advertir, detrás de ello, un sentimiento etnocéntrico. Característico de la consciencia mítica, el etnocentrismo conlleva la creencia de que solo su grupo es portador de la verdad (y de la salvación). Pero es justamente ese lema –“Estamos en la verdad”– el que, explícito o latente, constituye el postulado básico del fundamentalismo, de donde se derivan el conjunto de actitudes y comportamientos que son asumidos acríticamente y justificados apriorísticamente por el propio grupo.

Por lo que, en ningún contexto como en este, se muestra especialmente sabia la advertencia de Antonio Machado: “¿Tu verdad? No, la verdad. Y ven conmigo a buscarla, la tuya guárdatela”.

Enrique Martínez Lozano

Boletín Semanal

Fuente Fe Adulta

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“Por delante de nosotros”. 01 de octubre de 2017. 26 Tiempo ordinario (A). Mateo 21, 28-32

Domingo, 1 de octubre de 2017
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two_sonsUn día Jesús pronunció estas duras palabras contra los dirigentes religiosos de su pueblo: “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de de Dios”. Hace unos años pude comprobar que la afirmación de Jesús no es una exageración.

Un grupo de prostitutas de diferentes países, acompañadas por algunas Hermanas Oblatas, reflexionaron sobre Jesús con la ayuda del libro Jesús. Aproximación histórica. Todavía me conmueve la fuerza y el atractivo que tiene Jesús para estas mujeres de alma sencilla y corazón bueno. Rescato algunos de sus testimonios.

.“Me sentía sucia, vacía y poca cosa, todo el mundo me usaba. Ahora me siento con ganas de seguir viviendo porque Dios sabe mucho de mi sufrimiento… Dios está dentro de mí. Dios está dentro de mí. Dios está dentro de mí. ¡Este Jesús me entiende!…”.

.“Ahora, cuando llego a casa después del trabajo, me lavo con agua muy caliente para arrancar de mi piel la suciedad y después le rezo a este Jesús porque él sí me entiende y sabe mucho de mi sufrimiento… Jesús, quiero cambiar de vida, guíame porque tú solo conoces mi futuro…”

.“Yo pido a Jesús todo el día que me aparte de este modo de vida. Siempre que me ocurre algo, yo le llamo y él me ayuda. El está cerca de mí, es maravilloso… Él me lleva en sus manos, él me carga, siento la presencia de él…”

. “En la madrugada es cuando más hablo con él. Él me escucha mejor porque en este horario la gente duerme. Él está aquí, no duerme. Él siempre está aquí. A puerta cerrada, me arrodillo y le pido que merezca su ayuda, que me perdone, que yo lucharé por él…”

. “Un día yo estaba apoyada en la plaza y dije: Oh, Dios mío, ¿será que yo solo sirvo para esto? ¿Solo para la prostitución?… Entonces es el momento en que más sentí a Dios cargándome, ¿entendiste?, transformándome. Fue en aquel momento. Tanto que yo no me olvido. ¿Entendiste?…”

. “Yo ahora hablo con Jesús y le digo: aquí estoy, acompáñame. Tú viste lo que le sucedió a mi compañera (se refiere a una compañera asesinada en un hotel). Te ruego por ella y pido que nada malo suceda a mis compañeras, Yo no hablo, pero pido por ellas pues ellas son personas como yo…”

. “Estoy furiosa, triste, dolida, rechazada, nadie me quiere, no sé a quien culpar, o sería mejor odiar a la gente y a mí, o al mundo. Fíjate, desde que era niña yo creí en Ti y has permitido que esto me pasara… Te doy otra oportunidad para protegerme ahora. Bien, yo te perdono, pero por favor no me dejes de nuevo…”

José Antonio Pagola

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“Está entre nosotros”. 7 de septiembre de 2017. 23 Tiempo ordinario (Mateo 18, 15-20)

Domingo, 10 de septiembre de 2017
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forgivenessAunque las palabras de Jesús, recogidas por Mateo, son de gran importancia para la vida de las comunidades cristianas, pocas veces atraen la atención de comentaristas y predicadores. Esta es la promesa de Jesús: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

Jesús no está pensando en celebraciones masivas como las de la Plaza de San Pedro en Roma. Aunque solo sean dos o tres, allí está él en medio de ellos. No es necesario que esté presente la jerarquía; no hace falta que sean muchos los reunidos.

Lo importante es que “estén reunidos”, no dispersos, ni enfrentados: que no vivan descalificándose unos a otros. Lo decisivo es que se reúnan “en su nombre”: que escuchen su llamada, que vivan identificados con su proyecto del reino de Dios. Que Jesús sea el centro de su pequeño grupo.

Esta presencia viva y real de Jesús es la que ha de animar, guiar y sostener a las pequeñas comunidades de sus seguidores. Es Jesús quien ha de alentar su oración, sus celebraciones, proyectos y actividades. Esta presencia es el “secreto” de toda comunidad cristiana viva.

Los cristianos no podemos reunirnos hoy en nuestros grupos y comunidades de cualquier manera: por costumbre, por inercia o para cumplir unas obligaciones religiosas. Seremos muchos o, tal vez, pocos. Pero lo importante es que nos reunamos en su nombre, atraídos por su persona y por su proyecto de hacer un mundo más humano.

Hemos de reavivar la conciencia de que somos comunidades de Jesús. Nos reunimos para escuchar su Evangelio, para mantener vivo su recuerdo, para contagiarnos de su Espíritu, para acoger en nosotros su alegría y su paz, para anunciar su Buena Noticia.

El futuro de la fe cristiana dependerá en buena parte de lo que hagamos los cristianos en nuestras comunidades concretas las próximas décadas. No basta lo que pueda hacer el Papa Francisco en el Vaticano. No podemos tampoco poner nuestra esperanza en el puñado de sacerdotes que puedan ordenarse los próximos años. Nuestra única esperanza es Jesucristo.

Somos nosotros los que hemos de centrar nuestras comunidades cristianas en la persona de Jesús como la única fuerza capaz de regenerar nuestra fe gastada y rutinaria. El único capaz de atraer a los hombres y mujeres de hoy. El único capaz de engendrar una fe nueva en estos tiempos de incredulidad. La renovación de las instancias centrales de la Iglesia es urgente. Los decretos de reformas, necesarios. Pero nada tan decisivo como el volver con radicalidad a Jesucristo.

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¡Qué fácil es criticar, qué difícil corregir! Domingo 23 Ciclo A.

Domingo, 10 de septiembre de 2017
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med-2Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La formación de los discípulos

A partir del primer anuncio de la pasión-resurrección y de la confesión de Pedro, Jesús se centra en la formación de sus discípulos. No sólo mediante un discurso, como en el c.18, sino a través de las diversos acontecimientos que se van presentando. Los temas podemos agruparlos en tres apartados:

1. Los peligros del discípulo:

* ambición (18,1-5)
* escándalo (18,6-9)
* despreocupación por los pequeños (18,10-14)

2. Las obligaciones del discípulo:

* corrección fraterna (18,15-20)
* perdón (18,21-35)

3. El desconcierto del discípulo:

* ante el matrimonio (19,3-12)
* ante los niños (19,13-15)
* ante la riqueza (19,16-29)
* ante la recompensa (19,30-20,16)

De estos temas, la liturgia dominical ha seleccionado el 2, corrección fraterna y perdón, que leeremos en los dos próximos domingos (23 y 24 del Tiempo Ordinario) y el último punto del 3, desconcierto ante la recompensa (domingo 25).

La corrección fraterna

Como punto de partida es muy válida la primera lectura, tomada del profeta Ezequiel. Cuando alguien se porta de forma indebida, lo normal es criticarlo, procurando que la persona no se entere de nuestra crítica. Sin embargo, Dios advierte al profeta que no puede cometer ese error. Su misión no es criticar por la espalda, sino dirigirse al malvado y animarlo a cambiar de conducta.

Así dice el Señor: A ti, hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel; cuando escuches palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte. Si yo digo al malvado: «¡Malvado, eres reo de muerte!», y tú no hablas, poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre; pero si tú pones en guardia al malvado para que cambie de conducta, si no cambia de conducta, él morirá por su culpa, pero tú has salvado la vida.

En la misma línea debemos entender el evangelio de hoy, que se dirige a los apóstoles y a los responsables posteriores de las comunidades. No pueden permanecer indiferentes, deben procurar el cambio de la persona. Pero es posible que ésta se muestre reacia y no acepte la corrección. Por eso se sugieren cuatro pasos: 1) tratar el tema entre los dos; 2) si no se atiene a razones, se llama a otro o a otros testigos; 3) si sigue sin hacer caso, se acude a toda la comunidad; 4) si ni siquie­ra entonces se atiene a razones, hay que considerarlo «como un gentil o un publicano».

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
― Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano.

Esta práctica recuerda en parte la costumbre de la comunidad de Qumrán. La Regla de la Congregación, sin expresarse de forma tan sistemática como Mateo, da por supuestos cuatro pasos: 1) corrección fraterna; 2) invocación de dos testi­gos; 3) recurso a «los grandes», los miembros más antiguos e importantes; 4) finalmente, si la persona no quiere corregirse, se le excluye de la comunidad.

La novedad del evangelio radica en que no se acude en tercera instancia a los «grandes», sino a toda la comunidad, subrayando el carácter democrático de la vivencia cristiana. Hay otra diferencia notable entre Qumrán y Jesús: en Qumrán se estipulan una serie de sanciones cuando se ofende a alguno, cosa que falta en el Nuevo Testamento. Copio algunas de ellas en el Apéndice.

Hay un punto de difícil interpretación: ¿qué signifi­ca la frase final, «considéralo como un gentil o un publicano»? Generalmente la interpretamos como un rechazo total de esa persona. Pero no es tan claro, si tenemos en cuenta que Jesús era el «amigo de publicanos» y que siempre mostró una actitud positiva ante los paganos. Por consiguiente, quizá la última frase debamos entenderla en sentido positivo: incluso cuando parece que esa persona es insalvable, sigue considerándola como alguien que en algún momento puede aceptar a Jesús y volver a él. Esta debe ser la actitud personal («considéralo»), aunque la comunidad haya debido tomar una actitud disciplinaria más dura.

¿Qué valor tiene la decisión tomada en estos casos? Un valor absoluto. Por eso, se añaden unas palabras muy parecidas a las dichas a Pedro poco antes, pero dirigidas ahora a todos los discípulos y a toda la comunidad:

Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.

Relacionado con este tema están las frases finales.

Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Generalmente se los aplica a la oración y a la presencia de Cristo en general. Pero, dado lo anterior y lo que sigue, parece importante relacionar esta oración y esta presencia de Cristo con los temas de la corrección y del perdón.

El conjunto podríamos explicarlo del modo siguiente. La correc­ción fraterna y la decisión comunitaria sobre un individuo son algo muy delicado. Hace falta luz, hallar las palabras adecuadas, el momento justo, paciencia. Todo esto es imposible sin oración. Jesús da por supuesto -quizá supone mucho- que esta oración va a darse. Y anima a los discípulos asegurándoles la ayuda del Padre, ya que El estará presente. Esta interpretación no excluye la otra, más amplia, de la oración y la presencia de Cristo en general. Lo importante es no olvidar la oración y la presencia de Jesús en el difícil momento de la reconciliación.

Apéndice: la práctica de la comunidad de Qumrán

Nota: En el siglo II a.C., un grupo de judíos, descontentos del comportamiento del clero y de las autoridades de Jerusalén, se retiró al desierto de Judá y fundó junto al Mar Muerto una comunidad. Se ha discutido mucho sobre su influjo en Juan Bautista, en Jesús y en los primeros cristianos. El interesado puede leer J. L. Sicre, El cuadrante. Vol. II: La apuesta, cap. 15.

Los cuatro pasos en la Regla de la congregación

1) «Que se corrijan uno a otro con verdad, con tranquilidad y con amor lleno de buena voluntad y benevolencia para cada uno» (V, 23-24).

2 y 3) «Igualmente, que nadie acuse a otro en presencia de los “grandes” sin haberle avisado antes delante de dos testigos» (VI, 1).

4) «El que calumnia a los “grandes”, que sea despedido y no vuelva más. Igualmente, que sea despedido y no vuelva nunca el que murmura contra la autoridad de la asamblea. (…)

Todo el que después de haber permanecido diez años en el consejo de la comunidad se vuelva atrás, traicionando a la comunidad… que no vuelva al consejo de la comunidad. Los miembros de la comunidad que estén en contacto con él en materia de purificación y de bienes sin haber informado de esto a la comunidad serán tratados de igual manera. No se deje de expulsarlos» (VII,16-25).

Algunos castigos en Qumrán

«Si alguien habla a su prójimo con arrogancia o se dirige a él groseramente, hiriendo la dignidad del hermano, o se opone a las órdenes dadas por un colega superior a él, será castigado durante un año…»

«Si alguno habló con cólera a uno de los sacerdotes inscri­tos en el libro, que sea castigado durante un año. Durante ese tiempo no participará del baño de purificación con el resto de los gran­des.»

«El que calumnia injustamente a su prójimo, que sea castiga­do durante un año y apartado de la comunidad.»

«Si únicamente hablo de su prójimo con amargura o lo engañó conscientemente, su castigo durará seis meses.

«El que se despereza, cabecea o duerme en la reunión de los “grandes” será castigado treinta días».

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“Nosotros” y “Ellos” (y III), por Enrique Martínez Lozano

Viernes, 30 de junio de 2017
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colores-300x225El esquema de la Intolerancia y el Fanatismo

“La intolerancia es la angustia de no tener razón”
(Andréi Sajarov, físico nuclear y Premio Nobel de la Paz 1975).

La intolerancia cae en trampas tan elementales que son fácilmente perceptibles, excepto para la propia personalidad intolerante. Esta –a veces sin ser consciente- proyecta constantemente en otros sus propios “demonios interiores” o sombra no reconocida; se escuda cómodamente en la supuesta culpabilidad ajena y, de ese modo, evita asumir las propias responsabilidades frente a todo lo que le sucede; ignora que el sufrimiento –no hablamos de “dolor”- nace siempre de uno mismo y, en concreto, de la propia mente no observada; permanece en la creencia errónea que le hace pensar que somos “yoes separados” y que esa separación pertenece a nuestra identidad…

      Si tenemos en cuenta que la intolerancia y el fanatismo son hijos de la inseguridad afectiva y de la ignorancia original acerca de quienes somos, parece que solo podremos superarlos si damos pasos en estas cuatro direcciones: crecimiento en autonomía y seguridad personal, gracias a un trabajo psicológico hecho de autoacogida y autoaceptación; comprensión adecuada de la verdadera identidad, que trasciende por completo nuestra “personalidad” o la idea del “yo” que se ha hecho nuestra mente; vivencia de la no-separación radical –no dualidad es amor-, más allá de las diferencias, en la certeza de que no somos iguales, pero somos lo mismo, lo cual implica pasar de la consciencia mítica a la consciencia transpersonal; capacidad para comprender los errores propios y ajenos, como frutos de la ignorancia y, en último término, de la inconsciencia.

         Hace unos años, en un pequeño libro en el que trataba de plantear la relación entre “religión” y “espiritualidad”, escribía: “La intolerancia –que es directamente proporcional al sufrimiento psíquico no elaborado, a la inflación del ego y a un estadio de consciencia mítico- se nutre de la necesidad de tener razón y de la voluntad de poder, y se manifiesta como descalificación del otro”[i].

         Si esto es así, el camino de liberación pasa por la vivencia de la espiritualidad en su sentido más genuino. Porque, como ha escrito el estudioso Jorge Ferrer, “la espiritualidad consiste principalmente en un proceso transformador básico en el que descubrimos y nos desprendemos de nuestro narcisismo para entregarnos al Misterio a partir del cual todo se está manifestando constantemente… [Toda transformación espiritual auténtica] implica despojarse del narcisismo, del egocentrismo, del estar aislado en uno mismo, del interés por uno mismo[ii].

          Así entendida, la espiritualidad es abierta, flexible, pluralista, dialogante, incluyente, universal. No conoce el juicio, la condena ni la intolerancia. Nos sitúa en el camino de la experiencia y la búsqueda. Es coherente con nuestra condición humana, respetuosa con los otros y humilde ante el Misterio inefable. Y nos coloca en la actitud adecuada, porque nos capacita para acceder a nuestra verdadera identidad, que supera y transciende tanto el mito –entendido literalmente- como la inseguridad. Aquella identidad una y compartida, donde se revela la falsedad de la dicotomía básica –“nosotros” frente a “ellos”-, que, aunque sea inconsciente, es el origen de todo enfrentamiento. La dicotomía remite a una visión tribal de la vida –los “nuestros” son siempre los de la propia tribu-; la sabiduría, por el contrario, nos hace ver que lo único que hay es “nosotros”, ya que todos compartimos, no solo la misma suerte, sino la misma identidad profunda.

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[i] E. MARTÍNEZ LOZANO, La botella en el océano. De la intolerancia religiosa a la liberación espiritual, Desclée De Brouwer, Bilbao 2009, p. 41.

[ii] J.N. FERRER, Espiritualidad creativa. Una visión participativa de lo transpersonal, Kairós, Barcelona 2007.

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“Nosotros” y “ellos” (II), por Enrique Martínez Lozano

Jueves, 29 de junio de 2017
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colores-1-300x300El esquema de la Intolerancia y el Fanatismo

“La intolerancia es la angustia de no tener razón”
(Andréi Sajarov, físico nuclear y Premio Nobel de la Paz 1975).

En cierto modo, la intolerancia –aunque injustificable- es “comprensible”, tanto desde el punto de vista cultural como desde el psicológico. Entre otras cosas, es un pre-juicio –en el sentido más literal del término-, y sabemos que todo prejuicio es inconsciente, lo que hace muy difícil, si no imposible, trabajar sobre él.

         Por lo que se refiere al aspecto cultural, parece innegable que uno de los estadios de la consciencia –el llamado “nivel mítico”, que abarcaría al menos 10.000 años, desde el Neolítico hasta nuestra era, y que sigue presente en nuestras neuronas- se caracteriza por el etnocentrismo.

         En su último libro, Adolf Tobeña, catedrático de Psiquiatría de la Facultad de Medicina y del Instituto de Neurociencias de la UAB, propone el recurso a la psicobiología y las neurociencias para entender los nacionalismos[i]. En esa clave señala “el gregarismo, el etnocentrismo y la xenofobia, como resortes primordiales de los nacionalismos de base identitaria, pese a que se presenten con una impecable y engañosa modernidad”. Lo que –inconscientemente- persigue todo nacionalista es el sueño de “la república perfecta habitada por individuos perfectos”, algo, según él, no difícil de explicar a partir del estudio del cerebro y de la psicobiología.

    Para quien se halla en el nivel mítico de consciencia, su propio grupo es el depositario de la verdad en todos sus aspectos. Para ellos es claro que solo existe un modo correcto de pensar. Los otros se convierten automáticamente en seres equivocados y, por tanto, “inferiores”. Quedan descalificados de raíz. Ante ellos solo cabe una de estas posturas: convencerlos –“traerlos a la verdad”: el proselitismo de todo signo se asienta en esta creencia-, ignorarlos, conquistarlos o eliminarlos.

         Desde un punto de vista psicológico, es claro que la intolerancia y el fanatismo son hijos directos de la inseguridad afectiva. Quien padece inseguridad busca aferrarse a cualquier cosa que alivie su angustia, son frecuencia sin ser consciente de que la raíz de la misma se halla en un pasado lejano y tiene un componente esencialmente afectivo. No es exagerado afirmar que el fanatismo esconde la ausencia de vínculo seguro con la figura materna, que se halla en el origen de la inseguridad que resulta insoportable.

     La personalidad fanática o intolerante puede creerse en posesión de la verdad absoluta, como un modo de obtener una cierta sensación de seguridad. Ahora bien, como tal sensación es sumamente precaria e inestable, será incapaz de tolerar la discrepancia, porque la mera existencia de opiniones diferentes a la suya lo introducirá en una duda que no podrá afrontar. La personalidad insegura es incapaz de permanecer en la incertidumbre y de convivir en la diferencia.

   Sobre estas bases, es comprensible que la intolerancia y el fanatismo se hagan presentes en cualquier ámbito de la existencia humana: relacional, laboral, político, religioso… Hasta el punto de que, incluso en religiones que hacen del amor y de la unidad su primer mandamiento, conviven personalidades intolerantes y fanáticas que, no solo culpan de sus males a los otros, sino que en ocasiones llegan incluso a desear acabar con ellos.

    La historia sociopolítica y religiosa está llena de posturas dualistas y maniqueas que consideran a “los otros” como causantes de “nuestros” problemas. A partir de este diagnóstico no queda sino una acción hostil que trate de eliminar o, al menos, reducir y silenciar al diferente, en comportamientos xenófobos de todo tipo.

   En cierto modo, podría decirse que, en esos planteamientos dualistas, un componente básico de la identidad del “nosotros” consiste justamente en la oposición a “los otros”. Hasta el punto de que un “enemigo” común más fuerte es capaz de unir en una misma lucha a enemigos que parecían irreconciliables entre sí. A este respecto, Yuval Harari, el historiador israelí ya citado, cuenta que el día del desfile gay en Jerusalén, organizado por la comunidad LGTB, es “el único día de armonía en la ciudad”: religiosos judíos, cristianos y musulmanes se ven poderosamente unidos en una causa común; todos se enfurecen a la vez y con la misma intensidad contra dicho desfile.

     Con el grito, reiterado y cansino, de “America first”, Donald Trump no hace sino intentar construir una identidad sobre la base de la oposición o incluso el rechazo de “los otros”, a quienes se culpa de todos los males propios.

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[i] A. TOBEÑA, La pasión secesionista. ¿El ímpetu secesionista nació a partir de un enamoramiento colectivo?, ED Libros, Barcelona 2017.

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“Nosotros” y “ellos” (I), por Enrique Martínez Lozano

Martes, 27 de junio de 2017
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isla-300x200El esquema de la Intolerancia y el Fanatismo

“La intolerancia es la angustia de no tener razón”
(Andréi Sajarov, físico nuclear y Premio Nobel de la Paz 1975).

El psiquiatra y estudioso de la mente Daniel Siegel, en uno de sus libros, cuenta un antiguo chiste judío, que bien puede servir de pórtico a las reflexiones que siguen. Cuando fue rescatado, un hombre que había estado veinte años viviendo en una isla desierta, preguntó a los rescatadores si les gustaría ver las estructuras que había construido. Les enseñó su modesto hogar en un pequeño valle, una biblioteca, un templo en lo alto de la colina, una zona para hacer ejercicio al pie de la misma, y otro templo cerca de la playa. Cuando los rescatadores le preguntaron por qué había construido dos templos siendo el único habitante de la isla, la respuesta fue inmediata: “¡Porque nunca sería miembro de otro templo!”[i].

El guión que rige cualquier actitud intolerante es sumamente simple: consciente o inconscientemente, divide a la humanidad en dos grupos que considera radicalmente enfrentados. De una parte, estaríamos “nosotros”, que nos hallamos en la verdad y somos merecedores de atención y cuidado, de respeto e incluso admiración; de la otra, se encontrarían “ellos”, quienes están forzosamente equivocados porque pertenecen a un grupo que no tiene arreglo.

Con frecuencia aparecen campañas en las que esta dinámica se muestra con total claridad. Nombraré solo dos hechos recientes que han producido un eco notable en la sociedad.

La asociación “Hazte Oír” sacaba a la calle un autobús en el que, bajo apariencia de “neutralidad” biológica –“los niños tienen pene, las niñas tienen vulva” –, transmitía un rechazo condenatorio a lo diferente, sin ser conscientes del dolor que tal rechazo provoca en personas transexuales. Como si todo aquello que atenta contra las propias creencias o posicionamientos fuera erróneo y hubiera que descalificarlo y eliminarlo. En el fondo, lo que late es muy simple: “puesto que «nosotros» estamos en la verdad, «ellos» están en el error”.

Por las mismas fechas, en un desafortunado e incluso torpe programa de EiTB (Euskal Irrati Telebista, la cadena de radiotelevisión pública vasca), se hablaba despectivamente de “los españoles” –a quienes se tachaba de “fachas”, “paletos”, “chonis” y “atrasados”, además de “mongolos” –, en contraposición con “nosotros” –los “privilegiados” miembros de un pueblo “superior” –. Bastaría un mínimo de distancia para observar, no solo que tales percepciones únicamente pueden nacer de una consciencia mítica (tribal), sino que, irónicamente, se proyecta –y, por tanto, se percibe– en los otros justamente aquello que se da –reprimido e inconsciente– en uno mismo. Siempre ha sido un recurso fácil el del “chivo expiatorio” para condenar fuera lo que no se quiere aceptar como propio. Una vez más, la misma dinámica: “ellos” frente a “nosotros”.

Por lo que se refiere al campo religioso, tendría que alertar el hecho de que cada grupo asume la convicción de que cree en la “verdad”, mientras que son solo todos los demás los que creen en supersticiones. De ese modo, lo que para una comunidad religiosa es una verdad incuestionable, para otra no pasa de ser una superstición insostenible. Hasta ahí llega el etnocentrismo mítico.

En un marco más amplio, resulta profundamente significativo que en muchas culturas se haya reservado el término “humanos” para referirse exclusivamente a los miembros del propio grupo o etnia. Los otros eran no-humanos o menos humanos, por lo que se justificaba de entrada cualquier acción que se pudiera emprender en su contra. La posible empatía quedaba de ese modo cortada de raíz.

A este propósito, el historiador israelí Yuval Noah Harari, en un libro sumamente interesante, escribe:

“La evolución ha convertido a Homo sapiens, como a otros animales sociales, en un ser xenófobo. Instintivamente, los sapiens dividen a la humanidad en dos partes: «nosotros» y «ellos». Nosotros somos personas como tú y yo, que compartimos idioma, religión y costumbres. Nosotros somos responsables los unos de los otros, pero no responsables de ellos. Siempre hemos sido distintos de ellos, no les debemos nada. No queremos ver a ninguno de ellos en nuestro territorio, y nos importa un comino lo que ocurra dentro de sus fronteras. Ellos apenas son humanos. En el lenguaje de los dinka del Sudán, «dinka» significa sencillamente «personas». Los que no son dinka no son personas. Los enemigos acérrimos de los dinka son los nuer. ¿Qué significa la palabra «nuer» en el idioma de los nuer? Significa «personas originales». A miles de kilómetros de los desiertos del Sudán, en las frías y heladas tierras de Alaska y el nordeste de Siberia, viven los yupik. ¿Qué significa «yupik» en el lenguaje de los yupik? Significa «personas originales»[ii].

 

Enrique Martínez lozano

 


[i] D.J. SIEGEL, Viaje al centro de la mente, Paidós, Barcelona 2017, p.226.

[ii] Y.N. HARARI, Sapiens: De animales a dioses. Breve historia de la humanidad, Debate, Barcelona 2014, p.219-220.

Fuente Fe Adulta

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Cristo es la Transparencia

Sábado, 6 de agosto de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

Vivamos el verano con el libro “15 días con el Hermano Roger de Taizé “ escrito por Sofía Laplane en la Editorial Ciudad Nueva: 

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Dios mismo vino sobre la tierra como un pobre,
como un humilde.
Vino a través de Cristo Jesús.
Dios permanecería lejos de nosotros si
Cristo no fuera la transparencia.
Desde el comienzo Cristo estaba en Dios.
Desde el nacimiento de la humanidad,
era palabra viva.
Vino sobre la tierra para hacer accesible
la confianza de la fe.
Resucitado, hace su morada en nosotros,
nos habita por el Espíritu Santo.
Y descubrimos que el amor de Cristo se expresa ante todo
por su perdón y por su presencia continua dentro de nosotros.

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***

Durante el verano, vuestras hermanas y hermanos de Cristianos Gays rezan contigo y por tí. De hecho, nuestro deseo es vivir nuestra vida cotidiana, iluminados interiomente por medio de Jesucristo. Queremos estar cerca de los que pasan las pruebas.

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , ,

Buscar…

Martes, 24 de mayo de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

Tras las huellas vivas de Etty Hillesum

Mientras que nuestro mundo contemporáneo atraviese una crisis de sentido, una joven mujer judía puede ayudarnos a atravesar la prueba y a guardar la esperanza.

Del 1941 al 1943, en Amsterdam, Etty Hillesum mantiene un diario de una densidad excepcional. Consigna en 11 cuadernos las últimas experiencias de su vida. Este extraordinario documento es un verdadero testamento espiritual. Descubrimos allí su fe inquebrantable en el hombre al mismo tiempo que éste comte sus más negras fechorías durante la segunda guerra mundial. Etty Hillesum murió en Auschwitz el 30 de noviembre de 1943 después de haber pasado los últimos meses de su vida en el campo de tránsito de Westerbork al servicio de sus hermanos judíos.

 

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“No creo en absoluto que pudiéramos corregir cualquier cosa que sea en el mundo exterior, que primero no la hayamos corregido en nosotros mismos. La única lección  de esta guerra es que hemos aprendido a buscar en nosotros mismos y no en otro lugar. “

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Etty Hillesum
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Estamos en nuestra casa

Lunes, 25 de abril de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

Tras las huellas vivas de Etty Hillesum

Mientras que nuestro mundo contemporáneo atraviese una crisis de sentido, una joven mujer judía puede ayudarnos a atravesar la prueba y a guardar la esperanza.

Del 1941 al 1943, en Amsterdam, Etty Hillesum mantiene un diario de una densidad excepcional. Consigna en 11 cuadernos las últimas experiencias de su vida. Este extraordinario documento es un verdadero testamento espiritual. Descubrimos allí su fe inquebrantable en el hombre al mismo tiempo que éste comte sus más negras fechorías durante la segunda guerra mundial. Etty Hillesum murió en Auschwitz el 30 de noviembre de 1943 después de haber pasado los últimos meses de su vida en el campo de tránsito de Westerbork al servicio de sus hermanos judíos.

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” Estamos en nuestra casa.

Por todas partes por donde se extienda el cielo,

estamos en nuestra casa.

En cualquier lugar de esta tierra,

si lo llevamos todo en nosotros,

estamos en nuestra casa. “

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Etty Hillesum
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¡Eres tú, es nosotros!

Viernes, 8 de abril de 2016
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Del blog Pays de Zabulon:

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Este amigo espiritual llamó a mi puerta anoche.
¿Quien esta ahí? “. Pregunté.
Él respondió: “Abre la puerta. ¡Eres tú!
“¿Cómo puedes tú ser yo?“. Pregunté.
Él respondió:
“Somos uno,
Pero el velo de la dualidad nos ha ocultado la verdad. “

Nosotros y yo, él y tú,  todos nos hemos convertido en el velo
¡Y cuánto te ha velado a tí mismo!
Si deseas saber cómo nosotros y él y todos somos sólo uno,
Entonces, ve más allá de este “yo”, de este “nosotros”, y  de este “tú“.

*

Muhammad Shirin Maghribi,
poeta persa, siglo XIV.

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Fuente foto: Jean-Baptiste Huong, photographe

 

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